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05 de Febrero, 2014
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Entre-vista
en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti
Marcela Predieri
nació el 9 de junio de 1960 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Argentina. Desde
1991 reside en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Entre
1989 y 2007 publicó los poemarios “Sangre de amarras”, “Invierta un hijo”, “La
pancarta”, “Los andamiajes del miedo”, “Ébano” (disponibles en www.delapalabra.com.ar).
Su quehacer literario fue incluido en antologías de poesía, de poemas
ilustrados, de relatos, de cuentos, de cuentos infantiles. Desde 2006 coordina
libros colectivos de cuentos y poemas, tal como lo hizo con la novela experimental
“Puzzle”, concebida entre once narradores. Además de integrar los equipos
hacedores de diversas revistas, dirigió dos: “La Mazmorra” y “La Avispa”. Colabora en el
diario “La Capital”
de Mar del Plata y suele ser convocada para integrar el jurado de concursos y
dictar conferencias. Desde el 2000 organiza el Café Cultural “De la Palabra” y está al
frente de la Colección De la Palabra, con más de setenta títulos, muchos de los
cuales ha prologado. También De la Palabra se denominan los grupos de estudio y
creación literaria que fundó hace veintidós años. Entre otros, obtuvo el Premio
Lobo de Mar a la Cultura
2004 en reconocimiento a su aporte a las Letras Marplatenses, otorgado por la Fundación Toledo.
Fue vice-presidenta de la
Sociedad Argentina de Escritores, filial Atlántica, en 1994 y
1995. Participó en festivales y congresos no sólo nacionales, sino también en
Lima, Perú, 2008, abordando la temática Arte y Salud Mental; en Bucaramanga,
Colombia, 2009, exponiendo sobre Identidad Literaria Argentina; en Oaxaca,
México, 2010, dictando el seminario Teoría del Cuento Argentino. Desde 2001
prepara a algunos de sus talleristas egresados como coordinadores de talleres.
Durante 2004, conjuntamente con la licenciada Karina Krol, impulsó el proyecto
de extensión Markas, interdisciplinario –psicología y letras- y el curso de
formación en la lectoescritura para bibliotecarios en la Biblioteca de Naciones
Unidas. Entre 2006 y 2009 incorporó a sus actividades la propuesta Palabra
Clara, para internos de la Clínica Psiquiátrica “Clara del Mar”. Su blog es http://mpredieri.blogspot.com.
1 -
Me suena que el principal periódico de tu ciudad de adopción es precisamente
donde colaborás. ¿Lo hacés con crítica bibliográfica, con textos literarios o
artículos periodísticos? Y “La
Mazmorra”, revista que no creo haber conocido: ¿merece que la
evoques?
MP: Mientras estuvo Pedro Leguizamón como
director del suplemento de Arte y Cultura de “La Capital”, colaboré con las
reseñas bibliográficas cada semana; después eso se fue espaciando (en realidad
dejaron de enviarme libros y yo aproveché para comentar aquellos que me
gustaban mucho aunque me llegaran por otras vías). Por supuesto, desde entonces
no he dejado de colaborar con cuentos, poemas y ensayos breves. Y “La
Mazmorra”, ¡ja, ja! Sólo salió un número. Estábamos en ella todos condenados,
como corresponde a cualquier revista literaria que se precie.
2 - En tanto involucrada orgánicamente con la
salud mental desde tu lugar de escritora, Marcela, se me hace perfecto
compartir con vos un fragmento del magnífico “Antonin Artaud, el enemigo de la
sociedad” del notable poeta argentino, ya fallecido, Aldo Pellegrini. Entre
ayer por la noche y hoy me lo he leído por cuarta vez (precede el volumen “Van
Gogh, el suicidado por la sociedad”, Editorial Argonauta, Buenos Aires, 1971):
“La locura representa una ruptura total del molde que se denomina mentalidad
del hombre normal, y por ello no sólo prescinde de todas las normas
convencionales, sino que vive directamente en el mundo de la imaginación. De
ahí el estrecho contacto de la locura con la poesía. Pero lo que el poeta se
limita a volcar en el verbo, el loco lo vive integralmente.” Te cedo la
posibilidad de que nos trasmitas tu reflexión.
MP: Hasta que me radiqué en Mar del Plata, de
esto hace ya más de veinte años, sabía sobre este tema tanto como la mayoría, o
sea muy poco, y tenía una visión absolutamente romántica sobre su relación con
el arte. Uno de mis primeros trabajos acá fue la de encargarme de las reseñas
bibliografías para el diario “La
Capital”. Me hacían llegar entre ocho y diez libros por mes
para leer y comentar. Una tarde, entre ellos llegaron tres de un poeta local a
quien no conocía ni había sentido antes nombrar. Los leí y cosa extraña –ya que
en estos casos debía elegir sólo uno-, en lugar de hacer la reseña solicité
encarar una nota sobre el conjunto. ¡Tanto
me habían impactado! Se trataba de tres poemarios de Jorge Lemoine escritos a
finales de los ‘80. Para la misma época, allá por los ‘90, conocí al poeta René Villar. Fascinada como buena poeta
treintañera con Artaud, me encontraba de
pronto con que Mar del Plata tenía sus propios Artaud, pero era casi imposible dialogar con ellos,
trabajar y hasta a veces, tratar… Sin embargo, esos “locos” tenían dosis de
talento admirables. No sabía qué hacer, así que me obsesioné con el tema de
arte y salud mental. Leí, estudié, hice seminarios, trabajé –durante diez años-
en La Rada, un centro
de arte y salud, donde recibía, además de gente que quería pulir o desarrollar
su estilo en mis talleres literarios, a personas con padecimiento mental,
adictos y alcohólicos en recuperación, la mayoría de las veces derivados por
sus psicólogos o psiquiatras. Tiempo después coordiné junto con la licenciada
Karina Krol, el taller interdisciplinario Markas, para personas con angustias y
depresiones leves, y más tarde el taller Palabra Clara en la clínica
psiquiátrica Clara del Mar, donde trabajé casi tres años. Quienes eran dados de
alta asistían luego a los talleres (sin que nadie supiera de sus patologías), a
veces con AT -acompañantes terapéuticos que se hacían pasar por alumnos-, y
encontraban en De la Palabra un lugar donde eran considerados como escritores y
no como pacientes. ¿Por qué lo hice? Porque creo en el poder sanador del arte.
Recuerdo el caso de un paciente que vivía enfrascado en sus cuadernos, a tal
punto que había creado un idioma propio que incorporaba a sus trabajos; en
general, a casi ninguno de los talleristas internados les interesaba
comunicarse con el otro, pero éste era un caso extremo. No obstante, a los
pocos meses de asistir al grupo empezó a poner entre paréntesis la traducción
de esas frases en su extraño idioma y, al año, lo había dejado de lado. Sí, el
arte sana, no la patología, pero sí el alma, el dolor y el aislamiento con que
conviven quienes la padecen. Por eso trabajamos en La Rada con la emisora La Colifata en una jornada
de tres días a principios del 2000, y tiempo después ese mismo proyecto radial
lo encaramos junto a los chicos de radio La Azotea, para que se trasmitiera desde la clínica
Clara del Mar para toda la ciudad. Los llevábamos al Café “De la Palabra” cada
mes, con el enorme esfuerzo de acompañantes terapéuticos y psicólogos (a razón
de uno cada cuatro pacientes), quienes hacían este trabajo en forma voluntaria
en grupos de a veinte o treinta. No eran presentados como pacientes sino como
talleristas o poetas invitados. Algunos, lo sé, se preguntaban: “de dónde saca
Marcela a toda esa gente” o cuchicheaban acerca del ambiente enrarecido del bar… y dejaron de
acompañarnos. Por la misma razón los publicamos en “La Avispa”, porque los
internos en clínicas psiquiátricas siguen estando excluidos, hoy como siglos atrás,
y hay entre ellos muchos artistas que necesitan y merecen ser escuchados. La
creación artística les da esa posibilidad. Vos citás: “lo que el poeta se
limita a volcar en el verbo, el loco lo vive integralmente.” Fijate en esto: es también el caso de
Jacobo Fijman, y aunque él no se reconociera como enfermo mental, en su poema
“Canto del Cisne” del libro “Molino Rojo”, define a la demencia en un sentido
total como “El camino más alto y más
desierto”. En el volumen “Conversaciones con Pichón Riviere”, de Zito Lema,
Pichón dice algo que creo todos compartimos: “Es la poesía la que muestra como
ningún otro medio, la débil línea entre el cielo y el infierno, la vida y la
muerte, la salud y la demencia, pero no hay que olvidar lo que escribió
Chesterton: ‘El loco lo pierde todo menos
la razón’”.
Por
eso me gustaría también hacer una breve referencia a la literatura de hoy. Es
fácil ver cómo la literatura, de los ‘90 hasta hoy, describe no al individuo
enfermo sino a la toda la sociedad
enferma y lo hace precisamente con una escritura “enferma”. La literatura de
hoy, igual que en la época de las vanguardias, mata lo consagrado, busca otra
cosa. Exige otro lenguaje, uno que refleje que todo está fuera de los límites
(y eso es locura), ese lenguaje es fragmentario; como escribió Diana Bellessi:
“hoy se da la astillación del lenguaje porque lo que se astilla es el hombre y
la sociedad”. Ambos parecen estar al borde… y, qué coincidencia, hay una
patología que aparece por asociación sonoro-semántica: el border. Un borderline
presenta los siguientes síntomas que, no me van a poder negar son los de
nuestra sociedad toda: inestabilidad afectiva, episodios de
intensa irritabilidad o ansiedad, iHYPERLINK
"http://es.wikipedia.org/wiki/Ira"ra y
dificultades para controlarla, sentimientos de vacío, impulsividad, alteración
de la autoimagen, estrés elevado. Y ahora presten atención a esto: la
literatura puede también tener misión de borde… precisamente para
evitar su caída. O sea que tanto la locura como la literatura se transforman en
un acto de resistencia, y en algo liberador. Por último: ya no sólo a los locos
o a los creadores sino a todos la realidad nos resulta insoportable; tal vez
por eso aparece con increíble fuerza un nuevo arte, esta nueva literatura que
como decía Camus: existe para no morir de
verdad.
3 -
Es a la autora de un libro cuyo título es “Invierta un hijo” a quien le
transcribo un segundo fragmento del citado ensayo de Pellegrini: “El nacimiento
es una sorpresa terriblemente dolorosa de la que nunca llega el hombre a
reponerse. Estamos marcados a perpetuidad por la sorpresa del nacimiento. Pero
además el nacimiento es un proceso que no llega a complementarse en el curso de
la vida, por más prolongada que ésta sea. El hombre no acaba de nacer, y lo
sorprende la muerte sin haber podido completar el nacimiento.” Te cedo la
posibilidad de que nos trasmitas tu reflexión.
MP:
Con esta pregunta no sé si hablar del poemario “Invierta un Hijo”, que no es
otra cosa que el diario de un soldado de todas las guerras, o de la novela en
la que estoy trabajando ahora: “De
crecer y otras muertes prematuras”. La muerte te sorprende, claro que sí. Tal vez pueda contestarte con un poema de
otro libro, “Los Andamiajes del Miedo”, poema titulado “Dejar de Ser”: Quieta divisoria conduce a la caída /
Desciendo / a inhalar hondo / mi propia gestación // Todo es silencio / y un jadeo inútil / que profundiza la
asimetría de los cuerpos // Cada porción de piel construye el infinito // Los
límites se expanden / como si huyeran
/ avergonzados / del residuo que dejan
en el otro // Mueca innominada /
"Salir requiere mil disfraces" . La frase encomillada es
de Antonio Aliberti.
Creo
que todo artista, y en especial los poetas, buscamos siempre entender las
cosas, la vida en definitiva, por eso escribimos. Pensá en la palabra
alumbramiento, de eso se trata nacer, pensá en dar a luz… un hijo o un poema…
No hacemos otra cosa que intentar poner las cosas en claro. Y no sale. Eso no
hace que deje de intentarlo, aunque sea vanidad, como dice Eclesiastés: correr
tras el viento. Tal vez por eso tenga otro poema que hace intertexto con eso; tiene
como título “Correr antes de la muerte”, porque no quiero vivir un abecedario
incapaz de pronunciar mi nombre. Hay quienes dicen que hay más tiempo que vida.
A mí no me asustaría tener menos tiempo si la intensidad de lo vivido lo
hubiese ya colmado, pero me queda mucho por vivir todavía. Eso es descuido:
creer que tenemos todo el tiempo del mundo.
4 -
Ha sido en el marco del Café Literario “Último Infierno”, organizado por la
Asociación de Poetas Argentinos, cuando en un reducto porteño, en 2005, dentro
de un segmento que yo conducía te presenté, Marcela, leíste tus poemas, te
formulé un par de inquietudes, y destaqué la evolución que hasta entonces había
ido sosteniendo la Revista Cultural “La Avispa”. Estamos ahora ante otro
público, mucho más amplio y anónimo: no tenemos delante, como en aquel acogedor
bar próximo al centro intelectual de la Capital Federal, a nuestros amigos, o
conocidos, o desconocidos, en contacto directo: ante estos otros destinatarios,
¿nos contás cuál es la historia de tu Revista, por qué se estableció una
primera etapa y comenzó una segunda, con qué vaivenes e innovaciones se sigue
manteniendo, a qué apuntó al principio y cómo fue modificándose? Entiendo que
en la actualidad la dirige Gustavo Olaiz y el último número ha sido el 56, el
año pasado, y en soporte digital: ¿es así?
MP:
“La Avispa” nació el 13 de junio −día del escritor− de 2000, con el nº 0 como
un pliego de encuentro que ofrecía a grupos, instituciones y autores
independientes la posibilidad de funcionar como lazo que los contactara de
alguna manera (para esa época yo había contabilizado unos veinte grupos que se
caracterizaban por organizar sus actos siempre el mismo día y a la misma hora,
ja ja). Los invitamos entonces a acercarnos textos, para hacer difusión sobre todo de nuevos
autores, gacetillas para que dejaran de superponer actividades, y les ofrecimos
una página institucional; nosotros publicaríamos 1000 ejemplares de
distribución gratuita. La sorpresa fue enorme: las entidades nos enviaban
textos del presidente o del vice, edad promedio 83; las actividades seguían
superponiéndose, para que llegaran a tiempo a la fecha de cierre con sus
páginas había que correrlos o hacer diez llamados telefónicos… pero los autores
independientes y jóvenes enviaban cada vez más material. Como repartíamos la revista
(en formato diario con cuatro pliegos
ya) en bares, salas de espera y centros culturales, la gente empezó a pasarla
de mano en mano y como los miembros del staff solíamos y solemos viajar
bastante a encuentros o congresos literarios, en poco tiempo se conoció afuera
de Mar del Plata. Entonces la echamos a volar. O dicho de otra manera, dijimos
basta de hacer beneficencia con instituciones que no quieren abrirse; nosotros
sí queremos. Cuando pensamos el nombre no fue el insecto lo que nos sedujo sino
la imagen del avispero: apenas sujeto por arriba y una gran boca hacia abajo
que crece y crece; había que volver a eso: yo la dirigía, un grupo pequeño
trabajaba en ella y estábamos abiertos a recibir autores nuevos de todas las
estéticas. Así “La Avispa” empezó a crecer y a crecer; pasamos del formato
diario o pliego al cuadernillo 14 x 20, si mal no recuerdo, en el nº 17, que
fue cuando apareció también la versión digital y se fundaron nuevas secciones
no literarias. Hoy tiene colaboradores de casi todas las provincias argentinas
y también de España y Latinoamérica (he viajado para presentarla a Chile,
Colombia, Uruguay, México y Cuba); hay muchos escritores que piensan como
nosotros con respecto a los lazos, la apertura, el trabajo en red. Y no sólo
escritores; por eso además de literatura −cuentos, poemas, ensayos y reseñas
bibliográficas− la revista tiene
secciones sobre cine, teatro, plástica, música, humor y dos que quiero
particularmente: la infantil y la de opinión: “dar la cara”. Estuve a cargo de
la dirección hasta el nº 55 a fin del 2012, ahora lo hace Gustavo Olaiz, desde
Mar del Plata; la vice-dirección está a cargo de Cristina Mendiry, en Buenos
Aires; yo sigo trabajando, claro; el haber dejado el cargo me da tiempo y
permiso para publicar en ella, cosa que antes no hacía (demasiado ocupada
recibiendo, corrigiendo o seleccionando material, ja ja).
5 - Y la treintañera, a la que había visto
una vez, un sábado por la tarde, como invitada, en un grupo de reflexión sobre
la escritura al que yo concurría regularmente, ahí nomás, poco después, se
radica en la urbe turística más importante (donde en 2005 se celebró la
oxigenante IV Cumbre de las Américas) y la ciudad costera más poblada de la
Argentina. ¿Cómo fue aquel desplazamiento? ¿Qué te decidió, Marcela, a cambiar
tu radicación? Sé que sos ingeniera naval: ¿llegaste a ejercer? ¿Y cuál había
sido el diseño de tu vida hasta entonces?...
MP:
Cuenta mi madre que me trajo a veranear por primera vez a Mar del Plata cuando
tenía apenas meses; desde entonces vinimos cada verano. Tenía once años cuando
mis padres compraron un departamento, eso extendió mis estadías en la ciudad;
veníamos apenas terminadas las clases −30 de noviembre en aquella época sin
paros de maestros− y regresábamos el día anterior al inicio del ciclo −¡5 de
marzo!, estaba prohibido llevarse materias, no convenía tampoco−. Ya
adolescente empezaron las escapadas de fin de semana y, en la época de facultad,
ya que la mencionás, nada impedía continuar con la playa. Debo haber estudiado
media carrera en el espigón de la ya desaparecida Playa de los Ingleses o en
las rocas de Playa Chica (había que buscar lugares sin ruido, alejados del
tumulto). Me casé muy joven con un marino mercante que también amaba esta
ciudad, soñábamos con “algún día venir a vivir a Mardel”, así que una vez
recibida comenzamos a pasar sus licencias acá, o sea casi seis meses al año en
forma alternada. Luego vinieron mis dos hijos −los criamos tan nómades como
nosotros−, pero cuando la mayor estaba por comenzar la primaria tuvimos que
fijar un lugar de residencia definitivo. Sin lugar a dudas ese lugar era Mar
del Plata.
Con
respecto a mi profesión: ya radicada acá y sin familiares que me cubrieran las
horas de trabajo en astillero (nunca quise dejar a mis hijos en otras manos),
ni siquiera intenté salir a buscar trabajo −ya lo haría después, pensé− y abrí
el primer taller literario DELAPALABRA en mi casa. Casi no había nada de eso
acá, así que creció y creció y creció: seis talleres semanales, la colección de
autores marplatenses del mismo nombre, el café literario, la revista,
seminarios, viajes a encuentros o congresos nacionales e internacionales… Mis chicos crecieron y cuando me pregunté
quién era, qué era, qué quería hacer con mi vida y me respondí, yo también
crecí. Ahora considero a la ingeniería como un pecado de juventud que volvería
a cometer, pero se dio así. Muchas veces me preguntan sobre este tema pero no
me explayo tanto; les pregunto por ejemplo: Vos
sos médico y jugás tenis… ¿Y si hubieras tenido un excelente drive? ¿Y si
hubieras empezado a ganar torneos y torneos, no habrías tomado la decisión que
yo tomé? Como respuesta: simplemente se
ríen.
6 -
Entiendo que el fallecido poeta Enrique Blanchard (1953-1999) -quien también
participara como invitado un sábado por la tarde en el grupo de reflexión-,
editor de tus dos primeros poemarios, ha sido alguien significativo en tu
formación. ¿Nos hablarías de él? Es lamentable que el autor de “El Locutor
Físico” y “Retrato de Antifaz” no tenga casi difusión en la Red (acabo de
releer ese poema tuyo –“Una y Mil Veces”- a él dedicado).
MP: Toda mi formación la hice en talleres
literarios. ¿Cuántos?: muchos, todos los que pude; eso es lo que hizo que esté
en donde esté, que pueda compartir en los talleres lo que aprendí: todas las
escuelas, todas las tendencias y estilos, muchas maneras de coordinar; hubo una
época en la que hacía tres por semana. Hasta que di con otro… parnasiano lo voy
a llamar, o mallarmeliano, y todo lo que significó el movimiento nuevo-milenista,
o como lo denominan algunos, malditismo rioplatense. Sí, Blanchard fue decisivo
en mi carrera literaria, un verdadero impacto. Un tipo trabajador, generoso y
obsesivo en todo −eso quiere decir no sólo corrección de estilo sino también en
lo que él llamaba la formación responsable del escritor de la modernidad−,
siempre nos trató no como discípulos sino como escritores −lo que intento ahora
yo hacer en los grupos DELAPALABRA-. No sé si no está difundido en internet, en
realidad hay grupos en Facebook y la gente que estuvo a su lado se sigue
reuniendo, escribiendo y promoviendo su obra; yo soy una de ellas.
7 - Tu función en “Puzzle” amerita que nos
describas la novela, des a conocer a sus autores y nos trasmitas cómo fue
concebida y gestada.
MP: Puzzle
fue publicada como novela experimental en 2004 −un juego para nosotros: once
narradores que nos integramos en un seudónimo, Armand Piece- luego se habló de
novela sinfónica, una denominación demasiado rimbombante. Armand Piece es
en realidad el seudónimo utilizado por un grupo de once narradores de Mar del
Plata y Miramar para configurar esta novela experimental: Mónica Aramendi,
Vilma Brugueras, Élida Correia, Edith Ruz de Colombo, Alejandro Gómez, Verónica
González, Nancy Lucotti, Paula Marrafini, Guillermina Sánchez Magariños, Juan
Mauricio Torres y yo. Surgió como desafío después de haber analizado y
discutido la conferencia "Qué es
un autor", presentada por Michel Foucault a la Sociedad Francesa
de Filosofía en 1969. En dicha conferencia se partía de una formulación de
Beckett: "Qué importa quién habla" y por qué la presencia o
desaparición del autor se había convertido en tema dominante para la crítica.
"La obra que tenía el deber de traer la inmortalidad -afirmaba Foucault-
recibe ahora el derecho de matar, de ser asesina de su autor". Nos gustó
la idea y de ella nació la propuesta: escribir una novela experimental (no
con múltiples narradores sino con múltiples escritores, lo que nos conduciría
por consiguiente hacia una enmarañada selva con saltos cualitativos, variadas
posiciones de autor, distintos puntos de vista, desiguales tonos discursivos,
secuencias contradictorias, diferentes tiempos narrativos). ¿Inmanejable? Eso
parecía, pero teníamos frente a nosotros la frase de Goethe: “Cualquier cosa que puedas o sueñes
hacer, empiézala”, y nos lanzamos a la aventura entre lícita y
blasfema de abordarla; total no tendría reglas ni autor, de manera que tampoco
habría trasgresión y por lo tanto, nunca castigo. Si como dijo Foucault:
"La escritura se despliega como un juego que infaliblemente va siempre más
allá de sus reglas", nosotros ya estábamos jugando, y la desaparición del
nombre propio o de las marcas individuales no era en absoluto trascendente.
Este sacrificio sería, para cada uno de los miembros del grupo, voluntario.
Teníamos el punto de partida y no una sino once voluntades dispuestas a regir,
ordenar, dar forma a los distintos personajes, adecuarlos a las situaciones
creadas, y por supuesto el regreso al origen (reunión semanal, café, mate o
whisky mediante) como punto de confluencia en donde las contradicciones podían
discutirse y resolverse. El puzzle se fue troquelando, esto nos llevó un año y
medio de trabajo, entonces descubrimos que la pregunta no es quién escribe la
obra sino desde dónde se ejerce esta función. La respuesta: desde las distintas
capas discursivas que conforman el cuerpo textual de la novela. Fue así como
cada uno de los once escritores fue perdiendo su identidad de troquel y
adaptándose a la trama que exigía la ficción, borrándose en beneficio del
carácter cada vez más sólido de este rompecabezas. Es verdad, por momentos
pensamos que sería imposible; tuvimos muchas páginas de descarte y días de
desánimo, pero también períodos increíblemente fecundos, de trabajo tan intenso
que sentíamos que literalmente se nos rompería la cabeza. En realidad la
novela es bastante mala, lo maravilloso y enriquecedor fue la experiencia.
Primero elegimos el género: sería un policial porque lo consideramos más fácil
de tramar; después cada uno de los autores (menos yo que oficiaría de comodín o
DT) eligió un personaje que escribiría en primera persona. Nos reuniríamos una
vez a la semana, el orden de lectura sería el de llegada y eso condicionaba el
argumento, los restantes debían ajustarse a los cambios y elementos
introducidos por el anterior. Era muy gracioso, porque si te llegaban a matar en
alguna de esas semanas, quedabas fuera del proyecto (ahora en serio: igualmente
se leía todo y si la segunda o tercera propuesta era mejor, se hacían los
ajustes necesarios). Así la novela fue avanzando hasta ponerle el punto final.
El problema fue lo que vino después: tardamos mucho en corregirla y darle su
forma definitiva. Por ejemplo, se eligieron a los tres autores que tenían un
tono más neutro y pasaron a fundirse para narrar en tercera persona; había
incongruencias: en pagina 4 alguien vivía en Libertad y la Costa y en la página 76 iba
al bar a la vuelta de su casa, en Luro y Salta… Y aunque todos los autores se
esforzaron mucho por diferenciar las voces de los personajes, por último se
eligió incorporar elementos de la “concreta” para ayudar al lector. Tendrías
que verlo: hay un falopero tartamudo que tiene lagunas; desde lo visual sus
páginas no tienen puntuación sino espacios más largos o más cortos o nolostiene en
absoluto. El policía escribe en
Courier New, las cartas están en manuscrita… ¿Me explico? Por último, como
coordinadora del grupo hice ajustes, escribí rellenos, incorporé nexos, barajé
capítulos… La presentación fue en un teatro. Cada uno vestido de su personaje e
interpretándolo; a mí me tocó algo así como un mago fantasma que se metía por
aquí y por allá, varita mágica en mano. Pero te decía lo de la experiencia:
todos crecimos. Era necesario tirar por tierra el ego del escritor y escribir
casi desde el anonimato. Acá lo importante era la obra. Si bien al final
explico quiénes participaron, en ningún lugar dice Fulano escribió esta parte, Zutano
esta otra, o yo aquella de más allá. Eso es humildad. O una verdadera locura.
