Maria
Sergia (Guiral) Steen
Assistant Professor, University of Colorado, Colorado Springs
De acuerdo con
Freud el ser humano es por naturaleza
una dualidad: “...operating both consciously
and unconsciously” (The Bedford Glosar 311). Dentro de esta
definición podíamos situar a los dos personajes principales de la novela de
Mayoral Bajo el magnolio, Paco y Laura, que desarrollan su
relación amistosa de forma compleja. Su comportamiento se debe a dos formas
diferentes de ver la vida: el mito de la cultura como forma de proceder, en el
caso de Paco, o la ruptura con éste y el deseo de huida a la ciudad, que es el
caso de Laura. Los dos mantienen un concepto de la vida distinto y sustentan
ambivalencias sobre su relación amistosa
De forma consciente
se relacionan como amigos, paisanos de una tierra; sus familias han crecido
juntas y se respetan, pero comprenden que
tienen ideas significativamente contrapuestas en cuanto a valores
humanos y puntos de vista. Inconscientemente los separa la clase social,
un dictamen establecido de vida. Sin darse cuenta, huyen el uno del otro aunque
se atraen. En esencia, desean aunarse para siempre, pero no a costa de su
independencia, de su forma particular de entender la vida.
Hay dialogüismo y
polifonía (Mijail Bajtin) en esta novela, cuya perspectiva narrativa se
consigue a través del personaje-narrador principal, o extradiegético, y la voz
de Laura, imponiéndose a la de una supuesta narradora-testigo que resulta ser
más bien un narratario intradiegético: el interlocutor del que se vale para
contarle su lado de la historia, ya dictada por Laura en Un árbol, un
adiós. Paco se dirige, en tanto a una supuesta escritora que quiere saber
el lado de su historia, como a Laura, cuya voz se sitúa dentro de la historia
principal y fuera, como narradora metadiegética o secundaria.
Laura es el ser que
ha dirigido la vida de Paco, aunque arrancó un granado que le obligó ella a
plantar en su juventud, porque no tenía sentido ni la planta, ni el lugar más
que nada, para que Laura no manipuleara su vida. Sin embargo, no hizo lo mismo
con el magnolio que cuidó para ella por
25 años a pesar de estar ya casados.
Cuidarlo pero...¿para qué o por quién se pregunta Paco?
Es una novela de amor
en la que la clase social sale a flote, así como la fidelidad a un sistema de
proceder legendario sin saber si lo que él defiende es mejor que lo de ella. La
dualidad persiste hasta el final con el triunfo del subconsciente al reunirse
bajo el magnolio, idea sublime, telúrica, sugerida por Laura, como una posible solución posmodernista.
Marina Mayoral,
gallega, afincada en Madrid, perteneciente a esa nueva generación de los
80(Holloway 17) que nos presenta como tema principal de su obra al individuo y
sus relaciones humanas. Dentro del texto aflora la tensión entre lo que supone
vivir en el terruño o la ciudad, no como espacio físico sino
ideológico, psíquico. Y que según María Camino Noia representa:
“...espacio-lugar de origen como base sustentadora del ser, un espacio al que
recurrir, presente siempre como
referencia”(40). La tensión surge, precisamente por el desajuste de los dos
mundos y su manera de percibir la vida, haciendo que sus personajes se muevan
tomen caminos opuestos, aunque espiritualmente queden unidos sin convergencia.
Comenzaremos con la
pregunta ¿Qué significado tiene el que Laura le haya pedido a Paco que cuide
del magnolio que plantó, aun sabiendo que no tiene propósito, ni el plantarlo,
ni el hacerlo crecer en una tierra impropia para su desarrollo? Esto es lo que
intentaremos aclarar. Con esta anécdota Mayoral se desliza en el interior del personaje
y construye esta novela polifónica, cuyo propósito es conocer la verdad entre
los dos.
