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04 de Diciembre, 2013 · General

Puerto Rico: la distribución de fondos para la Cultura

La prensa del país da cuenta de la radicación en el Senado de Puerto Rico del Proyecto 409. El mismo se propone asignar $255,000 dólaresal Festival de la Palabra (FP) que dirige la señora Mayra Santos Febres. En el "Informe Conjunto del Proyecto del Senado" fechado el 9 de octubre del 2013 y firmado por Antonio Fas Alzamora se hace una relación que a nuestro juicio es incompleta y falta a la verdad.

El doctor José Luis Vega, Presidente de la Academia Puertorriqueña no endosó el proyecto: lo cuestionó; señaló el discrimen que significa el"privilegiara una respecto a las numerosas instituciones culturales que sobreviven en el país sin auxilio gubernamental o con un reducido auxilio; y advirtió el peligro del "patronato político" que este proyecto significa.
 

El Instituto de Cultura Puertorriqueña también guardó distancia, pues le recordó al Senado que la institución ya aporta $200,000 dólares a ese Festival. Como se sabe en los últimos cinco años, el gobierno ha aportado
 más de millón y medio de dólares al mismo 

El Informe Conjunto del senador NIEVES"destaca", en primer lugar, que este Festival (FP) es el "único" que ha comenzado en una ciudad (San Juan) y termina en otra (Nueva York). Ignoramos cuál pueda ser el mérito que vea en esto el gobierno de Puerto Rico. O si para hacer esto hay que gastar una cantidad tan escandalosa de fondos públicos Pero hay numerosas instituciones culturales que hacen lo mismo. El Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico, por ejemplo, celebra actividades en numerosas ciudades a todo lo largo de Puerto Rico, de San Juan a Ponce, de Mayagüez a Humacao, pasando por Caguas, Toa Baja, Dorado, Arecibo, San Lorenzo, Aguadilla, Vega Baja, Guayama y muchos pueblos más. Y sus organizadores lo hacen de forma voluntaria , sin cobrar sueldos.

El Informe Conjunto habla de la creación de empleos, mas no indica cuántos son, ni cuánto aportan a la economía del país o cuánto duran fuera de la semana de las actividades. También señala el Informe Conjunto que este Festival (FP) comenzó en el 2010. ( En Puerto Rico tenemos instituciones centenarias como el Ateneo Puertorriqueño, cincuentenarias, como el Grupo Guajana, instituciones que han servido, gratuitamente –subrayamos– a miles de puertorriqueños y que también han generado muchos más empleos y por tiempo extendido, como el Conservatorio de Música, el Centro de Estudios Avanzados, la Productora Nacional de Teatro, la Casa Aboy y la Fundación Nilita Vientós Gastón, la Feria del Libro, editoriales como Isla Negra, la Casa del Poeta y Los Libros de la Iguana, además de muchas otras instituciones musicales, folclóricas, artesanales, centros culturales, museos, editoriales, etc.

Pero nos preocupa mucho más la ponencia presentada por Mayra Santos Febres, directora del Salón Literario Iberoamerica y productora del Festival de la Palabra. Allí se miente al señalar que la Feria del Libro y el Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico (FIPPR) "tienen poca asistencia y poder de convocatoria". ¿Es poca asistencia llenar teatros universitarios y plazas públicas, como se ha hecho repetidamente en UPR-.Humacao, la plaza de Mayagüez y el teatro de San Lorenzo, por ejemplo? El FIPPR, sin la asistencia de la Legislatura de Puerto Rico ha celebrado tantas actividades como el FP, y ha podido traer del extranjero en un solo año hasta más de veinte poetas importantes de distintos países, desde Chile y Argentina, hasta España y Japón. 

¿Por qué entonces el empeño del señor Senador Fas Alzamora, y el Senador Nieves de seguir los pasos del anterior gobierno de Luis Fortuño privilegiando a una sola, y solo una, institución cultural? ¿Tendrá algo que ver la anunciada Junta de Directores que incluye a varias Empresas.

La situación económica crítica por la que pasa el país ha afectado a todas las instituciones culturales, tanto a las de trayectoria histórica como Ballets de San Juan, que recibió $50,000; la Academia de la Lengua – que recibió tan solo $10,000; Andanza, que cumple 15 años de labor ininterrumpida, que recibió $40,000 y que son instituciones que laboran TODO EL AÑO y cuya labor educativa y promotora de la cultura tiene una trayectoria incuestionable, llena de éxitos y logros en el área de la cultura.Frente a esta realidad es ineludible identificar y poner énfasis en la ayuda económica en aquellas instituciones culturales que trabajan de forma voluntaria.

La cultura
 solo se enriquece cuando es producto de la acción de innumerables participantes, fuentes y raíces. La concentración en una sola raíz o fuente es la manera más expedita de estrangularla.  Eso le han dicho al señor Senador, el Dr. J. L. Vega, de la Academia de la Lengua, Y los que suscribimos esta declaración.

 

Grupo Guajana,

Festival Internacional de Poesia de Puerto Rico,

Casa Aboy,

Editorial La Iguana,

Festival de la Joven Poesia Puetorriqueña

Revista Exégesis

Ateneo Puertorriqueño

Ediciones Puerto

Casa de los Poetas 

LETRAS SALVAJES  Prof. Alberto Martínez-Márquez

 

n/redacción: 

La injusticia en la distribución de fondos de apoyo para las actividades culturales, que claramente se expone en el presente testimonio - cuestión de "elecciones" que no son privativas del Gobierno de Puerto Rico- evidencian la liviandad con la que se reflexiona sobre el quehacer cultural y artístico en los ámbitos gubernamentales. El Fip de Puerto Rico, ha dado muestras palmares de un trabajo de alta calidad que promueve la poesía del país en el exterior y genera espacios de integración con el mundo, a pesar de los escasos recursos obtenidos como estímulo a su labor. Lo mismo puede decirse del grupo Guajana, cuya trayectoria lo hace un referente internacional para la poesía del país. Deseamos que las autoridades repasen lo actuado y actúen con justicia, promoviendo una distribución equitativa de los recursos persiguiendo el objetivo esencial de todo esto: el desarrollo cultural y el bienestar del pueblo de Puerto Rico.


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publicado por islanegra a las 19:02 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
21 de Noviembre, 2013 · General

En las letras, desde Puerto Rico


(Serie Libros valiosos encontrados en la espesura

David Capiello reflexiona sobre Comunión antropoética

 

Carlos Esteban Cana Rivera

 

El David Capiello que conversó conmigo acerca de su primer libro es diferente al David Capiello actual, director de Ediciones Aventis. El David que conversó conmigo iniciaba su etapa como escritor publicado. El David actual hizo del 2011 un año de logros en su empresa editorial publicando cuatro libros de autores tan diversos como Federico Irizarry Natal (Minoría  Absoluta), Jan Martínez (Trasunto de Transilvania/ El sur y su siniestra), Carlos Vázquez Cruz (Asado a las doce) y Jorge Volpi (Breve guía de la narrativa hispánica). También ha levantado un catálogo que cuenta con libros emblemáticos en la narrativa como La belleza bruta de Francisco Font y La vida a ratos de Christian Ibarra. Tampoco ha descuidado su propia obra con títulos que han despertado la curiosidad de la crítica: Casquillos (2008) y Mi sal (2011). Pero puntualizo, amigo lector, el David Capiello que escuchará es otro, aunque, en esencia, sea el mismo.

Sostuve esta conversación con David la semana después de la presentación formal de Comunión antropoética. Para ese primer libro Capiello contó con un grupo selecto: Carlos Roberto Gómez como editor, Rubén Ramos como fotógrafo, Sonia Marcus Gaia realizó  la invitación,  Janette Becerra y Carlos Vázquez Cruz la corrección. La mirada crítica durante el ‘bautizo’ del libro fue encomendada a Yaritza Aguilar. Antes, sin embargo, el poeta había compartido poemas de ese libro con estudiantes de la escuela superior Petra Mercado, en el pueblo de Humacao. “Si algo paga el ser escritor ha sido esa experiencia.” Me confesó en aquel momento cuando destacaba la capacidad de esos niños para enriquecer la lectura.

 

Para entonces los aforismos irreverentes de los Casquillos no estaban en el panorama. Aquella conversación incluso trascendió el contenido de Comunión antropoética y fue inevitable hablar sobre El Sótano 00931 (colectivo que gracias a Julio Cesar Pol se volvió a reunir recientemente en el Recinto de Ponce de la Universidad de Puerto Rico con motivo de los diez años de su fundación) ya que Capiello era uno de los integrantes más activos. Tampoco dejamos de lado sus inicios en la poesía, los autores fundacionales, y la narrativa que le dio a conocer en diversos certámenes. Cuentos  y relatos que esperamos ver algún día en libros.

 

David Capiello reflexiona en esta edición de En las letras, desde Puerto Rico, sobre Comunión antropoética.

 

En primer lugar puedes comentarme algo acerca del proceso. Esa travesía que convirtió Comunión antropoética en el libro que hoy tengo en mis manos

 

David Capiello: Lo primero fue el que yo me fuera para Minessota, porque me apartaba de El Sótano y me apartaba de mis amigos. El Sótano realmente nunca fue un junte de escritores, El Sótano éramos un junte de amigos, El Sótano no buscó gente para publicar una revista, El Sótano es el producto de un grupo de amistades que dijo vamos a publicar una revista, y lo hicimos totalmente conscientes de nuestra propuesta y a la misma vez con cierta prudencia cuando comenzábamos. Con el paso del tiempo me vi envuelto en tanta cosa, tantos eventos literarios, y entonces, de pronto, irme a Minessotta no fue perder la oportunidad de publicar en la revista, fue perder el contacto con mis amigos, con mi familia. De Minessotta me quedó mucho frío, mucha soledad, muchohomesick, porque el espacio era completamente desconocido, era volver al anonimato en todo el amplio espectro de lo que pudiera ser anonimato. Mi salida fue como una renuncia a regañadientes, a todo eso por lo que yo había trabajado y que por fin lo estaba viendo. Tener que irme fue una decisión bien fuerte.

 

Veo que el poemario tiene tres partes: la que le da nombre, Comunión antropoética; De cal y de arena; y Amor (A) tajada. Qué me puedes decir de esta estructura, de las partes del libro.

 

David Capiello: Hay poemas de cuando tenía 17 años. Yo estoy escribiendo desde los catorce años, desde el 96. Por recomendación de Janet Becerra, en vez de ordenar los poemas cronológicamente fueron organizados por unas tendencias temáticas. Es un trabajo de edición completo por el acomodo de unos poemas que a lo mejor no fueron tan intensos pero que así, estratégicamente distribuidos, le dieron  consistencia al texto, y le dieron esa tensión ni ascendente ni descendente, sino consistencia más que nada.

 

Hablemos de algunos de tus poemas

 

David Capiello: Pacto de palabras es un ars poetica y la columna vertebral de la segunda parte titulada De cal y de arena. Si te digo niña,  es un poema que subvierte toda la concepción de género. Se cuestiona incluso la expectativa de un rol. Cruzar la línea lo escribí estando en Minessotta, es un poema de los que me he enamorado. Panes y peces es la columna vertebral del libro. Corbatas,recitado, declamado, tiene el atractivo de la voz, de como la voz prima en el espacio performativo por encima del texto, pero eso no es un defecto del texto, es un defecto de nuestra lectura. En ese poema estaba consciente de que quería jugar con el sonido, que quería jugar con la presencia de la voz. 

 

Qué hay detrás de las páginas de Comunión antropoética

 

David Capiello: El deseo de establecer un lazo con el otro a través de la poesía. De convertir al otro incluso en dios, de verlo como dios hecho carne, de poder comulgar con ese otro tanto en lo cotidiano del pan. Como pasar por el proceso de transubstanciación con ese otro y poder ver también la carne como parte de esa comunión. Yo siento la necesidad con el otro.

 

Hay quienes comentan que el libro no es uno, sino tres

 

David Capiello: Son registros, tonos que están en la vida. Y todo eso está en nosotros, el discurso romántico, el discurso social, el discurso de lo metapoético, de las percepciones estéticas que tengamos, sobre la misma poesía, sobre la misma literatura. O sea, la vida completa es un texto y todos esos matices conviven, y no veo por qué tendría que dividir el libro en tres libros.

 

Háblame de tus comienzos

 

David Capiello: Yo empecé como cuentista, no sé que tanto me influyen pero mis primeras  lecturas apasionadas fueron con autores como Poe, Quiroga, Lugones y Borges… Siempre tenía conflicto con la poesía porque todo el mundo leía poesía, todo el mundo hacía noches de poesía, las bohemias eran de poesía, pero nadie tenía noches de cuentos, lecturas de cuentos, Por eso entro en conflicto con la poesía desde un principio, le tomo mala sangre, y entre otras cosas la poesía me parecía cursi, siempre me había parecido cursi.

 

Y con qué o con quién te tropezaste que te hizo cambiar

 

David Capiello: Con Vallejo. Es con Vallejo con quien me tropiezo. Porque para ese tiempo me  decía: “Bueno, pero algo tiene que tener la poesía que engancha tanto a la gente; algo tiene que haber en la poesía que no sea cursi; tenía que haber algo más que el deseo de lo bello.” A mí eso me parecía muy poca cosa. Entonces cuando me encontré con Vallejo pues yo dije: “¡Wao! Esto es bello pero hay un deseo por comunicar, un deseo por establecer una empatía hacia el otro”. Había incluso esa apertura visceral del poeta que no se esconde detrás del artificio, para mostrarse centro, para mostrarse firme; estructura, ¿no? Eso yo lo encontré en Vallejo.

 

Y después de Vallejo

 

David Capiello: Encuentro los poetas de la posguerra, encuentro a José Hierro, encuentro a Celaya, encuentro todas esas lecturas que son obligadas. Cualquier persona que lea a Vallejo y entienda el por qué Vallejo se fue a España, el por qué Vallejo cayó preso, y la influencia de todo lo que Vallejo significó tanto para hispanoamerica como para Europa. Si hay dos figuras que a mí me parecen inmensas dentro de la tradición literaria hispanoamericana son Vallejo y Huidobro, porque fueron los que cruzaron al otro lado, a enseñar que ya nosotros escribíamos y que ahora ellos tenían que aprender de nosotros. Figuras que demuestran que hispanoamerica ya es madura.

 

Y como llegas a tu pasión por escritores nuestros, como José María Lima o Angelamaría Dávila

 

David Capiello: En esos momentos me dije: ‘Bueno, pues si ya yo estoy leyendo a estos escritores, tengo que leer a los míos”. Y busco gente con ese tono, y me doy con la situación de que Vallejo es retomado por unos escritores del 60, entre ellos está Angelamaría Dávila y José María Lima. Y ahí olvídate. Lo que yo veo tanto en Vallejo, como en María Lima y en Angelamaría Dávila es que son hispanoamericanos. Y te soy honesto, escribo desde ahí, consciente de mi Isla, pero para mí el mar, más que una muralla de agua se ha convertido en una invitación al otro lado.

 

Tú tienes una mirada crítica acerca de la academia

 

David Capiello: Según en el mundo la guerra no se detiene, el neoliberalismo no se detiene, la muerte no se detiene, el hambre no se detiene, es estúpido ver que la academia siga en la postura en que sigue pensando que más allá de las cuatro paredes de la academia el mundo no existe, y que el mundo cobra sentido sólo cuando ellos lo teorizan. Es estúpido.

 

Cuando lees

 

David Capiello: Cada lectura tiene su espacio. Para leer como alimento, retroalimentación, generalmente de noche, porque soy una persona muy distraída. Y eso sí, no soporto el silencio de las bibliotecas. Pero entonces leo de noche con el televisor prendido, porque de alguna manera, no tengo las distracciones que en mi caso son más visuales, y tengo el sonido del televisor que me aísla de cualquier otro tipo de sonido que escuche fuera del apartamento.

 

Escribir…

 

David Capiello: Escribir, es algo que no decido, eso me decide a mí. Si de pronto tengo una idea y la escribo, igual la puedo dejar para trabajarla luego como igual la puedo empezar a trabajar. Recuerdo que una vez Mayra me pescó fuera de clase y me dice: “¿Estas escribiendo, verdad, cabroncito?”. Sabes por qué me pregunto si yo estaba escribiendo, porque llevaba dos semanas sin ir a clase. Entonces no es algo que yo decida. Ah, voy a escribir a esta hora de noche, con la musiquita de fondo. Es que me dan. Y es bien diferente la inspiración, porque no es que bajó una luz del cielo, golpeó mi frente y me preguntó: “Saulo, ¿por qué me persigues?” No. No es eso. Es que me llega la idea, la voy trabajando, hasta que me siento cómodo con la idea y estoy claro de pa’ donde voy, porque nunca me siento a ver donde el texto llega. No son las teclas las que me dictan el ritmo del poema. Ni es el escribir el que me lleva a cerrar un cuento.

 

Trabajas mucho

 

David Capiello: A lo mejor no trabajo sobre el papel, pero yo necesito hablar con los personajes como si los personajes ya fueran independientes a mí. Yo necesito incluso, a la hora de sentarme a escribir, tener la trama clara, tener sólidos y con carne mis personajes. Yo necesito incluso tener el tono, el oído para escuchar como ellos hablan, el oído para escuchar como ellos son presentados, el oído para yo saber quién es el que me va a contar el cuento.