Marcela
Predieri selecciona para esta entrevista, en febrero de 2014, seis poemas de su
autoría:
Faltan Los Barcos
Es necesario
invadir sus secretos
las horas de
agua que se trepan
fértiles de anclas y arena hasta el nido de
la noche
las bocas de
esos hombres que ofrecen la pleamar
y se abrazan a los puertos
Sin rastros
se pierden los nombres de las
mujeres del bar
como las estelas
tras la rompiente irremediable
y sus bocas de
rouge
arrancadas con el revés de las
manos
o la memoria
Porque ellas
saben guardar entre billetes su saliva
bautizan con
champagne la pieza que debe de mañana
mantener
las ventanas abiertas
mientras se
dejan inspeccionar por el sol
y cuadrillas de
viento descarnan de los techos
el jadeo de los clientes
No hay en ellas
rencor ni caricias
Tras haber
deshabitado la noche
beben
café despacio
cepillan sus
dientes y los cabellos enmarañados
porque la pena
no es pena mientras entre sus muslos
esté caliente aun el
recuerdo de la paga
Tal vez alguna
novata llore
Aprenderá
-dice la mujer con arrugas en las
sienes-
el segundo o el
cuarto ya no importan
y la besará en
la boca
como una madre
Al costado de la
cortina
la rubia joven se depila
una pierna
se arranca uno a
uno los marineros de esa tarde
y es tan bello
verla apareada al sol
con sus ojos de sueño de mediodía
aunque cargue
olor a vino
un mal recuerdo que
dormirá hasta que el sol
caiga exhausto
detrás del horizonte
Entonces
arqueará las cejas y recortará sus labios
será otra vez
yegua ensillada
un portaligas
rojo o un corsette para su alma
quizá dulzura de
mentira y de duraznos
como de duraznos
los ojos
y el latir de su cuello
ebrio de sábanas
En ella me
encuentro
hoy a solas
para beber su
soledad
Está calzando
anillos en los dedos de los pies
Yo me visto de
luto
Acaso por el
miedo
(de “Ébano”)
*
Repensado
Ahí
está Eva
hueca del
aliento
de
la deidad
Ante su muerta
nonata
el
hombre acaricia
harto
sus ojos
zarcillos
de la desnudez
Viendo tender a
su Hijo los brazos
en
cruz llora el Fiel
su omnisapiencia
Lo cercano ha
pasado en el futuro
Sin pudor de
tempestades
la
parra hincha sus pulmones
y
Eva se levanta
Un río de
manzanas
desterradas para
siempre
bautiza
de semen
la sangre de sus muslos
(de “La Pancarta”)
*
Soy gemelo a mí
mismo en otra muerte
Puedo ser un
salto al infinito vacío de tus ojos
o un pájaro lleno de silencios
Estoy
desfigurado de mi ser
Hoy el cuervo
acelera los retornos
y sólo la noche
hembra madre del destierro
puede devolverme
al seno del cansancio
Yo que fui
espejo en los ojos de aquellas madres
que recibían a sus muertos
vi bajar de los
trenes
en guirnaldas
aquellos cuerpos enhebrados
Ya no asustaba a
las vecinas
que en los
ataúdes sembraran crisantemos
Era
setiembre en casa de mi padre
cuando las mujeres cargaron sus
semillas
Recuerda
He enterrado
esa
desesperación incesante de volver sin mí
Mírame
Yo sabía del aroma a azahar en los
naranjos
y he visto el
rostro de Dios llorando sangre
Dame Señor un
poco de tus náuseas
un poco de tu
llanto
o tu vergüenza
Estoy en cópula
con las llaves del infierno
hay una bestia
en mí
insaciable de coágulos y
exilios
Pero el tiempo
cauteriza el hedor de la carne
No sé
si pueda recordar
Ante un sol
verdugo
afiebrado de sentencias
la guerra zurce
prolija nuestras llagas
(Fragmento adaptado de “Invierta un Hijo”)
*
La Viuda Negra
Mis amantes saben que para escribir
me hace falta su ausencia
Por eso se conjuran en aquelarre
solícitos me dejan sola
por piedad
y desde el rincón de las sombras
como un voyeur
me espían
Murmuran:
Marcela está
creando
se
muere
pero les gusta cómo escribo
y consienten
que acabe con la pena entre los muslos
sobre la cama
revuelta
Ellos necesitan que escupa metáforas con olor a vino
desean mi lengua
amoratada
Tal vez sea tiempo de invitar a la poesía a casa
reconocer mi necedad de araña
obstinada en bordar sólo suicidios sobre la tela
y clavarle los colmillos al recuerdo
después de la cópula
(de la Antología MAR DEL PLATA EN BOCA DE TODOS, Ed. Martín, 2011)
*
La noche de la caridad
Estoy fumando un cigarrillo
en el umbral de una casa que no es mía
mientras miro al helicóptero
que patrulla las calles a mil dólares la hora
Me pregunto si habrá visto
sin muletas
vagar a la ciudad bajo la mugre
o mis ganas de abrazar a un hombre
que no es éste
que acaba de morir de frío a mi costado
La calma aúlla
No bastan manos en rosario
para acunar locas y perros
Me descalzo el pucho y la cojera
Esta noche seré infiel
En mí
la jauría de todos los
hombres
babeará revolución
(de la
Antología SOBRE RIELES, Ed. Martín, 2009)
*
Desaparecido
Todavía sangra entre las baldosas
la mano del último gesto
esa historia cotidiana
de espanto y levadura
un olor quizás ajeno
a la nariz de la tarde
Mientras hombres en fardo
abotonan insignias en fiesta de tenazas
el sol recuesta su cansancio
cara al
pueblo
(hay algo absurdo
en los nudillos apretados de los débiles)
Hermano intacto:
tu nombre aún late
bajo el cobijo de la ausencia
(de “Los Andamiajes del Miedo”)
*****
Ciudades de Mar del Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 400
kilómetros, Marcela Predieri y R. R., febrero 2014.
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islanegra a las 18:31 · 13 Comentarios
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04 de Diciembre, 2013
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Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando
Revagliatti
Wenceslao Maldonado nació el 29 de julio de 1940 en Buenos Aires, ciudad
en la que reside, la Argentina. Fue sacerdote salesiano entre 1965 y 1989.
Estudió teología en la UPS (Universidad Pontificia Salesiana de Roma) y letras
en la UCA (Universidad Católica Argentina) y en la Università degli Studi
(Trieste). Fue docente, hasta 2008, de griego clásico, latín y literatura
italiana; se ha dedicado a la traducción literaria en estas lenguas.
En el género poesía publicó los libros “La estación necesaria” (1990),
“El hombre herido” (1994), “Tierra intranquila” (1994), “Dioses del deseo
antiguo” (1995), “Si cortarle la cabeza a la Gorgona” (1997, Primer Premio XIX
Encuentro Patagónico de Escritores, Puerto Madryn, provincia de Chubut, la
Argentina, 1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés, “If cutting the head
of the Gorgon”, en traducción de Donny Smith publicó el sello Vela al Viento,
2012), “Ceremonial de una familia oscura” (1997). Y ya en este siglo se
publicaron las libretas “Paraíso desechado”, “Paternidad de sombra”, “Manual de
osos prácticos”, “Zureo”, “Eros y otros deseos”, “Hexagrama”, “Réquiem de
guerra”, “Diálogo de pájaros”, “Hay un amor que espera y que no olvida”. En
2008 se edita un volumen que podría clasificarse entre poesía y narrativa: “La
proctomaquia o El cantar de los culos. Poema épico-paródico de Aristón de
Mitilene”.
Obtuvo el Primer Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la
Secretaría de Cultura de la Nación, por el libro de cuentos “Arquitectura
Gótica” (1999). Su segundo libro de narrativa breve aparece en 2004:
“Fronteras”. Y en 2012 se edita su novela “Las vigilias de Príapo”. Dos de sus
obras teatrales, “La historia del cliptodonte” y “La musa de los muchachos”
(presentación irreverente de poemas eróticos griegos) han sido representadas
entre 1997 y 2000. Últimamente ha traducido piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando
un país para Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre de 2012) y “Los
fantasmas de Joyce” (pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013).
Integró el grupo Zeus Teatro. Realiza con el actor Marcelo Gamarra performances
de poesía, “Wences’s Bar en vivo”, continuación de numerosos eventos realizados
por ambos desde la década del noventa.
Fue secretario de la S. E. A. (Sociedad de Escritoras y Escritores de
la Argentina) durante 2011. Coordina con la poeta María Chapp el ciclo de poesía
“La Metáfora Ardiente”. En www.wencesmaldonado.com.ar es posible acceder a muestras de su obra literaria, ensayos, reseñas
bibliográficas, traducciones suyas, galería fotográfica, entrevistas a él realizadas,
etc.
—Nuestros lectores acaban de leer el detalle
curricular, Wences. Te propongo que nos adelantes qué libros tuyos tenés
previsto que se socialicen durante 2014 y que nos los presentes. Te propongo
que nos cuentes en qué obras o proyectos estás (o estás por estar) inmerso. Y
qué poemarios permanecen inéditos por completo o sólo difundidos en parte en
antologías o libros colectivos. Y si tenés dramaturgia inédita y sin estrenar.
-En 2014 espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde
hace tiempo: “Nocturno siciliano”,
poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los cuales fueron
editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina, Provincia di Enna.
La serie “strade di Troina” (calles
de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar
un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba
a llamar “L’incontro” (“El encuentro”),
proyecto pospuesto pero no depuesto… Y tengo además dos libros de narrativa
listos, la novela mitológica “Hipócalo.
Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una colección de cinco
nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: “Bienes
de familia”.
En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera, desde la década
del ’90, unos veinte libros. Te doy los títulos, si es que no soy demasiado
pesado. Lo que sucede es que escribo en forma permanente, y en diversos
encuentros de poesía o performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero
leer poemas inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos en estos últimos
veinte años, entre 1993, después de mi regreso a Buenos Aires, y este final de
año 2013: (1) “El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un
mismo espejo”; (3) “Esquina sin sosiego”; (4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario
incierto de este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo lo que puede ser
el gran payaso”; (8) “Recorridos breves de un largo itinerario” (recopilación
de recopilaciones, poesía 2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de
una vida para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi reino será el
mar”; (10) “Hay voces en las paredes”; (11) “Memorias de otoño”; (12) “Los días
terribles”; (13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América
2011”; (14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el
misterio y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”;
(17) “Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin –
poemas convalecientes”; (19) “Invocación al mensajero ausente”; (20) “Pueblo en
silencio”.
Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin,
no creo que estos libros mencionados tengan tanto valor como para tener derecho
a la publicidad. Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un
futuro más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una especie de
meditación poética sobre mi entrada a la vejez y viendo a mi madre, con la que
viví en sus últimos cinco años de vida. También quisiera tener en las manos “El mar y la hoguera”, libro que me había
prometido ilustrar una amiga artista plástica, inspirado en la relación de
vida, amor y muerte entre Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro
libro que me encantaría tener publicado cuanto antes es “Mi reino será el mar”, anclado también en temas de la antigüedad
clásica, con tres partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro
y el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino invisible de
los muertos. Hay un cuarto libro todavía que me encantaría verlo ya impreso, y
es “Hay voces en las paredes”, porque
tiene que ver con los recuerdos de Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al
400 en la que vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de
sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado bien mientras
vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras inéditas
es “Recorridos breves de un largo
itinerario” porque, como anoto en la lista de libros inéditos, reúne cuatro
libros escritos durante los cinco años que viví con mamá y tienen que ver con
actitudes mías de una nueva etapa.
La pregunta que me hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y
sí, escribo teatro de tanto en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero
algunos quedaron a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia
de la “Odisea”. Y ahí quedó, porque
el director me dijo que eso se podía dar sólo en el Teatro San Martín de otros
tiempos… Con “Islaín el solitario”,
me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió componer música
para los coros que alternan con los protagonistas; pero todo quedó en las
buenas intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero con
posibilidades de resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la
Gorgona”, nada menos que para una ópera, como me había sugerido el querido y
recordado Eduardo Gudiño Kieffer, quien presentara la primera edición de esta
obra; otro amigo músico, miembro de una importante orquesta, me hizo la
propuesta, por lo que hice la adaptación con el título “Perseo y la Gorgona”; y como Donny Smith me había hecho la versión
en inglés, ya hace unos años, para la revista “Metamorphoses” de la Smith
College de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2, pág.
68 ss.), preparé también el texto en inglés, “Perseus and Gorgon”, porque mi amigo me decía que para una ópera
iba a ser más fácil… Bueno, allí estamos todavía, a la espera. Lo más
frustrante fue darle, por meses, a los ensayos de “Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de “Fuegos”
de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina
Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los
payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los
papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”.
Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé
resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo
como traductor. El año pasado se estrenó “Creando
un país para Alicia” del
escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por
presentar “Los fantasmas de Joyce”,
del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo la dirección de
Daniel Godoy.
—Me parece que estaría bueno que además de
puntualizar a qué autores (y en qué géneros y desde qué idiomas) has traducido
al castellano –se hallan difundido ya tus versiones o no-, pormenorices
respecto de las que te han demandado un esfuerzo mayor, con qué autor “te las
viste en figurillas”, si estuviste a punto de renunciar –o llegaste a
renunciar- a alguna traducción porque no lograbas alcanzar tu plena (¿plena?)
satisfacción.
-De los clásicos greco-latinos no tengo de qué quejarme ni
preocuparme; son lo que son, y hay muchas traducciones de todo tipo, entre
versiones literales duras, a traducciones retorcidas y hasta las formas
poéticas más sorprendentes. Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar de
recordar a Horacio Castillo, que me aconsejó con sabiduría y me corrigió con
gran prudencia. Pero siempre uso mis versiones; para las clases de latín y
griego he preferido hacer una traducción más cercana a la letra, para que sirva
como instrumento y clave de los secretos de esas lenguas. En libros de ensayos
trato de hacer justicia con los valores poéticos de los textos, que tienen
lógicamente múltiples dificultades, ante todo por pertenecer a lenguas muertas
que ya han perdido a sus hablantes; y, además, porque se escribieron en
contextos culturales muy diversos, no sólo con respecto a estos tiempos
nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura, ya que muchos se
distancian por varios siglos, y a veces nosotros tenemos la tendencia a
considerarlos en bloque, como si fueran todos contemporáneos.
Muy distinta es mi actitud con respecto a la traducción de autores
italianos. Hablo de los contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre
el que hago con frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor
Ángel Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo,
como es el caso de “El encanto de la
oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina Comedia”. En este momento, o en estos últimos años, he
traducido varias obras del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de
él textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y otras historias”,
sobre todo por la parte de la abundante información sobre Roma. Me exigió
redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector
de habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana, sobre su riqueza arqueológica y artística,
incluida abundante documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje
que el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como para
ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios
de la Urbe, según pinta la novela.
—No he tenido ocasión de verte en función actoral.
¿Cómo fue que te pusiste a nadar en esas aguas?... ¿Y cómo sentís que fuiste
evolucionando, afirmándote, disfrutando de los personajes? Te pido, además, que
nos ilustres sobre “Los fantasmas de Joyce” y las performances de poesía.
-Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi primer grado en una
escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa, me he sentido vinculado al teatro.
Y se lo debo a mi maestra Matilde Parodi Rolland, conocida como Titita, o Titita Muras por su apellido
de casada. Debo decir que ella fue la maestra de mi fantasía, la que me impulsó
a la creación desde esa temprana edad, y la que me hizo trabajar en el papel de
payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta su muerte acaecida hace más
de diez años, me acompañó siempre, absolutamente siempre en todos los
acontecimientos de mi vida, incluidas las presentaciones de libros a los que se
asoció con enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño, adolescente, adulto, “la
maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y dirigir teatro infantil.
Por eso, siendo yo director del Colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, vino a ver
las instalaciones del bello teatro de ese instituto. Vino acompañada de un
adolescente rubio que no tenía todavía quince años, Osmar Nuñez, quien desde
ese momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me acompañó en casi
todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el primer libro que
presenté en 1990, “La estación necesaria”,
hasta el año pasado 2012, cuando le hicimos los dos un justo homenaje a la
maestra ausente pero viva con “Réquiem de
guerra” y “Diálogo de pájaros”.
¡Una de las grandes maravillas de mi vida!
Desde aquellos seis años de mi primera actuación, seguí mi recorrido
con los salesianos de Don Bosco. En segundo grado, año 1948, en el Colegio
Santa Isabel, de San Isidro, me sentía ya un actor consumado con ocho años, y
hasta intentaba escribir con nuestro primer grupo literario de compañeros,
D’Almedia, Toyos y yo. Es que también tuvimos allí un maestro excepcional y
gran actor como fue Mariano Volpe, que dirigía el cuadro dramático de ex
alumnos, mientras que el Padre José Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y
guiones para diversos eventos. Y más tarde, desde 1954, cuando entré con catorce
años al Seminario Menor de Bernal, me encontré con un artista eximio como fuera
el Padre Juan Morano, ilustrador de revistas, escenógrafo y director de teatro,
quien asociado a Carlos Forno, peluquero y maquillador del Teatro San Martín,
formaron una dupla teatral imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que
tenía casi todas sus sorpresas preparadas sobre las tablas de semana en semana.
Eran tiempos en que se daban obras de la Galería Teatral Salesiana de Madrid,
generalmente arregladas por los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y
muchas veces, con orquesta en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo
un tenor segundo de poco volumen, solía perder protagonismo y me contentaba con
papeles secundarios. En 1960 comencé como docente en Ramos Mejía. Y entonces me
dije que era una oportunidad para seguir con el teatro escolar que había
aprendido, aunque ya con ínfulas universitarias.
Vuelto de Italia con un buen bagaje de cine -eran los años
esplendorosos de Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini, Bolognini, Zurlini o
De Sicca entre otros- me enganchó el periodista Alejandro Rossiglione para sus
programas en Radio Porteña y allí me instalé con Butaca 68 y Butaca 69, hasta
el cambio de mano con Radio Continental. Creo que entonces hubo un viraje en
mis preferencias de docente. El teatro pasó a ser en mis esfuerzos colegiales
un bien de lujo para determinadas ocasiones anuales, mientras que el cine, con
talleres y actividades de cine-debate, se convirtió en mi preferencia de
actividades extra-programáticas.
Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996;
última, escrita por mí para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue
“Cinco días de mayo”, un verdadero
fracaso. Sin embargo esa escuela aceptó mi guión cinematográfico, que hizo
filmar el equipo del empresario Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el
21 de mayo de 1996, en los 40 años de la escuela, con copia de regalo para
todos los espectadores invitados.
Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo
Gamarra, a quien había conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián
Porcel de Peralta. Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus
Teatro – grupo de coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances
de poesía y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La Musa de los Muchachos”, sobre
epigramas de Estratón de Sardes y otros poetas alejandrinos, obra con la que,
desde Lugar Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro Ift y
el espacio teatral de la Galería Ghandi.
Llegó el 2001, con el hecho más lúgubre y terrible de mi vida, la
muerte de mi hijo Alejandro. Lo que escribí desde ese momento quedó fijo en “Paternidad de sombra”, obra de poesía
que reúne mi dolor de esos años, y que presenté en la SEA, acompañado por los
dos laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo Gamarra.
Nunca más volví a subir a un escenario para hacer teatro. Sí para
realizar performances poéticas con Marcelo, siendo las que más recordamos, en
la SEA con una noche erótica en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del
Tango -de La Plata- en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural,
me prendo para sacar la poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el
Obelisco, y en septiembre en la Avenida Boedo, parando en todos las esquinas
emblemáticas que, desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los
escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.
Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008
y 2012, con mi columna de comentarios culturales sobre libros literarios, cine
y teatro, pasando por AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se
quiere, de lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario
Clarín, como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada
Cultural” de Diario de Trelew y en la Revista NEXO.
-Viene ahora la
solicitud de que nos indiques la dirección del sitio web donde se encuentra
“Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, esa
antología anotada. Y que nos interiorices sobre los cursos y talleres
realizados a partir de allí. Sobre el singular volumen “La proctomaquia o El
cantar de los culos” no te preguntaré, Wences, puesto que en la Red nuestros
lectores –les aviso- encontrarán bastante material si en los buscadores ponen
tu nombre o el título de la obra.
-Actualmente el archivo del libro “Entre
Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, se encuentra
en su totalidad de cinco capítulos, y con la versión incómoda de notas al final
de cada uno de esos capítulos, en mi propia página web en el tópico
“traducciones”. Se trata de una selección
de textos que terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi
regreso a la Argentina, hasta 2000, pero que sigo usando todavía hoy en
talleres y cursos.
En estos veinte años he multiplicado los encuentros sobre poesía
erótica de la Grecia clásica, así como también de la Roma monárquica,
republicana e imperial. Mis charlas no eran omnicomprensivas, sino más bien
tomaba algunos puntos neurálgicos del tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea,
el teatro griego del Ática o la Musa de los Muchachos y los poetas
alejandrinos. A veces he hecho cursos centrándome en algún poeta en especial,
como Safo, Calímaco, Teócrito o Estratón de Sardes, y en el teatro he tenido
preferencias por Eurípides y sus transgresiones dramáticas.
Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han tenido la misma
suerte de encontrarse con el libro bien armado. Pero es posible que alguna vez
suceda porque tengo todo el material sobre esos cursos. Más allá de mi interés
por Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del
Satiricón de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos
ha llegado fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”, socializada el
año pasado 2012 en Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del Simposio,
editorial erótica que me pertenece y que está, por el momento bastante
estancada, después de una batalla legal por el título primitivo que era
Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado Banquete, de Platón.
Sobre “La Proctomaquia o el
Cantar de los culos”, tengo bastante para decir. Respeto la contención que
ponés en tu pregunta. Aclaro sólo que se trata de un “falso poema” de un poeta
alejandrino inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda
ser el título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza que
pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las diosas habían
apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con trampa, aquí son
tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo
y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no cuento
cómo termina la historia… También se
puede buscar la obra en mi página web.
—Ya jubilado de la docencia, ¿cómo recordás tus años
al frente de las tres materias? ¿Cuál preferías? ¿Anécdotas, añoranzas?
-Al
jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco años, me cuesta
llenar. Viví muy feliz como docente. Y diría que no sólo porque me encantaba
dar latín, griego o literatura italiana, en este último caso no se trataba de
la lengua, sino porque me gustaba estar en el aula. Estas materias las he dado
en nivel terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me encantaba,
sobre todo, trabajar con adolescentes en el nivel secundario, siempre en los
últimos cursos, donde se trataba de lengua y literatura española simplemente.
Pero el margen educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo
una lectura comprensiva, sino también crítica, consiguiendo madurar en la
propia expresión y en un sentido de juicio personal, libre y motivado. Es decir,
me ha fascinado más ser educador que trasmisor de conocimientos, considerando
que la perspectiva educativa comienza con un entendimiento afectivo, antes que
intelectivo.
Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de
los ‘60 y los ‘70. Y los de los últimos años del 2000, grupos que organizan
eventos multimediáticos, porque hay excelentes artistas plásticos, actores y
actrices, fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus encuentros
para… ¡hacerme leer poesía!
—A pesar de que nos hemos visto muchas veces, y
hemos compartido espacios públicos y privados, y jamás tuvimos un encontronazo,
y coincidimos en antologías y revistas, nunca mantuvimos una conversación a
fondo (o, en todo caso, la mantuvimos pero siempre respecto de algún asunto
puntual). Ignoro, sin ir más lejos, si has residido, aunque más no fuera
durante lapsos breves, en algún otro país, además de Italia. ¿Puede ser que me
cuentes en qué barrio naciste y cómo siguió tu derrotero en lo que concierne a
viajes y residencias?
-Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento, que según me contó
mi madre, más comunicativa que papá, fue en el Instituto del Diagnóstico que,
por aquel entonces, estaba ubicado en la Avda. Córdoba y Ecuador. Eso fue un 29
de julio de 1940, a las 17.15, para ser más precisos. Era un día de lluvia muy
fuerte. En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de niño mucho tiempo.
En 1946 emigramos hacia el norte de la Provincia, a Martínez, donde estuve
hasta 1953. A partir de 1954 entré al seminario menor de Bernal; y allí me
recibí de maestro normal nacional y completé los estudios de filosofía. En 1960
ya estaba instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo de maestro, pero
sólo por tres años, ya que a fines de 1962 me enviaron a Turín, Italia, para
estudiar teología en lo que inicialmente fue el PAS (Pontificio Ateneo
Salesiano), transformándose en 1965 en UPS (Universidad Pontificia Salesiana),
ya con sede en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y mientras seguía la carrera
de Letras en la UCA, daba clases de lengua y literatura griega y latina en
Ramos Mejía. Estuve luego tres años en el Colegio León XIII, ubicado en la
calle Dorrego al 2100, para volver a partir de 1971 a la zona oeste, primero
Ramos Mejía y luego San Justo.
Fui teniendo cargos de cierta importancia en la Institución Salesiana:
primero como director y rector de un colegio, luego como vicario inspectorial
de una zona, para terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas
de la Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de
Buenos Aires, zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo
de mi trabajo, en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí
por largos períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos,
como la “Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los
estudios en la formación de los nuevos religiosos.
En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes y congregaciones
de hombres (díganse, dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos,
jesuitas, maristas, lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos,
etc.), me eligieron presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia
Argentina de Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988,
y que me obligó a viajar, además, por todo el continente americano. Eran
habituales las reuniones en los países limítrofes; pero debí asistir a
reuniones incluso en Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el
periplo de encuentros y reuniones.
Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy distintas naciones de
Europa, como Eslovenia, Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué
incluso a Israel y Egipto; recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque
como llevaba correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me
tuvieron detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna
entidad internacional, lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos
países en mi pasaporte. Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a
Angola, para ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí hacía
apenas un año, porque era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina,
Brasil, Uruguay y Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las
fuerzas del Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese
motivo no pude llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba.
Sin embargo, al uruguayo Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su
parroquia de Calulo, pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de
que la embajada del Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes
andaban por esa zona. De hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos
el territorio nacional, nos pararon soldados de las tropas cubanas, allí
apostados, y nos sugirieron muy amablemente que diéramos la media vuelta. Pero
como Pepe insistió en que no podía dejar abandonada a la gente de su parroquia,
hacia allí nos fuimos. Todo fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario,
la gente de una calidez total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de
mi visita de tres días, pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino
a Dondo, un 2 de septiembre, recuerdo muy bien. Al día siguiente, corrió como
un reguero de pólvora la noticia de que las tropas revolucionarias habían
entrado en Calulo, y secuestrando a varias personas, el primero a Pepe Uría, el
párroco. Y se llevaron a los cautivos a través de la selva caminando casi
durante cuatro meses, soltándolos recién en la Navidad de ese año 1983. Mis
fotos pasaron inadvertidas por la aduana cuando salí del país; y a pesar de que
viajé en un avión militar con heridos de guerra rumbo a Belgrado, esas imágenes
se transformaron en el testimonio de un trabajo riesgoso y de una vida precaria
en plena guerra civil. Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza,
nunca perdieron su alegría. Todavía me parece verles una sonrisa maravillosa.
Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de voz para contar…
A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de decisión
fundamental en mi vida: el alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia.
Los motivos de viraje tan violento quedaron enumerados en una carta a mis
superiores que se hizo pública. El asunto da como para un libro. Conseguí
entonces ubicarme en el departamento en donde vivo actualmente, en el Abasto,
gracias a la ayuda de amigos y de la misma institución salesiana. Por ese
entonces yo no sabía que había nacido a cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que
ésta iba a ser mi casa en la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte
años. Había conseguido unas pocas horas de clase en Castelar, y me moría de
hambre.
Como un antiguo compañero de mis años juveniles me ofreciera un
trabajo de pedagogo en el Instituto Oasi de Troina, Sicilia, con un generoso
sueldo y la posibilidad de investigar sobre escuela y discapacidad mental y la
inserción de los padres en la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado,
preparé mis valijas y decidí emprender viaje, imaginando que me quedaría ya
para siempre en esa nación, a la que reconocía como “madre de mi formación
cultural y artística”. Allí viví tres años de trabajo, profundamente feliz por
las posibilidades que se me daban, incluso para participar en congresos europeos,
como fue el caso de Alemania y Portugal, llevando mis trabajos de
investigación, mientras publicaba las conclusiones en la revista de la
Institución, convirtiéndome en colaborador permanente. Y hasta tenía
posibilidad de relacionarme con escritores del lugar, como fue el caso de Luigi
Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich, en donde vivía
con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de origen esloveno, convertido ahora
en psicólogo social. Fueron años de mucha producción literaria.
Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería
mi padre repentinamente. Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había
fallecido en 1982. Y mi hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en
Buenos Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho falleció tres años
después. Ante este panorama, al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya
nunca pude regresar a Europa. Como conseguí un trabajo de delegado inspector de
una jueza de menores en los Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme
cargo de un menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi
hijo del corazón, Alejandro David.
Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La
Coronilla, última población sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con
Brasil, en la República Oriental del Uruguay, punto de referencia de una mínima
actividad comercial y playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis
años, voy y vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí
salieron obras como “La Proctomaquia…”,
“El mar y la hoguera”, “Mi reino será el mar”, “Volver a La Coronilla” y otros últimos
textos.
—No sólo pertenecés a la Sociedad de Escritoras y
Escritores de la Argentina, sino que, fuiste secretario de esa entidad durante
un año. Por lo cual te convoco a que les trasmitas a los argentinos que no
conozcan la SEA y a los extranjeros que tampoco la conozcan, cuál ha sido el
origen de su fundación, cuándo, su funcionamiento, etc.
En realidad son tres las sociedades de escritores a las que estoy
afiliado como socio; la SADE, la tradicional Sociedad Argentina de Escritores,
con su antigua sede en la calle Uruguay, fue la primera. Y sigo pagando mi
cuota social, aunque voy bastante poco. En 2001 Víctor Redondo capitaneó una
especie de rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los cuales
tuvieron bastante trascendencia. Decide entonces crear una nueva entidad, la
SEA, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Me acuerdo que
suscribimos el acta fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo
el número de socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA prometía luchar
por el reconocimiento de los derechos de los escritores. Se logró, después de
las primeras estrecheces, tener una sede realmente cómoda, por comodato, en el
2° piso de la Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de la
lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la legislatura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, con la abstención de los legisladores oficialistas
del PRO, lograra la aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad
Literaria, subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte Macri
no vetó la nueva ley.
Por ese entonces los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de
la Argentina, se reunía asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente
Cayetano Zemborain. Adherí también a este movimiento, sobre todo porque trata
de llevar la poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta
organización nació la iniciativa hace cinco años de reunir a jóvenes poetas,
menores de treinta años; el nombre de estos encuentros anuales se denomina
“Juntada” y abarca a jóvenes de todo el país, con una visión realmente federal.
Celebro esta actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos
y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A.
(la Feria del Libro Independiente, Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo
que la A pueda querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido
escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación, me hacen sentir
en continuidad con el trabajo de mis épocas de docente, mientras que, al mismo
tiempo, la creatividad artística juvenil me produce una enorme felicidad.