El mito de la cultura
es la forma adoptada por Paco para hacer su vida, para mantener su posición, ya
que elige permanecer en el pueblo. En retrospección, nos va descubriendo su
relación con Laura; nos revela que él siempre supo que ella nunca se quedaría
en el terruño. También lo atestigua Laura en la novela complementaria de ésta Plantar
un árbol. El personaje principal protagoniza los mismos hechos, pero vistos
y narrados por ella. Dirigiéndose al padre y hablando de su desarraigo
testifica: “...porque siento que algo estaba mal desde el comienzo, no sé bien
desde dónde, pero también sé que volvería a dejaros...”(93-94). Laura conscientemente,
desconoce la razón de su alejamiento. La respuesta quizá sea compleja y muy
arraigada a su necesidad de independizarse. Laura quiere más de cuanto está a
su alcance en el pueblo. En este punto los valores humanos entre Paco y Laura
difieren. Paco a pesar de parecer
consentir a sus deseos, va a lo suyo.. Él la sigue viendo como la señorita Laura, la del Pazo, a la que
siempre consideró algo grande: su propio mito; a quien cree inalcanzable
sociamente. Ha sido su sueño de amor, como fue la finca de Laura que más tarde
pasó a manos de Paco.
Germán Gullón asegura
en cuanto a las declaraciones cruzadas de los personajes que: “Las versiones
nunca encajan una con la otra, al contrario, forman un mosaico de relatos
superpuestos”(66). Lo de la finca lo sabemos, no por este texto, sino por lo
que dijo Laura en Plantar un árbol, novela germen de
otra Un árbol, un adiós, a su vez gemela de la nuestra.
Sabemos por sus
monólogos interiores que Paco nunca se arranca. Siempre la deja a ella decidir
y lo mismo que ella lo sacó a bailar, le
podía haber pedido que fuera su novio, dependía de ella. Paco se excusa por no
haberse comprometido más con Laura, aunque al mismo tiempo atestigüe que no le
convencen las ideas que tiene sobre la vida: carecen de lógica. Esta
ambivalencia que mantiene la tensión del
texto: un sí y un no. María Socorro Suárez
dice que ambos se separan, porque
si no lo hicieran supondría renunciar a su ideal de vida(4). El terruño atrae a
Paco y no va a saltar la valla de la tradición e irse a estudiar fuera; no necesita
arriesgarse como Laura. Conscientemente, lo que le sujeta es el deber
hacia su familia, con toda esa garantía de valores que da el terruño.
En principio, el
motivo principal de quedarse en su tierra fue su madre, cuyo pasado ha vivido
de cerca, con la que ha adquirido un compromiso y a quien debe lealtad. Inconscientemente
vivir en la finca de Laura es sentirla, arroparse de su historia, de ella,
poseerla. También es la vida del pueblo con sus interrelaciones humanes lo que
le satisface. Por su monólogo interior nos descubre personajes y
relaciones y se nos detallan las
costumbres de la tierra; las de una sociedad que tenía unas directrices, pero
que ha cambiado; la que postulaba normas sobre la servidumbre y el sexo que van
desapareciendo. Pero no era eso todo. Paco, aparte de vivir con sus amigos e integrar las
tertulias, lo que anhela es el sosiego de una vida ya conocida, sin riesgos. De
esta interacción se sirve la escritora para darnos a conocer a los múltiples
personajes secundarios, para recrear un mundo rico en vivencias en el que se da
una orquestación de seres, y en el que aflora la intertextualidad de sus
propias novelas.
