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25 de Noviembre, 2016 · General

entrevista del poeta Rolando Revagliatti a Gabriel Impaglione:

Palabras claves , , ,
publicado por islanegra a las 06:36 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
22 de Septiembre, 2014 · General

Flavio Crescenzi: sus respuestas y poemas


 Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

 

 Flavio Crescenzi nació el 20 de julio de 1973 en la ciudad de Córdoba, capital de la provincia homónima, la Argentina , y reside en la ciudad de Buenos Aires. Es Instructor Superior de Lengua y Literatura, habiendo además realizado posgrados en Perfeccionamiento en Corrección de Textos y en Redacción Institucional y Corporativa. Durante más de tres años ha sido Coordinador del Área de Comunicación Institucional del FyMTI (Festival y Mercado de Televisión Internacional). Ha dictado cursos y seminarios de literatura a nivel medio y universitario, y coordinado talleres de escritura creativa, escritura académica y cursos de apreciación literaria en centros culturales de su ciudad y del Gran Buenos Aires. En la actualidad se desempeña como corrector de textos y como prologuista freelance para diversos sellos editoriales. Desde 2009 colabora en http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene con artículos de crítica cultural y literaria. Fue incluido en la antología bilingüe español-italiano, “Italiani D’Altrove” (traductor: Milton Fernández; Rayuela Edizioni, Milano, Italia, 2010). De sus cuatro poemarios publicados, los tres primeros, “Por todo sol, la sed” (2000), “La gratuidad de la amenaza”  (2001), “Íngrimo e insular” (2005), lo han sido por Ediciones El Tranvía, y el último, “La ciudad con Laura” (2012) por Sediento Editores. En febrero del año en curso, a través de Editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional , apareció su ensayo “La poética surrealista. Panorama de una experiencia inacabada”.

 

 

 

 

          1 –—Arranquemos esta charla, Flavio, con una breve descripción del entorno familiar en tu provincia natal, si todos se trasladaron a Buenos Aires o si sólo vos te viniste, y cuándo y cómo se fue sucediendo ese traslado.

 

          FC — Nada indicaba que mi nacimiento en la ciudad de Córdoba se iba a transformar en un hecho aislado y casi fortuito, sin embargo, el destino así lo tenía preparado. Mis padres estaban afincados ahí desde hacía varios años, pero al poco tiempo de haber yo llegado al mundo decidieron separarse (al parecer, en vez de traer un pan bajo el brazo, traje a sus vidas el cisma y la discordia). Mi padre, italiano, se quedó en Córdoba algunos años más; mi madre, ecuatoriana, viajó conmigo y con su madre (no se asuste, Rolando, me refiero a la madre de mi madre, no a la suya) a Santa Cruz de la Sierra , Bolivia, donde fui bautizado. Antes de volver a la Argentina pasé con ellas todavía una temporada en Ecuador. Finalmente, aterrizamos en Buenos Aires. Si mal no recuerdo, fue en 1977. Sí recuerdo bien el Mundial de Fútbol del año siguiente, los festejos alrededor del Obelisco —con sus bocinazos y gritos y cantitos— y el llanto inexplicable en el que prorrumpí al verme en medio de tan insensato espectáculo, llanto que el tiempo y la historia después me aclararían.

 

 

 

          2 — Contemos que estuviste dedicado a la música. ¿Durante qué lapso, de qué modo? ¿Con qué tipos de música te has ido sintiendo más próximo desde tu infancia hasta la actualidad?

 

          FC — Así es, estuve ligado a la música desde muy temprana edad. En primer lugar, como oyente (confieso que sigo siendo un melómano irredento); en segundo lugar, como compositor e intérprete. Toco algo la guitarra y canto, lo segundo —según dicen— medianamente bien. Pasé por varios estilos musicales, trazando una curiosa parábola que va del punk rock al jazz, y que pasa por el hard rock, el soul  y el funk. Desde luego, me quedo con lo último que hice, ya que tengo una marcada inclinación por la música negra. La música clásica por su parte, en especial Beethoven, siempre fue el refugio al cual retornaba luego de una dura jornada. Fue un período de más de quince años que me brindó muchas satisfacciones, incluso de aquellas que no me convendría mencionar. Sin embargo, me distrajo de mi actividad literaria e intelectual, que es lo que realmente me define y me completa.

          Considero, Rolando, que la música es la más completa y sublime de  las artes y, por tanto, que las demás deberían imitarla. En mi caso, cuando escribo, intento que mis textos estén de alguna forma atravesados por la música, ya sea sometiendo la eficacia del verso o el período elegido a una natural y universal eufonía, ya sea simplemente haciéndola aparecer como asunto. “Ama tu ritmo y ritma tus acciones”, decía el pitagórico Darío, pues bien, a mí no me quedó más que obedecerlo. Aunque no siempre lo logro en los ensayos; los datos duros que recopilo usualmente carecen de melodía, y admito encontrar muchas veces cierta desafinación en mis conceptos.

 

 

 

          3 — Durante un período del “legendario” ciclo de poesía “Maldita Ginebra” acompañaste a su fundador, Héctor Urruspuru, en la conducción. Un ciclo que tuvo muchos tramos, varios coconductores y una sostenida singularidad. Es bastante probable que allí nos hayamos saludado por primera vez, en los últimos años de nuestros tan argentinos y descalabrantes noventas. Ese “ciclejo” —al decir del propio fundador—  merecería no sólo lo que módicamente  te voy ahora a pedir —una semblanza, tus recuerdos como asistente y como coconductor—, sino un verdadero ensayo (y vos serías, considero, el más idóneo para producirlo).

 

          FC — Sin dudas, Rolando, y es una asignatura pendiente, aunque desconfío de mi capacidad (no así de mi desfachatez) para llevar adelante tamaño proyecto.

           “Maldita Ginebra” fue un ciclo excepcional. A fines de los años 90 supo ser un nicho de resistencia cultural que le daba a la poesía de los márgenes un lugar de preeminencia. Esto, claro está, en un contexto socioeconómico complejo que permitía que muchos jóvenes  (y no tan jóvenes) vieran en la poesía una alternativa a la realidad asfixiante que los relegaba día a día. Conjeturo que ése fue el sello distintivo del ciclo, pero también el del gran poeta Héctor Urruspuru, amén del resto de particularidades que hicieron de esa propuesta una leyenda.

          Guardo muy gratos recuerdos de esos años. Conocí ahí mucha gente valiosa (amigos que aun hoy conservo, como vos, como también gente entrañable que se ha ido). Cada vez que pienso en “Maldita Ginebra” me sobreviene una inenarrable sensación de camaradería. Por razones que no vienen al caso señalar tuve que alejarme de la coconducción, pero seguí yendo en calidad de espectador en sucesivas oportunidades. Entiendo que el ciclo continúa, y de seguro continuará mientras que Héctor esté con vida.

 

 

 

          4 — La vez que me invitaron a leer al ciclo “El Zoológico de Poetas” me parece que no estabas en la conducción. Como sea, coordinaste allí junto a Coni Banus e Ignacio Osorio. ¿Cómo evaluás ese paso tuyo? ¿Y cuándo integraste la “Contraferia del Libro”? ¿En qué consistió, en qué año, cómo fue planificado ese ámbito de “resistencia”, por quienes? Y enlazando con la pregunta anterior, ¿no has fantaseado con la concepción de un trabajo reflexivo sobre los alcances de los cafés literarios, ciclos de narrativa, festivales de poesía?

 

          FC — Mi participación en “El Zoológico de Poetas” fue en principio tangencial. De hecho, recién estuve de manera regular en el último tramo del ciclo. Posiblemente por eso no nos hayamos visto cuando fuiste invitado a leer. No obstante, estuve. Hay fotos que pueden probarlo.

          Pese a su nombre, el Zoo en algún punto quiso brindar una propuesta un poco menos “salvaje” que la que ofrecía “Maldita Ginebra”, pero para nada acartonada, como pueden serlo otros ciclos del ambiente. Coni e Ignacio son excelentes conductores, dueños de una dinámica interpersonal envidiable. Ellos le aportaban una cuota extra a todo lo que ahí ocurría. Creo que mi modesta contribución estribaba en darle un “toque intelectual” al negocio, algo que, por supuesto, ninguno de nosotros tomaba demasiado en serio. Los chicos continúan con el Zoo en otro lugar, ya que “El Empujón del Diablo”, que era donde se realizaba el ciclo inicialmente, cerró por razones asimismo “diabólicas”. Recuerdo que el poeta Gerardo Lewin también colaboró con nosotros en algún momento.

          La Contraferia del Libro fue otra cosa, algo que quizás empezó como una bravuconada de borrachos, pero que paulatinamente fue convirtiéndose en una causa con muchos seguidores, tal como ocurre, sin ir más lejos, con la mayoría de las gestas. Pues bien, la idea de la Contraferia del Libro surgió también a fines de los 90, y fue llevada a cabo, por más de dos años, por un grupo conformado por poetas, docentes y estudiantes (dentro del cual estábamos, entre otros, Esteban Charpentier, Héctor Urruspuru, Daniel Perrota, Esther Pagano, Horacio Pérez del Cerro, Ignacio Osorio y un servidor). El reclamo que le hacíamos a los responsables de la Fundación El Libro se basaba en lo siguiente: entrada libre y gratuita, posibilidades concretas de difusión para los autores jóvenes y para las pequeñas editoriales, y un programa inclusivo de actividades, sin costo adicional, para cualquiera de los posibles visitantes a su evento central. De más está decir que la Fundación intentó acercar posiciones ofreciéndonos un puesto dentro de la Feria.  Ofrecimiento que fue instantáneamente rechazado. Un libro de adhesiones, donde constan, entre otras, las firmas de Olga Orozco y Federico Andahazi —gente que en principio integra el gran mercado del libro, pero que supo solidarizarse con nosotros— es lo que queda como legado de esa fantástica ocurrencia.

         Ahora bien, más allá de la experiencia de la Contraferia , está claro que  la Feria del Libro de Buenos Aires opera como un agente difusor del concepto hegemónico de cultura. Es por eso que, aún hoy, me parece válido revisar críticamente lo que ese gran símbolo de la industria cultural representa. Digo, si en verdad queremos darle un definitivo sentido de emancipación a la cultura y liberarla así de su condición histórica de fetiche.

          En fin, tarde o temprano voy a tener que escribir acerca de todo esto, y por qué no también acerca de los ciclos literarios, como bien me sugerís. Intuyo que son temas que de una u otra manera están relacionados.

 

 

 

          5 — En 2006, además de participar como conferenciante en las Jornadas de Poesía para Docentes, organizadas por la Asociación de Poetas Argentinos, realizadas en la Legislatura Porteña , viajaste a Cuba invitado por la Revista “Casa de las Américas”, representando a la publicación uruguaya “Diégesis”, donde colaborabas como columnista. Por un lado, Flavio, me gustaría saber cómo han repercutido en vos estas experiencias, y por otro, cómo aquella otra en 2009, cuando convocado por el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), participaste en las mesas redondas acerca de Literatura de Vanguardia en Latinoamérica.

 

          FC — Sí, tuve la suerte de participar en diversas actividades de debate y reflexión, cosa que agradezco enormemente, ya que no concibo el trabajo poético sin la posibilidad de pensar y desarrollar una teoría que lo justifique, y que ésta, a su vez,  pueda exponerse ante un público más o menos receptivo.

          La jornada organizada por APOA, por ejemplo, fue muy interesante en ese sentido, ya que me permitió evaluar en tiempo real el alcance de mi exposición. Recuerdo haber preparado un material escrito sobre el papel de la imagen y la metáfora en los textos poéticos que se distribuyó entre los casi doscientos asistentes (dignas maestras argentinas en su mayoría). Creo que el resultado fue positivo, al menos no recibí ningún insulto.

          Mi viaje a Cuba se llevó a cabo en el marco de la gira presentación de la revista “Diégesis”. Gracias a esto, no sólo conocí la isla, sino también a Roberto Fernández Retamar, quien me felicitó por mi libro “Íngrimo e insular”, aunque cuestionó, no sin ironía, el epígrafe de Guillermo Cabrera Infante que elegí. Afortunadamente, para tranquilidad de CNN, no sufrí ningún apremio ilegal por parte de los temibles cubanos.

          En Oaxaca fui panelista en una mesa dedicada a vanguardias latinoamericanas, que proponía abordar temas tales como el sentido de la poiesis continental, la interrelación americana entre mito y relato histórico, la actividad del escritor como actividad filosófica, el valor del juego como actividad reveladora de otras realidades, la reivindicación de una estética latinoamericana y el desarrollo de una teoría crítica integradora que pueda dar cuenta de ella. Pero como te imaginarás, Rolando, mi intervención se limitó a hablar de mí, puesto que soy el único tema que domino con mediana idoneidad.

          Dejando las bromas de lado, y tal como creo haberlo expresado más arriba, considero que este tipo de actividades son el correlato necesario para quien se dedica tanto a la crítica como a la creación literaria. Resta decir que espero que instancias como las que describí se sigan realizando a lo largo y a lo ancho de nuestro continente, fundamentalmente en tiempos convulsivos como los que corren.

 

 

 

          6 — En el prólogo de tu primer libro, el poeta Daniel Barroso afirma: “Los temas recorren la impronta metafísica; la vulnerabilidad de las cosas, el imaginario personal y una cosmogonía entre solemne e irrespetuosa. La sorna y el sarcasmo, prodigan un equilibrio inestable…”, y en el prólogo del segundo, advierte el poeta Horacio Pérez del Cerro: “El mundo debería tener la prudencia de no molestarle las espaldas a Crescenzi […], incomodarle con sonseras como la esquirla cotidiana, el estampido de su propio silencio”. ¿Cómo considerás que prosiguió tu poética en los siguientes dos libros publicados, y en lo que tengas inédito? Y, claro, si tenés ya algún poemario listo, ¿cuál es su título?

 

          FC — Bueno, a decir verdad, creo que los primeros dos libros fueron intentos, búsquedas de una voz, digamos, personal. El resultado es apenas anecdótico.

          Mi primer libro me parece hoy por hoy completamente extraño, escrito por alguien que no tiene nada ya que ver conmigo. Creo que el germen de lo que sería una estética propia sólo puede verse en uno o dos poemas. Coincido, no obstante, con las palabras de Daniel, quien quizás por generosidad, quizás por los vinos prometidos, supo definir aspectos que aún hoy persisten en mi escritura (y quizás incluso en mi vida), sólo que en aquel entonces no sabía bien cómo plasmarlos.

           “La gratuidad de la amenaza” fue algo diferente. En ese libro intenté abandonar la retórica que predominaba en el primero en beneficio de una poética más agresiva, donde los elementos surrealistas que supuestamente me caracterizan comenzaban a ordenarse y a mostrarse. Fue un libro profético en algún punto. Su aparición coincidió con el fatídico 2001 y creo que en cierta forma sus páginas están impregnadas del espíritu insurrecto de la época.

          “Íngrimo e insular” fue un libro meditado, un libro que podríamos tildar de conceptual. Es con el que llegué a encontrar mi propio lenguaje poético, la gramática personal tan arduamente perseguida. De hecho, lo concibo como mi primer libro verdadero, aunque sé muy bien que fue la síntesis de un proceso dialéctico constituido por “Por todo sol, la sed” (la tesis) y “La gratuidad de la amenaza” (la antítesis). A partir de ahí, tomé plena consciencia de lo que quería hacer con mi escritura, escritura barroca, surrealista, latinoamericanista, a contrapelo de las modas imperantes, si se quiere, pero mía.

          “La ciudad con Laura” sólo se publicó en México y, por lo que tengo entendido, tuvo bastante aceptación. Estuvo en la Feria del Libro de Guadalajara el mismo año de su aparición e incluso estuve invitado por el editor para hacer una presentación, aprovechando el auspicioso contexto. Mis compromisos laborales me impidieron asistir. Con respecto al contenido, sólo puedo decirte que sigue la estética del poemario anterior, con la diferencia que en el último incluyo prosas poéticas (de largo y corto aliento). El título alude, como podrás apreciar, al libro [“La ciudad sin Laura”] de Francisco Luis Bernárdez; sin embargo, la pequeña diferencia que se advierte marca una distancia no sólo vivencial, sino también estilística. Mi ciudad cuenta con una Laura (mi mujer), y mi estilo difiere ostensiblemente del de Bernárdez. En definitiva, se trata de un libro intimista y metapoético, y quizás también un intento de polemizar con un difunto.

          Un quinto libro está en preparación.  Probablemente lo titule “Jazz mood”, y constará de breves textos en prosa que, por un lado, le rindan homenaje a las grandes figuras y temas de este género que me apasiona, y por el otro, den cuenta de lo que el jazz me produce como escritor y como ser humano. Un trabajo que remite a mi pasado y a mis gustos musicales.      

 

   

 

          7 — ¿Qué se siente —más allá de la obvia satisfacción—, que unos meses después de su edición (y con el respaldo de la Biblioteca Nacional de la República Argentina ) ande socializándose tu primer volumen ensayístico? ¿Prevés la reunión en otro de tus artículos publicados en la Red ? ¿Cómo podría titularse ese volumen?

 

          FC —Honestamente, Rolando, siento que un círculo por fin se cierra para que otros, inimaginables, comiencen a abrirse. “La poética surrealista. Panorama de una experiencia inacabada” fue el resultado de una serie de cursos que dicté sobre el tema durante 2012 y 2013. Desde luego, ante la propuesta por parte de Editorial Quadrata de hacer un libro, me esmeré para darle un poco más de enjundia a los apuntes que oportunamente le había preparado a mis alumnos. El producto final es bastante atractivo, sobre todo porque le ofrece al lector la posibilidad de tener un muestreo bastante amplio del movimiento surrealista; pensá que es el único libro publicado en la Argentina que se ocupa del surrealismo desde su protohistoria, auge y caída en Francia, hasta su paso por España,  Latinoamérica y Argentina. No es la primera vez que la editorial trabaja con la Biblioteca Nacional , sin ir más lejos, ahí tenemos la conocida colección Pensamientos Locales. Pues bien, mi libro integra una colección similar, llamada Claves de Lectura.

          Con respecto a mis artículos publicados en la Red , confieso que sí me interesaría reunirlos en un libro alguna vez. Podría llamarse “Elogio del buen lector”, o algo así. Creo que hay material de sobra. No sólo están los artículos que escribo para la Tecl @ Eñe, por ejemplo, sino también algunos prólogos sueltos que me parecen rescatables. Pensar que a la Tecl @ la conocí por vos, Rolando, por tu intermedio, por tu desinteresada gestión.

 

 

 

          8 — En una entrevista “sin desperdicio” que Federico Zambrano realizara a Daniel Freidenberg, éste declara: “Una de las cosas de las que más me alegra haberme desprendido es lo que llamo “la política de la poesía”. Y después explica lo que para él sería ese concepto. ¿Qué sería para vos, Flavio, a qué te remite “la política de la poesía”?

 

          FC — Qué interesante. Estoy familiarizado con el concepto de “poesía política” (aunque quizás toda lo sea), pero no con el de “política de la poesía”. Supongo que tiene que ver con el lobby que hacen ciertos poetas con los grupos de poder, con las camarillas que supuestamente otorgan consagración y prestigio. Aunque parezca mentira, este tipo de prácticas existen en el mundillo literario y a veces alcanzan ribetes de profundísimo descaro. En los ochenta y noventa esto era moneda común. Hoy en día quizás haya adoptado formas más estilizadas.

 

          9 – Muchos escritores han sido alguna vez “libreros”, vendedores de libros, propietarios de alguna librería o han tenido a su cargo un puesto de compra, venta y canje de libros y revistas en Ferias Artesanales o conjunto de puestos totalmente del rubro (una: en nuestra porteña Plazoleta Primera Junta). Vos lo has sido. Y con diversidad de tareas. Te pido que compartas con nosotros dónde lo has sido, cómo te fue, qué te pasaba cuando facturabas literatura basura o autoayuda.

 

          FC –  Fui librero por un período de aproximadamente doce años. Los primeros diez como empleado; los últimos dos como dueño de una pequeña librería que no obstante tenía  elevadas pretensiones. Cometí desde un principio el error de creer que una librería era un templo del saber y de la cultura, cuando, en el mejor de los casos, es un lugar donde se venden libros.

          Desde luego, los libros que más se venden no son los que uno recomendaría. Esto es un hecho sin lugar a dudas frustrante, hecho que no supe afrontar siquiera cuando tuve mi propio local. Supongo que tiene que ver con lo que hablábamos antes, digo, con  la industria cultural y con la dinámica que exhiben sus múltiples manifestaciones.

          Por otra parte, saber que mucha gente está dispuesta a pagar una cifra descomunal por un libro de autoayuda o por una novela de suspenso mal traducida, pudiendo adquirir por menos de la mitad de ese precio alguna buena obra literaria o filosófica me llena de indignación. Ni hablar de la venta de poesía. Cuando decimos que “la poesía no se vende”, no sólo estamos haciendo alusión a las virtudes éticas del género, sino también a una incontrovertible estadística de mercado. 

 

 

 

          10 – ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

 

          FC –  Considero que todo autor, independientemente de las influencias que haya recibido, debe procurarse un estilo. Ahora bien, no debemos confundir “búsqueda de estilo” con “esteticismo”. Lo segundo, en efecto, paraliza, y hasta conspira en contra del lector. 

          Creo que lo que a veces sucede es que las “maneras” se vuelven “amaneramiento”, y esto hace que el autor se vea poco creíble, poco genuino. Ocurre con frecuencia también algo distinto: que el lector, acostumbrado a formas más bien simples, ve cualquier intento de superación discursiva como un exceso, como un innecesario barroquismo. Resabios, pienso yo, de la lógica utilitarista en la lectura poética que, por el contrario, debería ser plenamente desinteresada.

 

 

 

*

 

 

 

Flavio Crescenzi selecciona para esta entrevista, en 2014, seis poemas de su “La ciudad con Laura”:

 

 

 

 

Arte poética

 

                                                                       Escribir, pintar, hacer arte es sorprender la cosa en su momento metafórico.

                                                                                                                                                     Francisco Umbral

 

 

 

 

este puño de óleos y tijeras

esta tinta de hambrunas transformada

el gozo estrellándose en el lienzo como una gran prudencia

se agitan frente al aire y aire azul son en su idioma

porque la lengua es ya palabra que mancha sus raíces

 

de ser cierto el ojo y su arrebato

el mundo sería un  mantel de furias o dinteles

piedra inacabada que habremos de esculpir en los follajes

con una ausencia de aves provisoria

hasta que nos llueva un puente de azúcar o silencio

 

es en lo blanco en donde el papel se abriga

se asoma mercenario del alba con sus frases

como un dilema de astucias entrando en su coherencia

y una música de ámbar o cuchillos

a punto de confesarnos en ciernes su bravura

 

mirar la tarde de la letra en su apogeo

tardes de niños pecosos y en polainas

dándome ya un bullicio pueril de arroyo intacto

miel que se me antoja un suave aroma

para que el color adquiera su forma verbal definitiva

 

 

 

*

                        

 

 

 

Paisaje de lluvia y flânerie

 

                                                                                                        La lluvia registra los días hasta el fondo de los ojos

                                                                                                        que viajan a la velocidad de los ritmos conocidos

 

                                                                                                                                                                  Juan Larrea

 

 

fluye una saliva vertical un tiempo roto

tiempo o quejido quebrándose en dos ya por el aire

temblor seguro o mancha o pliego yerto

ojos rapaces en marcada actitud mesopotámica

sutiles ojos anteriores a la invención de la imprenta

 

la lluvia es una maltrecha realidad de bronce y humo

el día es un sopor ardiendo incluso más por sus costados

un giro gris un improbable y último drenaje

luctuoso rostro que le lame los labios al hastío

porque el hastío es ahora un saco de azúcar y hemorragias

 

no alcanza ya la música ni el labio demorado

el día irrumpe livianísimo con sus frailes y sirenas

las calles insisten en huir al sur por otras calles

como serpientes únicamente hambrientas de su espejo

ya que no hay más ventanas dispuestas al sólido beso de un ladrillo

 

fluye una saliva vertical un tiempo roto

una flauta dibuja la lluvia que las palomas inventan

 

 

 

*

 

 

 

Oda a Enrique Molina

 

 

y justo al decir amor hermano mío

el mediodía se nos cagó de risa en pleno rostro

abrió sus venas como exclusas o calandrias

porque sabía que un barco se llevó nuestros nombres en su huida

y porque no hay incesto mayor que el del viento y el oleaje

 

la memoria danza todavía sobre sus pájaros largos

como en una serie tropical de goce indefinida

y es tan vegetal el cuello amado su piel su cabellera

tan beduina su ansia cuando se nos escapa el mundo

que es imposible no fundirse esperanzado a los caprichos del verbo

 

yo comparto tu sed tu mar tu laberinto

me inmolo en los papeles tardíos de mi hartazgo

surco las normas con un espanto dulcísimo

hasta que podamos pintarle en los párpados al planeta sus temblores

ni bien un volcán se haga riesgo o beso en mis heridas

 

tu nombre guarda en sus tres sílabas una amistad y un guante

es menos una mano que un racimo de dedos señalando

señala puertos cuando son tímidos adioses o pañuelos

la materia vuelta espejo o agua o sueño esquivo

el breve salto a lo profundo del que hablaban las sirenas

 

 

 

*

 

 

 

 

Nocturno de fuego y de caballos

 

 

                                                                             Un caballo que relincha es un alma en pena, y es también un metal noble.

                                                                                                                                                           Eduardo Chicharro

 

 

 

 

qué clase de sombra piafa ahora por los callejones nocturnos

qué asordado tropel de amianto o de topacio

si hay crines azules clavadas a lo ancho de mi sangre

metálicos cascos por mis venas de azufre cabalgando

como si fuera yo también un hipódromo de cobre que no duerme

 

ya he dicho que galopan millones de equinos por mi sangre

que un triunvirato de furias se escapa azul por mis rodeos

que no tengo más audacias en mi lengua que un quebranto

durísimo quebranto que en su sed de tropa se apresura

arrasando a su paso con el frío mineral y la prudencia

 

a veces el destino de mis lágrimas asciende

al nivel del éter del mar del plenilunio

corrompe con su asfixia las ventanas

y unos párpados se cierran ya dolidos

al tiempo en que el metal se funde con un nombre

 

qué clase de sombra piafa ahora por los callejones nocturnos

una que ampara en su espuma sus relinchos

 

 

 

*

 

 

 

 

Retorno

 

 

entre temblores entre dulces espesuras

urgida de vaivenes y mareos

de hilos que atan lo inefable

volviendo al filo de tu voz que se proyecta

hilo a filo de seda o alfil triste

fijando un punto de mármol en el cielo

moviendo el tiempo de tus besos a mi carne

así volviste

 

mirando el negrísimo mar que ya se enarca

con un desdén de luna forajida

con un relieve de arena en cada mano

jinete o montura de tu cuello

público templo que en soledad se arriesga

a la faena de ser alma en voz que trina

a recuperar sus propias odiseas

así volviste

 

siendo rumor de lo que fuiste entre mis brazos

sabor de almíbar en mi lengua

página erguida que busca su palabra

y es más palabra azul que tanta búsqueda

con ojos entregados al asombro

con esos ojos que hablan cuando besan

pan para mi hambre remotísima

así volviste

 

y volviste sin nunca haberte ido

con eso de fragancia o de postales que tienen los regresos

con tímidos anhelos de gloria en los bolsillos

un sol en cada dedo y un milagro

cuerpo que pasa silbando mi nombre más secreto

tren que hace escala en todas mis certezas

y en cada una suben más con su gran carga

llena de mí para llenarme

así volviste

 

 

 

*

 

 

 

 

Tríptico de éxodos

 

I

 

    Las piernas te pesan como mares, tu espalda carga con cientos de molinos (molinos de fuego como aspas, molinos de prisa o de silencio), un toro impenitente suplica por más campo, y el campo es un oleaje de truenos que te nombra. Las madres que te niegan se esfuman como humo, tu mano es un pájaro que aferra ya tu cuerpo, este níveo cuerpo que devoro, hoy te duelen de furia tus ojos de metralla.

 

II

 

     Ya nada se asemeja al claustro o las plegarias, esos ritos de insomnio y de temblores que seguías, te han visto las lunas llorando un gran desierto, de fósiles y lava, de aire o pesadilla (ay, corcel de mármol que cabalgo, lienzo o herida), como si alguien mereciera inmolaciones de suelo y de derrumbes. La palabra esconde otras palabras que detonan más palabras sin atajos, familia esconde fámulo o siervo o mayordomo, la huida es un verso pintando sus urgencias con saliva.

 

III

 

    Los días pasan díscolos como un arroyo afilado, le cantan loas a tu carne, se estilizan, como si ya hubiese un punto de quiebre en cada astro o astros azules se entregaran al asombro. Bisagra de tu historia es esta historia, sopor de alba o luz que llega, marea anclada a un horizonte de melindres. Mi brazo se adhiere a tus reservas, a tu dolor se suma, nada como un perro al punto abierto en que te beso, y hay más beso en el mañana que se abre, coros que ensayaron su entonación en un crepúsculo.

 

 

 

*

 

 

 

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Flavio Crescenzi y R. R., 2014.

 

http://www.revagliatti.com.ar/030922.html

www.about.me/rrevagliatti

 (si los enlaces no funcionan correctamente, copiar y pegar en ventana del buscador) (el problema no son los enlaces sino el servicio que brinda fullblog)

 

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publicado por islanegra a las 08:35 · 3 Comentarios  ·  Recomendar
 
10 de Septiembre, 2014 · General

Norma Etcheverry: sus respuestas y poemas


 
Entrevista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
 
  
 
Norma Etcheverry nació el 5 de mayo de 1963 en Ranchos, provincia de Buenos Aires, y reside en Ringuelet, localidad del aglomerado urbano Gran La Plata, en la citada provincia. En 1981 fue cuando se mudó a la ciudad de La Plata, en cuya Universidad Nacional de La Plata (UNLP) se graduó en la carrera de Periodismo. Publicó los poemarios “Máscaras del tiempo” (1998), “Aspaldiko” (2002) y “La ojera de las vanidades y otros poemas” (2009). Con el título “Lo manifiesto y lo latente” fue incluida en 2011, dentro de la colección “Cuadernos Orquestados”, dirigida por Abel Robino, una muestra de sus poemas concebidos después de 2009. Inédito permanece el volumen “La vida sin O.”, de poesía y relato breve, como así también“Viajar, leer, inundarse”. Actualmente trabaja sobre un poemario  (“México”) y una novela breve que aborda el amor y la política. Textos suyos fueron traducidos al francés, euskera y portugués. Invitada participó, por ejemplo, en el Primer Festival Internacional de Poesía “San Nicolás de los Arroyos”, en el Quinto Encuentro Poético (ciudad de Buenos Aires, abril 2010:http://es.calameo.com/read/00064806894a6df53cc91 ), en la Feria del Libro y de las Artes de la ciudad de Berazategui, en el Encuentro Argentino de Poesía Rosario 2012, en el Festival de Poesía ABBApalabra, en México. Poemas y comentarios bibliográficos de su autoría aparecieron en medios gráficos y digitales: Diarios “El Día” y “Diagonales”, de la ciudad donde reside, Revista “El Espiniyo” de la ciudad de City Bell, “Jornal Rascunho” y “Folha de San Pablo” de Brasil, entre otros. 
 
 
 
 
          1 – Ranchera de nacimiento, infiero por lo que he pesquisado,  que por decisión familiar te criaste a 45 kilómetros de la Capital Federal, en Alejandro Korn, y ya más por “imperio de las circunstancias” en tu adolescencia te vas unos 15 kilómetros más lejos de la Capital y allí te quedaste. Norma: tu familia, tus raíces, tu entorno…
 
          NE – Efectivamente, nací en un pueblo rural llamado General Paz (Ranchos), donde vivía “gente de campo”, con sus costumbres, sus creencias, sus sueños y  sus limitaciones. Por razones familiares, a mis seis años nos mudamos a Alejandro Korn, que si bien es también un pueblo provinciano, tiene más que ver con la ciudad que con el campo. Alejandro Korn es “el último cordón del conurbano hacia el sur”, y el contacto con la Capital era, ya en aquella época, muy  frecuente. La diferencia de idiosincrasia con Ranchos  fue algo que me marcó para siempre. En una novela que escribo y reescribo (hasta que me decida a “expulsarla” de mí), la primera línea narrativa recorre la oposición campo-ciudad y las antinomias que se me plantearon en la vivencia cotidiana desde entonces, en las cuales consciente o inconscientemente identifiqué el interior con el radicalismo  y el  conurbano  con el  peronismo. Esta cuestión implica otras  menores (o no tanto); por ejemplo, el hecho de ir a un colegio religioso en Ranchos, donde había ciertos lujos como un gran piano en la sala de música, y, por otro lado, asistir después a una escuela que me sorprendió por las modestas instalaciones y la situación económica de mis compañeros. Pero no me disgustó, al contrario, guardo en mi memoria algunos recuerdos entrañables, como cuando llegaba la hora del mate cocido con leche, en esas aulas de madera sin estufas durante las mañanas heladas del invierno. Yo fui allí sabiendo leer de corrido, mientras que la mayoría aún estaba aprendiendo, así que muchas veces me tocaba efectuar la lectura del día desde un libro que nunca olvidé: se llamaba “Caleidoscopio” e intuyo que incidió esa obra con mi pasión por viajar y compenetrarme con otras geografías y otras gentes. Cada capítulo se refería a un lugar o situación distinta, y para mí, exótica. Ya el caleidoscopio giraba y enfocaba una tribu del Amazonas, ya apuntaba en dirección a los Andes mientras San Martín cruzaba la cordillera, ya caía en medio del Círculo Polar Ártico, donde un grupo sami se deslizaba en trineo por el hielo de Laponia. Fomentó mi curiosidad; y mi entusiasmo por la  lectura.
          Otra cuestión que me marcó entonces tiene que ver con el mundo de los hombres y el de las mujeres. Me crié en una familia de mujeres fuertes, algunas por carácter (como mi abuela y mi tía, la única hermana de mi madre), y otras por necesidad, como mi madre, que tuvo la osadía de divorciarse y enfrentar sola la vida con cuatro hijos  (tres, varones). He aquí que también me imbuí del mundo masculino. Además, en el campo quedó mi familia paterna, compuesta de padre, tíos y primos, de sangre vasca y pocas palabras. Alterné entre ambos mundos gran parte de mi infancia y toda la adolescencia, y ese ir y venir me abrió interrogantes sobre los que indago todavía.
          Cuando terminé la secundaria, coincidieron algunas razones familiares para que, otra vez, nos mudáramos de ciudad, ahora a La Plata, donde vivía mi tía materna, una mujer emprendedora, de mucha personalidad, que muy pronto supo qué hacer conmigo y conseguirme un empleo público que me permitió estudiar y aprender a manejarme en un contexto de relaciones más complejo que el que yo conocía. Así, apenas con dieciocho años, ya trabajaba en el Ministerio de Economía mientras estudiaba Periodismo. Con la llegada de la democracia, participé en política y casi sin proponérmelo me encontré muy cerca de la entonces vicegobernadora Elva Roulet, otra mujer “fuerte”; por lo menos lo fue, simbólicamente. En esta instancia, aparece en mi esquema de pensamientos y acción, el tema del poder. De hecho, a menudo viajaba con ella a pueblos del interior como aquellos en los que yo había vivido, y observar las necesidades de la gente desde el escenario o desde la ventanilla del auto oficial, me producía una contradicción terrible. Volvía la antinomia peronismo-radicalismo, también en lo personal, ya que me enamoré de hombres peronistas (traicionando a mi padre, supongo) de los que después me separé. El amor también fue siempre oscilar entre dos mundos.
 