Wenceslao Maldonado selecciona para esta entrevista, en diciembre de 2013,
seis poemas de su autoría (2006-2012), pertenecientes a “Recorridos breves de
un largo itinerario”, recopilación de recopilaciones en cinco libros:
1.-
levedad
de voces
en
los labios
y
nada más que alas
en
la respiración
hasta
espantarme
(del libro
primero RESQUICIOS, palabra, 2006)
2.-
desbordada
mi
locura levanta
su
barrilete de fantasía
por
cielos de libertad en las esferas
más
azules de la altura
y
despliega
(creo
que sin vergüenza)
todo
su deseo de un baile despreocupado
(ante
el quiebre de las censuras)
todo
el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante
la burla del conformismo ciudadano)
toda
la algarabía de su vestido en giros
(ante
el malhumor que no respeta)
y
mira lo que es
en
el espejo interior del sentimiento
(en
la carta de identidad de su existencia)
y
baila baila baila
a
viento suelto a cielo abierto
y
ríe ríe ríe
la
risa cuanto se quiera
mientras
el cuerpo define
en
el aire enloquecido de la altura
la
elección del movimiento
(del libro
segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, apuntes
para una vida nueva, 2008)
3.-
no
me fue fácil
hacer
las paces
con
el que fui
pero
ahora
puedo
despedirme de él
como
si hubiéramos sido siempre
buenos amigos
(del libro
segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, acta
póstuma, 2008)
4.-
sabe
que no puede
decírselo más
que a sí mismo
este espacio
sin medida
con el sol
derrumbado
en todas las
distancias
sudoroso
caminar sin rumbo
con pesadumbre
sin saber por qué
no sabe
que es más que
un caminante
tal vez un
nómada olvidado
alguien de esa
especie humana
que se fue
dispersando
en la soledad
de los afectos
en la vasta
diferencia de la idea
sabe
que no hay un
punto fijo sospechable
de ser el final
un árbol por
ejemplo
o una casa en
la lejanía
o un río que
divida las comarcas
del silencio y
la rutina
aunque fuera un
agua
aburrida de
estancarse
o una nube que
marque alguna altura
no sabe
si hay altura o
qué distancia
habría hasta el
horizonte
porque la línea
que cierra las fronteras
tal vez esté
arriba
o a lo mejor
pertenezca a los senderos
ahora
desandados
perdidos en el
cansancio permanente
de no poder
recostar las fantasías
y sabe
que tendrá que
seguir caminando lo que sea
hasta que ya no
pueda más
hasta que las
piernas rígidas se nieguen
a otro paso
ciego
y no sabe
hasta dónde
habrá llegado
y desde dónde
vino
y para qué
caminó tanto
y qué hay más
allá
de la ceguera
(del libro
tercero CICATRICES, desierto, 2010 )
5.-
es
esta ausencia hijito…
obligado
a dejarte que te fueras
aunque
te tenía de la mano
destruyendo
el adiós
vaciando
los abrazos
dejando
mudas las palabras
y
hoy tan lejos...
yo
que intenté ser padre y madre
de
tu orfandad en ronda por la calle
cuento
todavía
los
días terribles del silencio
los
años dolorosos de la pérdida
que
se ahonda más y más por este hueco
y
me empuja a rondar por tantas calles
de
tu soledad
(del libro
cuarto DESOLACIÓN Y CANTO poema 35,
2011)
6.-
la noche en la
palabra
escarba
los sentidos
posibles
que la garganta
no expresa
descubre
riquezas que se esconden
en la sutil
fragilidad de lo profundo
muy adentro de
uno
o tal vez
encuentra
socavones del
miedo y de la duda
desconocidos
(del libro
quinto LA NOCHE EN LA PALABRA poema 5,
2012)
En
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, W. M. y R. R., diciembre 2013.
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21 de Noviembre, 2013
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(Serie Libros valiosos encontrados en
la espesura) David Capiello reflexiona sobre Comunión
antropoética
Carlos Esteban Cana Rivera
El David Capiello que
conversó conmigo acerca de su primer libro es diferente al David Capiello
actual, director de Ediciones Aventis. El David que conversó conmigo iniciaba
su etapa como escritor publicado. El David actual hizo del 2011 un año de
logros en su empresa editorial publicando cuatro libros de autores tan diversos
como Federico Irizarry Natal (Minoría Absoluta), Jan Martínez (Trasunto de
Transilvania/ El sur y su siniestra), Carlos Vázquez Cruz (Asado a las doce) y
Jorge Volpi (Breve guía de la narrativa hispánica). También ha levantado un
catálogo que cuenta con libros emblemáticos en la narrativa como La belleza
bruta de Francisco Font y La vida a ratos de Christian Ibarra. Tampoco ha
descuidado su propia obra con títulos que han despertado la curiosidad de la
crítica: Casquillos (2008) y Mi sal (2011). Pero puntualizo, amigo lector, el
David Capiello que escuchará es otro, aunque, en esencia, sea el mismo.
Sostuve esta conversación con David la semana después de la presentación
formal de Comunión
antropoética. Para ese primer libro Capiello contó con un
grupo selecto: Carlos Roberto Gómez como editor, Rubén Ramos como fotógrafo,
Sonia Marcus Gaia realizó la
invitación, Janette
Becerra y Carlos Vázquez Cruz la corrección. La mirada crítica durante el
‘bautizo’ del libro fue encomendada a Yaritza Aguilar. Antes, sin embargo, el
poeta había compartido poemas de ese libro con estudiantes de la escuela
superior Petra Mercado, en el pueblo de Humacao. “Si algo paga el ser escritor
ha sido esa experiencia.” Me confesó en aquel momento cuando destacaba la
capacidad de esos niños para enriquecer la lectura.
Para entonces los aforismos irreverentes de los Casquillos no estaban en
el panorama. Aquella conversación incluso trascendió el contenido de Comunión
antropoética y fue inevitable hablar sobre El Sótano 00931 (colectivo que
gracias a Julio Cesar Pol se volvió a reunir recientemente en el Recinto de
Ponce de la Universidad de Puerto Rico con motivo de los diez años de su
fundación) ya que Capiello era uno de los integrantes más activos. Tampoco
dejamos de lado sus inicios en la poesía, los autores fundacionales, y la
narrativa que le dio a conocer en diversos certámenes. Cuentos y relatos que esperamos ver algún día en libros.
David Capiello reflexiona en esta edición de En las letras, desde Puerto Rico,
sobre Comunión antropoética.
En primer lugar puedes comentarme algo acerca del proceso. Esa travesía
que convirtió Comunión antropoética en el libro que hoy tengo en mis manos
David Capiello: Lo primero fue el que yo me fuera para Minessota, porque
me apartaba de El Sótano y me apartaba de mis amigos. El Sótano realmente nunca fue un junte de escritores, El Sótano éramos un junte de amigos, El Sótano no buscó gente para publicar una revista, El Sótano es el producto de un grupo de amistades que dijo
vamos a publicar una revista, y lo hicimos totalmente conscientes de nuestra
propuesta y a la misma vez con cierta prudencia cuando comenzábamos. Con el
paso del tiempo me vi envuelto en tanta cosa, tantos eventos literarios, y
entonces, de pronto, irme a Minessotta no fue perder la oportunidad de publicar
en la revista, fue perder el contacto con mis amigos, con mi familia. De
Minessotta me quedó mucho frío, mucha soledad, muchohomesick, porque el
espacio era completamente desconocido, era volver al anonimato en todo el
amplio espectro de lo que pudiera ser anonimato. Mi salida fue como una
renuncia a regañadientes, a todo eso por lo que yo había trabajado y que por
fin lo estaba viendo. Tener que irme fue una decisión bien fuerte.
Veo que el poemario tiene tres
partes: la que le da nombre, Comunión antropoética; De cal y de arena; y Amor
(A) tajada. Qué me puedes decir de esta estructura, de las partes del libro.
David Capiello: Hay
poemas de cuando tenía 17 años. Yo estoy escribiendo desde los catorce años,
desde el 96. Por recomendación de Janet Becerra, en vez de ordenar los poemas
cronológicamente fueron organizados por unas tendencias temáticas. Es un
trabajo de edición completo por el acomodo de unos poemas que a lo mejor no
fueron tan intensos pero que así, estratégicamente distribuidos, le
dieron consistencia
al texto, y le dieron esa tensión ni ascendente ni descendente, sino
consistencia más que nada.
Hablemos de algunos de tus poemas
David Capiello: Pacto de
palabras es un ars
poetica y la columna vertebral de la segunda parte titulada De cal y de arena. Si te digo niña, es un poema que subvierte toda la
concepción de género. Se cuestiona incluso la expectativa de un rol. Cruzar la línea lo escribí estando en Minessotta, es
un poema de los que me he enamorado. Panes
y peces es la columna
vertebral del libro. Corbatas,recitado,
declamado, tiene el atractivo de la voz, de como la voz prima en el espacio performativo por encima del texto, pero eso no es un defecto
del texto, es un defecto de nuestra lectura. En ese poema estaba consciente de
que quería jugar con el sonido, que quería jugar con la presencia de la
voz.
Qué hay detrás de las páginas de Comunión antropoética
David Capiello: El deseo de establecer un lazo con el otro a través de
la poesía. De convertir al otro incluso en dios, de verlo como dios hecho
carne, de poder comulgar con ese otro tanto en lo cotidiano del pan. Como pasar
por el proceso de transubstanciación con ese otro y poder ver también la carne
como parte de esa comunión. Yo siento la necesidad con el otro.
Hay quienes comentan que el libro no es uno, sino tres
David Capiello: Son registros, tonos que están en la vida. Y todo eso
está en nosotros, el discurso romántico, el discurso social, el discurso de lo
metapoético, de las percepciones estéticas que tengamos, sobre la misma poesía,
sobre la misma literatura. O sea, la vida completa es un texto y todos esos
matices conviven, y no veo por qué tendría que dividir el libro en tres libros.
Háblame de tus comienzos
David Capiello: Yo empecé como cuentista, no sé que tanto me influyen
pero mis primeras lecturas
apasionadas fueron con autores como Poe, Quiroga, Lugones y Borges… Siempre
tenía conflicto con la poesía porque todo el mundo leía poesía, todo el mundo
hacía noches de poesía, las bohemias eran de poesía, pero nadie tenía noches de
cuentos, lecturas de cuentos, Por eso entro en conflicto con la poesía desde un
principio, le tomo mala sangre, y entre otras cosas la poesía me parecía cursi,
siempre me había parecido cursi.
Y con qué o con quién te tropezaste que te hizo cambiar
David Capiello: Con Vallejo. Es con Vallejo con quien me tropiezo.
Porque para ese tiempo me decía:
“Bueno, pero algo tiene que tener la poesía que engancha tanto a la gente; algo
tiene que haber en la poesía que no sea cursi; tenía que haber algo más que el
deseo de lo bello.” A mí eso me parecía muy poca cosa. Entonces cuando me
encontré con Vallejo pues yo dije: “¡Wao! Esto es bello pero hay un deseo por
comunicar, un deseo por establecer una empatía hacia el otro”. Había incluso
esa apertura visceral del poeta que no se esconde detrás del artificio, para
mostrarse centro, para mostrarse firme; estructura, ¿no? Eso yo lo encontré en
Vallejo.
Y después de Vallejo
David Capiello: Encuentro los poetas de la posguerra, encuentro a José
Hierro, encuentro a Celaya, encuentro todas esas lecturas que son obligadas.
Cualquier persona que lea a Vallejo y entienda el por qué Vallejo se fue a
España, el por qué Vallejo cayó preso, y la influencia de todo lo que Vallejo
significó tanto para hispanoamerica como para Europa. Si hay dos figuras que a
mí me parecen inmensas dentro de la tradición literaria hispanoamericana son
Vallejo y Huidobro, porque fueron los que cruzaron al otro lado, a enseñar que
ya nosotros escribíamos y que ahora ellos tenían que aprender de nosotros.
Figuras que demuestran que hispanoamerica ya es madura.
Y como llegas a tu pasión por escritores nuestros, como José María Lima
o Angelamaría Dávila
David Capiello: En esos momentos me dije: ‘Bueno, pues si ya yo estoy
leyendo a estos escritores, tengo que leer a los míos”. Y busco gente con ese
tono, y me doy con la situación de que Vallejo es retomado por unos escritores
del 60, entre ellos está Angelamaría Dávila y José María Lima. Y ahí olvídate.
Lo que yo veo tanto en Vallejo, como en María Lima y en Angelamaría Dávila es
que son hispanoamericanos. Y te soy honesto, escribo desde ahí, consciente de
mi Isla, pero para mí el mar, más que una muralla de agua se ha convertido en
una invitación al otro lado.
Tú tienes una mirada crítica acerca de la academia
David Capiello: Según en el mundo la guerra no se detiene, el
neoliberalismo no se detiene, la muerte no se detiene, el hambre no se detiene,
es estúpido ver que la academia siga en la postura en que sigue pensando que
más allá de las cuatro paredes de la academia el mundo no existe, y que el
mundo cobra sentido sólo cuando ellos lo teorizan. Es estúpido.
Cuando lees
David Capiello: Cada lectura
tiene su espacio. Para leer como alimento, retroalimentación, generalmente de
noche, porque soy una persona muy distraída. Y eso sí, no soporto el silencio
de las bibliotecas. Pero entonces leo de noche con el televisor prendido,
porque de alguna manera, no tengo las distracciones que en mi caso son más
visuales, y tengo el sonido del televisor que me aísla de cualquier otro tipo
de sonido que escuche fuera del apartamento.
Escribir…
David Capiello: Escribir, es
algo que no decido, eso me decide a mí. Si de pronto tengo una idea y la
escribo, igual la puedo dejar para trabajarla luego como igual la puedo empezar
a trabajar. Recuerdo que una vez Mayra me pescó fuera de clase y me dice:
“¿Estas escribiendo, verdad, cabroncito?”. Sabes por qué me pregunto si yo
estaba escribiendo, porque llevaba dos semanas sin ir a clase. Entonces no es
algo que yo decida. Ah, voy a escribir a esta hora de noche, con la musiquita
de fondo. Es que me dan. Y es bien diferente la inspiración, porque no es que
bajó una luz del cielo, golpeó mi frente y me preguntó: “Saulo, ¿por qué me
persigues?” No. No es eso. Es que me llega la idea, la voy trabajando, hasta
que me siento cómodo con la idea y estoy claro de pa’ donde voy, porque nunca
me siento a ver donde el texto llega. No son las teclas las que me dictan el
ritmo del poema. Ni es el escribir el que me lleva a cerrar un cuento.
Trabajas mucho
David Capiello: A lo mejor no
trabajo sobre el papel, pero yo necesito hablar con los personajes como si los
personajes ya fueran independientes a mí. Yo necesito incluso, a la hora de
sentarme a escribir, tener la trama clara, tener sólidos y con carne mis
personajes. Yo necesito incluso tener el tono, el oído para escuchar como ellos
hablan, el oído para escuchar como ellos son presentados, el oído para yo saber
quién es el que me va a contar el cuento.
Yo he tenido años en los que he escrito varios cuentos. No me considero
una persona que escriba como un demente. Por ejemplo, Ray me dice a mí: “Ah,
Capiello, esta semana escribí seis cuentos.” Vamos, eso es un cuento por día.
Claro, también hay que ver la extensión. Yo considero que mis cuentos no son cuentos
cortos. Incluso Luis Felipe dice que mis cuentos son pretensiones de novela.
Básicamente lo dice por CODEAFA, pero particularmente en el caso de CODEAFA fue
un cuento en el que yo supe del caso de la mujer que se prendió fuego en el
departamento de la familia. Eso fue en enero y todavía en septiembre yo estaba
compilando recortes de periódicos sobre ese caso. Entonces desde que yo digo
quiero escribir sobre esto, hasta cuando me siento a escribir, habían pasado
prácticamente ocho meses, nueve meses. Y después cuando me siento a escribir me
encuentro con que quiero ir al correo a ver como funciona el correo, quiero ir
al departamento de la familia para ver como es el espacio.
Entonces tú como escritor haces una lectura de tu entorno, de lo que te
rodea… que importancia tiene para el escritor esa lectura…
David Capiello: No hay
escritores si primero no son lectores. Y los espacios se leen, las personas se
leen, las situaciones se leen. Como parte de mi trabajo como lector yo tengo
que ir a esos espacios y leer esos espacios. Tengo que leerlos. Porque hay
gente que dice: “Ah, tú haces investigación”, y entonces sigue esta pretensión
de hacer esto tan solemne, tan profundo, tan serio. No, es simplemente vivir,
yo quise ir a ese espacio, leerlo, vivirlo, entenderlo, decodificarlo. Eso es
para mí parte de mi proceso y de mi responsabilidad como escritor.
Para mis poemas ya yo he hecho la lectura de lo que es mi propia vida. Y
he hecho Mis lecturas de mis vivencias aportan temas, aportan contenido.
Crees, como Hemingway, que el escritor puede hablar de lo que no conoce
David Capiello: Claro,
nosotros como escritores no tenemos que ser mujer para escribir desde nuestra
idea de lo que es un personaje femenino. No habría que llevarlo al punto de
acostarnos con un animal o con otra persona de nuestro propio sexo para de
alguna manera acercarte, intentando entender esa experiencia. Pero me parece
que todo lo contrario sería tan irresponsable, como decir que yo soy escritor
pero no leo a nadie.
Cuando te metes con esos libros que resisten el paso del tiempo y son
leídos por nuevas generaciones, cuando haces lectura de esos textos clásicos a
los que llamas obligados, que dejan, que dan al David Capiello escritor…
David Capiello: Aportan
estilo, aportan acercamiento, estructura y aportan diálogo. Mira que curioso,
leer a Vallejo te convierte en un receptor, de Vallejo como portavoz. Pero
cuando tú le contestas a Vallejo conviertes sus textos en receptores y en
dialogantes, los conviertes incluso en narratarios. Es como que yo estoy
hablando y hay receptores. Pero cuando digo hay narratarios, se trata de este auditorio a los que
yo les voy a decir esto porque quiero que lo escuchen como yo quiero que lo
escuchen. Y ese juego se da con las lecturas.
Es decir, que esa lectura de tu espacio vivencial tiene que convivir con
la lectura de esos textos que te preceden…
David Capiello: Las dos cosas
tienen que estar ahí. Leer esos textos que me preceden es como tener vivencias
también. No se qué ocurre cuando alguien lee un texto y no lo vive. De veras,
no sé que paso ahí. ¿Por qué tenemos que seguir distanciando tanto una cosa de
otra? ¿Por qué los textos están tan muertos? ¿Por qué esa necesidad de
distanciar la escritura de lo vivencial? Y me preocupa porque se puede dar el
caso en que mengüe el interés por la literatura, por la escritura y por la
lectura.
Alguna vez te escuché decir: “Comunion antropoética es bien yo”, pero
luego añadías que también en sus páginas habían otros… a qué te referías…
David Capiello: Ese primer libro es bien yo pero no
tiene por qué implicar que no haya otro y que pueda jugar. Es bien lúdico. No
es que una voz entra en conflicto con la otra, es que todas conviven. Es
Girondo. Es Altazor. Soy el poeta y antipoeta, y habla con Huidobro y habla con
Altazor, es eso. Y aunque mucha gente no lo quiere reconocer y usa como
pretexto la misma poesía, pues yo, descaradamente, voy a decir: “Mira, no
porque sea poeta me voy a escudar detrás de la poesía para decir que todos esos
yo habitan en mí. Es que realmente ese soy yo. Y la poesía no es el pretexto,
es que realmente así soy, y ahí está.” No sé por qué esta urgencia por querer
ser consistente. Por querer caminar en línea recta, por querer decir: “No, yo
me conozco.” Todas esas voces conviven. La poesía
lo permite y realmente somos así. Incluso puede llegar el momento en que las
mande a todas a la mierda.
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islanegra a las 18:48 · Sin comentarios
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20 de Noviembre, 2013
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Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando
Revagliatti
César
Cantoni nació el 23 de febrero de 1951 en la ciudad de La
Plata -donde reside-, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Allí han sido
publicados sus diez poemarios: “Confluencias”, 1978; “Los días habitados”,
1982; “Linaje humano”, 1984; “La experiencia concreta”, 1990; “Continuidad de
la noche”, 1993; “Cuaderno de fin de siglo”, 1996; “Triunfo de lo real”, 2001;
“La salud de los condenados”, 2004; “Diario de paso”, 2008; “El fin ya tuvo
lugar”, 2012. Ha sido incluido en más de quince antologías (...“Antología de la
nueva poesía argentina”, “Poesía entre dos épocas (Argentina 1976-1983 /
Inglaterra 1930-1939)”,“70 poetas argentinos, 1970-1994”, “Entre la utopía y el compromiso. 16
poetas argentinos”,“Poesía hacia el nuevo milenio. Antología de poetas argentinos”, “Naranjos
de fascinante música. Poesía de amor en La Plata”...). Además de poemas, se
difunden sus artículos y críticas en diarios y revistas en soporte papel de
diversos países. También en numerosas plataformas de la Red. Ha sido traducido
al inglés, francés, italiano, portugués y catalán. En tres ocasiones le fue
concedida la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de
Buenos Aires, así como en 1996 por la sede central de la Sociedad Argentina de
Escritores. Integró dos grupos literarios: “Latencia” entre 1977 y 1979 y
“Tuerto Rey” durante 2006 y 2007. Formó parte en 2005 y 2006 de la redacción de
la revista de poesía “El Espiniyo” y de Jurados en certámenes organizados por
instituciones públicas y privadas. Es el responsable de www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar
(Stand de Poesía Platense).
-En una
entrevista concedida a Carina Velo hiciste referencia a tu timidez durante la
pubertad, al menos en lo que concierne a compartir con alguna persona los
poemas que comenzabas a intentar, imitando a los que reproducían los libros de
lectura escolar. ¿Tu timidez se denotaba en otras áreas? ¿A qué tipo de poemas
“arroja” la timidez? ¿Y qué factor que nunca hayas mencionado te insta a tu
modo de indagar la realidad? Con el amor y la desesperación desplegados por el
joven Pablo Neruda, sobreentendí que afirmabas en aquella entrevista, te
identificabas. ¿Y ahora?
-Cuando era chico, escondía todo lo que escribía en
la parte inferior de un diván. Nadie conocía mi secreto, ni familiares ni
amigos. Mi timidez tenía que ver, entonces, con el pudor de mostrar los
sentimientos (siempre he sido poco expresivo en este sentido). Pero también me atemorizaba
la reacción que pudieran experimentar los otros al conocer mi afición por un
arte tan singular y misterioso como la poesía. Aunque parezca absurdo, aquel
temor no era en extremo descabellado: actualmente, cuando confieso que soy
poeta, muchos me miran como si fuera tonto o estuviera loco. La timidez, por
otra parte, no me “arrojó” a ningún tipo de poemas en especial. A la hora de
escribir, carezco de prejuicios e inhibiciones y sólo procuro ser fiel conmigo
mismo. La poesía constituye, en mi caso, una forma de sinceramiento que está por
encima de todo. En cuanto a Neruda, su
libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, que leí entre los 18 y
los 19 años, me produjo un deslumbramiento tan grande que llegué a escribir un
poemario completo (“Las estaciones del amor”) imitando su estilo. Como ya dije
en otras entrevistas, Neruda era, a fines de los años 60, un poeta emblemático en
muchos aspectos. La sintonía amorosa y el compromiso político de su poesía tenían,
en aquella época de fervor revolucionario, un fuerte atractivo para quienes
empezábamos a deletrear versos y sueños. Si bien sigo admirando a Neruda, su
influencia, como es natural, ya no gravita en mi creación. La realidad y el lenguaje
cambian continuamente y el desafío del poeta consiste en acompañar esos cambios
para no repetir ad infinitum a sus queridos maestros.
-Manifestabas
también que no te considerabas escritor, claramente cuando escribís, corregís, trabajás
un poema (posible). Convengamos que cuando incursionás en la crónica, en la
semblanza –en la prosa--, te posicionás como escritor (acabo de leer tu
“Latencia: poesía y dictadura”, artículo ya difundido en Internet y que pronto
habrá de editarse en soporte papel). ¿Diferencias entre el “hablado por la
poesía” (según el poeta argentino Ricardo Zelarayán: “No existe el poeta, sino
el hablado por la poesía”) y el ensayista, el hacedor de artículos y críticas
literarias?
-En la entrevista que mencionás, digo también que
nunca escribí un poema con el propósito de hacer literatura, y en esto radica,
a mi juicio, la diferencia entre el poeta y el escritor. Para mí la poesía es
mucho más que un género literario; es un acto de vida, algo imponderable que me
sucede cuando escribo, una experiencia que trasciende la mera retórica dela
escritura. Es cierto que, además de poemas, escribo prólogos, contratapas,
artículos, críticas, reseñas de libros, etc., pero este quehacer literario no
deja de ser circunstancial; podría desentenderme del mismo sin angustiarme demasiado.
En cambio, la creación poética forma parte de mi respiración, es mi modo de ser
y estar en el mundo, la única cosa capaz de ofrecerme algún argumento
existencial. Desde otra perspectiva, coincido con Zelarayán en que el poeta no
es más que un instrumento de la poesía, el “hablado” por ella. Borges solía
decir al respecto que su función se limitaba a escribir lo que “alguien” le
dictaba.
-Sé que
tus primeros seis poemarios los destruiste sin llegar a publicarlos (a
diferencia de tantos escritores que pueden llegar a padecer ataques de
escarlatina, energumenismo y surtidas alteraciones psicosomáticas o conductuales
si se les menciona en público –ha sucedido con Borges- y aun en privado (los
más paranoides), el título de alguno de sus primeros libros publicados).
¿Recordarías para nosotros los títulos de aquellos seis poemarios? Seis son un
montón: ¿No merecerían ellos un poema del Cantoni actual?
-En una etapa de aprendizaje, uno cree que los
últimos poemas que escribe son siempre los mejores. Por eso, cuando publiqué
“Confluencias”, mi primer libro, en 1978, destruí todo lo que había escrito
anteriormente. Vi en ese acto una especie de depuración. Al fuego purificador
fueron a dar seis poemarios, la mayoría de los cuales habían recibido el primer
premio en diversos certámenes de poesía inédita. Más adelante, descubrí un
aforismo de Antonio Porchia que dice: “Te depuras, te depuras... ¡Cuidado!
Podría no quedar nada”. Pero ya era demasiado tarde. Todavía recuerdo los
títulos de esos libros incinerados: “Las estaciones del amor”, “Poemas en
blanco y negro”, “Habitante solo”, “Eco de poemas” (este título nunca me gustó,
pero no encontré otro mejor en su momento), “Invasión de los días” y
“Tentativas y deslices”. De ellos, sólo se salvaron unos pocos poemas, que habían
sido publicados en diarios y revistas.
-Quiero
contarte que aunque no se lo demuestro –y en esto de no demostrar he sido
precoz-, quiero mucho a tu ciudad (¿siempre viviste en ella?). Hace dos décadas
que no voy. Jamás participé allí en una mesa de lectura. Pero me une a La Plata
(y a Banfield, donde ha residido mi padre de pibe y de muchacho, y a City Bell,
donde en mi adolescencia él hizo construir un chalecito de fin de semana –como
ves, todo al sur de mi atroz megalopolismo-) un “lazo de consanguineidad”: no
sólo mi madre –pariente bastante directo- ha nacido allí en 1914, sino que
algunos de sus hermanos y primos. Primos míos con los que lamentablemente –te
juro que lo sufro- no tengo el menor
contacto y aún otros parientes, sus hijos, viven, deben seguir viviendo en La
Plata. Ruiz, Mugione, Naya, sus apellidos. Quiero contarte que siempre me ha
producido una diferenciada satisfacción invitar a poetas platenses (y de los
aledaños de tu ciudad) a mis Ciclos de Poesía, a mis segmentos de poesía en el
marco de Cafés Literarios. Por lo que tu Stand de Poesía Platense y el cuidado
formal, la dedicación y el rigor con el que lo sostenés, me resulta encomiable.
Esto que digo promoverá que nuestros más curiosos lectores de países diversos
pinchen en el enlace www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar y se encuentren con testimonios fotográficos,
muestras poéticas, informaciones, rememoraciones y se impregnen, con la
sobriedad que le imprimís a la propuesta, de la impronta de la Capital de la
Provincia más densamente poblada de nuestro país: la ciudad de las diagonales,
la que entre 1952 y 1955 se llamara Eva Perón, la ciudad de los tilos, la
primera de Sudamérica en tener el servicio de tranvía eléctrico. Expresado todo
esto, César, ¿qué añadirías sobre La Plata, la así llamada por el Río de la
Plata, que todavía no hayas, acaso, públicamente declarado?
