UN POETA CANTOR DE LOS POBRES
Galel Cárdenas
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El Poeta Roberto Sosa constituyó uno de los filones líricos más importantes de la poesía vanguardista de América Latina, y su sensibilidad estética y política representó una de las amalgamas de mayor calidad estética que se haya producido en el proceso de formación literaria de nuestra nación.
Su desaparecimiento físico deja un enorme vacío entre los artistas nacionales que siempre encontraron en el poeta a un amigo y un defensor del arte por sobre todas las cosas, habiendo producido una obra cuyos altísimos méritos se reflejan en un sinnúmero de estudios académicos de las universidades latinoamericanas y europeas de mayor prestigio curricular.
Las letras nacionales ante el deceso del connotado escritor se encuentran de luto y lloran su partida inexorable hacia el Olimpo de los hombres ilustres que alumbran con su pensamiento el camino de la redención social, por el cual hemos luchado y luchamos todos los ciudadanos que poseemos vocación de libertad, justicia y dignidad humana irrestricta.
Su poesía social habrá de convertirse en la antorcha que ilumine el difícil sendero por el cual transitamos actualmente hacia la conquista de una patria soberana, justa y equitativa como la describieron sus versos de honda raigambre solidaria, donde los pobres fueron precisamente los protagonistas de su inspiración comprometida con los hombres humildes de la patria.
Una rápida revisión de su creatividad lírica nos expone que dos textos de su amplia producción estética, son fundamentales para entender la relación entre el pueblo y la conciencia colectiva hacia un nuevo amanecer en la sociedad nacional: nos referimos al libro Los Pobres y a Un Mundo para todos dividido. El primero recibió el premio Adonais de España en 1969; el segundo fue premiado por Casa de las Américas en 1971. Ambos galardones expresan el oficio cualitativo del poeta que fuera reconocido en América Latina como uno de los baluartes de la poesía continental correspondiente a la poesía de vanguardia.
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La hipótesis que desarrollaremos es que la poesía social latinoamericana está ligada al carácter lírico y épico de la realidad continental. Los Pobres es un libro estructurado con una verdadera responsabilidad estética y al mismo tiempo con una conciencia social sin precedentes al menos en nuestra Honduras de fusil y caza como expresaba Pompeyo del Valle.
Muchos buenos críticos han referido la obra Los Pobres de Roberto Sosa, texto en el cual los pobres constituyen dos categorías, la poética y la real, y en esa interacción la categoría pobres que es de tipo sociológica, se convierte en este magnífico libro en una categoría estética en donde la plasticidad de las imágenes surrealistas en la mayoría de las veces nos presentan una imagen y una referencia. Imagen en el sentido lato significa metaforización del lenguaje y referencia implica relación directa con la realidad.
Los 21 poemas del libro Los Pobres contienen títulos que de alguna manera estética van refiriendo el mundo referencial de la pobreza desde la perspectiva del poeta y su pensamiento dialéctico y político.
1. Los pobres.
2. De niño a hombre
3. Los túneles blancos que conducen al mar
4. Si el río fuera una casa con heno y misterio
5. Los claustros
6. Tres sombras invertidas en el espejo
7. Transparencia
8. El pueblo
9. Los peldaños que faltan
10. La casa de la justicia
11. Ciudad de los niños mendigos
12. La realidad
13. El otro océano
14. La igualdad
15. Mi padre
16. El invierno puede ser un inválido
17. Después de los encuentros
18. Piano vacío
19. Testimonios
20. Las voces no escuchadas de los ricos.
21. Los indios
Si analizamos rápidamente los títulos vamos a encontrar que muchos de ellos están relacionados por un lenguaje directo: Los pobres, el pueblo, la casa de la justicia, la realidad, la igualdad, testimonios, los indios.
Los otros títulos representan imágenes surrealistas que sirven de orientación para saber que el poeta utiliza el lenguaje de vanguardia para elaborar su poesía como expresión amalgamada de un mensaje político y una referencia poética.
