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22 de Septiembre, 2014
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Un legado familiar
Por Alfonso Mendoza Fernández
«El silencio era profundo y le aterraba Intento dar
amor donde había un barco ganadero sin rumbo bajo el azul lúgubre Intentó poner
orden donde no había orden Intentó ser
esposa y era una pálida muchacha piurana Intentó ser madre cuando la abuela
Susana murió en el hospital y ella tenía once años Intento ser mujer cuando era
la tímida flaquita de su hogar Intentó ser compañera y no se corrió de la
adversidad y expropió dinamita de la fábrica donde laboraba y voló lejos y
repartió volantes y tuvo orgullo y alegría al cantar La Internacional».
Con estas sentidas
líneas inicia Rosina Valcárcel su Poesía Reunida, una selección del conjunto de
su obra poética, obra que iniciara tempranamente, a poco de ingresar a San
Marcos, aun cuando había escrito ya «algunas letrillas» siendo todavía alumna
de secundaria en la G.U.E. Teresa González de Fanning.
Uno podría
preguntarse por qué Violeta y no Gustavo, ese padre «tan callado como el búho»,
luchador social y poeta laureado, aquel que «escribía sonetos excelsos y
cantares a los obreros», y que nos legara, al decir de Xavier Abril, una poesía
plena de «sentimientos puros y de sensaciones inéditas del color y de la
música». La respuesta nos la da, desde el pasado, Diego Rivera quien, al
conocer al poeta y a Violeta, exclamó: «¡con razón escribe así Ud., si tiene
por mujer a la poesía viva en ella!».
Rosina hereda se
sus padres la sensibilidad, el temple, el coraje, el compromiso social, el amor
a la cultura y esa voluntad de afirmación de sí misma que le ha permitido salir
airosa frente a los innumerables desafíos que le impuso la vida y entretejer,
con severa disciplina y formidable genio poético, los versos que hoy
comentamos.
Junto a sus padres
y hermanos Rosina vive, niña todavía, la agridulce experiencia del destierro.
En su hogar se nutre de experiencias profundas que marcarán definitivamente su
destino, al punto que sus primeros recuerdos son el sonido de un danzón en
México, los poemas transidos de dolor que escribía su padre y aquellos que en
voz alta leía Juan Gonzalo Rose. Música y poesía poblaron su mundo infantil,
como mágica compensación de las carencias materiales y la dureza del destierro.
Más tarde, ya en el Perú, sus estudios de Antropología y Literatura en la vieja
Casa de San Marcos, y el contacto con lo mejor de la intelectualidad peruana,
en una época de radicales cambios sociales, Rosina Valcárcel va delineando su
perfil de poeta y combatiente social, a la par que va construyendo sus poemas
con los materiales surgidos de su riquísimo mundo interior en tensión
permanente con los estímulos provenientes del entorno sociocultural en el que
se desarrolla su existencia. Al mismo tiempo, bajo la influencia de José María
Arguedas, se inclina con devoción a explorar nuestro pasado, consciente, como
bien anota Alexis de Tocqueville, que cuando ese pasado «deja de echar su luz
sobre el futuro, la mente del hombre vaga en la oscuridad». De esa inquietud nacería años después la
revista Kachkaniraqmi (que en quechua ayacuchano significa «a pesar de todo aún
somos, todavía existimos»).
Uno de los grandes
temas en la poética de Rosina es el del amor. Rosina ama intensa y
apasionadamente y ha conocido lo sublime y lo trágico de la experiencia
amorosa. En sus poemas seguimos el trazo de su fascinación por el ser amado, de
su espera ansiosa, de las delicias y de los sufrimientos del amor, de sus dudas
y temores, pero también de su infinita e irrenunciable capacidad de amar.
Julia Kristeva
escribe, con acierto, que el lenguaje amoroso es un vuelo de metáforas, que la
experiencia amorosa, de la cual —subraya—
sólo podemos hablar plenamente
desde la herida, es una espiral de sexualidad y de ideales entremezclados y que
cuando amamos no dejamos nunca de enfrentarnos a un cúmulo de contradicciones y
equivocaciones.
Y ¿qué nos dice
Rosina? Leamos:
Sólo el amor
Sólo el amor / Hace
/ Soportable / La existencia / A veces, palabrita, /
Ni el amor Ni nada. (C/f: Navíos)
Loca como los
pájaros
¿Cómo esconder mi
corazón turbado? / ¿Cómo arrancarlo? (…) ¿Por qué me
Falta lo que
anhelo? (…) ¿Por qué se niegan a calmar mis pesares?
(C/f: Loca como las
aves)
(A propósito en el
discurso de Sócrates la ascensión del alma enamorada es
Comparada con el
vuelo de un pájaro).
El último verso de
una historia de amor
¿Amé / sus
infinitos ojos de nogal? / No fue fácil esperarle clandestina /
Musitando a solas
en la puerta de un cine / Un añejo danzón / ¿Volverá
La tormenta de los
dioses? (…) Deploro su angelical silencio / Su miserable
Silencio triste (…)
Carta surrealista
El amor está en la
tierra. Sólo tu cuerpo y el mío, solos. Los astros palidecen al vernos… Adivino
claveles y violines en tu corazón negro. El mar de tu lengua y otra vez el
fuego. El río quiere apagar esta ola y no puede. Y estas ganas locas de ser
lluvia y deseo, verso marcado o triste melodía. La fuente y el sol penetran en
la penumbra, penetran entre mis piernas… Si volviéramos un instante, sólo un
instante, cuánto daría. Qué senda nos separó, qué confusa senda…
(C/f: Contradanza)
Pero también Rosina
nos habla de sus sueños. Surgidos de lo
más hondo de su inconsciente, afloran sus más intensas vivencias transfiguradas
en imágenes poderosas y fulgurantes metáforas que nos envuelven y deleitan y
nos llevan también a soñar y hermanarnos con la poeta y a través de ella con la
humanidad entera.
La psicología nos
revela que, en verdad, no somos un solo yo, que más propiamente podemos hablar
de varios «yoes». Siguiendo a Fernando Savater podríamos decir que somos una suerte
de asamblea de sentimientos y pensamientos encontrados que a duras penas
podemos mantener integrados, en un equilibrio siempre precario pero siempre
posible. Si a ello, en el caso de Rosina, agregamos su exquisita sensibilidad y
capacidad empática, entonces comprenderemos cómo es que tantas voces, tantos
«yoes» pueblan su universo poético, resultado de proyecciones e introyecciones
fruto de la riqueza y de la penetración psicológica que se despliega en sus
experiencias interpersonales.
La lectura de Poesía
Reunida (Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima, 2014) no sólo nos conduce al
conocimiento de Rosina. A través de sus páginas nos encontramos con todos
aquellos seres que han modelado su personalidad y su ser poético, y aprendemos,
como ella, a quererlos y valorarlos. Podríamos citar en primer lugar a los
miembros de su familia, a su compañero Carlos A. Ostolaza, cuya pintura es
poesía, y luego a una vasta galería de personajes, muchos de ellos del mundo
literario y político de diversas épocas, que enriquecieron su espíritu.
Mencionaré, sólo a modo de ilustración, a Frida Kahlo, «la volátil novia que
llevó a su amante gordo de divinas mañas…»; a Javier Heraud, quien «sangra
enterrado a la orilla del río»; a Vallejo, que yace en París «sin una flor en su
tumba, sin un abrazo, sólo rodeado por el frío y el silencio»; al viejo Marx,
visitado en su tumba en Londres por «un obrero y una estudiante con flores en
las manos»; o a Juan Ramírez Ruiz, precursor de Hora Zero; y a los integrantes
de este grupo, a quienes recuerda con nostalgia y devoción; y a todos aquellos
contestatarios «pensadores inmortales» con quienes compartió el amor a la
poesía y la lucha por la libertad y la justicia social, trinchera en la que se
mantiene inalterable.
Wittgenstein nos advierte de que «si bien todo lo que
se puede pensar se puede pensar claramente, y todo lo que se puede decir se
puede decir claramente quizá no todo lo que se puede pensar se puede decir». Si
ello es así, es aún más difícil expresar lo que sentimos, principalmente cuando
se trata de nuestros más profundos sentimientos. He ahí el mérito del arte de Rosina, quien es capaz
de realizar una prodigiosa alquimia verbal y hacernos vibrar emocionalmente con
ella en una experiencia de auténtica comunión espiritual y de incitación a la
acción social. Así, en Todo lo escrito pertenece al ayer confiesa:
Es difícil escribir
/ pero hablar peor / mejor es abrazarse / y confundirse entre flores / (…)
Muchas batallas nos aguardan / y sé que no vacilarás en acudir a ellas / porque
el mundo te necesita (…)
Más allá de su
valor artístico, Poesía Reunida nos permite saber que Rosina también ha
experimentado «esas caídas hondas de los Cristos del alma», pero que de todas
esas situaciones límite ha emergido más fuerte, plena de amor y de esperanza. Y
ahora, en este tramo de su vida se dirige a su nieta, en su Carta a Luana, que
es un mensaje destinado también a las nuevas generaciones: «niña mía, abre los
ojos. No elijas el cielo gris solitario… Disfruta esta vida, pequeña, goza el
valle de tus ancestros. Ama a los claveles y a los animales… cree en la
humanidad y en su fulgor… Amate pequeña mía. Te cedo mis manos… La noche te
brinda sabiduría y magia. Alondra, los dioses andinos cuiden tu senda y la
música sea tu alimento. Buda te dé serenidad y la libertad reine en ti. Ha
llegado el verano».
Al iniciar mi
comentario invoqué a Gustavo y Violeta. Para terminar vuelvo a ellos. En Cantos
del amor terrestre el poeta le pide a su amada:
«Quiero que hablen
tus hijos con amor y belleza,
Que hablen de un
mundo nuevo sin odios ni mordazas,
Porque hablando los
hijos, después que nos muramos,
Seguiremos nosotros
hablando eternamente».
Rosina ha cumplido
ese legado familiar.
Lima, 18 de
septiembre del 2014.
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islanegra a las 08:23 · 1 Comentario
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10 de Septiembre, 2014
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TOROS
Qué desgracia que un intelectual de la talla de
Antonio Caballero defienda un espectáculo sangriento. "Por los derechos de
las minorías", titula en Semana, la revista más importante de
Colombia, su perorata en defensa de la tauromaquia. ¿Pero cuáles derechos?
¿Derechos para torturar y matar? Los sicarios también son minoría. Él, tan
lúcido, con un chorro de razones, contestaría que los sicarios también tienen
derechos. "Y el sicariato en Colombia es parte de la cultura", podría
agregar, y no se podría negar que los colombianos nos distinguimos por el
oficio de matarnos unos a otros. Caballero también se burlaría de otra frase,
que es una verdad de a puño: Ni la tauromaquia es arte ni la
antropofagia gastronomía. Él, con su inteligencia suprema, alegaría que si
la cosa se prepara bien, si la sazón y los condimentos están a la altura, hasta
se pueden escribir libros memorables.
Poderoso y bello es el argumento de Julio Ortega
contra la tauromaquie: “Cuando tú respetes a los animales, yo dejaré de
inmiscuirme en lo que haces. Mientras tanto, me tendrás enfrente. No lo dudes.
Sé que te resulto muy molesto y la verdad, esa es una de mis pretensiones:
entorpecer en lo posible tu repugnante forma de entretenerte. Porque entre tu
“diversión” y mi rechazo, no olvides que hay un ser vivo al que no le has dicho
como a mí: “Si no te gusta morir en la plaza no te quedes en ella, vete”. Él no
puede escoger, ¿verdad?, pues mientras el toro no tenga la oportunidad de
hacerlo, tú tampoco gozarás de la libertad de matarlo sin que yo, y millones
como yo, tratemos de evitarlo”.
En tiempos de Hemingway todavía admiraban a los
cazadores que derribaban por placer animales majestuosos en las tierras sin
dueño del continente africano y hoy ni siquiera le toleran estos sanguinarios
desmanes al mismísimo rey, que ahora anda por ahí cojeando, viejo, sin trono y
sin reina. Antes los toreros se codeaban con poetas e intelectuales y eran
objeto de alabanzas y poemas. Ahora apestan. Para sentir la pestilencia, basta
la frase que suelta César Rincón cuando le preguntan cuántos toros ha matado en
su vida: "Mi ejercicio no es matar, sino torear y ejecutar la suerte
suprema". Y agrega el insigne filósofo colombiano, olvidando que en la
"compenetración" el muerto es el toro y no él: "Hacerlo es magia,
sobre todo cuando toro y torero logran compenetrarse".
En todo caso, y para no extraviarme en ironías, el
espectáculo del sufrimiento y la muerte de un animal para la diversión y el
placer del hombre me parece absolutamente denigrante y cruel.