María Camino
Noia escribe que: “ Este tipo de
discursos están dirigidos a menudo a una segunda persona, un narrador intradiegético
sin presencia en el espacio narrativo”(37). En este caso serán la supuesta
escritora de la novela, que se va contando, y Laura, como complemento del
pensamiento de Paco a la cual se dirige inconscientemente. El problema es que
Laura ha sido siempre su centro de gravedad y aunque no quiere dejarse
convencer, ni rendirle su persona, la
sigue y le atrae como un imán. De ahí esa dependencia continua y la tensión
consecuente en su relación amistosa. Pero sus voces no se unen sino que se
bifurcan; por eso, surge una polifonía de pensamiento y acción, en paralelo,
creyendo el uno dominar al otro. Laura presume de que Paco siempre respondió a
sus llamadas; sin embargo, él nos explica que Laura no lo tuvo nunca a sus
pies. No era sino pura fantasía por su parte y centra su explicación en el
incidente del perro rabioso. Paco aclara su conducta, diciendo que lo que él
hizo y lo que ella interpretó eran dos cosas diferentes. Para Laura él superó
la prueba de héroe, defendiéndola. Pero Paco afirma que ella se inventa
historias y aunque la comunidad le dio un aplauso, él afirma que lo que hizo
era lo único que se podía hacer. Correr hubiera supuesto un riesgo: no podían
competir con el perro. Dos versiones distintas producto de la defensa de sus
posturas personales, del deseo inconsciente de querer dominar y no querer ser
dominado.
Las dos voces
narrativas se dan en esos apartes de secciones marcadas, extrapoladas; las de
ella en letra bastardilla, las de él en cursiva. La de Laura responde paralelamente, desde un más allá,
sin encuentro posible. Esto constituye la polifonía del texto. Algo semejante
ocurre en Cándida otra vez (1979), primera novela de Mayoral, donde
apuntan estas relaciones casi absorbentes entre ciertos personajes, siendo el
centro una mujer que atrae por su fuerza
e independencia. Pedro, el protagonista, al igual que Paco, no quiere que la
influencia de ella le desvíe su camino, aunque llegado el momento, no le pueda
negar su ayuda (70).
Según Bajtin (The
Dialogic Imagination, 263) dentro del lenguaje de un mismo se dan voces que
conciben una misma idea de forma diferente y se expresan por separado. Esto da
lugar a que se puedan conocer las perspectivas de los narradores-personajes
sobre lo que es la historia, y de este
modo poder acercarse a la verdad. Y es lo que la autora nos va a ofrecer: una
visión al menos doble de por qué Paco y Laura no unieron sus vidas, a pesar de
que se atrajeran, a pesar de que se entendieran, aunque hicieran el amor,
aunque Laura fuera para él el eje de su vida. Con sus declaraciones se forma un
palimpsesto del que nos habla Germán Gullón(66), y con cuya idea coincide
Margaret Jones(89).
La síntesis de sus
encuentros, de la vida que llevan sin unión, va a coincidir finalmente, en ese
último árbol, el magnolio, que ella
decidió en principio plantar sola, hasta que se dio cuenta de que no lo podía
hacer. Laura lo manifiesta en esa voz aparte: “ Quiero plantarlo sola, Paco, no
te ofendas...Tienes razón va a quedar torcido. Hacen falta dos, igual que para
tener un hijo...”(Bajo el magnolio, 20).Quizá el propósito de plantar el
árbol fuera, por parte de Laura, un gesto sublime, una forma de trascender la
imposibilidad de unión total en sus vidas, o tal vez la esperanza de un
futuro. En esta ocasión Paco consiente
al gesto de ella, y acepta su presencia en forma de magnolio. Paco ya maduro,
la echa de menos y la desea. Por sus
declaraciones sabemos que existía entre ellos algo sublime: “Tú eres la única
persona con la que he hablado de Dios, y de la muerte, y del sentido de la
vida, y de la culpa, y del sacrificio, y del amor”(Bajo...137).