Yo he tenido años en los que he escrito varios cuentos. No me considero una persona que escriba como un demente. Por ejemplo, Ray me dice a mí: “Ah, Capiello, esta semana escribí seis cuentos.” Vamos, eso es un cuento por día. Claro, también hay que ver la extensión. Yo considero que mis cuentos no son cuentos cortos. Incluso Luis Felipe dice que mis cuentos son pretensiones de novela. Básicamente lo dice por CODEAFA, pero particularmente en el caso de CODEAFA fue un cuento en el que yo supe del caso de la mujer que se prendió fuego en el departamento de la familia. Eso fue en enero y todavía en septiembre yo estaba compilando recortes de periódicos sobre ese caso. Entonces desde que yo digo quiero escribir sobre esto, hasta cuando me siento a escribir, habían pasado prácticamente ocho meses, nueve meses. Y después cuando me siento a escribir me encuentro con que quiero ir al correo a ver como funciona el correo, quiero ir al departamento de la familia para ver como es el espacio.

 

Entonces tú como escritor haces una lectura de tu entorno, de lo que te rodea… que importancia tiene para el escritor esa lectura…

 

David Capiello: No hay escritores si primero no son lectores. Y los espacios se leen, las personas se leen, las situaciones se leen. Como parte de mi trabajo como lector yo tengo que ir a esos espacios y leer esos espacios. Tengo que leerlos. Porque hay gente que dice: “Ah, tú haces investigación”, y entonces sigue esta pretensión de hacer esto tan solemne, tan profundo, tan serio. No, es simplemente vivir, yo quise ir a ese espacio, leerlo, vivirlo, entenderlo, decodificarlo. Eso es para mí parte de mi proceso y de mi responsabilidad como escritor.

Para mis poemas ya yo he hecho la lectura de lo que es mi propia vida. Y he hecho Mis lecturas de mis vivencias aportan temas, aportan contenido.

 

Crees, como Hemingway, que el escritor puede hablar de lo que no conoce

 

David Capiello: Claro, nosotros como escritores no tenemos que ser mujer para escribir desde nuestra idea de lo que es un personaje femenino. No habría que llevarlo al punto de acostarnos con un animal o con otra persona de nuestro propio sexo para de alguna manera acercarte, intentando entender esa experiencia. Pero me parece que todo lo contrario sería tan irresponsable, como decir que yo soy escritor pero no leo a nadie.

 

Cuando te metes con esos libros que resisten el paso del tiempo y son leídos por nuevas generaciones, cuando haces lectura de esos textos clásicos a los que llamas obligados, que dejan, que dan al David Capiello escritor…

 

David Capiello: Aportan estilo, aportan acercamiento, estructura y aportan diálogo. Mira que curioso, leer a Vallejo te convierte en un receptor, de Vallejo como portavoz. Pero cuando tú le contestas a Vallejo conviertes sus textos en receptores y en dialogantes, los conviertes incluso en narratarios. Es como que yo estoy hablando y hay receptores. Pero cuando digo hay  narratarios, se trata de este auditorio a los que yo les voy a decir esto porque quiero que lo escuchen como yo quiero que lo escuchen. Y ese juego se da con las lecturas.

 

Es decir, que esa lectura de tu espacio vivencial tiene que convivir con la lectura de esos textos que te preceden…

 

David Capiello: Las dos cosas tienen que estar ahí. Leer esos textos que me preceden es como tener vivencias también. No se qué ocurre cuando alguien lee un texto y no lo vive. De veras, no sé que paso ahí. ¿Por qué tenemos que seguir distanciando tanto una cosa de otra? ¿Por qué los textos están tan muertos? ¿Por qué esa necesidad de distanciar la escritura de lo vivencial? Y me preocupa porque se puede dar el caso en que mengüe el interés por la literatura, por la escritura y por la lectura.

 

Alguna vez te escuché decir: “Comunion antropoética es bien yo”, pero luego añadías que también en sus páginas habían otros… a qué te referías…

 

David Capiello: Ese primer libro es bien yo pero no tiene por qué implicar que no haya otro y que pueda jugar. Es bien lúdico. No es que una voz entra en conflicto con la otra, es que todas conviven. Es Girondo. Es Altazor. Soy el poeta y antipoeta, y habla con Huidobro y habla con Altazor, es eso. Y aunque mucha gente no lo quiere reconocer y usa como pretexto la misma poesía, pues yo, descaradamente, voy a decir: “Mira, no porque sea poeta me voy a escudar detrás de la poesía para decir que todos esos yo habitan en mí. Es que realmente ese soy yo. Y la poesía no es el pretexto, es que realmente así soy, y ahí está.” No sé por qué esta urgencia por querer ser consistente. Por querer caminar en línea recta, por querer decir: “No, yo me conozco.” Todas esas voces conviven. La poesía lo permite y realmente somos así. Incluso puede llegar el momento en que las mande a todas a la mierda.

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publicado por islanegra a las 18:48 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
28 de Agosto, 2012 · General

En las letras, desde Puerto Rico

 

Stefan Antonmattei y Gilberto Hernandez, dos escritores que honran el oficio.


por Carlos Esteban Cana


Este semestre se perfila interesante en la literatura puertorriqueña con las nuevas publicaciones de los escritores Gilberto Hernández y Stefan Antonmattei. Ambos autores se han caracterizado por su disciplinada constancia en el oficio. No han tenido prisa alguna por publicar estos títulos. Lo que, a mi modo de ver, muestra conciencia plena de lo medular e inherente a esta vocación. Con ninguna estridencia, sin prisa pero sin pausa, Hernández y Antonmattei se han labrado, con el transcurso de los años, un lugar propio en el panorama; desde esa artesanía constante de  crear y recrear lo escrito.


Escribir es una forma de mirar desde otras perspectivas la vida. A veces, en un sistema donde todo se cuantifica desde dólares y centavos, el Time is Money, parece a contra corriente con la escritura como modo de vida. Pero quien va contra lo que le dicta su alma se gana un boleto a la infelicidad perpetua.


¿Y qué se necesita para obtener formación en el oficio? Sin duda un acervo cultural, río caudaloso de formación personal y cívica, mediante la lectura de libros. Libros de todas clases, según el gusto particular. Las alternativas son infinitas: desde la narrativa de ficción, hasta lectura de temas especializados en psicología, sociología, historia, humanidades. Tampoco olvidemos la poesía y los clásicos. En fin, cualquier tema que a usted se le ocurra formular.


Pero acompañando ese acervo, que lentamente hace un total en la personalidad del autor, está la propia vida. Para poder describir, expresar con precisión un diálogo interesante, para transmitir matices de una situación climática en el párrafo de turno, hay que vivir con intensidad. En otras palabras, con los cinco sentidos en su máxima capacidad. No de otra forma se logra escribir.


A veces ocurre que los escritores trabajan en silencio. Las historias para manifestarse, en ocasiones, parecen tomar una ruta semejante a los ríos subterráneos. Están ahí, en la propia piel del escritor, pero para emerger tienen su momento particular, su kairós para nombrar un término filosófico. Y cuando salen y fluyen las palabras todo lo que parecía latente, casi  detenido en algún espacio neuronal o fisura del alma, adquiere relieve, nitidez y las letras se dibujan en el papel o en la pantalla.


Por eso, la presencia de dos libros de Gilberto Hernández (titulados La vigilia de Tannhaüser, y Estaciones sin memoria) y uno de Stefan Antonmattei (con el sugerente título de Erótica  con dos partes, la primera contiene 100 poesías, la segunda 60 páginas de cuentos contundentes), en medio del panorama literario boricua, colocan en primer plano lo que es tener verdadera vocación en el oficio. Mis respetos a ambos escritores por tal logro. En buena hora.


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publicado por islanegra a las 14:19 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
16 de Marzo, 2012 · General

Vistazo al panorama literario del 2011: lo que más me gustó en poesía

 

En las letras, desde Puerto Rico

Por Carlos Esteban Cana

En un año caracterizado por un alto volumen de publicaciones poéticas hemos disfrutado de un amplio espectro creativo. Desde la poesía destilada con paciencia, como si la emoción se añejara en la piel del autor, hasta propuestas que re-plantean el ejercicio de la lectura, ya no sólo desde el placer sino desde un lúdico juego conceptual, provocador de atractivos retos para el intelecto.  Entre esos polos se movió la activa producción de poetas que se dio en el 2011.

A continuación comparto con el público aquellos títulos que conmovieron al lector que soy, uno que no se cansa de buscar y nutrirse de la excelencia poética. Agradezco a los diversos editores, y a los libreros del casco urbano de Río Piedras, en particular a Alfredo Torres de La Tertulia y Arnaldo González de la Librería Mágica, por apoyar mi trabajo periodístico y crítico. De una forma u otra, diferentes personas pusieron a mi disposición gran parte de los poemarios producidos durante el año anterior.  

Por razones ajenas a nuestra voluntad no pudimos acceder a lo publicado por Atarraya Cartonera, un espacio editorial de valía en nuestro ambiente literario. Tampoco estaban disponibles los títulos más recientes de escritores importantes como Joserramon “Che” Melendes y Miguel Ángel Nater.  

Concluyo estas observaciones generales con una pequeña acotación. A diferencia de otros lectores que comparten impresiones en los medios -quienes se limitan a comentar solamente lo que llega a su escritorio- yo, por mi parte, busco todo aquello producido durante el pasado año. Por tal motivo establezco contacto con los diferentes integrantes de la industria del libro. Para hacer la tarea de forma responsable hay que proceder de esa manera, no de otra. 

 

1. Variaciones / Servando Echeandía / Folium -114 páginas

La excelencia poética en primer plano. Servando Echeandía, como bien apunta Noel Luna en las observaciones que acompañan el libro, se sirve de una conciencia cabal del oficio para obsequiar al lector una poesía seductora por la palabra precisa, el limpio uso de la imagen y el sosiego de metáforas luminosas en transparencia. Tres partes integran este poemario: Poética, Erótica y Retórica. Selección que recoge parte de su obra desarrollada entre 1976 y 1982. De particular interés resulta además la cronología que se incluye al final.

 

2. Viaje a los elementos/ Andrés González / Isla Negra Editores -75 páginas

Así como Echeandía, Andrés González no es de los autores que se andan pregonando en festivales, recitales o eventos relacionados. Ambos son poetas que trabajan como alquimistas en búsqueda de lo esencial de su poética. Viaje a los elementos, ejemplifica bien lo anterior. Integrado por El libro de Rá y El libro de los elementos, este poemario nunca es un libro abandonado porque una y otra vez el lector se ve tentado a volver. Es la poesía que invita incluso a leerse y degustarse en alta voz.

3. Zonas turbias / Eugenio García Cuevas / Ediciones Antrópodos -68 páginas

La más reciente entrega de un autor polifacético como Eugenio García Cuevas es un pequeño libro de poesía. Sin embargo detrás de las dimensiones físicas el autor regala una oda de contenido y forma. La voz del poeta espejea transito, la encrucijada del alma mediante un proceso de degradación y regeneración. La naturaleza en sus continuas mutaciones es materia prima en la confección del lenguaje.    

4. El imperio de los pájaros / Abdiel Echevarría / Editorial Vesarli@ -80 páginas

Consistente con su crecimiento como poeta, Abdiel Echevarría transita en este poemario por linderos míticos para registrar la trascendencia amatoria del cuerpo. Quien lee encuentra referencias, pinceladas enhebradas en versos que dan perfil completo al poema. Por eso alusiones a la civilización maya, a la mitología romana, al misticismo, a la cultura hindú, al concierto polifónico de escritores dan cauce adecuado a la lectura. Aquí nada queda incompleto, el poeta aventuroso y ambicioso pone a la mesa un mosaico armonioso. Con El imperio de los pájaros Abdiel Echevarría ofrece su mejor libro, hasta la fecha. 

5. Contigo he aprendido a conocer la noche/ Alberto Martínez Márquez /Arco de Plata Editores

El arte de la síntesis lirica lo domina a la perfección el poeta Alberto Martínez Márquez. Contigo he aprendido a conocer la noche se nutre de cuadernos poéticos realizados en diferentes etapas creativas, lo que ofrece un atractivo de contrastes y correspondencias. La poesía en dosis mínimas, piezas que conservan su esfericidad lírica sin necesidad de entrar en el aforismo.

6. Sobre la destrucción / Guillermo Rebollo Gil / La secta de los perros -55 páginas

Sobre la destrucción ejemplifica el discernimiento atinado de un autor cuando crea. Contenido, proporción y dimensión en las páginas de este poemario otorgan balance orgánico. Guillermo Rebollo Gil ofrece más que un daguerrotipo propio, una panorámica social y crítica del Puerto Rico contemporáneo. Con su particular uso del lenguaje urbano, que se nutre del spoken words, de los ritmos musicales e incluso de la combinación alternada del español y el inglés, el poeta afirma su propuesta en lo que Aurea María Sotomayor, en el prólogo, nombra como una poética nueva del poema político.

7. Mi sal / David Capiello-Ortiz / Ediciones Aventis -70 páginas

El universo del aforismo ha contado con dignos representantes en Puerto Rico como Julio César López, Félix Franco Oppenheimer y Fernando Cros, entre otros. Y ha sido David Capiello-Ortiz, entre los escritores contemporáneos, quien le ha dado vigor y relieve al aforismo, no tan sólo desde su obra, también desde su propia editorial. Mi sal utiliza el aforismo para desplegar un ars, una especie de manifiesto personal sobre lo que implica ejercer la literatura. A diferencia de otros autores, Capiello-Ortiz provoca indagando sobre supuestos, reformulando ideas, problematizando entendidos. Aquí el autor postula estéticamente la idea sin inhibición. Hace de la propia creación del aforismo un acto fehaciente de lo que postula. Mi sal invita a regresar a sus páginas.   

8. La actual fantasía de nosotr@s / Néstor Barreto / Colección Maravilla -120 páginas

Difiero de Harold Bloom cuando postula que una persona sólo adquiere personalidad con la lectura. Más allá del placer inherente al acto, también la lectura es un reto, provocación, a veces un acto lúdico, un ejercicio que, en muchos casos, no deja inmutable al lector. Y si un título representa eso en esta selección lo es La actual fantasía de nosotr@s. Néstor Barreto, en su forma particular de desencadenar la espesura del lenguaje pulveriza el concepto tradicional del nosotr@s. Mediante la fricción el poeta abole jerarquías. Lo que nombra mediante enumeración devela multiplicidad tras bastidores, anula simplificaciones, añade complejidad. Las vías presentadas dejan de ser las tradicionales y el guiño creativo se despliega en dinámicas de inclusión y exclusión.       

9. Segunda naturaleza / Alberto Prieto / Colección Maravilla -76 páginas

Alberto Prieto le propone al lector diversas rutas para acercarse al texto. La primera página titulada Recorrido (notas al asedio) ofrece coordenadas para acercarse de una forma u otra a los poemas. En Segunda naturaleza el autor construye imágenes que se nutren de la luz del día o el paso de las estaciones. El poeta con su mirada matiza la emoción en un lenguaje pensando, depurado, correcto.    

10. Tras la sombra de la luna / Ana María Fuster Lavín / Casa de los Poetas Editores -72 pág.

Balance y multiplicidad creativa es lo que encuentra el lector de Tras la sombra de la luna. Un boleto de entrada al universo poético de la autora de El libro de las sombras. Entre bitácoras y divagaciones,  despedidas y cartas, nocturnos y cierto lenguaje gótico que permea, culmina este poemario con la brevedad exquisita del haiku. Quien lee encuentra el mosaico apalabrado y artístico de una escritora en diálogo sosegado consigo misma, particularmente evidente en el gesto de pasar revista sobre su propia obra. Por todo lo anterior el verso y la metáfora incluso están disponibles para dialogar con otros escritores; Edgar Allan Poe, Amarilis Tavárez Vales, entre otros. En este poemario Fuster Lavín despeja sombras, se revela consciente de su propia poética.

11. Trashumante / Carmen Valle / Ediciones El Santo Oficio -85 páginas

Trashumante es puro dominio y confianza en el oficio poético. Acompañamos la voz lírica en un desplazamiento ágil y leve. Algo se queda en la mirada después de acompañar a la poeta en su tránsito. En estas páginas los lugares develados pernoctan de forma esencial en la memoria. La palabra precisa da presencia a las metáforas necesarias.

12. La flor amarilla del litoralPetra Camacho / Terranova Editores -94 páginas

Este flamante poemario inicia la serie Mitigación Eco-lógica de Terranova Editores. Dar belleza a lo que ya es bello de por sí es el logro de esta poeta-bióloga. La mirada se deleita con pinceladas apalabras en un lienzo repleto de flores amarillas y multicolores, habitantes silvestres del litoral costero, el arenal desértico o el pantano salobre. Asombra la capacidad de observación y la síntesis en cada prosa poética. La flor amarilla del litoral merece incluir en futuras ediciones fotografías.  

13. Trasunto de Transilvania /  / Jan Martínez / Ediciones Aventis -41 páginas

En prosa poética Jan Martínez traza la voz vampiresca mediante una serie de cartas, fechadas en un periplo temporal que trasciende límites cronológicos normales. Aquí la eternidad es un peso que se torna suplicio para el personaje redactor epistolar, Severino, que nos hace partícipe de su mundo íntimo. Todo lo amado se torna itinerante en estas páginas y la amada de turno es brisa, agua que se escapa entre las manos. El poeta logra transmitir peculiaridades, la atmósfera propia de una tradición que inicia en el siglo XVIII y que ha sido materia prima para infinidad de escritores y cineastas.

