Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando
Revagliatti
Wenceslao Maldonado nació el 29 de julio de 1940 en Buenos Aires, ciudad
en la que reside, la Argentina. Fue sacerdote salesiano entre 1965 y 1989.
Estudió teología en la UPS (Universidad Pontificia Salesiana de Roma) y letras
en la UCA (Universidad Católica Argentina) y en la Università degli Studi
(Trieste). Fue docente, hasta 2008, de griego clásico, latín y literatura
italiana; se ha dedicado a la traducción literaria en estas lenguas.
En el género poesía publicó los libros “La estación necesaria” (1990),
“El hombre herido” (1994), “Tierra intranquila” (1994), “Dioses del deseo
antiguo” (1995), “Si cortarle la cabeza a la Gorgona” (1997, Primer Premio XIX
Encuentro Patagónico de Escritores, Puerto Madryn, provincia de Chubut, la
Argentina, 1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés, “If cutting the head
of the Gorgon”, en traducción de Donny Smith publicó el sello Vela al Viento,
2012), “Ceremonial de una familia oscura” (1997). Y ya en este siglo se
publicaron las libretas “Paraíso desechado”, “Paternidad de sombra”, “Manual de
osos prácticos”, “Zureo”, “Eros y otros deseos”, “Hexagrama”, “Réquiem de
guerra”, “Diálogo de pájaros”, “Hay un amor que espera y que no olvida”. En
2008 se edita un volumen que podría clasificarse entre poesía y narrativa: “La
proctomaquia o El cantar de los culos. Poema épico-paródico de Aristón de
Mitilene”.
Obtuvo el Primer Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la
Secretaría de Cultura de la Nación, por el libro de cuentos “Arquitectura
Gótica” (1999). Su segundo libro de narrativa breve aparece en 2004:
“Fronteras”. Y en 2012 se edita su novela “Las vigilias de Príapo”. Dos de sus
obras teatrales, “La historia del cliptodonte” y “La musa de los muchachos”
(presentación irreverente de poemas eróticos griegos) han sido representadas
entre 1997 y 2000. Últimamente ha traducido piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando
un país para Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre de 2012) y “Los
fantasmas de Joyce” (pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013).
Integró el grupo Zeus Teatro. Realiza con el actor Marcelo Gamarra performances
de poesía, “Wences’s Bar en vivo”, continuación de numerosos eventos realizados
por ambos desde la década del noventa.
Fue secretario de la S. E. A. (Sociedad de Escritoras y Escritores de
la Argentina) durante 2011. Coordina con la poeta María Chapp el ciclo de poesía
“La Metáfora Ardiente”. En www.wencesmaldonado.com.ar es posible acceder a muestras de su obra literaria, ensayos, reseñas
bibliográficas, traducciones suyas, galería fotográfica, entrevistas a él realizadas,
etc.
—Nuestros lectores acaban de leer el detalle
curricular, Wences. Te propongo que nos adelantes qué libros tuyos tenés
previsto que se socialicen durante 2014 y que nos los presentes. Te propongo
que nos cuentes en qué obras o proyectos estás (o estás por estar) inmerso. Y
qué poemarios permanecen inéditos por completo o sólo difundidos en parte en
antologías o libros colectivos. Y si tenés dramaturgia inédita y sin estrenar.
-En 2014 espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde
hace tiempo: “Nocturno siciliano”,
poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los cuales fueron
editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina, Provincia di Enna.
La serie “strade di Troina” (calles
de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar
un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba
a llamar “L’incontro” (“El encuentro”),
proyecto pospuesto pero no depuesto… Y tengo además dos libros de narrativa
listos, la novela mitológica “Hipócalo.
Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una colección de cinco
nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: “Bienes
de familia”.
En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera, desde la década
del ’90, unos veinte libros. Te doy los títulos, si es que no soy demasiado
pesado. Lo que sucede es que escribo en forma permanente, y en diversos
encuentros de poesía o performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero
leer poemas inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos en estos últimos
veinte años, entre 1993, después de mi regreso a Buenos Aires, y este final de
año 2013: (1) “El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un
mismo espejo”; (3) “Esquina sin sosiego”; (4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario
incierto de este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo lo que puede ser
el gran payaso”; (8) “Recorridos breves de un largo itinerario” (recopilación
de recopilaciones, poesía 2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de
una vida para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi reino será el
mar”; (10) “Hay voces en las paredes”; (11) “Memorias de otoño”; (12) “Los días
terribles”; (13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América
2011”; (14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el
misterio y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”;
(17) “Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin –
poemas convalecientes”; (19) “Invocación al mensajero ausente”; (20) “Pueblo en
silencio”.
Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin,
no creo que estos libros mencionados tengan tanto valor como para tener derecho
a la publicidad. Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un
futuro más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una especie de
meditación poética sobre mi entrada a la vejez y viendo a mi madre, con la que
viví en sus últimos cinco años de vida. También quisiera tener en las manos “El mar y la hoguera”, libro que me había
prometido ilustrar una amiga artista plástica, inspirado en la relación de
vida, amor y muerte entre Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro
libro que me encantaría tener publicado cuanto antes es “Mi reino será el mar”, anclado también en temas de la antigüedad
clásica, con tres partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro
y el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino invisible de
los muertos. Hay un cuarto libro todavía que me encantaría verlo ya impreso, y
es “Hay voces en las paredes”, porque
tiene que ver con los recuerdos de Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al
400 en la que vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de
sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado bien mientras
vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras inéditas
es “Recorridos breves de un largo
itinerario” porque, como anoto en la lista de libros inéditos, reúne cuatro
libros escritos durante los cinco años que viví con mamá y tienen que ver con
actitudes mías de una nueva etapa.
La pregunta que me hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y
sí, escribo teatro de tanto en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero
algunos quedaron a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia
de la “Odisea”. Y ahí quedó, porque
el director me dijo que eso se podía dar sólo en el Teatro San Martín de otros
tiempos… Con “Islaín el solitario”,
me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió componer música
para los coros que alternan con los protagonistas; pero todo quedó en las
buenas intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero con
posibilidades de resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la
Gorgona”, nada menos que para una ópera, como me había sugerido el querido y
recordado Eduardo Gudiño Kieffer, quien presentara la primera edición de esta
obra; otro amigo músico, miembro de una importante orquesta, me hizo la
propuesta, por lo que hice la adaptación con el título “Perseo y la Gorgona”; y como Donny Smith me había hecho la versión
en inglés, ya hace unos años, para la revista “Metamorphoses” de la Smith
College de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2, pág.
68 ss.), preparé también el texto en inglés, “Perseus and Gorgon”, porque mi amigo me decía que para una ópera
iba a ser más fácil… Bueno, allí estamos todavía, a la espera. Lo más
frustrante fue darle, por meses, a los ensayos de “Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de “Fuegos”
de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina
Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los
payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los
papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”.
Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé
resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo
como traductor. El año pasado se estrenó “Creando
un país para Alicia” del
escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por
presentar “Los fantasmas de Joyce”,
del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo la dirección de
Daniel Godoy.
—Me parece que estaría bueno que además de
puntualizar a qué autores (y en qué géneros y desde qué idiomas) has traducido
al castellano –se hallan difundido ya tus versiones o no-, pormenorices
respecto de las que te han demandado un esfuerzo mayor, con qué autor “te las
viste en figurillas”, si estuviste a punto de renunciar –o llegaste a
renunciar- a alguna traducción porque no lograbas alcanzar tu plena (¿plena?)
satisfacción.
-De los clásicos greco-latinos no tengo de qué quejarme ni
preocuparme; son lo que son, y hay muchas traducciones de todo tipo, entre
versiones literales duras, a traducciones retorcidas y hasta las formas
poéticas más sorprendentes. Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar de
recordar a Horacio Castillo, que me aconsejó con sabiduría y me corrigió con
gran prudencia. Pero siempre uso mis versiones; para las clases de latín y
griego he preferido hacer una traducción más cercana a la letra, para que sirva
como instrumento y clave de los secretos de esas lenguas. En libros de ensayos
trato de hacer justicia con los valores poéticos de los textos, que tienen
lógicamente múltiples dificultades, ante todo por pertenecer a lenguas muertas
que ya han perdido a sus hablantes; y, además, porque se escribieron en
contextos culturales muy diversos, no sólo con respecto a estos tiempos
nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura, ya que muchos se
distancian por varios siglos, y a veces nosotros tenemos la tendencia a
considerarlos en bloque, como si fueran todos contemporáneos.