En esta otra lista presentamos los títulos de los poemas que tienen un carácter estético:
1. Los túneles blancos que conducen al mar
2. Si el río fuera una casa con heno y misterio
3. Tres sombras invertidas en el espejo
4. Los peldaños que faltan
5. Ciudad de los niños mendigos
6. El otro océano
7. El invierno puede ser un inválido
8. Piano vacío
Los poemas que están directamente relacionados con las categorías sociales ya enlistado serán ahora analizados e interpretados uno por uno. El poema Los pobres constituye, por así decirlo, una llave que abre la puerta del poemario ganador del premio Adonais en España en 1969.
Los pobres son muchos
y por eso
es imposible olvidarlos.
Seguramente
ven
en los amaneceres
múltiples edificios
donde ellos
quisieran habitar con sus hijos.
Pueden
llevar en hombros
el féretro de una estrella.
Pueden
destruir el aire como aves furiosas,
nublar el sol.
Pero desconociendo sus tesoros
entran y salen por espejos de sangre;
caminan y mueren despacio.
Por eso
es imposible olvidarlos.
Compuesto por seis estrofas de poesía libre en el cual la estrofa más larga tiene seis versos y la más corta dos, Roberto Sosa inicia con una estrofa de tres versos, en la cual se destaca una tríada significacional muy importante: los pobres, la cantidad numerosa y la imposibilidad del olvido.
Es una estrofa en donde no existe un lenguaje poético, antes bien asume un lenguaje directo, cuando escribe: Los pobres son muchos/y por eso/ es imposible olvidarlos. Esta entrada es precedente de una especie de poesía directa que le va abriendo paso a la metaforización caracterizadora de la pobredad, ya que en la segunda estrofa de seis versos, supone el poeta que es posible que ellos (los pobres) en cada amanecer vean los edificios donde quisieran habitar con sus hijos. Una de las necesidades básicas de la clase desposeída en Honduras es el hecho de no poseer la vivienda para construir una familia donde la dignidad humana sea uno de los baluartes de su existencia.
Ya en la tercera estrofa empieza definitivamente el lenguaje poético a imponerse a la imagen de la realidad, o del lenguaje directo. Dice el poeta: Pueden/llevar en hombros/el féretro de una estrella.
El poeta construye una de las imágenes más surrealista del texto que analizamos, ya que los pobres pueden portar en sus hombros las esperanzas muertas, recordemos que el verbo poder según el diccionario de la RAE significa capacidad de ejecutar una acción, y por ello, estilísticamente al usar en presente del indicativo pueden implica que son capaces de llevar en su humanidad la muerte de una ilusión, en el desmontaje del verso féretro lo tradujimos como muerte y estrella como esperanza o ilusión.
En la siguiente estrofa vuelve a utilizar el mismo verbo expresando que: Pueden/destruir el aire como aves furiosas,/nublar el sol.
En este caso el escritor establece que la fuerza de los pobres puede llegar a destruir lo indestructible como es el aire, uno de los elementos fundamentales de la vida en la tierra. La imagen poética a través del comparativo como establece la idea de que la furia de las aves, representación numerosa de los pobres en una personificación extraordinaria que es la rabia, lo furibundo y la irascibilidad expresan esa dimensión de cantidad sin límite, con la imagen “nublar el sol”.
La siguiente estrofa está introducida por una conjunción adversativa pero, que implica un obstáculo que el poeta introduce a continuación, en el sentido de que los pobres no conocen su riqueza, caudal y su reserva moral y su potencial extraordinario, que está referido en la frase poética “pero desconociendo sus tesoros”. El siguiente verso “entran y salen por espejos de sangre”, en su desmontaje semántico implica que los pobres van y vienen a un laberinto de sangre que los retrata de cuerpo entero, espejos de sangre, metáfora que significa sacrificio, sufrimiento y acaso represión como se puede observar en la realidad cotidiana del país; por eso el verso final de la estrofa que expresa: caminan y mueren despacio. Es evidente que la pobreza es una calamidad que nos mata lentamente.
