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31 de Diciembre, 2011 · General

Yvan Silén

 
La estupidez de la muerte
O la estupidez de los PasticHes
 
 
Estoy escribiendo un cuento. Estoy escribiendo el cuento del ensayo, y estoy escribiendo el metaensayo de los cuentos de los poetas despolitizados. Quiero y serestoy quebrando la gramática, porque me place. La orgasmo y la inconscientizo, porque la poesía se ha sublevado contra toda escritura. (Los roquedantistas avanzan armados. Hay lápices quebrados, hay tizas quebradas y hay falos quebrados en los ojos purulentos de los lectores. En los que callan, en los que temen por un pedazo de pan y parianizan por un pedazo de sueño.)
 
Un poeta despolitizado es un excecrador, un imbécil; es un taifa. Un poeta, o un intelectual, que roba los temas y que se aprovecha de la situación pariánica y ostracida del acólito, del camarada, del revolucionario real, y no critica a los pastiches que fingen  pessoamente, es un canalla. La imitación de los “caracteres” del Erebo es un disparate. El plagio de los enigmas, por parte de los Pastiches, es el sentido mismo del patíbulo. ¿Cuántos poetas desaparecerán en la historia de la poesía? Los Pastiches desaparecerán en la furia del tiempo (o en las máscaras siniestras del chota, o en los hornos fascistas de los fingidores o de los alevosos). Los Pastiches son los colaboracionistas del full-time y de la demokracia. Por los que viven económica y culturalmente de los invasores son infames.
 
Aborrezco, pues, a los hipócritas, porque nosotros somos la lucha poética que no se ha suspendido en las esquinas del tiempo, y que no podrá suspenderse, porque el capitalismo crudo, el capitalismo busconista, o quevedista, no hace otra cosa que moverse de crisis en crisis. Desde el Renacimiento hasta la crisis de los bancos del siglo XXI el capitalismo no ha hecho otra cosa que tropezar criminalmente (moderna, globalista, nihilista, cínica y neoliberalmente) consigo mismo.
 
El capitalismo es una blasfemia.
 
La censura contra los poetas absolutos (del ser o de la nada) y el desempleo infame (o el “part-time” como castigo), no nos han derrotado. Nada, ni siquiera la muerte, podrá derrotarnos. Porque la frivolidad de la televisión, el aburrimiento de los intelectuales, la traición de los editores y de los libreros, la desgenialidad de la cultura folklórica, su tradición, su nacionalismo de pacotilla, su mito, se han derrumbado en el intento de traicionar al poeta (José Martí, Julia de Burgos, Josemaría Lima, Martín Adán, Alejandra Pizarnik), o en el intento de fusilar al poeta (Roque Dalton), o en el intento de ahorcar al poeta mismo (Gérard de Nerval). Algún día, pues, el tiempo desatado de la poesía alcanzará a los poetas despolitizados en la presencia de los héroes caídos y en la presencia luminosa de los genios constantes e irreductibles. Algún día, y ese día es hoy, los Pastiches, los xeroxistas, los postmodernos, los pitiyanquis, los independentistas de las tacitas de té, y los poetas despolitizados se enfrentarán a lo insólito de ser lo que somos, y a lo exótico de ser lo que no sospecha España, pero que ya late latinoamericanamente en nosotros mismo. Porque el poeta paradigmático es inevitable y es fatal.
 
Somos, pues, lo insospechado del inconsciente político. Somos los que se levantan contra nosotros mismos. “Ellos”, los anexionistas, los muñocistas o los trepadores, no pueden hacer nada despolitizadamente, y tampoco pueden hacer nada ante la imbecilidad de ser-Stalin, ante la estupidez de ser-Hitler, o ante la ingenuidad de ser-Lincoln o de ser-Obama. ¿Cuántos ensayos, pues, han escrito los poetas aquí reunidos a favor de la REPÚBLICA de Puerto Rico? Es inevitable no pensar en Pedro Albizu Campos, en Juan Antonio Corretjer, en Klemente Soto Vélez, en Graciany Miranda Archilla y en Francisco Matos Paoli. Los poetas despolitizados son los que hacen nada. Los poetas despolitizados colaboran con el sistema y se idiotizan haikumente. Los poetas despolitizados afasian.
 
La poesía está esta noche y serestará siempre de pie ante sí misma. La poesía está mostrando su ser esquizo en la iluminación budista de los espejos. La poesía es furiosamente Zen. La poesía es furiosamente insospechada. Los costumbristas ideólogos de la pastichería, o del kitsche, están profundamente derrotados. Y sólo les queda copiar platónicamente a la copia. Pasar, como si fueran ciertos o desapercibidamente, en la manifestación colonial del pastichismo.
 
Somos la guerra cultural contra la frivolidad, el cliché y la cursilería de los lectores “light”. Sus “valores” y sus espejos vacíos yacen en los retretes y se han tornado demokráticamente oscuros y hediondos. Sus espejos necros son inlimpiables. La colonia no se limpia, ¡hay que destruirla! Y los aplausos vacíos de los imbéciles ya son inútiles, ya se han hipotecado, se han desintelectualizado a pesar del sonido vacío de los que pretenden “chatear”, sucumbir barbiemente en la gloria fallida de la Internet, o en la sociedad narcodemokrática de la crisis capitalista. Recordemos, pues, “El pequeño manifiesto” de El pájaro loco de 1972.
Los costumbristas han sido históricamente sodomizados. Los Pastiches se han convertido en sodomitas de la moda. Y los gobernadores de Puerto Rico eunucan en el odio de los que mueren y de los que son cómplices (en los jueces, en los abogados, en los periodistas y en los politólogos) y de los que se han convertido en la “virtud” de los fantoches. (¡El amo les ha dado, y los sigue sodomizando!) Antinihilicemos, pues, porque la demokracia es el excremento de la libertad en los shows de las elecciones. No hay en dónde refugiarse, entonces, porque los asteroides avanzan y los gobiernos del mundo, con sus grandes excepciones, se imbecilizan. La estupidez pretende sustituir a la libertá, pero eso es inútil. La poesía avanza cargada de metralla hacia el suicidio final del hombre. Y los poetas diosan y no hay burgués que pueda derrotarlos. ¡La poesía es la droga de Dios! ¡El Ángel Cara de Lata es invencible! ¡La poesía del Orco es filípica! ¡La poesía del Erebo es, y será, invencible! Y los poetas morirán en el sentido mismo de las calles.
 
¡Estoy escribiendo un cuento; estoy firmando el inconsciente!
 
 
 
 
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28 de Diciembre, 2011 · General

El PEN Club de Puerto Rico Premió los mejores libros publicados en el 2010

 

El pasado 15 de diciembre, en el Ateneo Puertorriqueño el PEN Club de Puerto Rico representado por su Presidenta, la poeta Mairym Cruz Bernal y la poeta Ana María Fuster, secretaria general, otorgó los premios nacionales. El Ateneo Puertorriqueño estuvo representado por su vicepresidente, el poeta Hamid Galib.

 

El Premio Nacional de Poesía fue otorgado por su libro “Catulo o la infamia de Roma” al poeta Yván Silén.  

Las Menciones de honor fueron para “El mal de loz azares” de Karen Sevilla, “ Inmunología poética” de Moisés Agosto, “Zozobra” de  Zuleika Pagán, y “ Miss Carrusel” de Mirna Estrella Pérez.

 

En Ensayo el Premio Nacional fue para Luis Felipe Díaz  por “De charcas, espejos, infantes y velorios”. En cuento el galardonado fue Manolo Núñez Negrón, por “El oficio del vértigo”.

En literatura infantil lo recibió Tina Casanova por “Pepe Gorras o el lío de Claudia y el Pelotas”.

En Novela hubo empate, recibiendo el premio Maira Landa por “Concierto para Leah” y José Borges por “Esta extraña tristeza”. Mientras que en Teatro fue para el autor Aravind Enrique Adyanthaya por "Las facultades / The Faculties". Hubo lugar también para un Reconocimiento especial  a Yolanda Arroyo Pizarro y Boreales por su gestión cultural y la publicación de antologías  como Cachaperismos y volumen antológico Revista Boreales

 

El flamante Premio Nacional de Poesía de Puerto Rico, Yván Silén, es poeta, antinovelista y cuentista, nació en 1944 y colabora habitualmente en la revista Isla Negra.

Orgullosos de su amistad y su obra, lo abrazamos con la alegría de este justo reconocimiento y en este abrazo saludamos también a las queridas poetas y los amigos poetas organizadores de la edición 2011 de los premios nacionales.

 

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publicado por islanegra a las 14:54 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
19 de Diciembre, 2011 · General

Puerto Rico: homenaje a Ramón Betances

TRES GENERACIONES EN LA LUCHA POR LA PUERTORRIQUEÑIDAD

 

El Presidente del Ateneo Puertorriqueño, Dr. José Milton Soltero Ramírez y su Junta de Gobierno, anuncian a toda la Nación Puertorriqueña, que el próximo 22 de diciembre del presente año, se llevará a cabo uno de los actos de mayor trascendencia en la Historia del Ateneo Puertorriqueño.

El jueves 22 de diciembre, a las doce del mediodía, la Junta de Gobierno del Ateneo Puertorriqueño develará la estatua del Padre de la Patria Puertorriqueña, Dr. Ramón Emeterio Betances, en los Jardines del Ateneo.

La Estatua del Patriota que representa la lucha del pueblo puertorriqueño por la reafirmación de su espíritu de Nación, Patria e Identidad, fue creada por el escultor dominicano José Cadaveda y, su base, en la que se leerán los Diez Mandamientos de los Hombres Libres, ha sido diseñada por el artista Antonio Martorell, en una construcción del Maestro de obras Josué Santos.

El Dr. Soltero ha declarado sobre este magno evento: “Betances vuelve a su Patria, y quedará eternamente en la memoria de nuestra Nación, como el faro de los propósitos y principios que rigen al Ateneo Puertorriqueño en su trascendental y fundacional propósito de ser el vigilante, defensor y propulsor de los más caros valores de la Nación Puertorriqueña”.

En ese mismo Acto el Ateneo Puertorriqueño dedicará los actos tradicionales del izamiento de la Bandera Nacional al preso político puertorriqueño Oscar López Rivera, quien acaba de cumplir 31 años de encarcelamiento en las prisiones estadounidenses.

La semblanza del Patriota Oscar López Rivera será leída por el Poeta Nacional Hamid Galib, vicepresidente del Ateneo Puertorriqueño y acompañará a la Junta de Gobierno como invitado especial el congresista puertorriqueño Luis Gutiérrez, quien ha trabajado intensamente por la excarcelación de López Rivera.

El Conjunto Musical Calle 13 dirigido por René Pérez,recibirá del Ateneo Puertorriqueño la Medalla Ramón Emeterio Betances por su invaluable contribución a la integración de Puerto Rico a América Latina a través de sus composiciones musicales recientemente galardonadas internacionalmente. Los integrantes del Conjunto Calle 13, con la música del cantautor puertorriqueño Tito Auger izarán la Enseña Nacional cantando el himno nacional “La Borinqueña” de Lola Rodríguez de Tió.

La trascendencia de estos importantes eventos es altamente significativa en momentos en que el Ateneo Puertorriqueño recibió el duro golpe de ver amenazados los fondos a los que tiene derecho por Ley para su subsistencia. Recibidos los dichos fondos, el Ateneo continúa en su inquebrantable propósito de ser el más abierto defensor de la puertorriqueñidad, de la cultura, de la libertad del pensamiento así como tribuna libre de la discusión de todo cuanto sea de importancia en la reafirmación de la Identidad Nacional.

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publicado por islanegra a las 16:25 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
28 de Noviembre, 2011 · General

En las letras, desde Puerto Rico

 

Piezas fundamentales del cuento en Puerto Rico (1989-2009)

 

por Carlos Esteban Cana

 

Intro

 

El mapa no está completo. Al papel, amarillento en algunas partes, le faltan pedazos. Piezas fundamentales para descifrar códigos y símbolos. El especialista no se inmuta y se coloca ante la lupa. Utiliza también  espejuelos. No escucha especulaciones, acertijos no fundamentados. Con paciencia escudriña. Toma notas. Se deslinda de lo que se vocifera con fines propagandísticos. Intenta finos trazos. Un apalabrado gesto en la descripción, y devela.

 

No todo lo que brilla es oro, y cuando se trata de libros de cuentos algunos asombran por su vestidura elegante. Pero cuidado, que lo muy vistoso puede ser solamente capota y pintura. Sin embargo, otros títulos, quizás más humildes en su cubierta, y sin presencia mediática, son verdaderas joyas. A veces escondidas en los lugares más remotos y recónditos de la librería.

 

En 20 años se han publicado infinidad de colecciones de cuentos en Puerto Rico. Hace poco más de cinco  años publiqué una lista que ilustraba los títulos que considero clásicos en el género, teniendo como marco temporal desde la década del 40 hasta la del 80. Hoy, sin embargo, me ocupa la extensa oferta de los últimos 20 años. Esta vez intento sacar de la bruma, por estar dispersas, piezas fundamentales que conforman el perfil editorial de las dos pasadas décadas. Algunos de estos libros, los más recientes, se consiguen en cualquier librería, incluso en el internet. Otros, lamentablemente, están agotados, por lo que para poder apreciarles hay que acceder a las salas especializadas en literatura puertorriqueña.

 

En los años recientes hemos presenciado una explosión editorial debido, en parte, a los diversos talleres que ofrecen diversas instituciones. Tanto la Universidad del Sagrado Corazón, con su Programa Graduado de Escritura Creativa, como el Departamento de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Puerto Rico, así como cursos cortos en diversas instituciones educativas, en su división de educación continuada, y otros proyectos de la misma índole auspiciados por editoriales y otras empresas de carácter privado, llenan sus cursos con un considerable número de personas interesadas en el arte de la palabra. Por otra parte, las revistas impresas son, como siempre, terreno fértil, caldo de cultivo. Y el internet, en esta era cibernética e informática, ha magnificado la dimensión de la pluralidad. Para regocijo de unos y desconsuelo de otros.

 

Coordenadas hemisféricas del mapa: los 90’s

 

En un escrito reciente ubicaba el marco generacional de los 90’s entre el nacimiento de Taller Literario (1993) y la publicación de la antología Los rostros de la Hidra (2008). Mucho ha sucedido en esos tres lustros. Aquí algunos datos y nombres.

 

En los 90’s, publicaciones periódicas como las revistas Posdata (que publicaron un emblemático dossier de la narrativa que se generaba en esos años) y A propósito convivían con las establecidas: Mairena (en poesía); y con las de carácter académico como Exégesis y la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. En este mismo inciso ubicaríamos a las revistas Cayey y Cupey. Desde mi punto de vista, los márgenes o las vías alternas siempre han estado en mejor condición y capacidad para configurar nuevas voces creativas, y, aunque de vida breve, cuando pienso en eso y en la época, me viene a la memoria el colectivo En la mirilla.

 

En los noventas fueron importantes, además, la singular Piso 13, así como Libro Guía y En rojo. Los talleres de escritura eran ofrecidos en la Facultad de Estudios Generales, el Ateneo Puertorriqueño. Y en el Instituto de Cultura Puertorriqueña la cantera era propiciada por el Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario, bajo la tutela de Vilma Bayrón Brunet. Otro espacio valioso eran los talleres de Silvia Domenech nombrados como “El poder de escribir”. Lo que antes habían hecho un René Marqués o un Pedro Juan Soto, o el mismísimo Emilio Díaz Valcárcel (que cerraba ciclo docente en esos años), lo comenzaron hacer Magali García Ramis, Edgardo Rodríguez Juliá, Coqui Santaliz, Edgardo Sanabria Santaliz, y luego Ángela López Borrero, Carmen Lugo Filippi, Marta Aponte Alsina, Mayra Santos Febres, Amílcar Cintrón, y después un Mario Cancel, un Alberto Martínez Márquez, un Emilio del Carril, una Janette Becerra en Cayey.