Triunfo Arciniegas
7 de septiembre de 2014
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publicado por
islanegra a las 15:31 · Sin comentarios
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10 de Septiembre, 2014
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Entrevista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti Norma Etcheverry nació el 5 de mayo de 1963 en Ranchos, provincia de Buenos Aires, y reside en Ringuelet, localidad del aglomerado urbano Gran La Plata, en la citada provincia. En 1981 fue cuando se mudó a la ciudad de La Plata, en cuya Universidad Nacional de La Plata (UNLP) se graduó en la carrera de Periodismo. Publicó los poemarios “Máscaras del tiempo” (1998), “Aspaldiko” (2002) y “La ojera de las vanidades y otros poemas” (2009). Con el título “Lo manifiesto y lo latente” fue incluida en 2011, dentro de la colección “Cuadernos Orquestados”, dirigida por Abel Robino, una muestra de sus poemas concebidos después de 2009. Inédito permanece el volumen “La vida sin O.”, de poesía y relato breve, como así también“Viajar, leer, inundarse”. Actualmente trabaja sobre un poemario (“México”) y una novela breve que aborda el amor y la política. Textos suyos fueron traducidos al francés, euskera y portugués. Invitada participó, por ejemplo, en el Primer Festival Internacional de Poesía “San Nicolás de los Arroyos”, en el Quinto Encuentro Poético (ciudad de Buenos Aires, abril 2010:http://es.calameo.com/read/00064806894a6df53cc91 ), en la Feria del Libro y de las Artes de la ciudad de Berazategui, en el Encuentro Argentino de Poesía Rosario 2012, en el Festival de Poesía ABBApalabra, en México. Poemas y comentarios bibliográficos de su autoría aparecieron en medios gráficos y digitales: Diarios “El Día” y “Diagonales”, de la ciudad donde reside, Revista “El Espiniyo” de la ciudad de City Bell, “Jornal Rascunho” y “Folha de San Pablo” de Brasil, entre otros. 1 – Ranchera de nacimiento, infiero por lo que he pesquisado, que por decisión familiar te criaste a 45 kilómetros de la Capital Federal, en Alejandro Korn, y ya más por “imperio de las circunstancias” en tu adolescencia te vas unos 15 kilómetros más lejos de la Capital y allí te quedaste. Norma: tu familia, tus raíces, tu entorno… NE – Efectivamente, nací en un pueblo rural llamado General Paz (Ranchos), donde vivía “gente de campo”, con sus costumbres, sus creencias, sus sueños y sus limitaciones. Por razones familiares, a mis seis años nos mudamos a Alejandro Korn, que si bien es también un pueblo provinciano, tiene más que ver con la ciudad que con el campo. Alejandro Korn es “el último cordón del conurbano hacia el sur”, y el contacto con la Capital era, ya en aquella época, muy frecuente. La diferencia de idiosincrasia con Ranchos fue algo que me marcó para siempre. En una novela que escribo y reescribo (hasta que me decida a “expulsarla” de mí), la primera línea narrativa recorre la oposición campo-ciudad y las antinomias que se me plantearon en la vivencia cotidiana desde entonces, en las cuales consciente o inconscientemente identifiqué el interior con el radicalismo y el conurbano con el peronismo. Esta cuestión implica otras menores (o no tanto); por ejemplo, el hecho de ir a un colegio religioso en Ranchos, donde había ciertos lujos como un gran piano en la sala de música, y, por otro lado, asistir después a una escuela que me sorprendió por las modestas instalaciones y la situación económica de mis compañeros. Pero no me disgustó, al contrario, guardo en mi memoria algunos recuerdos entrañables, como cuando llegaba la hora del mate cocido con leche, en esas aulas de madera sin estufas durante las mañanas heladas del invierno. Yo fui allí sabiendo leer de corrido, mientras que la mayoría aún estaba aprendiendo, así que muchas veces me tocaba efectuar la lectura del día desde un libro que nunca olvidé: se llamaba “Caleidoscopio” e intuyo que incidió esa obra con mi pasión por viajar y compenetrarme con otras geografías y otras gentes. Cada capítulo se refería a un lugar o situación distinta, y para mí, exótica. Ya el caleidoscopio giraba y enfocaba una tribu del Amazonas, ya apuntaba en dirección a los Andes mientras San Martín cruzaba la cordillera, ya caía en medio del Círculo Polar Ártico, donde un grupo sami se deslizaba en trineo por el hielo de Laponia. Fomentó mi curiosidad; y mi entusiasmo por la lectura. Otra cuestión que me marcó entonces tiene que ver con el mundo de los hombres y el de las mujeres. Me crié en una familia de mujeres fuertes, algunas por carácter (como mi abuela y mi tía, la única hermana de mi madre), y otras por necesidad, como mi madre, que tuvo la osadía de divorciarse y enfrentar sola la vida con cuatro hijos (tres, varones). He aquí que también me imbuí del mundo masculino. Además, en el campo quedó mi familia paterna, compuesta de padre, tíos y primos, de sangre vasca y pocas palabras. Alterné entre ambos mundos gran parte de mi infancia y toda la adolescencia, y ese ir y venir me abrió interrogantes sobre los que indago todavía. Cuando terminé la secundaria, coincidieron algunas razones familiares para que, otra vez, nos mudáramos de ciudad, ahora a La Plata, donde vivía mi tía materna, una mujer emprendedora, de mucha personalidad, que muy pronto supo qué hacer conmigo y conseguirme un empleo público que me permitió estudiar y aprender a manejarme en un contexto de relaciones más complejo que el que yo conocía. Así, apenas con dieciocho años, ya trabajaba en el Ministerio de Economía mientras estudiaba Periodismo. Con la llegada de la democracia, participé en política y casi sin proponérmelo me encontré muy cerca de la entonces vicegobernadora Elva Roulet, otra mujer “fuerte”; por lo menos lo fue, simbólicamente. En esta instancia, aparece en mi esquema de pensamientos y acción, el tema del poder. De hecho, a menudo viajaba con ella a pueblos del interior como aquellos en los que yo había vivido, y observar las necesidades de la gente desde el escenario o desde la ventanilla del auto oficial, me producía una contradicción terrible. Volvía la antinomia peronismo-radicalismo, también en lo personal, ya que me enamoré de hombres peronistas (traicionando a mi padre, supongo) de los que después me separé. El amor también fue siempre oscilar entre dos mundos. 2 - ¿Cómo “te explicarías” tus búsquedas formativas en Derecho, Letras, Filosofía, Técnicas de Psicodrama en la Escuela de Psicología Social, curso de Yo-auxiliar en la Asociación de Psicodrama, dibujo y pintura en los talleres de Manuel Oliveira y de Hebe Redoano, acercamientos a la interpretación de la Kabalah, seminarios de Cine y Literatura, así como sobre Nietzsche, o Estética, o sobre “Lo queer en la literatura del cono sur”, taller con Alicia Genovese en la Casa de la Poesía…? NE - Voy a empezar contando una breve anécdota. Cuando estaba en sexto grado, creo, debí abocarme a la redacción diaria y el título convocante era “Nerón incendia Roma”. Al día siguiente me llamó la vicedirectora para felicitarme: tuve por primera vez conciencia del acto de escritura en relación a los otros: me obsequió un hermoso cuaderno de tapas duras y me dijo “tenés que escribir tu diario”. Eso hice, y en uno de esos cuadernos (ya estaba en la secundaria), afirmé que estudiaría Psicología o Letras. Sin embargo, instalada en La Plata vine a estudiar Relaciones Públicas, y ese año los cursos estaban suspendidos, la carrera de Psicología no existía (se había cerrado durante el Proceso) y por alguna razón que no comprendo no opté por Letras. Terminé en Periodismo, sin una verdadera vocación, aunque siempre lo asocié con el oficio de escribir, lo que me dio una formación bastante amplia. Mientras participé en política estuve unos años en Abogacía, pero estudiar códigos de memoria me aburría. Por fin, decidí anotarme en Letras para cursar las Literaturas (argentina, alemana, francesa, española, clásicas, etc.), porque leía mucho y desordenadamente. Cursé las materias de Teoría y de Crítica Literaria, Filología y optativas de Filosofía. No tengo una vocación definida; procuré buscar, hacer lo que sentía que era el camino por donde tenía que transitar para nutrirme. El psicoanálisis, la Cábala, Nietzsche o mezclar colores en un lienzo mientras leía las “Cartas a Theo” de Vincent Van Gogh, fueron surgiendo a medida que andaba por la vida, y así es todavía. Cuando asistí al seminario de literatura queer fue porque estaba leyendo “Austria-Hungría” y me entero que José Amícola (con quien había aprendido mucho en la Facultad), iba a dar ese seminario en el que, entre otros autores interesantísimos como Copi o Marosa Di Giorgio, estaba Néstor Perlongher. Es una búsqueda constante de ese momento de plenitud, en el que “ser y devenir son la misma cosa”, como dice John Berger. Una “cacería de instantes”, con las palabras de Leopoldo Castilla, refiriéndose estrictamente a la poesía. 3 - ¿Ejercés o has ejercido el periodismo de modo sistemático? ¿Es o ha sido tu actividad laboral redituable? NE – Desde 1983, como dije antes, comencé a trabajar en el Senado de la provincia. Me recibí y comencé a hacer prensa. Mi primera experiencia fue ésa, en lo institucional, y no demasiado imparcial puesto que era un equipo que funcionaba alrededor de un cargo político. Hice algunas incursiones en radio pero no era el periodismo lo que más me motivaba sino el acto de la escritura. El hecho de hacer periodismo político (y en cierto modo partidario) me limitaba, me enojaba. Recuerdo esos comienzos como muy en contradicción conmigo. Odiaba ir corriendo con un micrófono detrás de alguien para que se dignara contestar mis preguntas. Prefería las notas donde podía escribir serenamente, aunque fuera una pequeña colaboración en un suplemento. No obstante, tal vez por comodidad o por cierta seguridad económica preferí quedarme en el área legislativa, en vez de, por ejemplo, irme a Buenos Aires y abrirme camino en el periodismo en una época en que, en La Plata, todavía se discutía la profesionalización; el diario “El Día” evitaba dar trabajo a estudiantes de Periodismo. Incluso la carrera, si bien era universitaria, no tenía rango de Facultad. Eso fue cambiando y no sólo no se discutió el periodismo desde lo académico sino que adquirió niveles impresionantes. A ello contribuyó el avance tecnológico: a mediados de los ‘80 lo más sofisticado era tener un fax y en pocos años, internet explotó. . 4 – En esto de haber accedido a tu poética pero tener sólo algunos datos sueltos sobre vos, así operan en mí, sueltos, los datos referidos a que no sólo viajaste profusamente por nuestro país, sino que también visitaste Bolivia, Perú, Chile, Brasil, Uruguay, México, España, Italia y República Checa. Nos ayudaría a conocerte si evocaras aquellas “andanzas”. NE – Mi predisposición se habrá constituido por la vida un poco nómade que tuve, pero también por pura curiosidad. Cuando era chica, me quedaba a ver pasar los trenes en la vieja estación de Ranchos y me preguntaba por los pasajeros, adónde irían, qué historias tendrían esas personas que miraban un pueblo quieto en medio de la nada. Conservo enmarcada una nota de Luis Gruss, en una contratapa del diario “Sur”, de 1989, que se titula “Trenes porque sí”, en la que ilustra sobre la relevancia de los trenes para los pueblos y su mítica belleza. Cuando comencé a andar por el país y mi tren se detenía, en la noche, en estaciones solitarias desde las que se divisaba alguna lucecita prendida, en un pueblo, me veía a mí misma, niña, en la estación de Ranchos. Las primeras veces que salí del país fueron a Brasil, un país que aprendí a querer recorriendo sus vastas extensiones por tierra y leyendo las novelas de Jorge Amado. A los 26 años ya me había casado y separado, y decidí irme sola a Perú. Ahorré, pedí una licencia sin goce de sueldo y me fui por tres meses. Descubrí nuestro Norte maravilloso, Salta, Jujuy…, pasé a Bolivia, y después subí a Perú. Había conocido hacía muy poco al que sería el padre de mi hijo. Creo que me asusté, y por eso salí a buscar-me. Cuando llegué a lo más alto de la ciudadela, en ese paisaje imponente y celestial que es el Machu Picchu, con la Huayna Picchu enfrente (montaña vieja y montaña joven, tal lo que significa, con el Río Urubamba corriendo abajo…; allí, de pronto, supe que estaba dispuesta al compromiso afectivo y, fundamentalmente, a que, llegado el caso, tendría un hijo). Fue un gran viaje. Otro, aconteció cuando viajé a Euskadi, para visitar Iparralde, donde intuía estaban los orígenes de mis ancestros. Mi padre había muerto cuando yo tenía 18 años y mi tío abuelo vasco me decía palabras en euskera que nunca olvidé. Para entonces, ya había publicado “Máscaras del tiempo”, y en este viaje sembré la semilla de “Aspaldiko”. Cuando volví a La Plata, estuve un año aprendiendo la lengua vasca. Aspaldiko es una expresión del euskera que significa “cuánto tiempo sin verte”, y es un libro que busca raíces de España, pero también es mi libro más político, en el sentido en que, sin darme cuenta, está atravesado por la crisis de 2001 en nuestro país. Mientras tanto, seguí andando con mi hijo por toda la Argentina y Brasil. Recuerdo el verano de 2007, cuando hicimos el trayecto por tierra hasta Ushuaia. Su papá fue un hombre a quién amé profundamente y su desaparición física fue un quiebre para mí. De él aprendí una búsqueda singular atravesada por la psicología, el psicoanálisis y (¡otra vez!), la política. No encontré más con quien dialogar –ese dialogar-, como lo hacía con él. La Patagonia seca y desértica fue como un bálsamo para mí, kilómetros y kilómetros de…; a veces, el mar. Después de cruzar hacia el Calafate y andar por el hielo del glaciar, bajamos hasta el fin del mundo. Y hace poco cumplí el sueño de conocer Praga, lo que deseaba desde chica, cuando leía historias sobre los países que estaban “detrás de la cortina de hierro”, y sobre la Primavera de Praga; sobre la vida de Václav Havel, el dramaturgo que fue presidente, y antes de eso, Kafka a través de sus “Diarios” más que de sus novelas, y supongo que Milan Kundera en “La insoportablelevedad del ser”. Viajar es como el segundo verbo, igual que escribir, aún antes que respirar. Ojalá pudiera más, pero no tengo medios para eso, ahorro lo que puedo y, cuando tengo vacaciones, aprovecho. En alemán, hay dos verbos que me gusta pronunciar, uno es reisen, viajar, y otro es werden, devenir. Entre ambos, un lazo muy íntimo. El viaje, literal y metafóricamente, indica una búsqueda y en ese camino de buscar hay una transformación, algo deviene en otra cosa, generalmente superadora. El proceso es similar en el amor, en los vínculos, en la escritura. El viaje es el camino, como en el famoso poema de Constantino Cavafis: Itaca es el camino. Una vez, tendría diez o doce años, leí un artículo en las “Selecciones del Reader Digest” que narraba cómo un geólogo desquiciado había golpeado la estatua de la Piedad, fragmentando parte de su rostro y el brazo. Hace un par de años, cuando tuve a la Pietá frente a mí, detrás de un cristal, resguardada para evitar ataques salvajes como aquél, no pude evitar emocionarme. Lloré, pero creo que las lágrimas de mi niñez, cuando leí esa historia, se unían desde el libro a la realidad, como en el caleidoscopio que giraba y giraba hasta detenerse. Así, ahora, yo reúno mis partes en el tiempo. 5 – “Poesía a la calle” fue una consigna que sostuviste en 1987 con Gustavo Caso Rosendi, Patricia Coto, Eduardo Rezzano, Susana Kakuyaku… Además de situarnos en los ámbitos donde se produjo, ¿cómo la caracterizarías? ¿Qué les dejó de grato y de insatisfactorio? NE –Éramos jóvenes y, en esa época, el mercado editorial nos quedaba lejos. Así es que la idea de hacer nuestros propios libros y ofrecerlos al transeúnte común, fue un hecho singular: el acto grupal “de unirse para”, con nuestros libros en mesitas improvisadas en medio de la Plaza San Martín. La gente nos miraba con curiosidad, no estaba acostumbrada a ver poesías expuestas en la calle. Lo hicimos varias veces en La Plata, y también en Berisso y Ensenada. Merece nombrarse a Esteban Tómaz, quien fue el gestor y puso mucho empeño, aunque también es cierto que cuando propuso pergeñar un reglamento para adecuarnos a un determinado funcionamiento, algunos nos alejamos. De esa época es mi amistad con dos grandes poetas de La Plata, cada uno en su estilo: Caso Rosendi, de quien estoy convencida que su libro “Soldados” es valioso en la transformación estética de un hecho histórico que jamás se olvidará: la gesta de Malvinas. El otro es Eduardo Rezzano, además músico, y cuyo estilo, imposible de encasillar, es original y desestructurado. Lo más grato de aquella iniciativa fue la camaradería, y al “reconocernos” alcanzar una noción de la entidad “poeta”. Por lo menos para mí, en cuanto recién empezaba a mostrar mis versos un poco más allá del círculo íntimo, y ese ámbito me servía para reflejarme, para ver “dónde estaba parada” en esto de escribir. No había juicios entre nosotros porque la autoridad la tenía el tipo de la calle, la chica o la señora que se paraba y rescataba algún poema de entre tantos. Insatisfactorio, nada, en todo caso, se aprende de los propios límites. Lo grupal no es fácil de continuar en el tiempo sin reglas de convivencia y, por otra parte, ¡es imposible pedirle a un poeta que acate las reglas! La idea de llevar la poesía adonde está la gente es algo que siempre me moviliza. Me gusta ir a leer a escuelas, cárceles, sindicatos… En los ‘90 hubo emprendimientos de escritores más jóvenes que ya no están, como Mariano Ojea y Pablo Ohde. Versos lanzados desde avionetas, o afiches pegados en las paredes, fueron algunas de las propuestas. A partir de una iniciativa de la comuna por la que se editó una antología (en la que no participé porque la política y otras búsquedas me habían alejado de la poesía) se organizaron varios ciclos de lecturas que me ayudaron a reencontrarme con la gente. De esos ciclos, recuerdo especialmente el de “El Café de los Poetas”. Ana Emilia Lahitte iba a las lecturas y nos escuchaba y, en mi caso, como en tantos, ofreció su ayuda para divulgar mi poesía. En esa época conocí a Horacio Castillo, que nos recibió en su casa (yo fui con el querido César Cantoni) y conversamos largamente una tarde de verano hasta el anochecer; también a Rafael Felipe Oteriño, que ahora reside en Mar del Plata pero ama su ciudad natal. 