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17 de Agosto, 2012 · General

A propósito de Manuel Jofré, autor de: Juan Bosch: Intelectual Orgánico.

 
 De la ética del escritor a la ética del político.
Por: Roberto Reyes Tarazona
 
 
Es paradójico que en la era de la información y de las comunicaciones, en América sigamos desconociendo las obras de nuestros más representativos personajes, aquellos que nos singularizan como región en el concierto del mundo, aquellos que dieron forma a nuestro desenvolvimiento como sociedades y nuestras más ricas expresiones culturales. Pareciera que la extraordinaria tecnología comunicacional solo fuera útil para alimentar el presente, a costa de la ruptura de los límites espaciales y de la multiplicación de datos en que se confunden los más trágicos episodios de muerte y destrucción del hombre con las más banales y efímeras expresiones sociales, a manera de un grotesco collage, donde el pasado a menudo es presentado solo como anécdota.
Pareciera que la deleznable afirmación de Fukuyama, a principios de los noventa, del fin de la historia, desmentida rápidamente por hechos como la proliferación de los fundamentalismos, nacionalismos y acciones terroristas, además de multitud de refutaciones teóricas, pareciera resucitar hoy de una manera oblicua y más sutil. No se trata ahora de cuestiones referidas a la implantación universal de la economía y la política propias del neoliberalismo, que –según Fukuyama– hacían innecesaria toda forma discrepante de pensamiento y organización económica y social, sino del resultado de la aplicación de las nuevas tecnologías.
Estamos tan saturados de información –cuyo mayor peso reposa en lo efímero y lo lúdico–, que debemos realizar un gran esfuerzo para mantener dentro de esa masa atosigante de información nuestros intereses y valores más personales. El tiempo destinado a la reflexión, a la asimilación de las ideas, es cada vez más exiguo. Si apenas tenemos tiempo para lidiar con el presente, ¿cuántos minutos podemos dedicarle a la indagación de los recientes hechos del pasado histórico? ¿En qué momento podemos evaluar la actuación de nuestros artistas, intelectuales y políticos? ¿Cómo trascender las imágenes e ideas que asociamos ante la evocación de un determinado autor o personaje? ¿Cómo ir más allá de las palabras y actos que se organizan para conmemorar un centenario o una fecha importante?
En nuestro país, como seguramente en el resto de América, en el año 2009 se conmemoró el centenario del nacimiento de Juan Bosch, celebrando alguna de sus dos facetas más conocidas: la del narrador y teórico del cuento, o la del político, del presidente que se opuso al tirano Trujillo e intentó hacer de su país un lugar digno de vivir. Salvo, por supuesto, en República Dominicana, en donde la conmemoración abarcó las múltiples expresiones de su obra.
Las facetas de creador literario y político son válidas y complementarias, pero no se debería disociar estos dos –y los otros– aspectos inherentes a su personalidad y trayectoria vital. Sin embargo, la desinformación o la información fragmentada –muchas veces producto de la censura–, han segmentado estas y las otras manifestaciones de la actuación política, intelectual, creativa y literaria de Juan Bosch.
Manuel Jofré, autor de: Juan Bosch: Intelectual Orgánico. De la ética del escritor a la ética del político, libro que prologamos, integra en su estudio tres facetas de la personalidad de Bosch: la del creador de cuentos y novelas, la del teórico del cuento y la del intelectual entregado a la política. Y lo hace desde diversas perspectivas y con un versátil instrumental teórico y metodológico.
Antes de detenerse en el análisis de la calidad creativa de sus cuentos y novelas, Jofré reseña la trayectoria del gran escritor dominicano, delineando las etapas de su periplo vital en función de sus vivencias creativas, intelectuales y políticas, en su país y en el extranjero. En función de esta secuencia, va fijando los hitos que jalonarán su marcha desde sus primeras obras literarias hasta su entrega a la actividad política, que finalmente absorberá las últimas décadas de su vida.
Como corresponde, Jofré hace hincapié en la precocidad creativa del escritor dominicano, y señala que empieza a publicar sus primeros poemas y relatos desde los dieciséis años, y que a los veintitrés años da a conocer “La mujer”, uno de sus cuentos más conocidos y celebrados, publicado en diversas antologías sobre el cuento latinoamericano. Un año después publica Camino real, su primer libro de cuentos.
En este libro y los que escribe Bosch antes de 1938, su producción narrativa gira en torno a las relaciones del hombre dominicano con su medio ambiente, principalmente centrada en la región de donde él era originario: La Vega. Sus personajes, mayormente gente humilde del campo, pero de gran coraje y entereza, enfrentan a cada paso las adversidades que ofrecen la selva y los montes: las lluvias torrenciales, los fenómenos naturales inesperados, el desborde de los ríos, a los que se suman la fatalidad y las acciones humanas. A menudo, los habitantes de estas regiones son derrotados, no pocas veces pierden la vida, pero no faltan los héroes anónimos, en contradicción con los antihéroes, como los bandoleros.
Para nosotros los peruanos, este escenario y las vicisitudes de los personajes enfrentados a la naturaleza hostil nos son familiares. La serpiente de oro, una de las más importantes novelas de Ciro Alegría, quien casualmente nació en el mismo año que el cuentista dominicano, recrea literariamente el enfrentamiento de los lugareños con la selva montañosa –la ceja de selva, como algunos la denominan–, los ríos torrentosos y las sempiternas adversidades que sufren los hombres humildes. Las semejanzas no solo se refieren a los escenarios sino también al valor, la fortaleza y cierto aire fatalista con que los hombres de Calemar afrontan su lucha con la naturaleza y las fuerzas sociales que los agobian.
Cuando Bosch marcha al exilio, obligado por las circunstancias políticas, se suceden nuevas etapas en su producción literaria. Su estadía en Puerto Rico, Cuba, Chile y otros países del Caribe y de Sudamérica, durante más de dos décadas, estimulan su producción creativa e intelectual.
De las atinadas observaciones de Jofré sobre el desarrollo creativo de Bosch en las dos primeras décadas de su actividad literaria, es importante resaltar el momento en que el autor de Camino real declara que entendió el cuento y su técnica; paso importantísimo para dar el salto a su faceta de teórico de este género. Esto es el año 1942, cuando escribe “el río y su enemigo”.
Si consideramos que en América Latina, en el siglo veinte, solo hubo –incluyéndolo a él– tres autores que produjeron textos canónicos sobre el cuento, se podrá apreciar la importancia de este momento. Junto a el “Decálogo del perfecto cuentista”, de Horacio Quiroga, y “Algunos aspectos del cuento”, de Julio Cortázar, los “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos”, de Juan Bosch, constituyen la fuente en la cual han bebido –y siguen bebiendo– una legión de escritores de toda América. Y aunque el reconocimiento del papel de Bosch en esta empresa injustamente no sea tan universal como en el caso de Quiroga y el de Cortázar, su aporte es innegable y no es aventurado pensar que el escritor argentino sea un continuador de las reflexiones del creador dominicano.
Cabe destacar que la exposición diacrónica de Jofré permite seguir los pasos de Bosch para llega a la teoría del cuento, al cabo de un intenso trabajo creativo. Como ocurre con muchos escritores de nuestra América, sobre todo en la primera mitad del siglo veinte, su aprendizaje de la escritura fue primero personal, producto de lecturas, intuición y experiencias vitales, para luego sumar a ello la reflexión y el trabajo disciplinado. Lo que diferencia a Bosch de la gran mayoría de creadores latinoamericanos es que muy pocos se esforzaron en dar forma a sus conocimientos y experiencias sobre la escritura de la narrativa corta.
En cambio él, un hombre acostumbrado a asumir retos, poseía, entre sus muchas cualidades, una gran vocación docente y un encomiable desprendimiento que desplegará a lo largo de su vida. Él no creía en la conveniencia de guardar los conocimientos para sí, de atesorarlos, sino todo lo contrario. Con mayor razón, como intelectual y político, cuyo principal instrumento de comunicación es la palabra, legó una obra vasta y ejemplar.