Esa falta de vivienda (segunda estrofa) y esos múltiples edificios prohibidos para satisfacer su necesidad vital, la capacidad de golpear el aire para destruirlo con la fuerza de miles de aves furiosas, y luego el desconocimiento de su extraordinaria fuerza de genética social, van conduciendo a los pobres hacia la muerte casi inexorable. Todos esos caracteres son suficiente argumento para expresar en los dos últimos versos lo que ha anunciado en los tres primeros: “Por eso es imposible olvidarlos”.
Luis Jiménez Martos, escritor español, dice al respecto: los pobres encarnan la desnudez existencial del hombre, el desamparo dicho sin clamor, la defensa de la dignidad humana sin recurrir a lo espectacular.
“Los claustros” es otro de los poemas transversales que se erigen en el libro Los pobres como una columna vital que define algunos elementos que rigen y caracterizan a la sociedad hondureña, tales como la represión, el miedo impuesto a través de los siglos por maniquíes de metal violento. Los ricos en este caso representan los maniquíes violentos que nos imponen el miedo.
Este poema atraviesa la textura de una historia nacional donde la clase dominante ha logrado convertirnos en seres irracionales que dominados por el horror somos nada menos que animales dormidos en un museo de cera.
Los claustros
Nuestros cazadores
-casi nuestros amigos-
Nos enseñado, sin equivocarse jamás
Los diferentes ritmos
Que conducen al miedo.
Nos ha amaestrado con sutileza.
Hablamos,
Leemos y escribimos sobre la claridad.
Admiramos sus sombras
Que aparecen de pronto.
Oímos los sonidos de los cuernos
Mezclados
Con los ruidos suplicantes del océano.
Sin embargo
Sabemos que somos los animales
Con guirnaldas de horror en el cuerpo;
Los cercenados a sangre fría; los que se han dormido
En un museo de cera
Vigilado
Por maniquíes de metal violento.
Este poema define de algún modo la relación sadomasoquista que la clase dominante ha ejercido sobre el pueblo en general. Aunque tal expresión es una visión extra poética, la verdad es que el poema “Los claustros”, tiene un carácter de transversalidad en el libro, ya que el poeta se encarga de definir quienes son nuestros cazadores, quienes son los amaestradores de nuestro destino, de nuestras luchas. Estamos animalizados por la represión y por un dominio que es capaz de hacer que el pueblo admire a quien le castiga, explota y persigue y mata.
El poema empieza con el verso “Nuestros cazadores/-casi nuestros amigos-/nos han enseñado, sin equivocarse jamás/los diferentes ritmos/que conducen al miedo”.
El poeta ha logrado captar en este poema el carácter psicológico de la represión, pero, esencialmente, la dimensión de un pueblo en estado de dominio casi total. Por eso dice que los cazadores casi nuestros amigos nos han enseñado sin equivocaciones los ritmos del miedo.
Estos versos del poema “Los claustros” reflejan una profunda disección del alma del condenado al dominio casi absoluto, con el aditamento de que el cazado lleno de miedo tiende a admirar la sombra de quien le reprime, domina y deshumaniza, y que para fatalidad del pobre, del dominado, es llamado con un cuerno como un animal que ha sido cercenado a sangre fría en un lugar donde todo es un claustro de horror que para cinismo mayor, es vigilado por maniquíes violentos.
Esa dimensión del miedo se convierte en una especie de conducto subterráneo que impide ver al dominador de la sociedad como un verdadero enemigo de clase.
Y es que en el libro Los Pobres, las clases marginales son mostradas como una espuma gris de masas que se debaten entre la frustración y la lucha por la vida, entre la desilusión y el sacrificio cotidiano.
Entre tanto, el poema “El pueblo” constituye por otra parte otra forma de visualizar quienes configuramos el pueblo, desde los campesinos, los trabajadores, pasando por los astronautas, las damas de lucientes uñas felinas, y los malditos con sus máscaras.
El poema dice así:
El pueblo
Nuestro planeta es el pueblo.
Los campesinos de rodillas en el polvo.
Los astronautas
Cautivos en las constelaciones
Los trabajadores
Que hacen respirar las fábricas.