6 – ¿Algo que nos quieras trasmitir de lo que opinás de los Encuentros de Escritores y, en particular, del “Festival de Poesía ABBApalabra”? ET – Estoy persuadida de que, como decía Alberto Vanasco, “la verdad de la poesía es la amistad de los poetas”, no porque la amistad sea más importante que la poesía, sino porque en esa amistad se forjan vínculos y se comparten instancias que nos hacen dignos de ella. Por supuesto, como en todas partes, hay mezquindades y ambiciones, pero a la larga caen las máscaras y queda lo esencial. Los encuentros son positivos en todo sentido. Si no somos soberbios y aceptamos reconocer el nivel propio y ajeno, eso, a mí me motiva a trabajar más, a leer más, a aprender más. El Festival de ABBApalabra en México me otorgó la satisfacción de leer mis textos en lugares como Matehuala y Real de Catorce, en la sierra huasteca, en San Luis Potosí, conociendo y alternando con poetas de otras geografías y de otras culturas. Fue intensa la actividad. 7 – Mantuviste, entre otros, www.diagonalconverso.blogspot.com y la revista del mismo nombre que se distribuía por correo electrónico. Te propongo que nos reseñes esas iniciativas, quiénes fueron divulgados, durante qué lapso. ET – Mi objetivo era delinear una especie de diario (yo lo llamé “revistual”), que diera cuenta de las actividades de los poetas de la ciudad. Entre 2005 y 2007 se publicó la revista “El Espiniyo”, dirigida por José María Pallaoro: entrevistas, ensayos como el que hizo Alejandro Fontenla sobre Héctor Viel Temperley, la aparición de poetas nuevos y “novísimos”, en fin, que sacudió la modorra platense y dejó documentado en soporte papel un material valiosísimo. A mí me provocó el deseo de hacer algo, una especie de intercambio informativo continuado sobre las actividades del “mundillo”, para no perdernos de vista. Envié por correo un primer número en el cual aparecían poemas de Rezzano de su “Gato barcino”. En cada edición redactaba una nota principal sobre la escritura, el amor, el tiempo, la poesía femenina... Y transcribía versos de consagrados y desconocidos. Concreté varias ediciones entre 2007 y 2009. Fueron divulgados Horacio Preler, Néstor Mux, Roberto Themis Speroni, Mario Porro, Guillermo Pilía, Diego Roel, Martín Raninqueo, Eric Schierloh, Carlos Aprea, Norberto Antonio, Sandra Cornejo, Silvia Montenegro, Ethel Alcaraz, Olga Romero, Horacio Fiebelkorn, Lara Villaró... Y hubo un artículo sobre Matías Behety, que aunque nacido en Montevideo, Uruguay, en 1843, tras haberse radicado acá y fallecido en 1885, es considerado el primer poeta de La Plata. 8 – Roberto Daniel Malatesta publicó en 2004 su poemario “Por encima de los techos” (Editorial Leviatán, colección El Viaje, Buenos Aires), a partir de la tremenda inundación que se produjera un año antes en su ciudad de Santa Fe. Y vos, Norma, debiste pasar una noche con tu familia sobre el techo de tu casa durante la también tremenda inundación del año pasado. ¿Cómo afrontaste semejante avance de las aguas y qué instaló y desplegó en tu subjetividad y en tu obra? NE – Es increíble cómo, de alguna manera, el agua siempre me persiguió. La primera imagen que me viene a la mente es el desborde del Río Salado, y en el medio del campo un ranchito con el agua tapando las ventanas. En el techo, una heladera. Es un recuerdo de cuando tendría… no sé, menos de diez años. Luego siempre, cuando llovía en la noche, sentía angustia “por lo que se mojaba con la lluvia”, pero en relación a la gente humilde, las casas modestas, las cosas que había afuera y se arruinaban. Ya en La Plata, no muy lejos de donde vivo desde hace veinte años, hay un arroyo que suele desbordar y afectar a decenas de familias que viven en la orilla. En “Máscaras del tiempo” hay un poema que se llama justamente “La inundación”. En 2002, cuando construían la Autopista La Plata-Buenos Aires, yo misma me inundé: cuarenta centímetros de agua en mi casa, hubo un antes y un después para mí, tiré algunos libros y papeles pero no fue lo principal, porque por ese temor eterno mío, cuando empezó a llover más fuerte levanté todo, absolutamente todo cuando nadie imaginaba que el agua subiría. Eso afectó sólo a la zona del norte, en Tolosa y Ringuelet. Así que, cuando volvió a suceder en 2013 y esta vez fue un desastre y tapó a toda la ciudad, yo no podía creer que volviera a pasar. En mi casa tuve casi un metro de agua, pero hubo otras donde subió hasta dos! Agradezco a Dios haber llegado a tiempo (había ido justamente a Ranchos) para estar con mi familia y resistir juntos esa noche espantosa, con gente que estaba en la calle, separada de sus seres queridos por distancias insalvables. Todavía no pude escribir nada sobre esa noche, todavía me contengo. Un poema mío bastante divulgado es “Aguas”: creado a raíz de la inundación de 2002, y que recién apareció en mi libro“La ojera…” en 2009. Sí estoy con un módico proyecto en imprenta (“Viajar, leer, inundarse”): rescate de unos treinta textos (no me animo a denominarlos poemas) de mis cuadernos pasados por agua: líneas que empiezan o terminan en puntos suspensivos, que son las borraduras del agua. Es algo experimental; aun en la falta de palabras de cada línea, se arma un sentido. Sobre todo porque eran registros de viajes, lecturas, películas que vi, momentos. Me parece milagroso que se pueda transformar en arte el dolor. 9 – Milagroso…, agradecimiento a Dios: ¿cómo te llevás con la representación “Dios”? NE – Tengo un costado místico sobre el que se apoya una fe que me ha ayudado en circunstancias de dolor o tristeza, y también en esos instantes en que parece ser que uno está presenciando un milagro. Creo en Dios, o en los dioses, no sé, me da igual. En la soledad y en la visión de la muerte. No se trata de un Dios injusto que permite que mueran inocentes en Palestina: los hombres son los que matan. Pienso en algo superior en relación al universo: asirnos a algo que nos distraiga del inmenso absurdo de la existencia. Cuando se alcanza a vislumbrar la fenomenal contradicción que conlleva la condición humana, si uno no es un poco místico se arrima demasiado al suicidio o la demencia. Soy optimista, opongo al absurdo mi entusiasmo por la vida. Me agrada repetir el significado griego del vocablo entusiasmo: “tener los dioses adentro”. * Norma Etcheverry selecciona para esta entrevista, en septiembre de 2014, siete poemas de su autoría: Aguas La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste. Raúl González Tuñón Dice la lluvia que esta vez pasará de largo que no se llevará los colchones ni las fotos del bebé ni los papeles del renó ni la escritura del terreno que no dejará su marca en las paredes heridas de arroyo abierto bajo un cielo de cartón chapas grasas de la noche en que resbalan las gotas por la frente del barrio dice la lluvia que luego se tenderá mansita sobre el asfalto que viene a cuenta de una promesa o en otras sogas de la ropa o en el escote del veranito que arrima mesas a la vereda Va tan rápido el mundo, la vida, pasan los nombres en el diario y tantas cosas pasan pero el agua no el agua se queda estancada un remolino de basura frunce la banquina y tus labios, negra, que antes del agua fueron de miel ahora son dientes perros en furia mordiendo el barro dice la lluvia que ya basta digo yo, negra, que ya basta que así no se puede construir ningún amor ningún recuerdo para mañana. (de “La ojera de las vanidades”) * Andamos por las calles de esta ciudad y nos emborrachamos y salimos a buscar cuerpos adonde perdernos de lo que más amamos donde extraviar la última posibilidad de ser cotidiana y remotamente feliz. (de “Aspaldiko”) * El cable del teléfono Sentada al sol miro mi casa desde fuera de mi casa la música del auto me envuelve lentamente todo se detiene y por un instante reparo en el cable del teléfono. Recortado en el fondo de este cielo me impresiona pensar que todos estos años ha sido el mismo cable. Toda esta vida en esta casa con ese mismo cable negro péndulo apenas mecido por los vientos reseco al sol lluvia tras lluvia sobre el mismo objeto mudo que estuvo allí permaneciendo cada día cada noche cada año de todos estos años y tantas voces tantas conversaciones tantas historias o fragmentos de historias que entraron y salieron toda la vida y toda la muerte toda pasando por allí. Como un cordón umbilical que alimentara de palabras al mundo. (de “Lo manifiesto y lo latente”) * Angst La angustia permanece porque permanece la fragilidad. André Conpte-Sponville Cada vez que anda cerca es posible sentir la limitada expiación la inutilidad del gesto que pide clemencia tanto como la persistencia de la lluvia o la voracidad del viento. Es pavorosa la fragilidad la entera fragilidad de todas las cosas y también de nuestras existencias nuestras mezquinas formas de ser en la profundidad de la grieta por donde hacemos agua. (de “Lo manifiesto y lo latente”) * La otredad En definitiva, si no fuéramos tan vulnerables nunca habría nada que decir. Lo íntimo Confiar. Habitar el oleaje, cada día, sin pertenecer a nada más que al insistente espejo de lo íntimo. El viento Escucho el viento, su nombre que viene desde la ruta del desierto cuando las caravanas de menhires deslizaban sus almas blanquísimas y ya estabas, estábamos ahí. Cuando todavía no teníamos designio de los ángeles ni rostro humano. (de “La vida sin O”). * Ringuelet, departamento de la Ciudad de La Plata y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distantes entre sí unos sesenta kilómetros, Norma Etcheverry y R. R., septiembre 2014.
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04 de Septiembre, 2014
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Nacido en Tucupita, en el año 1937, se le reconoce como un bardo romántico que no eludió los temas de la poesía social. Produjo una vasta obra poética, entre la que puede citarse:Festejos y sacrificios, Las cartas del verano, La daga y el dragón,Vestigios rurales, Devociones y un memorioso relato tituladoAún no se hace firme. Sus restos serán velados, mañana viernes 5 de septiembre, a partir de la 1 de la tarde, en la funeraria La Monumental del Cementerio del Este, en Caracas. El representante permanente de Venezuela ante la ONU-Ginebra, su amigo personal, el diplomático y poeta Jorge Valero, tributa un homenaje a esta descollante figura de la literatura patria. Lenín Pérez Prensa Misión Venezuela ONU-Ginebra TRIBUTO AL GRAN POETA LUIS CAMILO GUEVARA Por Jorge Valero En la noche del 13 de junio de este año se inauguró, en Caracas, el XI Festival Mundial de Poesía en honor de tres grandes poetas venezolanos: Luis Camilo Guevara, Edmundo Aray y Luis Alberto Crespo. Voces provenientes de diferentes confines de la tierra, como ramillete de estrellas que ostentaba sus alas en el firmamento, cantaban –cual rituales del verbo- sobre las orugas del tiempo que desplegaba sus velas. Allí está Luis Camilo, anchuroso de poemas en el Teatro Teresa Carreño. Pero su voz, casi apagada, después de un incesante recorrido por las colmenas de la palabra, rima en silencio. Una de las poéticas más elevadas que han brotado de las raíces de nuestra Tierra de Gracia, está entre nosotros, como ángel tutelar flotando en el viento. El bardo de Tucupita me dijo al oído, con susurro paternal:La poesía y la prosa son el devenir de lo esperado, descubrimiento, celebración. Se acercan y se alejan en la medida de lo posible. Nuestras pertenencias parecen sobrevivir. El juglar marinero ha iniciado su andar por las aguas inconclusas de la eternidad. Y en momentos en que sebuscan poetas bisoños para que rimen en tiempos de terciopelo, Luis Camilo, con la profecía de su palabra esperanzada, es un oráculo del que puede beberse –como decía su hermano Víctor Valera Mora- en su benevolente corazón, ya que es… esquirla y alborada, abriendo todos los párpados caídos. Paz perpetua a un alma buena y generosa que nos ofrenda, con su verbo encantado, todos los caños del Orinoco. Ginebra, 4 de Septiembre de 2014 El poeta Tucupita, Delta Amacuro, 1938. Colaboró en numerosas publicaciones periódicas nacionales. Comenzó a publicar ya pasados sus treinta años, algunas de sus obras son: Festejos y sacrificios (1971); Las cartas del verano (1973);Murales de la tarde (1973); Travesol (1986);Inocente de los bestiarios (2000). Como compilador: Poetas y prosadores carabobeños(1956, coautor); Nuevos narradores de Venezuela(1985, coautor). Ha sido distinguido con el Premio de Poesía Alarico Gómez de la Asamblea Legislativa del Estado Bolívar (1969); Premio de Poesía José Rafael Pocaterra (1972). William Osuna, presidente del Festival Mundial de poesía, en ocasión de la presentación del Festival ante la prensa, este año, destacó sobre Luis Camilio que: “su poesía es un catálogo de colores y una búsqueda permanente de sus ancestros”.
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islanegra a las 14:18 · Sin comentarios
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31 de Agosto, 2014
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Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti Rafael Alberto Vásquez nació el 11 de octubre de 1930 en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina. Integró el Grupo Literario “Barrilete” y participó, entre 1963 y 1967, en la dirección de la revista del mismo nombre. En 1966 formó parte del equipo que condujo “ La Voz de la SADE ” –Sociedad Argentina de Escritores- en Radio Municipal, con María Elena Walsh y Héctor Yánover; y en 1969, con Alicia Dujovne Ortiz y Nelly Candegabe, de la misma audición en Radio Nacional. Fue candidato a vocal por la lista “Movimiento Gente Nueva” en las elecciones para la conducción de la SADE en 1965, así como en 1975 lo fue por la lista “Agrupación Gremial de Escritores”. Con otros poetas, entre 1983 y 1986, fue integrante del “Grupo de los Siete”, editores de cuadernillos de poesía. Por su libro“Apuesta diaria” le fue concedida en 1964 la Faja de Honor de la SADE. Ha sido incluido, entre otras antologías, en “Buenos Aires dos por cuatro” de Osvaldo Rossler (Editorial Losada, 1967), “El 60” de Alfredo Andrés (Editorial Dos, 1969), “Generación Poética del ‘60” de Horacio Salas (Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educación, 1975), “Dársena Sur. Selección de Poetas Argentinos Contemporáneos”(Edición Servilibro, Asunción, Paraguay, 2004), “Legado de Poetas. Poesía Social Argentina 1956-2006” de Roberto Goijman y Diego Mare (Ediciones Patagonia, 2007). Poemas suyos fueron incorporados al LP “Buenos Aires vuelta y vuelta” (1966) y a los CD “Buenos Aires, la noche” (2000), “Rita canta a los poetas” (2001), “Eduardo Baró. Urbango” (Bruselas, Bélgica, 2005). Publicó entre 1962 y 2011 los poemarios“La verdad al viento”, “Apuesta diaria”, “La vida y los fantasmas”, “La piel y la alegría”, “Hay sol en Buenos Aires”, “Cercos de la memoria”, “Ese sitio sin paz de la memoria”, “Explicaciones y retratos”. En 2003, la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires editó el cuadernillo “Ciclo de Poetas del 60. Rafael Alberto Vásquez”. En ese mismo año, Editorial Libros de Tierra Firme da a conocer su ensayo “Informe sobre Santoro” (Aproximación bio-bibliográfica sobre el poeta Roberto Jorge Santoro, con apéndice y antología). 1 - ¿Cómo nos armarías un boceto de tu transcurrir desde aquel primer 11 de octubre… hasta poco antes de la irrupción de “La verdad al viento”? RAV – Nací en el barrio de Boedo, concurrí a la escuela primaria argentino-alemana Germania Schule, etapa durante la cual perseguía a mi madre para leerle poemas de una antología infantil que me habían regalado, y el secundario lo hice en el Colegio Nacional de Buenos Aires. A los quince años comencé a urdir poemas y fundé una “revista literaria” de pocas páginas, hecha a mimeógrafo, para vender en la misma división del Colegio, primero, y más adelante colocarla en librerías de la calle Viamonte, en cuyas inmediaciones estaba la Facultad de Filosofía y Letras. A fines de 1949 ingresé a la Facultad de Derecho y rendí las primeras materias. Fue recién en 1961 cuando después de aprobar una de tercer año, decidí abandonar la carrera. En 1950 trabajé unos meses como auxiliar administrativo en el Colegio Nacional: conocí a Manuel Antín, quien también trabajaba allí. Nos hicimos muy amigos, compartiendo estudios, salidas al cine y al teatro, y también la poesía, ya que Antín, antes de dirigir películas escribía poesía y dramaturgia. 