14. Canto al hermetismo / Carlos López Dzur / Colección Maravilla -75 páginas

Con tres partes muy acrisoladas Canto al hermetismo es una crónica-indagatoria sobre el devenir histórico que transforma. Aquí los hilos que mueven lo micro dan cauce a lo macro. El río desemboca en el delta del mismo modo en que se transforma en imperio una nación. López Dzur dota al lenguaje poético de cierto sustrato whitmaniano con el tono que utilizó Nietzsche en Así habló Zarastustra. Por lo anterior, el preámbulo, el ciego con la potencia de su voz y la sandalia perdida de una cenicienta escurridiza y mítica, armonizan un todo coherente -con matices, luces y sombras- aunque cada compartimiento tiene perfil propio. No es casual la referencia del hermetismo en el título, la voluntad del poeta es firme cuando devela circunstancias y motivos.  

15. Tambor de espuma / Félix Córdova Iturregui/ Isla Negra Editores/ 175 páginas

El poeta utiliza el tambor, el sonido y la palabra como metáforas del devenir, del tránsito del ser en un País donde la memoria y el olvido están a flor de piel. Aquí el ritmo del lenguaje provoca metamorfosis, y mediante los dinámicos senderos del sueño una celda se transforma en plaza. El péndulo creativo se mueve entre la negación y la afirmación. Cuatro partes dan textura al cuero de Tambor de espuma. 

Siete títulos más para quienes deseen continuar este viaje poético

16. Palabras en Santa María Magdalena de Pazzis/Jan Martínez/Publica. Gaviota -140 pág

Un hermoso libro donde el poeta conceptualiza la experiencia de la muerte. Uno de los lugares más emblemáticos del Viejo San Juan, el cementerio de Santa María Magdalena de Pazzis, y un acervo fotográfico impecable armonizan la belleza de este poemario.

17. Poemas de mis exilios/ Coqui Santaliz /Ediciones Patagónicas -45 páginas

Coqui Santaliz expone en este breve poemario los ciclos de su alma poética y exiliada. El viaje y la distancia fomentan versos, a veces complejos por la concatenación de imágenes, que tras lo fragmentario, adquieren lúcido y nítido perfil. 

18. Caneca de anhelos turbios / Raquel Salas / Editorial Educación Emergente-130 páginas

La palabra como recurso esencial para la supervivencia del ser. La calle, la sociedad, lo necesario ante lo vacuo. Caneca de anhelos turbios es contundente, da testimonio. La poesía como herramienta imprescindible.

19. Tiempo de los escarabajos / Ángel Antonio Ruiz Laboy / Editorial Erizo -68 páginas

En este poemario los cuerpos se encuentran y tropiezan con versos alusivos al encuentro y desencuentro. La voz lírica del poeta expresa en migraciones, retornos y relicarios un manifiesto existencial.

20. Minoría Absoluta / Federico Irizarry/ Ediciones Aventis-55 páginas

Quizás el aforismo final de la página 26 ha motivado juicios inmerecidos para este libro. El tono en estos aforismos a veces suena “rabioso. vengativo.” Sin embargo, esa crudeza del lenguaje, de tono acre como apunta Font Acevedo, afirma un ciclo creativo del poeta, en el que la voz plantea y replantea su praxis, a la vez que enjuicia.    

21. Imaginería/ Lynette Mabel Pérez/ Isla Negra Editores -62 páginas

Un primer libro que devela una voz femenina que se afirma. La indagación vivencial mediante un lenguaje fluido, pulcro. Prudencia en las proporciones, Imaginería hace alusión además a diferentes tradiciones míticas como recurso de quien pretende nombrarse.

22. El olor de la palabra rota/ Doris Melo/ Ediciones Carnaval -92 páginas.

La poesía de Doris Melo es un manjar para quienes gusten leer en voz alta la poesía. Se cuida de no ser cacofónica en los versos, ninguna vocal final de una palabra se traga a la otra inicial de la próxima. Esa cautela con el lenguaje salta y prevalece, aunque lo que ocupa estos poemas amorosos requiera síntesis.

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07 de Marzo, 2012 · General

Mario Antonio Rosa: el placer de la lectura o la poética esencial

 

En las letras, desde Puerto Rico (Serie En sus propias palabras)                          

por Carlos Esteban Cana

Este poeta regresó de México, lugar donde participó intensamente de la vida cultural, con un compromiso generacional hacia el País. Sentía, según él mismo lo revela, que en ciertos espacios en Puerto Rico la literatura se estaba convirtiendo en una tarde aburrida del viernes en un salón de fiesta. Por eso se dio a la tarea de salir de recintos académicos y de zonas metropolitanas y buscó, entre la diversidad, excelencia en voces creadoras que trascendían el compadrazgo y la norma.

Después ha viajado al escenario donde Lorca fundamentó el motivo de sus versos, y poco a poco, sin necesidad de padrino alguno, ha desarrollado una firme trayectoria como poeta. Libros como Misivas para los tiempos de paz, Tristezas de la erótica o Duelo a la transparencia deben figurar en la biblioteca de todo amante de la buena poesía. Paralelamente, este escritor ha desarrollado un estilo propio como crítico literario, que lo ha llevado a reseñar la obra de los principales creadores de los últimos 20 años. Oficio que le permite, además, comunicar con belleza y pasión lo que implica el ejercicio de la lectura. Mérito asombroso en una comunidad literaria donde muchos quieren ser leídos, pero en la que casi nadie, muy pocos, se dan al placer de leer y escuchar a los demás.

Su libro más amado le ha tomado 15 años para llevarlo a su punto final. El poeta se confiesa muy revisionista, por lo que no descansa hasta que la palabra exprese con exactitud lo que desea comunicar. Así, bajo esa exigencia autoimpuesta, comenzaron a surgir los poemas de este poemario en Kingston, Jamaica. Libro que desde su nacimiento, a mediados de la década del 90, no dejaba de retarlo una y otra vez. Tres lustros después, Kilometro sur llega a manos del lector. Por tal motivo, En las letras, desde Puerto Rico dedica esta edición al poeta, ensayista y crítico literario Mario Antonio Rosa.

 

Mario Antonio Rosa en sus propias palabras

Comienzos

Mi padre siempre me estimuló desde muy niño a leer. Mi papá era ingeniero pero antes fue maestro normal. La práctica de ingeniería la hizo en Cataño en una fábrica de motores aviones. Sin embargo él era un lector, disfrutaba muchísimo la lectura. Muchas de las asignaciones que me daban en el Colegio Nuestra Señora de Lourdes, las hacíamos juntos, especialmente las de historia y estudios sociales. Recuerdo que un día, que me asignaron buscar información sobre Gabriela Mistral, la gran poeta Premio Nobel, papi me ayudó con la enciclopedia y con unas referencias. Gabriela Mistral fue la primera poeta que me llamó la atención. Papi me dijo: “Sería bueno que transcribieras unos de los poemas”. Mi padre, que siempre me estimuló a que tuviera contacto con la lectura y la vida cultural, consiguió el libro que se titula Desolación, y yo transcribí unos cuantos poemas de ese libro. Y puedo decir que desde ese momento comencé a sentir un apego, una cosa instantánea hacia la poesía y la literatura en general.

Papi, que siempre me traía libros, llegó un día con un libro que se titula Romancero gitano de García Lorca. Y ese primer contacto con el Romancero me llevó a escribir poemas. Era poesía que utilizaba todo el tiempo la estructura del romance. Y ya a los 12 ó 13 años estaba haciendo poemas para mí. Siempre fui algo tímido para exponer mi poesía ante lo demás. A lo único que me atreví fue a escribir el poema de la clase graduanda 1984 en la Escuela Superior Rafael Roca de Naguabo. Si no me equivoco a la pieza le titulé Exodo y encomienda. Durante el transcurso, antes de que pasara eso, llegaron muchos autores a mi mesa de lectura. Llegó Neruda, llegó Rilke, llegó Heaney. Comenzó en mí una particular identificación con la poesía europea, la poesía de vanguardia francesa, la moderna, la poesía simbolista. Esos libros los compraba o papi me los traía, y con otros simplemente aprovechaba la hora de almuerzo y los leía en la biblioteca escolar. Esa biblioteca estaba al día gracias a la Profesora Peña y la misma estaba dotada de una buena colección de poesía. Después llegó también Vallejo, el creacionismo de Huidobro y Leopoldo Lugones.

Los que están inmersos en el placer de la poesía tienen una comunicación muy íntima con los libros. No se lee por leer. Hay mucha gente por ahí que lee por leer. Lo ideal es leer y sentir a la vez. Leer y visualizar lo que estás leyendo. Leer y sentir que no eres tú, sino sentirte el propio poeta y ver qué estaba contemplando, por dónde estaba caminando -lo digo en el plano espiritual y lo digo también en el plano terrenal-. ¿Qué estaba viviendo? ¿Cómo sería eso? Es como cuando tú lees el poema que le escribe Federico a Ignacio Sánchez Mejía, La sangre derramada. Tú cierras los ojos y lo puedes sentir. Puedes ver toda esa situación cuando el toro, prácticamente, masacra a Ignacio, lo mata en la cornada. Entonces tú ves todas esas imágenes como en una película. Siempre se da una situación de que tocas el libro y sientes lo que te puede decir. Si no te dice nada no lo debes abandonar, lo pospones hasta que llega el momento que ese autor, ese libro, te pueda decir algo. Yo digo que yo conozco a los autores, por ejemplo, cuando me encontré con el libro La estación violenta, ya yo conocía a Octavio Paz pero lo conocí mejor a través de ese libro. Es como un diálogo, como si nos sentáramos aquí, el autor y yo, y empezáramos hablar me dijera: “Mira, esto es lo que te quiero decir.” Entonces tú lo sientes, te estremeces, y en algunas ocasiones reflexionas sobre varios momentos de tu propia vida.

Yo crecí, como todo adolescente, con unos conflictos muy profundos, pero papi siempre me alentaba y añadía una cosa muy curiosa. Decía que no siguiera a la mayoría. “Tú nunca sigas la mayoría”, me decía. “Tú siempre lucha por ser de los pocos, porque ahí es que vas a encontrar verdaderamente el conocimiento. Hay muchas cosas que la vida misma te va a enseñar, pero si toda una muchedumbre va por un pasillo corriendo, tú no sigas también corriendo por ese lugar. Vete al pasillo donde menos gente halla y verás que siempre te vas a llevar muchas sorpresas.” Y echo de menos eso, echo de menos a ese hombre que era un sabio, y que en alguna época no supe valorarlo. A mami yo la adoro, de ella aprendí la verdadera filosofía del trabajo. Antes de casarse mami trabajó en el restaurante Bonaire que estaba ubicado, si no me equivoco, en la parada 22 en Santurce. Ella supervisaba a los mozos en el turno de noche, que era hasta la madrugada. A ese restaurante, que estuvo muy de moda, iban artistas como Silvia Rexach. Y ahí fue que ella conoció a Papi y después dejó de trabajar. En cuanto a que yo escribiera poesía mami no quería saber nada. Me decía que dejara esas loqueras, que eso era una porquería, por eso cuando papi y yo hablábamos de poesía lo hacíamos en el patio pero no delante de ella. Él me decía: “Si escribes poemas me los enseñas a mí, no se lo enseñes a tu madre.” Incluso una vez papi me dijo: “Haz una cosa, no tires a la basura esos poemas. Guárdalos y un día de estos, más adelante, siéntate y léelos de nuevo, reevalúalos, y entonces trabájalos. Pero nunca renuncies a eso.”

Mi proceso de seguir caminando en la poesía no fue fácil, se hizo muy difícil porque con la primera persona que tuve que luchar, en una época de mi vida, fue conmigo mismo porque no creía en mi trabajo. Quizás por la dinámica que tuve con mami. No sé. Ya yo me estaba identificando con una primera forma de trabajo que era el poema largo, me gustaban los poemas épicos. Trastocaba a Homero, pero te confieso que aún al principio no lo entendía. Aunque lo veía como una cosa tan maravillosa no lo entendía. Coqueteaba un poco con Paraíso perdido de John Milton, que es una de las propuestas más poderosa que se ha hecho en la historia de la poesía universal; del hombre frente a su yo interno, frente a su alma, y el acercamiento al universo en todos los planos. Entonces empecé a entrar en esos mundos de la observación interior, con una rebeldía que buscaba una liberación. Buscaba una identificación con la plenitud de la vida, con la plenitud del amor, con la plenitud de la libertad. Aquí hablamos de democracia y no somos libres. Vete un día y transita las principales avenidas por la tarde, para que veas que la gente está prisionera de su vida. A veces ni la propia familia proporciona un espacio de libertad y de realización. Y tú ves todo eso y notas que el ser humano no es libre. Por eso pienso que el poeta tiene que ser un ser humano completamente libre y los que estén compartiendo su vida tienen que comprender ese modo de vida, saber que esa libertad no se puede tocar. No es la libertad que conocemos de derechos, sino que es la libertad de acá dentro, de la esencia. Tiene que ser así para que uno, como poeta, pueda alcanzar o pueda aspirar a la cercanía de la excelencia.

La continuación del proceso: lo demoledor de la poesía

En el transcurso de mi liberación poética fueron capitales dos personas. Mi hermano Juan Antonio Rodríguez Pagán fue el primero, aparte de papi, que me dijo: “Esto vale.” Tuvimos mucho pulseo, muchos debates intelectuales, porque yo me resistía a publicar y él insistió, insistió hasta que llegó el momento en que me atreví. Por eso le dedico a él y a unos amigos inolvidables Misivas para los tiempos de paz. Pero fue Juan y Francisco Matos Paoli las dos personas que me enseñaron que yo tenía una labor que hacer y que esa labor conllevaba unos principios. No sólo se trataba de escribir sino que asumir la poesía era en su sentido esencial un acto de compartición y no un acto egoísta. Para asumir la poesía había que hacerlo con humildad. Y es así. No se puede ver la poesía como si fuera un juego de baloncesto, a ver quién mete más canastos de tres puntos, quién defiende mejor y quién es el mejor anotador. No. La poesía no es eso. En la poesía no se compite. La poesía es un proceso de compartición y un proceso de discernimiento continuo. Y cuando tú estás en un País como este, con la situación que estamos viviendo, la poesía tiene que ser un testimonio de verdad y un testimonio que permita despertar conciencias. La poesía no es pretender que me rindan pleitesía y que me hagan una estatua. No. La creación se da mediante un proceso colectivo, un proceso que se da entre todos. Por eso no debe existir esa actitud de egos en la que uno piense que el otro le puede opacar, que es un complejo que tienen muchos escritores aquí. Los egos hay que dejarlos a un lado.

En mi proceso creativo he explorado el ensayo y la dramaturgia pero el primer andamio se da con la poesía. Aunque trabaje en otros géneros siempre permanecen los elementos que nutren al poema. Siendo cartesiano por naturaleza, dudo, pienso y existo. Siempre tengo la duda presente en mis creaciones, esa duda de si el poema  cumple realmente con lo que yo quiero comunicar. Si no es muy hermético o soy demasiado denso. Cosas así. Por eso digo que mi proceso siempre es un proceso de observación. Cada día vivo no mirando, sino observando todo lo que me rodea. Las observaciones se hacen desde el corazón y no desde el intelecto, y esas observaciones te empujan a un título, te dicen un título, te nombran un título: yo quiero llamarme esto. Desde ese título, que es lo mismo que decir toda esa observación diaria, van surgiendo temas que adquieren cuerpo y forma. Temas que piden que hagas luz, que le des forma adecuada para comunicar. Incluso ocurre en el momento de escribir la columna en Claridad, en la que siempre trato de tener la frialdad propia y característica de los periodistas, pero como siempre parto de la poesía es inevitable que esa luz que da el verso y la metáfora no sea parte de la historia. No puedo excluir la poesía del reportaje de turno que esté realizando. El proceso poético esta inherentemente relacionado a la capacidad de observación y se logra cuando a la misma vez se vive lo que estás observando. Siempre lo resumo así. Incluso aunque el poema sea negativo, aunque sea de crítica, siempre hay una aceptación y una exposición de espiritualidad. El poeta es un ser espiritual lo quiera o no. Lo niegue o no lo niegue. En el mismo Nerval, en Rubén Darío, en Vallejo, Huidobro o en Nicanor Parra con toda su antipoesía, está el complemento de cierta unidad espiritual. Tengo una definición muy personal sobre lo que es espiritualidad y para mí es, sencillamente, acercarse a una expresión transparente. No necesariamente tiene que ser pura pero sí transparente, una expresión que permita libertad al propio ser y al ser con respecto a lo que le rodea. No hablo de la libertad que predican los proselitistas, ni la espiritualidad que se conoce de las iglesias. Sino de esa libertad que la misma expresión te permite y te hace capaz de hacerte un humano espiritual. Y esa espiritualidad personal de cada poeta no es algo en la que uno esté como flotando ajeno a todo, sino que también se traduce en la búsqueda de la verdad, por eso la denuncia. Y cuando esa expresión se logra de una manera exacta y perfecta, es demoledora. Por eso ciertos sectores rechazan tajantemente, temen y abominan esa verdad. Por eso para ellos la poesía es inaceptable.