Los pordioseros no consolados.
Todos los hombres
Venimos y vamos hacia el pueblo,
Que es el mundo.
Las tres estrofas de este poema nos establecen varias marcas ideológicas, entre ellas la caracterización de quienes pertenecen al pueblo, en principio desde la perspectiva poética y no social, el poeta determina que el planeta en que vivimos es el pueblo.
Enumera algunos ejemplos de quienes pertenecen a esta categoría tan amplia y que sociológicamente se considera el explotado por las clases dominantes, así la primera mención de los integrantes del pueblo son los campesinos que están de rodillas ante el polvo.
Esta primera noción nos describe la situación de excesiva marginalidad en que se encuentra el campesinado hondureño. Es una imagen dramática que describe de algún modo el estrato social denominado campesinos. También el poeta incorpora a “los trabajadores que hacen respirar las fábricas” y además incluye a los “pordioseros no consolados”.
En medio de estas dos menciones el escritor ha interfoliado a los “astronautas que están cautivos en las constelaciones”, lo cual implica una suerte de imagen del amplio espectro de quienes integran el pueblo, hasta “el maldito y su máscara”, es decir el ser pusilánime y en esa imagen que describe a “Las damas de lucientes uñas felinas” nos lanza a considerar que todo aquellos hombres y mujeres de diferente condición de trabajo y estrato social que sea explotado forma parte de un conglomerado complejo y de muy amplia extensión.
Su verso final, relata una acción dinámica del concepto pueblo, en la cual establece que todos “vamos y venimos hacia el pueblo/que es el mundo”. Ir y venir hacia el pueblo es una especie de puerta abierta por donde todos transitamos en la medida en que ese planeta es el mundo inmediato en el cual nos forjamos como integrantes del pueblo.
El poema “La casa de la justicia” es un realmente una de los poemas de mayor envergadura moral que se ha escrito sobre el concepto equidad en Honduras en la aplicación de la ley.
Veamos primero el texto:
La casa de la Justicia
Entré
en la Casa de la Justicia
de mi país
y comprobé
que es un templo
de encantadores de serpientes.
Dentro
se está
como en espera
de alguien
que no existe.
Temibles
abogados
perfeccionan el día y su azul dentellada.
Jueces sombríos
hablan de pureza
con palabras
que han adquirido
el brillo
de un arma blanca. Las víctimas -en contenido espacio-
miden el terror de un solo golpe.
Y todo
se consuma
bajo esa sensación de ternura que produce el dinero.
Este poema representa una metáfora dramática de la aplicación de la justicia, vista desde la perspectiva de un espacio en donde lo que impera es la impunidad. En la primera estrofa podemos encontrar dos estructuras significativas, la casa y los encantadores de serpientes.
La estrofa primera está descrita desde la acción de dos verbos siempre del modo indicativo, pero en pretérito, “entré” y “comprobé”. Se trata entonces de una visita a la casa y templo, en el cual el observador comprueba la existencia de encantadores de serpientes, una figura que si bien no pertenece a la cultura latinoamericana, sin embargo la metáfora “encantadores de serpientes” caza en este poema como una manera de hacer danzar la justicia al antojo, capricho e interés de los administradores de la justicia en Honduras.
Es un poema muy teatral en el cual uno perfectamente puede ver al personaje del poema entrar, comprobar y permanecer en de la casa de la justicia, en donde “dentro se está/como en espera/de alguien/ que no existe:”
La tercera estrofa describe con una plasticidad estética esa dimensión de una casa en la cual los administradores de la justicia son “Temibles/abogados” que “perfeccionan el día y su azul dentellada”. Como se pude corroborar los encantadores de serpientes son los abogados espantosos, terribles y aterradores que durante el día afilan, pulen y liman las leyes para convertirlas en una mordedura animal en la cual los dientes arrancan, hieren y destrozan la inocencia y la equitatividad de las leyes. En Honduras los abogados son símbolos de una podredumbre, descomposición y hedionda alteración de la aplicación de la ley.