Muy distinta es mi actitud con respecto a la traducción de autores
italianos. Hablo de los contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre
el que hago con frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor
Ángel Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo,
como es el caso de “El encanto de la
oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina Comedia”. En este momento, o en estos últimos años, he
traducido varias obras del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de
él textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y otras historias”,
sobre todo por la parte de la abundante información sobre Roma. Me exigió
redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector
de habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana, sobre su riqueza arqueológica y artística,
incluida abundante documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje
que el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como para
ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios
de la Urbe, según pinta la novela.
—No he tenido ocasión de verte en función actoral.
¿Cómo fue que te pusiste a nadar en esas aguas?... ¿Y cómo sentís que fuiste
evolucionando, afirmándote, disfrutando de los personajes? Te pido, además, que
nos ilustres sobre “Los fantasmas de Joyce” y las performances de poesía.
-Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi primer grado en una
escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa, me he sentido vinculado al teatro.
Y se lo debo a mi maestra Matilde Parodi Rolland, conocida como Titita, o Titita Muras por su apellido
de casada. Debo decir que ella fue la maestra de mi fantasía, la que me impulsó
a la creación desde esa temprana edad, y la que me hizo trabajar en el papel de
payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta su muerte acaecida hace más
de diez años, me acompañó siempre, absolutamente siempre en todos los
acontecimientos de mi vida, incluidas las presentaciones de libros a los que se
asoció con enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño, adolescente, adulto, “la
maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y dirigir teatro infantil.
Por eso, siendo yo director del Colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, vino a ver
las instalaciones del bello teatro de ese instituto. Vino acompañada de un
adolescente rubio que no tenía todavía quince años, Osmar Nuñez, quien desde
ese momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me acompañó en casi
todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el primer libro que
presenté en 1990, “La estación necesaria”,
hasta el año pasado 2012, cuando le hicimos los dos un justo homenaje a la
maestra ausente pero viva con “Réquiem de
guerra” y “Diálogo de pájaros”.
¡Una de las grandes maravillas de mi vida!
Desde aquellos seis años de mi primera actuación, seguí mi recorrido
con los salesianos de Don Bosco. En segundo grado, año 1948, en el Colegio
Santa Isabel, de San Isidro, me sentía ya un actor consumado con ocho años, y
hasta intentaba escribir con nuestro primer grupo literario de compañeros,
D’Almedia, Toyos y yo. Es que también tuvimos allí un maestro excepcional y
gran actor como fue Mariano Volpe, que dirigía el cuadro dramático de ex
alumnos, mientras que el Padre José Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y
guiones para diversos eventos. Y más tarde, desde 1954, cuando entré con catorce
años al Seminario Menor de Bernal, me encontré con un artista eximio como fuera
el Padre Juan Morano, ilustrador de revistas, escenógrafo y director de teatro,
quien asociado a Carlos Forno, peluquero y maquillador del Teatro San Martín,
formaron una dupla teatral imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que
tenía casi todas sus sorpresas preparadas sobre las tablas de semana en semana.
Eran tiempos en que se daban obras de la Galería Teatral Salesiana de Madrid,
generalmente arregladas por los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y
muchas veces, con orquesta en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo
un tenor segundo de poco volumen, solía perder protagonismo y me contentaba con
papeles secundarios. En 1960 comencé como docente en Ramos Mejía. Y entonces me
dije que era una oportunidad para seguir con el teatro escolar que había
aprendido, aunque ya con ínfulas universitarias.
Vuelto de Italia con un buen bagaje de cine -eran los años
esplendorosos de Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini, Bolognini, Zurlini o
De Sicca entre otros- me enganchó el periodista Alejandro Rossiglione para sus
programas en Radio Porteña y allí me instalé con Butaca 68 y Butaca 69, hasta
el cambio de mano con Radio Continental. Creo que entonces hubo un viraje en
mis preferencias de docente. El teatro pasó a ser en mis esfuerzos colegiales
un bien de lujo para determinadas ocasiones anuales, mientras que el cine, con
talleres y actividades de cine-debate, se convirtió en mi preferencia de
actividades extra-programáticas.
Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996;
última, escrita por mí para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue
“Cinco días de mayo”, un verdadero
fracaso. Sin embargo esa escuela aceptó mi guión cinematográfico, que hizo
filmar el equipo del empresario Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el
21 de mayo de 1996, en los 40 años de la escuela, con copia de regalo para
todos los espectadores invitados.
Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo
Gamarra, a quien había conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián
Porcel de Peralta. Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus
Teatro – grupo de coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances
de poesía y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La Musa de los Muchachos”, sobre
epigramas de Estratón de Sardes y otros poetas alejandrinos, obra con la que,
desde Lugar Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro Ift y
el espacio teatral de la Galería Ghandi.
Llegó el 2001, con el hecho más lúgubre y terrible de mi vida, la
muerte de mi hijo Alejandro. Lo que escribí desde ese momento quedó fijo en “Paternidad de sombra”, obra de poesía
que reúne mi dolor de esos años, y que presenté en la SEA, acompañado por los
dos laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo Gamarra.
Nunca más volví a subir a un escenario para hacer teatro. Sí para
realizar performances poéticas con Marcelo, siendo las que más recordamos, en
la SEA con una noche erótica en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del
Tango -de La Plata- en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural,
me prendo para sacar la poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el
Obelisco, y en septiembre en la Avenida Boedo, parando en todos las esquinas
emblemáticas que, desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los
escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.
Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008
y 2012, con mi columna de comentarios culturales sobre libros literarios, cine
y teatro, pasando por AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se
quiere, de lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario
Clarín, como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada
Cultural” de Diario de Trelew y en la Revista NEXO.
-Viene ahora la
solicitud de que nos indiques la dirección del sitio web donde se encuentra
“Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, esa
antología anotada. Y que nos interiorices sobre los cursos y talleres
realizados a partir de allí. Sobre el singular volumen “La proctomaquia o El
cantar de los culos” no te preguntaré, Wences, puesto que en la Red nuestros
lectores –les aviso- encontrarán bastante material si en los buscadores ponen
tu nombre o el título de la obra.
-Actualmente el archivo del libro “Entre
Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, se encuentra
en su totalidad de cinco capítulos, y con la versión incómoda de notas al final
de cada uno de esos capítulos, en mi propia página web en el tópico
“traducciones”. Se trata de una selección
de textos que terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi
regreso a la Argentina, hasta 2000, pero que sigo usando todavía hoy en
talleres y cursos.
En estos veinte años he multiplicado los encuentros sobre poesía
erótica de la Grecia clásica, así como también de la Roma monárquica,
republicana e imperial. Mis charlas no eran omnicomprensivas, sino más bien
tomaba algunos puntos neurálgicos del tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea,
el teatro griego del Ática o la Musa de los Muchachos y los poetas
alejandrinos. A veces he hecho cursos centrándome en algún poeta en especial,
como Safo, Calímaco, Teócrito o Estratón de Sardes, y en el teatro he tenido
preferencias por Eurípides y sus transgresiones dramáticas.
Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han tenido la misma
suerte de encontrarse con el libro bien armado. Pero es posible que alguna vez
suceda porque tengo todo el material sobre esos cursos. Más allá de mi interés
por Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del
Satiricón de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos
ha llegado fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”, socializada el
año pasado 2012 en Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del Simposio,
editorial erótica que me pertenece y que está, por el momento bastante
estancada, después de una batalla legal por el título primitivo que era
Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado Banquete, de Platón.
Sobre “La Proctomaquia o el
Cantar de los culos”, tengo bastante para decir. Respeto la contención que
ponés en tu pregunta. Aclaro sólo que se trata de un “falso poema” de un poeta
alejandrino inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda
ser el título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza que
pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las diosas habían
apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con trampa, aquí son
tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo
y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no cuento
cómo termina la historia… También se
puede buscar la obra en mi página web.
—Ya jubilado de la docencia, ¿cómo recordás tus años
al frente de las tres materias? ¿Cuál preferías? ¿Anécdotas, añoranzas?
-Al
jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco años, me cuesta
llenar. Viví muy feliz como docente. Y diría que no sólo porque me encantaba
dar latín, griego o literatura italiana, en este último caso no se trataba de
la lengua, sino porque me gustaba estar en el aula. Estas materias las he dado
en nivel terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me encantaba,
sobre todo, trabajar con adolescentes en el nivel secundario, siempre en los
últimos cursos, donde se trataba de lengua y literatura española simplemente.