 

Primeros libros

Mi primer libro se titula La soledad despierta, poemario que apenas menciono pero que marca el principio del proceso, cuando salía del caparazón hacia afuera. En ese libro se materializaba la conciencia de que tenía que aceptar mi relación con la escritura. Lo escribí a los 19 ó 20 años y señaló ese destino que teníamos la poesía y yo. Se compuso sin ninguna intención de unidad temática, pero son principalmente poemas de amor, poemas nerudianos completamente. Habita y cohabita el Neruda de Residencia en la tierra, el Neruda de Los sonetos de amor. Bajo el crisol de mi crítica actual, que es como un toro desbocao, yo diría que el poema que cierra y que da título al poemario, sería el único poema que sobreviviría. Incluso he pensado re-escribirlo, pero soy muy cauteloso a la hora de retomar un libro. Sería un proceso hermoso pero, a la vez, es delicado porque si uno le sigue puliendo, puliendo, como dice Miguel Hernández: “¡Dale, dale, ay, hasta la perfección!” podría convertir el libro en algo muy seco, muy estructurado. Por eso estoy alerta para cuando el mismo libro te dice: “¡Déjame!” Y ahí tú tienes que ejercer tu libertad, y decir: “Bueno, está bien, te dejo” Hay que dejarlo ir. Eso es parte del proceso.

Para el primer libro estudiaba humanidades en el Recinto de Humacao, de la Universidad de Puerto Rico. Y también para la época colaboré con Juan en un documental titulado Francisco Matos Paoli: la entrevista esencial. Yo estaba en calidad de libretista y fuimos un sábado a casa de don Paco. Estuvimos desde las diez de la mañana hasta las siete u ocho de la noche, y el impacto fue demasiado, podría nombrarlo como un verdadero acontecimiento en mi vida. A Juan Antonio y a Francisco Matos Paoli les debo mucho.

La amanecida, fue un segundo libro ya de carácter artesanal. Se divide en dos partes, la empírica y la que experimenta con el ars poética. La amanecida es un solo poema en 50 páginas. Versos chiquitos que son como cuenta gotas.  Lo hice bajo Ediciones Cundiamor.

Para esos años había comenzado a leer poemas en público, pero para nada había pensado en publicar de manera formal. Sí me había traslado a finales de los 80’s al Recinto de Rio Piedras y allí me encuentro con poetas como Eric Landrón, el primer Elidio La Torre, jovencito, con sus poemas de Embudo, Angelamaría Dávila. Y, sin embargo, el estar en ese recinto tan enorme, me hacía ser más reservado, aun cuando en Humacao yo había fundado una pequeña revista literaria llamada Aurora. Por eso Juan y don Paco fueron tan importantes en esa época de mi vida. También me inspiraron a seguir adelante los poetas de Guajana, específicamente Vicente Rodríguez Nietzche y Andrés Castro Ríos.

Acuérdate que yo estudié en una época, entre los 80’s y los 90’s, que la poesía era una práctica exclusiva de académicos. Era difícil acercarse a los poetas que ya tenían nombre, y recibir algún estimulo de ellos era casi imposible. Por eso es que muchos de los egresados de la generación del ochenta todavía tienen esa actitud. Y fue esa actitud la que nuestra generación, los que hemos venido después, fuimos rompiendo poco a poco, a marronazos. Esa pared era una pared enorme, y poquito a poco fuimos cambiando la cosa. En aquella época, que alguien que estaba comenzando se les acercara a esos escritores era como decirles malas palabras. Ellos creían, y algunos todavía lo creen, que para ser poeta hay que hacer estudios graduados y conseguir un doctorado. Y algunos de los poetas jóvenes que emergieron después y han logrado un poco de fama también cayeron en esa misma práctica. Por eso siempre tengo presente las palabras de Rosa Montero cuando dice que la fama es la manera más barata del éxito, y yo creo totalmente en eso. También hay otros poetas de los 70’s que son recalcitrantemente indeseables, en el sentido de que uno no se les puedes acercar si antes no te identifican; de no saber quién tú eres te rechazan. Es una mala práctica. El ego no puede nublar una conciencia literaria. O sea, si doy un taller de poesía no es para que me adulen, doy el taller para compartir y brindar el concepto de la poesía, el principio de la poesía. La mejor manera que un poeta tiene para sentirse fiel a sí mismo, sentirse más libre, más pleno, es brindando el conocimiento de libertad que la poesía otorga. Cuando hago un taller literario no lo hago queriendo hacer un club de modelos para pasarelas, y es ahí, en esas “pasarelas” que se adquieren malas actitudes y malas practicas; eso de que quítate tú pa’ ponerme yo, no tiene nada que ver con ser poeta. La competencia no es con nadie sino contigo mismo, con nadie más. Tú haces poesía, yo hago poesía y podemos caminar juntos ese amplio pasillo creativo. Y tú tienes tu estilo y yo tengo mi estilo. Pero pretender que el foco de atención esté todo el tiempo en uno, es algo absurdo. Completamente absurdo.

 

El poeta en pleno curso: Misivas para los tiempos de paz, Tristezas de la erótica y Duelo a la transparencia

Misivas para los tiempos de paz es integrado por poemas que recorren el estado de soledad del poeta, que es un estado necesario. La soledad como un planteamiento existencial del ser es un tema que yo trabajo desde diferentes aspectos. Hablo de la necesidad que tiene el ser de alcanzar esa verdad necesaria que permite al sujeto complementar muchas cosas que rodean su propia vida. Misivas para los tiempos de paz se ocupa del planteamiento político de 1950, en sus páginas también el lector encuentra la fascinación con los mitos bíblicos como el de Jonás y la ballena. Está el planteamiento del héroe en la Epístola para el Ché Guevara. Está el dilema del amor y está el dilema de enamorarse en la línea de piquete en una huelga obrera. Los poemas de este libro son tipo carta. Originalmente las piezas iban a ser todas contra la guerra, pero otros temas fueron ocupando la piel del libro. Vivencias acerca de lecturas y un re-encuentro con ese embrión cristiano, que estaba antes de la bohemia, antes de todo.

Tristezas de la erótica empieza a escribirse en el 2001, aunque se publica en el 2004. Y cuando la gente me pregunta por la razón del título les digo que la erótica aunque la relacionamos generalmente con el placer, con lo que llaman en inglés el glee, también esta asociada a la consumación de todos los sentidos. Son tristezas porque llega la ruptura con la persona amada, se rompe el cauce, se rompe todo y en esa tristeza se recuerdan esos momentos hermosos. Un libro estructurado, escrito con toda la intención de hacer una unidad temática que se da con naturalidad. Yo me propongo esa unidad temática pero después me olvido de que me la había propuesto. Ese libro recrea esos momentos de felicidad del cuerpo y del espíritu pero ya en un plano de completa soledad. Y en ese plano se recuerdan así, con tristeza. Irremediablemente esa es la emoción que te otorga la soledad para observar esos momentos. Tristezas de la erótica se ocupa de la relación que tuve con la que fue mi esposa.

Duelo a la transparencia es una búsqueda de una autenticidad de la palabra. Lo comencé a escribir en Guadalajara en 1997 y lo termino en Puerto Rico. Hasta cierto punto dialoga con el libro anterior. Es una continuación de lo que pasa después. En ese poemario intento retomar unos símbolos que había abandonado. Quería acercarme, a como diera lugar, a una expresión pura. Y tengo que reconocer que aunque en ocasiones esa ambición extrema pueda ser mala es también de deliciosa. Los temas del alma y el ser, el ser humano ante la vida, la soledad y la muerte, habitan las páginas.

Una anécdota curiosa con ese libro fue que tuvo dos portadas. La primera contenía una obra de una artista reconocida, que la editorial había asignado a mi libro sin problema alguno, pero hubo que retirarla porque la artista en cuestión protestó: era ella y no la editorial quien seleccionaba los autores que recibirían su obra. Finalmente se realizó una segunda portada con la obra del pintor dominicano Ezequiel Taveras.

 

El proceso creativo en el poeta o ese lugar fuera de la coordenada terrenal

La poesía en momentos se me da por las tardes. Hay otros momentos en que la plena luz del día me incita a escribir. Tanto Misivas como Tristezas de la erótica, son hijos del medio día y del crepúsculo. Misivas se daba siempre de medio día hasta por la tarde o la noche. Podía estar más de cinco o seis horas escribiendo, por segmentos o fragmentos. Sucede que un fragmento puede estar descansando una semana, dos semanas, o puede que lo siga al otro día. Me la paso haciendo observaciones durante el día y en otros momentos quedo en una especie de mutismo, callado, como si me fuera de la coordenada terrenal. Una cosa como que te hala hacia adentro, pero que cuando estás así vas viendo los versos escritos. Casi siempre hay silencio cuando trabajo la poesía, y también la trabajo con boleros o música clásica. Uno se transporta hacia un mundo interior, y me ocurre cuando estoy solo y también cuando estoy entre la gente. Así me pasa cuando escribo las columnas.

Estoy leyendo a Sylvia Plath. Me encanta. Murió muy joven, en el 1963. A veces estoy leyendo tres libros a la vez. Confieso que todo el tiempo leo poesía. Sí leo prosa, pero soy más selectivo. Por ejemplo, recientemente estaba leyendo un libro de Rosa Montero que se titula La loca de la casa que habla de la situación del escritor hoy. Habla de lo que es la literatura, de las traiciones que esta sociedad puede hacerle a un escritor.

El escritor, el verdadero escritor, volvemos, es un ser espiritual, aunque lo niegue. La moda en los tiempos que nos ha tocado vivir es de escribir y vender. Pero el verdadero escritor siempre tiene que buscar en cada obra que escribe, la navegación de su propia espiritualidad. No lo vacuo o pueril. Incluso es evidente hasta en los casos de aquellos escritores más renegados. La sensibilidad nutre la lectura, la lectura nutre la sensibilidad, la misma lectura incita al ser a la búsqueda. El escritor es una esponja y recibe del mundo exterior visiones que el hombre y la mujer cotidiana no pueden ver. El verdadero creador tiene el gran problema de que es doble y hasta triplemente más sensible que ese otro ser humano que es normal, que se dedica a comprar autos nuevos,  de llevar al detalle las cuentas bancarias, y que cada año termina en Disney con la familia. El escritor tiene el problema de que no puede limitarse a eso. Aunque tenga que sobrevivir haciendo todo tipo de trabajos, jamás podrá instalarse de forma completa. Incluso hasta en la rutina de dar clases se da la abstracción de lo cotidiano; se transporta uno y los estudiantes a otro mundo, a otro estadio, a otra dimensión tan terrenal y tan válida como la del hombre o la mujer que tiene otro oficio.

Siempre supe y me sentí identificado con la reseña crítica, pero no la reseña que enfatiza el elemento que solamente se ocupa de decir qué es feo y que es liviano en una propuesta literaria. Yo, sin embargo, busco una manera de develar al sujeto que está implicado en la propuesta creativa. Busco otras cosas a la hora de acercarme al género. La misión en las columnas es buscar lo que está detrás de esa obra y siempre hay algo que ese poeta, ese narrador o ese dramaturgo dice, comunica, revela con novedad, aunque estemos hablando de temas eternos y transitados en la literatura. No me voy por las vías tradicionales de la crítica. En cambio, trato de sintonizar con lo que expone el artista, y me doy a la tarea de hacer esa búsqueda del sujeto artístico en su propia obra.

Hacer crítica y análisis de una obra casi me susurra al oído cuál será el próximo paso que ese escritor dará en el futuro, y eso es algo maravilloso.

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03 de Marzo, 2012 · General

Artesanía y dolor en la poética de Alfredo Villanueva

En las letras, desde Puerto Rico

por Carlos Esteban Cana

La noche que conversé y conocí a Alfredo Villanueva fue memorable. A pocos escritores les he podido sacar tanto en una breve entrevista. Aunque esa visita lo instalaba nuevamente, de forma cercana, en el circuito literario del patio, Villanueva venía realizando su obra poética y cultural de forma consistente, desde mediados de la década del 80 en Nueva York. A la hora de acercarme a su hoja de ruta, encuentro que son referentes importantes títulos como El imperio de la papa frita, Pan errante o Mala Leche, por mencionar sólo algunos.

Esa noche, entre copas de vinos y un grupo selecto de amigos, la poeta Etnairis Rivera se refirió a Alfredo Villanueva como un escritor que luchaba con el tiempo con una especie de nostalgia; un creador que levantaba su voz, con cierto anarquismo, contra fundamentalismos de cualquier tipo. Y así es. Es evidente la irreverencia visceral en la poesía erótica de un artista que disfruta coleccionar cristales de diferentes lugares.

Pero no hablemos más, dejemos que el propio poeta nos hable de aquellas lecturas que le apasionan, del significado que le da a la poesía, de lo que implica ser escritor. Alfredo Villanueva es el invitado en esta edición de En las letras, desde Puerto Rico.

Alfredo Villanueva: Yo he querido escribir una poesía que yo llamo somática. Esto es que se escribe, como yo digo, con cuatro tintas. Siempre he dicho que yo escribo con sangre, semen, sudor y lágrimas. Digo que no es con el corazón que se siente, sino con el estómago. Porque cada vez que yo siento una emoción muy fuerte a mí lo que se me encoge es el estómago, no el corazón. Yo creo que para escribir hay que sufrir bastante, y si no se tiene una vivencia muy fuerte uno termina ensartando palabras que pueden ser muy buenas pero que no comunican. Porque el acto de la comunicación se da cuando la persona que lee siente que la persona que escribe le presta su garganta, le presta su voz para poder decir algo. El cumplido más grande que le hace un lector a un poeta es cuando le dice: “Me hubiera gustado escribir eso”, o “usted ha dicho algo que he sentido toda la vida”, “usted ha escrito algo por lo que yo he pasado”.

Yo digo que yo soy más Mallarmé. Para mí  es la flor que está ausente en todo el ramillete. La poesía tiene que ver mucho con las ausencias, con los vacíos, con los agujeros. Pero son ausencias que son presencias porque viajan con uno todo el tiempo. Uno no puede dejar de recordar, ¿no?  Para mí es muy importante. La poesía comienza en el cuerpo, no en la mente, no en el logos, en el soma. Una de mis líneas favoritas de aquella obra de Tenesse Williams es: No recuerdo el rostro pero las manos me son familiares. Nosotros somos un cargamento de trazas de otros que nos han impactado, y las cargamos. La ventaja del poeta es que puede recuperar esas trazas; y otros a través del poeta encuentran las trazas de ellos mismos.

Siempre he dicho, nadie se acuerda de un poema completo pero se acuerda de un fragmento de poema. Y ese fragmento del poema le estalla una y otra vez. Tú puedes estar 20 años después de haber leído lo que llamo un poema cursi Este domingo triste pienso en ti y de repente llega un domingo que estás tristes, piensas dulcemente en alguien, y ese poema te vuelve a salir, y tú te quedas como ¡Auch! te duele. Porque la poesía que es buena duele, duele por que es como un cuchillazo que le dan a uno, porque la memoria hace que uno recupere. Yo vivo obsesionado por fragmentos de poemas. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. La noche está estrellada y ya no está conmigo. No tiene que ver con el idioma,  es cualquier poema que tú hayas podido leer en el original. Tú te quedas con una de esas líneas y la llevas toda la vida contigo. Cuando menos tú lo esperas salta de nuevo y vuelve a ser vigente.

Cuando yo comencé a escribir aquí en Puerto Rico hubo una poeta muy famosa en su época del grupo Guajana, no era del grupo Guajana como tal sino que era la musa de los guajanos que me dijo que yo tenía que quemar toda mi poesía porque no estaba escribiendo poesía política. Yo no tenía la madurez para escribir poesía política. En ese momento Mercedes López Baralt me había regalado para mi cumpleaños un libro llamado Cuatro poetas españoles que tenía a Gabriel Celaya, a Blas de Otero, creo que a Alberti y a José Hierro. Y a ese yo le tengo que añadir un quinto que es Emilio Prado. Yo, de repente, encontré que eso me salvó… Me salvó de Darío y me salvó de Lorca, que yo creo que son las influencias más terribles que hay sobre todos los poetas. No porque sean malos sino porque uno los llega a imitar como esclavos. ¿No? Yo empecé por la poesía intimista. Después con mis estudios de literatura, Wallace Stevens. Sobretodo Wallace Stevens, más que nadie. Whitman, Elliot, el Dante que lo leí a muerte con un profesor de la Universidad de Puerto Rico. No se hablé de los simbolistas, Mallarmé, Verlaine. Pier Paolo Pasolini que mucha gente no lo ha leído como poeta. Yo tuve la suerte de que me obligaron a leer, casi a punta de pistola, a los herméticos italianos. Y para mí fue una revelación, Salvatore Cuasimodo, lo que yo llamo poesía seca, no poesía mojada. Poetas en los que triunfaba la imagen sobre la palabra. No eran sentimentales pero dolían muchísimo más. Unas cosas tan labradas, tan bien hechas, y no digo yo que eran cerebrales, es la imagen. Lo más importante es que uno tiene que decir algo. Escribir por escribir a mí me deja frío. Yo quiero comunicar, y yo creo que eso es lo que define mi poesía, la comunicación. Lo más importante en mi vida es que venga alguien que no conoce de poesía y me diga: “Yo sentí eso que usted escribió.”

A mí me han criticado mucho mi poesía homoerótica, por ejemplo, y sin embargo cuando yo leí sobre la muerte de mi compañero hubo gente que se atacó a llorar en el auditorio. Yo me quedé como ¡wow! ¿qué es esto? Y vino una señora y me dijo: “Gracias por compartir tu dolor con nosotros.” Porque la muerte no tiene sexo y es una experiencia universal. Y yo que he visto morir a tanta gente. El amor no tiene que ver con sexo. Cuando yo le escribo un poema a un cuerpo que tengo al lado, con el que he vivido por un montón de años y que todavía no conozco, pero ha quien ya le he jurado fidelidad o hecho un compromiso. Y lo digo así, aquí hay un extraño. Yo creo que todo el mundo, en los matrimonios, llega una noche en que se despierta y mira el cuerpo de al lado y dice: “¿éste quién es o ésta quién es? pero aquí me quedo. Ya no me queda más remedio. Aquí estamos. Ese conocimiento de que son dos extraños que van a estar juntos para siempre.