La cuarta estrofa de este magnífico poema, califica a los jueces como seres sombríos, oscuros, nebulosos, que hablan de la pureza, del decoro, la honestidad y la decencia con el cinismo propio de la desvergüenza, porque sus palabras de doble significación y de hipócrita acción, van mostrando el brillo de la traición, de la alevosía, de la perfidia, el perjurio y la felonía, que producen heridas de una arma blanca en manos de un personaje inmoral, deshonesto e impúdico.
Esta estrofa cierra con una descripción metafórica y plena de un espanto interminable, a las víctimas de los jueces indecorosos, víctimas cercadas por el espacio correspondiente a la aplicación de la ley.
Este es un verso de un efecto casi cinematográfico pues el lector puede imaginar a los sacrificados e inmolados a expensas de una espada de Damocles que corte su cabeza y su inocencia fatal. Cuando dice el poeta: “Las víctimas –en contenido espacio- miden el terror de un solo golpe” está describiendo muy plásticamente lo que sucede en la realidad objetiva tal como sucede día con día en los tribunales de la república.
Finalmente, el poeta con la sabiduría de un hombre probo escribe:”Y todo se consuma/bajo esa sensación de ternura que produce el dinero”. Esta paradoja que describe el poeta sirve de última paletada al entierro de la víctima de una justicia vil, en donde lo humano queda convertido en simple guiñapo de la justicia corrupta.
El poema Las Voces no escuchadas de los ricos expresa lo siguiente:
Somos y hemos sido los mismos.
Nuca sabemos
Lo que necesitamos de este mundo,
Pero
Tenemos sed -mar de extremos dorados- el agua
No se diferencia
De una muchedumbre
Extraviada
Dentro de un espejismo.
Hemos quebrado a los más fuertes.
Hemos enterrado a los débiles en las nubes.
Hemos inclinado la balanza del lado de la noche,
Y a pesar de los azotes recibidos
Permanecemos en el templo.
Muy pocos
Entienden
El laberinto de nuestro sueño.
Y somos uno.
En la teoría de las clases sociales los ricos pertenecen a la clase burguesa, a la clase explotadora, a la productora de la plusvalía mediante la producción de la mercancía y la explotación de la mano de obra barata. Los ricos pues pertenecen a esa categoría sociológica en la cual los se desempeñan como dueños de los medios de producción tales como la tierra, las fábricas, los negocios, los bancos, etc. Su característica es la explotación del hombre por el hombre y su interés reside en producir más plusvalía para acaparar más propiedad y más dinero.
Poe esta razón el poeta inicia diciendo que “somos y hemos sido los mismos”. Es decir siempre han sido los explotadores, los expoliadores de los pobres. Y prosigue el poema expresando “Nunca sabemos/ lo que necesitamos de este mundo,/pero/ tenemos sed -mar de extremos dorados-”.
La clase explotadora no sabe donde descubre un filón para enriquecer más sus bolsillos, por eso nunca saben lo que necesitan del mundo contextual. En cada país explotan diversas fuentes como los recursos naturales, el aire, los bosques, los ríos, etc. Lo único sabido es que su sed está ligada a la acumulación de capital, la cual se mide en oro, en dinero, en propiedades, en fin en metales preciosos que reservan y recolectan para engrandecer más sus ambiciones siempre desmedidas.
Y en otro verso que no posee factura poética expresa: “Hemos quebrado a los más fuertes. Hemos enterrado a los débiles en las nubes”. En general las clases sociales dominantes se alían entre sí para producir más fortaleza de clase y más riqueza individual.
Los pobres en este caso son débiles nubes. Por eso sigue describiendo el comportamiento psicológico del rico. Cuando expresa que los ricos han inclinado la balanza del lado de la noche, implica que se han aliado a fuerzas oscuras para producir sus ganancias y proteger su bienestar.
La penúltima estrofa habla sobre que muy pocos entienden el laberinto de su sueño. El sueño del atesoramiento, el sueño del acaparamiento, del acopio, de la acumulación y de la apropiación. En tal sentido sólo puede el rico ser comprendido por el rico, uno más en su clase social que produce riqueza para su bienestar egoísta.