Manuel Jofré, consciente del valor de este legado, expone muy precisamente su particular enfoque al inicio del libro: “Este ensayo se escribe en torno a la obra escrita de un hombre que forjó su vida a partir de palabras. Un hombre de acción que tomó el principal instrumento de comunicación humana, el lenguaje, y lo transformó, no en un arma, ni siquiera en un instrumento de persuasión, sino en una síntesis discursiva, verbal y estilística mucho más poderosa”.
En los meses siguientes a su regreso a República Dominicana, en 1961, nos dice Jofré, Bosch publica Cuentos escritos en el exilio y Más cuentos escritos en el exilio, en los cuales, como el título lo advierte, recoge su producción cuentística en sus más de veinte años fuera de su patria. Para entonces, ha publicado también una novela, trabajos históricos y diversos ensayos literarios y sociológicos. En ellos, el registro de temas e intereses se ha hecho más amplio, rebasando incluso el ámbito caribeño y latinoamericano para hacerse universal. Sin embargo, narrativamente, si bien sus escenarios son ahora cosmopolitas, mantiene su visión del hombre sujeto a la injusticia, la violencia y la marginación de los poderosos, así como a la soledad, la alienación, los prejuicios inherentes a su condición humana.
Jofré, en una de sus observaciones más sugestivas sobre la producción literaria de Bosch, sustenta cómo los cuentos de este escritor encarnan diez imágenes de América. Estas son: América como naturaleza, como universalidad, como búsqueda del ser americano, como identidad cultural común, como territorio indomable, como violencia, como espacio grotesco, como lucha, como conflicto entre civilización y barbarie, y como síntesis. Como él mismo bien resume:
“En definitiva, diez maneras individualizadas de representar a la región americana, con el Caribe incluido, se perciben en los cincuenta y un relatos de Juan Bosch. Una región asediada por las catástrofes, por la violencia y la muerte, donde emerge en un drama único y reiterado. Un espacio cultural distorsionado, tenso, conflictivo y difícil. Abarcar toda esta realidad es una proeza de la palabra y del papel configurador del lenguaje.”
En el plano político, habiendo desarrollado una intensa actividad en este campo, accede a la presidencia de su país, dispuesto a poner en práctica sus promesas de lucha en beneficio de su pueblo y sus ideas respecto a la democracia y la independencia nacional, lo cual desencadena una violenta reacción de las fuerzas retrógradas de su país y fuera de él, que lo derrocan siete meses después de haber asumido el cargo de presidente. Marcha, pues, nuevamente al exilio, etapa en que publica, entre otros muchos trabajos, “Teoría del cuento”, en Venezuela.
Esta faceta de la escritura de Bosch motiva a Jofré a desarrollar un trabajo de reconstrucción de los pasos que dio el creador de “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos”, para llegar a este texto, dedicándole toda una sección titulada justamente “Juan Bosch y su teoría del cuento”. Jofré dedica, pues, tanto espacio a este asunto como al del análisis de su narrativa, por considerarlo con justa razón fundamental en la obra del escritor dominicano,
El seguimiento de las distintas versiones realizadas en diversos ámbitos y momentos, que desembocaron en el clásico texto de Bosch sobre la escritura de cuentos, es otro de los aportes del libro de Jofré. En esta “biografía textual”, evidencia el autor del libro que prologamos su cualidades de investigador, su agudeza de crítico y sus amplios conocimientos literarios, pues no solo da cuenta de la gestación de los principios que sustentan el texto, el sentido de cada una de las partes constitutivas de un cuento, sino ofrece un balance del aporte de la teoría del cuento a los estudios latinoamericanos.
La tercera y última parte del libro de Jofré se centra en la sustentación de un aspecto esencial de la vida de Bosch: su carácter de intelectual, por un lado, y la realización de un análisis textual de un documento representativo de su discurso político.
En el primer caso, para dar cuenta de las diversas facetas de la personalidad de Bosch, que ya hemos mencionado repetidas veces, Jofré utiliza el concepto de “intelectual orgánico”, no tanto en el sentido que Gramsci utiliza para caracterizar a un intelectual respecto a la clase social a la que pertenece y refleja, sino en sentido de hombre integral, que conjuga en su vida la teoría y la práctica, el carácter de hombre de ideas y hombre de acción, el artista y el pensador. El hombre, en fin, que encarna las mejores aspiraciones y posibilidades de su tiempo, lo cual naturalmente produjo un conflicto interno que Bosch debió enfrentar en cierto momento, pues tanto la política como la creación artística son tan absorbentes que exigen dedicación total. Y si Bosch pudo actuar en ambos dominios durante algunos años, al fin debió optar por uno de ellos, y su decisión –creemos– supeditó sus más íntimas aspiraciones estéticas y personales a las de sus deberes para con su pueblo y su nación.
En el análisis del discurso que Bosch lee a su pueblo a raíz del golpe de estado en su contra, Jofré abandona el análisis diacrónico y utiliza herramientas de la semiótica para examinar exhaustivamente el significado de cada una de las frases que componen su proclama, sus implicancias éticas y de valor filosófico, los planos políticos y sociales que abarcan sus planteamientos y las ideas que subyacen y respaldan las breves pero enérgicas frases de su discurso.
Como corolario a este incurso en el campo político del autor estudiado, Jofré sostiene que Bosch “Pertenece a una generación de avanzada que se inicia en el primer tercio del siglo XX. Exilado como Bello, caribeño como ningún otro que haya llegado a América Latina, inicia una relación entre dos regiones americanas que aún no llega a concretarse. Formidable estilista, múltiple en sus actividades, reivindicamos para él una actitud diferente, nueva, anunciadora de futuro. Marcó con su vida una nueva actitud ética en la política y en la literatura (…). Bosch escribió volcado hacia nuestro futuro, registrando un pasado rural dominicano primero y un pasado cultural latinoamericano, posteriormente. América Latina está llena de figuras de su dimensión: Bolívar, Martí, Zapata y tantos otros. Su escritura es, como en todos los otros casos, una suma de discursos, documentos, políticos, narrativos, periodísticos, didácticos.”
Convergiendo con este planteamiento, consideramos que la inusual combinación de artista, hombre de acción y de ideas, sitúa a Bosch en el mismo nivel que otros grandes personajes universales del siglo XX, como Leopold Sédar Senghor, Mao Tse Tung, José Martí, André Malraux.
A continuación de este capítulo, Jofré expone consideraciones sobre la vigencia y el creciente interés sobre la vida y la obra de Bosch y, a manera de anexo, incorpora textos que permiten, a quienes aún desconocen su obra, incursionar en algunos aspectos de su producción.
La reseña de algunas de las exposiciones sobre la vida y la obra de Bosch, y el material expuesto en el anexo, coronan la tarea de interpretación de las facetas literaria y política de la obra de Bosch desarrollada por Manuel Jofré a lo largo de este libro. Mediante este trabajo, más lectores podrán encontrar la necesaria orientación y estímulo para conocer la obra de un autor que contribuido significativamente en la recuperación de nuestro pasado común, en la formación de nuestra memoria latinoamericana.
Recordemos que el pasado que la historia nos ofrece no solo está compuesto por sucesos ocurridos en el tiempo humano, sino por una reflexión sobre su sentido, por una evaluación del comportamiento de los hombres y una interpretación del sentido de los movimientos de las sociedades. De otra manera, bastaría con alimentar las computadoras con los datos de los hechos ocurridos en tal o cual periodo o momento y proceder a un ordenamiento de ellos, basados en algún criterio estadístico. Con ello se eliminaría la valoración ética, la búsqueda de sentido de la existencia personal y el reconocimiento de los esfuerzos para la forja de nuestros pueblos, como lo hizo ejemplarmente Bosch a lo largo de su existencia, y que Manuel Jofré pone en evidencia en su valioso trabajo.
 