-Siempre viví en La Plata, ciudad cuyo nombre, como
bien decís, fue tomado del río homónimo y aprobado en la legislatura bonaerense
a instancias de José Hernández, que lo propuso cuando era senador. Desde su
origen hasta su diseño urbano (un cuadrado perfecto, que incluye simetrías y
malabares aritméticos), La Plata es una ciudad con características singulares.
Fue concebida políticamente para ser Capital de la Provincia de Buenos Aires y
fundada por Dardo Rocha en 1882 en medio del desierto. Se trata, pues, de una
ciudad joven, nacida de una idea y, por lo tanto, más pensada que soñada. Su
fundación significó, de alguna manera, la coronación del pensamiento liberal de
la generación del 80 (algo que muchos no le perdonan).El propio Sarmiento sostuvo
por entonces: “La Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose
e ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello”. Sin embargo,
hay que decir también que esta ciudad sufrió con singular ensañamiento la
represión castrense de la última dictadura y que en ella se gestaron no pocos
movimientos políticos y sociales que reivindicaban y reivindican los derechos humanos
(son mujeres platenses las que hoy presiden organismos como Madres de Plaza de
Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo). Lo cierto es que La Plata creció en sus
comienzos más que cualquier ciudad del mundo, hasta que la crisis económica que
afectó a la Argentina a fines de la primera década del siglo XX detuvo su
pujanza inicial. A propósito de ese crecimiento, un viajero francés, P. M. de
Corvetto, escribió un artículo titulado “La Plata o el poder creador de la
Argentina”, publicado en 1885, en el que expresa: "en ningún lugar del
mundo el presente se transforma tan rápido en pasado; ayer el desierto, hoy un
plano y jalones, mañana una ciudad". Paradójicamente, La Plata era, al
mismo tiempo, una ciudad silenciosa y apacible. Sus plazas y paseos, sus anchas
avenidas arboladas, el bosque con su lago, invitaban a la ensoñación y a la
melancolía. Esa mansedumbre provinciana está muy bien reflejada en la poesía de
López Merino y dio origen a la llamada “Escuela de La Plata”. Pero el progreso
irracional y descontrolado no iba a eludir su realidad. Ya a principios de la
década del 50, advertía el poeta y editor Marcos Fingerit: “La nerviosidad de
la vida contemporánea ha llegado hasta ella trastornándola, mejor dicho,
trastocándola. El silencio, la soledad, la quietud que la individualizaran, por
lo menos para los viajeros, casi han desaparecido por completo, hasta de sus
zonas en donde lo campestre ceñía lo ciudadano”. Hoy, por lo demás, no se
diferencia mucho de otras ciudades del país. A los rótulos con que suele
señalársela y que vos mencionás en tu pregunta, cabe añadir “Ciudad Universitaria”
y “Ciudad de los Poetas”, este último discutido por algunos, aunque es bien conocida
su fuerte tradición poética.
-Tu
madre, fallecida en 2005, según informabas en un reportaje que te hicieran en
“El Día”, ese periódico más que centenario de tu ciudad, llegó a leer tus
primeros nueve libros. ¿Qué te trasmitía a propósito de ellos? Y, por
extensión, otros familiares no vinculados con la escritura poética: ¿han leído
poemarios tuyos? ¿Qué opinaron (los que opinaron)? ¿Y qué te parece que les
pasó (o no les pasó, lo cual es un modo de que algo les pase (como los que se
definen de apolíticos...)? ¿Qué hace un pariente de uno, no lector de poesía,
con el ejemplar que le regalamos?
-La poesía no es un arte demasiado convencional.
Tampoco es común que en las familias haya un poeta, de modo que cualquier
reacción que el asunto suscite en el ámbito hogareño resulta entendible. Como
dije al comienzo, yo escribía poemas que escondía en la parte inferior de un
diván, hasta que un día mi madre, haciendo la limpieza de la casa, encontró el
cuaderno que los contenía. No sé si fue el hecho de escribir poemas o el de
esconderlos lo que más le llamó la atención, pero me consta que vivió
preocupada durante un tiempo, temerosa, quizá, de que yo sufriera algún
trastorno psicológico. Mi padre, por su parte, no supo que yo escribía hasta
que obtuve la Faja de Honor de la SEP (Sociedad de Escritores de la Provincia
de Buenos Aires) y mi nombre apareció en el diario “El Día”. Tanto mi madre
como mi padre confiaban en mis facultades líricas, pero no tenían parámetros
para emitir un juicio equitativo. El resto de mis familiares me ponderaban y
guardaban con cariño los ejemplares que yo les regalaba. Sin embargo, como
siempre he sido bastante descreído y despreocupado, no me inquietó saber qué
les pasaba o dejaba de pasarles con la lectura de mis libros. Por lo demás, he
comprobado que aun el lenguaje poético más sencillo es de difícil comprensión
para los no iniciados en poesía.
-He ido
sabiendo de tu encendida admiración por Pound, Masters, Eliot, Pessoa,
Williams, Cavafis, Stevens, Seferis, Montale, Ritsos, Quasimodo. Lo que me ha
promovido interesarme por saber cómo te llegan, por ejemplo, las poéticas de
Nicanor Parra, Enrique Blanchard, Charles Bukowski, Juan Carlos Bustriazo
Ortiz, Antonin Artaud, Manrique Fernández Moreno, Pablo de Rokha, Néstor
Perlongher, Monique Wittig, Emeterio Cerro, Francois Villon.
-Siempre sentí admiración por las vanguardias de
comienzos del siglo XX, que produjeron una transformación profunda en la poesía
y fijaron un punto de no regresión. Obviamente, algunas me importan y me atraen
más que otras. Fuera de ellas, de mi entusiasmo inicial por Neruda y de leer
con enorme placer a los poetas griegos e italianos, mis preferencias líricas
apuntaron, durante mucho tiempo, a la poesía anglosajona, sobre todo, a la norteamericana.
En general, me seducen las poéticas conceptuales y realistas; o sea, aquellas
capaces de expresar una intuición o una idea que puedan hacer reflexionar, sin
perder de vista la circunstancia y el clima de la época. Con respecto a tu curiosidad
acerca de los autores que enumerás al final de la pregunta, debo decirte que estimo,
en particular, a Villon, Artaud y de Rokha. A Bukowski, asimismo, le dediqué un
poema (“Bukowski o le mal de vivre”) que, por ser breve, aprovecho para
transcribirlo: “No escribía
al dictado del corazón,/ sino del hígado cirroso./ No escribía para los hombres
satisfechos,/ sino para aquellos que sufren/ la quemadura de la vida./ No
escribía porque la poesía/ fuera capaz de redimir al mundo,/ sino porque estaba
seguro/ de que no existe salvación”. Por último, quiero
agregar que, en cuanto a la concepción del arte en todas sus formas, comparto
la visión de Ingmar Bergman cuando afirma: “Sólo con luz se puede iluminar la
oscuridad, no con más oscuridad”.
-Desde
luego, es satisfacción la que produce hallarse incluido en una buena o muy
buena antología (o libro colectivo) y otra sensación es la que produce hallarse
incluido en una mediocre o mala. ¿Qué nos podrías comentar sobre esto, César?,
inquiero mientras releo el par de poemas de tu “Cuaderno de fin de siglo” incorporados
en el volumen “El cine y la poesía argentina” (Ediciones en Danza, Buenos
Aires, 2011, con selección y ensayo de Héctor Freire). En efecto, el cine, ese
mundo, y algunas películas te han inspirado poemas. ¿Qué trayectorias de
realizadores te resultan impecables (o casi)? ¿A qué actrices y actores les
creés todo? ¿Qué personajes te fascinan?
-Ciertamente, resulta satisfactorio hallarse
incluido en una buena selección poética porque evidencia algún reconocimiento.
Sé que dos poemas míos integran la antología de Freire, pero todavía no tengo
el libro. Conozco, además, la lista de los autores seleccionados y puedo decir
que todos cuentan con una trayectoria aquilatada. El cine me apasiona desde
chico, si bien mis conocimientos acerca del mismo no son académicos y, por lo
tanto, sólo me cabe hablar como aficionado. Vi muchas películas en las décadas
del 80 y del 90, cuando apareció el video y el llamado séptimo arte era una de
las expresiones que, a mi juicio, mejor reflejaba la realidad. Es asombroso comprobar
cómo en dos horas, aproximadamente, puede resumirse una novela de 500 páginas
o, más aún, una vida completa sin que se adviertan saltos o fisuras. Claro, esa
idea de totalidad no siempre está lograda. Sería demasiado largo enumerar las
películas que más me gustaron. Otro tanto ocurre con los actores y las actrices
que me parecen más convincentes. A título ilustrativo, sólo voy a mencionar
algunos directores por los que siento singular estima: Serguei Eisenstein, Charles
Chaplin, Alfred Hitchcock, Orson Wells, Ingmar Bergman, Vittorio De Sica,
Federico Fellini, Ettore Scola, Claude Chabrol, Win Wenders, Werner Herzog, Martin
Scorsese, Francis Ford Coppola, Woody Allen, Clint Eastwood... Los personajes que más me fascinan son los antihéroes,
los perdedores... Los héroes hollywoodenses y los “happy end” se me antojan bastante
huecos.
-¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... ¿Qué
cosas no son tus favoritas?... ¿Qué asuntos no son tus favoritos?... ¿Qué
apreciaciones no apreciás?... ¿Qué imprecisiones preferís?... ¿Qué preferís no
preferir?... Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan
otras cosas?...
-Para que
la exposición sea más clara voy a responder estas preguntas escalonadamente,
una por una.
-¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... Me gustaría poder leer y escribir
sin premura, sin presiones, sin sobresaltos, pero no estoy seguro de que la
vida me permita alguna vez este lujo.
-¿Qué cosas no son tus favoritas?... En principio, las que tienen una
finalidad exclusivamente material.
-¿Qué asuntos no son tus favoritos?... Los ajenos a la cultura, las artes
y el periodismo.
-¿Qué apreciaciones no apreciás?... Las de los políticos en época de
elecciones, las de los economistas que fueron funcionarios y fundieron el país,
las de los comerciantes cualquiera sea el producto que quieran venderme...
-¿Qué imprecisiones preferís?... Las del simbolismo en literatura
y las del impresionismo en pintura.
-¿Qué preferís no preferir?... Prefiero no tener que preferir
entre el olvido y el perdón.
-Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a
dónde te llegan otras cosas?... Otras me pegan en la entrepierna, pero hago flexiones y sigo...
César
Cantoni selecciona para esta entrevista, en octubre de 2013, seis poemas de su
autoría:
TRAICIONÉ A MIS PADRES
Traicioné a
mis padres: no acaté su legado
ni recorrí
el camino trazado por su índice.
Defraudé a
la ciudad: no tuve oficio ni empleo
y mi voto
sólo llevó inquietud a los burgueses.
Menosprecié
a los dioses: no veneré sus máscaras
ni me hinqué
ante sus nuncios terrenales.
Desoí a la
razón: cuando hube de callar, solté la lengua;
cuando hube
de ser cauto, puse el dedo en la llaga.
A una edad
en que ya debería preparar mi alma,
alivianarla
para su despegue,
no puedo
hablar siquiera de arrepentimiento.
Condenado
por todos los discursos,
sigo
escuchando la impenitente voz de la poesía,
su
incitación a la desobediencia.
(El fin ya tuvo lugar)
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté a mi madre.
Y mi
madre me dijo que no sabía.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al filósofo.
Y el
filósofo adujo que sólo cobijaba dudas.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al científico.
Y el
científico apenas esbozó una hipótesis.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al artista.
Y el
artista puso el acento en la belleza.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al político.
Y el
político tuvo palabras engañosas.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al gendarme.
Y el
gendarme empezó a disparar su arma.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al obispo.
Y el obispo
me amenazó con el infierno.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté a los dioses.
Y los
dioses permanecieron mudos.
(El fin ya tuvo lugar)
ES ASÍ COMO MUEREN
no quiero ir/ nada más/ que hasta el
fondo
Alejandra
Pizarnik
Sá Carneiro
se envenena tomando estricnina,
Esenin se
corta las venas en un hotel ruinoso,
Maiakovski
se mete una bala en la sien con un revólver,
Crane se
tira al mar por la borda de un buque,
József
espera el paso del tren sobre los rieles,
Lugones bebe
alcohol con cianuro en un recreo del Tigre,
Tsvetáieva
se ahorca colgándose de un árbol,
Pavese
ingiere una sobredosis de narcóticos,
Thomas se
emborracha hasta entrar en coma etílico,
Plath inhala
el gas que sale de su cocina,
Celan se
arroja a las aguas del Sena en una crisis,
Ferrater se
asfixia con una bolsa en la cabeza,
Pizarnik
echa mano a 50 grageas de barbitúricos,
Sexton
aspira las emanaciones del motor de su auto,
Goytisolo se
lanza al vacío desde un edificio de departamentos,
en la calle
Mariano Cubí, en Barcelona, una mañana más negra que la noche...
Es así como
mueren estos poetas:
yendo hasta
el fondo de su desventura.
(El
fin ya tuvo lugar)
1976
Ese año
enterramos las armas
y las
municiones:
el viejo
revólver de papá,
y las
dos escopetas de papá,
y la
escopeta rota del abuelo,
y mi
rifle de caza,
y las
balas de plomo
y los
cartuchos.
Todo lo
enterramos
prolijamente
en un baldío
para que
la dictadura de turno
no se
sintiera amenazada.
(Inédito)
LA EDAD DE LA INOCENCIA
Mi perro,
que apenas tiene un año,
acaba de
romper las lilas
que planté
esta mañana
y mueve la
cola con euforia
cuando
compruebo lo que hizo.
También yo,
siendo pequeño,
rompía
alegremente los juguetes
ante la
desazón de mis progenitores.
A veces, me
pregunto si Dios
no será un
niño inocente todavía,
que,
haciendo alarde de sus travesuras,
se pone a
jugar con las estrellas.
(Inédito)
UN ARTE INVISIBLE
El
poeta camina
desnudo
por la calle,
pero
la gente no lo ve.
El
poeta va al cine,
sale
de putas,
viaja
en colectivo,
siempre
desnudo,
pero
la gente
mira
para otro lado.
El
poeta no tiene modo
de
llamar la atención,
porque
la poesía
es
un arte invisible.
La
poesía se escribe
sin
palabras.
(Inédito)
*
Ciudades
de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 60 kilómetros, C. C. y R.
R., noviembre 2013.
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publicado por
islanegra a las 15:15 · 6 Comentarios
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10 de Noviembre, 2013
· General |
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Óscar Málaga
por Rosina Valcárcel
En esta novela pocos
podremos distinguir si está leyendo una novela o viviendo sueños. La ciudad de
Lima subterránea, llena de poesía, advierte que en sus entrañas ocurren amores
que se extravían en la profundidad dramática de El Bosque del Olivar en San
Isidro, que criminales avezados, dejan una noche sus quehaceres asesinos para
que en esa oquedad gris y secreta, en el distrito de Barranco, compartir con su
madre un plato criollo. Que profesionales del cine sin materiales, calculan la
distancia y la luz para filmar, cada ángulo de su existencia porque están
construyendo en el aire, minuto a minuto un filme eterno. Y sucede una muerte.
Y la Lima nocturna se colma de pánico. La opera de Dulce diamante es el quinto libro de Óscar Málaga,
reconocido escritor brillante de la generación del 70.
La ópera de Dulce diamante (Summa, Lima-Perú, 2013) es una
novela diferente. Razones y génesis.
Óscar Málaga: La escribí en
Beijing durante el año 1993, cuando era profesor de la prestigiosa Universidad
de Comercio Internacional de Beijing y, además, representante de una
empresa española que me instaló una oficina con traductora y secretaria
privada. Casi la totalidad de esta novela la escribí ahí. Mis ingresos eran
bastante aceptables. En esas condiciones favorables la escribí.
Creo que soy naturalmente poeta. Es en esa naturaleza que nace mi
necesidad de encontrar siempre caminos nuevos para mi escritura. Enfrento la
escritura de una novela como si fuera un gran poema donde deberé de afinar el
oído para elaborar una música de frases largas, donde sus revelaciones se darán
en tiempos más extendidos, y donde la respiración gozará de mayor libertad. La
literatura, sea el género que sea, es naturalmente música. ES la música la que
permite que los significados lleguen al alma del lector. La buena literatura no
busca que el lector comprenda, en un acto racional, cada línea de la novela.
NO, la buena literatura invade, posee, controla al lector, lo pone en un estado
de gracia en el cual se establece una relación privilegiada entre la vida del
lector y la vida de la novela. La novela es entonces un puente donde
tienen una cita que no pueden rechazar y donde se van a encontrar el alma del
lector con el alma de la novela.
¿Novela negra o policial? Son los hechos
que impresionan más que los personajes, es deliberada esa intención?
OSCAR: Desde este escenario puedo
intentar una respuesta a tu primera pregunta. Solo me atrevo a escribir una
novela cuando ya he intuido una nueva forma de decir. Y no me gusta copiarme.
Cuando me siento a escribir una nueva novela vivo acosado por el terror y la
euforia. Porque si acepto escribirla se que lo que haré será diferente a todo
lo que he escrito, pero este ¨saber” no me asegura que podré hacerlo. ES
un reto que no controlo, cada mañana me despierto y lo primero que hago es
verificar en mi cerebro si tengo historia y maneras nuevas de decirlo, cuando
verifico que las tengo, entonces es un día feliz. Y trabajaré muchas horas
tocado por un placer maravilloso, lleno de una sensación de plenitud que ni el
amor ni sus infinitas maneras de hacerlo me han ofrecido. ES una sensación de
totalidad, de estar sincronizado con la eternidad. Pero si sucede lo contrario,
te despiertas y estás vacio, no tienes historia, no hay música, no descubre
mientras tomas un café pedacitos de eternidad en tu conversación. Entonces
entras en un gran infierno de donde tienes la seguridad no saldrás nunca, y
entonces los días son duros de vivir. Sin embargo creo que más son los días que
te despiertas luminoso y lleno de eternidad.
(EL primer capítulo confunde durante un momento al lector. Pero poco a
poco se va entrando y comprendiendo tu narrativa, además la tensión dramática
de ese capítulo sorprende al final).
Oscar
MI novela La ópera de Dulce diamante no es una novela
policial, tampoco una novela negra, creo que no es una clasificación literaria.
Sucede que en Paris, a cierto tipo de literatura que trataba de la vida en el
wild side de la ciudad, que sus héroes no eran tan héroes, donde circulaban
policías corruptos, escritores que habían perdido la fe y abandonaban la
máquina de escribir a cambio de las demoniacas y ricas botellas de bourbon,
novelas que no se correspondían con los estrictos cánones literarios franceses
y que venían como un aluvión de los EEUU, de sus grandes y caóticas ciudades,
empezaron a publicarlas en una colección de tapas negras y que se llamaba la
Serie Noire, Bueno, mi novela no es una novela negra. Mi novela es eso:
una novela. ES verdad que hay un crimen, un policía, una investigación y un
acusado, pero esto se presenta no como la capa más importante del texto, todo
contrario, es solo una manera de hilvanar en una red (la novela) a los
distintos personajes. DE hacerlos encontrarse. Creo que es una novela de
personajes, de la ciudad, de iniciación, donde cada personaje tiene y
desarrolla un conflicto, donde los personajes son seres que viven con gran intensidad
sus diferencias. Creo que mi novela es una novela sicológica de personajes. Y
que los hechos que narra suceden durante una investigación policial.
Hace diez años nació la idea de escribir La ópera de Dulce
diamante
Bueno, la idea nació caminando por los lados salvajes de la
ciudad de Beijing. Era una ciudad de huecos secretos, donde sonaba el
rock de los años 60 y los jóvenes discutían de literatura, de la vida, de
sus responsabilidades. Y así fui conociendo la literatura china y encontré una
fuente de paz y de alegría. LOS chinos no tienen miedo a lo fantástico, a los
excesos, a lo arbitrario. Por ejemplo, en una novela que es unas de las más
famosas en lengua china, Sueño en el Pabellón Rojo * y que se estudia para
conocer cómo funcionaba el mundo feudal, el protagonista, según la novela, nace
con un jade en la boca. Y esto a nadie le llama la atención. ES así. Y me puse
a leer literatura clásica china. Creo que esa es mi fuente de
inspiración. Lo que me impulsó a aceptar el proyecto que ya danzaba en mi
cerebro. La literatura, en especial la novela, debe de correr grandes
riegos y escapar a la pequeña realidad. La novela debe de ser explosiva,
poderosa, ir siempre más allá de la anécdota, más allá de lo real.
Tu capacidad de escribir poesía no se opone a que puedas lograr intensa
narrativa. Ello es un logro, es trabajo.
La literatura es una presencia que se impone en nuestras expectativas,
en nuestra vida cotidiana. YO no sé si es una fatalidad o una elección,
en todo caso yo nunca la elegí, yo la acepté. Y soy feliz de haberlo hecho. A
tu pregunta, creo que es un placer y un trabajo, porque quien tiene la
presencia de la literatura en su destino goza con cada frase que logra y sueña
con hacer la obra perfecta. Y eso, se sabe, solo se obtiene con un gran
trabajo, con una gran alegría y con un gran dolor. YO no he alcanzado ese nivel
creativo, Yo estoy caminando.
Tu novela ha sorprendido por su libertad creativa Siempre pensé que la novela, en especial la escrita en español, perdió
libertad creativa después de la aparición de esa obra cumbre que es Don
Quijote de la Mancha. Desde entonces la literatura española no ha vuelto a
producir una obra de tan vasta humanidad y con tanto remedio para el alma. Jamás
obra literaria en español ha vuelto a alcanzar esa dimensión mítica, que
las enreda y las vuelve imprescindibles en el avance de lo humano. Jamás una
novela había logrado penetrar tanto en la historia de una comunidad. Y
modelarla. Novela sagrada, que leo y releo sin cesar, abriéndola en cualquier
página y dejándola, igual, en cualquier otra. El Quijote fue
la más audaz propuesta que un escritor hiciera a un lector. Uno, iba a
escribir sus delirios; el otro, a alimentarse de ellos. Y así fue. Y ese es el
triunfo del Quijote, de su inmensa capacidad creativa, de los
amplísimos márgenes de libertad que impuso su autor para escribir esa
novela.
En el mundo moderno el cine es una pasión que se atreve a vivir
sus sueños. Desde sus inicios sus planteamientos estéticos
han sido lo necesariamente maleables para ser infinitamente más audaz en
sus propuestas que la literatura. Y en el ámbito de la cultura en español el
cine tiene propuestas más audaces que las que propone la novela. Nunca he
entendido porque una novela no puede ser tan imaginativa y creadora como lo es
una buena o mala película.
Autores que han influido en tu narrativa y en la novela reciente
· Bueno La ópera
de Dulce diamante no es la última novela que he escrito. ES una de las
primeras. La escribí el año 1993, hace ya veinte años. LA última
corrección fue hace siete años. ¿Recuerdas? Desde hace tiempo esta es una
novela que tiene lectores fieles. Andrea Cabel se la llevó a Europa. Rosina
Valcárcel, Clara Nelson y Alessandra Tenorio fueron lectoras
ilusionadas y entusiasmadas, Ellas, más otros lectores de LA Opera…
me ayudaron en la corrección y mantuvieron mi fe de que iba a hallar
editor. Creo que es mi novela más ambiciosa. Sin dudar diría que es mi apuesta
literaria más arriesgada. Llegué a Beijing acompañado de varios libros. Eran de
autores que los había leído en los años 70 y que me habían impresionado:
Vonnegut, Pynchon, Brautigan, Adams. Quería releerlos en la calma terrible
de Beijing en esa época. Sabía que leyéndolos en esa ciudad otras serían
las palabras y la música que me descubrirían. Además, los leía al mismo
tiempo que devoraba literatura china, Liu Wen Fo, Su Tong, etc.
Así fue. Creo que un libro nos descubre misterios diferentes según la
ciudad y la edad en que lo lees. Esas fueron mis lecturas mientras escribía
la ÓPERA de Dulce Dimante.
Se te percibe un autor joven, con vitalidad singular pues llegas a
cautivar al lector
Creo que soy un narrador joven de mucha edad. Recién hace 25 anos que
escribo novelas. Bueno, el año 1978 escribí una en Paris, pero luego di por
“eternamente” cerrada la experiencia. Recién el año 1992 empecé a escribir
narrativa de manera continua. Creo que si lo que escribo puede capturar el
interés del lector, conversar con él, eso me basta, lo que deseo es que mi
novela pueda detener un instante existencial a una persona y en ese instante
conectarlo con un cierto sentimiento de felicidad.
Qué haces en Nueva Zelanda, cómo transcurre tu vida al lado de Xie Pei.
MI compañera Xie PEI, está dedicada al mundo de los negocios
internacionales, y pasa más tiempo viajando por el Asia que en casa. Llevamos
17 años de relación. Ella es la primera persona con la que discuto cada novela que
voy a escribir. Ella tiene la paciencia necesaria para soportar ese mes de una
locura obsesiva terrible que se desata en mí. UNA vez que empiezo a escribir
soy un loco silencioso y tranquilo. Ella es mi motor…y yo, soy el suyo. Estoy
dispuesto a responder a sus preguntas y dudas a cualquier hora, sea de día o de
noche, y sea que ella esté a mi lado o en alguna ciudad de Asia.
Nueva Zelanda es un lugar muy tranquilo, pero mi inglés es muy malo, lo leo,
pero hablarlo es una crisis permanente. Así que en realidad estamos siempre
juntos y viajamos mucho.
La filosofía y medicina oriental han gravitado en tu salud emocional y
física
Bueno, para mí ha sido
fundamental mi encuentro con el taoísmo, con las antiguas religiones indias,
aun las que se dieron antes de la invasión aria en el siglo lll, y con el
Tantra, EN ellas he hallado una gran claridad espiritual y métodos de
sanación efectivos. Soy un lector apasionado de todo lo que se refiera a esa
vasta área de conocimientos desarrollada en Asia que son sus sistemas de
sanación. Desde los diferentes tipos de masajes, las decenas de sistemas de
meditación, el uso de la respiración como método de curación, y hasta los
métodos tan particulares y reservados como los que propone el Tantra. Yo
sufro de párkinson leve, un síndrome degenerativo, pero mi inmersión en
estas prácticas orientales, en estas visiones del universo me han
permitido detener el avance de este síndrome Yo no sé si estas prácticas
me sanarán, desde la perspectiva occidental, pero lo que sí sé es que ahora
tengo las cosas más claras. Y mi relación con el otro es más fluida, más
cercana. Más solidaria.
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04 de Septiembre, 2013
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... referencia
literaria y cultural de Salamanca (*)
Entrevista
de Cyro de Mattos Hoy conversamos con Alfredo Pérez Alencart,
poeta peruano-español, profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de
Salamanca, España, colaborador de revistas y periódicos culturales importantes,
miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía. Según él, debemos
clamar contra toda injusticia, impunidad o atropello de la dignidad humana, sin
connivencia con las políticas que lesionan los justos derechos de los hombres.
Cyro de Mattos –
Usted fue homenajeado por escritores y artistas de cuatro continentes
por su obra poética y su trabajo incansable a favor de la cultura. ¿Qué
significa para usted ‘Arca de los Afectos’?
Significa una
prueba evidente de que todavía existe generosidad en el ser humano; de que no
siempre triunfan las contiendas y envidias en el mundo de las letras. También
significa que algo bueno habré sembrado en el corazón de tantos amigos y
conocidos para que me hayan dedicado hermosos y profundos poemas, ensayos,
semblanzas o pinturas.
‘Arca de los
Afectos’ es un volumen donde Verónica Amat, apoyada por mi amada Jacqueline, ha
sabido compendiar todas las ramificaciones de mi escritura poética. Que más de
doscientos treinta escritores y artistas se hayan congregado para darme este
abrazo tan fraterno, lo cierto es que me hizo lagrimear de felicísima emoción.
Debo
gratitud duradera a los que en dicha Arca están acogidos, pero también a otros
muchos poetas y narradores que me han hecho llegar testimonios y reflexiones
sobre mi obra y persona, al enterarse por los medios de comunicación de este
homenaje gestado desde mi Salamanca.
Cyro de
Mattos – Y la poesía, ¿para qué sirve?
Vale la pena escribir poesía hoy, cuando el lenguaje que prevalece en la
sociedad es el de la imagen, del sonido y de los medios informatizados?
La Poesía no
tiene valor; por eso mismo resulta imprescindible. Pero así como no todos
pueden tener acceso a los diamantes, así también la Poesía es un bien escaso,
una Dama huraña para seres que tienen otras prioridades aparentemente más
importantes. Los pocos son muchos: entiéndase esto como que unas cuantas voces
poéticas colman de primicias el mundo que habitamos.