 

Taller Literario dio a conocer poetas de gran aliento creativo como Mairym Cruz Bernal, que para esos años dirigía el colectivo Puertas, y Elidio la Torre, pero la gran fuente de la revista y su fortaleza estaba en los linderos narrativos. De sus páginas saltaron nombres como Camilo Santiago, Antonio Aguado Charneco, José Manuel Solá –también poeta-, Juan Carlos Quiñones “Bruno Soreno”  (quien no era un desconocido en el panorama), Ángelo Negrón, Nilda Soto Méndez, Juan Carlos Fred Alvira, Rodrigo López Chávez –hoy cineasta- y el periodista Joel Villanueva Reyes. Taller fue una revista que tuvo diferentes ríos tributarios que desembocaron en su nacimiento, desde Senderos en Cataño al curso de Teoría y práctica narrativa, ofrecido por Emilio Díaz Valcárcel en Estudios Generales, pasando por los pasillos donde tertuliábamos los estudiantes en Estudios Hispánicos y desembocando en el enorme delta que fue y es la Escuela de Comunicación Pública. Pero a pesar de su cercanía a departamentos académicos Taller Literario siempre estuvo más cerca de las calles del Paseo de Diego. Es decir, nutría parte de su propuesta con escritores que estaban más allá de los linderos universitarios, lo que una década más tarde comenzaron a fomentar los talleres personales de escritura creativa o la propia Universidad del Sagrado Corazón, bajo la rectoría creativa de Luis López Nieves. Por todo lo anterior, los escritores ya instalados en la academia, y los recién llegados pertenecientes a la generación del 80 (particularmente los egresados de Filo de juego y Tríptico), miraban con cierta suspicacia la propuesta inclusiva de la revista. Unos por la mirada jerárquica, otros porque simple y únicamente estaban interesados en mitificar su gesta generacional. Lo que al final pagaron los estudiantes que pasaron por el aula ya que sólo tenían acceso a una parte de la historia. Por esa razón escritores vinculados a Taller Literario brillan por su ausencia en antologías como Los nuevos caníbales o Mal(h)hablar. Sólo después, con la llegada de otras revistas y colectivos como El Sótano 00931 y Zurde, la gesta de Taller Literario, constante por los cuatro costados de la Isla durante la última década del siglo XX, sería valorada en su justa perspectiva.

 

Para la época, Isla Negra Editores comenzaba a levantar un catálogo que 20 años después de su fundación, asciende a cerca de 300 títulos. Lo que Terranova Editores iniciaría luego en la primera década del siglo XXI . Para esos años noventosos post-guerra fría, se dio en el panorama local la sonada polémica entre  Mayra Montero y escritores jóvenes como Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno) y Pedro Cabiya (Diego Deni), entre otros. La primera, en una de sus columnas que llevaban por nombre Aguaceros dispersos, se preguntaba dónde estaban los nuevos escritores. Hacía alusión a que ella, en su momento de juventud, había solicitado un prólogo a José Luis González. Y que esperaba por los nuevos jóvenes literatos para que le solicitaran, de la misma manera, un prólogo. Desconozco si alguno de esos novísimos llegó a pedir alguna reflexión a Montero para sus libros, pero más allá del dime y direte, El Nuevo Día comenzó sus certámenes. Desde afuera y desde lejos aquella primera edición del certamen parecía fundamentarse por la creencia de que después de los 70’s no había ocurrido nada en la literatura puertorriqueña. Premisa equivocada porque nunca desde el “establishment” se tiene visibilidad completa del panorama. No sé si se deba a una ceguera inherente a la zona de confort, en la que sujetos y sujetas que conforman ese grupo tan selecto, “instalados en lugares privilegiados”, caen una y otra vez. Lo cierto es que ya sea por arrogancia o porque no quieren salir de la comodidad de sus acojinadas sillas, pierden mucho de lo que sucede en otras vías o márgenes. Ya cuando balbucean algo, eso que ven como algo ‘fuera de serie’ venía ocurriendo hacía tiempo, y pregonan como novedad el mediterráneo cuando todos sabemos que hace rato estaba descubierto. Escritores como Alberto Martínez Márquez, Mario Cancel, Elidio la Torre, y después Julio César Pol y otros, han dicho las cosas como son, y han puesto sobre el tablero las diversas fichas del ajedrez. Yo, por mi parte, he intentado hacer lo propio desde los diferentes lugares y espacios mediáticos a los que he podido acceder. En esa dirección publiqué el ensayo “Lo que es evidente” en las mismísimas páginas donde había tenido génesis la polémica. Y lo continúo haciendo desde las páginas sueltas de este boletín.

 

También de los 90’s es importante destacar la colección Aquí y Ahora, de la EDUPR y los inicios de la Feria Internacional del Libro. La mini-ficción estuvo representada por C.J. García, quien publicó sus Breves para videófilos en 1998. García, en relación al género micro, se convirtió en el relevo de Ricardo Alegría Pons, que fue publicado en aquella emblemática antología 17 del taller, (compilada por Emilio Díaz Valcárcel y en la estaban incluidos Mayra Montero y Edgardo Sanabria Santaliz, entre otros) y que en 1992 publicaría Crónicas sublime de la cotidianidad). Pons, a su vez, se instalaba en una tradición que tomó fuerza con las miniaturas de Pedro Juan Soto en Spiks y los aforismos del hostosiano mayor, Julio César López. Hubo que esperar hasta el 2005 para ver la primera antología del cuento hiper breve gracias a la publicación de E.M. (Edición Mínima), auspiciada por El Sótano 00931y Publicaciones Gaviotas . Actualmente Christian Ibarra (La vida a ratos) ha otorgado al género cierto registro lírico y diáfano que eleva la belleza del lenguaje a otro nivel. Por su parte, Ángela López Borrero (Amantes de dios y En el Nombre del hijo) y Marta Aponte (La casa de la loca) entran con pie derecho en la narrativa corta. Poetas como Loreina Santos Silva (Cuentos para perturbar el alma) e Yvonne Ochart (El fuego de las cosas) incursionan en el género. Benito Pastoriza Iyodo (Cuestión de hombres) y Juan Carlos Rueda (¡Todos los hombres son iguales!) continúan la senda dejada por Manuel Ramos Otero, quien revolucionaba la narrativa boricua de los 70’s y 80’s escribiendo desde una perspectiva abiertamente homosexual (lo que lograron para los mismos años, desde la poesía, autores como Nemir Matos y Abniel Marat). Entrada la década siguiente, escritores que transgreden y cuestionan el patriarcado desde esta perspectiva, como Moisés Agosto (Nocturno y otros desamparos), Emilio del Carril (Cinco minutos para ser infiel) y Carlos Vázquez Cruz (8% de desk-cuentos), encontrarán terreno fértil en los lectores. Propuestas que, sin duda, contribuyeron al cauce generado actualmente por el colectivo Homoerótica y escritores como Luis Negrón (Mundo Cruel), Max Chárriez (Delirios de pasión y muerte) y Yolanda Arroyo Pizarro (Historias para morderte los labios).

 

Coordenadas hemisféricas del mapa: la primera década del XXI

 

La primera década del siglo XXI está marcada por la presencia ineludible de El Sótano 00931. Capitaneados por Julio César Pol, esta publicación se nutría, en su grupo fundador, de escritores de Arecibo y Ponce. A nivel impreso ocuparon el lugar de Taller Literario, que aunque trabajábamos en los emblemáticos números 7 y 8, ya nos íbamos configurando más como colectivo, con nuestras tertulias ocasionales, y auspiciador de eventos literarios. Hoy, que El Sótano cumple su primera década, vemos a la distancia necesaria cómo cada uno de los integrantes irrumpió con fuerza en el ambiente literario y cultural. Los nombres de Federico Irizarry, Amarilis Tavárez Vales, David Capiello, Juanmanuel González, Sonia Gaia (Jacqueline Rivera), Robert Jara, John Torres y después Zuleyka Pagán, bajo la gesta de Julio César Pol, saltaron a primer plano. Desembocó El Sótano en seis volúmenes, tres antologías (Ciudad Paria, Edición Mínima, Puerto Rico-República Dominicana) y el famoso “Pentateuco” del Sótano-Isla Negra, conformado por los siguientes títulos: Kischt por Federico Irrizarry; Realid(h)ades por Amarilis Tavárez; Sobre todo tus silencios por González; La luz necesaria por Julio César Pol; y Fracturas del devenir por Torres. Después publicarían sus libros Capiello (Comunión antropoética), Pagán (Ankh) y Rivera (La casa en el agua), sólo Vázquez había publicado anterior a los demás, en el 2003 (Inimaginado). Actualmente El Sótano es un proyecto editorial que cuenta, entre los escritores que integran su catálogo, con la poeta Myrna Estrella Pérez (Miss Carrusel).

 

Mientras eso sucedía comenzaban a ser cotidianos en el panorama cultural, los eventos generados por gestores como Awilda Castro y Raúl Gorras,  que actualmente continúan escritores como Yara Liceaga con su serie Poetry is busy y Lady Lee Andrews en The Poet’s Passage, o lugares como La respuesta y sus noches mensuales de poesía. Pero si hablamos de la década pasada fue De-Generaciones el acontecimiento mayor. Evento que reunió a escritores de cinco décadas diferentes. Julio César Pol (de nuevo Julio César) supo configurar el grupo rector con gestores y escritores como Alberto Martínez Márquez, Nicole Cecilia Delgado, Nina Valedón, y escritores vinculados a Taller Literario. De-Generaciones corrió las principales ciudades del País. Integrantes del Movimiento Trascendentalista, de Guajana, de Zona de carga, de Mairena, Filo de Juego y Tríptico, de Taller Literario, y otros autores, vinculados o no a colectivos o revistas, fueron representantes de este encuentro, que iniciaba con escritores que se formaron en los 50’s y concluía con quienes iniciaban su trayectoria a finales de los 90’s. Fue mi participación en este evento, como responsable de la cobertura mediática, lo que me dio el boleto de entrada al Sótano. Por invitación de Julio César Pol pude participar, no desde un espacio de liderazgo –lo que me hizo sentir aliviado- sino como uno más en el grupo. En ese tiempo fui responsable de la coordinación de medios.

 

Sin querer, inicié también el emblemático debate cibernético que surgió por ciertas expresiones despectivas  que formuló el crítico Julio Ortega con respecto a los jóvenes poetas del País. Ajeno a que la historia tenía una pre-cuela. Todo terminó desembocando en el Ateneo. Esa noche el crítico implicado rectificó posiciones, tanto que terminó su alocución mencionando al Sótano 00931, y un poeta mejicano dio cátedra de lo que es hablar con conocimiento y erudición. Hugo Gutiérrez Vega ofreció una de las más conmovedoras conferencias acerca de la literatura puertorriqueña, que he escuchado. Al final de la velada, sin embargo, tuve que enfrentar un intento de censura cuando, en la parte de preguntas y respuestas, me apagaron el micrófono desde la consola con el claro propósito de que no continuara. Sucedía que, en esos instantes, yo compartía algunas reflexiones que varios escritores, como Rafael Acevedo, Ana María Fuster, Yván Silén, Elidio la Torre y Mario Antonio Rosa, entre otros, habían formulado como parte de una cadena de correos electrónicos, que llegó a difundirse hacia diferentes partes del hemisferio. Curioso por demás que al final de la velada se arremolinaran en torno a mí, los escritores más jóvenes en el auditorio. En lo puntualizado no estaba solo. Después, Julio César Pol hizo acopio de la información, y Eugenio García Cuevas, como editor de Diálogo, publicó una cuidadosa y equilibrada selección cronológica, que develaba como ocurrió el intercambio, y la importancia del mismo. 

 

Luego vino el boom de las bitácoras, y el colectivo Derivas impuso su presencia como plataforma amplia y diversa, creativa y original. De la mano de Axel Alfaro e Isabel Batteria, una serie de escritores publicaban con cierta regularidad. Aún están disponibles las ediciones especial que desarrollaron, tituladas Pulp, Cursi y Transversa. Entre los que integraban el equipo editorial figuraban Margarita Pintado, Mayra Rivera Rivera y Raquel Albarrán. Luego, nombres como Yolanda Arroyo, Jocelyn Pimentel, Xavier Valcárcel (que fundaría con Nicole Cecilia Delgado la valiosa propuesta Atarraya Cartonera), María de Lourdes Javier, José Borges y Ángelo Negrón, entre otros, fueron importantes a la hora de popularizar y fomentar el uso de bitácoras o blogs como espacios validos para forjarse una trayectoria propia, sin necesitar la bendición de “consagrados”. Lo que siempre intentábamos desde las páginas de Taller se convirtió en norma, y el espacio se democratizó. Así que no sería irracional preguntarse por los libros que saldrán de estas bitácoras. Todavía está por verse el impacto que han tenido las redes sociales, como Facebook o Twitter, en la difusión literaria.

 

La lupa focaliza en las piezas

 

Todo es nuevo y nada lo es. Aravind Anyathaya (Lajas) y Elidio la Torre (Septiembre), siguen los pasos de la Ana Lydia Vega de Falsas crónicas del sur. Sheila Candelario publica un libro híbrido (Instrucciones para perderse en el desierto) en el que la narrativa y la poesía conviven en las mismas páginas, propuesta que también había explorado Eduardo Lalo con su Libro de textos en 1992 y Edgardo Sanabria Santaliz con Las horas púrpura (1994). Si fue difícil configurar uno de los libros más emblemáticos del catálogo de Isla Negra Editores y de la literatura puertorriqueña, Cada vez te despides mejor de José “Pepe” Liboy, también guardó cierta complejidad toparse con la versión soterrada de Vindicación del miedo, de Camilo Santiago. En esta misma dirección, el santo grial del futuro le podría corresponder a libros que recojan, por ejemplo, la ciencia ficción de J.A. Bonilla, o las miniaturas metaforizadas de Juan Carlos Fred Alvira. Lo mismo apuntamos acerca de los claro-oscuros pasajes narrativos de Rodrigo López Chávez. Queda por ver que se hará con la centena de historias lúdicas realizadas por Ángelo Negrón, o con los relatos históricos de Amílcar Cintrón , y con las narrativas lunares de Sonia Gaia (Jacqueline Rivera). Tampoco podemos dejar de lado las propuestas que, con el paso de los años, hemos ido examinando de forma fragmentada o soterrada. Este ejercicio me permite asegurar que se colocarán en primer plano nombres como Stefan Antomattei, David Caleb Acevedo, Ana Teresa Toro, Sergio Carlos Gutiérrez , Axel Alfaro y Cezanne Cardona . Con estos nombres la apuesta está echada.

 

Sin duda, el canon actual se transforma en esta década y el nombre de Francisco Font irrumpe con dos títulos de excelencia: Caleidoscopio y La belleza bruta. Experiencia similar a la que Mayra Santos Febres experimentó en los 90’s cuando publicó Pez de vidrio y El cuerpo correcto. En el 2003, un veterano narrador de excelencia publica con seudónimo. Juan Carlos Quiñones “Bruno Soreno”, autor visceral e irreductible, que recientemente rompió el silencio tras el título que lo convirtió en escritor de culto, Breviario, vuelve a los lectores con Todos los nombres el nombre. Con el mismo aliento mítico y con cierto hálito lirico a lo René Marqués, se mueve la narrativa deliciosa de Emilio del Carril (Cinco minutos para ser infiel) y la de Rubis Camacho (Cuentos traidores). Nuestras fuentes confirman que Daniel Nina, autor de Charlie Gorra Strikes Back (1996) y aquí representado por la colección En tránsito y otros relatos, se ocupa actualmente del género ensayístico y afirma que no quiere volver a la narrativa corta. Lourdes Vázquez, constante y laboriosa, es reconocida en el Certamen Internacional de Cuentos Juan Rulfo y configura el libro La estatuilla. Con Alaska, una colección para nada insular, Rafa Franco gana el Certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña al mejor libro de cuentos en el 2006. Hugo Ríos Cordero, autor de Marcos sin retratos y A lo lejos, el cielo, es una presencia ineludible en el panorama desde que fue premiado en el Certamen de Cuento de El Nuevo Día (2002), tal como ocurrió en los 90’s con Juan López Bauzá. En esta selección es imposible ignorar el trabajo de Ana María Fuster Lavín. A lo largo de la década, la gestora de Borinquen Literario, no se cansa ni se agota, y vemos como su narrativa ha ido madurando. Tras las verdades caprichosas y el réquiem adquieren corporeidad inusual los Bocetos de una ciudad silente.