1951 fue un año perdido, de marzo a diciembre, cumpliendo el servicio militar obligatorio en un cuartel de Ciudadela. Tres años después, en el nº 16 de la revista-libro “Buenos Aires Literaria”, soy publicado por primera vez: una nota bibliográfica de cinco páginas sobre tres libros de poesía aparecidos por entonces. En julio de 1955, en el nº 1 de la revista “Letras Mundiales”, se editan, en tres páginas, también por primera vez, poemas de mi autoría. En el mismo año en que abandono Derecho, en concurso organizado por la SADE y el Fondo Nacional de las Artes, fui uno de los veinte autores seleccionados para la edición de un libro con préstamo del Fondo. Uno de los jurados, Bernardo Ezequiel Koremblit, también director del área cultural de la Sociedad Hebraica Argentina, comenzó a reunirnos a los seleccionados y así fui conociendo a los escritores Luis Ricardo Furlan, Inés Malinov, Atilio Jorge Castelpoggi, Julio Arístides, Emma de Cartosio, Osvaldo Rossler, José Isaacson, con lo cual concluyó mi aislamiento. Además de esas reuniones, que no sé ya con qué periodicidad se hacían, recuerdo que Julio Arístides y José Isaacson conducían la FADRYGLI (Federación Argentina de Revistas y Grupos Literarios Independientes), con encuentros en un café de la calle Cerrito esquina Bartolomé Mitre. Y se organizaban lecturas de poemas, en la SADE , en un colegio, en Estímulo de Bellas Artes. Después, esta nueva forma de comunicación empalma con la creación del grupo Barrilete. Porque a Roberto Santoro también lo conocí en las escaleras de la Hebraica. Me lo presentó Luis Ricardo Furlan, que venía con él; y Santoro, con su libretita mágica llena de anotaciones, chistes, teléfonos y direcciones, supo darme el teléfono de otro poeta que yo quería conocer: Horacio Salas. El azar que interviene en la vida. Yo acostumbraba a cortarme el pelo en una vieja peluquería que estaba en la Avenida de Mayo entre las calles Chacabuco y Piedras, al lado de las oficinas del diario “ La Razón ”. Entre las revistas disponibles para los clientes que debían aguardar su turno, una tarde me puse a hojear un ejemplar de “Vea y Lea”, revista para todo público que compartía entonces una franja del mercado familiar con “El Hogar” y con “Mundo Argentino”: no sé si te suenan esos nombres… Todas ellas, además de chismes, notas de actualidad, fotos, traían algún cuento y algunos comentarios bibliográficos. El que me interesó, por la habilidad del cronista y por las trascripciones poéticas del libro comentado, era sobre el primero, “El tiempo insuficiente”, de un joven poeta, Horacio Salas. Esa conexión con su poesía dura hasta hoy, que sigo admirando su estilo y continuamos la amistad. Pero no mucho después aquel encuentro sirvió para que Santoro me pidiera un poema para publicar en su revista mensual de ocho páginas, “El Barrilete”, iniciada en agosto de 1963. Y hacia fines del mismo año me convocó para integrar un grupo de trabajo literario que, además, se hiciera cargo de su revista, crecida en páginas que, con altibajos, idas y venidas de sus integrantes, duró hasta fines de 1974. 2 – En no menos de seis ocasiones –y porque me esmeré en repetirlo lo menos posible en tu presentación- debí asentar el nombre de tu ciudad (que es la mía), y en tres ocasiones –y aquí también me esmeré- quedó la inscripción de tu pertenencia a la generación “del ‘60”. Apuntando no tanto a los que jugamos de “locales” y estamos informados, Rafael, ¿intentarías devolvernos tu visión de porteño de estos puertos, del cómo la viviste a nuestra ciudad en las sucesivas décadas, de tus “grados” de consubstanciación con sus barrios y problemáticas, y de qué ha sido o significado la generación poética aquella, de la que has sido uno de sus insoslayables referentes? RAV - Yo siempre sostuve que mi contacto con la ciudad tuvo sus peculiaridades. En razón del lugar donde vivía de chico con mis padres: Barrio Norte, después San Nicolás, no tuve calle ni “potrero”. Pero al crecer, siempre me gustó caminar las calles de la ciudad que quise y quiero. Con amigas o amigos o solo, era lindo recorrerla. Pero también por la poesía entró la ciudad: Evaristo Carriego, Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, José Portogalo, Baldomero Fernández Moreno, Raúl González Tuñón, Mario Jorge de Lellis. La ciudad también fue creciendo en mis poemas. En mi segundo libro, de 1964, “Apuesta diaria”, la última sección se llama “Buenos Aires en mí” y se cierra con el único poema largo que escribí en mi vida, que ocupa seis páginas y titulé “Canto confidencial a Buenos Aires”, con un epígrafe de Borges y que dedicara a Horacio Salas. Esa forma de situarme en la ciudad me hermanó con los otros poetas que integramos el Consejo de Redacción de la revista a la que me refiriera en mi respuesta anterior y que fuimos: Daniel Barros, Ramón Plaza, Miguel Ángel Rozzisi, Horacio Salas, Roberto Santoro, Marcos Silber y yo. Más otros que también la sintieron y vinieron al grupo, como Martín Campos, Alberto Costa, Alicia Dellepiane Rawson, Ana Fernández, Diego Jorge Mare, Miguel Ángel Páez, Carlos Patiño y Felipe Reisin. Aunque ciñéndome a la visión de tu pregunta, “porteño de estos puertos”, muy pronto quienes habitamos la ciudad nos perdimos el puerto, como entrada y salida de los grandes barcos. Recuerdo haber despedido a Martín Campos en la Dársena Norte , cuando se fue a Italia por varios años. Después sólo quedaron las salidas de aquellos barcos más chicos que partían, desde la Dársena Sud , hacia Colonia o Montevideo en la República Oriental del Uruguay. Y los aliscafos con el mismo destino. Pero el puerto en sí fue un recuerdo o una nostalgia para generaciones anteriores. En el tema generacional de repente mis coetáneos o los poetas cinco años más jóvenes nos encontramos con una pertenencia casi impuesta –pero aceptada- de integrar la Generación del 60. Antonio Requeni en diversas notas, Alfredo Andrés (“El 60”), Horacio Salas (“Generación poética del 60”), comenzaron a hablar de esta generación. Algo que resultó cierto. Por las fechas de publicación de nuestros libros, por el estilo más directo y conversacional, por el acercamiento al mundo del trabajo, también por la ciudad recorrida, los primeros libros de cada uno mostraban algo o mucho de esos factores aglutinantes. Mucho después, en 1990, apareció “El 60, poesía blindada” (Los Libros de Gente Sur), con selección de Rubén Chihade y María del Carmen Suárez y un valioso prólogo de Ramón Plaza; más una lista de 150 poetas, 70 publicaciones de la época y una veintena de poetas antologados. Aunque el proyecto de continuar la muestra se frustró, es otra obra para consultar. 3 – Resalta –según los datos que poseo-, que allá lejos en el tiempo, en dos oportunidades te involucraste en la disputa por, integrando listas de conducción, promover cambios en la cuestionada –y con lapsos horrendos, bastante después- Sociedad Argentina de Escritores. Además, fuiste co-conductor de dos programas radiales, que se llamaban nada menos que “ La Voz de la SADE ”. ¿Qué SADE prevalecía por entonces? ¿Qué proponían en 1965 y en 1975 los perdidosos movimientos que integrabas? ¿Cómo ha proseguido tu vinculación con las instituciones gremiales? RAV – Es cierto. Desde la revista “Barrilete” abogamos por “cambiar” la SADE. E incitábamos a que los jóvenes poetas se asociaran, para poder tener voz y voto en las elecciones. Por supuesto, en esas dos ocasiones salimos últimos. Pero buena cantidad de escritores nos votaron. Y el esfuerzo, los ideales que sosteníamos y el trabajo compartido fueron distintos, sobre todo por las épocas y por los resultados que se dieron a posteriori. En 1965 la lista del “Movimiento Gente Nueva” proponía, en primer término, “la profesionalización de la actividad del escritor mediante una eficaz y dinámica estructura de la SADE como organismo gremial”. Y vale la pena trascribir los nombres de quienes éramos candidatos. Titulares: Pedro Orgambide, Alberto Vanasco, Dalmiro Sáenz, Juan José Sebrelli, Luis Ricardo Furlan, Antonio Requeni, Germán Rozenmacher, Juan José Saer, Ariel Ferraro, Esteban Peicovich, Federico González Frías, Arnoldo Liberman y Alberto Luis Ponzo. Suplentes: Roberto Santoro, Horacio Salas, Marcos Silber, Héctor Yánover y Rafael Alberto Vásquez. Asesores Letrados: Santiago Bullrich y Vicente Zito Lema. Pero pese a diferencias ideológicas y gremiales me parece útil consignar qué escritores integraron la lista que ganó y condujo la entidad en el período 1965/1967. Titulares: Córdova Iturburu, Ulyses Petit de Murat, Lisandro Galtier, María Angélica Bosco, Osvaldo Rossler, Florencio Escardó, Beatriz Guido, Gustavo García Saraví, Bernardo Ezequiel Koremblit, José Luis Lanuza, Sixto Pondal Ríos, César Rosales, María de Villarino. Suplentes: Julio Arístides, Juan José Ceselli, Ezequiel de Olazo, María Elena Walsh y Emilio Zolezzi. Todos nombres de peso. Ahora voy a los hechos posteriores. Lo positivo: abrir el juego a los jóvenes. En octubre de 1965 se creó en la SADE la Comisión de Literatura Nueva, que integramos César Rosales y María Elena Walsh por la Comisión Directiva y Abelardo Castillo, Arnoldo Liberman, Carlos Moneta Testa, Rafael Felipe Oteriño, Romilio Ribero, Horacio Salas, Alberto Vanasco y yo, por “los jóvenes”. ¿Qué ocurrió después? El golpe de estado en 1966 del general Onganía, uno más en la larga lista de los que me tocó sufrir, que desplazó al gobierno constitucional del presidente Arturo Illia. La conducción de la SADE trató de adecuarse, a su manera, a la situación institucional, lo que motivó, el 29 de agosto de 1966, mi extensa y detallada renuncia a aquella comisión. Mientras tanto, como mencionás, mi designación entre abril y junio de 1966 para conducir –con María Elena Walsh y Héctor Yánover- la audición “ La Voz de la SADE ” por Radio Municipal. Ciclo suspendido de improviso por la radio el día que íbamos a reiniciarlo, en el mes de julio. Pero antes de este final un poco turbio y desprolijo quiero volver sobre uno de los recuerdos más felices de entonces. Un acto que organizamos, aireando un poco las vetustas conferencias de la vieja casa de la calle México, haciendo entrar el tango a la SADE. Ese acto se hizo el 16 de noviembre de 1965, con la denominación de “Poesía y Tango”, y consistió en una lectura de poemas dichos por Anadela Arzón, Susana Rinaldi, José María Gutiérrez y Rodolfo Relman, y en un pequeño concierto de tangos que interpretó el Cuarteto de Tango Contemporáneo de Alberto Núñez Palacio. Héctor Yánover, que mantuvo el hilo conductor del acto y los comentarios entre poemas, puntualizó que se trataba de “un homenaje a los grandes viejos, a los maestros de nuestra generación”. Y también dijo: “No creemos en los ostracismos políticos de los poetas, creemos en la poesía”. Los poemas que se leyeron fueron: “El Salón Lacavour” de Enrique Cadícamo; “Justo el 31” de Enrique Santos Discépolo; “Panegírico a Nuestra Señora de Luján” de Ricardo Molinari; “El ligador” de Felipe Fernández (Yacaré); “Guarda de ómnibus” de Celedonio Flores; “Barrio Once” de Carlos de la Púa ; “El Rosedal” de Homero Manzi; “Letanía del domingo” de Horacio Rega Molina; un fragmento de “Bajo la Cruz del Sur” de José Portogalo; “Elogio un poco cursi a las chicas de Flores” de Luis Cané; “A un buzón del barrio céntrico” de Gustavo Riccio; “Antiguo almacén ‘A la Ciudad de Génova’” de Nicolás Olivari; “Profesoras de piano y solfeo” de Fernández Moreno; “Los ladrones” de Raúl González Tuñón; y “El tango” de Jorge Luis Borges. La enumeración es índice suficientemente claro de los fines que se pretendieron con ese acto. No sólo tocar tangos en la SADE sino escuchar poemas vitales, ciudadanos, solidarios; algunos, de poetas olvidados en ese ámbito. Y hay que reconocer que fue mucha gente y que se premió a todos con cálidos y prolongados aplausos. La otra “aventura” electoral para ganar la SADE fue en setiembre de 1975. Copio la lista. Titulares: Elías Castelnuovo, Bernardo Kordon, David Viñas, Roberto Santoro, Alberto Luis Ponzo, Rafael Alberto Vásquez, María Rosa Oliver, Iverna Codina, Humberto Costantini, Héctor Borda Leaño, Carlos Alberto Brocato, Alberto Costa, Luciana Daelli. Suplentes: Guillermo Harispe, Martín Campos, Hugo Di Taranto, Isidoro Blaisten, Hebe Benasso, Nyra Etchenique, Simón Kargieman, Lubrano Zas, María Cristina Taborda y Liliana Heker. La lista, “Agrupación Gremial de Escritores”, eligió estos lemas: “Por una SADE al servicio de los escritores. Por una literatura al servicio del pueblo. Por la constitución del Frente de Trabajadores de la Cultura.” De esta lista y de los grupos de escritores que la apoyaron, el golpe de marzo de 1976 y la dictadura aberrante que lo mantuvo en el poder alimentó agendas de exiliados y de desaparecidos. Con esta historia atrás no me quiero extender respecto de los actuales gremios de escritores. Apenas mencionar que mi pertenencia a la SADE , a la que me asociara en diciembre de 1962, a poco de publicar mi primer libro, terminó con mi renuncia, en febrero de 2000. Luego comenzó mi acercamiento a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), a la que me asocié en julio de 2007 y a la que sigo vinculado. 4 – Lleguemos al “Grupo de los Siete”. Los otros seis: Rubén Chihade, Alicia Dellepiane Rawson, Rubén Derlis, María del Carmen Suárez, Oscar González, Norma Pérez Martín. ¿Sabrás que el cuadernillo de 14 páginas, en buen estado, editado en 1984, cuyo título es “Siete contra la desesperanza”, con comentarios de Graciela Maturo y Antonio Requeni, se encuentra a la venta por $ 100.- en Mercado Libre?... “Contra la desesperanza”: a poco de haber asumido la presidencia de la Nación un abogado del partido Radical y en elecciones libres después de nuestra última dictadura. A treinta años estamos de aquel cuadernillo y de aquella posición. ¿Rememoramos al Grupo? ¿Y cómo andamos con la esperanza?... RAV – Primero debo hacerte una aclaración. El “Grupo de los Siete” se armó a mediados de 1983, luego de una charla en el café “Tortoni”, pero los integrantes iniciales fuimos Rubén Chihade, Rubén Derlis, Oscar González, Carlos Massetti, Roberto Selles, María del Carmen Suárez y yo. La presentación pública se hizo el 16 de noviembre con una lectura de poemas en el café “ La Poesía ”, Chile 502 esquina Bolívar, barrio de San Telmo. Massetti duró poco, entonces se incorporó Alicia Dellepiane Rawson. Después se fue Roberto Selles y convocamos a Norma Pérez Martín. En 1986, en lugar de Alicia Dellepiane Rawson y María del Carmen Suárez se incorporaron Carlos Penelas y Susy Quinteros. Y así quedó hasta l987, en que el grupo se disolvió. En casi cuatro años, además de reuniones y lecturas, no sólo en esta ciudad sino también una en la “Casa del Poeta” en La Plata y otra en la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, publicamos varios cuadernillos de poesía. En el primero, que se denominó llanamente “Grupo de los 7”, se decía: “Y los que ahora formamos el Grupo de los 7 recuperamos la convicción de que el aislamiento –el mero trabajo individual- no es sino la expresión empobrecedora del poeta que la persecución, el exilio y el miedo no lograron matar en cada uno de nosotros. Y decidimos reunirnos para elaborar objetivos y trabajos comunes, para expresarnos como seres sociales de una generación que aun sostiene en alto sus banderas de libertad, y la convicción de que la poesía es una disciplina creadora que contribuirá a ennoblecer el futuro.” Esos trabajos comunes se reflejaron en cinco cuadernillos: “Siete poetas en la calle del agujero en la media” (homenaje a Raúl González Tuñón); “Siete poetas contra la desesperanza” (ratificando la democracia y la libertad recuperadas); “Siete poetas y un rayo misterioso” (evocación de Carlos Gardel); “Siete poetas y el crimen fue en Granada” (homenaje a Federico García Lorca); “Siete poetas y la América invisible” (fijando nuestra pertenencia americana). También, entre medio, una carpeta –“Contracuerpos”- con siete poemas ilustrados por seis artistas plásticos. El grupo fue –para mí- una valiosa experiencia y un aporte real que me demostró la posibilidad del trabajo común con otros poetas conocidos. Por lo menos, “conocidos” por nuestra avidez lectora de poesía. Ignoraba cómo nuestra obra –a través de ese cuadernillo que mencionás- pudo valorizarse tanto en el mercado informático. Tengo el mejor de los recuerdos de todos aquellos compañeros, con quienes me veo ocasionalmente, con la excepción de Rubén Chihade, que se nos murió antes de tiempo. En cuanto a la esperanza, anda bien, hemos cumplido treinta años de gobiernos elegidos por el pueblo, quienes tienen mi edad no lo hubiéramos creído… 5 – Nada me cuesta imaginar que a cualquier poeta le hubiera encantado ser musicalizado y cantado por la talentosa Rita Paolucci. “Rita canta a los poetas” lo he escuchado muchas veces. Y algunos, como vos, Rafael, como Yoli Fidanza, han tenido esa satisfacción (añadamos que en el CD fueron interpretados también textos de Alfonsina Storni, Carmen Conde, Jorge Luis Borges y Gabriela Mistral, con recitación a cargo de Ariel Osiris). A los que no hemos tenido la suerte de ser musicalizados y cantados –o que apenas lo hemos sido con un texto del que no ha quedado un registro profesional-, ¿qué podrías -hurgando en vos, algo muy tuyo- trasmitirnos? RAV – Quienes supimos gustar a los poetas del tango, como Homero Manzi, o del folklore, como Manuel J. Castilla, y luego a cantautores como Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, sabemos que no hay nada mejor que el “letrista” de calidad que escribe una canción, sea o no también el autor de la música. A propósito cito un nombre solo, relegando a los que se atropellan en la memoria, porque olvidarme de uno solo sería injusto. Una vez aclarada esta prioridad, para mí insuperable, voy a los poetas y músicos que han sabido dotar de otra vida a algún poema. Rita Paolucci, a quien conocí en 1964, es una excelente creadora, ejecutante y cantante que musicalizó –entre muchos otros- varios temas míos. También Hugo Pardo y Eduardo Baró lo hicieron en algún caso, pero fue Rita la más generosa y perseverante. ¿ Qué puedo decirte? Primero la extrañeza, la rara sensación de que la voz de uno tenga otra entonación, una cadencia, una armonía distinta. Y luego la alegría insuperable de que te hayan elegido, de que un poema, por la magia del sonido y la música, pueda volar hacia otro público. 