El poeta Víctor Cuello avisó del homenaje a realizarse el 31 de mayo en el Centro Cultural De la boina en memoria del poeta desaparecido Dardo Sebastián Dorronzoro, nacido en San Andrés de Giles, provincia de Buenos Aires, en 1913, y desaparecido en Luján el 25 de junio de 1976. Un grupo de tareas se lo llevó de su casa en el barrio La loma el mismo año y el mismo mes en que desaparecieron Paco Urondo y Miguel Ángel Bustos.
Quise saber quién fue el poeta, qué escribía, porque cuando Cuello avisó, pensé: "No conozco a Dorronzoro."
A poco de mi búsqueda en la red me encontré con un texto del poeta presentado como "Declaración jurada". De inmediato recordé las carpetas editadas por Roberto Santoro (1939, desaparecido en 1977) donde cada poeta abría el juego con un texto titulado así.
Luego aparecieron las pistas de su obra: Dorronzoro publicó dos libros de poesía: Una sangre para el día (Papeles de Buenos Aires, 1975) y Llanto americano (póstumo, 1984). También publicó la novela La nave encabritada, premio Emecé, 1964. Inédito quedaron: La grieta, Para no morir, Quién heredará nuestra sangre, Fusiles al amanecer, y el libro de cuentos La porción del diablo.
Al conocer los títulos publicados, una de las tuercas de mi cabeza dio una vuelta emocionada: Papeles de Buenos Aires como sello editor. Fui a mi biblioteca a buscar las 38 carpetas en donde el poeta Santoro encarpetó las hojas sueltas que guardan la pluma de tanto poeta amigo. Poseo la colección gracias a la generosidad de Dolores, la compañera de Roberto Santoro, ella quiso que conservara parte de la historia de la poesía argentina entre mis libros.
Cada vez que voy en busca de las carpetas, aparece en mi pensamiento la preocupación por determinadas aristas de la memoria de muchas de las personas que se jugaron la vida en los días en que la barbarie de la dictadura genocida tenía vía libre entre los ciudadanos.
Vuelvo a Dolores Santoro llevando al poeta Hugo Ditaranto la carpeta número 38, la última de la colección. Ella llegando a la casa del poeta casi 30 años después de que Ditaranto le entregara los poemas a Santoro en un café. Hacía poco que Dolores la había encontrado, desarmada, las hojas por un lado y en otro la carpeta, en el techo de un ropero. Tuve la suerte de ser testigo de la reparación histórica. Ditaranto lloraba (dijo: "Me había olvidado que se los había dado"), Dolores igual. Hugo Ditaranto me dijo antes de despedirnos: "Seguro que lo vas a escribir." Y así procedo cada vez que lo creo necesario, como en este momento en que me pregunto cuánto habrá quedado de la memoria, de los papeles cotidianos, de las fotos, de los pequeños rastros de Dardo Dorronzoro.
En la red se repiten unas pocas fotografías, un puñado de poemas, de señales. Busqué y hallé dentro de la memoria del poeta Roberto Santoro.
Dorronzoro anota en la Declaración Jurada de Una sangre para el día: "No es solamente la luna ni el rocío ni la luz celeste de los pájaros, puede también ser una alpargata vieja, toda agujereada, toda casi muerta después de andar fábricas, andamios o duros y calientes caminos de noviembre. No, no necesariamente todo lo poético debe ser bello. / Yo he visto horribles chicos grises como la tierra comiendo tierra. Yo los he visto ahí, con sus andrajos y su mugre, reptando, y los he tocado, acariciado su piel y convertido en ángeles, en mariposas, en viento de setiembre. / Porque todo antes de ser poesía debe pasar por mi corazón, darlo vuelta con el grito para arriba, colocarlo cara al alba, cara al cielo. Todo debe pasar por mi sangre, por mis huesos, por mi respiración, por el corazón de mi sangre. / Pues yo soy un poeta no un hacedor de versos bonitos. / Yo soy un poeta que ama a los que no tienen amor ni pan, a los que se van sin haber llegado, a los que a veces sonríen, a los que a veces sueñan, a los que a veces les crece un fusil en la mano y salen a morir por la vida. / En suma: yo he sido, soy y seré un poeta revolucionario. / Sobre mi tumba verán florecer un puño."