 

De los ya consagrados siempre esperamos algo. Antonio Aguado Charneco viene con la serie Docenas del hornero, con los Narcocuentos a la vuelta de la esquina. Los editores deberían ‘molestar’ de igual manera a Luis Rafael Sánchez, a Edgardo Rodríguez Juliá, a Luis López Nieves, a Magali García Ramis, a Edgardo Sanabria Santaliz, a Ana Lydia Vega y a Marta Aponte, para que suelten novedades en narrativa corta. De autoras como Vanessa Vilches, que nos regaló un libro redondo con Crímenes domésticos; de Sofía Irene Cardona, que da cierto aliento quijotesco a El libro de las imaginadas con respecto a la polifonía que configura el universo narrativo; de Yolanda Arroyo Pizarro, que particularmente con Ojos de luna dio un libro cuidado de la A a la Z; de Christian Ibarra haciendo de la mini ficción una obra de arte; y de Juan Luis Ramos, quien expulsa en Reyerta TV (y en otros cuentos inéditos) lo aséptico al lenguaje cuentístico, lo que le confiere la irreverencia y ‘suciedad’ necesaria para devorarnos con placer un libro de completa vitalidad; de cada uno de ellos esperamos más. Esta lista no contempla libros y autores que se estrenaron y destacaron durante el 2010, algunos producidos por empresas editoriales emergentes como La Secta de los Perros, Aventis y Agentes Catalíticos. Lina Nieves (Waltzen), Rubis Camacho (Cuentos traidores) Pablo Juan Canino (Mi hija es García Márquez), Luis Negrón (Mundo cruel) y Manolo Núñez Negrón (Cuentos del vértigo), serán evaluados, quizás, para la próxima selección. La que cubra del 2010 al 2030. J

 

Recopilaciones como las que se han realizado con la obra de Manuel Ramos Otero y Emilio Díaz Valcárcel son más que necesarias, pero es importante que no se trabajen a la ligera e incluyan estudios y valoraciones que contextualicen la importancia de estos escritores.

 

Es imperativo puntualizar que lo que verás aquí, lector, es una mirada general, una vista panorámica al amplio universo de libros de cuentos, publicados en Puerto Rico durante un periodo de 20 años. El mismo inicia en 1989 y culmina en el 2009. Por lo anterior, serán otros trabajos y otros espacios los que me permitirán, o le permitirán a otros, compartir esa mirada minuciosa, que se detenga título por título y autor por autor. Puntualizo, eso sí, que los libros incluidos en esta selección se caracterizan por lo ameno (con cuentos que te capturan y no permiten que los abandones), el buen uso del lenguaje y otros aspectos como estilo y originalidad. Al final incluyo, para quien desee indagar más en el tema, una breve bibliografía.

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Libros de cuentos (1989-1999)

 

Mujeres trasplantadas, Julia L. Ortiz Griffin -Editorial Edil, 1989

El fuego de las cosas, Yvonne Ochart -Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1990

Falsas crónicas del sur, Ana Lydia Vega-Editorial, 1991

Tristes aunque breves ceremonias, Tomas López Ramírez -Editorial Cultural, 1991

Crónica sublime de la cotidianidad, Ricardo Alegría Pons- Ediciones Compromiso, 1992

Cuentos del sí y del no, Coqui Santaliz -Edición de autor, 1992

Sobre esta difícil tierra, Félix Córdova Iturregui -Ediciones Huracán, 1993

Las horas púrpura, Edgardo Sanabria Santaliz -Editorial Cultural, 1994

Las noches del riel de oro, Magali García Ramis -Editorial Cultural, 1995

Pez de vidrio, Mayra Santos Febres -Instituto de Estudios Ibéricos Un. de Miami, 1995

Amantes de dios, Ángela López Borrero -Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1996

Cuestión de Hombres, Benito Pastoriza Iyodo -The Latino Press, 1996

La fea de los mil rostros hermosos, Gisela Paoli -Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997

La sustituta y otros cuentos, Juan López Bauzá -Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1997

Sendero Umbrío, Antonio Aguado Charneco -Editorial Guamareiito, 1998

Breves para videófilos, C. J. García -Isla Negra Editores, 1998

Historias tremendas, Pedro Cabiya (Diego Deni)-Isla Negra Editores, 1999

La casa de la loca, Marta Aponte Alsina -Sopa de letras, 1999

 

Libros de cuentos (2000-2009)

 

La verdadera muerte de Juan Ponce de León, Luis López Nieves -Editorial Cordillera, 2000

Septiembre, Elidio La Torre Lagares -Editorial Cultural, 2000

¡Todos los hombres son iguales!, Juan Carlos Rueda -Endikú Ediciones, 2000

Ya vienen a buscarme, José Manuel Solá -Ediciones Bairoa, 2001

Breviario, Juan Carlos Quiñones (Bruno Soreno) -Isla Negra Editores, 2002

Lajas, Aravind Enrique Adyanthaya -Isla Negra Editores, 2002

En tránsito y otros relatos, Daniel Nina  -Isla Negra Editores, 2002

Marcos sin retratos, Hugo Ríos Cordero -Isla Negra Editores, 2003

Cada vez te despides mejor, José Liboy Erba -Isla Negra Editores, 2003

Estriptís y otros despojos, Javier Bosco -Ediciones Callejón, 2003

La estatuilla, Lourdes Vázquez -Editorial Cultural, 2004

Cuerpos sin delito, Walter J. Mucher Serra -Publicaciones Gaviota, 2004

Intento dibujar una sonrisa, Mario Cancel -Terranova Editores, 2006

8% de desk-cuentos, Carlos Vázquez Cruz -Cambridge BrickHouse Books, 2006

Nocturno y otros desamparos, Moisés Agosto -Terranova Editores, 2006

Cinco minutos para ser infiel, Emilio del Carril -Editorial Pasadiso, 2007

Alaska, Rafael Franco Steveens-Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2007

 

Ojos de luna, Yolanda Arroyo Pizarro -Terranova Editores, 2007

Bocetos de una ciudad silente, Ana María Fuster -Isla Negra Editores, 2007

La belleza bruta, Francisco Font -Editorial Tal cual, 2008

Crímenes domésticos, Vanessa Vilches Norat -Editorial Cuarto Propio, 2008

El libro de las imaginadas, Sofía Irene Cardona -La Editorial, 2008

La vida a ratos, Christian Ibarra –Aventis, 2008

Reyerta TV, Juanluís Ramos -Agentes Catalíticos, 2009

 

Recopilaciones

 

Antología personal, José Luis González -La Editorial, 1990

Cuentos de buena tinta, Manuel Ramos Otero-Instituto de cultura puertorriqueña, 1992

Cuentos completos, Emilio Díaz Valcárcel -Editorial Alfaguara, 2005

 

Bibliografía

Revistas

 

Taller Literario (Primera serie), Colectivo Taller Literario,  Carlos Esteban Cana, director, 1992-1999.

Posdata, Número extraordinario 10-11, Dossier Narrativa joven, Cuba/ Puerto Rico, 1995.

El sótano 00931, Colectivo literario. Julio César Pol, director, Volúmenes I-V -2000-2005.

Derivas.net, editores Axel Alfaro e Isabel Batteria.

 

Antologías

 

El rostro y la máscara, 1989, Isla Negra Editores.

Mal (h) ab (l) ar, Edición al cuidado de Marcelino Resto y Mayra Santos Febres, Fund. puertorriqueña de las humanidades, 1997.

Te traigo un cuento, compilador Luis López Nieves, Editorial Universidad de Puerto Rico, 1997.

Los nuevos caníbales, edición a cargo de Carlos Roberto Gómez, Isla Negra Editores.

Expresiones, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2003.

Cuentos de oficio, Antología de cuentistas emergentes, Mayra Santos-Febres, editora, Terranova Editores, 2005.

Cuadernos del taller, Proyecto para el fomento del quehacer literario, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 2000, 2005.

En el vientre de una isla, Taller El barco de Tinta China, Amílcar Cintrón Aguilú -Co-edición Bianchi editores y Ediciones Pilar, 2006

 

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28 de Noviembre, 2011 · General

Sur a Sur (cine)

 

Festival de Cine Alternativo en su Séptima Edición

 

 presenta la serie itinerante de películas del New York African Film Festival, en el Ateneo Puertorriqueño, Puerta de Tierra en San Juan, los días 8 y 9 de diciembre de 2011 a partir de las 6:00 de la tarde.  El Festival se enriquece con una selección del trabajo más sobresaliente de nuevos cineastas africanos.  Como en años anteriores se exhibirán cortos, y largometrajes de países como Nigeria, Francia, África del Sur, Cuba, Senegal y Mali, entre otros. 

 

De Sur a Sur tiene como objetivo retomar la discusión de África en los frentes culturales y sociales del país, disfrutando a la vez de una excelente muestra de Cine contemporáneo de este continente.  Sin duda una oportunidad única, ya que muy pocas veces nuestras salas de cine proyectan películas de estas regiones, tan maravillosas e ignoradas en nuestra conciencia nacional.  El Festival abre una ventana continental con el África del siglo XXI utilizando el cine como vehículo de enseñaza sobre sus problemáticas pero también sobre sus grandes aportaciones.

 

Dentro de la cartelera se presentarán películas y cortes de carácter internacional tales como: Guew Bi- Sabar dances of Senegal; la animación: Kirikou and the wild beast; el cortometraje de ciencia ficción africano Pumzi; la película Beyond the ocean/ Apres Lócean; Shirley Adams, entre otras.

 

Sur a Sur hace una invitación a todos los fanáticos del buen cine a que se den cita en el Ateneo Puertorriqueño el jueves 8 y viernes 9 de diciembre de 2011. Donativo $5.00.

Esta producción es traída por Southern Hemisphere una organización con sede en África del Sur y oficinas en San Juan, que trabaja en las áreas de manejo de conflictos, mediación, y desarrollo social y económico. Para mayor información puede acceder a: www.elpostantillano.com donde se encuentra la cartelera y horario completo del festival para este año, además de información sobre los directores, actores y las más recientes premiaciones obtenidas a nivel internacional. Para contactarnos también nos pueden llamar al (787) 722-0435 o vía fax (787) 725-0338.

 

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02 de Noviembre, 2011 · General

El Vuelo del Dragón y la obra de Manuel Martínez Maldonado

 

En las letras, desde Puerto Rico

por Carlos Esteban Cana

 

Ahora que recién publico la edición de En las letras, desde Puerto Rico dedicada a Olga Nolla recuerdo que la última vez que la escuché fue en el Ateneo Puertorriqueño. En esa ocasión la poeta compartía auditorio con Angela López Borrero (a quien conocí en el grupo Puertas) y con Manuel Martínez Maldonado. Si no me equivoco, Martínez Maldonado conversó esa noche acerca de su novela Isla Verde.

 

Después supe de Manuel cuando se le nombró Presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Y con el tiempo jamás imaginé que trabajaríamos juntos en la directiva del Pen Club de Puerto Rico, una integrada por Juan Antonio Rodríguez Pagán (QEPD), Mario Antonio Rosa, Ana María Fuster, Carlos Roberto Gómez, Martínez Maldonado y este servidor. Indudablemente, con uno u otro de los miembros de esa junta, antes y después, he tenido una relación estrecha. Pero en lo que se refiere a ese año y a ese grupo rector del Pen Club, fue Martínez Maldonado quien demostró más solidaridad y respeto hacia mi persona y mis iniciativas.

Fue Manuel Martínez Maldonado el principal arquitecto de la visita de dos personalidades de la cultura contemporánea española. Hablo de Luis Antonio de Villena, poeta de referencia generacional en la Península Ibérica, y que ha marcado toda una época dentro la poesía española de las últimas décadas del siglo XX, y Francisco Brines, poeta con una vasta obra de corte ontológico que gravita en torno al misterio de la muerte. Publicado por prestigiosas editoriales como Ediciones Cátedra, Brines recientemente fue galardonado con el Premio Reina de Sofía de Poesía Iberoamericana. Los eventos que se realizaron en torno a la visita de estos escritores, eventos que se efectuaron en diferentes partes de Puerto Rico -actividades en las que participaron algunos de los poetas nacionales más importantes- fueron los acontecimientos que mejor representan esa época del Pen Club de Puerto Rico (el otro podría ser el premio por toda una obra que se le otorgó en vida a la poeta Laura Gallego). Y como dije al inicio de este párrafo, fue Manuel Martínez Maldonado el responsable principal de la visita de Villena y de Brines a suelo boricua.

 

Después de esa época Manuel Martínez Maldonado viajó a los Estados Unidos para desempeñarse en labores ejecutivas en el campo de la investigación médica en la Universidad de Louisville. Reconocimiento que se le otorga a personalidades con una brillante trayectoria. Yo desconocía que Manuel Martínez Maldonado era un prestigioso nefrólogo con valiosos descubrimientos en su especialidad y colaborador consecuente en importantes publicaciones periódicas de la medicina. Tampoco sabía que fue crítico cinematográfico aunque alguna vez, cuando yo trabajaba en el Canal 6, pude verle en el estudio televisivo cuando se grababa un episodio del programa En cinta que conducía Rubén Ríos Ávila. 

 

He recibido siempre de Martínez Maldonado una cordial y genuina solidaridad. Recuerdo que entre los pocos comentarios que merecieron las primeras ediciones de este boletín cibernético (que ya hoy se reproduce en diferentes partes del planeta) siempre destacaron las palabras amables y entusiastas de Manuel. Hoy, por todo lo anterior, y con motivo de la publicación de su nueva novela, El Vuelo del Dragón, bajo el sello de Terranova Editores, En las letras, desde  Puerto Rico conversa con el amigo y escritor Manuel Martínez Maldonado. ¡Mucha salud para ti, Manuel! Mis respetos, siempre.


CEC: ¿Por qué un poeta como Tú se lanza nuevamente a la narrativa?

 

MMM: Mis poemas han sido en su mayoría experienciales, anécdotas de mi vida disfrazadas con la ficción que se elabora para hacer literatura. Aunque sobran los antecedentes en la poesía de todos los tiempos y de muchas lenguas, el poema épico se practica poco hoy día, y las historias que quería contar en El Vuelo del Dragón no son amenas a ninguna otra forma que no sea la novela. El amor se presta mejor para un poemario como lo es Novela de Mediodía (Cultural 2003, Verbum 2004), que cuenta una historia sin que se pierda la individualidad de cada poema. Por supuesto, escribí Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum 1998), otro libro que, como esta nueva novela, fue de larga gestación. Aquella experiencia, me preparó para escribir este libro. Mi educación como científico e investigador médico me brindó los métodos  investigativos para el estudio del trasfondo histórico y político de la época en que se desarrolla la trama de El Vuelo. También influyó, para que ahora cuente historias largas, el querer que mi poesía esté más cerca de la “poesía pura” de Juan Ramón y dejar la “protesta” (toda novela es “una protesta”) para lo novelístico.    

 

CEC: ¿Cómo contrastas el proceso de redacción de la novela con la creación de tus libros de poemas?

 

MMM: Yo escribió los esqueletos de mis poemas a mano en libretas; en las libretitas promocionales que me dan en reuniones científicas, si la discusión de las conferencias me aburre; en la página en blanco de un libro que me ha dado una idea; en servilletas; en el plano de un museo; en el programa de una obra de teatro o de un concierto o una ópera; en mi Moleskin; hoy día, a veces en mi iPhone; etc. Me aseguro de guardarlos, pero los abandono por un tiempo y regreso a ellos a ponerles sangre y músculo, y, mucho más tarde, y más importante, a ponerles piel. Me refiero a ese proceso no siempre exitoso de buscar la palabra precisa y tratar de eliminar las superfluas.

La escritura de mis novelas ha sido más premeditada. La generación de notas ha sido más formal y estructurada. He construido bosquejos de la trama, he escrito guías y descripciones de los personajes, he construido árboles genealógicos y trascendencias familiares, y eso lo he ido enmarcando en la época, en la historia, con la intención de que el lector llegue al punto que comience a cuestionarse qué es verídico y qué es ficción. Además, por el hecho de que hay un trasfondo político importante en El Vuelo del Dragón, que presenta tanto las pasiones ideológicas que permearon con su combustible la llamarada de la guerra civil española, como las que incendiaron al Puerto Rico de la época de Winship, la persecución de los nacionalistas, y la creación del Partido Popular, he tratado de permanecer lo menos abanderizado posible. He querido dejar que sean los personajes los que armonicen con sus acciones y sus pensamientos sus creencias ideológicas y que le den ellos cuerpo a la trama.

Como te imaginas, ha habido mil correcciones y revisiones; muchos amigos han hecho sugerencias, lectores profesionales (correctores de prueba) y lectores apiadados han probado el guiso y han sugerido condimentos o encontrado ratas husmeando en algunas esquinas. Es un texto extenso e intenso, y, difícil. No por el lenguaje en sí, que me parece muy asequible, sino por sus complejidades narrativas y la ambigüedad ideológica que afecta a algunos de los personajes. Ha sido un proceso arduo, pero apasionante.     