Inconscientemente, Laura le atrae; conscientemente,
la rechaza porque quiere desviarlo de su camino. Seguirla, sería traicionar su ideal de vida,
cancelar sus obligaciones familiares y amistosas. Las que contrajo cuando
decidió quedarse en su tierra: el mito
del terruño. Concha Alborg menciona que esto es común en los personajes de las
novelas de Mayoral(184). Y que el quedarse representa disfrutar de la seguridad
que la tradición le proporciona tal y como comenta Germán Gullón: “La leyenda
proporciona una seguridad consoladora frente a la falta de absolutos” (66). Y
es también la falta de interés por lo que hace Laura, lo que impulsa a Paco a
quedarse, a no seguirla. No puede comprender que Laura abandone el hogar y al
padre, ya tan mayor y tan querido de todos. El hombre que no se casó por no
darle madrastra, aunque ella nos lo desmienta y nos diga que fue porque la
imagen de la mujer muerta, su madre, era demasiado poderosa. De nuevo dos
perspectivas en paralelo, dos acciones en defensa de su propio ‘yo’.
Y por eso nos ha
dicho Paco que arrancó el granado para que ella no le desarreglara la vida,
para que no lo llevara por un sendero contrario a sus ideas. Tuvieron sus
encuentros, incluso hicieron el amor en el hórreo a instancias de ella; se
casaron por separado; se comunicaron y se vieron en el pueblo con frecuencia.
Sin embargo, aunque lo del magnolio viene a ser otra intromisión de Laura, esta
vez la deja obrar; la deja que lo
plante. Para esta época la mujer de él
ya había muerto. Hemos de tener en cuenta que Laura dispone del habitat de Paco
como si fuera suyo; simplemente porque
lo fue y por aquello de que ella
pertenecía a una clase más alta y se creía con el derecho de disponer de la
tierra a su antojo. Haber sido propiedad de su padre y antepasados, parecía darle el derecho de hacer y deshacer
sin necesidad del consentimiento de nadie.
Las contradicciones y
ambivalencias siguen cuando él asiente que sí, que estuvo enamorado de ella,
pero que no le pidió que fuera su novia. Para novia eligió a Isabel su mujer, a
quien todo lo que fuera de él le parecía fenómeno; contrariamente a Laura que
siempre le recriminaba la falta de vigor para desarrollar su talento, para
hacerse arquitecto, para salir de la comodidad del pueblo y para experimentar.
Paco, ya viudo, y a pesar de todo, no
quiere caer bajo el embrujo de su presencia cuando su hija Maíta le propone que
Laura vaya a la finca para convalecer, a raíz de la muerte del marido.
Continuamente, cuando el momento de posible
reconciliación surge, él lo rechaza: nunca viene bien. Y es esa postura
ambivalente manifestada por sus acciones lo que crea la tensión de la novela y
por la que se estructura. Laura,
narradora metadiegética, nos afirma lo mismo: “Ahora siento cada vez más
fuerte la nostalgia de lo que dejé y de lo que pudo haber sido.” (Bajo...141).
El personaje se contradice porque ya nos había dicho que volvería a dejar el
pueblo. Este intercambio de posiciones carece de sentido, máxime cuando Paco le
pregunta a Laura si alguna vez se acordó de él; si la verdad es otra de la
aparente; si apostó tan fuerte en la primera decisión que ya no podía echar
marcha atrás.
¿Cuál es la verdad en
todo esto? ¿Estaba enamorada de Fernando, su esposo? La voz de Laura quizá
pueda servirnos de respuesta: “Pero como le vas a decir a una monja
enclaustrada que no hay vida eterna?” (Bajo...203). En otras
palabras, tuvo que seguir ‘su verdad’. A lo largo de su amistad, siempre ha
existido una especie de intercambio mental entre ellos, una omunicación que se
traduce en las semejanzas de los hijos: en personalidad o físicamente. Maíta es
prácticamente como Laura, aunque él lo justifica diciendo que fue la
convivencia la causa de que tuvieran gustos semejantes. El hijo de ella se
parece a Paco y nunca sabemos si fue producto del encuentro en el hórreo, “
ella se lo hubiera dicho” nos menciona Paco, o es pura coincidencia.