6 – Sucesos resonantes ocurren todos los años, ¿no? Del año en que vos naciste hay un tango maravilloso en la voz de Tita Merello –“Yo soy del treinta, yo soy del treinta, cuando a Irigoyen lo embalurdaron…, …cuando a Carlitos se lo llevaron…,cuando a Corrientes me la ensancharon…”, cuya letra es del actor Héctor Méndez y la música es de Aníbal Troilo. ¿Qué se siente siendo del treinta en esta megalópolis, creciendo en el treinta, residiendo en pleno Centro en la actualidad y a tus ochenta y cuatro? RAV - Creo que das en el clavo cuando citás el tango “Yo soy del 30”, porque sería fácil antologar una guía barrial y musical de Buenos Aires. “Barrio de tango” o “Mano blanca” en Pompeya, gracias a Manzi. Y en el centro, “Corrientes y Esmeralda” de Celedonio Esteban Flores. O “El 45” de María Elena Walsh. O “Viejo Tortoni” de Héctor Negro y Eladia Blázquez. Aquí me detengo, para no aburrir. No me acuerdo de la calle Corrientes angosta, aunque sí de que el sentido del tránsito era inverso, venía del bajo hacia la Chacarita. Tampoco recuerdo la construcción del obelisco, inaugurado en 1936, pero sí los tranvías, en los que viajaba con mis padres. Y, por supuesto, los cambios en la calle Florida, la desaparición de las grandes tiendas departamentales, como “Harrod’s” y “Gath y Chaves”, los bancos que coparon el centro. En fin, la modificación de mi pequeño paisaje cotidiano. A veces uno se ve como un sobreviviente en la ciudad querida. 7 – Hace poco ha mantenido el nieto del poeta Martín Campos una charla con vos y fue reproducida enhttp://alcielounbarrilete.blogspot.com.ar/2014/08/entrevista-rafael-vasquez-informes.html . Allí el lector podrá impregnarse del espíritu de los “Informes” de esa revista que tanto solemos evocar, con sus dos títulos, “El Barrilete” o “Barrilete”. Me entero de que conservás un amplio archivo. Y esto me remite, Rafael, a una cena de fin de año que había organizado la Asociación de Poetas Argentinos, en la que la entidad te agradece públicamente por una donación que habías hecho a la hemeroteca. ¿En qué consistió la donación? ¿Puede ser (me suena) que a la hemeroteca de APOA le hayan puesto tu nombre? RAV – Con Pablo Campos –nieto de Martín- nos conocimos cuando presenté mi último libro, en octubre de 2011. Desde entonces nos vemos cada tanto, por sus indagaciones sobre el grupo y la revista “Barrilete” y quienes fuimos compañeros de su abuelo. Una tarde, es cierto, me grabó en casa sus preguntas y mis respuestas. El armado de la nota fue generoso porque incluyó las portadas de varios “Informes” y mis poemas incluidos en ellos. En cuanto a los “títulos” de la revista, durante los primeros cinco números que editó Roberto Santoro solo (aunque su madre figuraba como “Secretaria”) se llamó “El Barrilete”. Al conformarse el grupo se decidió suprimir el artículo, por lo que –desde el Nº 6 hasta el final- la revista se llamó “Barrilete”. Lo del archivo es cierto. Por mi continuidad, por ser mi casa sede de las reuniones durante mucho tiempo, por mi temperamento ordenado, fui guardando anotaciones, material, noticias, algunas pocas colecciones de la revista, y siempre que me lo requirieron facilité su acceso a quienes quisieran conocer la historia del grupo. Una vez, ya no recuerdo cuándo, les di una colección de “Barrilete” a Cayetano Zemborain y a Silvia Pastrana, que conducían la Asociación de Poetas Argentinos. APOA le dio a esa donación un valor que yo no creí que tuviese y por ese motivo su copiosa hemeroteca pasó a llamarse con mi nombre desde el 11 de diciembre de 1999. ¿Por qué esta fecha cierta? Porque coincide con la cena de fin de año de la entidad en que me entregaron una bandeja de metal con la inscripción. Y también porque (gracias a mis archivos) conservo la fotografía del momento en que el poeta Jorge Calvetti me entregó ese regalo. Que fue doble, porque aunque yo no tenía amistad con este gran poeta, él recordó haberme premiado un conjunto de poemas en un concurso de 1986, algo que me desconcertó y me alegró. 8 – Acaso recuerdes que en una oportunidad te comenté que había mantenido una cierta correspondencia con un poeta de nuestra provincia de Córdoba, también llamado Rafael Vásquez -autor por ejemplo, de “En escorzo” (1998), “Esclusas”, “Timbal ultravioleta” (ambos de 2000)-. Y esto lo ligo con que alguna vez comenzaste a firmar retirando tu segundo nombre. ¿A qué se debió –a qué te parece que pudo haberse debido- tu decisión? RAV – Es curiosa la anécdota. De repente te enterás que tenés un homónimo en otra provincia, que además es poeta y de quien no sabés absolutamente nada. Un par de veces me hablaron de él pero fuiste vos quien –a mi pedido- me pasaste su dirección, en Villa Allende, provincia de Córdoba. Como no recordaba cuándo había sido, también gracias a mis archivos (pero esta vez de la computadora), encontré que mi intento de comunicación fue por correo, con unas líneas del 4/6/2003 y mi libro “Cercos de la memoria”. No tuve respuesta alguna, así que la incógnita permanece. Ignoro si el correo perdió mi envío o el destinatario lo traspapeló. La decisión de quitar mi segundo nombre –Alberto- en la firma de lo que escribo se debió sólo a aligerar el apelativo. Ya lo había hecho antes Roberto Santoro. Así que desde “Cercos de la memoria” (1992) firmo lo que publico: Rafael Vásquez. No hubo algo más profundo, por lo menos en lo consciente. Y el único que cada tanto me lo recrimina al vernos, es este gran poeta y amigo Antonio Requeni. Venga o no al caso quiero mencionarte –sin ánimo de comparación- que uno de mis poetas preferidos, Baldomero Fernández Moreno, firmó después “B. Fernández Moreno” y al final lisa y llanamente “Fernández Moreno”. Y llegó a escribir un breve poema al respecto, que comienza (lo cito de memoria): “Me borré el doctor / hace mucho tiempo. / Borré la inicial / de mi nombre feo.” 9 – Fuiste publicado en el número 10 de la renombrada “Cormorán y Delfín” –en la que habían constado estos subtítulos: Revista Internacional de Poesía; Mar – Poesía – Buenos Aires – Mundo; Revista Planetaria de Poesía-, dirigida por Ariel Canzani D. (nº 1, en 1964 – nº 28/29, diciembre de 1972). ¿Conociste, lo trataste a Canzani, ese poeta que durante mas de veinte años recorrió el mundo como capitán de ultramar navegando a bordo de buques mercantiles argentinos? ¿Tus impresiones sobre esta revista que se compaginaba en cada viaje? RAV – Creo que la vida diaria no me alcanza para revolver y releer tanta publicación que guardo en mi biblioteca. Entre otras, esta revista valiosísima de los ’60. Guardo los números 1 a 16 y me fui a hojear algunos. ¿Por qué interrumpí su compra, entre 1968 y 1972, cuando dejó de aparecer? Realmente no lo sé. A Canzani lo conocí, hablamos alguna vez, pero no lo traté tanto y su recuerdo, desgraciadamente, se difumina en la memoria. Al regresar al número 10 de “Cormorán y Delfín” (octubre de 1966), evoqué mejor la circunstancia. Fue una publicación de parte del grupo “Barrilete” de entonces: Alicia Dellepiane Rawson, Roberto Jorge Santoro, Anadela Arzón, Alberto Costa y yo. Un par de páginas antes, va también Marcos Silber. Te reitero: fue una de las mejores revistas de poesía de la década del sesenta. 10 - Dice Borges en el prólogo de “Del amor y los otros desconsuelos” de Gustavo García Saraví: “Coleridge escribió que los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Para el aristotélico, lo verdadero son los individuos, las circunstancias, lo temporal; para el platónico, los géneros, lo que de algún modo persiste bajo las apariencias mudables. A este segundo estilo de intuir corresponden la imaginación y la obra de Gustavo García Saraví.” ¿A qué estilo de intuir te parece que respondés?... RAV – Creo que me quedo con el Borges que prologa muy brevemente a Evaristo Carriego en 1950, pero ésta puede ser una respuesta apresurada, ya que no ubico el prólogo que citás ni esa obra de Gustavo García Saraví. Que fue premio “ La Nación ” con un libro de sonetos que llamó “Con la Patria adentro”, título que mereció alguna broma en una revista de la época. Libro que tengo, es de 1964, pero tampoco tengo fresca la memoria poética de su obra para opinar. Salvo de sus sonetos, que eran excelentes. En cuanto al corazón de tu pregunta, pienso que mi intuición respondería a un modelo aristotélico, aunque descreo de los encasillamientos. 11 - ¿Tenés libros que releas cada tantos años? ¿Subrayás frases o párrafos, versos o estrofas? RAV – Toda mi vida he marcado en los libros de narrativa y de teatro párrafos y frases. Y en los de poesía, poemas, versos y estrofas. El libro que no tiene marcas es porque no se llevó bien con mi sensibilidad. Eso sí, siempre lo hice con lápiz, como si pudiera permitirle a un lector posterior hacer borrón y cuenta nueva. Sobre libros que releo, te diré que organicé mis bibliotecas temáticamente: unas para poesía, otras para narrativa, otra para teatro y otra para ensayo. Dentro de cada tema, alfabéticamente por autor; lo que me permite encontrar un libro con cierta facilidad. Pero más a mano, en un estante cerca de mi mesa de escribir, tengo determinados poetas para releer: Fernández Moreno, Mario Jorge de Lellis, Luis García Montero, Yadi María Henao, Leonardo Martínez, Carlos Marzal, Néstor Mux, Idea Vilariño, Jorge Paolantonio, Antonio Requeni, Marcos Silber, Paulina Vinderman, Máximo Simpson, Horacio Preler, Laura Yasan. Y es un sector que admite incorporaciones y cambios. 12 - No seré original, pero estamos en el año en el que se ha disputado la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014: seré oportuno: no sé si sos futbolero, Rafael; lo seas o no, se me ocurre proponerte la formación de dos equipos, desde luego, conformado por once, mujeres y hombres (de todos los tiempos): una selección internacional de poetas y otra selección internacional de narradores. RAV – Paradoja de mi existencia futbolera. Desde la escuela me gustó jugarlo, pero siempre fui malo, nunca tuve dominio de la pelota. Pero seguí jugando, cada tanto, entre compañeros o amigos, generalmente como defensor. Simpatizante desde la infancia de River Plate, pero no “hincha”. En toda mi vida fui a ver un solo partido, un amistoso River-Peñarol. Odio la violencia y sobre todo a las barras bravas. Durante este campeonato mundial vi todos los partidos de la Argentina y algo de otros. Me gustó el equipo. Ahora, elegir una selección internacional de escritores sería azaroso y tal vez injusto. Podré escribir once nombres y acaso arrepentirme cuando esto se publique. Pero voy a complacerte y no será una novedad sino algo que viene de mis respuestas anteriores. Poetas: Pedro Salinas, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Manuel J. Castilla, Baldomero Fernández Moreno, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Raúl González Tuñón, Horacio Salas, Marcos Silber, Wislawa Szymborska. Once nombres de narradores: Emilio Zola, Georges Simenon, Antón Chéjov, Simone de Beauvoir, Humberto Costantini, Gabriel García Márquez, Milan Kundera, Juan Marsé, Alberto Moravia, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa. Pero para estar en paz con mi conciencia, te diré que en mi juventud leí más teatro que narrativa; y si abandonamos la parábola futbolera querría agregarte otra selección, la de los dramaturgos. Que enumeraría así: William Shakespeare, Jean Anouilh, Albert Camus, Federico García Lorca, Gabriel Marcel, Arthur Miller, Eugene O’Neill, Luigi Pirandello, Armand Salacrou, Jean-Paul Sartre, Tennessee Williams. 13 – ¿Nos despedimos con algo que no conste en tu presentación curricular? RAV – Un día de 1970, no recuerdo de qué mes, me llamó por teléfono Alberto Gibelli, actor y director del Teatro Libre “Florencio Sánchez” de la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, derivado por Horacio Salas, para contarme sobre un proyecto que estaban armando: un espectáculo de tango y poesía, que interpretara a la ciudad y mezclara textos de viejos y jóvenes poetas. Venían ya con poemas elegidos de Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, Carlos de la Púa , Felipe Fernández (Yacaré), Enrique Cadícamo, Ernesto Sábato, Raúl González Tuñón, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal. Traían además la creación y la interpretación musical de Alberto Garralda, ex bandoneonista de la orquesta de Alfredo Gobbi. Querían incorporar a poetas de la generación del sesenta. Y así fue que nos sumamos Eduardo Romano, Juan Gelman, Alberto Szpunberg, Alberto Costa, Jorge B. Rivera, José Peroni, Abelardo Castillo, Luis Luchi, Horacio Salas, Rodolfo Alonso y yo. Eligieron uno, dos o tres poemas de cada uno. Para la apertura y el cierre tomaron un poema mío, “No pasa nada”, y decidieron llamar al espectáculo “Aquí no pasa nada”. Organizaron cuatro funciones en nuestra ciudad, dos en octubre y dos en noviembre de 1970, en la Sala “Theatron” de la avenida Santa Fe 2450. Los poemas, bien dichos y jugados por los tres actores y una actriz del grupo teatral, más la música de Alberto Garralda, otorgaron un marco distinto y eficaz a la poesía. Fue una experiencia inolvidable, que cerraron luego invitándonos al estreno en la ciudad de Rojas, con un agasajo posterior. * Rafael Alberto Vásquez selecciona para esta entrevista, en septiembre de 2014, seis poemas de su autoría: LA CACERÍA DEL SOL El sol sabe seguirte para adentroatraviesa tu continuada fuga clava una espina de luz en medio de tus ojos y se tiende contigo para darle a tu cuerpo la apariencia perfecta del verano. Cuando te encuentra sé que le crecen manos y despega las nubes por donde acaso viajas. Entonces cuando el amor te cierra los ojos el último destello de sol es una chispa viva debajo de tus párpados que te suelta el silencio a medianoche. (De “La piel y la alegría”) * NO PASA NADA Aquí no pasa nada. Es el país, la parte que nos toca, la imagen que este tiempo nos desvive. No pasan grandes cosas. Muere gente de muerte natural todos los días. Hay huelgas, pero en orden. De vez en cuando, es cierto, renuncia un funcionario. Pero no pasa nada. La calle, el eco suelto nos dice el fútbol, la vergüenza y el costo de la vida. Nos insulta despacio, como un tango, nos achica el país hasta este barrio dividido que es todo Buenos Aires. Nos deja discutiendo en una esquina porque es tarde y aquí no pasa nada. (De “La vida y los fantasmas”) * ME ACUSO “Porque me duele si me quedo pero me muero si me voy” María Elena Walsh (“Serenata para la tierra de uno”) No puedo imaginar este final de invierno en otro sitio. Ni cambiar soledades, afectos o paisaje. Elijo esta crueldad de no mirarnos, de sufrir la ciudad, de los primeros gritos que despiertan. Cómo hiere el exilio es lo que ignoro. Porque tardan las cartas. O se callan. Y los amigos nos desencontramos. Ahora que hasta el aire se nos cambia quiero reconocer: no fui valiente. No di la otra mejilla ni grité la injusticia por las calles: lo dije en mis poemas. Me acuso de esta voz sin resonancia. Me acuso de estar vivo. (De “Cercos de la memoria”) * MEMORIA DE SANTORO a Roberto Santoro, poeta y amigo. Secuestrado el 1º. de junio de 1977. Desaparecido. Han pasado los años. No ha cambiado tu cara en el recuerdo: la ventaja maligna de la ausencia. Cada vez que me llaman y repito la historia el tiempo se hace trizas en un vidrio empañado. Y aparecen las fotos que no se muestran nunca, los amigos, los libros, el café, las raíces del barrio que sostuvo las voces de tu vida. Aquel diálogo inútil –saber qué nos decíamos- es una adivinanza que pierde su sentido. Para la muerte no hay categorías, pero la duda, el cuándo, los adioses sin fechas, los supuestos más tristes desde un momento aciago como el motor de un auto que parte hacia la nada, no dejaron un punto final, sólo un suspenso. Pasaron veinte años desde un viejo poema que te escribí con culpa. Más años todavía desde que te llevaron: esa cuenta la cargan tu mujer y tu hija. Yo apenas me confundo la sombra de tu abrazo pero me sé tus versos y te cuido ese sitio sin paz de la memoria. (De “Ese sitio sin paz de la memoria”) * GENEALOGÍA Mi padre no me hablaba de su padre o su abuelo y yo no fui el curioso rastreador del silencio. No supe indagar sombras ni fantasmas porque bastaba el rito de ignorarnos. Y estaba el sol. Era difícil conversar conmigo. Tal vez por eso las palabras se fueron despertando en mi escritura. La muerte lo llevó de madrugada, sin despedida y sin explicaciones, no me sirvió siquiera de experiencia. Volver hacia otro tiempo ya no cabe: del pasado se vuelve sin testigos. (De “Explicaciones y retratos”) * FOTOS Miro una serie de viejas fotos de una nena. Son pruebas de retratos, actitudes distintas y sonrisas. El fondo oscuro, algún objeto a mano, una sombrilla, un libro, poses sencillas que el fotógrafo guiaba para encontrar la toma exacta que complaciera a toda la familia. Tiene cinco años esa nena. O cuatro. Sólo una vez reconozco sus rasgos, apenas, aquel gesto que durará en su cara para enamorarme. Nada del futuro entonces, nada del misterio que hará venir su vida hasta mi encuentro. Todavía los años la embellecerían hasta la madurez. Pérdidas y ganancias, hijos, un nieto, cuántas expectativas imposibles de discernir. Algo puede nublarse en mis ojos: la culpa de no hacerla más feliz. (Inédito) * En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Rafael Alberto Vásquez y R. R., septiembre 2014.
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islanegra a las 15:54 · 3 Comentarios
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31 de Agosto, 2014
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Argentina - 1958
El espejo negro se desgrana
sobre un gallo de hoguera
que crepita en sus filos.
Vencedor de cronómetros,
guardián de la torre del día.