      

CEC: Para beneficio de los lectores de este boletín ¿de qué se trata El Vuelo del Dragón?

 

MMM: Tal vez sepas que el modelo de avión que llevó a Franco desde las Canarias a Marruecos para comenzar la guerra civil española se le conocía como Dragon Rapide. De ahí el título de la novela y que el avión sea un leitmotiv en ella. Dos hombres que son cuñados, uno de izquierdas otro de derecha, están involucrados en las intrigas que se han suscitado en Madrid. Uno participa en el asesinato de Calvo Sotelo, el otro –desde el clandestinaje y la quinta columna- es responsable del sabotaje del polvorín de Lista, en el que mueren numerosos inocentes. Dado por muerto en el asalto al Cuartel de la Montaña por su familia, el derechista, conocido por su alias “Banderilla”, es perseguido por la policía militar. La pesquisa la encabeza su cuñado sin saber la identidad del saboteador. Por razones imperiosas, los principales huyen a Puerto Rico donde se involucran en la política de la isla antes y durante la militarización que en ella ocurrió en los años precedentes a la segunda guerra mundial. Aquí se codean con los gobernadores Winship y Leahy; y las masacres de Río Piedras y Ponce. Las acciones de Hitler y Franco, influyen en sus acciones. Una vorágine de intrigas, espionaje y muertes los sigue por el Caribe y los lleva a Cuba y a la Francia de Vichy durante la ocupación alemana, mientras sus vidas van uniéndose cada vez más con consecuencias sorprendentes

 

CEC: ¿Cuáles son tus influencias como escritor? ¿Desde cuando comenzaste a escribir?

 

MMM: Siempre he sido un lector empedernido. Comencé a leer cuando tenía cuatro años y lo primero que recuerdo haber leído es una serie de libros de cuentos de hadas (creo que venían de España) y el Billiken (una extraordinaria revista Argentina para niños, que aún circula). Los cuentos de hadas (letra grande; oraciones simples) eran orientales, nórdicos y germanos, y estaban ilustrados. Por motivo de esas lecturas y porque en diciembre de 1941 comenzó la guerra mundial contra Alemania y los japoneses, a los cinco años escribí un cuento de cuatro o cinco oraciones (que desafortunadamente se me ha perdido en una de mis mudanzas) sobre un vecino de Yauco en su primera misión como piloto. Era muy escueto y decía (según recuerdo) exactamente lo que había sucedido. Algo así como: Fulano, que vive a tantas casas de la mía y es el hermano de mi amiguita fulana, se fue de piloto, y los alemanes (pueden haber sido los japoneses, ya no recuerdo) tumbaron su P-39 (me aprendí los modelos de los aviones de la guerra y los podía dibujar; hoy recuerdo sólo algunos) y murió. Recuerdo que a sister María Caridad, mi maestra de primer grado, le pareció muy lúgubre.

Pero pasaron muchos años antes de que volviera a escribir algo que no fuera para la escuela. Leía las asignaciones y aprendía poemas de memoria (Rubén Darío, Llorens, Espronceda, Núñez de Arce) y cuando llegué a sexto grado descubrí las Leyendas de Coll y Toste y otras cosas que me daban a leer mi madre y mi abuela. Pero mi primera influencia, algo que hizo decirme “voy a escribir algo así” fue la Llamarada. Ya estaba en octavo grado y leía una lista ecléctica de material variado: La Sombra, Doc Savage, Perry Mason, Ellery Queen, Agatha Christie, comics, novelas “pornográficas”, que eran traídas de contrabando al vecindario por los chicos mayores de diecisiete, tales como La Piel de Curzio Malaparte y La Coquito de Joaquín Belda. Éstas las leía de prisa para llegar rápido a los pasajes salaces. Pero no tardó mucho para que cayeran en mis manos Azorín, Pérez Galdós, Hemingway, Fitzgerald, John O’Hara, que considero uno de los grandes cuentistas del pasado siglo, y, especialmente, J.D. Salinger, que me condujo a comenzar a escribir Isla Verde  (El Chevy Azul), que al principio se llamaba Anoche en San Juan, en 1961, y cuya influencia asoma en el libro de cuando en cuando. Cada uno de estos autores influyó en mí de forma distinta: Azorín por la belleza de sus descripciones, Galdós porque fue mi primer encuentro con la mezcla de historia y ficción en la literatura (no leí hasta después a Walter Scott y a Dumas), Hemingway por su precisión y la ausencia de sentimentalismo en su escritura; Fitzgerald por su estilo y su prosa conmovedora; y Salinger por su comicidad tan triste y real, y su conocimiento de las perturbaciones emocionales de un adolescente. Después, Cervantes, quien me alegro haber leído después de haber cumplido los treinta, Borges, Graham Green, Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes, DeLillo, William Kennedy, y, recientemente, Aira, Piglia y Bolaño.             


CEC: ¿Por qué escribir? ¿Tienes alguna poética?
¿Un ars poético?

 

MMM: No creo en tendencias del momento ni en “movimientos”. Creo en el deber del artista con su entorno y la sociedad, pero también creo que, a menos que no tenga grandes talentos y sea muy valiente, se debe de concentrar en expresar sus ideas a través de su arte. Mi “ars poética”, si así se puede llamar, es que puedo ser tierno o devastador, y que digo lo que tengo que decir y no me amedrento ante la opinión de muchos o de pocos. He decidido que escribir es una catarsis emocionante y cautivante. Entiende, por favor, que hago estos comentarios desde la perspectiva de un novelista que comienza su carrera, que es cómo me veo. Pero escribir es lo que haré ahora hasta que me muera.

 

CEC: Manuel, tú eres un escritor que se ha codeado con diversos escritores, algunos de la talla de Francisco Brines y Luis Antonio de Villena, quienes visitaron el País gracias a ti… Puedes hablarnos de eso…

 

MMM: Mis viajes como conferencista médico y presentador de mis investigaciones me han traído en contacto con mucha gente en muchos sitios. Pero le debo parte de mis amistades literarias a mi buen amigo Carlos Prieto (hay varios Carlos Prieto, todos familia y famosos, que incluyen un chelista, y un director de orquesta, que estuvo aquí en el Festival Casals, de 2006, si recuerdo bien) un nefrólogo español dedicado a los trasplantes renales, que no sólo es un gran aficionado a la música clásica (como sus primos), sino que es primo carnal de Carlos Bousoño. Con Prieto y su mujer fuimos mi mujer y yo a conocer a Vicente Aleixandre, en Madrid. Allí estaba Bousoño que durante treinta o más años visitó al Nobel casi todos los días. Don Vicente, que hacía poco había recibido el Nobel, fue un anfitrión generoso y de una dulzura indescriptible. Ambos leyeron mis poemas y me alentaron a que publicara; muchos están en La Voz Sostenida 1984. Don Vincente me regaló unos libros autografiados que siempre me acompañan. Mi amistad con Juan Ramón Jiménez fue motivo de conversación porque éste me había sugerido que me fuera a estudiar literatura a Madrid y que me daría una carta de presentación para Aleixandre. ¿Qué hubiera sucedido de haber pasado eso? Nunca se sabrá y, en realidad, nunca lo consideré.

 

De todos modos, la próxima vez que fui a Madrid Carlos Prieto me dijo que estábamos invitados a comer (almorzar) a casa de Bousoño, en las afueras de Madrid, y allí conocí a Paco Brines y a Luis Antonio de Villena. Nos hicimos amigos rápidamente y he seguido viéndolos cuando vistamos Madrid. En otra tarde memorable en casa de Bousoño, también conocimos al gran Claudio Rodríguez, un hombre de una sencillez asombrosa y un poeta del parnaso de la poesía moderna en español. Bousoño, Brines y de Villena vinieron a Puerto Rico dos veces, incluyendo, en el caso de los dos últimos, la vez que mencionas. El estupendo poeta Ángel González había sido compañero de escuela (en el mismo grado, según recuerdo) de Bousoño, y con esa introducción me carteé con González, a quien invité a San Juan y pasamos una semana deliciosa leyendo poesía y tomando Don Q y Barrilito. De paso, Bousoño, González y Rodríguez, han sido galardonados con el Asturias de Letras.  

 

Gracias a mi especialidad, también conocí a Jorge Guillen, quien al final de su vida sufría del riñón, pues fui a verlo con su nefrólogo (amigo mío) en su casa en Málaga. También he conocido a Antonio Colinas en Salamanca y, poco, a Luis García Montero, en Madrid.

 

Lo más importante de esas relaciones ha sido que todos (excepto García Montero; no tenía ningún poema conmigo en lo que fue un encuentro fortuito) leyeron mis poemas con entusiasmo. Me hicieron algunas críticas, pero también hicieron elogios de mi poesía. Los poetas tienen pocos lectores. Saber que uno cuenta entre ellos a poetas como estos es un gran premio para un chico de Yauco, Puerto Rico, que envejece.


CEC: ¿Tienes algún ritual en particular a la hora de acercarte a la página en blanco?

 

MMM: Trato de escribir todos los días, aunque sea una oración. Si no me sale lo que de primera intención era mi meta, me mudo de la novela a un poema, o viceversa. O me voy a algo ya escrito, y lo corrijo.

 

CEC: ¿Qué libros son importantes en tu biblioteca?

 

MMM: Tengo los libros dedicados por excelentes escritores que he conocido personalmente sobre mi escritorio. Además, vuelvo a ellos constantemente, particularmente en el caso de la poesía. No pasan muchos días en que no lea por lo menos una línea de Juan Ramón. Claro, están mis diccionarios y las gramáticas, que me desesperan.  


CEC: ¿Te ocupa en estos momentos alguna nueva creación?

 

MMM: Tengo 73 años y soy paciente de cáncer: voy de prisa, pero con cautela. Me retiré hace año y medio y completé otra novela y he escrito otras dos, además de El Vuelo. Sólo te quiero dar noticias sobre una de ellas que me ha tomado más de 15 años escribir y que trata del caso infame del Dr. Cornelius Rhoads, médico que declaró haber asesinado 8 pacientes y de haberles inyectado células cancerosas a otros 8 pacientes, cuando practicó en el hospital Presbiterano del Condado en 1931. Estoy en proceso de revisarla y trataré de publicarla lo antes posible. Trataré de que no compita con El Vuelo. Por ahora lleva el título La Muerte se Viste de Blanco y es un “thriller” que también incursiona en el tema del mal uso de sujetos humanos para la experimentación médica. También necesitó una gran investigación histórica y la dedicación de muchas, muchas horas de lectura y estudio. Pienso que junto al Chevy Azul, El Vuelo y La Muerte, forman una especie de trilogía puertorriqueña que cubre desde los años 30 hasta los 60. Las otras dos novelas, que están básicamente terminadas, son de mi total invención. Ya hablaremos de ellas a su debido tiempo.

  

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31 de Octubre, 2011 · General

En las letras, desde Puerto Rico:

                                                 Por la ruta creativa de Madeline Millán

 

por Carlos Esteban Cana

 

 

Hay momentos singulares en tu vida que la memoria registra de manera permanente entre las neuronas… y en aquella época sobrevivías como cartero por las calles de Santurce durante aquella semana de bipolaridad climática con vientos traviesos, nubarrones oscuros cargados de lluvia y el incisivo calor inmediato del sol. Había que sobrevivir a toda costa pero era complejo terminar el turno para redactar páginas interminables de tesis y estudiar trasnochada para el examen de grado, con la inminente presencia de síntomas agudos de una pulmonía que transparentaba en lágrimas todo tu dolor acumulado…

 

Yo he tenido periodos que aunque hubiera querido escribir no podía, te repites… Algunos escritores tienen que ganarse el pan duramente, continúas… Escribir es siempre una lucha contra todo. Todo sirve, rezas como mantra… Haber trabajado en el correo, los chistes que hacía mi familia. Todo está integrado, porque no hay vivencias más importantes que otras.

 

Quien va en contra de su propia naturaleza impone cargas intolerables al cuerpo, que espera pacientemente su momento para pasar factura y fractura del proceso. Recordar que una vez transitaste la muerte en vida, que fuiste zombi y te sentías drogada permanentemente porque intentaste dejar de escribir, te despierta del letargo. Amputada como estabas por el tren desbocado de la existencia. Cargada y cansada de interminables deberes, casi llegas a la locura. Pero detuviste aquel asesinato del alma a tiempo y aunque el dolor era inmenso lograste, lentamente, iniciar movimientos en los dedos…

***

Conocí a Madeline Millán en la azotea de un edificio de El Viejo San Juan. Ya había presentado su libro De toros y estrellas, publicado bajo el sello Terranova Editores, en la librería Borders, y era precisamente ese libro lo que me había llevado hacia ella. Con un techo tachonado de estrellas, cerca del mismo lugar donde Pedro Salinas contempló su contemplado, que por nosotros tener la noche encima no podíamos contemplar, Madeline y yo comenzamos a conversar por primera vez.

 

MM: “De toros y estrellas tiene partes de un libro que yo escribí, que se llamaba originalmente Nanas por la ciudad letrada. Sucede que mi hija nació en Alphabeth City, en Manhattan, que es un barrio muy bohemio, muy boricua, porque todavía hay casitas de madera y en el verano se juega dominó. Y Paola nació en la Avenida B, y yo escribí unos poemas desde un punto de vista de la maternidad no tradicional. Otro libro que está entre los poemas incluidos en De toros y estrellas es Ciudades con puertos, que recoge una época de mi vida en relación a Chile. Yo iba los veranos a Chile porque aunque estaba haciendo investigación en Argentina mi ex era de Chile. Entonces me mantuve mucho por Valparaíso, amé mucho Valparaíso porque tiene unos cementerios divinos. Yo me la pasaba paseando por los cementerios. Ciudades sin puertos lo escribí entre finales de los 80’s y principios de los 90’s. Y de esa experiencia nace también un cuento titulado El día que me quieras. Volviendo a la antología, porque De toros y estrellas es una colección de cuatro o cinco libros muy diferentes, y quizás no se nota esa diferencia entre ellos porque tuve cuidado en confeccionar la selección, aspirando a que funcionara como una unidad. Hay poemas de un libro que se llama La maestra de York que surge cuando sucede lo del 11 de septiembre y enfrenté un periodo de desgarramiento personal en el que mi deseo de mantener control provocó que me encerrara. En ese tiempo lo que quería encontrar eran mis emociones y, sin embargo, lo que  salió fue una serie de poemas fríos porque estaba como amputada, ¿entiendes? Después de todo ese proceso fue que me di cuenta de la magnitud del desgarramiento. Y también hay poemas del primer libro que publiqué que se llama Para no morir por segunda vez. Ese título sale del Libro tibetano de los muertos, porque la idea principal que ocupa las páginas es que uno tiene que entrenarse con los ojos cerrados, en la oscuridad, para poder transitar el camino de la muerte. Ese libro, que salió en los 90’s, lo reseñó Belia Segarra en su momento. De ese libro son los poemas Largo metraje y Michael Jackson.”

 

“Cuando fui a presentar De toros y estrellas en Borders juraba que el evento iba a estar vacío. Yo iba preparada para leer para dos o tres gatos, y esa noche me llevé la sorpresa que asistió gente con la que tuve afectos y contacto hacía 20 años. Me asombró ver que Mario Cancel, a quien yo no conocía, tenía un trabajo escrito como de 8 ó 10 páginas acerca del libro. Entre las sorpresas que esa noche me dio estuvo la de encontrarme a Luis López Nieves, porque  curiosamente yo me acuerdo que cuando conocí a Luis él decía que detestaba la poesía. Y yo le dediqué el libro haciendo referencia a eso, ¿pero tú no me decías que odiabas la poesía? Y fue con su esposa muy solidario a felicitarme. Y aquello estaba lleno. La gente me demostró que este país, dentro de todas las cosas que podamos encontrar, es un país que todavía lee, porque de las personas que estaban habían algunos que se encontraban allí porque leyeron el libro, no porque me conocieran. Ese libro se abrió camino a sí mismo, como lectura, sin conexiones. Recuerdo que estuvo también Yolanda Arroyo. Ella fue allí, me tomaba fotos, estaba bien llena de alegría, pero yo no sabía quién era Yolanda Arroyo. Yo sé que ella me dio un abrazo y me felicitó. Debo mencionar que también fue Etnairis Rivera, a quien en ese momento no conocía. Momento que sirvió para que me invitara a leer en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe junto a ella, que era de la generación del 70 y con una muchacha joven de la generación del 90 llamada Kattia Chico. Fue la primera invitación de peso que recibí para participar con escritores de aquí.”