¿Qué hacer con los ruidos, las imágenes, las
tecnologías que lo inundan todo? Nada, y es que además algunos de estos
artilugios ayudan en parte a la difusión de la propia Poesía. Ahora bien, el
Poeta nunca leva anclas porque siempre aguarda la señal o se encarga de
trasmitirla. Siempre ha ido a contracorriente de las modas y no tiene miedo al
miedo que inunda cada época de la Historia.
Y es que la
Poesía vale la pena porque desde el Principio ha estado preñada de futuro: Ella
sabe parpadear sus presentimientos madurados a lo largo de milenios, pero
también pisa la realidad cotidiana cuando sus oficiantes claman contra
injusticias sociales, cuando dan rienda suelta al Eros y cortejan compañías;
cuando elevan oraciones al Dios y al Verbo encarnado; cuando son líricos y
cuando son elegiacos; cuando el mundo se desangra y el planeta se contamina…
La Poesía es
futuro y el futuro es el resplandor de un Niño; también el Amor asombrado a la
altura de otro Gólgota con linajes nunca vistos.
Poesía,
insondable permanencia.
Cyro de Mattos –¿Cuál cree que debe ser el
compromiso del poeta ante este mundo que prioriza el estómago, el sexo y el
poder como sentidos exclusivos de la vida, desviándose cada vez más de los
valores éticos y espirituales?
El mayor
compromiso del Poeta debe ser el de comunicar la poderosa contraseña de su
mensaje. Y para esto, además de poner a punto la temperatura del Lenguaje, lo
primero que debe romper son las fronteras entre el cuerpo y el espíritu: ni
estar solo flagelando el alma del prójimo, ni atender solo a lo epidérmico del
hambre o del deseo amatorio: nada de escarceos por la superficie ni retratos
complacientes o desdibujados de lo más íntimo del ser humano.
Ahora bien,
el poeta sabe que el poder es una mortaja golosa para quienes descreen de Ella,
por su no valor. Por lo general, el Poeta descree de ese tipo de poder, y se
aleja de las codicias y perversiones que merodean esa forma de relevancia
política, económica y demás.
Antes y
después, en el Poeta auténtico lo que debe primar es el comportamiento ético,
la prevalencia de lo justo y lo solidario, la entrega por causas aparentemente
perdidas. Y claro, una exigencia suprema con relación a sus frutos: solo dejar
degustar la excelencia de su savia, no lo que falta por madurar. Hay que
conmover, poéticamente, el corazón de los demás.
Cyro
de Mattos - Nacido en el Perú, radicado
hace años en España, ¿cómo se consiguió adaptar al contexto cultural y
universitario de Salamanca?
Llevo viviendo cerca de veintisiete años en Salamanca. Pero antes, en mis
genes, ya España estaba muy presente por la emigración de mi abuelo paterno a
la Amazonía peruana. Él era de Asturias. Además, mi abuela venía de los
Troncoso de Galicia. Lo mío ha sido una
nueva travesía hacia los orígenes, el retorno a un suelo que parcialmente me
pertenecía.
Salamanca se ha convertido en mi Ciudad-Patria. Creo que este connubio se
ha consolidado porque yo la elegí: estar en Salamanca fue mi elección años
antes de venir a ella para realizar estudios jurídicos. Quiere esto decir que
no es mi ciudad de adopción, sino de elección.
Aquí soy profesor de Derecho del Trabajo desde 1987. Y aquí he podido
corresponder a tan grata acogida, dando parte de mis energías a tender puentes
entre Salamanca e Iberoamérica. También entre Salamanca y otros países del
mundo. La literatura, en general, y la poesía en especial, han sido los pilares
sobre los que se ha ido consolidando esta plataforma cultural de tan gratos
frutos. Uno de ellos, el más apreciable, es el Encuentro de Poetas
Iberoamericanos, que este mes de octubre celebrará su XVI edición, esta vez
dedicado a Fray Luis de León.
En el plano personal, debo decir que cada año un buen número de
escritores pasan por mi despacho, me visitan, traen sus obras dedicadas y se
llevan algunas mías. Es un intercambio fecundo para mi ser, muy dado a
estimarse un sencillo provinciano universal.
Cyro de Mattos – Dueño de un discurso vigoroso, su lenguaje transita con
suficiencia tanto en lo épico como en lo lírico. ¿Cómo sitúa usted Cristo del
Alma en el conjunto de su obra, libro que impresiona por la recurrencia a la
metáfora y a la imagen, en la búsqueda incesante de un eco que salde dos mil
años de todo el peso terrestre, finitudes y contradicciones, dominaciones y
desigualdades?. Hable un poco de este libro.
Es la más completa de mis ‘criaturas’. Se gestó en cinco años pero el
parto solo duró unos tres meses. En realidad es un extenso poema, aunque
repartido en cinco partes que se fraccionan en diez textos de trece versos cada
una. En él está contenida mi doble fe o mi doble entrega: creyente en la Poesía
y creyente en Cristo. ¿O es que acaso no son lo mismo, puesto que el Amor lo
engloba todo?
Cristo es un Poeta cuyas parábolas atraviesan centurias, cuyos ejemplos
calan en lo más profundo de los seres sensibles, cuya misión es asumida por
quienes quieren al prójimo. En el libro uso un idioma forjado con el castellano
antiguo y con ciertos neologismos de este siglo: tiene fuerza y tiene ternura,
pareciera en prosa pero obtiene el ritmo haciendo danzar a las sílabas…
Como poeta, tengo un humano derecho a lo divino, y lo ejerzo en este
libro que es oración, pero también zarpazo contra hipocresías y fariseísmos
contemporáneos, contra religiosidades acomodaticias que no cumplen con la
inmensa preocupación social que destilan los Evangelios y los profetas. Cuerpo
y alma no están cada uno por su lado; somos un Todo que merece revivir con
nueva Luz.
Cyro de Mattos - ¿Cuáles los poetas que más le influenciaron? Píndaro, Vallejo, Salomón, Rilke, Romualdo, Cernuda, Job, Darío, Basho,
Baquero, Horacio, Pessoa, David, Quevedo, Isaías, Gangotena, Hölderlin, Eclesiastés, Perse, Ovidio, Tundidor, Nezahualcóyotl... Amplio sería el
listado de poetas que transitan dentro de mí o que me soportan en sus espaldas:
los asumo como de mi linaje y me considero un pequeño eslabón en la cadena
poética que no se funde jamás. Cyro
de Mattos – Con una obra reconocida, varias veces premiada, ¿qués lo que usted
diría a los poetas que quieren hacer de su vocación un proyecto de vida?
Que tengan sus ojos como lámparas porque la Poesía es el sol de los
ciegos. Hacerla un proyecto de vida es saber que, aun en medio del desierto,
sabrán encontrar un oasis salvífico. Por lo tanto, no se obsesionen por las
ganancias materiales: nadie podrá llevarse un yate en su ataúd, pero sí algún
papelito donde se anoten unos versos propios o algún fragmento del Cantar
atribuido a Salomón.
(*) Publicado, en portugués, en el blog
“Literatura y Vida”, del escritor brasileño Cyro de Mattos. Martes, 9 de junio
de 2013.
Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú,
1962). Poeta y ensayista peruano-español. Desde 1987 es profesor de Derecho del
Trabajo de la Universidad de Salamanca. Entre 1992 y 1998 fue secretario de la
Cátedra de Poética “Fray Luis de León” de la Universidad Pontificia de
Salamanca; desde 1998 es coordinador de los Encuentros de Poetas
Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y
Saberes. En 2005 fue elegido miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la
Poesía. Sus poemarios publicados son La voluntad enhechizada (2001), Madre
Selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003),
Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo
del Alma (2009), Estación de las tormentas (2009), Savia
de las Antípodas (2009), Oídme, mis Hermanos (2009), Aquí hago
justicia (2010), Cartografía de las
revelaciones (2011), Margens de um
mundo ou Mosaico Lusitano (2011), Prontuario
de Infinito (2012), La piedra en la
lengua (2013) y Antología Búlgara (2013).
Hay un ensayo sobre su obra, Pérez Alencart: la poética del asombro (2006)
de Enrique Viloria, y un amplio volumen sobre su obra y persona, homenaje de
más de 230 escritores y artistas de cuatro continentes, Arca de los Afectos (2012), coordinado por Verónica Amat. Su poesía
ha sido traducida a 20 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el
Premio internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi” (Caracas, 2009) y el
Premio “Jorge Guillén” de Poesía (Valladolid, 2012), entre otros. La editorial
Lancon, de Perú, acaba de publicar una antología suya, Monarquía del Asombro, presentada en la Feria Internacional del
Libro de Lima (FIL).
Poemas del
libro inédito “El sol de los ciegos”
TALLER
Vi cosas
que no se ven
y me revestí
de lo justo,
amando en carne
y en espíritu,
cual señales
de lo que aconteció
en mí.
Y más que
repetir palabras
las lijé,
como un humilde
carpintero
en su taller.
TODO SUCEDE
Quise ser
pararrayo de ejemplos
y,
aquí estoy,
a la intemperie,
pues así filtro
lo sagrado
al andar por sombras
de tanto misterio.
Otra cosa
es arder tramo a tramo,
ir entre los hombres
sin cal
y sin azufre.
Es difícil, pero
todo sucede.
RESISTENCIA
Día tras día
te persiguen los
feroces
con sus gritos
y condenaciones.
No toleran
el perfil invicto
de tus bolsillos
vacíos,
el temple
de tu mucha
exigencia
y el no mentir
jamás.
¡Están perdidos
en su mal gobierno,
ansiosos por usar
las hachas!
Hoy mismo tu voz
tuerce sus
hablas
que no tocan verdad.
La tuya es la
historia
de los que resisten.
MIRADA QUE RUEGA
Un
ojo despierta
y
el otro quiere dormir,
magnetizados
por
las mortales peripecias
que
tan pronto pudren
la
vida.
Anclada
en su necesidad,
tal
mirada ruega
sobre
el polvo del
camino.
Y
pone a prueba tu fe,
invitándote
a
pasar hasta el fondo
de
su pena.
Unos
ojos de niña
saben
que no es
casualidad
tanta
pobreza.
MIGRANCIA
No importa
que vengas o
vayas:
siempre te
seguirá
un trozo de
suelo
o una mirada
arisca
declarándote
extraño.
Serán días
grises
que no podrás
quitarte
de encima.
Y te
declararás
deudor,
aunque a
diario ganes
la partida.
FE DE VIDA
Reaparezco
bajo el trueno
de
la sospecha
si
dudan de mi existir,
y
muestro el yo
sin
aureola
blanca,
aunque dispuesto
al
sacrificio junto
a
los desamparados.
Sé
guardar silencio y sé
alzar
la voz para decir
que
estoy más acá
de
las tinieblas.
Mis
posesiones
las
fulminó un meteoro,
pero
mi protestante
espíritu
todavía
sabe
cómo
esquivar
hogueras.
Y
vivo,
sí,
vivo deseoso
de
amar a cada instante
el
desnudo cuerpo
de
la esposa mía.
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publicado por
islanegra a las 07:15 · 2 Comentarios
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01 de Agosto, 2013
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Entre-vista en
tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti
Griselda García nació el 4 de mayo de 1979
en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Publicó los poemarios “Alucinaciones en la alfalfa”, edición de la autora, 2000, “El arte de caer”, Alicia Gallegos Editora, Buenos Aires,
2001, “La ruta de las arañas”, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2005 y “El ojo del que mira”,
Ediciones La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2009, disponibles gratis en http://griseldagarcia.blogspot.com.ar . En 2010 apareció “Hallucinations in the Alfalfa and
other poems”, su primer libro de poemas traducidos al inglés por el
escritor canadiense Hugh Hazelton y publicado por Wolsak y Wynn Publishers. En
2012 publicó “La madre del
universo”, Editorial Echarper, Buenos Aires, relatos breves. Fue incluida,
entre otras antologías, en “Zapatos Rojos
2000”, Ediciones La Bohemia, Buenos Aires, 2001; “Poesía Erótica Argentina” (1600-2000), selección y
prólogo de Daniel Muxica, Ediciones Manantial S.R.L., Buenos Aires, 2002; “Italiani D’Altrove” (castellano-italiano),
con traducciones y epílogo de Milton Fernández, prólogo de Elvira Marinelli,
Rayuela Edizioni, Milán, Italia, 2010; y “El
Verso Toma La Palabra” (33 Poetas
argentinos de hoy), prólogo de Adán Echeverría, Homoscriptum Editorial,
Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, Nuevo León, México, 2010. Fue
secretaria de redacción de la Revista de Poesía “La Guacha”, dirigida por
Javier Magistris y Claudio LoMenzo, y en 2002 y 2003 integró el equipo hacedor
de la Revista de Poesía “Omero”, dirigida por Jorge J. Rivelli. Fue la editora
de la Hoja de Poesía “Sólo Sal”. Condujo un programa de radio en FM La Boca. Co-dirigió
la editorial La Carta de Oliver. Se ha desempeñado como investigadora del
Centro Cultural de la Cooperación, en el Área Literatura y Sociedad. Junto a
Sergio Rigazio y Lord Chéselin llevó adelante la Biblioteca Virtual BEAT 57 (en
archivos Word que se remitían por e-mail). En 2012 se estrenó su cortometraje
“Las grandes aguas”, basado en un poema suyo: http://vimeo.com/66525578 , y en 2013 se filmó
“Blanco”, adaptación del relato homónimo. En la actualidad cursa estudios de
Letras en la Universidad de Buenos Aires. Se dedica al dictado de talleres de
escritura creativa (poesía y narrativa). Es practicante de yôga y vegetariana.
-Entiendo que tus primeros tres libros,
publicados en 1998 y 1999, antes de que nos conociéramos, Griselda, titulados
“Hermanas ninfas”, “Sandra”, “Todo es extraño a mis ojos”, de narrativa, han
quedado excluidos de tu bibliografía. ¿Es completamente así? ¿Eran cuentos,
relatos, microficciones y en ediciones de las que denominamos "artesanales”?
¿Los textos de esos libros fueron corregidos y los volverás a publicar?
¿Algunos integran el volumen “La madre del universo”? ¿Cómo recordás aquellos
años de producción, tu adolescencia narradora? ¿Ha sido, quizás, en tu niñez
cuando comenzaste a incursionar en la escritura creativa? ¿Que pantallazo nos proporcionarías
de tu niñez y adolescencia?
-No
menciono mis primeras novelas cortas porque las considero ejercicios. En ese
momento me invitaban a publicar mis textos en internet y tenía que poner algo
en el curriculum porque si no quedaba muy vacío, como me decían los editores. Es
imposible escribir algo rescatable a los 20 años, salvo que seas Rimbaud (no es
mi caso).
De Sandra
rescaté un fragmento que se transformó en el cuento “La ley”, incluido en La madre del universo. Pero como novelas
no tienen valor. Me las autopublicaba en ediciones artesanales que imprimía en mi
trabajo. Gasté muchas resmas y tinta, una forma menor del hurto.
De esa época recuerdo mucha tristeza informe que
canalizaba a través de la escritura. Era empleada en una oficina donde sentía
que me marchitaba más y más. Tenía una hora y media de viaje hasta Ciudadela,
donde vivía con mis abuelos, mi hermana y mi mamá. Mi abuelo era sastre.
Trabajó muchos años en Thompson y Williams. Era capataz en el taller. Él me
decía que tuviera paciencia en mi trabajo porque era la única manera de
progresar. Algo de esa idea me hacía ruido; yo lo escuchaba pero en el fondo
sentía que el progreso era imposible, al menos dentro de esa estructura de
relación de dependencia. Crisis del 2001 mediante, las cosas se pusieron peor.
Trataba de resistir como podía. Empecé a conocer a algunos escritores (Rigazio,
Cuenya) con los que hacíamos cosas culturales, entre ellas la Biblioteca
Virtual Beat 57. En ese momento no había muchas páginas que ofrecieran libros de
descarga gratuita. Nos repartíamos una serie de autores que queríamos dar a
conocer y tipeábamos palabra por palabra en un archivo Word. Mandábamos por
mail el archivo con la oferta gratuita a conocidos y desconocidos, que podían
solicitar cualquiera de los archivos. Era una tarea muy placentera. En esos breves
momentos quitados a los trabajos de cada uno respirábamos aire fresco. En fin,
una historia más del tipo “salvación por la literatura”.
Siempre leí, pero empecé a escribir con mayor
consciencia siendo adolescente. Al principio, la escritura narrativa era más
bien un vómito, nada racional. Corregía como podía, hasta que me parecía que
quedaba bien. En cuanto a los poemas, primero aparecían en libretitas y después
los pasaba a la computadora, donde ya tenían otra presencia. Esa distancia era
necesaria para poder verlos como ajenos, algo bastante difícil.
Casi al mismo tiempo empecé a inmiscuirme en
lecturas de poesía, y ahí tuve una buena devolución, lo que me envalentonó. A
la vez, me abrió la puerta para leer nuevos autores y conocer a otras personas
que también escribían. Creo que escribir es una tarea solitaria que lleva mucho
tiempo e introspección, y estos encuentros de poetas ayudan a salir. Un poco de
soledad, un poco de compañía.
En cuanto a mi niñez, estuvo amenazada por el
fantasma de la enfermedad de mi padre (cáncer). En casa infantilizaban lo que
le pasaba: “Papá tiene unas piedritas en la panza, se las van a sacar, por eso va
al hospital”. No pasaba nada y todo estaba pasando. Él murió cuando yo tenía 10
años. Escribí dos poemas sobre él. Uno de ellos está en El arte de caer (“Pa”), y otro es inédito (“El dique”). Este último
cuenta el momento en que fuimos a tirar sus cenizas en el río de Alpa Corral,
en Córdoba.
El dique
En las últimas vacaciones Papá
construyó un dique en el río.
Le llevó toda la mañana.
Cuando terminó, el sol
había bronceado su espalda.
El agua nos llegaba a los tobillos,
nos metíamos en zapatillas
para que los pies no dolieran.
En ese mismo río esparcimos
sus cenizas pocos años después.
Mamá llevó flores
y una botella de vino.
No había nadie ese día,
sólo un hombre acostado en la arena
que al ver la botella
gritó de satisfacción.
A Papá le hubiera gustado, pensé,
y entrando al agua rompí el dique.
-Creo haber llegado a ver, a leer una o
más ediciones de tu “Sólo Sal”. ¿Durante qué lapso editaste la Hoja de Poesía?
¿Cuántos números salieron? ¿El título de la propuesta se correspondía (¡?) con
el material que elegías? ¿A qué autores socializaste allí?
-La
hoja de poesía Solo Sal empecé a hacerla como para “no caer con las manos
vacías” en las lecturas de poesía. Veía que muchas personas repartían plaquetas
con poemas y los imité. Copiaba y pegaba poemas que encontraba en internet, sin
otro criterio que compartir lo que me gustaba. A veces incluía algún amigo o
conocido que me mandaba material. No me quedó un solo ejemplar de Solo Sal, así
que no puedo recordar a quiénes incluía. Salieron unos 7 u 8 números, alrededor
del año 2000. El título no sé cómo surgió. Jugaba con la sal de mesa y la orden
de salir. Justamente era lo que sentía que tenía que hacer en ese momento, en
varios sentidos.
-En una ocasión fui como invitado al programa
radial que conducías en FM La Boca. Y me sorprendió tu soltura. Me agradaría
que nos cuentes no sólo cómo se llamaba la audición y con quienes la hacías,
sino también cuánto estuvo en el aire y qué características le imprimieron. Y
si te satisfizo la experiencia. Lo que me provoca inquirir respecto de si
volverías a involucrarte con ese medio.
-El
programa se llamaba La Santa Poesía. Era la puesta en el aire de debates y charlas
que teníamos con Claudio LoMenzo y Javier Magistris, directores de la revista
La Guacha. Invitábamos a escritores y les hacíamos entrevistas informales. Duró
un año, más o menos. Teníamos muy estructurado cada programa, salían bien. La
producción la hacía Andrea Campagna, una compañera de trabajo que estaba
estudiando Comunicación. Nos divertíamos mucho.
Me parece un medio riquísimo y volvería a
participar en un programa, sin dudarlo. De chica me gustaba “jugar a la radio”:
decía la temperatura, leía poemas, pasaba música y hacía las publicidades. La
Santa Poesía mantuvo ese espíritu, creo.
-Ignoraba yo esa labor tuya como
investigadora en el Área Literatura y Sociedad, en el Centro Cultural de la
Cooperación, en pleno centro intelectual de la Capital Federal. ¿Sobre qué
investigarías en la actualidad? ¿Sobre qué asuntos de la literatura se
investiga poco y nada? ¿Quiénes te parece que han sobresalido en este campo, y
quiénes sobresalen?
-La
verdad es que no se me ocurre un tema para investigar en este momento. El
trabajo con la producción ajena en el taller literario me lleva mucha dedicación.
Luego queda poco espacio mental para seguir pensando en literatura. Quizás no
suene bien esto, pero es lo que me sucede. Cuando investigaba en el CCC tenía
en paralelo el trabajo de oficina, quizás por eso me parecía refrescante hacer
entrevistas, leer teoría, escuchar conferencias aburridas…
En la carrera de Letras te piden que investigues,
dentro de cierto marco, como estudiante. Te ponen a que escribas trabajos sobre
prácticamente cualquier tema que se les ocurra. Les encanta que “cruces”
autores, que hagas literatura comparada. Está de moda. Agota, pero entiendo que
son formas de ensayar la escritura académica.
Me parecen muy buenos los trabajos de Walter
Cassara (El oído del poema) y Alicia
Genovese (Leer poesía) sobre poesía.
Ellos escriben con claridad sobre temas que pueden ser oscuros.
-Tengo presente que al menos “estamos
juntos” en dos antologías. Me voy a detener en la bilingüe, la de hace tres
años, subtitulada “Antologia di poeti che scrivono in altre lingue ma
continuano a sentire in italiano”. Allí compartimos cartel con autores a los
que el apellido paterno, como el mío, itálico, delata al instante; por ejemplo,
Paola Cescón, Eduardo Espósito, Flavio Crescenzi, Ana Russo, Gustavo Tisocco,
Gabriel Impaglione, María Teresa Andruetto, Eduardo D’Anna, Jorge Paolantonio,
Alfonsina Storni... En tu caso lo itálico irrumpe por el costado materno. Como
a mí me produjo una emoción inefable, ya en contacto con el bello ejemplar, ser
presentado en idioma italiano –aclaremos que sólo es bilingüe la edición de la
muestra poética, puesto que es una producción cuyo objetivo ha sido
distribuirla y comercializarla, primordialmente, colijo, en Italia-, me
gustaría saber qué te ha pasado a vos íntimamente cuando te leíste presentada
en idioma italiano. Y ya que estamos: ¿Qué escritores italianos te entusiasman?
¿Qué poetas italianos más has releído?
-Me pareció
hermosa la idea de la antología y me sentí muy agradecida por la convocatoria.
El italiano es un idioma muy bello que no comprendo, salvo palabras sueltas. Sentí
mucha conexión con mis abuelos maternos, una especie de ligazón creativa en el
árbol genealógico.
Adoro a Pavese, Ungaretti, Montale, pero no leí
a otros poetas más recientes.
-En una o dos oportunidades me oíste
valorando tus enfoques, agudeza y estilo trasuntados en tus comentarios
bibliográficos publicados en “La Guacha”.
En efecto, me recuerdo “examinando” con regodeo la organización y
realización de aquellas críticas –y con independencia del objeto de tu
comentario-. Las extraño. Creo que estás para emprendimientos ensayísticos
ambiciosos. Creo que estás o estarás para emprendimientos ensayísticos novedosos.
Dicho lo cual, ¿qué te pregunto? ¿Quizá tu actual formación académica
contribuya a que mis expectativas se cumplan? ¿Hay algo de esto
revoloteándote?: debiera.
-Sos
muy generoso. La verdad es que siento que me faltan muchas herramientas para
poder expresar lo que pienso. La Universidad trata de ceñirme el corsé de la
escritura académica, pero me cuesta. Cuando no me queda otra que aprobar una
materia tengo que escribir así. Las monografías las voy subiendo a mi blog con
la etiqueta “Reseñas y trabajos”. Es bueno que este material esté a disposición
de quien quiera consultarlo: la monografía de uno le puede servir a otro. Creo
que es muy necesario armar redes.
-En una entrevista que el poeta brasileño
Floriano Martins realizara al poeta venezolano Eugenio Montejo, le preguntó si
creía que media un gran abismo entre aquello que había escrito y lo que hubiese
deseado escribir. Reconociendo la apropiación de la pregunta, te la formulo.
-En lo personal, entre lo que escribí y
lo que hubiera querido escribir creo que no hay tanta brecha. Trato de escribir
lo que quiero leer y no encuentro. Como no existe, lo fabrico.
-¿Qué novelistas
contemporáneos te entusiasman? ¿A qué narradores que te hayan interesado, ya no
volverías?
-Soy viejera, la verdad es esa, no leo a
muchos contemporáneos. Pero lo bueno termina imponiéndose. A veces pasa que, en
una semana, dos o tres amigos o conocidos mencionan un libro. Ahí, voy. No me
suelen interesar demasiado, pero acepto las recomendaciones como parte del lazo
que me une a esas personas.
Tuve entusiasmos
intensos con varios autores que después no releí. Uno de ellos es Carlos
Castaneda. Me parecían unas cosas maravillosas las que contaba. Circulaban
anécdotas sobre gente que se había vuelto loca por leer ese tipo de libros. A
mí me interesaba mucho ese germen, dónde podía estar, pensaba mientras avanzaba
por esas páginas de desiertos y águilas. Leía en la cama, tapada bajo una manta
roja y pesada. En ese momento, no había tantos tiroteos en Ciudadela. Sólo
algún que otro balazo al aire, luego silencio. Una noche llegué a una de esas prácticas
de meditación y golpes en el punto de encaje que le proponía don Juan a Castaneda.
Y tuve una especie de alucinación: estaba tendida sobre una piedra inmensa, en
el desierto, viendo un cielo color naranja. Y arriba volaban las águilas. Me
asusté mucho y lo dejé. Todavía no me volvió a pasar algo así con un libro.
-Has traducido al castellano a Anne Sexton, Craig
Czury, Peter Orlovsky, Leonard Cohen, Gary Snyder, Heather Thomas, Susan Deer
Cloud, Sylvia Plath, Walt Whitman, Robert Bly, Elizabeth Barret Browning,
Langston Hughes, Andrew Marvell, Lawrence Ferlinghetti, etc. ¿Qué te sucede –qué te
recorre- mientras procurás hallar los vocablos que den cuenta de semejante
compromiso? Inquiero en la suposición de que con unos te debatirás de un modo y
con otros, en cambio, diferentemente.
-Traduzco de atrevida. Prefiero pensar
que son versiones; algo un poco más realista. El objetivo de trasladar al
español a determinados poetas es poder compartirlos con los que no tienen
acceso a otra lengua. Ahora es muy habitual que todo el mundo sepa inglés, pero
en cierto momento no lo era. Y por eso empecé. Tengo una amiga poeta y
traductora a quien consulto cuando tengo dudas. Ella tiene mucha paciencia y
trato de no cargosearla. Es difícil encontrar personas así, que nos hagan un
lugar, nos avisen cuando nos equivocamos y nos hagan indicaciones afectuosas.
Para traducir a un
poeta, trato de quedarme con su perfume. Otros podrán llamarlo estilo o voz: eso
que queda al terminar de leer un libro; se produce un encantamiento, un amor
repentino que te hace querer ir a buscar al autor, abrazarlo, hacerte amigo. Pero
como muchos están muertos, un modo de volverlos a la vida es seguir difundiendo
su obra.
-Supongamos que pudieras reencarnarte en
un pintor. ¿A quién elegirías? ¿A quién elegirías para reencarnarte en un
estadista? Y más: en un animal. Y más: en algo de un orden botánico.
-Pintor: Egon Schiele, Francis Bacon,
Lucien Freud (alguno de estos). Estadista: no se me ocurre. Animal: una vaca en
India. Botánica: yerba mala.
-¿Hay
escritores que escriban para vos? No digo sólo buenos escritores, o
maravillosos, podrían ser mediocres: ¿hay o hubo escritores que vos sintieras
que escribían para vos, la que sos o
fuiste? ¿Detectaste o detectás a escritores que en determinados textos, o
pasajes de esos textos, es como si “te hablaran” a vos, te hicieran casi asentir
con la cabeza o sonreír? A mí que, claro, tengo justo el doble de tu edad, y
que por lo tanto “me veo obligado” a sopesar desde mi condición provecta, me
pasó con Henry Miller, con Samuel Beckett, con Hebe Uhart, con Roberto Santoro.