Cada libro es un libro muy especial. Un libro llamado Glimorio, que es un libro de magia y una gramática, ese es muy especial porque yo intenté universalizar mi experiencia. Es muy importante En el imperio de la papa frita, que es mi primer poemario político sobre la situación colonial de Puerto Rico. Pero, en realidad, cada libro es importante, y yo no dejo a mis libros atrás. Hay poetas que escriben y se olvidan del libro, y sin embargo, en mi caso, mis libros forman una secuencia. Cada uno añade a lo que han dicho los demás. En los recitales, por ejemplo, no puedo leer nada más que lo último, sino que tengo que leer un poquito de todo.

A Ana María le agradezco infinitamente que no importa lo escabroso que yo escribiese me ha publicado en Borinquen Literario. Yo creo mucho en el Internet. De hecho, tengo dos libros que no están publicados en papel. Se pueden bajar gratis del Internet, y mi intención, mi ‘mala leche’, como yo llamo a uno de los poemarios, es regalar la poesía. Porque ya me cansé de cargar con libros en la maleta. No hay nada más subversivo que decir: lo mío se reparte pero no es comercial. Ahí los editores se mueren. A mí me cuesta treinta dólares poner un libro en internet, lo puede bajar todo el mundo y en estos tiempos la gente puede entrar a las bibliotecas digitales. Como puertorriqueño, y yo lo proclamo a todo tren, es fascinante que me estén leyendo en diferentes partes del mundo. A veces me da gracia porque yo llego a Puerto Rico y se me conoce ahora. Pero hace tiempo se me lee afuera. Tengo contacto en todos lados y eso es muy importante

Primero que todo no creo en la vaina de las generaciones. No hay poetas viejos y poetas jóvenes. Hay poetas. Y yo creo que todos nosotros jamás dejamos de aprender unos de los otros. Yo todavía, cuando escribo y se me queman las pilas, agarro mis poetas y aprendo de nuevo. De manera que no veo el por qué de esta división artificial. A mí me encanta trabajar los nuevos o los que comienzan a formarse porque yo he cometido toda clase de errores en la poesía y sé dónde están en los peligros. El diamante hay que pulirlo para que brille. Tú escribes con inspiración después de estar tres días trabajando en ese poema… ¡Perdón! ¡Nada de tres días, toda la vida! Yo tengo poemas que escribí hace treinta años atrás que cuando los leo nuevamente los cambio. Y yo creo que es lo más importante. La artesanía es el alma del arte.

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24 de Febrero, 2012 · General

Reminiscencias del principio: los pasos iniciales de Carlos Roberto Gómez Beras, un Poeta-Editor.

En las letras, desde Puerto Rico:

 

por Carlos Esteban Cana

 

Fue con el paso de los años que Carlos Roberto Gómez Beras pudo cumplir su sabática autoimpuesta, a la que hace alusión al finalizar esta conversación. Cuando nuestras conversaciones fragmentarias iniciaron, Isla Negra Editores cumplía su primera década. Recuerdo que había conocido al Poeta-Editor en la presentación del segundo número de Taller Literario, en la Biblioteca José M. Lázaro, en el 1994. Si no me equivoco fue la narradora Nilda Soto Méndez quien nos presentó. Desde ese entonces coincidíamos en ferias, presentaciones y tertulias culturales. Y cuando se dio esta entrevista en El Viejo San Juan el respeto hacia su obra no era poca.

Por lo anterior sé que el mismo Carlos Roberto se sorprenderá de los detalles que la entrevista devela, sobre sus inicios como poeta y el desarrollo de la pequeña editorial que fundó a principios de los 90’s. Veinte años después, aquel proyecto generacional se ha convertido en un proyecto de dimensiones amplias que consolida su presencia regional caribeña con escritores y artistas de diversas latitudes del planeta. Con un catálogo dotado de 300 títulos Isla Negra Editores figuró el pasado año como invitada en la Feria del Libro de Frankfurt. Y el propio Carlos Roberto da el debido espacio a su poesía, después de años de silencio, con la publicación de su nuevo poemario, Mapa al corazón del hombre y la puesta en circulación de su antología personal, titulada Sobre la piel del agua.

 

Ahora escuchemos reminiscencias del principio, en la voz del Poeta-Editor.

 

Carlos Roberto Gómez: Realmente Isla Negra comenzó oficialmente en el 92 porque fue el año que incorporamos la editorial en el Departamento de Estado. Pero el concepto comenzó cuando publiqué mi primer libro. Yo escribo este primer libro, Viaje a la noche, y decido que lo voy a publicar porque se lo había entregado a un maestro querido que se llamaba José Emilio González. Y José Emilio lo leyó y dijo que sí, que eso era un libro, que se podía publicar y me hizo unas observaciones.

Viaje a la noche es un poemario de entrada, en el que estoy un poco reproduciendo el resultado de mis primeras lecturas serias. Las lecturas de Neruda, Vallejo, y, sobre todo, los poetas malditos franceses: Baudalaire, Rimbaud, que eran mis lecturas de literatura comparada. El texto es uno de corte romántico lirico, pero un lirismo bastante mediado por lo surrealista y el juego con las imágenes. Luego de haber pulido Viaje a la noche, cuando le incorporé algunas de las observaciones de José Emilio, me comunico con mi amigo Iván Figueroa, que ese momento trabajaba con una editorial que todavía existe, Publicaciones Puertorriqueñas. Entonces Iván pide permiso para que dentro de su tiempo y con el equipo de Publicaciones se le permitiera levantar este libro para uno de sus mejores amigos. Entonces se levanta el libro y lo enviamos al Pen Club. Lo levantamos en el sentido de que Iván y yo concebimos los dibujos, detalles de diseño, aunque fue Iván quien lo materializó. Recuerdo que en medio de todo eso yo le digo: “Mira, Iván, esto puede ser el proyecto de un proyecto. Vamos a llamarle a esto Editorial Isla Negra”. Pero como estábamos sacándolo dentro de Publicaciones Puertorriqueñas pues tuvimos que tranzar. Salió bajo el sello de Publicaciones pero bajo una colección que se nombra Colección Isla Negra. Y ese Premio del Pen Club fue mi entrada al mundo literario puertorriqueño, porque nunca había participado en ningún grupo, ni había tenido ninguna presencia destacada en ningún tipo de coloquio. Yo era completamente desconocido.

En términos literarios lo primero que hice fue que participé en el certamen de Contornos, la famosa revista Contornos; una experiencia muy bonita porque resulta que cuando llego a la Universidad yo no escribía. En mi familia sí había una tradición de escritores, pero casi todos son historiadores. Mi mamá escribía poesía y, en su tiempo, fue una poeta con algo de peso; apareció en varias antologías. Pero cuando entro a la Universidad yo no escribía. No era escritor joven. Lo que hacía era lo propio de los muchachos: jugar baloncesto, ir detrás de las muchachas. La literatura era para mí algo que recién estaba comenzando a descubrir.

Hay un detonante al nivel de escuela superior y podría mencionar la menor dos detonantes a nivel de universidad. El de escuela superior fue que ese último año, antes de entrar a la universidad, tomamos las pruebas del College Board. Salí mal porque yo no era lo que se conoce como un estudiante sobresaliente, al menos no en ese nivel. Yo era un estudiante promedio. Entonces el director de la escuela llamó a mi mamá preocupado y ella fue y allí me puso en cintura al frente de todo el mundo. Ya entre los dos me dijo que yo tenía que ponerme sobre mis ruedas para entrar a la Universidad. Entonces me acuerdo que llegó un maestro a la escuela. Se llamaba Melvin Torres, y entró como maestro nuevo de español. Me acuerdo que empezó a darnos una clase de español muy interesante, y me identifiqué mucho con él por su forma de dar la clase. Podríamos decir que me convertí no en su mejor estudiante pero sí en uno de sus más insistentes. Y me di cuenta que yo podía funcionar bastante bien dentro del mundo del español y de la literatura. Así que esa primera experiencia con ese maestro como que me empezó a inclinar hacia eso. Pero todavía yo no escribía poesía ni nada.

 

Cuando entré a la Universidad, que entonces experimento la vida universitaria con todos sus matices,  supuestamente iba estudiar dentista porque en mi familia había una gran tradición de dentistas. Pero al segundo año decidí que no iba a ser dentista, que yo iba a ser abogado. Mi mamá era abogada y también en mi familia hubo abogadas. Lo de abogado iba un poco más serio porque me transferí a Ciencias Sociales, y en ese tiempo ya había empezado a escribir poesía.

 

Era mucha poesía la que me salía. Era como si tuviera una necesidad de comunicar algo. Y me di cuenta que la mejor forma de lograrlo era a través de la poesía. Entonces empecé a escribir cosas que creía que eran poemas. Me salieron ciento y pico de cosas, un montón de cosas. Y yo andaba siempre con mi mazo debajo del brazo buscando víctimas. Cualquiera que veía con cara de buena gente le decía ‘ven acá’, y le espetaba uno. Y a los maestros los tenía locos. Me acuerdo que fue de esos primeros poemas que envié algunos a Contornos. Esa revista era el primer espacio que encontré como escritor. Entonces recibí una notificación de que no me habían aceptado los poemas, y eso para mí fue una gran tristeza. Yo dije: ‘Pues…’ pero algo me decía que llamara. Todo joven escritor piensa que ha escrito algo así como Cien años…, y que lo que tiene es lo más importante. Entonces llamé para ver si me podían, al menos, devolver los trabajos. Y cuando lo hice me dijeron: “Pero es que no podemos devolverle nada porque usted está incluido en la revista”. --“Pero yo recibí una carta”. --“Ah, no, eso fue un error”. Y resultó que estaba dentro de la primera selección que se hizo, y para mí eso fue como que ¡wao! El director de la revista era Pedro Santaliz. Luego con el tiempo me enteré que la revista se había convertido en la publicación del Cuadro de Honor. Creo que llegué a publicar en Contornos como dos veces.

 

Mientras tanto ya estaba en Ciencias Sociales, y allí fue que ocurrió el tercer gran evento, que, tal vez, fue el más grande de los que me inclinaron hacia la literatura de forma total y obsesiva para el resto de mi vida. Sucedió que me quedaba un semestre para graduarme en Ciencias Políticas, entonces enviaron unas instrucciones de que los que iban a entrar a Pre-legal tenían que tomar unos cursos en humanidades. Y me pusieron en un año a tomar lo clásico: música, arte, filosofía y literatura. Lo cierto es que como tal, hasta aquel momento, nunca había tomado un curso de literatura, y el maestro que me tocó fue José Emilio González. Así que durante un año tomé clases con José Emilio. Y cuando terminé ese curso me acuerdo que salí de la clase, fui al Departamento de Ciencias Sociales y les dije: “Yo me quiero cambiar de concentración”. –“¿Pero tú estás loco, si lo que te queda un semestre?.” --“Yo me quiero cambiar.” Me dijeron: “¿Hacia donde?”. Yo dije: “A literatura comparada.” Y me preguntaron: “¿Qué es eso?” Porque no era un Departamento muy conocido. Y contesté: “Yo no sé, pero ahí es que me quiero cambiar”. Y entonces ahí me metí a Literatura Comparada.

 

Y eso ocurría mientras yo iba haciendo esta amistad entre comillas, amistad entre maestro y estudiante. Porque José Emilio tenía su particular forma de hacerse amigo. Él era duro con los estudiantes pero sabía por qué. Yo de vez en cuando le llevaba poemas y un día le dije: “Yo quiero enseñarte un libro. José Emilio, yo quiero que tú leas esto”. Entonces le entregé ese mazo de poesías, se lo llevó, regresó un día y no me acuerdo exactamente de las palabras pero en síntesis dijo que aquello era una mierda. Me dijo: “Esto no sirve, esto es una porquería.” Imagínate como lo tomé, durísimo porque yo tenía toda esa cosa, toda esa producción. Sin embargo descubrí algo bien importante en esto: que yo había estado escribiendo pero no había estado leyendo. Y que si quería ser escritor debía ser primero lector. Entonces empecé a leer poesía, lo que no había estado haciendo. Estuve un tiempo largo leyendo, solamente leyendo poesía. No escribía nada. Empecé a leer y a descubrir otras cosas, otras lecturas. A repasar lo que había leído, entonces ahí fue el encuentro con Baudelaire, Neruda, sobre todo el Neruda de Residencia en la tierra que es mi favorito. Vallejo, la poesía latinoamericana. Y entonces me senté a escribir un libro, no a escribir poesía, sino a escribir un libro. Y desde ese día, los cuatro libros escritos hasta la fecha han nacido libros. Hasta este momento siempre me ha funcionado escribir libros, ya nada de poemas sueltos. Me senté y empecé a escribir Viaje a la noche en sus partes. Lo que concebí fue un viaje hacia la experiencia amorosa, y lo dividí en tres partes: primero el motivo, después el viaje, concluí con el naufragio y lo armé. Entonces ahí surgió un evento importante que fue el certamen de Tríptico, que en ese tiempo estaba capitaneado por Zoé Jiménez y Rubén Moreira.

 

Tríptico era gente que se habían separado de los escritores vinculados a Filo de juego y crearon Tríptico, que después de revista se convirtió en certamen. Fue un certamen espectacular. Casi toda la generación del 80 estaba participando. En términos de lo que fue la generación del 80, fue bien significativo porque conformó a la generación. Después Tríptico se convirtió en una editorial. En el certamen participaron ciento y pico. Yo envié la primera versión de Viaje a la noche. El primer lugar lo ganó Mayra Santos, y yo gané un segundo lugar compartido con Edgardo Nieves Mieles. Entonces cuando me gané ese segundo lugar, como que me di cuenta de que había algo interesante, entonces me atreví a llevarle no un mazo de poemas a José Emilio, sino ya un libro, ese libro. “José Emilio -le volví a decir- aquí tengo un libro”. Se lo llevé. Entonces pasaron dos o tres semanas. Silencio total. Un día me llamó y me dijo: “¡Carlos Gómez, esto es poesía!”. También yo se lo había enviado a don Manuel de la Puebla, que rápido me había comentado: “Es un libro excelente. Te felicito”. Entonces ahí es cuando lo trabajo con Iván. Como ya te dije, le dimos carácter de libro y lo enviamos al Pen Club.

 

Lo envío al Pen Club. Y como pensábamos hacer un sello editorial le saqué un box para el sello. Sacamos uno cerca de lo que fue la librería Bell, Book & Candle. Pero a mí se me olvidó ese box, nunca buscaba la correspondencia. Sucedió que un día estoy caminando por los pasillos de comparada, y me acuerdo que vino Ruben Ríos, o Gelpí, y me dijo: ‘felicidades’. Yo no sabía por qué me estaba felicitando, será porque era navidad, pensé. Entonces sigo de frente y me encuentro con Ana Lydia y me dice lo mismo: “Carlos, felicidades, ese premio, que bueno”. Ahí fue que le dije: ¿De qué tú me hablas? Y yo, ¡qué! ¡No puedo creerlo! Ese mismo día me picó la curiosidad y fui al box y ahí estaba la carta que notificaba que había ganado el Premio de Poesía del Pen Club. Había llegado hacía como una semana. Fuimos a buscar el premio y fue muy interesante el laudo porque el jurado estaba integrado por gente de varias generaciones. Julio César López, que fue el jefe del jurado, me comentó que cuando mi poemario llegó, ya ellos habían descartado otros poemarios. Pero cuando él recibió mi poemario y lo leyó, dijo: “No. Esto es distinto”. Entonces se lo pasó a los otros, y los demás integrantes del jurado dijeron que era el 1er premio.  Después todo el mundo preguntaba: “¿Pero quién es él?” Porque nadie sabía. Yo era un poco conocido sólo entre la gente de mi generación, que en ese momento éramos los soterrados, y que en realidad nos conocíamos entre nosotros. Yo conocía algo de Mayra, de Edgardo. Pero acuérdate que contrario a Mayra, a Edgardo, a Rafa Acevedo, a esa gente de los 80’s, yo nunca participé de ninguna revista, de ningún grupo. Yo caí directamente al certamen de Tríptico, y de hecho cuando llegué a ese certamen también empezaron a indagar sobre quién era. Un día Zoé Jiménez Corretjer me llamó. Ella quería saber quién era yo, que nunca me había oído. Porque yo nunca había estado en ninguna revista de esos grupos. Y después pasó lo mismo en el Pen Club. En esa ocasión la curiosidad fue mayor porque los finalistas de ese año eran escritores ya establecidos que tenían varias publicaciones, e incluso habían ganado premios. La pregunta entre el jurado era obvia: ¿Vamos a darle el premio a una persona completamente desconocida? Entre los finalistas, yo era por mucho el más joven. Todos los finalistas eran de la generación del 70 y del 60. Entonces a la luz de ese premio, la gente empezó a acercarse y preguntaban quién me había hecho el libro. Pues lo hicimos entre Iván y yo, contestaba.  Y como comenzaron a preguntar por Isla Negra usamos ese primer libro como un trampolín para presentar el proyecto editorial. Publicaciones Puertorriqueñas siempre entendió que era un proyecto que Iván estaba haciendo y ellos cedieron como buena voluntad su sello.