 

Madeline también me habla de que tuvo que subvencionar ese libro. Que le salió en un billetal, eco de palabras que me remiten a una conversación que tuve con Magaly Quiñones, nuestra Poeta Nacional, en la que me decía que de sus 10 libros publicados en aquel momento, ocho los había pagado ella de propio su bolsillo. Madeline no estaba sola en esa situación, muchos escritores son inquebrantables en cuanto a la fe que tienen a su vocación y obra. Madeline finalizó el párrafo anterior haciendo alusión a esa primera invitación de peso. Sin embargo, silenciosamente, difiero de ella. Ella olvida, momentáneamente, que fue una de las participantes del V Encuentro Internacional de Escritoras que se dio en San Juan, organizado por Mairym Cruz Bernal en el 2003, evento que abrió puertas a otras oportunidades. Pero en el curso de otra de nuestras conversaciones recuerda.

 

MM: “El primer libro Para no morir por segunda vez se presentó aquí en El Encuentro de Mujeres Escritoras que organizó Mairym en El Viejo San Juan. Para la ocasión Belia Segarra escribió una reseña impresionante, y mi libro se da a conocer gracias al tiempo que Belia me dedicó. Y ese evento fue importante porque me volví a encontrar con una serie de mujeres poetas que nos habíamos conocido en los 80’s, como Maribel Sánchez, la propia Belia Segarra, y de ahí fue que salió Poetas sin tregua: compilación de poetas puertorriqueñas de la generación del 80. Tengo que reconocer que esa antología tiene un pequeño desperfecto y es que el libro no tiene número de serie. Faltaría sacar una nueva edición subsanando eso porque es importante el número de serie para la circulación adecuada del mismo. Además Maribel tiene la inquietud de continuar el proyecto porque siempre pregunta acerca de la cantidad de escritoras de la generación del 80 que están regadas por el mundo. Sin lugar a dudas esa antología necesita tener continuidad.”

 

Le digo a Madeline que me hable de gente importante en su trayectoria. Y sin pensarlo menciona el nombre de una escritora que dirigió el Pen Club de Puerto Rico durante los años de 1989 a 1991. Poeta y narradora que reside parte del año en Puerto Rico, parte del año en Nueva York.

 

MM: “Hay otra persona importante que me ha acompañado casi 30 años de mi vida que es María Arrillaga. Ella hizo un taller en los 80’s y luego me la encuentro cuando yo estaba embarazada en una de las calles de Manhattan. Ella me invitó al Pen Club de Nueva York, allá estaba Carmen Valle, Anita Vélez Mitchell, una señora que fue bailarina y que escribe en ambos idiomas. Es curioso porque a veces éramos la única presencia hispana en el Pen de  Nueva York. Y pues María también me metió en ese mundo. En Puerto Rico ella había sido mi profesora de taller en 1981, taller del cual salió una antología. Para ese tiempo ella era profesora de la universidad. En esa antología está Daniel Torres y Edgardo Nieves Mieles. Se sabe que existe y hay que mencionarla como trabajo de reseña histórica.”

 

“Estaba hablando con Vanessa Droz, que en los actos de generosidad más grande que yo he visto en mi vida no ha habido un solo hombre, con muy pocas excepciones y entre ellas tengo que mencionar a Ángel Matos. Ángel Matos fue la persona que durante los 90’s, después que naciera mi hija en el 95, dedicó unas líneas a mi obra en un artículo. En cierta forma yo había sentido, por otro lado, que la generación del 80 me había borrado del mapa. Aún cuando muchos de sus integrantes estudiaron en Stony Brook University, donde yo hacía el doctorado. Incluso, allí hubo publicaciones en las que publiqué con ellos. Había publicado también en Puerto Rico con ellos. Por lo que no me explicaba tanta amnesia. Por eso tengo que señalar que la generosidad siempre me la he encontrado de parte de mujeres, y de hombres muy afeminados en su forma de amar y de querer y de ver el mundo. Ángel Matos me abrió las puertas y me invitó a leer. Me buscó a mi casa y con él caminé y leí en diferentes lugares. Cuando nadie me conocía la generosidad de Ángel me abrió puertas.”

 

“Quisiera recordar quien me dijo que tenía mucha fe en la gente joven que se fue desarrollado durante los 90’s, me dijo que sentía que a diferencia de las antiguas generaciones literarias en Puerto Rico, que se caracterizaban por ser una claque cerrada, elitista, incluso mezquina en cuanto a ciertas dinámicas de exclusión, ésta, por el contrario, no parece padecer del síndrome de mi generación ni de las anteriores. O sea la generación que vino después de mí, a la que pertenece Ángel Matos, Kattia Chico y otra gente se ha caracterizado por ser más generosa, más libre y más abiertas. No estoy diciendo que no tienen defecto de otro tipo, pero sí que se han caracterizado por romper una tradición de falta de generosidad cuando por ejemplo leen la obra de otros y comentan cualquier aspecto de tu trabajo, aunque el comentario se trate de una sugerencia crítica. Tuvimos que esperar casi medio siglo, medio siglo en el que apenas hubo apertura, para que llegara gente así de linda. Es como el open mic que se da en el Puertorrican Poets Café. Es una forma de democratización que rescata posibilidades y aperturas que antes no existían.”

 

En otra de las ocasiones que converso con Madeline, reincidimos en el Viejo San Juan, pero esta vez estamos sentados en una zona aledaña y amurallada al Fuerte San Cristóbal. A nuestra derecha hay una especie de sesión fotográfica con una pareja de recién casados. Al fondo está La Perla, el cementerio Santa María Magdalena Pazzis y El Morro. La noche anterior había saludado a Madeline durante la entrega de premios del Pen Club de Puerto Rico. Ella viajó desde Nueva York para recibir el Premio Nacional de Poesía por su libro Leche. Sí, se trataba del mismo libro que había mencionado anteriormente y del cual había extraído algunas piezas para incluirlas en De toros y estrellas. Mientras agradecía el premio ella lucía satisfecha pero, a la vez, algo cansada. Creo que había llegado al evento directamente del aeropuerto, si no me equivoco.  Y venía con muchos planes de los que me quería hablar, pero en esa tarde siguiente, en cambio, me concentré en formularle preguntas acerca del libro premiado, Leche.

 

MM: “Fue un libro que empecé a escribir cuando estaba embarazada, en 1994. Imagínate la emoción ahora que mi hija tiene 15 años. Leche es como una re-escritura de los significados que otorga una nueva vida, escribí algo que hacía referencia al proceso de maternidad, con cierta poesía mística y una visión de eroticidad. Y mandé ese libro a muchas editoriales de Latinoamérica. La negativa que dio la única editorial que contestó hizo que cambiara el título. Porque sentí que la mayoría de los hombres que dirigen esas casas editoriales vieron la palabra “nanas” y se espantaron, recuerda que el título original era Nanas por la ciudad letrada. Estoy segura que no se dignaron tan siquiera a abrirlo porque el título decía “nanas”. Y decir, además, Alphabet City en inglés, que era el lugar real al que yo me refería, ya por traer una frase al inglés en el mundo hispanófilo, que padece de fobias con cualquier combinación bilingüe, es riesgoso. Entonces me planteé los peligros de una escritura de mujeres sobre mujeres, y acerca de discursos que tienen que ver con la maternidad. Y siendo la poesía el patito feo de la literatura, y cuando es además escrito por mujeres (por lo que comentaba de la visión masculina de los editores) aquello se convierte en un embudo dentro de otro embudo y si finalmente digo “nanas”, me pregunté ¿qué posibilidades tiene este libro? Entonces consideré más seriamente ciertos tipos de estrategias para la escritura. Y lo que se me ocurrió fue ponerle como título la palabra Leche, que causaba en el lector toda esa ambigüedad, por que de antemano no podían saber de qué leche se hablaba en el libro y de esa manera, por lo menos, tenían que abrirlo. Y es hasta gracioso porque hasta el día de hoy me preguntan: “¿Y qué usted quiere decir con eso?” “¿Y de qué se trata su libro?”, y yo digo: “Pues, de leches”. Por eso este libro se llama Leche, y en sus páginas hay poemas que yo amo y que están dedicados a mi hija. Leche lo patrocinó un mecenas a cambio de que hiciera una traducción para la Colección Bilingüa en Argentina. Esperemos que cuando yo le diga al editor de Leche que el libro fue galardonado con un Premio Nacional del Pen Club se compadezca en contestar correos.”

 

Y añadió acerca de la dinámica de los editores. Con cierto coraje contenido en su expresión, tono que comprendo pues con los años he aprendido que cada uno de los integrantes de la industria del libro, comenzando por los propios escritores y pasando por editores, libreros distribuidores y los que se desempeñan como agentes literarios, todos y cada uno de ellos tienen sus vicios y malas mañas.

 

MM: “Es difícil bregar con el mundo de los editores, con el mundo de la invisibilidad, porque da la impresión que hay tanto chauvinismo y tantas conquistas, tantos molinos de vientos que son gigantes, que uno no sabe ni de que están hecho. Pero están ahí y no se tiene nada, nada garantizado con un libro publicado. Es un acto de fe. Es bien difícil bregar con editores porque aunque ellos te publiquen es raro que asuman una responsabilidad real contigo. No pasa eso. Es como que ellos cumplieron sacando el libro y tú te encargas y defiendes como puedas.”

 

En la selección que suelo realizar al final de cada año, acerca de mis recomendaciones sobre aquellos libros producidos por escritores boricuas, que cumplen criterios de excelencia y creatividad en sus propuestas, incluí a Noches de Cornelia en la categoría de antologías publicadas. Madeline me habló con lujo de detalles acerca de esta experiencia como editora de una antología bilingüe.

 

MM: “Un día una de mis estudiantes, periodista como tú, que es además escritora, me llama y me dice que conoce al poeta Ángelo Verga, curador de lecturas en el Cornelia Street Café, que estaba interesado en hacer algo con grupos alternativos para la población de ese café tan maravilloso, tan bohemio, que tiene una tradición de casi 30 años de eventos en los que siempre han participado músicos y poetas. Es un sótano de un restaurante, iluminado un poquito, algo oscuro, con velas, vinitos, muy íntimo. No es el mainstream, se mantiene como un ambiente muy mágico, con poesía y después música. Entonces esta estudiante me contactó con Verga que me habló de su propuesta y dije que sí, que me interesaba. Ángelo me había dado el visto bueno para salirme del formato original y de esta manera pude traer poetas de variadas nacionalidades y lenguas. Cornelia Street Café se llenó de tantos poetas maravillosos que comenzaron a pasar por ahí. Han estado Etnairis Rivera, Daniel Tevini, Mairym Cruz Bernal, ha estado Emile Struchki, han estado tantos poetas importantes. Y después trabajé en esa edición bilingüe que incluyó algunos de los poetas que participaron en Noches de Cornelia. El trabajo fue de meses, 8 horas cada día, trabajando con una meticulosidad, codo a codo. Debo reconocer algo del editor, estuvimos mandándonos correos electrónicos durante meses, trabajando a capacidad completa, y él no me protestaba por las correcciones. Y todos los días había correcciones y correcciones, porque eso no saldría hasta que no estuviera al nivel que yo quería. Todo estaba claro: él no sacaría el libro hasta que yo le dijera que estaba listo para imprimirse, y él no nunca me protestó. Quizás debía protestar allá y a lo mejor me quería comer viva pero nunca me dijo ‘ya está bueno’, y reconozco que mis estándares eran altos porque el trabajo de hacer una edición bilingüe es un trabajo brutal. Errores como que de repente se corrió el título a una página que no era. Errores como que se cortó un verso donde no era. Yo le mandaba el texto al poeta para que hiciera una revisión nueva y siempre salían defectos y defectos y defectos. Que el título no debía ir de esta forma. Y lo entiendo porque todo poeta hace una arquitectura de un poema y cuando se edita en libros que son de cierta anchura limitada hay problemas. Si la línea es larga o lo que sea, todo eso se trabajaba hasta que cada uno de ellos me dijeron: OK, OK. Esperar el OK y corregir todos los defectos que ellos empezaban a ver, incluso cuando alguna poeta quiso hacer cambios de contenido, yo no lo protesté ni el editor me protestó a mí. Hasta ese tipo de cosas pudimos hacer. Yo puse el dinero para que la edición de Noches de Cornelia fuera posible.”

 

Para realizar este boletín dedicado a Madeline Millán repasé toda la obra que tenía disponible en mi biblioteca bajo su nombre. Por eso quiero incluir una muestra antológica en una edición futura de este boletín. Y su libro 365 esquinas tiene la liviandad y complejidad suficiente, totalmente adecuada para mi gusto. Con cierto aire de nostalgia en las primeras páginas y una poética silenciosa y sutil que va develando su perfil mediante una prosa repleta en intertextualidades, 365 esquinas no cansa, no agota, es preciso, es raro. Es un libro del cual apenas se comentó algo, pero es un libro que hay que leer. Escuchemos lo que la propia Madeline tiene que decir acerca del más reciente título que le publicó Terranova Editores.

 

MM: “El libro se llama 365 esquinas. Mezcla poesía con narración. Como dice Elidio, algunos relatos son poemas y algunos poemas son como relatos. Es un libro muy híbrido. Y nace porque Mairym me dijo una vez, estando en mi casa en Nueva York: “Madeline, tienes que empezar a contar todas esas cosas que me cuentas acerca de tu vida.” Y gracias a que ella me animó dije: “Coño, voy a empezar.” Precisamente uno de los primeros relatos es con la palabra coño, acerca de un accidente que tuve con una carretilla, y en el que me sacaron todos los dientes de leche y me partí la lengua. En esa época yo tenía cuatro años y no hablaba. Yo me crié con mi abuela y mi abuela decía que yo no decía nada. Y la primera palabra que dije fue coño.”

“Entonces lo que me ha gustado, que le comentaba hoy a Vanessa (Droz), es que para sorpresa mía, puedo recordar mi vida cuando era pequeña sin llorar, porque fue una vida que no fue un jardín de rosas. Sin embargo estoy feliz porque puedo recordar y me puedo reír, o lo transformo en un acto de risa o de sonrisa. Y digo: ‘Que chévere, como me estoy sintiendo.’ Lo he transformado todo casi como lo hizo Edith Piaf. No me arrepiento de nada y, de alguna forma, estoy contenta. Sale algún tipo de alegría. Hay algo que aun siendo triste, de alguna forma, en el texto tiene una sonrisa. Y estoy escribiendo así. No te puedo decir que todos los textos van en esa dirección, pero me estaba riendo cuando los hacía y entre los recuerdos estaba saliendo mucho humor.”

 

“Este libro tiene un relato que yo adoro que es el de 365 puestas de sol, un relato que termina como una película y tiene al final la palabra ‘fin’, y todo lo que oímos y vemos del cuento termina en que es una película. Incluso los personajes se mandan a callar unos a otros al final: ‘Pero oye, no me has dejado ver la película.’ ‘No te has callado en toda la historia.’ ‘Ah, pero ya pronto se está acabando.’ Y al final todo el mundo recoge las sillas como cuando se veía el cine al aire libre, y se acaba la película porque llega la puesta del sol 365, 365 puestas del sol que es lo mismo que una salida del sol. Todo el mundo está confundido. Nadie sabe cuando sale o se pone el sol. Y de ahí sale. Yo siento que 365 esquinas no es un libro amargo. Me río, lloro, se mezclan todos los sentimientos. Todas las máscaras se mezclan.”

 

“Presenté 365 esquinas en España. Ese fue el libro que presenté en Huelva, y en facebook aparece cuando estoy con Uberto Stabile durante la presentación oficial. Leí algunas de las piezas a niños de escuela superior, y pasó algo bien cómico porque antes de contar el cuento les digo: ‘Yo quiero que ustedes juzguen si es ficción o es realidad.’  Hago el cuento y al final pregunto. Ellos me dicen ficción. No, les contesto, fue realidad. Y ahí todo el mundo muerto de la risa porque es la historia de una niña que come hormigas y ellos no se lo pueden creer.”