Ya no. Me pasa ahora releyendo poemas de Gustavo García Saraví o Jorge Santiago
Perednik o “El extranjero” de Albert Camus. Queda formulada la inquietud. Quizá
chapuceramente. Pero en una de esas me captás y en una de esas das a los
lectores y a mí la precisión a la que aspiro.
- A Henry Miller lo leía mucho en la
adolescencia. Lo mismo a Anais Nin y sus diarios intensos. Sentir que alguien
escribe para mí me pasó últimamente con Hebe Uhart. Hay una libertad de
lenguaje y tema tan grande en ella, que me resulta refrescante. Poder
transformar las experiencias de lo cotidiano en un relato es algo genial. Como
decimos con un amigo: con las dos o tres líneas que nosotros nos escribimos por
mail (encargué dos panes integrales, el
viento agita el ficus, me invitaron a Mar del Plata), Hebe te arma un
cuento.
Poesía
Griselda García selecciona para esta entrevista,
a mediados de 2013, seis poemas de la antología “Poesía Deliberada”, Editorial
Textos Intrusos, Colección Ropa Vieja, Buenos Aires, 2013:
Modelo
en estudio de pintor
Ansío el roce del lápiz contra el papel
la caricia del pulgar que esfuma el trazo.
Voy a esperar a que prepare sus cosas.
A que despierte el ojo que todo lo ve.
30 minutos. Su rostro rezuma sudor.
Me mira y es como si viera
más allá del más allá.
45 minutos. Un mosquito hunde su trompa.
El poro se rebela en hinchazón.
El isquión lucha por adaptarse,
un deslizamiento mínimo
que atenúe la molestia.
50 minutos: "Abre
los ojos"
La menor tensión del músculo
cambia la escena, la pose se modifica
el rictus es otro, nuevo y distinto.
60 minutos. La mancha de vino en la pared
se convierte en un espía a quien llamo Dimitri.
Con él dialogo en la duermevela.
75 minutos: "No
muevas la mano, por favor".
Los huesos del coxis gritan desde su caja.
La inmovilidad que parecía un descanso
se vuelve una jaula en la que estoy atrapada
en la que busco no ya estar cómoda
sino atenuar el dolor.
A través de los párpados la luz cambia.
Al final, la disciplina hace la vida más fácil.
A una orden suya podré moverme
pero eso no me hará libre.
Voy a correr a abrazarlo.
*
I
El pintor
Esa mañana abandonó su
túnica
con la impunidad de
toda bella.
Yo aparté los ojos:
su figura desafiaba a
la vista.
Con mis manos sin
pudor
hubiera dado diez años
por reconocer sus
detalles
y dibujarla con la
paciencia del viento.
No podía, como antes,
mover
el pincel durante
horas
mi cabeza flotando
sobre océanos
y levantar la vista
para
captar el paso de la
luz
en el mediodía de
verano.
Su esencia de mujer
pulsa cada fibra de mi
ser hombre.
Sé lo que hubiera
dicho mi maestro.
No voy a condenarla a
la chatura del papel
voy a darle dimensión
de vida, la mía,
y amarla.
II
La modelo
Esas mañanas te veía
entornando los ojos
para captar
la incidencia de la
luz, las sombras
recortándose en la
trama de mi piel.
Me costaba mantener la
quietud
cuando te acercabas
para reconocer cierto
pliegue
de la tela, algún
matiz.
Hubiera querido tocar
tus manos
tus dedos con el tizne
del carbón.
No me mires, mirame.
Que tus ojos se hagan
de agua y pueda
beberlos
que no veas más que mi
cara
en otras caras.
En cada jornada sos
vos el modelo
y yo la que absorbe
mil detalles
de placer en tu
figura.
Paso las tardes con el
recuerdo
de tu cuerpo de hombre
doloroso y dulce.
Te amo aunque no lo
sepa
todavía.
La
foto robada
Se nos debe ver muy lindos
se nos debe ver hermosos
con el puesto de comidas
detrás a punto de cerrar
dejándonos encandilados
por la blancura del mediodía
pero mi mano apoyada en su hombro
tiene el puño cerrado
se va a terminar, se termina
se escurre como arena
el mismo océano que miramos
como en una imagen de póster
nos va a separar
se va a terminar, se termina
en marzo voy a recordarnos
bebiendo con sorbetes de colores
y sombrillitas simpáticas
explotemos en mil llamadas cariñosas
en diminutivos graciosos y tiernos
se va a terminar, se termina
voy a recordar
cuando una ola te tapó y
saliste enojada como una nena
se va a terminar, se termina
en marzo el bronceado
va a ser sólo un rastro
nos veo las sonrisas de los que ríen
porque tienen los dientes bien
pero mal el alma
el reflejo plateado sobre el agua turquesa
tragos, sorbetes de colores
y sombrillitas simpáticas
los lugares comunes suelen ser
los que contienen más verdad
con vos quiero caer en todos
les dejo la originalidad a quienes deben
inventarse un amor para escribir.
Las grandes aguas
Y a quién vas a llamar
cuando acabe el día
y al volver del
trabajo pienses en estar con alguien
a quién vas a llamar
para que te acompañe
cuando camines por las
calles tristes de siempre.
Verás que todos están
con alguien menos tú
que deseas cosas que
no volverán
y dejas pasar aquellas
que te harían feliz
si estuvieras
preparado para verlas.
Hacia el fin de
jornada cierro los ojos.
Escucho el roce de las
alas de la polilla
embriagada de
oscuridad.
En la noche del
viernes por calles tristes
enviarás mensajes a
teléfonos apagados
desde cuartos de
paredes sucias
con pequeños roperos
atestados
en camas marineras sin
equilibrio
ardiendo de deseo por
el cuerpo de una mujer
rezándole al Señor de
los Milagros
por el cuerpo de una
mujer
rezándole a Chacalón
que es Dios
por el cuerpo de una
mujer.
A quién vas a culpar
por no haber hecho lo correcto
a quién vas a llamar
cuando acabe el día
y volviendo por calles
tristes sepas que te espera
el catre pequeño, más
pequeño sin mujer
sin cuerpo que fatigue
la innúmera cama.
Vas a decir que me
extrañas cuando ya sea tarde
vas a pedirme que
hable cuando no tenga fuerzas.
Hubiera hecho falta
tanto más juntos
para convertirme en el
árbol
que baña con su savia
el hacha del leñador
que lo ha herido.
No soy tan buena, lo
siento.
Las monjas hablarían
de perdonar
de dar la otra
mejilla.
Qué saben ellas de
amar si se han casado
con un mudo, un
ausente, un muerto.
¿Dónde estabas, que no te vi?
Tenía que ser ahora,
no antes
antes no hubieras
podido verme, éramos otros
tenía que ser ahora.
Y ahora aquí estoy,
aquí estamos
estar contigo es
bailar dentro de un huracán
una máquina voltaica
años luz al borde del sol
un agujero negro
empujando el centro del abismo
tu piel y tu pelo,
chocolate y manjar blanco
rompiendo en mi
paladar de sibarita.
Mi piel todavía sabe a
ti, salobre y dulce.
Hombre. Ser de ensueño
y luz
agua mansa y cascada
en caída libre.
Nada va a lavar tu
olor en mí
como una casa musical
voy a conservar tu voz
tu forma de cantar las
palabras.
Y quién va a navegar
tus aguas, nadador
quién se atreverá a
enfrentar las grandes aguas
el amor es un
laberinto del que se sale volando
o se perece buscando
la salida.
Qué bueno no haber
escuchado a las amigas:
Tranquila, tómate tu tiempo...
tranquila estuve toda
mi vida
tranquila estaré en la
tumba.
Olvidé que no eras río
sino océano y
me bebí de un trago
tus aguas, nadador
y las encontré amargas
y me ardieron
como una insolación de
eclipse.
Que tus ojos se hagan
de agua y pueda beberlos
fue mi profecía y me
ahogué:
llega un momento en
que las palabras
tienen valor de acto.
No voy a naufragar en
tus aguas, nadador.
No voy a inmolarme en
el laberinto del amor.
Vuelvo a mi vida
habitual
a la calma monótona
que necesito
para transformar la
mierda en oro.
Vuelvo a mi centro que
se parece mucho
al ojo del huracán, el
lugar de mayor quietud.
En el ojo del huracán
hay calma.
En el ojo del huracán
está
todo lo que hemos
perdido.
Lo perdido es nuestro
para siempre.
Mientras escucho a la
polilla
que se quema las alas
contra la lámpara
pienso que es duro el
destino
de los que buscan la
luz.
Lo
que nos dejó la poesía de los 90 (Pablo Neruda recargado)
Puedo escribir los versos más sórdidos esta
noche.
Escribir: se
me nota el peronismo a la legua,
en
la calle sólo me gritan obreros o mecánicos.
Un hotel en Constitución
con botellas rotas y bichos en las paredes
adonde él me lleva después de salir de la obra.
De la obra, de la obra en construcción
donde se gana el pan con el sudor
de su lomo de negrazo divino.
No me denuncies al INADI, por favor,
todo bien con vos morocho andino,
voy por la hermandad latinoamericana.
Nunca podré pedir leche de tigre
en un restaurante sin sonreír.
Es de familia: mamá, Guadis y yo
tres camioneras, una grosería tras otra,
chistes de mal gusto, recuerdos del almacén,
de cuando esparcimos a papá en el río de Alpa
Corral.
Puedo escribir los versos más sórdidos esta
noche.
Escribir: a
través del denso vapor de la ducha
el
morocho tensa los músculos aceitados.
Se acerca, siempre que un hombre se acerca da
miedo,
tanta masculinidad acechante inquieta,
es como si se te acercara el Aconcagua.
Hundo los dedos en la espesura de su pelo mojado
y cuando inclina la cabeza en un grito de ardor,
la mujer de la limpieza no sabe ni quiere saber
qué le ha ocurrido al pasajero de la habitación
23.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, agosto
2013.
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islanegra a las 06:53 · 2 Comentarios
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22 de Junio, 2013
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Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti
Ricardo Rubio nació el 11 de mayo de 1951 en el barrio de Mataderos, ciudad de Buenos Aires, la Argentina, y tiene su estudio a pocas cuadras de dicha ciudad, en Lomas del Mirador, provincia de Buenos Aires. Adoptó la nacionalidad española. Concluyó en 1967 el profesorado de idioma inglés, así como en 1972 sus estudios en filosofía oriental, en 1973 los de analista programador, en 1974 los de sofrología y parapsicología. Realizó cursos de idioma italiano, tecnicatura en electrónica, narrativa fílmica, dirección teatral, etc. En innumerables medios gráficos nacionales y del exterior se han publicado textos de su autoría, algunos en italiano, alemán, francés, catalán, gallego, inglés y ruso. De sus poemarios, mencionamos “Clave de mí” (1980), “Pueblos repentinos” (1986), “Historias de la flor” (1988), “Árbol con pájaros” (1996), “Simulación de la rosa” (1998), “El color con que atardece” (2002), “Entre líneas de agua” (2007), “Tercinas” (2011). En narrativa se editaron los volúmenes “Calumex”, novela, 1984, “Crónicas de un legado hermético”, novela, 2011, “Minicuentos grises” (2009), entre otros. En ensayo elegimos citar “Elvio Romero, la fuerza de la realidad” (Ediciones Servilibro, Asunción, Paraguay, 2003) y “Elvio Romero – De la tierra intensa” (2007). Y en dramaturgia “Los remolinos” (1997), “La trama del silencio” (1998), “El escriba nocturno” (2002). Integró, por ejemplo, las siguientes antologías: “17 Poetas entre la utopía y el compromiso” (compiladores: Antonio Aliberti y Amadeo Gravino, 1997), “Esquina sin ochava” (compilador: Omar Cao, 2000), “El verbo de los tiempos” (antología de poesía universal, en ruso; compilador: Andrei Rodossky, Universidad de San Petersburgo, Rusia, 2004), “Dársena sur” (Asunción, Paraguay, 2004), “MeloPoeFant Internacional” (bilingüe: castellano-alemán; compilador: José Pablo Quevedo; edición conjunta de sellos de Berlín, Alemania y Lima, Perú), “Breve polifonía hispanoamericana” (compilador: Alfonso Larrahona Kasten, México, 2005), “Eufonía” (2009). En carácter de antologador tuvo a su cargo los tomos I, II y IV de “Poesía para el nuevo milenio” (1999, 2000, 2001), “Emilse Anzoátegui, Antología poética (1956-1999)” y otros volúmenes de poesía argentina contemporánea. A través de Editorial Sagital se publicó en 2004: “La palabra revelatoria: el recorrido poético de Ricardo Rubio” por Graciela Maturo. Once piezas teatrales suyas fueron estrenadas, una de ellas en Madrid, España, con la dirección de Juan Ruiz de Torres. Desde 1980 dirige el Grupo Literario “La Luna Que”, que integraba desde 1978, y también la editorial del mismo nombre. Entre otros cargos, ha sido secretario general de la Asociación Americana de Poesía, miembro del comité de organización de la Fundación Argentina para la Poesía, secretario de cultura primero, y luego presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (Oeste Bonaerense), co-director, con Carlos Kuraiem, de la “Muestra Itinerante de Revistas Culturales y Literarias”. Además de coordinar talleres de escritura desde 1980, es el responsable de http://minicuentos.blogia.com, http://epanadiplosis.wordpress.com, http://lalunaque.wordpress.com. Entre 1980 y 2005 dirigió la revista literaria “La Luna Que” (33 números) y entre 1997 a 2000 el boletín de literatura contemporánea “Tuxmil” (21 números). Con Antonio Aliberti fundó “Universo Sur”, revista bilingüe (castellano-italiano) que difundió a poetas argentinos en Italia (4 números). Ha sido integrante de jurados en más de veinte certámenes. Desde 1986 ha obtenido diversos premios y reconocimientos por su quehacer. Innumerables son también sus participaciones públicas en presentaciones de libros, festivales de poesía, mesas de lectura, eventos culturales.
-“Adoptó la nacionalidad española.” Y tu apellido “viene de España”. ¿Abuelos, padres...?, ¿quiénes, antes de tu nacimiento, vinieron de España? (Y quiénes de otros países...) ¿Cómo se conformaba tu familia nuclear? Sé que conociste España hace pocos años. Y que tu hija reside, o ha residido, allí.
Soy hijo de campesinos gallegos, lucenses (Provincia de Lugo, a terra dos nabos). Mi madre es de Alence, una aldea de nueve casas (“Casa de Rubio”), y mi padre, de Forcas, de once casas (“Casa de Valdolago”). Soy nieto, bisnieto y tataranieto de gallegos, y no sé más allá, pero nací en Buenos Aires, dos años después de que mis padres llegaran de España y se casaran aquí.
Hasta cuarto grado mi pronunciación fue española: el cantito, la “c” sin sesear, la sibilancia de la “s” y las tablas de multiplicar cantadas, por lo cual recibía correcciones de los maestros y mofes de mis compañeros.
Al tiempo de estas palabras, mi madre tiene 92 años, toda su rama ha sido longeva. Casi toda mi familia gallega -lo que queda de ella- reside en España (Lugo, Madrid, Barcelona, Málaga) y dos primas hermanas que están en La Habana, Cuba -donde nacieron-; ellas tienen una numerosa descendencia, a diferencia de los que quedaron en Galicia. Sé que uno de mis primos fue escritor, casi con el mismo “éxito” que yo, y otro, cura.
Detento el apellido Rubio por parte de padre y madre -nacidos de familias diferentes-, razón por la que mi nombre español es Ricardo Alfonso Rubio Rubio. Este apellido proviene del apelativo “rubeo”, que era la menta que los romanos hacían de los pobladores cercanos a Finisterre, dados su color de piel y de cabellos. La significación de “rubeo” es “rojo”, y, por ende, el apellido que más atañe a Galicia. Mi madre, hasta encanecer, fue “roja”. Valga aclarar que hay un distingo entre rojos y pelirrojos, que también los hay, o los había; el “rubeo” se dio por el color rubio tostado y no precisamente por el pelirrojo.
Me casé en 1984 con Graciela Ferrer, abogada y Licenciada en Historia, quien es una eterna estudiante de las ciencias sociales. Tenemos dos hijos, Lucas y Laura. Lucas es Técnico Vial pero trabaja conmigo como imprentero (estudia la carrera de Edición en la UBA) y empezó a escribir creativamente desde muy chico, pero lo hace por épocas. Mi hija reside en Madrid desde hace siete años, hacia donde partió por primera vez a los diecinueve. Es Bachiller Pedagógico y estudia Ciencias Políticas en la UNEAD de Madrid. Debo agradecer los progresos técnico-cibernéticos que permiten, a mí y a mi esposa, hablar casi todos los días con ella. Viene de visita dos veces por año; y sí, en una oportunidad he sido yo quien fue a visitarla. Tiene hoy veintisiete. No le gusta escribir creativamente, pero es una buena lectora.
-Trasladémonos, Ricardo, a tus sensaciones tras cada texto tuyo difundido en medios gráficos bien al principio de que comenzara a sucederte; y a qué te pasaba antes, durante y después de tus primeras lecturas públicas; y cómo fue cuando accediste al objeto constituido por tu primera obra autónoma. Y si querés ligar mi inquietud a otras primeras apariciones tuyas en el ámbito literario o teatral -tu primera pieza estrenada, tu primer reconocimiento, tu primera inclusión en algo que te haya dado en el centro de tu deseo-, dale, danos a conocer cómo creés que te impregnaron, qué promovieron, qué deslizaron, qué descubrieron.
Por problemas, no sé si políticos o de aberraciones castrenses, me volví taciturno y me acostumbré al bajo perfil; publiqué un poco tarde, porque hacía más de una década que había escrito los libros que vieron la luz en 1979 y en la década del ochenta.
En 1978 aparece, de la mano de Omar Cao, un díptico con trece poemas de trinchera, y en 1979 el primer libro de poemas que recogía textos no comprometidos, escritos entre 1969 y 1978, que eran los únicos que tenía fuera del tema social. No fue emocionante, quizás porque soy de emociones moderadas o tal vez porque el proceso militar había mellado mi alegría.
El golpe de estado de 1976 me declaró prescindible por el famoso inciso 11 (Ley 21274) y me envió a la penumbra de los escondrijos y a los trabajos eventuales, en los cuales no se requería ni mi nombre ni mi documento. Me vi obligado a no volver a la universidad (cursaba la carrera de Antropología) ni a frecuentar los ambientes céntricos. Mi vida cambió por completo y mi poesía empezó a escurrirse por los terrenos antropológicos y metafísicos, previa quema de libros y papeles supuestamente comprometedores.
Durante el proceso militar elaboré los poemarios “Pueblos repentinos” e “Historias de la flor”, que publiqué en 1986 y 1988, posteriores a la novela “Calumex”, en 1984. “Pueblos repentinos” refleja mi anterior forma de encarar el canto, tiene aún vestigios sociales, por entonces creía que estaban bien disimulados. “Historias de la flor” es mi primer trabajo metafísico en poesía, pese a que “Clave de mí” (1980) lo anunciaba.
Durante la mala época es cuando me acerco a los ambientes vernáculos. Mis sensaciones estaban trastocadas y me incomodaba la presencia de personas desconocidas, me resultaban sospechosas de ocultar uniformes, de modo que no tenía más que la permanente atención por ver las probables salidas de escape. Siempre me acompañaba la misma pregunta: “¿Qué hago acá?”
A redimirme, llega el grupo La Luna Que Se Cortó Con La Botella, dirigida por Omar Cao y Hugo Enrique Salerno, dos años después del golpe de estado. Hacían recitales y me compelían a editar, a dar conferencias (el lema de mis conferencias era “Magia Negra y Magia Blanca”, un pastiche acerca de las prácticas de sectas y religiones; también pude participar con mis libretos en las obras que dirigía José Luis Lamela, y mi primera emoción fuerte se dio precisamente con la obra para niños “La reina dorada”, que escribí en verso formal, y que fue representada en teatro de títeres de la Biblioteca Popular José Enrique Rodó, un año antes de que el “ejército argentino” -así se presentaron- la quemara.
Pocas veces la poesía me dio satisfacciones en vivo. Lo críptico que me caracteriza y que ocupa gran parte de lo que he escrito, no es apto para una fugaz oralidad; pero sí me la dio el teatro. Venía yo de escribir y dirigir cortometrajes en S8 y el paso al escenario me pareció natural. Mi mayor satisfacción eran los ensayos, los pequeños logros que creía ver en los actores, la formación de una obra, los retoques de texto, las señas gestuales, las locuras escenográficas... Solían decirme que tenía una estética cinematográfica, cómo no tenerla si de allí había partido; pese a la solapada crítica que encierra la frase “estética cinematográfica” referida al teatro, agradecía que dijeran que tenía una. Fueron veinte años de maravilla.
La única presentación de libro propio que me conmovió profundamente fue la del poemario “Simulación de la rosa” (1998), en la Librería Hernández, a la que concurrieron resonantes nombres de las letras, la sala se desbordó largamente y vendí una cincuentena de libros. Ese día creo que sentí que estaba logrando alguna cosa, que nunca sabré qué es.
El intercambio de cartas tuvo sus alegrías. Por entonces me emocionaba recibir cartas de quienes consideraba (y considero en muchos casos) maestros: Aliberti, Ponzo, Petit de Murat, Aguirre, Denevi, Bajarlía, Jaramillo Ángel, Alonso, Peltzer, Izaguirre, Larrahona Kasten, Susana Sumer (esposa de Romilio Ribero), Lahitte y muchos otros; y también me emocionaba recibir revistas de todas partes, me publicasen o no, y que ocasionalmente lo hacían. Nadie como vos, Rolando, conoce tanto estas circunstancias.
Te cuento una anécdota: en un número de la revista “Repertorio Americano”, una de sus notas aludía al poeta sueco Harry Martinson; como era un bardo de mi interés, la leí con cierta fruición, pero al llegar a la última línea vi que estaba firmada con mi nombre. Sorpresa, era una apostilla que había escrito y publicado en la revista La Luna Que algunos años antes. El caso es que pude leerme desde “otro”, advirtiendo tono, vocabulario, estructura, opinión, sin que pesasen lo subjetivo y el prejuicio de la autocorrección. Como pensaba, y pienso, que soy mejor lector que escritor, desde ese momento comencé a tener un poco de fe en lo que hago y a largarme con el ensayo.
Los premios y reconocimientos, que no son muchos, no mellaron mi carácter, apenas lo acariciaron. “El color con que atardece”, que considero largamente mi mejor poemario, fue reconocido en más de una oportunidad, por lo que infiero que el camino previo mereció la pena; pero en la vorágine no he tenido tiempo de sentarme a ser feliz.
-Tantos libros y revistas y boletines y plaquetas -miles y miles los cientos de cada edición- han pasado por tus manos -y hasta podría aseverar que literalmente ha pasado por tus manos cada ejemplar, ¿no?- en tu condición de diseñador, impresor, editor. Tantas cartulinas habrás sugerido para las tapas, tanto habrás aconsejado a autores que publicaban libro propio por primera vez. ¿Nos trasladarías algunas anécdotas, algún cruce inefable, sorprendente, inopinado? (Asocio con el poeta y librero argentino ya fallecido, Héctor Yánover (ex-director de la Biblioteca Nacional), quien socializó un ameno volumen en el que vuelca su larga experiencia como librero.)
Infinitas anécdotas, Rolando, como la de un libro que tuvo un título y un nombre de autor en la portada y otros muy distintos en el lomo; o el interior de un libro con la tapa de otro; o tapas a la mitad del tamaño del interior; que cuando la imprenta con la que trabajaba suspendió las impresiones de un día para otro porque no daban abasto con sus propios trabajos, debí recurrir a impresoras de chorro de tinta que fulminaba cada semana, a mi pequeño taller vinieron a morir treinta y dos impresoras de escritorio, hasta que pude acceder a una máquina de imprenta propia.
El tenor de las anécdotas no pasa de las dramáticas, ya que lo editorial es en mi caso un trabajo solitario que no da para el humor. Lo único gracioso es que soy Profesor de Inglés y Analista Programador, materias que dicté como docente por largos períodos, pero hoy uso la PC sólo para diseño y edición de libros.
Y sí, es cierto, cada página de 476 títulos pasó por mis manos o por las manos de mis compañeros de grupo, mis hijos o mi esposa, sin contar miles de plaquetas, salvo aquellas que hiciera el Gobierno de la Ciudad en los 90’.
-¿Qué preguntarle a alguien que como Ricardo Rubio ha prologado y redactado comentarios críticos a modo de epílogos a más de setenta volúmenes?: ¿Tenés –tendrás, probablemente, más de un modo –inquiere alguien que jamás se animó a pergeñar introducciones o epílogos o breves textos para contratapa, ni siquiera para libros de su autoría- de involucrarte en estas tareas? ¿A qué prologuistas admirás (además de Borges, me imagino)? ¿Recordás prólogos o epílogos que te hayan impactado (acaso hasta de esos en los que podés llegar a estimar que son superiores al corpus del libro)? ¿Lo considerás un género, un sub-género, un ensayo o estudio de la obra (interrogo olvidándome de los meros textos laudatorios, machacones, remanidos, “cariñosos” con la persona del autor, o de los que, en ediciones colectivas, elogian la promisoria juventud o lo que sea que los reúna a los autores)?
Prologar, comentar, hacer la crítica de una obra de amigos o de un poeta o narrador lejano en tiempo y espacio no me resulta sencillo hasta encontrar las primeras palabras que sean fieles a lo que siento frente a los textos. De cualquiera de ellos, me interesan, por sobre todo, el concepto y el hilo emocional que lo provoca y justifica, luego me tomo la atribución de creer en lo que percibo y paso al intento de objetividad. Una vez dado ese paso, unas primeras palabras, y de atisbar la intención creativa de la obra, el trámite se facilita. Es entonces cuando rebusco entre las estéticas, estilos, concordancias -me gusta nombrarlas-, sea por forma o semántica. Y siempre las hay.
Creo que no tengo modos -al menos conscientemente- de encarar un comentario, pero debo reconocer que no me provoca lo mismo analizar textos de Reinaldo Arenas o Romilio Ribero que la obra de un amigo, para la cual, infiero, tengo una “colocación” distinta por cercanía o amistad y por ende un discurso diferente, que creo más cálido y menos preceptivo.
Me agradan mucho los prólogos, pero mucho más los análisis preliminares; extraño aquellas ediciones económicas de Kapelusz. Me divierten los esfuerzos que se hacen para ensalzar la obra que procede o precede al comentario y que muchas veces, como mentás, son superiores a la obra en sí; también me divierten las observaciones equívocas de algún prologuista o analista. Para el caso cito el extenso análisis que hizo Rama Prasad del texto anónimo “Zivagama” (“Las fuerzas sutiles de la naturaleza”), en donde se desatina en un vano esfuerzo por traducir una idea oriental milenaria al mundo occidental actual.
No considero los prólogos como subgénero, me parecen simples alusiones sobre la verdadera obra artística, creo que un prólogo es a un libro como un sombrero a la cabeza, cuando es de noche y no llueve (dejo abierta la posibilidad al frío). Claro que a todos nos gusta elegir un nombre que nos haga quedar bien, que nos ayude a ser mejor “mirados” a la hora de ser leídos. Yo he recurrido a ese embeleco varias veces y no lo menosprecio. Desde hace unos años, hago mis propios preliminares.
Son muchos los prólogos que me han impactado y enseñado, pero los de Borges, sin duda, resultan insuperables por síntesis y profundidad, y siento la rara felicidad de su relectura, sus torsiones sintácticas, con muy pocas y precisas palabras, lo dicen todo de un modo inesperado, tal como lo hizo en sus conferencias de Siete noches, que son prólogos para libros que no existen. Quizás en el caso de Borges pueda hablarse de subgénero literario, acaso del mismo orden que los ensayos de Maeterlinck.
Un prólogo que me impactó particularmente fue el del libro “Antes que anochezca”, de Reinaldo Arenas, escrito por Mario Vargas Llosa -escritor con el que nada comparto-. No puedo negar que la presentación es de excelencia, aun considerando que esta obra de Arenas fue tomada, en ese caso, como baluarte anticastrista.
Entre los nuestros, y desde el punto de vista analítico de fondo y forma, no puedo soslayar a Anderson Imbert ni a Manuel Gálvez, tampoco a Graciela Maturo, que “ve” las obras filosóficamente, ni a Antonio Aliberti, que hizo tantos, y “veía” las entrelíneas como si estuvieran escritas.