                      Otoño de 2012.
 
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03 de Junio, 2012 · General

Roberto Santoro

 

Sí sí señores

Aunque estés parado
sobre un almuerzo de apuro
y abandonado de la muerte y el laburo
cuando la forma del mundo
que rebota
se va a esconder en la trampa de la red
como pelota
te alcanza que la tarde quede ronca
para olvidarte de la mufa y de la bronca.

Si hasta los ángeles petisos
te acompañan
bajando a gritar desde los frisos.

Tu vida va en el puño
caliente como el sol
y el cuore está golpeando
gol gol gol


5 de enero de 1975
(Roberto Jorge Santoro. Obra poética completa 1959-1977. Ediciones Razón y Revolución, 2009)

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24 de Febrero, 2012 · General

Reminiscencias del principio: los pasos iniciales de Carlos Roberto Gómez Beras, un Poeta-Editor.

En las letras, desde Puerto Rico:

 

por Carlos Esteban Cana

 

Fue con el paso de los años que Carlos Roberto Gómez Beras pudo cumplir su sabática autoimpuesta, a la que hace alusión al finalizar esta conversación. Cuando nuestras conversaciones fragmentarias iniciaron, Isla Negra Editores cumplía su primera década. Recuerdo que había conocido al Poeta-Editor en la presentación del segundo número de Taller Literario, en la Biblioteca José M. Lázaro, en el 1994. Si no me equivoco fue la narradora Nilda Soto Méndez quien nos presentó. Desde ese entonces coincidíamos en ferias, presentaciones y tertulias culturales. Y cuando se dio esta entrevista en El Viejo San Juan el respeto hacia su obra no era poca.

Por lo anterior sé que el mismo Carlos Roberto se sorprenderá de los detalles que la entrevista devela, sobre sus inicios como poeta y el desarrollo de la pequeña editorial que fundó a principios de los 90’s. Veinte años después, aquel proyecto generacional se ha convertido en un proyecto de dimensiones amplias que consolida su presencia regional caribeña con escritores y artistas de diversas latitudes del planeta. Con un catálogo dotado de 300 títulos Isla Negra Editores figuró el pasado año como invitada en la Feria del Libro de Frankfurt. Y el propio Carlos Roberto da el debido espacio a su poesía, después de años de silencio, con la publicación de su nuevo poemario, Mapa al corazón del hombre y la puesta en circulación de su antología personal, titulada Sobre la piel del agua.

 

Ahora escuchemos reminiscencias del principio, en la voz del Poeta-Editor.

 

Carlos Roberto Gómez: Realmente Isla Negra comenzó oficialmente en el 92 porque fue el año que incorporamos la editorial en el Departamento de Estado. Pero el concepto comenzó cuando publiqué mi primer libro. Yo escribo este primer libro, Viaje a la noche, y decido que lo voy a publicar porque se lo había entregado a un maestro querido que se llamaba José Emilio González. Y José Emilio lo leyó y dijo que sí, que eso era un libro, que se podía publicar y me hizo unas observaciones.

Viaje a la noche es un poemario de entrada, en el que estoy un poco reproduciendo el resultado de mis primeras lecturas serias. Las lecturas de Neruda, Vallejo, y, sobre todo, los poetas malditos franceses: Baudalaire, Rimbaud, que eran mis lecturas de literatura comparada. El texto es uno de corte romántico lirico, pero un lirismo bastante mediado por lo surrealista y el juego con las imágenes. Luego de haber pulido Viaje a la noche, cuando le incorporé algunas de las observaciones de José Emilio, me comunico con mi amigo Iván Figueroa, que ese momento trabajaba con una editorial que todavía existe, Publicaciones Puertorriqueñas. Entonces Iván pide permiso para que dentro de su tiempo y con el equipo de Publicaciones se le permitiera levantar este libro para uno de sus mejores amigos. Entonces se levanta el libro y lo enviamos al Pen Club. Lo levantamos en el sentido de que Iván y yo concebimos los dibujos, detalles de diseño, aunque fue Iván quien lo materializó. Recuerdo que en medio de todo eso yo le digo: “Mira, Iván, esto puede ser el proyecto de un proyecto. Vamos a llamarle a esto Editorial Isla Negra”. Pero como estábamos sacándolo dentro de Publicaciones Puertorriqueñas pues tuvimos que tranzar. Salió bajo el sello de Publicaciones pero bajo una colección que se nombra Colección Isla Negra. Y ese Premio del Pen Club fue mi entrada al mundo literario puertorriqueño, porque nunca había participado en ningún grupo, ni había tenido ninguna presencia destacada en ningún tipo de coloquio. Yo era completamente desconocido.

En términos literarios lo primero que hice fue que participé en el certamen de Contornos, la famosa revista Contornos; una experiencia muy bonita porque resulta que cuando llego a la Universidad yo no escribía. En mi familia sí había una tradición de escritores, pero casi todos son historiadores. Mi mamá escribía poesía y, en su tiempo, fue una poeta con algo de peso; apareció en varias antologías. Pero cuando entro a la Universidad yo no escribía. No era escritor joven. Lo que hacía era lo propio de los muchachos: jugar baloncesto, ir detrás de las muchachas. La literatura era para mí algo que recién estaba comenzando a descubrir.

Hay un detonante al nivel de escuela superior y podría mencionar la menor dos detonantes a nivel de universidad. El de escuela superior fue que ese último año, antes de entrar a la universidad, tomamos las pruebas del College Board. Salí mal porque yo no era lo que se conoce como un estudiante sobresaliente, al menos no en ese nivel. Yo era un estudiante promedio. Entonces el director de la escuela llamó a mi mamá preocupado y ella fue y allí me puso en cintura al frente de todo el mundo. Ya entre los dos me dijo que yo tenía que ponerme sobre mis ruedas para entrar a la Universidad. Entonces me acuerdo que llegó un maestro a la escuela. Se llamaba Melvin Torres, y entró como maestro nuevo de español. Me acuerdo que empezó a darnos una clase de español muy interesante, y me identifiqué mucho con él por su forma de dar la clase. Podríamos decir que me convertí no en su mejor estudiante pero sí en uno de sus más insistentes. Y me di cuenta que yo podía funcionar bastante bien dentro del mundo del español y de la literatura. Así que esa primera experiencia con ese maestro como que me empezó a inclinar hacia eso. Pero todavía yo no escribía poesía ni nada.

 

Cuando entré a la Universidad, que entonces experimento la vida universitaria con todos sus matices,  supuestamente iba estudiar dentista porque en mi familia había una gran tradición de dentistas. Pero al segundo año decidí que no iba a ser dentista, que yo iba a ser abogado. Mi mamá era abogada y también en mi familia hubo abogadas. Lo de abogado iba un poco más serio porque me transferí a Ciencias Sociales, y en ese tiempo ya había empezado a escribir poesía.

 

Era mucha poesía la que me salía. Era como si tuviera una necesidad de comunicar algo. Y me di cuenta que la mejor forma de lograrlo era a través de la poesía. Entonces empecé a escribir cosas que creía que eran poemas. Me salieron ciento y pico de cosas, un montón de cosas. Y yo andaba siempre con mi mazo debajo del brazo buscando víctimas. Cualquiera que veía con cara de buena gente le decía ‘ven acá’, y le espetaba uno. Y a los maestros los tenía locos. Me acuerdo que fue de esos primeros poemas que envié algunos a Contornos. Esa revista era el primer espacio que encontré como escritor. Entonces recibí una notificación de que no me habían aceptado los poemas, y eso para mí fue una gran tristeza. Yo dije: ‘Pues…’ pero algo me decía que llamara. Todo joven escritor piensa que ha escrito algo así como Cien años…, y que lo que tiene es lo más importante. Entonces llamé para ver si me podían, al menos, devolver los trabajos. Y cuando lo hice me dijeron: “Pero es que no podemos devolverle nada porque usted está incluido en la revista”. --“Pero yo recibí una carta”. --“Ah, no, eso fue un error”. Y resultó que estaba dentro de la primera selección que se hizo, y para mí eso fue como que ¡wao! El director de la revista era Pedro Santaliz. Luego con el tiempo me enteré que la revista se había convertido en la publicación del Cuadro de Honor. Creo que llegué a publicar en Contornos como dos veces.

 

Mientras tanto ya estaba en Ciencias Sociales, y allí fue que ocurrió el tercer gran evento, que, tal vez, fue el más grande de los que me inclinaron hacia la literatura de forma total y obsesiva para el resto de mi vida. Sucedió que me quedaba un semestre para graduarme en Ciencias Políticas, entonces enviaron unas instrucciones de que los que iban a entrar a Pre-legal tenían que tomar unos cursos en humanidades. Y me pusieron en un año a tomar lo clásico: música, arte, filosofía y literatura. Lo cierto es que como tal, hasta aquel momento, nunca había tomado un curso de literatura, y el maestro que me tocó fue José Emilio González. Así que durante un año tomé clases con José Emilio. Y cuando terminé ese curso me acuerdo que salí de la clase, fui al Departamento de Ciencias Sociales y les dije: “Yo me quiero cambiar de concentración”. –“¿Pero tú estás loco, si lo que te queda un semestre?.” --“Yo me quiero cambiar.” Me dijeron: “¿Hacia donde?”. Yo dije: “A literatura comparada.” Y me preguntaron: “¿Qué es eso?” Porque no era un Departamento muy conocido. Y contesté: “Yo no sé, pero ahí es que me quiero cambiar”. Y entonces ahí me metí a Literatura Comparada.