Erguido en su gobierno
de mínimas campanas
merodea el humus
abierto por la azada.
Desde su ojo de planeta riguroso
el alba gotea maíz encendido.
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islanegra a las 07:23 · 1 Comentario
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20 de Agosto, 2014
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La Biblioteca Nacional de la República Argentina anunció la entrega de su Premio Rosa de Cobre, edición especial, al poeta, investigador y cineasta cubano Víctor Casaus, quien ha dirigido por 15 años el prestigioso Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, institución que generosamente ha contribuido a la promoción y rescate de la memoria y ha construido un puente cultural excepcional entre Cuba y Argentina.
El acto que establece una más que merecida distinción en el marco de hermandad entre ambas culturas, tendrá lugar el viernes 22 de agosto a las 14 hs en la Sala César Tiempo, 1er piso, de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en Buenos Aires. Desde la revista Isla Negra saludamos la iniciativa y celebramos a Víctor Casaus, uno de nuestros poetas de patriagrande imprescindibles.
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islanegra a las 14:56 · Sin comentarios
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20 de Agosto, 2014
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** El pueblo venezolano sabe de la obra del escritor cumanés porque anda siempre prendido a los caminos más hondos de esta tierra de ternuras y solidaridades.
Daniela Saidman
En estos días nos sorprendió la muerte. Lo que pensábamos lejos nos tocó próximos y prójimos. Y convocados todos a la ternura nos conmueven los cientos de niños asesinados en Gaza. De ese dolor hondo vinieron los versos de Andrés Eloy Blanco, porque “Cuando se tienen dos hijos / se tiene todo el miedo del planeta, / todo el miedo a los hombres luminosos / que quieren asesinar la luz y arriar las velas / y ensangrentar las pelotas de goma / y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda”. Es el mismo poeta venezolano que nos cantó el Coloquio bajo la palma, animándonos a ser mejores, a “dar más sin decir lo que se ha dado” porque “lo que hay que dar es un modo de no tener demasiado y un modo de que otros tengan su modo de tener algo”. Este poeta nuestro fue un escritor, dramaturgo, humorista, abogado y político, que nació en Cumaná el 06 de agosto de 1896 y falleció en Ciudad de México, el 21 de mayo de 1955. El supo conjugar la vocación de quijote con la de poeta, para ser un político capaz de sumarse a las causas más justas y un escritor convencido de la magia y la palabra que tiene sabor a pueblo. En él todo fue canto y entrega. Y tal vez por esta razón, sea uno de los poetas venezolanos más queridos y más recordados. ¿O es que hay alguien que no sepa recitar “píntame angelitos negros”? ¿Y que no ponga alguna emisora AM, el 31 de diciembre, un ratito antes de las doce, para esperar el año nuevo con las Uvas del tiempo? El poeta cumanés estudió derecho en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la agitada vida estudiantil de aquellos años lo envolvieron pronto en el encendido ejercicio de la libertad. Aunque ya desde antes, cuando apenas contaba ochos años, partió con sus padres a Margarita por desavenencias con el gobierno de Cipriano Castro. Se incorporó al Círculo de Bellas Artes en 1913 y apenas cinco años después recibió su primer galardón por el poema “Canto a la Espiga y al Arado”, mientras publicó El huerto de la epopeya, su primera obra dramática. Ese mismo año (1918), siendo estudiante de derecho, fue encarcelado por participar en manifestaciones contra el régimen de Juan Vicente Gómez. Luego de recibir el título de abogado, Andrés Eloy Blanco comenzó a ejercer pero sin abandonar jamás su vocación por la palabra. En 1923 obtuvo el primer premio en los Juegos Florales de Santander, en España, por su poema “Canto a España”. Durante su viaje a recibir el galardón decidió quedarse durante un año en la península ibérica y tuvo la oportunidad de relacionarse con los poetas españoles de esos tiempos. Nombrado miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, en 1924, se trasladó a La Habana donde sostuvo encuentros con intelectuales y escritores cubanos, y venezolanos que se encontraban en el exilio.
El imparcial Porque el ser humano siempre tiene cosas que contar y sueños por cumplir, empezó a editar en la clandestinidad, en 1928, el periódico disidente “El Imparcial”, que pronto se convirtió en el órgano de difusión de la Unión Social Constructiva Americana y el Frente de Acción Revolucionaria. Tras el golpe de Estado del 7 de abril fue confinado en Puerto Cabello hasta 1932, cuando lo liberaron por motivos de salud. Encerrado escribió Barco de Piedra, dicen que son sus poemas más tristes. Cuando finalmente le devolvieron la libertad, se la dieron a medias, tenía prohibido realizar cualquier tipo de manifestación pública, por lo que se volcó nuevamente a las letras, publicando Poda en 1934, libro donde se encuentran Las uvas del tiempo y La renuncia, poemas entrañables del pueblo venezolano. Fue nombrado jefe del Servicio de Gabinete en el Ministerio de Obras Públicas por Eleazar López Contreras. Aunque su posición siempre crítica y libertaria lo alejaron del gobierno después de la represión de las manifestaciones del 14 de febrero de 1936 y su militancia en la Organización Revolucionaria Venezolana. Como diputado del Partido Democrático Nacional llegó al Congreso, pero jamás abandonó los versos. Y comenzando 1940 integró su partido en la recién fundada Acción Democrática, desde donde trabajó para la candidatura de Rómulo Gallegos. Fue electo presidente de la Asamblea Nacional Constituyente en 1946. Y dos años después fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores por el presidente Gallegos. Tras su derrocamiento por Carlos Delgado Chalbaud, se exilió en México, donde dedicó el resto de su vida la poesía. Andrés Eloy es una de las voces imprescindibles de la poesía venezolana, porque en él habitaron la belleza y la justicia. Supo darse entero a la construcción de un país que hoy sigue germinando en sus versos. Jamás se alejó de sus convicciones, por eso tal vez, su obra sigue sonando en los radios cada diciembre y en las calles las madres venezolanas se alegran cuando ven pintados angelitos negros que le dan la bienvenida al futuro.
Píntame angelitos negros (fragmento) Por Andrés Eloy Blanco
“No hay un pintor que pintara angelitos de mi pueblo. Yo quiero angelitos blancos con angelitos morenos. Ángel de buena familia no basta para mi cielo. Si queda un pintor de santos, si queda un pintor de cielos, que haga el cielo de mi tierra, con los tonos de mi pueblo, con su ángel de perla fina, con su ángel de medio pelo, con sus ángeles catires, con sus ángeles morenos, con sus angelitos blancos, con sus angelitos indios, con sus angelitos negros, que vayan comiendo mangos por las barriadas del cielo”.
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islanegra a las 14:41 · Sin comentarios
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16 de Agosto, 2014
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Entre-vista en tramos-e
realizada por Rolando Revagliatti
Eduardo Romano nació el
8 de junio de 1938 en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, la
Argentina , y reside en la Capital Federal. En 1965 egresó de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde en la carrera de
Letras fue profesor adjunto de la cátedra de Literatura Argentina, cuyo
profesor titular era David Viñas, así como Asociado de Literatura
Argentina II, a cargo de Beatriz Sarlo. Entre 2001 y 2012 dictó Problemas de
Literatura Argentina. En la misma Universidad fue profesor titular del
Seminario de Cultura Popular y Masiva en la Facultad de Ciencias Sociales.
Entre otros medios gráficos, como periodista colaboró con los diarios “
La Opinión ”, “Clarín”, “Tiempo Argentino”, “Página 12” ; con crítica
literaria, artículos, poemas, con las revistas “Crisis”, “Hoy en la Cultura ”,
“El Escarabajo de Oro”, “Zona”, “El Barrilete”. Entre 1967 y 2008 publicó, por
ejemplo, los siguientes volúmenes en el género ensayo: “Análisis de Don
Segundo Sombra”, “Sobre poesía popular argentina”, “Medios de
comunicación y cultura popular” (con Jorge B. Rivera y Aníbal Ford), “Claves
del periodismo argentino actual” (con Jorge B. Rivera), “Las huellas
de la imaginación”, “Voces e imágenes en la ciudad. Aproximaciones a
nuestra cultura popular urbana”,“Revolución en la lectura. El discurso
periodístico-literario de las primeras revistas ilustradas rioplatenses”, “Haroldo
Conti, alias Mascaró, alias la vida”. A través del sello La Crujía , en 2012,
como principal redactor y director de un equipo de investigadores, se editó “Intelectuales,
escritores e industria cultural en la Argentina ”. Y éstos son sus poemarios: “18
poemas” (1961), “Entrada prohibida”(1963), “Algunas vidas,
ciertos amores” (1965), “Mishiadura” (1978), “Doblando el
codo” (1986), “Entre sobrevivientes y amores difíciles” (2004), “Puro
biógrafo y otras inconveniencias” (Ediciones Activo Puente, Buenos Aires,
2013). En 1997 el Fondo Nacional de las Artes, en su colección Poetas
Argentinos Contemporáneos, edita “Eduardo Romano – Antología Poética”.
1
– Precede este contacto una presentación formal. Te propongo otra.
ER – De los comienzos, las canciones (tangos, boleros) a las cuales les
cambiaba su letra mientras caminaba por la finca de mis tíos, en San Rafael,
provincia de Mendoza, donde pasé todos los veranos entre los cinco y los diez
años. A los quince las escribía (creo que desde el día en que cerré la tapa del
piano), y a los veinte reuní mi primer poemario. Consecuencia de haber conocido
a Jorge Rivera y al Movimiento Madí, cuya retórica consideré de vanguardia –en
cierto modo lo era-, fueron los “Poemas para la carne heroica” (1960),
que luego extirpé de mi bibliografía. La que admito se inicia con “18
poemas”, por el sello Aguaviva, nombre de una revista –hoja impresa de los dos
lados y doblada- de la que editamos seis números con Rivera, Alejandro Vignati,
Susana Thénon y Juan Carlos Martelli. Un conjunto heterogéneo, tanto que cuando
incluí mi editorial “Contra todo”, los dos últimos hicieron constar al pie que
no coincidían (claro, eran miembros del Partido Comunista y mi alegato estaba
entre el anarquismo y la beat generation). El más entusiasta era Vignati y fue
a través de él que nos relacionamos con Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti,
etc. Editamos una traducción del poema de Ferlinghetti en contra de Eisenhower
y lo repartíamos gratuitamente por la calle cuando nos visitó el presidente
norteamericano ( la Coca-Cola se le había adelantado). También le enviamos al
juzgado del fiscal Guillermo De la Riestra respuestas tajantes contra la
censura: él era funcionario en la dictadura de Juan Carlos Onganía –“¡el
onganiato!”-, y había ordenado secuestrar libros y películas como “Los
amantes”…
Yo estaba estudiando en la Facultad de Filosofía y Letras desde 1957. Allí
hicimos un par de lecturas públicas. Trabé amistad con Alberto Szpunberg,
conocí a Juana Bignozzi y nos reuníamos los tres para leer lo que andábamos
escribiendo. Las lecturas públicas eran frecuentes y en los reductos más
dispares. La más importante fue en 1962 en la Facultad de Medicina de la UBA ,
en cuyo Auditorio habría unas doscientas personas: inusitado. Varios
cuadernillos con los diferentes autores invitados por el Centro de Estudiantes
de esa Facultad conservan testimonio del suceso. Conservo el que incluye mi
participación junto a Juan Gelman, Héctor Yánover, etc. Época en la que concurríamos
semanalmente a casa de la “tana” Marcella Milano, quien nos reveló las
entretelas de Cesare Pavese (yo la ayudé en una traducción de “Dialoghi co
Lucò” que editó Siglo Veinte). Por entonces se produjo el acercamiento de
sectores de la izquierda y del peronismo: por ejemplo, en el Movimiento
Nacional de Liberación, de Ismael Viñas, con el que me vinculé a través de
Rivera; y en ANDE (Agrupación Nacional de Estudiantes) de Filosofía y Letras,
adonde llegué detrás del poeta Horacio Pilar. Otro poeta, y editor, José Luis
Mangieri, me incorporó al sello Nueva Expresión: “Entrada prohibida” y “Algunas
vidas, ciertos amores”. Este último corrió la suerte del depósito donde
Mangieri guardaba sus ediciones: llegó la policía y secuestró todo, buscando
libros políticos, claro, incluida casi la edición completa de mi libro, del que
sólo conservo un ejemplar con la impresión de tapa sin colores. Colaboré con “
La Rosa Blindada ”, la revista del maoísmo naciente en Buenos Aires. Pero
también lo hice en “18 de Marzo”, periódico del peronismo combativo. Con
Rivera, René Palacios More y Luisa Futoransky, otra mezcla rara de “Museta y de
Mimí”, editamos dos números de una revistita abrochada, “Cuadernos de Poesía
Hoy”. Y debuto con mi primer artículo crítico (aunque ya había borroneado algo
de crítica en breves notas de “ La Gaceta de Mariano Moreno”, en el colegio
secundario, sobre Pablo Neruda y Vicente Huidobro), titulado “¿Qué es eso de
una generación del ’40?”. Allí manifestaba mi admiración por el lenguaje coloquial
de algunos poetas del tango y la oponía a ciertas retóricas de la poesía
letrada (para ser leída). Acababa de recibirme de Profesor de Letras, me
iniciaba como docente y me fue absorbiendo la crítica literario-cultural.
Escribía poemas que quedaban rigurosamente guardados y leía, además de Pavese,
a T. S. Eliot, a Antonio Machado, y por sobre todos, a César Vallejo. Pero sin
privarme de Paul Valéry, de muchos españoles y latinoamericanos, de la poesía
lunfarda –me deslumbró, por cierto, “La crencha engrasada” de Carlos
de la Púa-. En tanto la política y el periodismo me atrajeron, colaboré
mayoritariamente con bibliográficas en “Clarín Cultura y Nación”, en “ La
Opinión Cultural ”, en “Crisis”, etc., donde también me difundieron artículos y
poemas.
2 – Más de diez años transcurrieron hasta “Mishiadura” (traduzcamos
a nuestros lectores lejanos al dialecto local: Indigencia, miseria).
ER - Sí, reaparecí respaldado por Colihue-Hachette, quienes irrumpían con
mucho entusiasmo en el mercado editorial. Yo trabajaba intensamente en la
revisión de productos y géneros populares con el ya viejo amigo Rivera y con
Aníbal Ford, narrador y ensayista. Publicamos mucho desde comienzos de los ’70
hasta 1982 (y una parte conformó “Medios de comunicación y cultura
popular” en el 83). Con muy buena repercusión, aunque diletantes y
ortodoxos (de varias biblias) nos calificaban de “populistas”, por interesarnos
en canciones, historietas, fotonovelas, programas radiales, cine nacional, etc.
En la década siguiente enarbolarían la bandera de los “estudios culturales”
para ocuparse de asuntos parecidos –según Williams, Anderson, Richard Hoggarth
(fallecido en abril de este año), Thompson…- e ignorar o disimular lo que
veníamos investigando nosotros. Y bueno… soy argentino, diría el siempre
socarrón César Fernández Moreno. En una de aquellas lecturas mencionadas, esa
vez en una Galería céntrica, se burló de un poeta joven, creo que Marcelo Fox,
y discutí airadamente con él. Años después nos reconciliamos, intercambiamos un
interesante epistolario cuando yo estaba preparando la edición de su “Argentino
hasta la muerte”, selección, estudio preliminar y notas para el Centro Editor
de América Latina. Hasta me propuso suplantarlo en la Universidad de Caen, porque
se iba como funcionario del presidente Alfonsín a Cuba; mi situación familiar
era complicada pero sólo al año siguiente me divorcié. Si hubiera aceptado,
seguro que mi vida hubiera sido distinta, pero como siempre es una sola (por
desgracia o por mezquindad divina), aquí estoy. Recuperé parte de dicho
epistolario en un dossierdel “Diario de Poesía” dedicado a César. Bueno,
creo que desde “Doblando el codo”en adelante mi poesía cobra más contacto
con la suya, puesto que ambos articulamos un poco de narrativa y otro poco de
ensayo valiéndonos de los “renglones cortitos”, aunque de forma diferente,
incluso por razones ideológicas. Y también por concebir series de poemas sobre
ciertos asuntos: él, por ejemplo, sus automóviles; yo (que no manejo, ni
siquiera mi vida), las fotos familiares o los lugares y casas en los que he
residido. Mi poemario del ’86 estuvo muy vinculado con la experiencia
periodística en “Tiempo Argentino”, la de mayor inserción en un diario:
coordinaba la doble página de bibliográficas de los domingos y hasta alguna
vez, de paso, redacté un obituario (el de la narradora Marta Lynch) y varios
artículos para “Tiempo Cultura”, al cual Osvaldo Cherkasky, Miguel Briante y
Matilde Sánchez, entre otros, le habían dado un nivel poco habitual. En la
redacción armé, con Alberto Perrone, al que había conocido como empleado en la
Universidad de Morón, una tapa collage con dibujo, foto, viñeta de fotonovela,
que me sigue gustando.
3
– Y más o menos desde aquí nos quedaría tu derrotero en los últimos veinticinco
años.