 

Ese aroma a nostalgia que destila algunas de las 365 esquinas, sublima la tristeza con el lúdico juego de memoria y, contrario a lo esperado, una sonrisa acude a los labios… La conjura del arte con la belleza hace alquimia. Por eso también la liviandad del texto. La sonrisa por la lágrima. La escritora recuerda su infancia…

 

MM: “Yo no conocí a mi papá. Mi madre tampoco conoció a su papá, ni mi abuela tampoco. Tres generaciones, un estilo de vida en el Caribe, donde es tan natural que las mujeres cojan a un hombre y después a otro. A mí nunca me hizo falta un papá, no me hizo falta pero después me doy cuenta que me faltan referencias para poder codificar la intríngulis mental y psicológica de los hombres. Yo no tenía referencias porque no tuve abuelo, no tuve tíos, no tuve primos. Y no tener esas referencias me puso en una situación de desventaja para jugar un juego de seducción, digamos. Porque crecí en una familia en la que éramos nosotras las que mandábamos, nosotras, todas mujeres, las que decidíamos. Y por eso me sentía que yo estaba más perdida que un juey bizco. No sabía como eran las dinámicas de dar y tomar, de tomar y dar…” 

 

En el 2010, yo mismo fui partícipe del evento que Madeline Millán coordinó en diferentes partes de Puerto Rico, que intentaba llevar literatura y creación a niños de escasos recursos. En Piñones impartí un mini taller de cuento e imagen a los niños del sector, y la pasé de maravilla. Entre la risa y el interés general de los pequeños participantes y sus familias, fui asistido en algún momento por la propia Madeline y el amigo Alejandro Román. Sé que otros escritores como el poeta John Torres y la narradora Yolanda Arroyo se sumaron al proyecto y ofrecieron de forma entusiasta y desprendida sus talleres en otros lugares. Eventos como este han tenido dignos precedentes con los esfuerzos de Awilda Castro durante la pasada década y los eventos en torno al Festival Internacional de Poesía, teniendo como organizadores a Vicente Rodríguez Nietzche y los escritores vinculados con el grupo Guajana. Esfuerzos que son genuinos y no pretenden lucrarse, a diferencia de ciertas excepciones que siempre circulan por ahí. Y aunque no hemos hablado de los libros inéditos de Madeline quiero dejar esta exploración por su ruta creativa en suspenso. No deseo agotar los temas, porque Madeline Millán es una de las pocas creadoras que conozco que en cada propuesta se renueva y no se repite. Por eso, y por ahora, prefiero dejar abierta la posibilidad de otras conversaciones acerca de su obra y quedarme con los ecos de las palabras que cristalizaban sus motivos para iniciar aquel proyecto en el que participé…

 

MM: “Quiero venir a mi barrio a trabajar, sola o acompañada. Por lo menos a mi barrio y a la Cacique Agüeybana que fue donde estudié. Recuerdo que la misma matrícula de estudiantes decidimos el nombre de esa escuela. Mi clase fue la primera clase graduanda de una escuela que no tenía biblioteca. Y yo quiero volver allí porque la Cacique Agüeybana es la escuela típica de un barrio como los que hay en muchos lugares de Puerto Rico. Quiero volver para dejar algo al lugar de donde yo salí.”
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17 de Octubre, 2011 · General

Olga Nolla en sus propias palabras

 

En las letras, desde Puerto Rico: (Serie En sus propias palabras)

 

por Carlos Esteban Cana

 

El 30 de julio de 2001, Olga Nolla se despedía de este plano, dejando una obra valiosa y variada en diferentes géneros literarios. Tanto en la poesía, como en la novela, así como en el cuento, Nolla fue premiada con diversos galardones nacionales. Fundadora con su prima, la escritora Rosario Ferré, de la emblemática revista de la década del 70, Zona de carga y descarga, esta poeta también se desempeñó como directora de la revista Cupey. Ganadora del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en el año 2000 y transcurridos diez años desde su partida su nombre no ha caído en el olvido.

 

Hace unos años la Universidad Metropolitana abrió una sala dedicada a su obra, donde está disponible lo que fue su biblioteca personal, además de otra memorabilia vinculada a su carrera literaria. Por otro lado, el periódico El Nuevo Día le rindió tributo al designar su certamen anual de poesía con su nombre, durante su primera temporada.

 

Yo la conocí en los linderos universitarios donde había enseñado humanidades. Con su sonrisa a flor de piel, conversamos esa primera ocasión acerca de las revistas literarias en Puerto Rico. En otra oportunidad pude formularle preguntas sobre el género cuentístico y su libro Porque nos queremos tanto. En otros eventos la escuché disertando en conferencias y seminarios.

 

Con el paso de los años la obra de Olga Nolla no envejece, no se agota. Por lo anterior y a una década de su muerte En las letras, desde Puerto Rico quiere rendir un sencillo homenaje a esta inolvidable autora. En esta edición llevamos a la mesa del lector reflexiones de la propia Olga Nolla acerca de su obra poética y del género novelístico que tanto disfrutó cultivar en las postrimerías de su vida.

 

Olga Nolla: En sus propias palabras

 

Para empezar yo no quería escribir. Nunca pensé en escribir. Tenía rabia, horror, tener que escribir. Escribir para mí era horrible y lo pensaba porque mi madre era escritora y yo quería, ante todo, no ser igual que ella. No quería ser como mi madre, más nunca. Si mi madre era un ama de casa, era una mujer de su casa. ¡Era religiosa! qué espanto total. Entonces yo no quería ser escritora, y traté y estudié química, quería ser científica. Luego me casé, traté de ser ama de casa: un fracaso total. Pero sí, tuve dos hijos. Algo logré. Finalmente, no fue porque lo buscara ni tratara ni nada, me puse a escribir, no me quedó otro remedio, y lo que escribí fue poesía. Escribí poesía cuando estaba la generación del 70. Y de alguna manera, es extraño porque quienes escribían poesía en esa generación eran mujeres. Rosario escribía poesía muy diferente a la mía, quien más… Edwin Reyes, que en paz descanse, escribía poesía muy buena. Angelamaría Dávila escribía poesía, me gustaba mucho pero era muy diferente. Y yo en ese momento escribía este tipo de poesía:

 

Manifiesto

 

Me encanta ser mujer

Tener cuarenta años

Ser dueña de mi vida

Enamorarme de los hombres

Olvidarme fácilmente de los hombres

Escribir mis poemas

Cocinar platos aromáticos

Elucubrar comidas criollas exquisitas

Hablar de comida con mis hombres

Vestirme sensualmente con encajes y sedas

Desvestirme sensualmente

Usar zapatos rojos

Llevar el pelo larguísimos

Pintarme las uñas de los pies

Soñar con las novelas que pienso escribir

Ver películas hechas por mujeres

Oír la lluvia azotar el aire

Oír los truenos

Desatar los truenos

Correr las olas con el auto en llamas

Y darte la manzana, Adán;

cómela, cómela

 

Manifiesto es uno de esos primeros poemas que escribía. Cuando yo escribo poesía, es, ante todo, no para desahogarme sino porque tengo algo que decir. Y lo primero que yo quería decir era que las mujeres teníamos que dejar de quejarnos, eso lo dije en un principio y sigo diciéndolo. Por eso mis poemas nunca lloran. Nunca lloran. Me acaba de dejar el último novio ¡qué horror! Tengo que llorar muchísimo pero no voy a escribir eso en un poema. ¡No señor! Porque entonces me estoy desahogando y esa nunca ha sido mi intención. Yo no escribo poesía para desahogarme, escribo poesía para decir otra cosa y para dar una nota, un tono desafiante, ¿verdad?; para comunicar eso, para ponerlo en un lenguaje de comunicación entre los hombres y las mujeres. Escribo poesía porque tengo el propósito de explorar la sexualidad como una manera, como una forma de comunicación entre los hombres y las mujeres.

 

En un hotel de Arecibo

 

En la plaza de Arecibo hay un hotel

al que se sube por un estrecho ascensor

ubicado entre dos tiendas por departamento.

Zapatos y carteras y ropa de caballero, creo

y en la otra vitrina

collares y cinturones de neón.

En la plaza de Arecibo hay un hotel.

 

Subiendo al tercer piso de un edificio de tres pisos

se encuentra un gran salón de altos techos

iluminado por pequeñas bombillas General Electric.

Un hombre muy cansado come arroz y habichuelas

en un “conteiner” de margarina Parkay.

Un hombre cincuentón de manos grasosas y profundas ojeras

comiendo

detrás del mostrador de la oficina de un hotel.

 

En medio del salón hay unos pocos muebles

de telas desteñidas y ratán verde

y un pequeño televisor.

Unos ancianos llenos de silencio

observan la pantalla producir rascacielos

sirenas de policía

y automóviles computadorizados.

Desde el largo balcón se contempla la plaza

nocturna y vacía

la iglesia esbelta y blanca

y árboles negros.

 

A lo lejos se esparce

el susurro del mar del norte.

 

En la plaza de Arecibo hay un hotel

al que se sube por un estrecho ascensor.

En él se paga por adelantado

$21.50 por un doble.

Las ventanas de los cuartos están clausuradas

y un olor a desinfectante barato

satura el aire.

 

En este hotel de la plaza de Arecibo

colchas polvorientas y desgarradas

altos techos enormes y vacíos

paredes agrietadas y pequeñas bombillas

amé desesperadamente a un hombre

que ya olvidé.

 

A través de los años he escrito libros de poesía y narrativa conjuntamente. La narrativa no llegó como parte de un desarrollo tardío, no, puesto que siempre he escrito prosa también. Y todos los críticos decían que mi poesía era narrativa. O sea, que el aspecto narrativo siempre estuvo presente. Era, vamos a decir en términos poéticos, un recurso que yo utilizaba. El año pasado publiqué El caballero del yip colorado que contiene poemas que son de la década de los noventa, también fue premiado Únicamente míos en México con el Premio Jaime Sabines y de este libro inédito voy a leer un poema. Se titula Amor de lejos.

 

Amor de lejos

 

Hicimos el amor a través de la mesa de recepción

de un hotel europeo.

Tu sonrisa me penetraba por los ojos y se instalaba

en la boca de mi estómago.

Tu voz me acariciaba los tímpanos,

mordía mis orejas, los lóbulos, la nuca,

me chupaba

las puntitas de los pezones.

Hicimos el amor desde lejos

Rodeados de gente que entraba y salía a la calle;

Tu mirada

besaba mis entrañas, me recorría

de punta a punta

como una boca sedienta,

como una lengua ansiosa.

Yo te pensaba un sexo erecto y duro, durísimo

debajo de unos pantalones de hilo gris.

Ni siquiera nos tomamos las manos

ni siquiera

besaste mi mejilla al saludarnos.

Hicimos el amor con las palabras,

con los tonos y los matices que alcanza el lenguaje,

únicamente con los gestos del cuerpo y los cabellos,

únicamente con las sonrisas entrelazadas

como enredaderas de flores trasparentes.

Fue como hacer música.

Pudo ser en París y pudo ser en Roma,

en Londres, en Nueva York o en Frankfurt.

Hicimos el amor a través de la mesa de recepción

de un hotel…

Sin tocarnos.

Tan sólo nos mirábamos y nos movíamos

al contarnos historias de amor y muerte

¿Quién dijo que el cerebro humano es un órgano sexual?

Pero eso no explica lo suficiente.

Es mucho más que eso; qué alegría…

 

En el caso de la novela es diferente. Yo comencé a escribir novelas porque es un género que me permite explorar una región de lo humano, el espacio que duerme entre la conciencia y las pasiones que la poesía no me permite. Un poema es una canción. Una novela un viaje a la aventura. Un poema es una canción. Escribo una novela para descubrir algo. En el Manuscrito de Miramar acompaño a la narradora en el viaje que emprende al leer el manuscrito de su madre. ¿Puede ella soportar el conocer una verdad sobre su madre? Escribo esta historia para averiguarlo. En El castillo de la memoria utilizo la historia y el mito para virarlo al revés. Juan Ponce de León encuentra la fuente de la juventud, pero ¿puede soportar la inmortalidad? Viajamos con él a través de 400 años de historia de Puerto Rico para averiguarlo. Al explorar la historia a través de la escritura de ficción también intento conocerme.

 

En la última novela que escribo, que aún no he terminado, vuelvo a utilizar la historia. Entre otras cosas que no voy a contar, recreo una visita que Franklin Delano Roosevelt hizo a Puerto Rico en 1934. Está perfectamente documentada, y me documenté perfectamente. Fui a los archivos de Puerto Rico y a la biblioteca puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico, y reconstruyo esa visita de Franklin Delano Roosevelt que ni siquiera está en el libro de Historia de Puerto Rico de Scarano. Ni siquiera. La reconstruyo utilizando la imaginación.

 

Pienso que la escritura de ficción nos permite no sólo reconstruir la historia y recuperarla, sino que nos permite conocer la historia más a fondo al inventarnos sus detalles. Intento percolar la realidad. No sé. En eso trabajo en la actualidad y tengo la extraña impresión de que sólo comienzo arañar la piel de todo lo que quiero conocer.

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11 de Octubre, 2011 · General

En las letras, desde Puerto Rico

 

Cezanne Cardona reflexiona acerca de Palacios,  primera novela de Sergio Carlos Gutiérrez.

 

por Carlos Esteban Cana

 

Conozco a Sergio Carlos Gutiérrez desde que era estudiante de escuela superior. Sucede que desde muy joven Gutiérrez supo que su vocación era la creación, por ese motivo me lo encontré como uno de los participantes de El barco de tinta china.  Con ese nombre había bautizado el poeta y narrador Amílcar Cintrón su taller de escritura, uno que estimulaba la creación literaria mediante la exploración de memorias, historias y la búsqueda de voz en los talleristas. Amílcar había invitado al cuentista Angelo Negrón y a este servidor para que compartiéramos breves impresiones sobre la experiencia de ser escritor. Los tres (Angelo, Amílcar y yo) nos habíamos convertidos en buenos amigos durante los años que desarrollamos la revista de creación alternativa Taller Literario durante los 90’s.

Recuerdo como si fuera hoy esa última sesión de El barco de tinta china cuando procedimos a escuchar lo escrito por los pupilos de Amílcar. Dos jóvenes destacaron sobre todos los demás: Ana Teresa Toro (que con el tiempo se ha convertido en una de las principales voces del periodismo cultural del País, ya sea en la radio o en prensa escrita; el trabajo creativo de esta narradora -quien también estuvo ligada al panorama teatral- le ha hecho merecedora de becas y premios nacionales e internacionales) y Sergio Carlos Gutiérrez.

Fue curioso el gesto espontáneo y simultáneo que Angelo y yo tuvimos cuando escuchamos el cuento de Sergio Carlos. Uno que hablaba de diversos dioses instalados en el ambiente urbano. Literalmente nos quedamos con la boca abierta. Allí, sin lugar a dudas, había un excelente narrador, esa fue la impresión con la que nos despedimos y el tiempo no ha hecho más que confirmar aquella intuición.

 

Con el tiempo volví a tropezarme con Sergio Carlos. El libro En el vientre de una isla abre con su cuento Los hijos de Coalibey. Más adelante le solicité un cuento para el accidentado Taller Literario número 8 (número que íbamos a subir en línea pero que fue hurtado en el último momento). También lo leí en su propia bitácora en el ciberespacio. Y ya de forma esporádica me encontraba en los linderos laberínticos del circuito de librerías del casco urbano de Río Piedras. Esta vez él era uno de los integrantes de la flamante mesa editora de la revista Agentes Catalíticos (junto a Juanluis Ramos, Rubén Ramos y Samuel Medina –su fundador-), publicación que con el tiempo se convertiría en uno de los tres principales proyectos de vanguardia colectiva y literaria que tuvo la primera década del siglo XXI en las letras puertorriqueñas: El Sótano 00931, Derivas y AC. Aquí voy con mis metáforas musicales. Si los Beatles cerraban los 60’s y Led Zeppelin abrían los 70’s. El Sótano cerraba esa primera década con dos épocas, singular presencia mediática y una editorial, y Agentes Catalíticos se desplega en la que recién comienza con el paso firme que aún lleva su proyecto impreso, diverso y multi-mediático.

 

Por todo lo anterior fue muy significativo asistir a la presentación de la primera novela de Sergio Gutiérrez Negrón, titulada Palacios. Una velada original que tuvo la marca registrada del tipo de eventos organizado por Agentes Catalíticos. La pantalla amplia con un collage de imágenes en el fondo, y al frente dos personalidades que instalan su nombre con paso seguro en el panorama literario. Me refiero a Cezzane Cardona, autor de la novela La velocidad de lo perdido, y Manolo Núñez Negrón creador de la colección de cuentos El oficio del vértigo.  