Por eso su poema “Las voces no escuchadas de los ricos” finaliza de manera contundente: “Y somos uno”. Es decir una sola clase social explotadora, ambiciosa, antihumana y perversa. Esa perversidad está alimentada por una mar de extremos dorados, en donde la deshumanización es precisamente la brújula de su explotación desmedida de unos hombres contra otros hombres, los desvalidos, los que sólo poseen la fuerza de trabajo como riqueza inherente a su humanidad.
No podía Roberto Sosa dejar de lado a un pueblo étnicamente fundador de lo que ahora es América Latina, los padres de nuestra identidad, es decir los indios.
Su poema Los indios dice de esta manera:
Los indios
bajan
por continuos laberintos
con su vacío a cuestas.
En el pasado
fueron guerreros sobre todas las cosas.
Levantaron columnas al fuego
y a las lluvias de puños negros
que someten los frutos a la tierra.
En los teatros de sus ciudades de colores
lucieron vestiduras
y diademas
y máscaras doradas
traídas de lejanos imperios enemigos.
Calcularon el tiempo
con precisión numérica.
Dieron de beber oro líquido
a sus conquistadores,
y entendieron el cielo
como una flor pequeña.
En nuestros días
aran y siembran el suelo
lo mismo que en edades primitivas.
Sus mujeres modelan las piedras del campo
y el barro, o tejen
mientras el viento
desordena sus duras cabelleras de diosas.
Los he visto sin zapatos y casi desnudos,
en grupo,
al cuidado de voces tendidas como látigos,
o borrachos balanceándose con los charcos del ocaso
de regreso a sus cabañas
situadas en el final de los olvidos.
Les he hablado en sus refugios
allá en los montes protegidos por ídolos
donde ellos son alegres como ciervos
pero quietos y hondos
como los prisioneros.
He sentido sus rostros
golpearme los ojos hasta la última luz,
y he descubierto así
que mi poder no tiene
ni validez ni fuerza.
Junto a sus pies
destruidos por todos los caminos,
dejo mi sangre
escrita en un oscuro ramo.
La ascendencia indígena en América Latina es la responsable de preservar nuestra identidad frente a la invasión española que en el proceso de la conquista nos impuso lengua, religión, cultura y valores occidentales.
Los indígenas mesoamericanos constituyen la base primordial de nuestra identidad que deviene de la cultura del maíz como estructura significativa cultural identitaria.
Los indios, decía, Severo Martínez Peláez, el famoso antropólogo guatemalteco, son precisamente el resultado de la conquista, dado que ya el indígena está prácticamente domeñado, pacificado, conquistado y fundamentalmente arrancado de su propia territorialidad en la cual su libertad era el símbolo de orgullo precolombino.
De este modo los indios, ahora como los conocemos, representan una resistencia cultural sin precedentes en todo el continente, los españoles consideraban que los indios no poseían alma y por ello fueron tratados como animales, despojados de su tierra, de sus mujeres, de su religión, de sus vidas, de su cultura, fueron exterminados como animales salvajes, de tal manera que aún todavía los indios en su manifestación cultural y en su visión de mundo particular, representan un misterio y una incógnita que no ha sido despejada todavía por los estudios étnicos y antropológicos de la ciencia universitaria nacional.
Este homenaje que Roberto Sosa dedica a los indios constituye un acercamiento poético a esa categoría étnica primigenia de nuestra nacionalidad.
“Los indios bajan por continuos laberintos con su vacío a cuestas”, dice el poema en sus versos iniciales. Aquí el semantema “continuos laberintos” tiene una carga significacional muy amplia, es verdaderamente un campo semántico extenso, dado que su laberintos pudieran referirse a ese misterio de su concepción de mundo, de su resistencia cultural firme y continua, y su modo de existencia en medio de una sociedad colonizada en todos los aspectos imaginables que podamos referir.