 

Yo me atrevería a decir que mi premio debió haber sido de los primeros que recibió algún integrante de la generación del 80, a nivel de ese tipo de premio, a nivel nacional. Y sin duda había otros poetas, Edgardo con Mairena, creo que el mismo Rafael Acevedo había tenido un libro finalista con Casa Las Américas. Ya después Isla Negra se convierte en una especie de paladín de la generación. Siempre he visto que la editorial inició precisamente como un proyecto de generación. Mi principal compromiso era con mi generación pero lo que ha pasado es que lo he ampliado.

 

Inmediatamente después de ese primer libro, Viaje a la noche, escribo tres libros. El segundo se titula La paloma de la plusvalía, el tercero Poesía sin palabras, y el cuarto se llama Animal de sombras. Y son tres libros escritos sucesivamente. Terminé uno, completé otro y luego otro. Cuando los publiqué tomé la decisión de reunirlos en un sólo volumen y titularle La paloma de la plusvalía y otros poemas para empedernidos. Pero adentro están esos tres con Viaje a la noche; los concebí como libros que se pueden leer separados.

 

Para la época ya Isla Negra es un proyecto un poco más maduro y tomo la decisión editorial, como te mencioné, de publicarlos en un solo volumen en el 96. La realidad es que no le presté atención editorial a ese libro, un poco en casa del herrero cuchillo de palo. No lo envié a ningún certamen, no hice nada con él, sino que lo empecé a correr entre los amigos y entre algunas librerías. Casi cuatro años después fue que decidí presentarlo oficialmente. Sin embargo, se empezó a correr la voz, la gente empezó hablar un poquito de libro. Pero la publicidad grande se generó cerca del 2000 cuando lo presenté junto con un pintor dominicano que se llama Ezequiel Tavera. Sin embargo la gente había empezado a leerlo, y el libro tuvo una vida editorial interesante pese a mí, pese a que yo no hice todo el esfuerzo que pude haber hecho.

No he escrito más nada. Tengo proyectos que hace años los tengo ahí comenzados; unos cuentos comenzados, una novela… Quiero volver a escribir y lo haré, ya sea que me tome una sabática de verano autoimpuesta. Eso implicaría limitar los proyectos en verano a cero. Ya una vez hicimos una moratoria, podemos hacer otra. Yo no voy a tocar libros de otros y voy a trabajar en los míos. Eso me gustaría mucho, porque a la verdad que lo necesito.

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29 de Enero, 2012 · General

Mairym Cruz-Bernal

 

Puerto Rico 

Si te cortaran las manos

 

 

                  Después que una ha muerto

                  cómo quieres que responda a esta pregunta?

 

Mis manos cortadas jamás dejarán de escribir

sin mí, escribirán mejor

vueltas alas, no necesitarán mis pies para andar

vueltas palomas, no necesitarán de mis ojos para elevarse

vueltas corazón, no necesitarán de los dedos para la caricia

 

Podrán cortarme las manos

pero mi lengua seguirá cantando

 

Podrán arrancarme la raíz de la tierra

pero mis manos cortadas

dibujarán en tu pelvis

los contornos de un nuevo país

 

Brindo con mis manos cortadas

la copa de luz de tu mirada

 

Vuelta risa

mis manos saltarán a carcajadas

emitiendo el eco a través de las líneas finísimas

de un universo holográfico

hasta llegar al Valle de la Luna

donde espera el hombre que amo

 

Voy a cantar hasta rajar el cielo con mi canto

 

No existen ejércitos humanos

ni fuerzas militares

ni gobiernos de turno

que puedan tapar el canto de mis manos

 

Desde Safo, Cleopatra, María de Magdala

mujeres de manos y vientres

hijas del mar

 

Tengo por herencia

manos inquebrantables

manos adúlteras

dadas a la caricia de toda piel

 

Manos manchadas de esta tinta menstruante

 

Manos que no claudican la batalla

la batalla dulce de tu cuerpo con el mío

 

Manos que le nacen dedos

dedos que le nacen hijos

hijos que le nacen ríos

ríos que inventan puentes

manos que echan raíces y son ramas

y le crecen árboles

árboles que dan nido a los pájaros

pájaros que una vez fueron ángeles

y dejaron a dios sin paraíso

 

Ah mis manos cortadas

sobrevivirán mi nombre

 

Tal vez si fuera hombre

sabría cómo contestar a esta pregunta

 

Pero mis manos son mujer

y hace ya mucho

se han desprendido de mi cuerpo

                                                                            

poema que cierra el poemario Cielopájaro - Terranova, 2010

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20 de Enero, 2012 · General

La poesía necesaria de Magaly Quiñones (Segunda parte)

En las letras, desde Puerto Rico

Un verso creando lo creado

 

por Carlos Esteban Cana

 

 

De colores y versos

 

Ahora que el sol desgrana su alimento

y la tarde se escapa,

háblame en verde, amor,

desnúdate y florece en cada hoja,

cuéntale nuestro amor a la montaña.

 

Ahora, que el sol desangra

por los acantilados de mi cuerpo,

por los jardines de mi entraña,

bésame en verde, amor, -verde espesura-,

recógeme en la umbela de tu pecho

y enlaza mi cintura con tus lianas.

 

¡Suéñame verdiflor, sé tú mi verdiagua! .

Piénsame verdiamor,

borda renuevos y despierta al jilguero

que aprisiona tus sueños en mi almohada.

 

¡Y, háblame en verde, amor,

háblame en verde!.

Los desiertos se esparcen,

los cielos se desgajan,

las aves se refugian en las ramas….

Sobre el lomo escamoso del lagarto,

bajo la luna trajeada de plata,

alárgate en mi flor,

¡que no haya invierno, amor,

que no haya invierno!

¡Enciéndeme de amor!

 

Ahora que el sol desgrana,

y estoy aquí, a tu lado,

prendida, florecida, acurrucada,

¡trae colores y versos a mi alma!.

 

Desconozco si el poema que inicia esta segunda parte de En las letras, desde Puerto Rico, dedicada a la trayectoria de Magaly Quiñones, será incluido en su nuevo poemario titulado Cuerpo a Cuerpo. Según tengo entendido ese libro está conformado por poemas breves,

algunos de los cuales se acercan a la forma del haiku. Y es que la poeta se sigue acercando, quizás con más intensidad, a la brevedad y a la concisión. Por eso sería bueno preguntarle si De colores y versos, que no va necesariamente en esa línea, será el primer peldaño para otro libro.

 

En esta segunda parte Magaly nos explica sin rodeos las columnas que estructuran su poética.

En un periodo de 20 años, a partir de 1989, Quiñones ha publicado cuatro libros: Razón de lucha, razón de amor (1989), Sueños de papel (1996), Patio de fondo (2004) y Poemas de pasión y libertad (2008). Como la primera parte, antes de entrar en cada título hemos incluido una pieza del libro que nos ocupa en ese momento. También hacemos un espacio para dialogar con la poeta sobre la escritura para niños. Tres libros ha dedicado Magaly para los más pequeños:

Mi mundo: palabras de niños (2004), Poemas para los pequeños (2006) y Quiero una noche azul (2007). Quiñones además adelanta algo de sus proyectos futuros.

Aún cuando su último libro, Poemas de pasión y libertad, ha tenido una circulación limitada,  refiriéndose al mismo, el crítico Ángel Aguirre ha expresado: “Cada nueva lectura de este rico poemario revela grandes aciertos y deslumbra con insólitas sorpresas en ese mundo sentimental. Magaly Quiñones, indudablemente, ha entrado plenamente en su mejor

etapa creadora; madura y selectiva en el manejo de la palabra desnuda y definitiva.” Yo, que he tenido la oportunidad de leer cada uno de los libros de Quiñones, concurro con la opinión de Aguirre.

La poeta continúa incansable, sin que mine su constancia un ambiente que quita aliento a quienes, contra viento y marea, sacan sus libros.

Ya sea porque los que tienen que pagar no pagan, por la vagancia de quienes no quieren y deberían trabajar de forma efectiva el mercado del libro.

Y la poca iniciativa que genera la burrocracia institucional, que ciegos, ya sea para favorecer a unos o excluir a otros, no hacen su trabajo.

Pero todo lo anterior no hace mella en la escritora. Magaly cocina lentamente seis nuevos libros

(tres para niños y tres para adultos) con la certeza de que serán publicados antes de que concluya esta década, década en la que su primer libro, Entre mi voz y el tiempo, cumplirá 50 años de haberse publicado. Si yo fuera el director de alguna flamante editorial no demoraría en publicar una antología de su obra, que incluyera además un CD para escuchar las piezas en la propia voz de la poeta. Me atrevo asegurar que apenas he escuchado a dos o tres poetas

del patio que logran comunicar sus creaciones como ella lo hace.

La trayectoria de Magaly Quiñones ha sido una de las más vigorosas en el panorama de las letras caribeñas.

Ha ejercido con pasión y libertad la poesía, con todo lo que implica asumir la creación; no como algo para enaltecer egos, sino como un servicio, como un medio para comunicarse de forma horizontal y vertical con los demás, como un verdadero modo de vida.

Hoy, en estas coordenadas espaciales y temporales, pocos escritores lo hacen.

 

Por lo pronto, no digo más. Sigamos escuchando a la poeta en Un verso creando lo creado: la poesía necesaria de Magaly Quiñones.

 

Imagen, palabras, belleza y espíritu, el proceso creativo

 

La imagen lo que trae es la belleza. Yo oí decir a alguien una vez que no entendía por qué los poetas se alejaban de lo feo, y yo creo que hay formas de decir y hay formas de decir; no es que el poeta se apegue a lo feo.

La persona en cuestión abogaba por lo contrario: había que apegarse a lo feo, a lo desnudo y a lo grotesco si se quería sacudir a la gente para que despierte.

Yo pienso que eso se puede hacer sin llegar a ser soez, ni llegar a hacer algo que disguste.

Por mi ojo de artista sigo la belleza. Tanto lo veo en la literatura como lo veo en la pintura y lo veo en la naturaleza.

Hablar de cómo aspirar a la belleza es una cosa maravillosa que se debe hacer, que es edificante para el espíritu.

Hablar de la belleza y la imagen hace crecer al ser humano. El escritor no planifica atrapar la belleza de una forma concentrada.

El escritor sigue escribiendo y ya, al final, cuando ha terminado, es que cae en cuenta de lo que dice.

 

La mayor parte de las veces no estamos conscientes de lo que dijimos al principio.

Claro, yo siempre vuelvo sobre mi obra, la escudriño y la vuelvo a editar.

Todo escritor responsable debe hacerlo porque a veces el sentimiento no sale como debe salir.

En ocasiones, sale interrumpido e inconcluso. Los versos que deben estar al final salen al principio, y a eso hay que darle la vuelta para que caiga y cuadre, para que sea posible la comunicación.

¿Para qué vas a escribir una cosa que no se entienda y que cuando alguien lo lea se quede igual?

No. Una de las funciones básicas de la literatura es comunicar y la otra es cantarle a la belleza, expresar la belleza y todos los valores altos del espíritu.

Lo que edifica al ser humano. ¿Para qué voy a hablar de cosas que lo que hacen es fastidiarte la cabeza?

Cosas que no te dan nada, que no te abren puertas ni ventanas, que no integran nada positivo.

Dejar al lector en la oscuridad, en el disgusto o en el lamento, sin buscar otras alternativas, no es lo mío.

Yo creo que la imagen en mi poesía ha sido bien importante, pero la imagen siempre va a la par con el mensaje.

Yo no sacrifico el mensaje por ser purista ni con el idioma ni con la imagen.

 

Desde bien jovencita soy caculo de museo. Cada vez que viajo, voy a dos sitios sin fallar: al zoológico y al museo.

Al zoológico porque me gustan los animales y la naturaleza.

Me gusta ver la vida primigenia en su estado más puro, y la pintura porque me fascina.

Yo no tengo mucho tiempo para pintar. He ilustrado dos de mis libros pero, en realidad, me considero escritora más que pintora.

Empecé a pintar muy tarde y a instancias de una profesora. Aunque, eso sí, siempre he realizado mi dibujito cuando escribo.

Yo tengo cuadernos, desde los diez años, en los que escribía cartas, poesías; mis impresiones del momento y de las clases, todo lo que me pasaba en el día, y en esas páginas hay dibujos. Muchos nacieron a la par con los poemas.

 

*

 

Para grabar tu nombre

 

Para que yo me cure

el indio que hay en mí baila su danza

quemando la memoria de tus días

frente a la gigantesca fogata.

 

Y para que yo suba sin resbalar

sobre el despeñadero de mis ansias,

el negro que en mí vive

mezcla yerbas y savias en prietas calabazas

y me obliga a beber tu sudor y tu sangre

en feroz exorcismo.

 

Y para que yo olvide

el dolor que tu piel dejó en mi piel,

la moral religiosa del colono español que vive en mí,

obedeciendo al dogma desata

la frialdad en mi mano, la firmeza en mis ojos,

mudez en mi palabra.

 

La última vez que me atreví a salir a enfrentar a mi dolor

las tres razas me dieron de comer

pero no pude contener las lágrimas.

La última vez que quise anochecerte el alma,

vi al sol que se escondía tras mis versos

para grabar tu nombre.

 

 

Razón de lucha, razón de amor (1989)

 

 

Con Razón de lucha, razón de amor recuerdo como hoy, el día que yo recibí una carta  de California, pidiéndome 375 copias de ese libro.

¡Me estaban leyendo en la escuela superior de allá! ¿Cómo llegó Razón de lucha, razón de amor a California?

Para mí sigue siendo un misterio.

Ha sido un libro que me ha dado grandes satisfacciones. Cuando yo recito incluyo mucho de su poesía.

Creo que fue a finales de los 90’s que tuve una lectura en la Biblioteca del Congreso, allá en Washington.

Y el público era de siete Estados distintos, un público masivo que recibió la poesía de Razón de lucha…

con un entusiasmo que me dejó maravillada. La experiencia me fascinó.

 

 

Mairena-Julia-don Manuel

 

 

Mairena me ayudó en la distribución, pero yo era la responsable de los costos de los libros. Ese gran español-puertorriqueño que se llama Manuel de la Puebla hizo por la literatura puertorriqueña mucho más de lo que algunos de los nuestros han hecho.

Don Manuel siempre ha estado muy pendiente a mi obra. Siempre me alentó y ayudó.

Yo también fui parte de la Junta Editorial de su revista. Primero en Mairena y después en Julia.

Le ayudé en la corrección de pruebas, le daba ideas y él me consultaba mucho. Él me ayudó en la distribución de algunos libros.

Es un hombre con una infinita dedicación y amor a la literatura, así como a nuestra patria.

 

 

Me quedo lela

 

Esta tarde sin sol me has preguntado

de qué lado se estrena el corazón

cuando amor nace y nos sentimos viejos.

Ahora que caminamos

por las calles obscenas de New York,

que recortamos sueños y poemas

desde Strawberry Fields hasta West Village,

apurando, a lo Lennon,

la música del alma sobre el cuerpo,

se te nubla la voz y aún me preguntas…

 

Te podría decir que todo importa.

Que tú y yo, como todos, en la medida justa,

conformamos la inmensa postal de rascacielos.

Podría hasta jurar que amar, libar, besar

son ejercicios sin edad ni tiempo.

Pero, me quedo lela,

meditando en la hondura de tus ojos.

Me quedo lela ansiando, sopesando

lo que cuesta soltar nudos y velas

en medio de una historia de hundimientos.

Esta tarde sin sol en que preguntas,

rimando el fuego de tu corazón,

con qué mano se enciende el universo,

no hallo respuestas en mi corazón,

a lo sumo unos versos, estos versos…

 

 

Sueños de papel (1996)

 

 

Para Sueños de papel yo andaba buscando dinero para publicar, y andaba buscando una editorial y no la encontraba.

Finalmente, para esa misma época, de la Editorial de la Universidad se comunicaron y me preguntaron si tenía algún manuscrito, porque ellos consideraban que mi obra estaba afianzada; que tenía una obra fuerte en Puerto Rico.

Ellos querían desarrollar esa serie que titularon Aquí y Ahora. Les dije: “¡Claro que sí! Aquí está durmiendo en la gaveta.”

Cuando llevé Sueños de papel lo encontraron demasiado largo porque ese libro tiene alrededor de 200 poemas.

Entonces me dijeron: “Pero la serie va a ser bien pequeñita. ¿A usted no le molesta que sigan los poemas sucesivos en la misma página?

¿Que se termine uno y comience otro?” Con lo que me indicaron yo pensaba que el libro no se iba a ver tan bonito, pero la otra alternativa que me estaban dando era que lo cortara. Y les dije: “No. No lo corto. Publíquenlo así”.

Un libro no es un montón de poemas juntos. Un libro como Sueños de papel tiene unidad, tiene un hilo interno, una intención detrás.

 Todo está configurado. Y no cedí. “Póngalo corridito si quieren, –añadí- siempre y cuando, entre uno y otro poema, aparezcan los títulos.”

 Así lo hicieron y salió completo en esa cosa tan pequeñita en que lo metieron.

Ese vestido tan pequeño. No sé cómo lo lograron pero ahí está.

Sueños de papel, dicen algunos críticos -y después que hablan uno se pone a pensar- que es un libro de afirmaciones.

Y estoy de acuerdo con ellos. Sueños de papel es un libro que afirma. Me afirma a mí como puertorriqueña.

Me afirma como poeta antillana, me afirma como caribeña. Es un libro que habla de la reivindicación de la mujer.