 

Y eso ocurría mientras yo iba haciendo esta amistad entre comillas, amistad entre maestro y estudiante. Porque José Emilio tenía su particular forma de hacerse amigo. Él era duro con los estudiantes pero sabía por qué. Yo de vez en cuando le llevaba poemas y un día le dije: “Yo quiero enseñarte un libro. José Emilio, yo quiero que tú leas esto”. Entonces le entregé ese mazo de poesías, se lo llevó, regresó un día y no me acuerdo exactamente de las palabras pero en síntesis dijo que aquello era una mierda. Me dijo: “Esto no sirve, esto es una porquería.” Imagínate como lo tomé, durísimo porque yo tenía toda esa cosa, toda esa producción. Sin embargo descubrí algo bien importante en esto: que yo había estado escribiendo pero no había estado leyendo. Y que si quería ser escritor debía ser primero lector. Entonces empecé a leer poesía, lo que no había estado haciendo. Estuve un tiempo largo leyendo, solamente leyendo poesía. No escribía nada. Empecé a leer y a descubrir otras cosas, otras lecturas. A repasar lo que había leído, entonces ahí fue el encuentro con Baudelaire, Neruda, sobre todo el Neruda de Residencia en la tierra que es mi favorito. Vallejo, la poesía latinoamericana. Y entonces me senté a escribir un libro, no a escribir poesía, sino a escribir un libro. Y desde ese día, los cuatro libros escritos hasta la fecha han nacido libros. Hasta este momento siempre me ha funcionado escribir libros, ya nada de poemas sueltos. Me senté y empecé a escribir Viaje a la noche en sus partes. Lo que concebí fue un viaje hacia la experiencia amorosa, y lo dividí en tres partes: primero el motivo, después el viaje, concluí con el naufragio y lo armé. Entonces ahí surgió un evento importante que fue el certamen de Tríptico, que en ese tiempo estaba capitaneado por Zoé Jiménez y Rubén Moreira.

 

Tríptico era gente que se habían separado de los escritores vinculados a Filo de juego y crearon Tríptico, que después de revista se convirtió en certamen. Fue un certamen espectacular. Casi toda la generación del 80 estaba participando. En términos de lo que fue la generación del 80, fue bien significativo porque conformó a la generación. Después Tríptico se convirtió en una editorial. En el certamen participaron ciento y pico. Yo envié la primera versión de Viaje a la noche. El primer lugar lo ganó Mayra Santos, y yo gané un segundo lugar compartido con Edgardo Nieves Mieles. Entonces cuando me gané ese segundo lugar, como que me di cuenta de que había algo interesante, entonces me atreví a llevarle no un mazo de poemas a José Emilio, sino ya un libro, ese libro. “José Emilio -le volví a decir- aquí tengo un libro”. Se lo llevé. Entonces pasaron dos o tres semanas. Silencio total. Un día me llamó y me dijo: “¡Carlos Gómez, esto es poesía!”. También yo se lo había enviado a don Manuel de la Puebla, que rápido me había comentado: “Es un libro excelente. Te felicito”. Entonces ahí es cuando lo trabajo con Iván. Como ya te dije, le dimos carácter de libro y lo enviamos al Pen Club.

 

Lo envío al Pen Club. Y como pensábamos hacer un sello editorial le saqué un box para el sello. Sacamos uno cerca de lo que fue la librería Bell, Book & Candle. Pero a mí se me olvidó ese box, nunca buscaba la correspondencia. Sucedió que un día estoy caminando por los pasillos de comparada, y me acuerdo que vino Ruben Ríos, o Gelpí, y me dijo: ‘felicidades’. Yo no sabía por qué me estaba felicitando, será porque era navidad, pensé. Entonces sigo de frente y me encuentro con Ana Lydia y me dice lo mismo: “Carlos, felicidades, ese premio, que bueno”. Ahí fue que le dije: ¿De qué tú me hablas? Y yo, ¡qué! ¡No puedo creerlo! Ese mismo día me picó la curiosidad y fui al box y ahí estaba la carta que notificaba que había ganado el Premio de Poesía del Pen Club. Había llegado hacía como una semana. Fuimos a buscar el premio y fue muy interesante el laudo porque el jurado estaba integrado por gente de varias generaciones. Julio César López, que fue el jefe del jurado, me comentó que cuando mi poemario llegó, ya ellos habían descartado otros poemarios. Pero cuando él recibió mi poemario y lo leyó, dijo: “No. Esto es distinto”. Entonces se lo pasó a los otros, y los demás integrantes del jurado dijeron que era el 1er premio.  Después todo el mundo preguntaba: “¿Pero quién es él?” Porque nadie sabía. Yo era un poco conocido sólo entre la gente de mi generación, que en ese momento éramos los soterrados, y que en realidad nos conocíamos entre nosotros. Yo conocía algo de Mayra, de Edgardo. Pero acuérdate que contrario a Mayra, a Edgardo, a Rafa Acevedo, a esa gente de los 80’s, yo nunca participé de ninguna revista, de ningún grupo. Yo caí directamente al certamen de Tríptico, y de hecho cuando llegué a ese certamen también empezaron a indagar sobre quién era. Un día Zoé Jiménez Corretjer me llamó. Ella quería saber quién era yo, que nunca me había oído. Porque yo nunca había estado en ninguna revista de esos grupos. Y después pasó lo mismo en el Pen Club. En esa ocasión la curiosidad fue mayor porque los finalistas de ese año eran escritores ya establecidos que tenían varias publicaciones, e incluso habían ganado premios. La pregunta entre el jurado era obvia: ¿Vamos a darle el premio a una persona completamente desconocida? Entre los finalistas, yo era por mucho el más joven. Todos los finalistas eran de la generación del 70 y del 60. Entonces a la luz de ese premio, la gente empezó a acercarse y preguntaban quién me había hecho el libro. Pues lo hicimos entre Iván y yo, contestaba.  Y como comenzaron a preguntar por Isla Negra usamos ese primer libro como un trampolín para presentar el proyecto editorial. Publicaciones Puertorriqueñas siempre entendió que era un proyecto que Iván estaba haciendo y ellos cedieron como buena voluntad su sello.

 

Yo me atrevería a decir que mi premio debió haber sido de los primeros que recibió algún integrante de la generación del 80, a nivel de ese tipo de premio, a nivel nacional. Y sin duda había otros poetas, Edgardo con Mairena, creo que el mismo Rafael Acevedo había tenido un libro finalista con Casa Las Américas. Ya después Isla Negra se convierte en una especie de paladín de la generación. Siempre he visto que la editorial inició precisamente como un proyecto de generación. Mi principal compromiso era con mi generación pero lo que ha pasado es que lo he ampliado.

 

Inmediatamente después de ese primer libro, Viaje a la noche, escribo tres libros. El segundo se titula La paloma de la plusvalía, el tercero Poesía sin palabras, y el cuarto se llama Animal de sombras. Y son tres libros escritos sucesivamente. Terminé uno, completé otro y luego otro. Cuando los publiqué tomé la decisión de reunirlos en un sólo volumen y titularle La paloma de la plusvalía y otros poemas para empedernidos. Pero adentro están esos tres con Viaje a la noche; los concebí como libros que se pueden leer separados.

 

Para la época ya Isla Negra es un proyecto un poco más maduro y tomo la decisión editorial, como te mencioné, de publicarlos en un solo volumen en el 96. La realidad es que no le presté atención editorial a ese libro, un poco en casa del herrero cuchillo de palo. No lo envié a ningún certamen, no hice nada con él, sino que lo empecé a correr entre los amigos y entre algunas librerías. Casi cuatro años después fue que decidí presentarlo oficialmente. Sin embargo, se empezó a correr la voz, la gente empezó hablar un poquito de libro. Pero la publicidad grande se generó cerca del 2000 cuando lo presenté junto con un pintor dominicano que se llama Ezequiel Tavera. Sin embargo la gente había empezado a leerlo, y el libro tuvo una vida editorial interesante pese a mí, pese a que yo no hice todo el esfuerzo que pude haber hecho.

No he escrito más nada. Tengo proyectos que hace años los tengo ahí comenzados; unos cuentos comenzados, una novela… Quiero volver a escribir y lo haré, ya sea que me tome una sabática de verano autoimpuesta. Eso implicaría limitar los proyectos en verano a cero. Ya una vez hicimos una moratoria, podemos hacer otra. Yo no voy a tocar libros de otros y voy a trabajar en los míos. Eso me gustaría mucho, porque a la verdad que lo necesito.

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10 de Diciembre, 2011 · General

Roberto Sosa

 

 UN POETA CANTOR  DE LOS POBRES

 

Galel Cárdenas

 

1

El Poeta Roberto Sosa constituyó uno de los filones líricos más importantes de la poesía vanguardista de América Latina, y su sensibilidad estética y política representó una de las amalgamas de mayor calidad estética que se haya producido en el proceso de formación literaria de nuestra nación.