No me gustan los prologuistas que simplemente tienen facilidad de palabra (más vanidad que carne, y son muchos nombres resonantes que no citaré aquí), que suben las ramas de un árbol ilusorio; quienes, subliminalmente, nos dicen “miren lo que soy capaz de pensar y decir”; tampoco me agradan los academicistas que dividen palabras (de-canta, re-clama, re-viste, etcétera) y establecen paralelismos incomprensibles con asuntos de la mítica profunda o que encuentran torres de cristal donde sólo hay un amor frustrado (siempre hay un amor frustrado, y mencionar en algunos casos una torre de cristal es como decir que es mejor pasarla bien que pasarla mal). Creo que cuando aparece una verdadera cosmogonía, recién entonces se puede hablar de una torre de cristal.
-Es de lo más probable que te hayas referido aquí o allá, muchas veces, al grupo literario “La Luna Que”. Te propongo que a nuestros lectores en la Red -a los más alejados de nosotros, a los cercanos pero que no lo conocen, a los que lo conocen hasta por ahí nomás- les trasmitas qué ha sido el grupo en su instancia fundacional, cómo se ha ido transformando, cómo subsiste? Y, claro, ¿qué cosas te han ido sucediendo a lo largo de esos lustros de pertenencia? Podés abundar. Y más allá de la “importancia” de uno o más actos literarios del Grupo, ¿cuál ha sido el que te produjo mayor emoción?...
El Grupo Literario La Luna Que Se Cortó Con La Botella (LLQSCCLB) fue creado por los poetas Omar Cao y Hugo Enrique Salerno a la salida de la presentación del poemario “Uno de dos”, que era de ambos, en febrero de 1975. Al poco tiempo se le unió la que era por entonces esposa de Salerno, Isabel Corina Ortiz. En 1976 editan el primer número de LLQSCCLB, una revista-libro de 72 páginas.
Llegué al grupo en 1978, cuando se ideaban unos dípticos de gran tamaño que podían contener varios poemas. El número uno fue de Isabel Corina Ortiz y el segundo, el mío.
El revés que sufrió el grupo, por entonces numeroso, al ser incendiada la Biblioteca Popular José Enrique Rodó, nos dispersó a todos: tiempo de miedo, de preguntas sin respuestas, de pequeñas reuniones celebradas aquí o allá y sin periodicidad. En 1980, Cao me dijo que dejaba el grupo, Salerno ya no nos frecuentaba. Decidí seguir con aquellos compinches que quedaban y, poco a poco, se fueron sumando otros. En esa década (80’) hicimos varias presentaciones de libros y recitales en el CCGSM, en Oliverio Mate Bar, en La bodega del Café Tortoni, en Bibliotecas Populares, etcétera.
El grupo siguió creciendo y ampliándose más y más. Pero es a mediados de los noventas cuando cobra el mayor espectro, la continuidad se nos hizo costumbre: recitales, encuentros, cenas literarias, el café literario “Tinta Buenos Aires”, presentaciones y numerosas ediciones de libros, en las que participaste. Según creo, el único libro de tu autoría que presentaste alguna vez, tuvo lugar en una cena literaria del grupo. En 1996 se redujo LLQSCCLB a La Luna Que.
Salimos a la caza de otros horizontes por distintos barrios de la ciudad y de las provincias; centros culturales, clubes, salones para leer, exponer y difundir nuestras obras, acompañados por libros, revistas y plaquetas hechas con nuestras manos en ediciones económicas, que luego extendimos a Paraguay y a Uruguay; logramos presencia de integrantes en congresos internacionales, exposiciones de poesía ilustrada y revistas literarias (la exposición itinerante de revistas que dirigí luego con Carlos Kuraiem); apariciones de nuevas revistas que se sumaban a la ya existente “La Luna Que”: “Universo Sur”, bilingüe italiano-castellano, codirigida por Antonio Aliberti; el cuaderno “Tuxmil”, el boletín informativo; “Pormenores”; los cuadernos de poesía “Squeo - Sacronte cisandino”. La revista “La Luna Que”, luego de sus 33 números, reapareció en tabloide como suplemento del diario “Ego” en solo dos números. Pasaron otros intentos de continuidad: “Crisol”, “Considerando en frío”, de críticas; “Tinta Buenos Aires”; participaciones en “Emergiendo”, “Cultura con todos” y “El mirador de la cultura”.
Hubo, sí, en los actos del grupo, momentos de emotividad y felicidad. En primer lugar, la concurrencia, que contó varias veces con autores que no era común encontrar en otros actos, tales como Nira Etchenique, Juan-Jacobo Bajarlía, Rodolfo Modern, que apenas circulaban por los ambientes vernáculos; en segundo lugar, las frases: un diálogo con Antonio Aliberti, en una reunión en la que no podría estar presente por otra cita a la que se debía y luego desestimó, dijo: “Siempre voy a estar donde esté La Luna”; y tercero, las palabras de Elvio Romero, cuando expresó desde el micrófono: “La Luna Que es lo mejor que me ha pasado en los últimos años”.
De la camada que nos precedía, creo que son muy pocos los que no han estado alguna vez entre nosotros. En cierta oportunidad, pedí disculpas a Atilio Jorge Castelpoggi porque, mientras él leía, desde el fondo se escuchaban los susurros de quienes nunca faltan, y el poeta me dijo: “No les des bola, son parte de la fiesta”. También han concurrido, leído y presentado libros poetas de generaciones más nuevas.
El año pasado (2012) nos reunimos con cierta regularidad, pero este año estamos más remolones. Ya no organizamos ni encuentros ni lecturas, salvo las presentaciones de libros, en las que cada uno se ocupa del propio y los demás invitan, concurren y acaso intervienen en la mesa de lectura.
Actualmente participo en un nuevo grupo, “Arte con todos”. Trabajamos sobre todo en escuelas secundarias con charlas y presentaciones de orden literario y de artes visuales.
-¿Me equivoco o habrá sido hacia el 2005 que te “aventuraste” hacia ese campo que delata, en 2007, la socialización de tu “Aliteraciones, Sonsonetes y otros juegos”? Sea en 2005 o antes o después: ¿Cómo percibiste que necesitabas probarte en esos formatos, en los minicuentos? ¿Súbita fascinación ante la obra de uno o más expertos en esas búsquedas? ¿Una transición o reacomodamiento de tu ser íntimo?
Los minicuentos llegaron para darme solaz en una etapa en que la novela que estaba escribiendo empezó a darme dudas. Escribir novela produce un agotamiento que no conozco en los otros géneros, más aún cuando no es lineal y su estructura se escalona en varios estadios temporales. Los minicuentos, en cambio, son rápidos, y en ellos no hay que cuidarse de caer en invasiones poéticas; por lo general es de una sola dirección y permite llegar a fin de un plumazo; se corrige un poco y ya. El primero de los nuevos surgió de las nefastas noticias judeo-palestinas, y traspuse el problema a dos tribus vecinas que jugaban con misiles. Como la idea escritural se basó en el absurdo, comencé a jugar también con aliteraciones, antítesis, paradojas, sinestesias, etcétera. Me gustó mucho cómo había quedado y decidí escribir algunos más. Sucedió que, en poco tiempo, había logrado un buen número de relatos que me agradaba leer a ocasionales escuchas. Si bien algunos decían que se trataba de una “literatura menor”, no era para mí nada desdeñable, ya que les cobré enorme afecto, habida cuenta de que, además, mi gusto por construirlos me había devuelto algunas sensaciones antiguas de la escritura, es decir, volví a los primeros sentimientos de placer al escribir; de pronto, empezaba de nuevo. Tu pregunta lleva mi respuesta.
Mis primeros escritos no fueron de poesía sino de cuentos. Nunca he dejado la narrativa a pesar de tantos poemarios editados. “Minicuentos grises” recoge uno solo de los viejos trabajos de microficción que escribí (“La fiera y el cazador inexperto”), publicado en la revista La Luna Que en los ochentas, los demás son todos de 2004/2005.
Si bien el formato ya me había impresionado en “Los relámpagos lentos” y “Chinchina busca el tiempo”, de Manuel del Cabral; “Falsificaciones”, de Marco Denevi; en “La letra e”, de Augusto Monterroso; y en sueltos de otros muchos autores, ignoro cómo, repentinamente, escribí un seguidilla, fascinado por el juego que me permitía decir cuanta cosa oscura sucede en las personas, apuntando a lo individual, cuando en los otros géneros mis objetivos siempre buscan el panorama antropológico, salvo pocas excepciones, donde prima el intimismo. No sentí estar probándome, sentí que jugaba con las palabras y los sucesos del periódico, la síntesis y las figuras del lenguaje, cada nueva línea me da satisfacción y me provoca la sonrisa. Pese a los temas, claro.
El libro y el blog que lo repite me brindaron muchas sonrisas y aprobaciones. Un grupo de México se impresionó con ellos y un especialista guatemalteco me invitó a una antología que ignoro si se editó alguna vez, además de una buena cantidad de sitios de Internet que me pidieron participar.
El libro que publiqué en 2009 se iba a llamar Minicuentos grises – Aliteraciones, sonsonetes y otros juegos con la lengua, pero me pareció demasiado. Estoy preparando el que por ahora se llama “Minicuentos cromáticos”, aunque la esdrújula no me agrada demasiado.
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-Se me hace que no abundan los testimonios de escritores que hayan tenido la responsabilidad de ser jurados en certámenes literarios. Y acaso no te hayas referido públicamente a esas experiencias. Dejo picando la pelota de goma -¿por qué no de cuero o de trapo o de alambre o de plástico, por qué irrumpió de una en mí el vocablo goma?- cerca de tus pies -por decir de tus pies, ya que pienso en el fútbol-?
Ser jurado no es agradable, salvo el aparente crédito implícito en la solicitud y el eventual subsidio. Conozco muchos entuertos, prebendas, “devoluciones”; inclusive los dictaminados antes de que el jurado se reúna. Tenemos numerosos casos non sanctos en nuestra historia reciente. Razón por la que soy poco afecto a los concursos. Envío mis libros editados al premio de la ciudad por si se equivocan, como solía decir Antonio Aliberti.
Como miembro de jurados he pasado algunas penurias. Creo que para ser un buen juez no hace falta ser un buen escritor sino un buen lector, aunque muy avisado de estéticas. Creo que un miembro de selección no debe dejarse llevar por la comunión particular con un estilo, porque desechará todo lo que no camine por allí; debe tener un copioso bagaje de lectura, que no se acote a una sola forma ni a un solo tema; un buen conocimiento del idioma en tanto ortografía y sintaxis (suelo apartar trabajos mal escritos ya que es imperdonable que se ignoren las herramientas de un oficio, nadie iría a quitarse el apéndice con un jardinero); estar al tanto de las distintas corrientes poéticas o narrativas y abierto a novedades; y, lo más difícil, debe sustraerse de los afectos. Para mi fortuna, pocas veces he tenido que reñir con ese punto. En cierto concurso reconocí un cuento de Daniel Battilana -era con seudónimo-, bien sabemos cómo escribe y la novedad de su formato, y en mi nómina lo ubiqué segundo o tercero o cuarto, no recuerdo, dado que el primero estaba muy por encima del resto en todos los órdenes; mis dos compañeros de mesa, que eran un matrimonio de docentes, ni tomaron al primero ni a Battilana, sino un texto que tenía errores sintácticos, de tema adocenado y remate impreciso; ninguno de los que propuse figuró dentro de los seis primeros puestos. No pude defender mi postura ante ellos porque había dejado la resolución por escrito (debí viajar a la ciudad de Azul), nunca los vi, e hicieron lo que quisieron. He lamentado los odiosos desniveles de miembros en varias oportunidades; se supone que deben tener experiencia literaria de todo orden y advertir que no basta con ser profesores de lengua devenidos a incipientes escritores o poetas.
La pelota está picando y sé muy bien que lo que estoy diciendo pica de otra manera. Habrás notado, Rolando, que ningún jurado habla de su mesa o, si lo hace, dice en voz baja: “No es así... Se lo merecía.” Jamás dirá “se lo dimos a él, o ella, porque le tocaba”, o “necesita la plata porque tiene que operarse”, y aun: “y bueno, pero me voy al hotel con ella”, “a ésta/éste no se lo vamos a dar porque es peronista/comunista/radical...”; o: “repartió muchos subsidios, se lo merece”. Después nos preguntamos porqué los niños pierden la inocencia.
La pelota duerme en el punto del penal: están los concursos comerciales que obtienen un rédito en metálico, los concursos editoriales usados para la publicidad de un libro ya designado a primer premio, los certámenes mediocres que ignoran por completo la calidad de un texto, y los inocentes: uno que otro que reparten, equivocadamente o no, un poco de justicia. En su mayoría, fuera del país.
-Además de ser, entre 2004 y 2007, en la zona Oeste Bonaerense, Secretario de Cultura de la S. A. D. E. (Sociedad Argentina de Escritores), fuiste el Presidente en el lapso 2007-2010. ¿Te sentís conforme con tu actuación, lograste consumar o impulsar iniciativas, prevaleció la decepción a la hora de sopesar? ¿Qué S. A. D. E. es posible, esperable?
Creo que hice lo que pude hacer. La cuota era muy baja para grandes emprendimientos (la aumenté de 3 a 5 pesos) y es una entidad a la que no se acercan los jóvenes; pese a ello, tuvimos un alza de inscriptos, llegamos a los cien. Implementé una revista, “Laberintos”, una colección de plaquetas, una serie de actos con presencias de autores experimentados, dos antologías de miembros, “Oeste” (como Secretario de Cultura) y “Eufonía” (como Presidente) que incluye a quienes nos visitaron como disertantes, una exposición de revistas, una obra de teatro en “La panadería” y lecturas varias. También planificamos pasar la sede desde “El Club de la Raza” a las instalaciones de la “Universidad de Morón”, pero nos agobiaron los trámites burocráticos durante un año y medio. Se cumplió mi mandato y el trámite no estaba terminado. No tuve voluntad para seguir en el cargo por otro período; además el estatuto social indica que no se pueden sobrepasar dos períodos correlativos como miembro de la comisión.
De la experiencia, recogí una gran cantidad de amigos, el exiguo conocimiento acerca del manejo de una entidad como tal, sus obligaciones y derechos, las normas estatutarias y todas aquellas cosas que como simple afiliado ignoraba. Al cese de mis funciones, como todo presidente de SADE OB, fui nombrado Socio Honorario.
Dos veces fui candidato al cargo de secretario de SADE central. Fue en la peor de las épocas de la entidad: desapariciones de cuadros, de libros, de picaportes de bronce; reuniones de fiestas particulares; estafas editoriales, solicitud de préstamos a Argentores que no se devolvían y cuyo destino era incierto; el teléfono había sido cortado y muchos empleados de la casa fueron despedidos después de añares. Ni siquiera Víctor Redondo pudo con ellos; se fue de SADE y fundó la SEA. Las elecciones que celebraron provocarían la envidia de los caudillos de antaño, el propio Guzmán (no recuerdo el nombre de pila, por entonces presidente de la entidad) se hizo acompañar por un grupo de matones cuando la Junta Electoral -presidida por un actor (¿?) al que le habían prometido junto a su esposa un puesto de no sé qué- lo declaró triunfante en los comicios, cuando en realidad ocupaba un cómodo y último tercer puesto. La Inspección de Justicia... bien, gracias.
Por todas estas cosas, precedidas por Carlos Paz -no el escritor, sino el político ya fallecido-, la entidad tocó fondo con una deuda que hizo peligrar las propiedades de la calle Uruguay y la de calle México. No sé de qué modo se resolvió, ni si se ha resuelto aún. Qué se puede esperar entonces de SADE es un misterio; mientras no lleguen autoridades honorables, fuertes, limpias, vocacionales, que no jueguen al señor presidente o al señor secretario, o al “¿me nombran en la Comisión a la Feria del Libro?”, creo que poco.
-No sé si he visto a Elvio Romero, ese insoslayable poeta paraguayo, más de una vez. Fue en un evento organizado por La Luna Que. Nos atrajo a mi esposa y a mí el modo de recitar. Y nos presentamos, lo saludamos, nos quedamos con él comentando. Y pocos años después lo llamé por teléfono, invitándolo a participar en uno de los Ciclos de Poesía que he coordinado. No se consumó mi cometido porque no andaba bien de salud. Si a mí, con mínimo contacto con Romero, me reconforta recordarlo, nada me cuesta inferir que a vos, que lo has tratado, y que te has ocupado a fondo de su obra, te habrá dejado una huella significativa. Me agradaría que nos trasmitas cómo era, qué trasuntaba y si sabés que haya dejado obra aún inédita.
Ha dejado, seguramente, muchos comentarios sobre obras de poetas españoles que lo conmovían, Antonio Machado, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Rafael Alberti y León Felipe. De sus poemas, el libro inédito que me había dado a leer, “Cantar de caminante”, fue editado en 2007 póstumamente. No le conocí otros trabajos.
Era un hombre de buen humor, cabal, honorable, respetuoso de todas las ideas, comportamientos y tendencias de los demás, pero estaba muy seguro de sus preferencias. También su esposa, Élida Vallejo, irradia bonhomía y generosidad, proyectadas en sus hijos Ariel y Zulma en gran espectro.
La palabra de Elvio siempre era de aliento e intentaba encontrar explicaciones para justificar las cosas que no resultaban como era esperado. No era vehemente ni con sus ideas políticas ni con la literatura, aunque las tenía fuertemente arraigadas. Todo en él era moderado, comprensivo pero firme. Era un hombre de temperamento seguro, afable, y solo se me ocurren ponderaciones ya que, en los casi diez años en que fuimos amigos, nunca fue necesaria una porfía. Que yo me manejase con tacto ante una figura de las letras como él resulta casi lógico, pero que él respondiera del mismo modo, no hace más que hablar bien de su conducta. Lo preocupaba la situación del mundo y de él tomé la frase “la dispersión de la coherencia” que mencionó alguna vez para calificar estos tiempos.
En 2000 empezó con las mayores molestias físicas y debía salir a caminar por las inmediaciones de Once, donde vivía y aún vive su familia; lo acompañé en varias de esas caminatas que recalaban en uno de los bares de Yrigoyen y Urquiza, en la esquina de su casa. En esas travesías conocí más profundamente a Elvio Romero, al hombre cotidiano, no ya si este o aquel autor sino sus pensamientos de vida, y me siento orgulloso de que compartiera conmigo sus confidencias.
-He advertido en tu casa, en todo ese primer piso de tu casa, donde hay metros y metros de estanterías con miles de libros y revistas y varias computadoras y máquinas de impresión y un televisor, también cientos de videos (en otra época), y ahora, devedés. Este lector, escritor, editor que tengo como amigo -aunque no de los que se encuentran con frecuencia en ámbitos puramente festivos- es un cinéfilo que inclusive mientras realiza determinadas tareas de su quehacer remunerado, ve, oye, pispea largometrajes. Vos, Ricardo, ¿de qué películas hubieras querido ser el director? Estrictísimo: ¿de qué películas te sentirías orgulloso de haber sido el autor?
Supongo que la pregunta alude a qué películas me agradaron y agradan. Las películas que no me gustan es porque no me atrae nada de ellas y las que me gustan derivan por todas las líneas, a casi todas les encuentro algo ponderable. Como en cualquier orden de la vida, el gusto es muy subjetivo, depende de intereses particulares. Creo que sé reconocer una buena película aunque no vaya conmigo, y también lo contrario. Los ingredientes del cocido son muchos: libro, dirección, fotografía, narrativa fílmica, elenco, actuación, producción, utilería y toda la larga lista técnica que aparece en los créditos, pero como suma de arte vario, hay productos realmente buenos. Me interesa la ciencia ficción, la fantasía, el policial negro, las que llamo obras de teatro filmadas -sobre todo las que suelen hacer los ingleses-, las de historia y mitos clásicos; el realismo español, el neorrealismo social italiano. No me gustan las películas psicológicas de los franceses, ni las violentas por la violencia misma, ni el terror, ni las comedias norteamericanas -salvo muy pocas excepciones-; tampoco me agradan la inocencia hindú ni las imitaciones de Hollywood que suelen hacerse en Japón, ni las románticas de cualquier parte del mundo, ni las de estudiantes, ni las musicales, ni las deportivas, ni las absurdas, ni el poco cuidado que tiene gran parte del cine argentino en la conformación de elencos y en el descuidado tratamiento de los diálogos, donde omite lo que debe decir y dice lo que no debe. El elenco puede depender de las capacidades de producción, pero el descuido del libro es imperdonable. Hoy, creo que tenemos buenos directores jóvenes que cuidan un poco más la palabra y manejan bien los tiempos; un par de décadas atrás se arruinaron historias que hubieran sido buenas películas por el fluir discontinuo de la narrativa; pese a ello obtuvimos algunos premios, cosa que nunca entendí. Leonardo Favio también sufría de este síntoma. “El secreto de tus ojos” me gustó sobremanera, pero por fondo y por las amplias alternativas de la historia hubiera dado para una superproducción. ¿Cómo hacerlo en Argentina?
Soy simple público de cine y me apoyo mucho en los actores: Ugo Tognazzi, Marcello Mastroianni, Giancarlo Giannini, Marlon Brando, Natalie Portman, Dustin Hoffman, Al Pacino, Johnny Depp, Collin Farrell, Peter O’Toole, Ray Winstone, Ralph Fiennes, Michel Serrault, Lambert Wilson, Jean Reno, Ben Kingsley, Madeleine Stowe, Robin Williams, Uma Thurman, Christina Ricci, Dakota Fanning, José Sacristán, y muchos etcéteras. De los nuestros, destaco a Julio Chávez, Germán Palacios, Arturo Bonín, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia, por no ir más atrás. También busco a ciertos directores, por citar a algunos: Tim Burton, Ridley Scott, Sam Peckinpah, Peter Jackson, Martín Scorsese, los hermanos Cohen, Luis Buñuel, Zack Snyder, Alex de la Iglesia, los hermanos Bertolucci, Federico Fellini, Francis Ford Coppola, Luchino Visconti, Jean-Pierre Melville, Costa Gavras, Win Wenders... La lista, me doy cuenta ahora, sería enorme.
Sí me gustaría dirigir una película de mi última novela, “Crónicas de un legado hermético”, donde Collin Farrell fuera el protagonista, acompañado por Ray Winstone, Michael Nyqvist, Brendan Gleeson, Stellan Skarsgard, Max von Sydow, John Turturro, Paul Bettany, Jean Reno, Peter Stormare y los argentinos Ricardo Darín y Héctor Alterio, este último para el papel de Yabo Numac. Es un chiste, claro, pero si Mercedes Sosa viviera, haría el papel de Carmen Tulián.
***
Ricardo Rubio selecciona en 2013 textos de sus libros publicados:
Poesía:
LA RUECA
Hay un reclamo de lógica perdida en la espalda del viento.
Un reclamo de espacios y de ciencias
en la infinita sabiduría de las rocas.
Como nave cristalina
el tiempo reviste la desnudez de la tierra
y los profanos hijos del ancestro se pintan de colores
y se visten de espejos nunca vistos.
Y hay otras tantas formas de huir
Hay un llanto esmeralda
acariciando la mansedad de la montaña
donde yace el mineral con su verdad dormida.
Alguien descompuso esas semillas
y creyéndose sabio les dio una cifra,
y cifra y letra formaron extraños parásitos de papel
que no sacian nuestra honda sed de invitados sin regalo.
La claridad brota de viejas filosofías no escritas aún,
los astros nada saben de palomas ni de credos,
pero el suelo ha dado flores e insectos
y sin contarnos nos envuelve en silencio y a él volvemos.
Hay otras tantas formas de huir.
Objeto de insignes pensadores
con grandes cerebros y fortunas
y profetas, magos, monjes e ingenieros;
objeto de inútiles pisadas, de invasiones, de colonización
de intrépidos periplos alrededor de qué o de quién,
de formas y dibujos, de forzados cambios
y de lluvias atómicas que nada saben de núcleo ni de átomo.
Por eso el suelo aguantando no es sed y es amparo,
sin embargo el gemido asoma en el desierto
y el grito en el volcán.
¿Quién me dará una almeja y un balde de arena?
¿Quién me enseñará a no saber nada?
Y otras tantas formas de huir.
de “Pueblos repentinos” (1986)
El color con que atardece
(frag.)
—Sobra tiempo para dejar de rechinar,
para olvidar los temores, para dejarse vivir.
—A pesar de las arenas que caen de las manos,
no hay entre los dedos más que fantasmas.
Si late el corazón
los días que restan se ahogan de alegría.
—Ignorar el proyecto
es formar parte del espanto,
es deseo de ausencia, rechazo de ya.
...
Cuando los bosques en tierras aún indecibles
no imaginaban su follaje,
cuando el sol era un punto
con todos los puntos encendidos,
cuando los astros eran fragmentos
de un único astro incomprensible y loco,
y la molécula vibraba en la insistencia,
el escriba ya era parte de un recuerdo
en la materia,
y aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu
ni el hueso, ni el calor, ni la intemperie,
en su inercia la vida planeaba la risa de la pasión
y el cuarto oscuro de la ciencia.
Luego un hombre entrevió el roce, la fisura,
el músculo partido
por la simple disolución de la franqueza.
Y gimió.
de “El color con que atardece” (2002)
**
LA LLEGADA
Del mes de mayo, del ámbar,
bajo la sombra de avellanos ungidos al amanecer,
a once pasos del pasmo que la noche extiende detrás
de gravísimas voces en pregunta,
urdido entre sueños por la fiera del instinto
cuando rebate páginas en la fronda de sal,
nací al sol de una diosa blanca
y de tres mujeres de mi estirpe
coronadas por los signos,
donde tres veces tres es el pan de la armonía.
Dejé en el umbral los collares húmedos,
la costumbre del silencio y mi condición de pez.
Eduqué la mirada en los ojos de mi madre
y crecí con las friegas del roble entre los vivos.
Repetí los versos que agitan el fuego
y bebí la miel de las bellotas con jarabe de muérdago
entre paños blancos.
La Dama Encantada disipó la bruma
y entre aromas de moras silvestres,
palán palán y azafranes intensos,
las olas de purificación ordenaron las esferas.
No fui un ángel entonces sino un simio desnudo
a orillas del mar.
de “Entre líneas de agua” (2007)
Minicuentos (de “Minicuentos Grises”, 2009):
LA OTRA TIERRA
Sentía rechazo por las ideas de los adultos de las que no quería saber nada. Sus diecisiete lo vestían de huesos largos, buena nariz y barba rala. Pensaba o creía que pensaba en la estafa de sus mayores y en la de los mayores de sus mayores, y esa mañana decidió cambiar para seguir siendo el mismo.
Dejó una carta a su madre, con la que intentó superar el miedo a necesitarla; pensó que a su padre no le importarían dos manos menos, después de todo, también se llevaría la boca. Para sus hermanos, no tuvo ni el destello del desgano.
Partió hacia las aventuras del ruido y la melancolía; durmió en lechos de silencio y extrañó las tibias manos con tisana y las madrugadas con labios y sonrisas. Supo entonces que sólo el acto destina, pero ya tenía treinta y no sabía aún si las voces de los hombres concordaban con sus manos.
Capituló la dicha, capituló la pena; y la pena y la dicha se fueron con él, tiempo después, cuando lo crucificaron.
LA VISITA
En 2050 entré a la casa y la presencia de las moscas no podía más que predecir una desgracia. La puerta estaba abierta, pero el residuo de antiguas alegrías se había diluido como el sopor de la sopa lejana que era ahora el recuerdo de un vaho húmedo y musgoso. Sólo había cáscaras olvidadas por la Parca, que siempre recuerda.
La que fuera una mano yacía despojada de sus nervios, de sus poros, de sus líneas premonitorias que acaso presagiaran mi presencia, la extinción del viejo y las moscas que sobrevolaban los huesos, tal vez hasta el anillo que jugaba en la falange, oscurecido a pura sombra. Las cerdas grises, largas y ralas, vueltas sobre sí, se escurrían sobre las baldosas también grises. Un libro de Anohuil hundía las costillas; recuerdo ese libro que aún no leí. Las moscas no tenían un pretexto salvo el cuchicheo, ningún propósito más que la curiosidad múltiple de sus múltiples ojos.
La podredumbre había terminado años atrás, cuando la soledad del anciano empezó a disimularse en una masa quieta, primero esponjosa, brillante después y finalmente cenicienta y seca.
Ni rastros de los sueños de aquel hombre ni trazas de sus trazos ni visos de sus vicios; ninguna pista de la dicha de los posteriores gusanos, sólo la presunción de algunas bacterias inertes entre olores muertos.
Y las moscas siguieron riendo mientras me iba, ignorando la futilidad del futuro, diluido, sí, pero tejiéndose sin fin.
Salí de mi casa y volví a 2010.
BIENES GANANCIALES
El fotógrafo congeló los ángulos de la escena; la casera gorda gimoteaba ya cansada de gritar. Mi superior era un cretino que repetía las palabras de un folleto, como creyéndolo. Me miró, yo miré a los agentes, y estos a la gente amontonada del otro lado del cordón.