 
          2 - ¿Cómo “te explicarías” tus búsquedas formativas en Derecho, Letras, Filosofía, Técnicas de Psicodrama en la Escuela de Psicología Social, curso de Yo-auxiliar en la Asociación de Psicodrama, dibujo y pintura en los talleres de Manuel Oliveira y de Hebe Redoano, acercamientos a la interpretación de la Kabalah, seminarios de Cine y Literatura, así como sobre Nietzsche, o Estética, o sobre “Lo queer en la literatura del cono sur”, taller con Alicia Genovese en la Casa de la Poesía…?
 
          NE - Voy a empezar contando una breve anécdota. Cuando estaba en sexto grado, creo, debí abocarme a la redacción diaria y el título convocante era “Nerón incendia Roma”. Al día siguiente me llamó la vicedirectora para felicitarme: tuve por primera vez conciencia del acto de escritura en relación a los otros: me obsequió un hermoso cuaderno de tapas duras y me dijo “tenés que escribir tu diario”. Eso hice, y en uno de esos cuadernos (ya estaba en la secundaria), afirmé que estudiaría Psicología o Letras. Sin embargo, instalada en La Plata vine a estudiar Relaciones Públicas, y ese año los cursos estaban suspendidos, la carrera de Psicología no existía (se había cerrado durante el Proceso) y por alguna razón que no comprendo no opté por Letras. Terminé  en Periodismo, sin una verdadera vocación, aunque siempre lo asocié con el oficio de escribir, lo que me dio una formación bastante amplia. Mientras participé en  política estuve unos años en Abogacía, pero estudiar códigos de memoria me aburría. Por fin, decidí anotarme en Letras para cursar las Literaturas (argentina, alemana, francesa, española, clásicas, etc.), porque leía mucho y desordenadamente. Cursé las materias de Teoría y de Crítica Literaria, Filología y  optativas de Filosofía. No tengo una vocación definida; procuré buscar, hacer lo que sentía que era el camino por donde tenía que transitar para nutrirme. El psicoanálisis, la Cábala, Nietzsche o mezclar colores en un lienzo mientras leía las “Cartas a Theo” de Vincent Van Gogh, fueron surgiendo a medida que andaba por la vida, y así es todavía. Cuando asistí al seminario de literatura queer fue porque estaba leyendo “Austria-Hungría” y me entero que José Amícola (con quien había aprendido mucho en la Facultad), iba a dar ese seminario en el que, entre otros autores interesantísimos como Copi o Marosa Di Giorgio, estaba Néstor Perlongher. Es una búsqueda constante de ese momento de plenitud, en el que “ser y devenir son la misma cosa”, como dice John Berger. Una “cacería de instantes”, con las palabras de Leopoldo Castilla, refiriéndose estrictamente a la poesía.
 
 
 
          3 - ¿Ejercés o has ejercido el periodismo de modo sistemático? ¿Es o ha sido tu actividad laboral redituable?
 
          NE – Desde 1983, como dije antes, comencé a trabajar en el Senado de la provincia. Me recibí y comencé a hacer prensa. Mi primera experiencia fue ésa, en lo institucional, y no demasiado imparcial puesto que era un equipo que funcionaba alrededor de un cargo político. Hice algunas incursiones en radio pero no era el periodismo lo que más me motivaba sino el acto de la escritura. El hecho de hacer periodismo político (y en cierto modo partidario) me limitaba, me enojaba. Recuerdo esos comienzos como muy en contradicción conmigo. Odiaba ir corriendo con un micrófono detrás de alguien para que se dignara contestar mis preguntas. Prefería las notas donde podía escribir serenamente, aunque fuera una pequeña colaboración en un suplemento. No obstante, tal vez por comodidad o por cierta seguridad económica preferí quedarme en el área legislativa, en vez de, por ejemplo, irme a Buenos Aires y abrirme camino en el  periodismo en una época en que, en La Plata, todavía se discutía la profesionalización; el diario “El Día” evitaba dar trabajo a estudiantes de Periodismo. Incluso la carrera, si bien era universitaria, no tenía rango de Facultad. Eso fue cambiando y no sólo no se discutió el periodismo desde lo académico sino que adquirió niveles impresionantes. A ello contribuyó el avance tecnológico: a mediados de los ‘80 lo más sofisticado era tener un fax y en pocos años, internet explotó.
 
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          4 – En esto de haber accedido a tu poética pero tener sólo algunos datos sueltos sobre vos, así operan en mí, sueltos, los datos referidos a que no sólo viajaste profusamente por nuestro país, sino que también visitaste Bolivia, Perú, Chile, Brasil, Uruguay, México, España, Italia y República Checa. Nos ayudaría a conocerte si evocaras aquellas “andanzas”.
 
          NE – Mi predisposición se habrá constituido por la vida un poco nómade que tuve, pero también por pura curiosidad. Cuando era chica, me quedaba a ver pasar los trenes en la vieja estación de Ranchos y me preguntaba por los pasajeros, adónde irían, qué historias tendrían esas personas que miraban un pueblo quieto en medio de la nada. Conservo enmarcada una nota de Luis Gruss, en una contratapa del diario “Sur”, de 1989, que se titula “Trenes porque sí”, en la que ilustra sobre la relevancia de los trenes para los pueblos y su mítica belleza. Cuando comencé a andar por el país y mi tren se detenía, en la noche, en estaciones solitarias desde las que se divisaba alguna lucecita prendida, en un pueblo, me veía a mí misma, niña, en la estación de Ranchos. Las primeras veces que salí del país fueron a Brasil, un país que aprendí a querer recorriendo sus vastas extensiones por tierra y leyendo las novelas de Jorge Amado. A los 26 años ya me había casado y separado, y decidí irme sola a Perú. Ahorré, pedí una licencia sin goce de sueldo y me fui por tres meses. Descubrí nuestro Norte maravilloso, Salta, Jujuy…, pasé a Bolivia, y después subí a Perú. Había conocido hacía muy poco al que sería el padre de mi hijo. Creo que me asusté, y por eso salí a buscar-me. Cuando llegué a lo más alto de la ciudadela, en ese paisaje imponente y celestial que es el Machu Picchu, con la Huayna Picchu enfrente (montaña vieja y montaña joven, tal lo que significa, con el Río Urubamba corriendo abajo…; allí, de pronto, supe que estaba dispuesta al compromiso afectivo y, fundamentalmente, a que, llegado el caso, tendría un hijo). Fue un gran viaje. Otro, aconteció cuando viajé a Euskadi, para visitar Iparralde, donde intuía estaban los orígenes de mis ancestros. Mi padre había muerto cuando yo tenía 18 años y mi tío abuelo vasco me decía palabras en euskera que nunca olvidé. Para entonces, ya había publicado “Máscaras del tiempo”, y en este viaje sembré la semilla de “Aspaldiko”. Cuando volví a La Plata, estuve un año aprendiendo la lengua vasca. Aspaldiko es una expresión del euskera que significa “cuánto tiempo sin verte”, y es un libro que busca raíces de España, pero también es mi libro más político, en el sentido en que, sin darme cuenta, está atravesado por la crisis de 2001 en nuestro país. Mientras tanto, seguí andando con mi hijo por toda la Argentina y Brasil. Recuerdo el verano de 2007, cuando hicimos el trayecto por tierra hasta Ushuaia. Su papá fue un hombre a quién amé profundamente y su desaparición física fue un quiebre para mí. De él aprendí una búsqueda singular atravesada por la psicología, el psicoanálisis  y (¡otra vez!), la política. No encontré más con quien dialogar –ese dialogar-, como lo hacía con él. La Patagonia seca y desértica fue como un bálsamo para mí, kilómetros y kilómetros de…; a veces, el mar. Después de cruzar hacia el Calafate y andar por el hielo del glaciar, bajamos hasta el fin del mundo.   
          Y hace poco cumplí el sueño de conocer Praga, lo que deseaba desde chica, cuando leía historias sobre los países que estaban “detrás de la cortina de hierro”, y sobre la Primavera de Praga; sobre la vida de Václav Havel, el dramaturgo que fue presidente, y  antes de eso, Kafka a través de sus “Diarios” más que de sus novelas, y supongo que Milan Kundera en “La insoportablelevedad del ser”. Viajar es como el segundo verbo, igual que escribir, aún antes que respirar. Ojalá pudiera más, pero no tengo medios para eso, ahorro lo que puedo y, cuando tengo vacaciones, aprovecho. En alemán, hay dos verbos que me gusta pronunciar, uno es  reisen, viajar, y otro es werden, devenir. Entre ambos, un lazo muy íntimo. El viaje, literal y metafóricamente, indica una búsqueda y en ese camino de buscar hay una transformación, algo deviene en otra cosa, generalmente superadora. El proceso es similar en el amor, en los vínculos, en la escritura. El viaje es el camino, como en el famoso poema de Constantino Cavafis: Itaca es el camino. Una vez, tendría diez o doce años, leí un artículo en las “Selecciones del Reader Digest” que narraba cómo un geólogo desquiciado había golpeado la estatua de la Piedad, fragmentando parte de su rostro y el brazo. Hace un par de años, cuando tuve a la Pietá frente a mí, detrás de un cristal, resguardada para evitar ataques salvajes como aquél, no pude evitar emocionarme. Lloré, pero creo que las lágrimas de mi niñez, cuando leí esa historia, se unían desde el libro a la realidad, como en el caleidoscopio que giraba y giraba hasta detenerse. Así, ahora, yo reúno mis partes en el tiempo.
 
 
 
          5 – “Poesía a la calle” fue una consigna que sostuviste en 1987 con Gustavo Caso Rosendi, Patricia Coto, Eduardo Rezzano, Susana Kakuyaku… Además de situarnos en los ámbitos donde se produjo, ¿cómo la caracterizarías? ¿Qué les dejó de grato y de insatisfactorio?
 
          NE –Éramos jóvenes y, en esa época, el mercado editorial nos quedaba lejos. Así es que la idea de hacer nuestros propios libros y ofrecerlos al transeúnte común, fue un hecho singular: el acto grupal “de unirse para”, con nuestros libros en mesitas improvisadas en medio de la Plaza San Martín. La gente nos miraba con curiosidad, no estaba acostumbrada a ver poesías expuestas en la calle. Lo hicimos varias veces en La Plata, y también en Berisso y Ensenada. Merece nombrarse a Esteban Tómaz, quien fue el gestor y puso mucho empeño, aunque también es cierto que cuando propuso pergeñar un reglamento para adecuarnos a un determinado funcionamiento, algunos nos alejamos. De esa época es mi amistad con dos grandes poetas de La Plata, cada uno en su estilo: Caso Rosendi, de quien estoy convencida que su libro “Soldados” es valioso en la transformación estética de un hecho histórico que jamás se olvidará: la gesta de Malvinas. El otro es Eduardo Rezzano, además músico, y cuyo estilo, imposible de encasillar, es original y desestructurado. Lo más grato de aquella iniciativa fue la camaradería, y al “reconocernos” alcanzar una noción de la entidad “poeta”. Por lo menos para mí, en cuanto recién empezaba a mostrar mis versos un poco más allá del círculo íntimo,  y ese ámbito me servía para reflejarme, para ver “dónde estaba parada” en esto de escribir. No había juicios entre nosotros porque la autoridad la tenía el tipo de la calle, la chica o  la señora que se paraba y rescataba algún poema de entre tantos. Insatisfactorio, nada, en todo caso, se aprende de los propios límites. Lo grupal no es fácil de continuar en el tiempo sin reglas de convivencia y, por otra parte, ¡es imposible pedirle a un poeta que acate las reglas! La idea de llevar la poesía adonde está la gente es algo que siempre me moviliza. Me gusta ir a leer a escuelas, cárceles, sindicatos… En los ‘90 hubo emprendimientos de escritores  más jóvenes que ya no están, como Mariano Ojea y Pablo Ohde. Versos lanzados desde avionetas, o afiches pegados en las paredes, fueron algunas de las propuestas. A partir de una iniciativa de la comuna por la que se editó una antología (en la que no participé porque la política y otras búsquedas me habían alejado de la poesía) se organizaron varios ciclos de lecturas que me ayudaron a reencontrarme con la gente. De esos ciclos, recuerdo especialmente el de “El Café de los Poetas”. Ana Emilia Lahitte iba a las lecturas y nos escuchaba y, en mi caso, como en tantos, ofreció su ayuda para divulgar mi poesía. En esa época conocí a Horacio Castillo, que nos recibió en su casa (yo fui con el querido César Cantoni) y conversamos largamente una tarde de verano hasta el anochecer; también a Rafael Felipe Oteriño, que ahora reside en Mar del Plata pero ama su ciudad natal.
 
 
 
          6 – ¿Algo que nos quieras trasmitir de lo que opinás de los Encuentros de Escritores y, en particular, del “Festival de Poesía ABBApalabra”?
 
          ET – Estoy persuadida de que, como decía Alberto Vanasco, “la verdad de la poesía es la amistad  de los poetas”, no porque la amistad sea más importante que la poesía, sino porque en esa amistad se forjan vínculos y se comparten instancias que nos hacen dignos de ella. Por supuesto, como en todas partes, hay mezquindades y ambiciones, pero a la larga caen las máscaras y queda lo esencial. Los encuentros son positivos en todo sentido. Si no somos soberbios y aceptamos reconocer el nivel propio y ajeno, eso, a mí me motiva a trabajar más, a leer más, a aprender más. El Festival de ABBApalabra en México me otorgó la satisfacción de leer mis textos en lugares como Matehuala y Real de Catorce, en la sierra huasteca, en San Luis Potosí, conociendo y alternando con poetas de otras geografías y de otras culturas. Fue intensa la actividad.
 
 
 
          7 – Mantuviste, entre otros, www.diagonalconverso.blogspot.com y la revista del mismo nombre que se distribuía por correo electrónico. Te propongo que nos reseñes esas iniciativas, quiénes fueron divulgados, durante qué lapso.
 
          ET – Mi objetivo era delinear una especie de diario (yo lo llamé “revistual”), que diera cuenta de las actividades de los poetas de la ciudad. Entre 2005 y 2007 se publicó la revista “El  Espiniyo”, dirigida por José María Pallaoro: entrevistas, ensayos como el que hizo Alejandro Fontenla sobre Héctor Viel Temperley, la aparición de poetas nuevos y “novísimos”, en fin, que sacudió la modorra platense y dejó documentado en soporte papel un material valiosísimo. A mí me provocó el deseo de hacer algo, una especie de intercambio informativo continuado sobre las actividades del  “mundillo”, para no perdernos de vista. Envié por correo un primer número en el cual aparecían poemas de Rezzano de su “Gato barcino”. En cada edición redactaba una nota principal sobre la escritura, el amor, el tiempo, la poesía femenina... Y transcribía versos de consagrados y desconocidos. Concreté varias ediciones entre 2007 y 2009. Fueron divulgados Horacio Preler, Néstor Mux, Roberto Themis Speroni, Mario Porro, Guillermo Pilía, Diego Roel, Martín Raninqueo, Eric Schierloh, Carlos Aprea, Norberto Antonio, Sandra Cornejo, Silvia Montenegro, Ethel Alcaraz, Olga Romero, Horacio Fiebelkorn, Lara Villaró... Y hubo un artículo sobre Matías Behety, que aunque nacido en Montevideo, Uruguay, en 1843, tras haberse radicado acá y fallecido en 1885, es considerado el primer poeta de La Plata.
 
          8 – Roberto Daniel Malatesta publicó en 2004 su poemario “Por encima de los techos” (Editorial Leviatán, colección El Viaje, Buenos Aires), a partir de la tremenda inundación que se produjera un año antes en su ciudad de Santa Fe. Y vos, Norma, debiste pasar una noche con tu familia sobre el techo de tu casa durante la también tremenda inundación del año pasado. ¿Cómo afrontaste semejante avance de las aguas y qué instaló y desplegó en tu subjetividad y en tu obra?
 
          NE – Es increíble cómo, de alguna manera, el agua siempre me persiguió. La primera imagen que me viene a la mente es el desborde del Río Salado, y en el medio del campo un ranchito con el agua tapando las ventanas. En el techo, una heladera. Es un recuerdo de cuando tendría… no sé, menos de diez años. Luego siempre, cuando llovía en la noche, sentía angustia “por lo que se mojaba con la lluvia”,  pero en relación a la gente humilde, las casas modestas, las cosas que había afuera y se arruinaban. Ya en La Plata, no muy lejos de donde vivo desde hace veinte años, hay un arroyo que suele desbordar y afectar a decenas de familias que viven en la orilla. En “Máscaras del tiempo” hay un poema que se llama justamente “La inundación”. En 2002, cuando construían la Autopista La Plata-Buenos Aires, yo misma me inundé: cuarenta centímetros de agua en mi casa, hubo un antes y un después para mí, tiré algunos libros y papeles pero no fue lo principal, porque por ese temor eterno mío, cuando empezó a llover más fuerte levanté todo, absolutamente todo cuando nadie imaginaba que el agua subiría. Eso afectó sólo a la zona del norte, en Tolosa y Ringuelet. Así que, cuando volvió a suceder en 2013 y esta vez fue un desastre y tapó a toda la ciudad, yo no podía creer que volviera a pasar. En mi casa tuve casi un metro de agua, pero hubo otras donde subió hasta dos! Agradezco a Dios haber llegado a tiempo (había ido justamente a Ranchos) para estar con mi familia y resistir juntos esa noche espantosa, con gente que estaba en la calle, separada de sus seres queridos por  distancias insalvables. Todavía no pude escribir nada sobre esa noche, todavía me contengo. Un poema mío bastante divulgado es “Aguas”: creado a raíz de la inundación de 2002, y que recién  apareció en mi libro“La ojera…” en  2009. Sí estoy con un módico proyecto en imprenta (“Viajar, leer, inundarse”): rescate de unos treinta textos (no me animo a denominarlos poemas) de mis cuadernos pasados por agua: líneas que empiezan o terminan en puntos suspensivos, que son las borraduras del agua. Es algo experimental; aun en la falta de palabras de cada línea, se arma un sentido. Sobre todo porque eran registros de viajes, lecturas, películas que vi, momentos. Me parece milagroso que se pueda transformar en arte el dolor.
 
 
 
          9 – Milagroso…, agradecimiento a Dios: ¿cómo te llevás con la representación “Dios”?
 
          NE – Tengo un costado místico sobre el que se apoya una fe que me ha ayudado en circunstancias de dolor o tristeza, y también en esos instantes en que parece ser que uno está presenciando un milagro. Creo en Dios, o en los dioses, no sé, me da igual. En la soledad y en la visión de la muerte. No se trata de un Dios injusto que permite que mueran inocentes en Palestina: los hombres son los que matan. Pienso en algo superior en relación al universo: asirnos a algo que nos distraiga del inmenso absurdo de la existencia. Cuando se alcanza a vislumbrar la fenomenal contradicción que conlleva la condición humana, si uno no es un poco místico se arrima demasiado al suicidio o la demencia. Soy  optimista, opongo al absurdo mi entusiasmo por la vida. Me agrada repetir el significado griego del vocablo entusiasmo: “tener los dioses adentro”.
 
 
*
 
  
Norma Etcheverry selecciona para esta entrevista, en septiembre de 2014, siete poemas de su autoría:
 
  
Aguas
 
 
                                                  La lluvia es bella y triste
                                                   y acaso nuestro amor sea bello y triste.
                                                  Raúl González Tuñón
 
 
Dice la lluvia que esta vez
pasará de largo
que no se llevará los colchones
ni las fotos del bebé
ni los papeles del renó
ni la escritura del terreno
que no dejará su marca en las paredes
heridas de arroyo abierto
bajo un cielo de cartón
chapas grasas de la noche
en que resbalan las gotas
por la frente del barrio
dice la lluvia que luego
se tenderá  mansita
sobre el asfalto que viene a cuenta
de una promesa
o en otras sogas de la ropa
o en el escote del veranito
que arrima mesas
a la vereda
 
Va tan rápido el mundo, la vida,
pasan los nombres en el diario
y tantas cosas pasan
pero el agua
no
el agua se queda
estancada
un remolino de basura
frunce la banquina y tus labios, negra,
que antes del agua fueron de miel
ahora son dientes
perros en furia mordiendo el barro
 
dice la lluvia que ya basta
digo yo, negra, que ya basta
que así no se puede construir
ningún amor
ningún recuerdo
para mañana.
 
 
                                                                                                                                 (de “La ojera de las vanidades”)
 
 
*
 
 
 
Andamos por las calles de esta ciudad
y nos emborrachamos
y salimos a buscar cuerpos adonde perdernos
de lo que más amamos
 
donde extraviar la última posibilidad
de ser cotidiana y remotamente feliz.
 
       (de “Aspaldiko”)
 
 
*
 
 
 
El cable del teléfono
 
 
Sentada al sol
miro mi casa desde fuera de mi casa
la música del auto me envuelve lentamente
todo se detiene
y por un instante
reparo en el cable del teléfono.
Recortado en el fondo de este cielo
me impresiona pensar que todos estos años
ha sido el mismo cable.
Toda esta vida en esta casa
con ese mismo cable negro
péndulo apenas
mecido por los vientos
reseco al sol
lluvia tras lluvia
sobre el mismo objeto mudo
que estuvo allí permaneciendo cada día
cada noche
cada año de todos estos años y tantas voces
tantas conversaciones
tantas historias o fragmentos
de historias
que entraron y salieron
toda la vida y toda la muerte toda
pasando por allí.
Como un cordón umbilical que alimentara
de palabras al mundo.
 
 
 
                                                                                                                             (de “Lo manifiesto y lo latente”)
 
 
*
 
 
Angst
 
    La angustia permanece porque permanece
     la fragilidad.
 André Conpte-Sponville
 
 
 
Cada vez que anda cerca
es posible sentir
la limitada expiación
la inutilidad del gesto que pide clemencia
tanto como la persistencia de la lluvia
o la voracidad del viento.
Es pavorosa
la fragilidad
la entera fragilidad de todas las cosas
y también de nuestras existencias
nuestras mezquinas formas de ser en la profundidad
de la grieta
por donde hacemos agua.
 
 
 
                                                        (de “Lo manifiesto y lo latente”)
 
*
 
 
 
La otredad
En definitiva, si no fuéramos tan vulnerables nunca habría nada que decir.
 
Lo íntimo
Confiar. Habitar el oleaje, cada día, sin pertenecer a nada más que al insistente espejo de lo íntimo.
 
El viento
Escucho el viento, su nombre que viene desde la ruta del desierto cuando las caravanas de menhires deslizaban sus almas blanquísimas y ya estabas, estábamos ahí. Cuando todavía no teníamos designio de los ángeles ni rostro humano.
 
 
                                                                                                                                                    (de “La vida sin O”).
 
 
 
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Ringuelet, departamento de la Ciudad de La Plata y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distantes entre sí unos sesenta kilómetros, Norma Etcheverry y R. R., septiembre 2014.
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publicado por islanegra a las 07:36 · 1 Comentario  ·  Recomendar
 
31 de Agosto, 2014 · General

Rafael Alberto Vásquez: sus respuestas y poemas


 
Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
 
 
 
 
Rafael Alberto Vásquez nació el 11 de octubre de 1930 en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina. Integró el Grupo Literario “Barrilete” y participó, entre 1963 y 1967, en la dirección de la revista del mismo nombre. En 1966 formó parte del equipo que condujo “ La Voz de la SADE ” –Sociedad Argentina de Escritores- en Radio Municipal, con María Elena Walsh y Héctor Yánover; y en 1969, con Alicia Dujovne Ortiz y Nelly Candegabe, de la misma audición en Radio Nacional. Fue candidato a vocal por la lista “Movimiento Gente Nueva” en las elecciones para la conducción de la SADE en 1965, así como en 1975 lo fue por la lista “Agrupación Gremial de Escritores”. Con otros poetas, entre 1983 y 1986, fue integrante del “Grupo de los Siete”, editores de cuadernillos de poesía. Por su libro“Apuesta diaria” le fue concedida en 1964 la Faja de Honor de la SADE. Ha sido incluido, entre otras antologías, en “Buenos Aires dos por cuatro” de Osvaldo Rossler (Editorial Losada, 1967), “El 60” de Alfredo Andrés (Editorial Dos, 1969), “Generación Poética del ‘60” de Horacio Salas (Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educación, 1975), “Dársena Sur. Selección de Poetas Argentinos Contemporáneos”(Edición Servilibro, Asunción, Paraguay, 2004), “Legado de Poetas. Poesía Social Argentina 1956-2006” de Roberto Goijman y Diego Mare (Ediciones Patagonia, 2007). Poemas suyos fueron incorporados al LP “Buenos Aires vuelta y vuelta” (1966) y a los CD “Buenos Aires, la noche” (2000), “Rita canta a los poetas” (2001), “Eduardo Baró. Urbango” (Bruselas, Bélgica, 2005). Publicó entre 1962 y 2011 los poemarios“La verdad al viento”“Apuesta diaria”“La vida y los fantasmas”“La piel y la alegría”“Hay sol en Buenos Aires”“Cercos de la memoria”“Ese sitio sin paz de la memoria”“Explicaciones y retratos”. En 2003, la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires editó el cuadernillo “Ciclo de Poetas del 60. Rafael Alberto Vásquez”. En ese mismo año, Editorial Libros de Tierra Firme da a conocer su ensayo “Informe sobre Santoro” (Aproximación bio-bibliográfica sobre el poeta Roberto Jorge Santoro, con apéndice y antología).
 
 
 
 
 
 
          1 - ¿Cómo nos armarías un boceto de tu transcurrir desde aquel primer 11 de octubre… hasta poco antes de la irrupción de “La verdad al viento”?
 
          RAV – Nací en el barrio de Boedo, concurrí a la escuela primaria argentino-alemana Germania Schule, etapa durante la cual perseguía a mi madre para leerle poemas de una antología infantil que me habían regalado, y el secundario lo hice en el Colegio Nacional de Buenos Aires.  A los quince años comencé a urdir poemas y fundé una “revista literaria” de pocas páginas, hecha a mimeógrafo, para vender en la misma división del Colegio, primero, y más adelante colocarla en librerías de la calle Viamonte, en cuyas inmediaciones estaba la Facultad de Filosofía y Letras. A fines de 1949 ingresé a la Facultad de Derecho y rendí las primeras materias. Fue recién en 1961 cuando después de aprobar una de tercer año, decidí abandonar la carrera. En 1950 trabajé unos meses como auxiliar administrativo en el Colegio Nacional: conocí a Manuel Antín, quien también trabajaba allí. Nos hicimos muy amigos, compartiendo estudios, salidas al cine y al teatro, y también la poesía, ya que Antín, antes de dirigir películas escribía poesía y dramaturgia. 1951 fue un año perdido, de marzo a diciembre, cumpliendo el servicio militar obligatorio en un cuartel de Ciudadela. Tres años después, en el nº 16 de la revista-libro “Buenos Aires Literaria”, soy publicado por primera vez: una nota bibliográfica de cinco páginas sobre tres libros de poesía aparecidos por entonces. En julio de 1955, en el nº 1 de la revista “Letras Mundiales”, se editan, en tres páginas, también por primera vez, poemas de mi autoría. En el mismo año en que abandono Derecho, en concurso organizado por la SADE y el Fondo Nacional de las Artes, fui uno de los veinte autores seleccionados para la edición de un libro con préstamo del Fondo. Uno de los jurados, Bernardo Ezequiel Koremblit, también director del área cultural de la Sociedad Hebraica Argentina, comenzó a reunirnos a los seleccionados y así fui conociendo a los escritores Luis Ricardo Furlan, Inés Malinov, Atilio Jorge Castelpoggi, Julio Arístides, Emma de Cartosio, Osvaldo Rossler, José Isaacson, con lo cual concluyó mi aislamiento. Además de esas reuniones, que no sé ya con qué periodicidad se hacían, recuerdo que Julio Arístides y José Isaacson conducían la FADRYGLI (Federación Argentina de Revistas y Grupos Literarios Independientes), con encuentros en un café de la calle Cerrito esquina Bartolomé Mitre. Y se organizaban lecturas de poemas, en la SADE , en un colegio, en Estímulo de Bellas Artes. Después, esta nueva forma de comunicación empalma con la creación del grupo Barrilete. Porque a Roberto Santoro también lo conocí en las escaleras de la Hebraica. Me lo presentó Luis Ricardo Furlan, que venía con él; y Santoro, con su libretita mágica llena de anotaciones, chistes, teléfonos y direcciones, supo darme el teléfono de otro poeta que yo quería conocer: Horacio Salas. El azar que interviene en la vida. Yo acostumbraba a cortarme el pelo en una vieja peluquería que estaba en la Avenida de Mayo entre las calles Chacabuco y Piedras, al lado de las oficinas del diario “ La Razón ”. Entre las revistas disponibles para los clientes que debían aguardar su turno, una tarde me puse a hojear un ejemplar de “Vea y Lea”, revista para todo público que compartía entonces una franja del mercado familiar con “El Hogar” y con “Mundo Argentino”: no sé si te suenan esos nombres… Todas ellas, además de chismes, notas de actualidad, fotos, traían algún cuento y algunos comentarios bibliográficos. El que me interesó, por la habilidad del cronista y por las trascripciones poéticas del libro comentado, era sobre el primero, “El tiempo insuficiente”, de un joven poeta, Horacio Salas. Esa conexión con su poesía dura hasta hoy, que sigo admirando su estilo y continuamos la amistad. Pero no mucho después aquel encuentro sirvió para que Santoro me pidiera un poema para publicar en su revista mensual de ocho páginas, “El Barrilete”, iniciada en agosto de 1963. Y hacia fines del mismo año me convocó para integrar un grupo de trabajo literario que, además, se hiciera cargo de su revista, crecida en páginas que, con altibajos, idas y venidas de sus integrantes, duró hasta fines de 1974.
 
         
          2 – En no menos de seis ocasiones –y porque me esmeré en repetirlo lo menos posible en tu presentación- debí asentar el nombre de tu ciudad (que es la mía), y en tres ocasiones –y aquí también me esmeré- quedó la inscripción de tu pertenencia a la generación “del ‘60”. Apuntando no tanto a los que jugamos de “locales” y estamos informados, Rafael, ¿intentarías devolvernos tu visión de porteño de estos puertos, del cómo la viviste a nuestra ciudad en las sucesivas décadas, de tus “grados” de consubstanciación con sus barrios y problemáticas, y de qué ha sido o significado la generación poética aquella, de la que has sido uno de sus insoslayables referentes?
 
          RAV - Yo siempre sostuve que mi contacto con la ciudad tuvo sus peculiaridades. En razón del lugar donde vivía de chico con mis padres: Barrio Norte, después San Nicolás, no tuve calle ni “potrero”. Pero al crecer, siempre me gustó caminar las calles de la ciudad que quise y quiero. Con amigas o amigos o solo, era lindo recorrerla. Pero también por la poesía entró la ciudad: Evaristo Carriego, Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, José Portogalo, Baldomero Fernández Moreno, Raúl González Tuñón, Mario Jorge de Lellis. La ciudad también fue creciendo en mis poemas. En mi segundo libro, de 1964, “Apuesta diaria”, la última sección se llama “Buenos Aires en mí” y se cierra con el único poema largo que escribí en mi vida, que ocupa seis páginas y titulé “Canto confidencial a Buenos Aires”, con un epígrafe de Borges y que dedicara a Horacio Salas. Esa forma de situarme en la ciudad me hermanó con los otros poetas que integramos el Consejo de Redacción de la revista  a la que me refiriera en mi respuesta anterior y que fuimos: Daniel Barros, Ramón Plaza, Miguel Ángel Rozzisi, Horacio Salas, Roberto Santoro, Marcos Silber y yo. Más otros que también la sintieron y vinieron al grupo, como Martín Campos, Alberto Costa, Alicia Dellepiane Rawson, Ana Fernández, Diego Jorge Mare, Miguel Ángel Páez, Carlos Patiño y Felipe Reisin. Aunque ciñéndome a la visión de tu pregunta, “porteño de estos puertos”, muy pronto quienes habitamos la ciudad nos perdimos el puerto, como entrada y salida de los grandes barcos. Recuerdo haber despedido a Martín Campos en la Dársena Norte , cuando se fue a Italia por varios años. Después sólo quedaron las salidas de aquellos barcos más chicos que partían, desde la Dársena Sud , hacia Colonia o Montevideo en la República Oriental del Uruguay. Y los aliscafos con el mismo destino. Pero el puerto en sí fue un recuerdo o una nostalgia para generaciones anteriores. En el tema generacional de repente mis coetáneos o los poetas cinco años más jóvenes nos encontramos con una pertenencia casi impuesta –pero aceptada- de integrar la Generación del 60. Antonio Requeni en diversas notas, Alfredo Andrés (“El 60”), Horacio Salas (“Generación poética del 60”), comenzaron a hablar de esta generación. Algo que resultó cierto. Por las fechas de publicación de nuestros libros, por el estilo más directo y conversacional, por el acercamiento al mundo del trabajo, también por la ciudad recorrida, los primeros libros de cada uno mostraban algo o mucho de esos factores aglutinantes. Mucho después, en 1990, apareció “El 60, poesía blindada” (Los Libros de Gente Sur), con selección de Rubén Chihade y María del Carmen Suárez y un valioso prólogo de Ramón Plaza; más una lista de 150 poetas, 70 publicaciones de la época y una veintena de poetas antologados. Aunque el proyecto de continuar la muestra se frustró, es otra obra para consultar.
 
 
 
          3 – Resalta –según los datos que poseo-, que allá lejos en el tiempo, en dos oportunidades te involucraste en la disputa por, integrando listas de conducción, promover cambios en la cuestionada –y con lapsos horrendos, bastante después- Sociedad Argentina de Escritores. Además, fuiste co-conductor de dos programas radiales, que se llamaban nada menos que “ La Voz de la SADE ”. ¿Qué SADE prevalecía por entonces? ¿Qué proponían en 1965 y en 1975 los perdidosos movimientos que integrabas? ¿Cómo ha proseguido tu vinculación con las instituciones gremiales?  
 