Escrito en tono de mujer y tiene mucha fuerza. Afirma mi compromiso con la patria. Todo lo que yo he venido cocinando desde un principio, que se da en ese libro con afirmación, ya está solidificado. Ya estoy plantada. Los poemas hablan de que esto es así, así y así.

Y como te dije, es un libro enorme. Se hizo cinco años antes de que se publicara. Salió en el 1996 pero ya desde el 90 ó 91 ese libro empezó a crecer, a crecer y a crecer. Y creció tanto que yo andaba tocando puertas. Es uno de mis libros favoritos.

De Sueños de papel se han hecho traducciones, y en Estados Unidos hubo personas que hicieron tesis ocupándose del libro.

 

 

Sismo –en miniatura-

 

Hurtándole al jardín unas flores de maga

y una que otra canaria amarilla, he provocado,

con una sola, torpe, inocente pisada,

un terremoto inmenso que enloqueció,

dejándolas sin techo, ni miga ni sustento

a millones de hormigas.

 

 

Patio de fondo (2004)

 

Son muchas las cosas que podría decir sobre Patio de fondo. Es un libro denso, toda vez que lo tomo en mis manos y lo releo me sorprende

como si fuera nuevo o desconocido. Tiene infinidad de rincones donde me escondo, me desdoblo o me acomodo.

Es fruto de un proceso de mirarme por dentro,-introspección y flujo de conciencia- de escudriñar las peculiaridades de mi yo poeta.

En este poemario me acerco a lo que significa la naturaleza de las palabras. Me ocupo de analizar cómo surge en mí el proceso de creación.

Cuáles son las dificultades y peripecias de mi oficio. Es una vía fértil para ubicarme y reafirmarme en mi entorno caribeño.

También abarca anécdotas que sustraigo al recuerdo y meditaciones sobre temas que me preocupan o me asombran.

 

Hay un verso breve que se ha repetido una y otra vez en mis visitas a las escuelas, o en foros de intelectuales amantes de la poesía.

 Sismo -en miniatura-  da la voz de alerta sobre la indolencia del hombre moderno, pero que también deja entrever una cualidad que se ha ido adueñando de mi yo, a medida que he ido creciendo y madurando.

Como Tomás de Aquino me conduelo, me conmisero de los seres pequeños, frágiles, débiles, o en desventaja en este mundo que se torna cada día más feroz e inhumano.

Esa es una de las razones, entre muchas otras, por la cual escribo para los niños.

En este poemario, como en casi todos los que he escrito, se mezclan una vez más la vía amorosa y la corriente social.

Creo que el título es acertado porque describe, en parte, el cuerpo del libro -Ese patio de fondo que es mi vida...—

 

 

Poesía para niños

 

Carlos Esteban, mi poesía para los niños comenzó no como un ejercicio en lo abstracto sino como una vivencia muy cercana.

Fue mi sobrino Joshua quien, apenas teniendo 6 o 7 años, me pidió que le escribiera un poema sobre una experiencia que vivió junto a mí cuando lo llevé a la playa y le mostré lo que era una puesta de sol. 

Se impresionó con la belleza del fenómeno natural que sucede a diario, pero que sólo un niño o un artista, en ocasiones, puede verdaderamente apreciar.

El niño era huérfano y tuvo una niñez muy difícil así que decidí ampararlo integrándolo a algunas de las actividades, para mí rutinarias: ir al teatro a ver una obra, escuchar un concierto, ir al museo o a una galería de arte a ver y apreciar las pinturas, ir a la playa, al parque, al Yunque a observar la naturaleza...  El poema solicitado se titula El Sol, el Niño y el Mar y dio pie al nacimiento de mi primer libro para niños: Mi mundo. Así, mirando en el espejo de Joshua, redescubrí el mundo desde otra perspectiva, la de la niñez. Me convertí no en su tía abuela sino en su amiga, compañera de juegos, de deportes, de aventuras, de asombros diarios.

 

Cuando escribo para los niños no lo hago desde mi adultez, miro como ellos, me cuestiono los misterios como sólo ellos se los cuestionan, y me acerco a mi adultez cuando surge una pregunta que les puedo contestar como lo haría una hermanita mayor.

Eso sí, los temas que abordo son los temas que me interesan que ellos evalúen: la ecología; el deterioro del planeta por descuido del hombre; la deshumanización e insensibilidad ante la fauna; la flora; la niñez misma; la sobrevaloración de los bienes materiales. 

Y, por supuesto, el aprecio por la belleza, los valores anímicos que son los que verdaderamente perduran. 

Estoy consciente de que de los niños, futuros hombres y mujeres, depende la salud y el progreso de nuestro mundo.

Y les hablo en su idioma para que me entiendan.

Al visitar las escuelas me percato de que no sólo me entienden sino que comparten conmigo mis inquietudes.

Al publicar Mi mundo decidí hacerlo en forma bilingüe. Traduje los poemas al inglés porque ya intuía que, en algún momento, Joshua sería adoptado e iría a vivir a los Estados Unidos, y así fue. Ya tiene 16 años y reside en un hogar de adopción en el estado de Florida. El libro ayudó a levantar su auto-estima y eso me hace sentir

enormemente satisfecha porque hay muchos Joshuas en el mundo abocados al desamparo.
 
Al presente tengo tres libros para niños inéditos, uno para pequeñines, otro para preadolescentes y uno que trae música
 (un CD) que será exclusivamente para niñas. Como sabes, es muy difícil publicar en Puerto Rico y aunque mi poesía infantil ha recibido una aceptación verdaderamente significativa, aún ando buscando quien los auspicie.

 

 

Tengo un mal

 

 

Tengo un mal incurable que crece y me devora,

se hace insaciable según pasa el día,

trae aguijón y luce como una araña boba;

es un mal en poesía.

 

Porque no cese, por mantenerlo siempre

aquí, a mi lado,

voy a hacer un embrujo.

Pondré, con luz de luna,

en un coco, añejados,

tres onzas de ron blanco y ambrosía,

para curarte la melancolía,

para que no te duela tu pasado.

 

Traeré un espejo en flor y en el tejado

que separa tu casa de la mía,

sembraré salvia, menta, lenguas de cundeamor,

algodón blanco y un manojo de sol

que aclare el día.

 

Y para resguardar tus alegrías,

para que no te asalte el mal del llanto,

en el caracol de tu mano

pondré frescura, ruda y yerbabuena

y al pie de tu ventana, en la mañana,

dos varas de olorosas azucenas.

 

Tengo un mal incurable

que me provoca espasmos y temblores,

que no respeta credos ni colores,

cargado de adjetivos, sinalefas y hemistiquios

traidores,

es un mal en poesía.

Para fortuna mía

hoy tengo mal de amores.

 

 

Poemas de pasión y libertad (2008)

 

 

Y hablando de Poemas de pasión y libertad puedo decirte que aunque pasé mil trabajos para publicarlo no me arrepiento de haberlo hecho.

Lo ofrecí a alguna que otra editorial, sin respuesta alguna, o insinuaciones de que -la poesía no se vende- y terminé por publicarlo por mi cuenta, utilizando mis ahorros. La tipografía se hizo en Florida y la encuadernación en P.R. Pero al tratar de ubicarlo en las librerías del patio pues o no me pagan mi por ciento o no me lo aceptan, como me pasó con Borders, porque diz que no tenía mi nombre en el lomo y no era “anaquelable”. Luego me enteré de que eso no es obstáculo para los Borders en los EE.UU. Pero, en fin, traté de venderlo vía internet y sí obtuve algunas respuestas. Pero era muy cuesta arriba enviarlo por correo, luego de recibir el pago y, a decir verdad, no recuperaba los gastos ni compensaba el esfuerzo de empacar y enviar.

En cuanto al contenido, muchos de los poemas me han traído grandes satisfacciones aún antes de ingresar al libro.

El titulado Posibilidades lo leí frente a un público joven y muchos de los asistentes me lo pidieron para enviarlos a sus novios o parejas.

Atada a los caprichos me lo pidió una colega en Canadá para traducirlo al francés e hizo un trabajo excelente.

La apuesta me trae lindos recuerdos de un viaje que hice en tren a las cercanías en España, donde escuché a un niño hablando con su abuela en el tono de que -Abuela, a que no, abuela a que sí... Y de ahí nació la chispa que dio pie a su cuerpo.

El de Boleros y tragos me trae gratos recuerdos de mi pre-adolescencia en Puerto Nuevo, ya que me crié en esa zona, muy cerca de donde vivían Felipe Rodríguez y Marta Romero. El titulado El primer día me fue solicitado en un pueblecito en Valencia, España, para publicarlo en un boletín literario que circulaba a mano por el pueblo.

Entiendo que el libro es altamente erótico en su sección amorosa y que la crítica social no se escapa como en el poema Exilio y Clases, entre otros. Yo te diría que Poemas de pasión y libertad es mi libro favorito.

 

Nuevos libros


Y hablando de nuevos libros destinados al lector adulto, tengo en preparación tres. Uno es el de Recuentos de viajes
(en prosa, por supuesto). El otro es un poemario bilingüe--(recopilación de todos los poemas que a lo largo del tiempo se han ido traduciendo al inglés). En cuanto a la antología tengo una idea bastante clara de lo que debe ser incluido, pero el problema de la publicación en el país me tiene desanimada. La EDUPR y la del ICP están casi inoperantes y mis ahorros no aguantan el empuje de seis libros nuevos. No sé qué pasará con estos proyectos en ciernes, pero, quién sabe, a lo mejor viene un golpe de suerte y logro que alguno de ellos vea la luz.

 

 

La palabra es el germen

 

Ya no soy

sino un tallo de energía

suspendido en un cráneo.

 

Una casa en la sombra,

una vieja memoria que se inventa.

En el monte de Dios que habita el hombre

mi alma es piedra y grano que se crece

como espiga de sol entre mis manos.

 

La palabra es el germen

y en medio de la noche, en cuclillas,

va dando forma a la matriz del Templo.

 

Ya no soy

sino un verso

creando lo creado.

 

 

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09 de Enero, 2012 · General

La poesía de Puerto Rico

 

En las letras, desde Puerto Rico

 

Un verso creando lo creado:

La poesía necesaria de Magaly Quiñones (Primera parte)

 

por Carlos Esteban Cana

 

 

Puedo dar fe

 

No he guardado memoria de ese viaje.

Cuando pienso quién fui, de dónde vine,

se me confunde el pelo con las uñas,

el vino con el verso y con el vaso.

que vine a vivir porque mi madre,

al mirarme tan breve,

tan menuda en mi piel, tan indefensa,

se olvidó del dolor de su cintura,

borró toda tristeza y mirando el reloj

nos llamó a todos para dar la noticia.

Nadie me dijo que venía a contar

pero al nacer sobre un pubis mojado

en la lámpara tibia de la Isla

me abrí cual flor en un jardín de pobres

y comencé a nombrar

dándole a cada cosa, a cada nombre

un silencio y un cuerpo en el espacio.

Nadie me dijo, pero no me quejo,

la horma de mi oficio

encontró en este mundo un buen zapato.

Y además, aprendí,

merodeando en diversas direcciones

sobre el ancho misterio del planeta,

que sobraban palabras y razones

para tensar mis arcos y mis flechas.

Yo no quería llegar, alguien me trajo.

Yo no quería contar, me sedujeron.

Un gran misterio me espinó la mano

y volé tras el grano, seca de labios

hacia la nueva vida de la lluvia y la nube.

No he guardado memorias...

De lo poco que tengo o lo que tuve

puedo dar fe, nombrando.

 

Quienes hemos leído la obra de la poeta Marta Magaly Quiñones podemos dar fe, como se titula esta poesía extraída de su libro Sueños de papel, de que su misión principal ha sido  nombrar. Nombrar con belleza los altos valores del espíritu. Recientemente la poeta fue una de las elegidas para el corte de cinta del nuevo café, en The Poet’s Passage del Viejo San Juan; ese inmenso proyecto de Lady Lee Andrews. También Quiñones resultó finalista, con el poema Colores y versos, en el Certamen de la Casa del Poeta, en el que Ana María Fuster y Yolanda Arroyo también resultaron ganadoras. Esos acontecimientos, con su nimiedad o su grandeza, ejemplifican el reconocimiento que ha ganado con los años esta escritora. Manuel de la Puebla, director de las ya legendarias revistas Mairena y Julia, escribió sobre Quiñones: “Es una poeta muy fiel al mundo que conoce, que lo siente hasta las punzadas de dolor; mundo que sacude y lo incita tanto como lo ama.” Y es que la poesía de esta autora, que se define a sí misma como poeta boricua, antillana y caribeña, transita por dos vías: la amorosa y la social.

 

En esta edición especial, en dos partes, de En las letras, desde Puerto Rico, converso con Magaly Quiñones acerca de su trayectoria. Pasamos revista por cada uno de sus libros, y cuando digo eso me refiero además a que era inevitable que su obra no incluyera la vida como tema central; una poética propia que hace simbiosis del arte y la compasión, de la búsqueda estricta de la forma y la belleza con el compromiso.

 

En esta primera parte, estimado lector, escuchará a Magaly reflexionar sobre los siguientes libros: Entre mi voz y el tiempo (1969), Era que el mundo era (1974), Zumbayllu (1976), Cosas de poetas (1977), Cantándole a la noche misma (1978), En la pequeña antilla (1982) y Nombrar (1985). El poema que inicia cada parte es una pieza seleccionada del título al que estamos haciendo referencia. La segunda parte se ocupará de los últimos veinte años de su producción creativa.

 

Con Magaly Quiñones, autora que también canta en sus poemas a los niños, hay mucho de que hablar. Quienes dirigen las diversas instituciones culturales del País conocen el valor de su obra. Solo falta que den honor a quien honor merece. Yo, por mi parte, aquí les presento su obra, aquí les presento su voz. Un verso creando lo creado: la poesía necesaria de Magaly Quiñones.  

 

Todo vuelve a traerlo mi memoria,

vago dulzor de luna y madrugada.

Entre mi voz y el tiempo la vida perentoria,

la vida descarnada.

                                    (fragmento de Entre mi voz y el tiempo)

 

Entre mi voz y el tiempo (1969)

 

Yo empecé a escribir desde bien pequeña. A los ocho años tenía mi libretita de poemas escondidita en las gavetas. Cuando ya estaba en escuela superior conocí a una poeta arecibeña que se llamó Carmen Alicia Cadilla. Carmen Alicia me dio la confianza de que lo que había escrito tenía valor. La conocí a través de su hermano y cuando leyó mis poemas me dijo: “Magaly, esto es un libro estupendo y no lo dejes porque se te pone viejo en las manos. Tienes que publicarlo”. Y yo, imagínate, estando en escuela superior, dije: “Dios mío y cómo… ¿Qué es eso de publicar un libro?” Para mí, eso sonó grandísimo.

 

Cuando Carmen Alicia me escuchó en esas me dijo: “No te preocupes, que yo te voy a ayudar”. Entonces habló con don Pepe Romeo, que en esa época era un periodista reconocido de El Imparcial y El Mundo, y le llevó el poemario. Cuando Romeo leyó el poemario le dijo que él quería hacer el prólogo. Carmen luego se comunicó con un amigo español que tenía imprenta en Madrid, de apellido García Nieto, y le mencionó: “Mira, tengo un libro que me parece que va a ser bien aceptado. Yo quiero que tú ayudes a esta muchacha que está empezando”. Para ese entonces yo entraba a la transición de pasar de Escuela Superior a la Universidad, y un amigo me dijo: ‘Vamos a donde un amigo que tiene un taller que se llama El Tajo del Alacrán.” Ese amigo era Antonio Martorell, y entonces fui y lo conocí. Hablamos, le di los poemas, él los leyó y me dijo: “Yo los quiero ilustrar”.

Para pagar el libro, que salía en mil dólares y que el impresor lo estaba dando al costo, hice mucho ‘serrucho’, entre la familia y los amigos. También hice rifas y miles de cosas hasta que aparecieron los mil dólares. Eventualmente Entre mi voz y el tiempo se fue a España. Y recuerdo como si fuera hoy cuando fui con mis padres a buscarlo. Las cajas. El montón de cajas de libros. Todo aquello me llenaba de emoción.

 

El apoyo de mi familia fue fundamental porque a mí siempre me gustaba la poesía, y ese gusto lo adquirí de mis padres. A los dos también les gustaba la poesía. Mi familia no era rica y cada vez que cumplía años pedía de regalo un libro de poemas y siempre me lo compraban. Recuerdo que después mi mamá fue a la Carnegie y se hizo socia de la biblioteca. Una vez al mes me llevaba y seleccionaba el libro que yo quería. Mi mamá lo cogía prestado a su nombre. Así empecé a leer a Juan Ramón, a Amado Nervo, a José Asunción Silva, a Juan de Dios Peza. Yo los leía, me aprendía sus poemas y luego los recitaba en la escuela.

 

Lo de recitar poemas comenzó en primer grado. Sucedió que a mi maestra de primer grado le gustaba mucho el arte dramático. Ella parece que se dio cuenta de que yo tenía esa inclinación a dramatizar gestos, y me dijo: “Yo quiero que tú digas la poesía de la clase. Yo te la voy a enseñar”. Y así fue que ella me la enseñó. Tuve una preparación profesional ya que la maestra sabía lo que tenía entre manos. Ella me enseñó bien la dicción, la expresión facial, el movimiento de las manos, cómo pararme. Todos esos detallitos; o sea, que tengo tabla desde los cinco años.