Paco atestigua a
favor de lo que la gente decía que él era el novio de Laura, aunque
mantiene la realidad de que nunca se
habían comprometido. Contrapone la falta de esta verdad al hecho de que su
mujer ya andaba enamorada de él de tiempos de la escuela. Por ella, nos dice,
si que hubiera dado la vida, cuando relata el incidente del perro. Sabemos que
Isabel se sentía celosa de lo que la gente contaba y de no haber sido ella la
protagonista de aquella anécdota. Era guapa, no de la clase social de Laura,
pero rica. Mujer que le dio sosiego y ocho hijos.
Los monólogos de Paco
van descubriendo esa especie de lucha que lleva consigo mismo, justificando que
a quien quiso fue a su mujer, pero con quien quiere conversar y estar es con
Laura. Esa contradicción interior le sigue toda su vida, a pesar de la familia,
de su éxito profesional y de su vida holgada. En la entrevista con Aurora
Intxausti, Mayoral le hace este comentario sobre los dos amores del
protagonista: “ Uno es de su mundo real, y el otro, del de los sueños”(2). ¿Es
esto lo que le ha ocurrido a Paco? Porque Paco, en el momento de contar la
historia, nos dice que va una vez por semana al cementerio y cada día se sienta
en el banco que construyó frente al magnolio para hablar con Laura. Con ella,
nos dice, se puede hablar de todo. Los dos coinciden en eso. Lo sabemos por medio
de la narración metadiegética de Laura narradora, al responder a Paco. Laura es
el otro lado, la otra verdad de ese amor que se manifiesta por la polifonía,
pero sin verse realizado. Bien podía encarnar al Paco que le falta a él: al
hueco que tiene por llenar.
Las dos formas de
vida, la de la generación vieja y la de la joven, se hacen obvias tanto en el
terreno social y profesional como también por el contraste hombre/mujer. Los
hijos de Paco son casi todos profesionales y muchos han estudiado fuera; aunque
ninguno le salió médico como quería, solamente el hijo mayor de Laura, que está
en América. Antes eran los hombres quienes llevaban vidas sexuales dobles o
fuera del canon, tal es el caso de Paco y sus escapadas para ver a Manuela;
ahora es Maíta, quien convive con un hombre casado. Paco nos da una buena idea
de lo que se esperaba del hombre y la mujer,
a través de su constante monólogo interior. Los varones podían echar una
cana al aire; las chicas eran diferentes, menos Laura. Y ahora Maíta, casi el retrato
de ella, Hay pues, ambivalencia del
proceder de dos generaciones. Esto no se desmiente ni se cuestiona, pero sí, la
supuesta hombría que todos asumen debe protagonizar el hombre.
La polifonía se ha
revelado por medio de un dialoguismo que contiene las interferencias de los tiempos, dependiendo del momento. Por
eso los hechos resultan diferentes; se relacionan con el cronotopo de la
historia que se relata. Las mujeres de la posguerra actuaban de una forma y las
de la democracia viven el momento de las libertades.
Mayoral nos ha
ofrecido un panorama de amplia libertad personal, mientras nos cuenta una
historia principal y muchas más. Según Roberta Johnson: “...proyecta unas vidas
modernas que también se encuentran atrapadas en una tensión entre las normas
tradicionales, restrictivas, y lo
moderno que quiere destruir las castas sociales y los papeles anticuados de los
sexos”( 63). Al mismo tiempo, la ideología de Mayoral parece adscribirse, según
García Rey, al convencimiento humano de: “La vivencia de la doble faceta del
ciclo vital del hombre __la universalidad del ser vivo en tanto hombre y la
particularidad de los individuos concretos que se encuentran inmersos en un
medio social especifico y agrupados en generaciones antagónicas”(221). Dentro
de este ser humano coexisten su propia dualidad, y una forma de vida
fragmentada. El discurso no es lineal; se nutre de la voz de muchos y de la
analepsis para incluir el pasado, la memoria, a fin de que tengamos una
historia interrelacionada. Y es precisamente por el monólogo interior y los
narradores, Inter o metadiegéticos,
como percibimos la polifonía de las verdades. Termina con un final circular que
nos lleva desde un encuentro de dos personajes en un ámbito y tiempo, a otro
posible reencuentro que puede ser, por parte de Laura, la aceptación de que se
equivocó al marcharse y por Paco a aceptar a Laura tal como era.