Pero el margen educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo
una lectura comprensiva, sino también crítica, consiguiendo madurar en la
propia expresión y en un sentido de juicio personal, libre y motivado. Es decir,
me ha fascinado más ser educador que trasmisor de conocimientos, considerando
que la perspectiva educativa comienza con un entendimiento afectivo, antes que
intelectivo.
Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de
los ‘60 y los ‘70. Y los de los últimos años del 2000, grupos que organizan
eventos multimediáticos, porque hay excelentes artistas plásticos, actores y
actrices, fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus encuentros
para… ¡hacerme leer poesía!
—A pesar de que nos hemos visto muchas veces, y
hemos compartido espacios públicos y privados, y jamás tuvimos un encontronazo,
y coincidimos en antologías y revistas, nunca mantuvimos una conversación a
fondo (o, en todo caso, la mantuvimos pero siempre respecto de algún asunto
puntual). Ignoro, sin ir más lejos, si has residido, aunque más no fuera
durante lapsos breves, en algún otro país, además de Italia. ¿Puede ser que me
cuentes en qué barrio naciste y cómo siguió tu derrotero en lo que concierne a
viajes y residencias?
-Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento, que según me contó
mi madre, más comunicativa que papá, fue en el Instituto del Diagnóstico que,
por aquel entonces, estaba ubicado en la Avda. Córdoba y Ecuador. Eso fue un 29
de julio de 1940, a las 17.15, para ser más precisos. Era un día de lluvia muy
fuerte. En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de niño mucho tiempo.
En 1946 emigramos hacia el norte de la Provincia, a Martínez, donde estuve
hasta 1953. A partir de 1954 entré al seminario menor de Bernal; y allí me
recibí de maestro normal nacional y completé los estudios de filosofía. En 1960
ya estaba instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo de maestro, pero
sólo por tres años, ya que a fines de 1962 me enviaron a Turín, Italia, para
estudiar teología en lo que inicialmente fue el PAS (Pontificio Ateneo
Salesiano), transformándose en 1965 en UPS (Universidad Pontificia Salesiana),
ya con sede en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y mientras seguía la carrera
de Letras en la UCA, daba clases de lengua y literatura griega y latina en
Ramos Mejía. Estuve luego tres años en el Colegio León XIII, ubicado en la
calle Dorrego al 2100, para volver a partir de 1971 a la zona oeste, primero
Ramos Mejía y luego San Justo.
Fui teniendo cargos de cierta importancia en la Institución Salesiana:
primero como director y rector de un colegio, luego como vicario inspectorial
de una zona, para terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas
de la Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de
Buenos Aires, zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo
de mi trabajo, en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí
por largos períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos,
como la “Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los
estudios en la formación de los nuevos religiosos.
En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes y congregaciones
de hombres (díganse, dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos,
jesuitas, maristas, lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos,
etc.), me eligieron presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia
Argentina de Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988,
y que me obligó a viajar, además, por todo el continente americano. Eran
habituales las reuniones en los países limítrofes; pero debí asistir a
reuniones incluso en Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el
periplo de encuentros y reuniones.
Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy distintas naciones de
Europa, como Eslovenia, Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué
incluso a Israel y Egipto; recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque
como llevaba correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me
tuvieron detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna
entidad internacional, lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos
países en mi pasaporte. Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a
Angola, para ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí hacía
apenas un año, porque era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina,
Brasil, Uruguay y Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las
fuerzas del Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese
motivo no pude llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba.
Sin embargo, al uruguayo Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su
parroquia de Calulo, pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de
que la embajada del Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes
andaban por esa zona. De hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos
el territorio nacional, nos pararon soldados de las tropas cubanas, allí
apostados, y nos sugirieron muy amablemente que diéramos la media vuelta. Pero
como Pepe insistió en que no podía dejar abandonada a la gente de su parroquia,
hacia allí nos fuimos. Todo fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario,
la gente de una calidez total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de
mi visita de tres días, pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino
a Dondo, un 2 de septiembre, recuerdo muy bien. Al día siguiente, corrió como
un reguero de pólvora la noticia de que las tropas revolucionarias habían
entrado en Calulo, y secuestrando a varias personas, el primero a Pepe Uría, el
párroco. Y se llevaron a los cautivos a través de la selva caminando casi
durante cuatro meses, soltándolos recién en la Navidad de ese año 1983. Mis
fotos pasaron inadvertidas por la aduana cuando salí del país; y a pesar de que
viajé en un avión militar con heridos de guerra rumbo a Belgrado, esas imágenes
se transformaron en el testimonio de un trabajo riesgoso y de una vida precaria
en plena guerra civil. Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza,
nunca perdieron su alegría. Todavía me parece verles una sonrisa maravillosa.
Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de voz para contar…
A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de decisión
fundamental en mi vida: el alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia.
Los motivos de viraje tan violento quedaron enumerados en una carta a mis
superiores que se hizo pública. El asunto da como para un libro. Conseguí
entonces ubicarme en el departamento en donde vivo actualmente, en el Abasto,
gracias a la ayuda de amigos y de la misma institución salesiana. Por ese
entonces yo no sabía que había nacido a cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que
ésta iba a ser mi casa en la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte
años. Había conseguido unas pocas horas de clase en Castelar, y me moría de
hambre.
Como un antiguo compañero de mis años juveniles me ofreciera un
trabajo de pedagogo en el Instituto Oasi de Troina, Sicilia, con un generoso
sueldo y la posibilidad de investigar sobre escuela y discapacidad mental y la
inserción de los padres en la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado,
preparé mis valijas y decidí emprender viaje, imaginando que me quedaría ya
para siempre en esa nación, a la que reconocía como “madre de mi formación
cultural y artística”. Allí viví tres años de trabajo, profundamente feliz por
las posibilidades que se me daban, incluso para participar en congresos europeos,
como fue el caso de Alemania y Portugal, llevando mis trabajos de
investigación, mientras publicaba las conclusiones en la revista de la
Institución, convirtiéndome en colaborador permanente. Y hasta tenía
posibilidad de relacionarme con escritores del lugar, como fue el caso de Luigi
Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich, en donde vivía
con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de origen esloveno, convertido ahora
en psicólogo social. Fueron años de mucha producción literaria.
Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería
mi padre repentinamente. Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había
fallecido en 1982. Y mi hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en
Buenos Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho falleció tres años
después. Ante este panorama, al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya
nunca pude regresar a Europa. Como conseguí un trabajo de delegado inspector de
una jueza de menores en los Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme
cargo de un menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi
hijo del corazón, Alejandro David.
Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La
Coronilla, última población sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con
Brasil, en la República Oriental del Uruguay, punto de referencia de una mínima
actividad comercial y playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis
años, voy y vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí
salieron obras como “La Proctomaquia…”,
“El mar y la hoguera”, “Mi reino será el mar”, “Volver a La Coronilla” y otros últimos
textos.
—No sólo pertenecés a la Sociedad de Escritoras y
Escritores de la Argentina, sino que, fuiste secretario de esa entidad durante
un año. Por lo cual te convoco a que les trasmitas a los argentinos que no
conozcan la SEA y a los extranjeros que tampoco la conozcan, cuál ha sido el
origen de su fundación, cuándo, su funcionamiento, etc.
En realidad son tres las sociedades de escritores a las que estoy
afiliado como socio; la SADE, la tradicional Sociedad Argentina de Escritores,
con su antigua sede en la calle Uruguay, fue la primera. Y sigo pagando mi
cuota social, aunque voy bastante poco. En 2001 Víctor Redondo capitaneó una
especie de rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los cuales
tuvieron bastante trascendencia. Decide entonces crear una nueva entidad, la
SEA, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Me acuerdo que
suscribimos el acta fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo
el número de socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA prometía luchar
por el reconocimiento de los derechos de los escritores. Se logró, después de
las primeras estrecheces, tener una sede realmente cómoda, por comodato, en el
2° piso de la Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de la
lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la legislatura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, con la abstención de los legisladores oficialistas
del PRO, lograra la aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad
Literaria, subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte Macri
no vetó la nueva ley.
Por ese entonces los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de
la Argentina, se reunía asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente
Cayetano Zemborain. Adherí también a este movimiento, sobre todo porque trata
de llevar la poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta
organización nació la iniciativa hace cinco años de reunir a jóvenes poetas,
menores de treinta años; el nombre de estos encuentros anuales se denomina
“Juntada” y abarca a jóvenes de todo el país, con una visión realmente federal.