Sergio escuchó atentamente las reflexiones de Cezzane Cardona acerca de su novela. Después Él mismo leyó un fragmento de Palacios,  y finalizó la velada –que para mí tenía cierto aire de relevo generacional- con una amena conversación entre Gutiérrez y Manolo Núñez Negrón. Al día siguiente, si no me equivoco, escuché un poco más del proceso creativo en Palacios cuando Sergio fue entrevistado por Rafael Josué Vega para el programa Piedra, Papel y Tijera de Radio Universidad de Puerto Rico.

 

Dicho lo anterior, En las letras, desde Puerto Rico comparte con sus lectores las impresiones que Cezzane Cardona compartió en la librería La Tertulia acerca de Palacios, primera novela de Sergio Gutiérrez Negrón.

 

 

Palacio: una novela corta de Sergio Gutiérrez Negrón

por Cezanne Cardona Morales

 

No importa cuales sean los medios o las materias: el barro, la piedra, el carbón, la pintura, el papel, la tinta, el celuloide o la electricidad, el ser humano ha insistido una y otra vez en contar historias. Pasando por las cuevas de Altamira, la biblioteca de Alejandría, las pirámides, las catedrales medievales, la Capilla Sixtina, el papiro, el libro, —el fin del libro— o el Internet, el hombre no sólo ha querido contar historias, sino que además no ha cesado en su intención de construir lectores, en buscar lectores para que su historia, cualquiera que sea, permanezca. Son muchas las novelas que han logrado la inmortalidad en este sentido, pero pocas las novelas cortas que, entre sus pocas páginas, han dejado espacio para tematizar el telón mismo, la forma universal en que el humano se cuenta, se ha contado y se podría contar historias.  Una es la ya clásica novela El entenado, del argentino Juan José Saer, y la otra, de reciente publicación, es Palacio (Agentes Catalíticos, 2011), del joven puertorriqueño Sergio Gutiérrez Negrón, y que aquí reseñamos. Si bien en la novela de Saer se cuenta la historia de cómo un invasor, en la época de la conquista, es salvado o raptado por una tribu indígena con el propósito de que éste cuente o repita la historia de la extinción de la tribu, en Palacio asistimos a la historia de un ornitólogo japonés que intenta que sus aves —cotorras y papagayos— repitan o dupliquen la voz de su hija muerta.

Salpicada con intriga, dos narradores, aves, correos electrónicos y piezas de jazz, Palacio cuenta la historia de Frank o Francisco, un joven puertorriqueño y estudiante graduado de literatura en Atlanta que, desde que su esposa Alice se marchó sin razón aparente, se la pasa día y noche leyendo los mensajes electrónicos que ella el envía desde Japón. Alice trabaja para un excéntrico ornitólogo y ex profesor y su trabajo consiste en leer en voz alta los diarios de la hija muerta del ornitólogo a las aves para que estas repitan la voz de su hija. Todas la aves en la casa del ornitólogo son pistacidos, es decir cotorras, papagayos, en fin, aves de diferentes estirpes que imitan la voz humana. Es harto conocido que estas aves son capaces de aprender setecientas palabras y de reconocer nombres. Incluso algunos científicos piensan que pueden alcanzar el vocabulario de un niño de cuatro años. Sea un aviario personal o una biblioteca de aves, es allí donde Alice pasa horas leyendo en voz alta los diarios de Kaede.

 

Una de las escenas más poderosas de la novela sucede cuando el señor Abe escucha que una de las aves dice “¿Hola papá?, ¿Cómo estás papá?” Por un momento, cuenta Alice, el señor Abe juró que veía a su niña, que la encontró sana y salva, que la abrazó, que la besó, pero que al rato parpadeó y su hija se deshizo. Quedó frente a una habitación desecha con tres aves volando alrededor del cuarto que hablaban con la voz de Kaede, con el inglés hollywoodense de su hija. Cuenta la señora que cuidaba las aves que encontró al señor Abe en el suelo al lado de tres aves muertas que el ornitólogo mató arrepentido de su empresa. ¿Qué diferencia existe entre esta escena y la de un padre que ve todos los días, una y otra vez, el video o las fotos de su hijo ya muerto? Quizás ninguna. Para cualquier padre que ha perdido a su hijo, ver esas fotos o esos videos hasta el cansancio no significa necesariamente un ejercicio fútil de repetición o de morbosidad, sino todo lo contrario; cada repetición plantea una nueva forma de mirar o de preguntar: qué hice, qué dejé de hacer, qué pude haber hecho, por qué tuvo que suceder. ¿No es esta acaso la razón ulterior de la ficción: vivir vidas que no podríamos vivir? “Leo ficción —dice el escritor Philip Roth—, para liberarme de mi perspectiva sofocante y estrecha de lo que es la vida. Esa es la misma razón de por que escribo.” Palacio es más que una novela sobre un padre que perdió a su hija, o una novela de amor en tiempos de Internet, o la pérdida que se cuenta desde y gracias al desamor. Palacio nos habla de un experimento común a todos: la necesidad que tenemos de construir Palacios, criptas, la perentoriedad de contarnos una historia aunque siempre sea la misma, o de codificar algo que ya sabemos imposible; un lenguaje de lo perdido, de lo que no podemos recuperar. 

 

La lectura de Palacio recuerda —tanto en tono y tema, así como en fondo y forma—, algunos cuentos de Jorge Luis Borges, entre ellos La Biblioteca de Babel. En este cuento, Borges propone algo que está muy cerca de la lógica de la repetición que nos presenta Palacio: el universo es una gran biblioteca y en esa biblioteca todo ya ha sido dicho: en ella pueden encontrarse todos los lenguajes concebibles e imaginables. En esa biblioteca todo ha sido pronunciado desde la muerte y todo descubrimiento no es otra cosa que una repetición infinita. Lo que nos revela Borges es que el universo es ese lugar donde creemos que descubrimos algo, donde creemos que hallaremos la salvación y solo encontramos soledad, traición y esperanza. Esa es esta quizás la misma pulsión que nos lleva a comprar libros, a coleccionarlos, a leerlos, a prestarlos. Esta es la misma pulsión que tiene el señor Abe, en Palacio, de comprar nuevas aves para crear la biblioteca hablada de su hija: “Yo era un buen padre” le repetía el señor Abe a su esposa una y otra vez cuando desapareció Kaede. “Lo repitió tanto que hubo un ave, una de las pequeñas que mantenía por afición, que aprendió la frase y tomó por chirriarla todas la mañanas: —Yo era un buen padre. Yo era un buen padre…” repite el ave.

 

A pesar de ser hermana de novelas como No todas las suecas son rubias, de Manuel Abreu Adorno, Tokio Blues de Haruki Murakami y Llamadas de Amsterdan de Villoro, entre otras, Palacio es una novela que se destaca, entre muchas, porque procura ahondar en el territorio insondable del dolor, en el duelo, o en el lenguaje del duelo (quizás una ética del duelo) sin dejar a un lado las exigencias del género de la novela. Palacio, como muy pocas novelas puertorriqueñas, comparte un aliento temático con los orígenes de la novela —algo que un buen escritor nunca debe olvidar. Las llamadas primeras novelas de la modernidad contienen temas centrales como la aventura, el viaje, la confesión y el amor —y esto incluye al desamor. Pensemos en el Quijote, de Cervantes, en Pamela de Richarson y en Robinson Crusoe de Defoe. Desde la aventura del Quijote cuando recorre los caminos leyendo la realidad con la ilusión de los libros de caballería,  la confesión de un Robinson Crusoe contando las vivencias de lo salvaje en un lugar remoto y desconocido, hasta las cartas de amor o desamor; todo esto lo podemos encontrar de una forma u otra en Palacio. Incluso desde el primer párrafo:

Cerré los ojos frente al azul del monitor y me dejé caer contra el respaldo del sofá. Intenté imaginarme a Alice en una sala al otro lado del mundo, piernas cruzadas, leyendo en voz alta el diario de la hija muerta del ornitólogo japonés que le pagaba cuarto y sustento. Casi podía descifrar las arrugas que nacían del cierre de sus párpados, la costura que se formaba en su frente, la mirada desorbitada tatuada en el rostro, totalmente decidida a la absurda tarea que había emprendido. Lancé un vistazo al pequeño marco de cuero que apretaba una anacrónica instantánea de nuestra boda, hacía cuatro años, y le respondí a su mensaje escribiendo que estaba aquí, que continuara con el relato.

 

Solo porque ya estamos en medio de una historia —dice Peter Sloterdijk— es que podemos contar nuestra propia historia. Uno de los muchos logros de Palacio es ponernos en evidencia como consumidores de ficción, confesarnos adictos a la mentira, o como dijo Vargas Llosa, descubrir que todos buscamos “la verdad escondida en el  corazón de las mentiras”. Si no es así, ¿por qué Hamlet aparece leyendo un libro después de ver el fantasma de su padre? Como Hamlet, leemos porque somos inconformes, porque sabemos muy en el fondo que la vida no tiene sentido. Leemos ficción para sobrellevar la contradicción de vivir y ver morir. La contradicción de ser testigos de lo que no queremos ser testigos. Leemos ficción por la tragedia de no estar a la altura de nuestras propias tragedias. Y Palacio insiste de forma magistral, como ninguna otra novela puertorriqueña, en mostrar la necesidad que tenemos todos de leer ficciones, de contar historias para contar nuestras ficciones verdaderas. 

 

 

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publicado por islanegra a las 16:06 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
14 de Septiembre, 2011 · General

En las letras, desde Puerto Rico:

 

 

                                                  invitación a la nueva temporada

 

por Carlos Esteban Cana

 

Hay personas y medios que no le dan verdadero valor al periodismo que se ocupa del panorama creativo de un país. Sin embargo, estoy seguro que ejercer el oficio de periodista cultural, por mi parte, ha sido la mejor inversión que he realizado en mi vida. De una u otra forma el creador, el narrador, el poeta, el lector que intento ser ha sido fortalecido con las múltiples conversaciones que he tenido a lo largo de los años con cuentistas y novelistas, con poetas o ensayistas, humanistas o académicos, editores o libreros. Ya fuera desde las sencillas ediciones de Senderos en 1988 (¡Gracias por la oportunidad, Ángelo!) en Cataño, en Taller Literario durante los 90’s, en la Oficina de Revistas del Instituto de Cultura Puertorriqueña después, como invitado a El Sótano 00931, en las páginas de Diálogo y otras publicaciones, impresas y cibernéticas, que esporádicamente reproducen mis colaboraciones, he sentido el placer de colaborar con la crónica cotidiana que ilustra el universo amplio y diverso de las letras dentro y fuera de Puerto Rico.

 

Asalariado o no, agradecido de la remuneración cuando la hubo o desde esta vocación que no se mueve por el lucro. Incluso cuando fui parte del proyecto San Juan en Comunidad, precedente de lo que hoy es ese valioso medio que conocemos como Prensa Comunitaria. Tampoco puedo pasar por alto los años que pasé detrás de los controles de canales televisivos especializados en oferta cultural. Por lo antes mencionado puedo asegurar que nada era ripio, nada era pérdida de tiempo o conformismo ante las circunstancias imperantes. En algún lugar leí, creo que de Roger Chartier, que la inversión que hace un sujeto cuando se acerca e interesa en la cultura es difícil de ver y de palpar, pero está ahí, más allá de lo que a simple vista se observa.

 

El radio de acción del periodista cultural es amplio y vasto, por eso las entrevistas, por eso las reseñas, por eso el análisis, por eso el deseo de darle voz a los que aún teniendo una propuesta de valía se les excluye con pretextos cargados de prejuicios o por otros accidentes ajenos a la obra. Afortunadamente, desde la periferia y la distancia, incluso desde el margen, uno ve mejor. Por otro lado (y esto le ocurre a muchos y muchas colegas de cuyos nombres no quiero acordarme) es difícil servir cuando uno se cree el centro permanente alrededor de cual giran todos los demás. Creo, eso sí, en la mesa redonda, amplia, en la polifonía de voces que devela el perfil macro con cada uno de sus matices. El periodismo cultural que intento hacer aspira a esos horizontes.

 

Puntualizado lo anterior, les doy la bienvenida a un nuevo ciclo de En las letras, desde Puerto Rico. En esta nueva etapa desarrollaremos diferentes series, unas que abarcan acontecimientos importantes en la cultura puertorriqueña, otras que se ocupan de escritores y escritoras internacionales, o en la trayectoria de algún autor particular. Algunos escritores conversarán sobre sus libros, otros sobre su vida, unos lo harán con discreción, otros con un susurro cercano al silencio. Pero todos, de una forma u otra, dialogarán, ya sea mediante entrevista, a través de un fragmento de conferencia o desde una reseña lírica de lo que se transcribió de las ondas mediáticas. Aquí los invitados, los que invito a formar parte de nuestra crónica cultural no integran un club homogéneo. La diversidad creativa es la energía que mueve la aguja de la brújula.

 

A continuación una muestra de lo que viene. No están todos los que son, ni son todos los que están, pero este inventario puede darle idea a usted de la infinidad de personalidades que conversarán con nosotros desde este boletín. Póngase cómodo en su butaca que viajaremos por el amplio universo de la creación literaria.

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En el 2011 se cumple una década del fallecimiento de la escritora Olga Nolla, y nosotros hemos querido rendirle homenaje recordándola en su propia voz, con su sonrisa a flor de piel, escuchándole hablar de su obra, en sus propias palabras.

 

Olga Nolla: Ramón Luis Acevedo ha dicho que utilizo la narrativa como recurso poético. Digo, ésa es mi intención. Mi intención es utilizar en poesía la narrativa como un recurso adicional, de la misma manera en que utilizo la historia en la narrativa como un recurso literario. Porque cuando yo me acerco al mito de la fuente de la juventud en El Castillo de la Memoria y tomo a Juan Ponce de León, con su propio nombre (no cambio nombres ni nada, es el mismo personaje histórico), pero asumo que encuentra la fuente de la juventud, estoy violando la historia porque sabemos que nunca la encontró. Se murió como se murieron todos, pero yo asumo que la encuentra. Mi propósito es asumir el mito y violarlo como una excusa para hacer un recorrido por la historia de Puerto Rico por 400 años. El lector me sigue con ese personaje que no muere y regresa a Puerto Rico donde vivió por 400 años. Así puedo entonces unir un poco, a manera de atar cabos sueltos, la historia e intrahistoria y nuestro proceso como pueblo, nuestra formación nacional. Estoy usando la historia literariamente para construir literatura.

 

Che Melendes, por su parte, ha conversado con este servidor en varias oportunidades. Recuerdo muy bien la primera ocasión cuando los humanistas Eugenio García Cuevas y Rubén Soto organizaron un magno homenaje a su obra. Este fragmento, sin embargo, fue fruto de una entrevista que le cursé en la Librería Isla. En la misma hacía comentarios acerca de su libro Senotafio.

 

Che Melendes: Senotafio es un sepulcro para la ausencia de algo, es algo, un homenaje a una ausencia, y estos poemas que se han acumulado son un canto a los poetas hacedores de eso que es la poesía, que para nosotros es impactante.

 

Néstor Barreto, quien acaba de inaugurar una nueva editorial que lleva el nombre de Colección Maravilla con un flamante catálogo de nuevas y veteranas voces como lo son Carlos López Dzur, Neysa Jordán y Bruno Soreno, hizo lo propio cuando nos habló de su libro :

 

Néstor Barreto: La metáfora dominante en es la espesura, el matorral. Yo le llamo la asimetría atrópica o también le digo anatropía, y su animal emblemático, totémico, es el ruiseñor.

 

Magaly Quiñones es una de las principales poetas del País. Cuarenta y dos años han pasado desde la publicación de su primer poemario Entre mi voz y el tiempo. Con una producción activa y consistente, creyendo cabalmente en su oficio, Quiñones se ha colocado como un referente obligatorio cuando de la poesía contemporánea se trata. En este fragmento seleccionado nos habla de sus inicios.

 

Magaly Quiñones: Yo empecé a escribir desde bien pequeña. Ya a los ocho años  tenía mi libretita de poemas escondidita en las gavetas. Cuando estaba ya en escuela superior conocí a una poeta arecibeña que se llamó Carmen Alicia Cadilla. Carmen Alicia me dio la confianza de que lo que había escrito tenía valor.