          RAV – Es cierto. Desde la revista “Barrilete” abogamos por “cambiar” la SADE. E incitábamos a que los jóvenes poetas se asociaran, para poder tener voz y voto en las elecciones. Por supuesto, en esas dos ocasiones salimos últimos. Pero buena cantidad de escritores nos votaron. Y el esfuerzo, los ideales que sosteníamos y el trabajo compartido fueron distintos, sobre todo por las épocas y por los resultados que se dieron a posteriori. En 1965 la lista del “Movimiento Gente Nueva” proponía, en primer término, “la profesionalización de la actividad del escritor mediante una eficaz y dinámica estructura de la SADE como organismo gremial”. Y vale la pena trascribir los nombres de quienes éramos candidatos. Titulares: Pedro Orgambide, Alberto Vanasco, Dalmiro Sáenz, Juan José Sebrelli, Luis Ricardo Furlan, Antonio Requeni, Germán Rozenmacher, Juan José Saer, Ariel Ferraro, Esteban Peicovich, Federico González Frías, Arnoldo Liberman y Alberto Luis Ponzo. Suplentes: Roberto Santoro, Horacio Salas, Marcos Silber, Héctor Yánover y Rafael Alberto Vásquez. Asesores Letrados: Santiago Bullrich y Vicente Zito Lema. Pero pese a diferencias ideológicas y gremiales me parece útil consignar qué escritores integraron la lista que ganó y condujo la entidad en el período 1965/1967. Titulares: Córdova Iturburu, Ulyses Petit de Murat, Lisandro Galtier, María Angélica Bosco, Osvaldo Rossler, Florencio Escardó, Beatriz Guido, Gustavo García Saraví, Bernardo Ezequiel Koremblit, José Luis Lanuza, Sixto Pondal Ríos, César Rosales, María de Villarino. Suplentes: Julio Arístides, Juan José Ceselli, Ezequiel de Olazo, María Elena Walsh y Emilio Zolezzi. Todos nombres de peso. Ahora voy a los hechos posteriores. Lo positivo: abrir el juego a los jóvenes. En octubre de 1965 se creó en la SADE la Comisión de Literatura Nueva, que integramos César Rosales y María Elena Walsh por la Comisión Directiva y Abelardo Castillo, Arnoldo Liberman, Carlos Moneta Testa, Rafael Felipe Oteriño, Romilio Ribero, Horacio Salas, Alberto Vanasco y yo, por “los jóvenes”. ¿Qué ocurrió después? El golpe de estado en 1966 del general Onganía, uno más en la larga lista de los que me tocó sufrir, que desplazó al gobierno constitucional del presidente Arturo Illia. La conducción de la SADE trató de adecuarse, a su manera, a la situación institucional, lo que motivó, el 29 de agosto de 1966, mi extensa y detallada renuncia a aquella comisión. Mientras tanto, como mencionás, mi designación entre abril y junio de 1966 para conducir –con María Elena Walsh y Héctor Yánover- la audición “ La Voz de la SADE ” por Radio Municipal. Ciclo suspendido de improviso por la radio el día que íbamos a reiniciarlo, en el mes de julio. Pero antes de este final un poco turbio y desprolijo quiero volver sobre uno de los recuerdos más felices de entonces. Un acto que organizamos, aireando un poco las vetustas conferencias de la vieja casa de la calle México, haciendo entrar el tango a la SADE. Ese acto se hizo el 16 de noviembre de 1965, con la denominación de “Poesía y Tango”, y consistió en una lectura de poemas dichos por Anadela Arzón, Susana Rinaldi, José María Gutiérrez y Rodolfo Relman, y en un pequeño concierto de tangos que interpretó el Cuarteto de Tango Contemporáneo de Alberto Núñez Palacio. Héctor Yánover, que mantuvo el hilo conductor del acto y los comentarios entre poemas, puntualizó que se trataba de “un homenaje a los grandes viejos, a los maestros de nuestra generación”. Y también dijo: “No creemos en los ostracismos políticos de los poetas, creemos en la poesía”. Los poemas que se leyeron fueron: “El Salón Lacavour” de Enrique Cadícamo; “Justo el 31” de Enrique Santos Discépolo; “Panegírico a Nuestra Señora de Luján” de Ricardo Molinari; “El ligador” de Felipe Fernández (Yacaré); “Guarda de ómnibus” de Celedonio Flores; “Barrio Once” de Carlos de la Púa ; “El Rosedal” de Homero Manzi; “Letanía del domingo” de Horacio Rega Molina; un fragmento de “Bajo la Cruz del Sur” de José Portogalo; “Elogio un poco cursi a las chicas de Flores” de Luis Cané; “A un buzón del barrio céntrico” de Gustavo Riccio; “Antiguo almacén ‘A la Ciudad de Génova’” de Nicolás Olivari; “Profesoras de piano y solfeo” de Fernández  Moreno; “Los ladrones” de Raúl González Tuñón; y “El tango” de Jorge Luis Borges. La enumeración es índice suficientemente claro de los fines que se pretendieron con ese acto. No sólo tocar tangos en la SADE sino escuchar poemas vitales, ciudadanos, solidarios; algunos, de poetas olvidados en ese ámbito. Y hay que reconocer que fue mucha gente y que se premió a todos con cálidos y prolongados aplausos. La otra “aventura” electoral para ganar la SADE fue en setiembre de 1975. Copio la lista. Titulares: Elías Castelnuovo, Bernardo Kordon, David Viñas, Roberto Santoro, Alberto Luis Ponzo, Rafael Alberto Vásquez, María Rosa Oliver, Iverna Codina, Humberto Costantini, Héctor Borda Leaño, Carlos Alberto Brocato, Alberto Costa, Luciana Daelli. Suplentes: Guillermo Harispe, Martín Campos, Hugo Di Taranto, Isidoro Blaisten, Hebe Benasso, Nyra Etchenique, Simón Kargieman, Lubrano Zas, María Cristina Taborda y Liliana Heker. La lista, “Agrupación Gremial de Escritores”, eligió estos lemas: “Por una SADE al servicio de los escritores. Por una literatura al servicio del pueblo. Por la constitución del Frente de Trabajadores de la Cultura.” De esta lista y de los grupos de escritores que la apoyaron, el golpe de marzo de 1976 y la dictadura aberrante que lo mantuvo en el poder alimentó agendas de exiliados y de desaparecidos. Con esta historia atrás no me quiero extender respecto de los actuales gremios de escritores. Apenas mencionar que mi pertenencia a la SADE , a la que me asociara en diciembre de 1962, a poco de publicar mi primer libro, terminó con mi renuncia, en febrero de 2000. Luego comenzó mi acercamiento a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), a la que me asocié en julio de 2007 y a la que sigo vinculado.
     
 
 
          4 – Lleguemos al “Grupo de los Siete”. Los otros seis: Rubén Chihade, Alicia Dellepiane Rawson, Rubén Derlis, María del Carmen Suárez, Oscar González, Norma Pérez Martín. ¿Sabrás que el cuadernillo de 14 páginas, en buen estado, editado en 1984, cuyo título es “Siete contra la desesperanza”, con comentarios de Graciela Maturo y Antonio Requeni, se encuentra a la venta por $ 100.- en Mercado Libre?... “Contra la desesperanza”: a poco de haber asumido la presidencia de la Nación un abogado del partido Radical y en elecciones libres después de nuestra última dictadura. A treinta años estamos de aquel cuadernillo y de aquella posición. ¿Rememoramos al Grupo? ¿Y cómo andamos con la esperanza?...
 
          RAV – Primero debo hacerte una aclaración. El “Grupo de los Siete” se armó a mediados de 1983, luego de una charla en el café “Tortoni”, pero los integrantes iniciales fuimos Rubén Chihade, Rubén Derlis, Oscar González, Carlos Massetti, Roberto Selles, María del Carmen Suárez y yo. La presentación pública se hizo el 16 de noviembre con una lectura de poemas en el café “ La Poesía ”, Chile 502 esquina Bolívar, barrio de San Telmo. Massetti duró poco, entonces se incorporó Alicia Dellepiane Rawson. Después se fue Roberto Selles y convocamos a Norma Pérez Martín. En 1986, en lugar de Alicia Dellepiane Rawson y María del Carmen Suárez se incorporaron Carlos Penelas y Susy Quinteros. Y así quedó hasta l987, en que el grupo se disolvió. En casi cuatro años, además de reuniones y lecturas, no sólo en esta ciudad sino también una en la “Casa del Poeta” en La Plata y otra en la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, publicamos varios cuadernillos de poesía. En el primero, que se denominó llanamente “Grupo de los 7”, se decía: “Y los que ahora formamos el Grupo de los 7 recuperamos la convicción de que el aislamiento –el mero trabajo individual- no es sino la expresión empobrecedora del poeta que la persecución, el exilio y el miedo no lograron matar en cada uno de nosotros. Y decidimos reunirnos para elaborar objetivos y trabajos comunes, para expresarnos como seres sociales de una generación que aun sostiene en alto sus banderas de libertad, y la convicción de que la poesía es una disciplina creadora que contribuirá a ennoblecer el futuro.” Esos trabajos comunes se reflejaron en cinco cuadernillos: “Siete poetas en la calle del agujero en la media” (homenaje a Raúl González Tuñón); “Siete poetas contra la desesperanza” (ratificando la democracia y la libertad recuperadas); “Siete poetas y un rayo misterioso” (evocación de Carlos Gardel); “Siete poetas y el crimen fue en Granada” (homenaje a Federico García Lorca); “Siete poetas y la América invisible” (fijando nuestra pertenencia americana). También, entre medio, una carpeta –“Contracuerpos”- con siete poemas ilustrados por seis artistas plásticos.  El grupo fue –para mí- una valiosa experiencia y un aporte real que me demostró la posibilidad del trabajo común con otros poetas conocidos. Por lo menos, “conocidos” por nuestra avidez lectora de poesía. Ignoraba  cómo nuestra obra –a través de ese cuadernillo que mencionás- pudo valorizarse tanto en el mercado informático. Tengo el mejor de los recuerdos de todos aquellos compañeros, con quienes me veo ocasionalmente, con la excepción de Rubén Chihade, que se nos murió antes de tiempo. En cuanto a la esperanza, anda bien, hemos cumplido treinta años de gobiernos elegidos por el pueblo, quienes tienen mi edad no lo hubiéramos creído…            
 
 
 
          5 – Nada me cuesta imaginar que a cualquier poeta le hubiera encantado ser musicalizado y cantado por la talentosa Rita Paolucci. “Rita canta a los poetas” lo he escuchado muchas veces. Y algunos, como vos, Rafael, como Yoli Fidanza, han tenido esa satisfacción (añadamos que en el CD fueron interpretados también textos de Alfonsina Storni, Carmen Conde, Jorge Luis Borges y Gabriela Mistral, con recitación a cargo de Ariel Osiris). A los que no hemos tenido la suerte de ser musicalizados y cantados –o que apenas lo hemos sido con un texto del que no ha quedado un registro profesional-, ¿qué podrías -hurgando en vos, algo muy tuyo- trasmitirnos?
 
          RAV – Quienes supimos gustar a los poetas del tango, como Homero Manzi, o del folklore, como Manuel J. Castilla, y luego a cantautores como Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, sabemos que no hay nada mejor que el “letrista” de calidad que escribe una canción, sea o no también el autor de la música. A propósito cito un nombre solo, relegando a los que se atropellan en la memoria, porque olvidarme de uno solo sería injusto. Una vez aclarada esta prioridad, para mí insuperable, voy a los poetas y músicos que han sabido dotar de otra vida a algún poema. Rita Paolucci, a quien conocí en 1964, es una excelente creadora, ejecutante y cantante que musicalizó –entre muchos otros- varios temas míos. También Hugo Pardo y Eduardo Baró lo hicieron en algún caso, pero fue Rita la más generosa y perseverante. ¿ Qué puedo decirte? Primero la extrañeza, la rara sensación de que la voz de uno tenga otra entonación, una cadencia, una armonía distinta. Y luego la alegría insuperable de que te hayan elegido, de que un poema, por la magia del sonido y la música, pueda volar hacia otro público.
 
 
 
          6 – Sucesos resonantes ocurren todos los años, ¿no? Del año en que vos naciste hay un tango maravilloso en la voz de Tita Merello –“Yo soy del treinta, yo soy del treinta, cuando a Irigoyen lo embalurdaron…, …cuando a Carlitos se lo llevaron…,cuando a Corrientes me la ensancharon…”, cuya letra es del actor Héctor Méndez y la música es de Aníbal Troilo. ¿Qué se siente siendo del treinta en esta megalópolis, creciendo en el treinta, residiendo en pleno Centro en la actualidad y a tus ochenta y cuatro?
 
          RAV - Creo que das en el clavo cuando citás el tango “Yo soy del 30”, porque sería fácil antologar una guía barrial y musical de Buenos Aires. “Barrio de tango” o “Mano blanca” en Pompeya, gracias a Manzi. Y en el centro, “Corrientes y Esmeralda” de Celedonio Esteban Flores. O “El 45” de María Elena Walsh. O “Viejo Tortoni” de Héctor Negro y Eladia Blázquez. Aquí me detengo, para no aburrir. No me acuerdo de la calle Corrientes angosta, aunque sí de que el sentido del tránsito era inverso, venía del bajo hacia la Chacarita. Tampoco recuerdo la construcción del obelisco, inaugurado en 1936, pero sí los tranvías, en los que viajaba con mis padres. Y, por supuesto, los cambios en la calle Florida, la desaparición de las grandes tiendas departamentales, como “Harrod’s” y “Gath y Chaves”, los bancos que coparon el centro. En fin, la modificación de mi pequeño paisaje cotidiano. A veces uno se ve como un sobreviviente en la ciudad querida.
 
 
 
          7 – Hace poco ha mantenido el nieto del poeta Martín Campos una charla con vos y fue reproducida enhttp://alcielounbarrilete.blogspot.com.ar/2014/08/entrevista-rafael-vasquez-informes.html . Allí el lector podrá impregnarse del espíritu de los “Informes” de esa revista que tanto solemos evocar, con sus dos títulos, “El Barrilete” o “Barrilete”. Me entero de que conservás un amplio archivo. Y esto me remite, Rafael, a una cena de fin de año que había organizado la Asociación de Poetas Argentinos, en la que la entidad te agradece públicamente por una donación que habías hecho a la hemeroteca. ¿En qué consistió la donación? ¿Puede ser (me suena) que a la hemeroteca de APOA le hayan puesto tu nombre?
 
          RAV – Con Pablo Campos –nieto de Martín- nos conocimos cuando presenté mi último libro, en octubre de 2011. Desde entonces nos vemos cada tanto, por sus indagaciones sobre el grupo y la revista “Barrilete” y quienes fuimos compañeros de su abuelo. Una tarde, es cierto, me grabó en casa sus preguntas y mis respuestas. El armado de la nota fue generoso porque incluyó las portadas de varios “Informes” y mis poemas incluidos en ellos. En cuanto a los “títulos” de la revista, durante los primeros cinco números que editó Roberto Santoro solo (aunque su madre figuraba como “Secretaria”) se llamó “El Barrilete”. Al conformarse el grupo se decidió suprimir el artículo, por lo que –desde el Nº 6 hasta el final- la revista se llamó “Barrilete”. Lo del archivo es cierto. Por mi continuidad, por ser mi casa sede de las reuniones durante mucho tiempo, por mi temperamento ordenado, fui guardando anotaciones, material, noticias, algunas pocas colecciones de la revista, y siempre que me lo requirieron facilité su acceso a quienes quisieran conocer la historia del grupo. Una vez, ya no recuerdo cuándo, les di una colección de “Barrilete” a Cayetano Zemborain y a Silvia Pastrana, que conducían la Asociación de Poetas Argentinos. APOA le dio a esa donación un valor que yo no creí que tuviese y por ese motivo su copiosa hemeroteca pasó a llamarse con mi nombre desde el 11 de diciembre de 1999. ¿Por qué esta fecha cierta? Porque coincide con la cena de fin de año de la entidad en que me entregaron una bandeja de metal con la inscripción. Y también porque (gracias a mis archivos) conservo la fotografía del momento en que el poeta Jorge Calvetti me entregó ese regalo. Que fue doble, porque aunque yo no tenía amistad con este gran poeta, él recordó haberme premiado un conjunto de poemas en un concurso de 1986, algo que me desconcertó y me alegró.
 
 
 
          8 – Acaso recuerdes que en una oportunidad te comenté que había mantenido una cierta correspondencia con un poeta de nuestra provincia de Córdoba, también llamado Rafael Vásquez -autor por ejemplo, de “En escorzo” (1998), “Esclusas”, “Timbal ultravioleta” (ambos de 2000)-. Y esto lo ligo con que alguna vez comenzaste a firmar retirando tu segundo nombre. ¿A qué se debió –a qué te parece que pudo haberse debido- tu decisión?
 
          RAV – Es curiosa la anécdota. De repente te enterás que tenés un homónimo en otra provincia, que además es poeta y de quien no sabés absolutamente nada. Un par de veces me hablaron de él pero fuiste vos quien –a mi pedido- me pasaste su dirección, en Villa Allende, provincia de Córdoba. Como no recordaba cuándo había sido, también gracias a mis archivos (pero esta vez de la computadora), encontré que mi intento de comunicación fue por correo, con unas líneas del 4/6/2003  y mi libro “Cercos de la memoria”. No tuve respuesta alguna, así que la incógnita permanece. Ignoro si el correo perdió mi envío o el destinatario lo traspapeló. La decisión de quitar mi segundo nombre –Alberto- en la firma de lo que escribo se debió sólo a aligerar el apelativo. Ya lo había hecho antes Roberto Santoro. Así que desde “Cercos de la memoria” (1992) firmo lo que publico: Rafael Vásquez. No hubo algo más profundo, por lo menos en lo consciente. Y el único que cada tanto me lo recrimina al vernos, es este gran poeta y amigo Antonio Requeni. Venga o no al caso quiero mencionarte –sin ánimo de comparación- que uno de mis poetas preferidos, Baldomero Fernández Moreno, firmó después “B. Fernández Moreno” y al final lisa y llanamente “Fernández Moreno”. Y llegó a escribir un breve poema al respecto, que comienza (lo cito de memoria): “Me borré el doctor / hace mucho tiempo. / Borré la inicial / de mi nombre feo.”
 
 
          9 – Fuiste publicado en el número 10 de la renombrada “Cormorán  y Delfín” –en la que habían constado estos subtítulos: Revista Internacional de Poesía; Mar – Poesía – Buenos Aires – Mundo; Revista Planetaria de Poesía-, dirigida por Ariel Canzani D. (nº 1, en 1964 – nº 28/29, diciembre de 1972). ¿Conociste, lo trataste a Canzani, ese poeta que durante mas de veinte años recorrió el mundo como capitán de ultramar navegando a bordo de buques mercantiles argentinos? ¿Tus impresiones sobre esta revista que se compaginaba en cada viaje?
 
          RAV – Creo que la vida diaria no me alcanza para revolver y releer tanta publicación que guardo en mi biblioteca. Entre otras, esta revista valiosísima de los ’60. Guardo los números 1 a 16 y me fui a hojear algunos. ¿Por qué interrumpí su compra, entre 1968 y 1972, cuando dejó de aparecer? Realmente no lo sé. A Canzani lo conocí, hablamos alguna vez, pero no lo traté tanto y su recuerdo, desgraciadamente, se difumina en la memoria. Al regresar al número 10 de “Cormorán y Delfín” (octubre de 1966), evoqué mejor la circunstancia. Fue una publicación de parte del grupo “Barrilete” de entonces: Alicia Dellepiane Rawson, Roberto Jorge Santoro, Anadela Arzón, Alberto Costa y yo. Un par de páginas antes, va también Marcos Silber. Te reitero: fue una de las mejores revistas de poesía de la década del sesenta.
 
 
 
          10 - Dice Borges en el prólogo de “Del amor y los otros desconsuelos” de Gustavo García Saraví: “Coleridge escribió que los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Para el aristotélico, lo verdadero son los individuos, las circunstancias, lo temporal; para el platónico, los géneros, lo que de algún modo persiste bajo las apariencias mudables. A este segundo estilo de intuir corresponden la imaginación y la obra de Gustavo García Saraví.” ¿A qué estilo de intuir te parece que respondés?...
 
          RAV – Creo que me quedo con el Borges que prologa muy brevemente a Evaristo Carriego en 1950, pero ésta puede ser una respuesta apresurada, ya que no ubico el prólogo que citás ni esa obra de Gustavo García Saraví. Que fue premio “ La Nación ” con un libro de sonetos que llamó “Con la Patria adentro”, título que mereció alguna broma en una revista de la época. Libro que tengo, es de 1964, pero tampoco tengo fresca la memoria poética de su obra para opinar. Salvo de sus sonetos, que eran excelentes. En cuanto al corazón de tu pregunta, pienso que mi intuición respondería a un modelo aristotélico, aunque descreo de los encasillamientos.
 
 
 
          11 - ¿Tenés libros que releas cada tantos años? ¿Subrayás  frases o párrafos, versos o estrofas?
 
          RAV – Toda mi vida he marcado en los libros de narrativa y de teatro párrafos y frases. Y en los de poesía, poemas, versos y estrofas. El libro que no tiene marcas es porque no se llevó bien con mi sensibilidad. Eso sí, siempre lo hice con lápiz, como si pudiera permitirle a un lector posterior hacer borrón y cuenta nueva. Sobre libros que releo, te diré que organicé mis bibliotecas temáticamente: unas para poesía, otras para narrativa, otra para teatro y otra para ensayo. Dentro de cada tema, alfabéticamente por autor; lo que me permite encontrar un libro con cierta facilidad. Pero más a mano, en un estante cerca de mi mesa de escribir, tengo determinados poetas para releer: Fernández Moreno, Mario Jorge de Lellis, Luis García Montero, Yadi María Henao, Leonardo Martínez, Carlos Marzal, Néstor Mux, Idea Vilariño, Jorge Paolantonio, Antonio Requeni, Marcos Silber, Paulina Vinderman, Máximo Simpson, Horacio Preler, Laura Yasan. Y es un sector que admite incorporaciones y cambios.
 
 
 
          12 - No seré original, pero estamos en el año en el que se ha disputado la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014: seré oportuno: no sé si sos futbolero, Rafael; lo seas o no, se me ocurre proponerte la formación de dos equipos, desde luego, conformado por once, mujeres y hombres (de todos los tiempos): una selección internacional de poetas y otra selección internacional de narradores.
 
          RAV – Paradoja de mi existencia futbolera. Desde la escuela me gustó jugarlo, pero siempre fui malo, nunca tuve dominio de la pelota. Pero seguí jugando, cada tanto, entre compañeros o amigos, generalmente como defensor. Simpatizante desde la infancia de River Plate, pero no “hincha”. En toda mi vida fui a ver un solo partido, un amistoso River-Peñarol. Odio la violencia y sobre todo a las barras bravas. Durante este campeonato mundial vi todos los partidos de la Argentina y algo de otros. Me gustó el equipo. Ahora, elegir una selección internacional de escritores sería azaroso y tal vez injusto. Podré escribir once nombres y acaso arrepentirme cuando esto se publique. Pero voy a complacerte y no será una novedad sino algo que viene de mis respuestas anteriores. Poetas: Pedro Salinas, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Manuel J. Castilla, Baldomero Fernández Moreno, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Raúl González Tuñón, Horacio Salas, Marcos Silber, Wislawa Szymborska. Once nombres de narradores: Emilio Zola, Georges Simenon, Antón Chéjov, Simone de Beauvoir, Humberto Costantini, Gabriel García Márquez, Milan Kundera, Juan Marsé, Alberto Moravia, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa. Pero para estar en paz con mi conciencia, te diré que en mi juventud leí más teatro que narrativa; y si abandonamos la parábola futbolera querría agregarte otra selección, la de los dramaturgos. Que enumeraría así: William Shakespeare, Jean Anouilh, Albert Camus, Federico García Lorca, Gabriel Marcel, Arthur Miller, Eugene O’Neill, Luigi Pirandello, Armand Salacrou, Jean-Paul Sartre, Tennessee Williams.
 
 
 
          13 – ¿Nos despedimos con algo que no conste en tu presentación curricular?
 
          RAV – Un día de 1970, no recuerdo de qué mes, me llamó por teléfono Alberto Gibelli, actor y director del Teatro Libre “Florencio Sánchez” de la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, derivado por Horacio Salas, para contarme sobre un proyecto que estaban armando: un espectáculo de tango y poesía, que interpretara a la ciudad y mezclara textos de viejos y jóvenes poetas. Venían ya con poemas elegidos de Jorge Luis  Borges, Nicolás Olivari, Carlos de la Púa , Felipe Fernández (Yacaré), Enrique Cadícamo, Ernesto Sábato, Raúl González Tuñón, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal. Traían además la creación y la interpretación musical de Alberto Garralda, ex bandoneonista de la orquesta de Alfredo Gobbi. Querían incorporar a poetas de la generación del sesenta. Y así fue que nos sumamos Eduardo Romano, Juan Gelman, Alberto Szpunberg, Alberto Costa, Jorge B. Rivera, José Peroni, Abelardo Castillo, Luis Luchi, Horacio Salas, Rodolfo Alonso y yo. Eligieron uno, dos o tres poemas de cada uno. Para la apertura y el cierre tomaron un poema mío, “No pasa nada”, y decidieron llamar al espectáculo “Aquí no pasa nada”. Organizaron cuatro funciones en nuestra ciudad, dos en octubre y dos en noviembre de 1970, en la Sala “Theatron” de la avenida Santa Fe 2450. Los poemas, bien dichos y jugados por los tres actores y una actriz del grupo teatral, más la música de Alberto Garralda, otorgaron un marco distinto y eficaz a la poesía. Fue una experiencia inolvidable, que cerraron luego invitándonos al estreno en la ciudad de Rojas, con un agasajo posterior.
 
 
 
*
 
 
Rafael Alberto Vásquez selecciona para esta entrevista, en septiembre de 2014, seis poemas de su autoría:
 
 

LA  CACERÍA  DEL  SOL

 

El sol sabe seguirte para adentro

atraviesa tu continuada fuga
clava
una espina de luz en medio de tus ojos
y se tiende contigo
para darle a tu cuerpo
la apariencia perfecta del verano.
Cuando te encuentra
sé que le crecen manos
y despega las nubes por donde acaso viajas.
Entonces
cuando el amor te cierra los ojos
el último destello de sol
es una chispa viva debajo de tus párpados
que te suelta el silencio a medianoche.
 
                                                                                                      (De “La piel y la alegría”)
 
                                  
*
 
 

NO  PASA  NADA

 
 
Aquí no pasa nada.
Es el país, la parte que nos toca,
la imagen que este tiempo nos desvive.
No pasan grandes cosas. 
                                        Muere gente
de muerte natural todos los días.
Hay huelgas, pero en orden.
De vez en cuando, es cierto, renuncia un funcionario.
Pero no pasa nada.
La calle, el eco suelto
nos dice el fútbol, la vergüenza
y el costo de la vida.
Nos insulta despacio, como un tango,
nos achica el país
hasta este barrio
dividido
que es todo Buenos Aires.
Nos deja discutiendo en una esquina
porque es tarde
y aquí no pasa nada.
 
                                                                                                                        (De “La vida y los fantasmas”)
                                  
 
*
 
 

ME  ACUSO          

 
                                                                                                                “Porque me duele si me quedo
                                                                                                                             pero me muero si me voy”
                                                                                                                             María Elena Walsh
                                                                                                                            (“Serenata para la tierra de uno”)
 
No puedo imaginar
este final de invierno en otro sitio.
Ni cambiar soledades, afectos o paisaje.
Elijo esta crueldad de no mirarnos,
de sufrir la ciudad,
de los primeros gritos que despiertan.
Cómo hiere el exilio es lo que ignoro.
Porque tardan las cartas.
                                        O se callan.
Y los amigos nos desencontramos.
Ahora que hasta el aire se nos cambia
quiero reconocer: no fui valiente.
No di la otra mejilla
ni grité la injusticia por las calles:
lo dije en mis poemas.
Me acuso de esta voz sin resonancia.
Me acuso de estar vivo.
 
                                                                                              (De “Cercos de la memoria”)
 
*
 
 
MEMORIA  DE  SANTORO
 
                                                                                    a Roberto Santoro, poeta y amigo.
                                                                                    Secuestrado el 1º. de junio de 1977.
                                                                                                                     Desaparecido.
 
Han pasado los años.
No ha cambiado tu cara en el recuerdo:
la ventaja maligna de la ausencia.
Cada vez que me llaman y repito la historia
el tiempo se hace trizas en un vidrio empañado.
Y aparecen las fotos que no se muestran nunca,
los amigos, los libros, el café, las raíces
del barrio que sostuvo las voces de tu vida.
Aquel diálogo inútil –saber qué nos decíamos-
es una adivinanza que pierde su sentido.
Para la muerte no hay categorías,
pero la duda, el cuándo, los adioses sin fechas,
los supuestos más tristes desde un momento aciago
como el motor de un auto que parte hacia la nada,
no dejaron un punto final, sólo un suspenso.
Pasaron veinte años desde un viejo poema
que te escribí con culpa.
Más años todavía desde que te llevaron:
esa cuenta la cargan tu mujer y tu hija.
Yo apenas me confundo la sombra de tu abrazo
pero me sé tus versos
y te cuido ese sitio sin paz de la memoria.
 
                                                                                        (De “Ese sitio sin paz de la memoria”)
 
*
 
 
GENEALOGÍA
 
 
Mi padre no me hablaba de su padre o su abuelo
y yo no fui el curioso rastreador del silencio.
No supe indagar sombras ni fantasmas
porque bastaba el rito de ignorarnos.
Y estaba el sol.
Era difícil conversar conmigo.
Tal vez por eso las palabras
se fueron despertando en mi escritura.
La muerte lo llevó de madrugada,
sin despedida y sin explicaciones,
no me sirvió siquiera de experiencia.
Volver hacia otro tiempo ya no cabe:
del pasado se vuelve sin testigos.
 
                                                                                                    (De “Explicaciones y retratos”)
 
*
 
 
 
FOTOS
 
 
Miro una serie de viejas fotos de una nena.
Son pruebas de retratos, actitudes distintas y sonrisas.
El fondo oscuro, algún objeto a mano,
una sombrilla, un libro,
poses sencillas que el fotógrafo guiaba
para encontrar la toma exacta
que complaciera a toda la familia.
Tiene cinco años esa nena. O cuatro.
Sólo una vez reconozco sus rasgos,
apenas,
aquel gesto que durará en su cara
para enamorarme.
Nada del futuro entonces,
nada del misterio que hará venir su vida
hasta mi encuentro.
Todavía
los años la embellecerían hasta la madurez.
Pérdidas y ganancias, hijos, un nieto,
cuántas expectativas imposibles de discernir.
Algo puede nublarse en mis ojos:
la culpa de no hacerla más feliz.
 
                                                                                                                          (Inédito)
 
*
 
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Rafael Alberto Vásquez y R. R., septiembre 2014.
 
 
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16 de Agosto, 2014 · General

Eduardo Romano: sus respuestas y poemas


 

Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Eduardo Romano nació el 8 de junio de 1938 en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, la Argentina , y reside en la Capital Federal. En 1965 egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde en la carrera de Letras fue profesor adjunto de la cátedra de Literatura Argentina, cuyo profesor titular era David Viñas, así como Asociado de  Literatura Argentina II, a cargo de Beatriz Sarlo. Entre 2001 y 2012 dictó Problemas de Literatura Argentina. En la misma Universidad fue profesor titular del Seminario de Cultura Popular y Masiva en la Facultad de Ciencias Sociales. Entre otros medios gráficos, como periodista  colaboró con los diarios “ La Opinión ”, “Clarín”, “Tiempo Argentino”, “Página 12” ; con crítica literaria, artículos, poemas, con las revistas “Crisis”, “Hoy en la Cultura ”, “El Escarabajo de Oro”, “Zona”, “El Barrilete”. Entre 1967 y 2008 publicó, por ejemplo, los siguientes volúmenes en el género ensayo: “Análisis de Don Segundo Sombra”, “Sobre poesía popular argentina”, “Medios de comunicación y cultura popular” (con Jorge B. Rivera y Aníbal Ford), “Claves del periodismo argentino actual” (con Jorge B. Rivera), “Las huellas de la imaginación”, “Voces e imágenes en la ciudad. Aproximaciones a nuestra cultura popular urbana”,“Revolución en la lectura. El discurso periodístico-literario de las primeras revistas ilustradas rioplatenses”, “Haroldo Conti, alias Mascaró, alias la vida”. A través del sello La Crujía , en 2012, como principal redactor y director de un equipo de investigadores, se editó “Intelectuales, escritores e industria cultural en la Argentina ”. Y éstos son sus poemarios: “18 poemas” (1961), “Entrada prohibida”(1963), “Algunas vidas, ciertos amores” (1965), “Mishiadura” (1978), “Doblando el codo” (1986), “Entre sobrevivientes y amores difíciles” (2004), “Puro biógrafo y otras inconveniencias” (Ediciones Activo Puente, Buenos Aires, 2013). En 1997 el Fondo Nacional de las Artes, en su colección Poetas Argentinos Contemporáneos, edita “Eduardo Romano – Antología Poética”.

 

 

 

          1 – Precede este contacto una presentación formal. Te propongo otra.

 

          ER – De los comienzos, las canciones (tangos, boleros) a las cuales les cambiaba su letra mientras caminaba por la finca de mis tíos, en San Rafael, provincia de Mendoza, donde pasé todos los veranos entre los cinco y los diez años. A los quince las escribía (creo que desde el día en que cerré la tapa del piano), y a los veinte reuní mi primer poemario. Consecuencia de haber conocido a Jorge Rivera y al Movimiento Madí, cuya retórica consideré de vanguardia –en cierto modo lo era-, fueron los “Poemas para la carne heroica” (1960), que luego extirpé de mi bibliografía. La que admito se inicia con “18 poemas”, por el sello Aguaviva, nombre de una revista –hoja impresa de los dos lados y doblada- de la que editamos seis números con Rivera, Alejandro Vignati, Susana Thénon y Juan Carlos Martelli. Un conjunto heterogéneo, tanto que cuando incluí mi editorial “Contra todo”, los dos últimos hicieron constar al pie que no coincidían (claro, eran miembros del Partido Comunista y mi alegato estaba entre el anarquismo y la beat generation). El más entusiasta era Vignati y fue a través de él que nos relacionamos con Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti, etc. Editamos una traducción del poema de Ferlinghetti en contra de Eisenhower y lo repartíamos gratuitamente por la calle cuando nos visitó el presidente norteamericano ( la Coca-Cola se le había adelantado). También le enviamos al juzgado del fiscal Guillermo De la Riestra respuestas tajantes contra la censura: él era funcionario en la dictadura de Juan Carlos Onganía –“¡el onganiato!”-, y había ordenado secuestrar libros y películas como “Los amantes”…

          Yo estaba estudiando en la Facultad de Filosofía y Letras desde 1957. Allí hicimos un par de lecturas públicas. Trabé amistad con Alberto Szpunberg, conocí a Juana Bignozzi y nos reuníamos los tres para leer lo que andábamos escribiendo. Las lecturas públicas eran frecuentes y en los reductos más dispares. La más importante fue en 1962 en la Facultad de Medicina de la UBA , en cuyo Auditorio habría unas doscientas personas: inusitado. Varios cuadernillos con los diferentes autores invitados por el Centro de Estudiantes de esa Facultad conservan testimonio del suceso. Conservo el que incluye mi participación junto a Juan Gelman, Héctor Yánover, etc. Época en la que concurríamos semanalmente a casa de la “tana” Marcella Milano, quien nos reveló las entretelas de Cesare Pavese (yo la ayudé en una traducción de “Dialoghi co Lucò” que editó Siglo Veinte). Por entonces se produjo el acercamiento de sectores de la izquierda y del peronismo: por ejemplo, en el Movimiento Nacional de Liberación, de Ismael Viñas, con el que me vinculé a través de Rivera; y en ANDE (Agrupación Nacional de Estudiantes) de Filosofía y Letras, adonde llegué detrás del poeta Horacio Pilar. Otro poeta, y editor, José Luis Mangieri, me incorporó al sello Nueva Expresión: “Entrada prohibida” y “Algunas vidas, ciertos amores”. Este último corrió la suerte del depósito donde Mangieri guardaba sus ediciones: llegó la policía y secuestró todo, buscando libros políticos, claro, incluida casi la edición completa de mi libro, del que sólo conservo un ejemplar con la impresión de tapa sin colores. Colaboré con “ La Rosa Blindada ”, la revista del maoísmo naciente en Buenos Aires. Pero también lo hice en “18 de Marzo”, periódico del peronismo combativo. Con Rivera, René Palacios More y Luisa Futoransky, otra mezcla rara de “Museta y de Mimí”, editamos dos números de una revistita abrochada, “Cuadernos de Poesía Hoy”. Y debuto con mi primer artículo crítico (aunque ya había borroneado algo de crítica en breves notas de “ La Gaceta de Mariano Moreno”, en el colegio secundario, sobre Pablo Neruda y Vicente Huidobro), titulado “¿Qué es eso de una generación del ’40?”. Allí manifestaba mi admiración por el lenguaje coloquial de algunos poetas del tango y la oponía a ciertas retóricas de la poesía letrada (para ser leída). Acababa de recibirme de Profesor de Letras, me iniciaba como docente y me fue absorbiendo la crítica literario-cultural. Escribía poemas que quedaban rigurosamente guardados y leía, además de Pavese, a T. S. Eliot, a Antonio Machado, y por sobre todos, a César Vallejo. Pero sin privarme de Paul Valéry, de muchos españoles y latinoamericanos, de la poesía lunfarda –me deslumbró, por cierto, “La crencha engrasada” de Carlos de la Púa-. En tanto la política y el periodismo me atrajeron, colaboré mayoritariamente con bibliográficas en “Clarín Cultura y Nación”, en “ La Opinión Cultural ”, en “Crisis”, etc., donde también me difundieron artículos y poemas.