El “vacío a cuestas” de los indios es en realidad una especie de una pena muy honda que refleja su marginalidad deshumanizante a la cual han sido sometidos durante los cinco siglos de explotación, sometimiento brutal y aplastamiento cultural que las mismas clases dominantes han ejercido durante la colonia, la independencia hasta nuestros días.
Por eso en la siguiente estrofa el poeta Sosa describe su pasado en el cual fueron guerreros constantes, sobre todo en el contexto que les rodeaba antes y después de la conquista española. Expone con versos sencillos, que alzaron columnas al fuego como deidad y como materia prima para su existencia cotidiana. En el verso en el que señala “las lluvias de puños negros” es una metáfora que está ligada al cultivo de la tierra.
El poeta Sosa en la tercera estrofa de su poema menciona los teatros como centro de su expresión cultural en donde los colores, las vestimentas y las máscaras fueron parte de su identidad indígena.
Y en homenaje a su ciencia, el poeta describe con estos versos el alcance de su proyección cultural: “Calcularon el tiempo/con precisión numérica”. Y más adelante refiere el caso de cuando los indígenas ofrecieron oro a los caballos, cuando los españoles a pie salieron de las comarcas de su conquista. Refiere la historia que algunos caballos murieron por falta de alimentos. Los indígenas creían que jinete y caballo eran la misma persona, y como los españoles preguntaban por el oro continuamente, les ofrecieron oro a los caballos. Este dato histórico el poeta lo convierte en un verso muy surrealista pero lleno de una historia cierta: “dieron de beber oro líquido a sus conquistadores”.
Describe a los indios en la actualidad, estableciendo que practican la agricultura como en los tiempos precolombinos, mientras las mujeres tejes y producen objetos domésticos de barro.
El poeta además, impresionado, describe que los ha visto casi desnudos, “al cuidado de voces tendidas como látigos”, describe que los ha observado balanceándose borrachos en los “charcos del ocaso” y en su cabañas que se pierden en el final del olvido.
La descripción poética de los indios prosigue al comparar su júbilo con la alegría de los siervos, pero sigue expresando el poeta que ellos son quietos y hondos como los prisioneros.
El poeta se siente desarmado ante sus rostros que le golpean la mirada. Ante ellos su fuerza poética y humana no posee validez. Y su última estrofa tiene un contenido de temblor humano pues deja junto a los pies de los indios su sangre que está escrita en un ramo oscuro. Es decir su sangre en un homenaje poético.
3
Una visión sociológica del libro Los pobres nos plantea que Roberto Sosa ha heredado de su medio un país defenestrado en lo social, lo cultural, y lo económico, desde la década de los años 60s cuando ganó el premio Adonais.
Había vivido RS el golpe de Estado de 1963, cuyo objetivo dictado por el Departamento de Estado de Norteamérica, era combatir el comunismo hondureño. Los libros del novelista Ramón Amaya Amador fueron confiscados en las librerías de la época, el poeta Pompeyo del Valle fue encarcelado, mientras los serviles intelectuales coreaban las mismas consignas de los militares a través de los medios de comunicación.
Roberto Sosa, en este contexto, le tocó vivir una chatura cultural y una crisis política y económica muy especial. Es por ello que escribió en 1968 en su Revista Presente un texto que decía así: “¿Se han envilecido ya los intelectuales hondureños? ¿Quiénes son los que todavía permanecen al margen de la degradación.
Que cada uno tenga para sí mismo la respuesta adecuada. Citaremos ejemplos del tema que tratamos. Muchos de nuestros intelectuales (se habla de intelectuales y no de engañadores profesionales) de este país -como más de uno de ellos lo ha afirmado- permanecen en calidad de amanuenses de analfabetos unos, y como aspirantes de esa situación otros, pero casi todos (siempre hay excepciones de inestimable valor) están sometidos a las pasiones del bajo vientre en continuo detrimento de sus más caros ideales. Y esa lucha estomacal en circunstancias desiguales condiciona los espacios de sus preferidas esferas”.
Roberto Sosa siempre estuvo atento a rescatar la dignidad del poeta, del novelista o del pintor nacional, pero, esencialmente de hombre común de la calle.