ER – Con otro formato. Porque después de haber entrado y salido por las
puertas de la Universidad de Buenos Aires al son de las marchas partidarias o
de las marchas militares, gané en 1986 un concurso de Adjunto en Literatura
Argentina I y tres años después el de Asociado de Literatura Argentina II: me
radiqué en el ámbito académico. Con su estabilidad y sus miserias. Como la
condición de docente universitario se extendió, primero a la Universidad de
Lomas de Zamora, después a la Universidad de La Matanza, dejé otras tareas, en
especial las periodísticas o editoriales (para el Centro Editor había escrito
mucho, durante mediados de los setenta y de los ochenta). Una experiencia
interesante fueron los doce o más programas que asesoré, y en los cuales hacía
intervenciones críticas de un par de minutos, para la señal Educable, y que en
un momento difundió ATC. Incluyó a algunos poetas, como Almafuerte o Sor Juana
Inés de la Cruz.
Todo eso me restó tiempo para la poesía, nunca abandonada, siempre acumulada en
servilletas, hojas rayadas sueltas, copias mecanografiadas, y al fin la bendita
era de la computación, cortar y copiar. Fantaseé que le dejaría ese legado a mi
viuda (Miriam) o a mis dos hijas (Laura y Constanza, una de cada matrimonio),
para que resolvieran si era editable o combustible contra el frío. De pronto,
un joven salteño que había sido alumno mío en dos oportunidades y lugares (la
carrera de Letras y la carrera en Ciencias de la Comunicación Social de
la UBA –ah, me estaba olvidando de contarte que entre 1989 y 2001 inauguré allí
un Seminario de Cultura Popular y Cultura de Masas-), me propuso editar un tomo
en su colección El Suri Porfiado. No entraba lo escrito a lo largo de casi
veinte años en libros de formato manuable y austero. Pero, ante una posibilidad
así, no te vas a hacer el estrecho o el larguirucho… Corté varias secciones de
lo que tenía guardado, porque en todos mis libros agrupé siempre los poemas en
series bajo un título particular, y se las remití como “Entre
sobrevivientes y amores difíciles”.
4 – Y unos años después surge la posibilidad de volver a editar.
ER – Concluyendo 2012. Raúl Santana, el “negro” Santana, con el que
habíamos compartido días de francachela y mishiadura allá por nuestros veinte
años –no por esa década, aclaro-, me propone telefónicamente una antología en
la colección que dirigía para el sello Activo Puente. “No”, le contesté, “ya
que el Fondo Nacional de las Artes me publicó una de la etapa que llega a los
’80, prefiero mostrarte un libro inédito y añejo de veinticinco años.” Por
supuesto que excluí casi todo lo que ya estaba en la edición de El Suri y armé
el resto. Para fortificarlo o qué sé yo, le sumé, con añadidos, una sección, la
de “Viejas Fotos Familiares” de“Doblando el codo”, pero con otro título. Y así
se fue conformando (y confirmando)“Puro biógrafo y otras inconveniencias”,
título que, entre otras virtudes, tiene el de no parecer propio de un volumen
de poemas. Con “biógrafo”, tal vez esté de más aclararlo, aludo a la vida y
también al cine como un componente inexcusable de esa vida -lo que hoy les
sucede a los más jóvenes con la televisión-, pero también a la ensoñación.
Cines de barrio (les dediqué un radiopoema), de pueblo (en Escobar), de rambla
marplatense, de auditorio al aire libre… películas vistas, entrevistas,
narradas, recordadas y mezcladas, perdidas en el desván de la memoria… y
divinas divas (Marylin, Brigitte, Sofía, la Cardinale) que te dejaban insomne,
entre otras cosas.
5
– Y además de la Antología personal del Fondo, fuiste difundido en otras (al
menos en una integramos el reparto).
ER – Me alegra figurar en varias, que no me tomo el trabajo de contar pero
son alrededor de diez. Las últimas, “200 años de poesía argentina” (selección
y prólogo de Jorge Monteleone, Editorial Alfaguara, 2010) , “El cine y la
poesía argentina” (selección y ensayo de Héctor Freire, Ediciones en
Danza, 2011) y “Antología de poesía argentina contemporánea, 18 poetas” (bilingüe,
co-edición Reflet des Lettres / Alción Editora, 2012). Ellas abren la
posibilidad de ser leído por un público heterogéneo e imprevisto. El libro de
poemas de autor es una rareza, cada vez se editan menos ejemplares y acaban por
desaparecer nadie sabe exactamente dónde, pero desaparecen… Y, entre ensayo y
ensayo, entre artículo y artículo, entre investigación e investigación,
dirigida o elaborada, a pesar de que el viento jubilatorio ya me esparció,
escribo algunos poemas. Generalmente en un rapto o en un rato. Y guardo. Tal
vez…
6
– Tengo cerca mi ejemplar de tu cuarto poemario. En la contratapa se informa
sobre otras antologías en las que figurás: “Buenos Aires dos por cuatro” de
Osvaldo Rossler, “Los mejores poemas de la poesía argentina” de Juan Carlos
Martini Real… Y se informa también que esta edición de “Mishiadura” alberga una
selección –once- de los textos que escribieras para la audición “Latitud Buenos
Aires” de LS4 Radio Splendid, entre setiembre y diciembre de 1977. Te estoy
instando, Eduardo, a que rememores ese paso tuyo por la radiofonía porteña,
cómo era el programa, quién lo conducía, y te refieras a lo que sucintamente
explicás en unas pocas líneas introductorias al volumen, tituladas
“Advertencia”.
ER – Esa oportunidad llegó, como todas, inesperadamente. Una amiga,
docente de música y locutora, me dijo que el interventor militar de la radio,
tanguero y poeta (en la Argentina, como verán, todo puede suceder), se marchaba
y hasta allí había escrito las glosas para una audición con tangos de Gardel.
Aníbal Cufré, que leyó al efecto algunos poemas míos, me ofrecía reemplazarlo.
Le contesté que sí pero con poemas, no con glosas. Escribí una cortina fija,
que iniciaba el programa todos los días al anochecer, y luego un texto poético
para cada audición que se iba intercalando entre las versiones del “mudo”. Mudo
me quedé yo el día que viajando en un colectivo me escuché, junto con el
colectivero y algunos pasajeros. La voz de Cufré era impresionante, hasta
cuando no sabía lo que estaba diciendo. Inauguré una rutina de trabajo poético:
sábados y domingos escribía los cinco textos de la semana, siempre precedidos
por alguna cita. Me acuerdo que cuando usé una de Luis Luchi, Cufré me la mandó
de vuelta, porque eso no le parecía poético. Yo tuve ganas de contestarle que,
si supiera ya lo que era la poesía, habría dejado de escribir. Luego recuperé
una selección de esos textos para incluirla en mi libro “Mishiadura”, como
“Radiopoemas 77”.
7 – Entresaco unos versos de distintos poemas tuyos: “no deben arrojarse los
restos del amor dentro del mundo”, “qué haré con su costumbre lenta de hablar y
envejecer?”, “el gato pasea por el ocio rollizo de mi hermana mayor”, “y por
ti, pero más por mí, pormigo mismo”, “Es la hora de la preñez extrema del
aire”, “lucía las bananas podridas del sombrero”, “y su terrible renguera de
conciencia”, “Me gustaría encontrarte hace diez años”. Aquí están. Y entonces
pregunto: ¿En qué términos resumirías tu poética?
ER – Esas cosas son más fáciles de decir acerca de otros que de uno
y haciendo eso me he ganado en gran parte la vida. Pero… bueno, me tiro a la
pileta como poeta de la palabra conversada, del diálogo. Algo que nos vino (uno
nunca está solo, aunque se lo imagine) seguro que de Pavese, pero también del
tango, de “Eche, amigo, nomás, écheme y llene…” y tantos otros ejemplos. Empecé
a escribir argentino, dice Cortázar, hacia 1950. Yo sentía que los de Movimiento
Poesía Buenos Aires, algunos, excelentes poetas, parecían, muchas veces,
traducidos. Y si no podía escribir argentino, al menos lo haría en porteño y
sin tergiversar mi habla cotidiana. Sentía que en el poema, como en los
mejores tangos, se podía contar de manera breve e intensa y que eso era
un desafío. En ocasiones debo de haberlo conseguido. Con el tiempo, las series
poéticas me permitieron ampliar el relato, los momentos fulgurantes de ciertas
situaciones vividas, imaginadas, soñadas… o todo un poco a la vez.
8
– Por un lado, en tu último poemario leo estos dos versos: “con Horacio Pilar
(del peronismo mágico) que era capaz / de disertar hasta dos días sobre una
araña pensativa”. Y por el otro, yo, que tarde –en 2002- descubrí en su
totalidad la obra poética de Horacio Pilar (1935-1999) y quedé asombrado,
organicé y conduje en mayo y junio de 2003 el Ciclo de Poesía “Horacio Pilar”
–cinco encuentros: entre los poetas invitados estuvieron José Peroni, Jorge
Quiroga, Hilda Rais, Francisco (Pancho) Muñoz, Raúl Santana-. Has sido su
amigo. ¿Lo evocarías para nosotros a quince años de su fallecimiento?
ER – Claro, cómo no. Horacio había cursado el Liceo Militar y comenzado
Medicina. Era inesperadamente marcial y sorpresivamente gastronómico. Me
acuerdo de haber comido en algún boliche de los que frecuentábamos, gasolineros,
y pedir primero sopa y luego dos bananas; explicarle al mozo, sin duda
desconcertado, las virtudes de esa dieta. Sin mencionar la principal: gastar
poco. Tenía una labia espontánea y generosa; una vez, en mitad de uno de tales
discursos, a propósito de cualquier cosa, se detuvo y nos preguntó sobre qué
estaba hablando, se le había perdido el asunto. Charlamos mucho de filosofía,
de calle, de señoritas, de política. Era el mejor ejemplo de que cada peronista
tiene su propio peronismo y él te convencía del suyo. Un poeta reflexivo y
modesto; siempre me decía que formábamos una segunda línea y que eso no debía
desalentarnos. Un gran tipo, de ésos que te dejan mucho y haberlos conocido
justifica también un poco haber vivido. Valdría la pena reencontrarlo
para seguir charlando, seguro nos quedaron cuestiones pendientes.
9 – Sé que para “Francisco Urondo, la palabra en acción – Biografía de un poeta
y militante” de Pablo Montanaro (Homo Sapiens Editora, Rosario, Santa Fe, 2003)
has participado con tu testimonio. Para quienes como yo, no hemos accedido al
libro en cuestión, ¿nos lo ofrecerías?
ER – Mi relación con Paco Urondo fue especial, con largas intermitencias y
mucho afecto. Lo conocí cuando vino a una lectura de poemas (participamos Jorge
Rivera, Alejandro Vignati, el petiso Alfredo Carlino y yo): creo que en el
salón de un diario sobre la avenida de Mayo. Leí textos que pasarían a “18
poemas”. A la salida se acercó y me comentó que le habían interesado, quedamos
en vernos en otro momento, almorzamos a los pocos días con Noé Jitrik, de Souza
y otros amigos, me presentó a Clarita Fernández Moreno, y por ella conocería
luego a Haroldo Conti… Otra instantánea es de cuando él vivía en el barrio de
San Telmo, en una de aquellas casas colectivas de los setenta y a la que
acompañé a Lola Thorne. Charlamos largo, me presentó a uno de sus hijos,
intercambiamos libros. Tercera foto: una noche lo esperé con dos amigas, en el
viejo bar “Unión” que tanto frecuentaba y me encantaba, allá en la avenida
Paseo Colón, cerca de Independencia, hasta que salió de trabajar en “La
Opinión” y cada uno por su lado, pero otra vez buena charla, agradecimiento por
el “aguante”. También nos encontramos en lo de Rivera: ambos militaban en el
Movimiento de Liberación Nacional (MLN -Malena) y discutimos un poco, en buenos
términos. Después coincidimos en la Facultad de Filosofía y Letras, donde vino
como Director del Departamento y yo quedé a cargo del Instituto de Literatura
Argentina. Allí no discutimos, exactamente, pero diferíamos en cuanto a lo que
esa intervención debía producir en la carrera de Letras. Tengo presente una
larga caminata por Rivadavia estrecha, desde la Plaza de Mayo, y olvidar lo
político para hablar de poesía, lo que siempre nos había acercado. Bueno, a
partir del ‘76 sabemos lo que pasó. Pero lo vi una última vez, en el barrio
Caballito: yo estaba parado en la esquina de Rosario y José María Moreno, y
desde un auto agitó la mano y su sonrisa, que era muy particular. Tuvo la
valentía de sostener hasta el final lo que creía, a diferencia de tantos otros.
10
– Mas allá de los consagrados poetas del tango –Homero Manzi, Enrique
Santos Discépolo, Celedonio Esteban Flores, Enrique Cadícamo, Homero Expósito,
Eladia Blázquez, Horacio Ferrer, Héctor Negro…-, ¿estás al tanto de la
letrística tanguera más reciente? ¿Por dónde andan tus actuales preferencias
musicales? ¿Hay algún tipo de música que juzgues “mala” y que te atraiga (o te
haya atraído)?
ER – Estoy al tanto, porque soy miembro de la Academia Nacional del Tango,
pero creo que cada ritmo tiene su época y la del tango ya fue. He dado clases
sobre letras de tango en la Academia y en la Universidad acerca de la canción,
en las cuales incluí también al llamado folklore, al rock nacional y a
cantantes que no tuvieron mucho que ver con la poesía, pero cuyo humor
los justificaba. Estoy pensando en Rodolfo Zapata, el de la chacarera “La
Gorda”, que manejaba un uso del doble sentido muy gracioso y que los
folkloreros comprometidos despreciaban. Claro, para ellos “Si se calla el
cantor calla la vida” y me imagino que, para el cantautor Zapata, “si se calla
el cantor calla la risa”. Y el humor es un combustible irremplazable para
sobrevivir, sobre todo en el mundo periférico. A la poesía argentina le ha
faltado humor, sus cultores prefirieron la seriedad, la gravedad, aunque
estuviera hueca. Nicolás Olivari, Conrado Nalé Roxlo, Luis Cané, César
Fernández Moreno… son de los pocos, en una cuerda que va del humor sutil al
sarcástico. Si me dejan, me subo al carro, por lo menos por el costado del
humor irónico. Hoy día el gran público está en contacto con la poesía de las
canciones, acompañadas de música. Así como lee novelas acompañadas de imágenes
(telenovelas, pero obvia el prefijo). La lectura en silencio y recoleta está
avejentada, aunque nunca va a desaparecer del todo. Yo convertí un poema
(Cartas II) en el tango “La zorra tristeza” (con música de Alberto Garralda),
que tuvo dos grabaciones, pero no seguí adelante con la experiencia. Está entre
las cosas que me debo para el ballotage.
11
- En un número de la revista de poesía “El Jabalí”, que estuve releyendo,
reprodujeron una parte de una entrevista realizada a Orson Welles
(originariamente reproducida en su totalidad en una revista extranjera): Me
apropio yo de algunas, y adaptándolas te las despliego: Si hubieras podido
escoger el país y período en que te hubiera gustado nacer, ¿hubieras escogido
qué país, qué período? ¿Hay algunas figuras de la historia argentina con las
que te identificás? ¿A quién escogerías como modelo de comportamiento masculino
hacia las mujeres?
ER – ¡Esto ya no es una entrevista sino un bombardeo! Me pongo el casco y
voy contestando.
1: Me gustaría vivir en el mismo lugar y en el mismo tiempo pero de nuevo, para
reincidir en algunas cosas y para rectificar otras. Vivir de nuevo, varias
veces, entre los veinte y los sesenta, en lo posible descartando la
inexperiencia o las malas experiencias anteriores y la excesiva experiencia
posterior (dejémosle este placer a los orientales).
2: Me identifico con los muchos que construyeron nuestro país y con los pocos
que lo siguen haciendo, ¡lástima que los otros eran más!
3: A mí, por supuesto. Pero preferiría hablar de lo mal y de lo bien que me han
tratado, porque sería hacer el resumen de mi vida. Si unas me abandonaron,
desde el comienzo, otras me recogieron y me cuidaron. En “Entrada
prohibida” hay una cita de Pavese que dice, en parte, “mis buenas
compañeras estarán siempre vivas, / sufriendo en silencio y pagando por todos”.
Sin ellas faltaría en mi CV la poesía y estaría de más este diálogo.
12
- Alejandra Pizarnik le expresó
en una carta a la poeta bonaerense Ida Julia Casella, a propósito del poemario
de ésta cuyo título es “Antes de nacer” (1ª Edición, Ed. Colombo, 1966):
“...sus poemas son, entre otras cosas, modos de conocimiento (es evidente el
‘yo me he vuelto del revés / me he vuelto del derecho’), de conocimiento de
usted, naturalmente, pero cuando el modo es auténtico y necesario (esto sobre
todo), el lector se conoce en la comunión poética: un simple y terrible espacio
de encuentro perfecto...” ¿Te provocan, Eduardo, estas líneas, alguna
apreciación?