 

 

          2 – Más de diez años transcurrieron hasta “Mishiadura” (traduzcamos a nuestros lectores lejanos al dialecto local: Indigencia, miseria).

 

          ER - Sí, reaparecí respaldado por Colihue-Hachette, quienes irrumpían con mucho entusiasmo en el mercado editorial. Yo trabajaba intensamente en la revisión de productos y géneros populares con el ya viejo amigo Rivera y con Aníbal Ford, narrador y ensayista. Publicamos mucho desde comienzos de los ’70 hasta 1982 (y una parte conformó “Medios de comunicación y cultura popular” en el 83). Con muy buena repercusión, aunque diletantes y ortodoxos (de varias biblias) nos calificaban de “populistas”, por interesarnos en canciones, historietas, fotonovelas, programas radiales, cine nacional, etc. En la década siguiente enarbolarían la bandera de los “estudios culturales” para ocuparse de asuntos parecidos –según Williams, Anderson, Richard Hoggarth (fallecido en abril de este año), Thompson…- e ignorar o disimular lo que veníamos investigando nosotros. Y bueno… soy argentino, diría el siempre socarrón César Fernández Moreno. En una de aquellas lecturas mencionadas, esa vez en una Galería céntrica, se burló de un poeta joven, creo que Marcelo Fox, y discutí airadamente con él. Años después nos reconciliamos, intercambiamos un interesante epistolario cuando yo estaba preparando la edición de su “Argentino hasta la muerte”, selección, estudio preliminar y notas para el Centro Editor de América Latina. Hasta me propuso suplantarlo en la Universidad de Caen, porque se iba como funcionario del presidente Alfonsín a Cuba; mi situación familiar era complicada pero sólo al año siguiente me divorcié. Si hubiera aceptado, seguro que mi vida hubiera sido distinta, pero como siempre es una sola (por desgracia o por mezquindad divina), aquí estoy. Recuperé parte de dicho epistolario en un dossierdel “Diario de Poesía” dedicado a César. Bueno, creo que desde “Doblando el codo”en adelante mi poesía cobra más contacto con la suya, puesto que ambos articulamos un poco de narrativa y otro poco de ensayo valiéndonos de los “renglones cortitos”, aunque de forma diferente, incluso por razones ideológicas. Y también por concebir series de poemas sobre ciertos asuntos: él, por ejemplo, sus automóviles; yo (que no manejo, ni siquiera mi vida), las fotos familiares o los lugares y casas en los que he residido. Mi poemario del ’86 estuvo muy vinculado con la experiencia periodística en “Tiempo Argentino”, la de mayor inserción en un diario: coordinaba la doble página de bibliográficas de los domingos y hasta alguna vez, de paso, redacté un obituario (el de la narradora Marta Lynch) y varios artículos para “Tiempo Cultura”, al cual Osvaldo Cherkasky, Miguel Briante y Matilde Sánchez, entre otros, le habían dado un nivel poco habitual. En la redacción armé, con Alberto Perrone, al que había conocido como empleado en la Universidad de Morón, una tapa collage con dibujo, foto, viñeta de fotonovela, que me sigue gustando.

 

            3 – Y más o menos desde aquí nos quedaría tu derrotero en los últimos veinticinco años.

 

          ER – Con otro formato. Porque después de haber entrado y salido por las puertas de la Universidad de Buenos Aires al son de las marchas partidarias o de las marchas militares, gané en 1986 un concurso de Adjunto en Literatura Argentina I y tres años después el de Asociado de Literatura Argentina II: me radiqué en el ámbito académico. Con su estabilidad y sus miserias. Como la condición de docente universitario se extendió, primero a la Universidad de Lomas de Zamora, después a la Universidad de La Matanza, dejé otras tareas, en especial las periodísticas o editoriales (para el Centro Editor había escrito mucho, durante mediados de los setenta y de los ochenta). Una experiencia interesante fueron los doce o más programas que asesoré, y en los cuales hacía intervenciones críticas de un par de minutos, para la señal Educable, y que en un momento difundió ATC. Incluyó a algunos poetas, como Almafuerte o Sor Juana Inés de la Cruz.

          Todo eso me restó tiempo para la poesía, nunca abandonada, siempre acumulada en servilletas, hojas rayadas sueltas, copias mecanografiadas, y al fin la bendita era de la computación, cortar y copiar. Fantaseé que le dejaría ese legado a mi viuda (Miriam) o a mis dos hijas (Laura y Constanza, una de cada matrimonio), para que resolvieran si era editable o combustible contra el frío. De pronto, un joven salteño que había sido alumno mío en dos oportunidades y lugares (la carrera de Letras y la carrera en Ciencias de la  Comunicación Social de la UBA –ah, me estaba olvidando de contarte que entre 1989 y 2001 inauguré allí un Seminario de Cultura Popular y Cultura de Masas-), me propuso editar un tomo en su colección El Suri Porfiado. No entraba lo escrito a lo largo de casi veinte años en libros de formato manuable y austero. Pero, ante una posibilidad así, no te vas a hacer el estrecho o el larguirucho… Corté varias secciones de lo que tenía guardado, porque en todos mis libros agrupé siempre los poemas en series bajo un título particular, y se las remití como “Entre sobrevivientes y amores difíciles”.

 

 

  

          4 – Y unos años después surge la posibilidad de volver a editar.

 

          ER – Concluyendo 2012. Raúl Santana, el “negro” Santana, con el que habíamos compartido días de francachela y mishiadura allá por nuestros veinte años –no por esa década, aclaro-, me propone telefónicamente una antología en la colección que dirigía para el sello Activo Puente. “No”, le contesté, “ya que el Fondo Nacional de las Artes me publicó una de la etapa que llega a los ’80, prefiero mostrarte un libro inédito y añejo de veinticinco años.” Por supuesto que excluí casi todo lo que ya estaba en la edición de El Suri y armé el resto. Para fortificarlo o qué sé yo, le sumé, con añadidos, una sección, la de “Viejas Fotos Familiares” de“Doblando el codo”, pero con otro título. Y así se fue conformando (y confirmando)“Puro biógrafo y otras inconveniencias”, título que, entre otras virtudes, tiene el de no parecer propio de un volumen de poemas. Con “biógrafo”, tal vez esté de más aclararlo, aludo a la vida y también al cine como un componente inexcusable de esa vida -lo que hoy les sucede a los más jóvenes con la televisión-, pero también a la ensoñación. Cines de barrio (les dediqué un radiopoema), de pueblo (en Escobar), de rambla marplatense, de auditorio al aire libre… películas vistas, entrevistas, narradas, recordadas y mezcladas, perdidas en el desván de la memoria… y divinas divas (Marylin, Brigitte, Sofía, la Cardinale) que te dejaban insomne, entre otras cosas.

 

 

            5 – Y además de la Antología personal del Fondo, fuiste difundido en otras (al menos en una integramos el reparto).

 

          ER – Me alegra figurar en varias, que no me tomo el trabajo de contar pero son alrededor de diez. Las últimas, “200 años de poesía argentina” (selección y prólogo de Jorge Monteleone, Editorial Alfaguara, 2010) , “El cine y la poesía argentina” (selección y ensayo de Héctor Freire, Ediciones en Danza, 2011) y “Antología de poesía argentina contemporánea, 18 poetas” (bilingüe, co-edición Reflet des Lettres / Alción Editora, 2012). Ellas abren la posibilidad de ser leído por un público heterogéneo e imprevisto. El libro de poemas de autor es una rareza, cada vez se editan menos ejemplares y acaban por desaparecer nadie sabe exactamente dónde, pero desaparecen… Y, entre ensayo y ensayo, entre artículo y artículo, entre investigación e investigación, dirigida o elaborada, a pesar de que el viento jubilatorio ya me esparció, escribo algunos poemas. Generalmente en un rapto o en un rato. Y guardo. Tal vez…

 

 

 

          6 – Tengo cerca mi ejemplar de tu cuarto poemario. En la contratapa se informa sobre otras antologías en las que figurás: “Buenos Aires dos por cuatro” de Osvaldo Rossler, “Los mejores poemas de la poesía argentina” de Juan Carlos Martini Real… Y se informa también que esta edición de “Mishiadura” alberga una selección –once- de los textos que escribieras para la audición “Latitud Buenos Aires” de LS4 Radio Splendid, entre setiembre y diciembre de 1977. Te estoy instando, Eduardo, a que rememores ese paso tuyo por la radiofonía porteña, cómo era el programa, quién lo conducía, y te refieras a lo que sucintamente explicás en unas pocas líneas introductorias al volumen, tituladas “Advertencia”.

 

          ER – Esa oportunidad llegó, como todas, inesperadamente. Una amiga, docente de música y locutora, me dijo que el interventor militar de la radio, tanguero y poeta (en la Argentina, como verán, todo puede suceder), se marchaba y hasta allí había escrito las glosas para una audición con tangos de Gardel. Aníbal Cufré, que leyó al efecto algunos poemas míos, me ofrecía reemplazarlo. Le contesté que sí pero con poemas, no con glosas. Escribí una cortina fija, que iniciaba el programa todos los días al anochecer, y luego un texto poético para cada audición que se iba intercalando entre las versiones del “mudo”. Mudo me quedé yo el día que viajando en un colectivo me escuché, junto con el colectivero y algunos pasajeros. La voz de Cufré era impresionante, hasta cuando no sabía lo que estaba diciendo. Inauguré una rutina de trabajo poético: sábados y domingos escribía los cinco textos de la semana, siempre precedidos por alguna cita. Me acuerdo que cuando usé una de Luis Luchi, Cufré me la mandó de vuelta, porque eso no le parecía poético. Yo tuve ganas de contestarle que, si supiera ya lo que era la poesía, habría dejado de escribir. Luego recuperé una selección de esos textos para incluirla en mi libro “Mishiadura”, como “Radiopoemas 77”.

 

 

            7 – Entresaco unos versos de distintos poemas tuyos: “no deben arrojarse los restos del amor dentro del mundo”, “qué haré con su costumbre lenta de hablar y envejecer?”, “el gato pasea por el ocio rollizo de mi hermana mayor”, “y por ti, pero más por mí, pormigo mismo”, “Es la hora de la preñez extrema del aire”, “lucía las bananas podridas del sombrero”, “y su terrible renguera de conciencia”, “Me gustaría encontrarte hace diez años”. Aquí están. Y entonces pregunto: ¿En qué términos resumirías tu poética?

 

          ER –  Esas cosas son más fáciles de decir acerca de otros que de uno y haciendo eso me he ganado en gran parte la vida. Pero… bueno, me tiro a la pileta como poeta de la palabra conversada, del diálogo. Algo que nos vino (uno nunca está solo, aunque se lo imagine) seguro que de Pavese, pero también del tango, de “Eche, amigo, nomás, écheme y llene…” y tantos otros ejemplos. Empecé a escribir argentino, dice Cortázar, hacia 1950. Yo sentía que los de Movimiento Poesía Buenos Aires, algunos, excelentes poetas, parecían, muchas veces, traducidos. Y si no podía escribir argentino, al menos lo haría en porteño y sin  tergiversar mi habla cotidiana. Sentía que en el poema, como en los mejores tangos, se podía contar de manera breve e intensa  y que eso era un desafío. En ocasiones debo de haberlo conseguido. Con el tiempo, las series poéticas me permitieron ampliar el relato, los momentos fulgurantes de ciertas situaciones vividas, imaginadas, soñadas… o todo un poco a la vez.

 

 

  

          8 – Por un lado, en tu último poemario leo estos dos versos: “con Horacio Pilar (del peronismo mágico) que era capaz / de disertar hasta dos días sobre una araña pensativa”.  Y por el otro, yo, que tarde –en 2002- descubrí en su totalidad la obra poética de Horacio Pilar (1935-1999) y quedé asombrado, organicé y conduje en mayo y junio de 2003 el Ciclo de Poesía “Horacio Pilar” –cinco encuentros: entre los poetas invitados estuvieron José Peroni, Jorge Quiroga, Hilda Rais, Francisco (Pancho) Muñoz, Raúl Santana-. Has sido su amigo. ¿Lo evocarías para nosotros a quince años de su fallecimiento? 

 

          ER – Claro, cómo no. Horacio había cursado el Liceo Militar y comenzado Medicina. Era inesperadamente marcial y sorpresivamente gastronómico. Me acuerdo de haber comido en algún boliche de los que frecuentábamos, gasolineros, y pedir primero sopa y luego dos bananas; explicarle al mozo, sin duda desconcertado, las virtudes de esa dieta. Sin mencionar la principal: gastar poco. Tenía una labia espontánea y generosa; una vez, en mitad de uno de tales discursos, a propósito de cualquier cosa, se detuvo y nos preguntó sobre qué estaba hablando, se le había perdido el asunto. Charlamos mucho de filosofía, de calle, de señoritas, de política. Era el mejor ejemplo de que cada peronista tiene su propio peronismo y él te convencía del suyo. Un poeta reflexivo y modesto; siempre me decía que formábamos una segunda línea y que eso no debía desalentarnos. Un gran tipo, de ésos que te dejan mucho y haberlos conocido justifica también un poco  haber vivido. Valdría la pena reencontrarlo para seguir charlando, seguro nos quedaron cuestiones pendientes.

 

 

            9 – Sé que para “Francisco Urondo, la palabra en acción – Biografía de un poeta y militante” de Pablo Montanaro (Homo Sapiens Editora, Rosario, Santa Fe, 2003) has participado con tu testimonio. Para quienes como yo, no hemos accedido al libro en cuestión, ¿nos lo ofrecerías?

 

          ER – Mi relación con Paco Urondo fue especial, con largas intermitencias y mucho afecto. Lo conocí cuando vino a una lectura de poemas (participamos Jorge Rivera, Alejandro Vignati, el petiso Alfredo Carlino y yo): creo que en el salón de un diario sobre la avenida de Mayo. Leí textos que pasarían a “18 poemas”. A la salida se acercó y me comentó que le habían interesado, quedamos en vernos en otro momento, almorzamos a los pocos días con Noé Jitrik, de Souza y otros amigos, me presentó a Clarita Fernández Moreno, y por ella conocería luego a Haroldo Conti… Otra instantánea es de cuando él vivía en el barrio de San Telmo, en una de aquellas casas colectivas de los setenta y a la que acompañé a Lola Thorne. Charlamos largo, me presentó a uno de sus hijos, intercambiamos libros. Tercera foto: una noche lo esperé con dos amigas, en el viejo bar “Unión” que tanto frecuentaba y me encantaba, allá en la avenida Paseo Colón, cerca de Independencia, hasta que salió de trabajar en “La Opinión” y cada uno por su lado, pero otra vez buena charla, agradecimiento por el “aguante”. También nos encontramos en lo de Rivera: ambos militaban en el Movimiento de Liberación Nacional (MLN -Malena) y discutimos un poco, en buenos términos. Después coincidimos en la Facultad de Filosofía y Letras, donde vino como Director del Departamento y yo quedé a cargo del Instituto de Literatura Argentina. Allí no discutimos, exactamente, pero diferíamos en cuanto a lo que esa intervención debía producir en la carrera de Letras. Tengo presente una larga caminata por Rivadavia estrecha, desde la Plaza de Mayo, y olvidar lo político para hablar de poesía, lo que siempre nos había acercado. Bueno, a partir del ‘76 sabemos lo que pasó. Pero lo vi una última vez, en el barrio Caballito: yo estaba parado en la esquina de Rosario y José María Moreno, y desde un auto agitó la mano y su sonrisa, que era muy particular. Tuvo la valentía de sostener hasta el final lo que creía, a diferencia de tantos otros.

 

 

 

           10 – Mas allá de los consagrados poetas del tango  –Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Celedonio Esteban Flores, Enrique Cadícamo, Homero Expósito, Eladia Blázquez, Horacio Ferrer, Héctor Negro…-, ¿estás al tanto de la letrística tanguera más reciente? ¿Por dónde andan tus actuales preferencias musicales? ¿Hay algún tipo de música que juzgues “mala” y que te atraiga (o te haya atraído)?

 

          ER – Estoy al tanto, porque soy miembro de la Academia Nacional del Tango, pero creo que cada ritmo tiene su época y la del tango ya fue. He dado clases sobre letras de tango en la Academia y en la Universidad acerca de la canción, en las cuales incluí también al llamado folklore, al rock nacional y a cantantes que no tuvieron mucho que ver  con la poesía, pero cuyo humor los justificaba. Estoy pensando en Rodolfo Zapata, el de la chacarera “La Gorda”, que manejaba un uso del doble sentido muy gracioso y que los folkloreros comprometidos despreciaban. Claro, para ellos  “Si se calla el cantor calla la vida” y me imagino que, para el cantautor Zapata, “si se calla el cantor calla la risa”. Y el humor es un combustible irremplazable para sobrevivir, sobre todo en el mundo periférico. A la poesía argentina le ha faltado humor, sus cultores prefirieron la seriedad, la gravedad, aunque estuviera hueca. Nicolás Olivari, Conrado Nalé Roxlo, Luis Cané, César Fernández Moreno… son de los pocos, en una cuerda que va del humor sutil al sarcástico. Si me dejan, me subo al carro, por lo menos por el costado del humor irónico. Hoy día el gran público está en contacto con la poesía de las canciones, acompañadas de música. Así como lee novelas acompañadas de imágenes (telenovelas, pero obvia el prefijo). La lectura en silencio y recoleta está avejentada, aunque nunca va a desaparecer del todo. Yo convertí un poema (Cartas II) en el tango “La zorra tristeza” (con música de Alberto Garralda), que tuvo dos grabaciones, pero no seguí adelante con la experiencia. Está entre las cosas que me debo para el ballotage.

 

   

          11 - En un número de la revista de poesía “El Jabalí”, que estuve releyendo, reprodujeron una parte de una entrevista realizada a Orson Welles (originariamente reproducida en su totalidad en una revista extranjera): Me apropio yo de algunas, y adaptándolas te las despliego: Si hubieras podido escoger el país y período en que te hubiera gustado nacer, ¿hubieras escogido qué país, qué período? ¿Hay algunas figuras de la historia argentina con las que te identificás? ¿A quién escogerías como modelo de comportamiento masculino hacia las mujeres?

 

          ER – ¡Esto ya no es una entrevista sino un bombardeo! Me pongo el casco y voy contestando.

          1: Me gustaría vivir en el mismo lugar y en el mismo tiempo pero de nuevo, para reincidir en algunas cosas y para rectificar otras. Vivir de nuevo, varias veces, entre los veinte y los sesenta, en lo posible descartando la inexperiencia o las malas experiencias anteriores y la excesiva experiencia posterior (dejémosle este placer a los orientales).

          2: Me identifico con los muchos que construyeron nuestro país y con los pocos que lo siguen haciendo, ¡lástima que los otros eran más!

          3: A mí, por supuesto. Pero preferiría hablar de lo mal y de lo bien que me han tratado, porque sería hacer el resumen de mi vida. Si unas me abandonaron, desde el comienzo, otras me recogieron y me cuidaron. En “Entrada prohibida” hay una cita de Pavese que dice, en parte, “mis buenas compañeras estarán siempre vivas, / sufriendo en silencio y pagando por todos”. Sin ellas faltaría en mi CV la poesía y estaría de más este diálogo.

 

            12 - Alejandra Pizarnik le expresó en una carta a la poeta bonaerense Ida Julia Casella, a propósito del poemario de ésta cuyo título es “Antes de nacer” (1ª Edición, Ed. Colombo, 1966): “...sus poemas son, entre otras cosas, modos de conocimiento (es evidente el ‘yo me he vuelto del revés / me he vuelto del derecho’), de conocimiento de usted, naturalmente, pero cuando el modo es auténtico y necesario (esto sobre todo), el lector se conoce en la comunión poética: un simple y terrible espacio de encuentro perfecto...” ¿Te provocan, Eduardo, estas líneas, alguna apreciación?

 

          ED – Si la literatura –incluida la poesía- no es conocimiento, es apenas palabras sueltas, cháchara, nada… Uno aspira a la experiencia compartida, a que algo resuene en el otro y lo transforme, lo cambie de lugar, de posición, de ánimo, se le haga carne viva… Por lo menos son las vivencias que nos transmitieron algunos de esos escritores que preferimos y que seguimos leyendo a través del tiempo. Una novela de Benito Pérez Galdós, pero también otra de Paul Auster y, para cambiar de registro, un poema del Arcipreste de Hita y otro de Homero Manzi. Y lo que hicimos siempre, incluso sin saberlo, reescribir las palabras que se reagrupaban, de otra manera, entre las ya leídas y escuchadas, entre las que dijimos y las que nos dijeron. La literatura es, en definitiva, el lugar de cruce donde los otros nos hablan, o se hablan a través de nosotros, aunque ilusionemos poseer “el uso de la palabra”.

 

*

 Eduardo Romano selecciona para esta entrevista, en agosto de 2014, siete poemas de su autoría:

 

 

BRINDIS

 

 

Por la mano que hundo y arranca el poema

por el verbo que comunica como una llave

por el hijo pródigo que vendió su corazón al contado

por la joven madre que no abortó de perezosa

por los que de tanto en tanto se dicen algo al espejo

por los que sólo recuerdan a garrotazos

por la ventana cerrada de los muertos

y por el que desde mucho antes fue cadáver.

 

Por el ojo sin importancia de la risa

por los que hoy aquí y mañana no se sabe

por la noticia falseada en treinta idiomas

por el que pide permiso en todas partes

por el que usa apenas mujeres usadas

por el que brilla una noche y catequiza

por el silbido que se perdió en la boca

y por la triste escalera que solamente baja.

 

Por una blusa roja hasta la sangre

por la firme respuesta del seno adolescente

por la manzana madre de este mundo

por el que tira sus besos al retrete

por el que perdió la cabeza en el griterío

y por el hueso auténtico el hueso duro de roer.

Por el hueco de los que ya se resignaron

por la fiel amistad de las enfermedades incurables

por la que todavía aguarda hecho preguntas

por la felicidad del hombre amaestrado

por la palabra que nos dará el olvido

por un cielo de puentes y llegadas

y por una verdad a cada rato.

 

Por el marinero que no aprendió a desembarcar

por el clavo caliente de estar vivo

por la alegría exacta de los tristes

por el vino de rostros que nadie puede arrebatarnos

y por la desesperación del vaso en la garganta.

Por los que mercan cada día tu trabajo

por los que “sí, cómo no, de cualquier modo”,

por los principios con que algunos terminan sus crímenes

por todas las maneras de andar al descubierto

por los que memorizan cada día de sus años

y por ti, pero más por mí, pormigo mismo,

junto a esos zapatos caminando sin dueño a medianoche

brindo, tal vez de manera vulgar,

levanto mi copa enardecida

por los que ya nombré y por los que no me acuerdo,

dejo paga mi última sonrisa,

toco fondo.

                                                (de “18 poemas”)

 

 

 LA LOCA

 

 

Me decían sentate al lado de la  loca

y dale cuerda.

La loca, a todas horas

destrozada,

y después -si existe algún después

bajo las ruedas-

dibujaba muñecos en el vidrio,

cantaba letras sucias,

daba pena,

Me decían recitale a la loca

tus poemas.

La loca consumía

el café más amargo con leche

y apagado,

se sonaba los huesos

traqueteados en camas informes

o en baldíos,

se daba una medida de esperanza.

Sentada en un rincón,

lucía las bananas podridas del sombrero,

un perfume bien rancio, recocido,

su careta de humo,

su cuello pergamino.

Me decían conversá con la loca

de la vida en orsai,

de su hijo roto.

La loca masticaba estampitas lentamente

preguntando si el sol

seguía afuera

o lo habían llevado, en bandeja,

hasta su cuarto.

Me decían con guiños, por lo bajo,

explicale a la loca que está muerta.

 

 

                                                                          (de “Entrada prohibida”)

 

 

 

 

CAMINATA

 

 

Tengo veintiocho años cumplidos

esta hermosa tarde que ahora desciende

por la avenida viento norte, Palermo,

pensando qué hacer con lo que resta.

Ya no soporto los gestos de Francisco,

según las circunstancias.

No me alcanzan las palabras de Luis,

el estudiante de izquierda

que me quiere explicar causa remotas.

No quiero más los proyectos comunes y promesas

que nunca les pedí, ni equivocada.

He visto y oído sus trabajos,

los oficios delicados, inútiles, vacíos,

humillantes o alegres, de los hombres amados.

Los adolescentes que se concentran

hasta la seriedad en mis piernas delgadas

apenas casi me entretienen.

Las amigas que recitan siempre,

hasta el cansancio,

comienzos o restos de aventuras

ocultas por el humo y sus caras mundanas,

no pueden disimular la soledad que las desborda.

Quedan, es claro, el arte y los paisajes,

pero una ha comprendido el mecanismo

y para qué engañarse en estos tiempos.

Veintiocho años al sol,

camino sostenida por esta escasa juventud

y la incipiente madurez de mis recuerdos.

Sólo deseo tomar un poco de noche,

cara al húmedo cielo,

jugar a la paz, al deseo, a la ternura,

tener una larga conversación sobre estrategia

con algún general que nunca hizo la guerra.

 

                                                    (de “Algunas vidas, ciertos amores”)

 

 

 

TERCERA FOTOGRAFIA DE AMOR

 

 

Es peligroso vivir una última noche con vos.

Hay, por ejemplo, rápidos incendios

sobre los pastos secos de tus ojos.

Hay un aborto reciente y desdichado

-la careta señores los guantes señorita-

que dejó en tu sonrisa enorme cicatriz.

Yo la recorro con paciencia de domingo lluvioso

bajo los pliegues de nuestra lenta soledad.

Crecen hongos salvajes en tu pelo

cuando hablás del marido y los dos hijos

envenenados por la vida en común.

Tiritan nuestras ropas por el suelo,

la tarde se arrodilla y en la pieza desnuda

contra tantos, somos apenas dos.

A las catorce y treinta se incorpora

para decirme nadie

debe saber que aquí estuvimos juntos

porque el amor  voló desde el balcón.

A las catorce y treinta años perdidos

sos apenas tu sombra sobre la palma abierta del andén.

 

 

 

                                                                                                               (de “Mishiadura”)

 

 

 

NI TAN DERECHOS NI TAN HUMANOS III

 

 

Cuando oyó la primera sirena se apartó

un poco del alféizar y cerró las persianas.

Era una lástima renunciar a esa luna

tenue y meliflua, ingenuamente pálida,

pero los gases tóxicos enturbiaban

tanta dulzura y al parecer la noche ardía ya

por los cuatro costados.

A los primeros tiros dio un paso atrás

y entornó la puerta –casi recién pintada-

de su habitación interior.

En las tinieblas se oía el crepitar

lujurioso de la violencia desatada.

Ahora forzaban una entrada gritos roncos

puteadas subrepticias órdenes silbatos

estallaban quién sabe desde dónde desde cuántos.

Empujado por los primeros sollozos ahogados

se metió en el baño, echó la doble llave,

se acurrucó en un rincón los brazos

sobre la cabeza los ojos hacia adentro.

Tras una breve pausa en que creyó –lo principal

es la fe, Dios te sonríe- haberse aislado

sintió un líquido espeso que goteaba

justo encima justo arriba justo no soy

se dijo en un susurro, casi tartamudo.

Entonces se encendió la luz potente luz de la crueldad

y al suave al apartado al buen muchacho

al nunca te metás en esas cosas al hijo de mamá

al siga siempre así felicitado

también lo desaparecieron brutalmente.

 

                                                                     (de “Doblando el codo”)

 

 

 AVERGONZADO

 

 

¿Sabe una cosa usted que a lo mejor me lee

en una larga tarde de domingo sin nada

o en algún otro hueco semejante?

Me da tanta vergüenza ensuciar con versitos

esta hoja impoluta (mentira, apenas si se trata

de una vulgar y servicial servilletita)

y en especial porque murmuro

unas palabras llanas sin metafísica legibles

carenciadas de notas o aparato erudito

sin un despliegue intertextual muy pobretonas.

Y no le cuento, amigo lectorcito amodorrado,

si pienso que en lugar de ganar a toda costa

de apostar de transar de aplastar con denuedo

pierdo mi tiempo así alumbro frases sueltas

la culpa que me da saber el alfabeto

pasear por el lenguaje gratuita suficiencia.

Al menos debería hipotecar tal perversión

en lujuriosos avisos masticables

que un músico por horas, alquilado,

supiera a la sazón sonorizar

para el sagaz público medio (¿o ya

electrocutado del todo y aún consume?).

Me sonrojo realmente, no se extrañe,

cuando sopeso una por una las palabras

las pongo boca arriba en el platillo

me detengo a escucharles viejos ecos

como si fueran rumorosos caracoles.

Es un oficio antiguo, otrora respetable,

pero que ha ido cayendo en el descrédito

en sonrisitas de burla rápidos codazos

una especie de vicio solitario

que hoy practican tan sólo idiotas de la casa.

Por eso acepto caminar hasta el patio

desolado sentarme en un banquito lánguido

esperar que repartan esa sopa mugrienta

que se supone mata los huevos empollados

de todas las metáforas.

 

 

                                                   (de “Entre sobrevivientes y amores difíciles”)

 

 

 

EL POETA DEVUELVE LA PALABRA

 

 

                                                           Para morir mejor

                                                            hay que estar sano (anónimo callejero)

 

 

 

Le entregan sus análisis completos

bajo colesterol sin índice de riesgo

glucemia uremia y uricemia

(no es el medio campo de la selección bratislava

ni una suntuosa aliteración esteticista)

con valores normales adecuados millones

de leucocitos y hematíes como para empedrar

las joyas de varias coronas coronarias

en buen funcionamiento vespertino

(de noche lo asaltan imágenes compactas

que pueden provocarle taquicardia a un dinosaurio)

y camina derecho por lugares torcidos

se busca buenos tragos los malos vienen solos

sigue fiel al Azar que lo guía desvía recombina

empieza a salirse de la ví(d)a a pesar de todos y de todo

de lo que informan estos laboratorios alcahuetes

porque la máquina ha comenzado a ratear

es el momento justo de tomar esa curva

(me parece que ya tomaste demasiado).

Resultas de lo cual lo felicitan por haber elegido

morir saludable en buen estado con el humor erecto

de cara a tan adversas circunstancias convencido

de que fue bueno rebajar las grasas los empachos

las borracheras y resacas aquellas dos mujeres en un día

los ratos de mirar nomás mirar hasta perderse

el horizonte los devastados espacios interiores.

Lo felicitan –reitero y no es una ironía-

porque ha llegado al cruce de caminos saludable

ni se le nota el austero carcinoma que lo convierte

en candidato seguro en colaborador anticipado

de la página oscura del Gran Diario donde otrora

incluyeran artículos suyos a veces ponderados

sesudas bibliográficas anónimas o nomás discutibles

que con los vientos light se disiparon.

Algún periodista apresurado querrá corroborar

si es cierto que escribía fascículos seriados

escritores de acá de ahí de más al fondo

para el sueño de Boris en el saber distributivo

si compartió con Paco los destinos de una carrera

donde enseñaban las formas de las letras

que nunca coincidieron pero igual dialogaban

si una vez despertó con la que hubiera amado

entre los brazos prefirió que durmiera tan cansada.

Igual se irá pensando por el viaje –algunos gurúes afirman

que no es largo- las mejores respuestas las posibles

al máximo misterio de este confuso crucigrama.

 

 

      (de “Puro biógrafo y otras inconveniencias”)

 

 

 

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Eduardo Romano y R. R., agosto 2014.

http://www.revagliatti.com.ar/010822.html 

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05 de Agosto, 2014 · General

Francisco Alberto Chiroleu: sus respuestas y poemas

 

Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Francisco Alberto Chiroleu nació el 27 de marzo de 1950 en Rosario (ciudad en la que reside), provincia de Santa Fe, la Argentina. Es Maestro Normal Nacional, Maestro de Música, creativo publicitario, webmaster, fotógrafo, redactor independiente. Desde 1980 se desempeña como editor no lineal y soporte técnico en Canal 5 de la empresa Telefé. Es secretario de actas de SATSAID (Sindicato Argentino de Televisión) en la seccional de su ciudad. Entre 1971 y 1976 editó la revista “El Vidente Ciego” (nueve números). En esos años participó en diversas actividades culturales, así como en cuatro festivales de poesía en la ciudad de Villa Dolores, provincia de Córdoba. Fue jurado en concursos y disertante en mesas redondas articuladas a partir de temas afines al universo poético. En 1981-1982 coordinó la sección literaria de la publicación “Todo Río” y en 1982-1983  de “Lo Mejor de Rosario y su Gente”. Fue incluido, entre otras, en la antología “El Verbo Descerrajado” -poemas en solidaridad con los presos políticos de Chile- (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile, 2005). Colaboró en diarios y revistas del país y del extranjero y parte de su quehacer se tradujo al italiano y al catalán. Participó en el  Dossier Roberto J. Santoro (Nº 20 de “El Colectivo”, Paraná, provincia de Entre Ríos, 2008). En 2003 su relato documental “Carrera contra el destino” fue seleccionado por el Movimiento Argentino de Documentalistas en el certamen “Rodolfo Walsh”, publicado en “Escritos Documentales” en 2004 y presentado en la ciudad de Buenos Aires y en Rosario (en ocasión del “Congreso de las Lenguas”). Además de ser sus textos divulgados en blogs y revistas electrónicas, desde 2001 es el responsable de www.lexia.com.ar. Es miembro de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina y de la Asociación de Poetas Argentinos. En reconocimiento a su trayectoria, el 22 de noviembre de 2011 le fue otorgado por COSITMECOS (Confederación Sindical de Trabajadores de los Medios de Comunicación Social de la República Argentina) el Premio “Alberto Olmedo”. En 1974 se edita el volumen antológico (1969-1974) “El reloj de humo”; dos años después su poemario “Memorias de la estación de las lluvias”; y en 2011, “Blues del Desarmadero”.

 

 

 

 

          1 – Acaso pudiéramos comenzar este reportaje con tu trasmisión de cómo estuvo conformada tu familia nuclear, de qué visión tenés, Francisco, de tu niñez y adolescencia, de tu formación docente, de tus derivas laborales, de tus búsquedas artísticas, de tus logros y vicisitudes en las diversas áreas, de tus compromisos a través del tiempo, de tu actualidad.