Celebro esta actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos
y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A.
(la Feria del Libro Independiente, Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo
que la A pueda querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido
escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación, me hacen sentir
en continuidad con el trabajo de mis épocas de docente, mientras que, al mismo
tiempo, la creatividad artística juvenil me produce una enorme felicidad.
Wenceslao Maldonado selecciona para esta entrevista, en diciembre de 2013,
seis poemas de su autoría (2006-2012), pertenecientes a “Recorridos breves de
un largo itinerario”, recopilación de recopilaciones en cinco libros:
1.-
levedad
de voces
en
los labios
y
nada más que alas
en
la respiración
hasta
espantarme
(del libro
primero RESQUICIOS, palabra, 2006)
2.-
desbordada
mi
locura levanta
su
barrilete de fantasía
por
cielos de libertad en las esferas
más
azules de la altura
y
despliega
(creo
que sin vergüenza)
todo
su deseo de un baile despreocupado
(ante
el quiebre de las censuras)
todo
el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante
la burla del conformismo ciudadano)
toda
la algarabía de su vestido en giros
(ante
el malhumor que no respeta)
y
mira lo que es
en
el espejo interior del sentimiento
(en
la carta de identidad de su existencia)
y
baila baila baila
a
viento suelto a cielo abierto
y
ríe ríe ríe
la
risa cuanto se quiera
mientras
el cuerpo define
en
el aire enloquecido de la altura
la
elección del movimiento
(del libro
segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, apuntes
para una vida nueva, 2008)
3.-
no
me fue fácil
hacer
las paces
con
el que fui
pero
ahora
puedo
despedirme de él
como
si hubiéramos sido siempre
buenos amigos
(del libro
segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, acta
póstuma, 2008)
4.-
sabe
que no puede
decírselo más
que a sí mismo
este espacio
sin medida
con el sol
derrumbado
en todas las
distancias
sudoroso
caminar sin rumbo
con pesadumbre
sin saber por qué
no sabe
que es más que
un caminante
tal vez un
nómada olvidado
alguien de esa
especie humana
que se fue
dispersando
en la soledad
de los afectos
en la vasta
diferencia de la idea
sabe
que no hay un
punto fijo sospechable
de ser el final
un árbol por
ejemplo
o una casa en
la lejanía
o un río que
divida las comarcas
del silencio y
la rutina
aunque fuera un
agua
aburrida de
estancarse
o una nube que
marque alguna altura
no sabe
si hay altura o
qué distancia
habría hasta el
horizonte
porque la línea
que cierra las fronteras
tal vez esté
arriba
o a lo mejor
pertenezca a los senderos
ahora
desandados
perdidos en el
cansancio permanente
de no poder
recostar las fantasías
y sabe
que tendrá que
seguir caminando lo que sea
hasta que ya no
pueda más
hasta que las
piernas rígidas se nieguen
a otro paso
ciego
y no sabe
hasta dónde
habrá llegado
y desde dónde
vino
y para qué
caminó tanto
y qué hay más
allá
de la ceguera
(del libro
tercero CICATRICES, desierto, 2010 )
5.-
es
esta ausencia hijito…
obligado
a dejarte que te fueras
aunque
te tenía de la mano
destruyendo
el adiós
vaciando
los abrazos
dejando
mudas las palabras
y
hoy tan lejos...
yo
que intenté ser padre y madre
de
tu orfandad en ronda por la calle
cuento
todavía
los
días terribles del silencio
los
años dolorosos de la pérdida
que
se ahonda más y más por este hueco
y
me empuja a rondar por tantas calles
de
tu soledad
(del libro
cuarto DESOLACIÓN Y CANTO poema 35,
2011)
6.-
la noche en la
palabra
escarba
los sentidos
posibles
que la garganta
no expresa
descubre
riquezas que se esconden
en la sutil
fragilidad de lo profundo
muy adentro de
uno
o tal vez
encuentra
socavones del
miedo y de la duda
desconocidos
(del libro
quinto LA NOCHE EN LA PALABRA poema 5,
2012)
En
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, W. M. y R. R., diciembre 2013.