Su desaparecimiento físico deja un enorme vacío entre los artistas nacionales que siempre encontraron en el poeta a un amigo y un defensor del arte por sobre todas las cosas,  habiendo producido una obra cuyos altísimos  méritos se reflejan en un sinnúmero de estudios académicos de las universidades latinoamericanas y europeas de mayor prestigio curricular.

Las letras nacionales ante el deceso del connotado escritor se encuentran de luto y lloran su partida inexorable hacia el Olimpo de los hombres ilustres que alumbran con su pensamiento el camino de la redención social, por el cual hemos luchado y luchamos todos los ciudadanos que poseemos vocación de libertad, justicia y dignidad humana irrestricta.

Su poesía social habrá de convertirse en la antorcha que ilumine el difícil sendero por el cual transitamos  actualmente hacia la conquista de una patria soberana, justa y equitativa como la describieron sus versos de honda raigambre solidaria, donde los pobres fueron precisamente los protagonistas de su inspiración comprometida con los hombres humildes de la patria.

Una rápida revisión de su creatividad lírica nos expone que dos textos de su amplia producción estética,  son fundamentales para entender la relación entre el pueblo y la conciencia  colectiva hacia un nuevo amanecer en la sociedad nacional: nos referimos al libro Los Pobres y a Un Mundo para todos dividido. El primero recibió el premio Adonais de España en 1969; el segundo fue premiado por Casa de las Américas en 1971. Ambos galardones expresan el oficio cualitativo del poeta que fuera reconocido en América Latina como uno de los baluartes de la poesía continental correspondiente a la poesía de vanguardia.

 

2

La hipótesis que desarrollaremos es que la poesía social latinoamericana está ligada al  carácter lírico y épico de la realidad continental. Los Pobres es un libro estructurado con una verdadera responsabilidad estética y al mismo tiempo con una conciencia social sin precedentes al menos en nuestra Honduras de fusil y caza como expresaba Pompeyo del Valle.         

Muchos buenos críticos han referido la obra Los Pobres de Roberto Sosa, texto en el cual los pobres constituyen dos categorías,  la poética y la real, y en esa interacción la categoría pobres que es de tipo sociológica, se convierte en este magnífico libro en una categoría estética en donde la plasticidad de las imágenes surrealistas en la mayoría de las veces nos presentan una imagen y una referencia. Imagen en el sentido lato significa metaforización del lenguaje y referencia implica relación directa con la realidad.

Los 21 poemas del libro Los Pobres  contienen títulos que de alguna manera estética van refiriendo el mundo referencial de la pobreza desde la perspectiva del poeta y su pensamiento dialéctico y político.

 

1.    Los pobres.

2.    De niño a hombre

3.    Los túneles blancos que conducen al mar

4.    Si el río fuera una casa con heno y misterio

5.    Los claustros

6.    Tres sombras invertidas en el espejo

7.    Transparencia

8.    El pueblo

9.    Los peldaños que faltan

10. La casa de la justicia

11. Ciudad de los niños mendigos

12. La realidad

13. El otro océano

14. La igualdad

15. Mi padre

16. El invierno puede ser un inválido

17. Después de los encuentros

18. Piano vacío

19. Testimonios

20. Las voces no escuchadas de los ricos.

21. Los indios

 

Si analizamos rápidamente los títulos vamos a encontrar que muchos de ellos están relacionados por un lenguaje directo: Los pobres, el pueblo, la casa de la justicia, la realidad, la igualdad, testimonios, los indios.

Los otros títulos representan imágenes surrealistas que sirven de orientación para saber que el poeta utiliza el lenguaje de vanguardia para elaborar su poesía como expresión amalgamada de un mensaje político y una referencia poética.

En esta otra lista presentamos los títulos de los poemas que tienen un carácter estético:

1.    Los túneles blancos que conducen al mar

2.    Si el río fuera una casa con heno y misterio

3.    Tres sombras invertidas en el espejo

4.    Los peldaños que faltan

5.    Ciudad de los niños mendigos

6.    El otro océano

7.    El invierno puede ser un inválido

8.    Piano vacío

 

Los poemas que están directamente relacionados con las categorías sociales ya enlistado serán ahora analizados e interpretados uno por uno. El poema Los pobres constituye, por así decirlo, una llave que abre la puerta del poemario ganador del premio Adonais en España en 1969.

 

Los pobres son muchos
y por eso
es imposible olvidarlos.

Seguramente
ven
en los amaneceres
múltiples edificios
donde ellos
quisieran habitar con sus hijos.

Pueden
llevar en hombros
el féretro de una estrella.

Pueden
destruir el aire como aves furiosas,
nublar el sol.

Pero desconociendo sus tesoros
entran y salen por espejos de sangre;
caminan y mueren despacio.

Por eso
es imposible olvidarlos.

 

Compuesto por seis estrofas de poesía libre en el cual la estrofa más larga tiene seis versos y la más corta dos, Roberto Sosa inicia con una estrofa de tres versos, en la cual se destaca una tríada significacional muy importante: los pobres, la cantidad numerosa y la imposibilidad del olvido.

Es una estrofa en donde no existe un lenguaje poético, antes bien asume un lenguaje directo, cuando escribe: Los pobres son muchos/y por eso/ es imposible olvidarlos.  Esta entrada es precedente de una especie de poesía directa que le va abriendo paso a la metaforización caracterizadora de la pobredad, ya que en la segunda estrofa de seis versos, supone el poeta que es posible que ellos (los pobres) en cada amanecer vean los edificios donde quisieran habitar con sus hijos. Una de las necesidades básicas de la clase desposeída en Honduras es el hecho de no poseer la vivienda para construir una familia donde la dignidad humana sea uno de los baluartes de su existencia.

Ya en la tercera estrofa empieza definitivamente el lenguaje poético a imponerse a la imagen de la realidad, o del lenguaje directo. Dice el poeta: Pueden/llevar en hombros/el féretro de una estrella.

El poeta construye una de las imágenes más surrealista del texto que analizamos, ya que los pobres pueden portar en sus hombros las esperanzas muertas, recordemos que el verbo poder según el diccionario de la RAE significa capacidad de ejecutar una acción, y por ello, estilísticamente al usar en presente del indicativo pueden  implica que son capaces de llevar en su humanidad la muerte de una ilusión, en el desmontaje del verso féretro lo tradujimos como muerte y estrella como esperanza o ilusión.

En la siguiente estrofa vuelve a utilizar el mismo verbo expresando que: Pueden/destruir el aire como aves furiosas,/nublar el sol.

En  este caso el escritor establece que la fuerza de los pobres puede llegar a destruir lo indestructible como es el aire,  uno de los elementos fundamentales de la vida en la tierra. La imagen poética a través del comparativo como establece la idea de que la furia de las aves, representación numerosa de los pobres en una personificación extraordinaria que es la rabia, lo furibundo y la irascibilidad expresan  esa dimensión de cantidad sin límite, con la imagen “nublar el sol”.

La siguiente estrofa está introducida por una conjunción adversativa pero, que implica un obstáculo que el poeta introduce a continuación,  en el sentido de que los pobres no conocen su riqueza, caudal y su reserva moral y su potencial extraordinario, que está referido en la frase poética “pero desconociendo sus tesoros”. El siguiente verso “entran y salen por espejos de sangre”, en su desmontaje semántico implica que los pobres van y vienen a un  laberinto de sangre que los retrata de cuerpo entero, espejos de sangre, metáfora que significa sacrificio, sufrimiento y acaso represión como se puede observar en la realidad cotidiana del país;  por eso el verso final de la estrofa que expresa: caminan y mueren despacio. Es evidente que la pobreza es una calamidad que nos mata lentamente.

Esa falta de vivienda (segunda estrofa) y esos múltiples edificios prohibidos para satisfacer su necesidad vital, la capacidad de golpear el aire para destruirlo con la fuerza de miles de aves furiosas, y luego el desconocimiento de su extraordinaria fuerza de genética social, van conduciendo a los pobres hacia la muerte casi inexorable. Todos esos caracteres son suficiente argumento para expresar en los dos últimos versos lo que ha anunciado en los tres primeros: “Por eso es imposible olvidarlos”.

Luis Jiménez Martos, escritor español, dice al respecto: los pobres encarnan la desnudez existencial del hombre, el desamparo dicho sin clamor, la defensa de la dignidad humana sin recurrir a lo espectacular.