 

          FCH – Bueno, podríamos decir que tres de mis abuelos eran piamonteses y el paterno, francés. Esa sensación de extranjeridad, de no estar ni aquí ni allá fue un poco la constante de la familia. Mis padres eran gente de “trabajo” que se desvivieron para que a mis dos hermanas y a mí no nos faltaran ni educación ni las cosas elementales. Yo siempre me incliné por lo técnico y electrónico, pero el mandato familiar prevaleció y terminé de maestro normal; y de piano, teoría y solfeo (como se decía en esa época): de hecho, estuve trabajando tres años de maestro de música en una escuela de extramuros. Comencé medicina y psicología pero no las seguí, siempre la vida planteaba alguna excusa. Paralelamente empezaba a desarrollar esa relación tan extraña con la palabra y con las imágenes que se esconden tras sus infinitas combinaciones. Es decir, leer todo lo que pasaba por mis manos y tratar de expresar un montón de ideas con lo escrito. Primero había conseguido un puesto en Sanidad Municipal, sección vacunas, donde estuve siete años. El sueldo era ínfimo, pero me permitía vivir la “bohemia” de esa época. De ahí salté a la etapa  de maestro, después fui cuentapropista y terminé hace mas de treinta años ingresando al actual trabajo. En honor a la verdad, ingresé como “creativo publicitario”. Puedo decir que viví del “verso” durante mucho tiempo, hasta que migré al área informática en la que me muevo bastante bien.

          En medio de todo esto estuvo el proyecto del Vidente y el vendaval de un mundo que podría haber cambiado. El golpe cívico-militar de 1976 se encargó de eliminar todo atisbo de inteligencia. Cualquier persona que pensaba era peligrosa. Allí empezó una etapa de muertes, desapariciones y el exilio para otros, los mas afortunados. Otros padecimos el exilio interior… Desarticuló nuestra generación. Higa, Santoro, Haroldo Conti entre otros colegas, fueron secuestrados y desaparecidos. Las derrotas se superan, los amigos perdidos, no…; para colmo, hace unos años me enteré de la muerte de Tito Gigli, otro entrañable –un poeta enorme-. A pesar de todo, con mi pequeño aporte siento que hice numerosos amigos (entre los que te cuento) con los que compartir esta tarea.

          En mi actual trabajo comencé a desarrollar una actividad sindical en la que hay un fuerte compromiso. Entre todas las actividades me hago un tiempo para lo que realmente me gusta -jugar con las palabras-, trabajar en la web, y a veces sigo buceando como antes en ese interminable viaje hasta el final de la noche.

 

 

 

          2 – ¿Tendrás presente que en nunca supe qué número de 1975 de “El Vidente Ciego” me publicaste un poema?... En verdad, no sé cómo lo sé, pero lo tengo anotado… ¿Me habrán informado bien? Y es de este modo que te instalo en aquella propuesta. Y que te invito a que te refieras a ella. Es consultando el volumen “30 Años de Revistas Literarias Argentinas” (1960-1989), cuyo autor es el fallecido investigador  de estos temas, José M. Otero, médico de profesión y vecino mío, que me entero que, entre otros, se han difundido en “El Vidente Ciego” a María del Carmen Vitullo, Homero Manzi, Amaro Nay, Enrique D. Záttara, Fernando M. Martínez, Juan Carlos Higa y Eduardo A. Vergara.

 

          FCH – Podría asegurar que fuiste publicado en el número 8. El proyecto del Vidente motivó que un grupo de jóvenes entusiastas nos reuniéramos a discutir y analizar poesía. Todos estábamos empezando. Fue una satisfacción que Záttara, Vedovaldi y Vitullo fueran colaboradores. No puedo dejar de mencionar al periodista Zoilo García Quiroga, que aportaba no sólo sus poemas sino su experiencia en los medios gráficos. Tito Gigli trasmitía su vasta cultura. También Rubén Sevlever, Alberto Luis Ponzo, Martha Isa y muchos más pasaron por nuestro proyecto. Sin olvidar el lado audiovisual: “El Vidente Ciego Cuenta” y “Aries la espalda llena de luces”, nuestro segundo proyecto en el cual nada menos que Daniel Querol interpretó los textos y que fue pasado durante bastante tiempo en “La Sala de Bolsillo”, además de la Galería “Meridiana” en tu ciudad -toda una aventura-. Combinábamos las presentaciones con poemas ilustrados, cantautores locales y hasta proyecciones de cine español de vanguardia.

          Estaban los viajes a los encuentros de escritores (Villa Dolores) y las participaciones

en los mismos. Presentamos en Rosario el último número de la Revista “Barrilete” con sus autores y todo en “La Pequeña Muestra” del poeta Armando Santillán, que siempre colaboraba con la “causa”. El artista plástico Aldo Ciccione (Chacal) nos acompañó en nuestra última etapa. Publicamos y difundimos cuatro libros  y numerosas plaquetas y separatas. Por un tema de costos la imprenta siempre estuvo lejana. Cuando pretendimos cambiar de soporte, ya el mundo se caía a pedazos y nosotros con él.

          La experiencia llegó un poco tarde, pero dicen que al hecho consumado nunca hay que negarlo. He notado con sorpresa que siempre hay gente que se acuerda cálidamente del Vidente, parece que tan malo no ha sido el intento. Celebro la mención en el estudio de Otero. La gente de la Revista “Amaru” también ha hecho lo propio en otro artículo.

 

 

 

          3 – Diría que “El Verbo Descerrajado” –propuesta de la que he sabido cuando se gestaba- merecería que nos refirieras, Francisco, cuáles fueron sus características, qué repercusión obtuvo, si es hallable en la Red.

 

          FCH – En el año 2005, a través de www.poetasdelmundo.com recibí la noticia de que se estaba seleccionando material poético para apoyar la resistencia de un grupo de presos políticos chilenos, que había iniciado una huelga de hambre en la Cárcel de Alta Seguridad, pidiendo por su libertad. Eso había sucedido durante el primer gobierno democrático post Pinochet. Poetas del Mundo es otra de las experiencias que comparto; es un movimiento internacional que nuclea a numerosos “trabajadores de la palabra” alrededor de postulados universales como la paz, la libertad y el respeto entre los pueblos. El material fue publicado por  Ediciones Apostrophes en Santiago de Chile, compilado por Luis Arias Manso. Una excelente edición. Por lo que sé la distribución fue un éxito, tuve que esperar una reedición para poder conseguir otros ejemplares.  En estos momentos habría que pedirlo a la editorial o consultar a los sitios de venta on-line en internet que lo tengan.  Participaron más de ochenta poetas de la Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Nicaragua, España, Portugal, entre otros países. Desconozco si existe una versión en PDF.

 

 

          4 –“Carrera contra el destino”, relato documental: he aquí una obra que también estaría bueno que nos la “muestres”.

 

          FCH – Cuando en 1975 desapareció por primera vez Juan Carlos Higa, yo estaba a la sazón en tu ciudad, con Santoro, Humberto Costantini, Vicente Zito Lema, Conti, etc.: teníamos una reunión con gente de Cultura. Al pasar el tiempo y no encontrarlo, primó la solidaridad y se organizaron diversas búsquedas, hubo falsos datos, dinero dado a informantes… A mí me tocó ir con Haroldo es su auto hacia uno de esos supuestos contactos. Como él no veía bien o tenía la vista cansada, no recuerdo bien, me pedía que lo guiara. Imaginate la situación –un ciego guiando a otro ciego-, yo no conocía los lugares. Le informaba lo que veía, pero no sabía hacia donde íbamos y él me contaba de sus viajes y el río. Pero llegamos a buen puerto. Hubo después otros eventos, una mujer, golpes de la vida y un final triste. De eso se nutrió  “Carrera contra el destino”; se fue armando como antídoto contra el olvido. Y cuando el Movimiento de Documentalistas convocó en 2003 al “Primer Concurso Internacional de Escritos Documentales Rodolfo Walsh” y vi las bases, no lo dudé. Cuando empecé a darle forma salió casi de un tirón. Después vinieron las correcciones. Pero me gusta como quedó. “Escritos Documentales” fue publicado en 2004 y allí figura junto a otros quince relatos  finalistas. Nunca fue un “cuento”; es un relato documental, con sus verdades y sus ficciones, pero es mi pequeño homenaje a Haroldo Conti. De paso te cuento que siempre conservé como una reliquia un trozo de la carta escrita a máquina y firmada, en la que él me autorizaba a usar una cita de su cuento “Tristezas de la Otra Banda” para un epígrafe de uno de mis libros.

 

 

 

          5 – Desde luego, pinchando sobre www.lexia.com.ar quienquiera puede de inmediato dar con cuantiosos materiales de diversas fuentes. Tras más de una década como único responsable del Sitio, te propongo que compartas con nosotros cómo te has ido sintiendo –entusiasmos y decaimientos-, qué satisfacciones y qué decepciones te dieron alcance, cómo prevés proseguir.

 

          FCH – Sabés que siempre me interesó la difusión del trabajo de los otros. Mi sueño hubiera sido tener una editorial. El soporte virtual es excelente para nuestro trabajo en cuanto permite una comunicación rápida y aceitada con los lectores y/o autores. Empecé el sitio como algo personal y se transformó por esa interrelación con los otros . Siempre dentro de las normas legales de registro nacional e internacional, por supuesto. Todos los costos de alojamiento y mantenimiento están a mi cargo. A veces algún autor preguntaba si la colaboración se pagaba…  No: quien lo desee, ofrece sus materiales y luego de un proceso de selección, se publica. Hay autores que agradecían emocionados la publicación y otros que nunca “acusaron recibo”. Se mantiene una constante de 500 visitas mensuales, con altos picos ocasionales. Con el tiempo se ha formado un grupo de gente con los que mantengo una fluida relación vía correo electrónico. Muchas veces tuve ganas de cerrarlo, sobre todo cuando se armaban polémicas en torno a poetas publicados o ciertos hechos políticos. Polémicas inútiles porque no se sacaba nada en limpio. Pero puede más el optimismo y es así que ahora estoy en una etapa en la que lo migraré a un servidor local mas potente y con más prestaciones. Lo que me permitirá “lavarle la cara”, sacar las hojas secas y revitalizarlo. Hay alrededor de veinte poetas esperando que los suba y estoy preparando sus colaboraciones. Es un trabajo que no se puede detener. Hay que hacerlo todos los días. El diseño web lleva su tiempo, la ventaja es que siempre es perfeccionable. Todo se puede modificar o corregir.

 

 

 

          6 – En “Preliminares de un juego canibalístico”, título del prólogo que el poeta santafesino Rubén Vedovaldi concibiera para tu último poemario, afirma: “Entro a estas páginas con las resistencias de quien tiene que ir a la morgue a reconocer cadáveres queridos.”  Para quienes no han entrado a esas páginas: ¿Por qué Blues, por qué Desarmadero? ¿Por qué esas ilustraciones (técnicas mixtas) en tapa e interior creadas por Bruno Chiroleu? ¿Por qué una de las citas que constan en la página 5, tomada de “El siglo de las luces” de Alejo Carpentier, expresa que “Hay épocas hechas para diezmar los rebaños, confundir las lenguas y dispersar las tribus”?

 

          FCH – Cuando le encargué a mi hijo Bruno que me ilustrara el poema “Blues del Desarmadero”, no sabía que allí se iba a terminar de armar el libro. No le sugerí nada, tenía total independencia para desarrollar su trabajo. (Te aclaro que  hace tiempo que es historietista y tiene su propio proyecto editorial, “Términus”, que ya va por el quinto número). Cuando me mostró el resultado entendí que esa sería la tapa del libro. El desarmadero puede ser la metáfora siniestra de un país que se devoró a lo mejor de su futuro. Sus hijos…. También el rebaño es eso, un grupo, una clase, una generación. Los que no pueden elegir. Los que no pueden levantar la cabeza y solo les queda aceptar una muerte o un escape a otro prado.

          El querido prologuista entró a las paginas del “Blues…” sabiendo que iba encontrar cadáveres. Su interpretación en perfecta: nadie quiere entrar a una morgue, pero alguien tiene que hacerlo, es de cristiano el cerrarle los ojos al compañero muerto y efectuar ese ritual –si se puede- del último saludo. El libro se fue gestando a través de los años de silencio; la selección final y los retoques obsesivos permitieron armar en menos de una semana el “muestrario de atrocidades”. Entiendo, soy conciente de que a mucha gente le molesta esa temática. Tengo la sensación de que hacen como que no saben de qué se habla, pero sí, se irritan y algo se les remueve en sus pequeños mundos de falso confort . Pero tenía que hacerlo. Por mis amigos, por el recuerdo de mis amigos, como testimonio de una época. Por el recuerdo de los ideales perdidos. Por todo eso.

 

 

 

 

          7 - ¿Tenés en lista de espera, Francisco, otros poemarios, o inéditos en algún otro género? ¿Y qué libros, o qué autores, tenés en lista de espera para ser leídos?

 

          FCH – Estoy embarcado en el proyecto de Libros Fractales que organiza  Rubén Eduardo Gómez en sus ediciones patagónicas de “Vela al Viento”. El mío sería el libro décimo segundo. Ya tengo casi todos los poemas y la duda es el armado temático. Estoy trabajando otros materiales con los cuales terminaría otro para este año. Y ando concluyendo una especie de novela policial, que como diría Reynaldo Sietecase, es un género que lo permite todo.

          Siempre he leído y leo en cualquier circunstancia. Me adapté a hacerlo desde la pantalla, lo que me da un margen extra. Aunque me fascina el sustrato “libro” y creo que moriré con él. Estoy leyendo el volumen tres de la correspondencia de Cortázar.  Releyendo “Fragmentos de un discurso amoroso” de Roland Barthes, junto al  manual del Photoshop Cloud, un clásico de la gráfica. Y ahora me reencontré con “El lugar” de Mario Levrero.

En lista de espera por tercera vez, José Lezama Lima y su “Paradiso” y la edición bilingüe de la poesía completa de Walt Whitman.

 

 

 

          8 - ¿Qué es un poema?... ¿En qué consiste la vivencia poética?

 

          FCH – No sé si alguien lo dijo o lo imaginé…: “hacemos poesía por lo que nos falta”; siempre pensé de esa forma, desde el momento en que el mundo puede ordenarse mágicamente. Como que todo es posible dentro del poema, siempre por obra y gracia de la palabra. Es un cable a tierra donde no siempre lo que se dice es lo que se quiere decir. Aunque un verso mejora al otro, lo complementa, lo completa. Muchas veces he leído en público, tímidamente, un poema mío y de pronto los gestos humanos de los que escuchan me revelan que una imagen llegó, que ese instante que se congeló en el poema fue entendido. Que todavía se puede compartir algo, a pesar del tiempo.  Hay algunos que salieron “redondos”, se gestaron así  y no se tocaron. Y gustan y ME gustan.

 

 

 

          9 - Es de un ensayo sobre poesía que sustraigo de un párrafo “la visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. ¿Cómo reordenarías a tu gusto, parcial o totalmente, esta serie? Y puede ser más de un reordenamiento.

 

          FCH – Las miniaturas, la visión, el bosque, el sacrificio, el sufrimiento, el desajuste, la ciudad, la danza, el azar, la autenticidad, el pensamiento, la lengua, la muerte.

          La ciudad, el bosque, las miniaturas, el azar, el desajuste, la visión, la danza, el sufrimiento, el pensamiento, la lengua, la autenticidad, la muerte.

          Estos elementos dan como para un relato breve: “En el bosque de las miniaturas, la única visión de la autenticidad era la muerte. El sacrificio en la ceremonia impedía el pensamiento. En la ciudad solo el azar y el desajuste eran los aliados de la lengua…”: salió medio borgiano.

 

 

 

          10 - ¿Qué es más importante en poesía, suscitar imágenes o conseguir cadencias musicales?

 

          FCH – Hablo por mí, me encanta el proceso de creación, si es que se puede crear algo todavía. El armado y la combinación de las palabras para que la imagen sea justa. O al revés, darle forma a esa imagen que apareció de pronto sobre la hoja en blanco, o en la pantalla. El armado de las imágenes inevitablemente lleva a una cadencia musical, si entendemos como que hay todo un hilo musical que atraviesa las palabras, sube y baja en escalas y que cierra todo ese desarrollo con un acorde perfecto (si aparece). Gaston Bachelard decía: “Se renueva el sueño de un soñador en la contemplación de una llama solitaria”; y el soñador se introduce en el mundo de los poetas. Y la poesía es y no es un sueño. Es un suicida que no se mata porque la muerte existe (Cioran dixit). Es un ser que hay que cuidar, acompañar, sentir, es algo más que el amor, es algo más que un todo perfecto.

 

 

 

          11 - ¿Cuál debe ser la postura del escritor ante la injusticia de una situación política?

 

          FCH – El escritor hace su trabajo en la soledad. El mundo exterior a veces lo golpea y entonces es que reacciona. De cualquier forma lo único que tenemos es la palabra y con ella hay que moverse. La contradicción entre obra y acción ha llenado bibliotecas. Desde que Jean Paul Sartre sentenció “De qué sirve la literatura en un mundo que tiene hambre…”

corrió mucha tinta y mucha sangre. Una cosa es lo que se pueda hacer como escritor y otra como ciudadano. El hombre en su tiempo es algo que hay que contemplar porque de alguna forma también condiciona la obra. Y ante la injusticia nos queda la denuncia, la difusión, la organización. Por ejemplo ahora, el crimen y la injusticia siguen asesinando al pueblo palestino.

 

 

 

          12 - ¿Qué opinás de la poesía de tu generación? ¿Te sentís identificado con una generación literaria?

 

          FCH - Tengo dos identificaciones “mortales”: el surrealismo y la  Beat Generation.

Sin olvidar los clásicos Pablo Neruda, Amado Nervo, Gustavo Adolfo Bécquer, César Vallejo… El inmenso Raúl González Tuñón. Paul Eluard, Charles Bukowski, Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg… En cuanto a “mi generación”, reconozco la obra de Eduardo Dalter, Amaro Nay, Jorge Boccanera, Alejandro Schmidt, Guillermo Ibáñez, Celia Fontán, Gustavo Tissoco, María Teresa Andruetto, Rubén Vedovaldi, Lina Caffarello, la tuya, por supuesto. Todos con sus luces y sombras. Se me escapan ahora un montón de  nombres que aportaron lo suyo a esta odisea terrestre.

 

 

 

          13 - ¿Qué agrupamientos de poetas de Rosario, de las últimas seis décadas,  podrías rememorar para nosotros?

 

          FCH - ¡Ay!, es complicado… “El Lagrimal Trifurca” de los Gandolfo (padre e hijo, Francisco y Elvio), que marcó un parámetro de calidad cultural. Estaba “Runa”, dirigida por  Guillermo Ibáñez, que más tarde iba a generar “Poesía de Rosario”, publicación que sigue activa. “La Ventana” de Orlando Calgaro, que devenida en editorial destacó por su labor entre los 60 y 70. ”Juglaría”, con el recordado Reynaldo Uribe, fallecido el 12 de enero de este año. Ediciones “Ciudad Gótica”, con su más que interesante revista. Sin olvidar lo que fue el proyecto de la Biblioteca Constancio C. Vigil con su editorial.

 

 

*

Francisco Alberto Chiroleu selecciona para esta entrevista, en agosto de 2014, seis poemas de su autoría:

 

  

POEMA 10

                                                       (al gorrión



Sabés ese es el problema

cuando se toma agua

de un pozo en la noche estrellada

Se tragan algunas estrellas

y duelen

Caminan por el cuerpo

se clavan en el corazón

salen por los ojos

brillan en la boina

 

(también hay otras tiernas cuando me miras y te miro)

 

Y entonces no importa

que la mesa tenga tres patas

si querés hacer un barco de azúcar

que navegue en un mar de café

aunque la gente haga ruido

y vos  tomés una ginebra y te marees

marinera en tierra

                             y las estrellas se mareen también

Y al final sos una mezcla rara

de estrellas con ginebra

que se agitan

                   ríen

                         hablan

                                   brillan

                                              y suenan...

 

 

                                                                         26/06/73 ( De “El Reloj de Humo”)

 

*

 

 

 

El notario

 

Salta los charcos

bajo la lluvia de febrero

Lleva la historia de su vida

bajo el brazo izquierdo.

Febril manuscrito

de noches sin sueño

Hojas numeradas,

cientos de papeles

Pesados testigos

de una inexistente vida exterior

 

No sabe porqué

la lluvia no lo moja,

ni humedece su doloroso tesoro

Pasa entre las gotas

sin involucrarse con ellas

Como su corazón

que de tanto equivocarse

despertó una mañana

en otro pecho.

                                                                                                                                (De “Ceremonia’s”- inédito)

 

 

 

*

 

Réquiem por Polosecki

 

 

La diesel ligera avanza

en el mediodía

de la estación de Santos Lugares

En la noche del hombre

que había visto demasiadas cosas

A ese hombre

al que ya no le cabía ni siquiera su nombre

Había visto su pesadilla una y otra vez

en los ojos de sus entrevistados

los ignorados/marginados/usados

/deshechos del sistema

Ellos también tuvieron su instante de gloria

mientras el grababa en su cabeza esas historias

Las manchas de sangre en las ruedas motrices

de la locomotora se van secando lentamente

Se desvanece una ilusión de vida

en el otro lado del espejo

Molesto testigo del sistema

el periodista rubricó su mejor reportaje

Sus verdaderos compañeros de ruta

murieron con él ese fatídico 3 de diciembre.

 

                                                                                                                                                       (Inédito)

 

 

*

  

 CHANI

 

 ¿En qué rincón olvidé el brillo de tus ojos

y la ternura del beso clandestino?

¿En qué veleta el viento de la historia

señaló ese primero de Mayo

en que nos vimos frente a frente,

en la ciudad extraña y sus lloviznas,

por esas raras paradojas de los trenes

Entre tanto desamparo tu mano

fue el único puerto conocido

Esa vez fuimos dos/tal vez uno

solo vos y yo podríamos decir qué

Tu pequeño nombre se dibuja entre mis sueños

busco rastros de tus cabellos cortos/

encuentro paisajes desolados

La risa de ayer es un grito vacío/tu mundo convertido/

en andenes sucios/miseria suburbana/

con sicarios de la muerte en todas las plazas

No me queda nada por llorar/ni piel que recordar/

acudo al rincón de mi cerebro/donde siempre estás

No sirve

Es inútil hablar con las paredes

Recrear una ceremonia nocturna de adioses/

Negar por tercera vez una certeza/

que se ha vuelto tan real como tu ausencia.

 

                                                                                                                           (de “Blues del desarmadero”)

 

 

 

 *

“Jack The Ripper”

 

 

Jack

artesano incomprendido

Entre niebla y ladillas

en los bajos fondos del deseo

Las chicas de la vida

extrañan

tu visita inesperada.

 

                                                                                                                                            (de “Ceremonia’s”- inédito)

 

 

*

 

 

Ceremonia Secreta

 

 

En el viejo café

hormigas alborotadas

alimentadas con trozos de piel

Silbando aires de Mingus

Diarios fotografiando peces

impregnados de venenos industriales

Nadie recordaba

el barco perdido del almirante Cook

Tu índice recorría

el borde de mis labios

El deseo nos llevaba

a una zona defoliada

 

Tu piel

          interminable

                             leyenda

La brevedad de una rosa negra

sumergida

en oxígeno líquido.

 

                                                                                                                                    (de “Ceremonia’s” –inédito)

 

*

 

Ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes entre sí unos 300 kilómetros, Francisco Alberto Chiroleu y R. R., agosto 2014.

 

*

http://www.revagliatti.com.ar/050512_chiroleu.html  

www.about.me/rrevagliatti

 

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03 de Julio, 2014 · General

Marcos Silber: sus respuestas y poemas


Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

 

Marcos Silber nació el 4 de agosto de 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. A partir de 1958 ha publicado los poemarios “Volcán y trino”, “Las fronteras de la luz”, “Libertad” (poema escénico), “Sumario del miedo”, “Dopoguerra”, “Ella” (Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores), “Suma poética”, “Historias del oeste”, “Primera persona”, “Boca a boca: cuaderno del resucitado”, “Thrillers (Historias en “16”)” (finalista en certamen de Casa de las Américas, Cuba), “Bajo continuo”, “Noticia sobre el incendio en la nave mayor”, “Doloratas” (con Carlos Levy), “Cono de sombra y casa de pan”, “Preposiciones y buenos modales” (primer premio en Mérida, España), “Roca viva” (Primer Premio Concurso de Poesía “La Luna Que”), “Cabeza, tronco y extremidades”. En 2010, la Editorial Monte Ávila, de Venezuela, editó “Convocados”, antología de su obra poética. El volumen “Visita guiada” es otra selección de sus textos,  desde 1968 hasta 2012 más algunos inéditos, por él realizada y con prólogo de Ivonne Bordelois (Ediciones Desde la Gente, Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 2013). Además de ser incluido en numerosas antologías de su país y de Francia, Venezuela, Colombia, Perú y Cuba, colaboró en innumerables diarios y revistas soporte papel, y muestras de su poética es hallable en la Internet. Es uno de los fundadores de la Sociedad de los Poetas Vivos (integrada por Carlos Carbone, Eugenio Mandrini, Santiago Espel, Hugo Toscadaray, Carlos Levy…). Participó en el Programa de Lecturas del Ciclo “Poetas del ‘60”, desarrollado durante 2004 en bares notables, invitado por la Secretaría de Educación del Gobierno de su ciudad. Obtuvo el Primer Premio Municipal en el género poesía, correspondiente al bienio 1998-1999.

 

           1 – “Nací en un barrio donde el lujo fue un albur…” (primer verso del maravilloso tango “El corazón al sur” de nuestra compatriota Eladia Blázquez; ella se refería a un barrio pobre de la ciudad de Avellaneda, del otro lado del Riachuelo, lindando con la Capital Federal; y nos cedía allí un esbozo sobre su infancia, su entorno familiar, su nostalgia, su devenir). Te transfiero, Marcos, aunque sea en prosa y a vuelapluma la inquietud: “Nací…”

 

          MS - Nací pegado al Mercado de Abasto: ese universo que define a la época: algo así como el hotel de inmigrantes del trabajo. La polifonía representativa del hervor social -1930-1940-; la infancia o los juegos (que es lo mismo) se desarrolló en un campo de batalla, el escenario mundial de entonces. Jugábamos a la guerra, a la vida y a la muerte. Mamá, la mensajera del incendio europeo, con las cartas cada vez más espaciadas, hasta que cesó. Por entonces, la memoria visual se remonta hasta la mesa de la cocina, ella y yo; el silencio, la noche donde se repetiría la ceremonia de la lectura de ella para los dos. Por eso siento a veces que escribo para ella que leyó por mí. Me nutrió con alimento del mayor valor calórico: Dostoievsky, Tolstoi, Puskin, Chejov, Gorki… Oigo su voz todavía, apenas cascada, su dulce afonía. No es posible precisar por qué ventanal ingresó el entusiasmo, el trabajo con la palabra, su necesidad. Sí debo señalar esos encuentros como nacimientos, puntos de partida, fuente de emociones, destino de una travesía ineludible. Marea fatal, forzosa, que se instaló y va conmigo, convive conmigo y completa mi identidad. Si uno no asume esa realidad, no la atiende, padecerá un fatal desvelo como castigo por “incumplimiento del deber de creador”. Mi cabeza no dejó de generar y fraguar imaginerías, invenciones, fantasías que consiguieron se me premie con el título de mentiroso. Ignorancias y confusiones de entonces. Mi ser y mi quehacer asumieron la sobrecarga de la pulsión creativa. Pinté y no prosperó; toqué el violín y tampoco. Cada intentona se derrumbaba ante la ansiedad de la conquista del “absoluto”, lo grande y definitivo. Y las empresas se vieron interferidas por la oleada incontenible del desvelo y la imperiosa proclividad a cantar presente y expresarlo. La provisión materna de literatura convivió con la dura limitación de papá analfabeto. “Suma poética” abre con lo siguiente: “NOTICIA – Papá era analfabeto y durante toda su esforzada vida padeció esa infame condición. Tal vez, de allí, provenía esa veneración, ese como culto reverencial por la palabra impresa. Cierta vez descubrí el faltante de algunos ejemplares de un título que acababa yo de publicar. A mi requisitoria, mamá, no sin previo juramento de reserva, me confesó: ‘Es tu papá que se los lleva al mercado (donde trabajaba), allí los reparte’. Con el tiempo, una de mis más caras aspiraciones, apunta a que cada una de las palabras escritas por mí, acuda al espacio desierto de cada una de las palabras no escritas por él. Ése, tal vez se constituya en el lugar más intenso del encuentro, el del deseo satisfecho, el del consuelo y la reparación; al fin, el de la victoria de la palabra de los dos sobre los hielos del silencio.” Se fueron sucediendo trabajos variados en un contexto de agitado transcurrir. Siempre perturbado por la visita infalible de la pulsión “escribidora”. Como mandato, como fiera hambrienta que nunca abandonó el centro del ring. En el revés del papelerío laboral se apuntaba la idea urgente, una sola palabra espontánea, resumen de una ráfaga emocional o una evocación. Persistía la impronta de construir la “gran sinfonía”, la sonoridad, esa voz, ese tono de cada vocablo, y el ritmo, la marcha musical, la cadencia acosándome (con gusto). Sobre el papel escribo –con pretensión de escritor- pero el dictado proviene del adentro del compositor. La poesía –amante inmortal- actuará como dueña, con rigurosa presencia soberana. Sobre mis veinte años el contacto con el periodismo militante permite que participe con notas y entrevistas. Se destaca –foto mediante- la realizada a Nicolás Guillén. Y fue Raúl González Tuñón quien me condujo hasta el “último de los editores románticos”, como lo denominó a don Manuel Gleizer. El último título de su sello fue mi primer poemario. (Suelo repetir con Julio Rutman, periodista de la provincia de Mendoza, y nieto de Gleizer, que el editor murió por la publicación de mi trabajo…) A esos tiempos corresponde la lectura sembradora y generadora de Vladimir Maiakovski, Serguéi Esenin, Miguel Hernández, César Vallejo, los chilenos Vicente Huidobro y Pablo Neruda, Juan L. Ortiz, T. S. Eliot, Whitman, Fernando Pessoa, Eluard, Aragón, Ungaretti, Quasimodo, Eugenio Montale, los norteamericanos. El vértigo aluvional de éstos acompañaron mis años juveniles. Ingreso a la Facultad de Medicina con el sueño de una profesión de entusiasta sentido solidario y el mandato de “mi hijo el Doctor”. Todo se dispone y propone como labor poética central. En la casa del sentimiento conviven la anécdota callejera, el guión doméstico, la expectante mirada sobre el mundo. Con pedido de ubicación preferencial aterriza mi fascinación por el cine, que se me instala e incorpora con inusitada intensidad y seguirá presente en toda mi obra. La pantalla parroquial del barrio me ganó con vigor de fe. El “biógrafo” del barrio con “las de convoy”…

 

          2 – Aprovechemos la cámara, encendámosla, e improvisá unos acercamientos sin afán cronológico ni exhaustivo, una “panorámica” sobre tus libros y algún apunte de contexto.

 

          MS - “Las de convoy” me remiten a “Historias del oeste”; la pasión amorosa, no sin alguna incursión atrevida: “Dopoguerra”. Un episodio histórico provoca el poema escénico “Libertad”, representado varias veces y dedicado a don David Álvaro Siqueiros (de quien atesoro carta desde su prisión). Con papeles especiales aparece la carpeta “Las palomas”, ilustrada por Mabel Rubli y con tirada reducida para bibliófilos. Es mientras aparece “Cono de sombra y casa de pan” cuando me integro al Grupo Barrilete, con los poetas Carlos Patiño (1934-2013), Alberto Costa, Horacio Salas, Martín Campos, Rafael Alberto Vásquez, Roberto Santoro (1939; director de la revista  “Barrilete” y detenido-desaparecido en 1977 por la última dictadura cívico-militar), Miguel Ángel Rozzisi, y otros cercanos al Grupo, como Humberto Costantini. Aquello supuso un fuerte compromiso político-cultural. Del que surgió la colección conformada por siete separatas cuyo título fue “Informes”. A través del sello Ediciones El Barrilete aparece “Sumario del miedo”. “Doloratas” es una suerte de oratorio que memora el Holocausto. “Noticia sobre el incendio en la nave mayor” surge desde los cuentos de piratas que le contaba a mi nieto.  “Bajo continuo” se distribuyó acompañando, en un sobre de plástico, una edición de la revista de poesía “La Guacha”, por lo que llegó a unos 2500 lectores. “Cabeza, tronco y extremidades” vale como pago de asignatura pendiente saldada con el médico –yo- que desertó.

 

          3 -Estoy casi seguro que debo haber leído tu poema escénico “Libertad” …  ¿Cuál es el hecho histórico que provocó su concepción? ¿Quién o quienes lo representaron? Imagino que si lo has dedicado a Siqueiros, gravitará en la obra la figura del gran muralista. ¿Qué te dice en la carta que te envió?

 

          MS - La carta es de agradecimiento. “Libertad” fue generado a raíz de la detención de él, que parece que había liquidado a un tipo a los tiros. Fue editado por “El Barrilete” y lo representaron los actores Adriana Aizemberg, Hugo Álvarez y Jorge Amosa en la primavera de 1963.

 

          4 -Me encantaría que nos cuentes sobre una experiencia que conozco desde la excelente edición en C. D.: textos de “Thrillers” que con tu lectura y en contrapunto con el saxo de Sergio Paolucci, se representó en unas cincuenta ocasiones y no sólo en nuestra ciudad. ¿En qué ámbitos se representó, en qué localidades, alguna anécdota?

 

          MS - Así es: además de dar funciones, la mayoría en nuestra ciudad y en el Gran Buenos Aires, las dimos en las provincias de Mendoza, Córdoba y Tucumán. Un episodio que recuerdo aconteció cuando ofrecimos el espectáculo en la sala central de la Biblioteca Nacional: Paolucci solía entonarse un tantito antes de cada función. Esa vez llegaba la hora de inicio y no apareció sino recién cuando yo ya estaba a punto de suicidio público. De lo más exultante copó el centro del escenario acostándose en el piso, desde donde la emprendió con lo suyo. Los espectadores, sorprendidos, habrán pensado que actuaba. Cuando se puso se pie, lo ovacionaron.

 

          5 -No ignoro que asististe como invitado a encuentros internacionales de poesía en algunos países. ¿Qué ha caracterizado a cada uno de ellos? ¿Nos precisarías cuáles han sido, en qué años, si hallaste alguna marcada diferencia con los que se realizan en estas pampas…? Si llegaras a colaborar en la organización de uno, ¿qué propondrías? ¿Qué “le faltan” a los festivales?

 

          MS - Estimo que las motivaciones organizativas son semejantes: auténtico interés cultural y de difusión de una honesta minoría y afán de protagonicidad en el resto (la condición humana, ¿vio?). El festival de mayor peso y nivel en el que participé fue el de Medellín, en junio de 1993. Luego concurrí al de Bogotá, en dos ocasiones. Funcionaba la Casa de Poesía Silva, fundada por Belisario Betancurt (excelente poeta él mismo y ex presidente de Colombia). La Casa estaba dirigida por la poeta María Mercedes Carranza, quien en 2003 llegó a quitarse la vida en la misma habitación donde José Asunción Silva lo había hecho. Ella y yo estuvimos en el Festival de Poesía Internacional de Lima. Impactante resultó el Festival Mundial de Poesía en Caracas, en el Teatro “Carreño” (equivalente a nuestro Teatro “Colón”): lectura individual en un escenario enorme. Además, lecturas en varios estados de Venezuela: conmovedor. Conocí al Nobel caribeño Derek Walcott, de quien me traje un texto con su firma. Los encuentros que se conciben en nuestras pampas, básicamente, conllevan similares virtudes y defectos. ¿Qué propondría yo?: que los organizadores se abstengan de incluirse en la programación. No considero ético que lo hagan. Los festivales carecen de dinamismo, sentido crítico (mirada y oído de espectador / oyente). Debieran ingeniárselas para no mortificar ni aburrir. Imbuirse del cómo juega la imagen y la actuación y operar en consecuencia.