O sea que sí conocía la poesía de Dorronzoro. Y no hay caso, me digo una vez más, uno siempre anda en deuda con tantos escritores que debería tener a la mano, en los charquitos más cercanos de la memoria. La carpeta número 28 es la de él. Cartulina verde clarito en el origen, y orillas de puro amarillo a tono con el tiempo transcurrido. Dentro de ella un hombre, un autor, y su poesía.
El poeta fue hijo de un herrero y militante socialista. Publicó su poesía y notas periodísticas en Tribuna roja.
Su escritura anduvo de ronda en torno a las miserias con las que debe convivir el hombre que nada tiene, el que ha sido expulsado del mundo por el sistema. Dorronzoro otea el paisaje en el poema "Un techo y un perro":
"Cuando se cae un techo, empujado por las brujas, / se mueren nada más / que los que están debajo del techo, cerca del techo, / y vienen los periodistas, llora algún chico, llora alguna mujer, / alguien comienza a vender los fierros, los cascotes, / alguien reza por los pobres muertos, / hasta que llega un perro todo sarnoso, todo perro, / no saluda a nadie, no reza, no vende fierros ni cascotes, / no se queja cuando le pegan patadas los vigilantes, y sólo dice, / qué mundo de mierda, éste, / y se va / con una lágrima / corriéndole por los bigotes." El poeta también habla de amor, pero siempre reconociéndose en contacto directo con esta tierra y sus criaturas. En "Búsqueda" escribe: "Quizá antes te busqué entre todas las mujeres, / o quizá no te busqué, / o te busqué en mis noches más oscuras, en mis calles más solas, / sin llamarte por tu nombre, / porque tu nombre no existía en el mundo, en ese tiempo, / y yo no tenía ningún nombre de mujer para llamarte; / quién sabe cuántas veces habrás pasado junto a mí / ocultándote el corazón, / o cuando yo estaba tirado boca abajo en la tierra, / mordiendo la tierra, / o comiendo un mendrugo junto a los ojos de mi perro, / o acaso yo estaba mirando / algún lugar para morir sin encontrarte."
Antes de su desaparición, Dorronzoro ya había sido secuestrado. Lo tuvieron un tiempo. A Nelly, su mujer, la dejaron en la casa. Apareció cerca de Junín. Sufrió simulacros de fusilamiento y le recomendaron que se fuera del país. No lo hizo, el poeta se quedó en su casa, en su taller de herrero, y en su tinta de registrar la vida y las ideas. En el poema "Hermano Gustavo Adolfo" anota una mirada: "Luego o mañana se irán las golondrinas, / se irán desilusionadas porque cada vez las miran menos, / porque todos van dentro de los trenes, dentro de los automóviles, / dentro de sí mismos; todos van retorciendo sus problemas hasta que aparece un gusano (…)"
Luego de su desaparición, su mujer encontró unas líneas entre sus papeles:
"Desde hace tiempo siento la amenaza / de ese viento sobre / la luz de mi lámpara, sobre esa luz que apenas / me alcanza para no perderme / entre las garras del mundo, entre los dientes / de esa inmensa muchedumbre de los lobos en la sombra." Dorronzoro sabía de la amenaza, eligió seguir siendo quien era.
En el homenaje "La poesía con Dardo" se reunirán poetas, músicos y diversos artistas al cumplirse el centenario del nacimiento del poeta. Se referirá a si vida y su obra el escritor Claudio Simiz (en un mano a mano con el poeta Víctor Damián Cuello). Leerán poemas del autor Stella Maris Lanzilotta y Gino Bencivenga. Habrá numerosos invitados especiales. Cierra el homenaje "La López".
El Centro Cultural De la boina está ubicado en Salta 260, Morón, a dos cuadras de la estación de tren. El homenaje será a las 20:30.