“Los claustros” es otro de los poemas transversales que se erigen en el libro Los pobres como una columna vital que define algunos elementos que rigen y caracterizan a la sociedad hondureña, tales como  la represión, el miedo impuesto a través de los siglos por maniquíes de metal violento. Los ricos en este caso representan los maniquíes violentos que nos imponen el miedo.

Este poema atraviesa la textura de una historia nacional donde la clase dominante ha logrado convertirnos en seres irracionales que dominados por el horror somos nada menos que animales dormidos en un museo de cera.

 

Los claustros

 

Nuestros cazadores

-casi nuestros amigos-

Nos enseñado, sin equivocarse jamás

Los diferentes ritmos

Que conducen al miedo.

Nos ha amaestrado con sutileza.

Hablamos,

Leemos y escribimos sobre la claridad.

Admiramos sus sombras

Que aparecen de pronto.

Oímos los sonidos de los cuernos

Mezclados

Con los ruidos  suplicantes del océano.

 

Sin embargo

Sabemos que somos los animales

Con guirnaldas de horror en el cuerpo;

Los cercenados a sangre fría; los que se han dormido

En un museo de cera

Vigilado

Por maniquíes de metal violento.

 

Este poema define de algún modo la relación sadomasoquista que la clase dominante ha ejercido sobre el pueblo en general. Aunque tal expresión es una visión extra poética, la verdad es que el poema “Los claustros”, tiene un carácter de transversalidad en el libro, ya que el poeta se encarga de definir quienes son nuestros cazadores, quienes son los amaestradores de nuestro destino, de nuestras luchas. Estamos animalizados por la represión y por un dominio que es capaz de hacer que el pueblo admire a quien le castiga, explota y persigue y mata.

El poema empieza con el verso “Nuestros cazadores/-casi nuestros amigos-/nos han enseñado, sin equivocarse jamás/los diferentes ritmos/que conducen al miedo”.

El poeta ha logrado captar en este poema el carácter psicológico de la represión, pero, esencialmente, la dimensión de un pueblo en estado de dominio casi total. Por eso dice que los cazadores casi nuestros amigos nos han enseñado sin equivocaciones los ritmos del miedo.

Estos versos del poema “Los claustros” reflejan una profunda disección del alma del condenado al dominio casi absoluto, con el aditamento de que el cazado lleno de miedo tiende a admirar la sombra de quien le reprime, domina y deshumaniza, y que para fatalidad del pobre, del dominado, es llamado con un cuerno como un animal que ha sido cercenado a sangre fría  en  un lugar donde todo es un claustro de horror que para cinismo mayor, es vigilado por maniquíes violentos.

Esa dimensión del miedo se convierte en una especie de conducto subterráneo que impide ver al dominador de la sociedad como un verdadero enemigo de clase. 

Y es que en el libro Los Pobres, las clases marginales son mostradas como una espuma gris de masas  que se debaten entre la frustración y la lucha por la vida, entre la desilusión y el sacrificio cotidiano.

Entre tanto, el poema “El pueblo” constituye por otra parte otra forma de visualizar quienes configuramos el pueblo, desde los campesinos, los trabajadores, pasando por los astronautas, las damas  de lucientes uñas felinas, y los malditos con sus máscaras.

El poema dice así:

 

El pueblo

 

Nuestro planeta es el pueblo.

 

Los campesinos de rodillas en el polvo.

Los astronautas

Cautivos en las constelaciones

Los trabajadores

Que hacen respirar las fábricas.

Los pordioseros no consolados.

 

Todos los hombres

Venimos y vamos hacia el pueblo,

Que es el mundo.

 

Las tres estrofas de este poema nos establecen varias marcas ideológicas, entre ellas la caracterización de quienes pertenecen al pueblo, en principio desde la perspectiva poética y no social, el poeta determina que el planeta  en que vivimos es el pueblo.

Enumera algunos ejemplos de quienes pertenecen a esta categoría tan amplia y que sociológicamente se considera el explotado por las clases dominantes, así la primera mención de los integrantes del pueblo son los campesinos que están de rodillas ante el polvo.

Esta primera noción nos describe la situación de excesiva marginalidad en que se encuentra el campesinado hondureño. Es una imagen dramática que describe de algún modo el estrato social denominado campesinos. También el poeta incorpora a “los trabajadores que hacen respirar las fábricas” y además incluye a los “pordioseros no consolados”.

En medio de estas dos menciones el escritor ha interfoliado a los “astronautas que están cautivos en las constelaciones”, lo cual implica una suerte de imagen del amplio espectro de quienes integran el pueblo, hasta “el maldito y su máscara”, es decir el ser pusilánime y en esa imagen que describe a “Las damas de lucientes uñas felinas” nos lanza a considerar que todo aquellos hombres y mujeres de diferente condición de trabajo y estrato social que sea explotado forma parte de un conglomerado complejo y de muy amplia extensión.

Su verso final, relata una acción dinámica  del concepto pueblo, en la cual establece que todos “vamos y venimos hacia el pueblo/que es el mundo”.  Ir y venir hacia el pueblo es una especie de puerta abierta por donde todos transitamos en la medida en que ese planeta es el mundo inmediato en el cual nos forjamos como integrantes del pueblo.

El poema “La casa de la justicia” es un realmente una de los poemas de mayor envergadura moral que se ha escrito sobre el concepto equidad en Honduras en la aplicación de la ley.

Veamos primero el texto:

 

La casa de la Justicia

 

Entré
en la Casa de la Justicia
de mi país
y comprobé
que es un templo
de encantadores de serpientes.


Dentro
se está
como en espera
de alguien
que no existe.


Temibles
abogados
perfeccionan el día y su azul dentellada.


Jueces sombríos
hablan de pureza
con palabras
que han adquirido
el brillo
de un arma blanca. Las víctimas -en contenido espacio-
miden el terror de un solo golpe.


Y todo
se consuma
bajo esa sensación de ternura que produce el dinero.

 

Este poema  representa una metáfora dramática de la aplicación de la justicia, vista desde la perspectiva de un espacio en donde lo que impera es la impunidad. En la primera estrofa podemos encontrar dos estructuras significativas, la casa y los encantadores de serpientes.

La estrofa primera está descrita desde la acción de dos verbos siempre del modo indicativo, pero en pretérito, “entré” y “comprobé”. Se trata entonces de una visita a la casa y templo, en el cual el observador comprueba la existencia de encantadores de serpientes, una figura que si bien no pertenece a la cultura latinoamericana, sin embargo la metáfora “encantadores de serpientes” caza en este poema como una manera de hacer danzar la justicia al antojo, capricho e interés de los administradores de la justicia en Honduras.

Es un poema muy teatral en el cual uno perfectamente puede ver al personaje del poema entrar, comprobar y permanecer en  de la casa de la justicia, en donde “dentro se está/como en espera/de alguien/ que no existe:”

La tercera estrofa describe con una plasticidad estética esa dimensión de una casa en la cual los administradores de la justicia son “Temibles/abogados” que “perfeccionan el día y su azul dentellada”.  Como se pude corroborar los encantadores de serpientes son los abogados espantosos, terribles y aterradores que durante el día afilan, pulen y liman las leyes para convertirlas en una mordedura animal  en la cual los dientes arrancan, hieren y destrozan la inocencia y la equitatividad de las leyes. En Honduras los abogados son símbolos de una podredumbre, descomposición y hedionda alteración de la aplicación de la ley.

La cuarta estrofa de este magnífico poema, califica a los jueces como seres sombríos, oscuros, nebulosos,  que hablan  de la pureza, del decoro, la honestidad y la decencia con el cinismo propio de la desvergüenza, porque sus palabras de doble significación y de hipócrita acción, van mostrando el brillo de la traición, de la alevosía, de la perfidia, el perjurio y la felonía, que producen heridas de una arma blanca en manos de un personaje inmoral, deshonesto e impúdico.

Esta estrofa cierra con una descripción metafórica y plena de un espanto interminable, a las víctimas de los jueces indecorosos, víctimas cercadas por el  espacio correspondiente a la aplicación de la ley.

Este es un verso de un efecto casi cinematográfico pues el lector puede imaginar a los sacrificados e inmolados a expensas de una espada de Damocles que corte su cabeza y su inocencia fatal. Cuando dice el poeta: “Las víctimas –en contenido espacio- miden el terror de un solo golpe” está describiendo muy plásticamente lo que sucede en la realidad objetiva tal como sucede día con día en los tribunales de la república.