 

          6 - Atmósfera de homenajes y reconocimientos explícitos o implícitos –y no sólo por tu trayectoria de seis décadas- es la que advertimos alrededor tuyo, desde hace un largo rato, los que estamos atentos.

 

          MS - Homenajes y reconocimientos sospechosos de avisos de esos que señalan la recta final y que resultan, por lo menos, inquietantes. Con Joaquín Giannuzzi jodíamos: “estamos en lista de espera”. Procuro ubicarme en términos existenciales y soy conciente de ello: prolongar el recorrido con trabajo poético como resistencia, como vital expresión afirmativa.

  

          7 – Siempre quise preguntarte sobre aquella intervención tuya –creo que única-, sobre los sesentas, como co-adaptador al castellano nuestro, el de los porteños, junto con Jorge Hacker, de “Raíces”, la pieza teatral del prolífico inglés (ahora Sir) Arnold Wesker, que inicia la trilogía que prosigue con “Sopa de pollo” y “La cocina”. Yo fui espectador de las tres (asistía a todos los espectáculos del grupo “Nuevo Teatro” de Pedro Asquini y Alejandra Boero).

 

          MS - La primera traducción de esa pieza fue en la Argentina a través de Ediciones   Nueva Visión, en 1966. En 1971 salió con el sello del Centro Editor de América Latina. Se representó, con la dirección de Jorge Hacker y actuaciones de Norma Aleandro, Héctor Alterio, Rubens Correa, Alejandra Boero… Tres años en cartel. Eso fue comenzar a bailar con la más linda: “no conveniente”, porque lo que sigue queda por debajo…

 

          8 – A varias personas –y probablemente no a vos- les he referido lo mucho que me quedó grabado nuestro primer encuentro (fue en el bar “La Ópera”, de la esquina de las avenidas Callao y Corrientes).  Habrá sido alrededor de 1990, días después de recibir yo una carta tuya, manuscrita, en la que me trasmitías tus impresiones tras la lectura de mi primer poemario (yo rondaría mis 45 años), y hasta tus asociaciones con cierto sesgo de uno de tus libros. Fue mi primera verdadera conversación –casi lo juraría- con uno de los poetas que yo más seguía desde mi adolescencia. Todo este prologuito lo instalo para inquirir sobre tus primeros encuentros personales con escritores que más se te hayan grabado. 

 

          MS - De impacto emocional: con Olga Orozco (también ella había sido invitada a Colombia, pero se negó a concurrir en nombre de no sé qué conjuro que la esperaba para atentar contra ella; en vano –me lo habían encomendado- procuré disuadirla). Con gran placer charlé con Juan L. Ortiz, Raúl González Tuñón, Marco Denevi, Nicolás Olivari (en un cabarute del barrio de La Boca), Leopoldo Marechal (a quien visité con Roberto Santoro). Por teléfono te conté que de jovencito yo me paseaba como novio –presuntuoso, ¿no?- con Lila Guerrero, la notable traductora al español de Vladímir Maiakovski: ella me introdujo en el mundo social de la literatura. Con Bernardo Ezequiel Koremblit, fallecido en 2010, tuve una especial amistad y profundo afecto. Talentoso como pocos e ingenioso como ninguno: arrancó con la presentación de uno de mis poemarios declarando: yo este libro no lo leí para evitar que influya en mi opinión… ¿Otros?: Sábato había dejado en mi casa una copia del todavía inédito “Informe sobre ciegos” y se me extravió entre tanto papelerío. A Neruda lo conocí donde vivía Margarita Aguirre, su secretaria. Y en Santa Fe, en ocasión de aquel largometraje memorable, “Los inundados”, charlé con Juan José Saer.

 

           9 – Una noche de abril de 2007, en el hermoso departamento de la recientemente fallecida poeta Graciela Wencelblat, estábamos comiendo, bebiendo y chacoteando, la dueña de casa, nosotros, los escritores Alfredo Palacio, Alicia Grinbank, el venezolano Luis Gilberto Caraballo, Beatriz Shaefer Peña, Roberto Glorioso, el español Antonio Quiroga, Emilce Strucchi y tu hijo Ramiro; yo, después de canturrear un tramo de la milonga “Yo soy Graciela oscura” -letra de Ulises Petit de Murat y música de Astor Piazzola-, te pregunté si habías llegado a tratar a Petit de Murat. Vos hiciste un chiste, tipo “¿qué se creen, que soy tan mayor como para haber conocido a Esteban Echeverría o Florencio Sánchez o Miguel Cané?”, y me quedé sin saber siquiera si te habías cruzado con él. Y bueno, pues: aquí estoy con el  interrogante. Y como también recuerdo que algunos jóvenes poetas de tu generación fueron a visitar a Antonio Porchia, en una época de mucha difusión de sus aforismos, me gustaría saber si lo visitaste y qué recuerdo conservás.

 

          MS - De Ulises Petit de Murat tengo presente que me contó no pocas intimidades de su amigo Jorge Luis Borges. (Estela Canto, que visitó mi casa –cabe destacar-, jamás me contó nada de su relación con Borges.) A Porchia no llegué a conocerlo: le había enviado uno de mis primeros poemarios y me respondió con manuscritos de sus textos originales –que me dedicó- y que también atesoro. Tanto como cartas manuscritas de Vicente Alexandre y Carlos Fuentes.

 

         10 – Fuiste uno de los responsables de la colección de poesía Elefante en el Bazar, que a través de ediciones de La Sociedad de los Poetas Vivos promovió certámenes –Concurso Nacional de Poesía “Ramón Plaza”-  y ediciones no sólo de los ganadores de dichos certámenes. ¿Cuáles fueron los objetivos de ese grupo?

 

          MS - La Sociedad de los Poetas Vivos surge, claro, después de ver el film de Peter Weir con Robin Williams: “La sociedad de los poetas muertos”, decadente y desalentador. Con una práctica político-cultural, el grupo encaró la impresión y difusión de miles de pequeños volantes con poemas breves y ocasionales. El concurso homenaje al poeta Ramón Plaza resultó un acierto: participación masiva y nivel creativo.

 

         11 -¿Algún suceso que vos consideres que ha incidido muchísimo en tu inmersión en la vida literaria?

 

          MS -  Uno de los dos que ha sido determinante en mi vida literaria –que es mi única y elegida vida-, es éste: Sobre los ’80 yo llevaba ya varios años como representante de ventas –o como se nos denominaba: corredor- en el rubro textil, con zona de privilegio. Gané suficiente dinero como para convertirme en propietario de varias viviendas y otros bienes. En el ’84, a la salida de un Banco, me asaltaron. Fue muy cruento. Terminé internado con serias lesiones craneanas. La tomografía (“desgracia con suerte” asevera el vulgo) detectó un tumor hipofisario con mal pronóstico. Fui operado durante ocho horas y el postoperatorio demandó quince días en terapia intensiva. La empresa me jubiló por incapacidad y por la tremenda depresión que me invadió. Aspirando a eludir interpretaciones sicologistas de ocasión y sin atribuirme “mano mágica” o fatalismo, sigo creyendo que los acontecimientos tendieron a ubicarme en la centralidad de mi pasión creativa, sobre todo con la poesía. Gracias (vale la ironía) a la depre fui perdiendo los bienes. Al punto de sólo quedarme con mi pequeño departamento, y ninguna otra cuestión más que atender fuera del trabajo poético. Y sin percibirme contrariado, en la medida en que prevalece la satisfacción, tras haber logrado conciliar el ser y el quehacer. Dentro del laburo poético estoy vivo, presente y digno. Fuera de él: huérfano en el desierto.


 

Marcos Silber selecciona para esta entrevista, en julio de 2014, cinco poemas de su autoría:

 

 

Un cabello apareció en el lavatorio;
suficiente para interrumpir el inmaculado paisaje,
suficiente para quebrar su casta blancura.
Vaya a saberse qué asuntos lo afligían,
qué pesadumbre lo abatió.
porqué decidió saltar, vaya a saberse.
Allí aparece ahora el moribundo, vencido, entregado.
Pero no se exhibirá más de la cuenta
su ya esmirriado cadáver. Alguien irá por agua
y el desdichado rodará y entrará
en tinieblas  de abismos  sin retorno.
Un cabello.
También fue vida.
Es todo.

 

 

                                                            (De “Primera persona”)

 

 

 

TRES

La pelirroja se para en medio de la pista
como en el trono del centro del mundo.
Los hombres susurran y ella lo sabe
por eso avanza las tetas,
el mascarón de su proa.
La rubia de pelito corto sonríe,
los hombres susurran y ella lo sabe,
por eso todo el tiempo sonríe
con dibujo de tonta felicidad.
La morena planta en la escena
su cabeza de mar nocturno que perturba,
y ella lo sabe.
Los hombres apuntan
al camino de seda negro de su pelo
después que pone el cielo en el grito:
"el que no se desnuda bajo la lluvia
no juega;
el que no trepa hasta la cocina de la pasión
no juega.
Vamos muchachos, vamos,
hasta la victoria  siempre" !...
 

                                                  (Inédito incluido en “Visita guiada”)

 

 

 
LLUVIA

La lluvia es Dios.
Con mano una de piedad
y de furia la otra.
Si la lluvia se retira
la tierra abandona la tierra
el mar cierra la boca
y toda la palidez se cita
para caerle a la soñadora del ventanal.
La lluvia es Dios.
Si se niega la lluvia
encallan los barquitos de papel,
ningún corazón se dibuja en los cristales
y se queda sin bendición
el pelo de las mujeres de la casa.
Si se retira la lluvia
cómo se lava el demasiado dolor del mundo
y a la carne de la tontita
echada sobre las lozas del patio
quién la lava?
Si se queda la lluvia, si no sale,
se miran perdidos los amantes
debajo del cinc difunto.
Dios es la lluvia.
Si la lluvia se retira
qué será de la sin rostro
que viene cada vez que agua
y no sabe que canta para mí.
                                                              (Inédito incluido en “Convocados”)

 

 


 LA MOJADITA            
 
                                           (A la sagrada de su  entrepierna)
 
Allí vive, allí, en el centro
del arco de triunfo de sus caderas;
al pie de los terciopelos del horizonte pubiano.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
Habla la siempreviva o lo que es lo mismo
deja oír sus correntadas.
Con mi nave a la vista
se aluviona, se anega,
y a mi mano responde con sus fuentes termales.
Ni pensar cuando el llamado del timbre divino;
entonces ocurren olas  de una marea incontenible.
Juega. Juego. Jugamos.
Los disparos que dan en el blanco
agitan el carrillón de su cielo.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
La insaciable, la voraz
muerde el collar que la visita
y en cada pequeña muerte me devora.
Lavas nacidas en el centro de la tierra
trepan hasta la caldera
de una y otra boca de los dos.
A la conclusión
la mojadita va a decir y dice:
que haya paz, una breve tregua.
Yo, el amador voy a decir y digo:
estamos vivos y esto que sucede es la felicidad.
Ella, la amada, va a decir y dice:
me dio un poquito de frío,
tápame por favor.
 
                                                                        (Inédito incluido en “Convocados”)

 

 

 

*

 

Estampida, fogonazo; los dos dieron en el blanco.
Para que todo se corra, se retire.
Abrió sus ventanas el cielo. Y apareció el Arco Iris.
 Allí, en la noche. En el cielo de la noche.
(Vale, adentro de la caja del sueño).
Vértigo, luego vahído, desarreglo, sismo.
Nada deja de temblar.
Cada algo se asusta, huye, se guarda.
Impasible el Arco. El de la noche.
En el cielo de la noche.
Y continúa fantasmal con luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
(y tiene, no sé...)
Que ocurrió ? Por qué ruta llegó el hechizo?
Se dislocó el destino?
Se le fue la mano a la razón?
(Tomó de más, seguro)
Afónica, la vitrola alumbra el entonces.
No cuenta preguntar: en la noche,
en el cielo de la noche, qué ocurrió?
Se amotinó el sentido?
De todos modos, a quien le importa.
Dejémoslo así.
Estampida hubo y fogonazo.
En la noche. En el cielo de la noche.
Con Arco Iris y luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
( y  tiene, no sé...)

 

                                                                                          (Inédito)
 
                                                 

*

 

En la ciudad de Buenos Aires, Marcos Silber y R. R., en julio de 2014.

www.about.me/rrevagliatti

 

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03 de Abril, 2014 · General

Eugenia Cabral: sus respuestas y poemas

Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

 Eugenia Cabral nació el 29 de noviembre de 1954 en Córdoba (ciudad en la que reside), capital de la provincia de Córdoba, la Argentina. El 1981 fundó junto a los poetas Hernán Jaeggi, Susana Arévalo, César Vargas y Carlos Garro Aguilar, el grupo literario “Raíz y Palabra”. En el período 1988-1992 estuvo al frente de Ediciones Mediterráneas, sello abocado a la difusión de poetas de su provincia. Durante 1991-1993 dirigió la revista “Imagin Era – La Creación Literaria ”. Colaboró, entre 1993 y 2000, en el suplemento cultural del periódico “ La Voz del Interior”. Es asesora literaria desde 1996, junto al director Paco Giménez, del teatro “ La Cochera ”. Ha coordinado talleres literarios en la Universidad Tecnológica Nacional (Facultad Regional Córdoba) (1994), la galería de arte Marchiaro (1993), la Biblioteca Popular “Libertad” (2010-2011), las cárceles de Villa María y penitenciaría de Córdoba y la Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales (2010-2013). Mantuvo www.losviajadores.blogspot.com.ar entre 2010 y 2012. En 1986 formó parte del núcleo fundador de la Primera Feria del Libro organizada por la Municipalidad de la ciudad de Córdoba. Presidió la delegación Córdoba de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Ha sido miembro honorario de la Escuela Freudiana de Córdoba. Es vocal primera de la comisión directiva de la Biblioteca Popular “Libertad. Para la integración latinoamericana”.  En 1999 se editó su libro de relatos“La almohada que no duerme”. Y entre 1986 y 2012 fueron apareciendo sus poemarios “El buscador de soles”“Iras y fuegos – Al margen de los tiempos”,“Cielos y barbaries”“Tabaco” , “En este nombre y en este cuerpo”. Es la responsable y prologuista de “Poesía actual de Córdoba – Los años ‘80” (Ediciones Mediterráneas, 1988) y quien tuvo a su cargo el estudio preliminar del volumen “Un golpe de dados, poema de Stéphane Mallarmé” (Editorial Babel, 2008). Su quehacer ha sido incluido, por ejemplo, en “Antología poética – Grupo Raíz y Palabra” (1984),“Desde Córdoba 20 escritores” (1986), “Los poetas de acá – II” (1993), “Poetas 2”(selección y prólogo de Juano Villafañe, Ediciones Desde la Gente , Buenos Aires, 1999), “Árboles nativos del centro de Argentina” (estudio ecológico realizado por Ulf Ola Karlin y Pablo Demaio, 2002), “La tierra del conjuro” (selección e introducción de Andrés Utello, 2005), “La pisada del unicornio” (libro CD-ROM del proyecto “Escritura por la identidad”, coordinado por Mariano Medina, Edición de Teatro x la Identidad y Abuelas de Plaza de Mayo, 2006), “Zepol (Variaciones en torno a la desaparición de Jorge Julio López)” (2009). En 1991, en reconocimiento a su labor literaria y cultural, le fue concedido el Premio de Poesía “Instituto CIDAM”, así como en 2011 fue distinguida con la Ley 9578 de Reconocimiento al Mérito Artístico de la Provincia de Córdoba. Su pieza teatral “El prado del ganso verde”, ambientada en la batalla de Goose Green, durante la denominada guerra de Malvinas, fue estrenada en el teatro La Cochera en diciembre de 2013, con la dirección de Giovanni Quiroga. Permanece inédito su libro “Vigilia de un sueño. Juan Larrea: apuntes sobre su residencia en Córdoba, Argentina (1956-1980)”, que comprende un ensayo basado en investigaciones bibliográficas y documentales, un apéndice con trece entrevistas a personas que conocieron al autor y otro con documentos fotográficos nunca antes dados a conocer.

 

            1 – Es acercándote a tus treinta años, Eugenia, y todavía durante la última dictadura cívico-militar, cuando con otros poetas fundás “Raíz y Palabra”. ¿Cuáles fueron los lineamientos, los objetivos de aquel grupo literario? ¿Qué actividades promovieron? ¿Durante cuanto tiempo?

 

           EC - “Raíz y Palabra” surgió como respuesta a la censura literaria y destrucción de material bibliográfico (quema de bibliotecas) impuesta por la dictadura militar. Casi todos éramos o habíamos sido militantes de diferentes partidos de izquierda y necesitábamos responder a la represión y la censura, por alguna vía. Por otra parte, veíamos que los escritores del Partido Comunista y del Socialismo seguían escribiendo con recetas realistas o populistas y, aunque teníamos actitud e intención política, lo que amábamos era la poesía, sin recetas de ningún aparato partidario. Entre 1981 y 1985 promovimos lecturas públicas de poesía, intentamos la utopía de recuperar la SADE para los escritores, presentamos una antología con poemas de nuestros integrantes, participamos en actos por los Derechos Humanos, etcétera. Pero lo esencial era que desde nuestra formación como grupo encarnamos una respuesta a la que comenzaron a adherir escritores, músicos, pintores. Había quienes no formaban parte del grupo pero se integraban en cada propuesta agregando lo suyo. En 1986 y 87, “Raíz y Palabra” con otros autores formamos el “Movimiento de Escritores por la Liberación” y publicamos tres números del periódico cultural “El Cronopio”. En septiembre de 1987 sufrí un accidente de tránsito muy grave y, desde allí, por razones obvias, César Vargas –que era mi pareja y papá de mi hijo de tres meses en ese momento- y yo, dejamos de participar, aunque todos los escritores de Córdoba, prácticamente, estaban permanentemente ayudándonos.

 

           2 - ¿Qué autores llegó a difundir Ediciones Mediterráneas?

 

          EC - Ediciones Mediterráneas comenzó con la publicación de “Poesía actual de Córdoba- Los años ’80”, que prologué y antologué. Allí sólo tomé autores de mi ciudad, sobre los que tenía abundancia de datos y materiales, pues si hubiera tomado el interior provincial lo único que conocía eran los nombres notables. Y no quería hacer eso.

Algunos títulos publicados después: “Hijos del sol”, de Jorge Torriglia (1988), autor de Villa María; “La carga”, de Pedro Jorge Solans (1989) y “Fisura” de Sergio Silva (1989), autores de Villa Carlos Paz; “El mago”, de Marcelo Torelli (1989); “El escriba de los epitafios”, de César Vargas (1990).

 

           3 – Es probable que haya llegado a mí, cuando salía, algún número de “Imagin Era”. O quizá sólo supe de su existencia y me quedó resonando el título. Te incito a que la describas y, también, a que nos refieras cuáles han sido algunos de los escritores difundidos y en qué géneros.

 

          EC - “Imagin Era” fue un proyecto editorial que pretendía refrescarse del tedio de la etapa del menemismo. Utópico, por eso el título. Queríamos reflejar un diorama de voces, sacudir las cortinas polvorientas de ese estilo light, como si la literatura y el arte fuesen yogurt descremado. A pesar de su limitación comercial –razón de su final-, difundió poesía, cuento y ensayo escritos por autores de Córdoba, aunque ya no residieran en ella. Se presentó en el instituto CAyC, de Buenos Aires; consiguió un buen comentario en “Diario de Poesía”; fue incluida en un catálogo del Museo de Arte de las Américas, de Washington. En fin, algo logramos. Entre los nombres que publicamos y hoy se conocen ampliamente, están el del novelista Carlos Busqued, la cineasta Paula Markovitch y la artista plástica Anahí Cáceres. Las ilustraciones fueron de Oscar Páez, Crist, Verónica Amaya. En las plaquetas, muchos nombres que no cobraron notoriedad, pero hay textos valiosos, como el de Hugo Busso, un filósofo que ahora reside en España.

 

           4 – En el ’96 te asomás al mundo del teatro (o quizá ya te habías asomado y es en ese año que empezás a involucrarte). Lo cierto es que “de menor a mayor” llegás a concebir una pieza de tu absoluta autoría (estrenada e inédita). ¿Nos trasmitirías cómo ha ido fluyendo en vos esta inserción de ya más de tres lustros, aportando, colaborando, seleccionando? ¿Cuándo se produce el giro tendiente a la concreción de “El prado del ganso verde”? Y teniendo en cuenta que hace poco “debutaste” como dramaturga en una sala y con actores representándola y público asistiendo, ¿cómo –cuánto- exactamente te movilizó?

 

          EC - Es cierto, al mundo de teatro me había asomado desde niña, participando en el elenco de la Provincia , pero era un juego. Después comencé a asistir a funciones de teatro y fui tomando el lugar que elegí definitivamente: el espectador. Paco Giménez, antes de proponerme que colaborase en la adaptación de “Un tranvía llamado deseo”, me conocía de asistir al Teatro La Cochera. Digo que mi lugar es el del espectador incluso aunque haya escrito un texto para ponerlo en escena, pues sigo siendo el que toma asiento en la platea.

Desde 2001 Paco Giménez me pidió otro tipo de trabajo, consistente en analizar los textos como a mí me pareciera. Estrictamente buscar en cada texto en particular, sin mapa previo. Relaciones entre personajes, relaciones con el contexto histórico, lingüístico, artístico; entramado de situaciones, todas las variantes posibles. Mi tarea fue ampliar la visión de cada obra, de cada autor, para aportar a la idea original y dirección de Paco y a la creación colectiva de cada elenco.

          Antes de “El Prado del Ganso Verde” había intentado escribir dos o tres textos teatrales, pero no fluyeron como debían. En este caso, hubo en 2012 una convocatoria a un concurso sobre el tema de la guerra de Malvinas –no recuerdo cuál era - y escribí para enviar. Había estado reuniendo algunos discursos de héroes reales -americanos, sobre todo- que me interesaban para elaborar una propuesta teatral. Venía pensando en uno del Comandante Prado, casi al final de su libro “La guerra al malón”. Ese párrafo tiende un puente de significados históricos entre la denominada Conquista del Desierto del siglo diecinueve y la Guerra de Malvinas. Y escribí con el mismo criterio o actitud que ponía en los análisis: ofrecer a los actores y al director un texto para que puedan trabajar. Teníamos la ventaja de que ya habíamos participado juntos en otros espectáculos de La Cochera , eso facilitó la experiencia. Lo que más me movilizó fue ver convertirse un texto en acciones, imágenes, sonidos.  O sea, volví al lugar del espectador, o nunca me moví de allí. Luego, la repercusión de un tema tan complejo y sentido por mis compatriotas en un público específico, el de teatro. Además, descubrir que los jóvenes no saben mucho que digamos de ninguno de esos dos conflictos, por ejemplo, y que pese a ello entienden la propuesta y les despierta interés. Eso fue muy gratificante.

 

            5 – Desde luego, en tu labor de coordinadora de talleres literarios, que lo hayas sido también en ámbitos penitenciarios, promoverá en muchos de nuestros lectores el interés por conocer lo que vos quieras trasmitirnos sobre dicha singularidad (la cual, entiendo, ya un cierto número de escritores viene desarrollando en nuestro país).

 

           EC - Las cárceles fueron experiencias difíciles de abordar, en el plano emocional. El preso común es una especie de misterio para mí. No puedo comprender cómo hacen para soportar la prisión. Reconozco que en eso la limitación es mía. Hay colegas que trabajan desde hace muchos años en las cárceles, como Andrés Utello, en Villa Dolores. Yo sólo pude soportar un año. Sin embargo, logré que produjeran –tanto en Villa María como en Córdoba- buena cantidad de textos y sostener una relación amable y distendida. Los traté como iguales en cuanto a capacidad, explicándoles que todos los seres humanos poseemos tres facultades universales: la observación, la memoria y la imaginación. Los ejercicios literarios se basaban en eso. También me permitió explicarles que autores como Shakespeare no eran difíciles de entender por los temas que tratan, sino que la dificultad principal consiste en que utilizan un lenguaje muy antiguo, que ya pocas personas conocen.

 

            6 – Quería que supieras que estuve releyendo tus respuestas en http://lapoesiapregunta.blogspot.com.ar/2011/12/eugenia-cabral-cordoba1954.html  y que confirmo que ellas están, para mí, entre las más comprometidas con la propuesta que conlleva el Cuestionario Schmidt.  Y conecto con esto: ¿sólo manejaste el blog Los Viajadores? ¿Por qué razón no persististe? ¿Algo te decepcionó? ¿Lo retomarías?

 

          EC - Sí, sólo incursioné en Los Viajadores. Después tuve la mala idea de entrar en Facebook y me envicié. Todo parece más fácil. Pero tengo que volver al blog, porque quiero pasar todo lo de “Dulce Vecino”, mi compilación de textos y documentos gráficos sobre Juan Larrea, esa página que administro. Necesito crear algo más estable que una página de Facebook. Me preocupa el tiempo que insume la Internet; y fatiga la vista y la espalda. Lo positivo es que proporcionalmente se consigue mayor lectura, aunque sea superficial o no, depende, pero hay una circulación publicitaria. A veces, es importante. Llama la atención sobre un tema, al menos.

 

           7 - No quiero dejar pasar la oportunidad de inquirir sobre tu participación en  “Árboles nativos del centro de Argentina” y en el libro CD-ROM. Y si bien para los “locales” consubstanciados el nombre de Jorge Julio López y su desaparición nos sigue, por lo menos, perturbando, para los que no estén al tanto, sería oportuno que nos des un perfil de tu “Zepol”.

 

          EC - Mi participación en “Árboles nativos...” fue involuntaria. Mariano Medina, que coordinó la publicación, tenía el poema que figura allí, pero yo ya lo había desechado. Me llamó para contarme lo que iba a hacer y respondí que si a él le gustaba, lo incluyera. Ocurre que no podían proponerme nada más hermoso que publicarme en un libro sobre árboles, era un sueño no soñado. También fue Mariano Medina quien me incluyó en “La Pisada del Unicornio”. Él recopiló material de todos los que figuran en el CD y nos avisó de la edición, nada más. Pero nos conocemos tanto, de la época de “Raíz y Palabra” -Mariano era muy joven-, que sabe de lo que se trata cada vez que hace algo.

          En “Zepol”, sí, fui convocada por Iván Ferreyra para escribir algo sobre la desaparición de Jorge Julio López. El secuestro seguido de muerte es una realidad que persiste en la Argentina motivado por distintas situaciones. Trata de personas, represión policial a ciudadanos comunes. Pero lo de López tuvo características políticas precisas, demostrando que el kirchnerismo no fue capaz, pese a su política de derechos humanos, de frenar la actividad de los “desocupados” del Proceso, que volvieron a tener tarea con ese secuestro, con las muertes y fugas de militares condenados, con la falta de cooperación ex profeso en la búsqueda de cuerpos asesinados y de niños secuestrados. En una palabra, la lucha contra la represión prosigue. Para los trabajadores, para los militantes políticos, para los ciudadanos en general. Luego, en 2012 y 2013, me ocupé de la edición del libro “Poesía por Mariano Ferreyra”, una compilación de textos enviados desde diversos sitios de nuestro país, por medio de Internet.

 

          8 – He leído en alguna parte que estabas escribiendo un relato fantástico extenso cuyo título es “Ahora, en el Paraíso”: ¿lo has concluido? ¿Primera inmersión en lo fantástico? Y que estabas preparando un volumen con relatos sobre temas relacionados con la militancia política durante las décadas de 1960, 1970 y 1980: “La flor nacional”. Lo mismo: ¿lo has concluido? Y por extensión, Eugenia: aparte del libro sobre el poeta español Juan Larrea, ¿qué otras obras o trabajos tenés “en la gatera”?

 

           EC - Sí, he concluido esos libros. Ya veré si encuentro editores. “Ahora, en el Paraíso” es mi primera incursión en lo fantástico pero no sé si el género es fantástico. Habla de la historia bíblica y de una posible historia no bíblica del mundo. Qué sé yo.

          También tengo unos poemarios, escritos desde 1997: “Códice”, “Creatura solar”, “La voz más distante”, que son breves; “La ciudad de amapolas”, “Reloj de esfera”, “La canción de las contradicciones” y uno más que espera título. Además, fui escribiendo “La ración de pan”, un libro con poesía política -género que no es apreciado por la crítica, dicho sea con simpatía-; “Informe sobre Mabel y Morgana”, una nouvelle fallida sobre un caso policial verídico; “Ellas”, “Ellos”, “Cupido”, “Eros”, “Narciso”, “Tánatos”, una serie de cuentos sobre las relaciones amorosas, probablemente también fallidos; cuentos basados en personajes o en situaciones de Hans Christian Andersen, titulados “El ángel de los pobres”, y poemas cuyo valor aún no consigo evaluar. Como ves, un surtido.

 

           9 – Has divulgado movimientos, autores, confluencias de tu provincia. Has investigado (y producido) a propósito de la historia de la traducción y de los traductores de poesía a través del tiempo en Córdoba, y vos misma has incursionado en estas labores: ¿con qué poetas? 

 

          EC - Lo único que traduje fue un poema de Jacques Prevert  y uno de cuatro líneas del luxemburgués Lambert Schlechter, en ambos casos por no tener a mano una traducción. No creo realmente haber incursionado en esa actividad, salvo por poner al alcance del público la que hizo Agustín Oscar Larrauri de “Un golpe de dados”.

 

           10 - ¿Cómo es el mundo de la poesía en tu ciudad: las tertulias, las lecturas, los bares u otros espacios, los colegas, los diarios, las radios, todo eso que podríamos llamar “la escena literaria”? ¿Y qué diferencias apreciás respecto de décadas anteriores?

 

          EC - No participo demasiado en la actualidad, por motivos de trabajo y de familia. Pero donde asisto, así sea eventualmente o por invitación, es de mucha calidad, muy diverso en su producción, con gran participación de los jóvenes. La mayor diferencia que aprecio con el pasado de los  ochenta o de los noventa es cuantitativo. Alto número de editoriales, nombres, lugares, que me llegan por mail o por Facebook; no tengo ya un panorama general en cuanto a su estética.

 

Eugenia Cabral selecciona para esta entrevista, en abril de 2014, seis poemas de su autoría:

 

Mago dos veces


Hijo y nieto de hechiceros 

                                          es el poeta.

Lee en el fuego muerto

la primera intensidad de la llama.

Y adivina su rostro

en el más oscuro espejo.

 

 

 

Destino

 

Hija soy de la ceniza 

donde el barro ha muerto.

 

Eran las glaciaciones

sobre el reino del verdor.

La mano de Dios que celebró la vida

soplando en los huesos del hombre 

habrá sido plena de jugos 

y frágil de tiempo.

Ahora  

Dios sopla sobre el fuego 

largo y frío 

y se lleva la Historia al infinito.

  

                                       (De “El buscador de soles”, Editorial Municipal de Córdoba, 1986)

 

 

Obertura

I.

 

La voz, seducida por el eco, descendía en la luz del cielo.

Hace tanto.

Óvalos de cobre y nácar, detenidos rostros de un vitral;

esparcidas en el dolor, la orfandad, cantábamos con los ojos entornados y sonreíamos.

Luego, el cielo se cargaría de nubes y luego, se desataría la tormenta.

 

 

II.

Muerte al siglo XX. El deseo es el terror. La sinceridad es una ermita; el amor, una ermita.

 

He tallado un rostro en el cuarzo. Lo he tatuado en la pleura, el ventrículo izquierdo, el músculo sartorio.

 

Los bosques cumplirán un milenio al amanecer.

¿Amaneceremos con ellos?

 

Sentir beethovenianamente es una locura en estos tiempos.

 

  (De “Iras y fuegos. Al margen de los tiempos”, Editorial Último Reino, Buenos Aires, 1996)

 

Arcano II

Estás quieto y casi serio 

sonriendo.

Observas los pedazos que dejo sobre la mesa,

el abrigo,

la taza.

Trozos, tajos, aberturas, 

desmadejamientos,

yo, la insensata, 

adormilada –recalando mentalmente en tus brazos-;

barco o sombra de barca en el agua que deslumbra,

liviana, 

cargada, cargada.

Llega un barquito cargado de tiempo, 

trozos   tajos   tientos   temores 

tucanes   trompas   trampas  

torpemente   insensata  

gimiendo en la oscuridad del tiempo: 

nada comprensible;  

una atalaya para ver tus ojos; 

 

y sentado, 

quieto, 

casi serio, 

me observas; 

danzo; 

duplico entradas y salidas del universo; 

algunas puertas –compruebo- cerradas; 

otras   y regreso  

a ti  

dulcísimo  

sin acceso a este laberinto 

donde cada galería  

ostenta una lámpara.

 

                                                                 (De “Cielos y barbaries”, Editorial Alción, Córdoba, 2004)

 

 

 Tabaco

 

La rabia dura lo que el cigarrillo.

Luego el humo y la ceniza esparcen

la desmerecida forma de lo que ha sido.

Arder. Arder como la brasa ambigua

que no es llamarada ni es ceniza;

entre secuencias de orden y desorden

arder; arder cual perfume de maderas;

cual ocaso –furia postrer del día-

arder; en pausas de la informática,

detrás de los envases descartables,

con un sexo torpe entre torpes manos,

arder. Como sólo el fuego puede arder.

Como pasión y soledad pueden arder.

Astro perdido en la jungla del cielo

tornando a una casa y a unos padres,

arder. Solícitamente, en honor de un amante,

arder. Ofrecer la transparencia y pretenderla

cada vez con menos fuerza y eficacia.                                           

Arder. En el templo de los bárbaros.                                                 

Arder, tan tenue como sea posible,                                                                                                                                               

ante la fatiga de la mirada. Encender

los rubíes de la culpa entre el lodo funeral

y las arenas donde el hedor de lo muerto

sobrevive (¿para qué?) sin condena ni justicia.

 

En el horno de los bronquios se caldean

la sinrazón de existir abominando

y el humo: símbolo de olvido e impotencia

de querer retener lo que se esfuma

-antes eterno, ahora fugitivo-,

breve danza de amor entre los dedos,

ocaso que arrastra el cuerpo del día

-iluminado de amor- a oscura gruta,

para escandir las formas de la noche

cual sílabas de un poema revelado.

 

                                                                        (De “Tabaco”, Editorial Babel, Córdoba, 2009)

 

Bautismo

 

He temblado junto a la pila bautismal

en la iglesia a oscuras. He temblado al verte de perfil

porque parecías un galo de la Alta Edad Media.

El techo de la nave central es combado y tiene costillas doradas

y pinturas en rojo. Temblaba en esta ciudad americana

y te señalé los santos tallados por aborígenes,

a lo largo de la nave izquierda. En esta ciudad o en esotra.

 

 

 

Somos criollos de varias generaciones, argentinos,

de apellido hispano, de cultura rioplatense,

de costumbres pampeanas, de silencios federales.

Si festejamos la patria comemos a la usanza del Noroeste,

si filosofamos lo hacemos a lo porteño

(la zamba marechaleana de la escisión).

En esotra ciudad o en ésta.

 

 

 

Agradecí a la penumbra que no le permitiese al temblor

avergonzarme. De pronto el ritmo de las frases no coincide,

el temblor ha desencajado alguna articulación.