Roberto Sosa siempre estuvo pendiente de jugar un rol de recuperación del hombre digno. Para Roberto Sosa el escritor debía partir del descubrimiento de la conciencia y de la verdad. Y esas categorías morales y políticas debían tener un vaso comunicante con la poesía, con la visión y misión estética del poeta, pues, para él, el lenguaje es la arteria por donde la poesía desplaza sus abalorios humanos.
Cuando se le preguntó como definía a la poesía respondió: “Si tuviera que definir al quehacer poético (cosa totalmente imposible) diría que es un absoluto espejismo real en donde se puede entrar únicamente”. Y sigue expresando que el problema fundamental del arte es la forma, y que el contenido se amolda a la forma, a lo mejor, piensa el poeta, quizá el fondo no sea sino una forma interior”.
Roberto Sosa cree en “el equilibrio del arte, en la exactitud que determina el uso y cosa esencial”;...“creo -dice el poeta- en los cambios que se operan en ese espejo de cuerpo entero en el cual nos reflejamos: la realidad, el pueblo como mar abierto de la poesía”.
En el libro Los pobres, los marginales de la vida digna son mostrados en toda su extensión y caracterización mediante metáforas combinadas con lenguaje directo. Este libro se desarrolla con imágenes superpuestas, semántica e ideológicamente, mismas que están referidas a una fenomenología de un mundo social dividido.
En los 21 poemas de que consta el libro, las imágenes de una pobreza van sucediéndose como pliegues de la ola inmensa que es la realidad, en la cual todos nos bañamos más de una vez.
Por eso escribe su poema “La realidad” en el cual expresa: “Cruje la realidad”. Y finaliza manifestando que “nosotros no tenemos esperanza”.
El verbo crujir significa hacer cierto ruido algunos cuerpos cuando frotan o rozan unos con otros o se rompen. Entonces es claro lo que el poeta expone, en la realidad los cuerpos sociales o materiales producen un ruido cuando se rozan o se frotan unos con otros. Y es que la realidad cruje para los pobres que no tienen esperanza, porque allí encuentran el roce de lo abundante con lo escaso, la muerte con la vida, la igualdad con la desigualad, la alegría con el descontento.
El libro Los pobres no refleja simplemente la des validez humana, porque ese no es su objetivo, es más bien un llamado de atención, un toque a la puerta de nuestra moral y de nuestra conciencia social.
Es por ello que dice en el poema El otro océano:
Los desposeídos heredaron las oscuridades,
Los vientos atados de pies y manos.
El origen les llama.
Recorren con ojos dulces cuanto no tienen.
En las noches recuerdan
Los hechos y palabras de los justos.
Continuamente extienden
Sus propias multitudes
Alrededor de aquellos
Que hicieron de la tierra un caserón cerrado,
Donde son varios los peligros
A que está expuesta la mansedumbre de la paloma,
Que en vano intenta luchar
Contra la soldad y su serpiente bíblica.
Los desposeídos forman otro océano;
Un océano con brazos sin descanso,
Con fondos sosegados de muchísima espuma contenida.
Están ahí…
Con la simplicidad de una fuerza mayor.”
Los desposeídos son los pobres que permanecen atados como seres prisioneros de la miseria, aspiran a poseer algún objeto o propiedad para soñar con la libertad. Ellos mismos son su propia multitud, en un caserón cerrado, los desheredados así forman otro océano y están siempre presentes.
Este es un poemario que tiene un índice acusatorio para quienes administran la justicia y la equidad en nuestra sociedad divida para todos. Es un libro que emerge no como un puño cerrado o un golpe de bandera, si no con un alto sentido racional que basa su inferencia en la lógica de una justicia que no llega.
Roberto Sosa es así el poeta de los pobres, el poeta de quienes no poseen voz en la altura pavorosa del poder omnímodo en manos de los ricos y poderosos de un país que merece estar en la primera línea de fuego de la reivindicación social, junto a otras naciones o pueblos que luchan por conquistar la calidad de vida que como seres humanos tienen derecho todos los desheredados de la tierra.