ED –
Si la literatura –incluida la poesía- no es conocimiento, es apenas palabras
sueltas, cháchara, nada… Uno aspira a la experiencia compartida, a que algo
resuene en el otro y lo transforme, lo cambie de lugar, de posición, de ánimo,
se le haga carne viva… Por lo menos son las vivencias que nos transmitieron
algunos de esos escritores que preferimos y que seguimos leyendo a través del
tiempo. Una novela de Benito Pérez Galdós, pero también otra de Paul Auster y,
para cambiar de registro, un poema del Arcipreste de Hita y otro de Homero
Manzi. Y lo que hicimos siempre, incluso sin saberlo, reescribir las palabras
que se reagrupaban, de otra manera, entre las ya leídas y escuchadas, entre las
que dijimos y las que nos dijeron. La literatura es, en definitiva, el lugar de
cruce donde los otros nos hablan, o se hablan a través de nosotros, aunque
ilusionemos poseer “el uso de la palabra”.
*
Eduardo Romano selecciona para
esta entrevista, en agosto de 2014, siete poemas de su autoría:
BRINDIS
Por la mano que hundo y
arranca el poema
por el verbo que comunica
como una llave
por el hijo pródigo que
vendió su corazón al contado
por la joven madre que no
abortó de perezosa
por los que de tanto en
tanto se dicen algo al espejo
por los que sólo recuerdan a
garrotazos
por la ventana cerrada de
los muertos
y por el que desde mucho
antes fue cadáver.
Por el ojo sin importancia
de la risa
por los que hoy aquí y
mañana no se sabe
por la noticia falseada en
treinta idiomas
por el que pide permiso en
todas partes
por el que usa apenas
mujeres usadas
por el que brilla una noche
y catequiza
por el silbido que se perdió
en la boca
y por la triste escalera que
solamente baja.
Por una blusa roja hasta la
sangre
por la firme respuesta del seno
adolescente
por la manzana madre de este
mundo
por el que tira sus besos al
retrete
por el que perdió la cabeza
en el griterío
y por el hueso auténtico el
hueso duro de roer.
Por el hueco de los que ya
se resignaron
por la fiel amistad de las
enfermedades incurables
por la que todavía aguarda
hecho preguntas
por la felicidad del hombre
amaestrado
por la palabra que nos dará
el olvido
por un cielo de puentes y
llegadas
y por una verdad a cada
rato.
Por el marinero que no
aprendió a desembarcar
por el clavo caliente de
estar vivo
por la alegría exacta de los
tristes
por el vino de rostros que
nadie puede arrebatarnos
y por la desesperación del
vaso en la garganta.
Por los que mercan cada día
tu trabajo
por los que “sí, cómo no, de
cualquier modo”,
por los principios con que
algunos terminan sus crímenes
por todas las maneras de
andar al descubierto
por los que memorizan cada
día de sus años
y por ti, pero más por mí,
pormigo mismo,
junto a esos zapatos
caminando sin dueño a medianoche
brindo, tal vez de manera
vulgar,
levanto mi copa enardecida
por los que ya nombré y por
los que no me acuerdo,
dejo paga mi última sonrisa,
toco fondo.
(de “18
poemas”)
LA LOCA
Me decían sentate al lado de
la loca
y dale cuerda.
La loca, a todas horas
destrozada,
y después -si existe algún
después
bajo las ruedas-
dibujaba muñecos en el
vidrio,
cantaba letras sucias,
daba pena,
Me decían recitale a la loca
tus poemas.
La loca consumía
el café más amargo con leche
y apagado,
se sonaba los huesos
traqueteados en camas
informes
o en baldíos,
se daba una medida de
esperanza.
Sentada en un rincón,
lucía las bananas podridas
del sombrero,
un perfume bien rancio,
recocido,
su careta de humo,
su cuello pergamino.
Me decían conversá con la
loca
de la vida en orsai,
de su hijo roto.
La loca masticaba estampitas
lentamente
preguntando si el sol
seguía afuera
o lo habían llevado, en
bandeja,
hasta su cuarto.
Me decían con guiños, por lo
bajo,
explicale a la loca que está
muerta.
(de “Entrada
prohibida”)
CAMINATA
Tengo veintiocho años
cumplidos
esta hermosa tarde que ahora
desciende
por la avenida viento norte,
Palermo,
pensando qué hacer con lo
que resta.
Ya no soporto los gestos de
Francisco,
según las circunstancias.
No me alcanzan las palabras
de Luis,
el estudiante de izquierda
que me quiere explicar causa
remotas.
No quiero más los proyectos
comunes y promesas
que nunca les pedí, ni
equivocada.
He visto y oído sus
trabajos,
los oficios delicados,
inútiles, vacíos,
humillantes o alegres, de
los hombres amados.
Los adolescentes que se
concentran
hasta la seriedad en mis
piernas delgadas
apenas casi me entretienen.
Las amigas que recitan
siempre,
hasta el cansancio,
comienzos o restos de
aventuras
ocultas por el humo y sus
caras mundanas,
no pueden disimular la
soledad que las desborda.
Quedan, es claro, el arte y
los paisajes,
pero una ha comprendido el
mecanismo
y para qué engañarse en
estos tiempos.
Veintiocho años al sol,
camino sostenida por esta
escasa juventud
y la incipiente madurez de
mis recuerdos.
Sólo deseo tomar un poco de
noche,
cara al húmedo cielo,
jugar a la paz, al deseo, a
la ternura,
tener una larga conversación
sobre estrategia
con algún general que nunca
hizo la guerra.
(de “Algunas
vidas, ciertos amores”)
TERCERA FOTOGRAFIA DE AMOR
Es peligroso vivir una
última noche con vos.
Hay, por ejemplo, rápidos
incendios
sobre los pastos secos de
tus ojos.
Hay un aborto reciente y
desdichado
-la careta señores los
guantes señorita-
que dejó en tu sonrisa
enorme cicatriz.
Yo la recorro con paciencia
de domingo lluvioso
bajo los pliegues de nuestra
lenta soledad.
Crecen hongos salvajes en tu
pelo
cuando hablás del marido y
los dos hijos
envenenados por la vida en
común.
Tiritan nuestras ropas por
el suelo,
la tarde se arrodilla y en
la pieza desnuda
contra tantos, somos apenas
dos.
A las catorce y treinta se
incorpora
para decirme nadie
debe saber que aquí
estuvimos juntos
porque el amor voló
desde el balcón.
A las catorce y treinta años
perdidos
sos apenas tu sombra sobre
la palma abierta del andén.
(de “Mishiadura”)
NI TAN DERECHOS NI TAN HUMANOS
III
Cuando oyó la primera sirena
se apartó
un poco del alféizar y cerró
las persianas.
Era una lástima renunciar a
esa luna
tenue y meliflua,
ingenuamente pálida,
pero los gases tóxicos
enturbiaban
tanta dulzura y al parecer
la noche ardía ya
por los cuatro costados.
A los primeros tiros dio un
paso atrás
y entornó la puerta –casi
recién pintada-
de su habitación interior.
En las tinieblas se oía el
crepitar
lujurioso de la violencia
desatada.
Ahora forzaban una entrada
gritos roncos
puteadas subrepticias
órdenes silbatos
estallaban quién sabe desde
dónde desde cuántos.
Empujado por los primeros
sollozos ahogados
se metió en el baño, echó la
doble llave,
se acurrucó en un rincón los
brazos
sobre la cabeza los ojos
hacia adentro.
Tras una breve pausa en que
creyó –lo principal
es la fe, Dios te sonríe-
haberse aislado
sintió un líquido espeso que
goteaba
justo encima justo arriba
justo no soy
se dijo en un susurro, casi
tartamudo.
Entonces se encendió la luz
potente luz de la crueldad
y al suave al apartado al
buen muchacho
al nunca te metás en esas
cosas al hijo de mamá
al siga siempre así
felicitado
también lo desaparecieron
brutalmente.
(de
“Doblando el codo”)
AVERGONZADO
¿Sabe una cosa usted que a
lo mejor me lee
en una larga tarde de
domingo sin nada
o en algún otro hueco
semejante?
Me da tanta vergüenza
ensuciar con versitos
esta hoja impoluta (mentira,
apenas si se trata
de una vulgar y servicial
servilletita)
y en especial porque murmuro
unas palabras llanas sin
metafísica legibles
carenciadas de notas o
aparato erudito
sin un despliegue
intertextual muy pobretonas.
Y no le cuento, amigo
lectorcito amodorrado,
si pienso que en lugar de
ganar a toda costa
de apostar de transar de
aplastar con denuedo
pierdo mi tiempo así alumbro
frases sueltas
la culpa que me da saber el
alfabeto
pasear por el lenguaje
gratuita suficiencia.
Al menos debería hipotecar
tal perversión
en lujuriosos avisos
masticables
que un músico por horas,
alquilado,
supiera a la sazón sonorizar
para el sagaz público medio
(¿o ya
electrocutado del todo y aún
consume?).
Me sonrojo realmente, no se
extrañe,
cuando sopeso una por una
las palabras
las pongo boca arriba en el
platillo
me detengo a escucharles
viejos ecos
como si fueran rumorosos
caracoles.
Es un oficio antiguo, otrora
respetable,
pero que ha ido cayendo en
el descrédito
en sonrisitas de burla
rápidos codazos
una especie de vicio
solitario
que hoy practican tan sólo
idiotas de la casa.
Por eso acepto caminar hasta
el patio
desolado sentarme en un
banquito lánguido
esperar que repartan esa
sopa mugrienta
que se supone mata los
huevos empollados
de todas las metáforas.
(de “Entre
sobrevivientes y amores difíciles”)
EL POETA DEVUELVE LA PALABRA
Para
morir mejor
hay
que estar sano (anónimo callejero)
Le entregan sus análisis
completos
bajo colesterol sin índice
de riesgo
glucemia uremia y uricemia
(no es el medio campo de la
selección bratislava
ni una suntuosa aliteración
esteticista)
con valores normales
adecuados millones
de leucocitos y hematíes
como para empedrar
las joyas de varias coronas
coronarias
en buen funcionamiento
vespertino
(de noche lo asaltan
imágenes compactas
que pueden provocarle
taquicardia a un dinosaurio)
y camina derecho por lugares
torcidos
se busca buenos tragos los
malos vienen solos
sigue fiel al Azar que lo
guía desvía recombina
empieza a salirse de la
ví(d)a a pesar de todos y de todo
de lo que informan estos
laboratorios alcahuetes
porque la máquina ha
comenzado a ratear
es el momento justo de tomar
esa curva
(me parece que ya tomaste
demasiado).
Resultas de lo cual lo
felicitan por haber elegido
morir saludable en buen
estado con el humor erecto
de cara a tan adversas
circunstancias convencido
de que fue bueno rebajar las
grasas los empachos
las borracheras y resacas
aquellas dos mujeres en un día
los ratos de mirar nomás
mirar hasta perderse
el horizonte los devastados
espacios interiores.
Lo felicitan –reitero y no
es una ironía-
porque ha llegado al cruce
de caminos saludable
ni se le nota el austero
carcinoma que lo convierte
en candidato seguro en
colaborador anticipado
de la página oscura del Gran
Diario donde otrora
incluyeran artículos suyos a
veces ponderados
sesudas bibliográficas
anónimas o nomás discutibles
que con los vientos light se
disiparon.
Algún periodista apresurado
querrá corroborar
si es cierto que escribía
fascículos seriados
escritores de acá de ahí de
más al fondo
para el sueño de Boris en el
saber distributivo
si compartió con Paco los
destinos de una carrera
donde enseñaban las formas
de las letras
que nunca coincidieron pero
igual dialogaban
si una vez despertó con la
que hubiera amado
entre los brazos prefirió
que durmiera tan cansada.
Igual se irá pensando por el
viaje –algunos gurúes afirman
que no es largo- las mejores
respuestas las posibles
al máximo misterio de este
confuso crucigrama.
(de “Puro
biógrafo y otras inconveniencias”)
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Eduardo
Romano y R. R., agosto 2014.
http://www.revagliatti.com.ar/010822.html
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09 de Agosto, 2014
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UN POETA DE ARMAS TOMAR
por Marcela Pérez Silva
Necesario es aclarar que estas páginas son hijas del
amor. No sólo porque Tomás Borge, el comandante poeta, era de amor que
hablaba cuando invitaba a cambiar el mundo y a "hacer de Nicaragua un
paraíso donde construir la casa del hombre"(1); o cuando escribía
ardientes proclamas contra el tirano y desafiaba con los puños crispados al
imperialismo; o cuando "platicaba con las multitudes" anunciando
tiempos de libertad, de justicia, de soberanía. Digo que estas páginas
nacieron del amor porque los poemas clandestinos en ellas reunidos
sobrevivieron al destierro, a la tortura y a la legendaria vida de su autor,
gracias a las mujeres que lo amaron. El poemario está organizado en cuatro secciones, ordenadas de forma
cronológicamente inversa. Los textos más lejanos en el tiempo fueron escritos entre Bogotá y
Lima (1969-1970), durante su exilio clandestino en tiempos de Somoza. De no
haber sido por la musa colombiana que los inspiró y resguardó con celo, se
hubiesen extraviado en la noche del olvido. Gracias a ella, han podido llegar
hasta nosotros "la ortografía perfecta" de las pecas de María
Cristina, "las huellas de Armstrong" en la luna, los gamines,
Vietnam, el hermoso "Madrigales" (que fuera incluido entre "Los
más bellos poemas de amor y desamor")(2) y su "Promesa": "Juntos quemaremos los afiches del Che para alumbrarnos con su
ejemplo". El capítulo tres (1972-1978) contiene los poemas escritos en prisión:
a la hora de la capucha, el suplicio y la dignidad. La mayoría de ellos fueron
salvados de la ferocidad y la barbarie gracias a Josefina, "la de las
sandalias de espuma", quien habría de convertirse en su segunda esposa.
Lograron escabullirse del calabozo, ocultos en "su breve cinturón
café", o perdidos "bajo el bordado de su blusa". Sobresale
entre estos, el estremecedor "Carta a Ana Josefina". "Encerrado en la cárcel me interrogaron y me dieron papel y lápiz
para que les hiciera una confesión. En vez de eso le escribí un poema a mi
hija recién nacida. Me
dieron una tremenda paliza"(3). El segundo capítulo corresponde al período (1985-1989), es decir, a
los años de la Revolución Sandinista y su dirección colegiada. Años de
Tomás al frente del Ministerio del Interior: "Centinela de la Alegría
del Pueblo", en los que fundó una Policía destinada a brillar y un
Sistema Penitenciario de régimen abierto. Años de inventar una nueva ética
que hiciera prevalecer la solidaridad sobre el interés, el perdón sobre la
venganza: “Sólo un poeta podía haberse vengado de su torturador,
perdonándolo...” (4). Pero también años de amores intensos, breves,
resplandecientes. De extraordinarias aventuras. Ya que no es posible que vos y yo
hagamos las veinte mil leguas de viaje submarino
o visitemos el rostro oculto de la luna
...
tengamos una aventura Dos
Tres aventuras El capítulo primero (1990-2012) contiene los poemas de su etapa de
madurez: aquellos espléndidos años que tuve el privilegio de vivir a su lado.
Muchos de ellos nacieron del apuro de descubrir que había olvidado una fecha
importante. Llegaron al mundo en tarjetas de floristerías, en las páginas en
blanco arrancadas del comienzo y el final de los libros, en hojas de cuadernos
de espiral, escritos con indescifrable letra que sólo yo entendía, llenos de
tachaduras, flechas y correcciones. Tomás era meticuloso y perfeccionista en su trabajo. Aquellas
alocuciones encendidas de pasión que daban la impresión de ser tan
espontáneas: “el comandante Tomás Borge abre la boca y sale un sol / y
detrás del sol Nicaragua /" (5), en realidad habían sido preparadas por
él con gran rigor, semanas antes. "¡Me salí del texto!" −solía
decir, orgulloso, después de un discurso. Y era que de tanto trabajarlo, lo
había interiorizado hasta el punto de permitirse improvisar sobre seguro. De
igual modo hacía con sus poemas: jamás dejaba de corregirlos. Aun después de
publicados, los seguía puliendo. Por eso existen tantas versiones, incluso
contrastantes, de un mismo verso: amaba jugar con las palabras, construir
frases ingeniosas, metáforas osadas, afilar el estilete, dar en el blanco. Tomás escribía desde la Historia sabiéndose protagonista
imprescindible de ella. Urgido por la necesidad de amar, de dar, de darse. Era
bromista, jodón, fogoso, optimista, honesto, valiente, tierno, transparente.
Un poeta de armas tomar. Managua, 19 de julio de 2014
1 Tomás Borge, El arte como herejía, Madrid: Gakoa, 1991, p.138.
2 Juan Manuel Roca, Los más bellos poemas de amor y desamor, Bogotá: Oveja
Negra, 2007. p. 44.
3 Amado y temido, Tomás Borge entrevistado por Frank Otero Luque, Nuestra
Bandera.
4 Arturo Corcuera, “Tomás Borge, entre la pistola y la pluma” en Tomás Borge,
A la sombra de un grano de sal, Lima, 2007. p. 8.
5 Juan Gelman,
“Mareas” en De palabra, Madrid: Visor, 1994. p. 443.
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no se vende ni se compra ni se alquila, es publicación de poesía y literaturas. Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra también es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía. |
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