Finalmente, el poeta con la sabiduría de un hombre probo escribe:”Y todo se consuma/bajo esa sensación de ternura que produce el dinero”. Esta paradoja que describe el poeta  sirve de última paletada al entierro de la víctima de una justicia vil, en donde lo humano queda convertido en simple guiñapo de la justicia corrupta.

El poema Las Voces no escuchadas de los ricos   expresa lo siguiente:                                                                                                                   

                                           

Somos y hemos sido los mismos.

Nuca sabemos

Lo que necesitamos de este mundo,

Pero

Tenemos sed  -mar de extremos dorados- el agua

No se diferencia

De una muchedumbre

Extraviada

Dentro de un espejismo.

Hemos quebrado a los más fuertes.

 

Hemos enterrado a los débiles en las nubes.

Hemos inclinado la balanza del lado de la noche,

Y a pesar de los azotes recibidos

Permanecemos en el templo.

 

Muy pocos

Entienden

El laberinto de nuestro sueño.

 

Y somos uno.

 

En la teoría de las clases sociales los ricos pertenecen a la clase burguesa, a la clase explotadora, a la productora de la plusvalía mediante la producción de la mercancía y la explotación de la mano de obra barata. Los ricos pues pertenecen a esa categoría sociológica en la cual los se desempeñan como dueños de los medios de producción tales como  la tierra, las fábricas, los negocios, los bancos, etc. Su  característica es la explotación del hombre por el hombre y su interés reside en producir más plusvalía para acaparar más propiedad y más dinero.

Poe esta razón el poeta inicia diciendo que “somos y hemos sido los mismos”. Es decir siempre han sido los explotadores, los expoliadores de los pobres. Y prosigue el poema expresando “Nunca sabemos/ lo que necesitamos de este mundo,/pero/ tenemos sed  -mar de extremos dorados-”.

La clase explotadora no sabe donde descubre un filón para enriquecer más sus bolsillos, por eso nunca saben lo que necesitan del mundo contextual. En cada país explotan diversas fuentes como los recursos naturales, el aire, los bosques, los ríos, etc. Lo único sabido es que su sed está ligada a la acumulación de capital, la cual se mide en oro, en dinero, en propiedades, en fin en metales preciosos que reservan y recolectan para engrandecer más sus  ambiciones siempre desmedidas.

Y en otro verso que no posee factura poética expresa: “Hemos quebrado a los más fuertes. Hemos enterrado a los débiles en las nubes”. En general las clases sociales dominantes se alían entre sí para producir más fortaleza de clase y más riqueza individual.

Los pobres en este caso son débiles nubes. Por eso sigue describiendo el comportamiento psicológico del rico. Cuando expresa que los ricos han inclinado la balanza del lado de la noche, implica que se han aliado a fuerzas oscuras para producir sus ganancias y proteger su bienestar.

La  penúltima estrofa habla sobre que muy pocos entienden el laberinto de su sueño. El sueño del atesoramiento, el sueño del acaparamiento, del acopio, de la acumulación y de la apropiación.  En tal sentido sólo puede el rico ser comprendido por el rico, uno más en su clase social que produce riqueza para su bienestar egoísta.

Por eso su poema “Las voces no escuchadas de los ricos” finaliza de manera contundente: “Y somos uno”. Es decir una sola clase social explotadora, ambiciosa, antihumana y perversa. Esa perversidad está alimentada por una mar de extremos dorados, en donde la deshumanización es precisamente la brújula de su explotación desmedida de unos hombres contra otros hombres, los desvalidos, los que sólo poseen  la fuerza de trabajo como riqueza inherente a su humanidad.

No podía Roberto Sosa dejar de lado a un pueblo étnicamente fundador de lo que ahora es América Latina, los padres de nuestra identidad, es decir los indios.

Su poema Los indios dice de esta manera:

 

Los indios
bajan
por continuos laberintos
con su vacío a cuestas.

En el pasado
fueron guerreros sobre todas las cosas.
Levantaron columnas al fuego
y a las lluvias de puños negros
que someten los frutos a la tierra.

En los teatros de sus ciudades de colores
lucieron vestiduras
y diademas
y máscaras doradas
traídas de lejanos imperios enemigos.

Calcularon el tiempo
con precisión numérica.
Dieron de beber oro líquido
a sus conquistadores,
y entendieron el cielo
como una flor pequeña.

En nuestros días
aran y siembran el suelo
lo
mismo que en edades primitivas.
Sus mujeres modelan las piedras del campo
y el barro, o tejen
mientras el viento
desordena sus duras cabelleras de diosas.

Los he visto sin zapatos y casi desnudos,
en grupo,
al cuidado de voces tendidas como látigos,
o borrachos balanceándose con los charcos del ocaso
de regreso a sus cabañas
situadas en el final de los olvidos.

Les he hablado en sus refugios
allá en los montes protegidos por ídolos
donde ellos son alegres como ciervos
pero quietos y hondos
como los prisioneros.

He sentido sus rostros
golpearme los ojos hasta la última luz,
y he descubierto así
que mi poder no tiene
ni validez ni fuerza.

Junto a sus pies
destruidos por todos los caminos,
dejo mi sangre
escrita en un oscuro ramo.

 

La ascendencia indígena en América Latina es la responsable de preservar nuestra identidad frente a la invasión española que en el proceso de la conquista nos impuso lengua, religión, cultura y valores occidentales.

Los indígenas mesoamericanos constituyen la base primordial de nuestra identidad que deviene de la cultura del maíz como estructura significativa cultural identitaria.

Los indios, decía, Severo Martínez Peláez, el famoso antropólogo guatemalteco, son precisamente el resultado de la conquista, dado que ya el indígena está prácticamente domeñado, pacificado, conquistado y fundamentalmente arrancado de su propia territorialidad en la cual su libertad era el símbolo de orgullo precolombino.

De este modo los indios, ahora como los conocemos,  representan una resistencia cultural sin precedentes en todo el continente, los españoles consideraban que los indios no poseían  alma y por ello fueron tratados como animales, despojados de su tierra, de sus mujeres, de su religión, de sus vidas, de su cultura, fueron exterminados como animales salvajes, de tal manera que aún todavía los indios en su manifestación cultural y en su visión de mundo particular, representan un misterio y una incógnita que no ha sido despejada todavía por los estudios étnicos y antropológicos de la ciencia universitaria nacional.

Este homenaje que Roberto Sosa dedica a los indios constituye un acercamiento poético a esa categoría étnica primigenia de nuestra nacionalidad.

“Los indios bajan por continuos laberintos con su vacío a cuestas”, dice el poema en sus versos iniciales. Aquí el semantema  “continuos laberintos” tiene una carga significacional muy amplia, es verdaderamente un campo semántico extenso, dado que su laberintos pudieran referirse a ese misterio de su concepción de mundo, de su resistencia cultural firme y continua, y su modo de existencia en medio de una sociedad colonizada en todos los aspectos imaginables que podamos referir.

El “vacío a cuestas” de los indios es en realidad una especie de una pena muy honda que refleja su marginalidad deshumanizante a la cual han sido sometidos durante los cinco siglos de explotación, sometimiento brutal y aplastamiento cultural que las mismas clases dominantes han ejercido durante la colonia, la independencia hasta nuestros días.

Por eso en la siguiente estrofa el poeta Sosa describe su pasado en el cual fueron guerreros constantes, sobre todo en el contexto  que les rodeaba antes y después de la conquista española.  Expone con versos sencillos, que alzaron columnas al fuego como deidad y como materia prima para su existencia cotidiana. En el verso en el que señala  “las lluvias de puños negros” es una metáfora que está ligada al cultivo de la tierra.

El poeta Sosa en la tercera estrofa de su poema menciona los teatros como centro de su expresión cultural en donde los colores, las vestimentas y las máscaras fueron parte de su identidad indígena.

Y en homenaje a su ciencia, el poeta describe con estos versos el alcance de su proyección cultural: “Calcularon el tiempo/con precisión numérica”. Y más adelante refiere el caso de cuando los indígenas ofrecieron oro a los caballos, cuando los españoles a pie salieron de las comarcas de su conquista. Refiere la historia que algunos caballos murieron por falta de alimentos. Los indígenas creían que jinete y caballo eran la misma persona, y como los españoles preguntaban por el oro continuamente, les ofrecieron oro a los caballos. Este dato histórico el poeta lo convierte en un verso muy surrealista pero lleno de una historia cierta: “dieron de beber oro líquido a sus conquistadores”.

Describe a los indios en la actualidad, estableciendo que practican la agricultura como en los tiempos precolombinos, mientras las mujeres tejes y producen objetos domésticos de barro. 