Como gozne y goce, una es vértigo, la otra, silbo.

Un desplazamiento de placas, un prefacio a la falla de San Francisco.

Pero los desastres de la melancolía se perciben a solas.

Un cloqueo, un chasquido se levanta con dificultad desde la greda

y, anfibio, atraviesa el patio, llega a la ventana.

Los dos somos jóvenes –él de catorce y yo, de doce años- y temblamos,

bajo el hedor acre de las vestiduras,  en el siglo XIII,

ya no somos coloniales y barrosos españoles

desafiando a las autoridades del virreinato:

somos judíos conversos  y sabemos leer.

Después nos convertimos en arrianos y vuelta a perseguirnos.

Más atrás aun en el tiempo, éramos adúlteros y nos lapidaron.

Entonces nos hicimos hinduistas y nos despreciaron.

Cometimos incesto y nos quemaron.

Mezclamos nuestras etnias y nos apartaron.

En esta ciudad y en esotra.

 

“Amor constante más allá de la muerte”,

nadie podría vencernos, salvo una clara eternidad.

 

 

 

Miré hacia el altar católico y sentí llegar desde vos

esa como ansiedad fastidiosa, esa exquisita fatiga

que te absorbe hacia los corredores del laberinto,

como los embudos de los ríos serranos a los nadadores angélicos.

 

Y supe lo de siempre: que, para el gran río,

representamos apenas un sorbo dulzón, como la sangre,

un puñado de moléculas y de entropía.

 

                                    (De “En este nombre y en este cuerpo”, Editorial Babel, Córdoba, 2012)

 *****

En las ciudades de Córdoba y Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Eugenia Cabral y R. R., abril de 2014.

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19 de Marzo, 2014 · General

Gerardo Lewin: sus respuestas y poemas


Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

  

Gerardo Lewin

nació el 20 de diciembre de 1955 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde reside, en el barrio Caballito), la Argentina. Recibiendo el título de Actor Nacional egresó en 1980 de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Establecido en Israel, cursa en 1984 estudios de Máster en Dirección Teatral en la Universidad de Tel Aviv. En Buenos Aires, a través de IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte) obtiene en 2004 su Licenciatura en Actuación. Entre 1977 y 1981 actuó, entre otros, en los espectáculos “Alicia a través del espejo” de Lewis Carroll, “La pirámide” de Oscar Feijóo, “El héroe de la Samobroone” de Jacobo Greber, en la Argentina, y entre 1983 y 1985 en “Víctor, o los niños al poder” de Roger Vitrac y “Los inmigrantes” de Slavomir Mroczek, en Israel. Incursionó como actor en televisión, filmes de corto y largometraje y publicidad. Durante 1986 realizó locución en producciones cinematográficas. Y en los países citados ha ejercido la docencia teatral en instituciones privadas y públicas. En el género dramaturgia concibió la farsa policial “Nieblas del Támesis”. Su poemario publicado es “Amores muertos” (El Jabalí Ediciones, Buenos Aires, 2003). Inéditos permanecen “Tránsito” y “Nombre impropio”. Poemas suyos fueron traducidos al portugués por Roxana Lewin y difundidos bilingües en www.antoniomiranda.com.br . En la Red es posible acceder a su poética a través de videos y de http://poetasaltuntun.blogspot.com.ar, http://poesiadelmondongo.blogspot.com.ar, http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar, http://laseleccionesafectivas.blogspot.com.ar, http://alpialdelapalabra.blogspot.com.ar, http://el-placard.blogspot.com.ar, http://intercuerpos.blogspot.com. Es el traductor, por ejemplo, del poemario “Vago” de Tal Nitzan (Ediciones Pen Press, Nueva York, Estados Unidos, 2012), “Una novela vienesa” de David Vogel (Editorial Minúscula, Barcelona, España, 2013), “Antología de cuentos” (selección del Instituto para la Traducción de Literatura Hebrea (ITHL): textos de Yossi Birstein, Yitzhak Orpaz, Etgar Keret, Reuven Miran, Alex Epstein, Dan Tsalka y Amós Oz), además de traducciones socializadas en revistas y periódicos de México. En 2007 fundó http://decantasion.blogspot.com.ar : “Un blog de traducciones de poesía hebrea de acá y allá, de ahora y de otrora”. Entre los últimos poetas allí difundidos, se encuentran Oded Peled, Pinjas Sadé, Zelda, Aharón Almog, Erez Biton, Gali-Dana Singer, Elisha Porat, Jacob Frances, Itzjak Shalev, Eli Hirsh, Nathan Alterman. Mientras que algunos enlaces conducen a propuestas-e de poesía hebrea, otros lo hacen a las de poetas traductores de diversos idiomas. Además es posible acceder a letras de canciones, nuevos poetas, poesía andalusí, poesía hebrea moderna, renacentista, bíblica, clásica, de protesta, con sesgo humorístico, y hasta algo de prosa. Entre 2002 y 2007 fue uno de los coordinadores del ciclo de poesía “El Orate y La Musa”.

 

          1 – Tu formación teatral –no sólo actoral- se ha consolidado a través de prestigiosas instituciones públicas. ¿Cómo recordás aquellos primeros años de estudiante, siendo un veinteañero, y cómo esos otros, en el IUNA, cuando habías sobrepasado los cuarenta? ¿Has tenido, en este campo, algún maestro o maestra “inolvidable”? ¿Qué te resultaba más grato e ingrato en la juventud y qué en la madurez? ¿Cómo evaluás que incidían en tu ánimo y en tu rendimiento las circunstancias de tu acontecer en cada una de esas etapas? ¿Volverías a cursar por los andariveles “oficiales” o te inclinarías por la capacitación por fuera de la que provee el Estado?

 

          GL – La verdad es que llegué al teatro por casualidad y no por vocación. Lo hice porque creía que me ayudaría a superar mis problemas de timidez y expresividad. Para decirlo más claramente, especulé con que estudiar teatro haría de mi un galán más (o al menos mínimamente) eficiente. Tuve mucha suerte con mis maestros: tengo un magnífico recuerdo de Víctor Bruno, nuestro profesor de actuación hasta el segundo año, así como   de quien lo sucedió hasta quinto, Nina Cortese (si a alguien le cabe el adjetivo inolvidable es a ella: no sólo nos inició en el conocimiento de autores ignorados por nosotros, sino que me estimuló en la escritura y la frecuentación de la poesía). No puedo dejar de mencionar a un genio que tuvimos y que pasó desapercibido: Roque de Pedro, nuestro profesor de música. La experiencia teatral puede ser muy grata o aterradora, casi como cualquier religión. La ebriedad de adrenalina que proporciona el escenario, según cómo lo procesa cada quien, puede llevarte a la cima del arte o destruirte.

 

          Sobre lo que resulta o no agradable en las distintas etapas de la vida, afirmo que prefiero ser quien soy, a la fecha. Agradezco que –en este universo- el sentido del tiempo sea único. La diferencia entre mis edades de hombre puede expresarse en una sola frase de inspiración socrática: antes no sabía nada y ahora sé que nunca lo sabré. La diferencia es la ansiedad por saber o, si lo preferís, la angustia por no saber, que es distinta de la curiosidad. Saber, ¿qué? Todo: qué hay después de la muerte, si es posible que exista una sociedad más justa, cómo lograr el corazón de las mujeres, cómo escribir el mejor poema del mundo. Hoy sé que esas preguntas no tienen respuesta o tienen infinitas respuestas, lo mismo da.

 

          Respecto a la educación o la capacitación, como la llamás...,  al contrario de lo que me inculcaron mis padres, la educación es una posesión volátil. Más en estos días. Poco de lo que aprendí me sirve para algo. Sé que me capacité para múltiples tareas, pero a fin de cuentas sólo realizo algunas pocas. La rutina, la monotonía y el mecanicismo son también maestros: cuando efectuamos un acto y no sabemos ya cuántas veces lo hicimos anteriormente, es probable que podamos considerarnos expertos. Aunque sea en el arte de subir las escaleras de la casa en la oscuridad. No es necesario acudir a ninguna escuela ni suscribirse a algún taller para lograr eso.

 

 

          2 – ¿“Cómo eras” –nos preguntamos los que te conocimos recién cuando exponías tu poética en cafés literarios (tengo para mí que nos vimos por primera vez en ocasión de tu lectura en “micrófono abierto” a fines de 2001, en el Ciclo de Poesía “Julio Huasi”)- entre 1977 y 1985, tu período de actor en los teatros Payró, del Centro (en Buenos Aires) y en los de la ciudad de Tel Aviv? ¿“Cómo eras” cuando interviniste en el largometraje “El infierno tan temido” de Raúl de la Torre, y cuando premiaron tu labor –IX Concurso Internacional de Cine Amateur de la República Argentina- en el cortometraje “La pared” de Eduardo Feller? ¿Por qué no persististe en la carrera teatral? ¿No llegaste a dirigir?

 

          GL – Era un pibe muy a la deriva, con muchas ilusiones y un poco de ego. Lo que rescato de esos años es el aprendizaje del disfrute, en lo que a la poesía se refiere. El disfrute de lo milagroso, lo maravilloso del arte. En esos años, participar en los reductos  que le daban a los poetas la posibilidad de leer era emocionante. Yo guardo un recuerdo muy agradecido, por ejemplo, a las chicas organizadoras del Ciclo de Poesía "Zapatos Rojos". Para mí, leer un poema ante un auditorio era tocar el cielo con las manos. No exagero: para mí fue una revelación.

 

          Mi labor como actor fue corta y concluyente: soy tímido, cerrado y en el teatro tiendo a mirar sólo el texto y su calidad literaria. El actor nato pone en juego su cuerpo, cierto grado de exhibicionismo del que creo carecer o al que supongo no me atrevo a alcanzar. El premio que mencionás bien pudo haberse declarado desierto. Sin embargo, cada tanto me echo un poco de sal en la herida y fantaseo con dirigir teatro. Otro modo de acercarme a lo teatral fue a través de la traducción: he intentado interesar a directores en montar piezas teatrales de dramaturgos israelíes. Hasta ahora, no logré convencer a ninguno.

 

          3 – Has sido docente de teatro durante la década del ’80 en instituciones, organizaciones, centros educativos. ¿Te complacía ese rol? Sé que en 2007 retornaste a él cuando estuviste a cargo de un Taller de Declamación destinado a poetas y actores, auspiciado por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Farmacia, de la Universidad de Buenos Aires. Sé también que en el horizonte de la iniciativa cabía responder este par de inquietudes: “¿Cómo decir un poema? ¿Qué mecanismos se ponen en juego?”. Mirá qué oportunidad te ofrezco, Gerardo, para que nos suministres una síntesis de lo que ha sido esa propuesta.

 

          GL – La docencia fue algo muy divertido que me permitió subsistir durante bastante tiempo sin necesidad de trabajar demasiado. No era, sin embargo, un rol que me complaciera; y decidí abandonarlo. Me faltó paciencia y método para ser un buen docente. Distinta fue la experiencia del taller de declamación, porque respondió a una inquietud mía, en un momento en que podía plantearme una experiencia "docente" sin necesidad económica de por medio. De hecho, lo planteé como un taller gratuito, porque consideraba que no estaba enseñando, sino liderando un aprendizaje en el que yo mismo estaba incluido. El taller recorría aspectos como la dicción,  la proyección de la voz, el ritmo, la versificación. Cómo articular ese andamiaje con la emoción. Estaba planteado desde una óptica un tanto privilegiada, porque yo había vivido en ambos mundos: el de la poesía y el del teatro. Por eso el taller se dirigía tanto a actores como a poetas. Trataba de tomar una doble distancia. Por un lado, de los poetas, ya que muchos leen horrible -probablemente, algunos, adrede-. Hay quienes suelen establecer que lo importante son las palabras y que en la lectura debe licuarse toda sombra de pathos. Por el contrario, para el actor (en especial los actores del método) lo importante es su expresividad, sus emociones, su voz. Cosa que hace que, muchas veces, un actor no entienda siquiera de qué trata el poema. Hubo en nuestro país una tradición de declamadores, actores que tenían una sensibilidad y una inteligencia especial para encarar un poema como una pequeña escena. Me remito, claro, a Berta Singerman, pero también a Inda Ledesma, Alfredo Alcón (quien ofrecía recitales de poesía) y otros menos sospechables de operar en el rubro declamatorio: Héctor Alterio o Luis Brandoni. Humildemente, el taller se planteaba retomar ese hilo.

 

           4 - ¿Tu única incursión en la dramaturgia ha sido con “Nieblas del Támesis”? Que se trate de una farsa policial, suscita mi curiosidad (me parece que me hablaste de ella). Supongo que no se ha estrenado y que permanece inédita. ¿Es así? Promocionémosla: contanos algo de su trama, cuántos actores requiere, y si demanda una escenografía sencilla. ¿Hay alguna otra pieza por allí, acaso abandonada?

 

          GL – No hay ninguna otra, por ahora. Se me ocurren argumentos de posibles piezas  -de hecho, durante años quise escribir una de ficción fantástica alrededor de la figura de Leopoldo Lugones-. “Nieblas…” es una obra de juventud que, con la excusa de la farsa y la parodia a las viejas películas policiales negras, habla de la historia de la violencia en la Argentina. Es un poco extraña en cuanto a las escenografías: un bar, un laboratorio decimonónico, un estudio de radio, un museo, un tren en marcha... Escenarios que apelan a los clichés de las viejas películas de misterio. Es para un elenco de entre seis y ocho actores: hay un detective privado, una cantante, un científico loco, un músico jorobado... Se la he ofrecido a varios directores. Todos la alaban, quiero creer que con sinceridad. Nadie la monta.

 

 

          5 – Hablemos de lo que menos se sabe de tu quehacer literario: ignoro si te propusiste la redacción de alguna novela, pero “me suena” que sí tenés cuentos o relatos. ¿Y artículos, ensayos? ¿Cuál es esa producción más secreta? ¿De qué trata?

 

          GL – Sí, tengo cuentos a los que quiero mucho. He estado pergeñando una serie de crónicas titulada "Atención obsesivos de Caballito y alrededores". Me cuesta, confieso, salir de la situación poética y pasar a una instancia puramente narrativa. Escribí cuentos en los que yo mismo era el protagonista: la muerte de mi padre, encuentros con amigos, un tío esquizofrénico... Mi producción más secreta son los poemas que vengo escribiendo desde hace años y que olvido. De pronto abro un cajón, reviso una carpeta y leo: pucha, cómo pude no ver aquí el poema escondido. Los que creo mejores surgen de ese encuentro con ideas relegadas, perdidas. Es como si revisitara la obra de algún otro, el regalo inesperado de un desconocido.

 

           6 – Entre otras labores de traducción, una me llama la atención: la que realizaste para la televisión israelí. Me agradaría que nos la trasmitas. Y si viene con anécdota o pormenor, agradeceremos.

 

          GL – Fue una de esas cosas fortuitas que surgen. Ocurrió que gente de la colectividad quiso armar aquí una repetidora de programas israelíes. Por una cadena de amigos me reclutaron como traductor. Como tengo cierta facilidad para la comedia, me encargaron el subtitulado de un programa de entrevistas de un cantante, un tal Guidi Gov, personaje muy en el estilo Woody Allen (su esposa, Anat Gov, dramaturga fallecida a fines de 2012, es la autora de “Oh, Dios mío”, representada en Buenos Aires). A pesar de lo modesto del puesto, fue para mí una instancia seminal, porque me obligó a traducir canciones, que en realidad eran poemas musicalizados. Ése fue el germen de mi blog.

 

           7 - ¿Por qué permanecen inéditos un par de poemarios? ¿Qué sesgo tiene “Tránsito” (qué transita)?¿Recordás cuando en el ciclo “Poesía Viva” nos invitaron hace varios años, a vos, a Marcos Silber y a mí, para compartir nuestros poemas concebidos a partir del cine, el mundo del cine, el de las “series”? En realidad, creo que fuiste de los tres el único que leyó poemas cuyos protagonistas eran personajes de series. Si me lo confirmás, te pido que los nombres (y que mentes lo que cada uno de ellos te provoque).

           GL – El poemario “Tránsito” permanece inédito porque mutó y se mutiló. Ahí anda, recuperándose. “Tránsito” alude al tránsito de vehículos en una calle porteña y en simultánea a la idea mística de “tránsito”, en el sentido de pasaje directo de un plano de existencia a otro, más espiritual. Así, se habla del tránsito de la Virgen, de Mahoma o del profeta Elías: seres que sin sufrir la muerte física pasaron al más allá. Permanece inédito porque todo ese material que mencionás, que se refería a íconos culturales (series televisivas, personajes de historietas, etc.) cobró volumen y peso específico y emigró al otro libro inédito:“Nombre impropio”. “Tránsito” queda, entonces, como un poemario íntimo, mayormente poemas que hablan sobre el amor y otras desdichas. Permanece inédito, además, porque el poeta Javier Cófreces – el de Ediciones en Danza – tuvo la inconsulta idea de publicar un poemario con ese mismo título, “Tránsito”. Un libro muy feliz, por cierto. Consideré que ya era demasiado el exponer al exiguo público de lectores de poesía a un mismo título en el transcurso de un siglo, lo cual podía dar lugar a confusiones o malas interpretaciones. No quisiera yo recibir, sin merecerlo, los halagos por el libro de Cófreces ni menos aun –por supuesto- que él reciba los denuestos que me sean destinados. Entonces “Nombre impropio” se quedó con todos esos textos cuyos referentes son personajes de series, de historietas, de películas... Creo que constituyen, en definitiva, un rebusque actoral, a la manera de monólogos. La lista fue creciendo: un hombre lobo, un zombi, Richard Kimble (el fugitivo) y su triángulo enemigo: el hombre manco y el inspector Gerard. Están la novia de Frankenstein, Isidoro Cañones, Shemp Howard (el menos transitado de los tres chiflados), Micky Mouse, Los Invasores, El Túnel del Tiempo... En todos los casos hay un cariño por lo fantástico, por un mundo imposible en el que quisiera residir, una variante del tránsito hacia una dimensión, si no desconocida, al menos poco frecuentada.

 

           8 – Tu “Amores muertos” lleva en su contratapa un impecable texto presentatorio o epilogal del poeta Alejandro Méndez Casariego. Y fue editado bajo el sello que dio nombre a una trascendente revista de poesía: “El Jabalí”. La editorial estaba a cargo de otro poeta: Daniel Chirom (co-director de la revista), ya fallecido, y como vos, Gerardo, nacido en Buenos Aires en 1955. Me parece que ambos eran muy amigos. Y me imagino que se conocerían desde jóvenes. La muerte de Chirom, hasta a quienes como yo, no hemos tenido con él más trato que el de haber compartido espacios de lectura pública, nos conmovió. Éste sería otro espacio, también público, para que lo evocaras.

 

GL – Con respecto al texto de Alejandro, presumo que lo tiñe un sentido de amistad que valoro, y obnubila su juicio. En cuanto al querido Daniel Chirom, es cierto que llegamos a ser amigos, aunque no nos conocimos sino después de su presentación en “El Orate y La Musa”. Hubo una afinidad concerniente a nuestra cercanía a lo judío. La gente pensaba que éramos hermanos o primos, puesto que existía entre nosotros parecido físico. Quizá lo fuéramos, como reza cierto humor paisano: siglos de endogamia no pasan sin dejar huella. Su decisión de editarme fue producto de su confianza en mí como persona, más que de su apreciación literaria. Le agradecí y aún le agradezco profundamente ese gesto. ¿Qué más decir? Era un tipo extraordinario, su muerte ensombreció un poco más el mundo: hasta el final supo reír, apreciar una charla o el cuerpo de una mujer bonita.

 

           9 – No somos pocos los que valoramos el laburo de darnos a conocer tus versiones al castellano de poesía hebrea. Y valoramos el cuidado, la dedicación que trasuntás en “la puesta” de los autores y textos en el blog. ¿A qué se debe que hayas preferido omitir una síntesis de tu trayectoria y una dirección de correo-e a la que dirigirse? (Esto, por cierto, me lo pregunto cada vez que no hallo dicha mínima información en unos cuantos de los blogs que intermitentemente visito.) Y sigo: ¿a qué traductores al castellano de poesía hebrea tenés como referentes o pares a los que estimes? ¿Qué tipo de dificultades predominan en la traslación del hebreo al castellano, tanto de poesía como de prosa?

 

         GL – Ante todo, debo estos errores o faltas que señalás a una conjunción desfavorable de Google con otras plataformas de Internet... Este novísimo Tlön que surge ante nuestra perplejidad, está más allá de mis aspiraciones exploratorias. En cuanto a los colegas que me enseñaron y me aportaron: son nombres desconocidos para la mayoría de los lectores, pero es una buena ocasión para mencionarlos: Eliezer Nowodworski, Raquel García Lozano (que ha traducido toda la obra de Jehuda Amijai al español) y Ana Bejarano, quien me impulsó a seguir adelante en esta vidriosa profesión. La traducción del hebreo al castellano es casi una ciencia en sí misma, y a sus abanderados se los denomina hebraístas. Los hay desde la época del rey Alfonso El Sabio y su Escuela de Traductores de Toledo, que aún subsiste como un punto de encuentro entre las tres culturas ibéricas: la latina, la arábiga y la hebrea. Sin ser un experto, creo que el principal problema que tiene la traducción del hebreo al español es un derivado del principal problema que tiene el hebreo mismo, y es la confrontación entre un idioma litúrgico y sacralizado y una lengua de uso cotidiano y práctico. ¿Cómo se pasa de lo sagrado a lo profano? Es frecuente hallar en escritores hebreos referencias y citas bíblicas. ¿Cómo traducirlas? ¿Usando Reina Valera o la Biblia de Jerusalén?

 

          10 – Has residido durante unos años en Israel, lo que, obviamente, te habrá permitido dotarte, por impregnación vivencial, del habla de sus habitantes. Estaría bueno que nos cuentes cuál era tu apuesta por entonces, los motivos que te impulsaron y cómo rememorás ese tramo de tu vida. Y también, qué decidió tu retorno. De paso, que nos refieras si has conocido otros países y si, aunque más no sea durante meses, has residido en alguno.

 

          GL – Mi apuesta por entonces fue lograr una beca para un máster en dirección teatral en la Universidad de Tel Aviv. Si bien no obtuve ese título, pude estudiar como alumno supernumerario en la carrera del Máster. La Universidad genera sus propias puestas, tiene un elenco de directores residentes y se vive el espíritu candente de la producción teatral real, no en un laboratorio sobre una torre de marfil. Mi retorno tuvo que ver con cierto hartazgo del conflicto y de lo bélico. No estuve en otros países, excepto aquellos que visité con mi imaginación. Que tampoco han sido muchos.

 

           11 – “El Orate y La Musa” fue una propuesta innovadora. Ciclo en donde, en la primera parte, participaba un poeta invitado, se lo entrevistaba largamente y él leía sus textos. Los coordinadores, habiéndose imbuido de la voz poética del invitado y mantenido una reunión previa al encuentro e intercambiado opiniones, presentaba días después al invitado. Y en la segunda parte, “micrófono abierto” para los poetas asistentes.  Sigo lamentando que no haya quedado documentada aquella iniciativa. Te insto a que reparemos. En algún lugar tendrás el detalle de quiénes participaron:  Roberto Daniel Malatesta, Irene Gruss, Javier Adúriz, Griselda García, Luis Raúl Calvo, Leonor Silvestri, Laura Yasan, Jorge Fondebrider, Paulina Vínderman, Alberto Muñoz, Santiago Sylvester, Susana Szwarc, Fabián Casas, Inés Manzano, Jorge Santiago Perednik… ¿A quiénes no cité? ¿Cuántos encuentros se realizaron y en qué lapso? ¿Quiénes fundaron el Ciclo y qué otros poetas integraron la nómina de coordinadores en diferentes etapas? ¿Qué te ha dejado aquel trajín, Gerardo?

 

          GL – Estoy de acuerdo en que fue una propuesta innovadora, casi a pesar nuestro. La nota la dio el espíritu de aprendizaje: nuestra intención (la mía, al menos) era aprender, preguntar, conocer. Abordábamos a los poetas desde la humildad total y el acercamiento era de respeto, de indagación y, si me apurás un poco, también de homenaje. Lo único que quedó de esos encuentros fueron las fotos y la amistad. A la lista que mencionás agrego a Leopoldo (Teuco) Castilla, Graciela Zannini, Tamara Kamenszain, Héctor Miguel Ángeli, Alejandrina Devescovi, María Rosa Maldonado, Leonardo Martínez, Daniel R. Mourelle, Claudia Masin, Héctor Urruspuru (nuestro primer invitado), Esteban Charpentier, Miguel Gaya, Pedro Mairal, Esteban Moore, Gerardo Gambolini, Silvia Pastrana, Guillermo Saavedra, María del Carmen Colombo, Rodolfo Godino, Flavio Crescenzi, María Malusardi, Daniel Chirom, el muy querido Rolando Revagliatti... Seguramente olvido, también yo, algunos nombres. Los otros dos fundadores del Ciclo, en 2002, fueron Alejandro Méndez Casariego y José Emilio Tallarico. Seguimos hasta 2005. Tuvo una breve resurrección en 2007. Intervinieron en la organización y coordinación, por lapsos, Myriam Rosenberg, Graciela Tustanosky, Fabián Cerezo, Rubén Andrés Arribas y Pablo Javier Resa. ¿Qué me ha dejado aquel trajín?: hermosos recuerdos, grandes poemas compuestos por desconocidos y olvidados, el mejor y el más pleno sentido de la palabra.

 

 Gerardo Lewin selecciona para esta entrevista, en marzo de 2013, seis poemas de su autoría:

 

Piedad para la planta artificial

 

Malgasto sentimiento

en algo que vegeta en un rincón.

 

Naturaleza muerta.

Olvidada bajo polvos.

 

¿Es este poco más que muerto amor

lo que produje, mi triste floración?

 

Engañosa. Insensible.

Los  adjetivos no la matan,

no la reviven.

 

Verdor inerte que no perecerá.

                                                                                                                                    (Inédito de “Tránsito”)

 

 Patio

 

El limonero de casa es infeliz.

¿Hay otro modo de decirlo?

 

Vive, pero no ha dado frutos

y en su tristeza amarillenta

me insinúa: deja ya de regarme...

 

¡Ah! ¡Si sólo pudiera irme, lejos!

 

Ahora, en esta fresca noche de primavera vieja,

yo escribo y él deja caer una hoja seca.

                                                                                                                              (Inédito de “Tránsito”)

 

 Fin de semana en Solaris

 

No habrá más mundos que éste

que para ti convoco;

materia otra que la que aquí conjuro.

 

Atravieso espejismos,

me hundo en alucinaciones

que con tu rostro se disfrazan.

Incorpóreos engaños que simulan tu aroma.

 

Y contra mí conspiran odiosas estadísticas,

antagónicas leyes prohíben nuestro encuentro.

 

¿Cuántas vidas debería vivir

hasta que esta pompa de jabón

asuma nuestras formas?

 

Nada guardo de ti sino tu ausencia.

                                                                                                (Inédito de “Nombre impropio”)

 

Mickey is back

 

En el retorno del aprendiz de brujo

suena fantástica la sinfonía

de la indemnización o del poder,

de la palabra ausente en el conjuro.

 

Nada lo detendrá: la desafiante engañifa reina

y un atareado ejército de escobas

hace agua.

 

Los viejos magos nos ahogamos

en este mismo río.

La marea se lleva los círculos de tiza

desde los que invocábamos

a los grandes demonios de la tierra y sus amantes,

la danzarina gota que endulzaba las uvas,

la arena seca, el fuego.

 

Ya nadie espera nada de nosotros,

displicentes abismos nos lavan el color de los ojos

y un burbujeo muerto son todas nuestras frases.

Triste verdín nos corona y corroe.

 

En la cresta de venideras olas,

en lo alto de su trono usurpado,

él

tararea,

feliz.

                                                                                                                                    (Inédito de “Nombre impropio”)

 

 

Fin de contrato

 

Sé que mi vida se repliega ahora

a una trinchera móvil

cavada en húmedas cajas de cartón,

a estallidos súbitos y ansiosos

de cintas de embalar voraces.

 

Aquí fue donde bailamos

el rockanroll de las patatas fritas.

En esta cama casi muero.

Llorabas desconsolada en esa silla

y yo sólo atinaba

a besarte las manos.

 

En el final el eco rebotando

de pared a pared

y obstinados imanes

aferrándose a la heladera muerta.

 

Sumisos, obedientes,

nuestros fantasmas

cancelarán las deudas,

nos buscarán sonriendo en los espejos,

regresarán correspondencia

a desesperanzados remitentes.

 

El polvo de los años

se asentará cantando

sobre estos pasos últimos,

este murmullo incontinente...

 

Silencioso llanto de babosas

en el patio:

las despedidas las abruman,

pobres bichos.

                                                  (De “Amores muertos”)

 

Código postal

 

Uno no es un papel,

unas palabras,

cartas.

 

Uno no es un recuerdo,

tinta celeste,

fechas.

 

Uno no es un fantasma,

algo que se desliza

bajo puertas.

 

Que no me envíen a destinos imposibles,

nunca diré “querida amiga”,

“estas rápidas líneas”

o “ha empezado a llover”.

 

Uno no es un remitente falso,

escritura olvidada,

gotas de perfume.

 

Carne transfigurada y mártir

de matasellos asesinos,

víctima fácil de un abrecartas violador.

 

Uno no es algo que deba ser leído,

literatura itinerante,

yendo y viniendo hasta la muerte

entre nuestras mutuas soledades.

                                                                                                             (De “Amores muertos”)

 

 ***

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Gerardo Lewin y R. R., en marzo de 2014.

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24 de Febrero, 2014 · General

Manuel Ruano: sus respuestas y poemas


Entrevista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Manuel Ruano nació el 15 de enero de 1943 en el barrio Saavedra, de Buenos Aires (ciudad en la que reside), Argentina. Habiendo realizado estudios sobre literatura española, se especializó en Siglo de Oro Español. Es profesor honorario en la Universidad Nacional de San Marcos y en la Universidad Nacional San Martín de Porres, de Lima, Perú, donde en 1992 fundó la revista de poesía latinoamericana “Quevedo”, la cual dirigió hasta 1997. Entre 1969 y 2007 fueron publicados en su país, así como en Venezuela, Ecuador, México y Perú, sus poemarios “Los gestos interiores” (Primer Gran Premio Internacional de Poesía de Habla Hispana “Tomás Stegagnini”), “Según las reglas”, “Son esas piedras vivientes” (Edición Premio Nacional de Poesía de la Asociación de Escritores de Venezuela, Caracas, 1982), “Yo creía en el Adivinador orfebre”, “Mirada de Brueghel” (Fondo de Cultura Económica, México, 1990), “Hipnos”, “Los cantos del gran ensalmador” (Monte Ávila Editores, Caracas, 2005), “Concertina de los rústicos y los esplendorosos”. En 2010 da a conocer su libro de cuentos “No son ángeles del amanecer”. Y en Caracas el volumen “Lautréamont y otros ensayos”, donde también se editó el CD “Manuel Ruano en su tinta” (poemas). En su condición de antólogo, citamos “Poesía nueva latinoamericana” (1981), “Y la espiga será por fin espiga” (1987), “Cantos australes” (1995), “Poesía amorosa de América Latina” (1995), “Crónicas de poeta” (sobre artículos de César Vallejo, 1996), “Obra poética de Olga Orozco” (con estudio preliminar, 2000), “Cartas del destierro y otras orfandades” (correspondencia de César Vallejo, 2006), “Olga Orozco – Territorios de fuego para una poética” (Sevilla, España, 2010), “Vivir en el poema – Homenaje a Carlos Germán Belli” (Sevilla, España, 2013). Ha sido investigador y redactor del “Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina” (1995). Acerca de su poesía se han difundido estudios de Miguel Fajardo, Ricardo González Vigil, Eduardo Chirinos, Alberto Baeza Flores, etc. Y éstos son los títulos de algunas antologías que han incluido poemas suyos: “Antología de escritores argentinos” (Madrid, 1967), “Poesía política y combativa argentina” (Madrid, 1978), “Antología de la poesía argentina” de Raúl Gustavo Aguirre (tres tomos, Ediciones Fausto, Buenos Aires, 1979), “Al sur” de Satoko Tamura (Tokio, Japón, 1987), “El verbo descerrajado” (homenaje a los presos políticos de Chile, 2005). Manejó, por ejemplo, http://liroforodelmardulce.blogspot.com.ar (2010) y http://manuelruano.blogspot.es (ya desactivado). Y ahora, http://interraignota-manuel.blogspot.com.ar , donde además de poemas y artículos de su autoría, interesantísimos videos, una entrevista a él realizada, se hallan textos de Romilio Ribero, María Granata, Horacio Armani, Rafael Alberti, Antonio Cisneros, Gutierre de Cetina (Sevilla, 1520 – México, 1557), Emily Elizabeth Dickinson, Fernando Pessoa, Ricardo E. Molinari, Vicente Martín Soler (España, 1754-1806), Juan del Valle Caviedes (España, 1652 – Perú, 1698), Wilfred Owen, Gayo Valerio Catulo (hacia 87 a. C. – hacia 54 a. C.), Dante Alighieri, Edith Sitwell, Malcolm Lowry, Robinson Jeffers, John Keats…

 

 

           1 – Fuiste integrante del equipo de una de nuestras insoslayables revistas literarias del siglo XX: “El Escarabajo de Oro” (la cual yo adquiría cada vez que asomaba en los kioscos). Sería oportuno para lectores argentinos que no la han conocido, o que la conocen “de oídas”, y para tantísimos extranjeros, que nos ilustres respecto de ella: fundadores, otros integrantes, características gráficas, propósitos, autores publicados, reuniones de los hacedores, circulación, secciones fijas, sesgo ideológico, lapso durante el cual existió… Y que nos ilustres respecto de vos en aquel entonces, con compañeros, algunos, ahora con una obra notable.