Y volviendo a la
pregunta ¿cuál es la verdad, intención o significado, por parte de Laura,
de querer plantar el magnolio si nunca lo va a
disfrutar o ver crecer? ¿Significa tratar de conocer la verdad, la verdad de la
vida, de una existencia que no parece tener sentido sino en la muerte? ¿Puede
ser que el magnolio sea simplemente, en términos posmodernistas, la imagen de
lo que debió ser, la vida de ellos juntos, pero sin compromiso?¿Representa una
solución fácil a esa controversia de vidas que aun amándose no pudieron vencer
las condiciones del tiempo y espacio? Quizá sea la materialización de un amor
que ya no hiere, ni quema, mudo, que no necesita o pide correspondencia
En el posmodernismo,
siguiendo a Linda Hutcheon (52), se crea un mito y se cuestiona. Aquí es la
leyenda de Paco frente a la de Laura la
que se cuestiona. También hemos presenciado las paradojas de sus vidas; Paco nos
ha expuesto al pasado para mejor comprender el presente y también, al comportamiento de unos personajes
dentro de una cultura en crisis.Hay retorno al mito y especialmente a la
búsqueda de lo real, de la Verdad. Creo
que el magnolio representa esa búsqueda, la verdad de ellos, la de si los dos
se negaron una convivencia por encima de los tiempos. Pero hay más: es también
la verdad que el posmodernismo persigue aunque nos quede abierta a
interpretación. Roberta Johnson asevera que “La narrativa de Marina Mayoral
rompe barreras literarias y sociales. Su hábil combinación de elementos
genéricos y técnicas narrativas cruza una frontera para llegar a un lugar en
que hay una plena libertad literaria al mismo tiempo que responde, de una forma
muy tradicional, al primer requisito de toda narración__contar una historia que
interesa al lector”(62-63).
Finalmente, será ‘la
mirada estética’, la mirada del otro, según Elsa Drucaroff al interpretar a
Bajtin, lo que nos complete la idea. “ El héroe es la totalidad creada por el
autor ¿‘Por qué totalidad’? En el pensamiento de Bajtin los humanos son seres
inconclusos, abiertos al devenir, sumergidos en una visión necesariamente
parcial y fragmentada, por egocéntrica. ¿Quién los completa, los une con su
mirada? Otro ser humano, un semejante, un otro”(89). En otras palabras,
el yo se construye con la mirada del tú. E insiste diciendo que los
humanos estamos todos: “Atrapados en la
cárcel de la subjetividad, sólo contamos con el prójimo que nos observa para
que se atenúe la prisión”(89). Al final, consciente e inconsciente, parecen
unirse por el deseo de Paco de habitar el magnolio con Laura, en un acto
sublime de liberación.
Después de leer Un
árbol, un adiós, nos llega repetida, y más redonda, la idea de la autora de
confrontar estas dos vidas que van en paralelo y no se unen. No se descubre más
en esta última, de lo que ya conocíamos en Bajo...solamente se reitera
lo ya sabido. La voz de Paco, sin embargo, se manifiesta de manera más amplia,
con una certidumbre de que lo elegido, el terruño, es sin cuestión su destino. Bajo
el Magnolio está más hecha, mejor pensada y enriquecida por el monólogo interior de Paco, que sus
precedentes Plantar un árbol y Un árbol, un amor.
Pero es sin embargo
la decisión de Laura de volver al cobijo del árbol, de la tierra, y la
introspección de Paco de querer saber la verdad o intención de querer
plantarlo, lo que ha unido las dos voces bajo el magnolio: uno ha podido
completar al otro. El final es inconcluso, depende del lector, del ser que lee
la novela, para poder juzgar en conjunto la verdad de la relación entre los
protagonistas. Bajo el magnolio es, según Antonio Valencia, “ Obra que
crece en las manos” (9).
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