 

A través de los años, infinidad de escritores internacionales han visitado las costas boricuas por diferentes motivos, unos para promocionar sus libros, otros para ofrecer seminarios y talleres. A continuación adelantamos algunos comentarios de varias de esas personalidades.

 

Nunca se me olvida una frase lapidaria de Laura Restrepo acerca de que no hace a la tarea del escritor acercarse al poder. Decía la autora colombiana: “Hay que mantenerse lo más alejado posible”. Cuando promocionaba su novela La isla de la pasión, reflexionaba sobre el arte de escribir y apuntó lo siguiente:

 

Laura Restrepo: Tú escribes para las tripas, con toda la pasión y le dedicas horas. Yo me tardo tres años de investigación, de cuántas horas de trabajo que da hasta pena confesar. Yo escribo y escribo. Yo no le quiero poner adjetivo a su propia cosa. La literatura es escribir.

 

La española Rosa Montero visitó la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico (de donde soy egresado) y conversó sobre el arte de la novela.

 

Rosa Montero: Las novelas son como los sueños de la humanidad y la relación del escritor con la novela es como la del durmiente con el sueño. Tú cuando sueñas por la noche, de repente puedes soñar que te salen unas alas rojas en la espalda y que vuelas por encima de Pekín. ¿No? Bueno, eso no tiene nada que ver con tu vida. Ahora bien, durante ese sueño, tú sientes unas emociones poderosísimas. Puedes tener ese sueño y estar llorando a lágrima viva con una angustia enorme o puedes estar felicísimo, muerto de risa o puedes estar con miedo. ¿Por qué son esas emociones tan fuertes? Porque verdaderamente ese sueño significa algo muy profundo tuyo. Es una parte de tu psiquis más profunda que está saliendo a la luz bajo esa forma metafórica. Pues con las novelas pasa igual. O sea, que lo que yo cuento tú lo lees, y, desde luego, harás muy mal si adjudicas eso que cuento a mi vida, en la superficie, en el detalle, en la anécdota. Ahora en el significado profundo metafórico, simbólico, nos desnudamos todos, muchísimo. Escribir una novela para todo escritor es como sacarte un pedazo de hígado. Absolutamente. Es algo que viene de la parte más profunda tuya.

 

La mexicana Elena Poniatowska es una de esas escritoras que siempre son necesarias para todo un pueblo, para toda una nación. En varias ocasiones, en la última década, a visitado el país, y en todos esos eventos ha dejado una huella inolvidable entre quienes la escucharon. Aquí, cuando resumía parte del asunto de su novela La piel del cielo y reflexionaba acerca de la situación de la mujer.  

 

Elena Poniatowska: Las mujeres se completan a sí mismas ¿no? No necesitan a nadie más para ser, y eso yo creo que es una de las grandes victorias, no del feminismo, pero sí de la grandes victorias de la evolución de las mujeres, ¿no?, que la mujer vale por sí sola, se completa sola y le da un sentido a su vida que no es de dependencia, es de libertad. Y eso es importante, porque un ser libre, realmente, es un ser que merece el respeto de todos.

 

Pero volvamos a los escritores nacionales, aquellos que nutren las arterias de este boletín. Sin lugar a dudas Marta Aponte Alsina va construyendo una obra que sobrevivirá el paso del tiempo (aseguro que no necesita de agentes literarios). Sexto Sueño es una prueba de lo anterior. Una novela en la que los personajes se apoderan de los espacios y hablan por sí mismos. Sexto Sueño, su penúltima entrega editorial, es la historia de un criminal que trata de domesticar la violencia que le habita. Fue precisamente en una sesión del Taller de Apreciación Literaria que ofreció la poeta y narradora Marithelma Costa, donde Aponte Alsina conversó sobre esta novela. En este pequeño fragmento escuchamos a la autora referirse al proceso de documentación:     

 

Marta Aponte Alsina: En la documentación todo sirve, la experiencia de una compañera de trabajo, algo que se ve en la calle. Todo de alguna manera sirve, es como algo aleatorio. Tú encuentras objetos y lo vas integrando ahí, después que tengas como el río, como la trama, como algo que está encaminado en la narración. Y son etapas que pueden ser o sucesivas o simultáneas porque uno realmente nunca termina de investigar hasta que dice: ‘¡Ya! ¡Ya tengo esto y ya no me importa lo que haya pasado! No me importa que sea cierto o falso. Yo voy a escribir las cosas como las ve el narrador o la narradora que inventé.’

 

Durante ese mismo evento, auspiciado por el Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario, los talleristas escucharon además a la escritora de literatura infantil Rocío Costa, quien habló de las particularidades del género.

 

Rocío Costa: Lo que pasa por lo regular es que a los niños se les ve como menores, toda esa cuestión de la palabra pueril. Mucha literatura trata a los niños como que no saben. Y, sin embargo, son maravillosas las cosas que nos dicen. A veces hay gente que plantea que a los niños se les debe tener como protegidos de los problemas, pero los niños se dan cuenta de todo, absolutamente de todo. Y una de las cosas que yo creo que debía hacer la literatura es hablar de los problemas que tienen los niños.

 

Lo refrescante y curioso de muchas de estas conversaciones es que no pierden vigencia. Las complejidades inherentes a nuestro ambiente editorial provocan que los escritores intenten trascender lo inmediato en sus propuestas porque, en ocasiones, se puede morir en el intento de publicar el libro de turno. Sucede entonces que algunos autores desarrollan una capacidad inmensa para esperar, esperar y esperar a que el editor le atienda. Hace varios años cuando Ángel Matos, poeta y gestor cultural, concertaba el junte de los amurallados en la sede de la Fundación Nacional para la Cultura Popular en el Viejo San Juan, conversó conmigo acerca de lo que con el tiempo sería Barcos de papel, libro que actualmente circula en las librerías del patio. Con su forma característica de comunicarse, apuntó cuando le preguntamos qué le ocupaba en esos momentos:

 

Ángel Matos: Me ocupa el mar, me ocupan mis crisis existenciales que están a flor de piel. Todo para mí es una excusa para crear. Así que ahora yo estoy gozando con mis crisis existenciales.

 

Me une una estrecha amistad con la escritora Iris Mónica Vargas. Ella me dio el privilegio de formar parte de la publicación cibernética El viaje del poeta. Una complicidad creativa que, sin duda, me ha permitido crecer en el oficio. El fragmento de entrevista que comparto a continuación me trae su nombre a la memoria. Quien hablará no será ella, sino el escritor Juan Carlos Rodríguez, autor del excelente poemario Rehén de otro reino, de la Editorial Tiempo Nuevo. En esa ocasión él ofrecía un recital junto a Noel Luna y Javier Ávila en la librería Cronopios. En ese evento, con grabadora en mano, fue que conocí a la poeta. Aquí un extracto de lo que me comentó Juan Carlos en aquel recital.   

 

Juan Carlos Rodríguez: Hay poetas en el pasado de los que nos hemos estado nutriendo, algo evidente en las conversaciones con los compañeros Noel (Luna) y Javier (Ávila); estamos hablando quizás de Aurea María (Sotomayor) que había llegado a esa síntesis, a poetas como Hjalmar Flax, ciertamente.

 

Por su parte, Noel Luna, autor de poemarios como Teoría del olvido y Música de cámara se ha ganado el respeto de la crítica especializada por el cuidadoso cultivo de las formas clásicas. En esa misma velada, que fue auspiciada por los organizadores del Certamen de Poesía del periódico El Nuevo Día, Luna nos comentó:

 

Noel Luna: Por lo regular se piensa en las formas clásicas justamente como formas agotadas, en la medida en que han sido trabajadas largamente. Sin embargo, las formas, más allá de ser límites estrechos, aunque lo son, son más que nada máquinas de hacer literatura.

 

El catálogo editorial de Isla Negra Editores representa parte de lo más granado de las últimas dos décadas de cultura literaria en Puerto Rico. El editor y también poeta Carlos Roberto Gómez ha realizado en sus páginas una especie de confederación donde convergen escritores de las tres Antillas Mayores. Dentro de ese catalogo resalta Cada vez te despides mejor, de José Pepe Liboy, como uno de los libros más importantes de la pasada década, título que demandó lo mejor de la capacidad de Gómez como editor.

 

Carlos Roberto Gómez: Un comentario que voy a hacer sobre lo que es la edición de una obra dispersa. Recolectar a duras penas la obra dispersa de Pepe Liboy nos tomó dos años. Y todavía hay cosas por ahí que me imagino que él ni sabe donde las puso.

 

Al igual que Liboy, otro autor que goza de un prestigio destilado a través de los años es Antonio Aguado Charneco. Sin prisa pero sin pausa este escritor arecibeño es creador de la primera trilogía tainista del Caribe. La triada Bajarí Baracutey, Anacahuita, y Guarocuya ha sido premiada en diversos certámenes por su excelencia. A partir de este mes de agosto, y comenzando con LuzAzul, novela que tiene como telón de fondo una huelga universitaria, varios títulos de Aguado Charneco circularán en las librerías. En una de nuestras múltiples conversaciones, a las que por tácito acuerdo nunca ponemos punto final (una especia de conjura contra el destino), Tony, como se le conoce, nos habló de la confección de los personajes.

 

Antonio Aguado Charneco: Cuando uno construye un personaje, como escritor uno aspira y procura que de las páginas salga esa mano que agarre el corazón del lector.

 

Antes de Casquillos existió un libro más discreto titulado Comunión antropoética. Poesías como Panes y peces, Pequeños bodigos, Corbatas y Si te digo niña, entre otras, se han desprendido con facilidad de sus páginas y han quedado impregnadas en la memoria del lector. Este libro fue la excusa que nos permitió conversar con David Capiello Ortiz acerca del proceso que define a un escritor. Con una muestra basta.

 

David Capiello Ortiz: No hay escritores si primero no son lectores, y los espacios se leen, las personas se leen, las situaciones se leen. Como parte de mi trabajo como lector yo tengo que ir a esos espacios y leer esos espacios. Algo tan sencillo como vivirlo, leerlo, es parte de mi proceso y mi responsabilidad como escritor.

 

Si existe un poeta capaz de hacer belleza del ejercicio de la lectura lo es Mario Antonio Rosa. Hace tiempo que este autor nos debe una recopilación de las reseñas y prólogos que ha realizado a lo largo de los años. Ya sea en la prensa escrita, en el internet, o en las páginas de un libro, la reflexión sagaz de este escritor ha focalizado su mirada en la obra de los escritores que emergen durante los últimos 20 años. Dejemos que el propio Mario nos hable del placer que le provoca la lectura.

 

Mario Antonio Rosa: Es como cuando tú lees el poema que le escribe Federico a Ignacio Sánchez Mejía, La sangre derramada. Tú cierras los ojos y lo puedes sentir, y puedes ver toda esa situación cuando el toro, prácticamente, masacra a Ignacio, lo mata en la cornada. Entonces tú ves todas esas imágenes como en una película. Siempre se da una situación de que tocas el libro y sientes lo que te puede decir. Si no te dice nada no lo abandonas, lo pospones hasta que llega el momento que ese autor, ese libro, te puede decir algo.

 

Otro escritor que destiló con entusiasmo su pasión por la lectura lo fue Salvador Villanueva. Radicado en Nueva York este poeta boricua ha impactado la Gran Manzana desde 1985 con títulos de contundencia como lo son El imperio de la papa frita, Pato salvaje o Mala leche.

 

Salvador Villanueva: Siempre he dicho, nadie se acuerda de un poema completo pero se acuerda de un fragmento de un poema. Y ese fragmento del poema le estalla una y otra vez. Tú puedes estar 20 años después de haber leído lo que llamo un poema cursi Este domingo triste pienso en ti y de repente llega un domingo que estás triste, piensas dulcemente en alguien, y ese poema te vuelve a salir, y tú te quedas como ¡Auch! te duele. Porque la poesía que es buena duele, duele por que es como un cuchillazo que le dan a uno, porque la memoria hace que uno recupere. Yo vivo obsesionado por fragmentos de poemas. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. La noche está estrellada y ya no está conmigo. No tiene que ver con el idioma, es cualquier poema que tú hayas podido leer en el original. Tú te quedas con una de esas líneas y la llevas toda la vida contigo. Cuando menos tú lo esperas salta de nuevo y vuelve a ser vigente.

 

Si de críticos académicos hablamos, Luis Felipe Díaz tiene un lugar destacado en nuestro panorama cultural. Sus libros Modernidad literaria puertorriqueña y La na(rra)ción en la literatura puertorriqueña , entre otros, son referencia obligada para quienes quieren profundizar en el conocimiento de la literatura puertorriqueña. Podríamos hablar largo y tendido sobre su obra, pero hagamos pausa para escucharle.

 

Luis Felipe Díaz: El texto crítico también es un texto poético. No deja de ser poético. Ahora, ¿hay más poesía y menos poesía? ¿hay más conciencia de metáfora y menos conciencia de metáfora? Mientras menos conciencia de metáfora hay en cuanto a contenido e ideología, más poético se es. La poética, creo yo, es bien subliminal.

 

Es inevitable no ser consecuente, insistir con las mismas preguntas, debido a que las respuestas que dan los escritores son diversas y múltiples, incluso sobre un mismo tópico. La poeta Mayda Colón publicó en el 2008 un texto ambicioso en lo que a propuesta estructural se refiere. Dosis es el título del libro que provocó nuestra conversación. Y en esa oportunidad le pregunté sobre aquello que le definía.

 

Mayda Colón: Tú me das a escribir un poema de amor y a mí se me cuelan las calles en él. Yo no tengo opción. Yo no tengo alternativa. Yo creo que si algo me puede definir a mí misma sería la escritura social.

 

No importa lo que el sujeto, ese que siente pasión por la creación apalabrada ejecute como oficio para sobrevivir, siempre esa vocación de escritor se rebela y revela como algo central y no subordinado en su propia vida. Acerca de eso comenta el poeta y fundador del Sótano 00931, Julio César Pol.

 

Julio César Pol: La vocación mía de escritor es igual de importante como la mía de economista. Una vez, en una entrevista de radio, me lo preguntaron y contesté que me parecen dos partes indispensables de lo que yo soy, de lo que me constituye.

 

En esa misma dirección escuchamos al novelista Antonio Skármeta reflexionar acerca de su rol como intelectual. Apreciado en Puerto Rico, este narrador chileno es recordado por su participación en diversos programas de la serie En la punta de la lengua, que producen de manera encomiable Caridad Sorondo y Gil Raldiris. En una de sus visitas, Skármeta presentó en la Universidad de Puerto Rico el libro Vía crucis y redención del calvo del poeta Eric Landrón, en otra ocasión fue el invitado especial en el relanzamiento de un disco compacto de Silvia Rexach, en el que la compositora interpretaba sus propias creaciones. En esa ocasión nos dijo:

 

Antonio Skármeta: Soy un intelectual que le gusta la gente, que le gusta acercarse a los lectores. Y mi tarea como intelectual, como hombre latinoamericano, como una persona chilena política, es justamente ampliar los horizontes. Ampliar los horizontes de imágenes que se le ofrecen a la gente para mantener alerta su sensibilidad, despierta su imaginación, y eso la literatura lo puede lograr de maravillas.

 

Y para quien piensa que hacer periodismo cultural no conlleva riesgos, comparto con ustedes parte de una amena conversación que sostuve con la conocida narradora argentina Angélica Gorosdicher.

 

Angélica Gorosdicher: Todos mis libros son distintos. Lo que pasa es que la marca de la ciencia ficción es muy fuerte. Yo no escribo literatura realista. No puedo. No me sale. Siempre pasa algo. Siempre empieza todo muy suavemente y, de repente, le doy con el fierro al lector en la cabeza. Y bueno, lo jodo. ¿Qué quieres que le haga? Porque hay algo que interviene allí que no tiene nada que ver. Y Dios me libre y me guarde, no me vayas a hablar de realismo mágico porque te pego.

 

Son muchas las experiencias que atesoro de esas y otras conversaciones. Y repito, no son todos los que son ni son todos los que están. En las próximas semanas los lectores del boletín En las letras, desde Puerto Rico, si lo permite el Universo, podrán disfrutar de forma íntegra lo que hemos presentado a modo de muestra, y escucharán, sorpresivamente, otras voces que por razón de espacio no hemos incluido. Nos vemos pronto y salud para todos.

 

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publicado por islanegra a las 12:39 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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Isla Negra
no se vende ni se compra ni se alquila,
es publicación de poesía y literaturas.
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Gabriel Impaglione

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