 

           MR: Fueron varios los “vasos comunicantes” que me unieron a la revista “El Escarabajo de Oro”: el surrealismo, la independencia en el arte, la crítica estética y social, y sobre todo la filosofía. Por esos días yo tenía hecha una lectura de Sartre, como modelo intelectual que iluminaba la mentalidad del momento con libros como “La náusea” , “Los caminos de la libertad” o, su definitivo “Las Palabras”, que era como una biblia por aquellas jornadas nocturnas de los escarabajos, como le gustaba decir a Sábato… Aunque antes de entrar en “El Escarabajo de Oro”, ya había transitado otros núcleos intelectuales de escritores de las más diversas procedencias. En 1962, había obtenido un premio de ensayo que fue una sorpresa para mí, porque un profesor de literatura del Colegio Nacional nocturno “Domingo Faustino Sarmiento”, presentó un trabajo mío, sin que yo lo supiera, obteniendo un primer premio de ensayo. Eso me estimuló mucho, y nunca dejé de agradecer ese gesto a ese profesor de literatura. Ya en 1964, cuando hice el servicio militar en el Centro Instrucción de Artillería de Córdoba, tuve un camarada (soldado como yo, que fue después amigo entrañable hasta su muerte, me refiero a Eduardo Goncalvez), que me puso en contacto con la filosofía de Albert Camus. Sus libros “El mito de Sísifo” y “El hombre rebelde”, me acompañaron de ahí en adelante. Pero mi principal interés era, por aquellos días, la poesía. De ahí que me carteara con el poeta Víctor García Robles, que fue, sin lugar a dudas, el que me animó a integrar el grupo cuando gané el Primer Premio de Poesía de la revista “Microcrítica”, dirigida en ese entonces por la señora Eve Bonasso. Ese galardón literario hizo que también me nombrara secretario de redacción de esa publicación. Tal es así, que el director de “El Escarabajo de Oro”, Abelardo Castillo, publicara el poema premiado en el número 33 de marzo de 1967, con estas palabras: “Manuel Ruano, poeta. No publicó libro. Anda por los 23 años. Es nuestra última adquisición: vino premiado. Los versos transcriptos lograron, por unanimidad, entre más de 600 poemas, el Primer Premio de la revista “Microcrítica”. Julio Imbert, Antonio Requeni e Irma M. Cavallini, fueron el jurado. Ruano pertenece a partir de este número, a la sección poesía de nuestra revista”. Y así fue, aunque se me viniera encima un alud de libros para ser comentados. Yo, como es de suponer, no perdía noche en el Bar Tortoni y hasta amanecía en su bohemia. Las charlas de literatos y del talento que solían acompañarnos en aquellas jornadas eran invaluables. “El Escarabajo de Oro” tenía colaboradores y reseñadores de inapreciable valor internacional: Julio Cortázar, Beatriz Guido, Marta Lynch, Pedro Orgambide, Augusto Roa Bastos, Nicanor Parra, Fernando Quiñones, Juan Goytisolo, Carlos Fuentes, Miguel Oviedo, Adriano González León, Félix Grande... Allí conocí, también, al poeta dominicano Manuel del Cabral. Siempre seguí con verdadero fervor la trayectoria de aquellos muchachos formidables de la revista. Abelardo Castillo, por la fibra de sus cuestionamientos, deslumbraba a la hora de hacerlos y, además, por el carácter invalorable de su magnífica obra narrativa. Fue el poeta Víctor García Robles, quien me dijo: “Si vas a ser poeta, tenés que tirarte al vacío sin saber qué vas a encontrar abajo”. Esto me abrió los ojos hasta el día de hoy… En palabras de Abelardo, que era nuestro pope mayor y su creador, podría decirse: “ Creo que en el Tortoni empezamos alrededor de 1960 y estuvimos hasta el 74, durante toda la etapa del “El Escarabajo de Oro”.  Fueron unos15 años… Desde entonces, los encuentros pasaron a realizarse en mi casa.” La subdirección estuvo a cargo de Liliana Heker; la secretaría de redacción la llevó Vicente Battista; la sección poesía estaba a cargo de Víctor García Robles y, más tarde, la asumí yo transitoriamente. El consejo de redacción tenía entre sus integrantes a Alberto Lagunas, Oscar Barros, Luis De Paola, Bernardo Jobson, Jorge Vázquez Santamaría, Ricardo Maneiro…

 

 

 

           2 – Me cuesta imaginar a otros argentinos contemporáneos –aunque, por supuesto, los hay- que pudieran haber adquirido una formación tan robusta como la tuya en Siglo de Oro Español. ¿Qué desfiladeros transitaste para adquirirla (además de haber leído a troche y moche a personalidades de ese Siglo)? ¿Podés discernir cómo se te fue generando esa predilección (y cómo se sostiene en tu actualidad)?

 

           MR: ¿Acaso Boscán no jugó en el siglo XVI en el cambio de la poesía española del Siglo de Oro, junto a Garcilaso, un papel semejante al que realizara Ezra Pound  en el siglo pasado, para la poesía de habla inglesa? Pues bien, creo que el amor que sentí desde niño por la literatura española, me llevó a enfrascarme en el barroco peninsular. Lope, Góngora, Quevedo, fueron mis lecturas favoritas a las que vuelvo siempre. En 1992 edité una revista llamada “Quevedo” que se hizo itinerante. Allí publicaba textos raros de Herrera, de Alemán, así como de poetas modernos como César Moro. Por problemas económicos tuve que congelar su aparición. Al menos virtualmente, me sentí el Buscón quevedeano buscando rastros en la terra ignota. Amé la poesía bucólica y sigo amándola como a una mujer que se pierde en la espesura de la historia. Como amé el sentido epopéyico de un poema. Como arte típico, según algunos, de la Contrarreforma, el barroco revitaliza una estética que da vida a la Edad de Oro, donde el fervor religioso reluce y está vivo y fue construida con una anterior Reforma española que va más allá del Concilio de Trento de 1563. En todo caso, aquellos poetas dejaron un sello indudable en la lírica hispana más allá del reinado de Felipe II, que influyó mucho en nuestros poetas de ultramar… Razón tenía Quevedo al exclamar en un soneto: “Tras los reyes y príncipes se vaya/ quien da toda la vida por un día,/ que yo me quiero andar de saya en saya.” La poesía se transforma de época en época y ese es su misterio. Hubo un poeta chileno contemporáneo, Alberto Baeza Flores, considerado del surrealismo hispanoamericano, que dijo de mi poesía algo que me enorgullece: “Aquí está la confluencia del barroquismo hispanoamericano y la aventura expresiva de la poesía más moderna, más actual, más de exploraciones. Manuel Ruano reúne estos ríos neorrealistas mágicos y los unifica en su expresión poética.”

 

           3 – Que a tus veinticuatro años –y habiendo recibido con anterioridad otras distinciones- te fuera otorgado el premio que posibilitó la publicación de tu primer poemario a través de la prestigiosa Editorial Losada, debe haberte “vapuleado de felicidad”. Que ese libro haya sido presentado por Leopoldo Marechal, añadió su plus. Que, además, mantuvieras conversaciones con Gonzalo Losada y por iniciativa de él, a través de su sello también apareciera tu segundo poemario, habrá sido el sumun. ¿Cómo nos trasmitís a nosotros, cuarenta años después, lo que te pasaba (lo que le pasaba a aquel Manuel Ruano, no a cualquier otro -no demasiado neurótico- en similares circunstancias)?  Se habrán, unos, enorgullecido de vos, y otros, te habrán envidiado. ¿Cómo nos trasmitís esto, y tu contacto con Don Gonzalo y con el autor de la novela “El banquete de Severo Arcángelo”?

 

           MR: En 1967 obtuve el Primer Gran Premio Internacional de Poesía de Habla Hispana “Tomás Stegagnini”, correspondiente a los V Juegos Florales de Poesía, Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, que consistía en un dinero, una placa y la edición del libro (que nunca se llevó a cabo).  De manera que “Los gestos interiores” en la colección Poetas de ayer y de hoy de Losada, se debió a que sólo recibí de aquel galardón la parte monetaria y otros honores que contemplaba el premio; pero la edición del libro, lo que se dice el poemario en sí, que para mí era fundamental, jamás. Tuve la suerte de que se interesara don Gonzalo Losada  de ese percance y lo leyera, no una, sino varias veces (como él mismo me dijera), y decidiera la edición del mismo. Ese manuscrito (todavía) pasó por varias manos, entre ellas, las de Margarita Aguirre (ex secretaria de Neruda), y que a raíz de allí, fuera mi amiga durante varios años. Y Neruda, según me dijeron, tuvo algo que ver en eso; pero no lo puedo asegurar. El libro fue ilustrado por un joven artista plástico llamado Pablo Suárez y recibió la bendición de un poeta y escritor consagrado, como don Leopoldo Marechal, que, para el caso, escribió: “Sigo con atención las tendencias de la nueva poesía, y Manuel Ruano se cuenta entre los jóvenes poetas cuya originalidad e inspiración están dando ahora sonidos nuevos a la poesía nacional. No sólo trata él de bucear en “lo posible” de los temas líricos: gracias a una severa conciencia de su arte, busca y halla también una notable afinación de su idioma poético. A mi entender, la poesía continúa siendo la “quintaesencia” del arte por la palabra, y Manuel Ruano trabaja en esa vieja y perdurable afirmación.” Con don Gonzalo Losada, tengo hermosos recuerdos. Ha sido un gran editor. Y ha tenido la gentileza de presentarme al poeta  Francisco Luis Bernárdez, quien me dijo palabras más, palabras menos, conceptos  muy elogiosos sobre mi poemario. En otra oportunidad, Losada me leyó, completa, una carta que había recibido del gran escritor peruano José María Arguedas, anunciándole su próxima muerte. Esto resultaba conmovedor para un joven poeta como yo. Era tanto el detalle de cómo lo lograría, que le describía hasta la marca del revólver que había comprado para llevar su muerte a cabo. Yo, lo sé, quedé muy impresionado por aquel relato. Más allá de todo esto, don Gonzalo publicó mi segundo libro de poemas, “Según las reglas”, cuando compartí un premio con el poeta chileno Braulio Arenas, en Venezuela, de la revista “Imagen”, en 1972. De ese libro, un poeta colombiano nadaísta, Armando Romero, escribió para la revista “Zona Franca”: “Humano, terriblemente humano, el poeta cae exhausto mil veces sobre el suelo de realidades que hacen rabiar su ánimo, porque a fuerza de soplar fluidos creadores sobre las insaciables gargantas de los hombres todo se resiente, la batalla parece absurda, los dedos se encalambran sobre eso único, indefinible, que acciona todos los mecanismos: el amor. El poeta sabe, alquimista osado, que solo desde esa piedra se puede fundar la existencia; sus dedos lo aprisionan sintiendo ese castigo que pertenece a todos pero que hace del poeta su más precisa víctima a la vez que su vocero. El amor salta como una carta del Tarot universal afirmándose hasta dentro de su propia negación.” En cuanto a la envidia, la he sentido de cerca muchas veces desde la aparición de “Los gestos interiores”. Y la sentí de muy, muy cerca, cuando salió “Mirada de Brueghel” en F.C.E. de México, donde algún compatriota residente en Costa Rica dijo que pertenecía a la mafia de Octavio Paz, cuando ni siquiera lo conocía personalmente ni epistolarmente. ¿Qué te parece?

 

 

          4 – En el ’79 fuiste incluido con dos poemas de tu primer libro en el tomo tres de la hospitalaria Antología que más he releído y consultado en toda mi vida (apenas más breve que la tuya): “la Antología de Aguirre” se decía. Para mí, entrañable. Y la tengo desde que salió. ¿Fulano “está o no está en la antología de Aguirre”? Fui descubriendo que no estaban Beatriz Vallejos, José Luis Mangieri, Alfredo Andrés, Héctor Negro, Clara Fernández Moreno, Héctor Viel Temperley, Juan José Hernández, ¡Julio Huasi!, y otros. Consta allí que vos residías desde 1975 en Caracas. Y sé que también has residido en Perú. ¿Qué te llevó a esos desplazamientos?... ¿Viviste en otros países? ¿Cómo evocás las respectivas atmósferas epocales? ¿Cómo te fuiste integrando a aquellos escenarios? ¿En qué revistas y periódicos colaboraste? ¿Ejerciste el periodismo cultural?

 

 

          MR: Sí, recuerdo esa antología. Fue una muestra de la poesía argentina con algunos olvidos. En realidad, yo residí en Caracas desde el año 1975 porque aquí, en la Argentina, la situación política era insoportable. Así que tuve que viajar al exterior  donde me ofrecieron trabajo y la posibilidad de hacer mi propia antología “Poesía Nueva Latinoamericana”, que se publicó en la imprenta Minerva de los hermanos Mariátegui, en Lima, en 1981. Fue una experiencia para rescatar las voces claves de la poesía de esta parte del mundo. Era un proyecto que tenía desde los años ‘70 y que vine a concretarlo en el Perú, país al que volví reiteradamente desde 1972, año tras año, y en el que realicé una intensa actividad cultural, dando forma a la integración latinoamericana que tanto había deseado. También desarrollé un intercambio con otros países andinos: Chile, Ecuador, Colombia... Dando conferencias, recitales y seminarios de literatura iberoamericana. Y en esos periplos, surgió “Quevedo”, mi revista itinerante. Además de desarrollar una intensa actividad de periodismo cultural. En una palabra: todo eso está registrado en una columna fija en Venezuela, llamada “El trayecto de lo imaginado”, del diario “Ultimas Noticias”, desde 1975. Mientras colaboraba en radio, televisión y otros medios escritos, como, por ejemplo,  “El Nacional”, “El Universal”, “La Religión”.

 

 

           5 – En 2012 –no sé durante cuánto tiempo- realizaste un viaje de estudio por España “siguiendo la ruta de Rainer María Rilke”. ¿Tenés algún trabajo publicado a propósito de dicho viaje? ¿Lo podemos descubrir en la Red? ¿Nos contarías en qué ha consistido exactamente?

 

           MR: Estoy escribiendo un libro en torno a la figura del poeta Rainer María Rilke y su trayecto en España en el año 1912. En vistas a ese periplo por ciudades como Madrid, Toledo y gran parte de Andalucía, realicé un viaje cien años después de aquel recorrido, con el propósito de indagar acerca de las huellas dejadas por el poeta. También reuní cartas y poemas por él escritos en su viaje, y visualicé cuadros que él admiraba del Greco, su pintor mayor, en la sinfonía de las imágenes. Se trata de un peregrinaje que culmina en la ciudad de Ronda, Málaga, entre los años 1912 y principios de 1913. ¿No es esto, en parte, perseguir la sombra de un fantasma agonizante, que va buscando su ideal religioso a la par que reanimando su existencia para proseguir la escritura de sus “Elegías”, a la vez que el clima esencial que lo ayude a sobreponerse a su estado de salud delicado y siempre al borde del abismo espiritual? Rilke suena en mis oídos como un violín desvelado. Más bien, su poesía es un Stradivarius en el conjunto de violines que suenan en una época. Por eso me permití seguir sus pasos por España.

 

           6 – Vayamos al narrador: además del libro de cuentos publicado en 2010, tenés al menos otro, aún inédito, titulado “No le cuentes tus secretos a la luna”. En este género recibiste el Premio “Eduardo Mallea”, otorgado por el Gobierno de nuestra ciudad. Tenés al menos una novela inédita. ¿Cuál es el título? Ponenos en foco, Manuel: qué tenés publicado en cuento y no sé si en novela, qué tenés inédito y en qué andás en ambos géneros, y de qué trata, primordialmente, tu obra narrativa.

 

           MR: Siempre escribí cuentos; pero no los publicaba. La poesía, en cambio, fluía en mí porque obtenía premios que me animaban luego a difundirlas. En cambio, la prosa es distinta. Desde los primeros años de mi educación ya sentía la necesidad de ejercitar la escritura, porque amaba las palabras. Cada palabra, encierra un duende, decía mi abuela Dolores. Narro esto en una novela, que, también, mantengo inédita llamada “Escorpiones del mar dulce”. En tanto que el título que mencionás, “No le cuentes tus secretos a la luna”, en realidad, se trata de un cuento con referencia a esos sucesos que transcurrían durante la secundaria en el colegio Rivadavia, en el que todos éramos varones, con historias de varones... Es una historia terrible, que integró, algunos años después, un libro de cuentos llamado “No son ángeles del amanecer”, que fuera distinguido en el Premio “Eduardo Mallea” en el año 2004. En cuanto al ensayo, publiqué un libro llamado “Lautréamont y otros ensayos”, que el Celarg (Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos”)  editó en Venezuela en 2010.

 

           7 – En algún lugar rescataste una formulación simple y profunda de ese tal Voltaire que yo sólo he leído, orgánicamente, en mi adolescencia: “Peligroso no es el hombre que lee, sino el que relee”. Como hombres peligrosos que somos –aunque yo, ¡oh!, no he releído a Voltaire (debo haber accedido a él en ejemplares que me habrán prestado)-, seguramente hemos aconsejado muchas veces, no sólo a alumnos, el hábito de la relectura. ¿Nos ampliarías el alcance que para vos tiene el proverbio de Francois Marie Arouet? ¿No merecería que alguien con tu experiencia en el ensayo explorara y produjera alguno sobre el tema?

 

           MR: ¿Quién no se ha apasionado con Voltaire, con Diderot, con Julien Offray de La Mettrie? El siglo XVIII fue el siglo de Voltaire y de la Enciclopedia, pero también fue el siglo de Swedenbog y de William Blake. Y el de un curiosísimo escritor llamado Jacques Cazotte, cuya cabeza va a dar a la canasta del patíbulo, gritando: “Muero como he vivido, fiel a Dios y a mi rey”. Como aseguraba Borges: “El estilo de Voltaire es el más alto y límpido de su lengua y consta de palabras sencillas, cada una en su lugar”. Voltaire llevó a cabo una dura crítica de la guerra, y la sátira “El templo del gusto” (1733) le atrajo la animadversión de los ambientes literarios parisienses. Su obra es amplísima. Después de una violenta ruptura con Federico II, Voltaire se instaló cerca de Ginebra, en la propiedad de “Les Délices” (1755). En Ginebra chocó con la rígida mentalidad calvinista: sus aficiones teatrales y el capítulo dedicado a Servet en su “Ensayo sobre las costumbres”  (1756) escandalizaron a los ginebrinos, mientras se enajenaba la amistad de Rousseau. Su irrespetuoso poema sobre Juana de Arco, “La doncella” (1755), y su colaboración en la Enciclopedia chocaron con el partido devoto de los católicos. Resultado de su crisis de pesimismo fueron el “Poema sobre el desastre de Lisboa” (1756) y la novela corta “Candide” (1759), una de sus obras maestras. Se instaló en la propiedad de Ferney, donde vivió durante dieciocho años, convertido en el patriarca europeo de las letras y del nuevo espíritu crítico; allí recibió a la elite de los principales países de Europa, representó sus tragedias (“Tancrède”, 1760), mantuvo una copiosa correspondencia y arremetió con escritos polémicos y subversivos, con el objetivo de “aplastar al infame”, es decir, el fanatismo del clero. Sus obras mayores, en esta época,  son el “Tratado de la tolerancia” (1763) y el “Diccionario filosófico” (1764). Denunció con vehemencia los fallos y las injusticias de las sentencias judiciales (casos de Calas, Sirven, La Barre, entre otros). Liberó de la gabela a sus vasallos, que, gracias a él, pudieron dedicarse a la agricultura y la relojería. Poco antes de fallecer (1778) se le hizo un recibimiento triunfal en París. En 1791 su osamenta fue trasladada al Panteón. Y es hoy, en el siglo XXI, que sus ideas nos siguen iluminando…

 

           8 – Ya en tu juventud tuviste ocasión de codearte con Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y otros “consagrados”, y también posteriormente con Ernesto Cardenal y tal vez con Octavio Paz. Te propongo que sobrevueles mi recorte, el  adonde apunto, y nos digas respecto de los citados y de otros de semejante nombradía, con quiénes estableciste un más grato intercambio y con quienes, en cambio, te resultó (pudo haberte resultado) insulso, frustrante (se me vienen a la mente esos dos emblemáticos, cada uno en lo suyo, Buster Keaton y Samuel Beckett, en ocasión de “Film”, hallable en Youtube y en un librito editado en España hace bastante).

 

           MR: Thomas Eliot decía que “sólo a través del tiempo se vence al tiempo”. Es una verdad. Y te confieso que de todos los grandes poetas y escritores que he conocido, únicamente  me ha importado de ellos experimentar alguna emoción. Esa es la piedra de toque, para mí, del conocimiento. A Borges lo conocí (como cuento en el prólogo de mi libro “No son ángeles del amanecer”) rememorando ciertas esquinas de Buenos Aires que el tiempo había escamoteado. Lo oí cantar alguna milonga y, por último, lo vi llorar cuando me hablaba de las Madres de Plaza de Mayo. Por “El Escarabajo de Oro”, como dije más arriba, pasaron muchos personajes. Entre ellos, el poeta Mario Jorge De Lellis, al que vi en aquellos encuentros y, más tarde, asistí a su lecho de muerte en el hospital donde estaba internado. Allí estábamos todos: Abelardo Castillo, Vicente Battista, Oscar Barros, Liliana Heker, Lucila Álvarez, Humberto Costantini… Tuve la suerte, desde muy temprano de mi experiencia literaria, de tener cerca de mí a personajes que han pertenecido a las dos grandes corrientes de la vanguardia argentina de las letras: el Grupo Florida y el de Boedo. En 1970, me presentaron al poeta Raúl González Tuñón, del grupo Boedo, a quien traté luego en el Suplemento Cultural del Diario “Clarín”. A Marechal lo iba a visitar a su casa de la calle Rivadavia y conocía muy bien su intimidad, sus sufrimientos, su orgullo. Él escribió mi presentación, como dije, para “Los gestos interiores”. También viví su partida y el dolor de su esposa Elbia. En cuanto a Octavio Paz, no lo conocí nunca. Pero fue él quien se refirió a ese primer libro con estas palabras registradas en la prensa mexicana: “Él es su propia técnica inventada y concluida en el poema. Y también su sueño y su esperanza”. Más tarde, en Madrid, conocí a su ex esposa e hija, en la oficina de otro extraordinario amigo, Félix Grande, que acaba de morir. Por intermedio de Félix conocí a Luis Rosales, amigo de Federico García Lorca. Te podría nombrar a muchos otros: Jorge Amado, Martha Lynch, Olga Orozco,  Enrique Molina, Ernesto Cardenal… Con Cardenal me escribía en los años setenta, cuando él todavía estaba en Solentiname. Después lo conocí personalmente en el Perú, cuando se realizó el Congreso de Integración Latinoamericana. Me dio varios poemas inéditos para la antología “Y la espiga será por fin la espiga”, que el gobierno peruano me había encargado realizar. En cuanto al novelista Ernesto Sábato, lo conocí en casa de Margarita Aguirre, donde tuve una oportunidad única de conversar con él acerca de la brujería en Buenos Aires, hasta altas horas de la madrugada. Recuerdo que él estaba muy al tanto del asunto y me dio una clase al respecto. Era la época de su novela “Absalón, el exterminador”. Un tiempo después escribí un ensayo acerca de “Los fantasmas que perturban a Sábato”, que publiqué en varios países. En mi columna dominical “El trayecto de lo imaginado” y en “Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid”. Con Sábato tuve correspondencia y encuentros en Caracas y en Santos Lugares, su casa en el Gran  Buenos Aires. También le hice una extensa entrevista que se publicó en “El Espectador” de Colombia, donde hablaba de muchos aspectos de la novelística actual. Fue tan bien recibida esa entrevista que el autor de “Sobre héroes y tumbas” me felicitó epistolarmente, y “El Espectador” reprodujo el reportaje en una edición de lujo de las mejores entrevistas. También conocí a David Viñas. Él solía pasar las tardes en el Café La Paz de la calle Corrientes. Un día tuvimos una larga charla y me invitó a su casa de la calle Córdoba, casi llegando a Callao. Allí hablamos de su obra y del porvenir de la política nacional e internacional. Recuerdo que se maravilló de mi información al formularle las preguntas y en una dedicatoria de su libro me llamó “lúcido lector”… Es un lindo recuerdo, que guardo en mi corazón, de ese gran escritor argentino.

 

           9 – Sos quizá el primero de mis reporteados que ha participado en la organización de una Enciclopedia. (Cualquier “buscador” remite a este monumental “Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina”, editado por la venezolana Fundación Biblioteca Ayacucho.) Te invito a que nos precises cómo ha sido, qué te ha “tocado” o qué has elegido investigar y redactar.

 

           MR: Un poeta del Grupo Viernes, de Venezuela, José Ramón Medina, desde la fundación de la Editora Biblioteca Ayacucho, que, a su vez era Presidente del Pen Club, me invitó a participar de un Congreso de la entidad, que se celebraría en Caracas en 1983. Al mismo tiempo me entusiasmó para colaborar en la “Enciclopedia de las Letras de América Latina”. Hice casi cien biografías de autores de todo el continente. Además, una antología de Olga Orozco, “Obra Poética”, 2000. Con Olga tuve una magnífica amistad desde los años setenta. Ella valoró mi poesía. Un día, me dijo: “Tú eres un poeta errante que va de país en país como una nube viajera. Tu lenguaje es tan personal que me cuesta clasificarlo como al de otros poetas.” Con ella (recuerdo que vivía en la calle Arenales, de Buenos Aires), trabajamos la antología de su obra para la colección principal de la editorial. Ese libro, hasta donde sé, tuvo más de doce ediciones. Me escribieron, unos años más tarde, de la Universidad de Sevilla para colaborar en un estudio sobre Olga. El libro salió en el 2010 con el título, Olga Orozco (Territorios de fuego para una poética)”, y estuvo a cargo de la profesora Inmaculada Lergo Martín. Más tarde, la misma autora, tuvo la deferencia de invitarme a participar de un estudio sobre la obra de otro gran amigo y poeta, Carlos Germán Belli, “Vivir en el poema”, que se editó en Granada, en la editorial Point de Lunettes, en el 2013. Y viajé para saludarla en su presentación en Lima, en la Casa de la Cultura. Otro dato, que a lo mejor interesa a tu pregunta: con editorial  Biblioteca Ayacucho, he publicado varios libros: “Poesía amorosa latinoamericana” (1995), “Crónicas de poeta”, sobre los escritos de César Vallejo en Francia (1996), “Cartas del destierro y otras orfandades” (2006) con el que gané un Premio Nacional en Venezuela…Y trabajé en la Cronología del libro Rayuela” de Julio Cortázar en el 2004, etc., etc.

 

           10 – Cinco o seis años al frente de “Quevedo”, decidiendo, seleccionando, difundiendo. ¿Cuál fue la impronta que sostuvo tu revista? Y como con “El Escarabajo de Oro”: ¿características gráficas, circulación, autores publicados…?

 

          MR: En 1992 me invitaron a participar en el Homenaje al natalicio del poeta César Vallejo en la Universidad de Lima. En aquel momento, decidí editar mi revista “Quevedo”, número 1. Ya en el editorial, decía: “QUEVEDO, más que un nombre glorioso de las letras universales, es un concepto. Y más que un concepto, una piedra angular en nuestro idioma hispanoamericano que, también, revela una actitud de disonancia en el actual estado de cosas. Por eso, tiene ya el carácter de una justificación para esta revista de poesía, ante la embestida monstruosa y  embrutecedora del neoliberalismo transcultural.” Fueron ocho números los que aparecieron. Inéditos de Vallejo, de César Moro, Artaud… Entrevistas exclusivas a Borges, a Gonzalo Rojas... Apócrifos y anónimos. Fue en 1996 cuando dejó de aparecer. De mis comienzos literarios, podría decir que el dicho que afirma “la letra con sangre entra”, es verdad. Ya que a la edad de cinco años estuve mudo debido a una cirugía de garganta en el que experimenté que la sangre estaba unida a mi voz. E inventé un lenguaje para comunicarme con los demás. De ahí, pienso, el título de mi primer libro: “Los gestos interiores”. Y más tarde, a los quince años, y trabajando yo en una imprenta del barrio San Cristóbal, que se  especializaba en trabajos de timbrado y sobrepujados, tuve un accidente con la máquina alemana que manejaba, al quedar atrapados mis dedos índice y medio de la mano derecha en la impresora. Fue un descuido mío al querer enderezar una hoja de papel seda que se había doblado, en momentos en que el carrito timbrador (así le decíamos) hacía punto de presión sobre el papel y mis pobres dedos. La sangre fluía, como podrás imaginarte, con ganas. En esos días yo ya era un apasionado aprendiz de escritor. Escribía mentalmente y pasaba en papel en los momentos que pedía permiso para ir al baño. Años más tarde, nacería “Quevedo”, después que nuestro país saliera de las sombras y del terror que había implantado una dictadura. ¿Habría que agregar algo más a la frase de Eliot, sobre el hecho de que el tiempo solo vence al tiempo?

 

 Manuel Ruano selecciona para esta entrevista, en febrero de 2014, los siguientes seis poemas de su autoría:

 

 

NUBES VIAJERAS PARA UNA DESVELADA AUSENTE

                                                             A Olga Orozco, in memoriam

 

Esa es tu voz.

Sí, un cartílago de oro que iluminó al sol.

Más bien debería recordarte que he aquí un cristal de roca

de belleza inaudita.

Ese espacio por donde tu alma pasa con el verbo ad verbum

atemperado,

que contradice a las presencias en su traje ritual.

En sinfonía de voces.

Más exactamente, había en ti una convalecencia de penumbra,

que llegaba sin aliento a las conclusiones inesperadas...

De igual manera había en la memoria una pajarera

desconocida para las nubes,

adonde entrabas y salías siempre, alabando los paseos perdidos.

Tengo la sensación de estar tomando contigo el té de las difuntas,

en el fondo de un jardín y tú, con tu corona de flores.

-Es un diálogo secreto entre los huérfanos-, dijiste.

No estoy tan seguro de haber develado esas ausencias,

pero esos lamentos, esos paraísos perdidos,

son de aquella geografía del adiós.

Con rigor, debo confesarte que no debes confundir los sabores,

los reinos invisibles, las pasiones inescrutables

que alguna vez te han hecho llorar.

 

¡Ah, tapices revestirán una galería de abriles crueles,

de gladiolos moribundos,

de lágrimas de una mujer solitaria que toma sopa

con los retratos de un paisaje irrenunciable!

 

No debes alzar la voz cuando alguien te habla

de los salones desiertos...

Más aún, deberías controlar a quienes te adulan.

No siempre son de confiar.

Pero la niña terca que hay en ti, mira fijamente su plato

mientras se mueven las cortinas que dan hacia un balcón vacío...

 

No hay nada que hacerle: ¡robarle fuego al sol, ocasiona desgracias!

Te pone por delante una viuda de luto que augura calamidades

y prepara el pensamiento para la muerte.

Con todo respeto, siempre hay un embaucador de cosmogonías,

que pretende ocultar las nubes, las tormentas que se avecinan,

como un anticipo de los tiempos.

No te dejes impresionar por la distancia.

Recuerda que los poetas se reconocen más cuando no hablan.

Realmente, no hay embuste posible en los versos

que no hayan dejado flores marchitas como la soledad...

Pero los huéspedes, amiga, no han vuelto. Y tú me dijiste:

-Me voy por unos días-, y yo te lo creí,

como un creyente de las cosas que vuelan;

los poemas de Pessoa se vuelan en un lejano bar de Lisboa

que ha quedado fijo en tu recuerdo;

pero tú, te ibas para siempre...

 

 (Aparecido en “Olga Orozco: Territorios de fuego para una poética”)

 

 

ANÓNIMO ES EL POLVO DEL OLVIDO

 

Anónimo  es  el polvo del olvido y anónima

la vieja profecía.

Es anónimo el libro más leído y anónima la loca poesía.

Apócrifo será lo que has querido y apócrifa

es aún tu fantasía.

¿Qué turbia sinrazón mata el olvido

del malogrado amor que te encendía?

No sufras por las páginas gastadas que en dramáticos versos

escribieron.

Son inciertas las palabras más sagradas y profunda

la herida que te hicieron,

de anónimas historias develadas,

del canto de los días que se fueron...

 

                             (De “Concertina de los rústicos y los esplendorosos”)

 

 

DE LAS MUCHAS ENCRUCIJADAS DE CIDE HAMETE BENENGELI

 

“...volviendo de improviso el arábigo en castellano,

dijo que decía: Historia de Don Quijote de la Mancha,

escrita por Cide Hamete Benengueli, historiador arábigo.”

Miguel de Cervantes Saavedra,

Don Quijote de la Mancha, Cap.IX

 

 

Yo, Cide Hamete Benengeli,

encarnadura y voz  del sueño y la impostura,

escribí con pluma de ganso mi Quijote en secreto gabinete.

Alá, introdujo esas letras de una ruta de la ensoñación,

de caballero andante, con adarga y armadura, e ilusoria Dulcinea

del Toboso.

Jamás sabré ponerle nombre a las rutas del corazón,

sólo me fío de quien me soñó en graves temporadas con la muerte.

Esas cabalgaduras cierran cualquier herida.

Largas horas pasé con un morisco toledano que tradujo esos folios

y un oscuro amanuense llamado Cervantes,

secretario años ha de un cardenal en Roma,

y soldado del Rey, mutilado en la Guerra de Lepanto.

Yo celebro ser criatura de su sueño y su penuria.

 

Perdido fui en el jardín de los tropiezos,

argumentando entre sombras glorias fallidas y soldaduras

de la peor especie.

No hubo lugar ni papel de estraza que alcanzara para contar

tan luenga historia,

cuya pertenencia fuera puesta en duda.

Que nadie diga que Cide Hamete Benengeli traicionó a Dios.

 

Para que ahora hablen de mí,

y me cierren las puertas de la sensatez.

Tan real era el hidalgo don Quijote, que soñó Cervantes,

como aquél puesto en prisión en la  noche de los insomnes.

(No lejos está maese Pedro y su mono adivino.)

 

Los grilletes, trajeron a Cervantes el recuerdo de Argamasilla de Alba,

en la Cueva de Medrano, y no le dejaron dormir...

Pero estos cautiverios, son asuntos para  picapleitos,

y han quedado en un libro de actas donde se escritura la fe.

 

Yo, Cide Hamete Benengueli, escriba de arábigas fronteras,

fui quien dictó a Cervantes el Libro que los soñó a todos.

Y él, me soñó a mí en trágico laberinto.

 

¡Oh, luna de Mahoma, cuán tétrica es mi alabanza!

¡El mito nos atrapa a todos en su desamparada resurrección!...

 

                                          

(De Homenaje al IV Centenario del Quijote, “Aldaba”,

Argamasilla de Alba, 1605-2005, Ecma. Diputación de Ciudad Real, España.)

 

 

 

PARA CONFIARME A TU CUERPO

 

Para confiarme a tu cuerpo no fui ladrón ni verdugo,

tampoco un adicto que te regala versos, o finge

la locura más extraña;

ni un ángel fumador de opio en los arrabales de

Alejandría,

que se refleja cada tanto en tus sueños...

Para confiarme a tu cuerpo por toda una eternidad,

fui contador de perlas en Macao, transmisor de sífilis

en Estambul,

cantor de tugurios como algo, creo, venerable;

acaso, un bebedor más viejo que Khayyam con su hetaira

más hermosa y sus velos sensuales.

Para confiarme a tu cuerpo, fui desvergonzado estafador

en Rímini,

divulgador de historias en Bogotá que anduviera

por carne semejante...

Sí, para confiarme a tu cuerpo.

Fui buscador como el que más del metal sagrado que hay

en la apestosa muerte.

Nada más que para confiarme a tu cuerpo.

                                                     (De “Mirada de Brueghel”)

 

  

 

LA INFELICE CARNE

 

Nací en la majestuosa avenida de la Contradicción,

lindante con la calle de los ojos alegres.

Enseguida me bautizaron Equívoco,

porque dudé de todo desde el primer instante.

Con los años, tropecé con la señora Locura,

y busqué abrirme las venas en canal,

a la primera envestida del contrariado amor.

Entonces leí las páginas de la resignación.

Y recalé en el capítulo de la credulidad,

que me ha hecho llevar esta pesada cruz.

Desde entonces, he traficado la incomprensión,

es decir, del mundo y la doliente carne.

 

                              (De “Escaramuzas con Arthur”, Ediciones a Sottovoce,Caracas, Venezuela, 1998)

 

 

 “POR MIRAR SU FERMOSURA"

                                                                                               "Por mirar su fermosura"

Marqués de Santillana

 

Do van mis ojos por el alba, amiga,

como garza enamorada en amancaes

que te sigue por el sueño y el olfato.

Non va agora la soledad en la pradera,

-dixe-, de fembra prieta y fragante

de flor, febo y torcaza.

Como aquel venadito pardo

(en castellano viejo)

al que canta el corazón desde la herida.

Do se pierde el home, amiga,

en desnudez y ardor de amante.

                                                                      (De “Los Cantos del gran ensalmador”)

 

                          En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Manuel Ruano y R. R., febrero 2014.


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publicado por islanegra a las 18:50 · 3 Comentarios  ·  Recomendar
 
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