Yo tenía una vida bastante literaria, en el sentido en que estaba muy inmersa en la literatura. Leía mucho. Leía una barbaridad. Ese mundo interior estaba saturado de la literatura universal, sobre todo de la hispanoamericana. A medida que fue pasando el tiempo me fui asentando más sobre mi caribeñismo, sobre mi antillanía. Todo fue un proceso. Una maduración de conciencia.

 

En mi poesía, en mis ensayos, siempre he tenido esa dirección. Yo me siento bien puertorriqueña, y después descubrí que además de puertorriqueña era caribeña. Este mundo es chiquito, y estar metido dentro de ese otro me daba la sensación de que tenía la misma conformación. Y seguí por ahí hasta el sol de hoy. El reino de los pocos es una de esas poesías que traza mi trayectoria.

Me nutrí de otros horizontes, de aquí fui a Francia… después a México a estudiar. Pude mirar al país desde afuera. Carmen Alicia me nombraba como la poeta viajera. Me decía: “Tú tienes unos zapatos muy grandes y unas tijeras muy grandes porque recortas mucho.” Ella decía que mi poesía salía pulidita, pulidita, pulidita; que todo lo que no servía lo sacaba, y que siempre andaregueaba por esos mundos. Carmen y yo nos escribíamos y le contaba acerca de los viajes.

 

La poesía de Entre mi voz y el tiempo tiene mucho ritmo y mucha musicalidad. Es poesía para ser declamada. Hay muy poca poesía que sea meditativa en el sentido de leerla para uno mismo. Quizás las principales influencias que tenía para la época eran José María Arguedas, Juana (Ibarbourou), Alfonsina (Storni).

 

*

 

Y en cuanto supe…

 

Y era que el mundo era

un globo de papel,

una chiringa cualquiera,

un cometa gomoso dando vueltas y vueltas.

Y era que yo era pequeñita

y amante del papel,

adhesiva y absorbente por mis apetencias.

Y era que en cuanto supe que sabía

del nacimiento de la historia

y en cuanto hubo hombres

cuyas cuñas habrían

de señalar exactos, calculados,

los odiosos ingresos de los dioses,

y en cuanto quedaron las cifras y las piedras

y murieron los hombres, me dije:

Y era que los hombres mueren,

y era que mi Dios era de papel,

y era que el papel se trueca en piedra con los años,

y era que le oraba a una chiringa cualquiera,

de esas que dan vueltas… y vueltas.

Y era que yo era pequeñita

y absorbente

y adhesiva

y apetente,

y era…

Era que el mundo era (1974) 

 

Entre mi primer y segundo libro pasaron cinco años. En ese periodo, todas esas experiencias vividas me dieron un poco más de madurez. Para hacer Era que el mundo era me senté tranquila a mirar el entorno y comentar lo que veía. Hay también alguna queja, alguna protesta pero encuentro que es un libro bastante filosófico.

 

Tengo que reconocer que en todos los libros sale la crítica social. Tengo una amiga que era profesora, y fue decana en la Universidad de Wisconsin. Ella me decía: “Magaly, nunca había conocido a nadie que pudiera mezclar la protesta social con el tema amoroso, y tú lo logras.” Cuando escribo un poema de amor entra la protesta social con la mayor tranquilidad y no choca. No choca porque esos dos mundos están totalmente fusionados en mí.

Yo quería estudiar Estudios Hispánicos y cuando entré en la universidad me la pasaba metida en el teatro porque me encantaba también la cuestión del teatro. Pero mis padres, que eran pobres, preferían que yo estudiara una carrera que fuera bien remunerada, y el teatro no lo era; creo que no lo es todavía.

 

Siempre, de joven, era una mujer muy solitaria. No estaba en ningún cenáculo ni me reunía con ningún escritor de mi época. Yo era muy tímida. Excesivamente tímida. Recuerdo que siendo estudiante de la universidad iba al centro y al teatro. Mis amigos eran teatreros, más que escritores. Pero cuando iba al centro yo veía por allí a Angelamaría Dávila, a Nietzche, a Silén. Todos ellos se reunían en el centro. Yo los miraba desde lejos. A Marina Arzola que siempre fue un personaje que me llamó la atención y me encantaba su poesía. Yo los leía, pero los leía aparte. Yo no era del grupo de ellos. Años después, cuando estaba haciendo la maestría, me reunía con mis amigos que no eran poetas. Bueno, algunos eran aprendices de poeta. Entonces íbamos a la marginal del Condado y nos amanecíamos leyendo y discutiendo poesías, cuentos, o lo que fuera. Pero no se trataba de un cenáculo de los que hoy son poetas puertorriqueños. Eran simplemente mis amigos; uno que tocaba guitarra, otro que le gustaba cantar, y a mí, desde bien jovencita, siempre me ha gustado cantar. Y nos reuníamos a eso, a leer poesía y a discutirla. Nos leíamos, por ejemplo, la biografía de Clara Lair, y todas esas experiencias fueron bien ricas pero no se dieron como parte de un cenáculo. Siempre fui, como dicen, casa sola y rancho aparte. Yo los leía a todos pero no escribía con ellos.

 

Tomé algunos cursos en Estudios Hispánicos pero, desgraciadamente, los profesores que me tocaron en esa época no eran los mejores, como que no me ganaron. Y como yo sabía que en lengua inglesa habían grandes clásicos me dije: “Yo quiero estudiar inglés para conocer mejor otra literatura que no sea la mía.” Al principio se me hizo muy difícil pero luego me gustó, sobretodo la literatura de Estados Unidos. Luego entré en maestría a Literatura Comparada. Y yo siempre quise hacer una tesis sobre Proust, que era mi novelista, mi héroe, pero una maestra chilena, Carla Torretti me dijo: “Magaly, de Proust ha escrito todo el mundo, de Kafka casi nadie. ¿Por qué no trata con Kafka.”  Y por eso terminé comparando a Kafka con Joyce. El tema giraba en torno al arte y la figura del artista en esos dos colosos, en esos dos novelistas maravillosos. El concepto del arte siempre ha estado como preocupación en mi vida y en mi obra.

 

*

 

Yo no le he preguntado a nadie

 

Yo no le he preguntado a nadie,

en mi corazón nace la canción.

No tengo tiempo para llorar,

hay que mirar…

El sol cayendo,

la luna levantando,

batiendo el mar…

Por eso,

por todo eso,

por los dulces insectos,

por el viento,

 

¡ven y mírame llorando,

ven y escúchame cantando!

 

 

Zumbayllu (1976) Trompo Zumbador

 

Zumbayllu significa trompo zumbador y es un libro muy breve, de doce poemas. Son poemas con una frescura particular, porque se acerca a la literatura indígena, que es una literatura que tiene una sencillez y profundidad cósmica porque habla de la creación del mundo y de las cosas que son bien elementales y que también son universales. Las imágenes de ese libro tienen mucha transparencia. Nace inspirado por la semilla que dejó el educador chileno José María Bulnes en esta pequeña antilla. Por eso le dediqué los poemas a Chile, al pueblo quechua, y al Perú por José María Arguedas.

 

La naturaleza es un tema recurrente en mis libros. Soy una gran enamorada de la naturaleza. He hecho poesía ecológica de los pájaros, en defensa de los árboles, de los ríos. La cuestión de la naturaleza no es algo sencillamente contemplativo pues he levantado mi voz para defenderla de los que abusan de ella y la atacan.

 

Para publicar Zumbayllu nos reunimos alrededor de 7 amigos, y lo hicimos en maquinilla. Entre todos lo pegamos y le hice un dibujito para la portada. Hicimos 200 libros. En la biblioteca Lázaro está bajo la sección de libros raros.

 

*

 

21 de agosto de 1976

 

… Y, en realidad, como Tolstoy, comienzo a creer que todo se inicia, se elabora y se complica en el fondo. Además de desarrollarse en gran parte en la mente del hombre. Comienzo a ver la Vida como un proceso de interiorización como lo es la apreciación artística. Y si la apreciación de la obra se cristaliza en el fondo, de igual modo presumo que la Vida se cristaliza en el fondo.

fragmento Carta IV

 

Cosas de poetas, cosas nuestras (1977)

 

A mí me encanta escribir. Escribirle a gente. A amigos que viven aquí y que viven afuera. Ahora es más fácil porque existe el correo electrónico, pero en mi época escribíamos cartas. Y entonces una vez, le escribí una carta de agradecimiento a una española que me había invitado a una lectura, y como a los dos días me llamó por teléfono y me dijo: “Magaly, te digo que nunca había leído una carta como esa, que mientras más la leo más me gusta. ¿Tú siempre le escribes así a todo el mundo?” Y yo le contesté: “Pues sí, yo le escribo así a todo el mundo. Esa es mi forma de escribir.” Y me sugirió que compilara las cartas, porque le había dicho que nada salía de mis manos sin que yo no tuviera copias.

 

Entonces fui a mi archivo de cartas, que eran muchas, y empecé a buscar todas las que tenía para escritores y pintores. Ya había entrado al mundo de la pintura. En el 73 había tomado unos cursos de grabado con Susana Herrero y ella me entusiasmó con ese mundo. Para entonces ya tenía amigos queridos que eran pintores.

 

Y entonces escogí entre todas esas cartas y las edité. Hice una colección de 25, y saqué el libro. Te puedo decir que en Cosas de poetas está mi concepción del arte, mis reflexiones acerca de cómo se desarrollaba el proceso creativo en mí; qué era lo que hacía para escribir. Es una especie de guía para escritores. Yo era muy joven y atrevida. Dije cosas que mis amigos me señalaron que no debí haber dicho. Pero no me arrepiento. Mi inmadurez no llegó a la insolencia. Dije cosas como que mi padre era nacionalista. Los amigos se preocupaban de que eso me perjudicara en el futuro, en el trabajo. Sin embargo, yo no tenía miedo. Desde chiquita estaba curada de espanto. Mi padre fue muy perseguido. Recuerdo como entraban a la casa a registrar. Experiencias como esas las viví desde pequeña, y como dice el jíbaro, me curaron de espanto. Nunca he tenido miedo. Al principio mis padres intentaban no enterarnos, pero por más que los padres quieran tapar el cielo con la mano, los niños se dan cuenta. Después mi padre hablaba libremente de sus experiencias como cadete de la república. El era un hombre muy valiente.

 

El valor que tiene Cosas de poetas es que en sus páginas está mi poética. En esas cartas son evidentes mis intereses, lo social, mi compromiso con los oprimidos. También hay confesiones, anécdotas de vivencias. Mi poesía también está empapada de eso; lo único que esas preocupaciones en ese libro están dichas de otra forma, están escritas en prosa.

 

Y como la mayor parte de los poetas de Puerto Rico somos pobres, yo he tenido que esperar cuatro o cinco años, entre libro y libro, para publicarlos con lo que puedo ahorrar. El primer libro que me publicó una editorial establecida fue Sueños de papel, y lo hizo la Editorial de la Universidad. Patio de fondo lo publicó el ICP, pero todos los otros los he publicado con mis ahorros.

 

*

 

El reino de los pocos

 

Yo soy de los desangrados,

traigo a un hombre de la mano,

traigo a una mujer de la mano,

un niño sobre mi corazón.

Soy de los que se rebelan,

nací en todas las casas pobres,

caminé sobre todas las carencias,

ahogada en la garra de un hambre

que no me dejó leer versos.

Me desnutrí en la Perla de la Vieja San Juan,

agonicé en el barrio de la Nueva York,

me descompuse en las Cloacas de la eterna París,

me hice mujer en Chile,

envejecí en las ruinas del Perú…

Sigo siendo de ellos

de los simples,

de los irreverentes iletrados.

Huyo en cada hombre que huye

tras un golpe brutal de la derecha,

en cada mercenario que deserta,

defiendo cada espacio, quiero consolar cada lágrima.

Porque yo soy de ellos, de los más, de los muchos

y celebro la Vida n cuando me ha angustiado

que no me consultaran para traerme al mundo,

Al reino de los pocos…

 

Cantándole a la noche misma (1978)

 

Cantándole a la noche misma es el único libro que Carmen Alicia prologa. El prólogo se titula “Acompañando a Magaly”. Yo lo escribí después que regresé de Rusia. Estuve como un mes y leí mucho a Maiakovski y a la gente de allá. Vine como saturada. En el libro no hablo para nada de Rusia. En sus páginas lo que está presente es la naturaleza de mi País. También la protesta social. Vine con unos deseos de decir las cosas. Con ganas de pararme en la esquina y decirlo todo sin ningún tapujo. Eso fue lo que me dio ese viaje. No me quería callar nada.

 

*

 

De un sólo golpe

 

Ante mi voluntad de hacerme el ciego,

el amor se cansó de ser el lázaro.

Surqué los montes con mi enorme oreja,

con mi bastón

la pena flagelaba…

Y ya no supe hacer,

de un sólo golpe

se me juntó la tierra con el agua…

 

En la pequeña antilla (1982)

 

Lo que hay es una síntesis mayor en mi libro En la pequeña antilla. En sus páginas voy como apretando más y más y más. Eso se adquiere con la práctica y el conocimiento del idioma. Con eso a mi favor pude darme el lujo de lanzar una serie de imágenes que algunos han catalogado como muy originales. Y esto es resultado de la máxima aspiración que debe tener un poeta, que es el dominio del idioma.

 

En muchos de estos poemas es evidente que estoy mirando al mundo y comentando la situación de la época. La época de Nixon, la guerra de Vietnam y después. Pude mirar la isla desde afuera porque estuve viviendo en tres estados distintos de los Estados Unidos: Washington, Massachusetts y Nueva York.

 

También En la pequeña antilla se ve que estoy hablando con voz propia porque en el poema final me atrevo a mencionar mi nombre. En ese poemario yo estaba plantando mi propia voz en la poesía.

 

*

 

El fuerte san Cristóbal

 

Hoy trabajo la vida,

la dureza vital de la palabra,

sobre muros, museos, solares empedrados,

calabozos

Por no enfrentar la entrada a la ciudad

he dado un gran rodeo.

No quise ver el barco repleto de turistas

enfilando sus coces junto al Morro.

Nombré, con la ilusión

de no añadir un solo renglón más

a este universo de modorra y humo.

 

Ya en el Fuerte

abrazaba las ventanas para después decirle

-perteneces al viento-.

Ya en el Fuerte

volví sobre mis pasos

para alcanzar la sombra de mi sombra

que bronceaba su tedio bajo el sol…

 

Nombrar (1985)

 

Con Nombrar gané el certamen Mairena en el 1982. Luego lo revisé y lo aumenté. El libro creció más. Era más pequeño cuando lo sometí a Mairena. Y cuando por fin lo pude publicar ganó el Premio Nacional de Poesía del PEN CLUB en el 1986.

En ese libro la escritora se sentó a mirar el mundo con ojos nuevos. Era como si el mundo estuviera empezando y yo, como poeta, tenía la pretensión de querer nombrar cada cosa para darle existencia. Y por eso, pues, empiezo a nombrar. Por eso se titula así. Empiezo a nombrar las cosas para apropiármelas, para hacerlas parte de mí.

 

Nombrar fue un libro muy exitoso; gustó muchísimo. Poemas de ese libro fueron publicados en diferentes países. Claro, el premio del PEN CLUB fue importante y ayudó en la difusión. En sus páginas cultivé los temas que nunca se agotan: la naturaleza y el amor están ahí. Sin embargo, iba dirigida a nombrar cada cosa como si nunca las hubiera visto. De forma consciente me planté a nombrar; quería delinear una nueva realidad.

 

Me atrevo a decir que Nombrar es el colmo de la sencillez y de la síntesis. Tenía que andar ese camino. Sentía que tenía que hacerlo. Para poder nombrar las cosas hay que hacerlo de forma sencilla, porque de no hacerlo se continuaría echando oscuridad sobre las cosas. Y lo que hay que hacer, en cambio, es aclarar. Sería como sacar la maleza hasta que encuentras la esencia y ahí está. Lo que dije en ese libro lo dije con las palabras más sencillas y de la forma más sintética que pude.

 

En Nombrar está el diario vivir. Siempre me acuerdo que un amigo que leyó ese libro me dijo: “Magaly, cada vez que voy a la Isla y veo un camión en la carretera, el camión que veo es el tuyo.” A la persona se le quedó esa forma de ver al camión como grabada.

 

Y para mí, ese es el logro de la poesía; integrar las cosas del diario vivir. Lo cotidiano: el camión, el sol, la araña… Recuerdo que Enrique Laguerre me envió una carta en la que me decía que el poema La araña era la síntesis más sintética que él había leído en su vida. Concluía don Enrique diciendo: “¡Qué gran acierto de síntesis!” Porque el poema tiene como seis o siete versos nada más, y en ellos se describe perfectamente la araña saltando y atrapando la mosca en la red para comérsela.

 

Y

 

Y cuando caminaba sola

machacando mis huesos contra mis huesos,

¿de qué tenía miedo en la Noche

sino de tu presencia?

 

Y cuando levantaba al sol en una sola flecha

con una decisión irrevocable,

con un impulso puro como el aire,

¿a quién buscaba sino a ti?

 

Y toda mi canción,

todo mi gran deseo, mi confianza,

qué eran sino la doble voluntad que sorprende

al hombre frente al vértigo.

Qué eran sino la piedra que se lanza

buscando nuevas formas de vacío

y en nombre del Amor

va intentando llegar

a las Estrellas.

 
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publicado por islanegra a las 15:49 · 1 Comentario  ·  Recomendar
 
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