El poeta además, impresionado, describe que los ha visto casi desnudos, “al cuidado de voces tendidas como látigos”, describe que los ha observado balanceándose borrachos en los “charcos del ocaso” y en su cabañas que se pierden en el final del olvido.

La descripción poética de los indios prosigue al comparar su júbilo con la alegría  de los siervos, pero sigue expresando el poeta que ellos son quietos y hondos como los prisioneros.

El poeta se siente desarmado ante sus rostros que le golpean la mirada. Ante ellos su fuerza poética y humana no posee validez. Y su última estrofa tiene un contenido de temblor humano pues deja junto a los pies de los indios su sangre que está escrita en un ramo oscuro. Es decir su sangre en un homenaje poético.

 

3

Una visión sociológica del libro  Los pobres nos plantea que Roberto Sosa ha heredado de su medio un país defenestrado en lo social, lo cultural, y lo económico, desde la década de los años 60s cuando ganó el premio Adonais.

Había vivido RS el golpe de Estado de 1963,  cuyo objetivo dictado por el Departamento de Estado de Norteamérica, era combatir el comunismo hondureño. Los libros del novelista Ramón Amaya Amador fueron confiscados en las librerías de la época, el poeta Pompeyo del Valle fue  encarcelado, mientras los serviles intelectuales coreaban las mismas consignas de los militares a través de los medios de comunicación.

Roberto Sosa, en este contexto, le tocó vivir una chatura cultural y una crisis política y económica muy especial. Es por ello que escribió en 1968 en su Revista Presente un texto que decía así: “¿Se han envilecido ya los intelectuales hondureños?  ¿Quiénes son los que todavía permanecen al margen de la degradación.

Que cada uno tenga para sí mismo la respuesta adecuada. Citaremos ejemplos del tema que tratamos. Muchos de nuestros intelectuales (se habla de intelectuales y no de engañadores profesionales) de este país  -como más de uno de ellos lo ha afirmado- permanecen en calidad de amanuenses de analfabetos unos, y como aspirantes de esa situación otros, pero casi todos (siempre hay excepciones de inestimable valor) están sometidos a las pasiones del bajo vientre en continuo detrimento de sus más caros ideales. Y esa lucha estomacal en circunstancias desiguales condiciona los espacios de sus preferidas esferas”.

Roberto Sosa siempre estuvo atento a rescatar la dignidad del poeta, del novelista o del pintor nacional, pero, esencialmente de hombre común de la calle.

Roberto Sosa siempre estuvo pendiente de jugar un rol de recuperación del hombre digno. Para Roberto Sosa el escritor debía partir del descubrimiento de la conciencia y de la verdad. Y esas categorías morales y políticas debían tener un vaso comunicante con la poesía, con la visión y misión estética del poeta, pues, para él, el lenguaje es la arteria por donde la poesía desplaza sus abalorios humanos.

Cuando se le preguntó como definía a la poesía respondió: “Si tuviera que definir al quehacer poético (cosa totalmente imposible) diría que es un absoluto espejismo real en donde se puede entrar únicamente”. Y sigue expresando que el problema fundamental del arte es la forma, y que el contenido se amolda a la forma, a lo mejor, piensa el poeta, quizá  el fondo no sea sino una forma interior”.

Roberto Sosa cree en “el equilibrio del arte, en la exactitud que determina el uso y cosa esencial”;...“creo  -dice el poeta- en los cambios que se operan en ese espejo de cuerpo entero en el cual nos reflejamos: la realidad, el pueblo como mar abierto de la poesía”.

En el libro Los pobres,  los marginales de la vida digna son mostrados en toda su extensión y caracterización mediante metáforas combinadas con lenguaje directo. Este libro se desarrolla con imágenes superpuestas, semántica e ideológicamente, mismas que están referidas a una fenomenología de un mundo social dividido.

En los 21 poemas de que consta el libro, las imágenes de una pobreza van sucediéndose como pliegues de la ola inmensa que es la realidad, en la cual todos nos bañamos más de una vez.

Por eso escribe su poema “La realidad” en el cual expresa: “Cruje la realidad”. Y finaliza manifestando que “nosotros no tenemos esperanza”.

El  verbo crujir significa  hacer cierto ruido algunos cuerpos cuando frotan o rozan unos con otros o se rompen. Entonces es claro lo que el poeta expone, en la realidad los cuerpos sociales o materiales producen un ruido cuando se rozan o se frotan unos con otros. Y es que la realidad cruje para los pobres que no tienen esperanza, porque allí encuentran  el roce de lo abundante con lo escaso, la muerte con la vida, la igualdad con la desigualad, la alegría con el descontento.

El libro Los pobres no refleja simplemente la des validez humana, porque ese no es su objetivo, es más bien un llamado de atención, un toque a la puerta de nuestra moral y de nuestra conciencia social.

Es por ello que dice en el poema El otro océano:

 

Los desposeídos heredaron las oscuridades,

Los vientos atados de pies y manos.

El origen  les llama.

Recorren con ojos dulces cuanto no tienen.

En las noches recuerdan

Los hechos y palabras de los justos.

Continuamente extienden

Sus propias multitudes

Alrededor de aquellos

Que hicieron de la tierra un caserón cerrado,

Donde son varios los peligros

A que está expuesta la mansedumbre de la paloma,

Que en vano intenta luchar

Contra la soldad y su serpiente bíblica.

 

Los desposeídos forman otro océano;

Un océano con brazos sin descanso,

Con fondos sosegados de muchísima espuma contenida.

Están ahí…

Con la simplicidad de una fuerza mayor.”

 

Los desposeídos son los pobres que permanecen atados como seres prisioneros de la miseria, aspiran a poseer algún objeto o propiedad para soñar con la libertad. Ellos mismos son su propia multitud, en un caserón cerrado, los desheredados así forman otro océano y están siempre presentes.

Este es un poemario que tiene un índice acusatorio para quienes administran la justicia y la equidad en nuestra sociedad divida para todos. Es un libro que emerge no como un puño cerrado o un golpe de bandera, si no con un alto sentido racional que basa su inferencia en la lógica de una justicia que no llega.

Roberto Sosa es así el poeta de los pobres, el poeta de quienes no poseen voz en la altura pavorosa del poder omnímodo en manos de los ricos y poderosos de un país que merece estar en la primera línea de fuego de la reivindicación social, junto a otras naciones o pueblos que luchan por conquistar la calidad de vida que como seres humanos tienen derecho  todos los desheredados de la tierra.
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publicado por islanegra a las 14:04 · 1 Comentario  ·  Recomendar
 
25 de Julio, 2011 · General

Roberto Fernández Retamar

La Habana, Cuba - 1930

Palacio cotidiano

 

Yo decía que el mundo era una estrella ardiente,
laberinto de plata, cerrazón con diamante:
y ahora descubro el júbilo de la estancia minúscula,
la vida emocionada del vaso entre mis labios,
más cristalino y claro si el sol se apoya y canta
en sus paredes límpidas. Ahora veo el dorado
temblor que se levanta del pedazo de pan,
y el crujido caliente de su piel. Y me es fácil
entrar en el palacio cotidiano, manual,
de las enredaderas del patio, donde un príncipe
de silencio y de sombra calladamente ordena.

 

Y es que a esta vivienda que va horadando el tiempo
—la cual es más hogar mientras es más profunda—
tú trajiste la primavera de tu beso;
trajiste tus sonrisas, como una fina lluvia
vista entre los cristales; trajiste ese calor
dulce, para el reposo, para el sueño posible.
Y supe que era bello el mundo aun fuera de ese
centro de perfección: el amoroso palio
del rocío, y el vidrio que calza y rompe el aire.
Yo sentí levantarse un pueblo de pureza
allí donde vivían ayer muebles y hierros.

 

Como quien abandona las lanzas y destina
sus manos a los árboles, que se vuelven viviendas,
mis ojos, amarrados a relámpagos de oro,
dejo caer ahora sobre la pobre mesa,
sobre la luz medida que ha inundado mi casa,
sobre el silencio y la quietud que la acompañan:
y miran cómo sale un sereno color,
una vida armoniosa y honda de sus cuerpos.

Palabras claves , , , ,
publicado por islanegra a las 13:03 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
Al margen
Isla Negra
no se vende ni se compra ni se alquila,
es publicación de poesía y literaturas.
Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra también es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía.
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Gabriel Impaglione

poeta argentino residente en Italia
director
revista internacional de poesía Isla Negra
fundada el 1 de abril de 2004

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