El muerto interrumpía el paso por la vereda y lo que fuera su vida se secaba lentamente sobre las baldosas amarillas. El forense se calzó los guantes, alzó los anteojos y revisó el cadáver mientras sorbía un resto de café. En el tajo del extinto se leía cierto rigor, una hendidura tranquila, una profundidad económica y precisa. Pusieron una cinta alrededor del tugurio, una línea en torno al cuerpo y un título al expediente.
El finado tenía tres garitos en Belgrano, un sauna en Flores y una venta de fatay en La Salada; todos sabíamos que dejaba sin trabajo a una docena de matones y un lugar vacío en la cama de una rubia de edad imprecisa que años atrás expusiera sus cuartos en publicaciones baratas.
El esbirro principal del fiambre, su espalda, su “sí señor” y su probable asesino, estaba entre los curiosos. Era un punto conocido que me debía una; lo miré a los ojos y me devolvió el gesto con el vago vacío de los gatos tranquilos. Supe inmediatamente que él supo lo que había hecho. Giró sobre sí y a paso apacible se alejó por la avenida girando en la bocacalle.
Salí sobre su espalda ignorando los gritos del oficial. Al llegar al cruce, ya no estaba, o quizá sólo dije que no estaba. Si encontraran el potrero y lo desenterrasen, verían que su garganta tiene un tajo en el que se lee cierto rigor, una hendidura tranquila, una profundidad económica y precisa. Yo, en cambio, ahora tengo tres garitos, un sauna, una rubia sin prejuicios y una venta de fatay. Ah, y conservo un rango al que se le hace la venia.
Lomas del Mirador y ciudad de Buenos Aires, Ricardo Rubio y R. R., junio de 2013.
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islanegra a las 16:02 · Sin comentarios
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03 de Agosto, 2012
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La necedad de vivir sin tener precio
Por Ana Carolina Savino
De conversación con Silvio Rodríguez, uno los artistas más influyentes de las últimas décadas. Por su poesía, por su música, por su opción clara y firme de involucrarse críticamente con los tiempos y el lugar en que nació y elige para vivir. Como dijo en la canción “El necio”: “yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui. Allá Dios, que será divino. Yo me muero como viví”.
Viviendo y haciendo
Silvio Rodríguez viene llevando a cabo uno de los proyectos que más me han emocionado en los últimos tiempos: por su sencillez, por la profesionalidad con la que trabaja y, sobre todo, porque demuestra una vez más que es tan importante lo que dice como lo que hace.
Desde hace un par de años, junto a los compañeros que integran los estudios Ojalá, visita los barrios más populares de La Habana realizando conciertos, en los que involucra a otros artistas y a través de los cuales también se dejan materiales de lecturas del sello Ojalá, el Instituto Cubano del Libro, la UNEAC y el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.
Sencillamente lleva el arte a las calles y casas de mucha gente que nunca pudo verlo en vivo pero que corea sus canciones, esas con las que crecieron, aunque muchas veces no suenen en sus hogares a diario ni Silvio esté entre sus músicos preferidos.
En una de esas maravillosas tardes en el barrio Mambí-Loma del Indio de Guanabacoa vi como una abuela se acercó con su paso lento por la artritis y le dijo suavemente: “Silvio de Cuba. Silvio del mundo, permítame estrechar esas manos que tan hermosas canciones han escrito”.
En otra jornada inolvidable, de camino hacia Ojalá para encontrarnos con Silvio, junto a los músicos argentinos Leonel Capitano y Joel Tortul, y al poeta Víctor Casaus, director del Centro Pablo, pensaba en cómo sería la charla, el lugar, el tiempo y en la ansiedad por compartir este encuentro sucedido en una calurosísima siesta en la bulliciosa Habana que de pronto se silenció cuando Silvio comenzó a hablar: sereno, inteligente, de palabras justas y acertadas. Atributo, quizás, del paso de los años, de su propia sabiduría o de ser un aprendiz de brujo. O de todo eso junto.
Sobre la canción
“La canción es parte de la cultura humana y juega un papel de diversión, de indagación. En muchos sentidos se relaciona y acompaña la vida de la gente. La canción no siempre es igual. Hay veces que evoluciona y otras en que también involuciona, pero siempre está presente de una forma o de otra. Hay momentos de la historia en que la canción, si hay predominio de lo comercial, es un poco más oscura o menos reveladora. Más cómplice del establishment.
Pero hay momentos de la historia en que la canción se rebela contra todo; depende de quién haga la canción y de para qué lo haga. Siempre es muy importante saber quién hace la canción, y para qué la hace. Hay gente que ni se pregunta, que agarra la canción por puro disfrute estético, cosa que yo no crítico ni mucho menos, porque también ese disfrute es necesario.
A mí me tocó hacer canción en medio de un proceso revolucionario, en medio de un cambio fundamental que se estaba realizando en aquellos años 60 en Cuba y eso me marcó, me concientizó, me hizo participar de todo aquel proceso de cambio muy activamente y lógicamente me tocó vivir una vida muy interesante en ese sentido. Una vida que cuando empecé a cantarla se transformó en las canciones que yo canto”.
Sobre la juventud cubana de hoy
“La juventud cubana de hoy es diversa, es una juventud que creció en un país donde todo era del estado y el estado tenía la responsabilidad de dárselo todo. Poco a poco hemos ido descubriendo que esa forma de ser no garantiza, como se creyó al principio, que todos los aspectos de la sociedad funcionen como debieran funcionar. Y ahora estamos reconsiderando ese fenómeno a nivel social, lo que implica un cambio de mentalidad y de realidad bastante grande.
Tenemos una juventud que por una parte tiene la conciencia de estar en un país con muchas dificultades y que tiene influencia de cómo es la vida en otros lugares del mundo, porque hoy en día la información viaja con mucha velocidad de un lugar a otro. Es una zona de la juventud que sabe, que más preguntas se hace y que trata de profundizar en el origen de los problemas que tiene. Y hay otra parte de la juventud, como las juventudes de todos los lugares, que se hace menos preguntas o que es menos profunda y entonces asume la vida con más superficialidad”.
Sobre el afuera
“Es probable que haya muchachos que se den cuenta que afuera también hay carencias, pero yo pienso que los que deciden irse, que por cierto son muchos más de lo que a mí me gustaría que fueran, realmente no piensan en esa segunda parte. O piensan que van a ser los afortunados, porque eso también es una lotería. Y todos piensan que se la van a sacar. Pero después llegan las multitudes allá y solo hay dos o tres que se sacan esa lotería. Y ahí empiezan las angustias y los problemas: adaptarse a aquella otra realidad que no es ni siquiera la propia, querer regresar a Cuba. Por eso hay la necesidad de revisar nuestra política migratoria porque hay mucha gente que se ha ido equivocada y que si tuvieran la posibilidad de regresar con facilidad lo harían. Son muchos los que quieren regresar”.
Sobre el arte y el pago
“La postura ahí es de acuerdo a lo que cada cual tiene y a la situación de cada uno. Yo me acuerdo que cuando yo empecé a tocar y a hacer canciones, para mí era mucho más importante que se escucharan mis canciones a que me pagaran. Entonces, en cuanto te oyen un poquito empiezas a modificar esa forma: uno quiere que se escuchen las canciones pero también que las paguen. Y llega un momento, en que quizás sea el colmo de lo negativo, en que te atrincheras en una absurda posición de que si no me pagan, mejor que no escuchen mis canciones. Ahí está un poco todo el espectro de ese drama, ¿no?
Cuando yo tenía unos 15 años, iba a visitar a un viejo, espiritista por cierto, que se llamaba Tomás Mendoza. Él no cobraba por la consulta, él te arreglaba la vida o hacía el que te la arreglaba, pero no cobraba ni un centavo. Y decía que si la naturaleza le había dado un don gratis a una persona, entonces esta no tenía derecho a cobrar por ello. Vaya principio. Es extraordinario. Quizás porque yo aprendí eso tan temprano fue que comprendí la lógica extraordinaria que tiene esa manera de razonar y no he tenido conflictos grandes con eso. Aparte de que he sido una persona muy afortunada porque empecé a cantar sencillamente con ganas de que escucharan mis canciones y un buen día me di cuenta de que encima de escuchar mis canciones, me pagaban.
Por supuesto no todo el mundo es tan afortunado, ni todo el mundo se convierte en alguien que tiene la suerte de que le paguen por hacer lo que le gusta.
Aquí hubo un evento de cultura en el año 67 en el que yo planteé que por qué se cobraban los derechos de autor si en definitiva el Estado se estaba haciendo cargo de todo y además con un sueldo todos podíamos vivir. Yo tenía en ese momento 20 años y acababa de salir del ejército. Me había pasado los últimos tres años viviendo con 7 pesos. Y yo pensaba que con eso se podía sobrevivir: el ejército me daba techo, me daba comida, me daba ropa, y encima me daba 7 pesos para que me lo gastara en helados, que era lo que mí me gustaba comer en aquella época.
Era un razonamiento algo simplista porque la vida no es así exactamente. Luego la gente se casa, tiene hijos y empieza a tener necesidades que cuando uno era joven no tenía. Sobre todo en países donde tienes que pagarlo todo, donde no eres dueño de tu techo como aquí, en donde la escuela no es gratis, donde el uniforme no te lo regalan y donde los libros los tienes que comprar, y en donde la luz y el agua son carísimos y donde todo es mucho más complicado. Entonces es una persona que vive en una sociedad donde todo hay que pagarlo, pues tiene derecho a pensar de otra forma.
Este es un asunto que hay que verlo donde está el hombre, en su entorno, su realidad, por qué piensa como piensa. Entonces no es tan sencillo, hay gente que le representa la supervivencia el hecho que le paguen cuando se escuchan sus canciones.
Yo conozco autores que eran pobres, que no eran grandes compositores sino que hacían melodías y les hacían letras y luego alguien se las armonizaba. Pero de pronto tenían una canción que era la que pegaba, se la cantaba un gran cantante y entonces era Fulano: “el autor” de tal cosa. Y más nunca había hecho otra canción a la que le hubieran hecho caso, pero esa única es la que los mantuvo a él y a su familia durante toda la vida.
Entonces todo eso hay que verlo a la hora de juzgar este problema, no creo que se pueda juzgar con sencillez porque es un problema complejo.
Sobre sus creaciones
“Yo he compuesto más primero a partir de la música que de las letras. Creo que las mejores cosas que me han salido fue cuando he compuesto música y letra al mismo tiempo. Cuando la música me ha salido con palabras. Y eso es porque he tenido tiempo para dedicarle a eso que estoy haciendo. Casi siempre que he tratado de musicar textos no me quedan muy bien. No tengo mucho talento para eso, me parece. Es muy difícil, luego me tengo que partir la cabeza porque es peliagudo a veces ponerle letra a una música. A veces te pasa que tienes una música que tiene un aire tal y un ambiente melodioso en modo menor, por ejemplo, y a eso difícilmente puedes ponerle una letra que sea muy alegre, ¿no? Tienes que buscar unas palabras que se adecuen, que se junten con la música y que tengan cierta armonía, cierta correspondencia. De ahí que yo a veces haya tenido que escribirle a una melodía varias letras”.
Sobre el tango y la chacarera
“Estoy oyendo tango desde que nací. Cuba es un país de una gran tradición tanguera. También fue muy fuerte la incidencia del tango en el cine argentino de los años 40 y 50, que se puso mucho aquí en Cuba y eso fue parte de la formación del Silvio niño. La gente de mi edad creció viendo y oyendo a Hugo del Carril, a Carlos Gardel, a Libertad Lamarque, a Mirtha Legrand, que habrá tomado el camino que habrá tomado pero que es una referencia de mi infancia y de gran parte del pueblo cubano, por eso cuando vino aquí multitudes la fueron a ver. También los Cinco Latinos que ya aparecieron en un momento en que estaba influyendo el rock, el slow rock, el calipso y todo ese mundo de los años 50.
Me parece muy bueno que haya un rescate del tango. Hubo un segundo gran momento que tuvo el tango, con el Polaco Goyeneche, con Susana Rinaldi, con Piazzola, e inmediatamente después de eso vino la dictadura y empezó a aparecer y a tomar fuerza el rock como expresión de los jóvenes, más contestataria. Y también la canción tradicional argentina, la milonga, la zamba y al rescate del folclor se le vio incluso como una actitud política, el rescate de lo autóctono, de lo profundo.
Lo que sí me parece importante es que estén rescatando el tango, porque dentro de todo ese movimiento contestatario, que retomó tanto lo folclórico como lo foráneo, nunca sentí que estuviese el tango, porque el tango siempre fue como una cosa excluida, separada. Hubo como un repliegue ahí.
Hay elementos de las chacareras que, con unos pocos acentos diferentes, están en la rumba cubana o en el folclor cubano. Ese 6 x 8 de la chacarera también tú lo puedes transformar en otra cosa, si acentúas en otro puntico. Sucede lo mismo en un toque de batá. Entonces, a veces lo que diferencia un ritmo de otro es la agógica, o es apenas en dónde pones el acento. A veces son sutilezas las que determinan si se parece más a un ritmo o a otro.
Por ejemplo, nosotros “La maza” y “Ojalá” no las hacemos como chacareras, porque está la cosa negra”.
Sobre las características propias de un género y la predisposición del mensaje literario
“Esto es una cosa tan amplia que dar recetas es muy riesgoso. Cada cual lo asume de acuerdo a sus características. A mí me funcionan más los modos, las tonalidades y, sobre todo, cuando establezco ciertas combinaciones, ciertas secuencias armónicas, aunque trato de no seguir patrones para que las canciones no se parezcan entre sí. Pero es inevitable que haya relaciones entre un aporte y otro, porque siempre las hay. Y, a veces, esa relación primigenia que hay entre un acorde y otro a mí me puede sugerir, por lo menos, por dónde van los sentimientos. Después vamos a ver por dónde van los pensamientos”.
Sobre las esperanzas, el mundo, los sueños y las pesadillas
“Mientras haya mundo y vida hay esperanzas. Y espero que no sea necesaria una invasión extraterrestre para mejorarlo.
Para hacer de este mundo un lugar mejor, habría que pensar en un lugar con y para todo el mundo. En un sitio diverso. Acaso como lo es el mundo en que vivimos, lo que con más comprensión del otro y con más solidaridad. Quizá pudiéramos empezar por dejar de engañarnos con muchas cosas inútiles que nos preocupan y nos ocupan, buscar mejores contenidos a la existencia.
Ver sonreír a un hijo es lindo. Que otro cante lo que uno inventó, también.
Soñar con vampiros da miedo”.
Fuente: Boletín Memoria No 152 / Centro Pablo
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islanegra a las 05:29 · Sin comentarios
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27 de Mayo, 2012
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El universo creativo de Lina Zerón
-segunda parte-
por Carlos Esteban Cana
En esta segunda parte develamos detalles importantes en la trayectoria de esta autora mexicana. Ligada de diversas formas a Puerto Rico, ya sea a través de varios poemas o con la amistad que le une a escritoras y escritores boricuas, Zerón pasa revista sobre diferentes etapas en su vida. Por lo anterior, conocemos cuáles fueron los primeros libros en sus manos, cómo se acerca a la poesía, por qué su nombre inicial como autora cambió en París. Nos detenemos brevemente en cada uno de los títulos que conforman su obra, rememoramos algunos acontecimientos que gestó durante tres lustros de intensa presencia cultural, y también hablamos del presente, ciclo creativo caracterizado por una rica actividad interna de mayor sosiego.
Pasión, vivencia y conocimiento: El universo creativo de Lina Zerón -segunda parte-
CEC: Háblame ahora de ti… de tu vida… de las tardes cuando eras niña… de los primeros libros… del proceso de secundaria
Lina Zerón: Soy la tercera de cuatro hermanos. Mi padre consanguíneo murió cuando yo tenía 6 años. Mi infancia fue muy difícil ya que de un jalón perdimos padre y madre porque el trabajo copaba todo su tiempo. La pobre abuela de casi 70 años tuvo que hacerse cargo de cuatro diablillos.
Tanto la primaria como la secundaria fui la niña de los dieces, amaba la escuela, bueno, siempre. Hacer tareas. Todos mis apuntes los pasaba en limpio y era súper traviesa. Si no fuera por mis calificaciones, me hubieran corrido de la secundaria.
En tercer año descubrí que era bonita y dejé de ser un tanto “machorra” para ser más femenina. Estaba acostumbrada a jugar con mis hermanos hombres, futbol, beisbol, lucha en patines, todo lo que fuera de hombre, incluso usaba el cabello tan corto como ellos. Mi hermanita, a la que adoro, era tan femenina que me caía mal y como castigo mi abuelita me ponía a jugar a las muñecas con ella. Un día le formé todas sus muñecas en la jardinera de la casa y las maté con una basuka, de juguete, claro. Me tocó una de tantas palizas.
A los 8 años mi madre me dio el primer libro para leer: Fábulas de Esopo, luego, Mujercitas, La edad de la inocencia y creó un hábito de lectura. Ella escribía poesía y yo comencé a hacer mis pininos a los 11 años pero desde los 8 concursaba declamando y casi siempre ganaba. En la Secundaria vendía cartitas de amor o poemas a un peso y me compraba una soda y un chocolate.
CEC: Y después, que tan fácil o tan difícil fue esa época…
LZ: La prepa fue un trago amargo ya que mi mamá se volvió a casar, cuando yo tenía 15 años, con un militar que nos trató de controlar como soldados y chocamos muchísimo con él. Ahora lo amo como a un padre pero tuvimos que adaptarnos todos a la nueva situación. Mis calificaciones bajaron de 10 a 8.9. Sufrí mucho por los celos de las compañeras y el acoso de los chicos. Todo esto me descontroló, no quería ir a la escuela.
CEC: Hablemos ahora de tu etapa universitaria…
LZ: La universidad fue la etapa más maravillosa de mi vida en cuestión de escuelas. Retomé mis ganas de estudiar, con todo. Los tres primeros semestres los pasé en el área de arquitectura e ingeniería. Mis calificaciones volvieron a ser muy buenas. Estudié Relaciones Internacionales. Yo quería ser Médica pero no había cupo en esa carrera así que el novio que tenía en turno, me inscribió en Relaciones, ya que yo estaba trabajando mientras llegaban mis documentos.
Comencé a trabajar en la mañana, de 8 a 5 y de ahí salía corriendo a la universidad que era de 17 a 22 hrs. Un cambio total porque en el turno vespertino los compañeros eran mucho más maduros que los de la mañana.
Cuando salí de la universidad me contrataron en la Dirección de Posgrado como asistente A, B y luego como jefa de servicios escolares y ahí conocí al que hasta la fecha es mi esposo. Fue a pedir informes para un amigo y nos gustamos. A los 15 días ya estábamos viviendo juntos y luego nos casamos. Tuvimos 3 hijitos, ja ja. El oficio más difícil de la humanidad, ser padres.
CEC: Háblame ahora del oficio… cómo te acercas al poema…
LZ: El poema se acerca a mí, no yo al poema. Es algo muy lindo y extraño, puedo no escribir un poema durante 15 días o un mes y de pronto, todas las vivencias que he tenido, visto, he sido testigo, se agolpan en mi interior y comienzan a salir de un jalón y escribo y escribo hasta que me agoto. Luego los dejo descansar y los voy abriendo de a poco. Los reviso, los corrijo, los leo en voz alta y cuando ya estoy segura, en ese momento, los doy para publicación.
CEC: Me puedes hablar de lo que es poesía… para qué sirve… cumple algún rol…
LZ: La poesía para mí, es pasión, vivencia y conocimiento. Y siempre parto de estas premisas para escribir. La poesía es para los ciudadanos de a pie. Nunca derrocará un gobierno ni detendrá una guerra pero sí denuncia, presta sus palabras a otros para que se expresen, mueve corazones.
CEC: ¿Qué te apasiona leer? ¿Cuáles fueron esas lecturas que te marcaron?
LZ: Me gusta mucho la poesía contemporánea, la que se gesta en este momento. Los clásicos ya los leí hace mucho y me sirvieron en su momento. Pero lo que me apasiona es leer todos los libros que me regalan cuando voy a los Encuentros de poesía, esa es la más fresca, lo verdaderamente actual.
Oliverio Girondo es uno de mis poetas preferidos. Lao Tse, Kavafis, Sabines, son muchos los poetas que he leído. Desde niña los románticos hasta los completamente desconocidos para otros. No me siento influenciada especialmente por alguno. Tal vez a los 15 años por Neruda, Sor Juana, pero a medida que he ido encontrando mi estilo, mis lecturas van cambiando.
En cuestión de narrativa, ya que me gusta escribir novela y cuento, leo sólo lo que me atrae. Si un libro no me atrapa en las primeras 50 páginas, lo cierro y comienzo otro. Me gusta mucho la literatura policiaca, la de suspenso. Las historias de amor, prefiero vivirlas.
CEC: Cómo se describe una mujer escritora como tú con respecto al ambiente literario
LZ: Soy una mujer muy apartada de los grupos, las camarillas literarias, no me gusta que me cataloguen en ninguna corriente ni como parte de nada. Soy un ser libre en todos los aspectos. Yo tomo mis decisiones, no siempre son las mejores pero son mías. Soy bastante ermitaña. No me gusta ir a las presentaciones de libros. No me gusta presentar mis libros. Prefiero que me inviten a leer mi obra en colegios o asistir a los Festivales.
CEC: En qué etapa te encuentras ahora
LZ: Antes tenía apuro por publicar, por ser reconocida. Ahora quiero descansar del torbellino en el que he vivido los últimos 15 años. Necesito paz y silencio, incluso he cambiado mis números de teléfono para que nadie me llame y pueda disfrutar el estar sola, sin visitas. Sola con mis pensamientos, mis libros. Disfruto mucho la naturaleza, el mar, amo el mar.
CEC: Dime, cuando escribes, hay alguna sensación que motive la creación
LZ: Sólo escribo cuando tengo deseos, o cuando sufro. Normalmente si estoy feliz y disfrutando de la vida, prefiero centrarme en ello y no distraerme en otras cosas. Cuando comienzo a escribir es difícil parar, como cuando un libro me atrapa. Soy capaz de no dormir con tal de terminarlo.
CEC: Tu poesía también tiene ese hálito de conmoverse ante el dolor ajeno, situación que también coloca, en ocasiones al poeta en una encrucijada propia; manejar el dolor no es fácil
LZ: Hace como un año dejé de estar informada de lo que pasa en el mundo. Sufro tanto con las noticias que ya no veo televisión, no leo periódicos y trato de no enterarme. Era tanto lo que sufría viendo a los niños acribillados, o abusados en cualquier forma que tuve una depresión fuerte. Ya lo condené en el papel, pero por salud mental y emocional, no quiero enterarme de nada. Tal vez es una estupidez pero no soporto el sufrimiento ajeno.
CEC: Hablemos ahora de tu obra, libro por libro. Comencemos con tu primer poemario publicado en 1996, titulado Luna en abril, poemas
LZ: Luna en abril, poemas, es el primer libro que me editan en el que se recupera poesía de mis inicios en la adolescencia, mi primera juventud, mis deseos íntimos. Y ya se nota mi espíritu, mi compromiso en la defensa de los derechos de la mujer y con mi país. No hay un hilo conductor ya que son poemas de diferentes edades.
CEC: En 1997 publicas Luna en abril, sueños
LZ: Luna en abril, sueños, es prosa poética. Son pequeños relatos de todo tipo, sobre todo amorosos y donde comienzo a desarrollar el erotismo en mis escritos. También de varias edades. Tenía mucho escrito desde jovencita y la editorial del Centro de Investigación y Estudios Nacionales me contactó para iniciar su colección de Literatura, con lo mío.
CEC: En 1998 culminas esa trilogía con Luna en abril, cartas
LZ: Luna en abril, cartas, es el complemento de la trilogía de mis escritos a partir de los 15 años y que el CIEN divide en tres. Así surgen: poemas, sueños y cartas. En este libro hay prosa más directa y contiene misivas de todo tipo: amorosas, a mi padre muerto, a mi segundo padre, a un maestro, un(a) amigo(a). Desarrollo más mi buen sentido del humor en este libro.
No pensé que fuera a suceder mucho con estos tres libros y no tuve la precaución de guardar ni un solo ejemplar y resultó que Luna en abril, poemas, el primario o más primitivo, como lo llamaron en aquella época, logró vender 3mil ejemplares en 9 meses en los exhibidores de unos restaurantes de México.
CEC: A finales de esa década, la última del siglo XX, en 1999, circula tu libro La spirale du feu, Espiral de Fuego.
LZ: Siento que con este libro di el salto ya que alguien que compró mi libro de Luna en abril, poemas, lo llevó a París. Se lo muestra al que en ese entonces era el Director del Instituto hispanoamericano de cultura, a quien le gusta la frescura de los poemas y hace contacto conmigo. Me hace la proposición de que el próximo libro, que todavía no tenía nombre, me lo traduzcan al francés y aparezca en París.
Hago maletas, viajo a París -1998- a conocer al traductor, al contacto, a mi anfitriona y a los de la editorial. Acepto su proposición de mudarme unos meses a París, cosa que exigió el traductor, para poder llevar a cabo el libro bilingüe. Yo, casada, con tres hijos pequeños, tuve que enfrentarme a la situación de combinar mis tareas de mamá, esposa y administradora de mi casa, mis clases, para perseguir mi sueño. Consigo una buena negociación con mi familia y me mudo 7 meses a París.
Ahí fue donde mi nombre inicial como escritora cambió de Lina De Mendoza en los primeros libros a Lina Zerón, ya que las compañeras latinas me hacían burla por el “de”. Todas ellas libres y feministas, sembraron la semilla de la liberación de espíritu y fue que adopté mi nombre de soltera para escribir: Lina Zerón.
El libro se termina de traducir en 1999, se edita en L’Harmattan y se sigue vendiendo por internet. En París conocí gente muy valiosa de quien aprendí mucho. Tuve una especie de “tutor”, Jorge Tafur, que me daba lecturas y lecturas. Me preguntaba como si estuviera en el colegio, revisaba mis poemas. Los que no le gustaban los arrugaba y los tiraba al suelo. Y yo, perceptiva de que era el camino correcto, acepté el reto de trabajar con un hombre tan enérgico y disciplinado para la literatura y reescribía las metáforas, pensaba en los adjetivos, los recursos literarios. En fin, todo lo que él me enseñó lo aproveché y mi vida cambió de la mamá de los güeritos, la esposa del Ing. Mendoza, la hijita del Mayor Zerón a la poeta mexicana, Lina Zerón.
Al salir publicada en París y comenzar la promoción del libro, fui incluida en antologías como: “Latinas en Paris” y muchas más. Así que el resto de mi producción se realizó en Europa ya que en varias lecturas había alguien de otro país al que le gustaba mi poesía y me invitaba a traducirme o a un Festival. Y me traducían 15 o 20 poemas para que pudiera asistir, como fue el caso de Alemania, Suecia, Francia, Yugoslavia, Italia.
Luego me tocó Suramérica. Comencé con una invitación a un Encuentro en Brasil y de ahí me invitan a La Habana al Festival de poesía, donde me escuchan poetas del mundo ex socialista y comienzo a viajar invitada a otros países como Rumania, Hungría, Checoslovaquia. Me convertí en la poeta errante, así me llamó el poeta Oscar Wong en un ensayo que hizo sobre mi poesía cuando me descubren en México en 2001. Y me invitan al Primer Encuentro de Mujeres Poetas en el país de las nubes y me piden contactar a poetas de otros países. Todo un cuento de hadas.
CEC: En el 2000 publicas Rosas negras para un ataúd sin cuerpo
LZ: Este poemario surgió de una forma simpática. En aquel entonces, 1999, yo dirigía una página web que se llamaba ENTRE AMIGOS, y me fui conectando con otros portales, incipientes, como el mío, pero que nos unía el amor a la literatura y quedamos de conocernos en 2000 en Barcelona, donde vivía el Director de Mizar, una publicación muy grande. Yo me encontraba en París cuando me llegó el momento de ir ya con el nuevo libro. Poesía más que nada de desamor y compromiso social y “Stel Blau” me lo publica.
CEC: En el 2002, sale tu poemario Moradas Mariposas, quizás uno de tus libros más conocidos…
LZ: Moradas Mariposas, es uno de los poemarios que más se ha traducido y vendido ya que en este viene por primera vez mis poemas: UN GRAN PAÍS y CORTESANAS, por el que fui conocida en Cuba y de ahí, recomendada al Festival de Suecia y otros más. Es un libro que amo porque comienza a marcar un estilo en mi escritura y a partir de éste, es que mis libros tienen mucho contenido feminista y de compromiso social, amén de lo amoroso y erótico. Ha sido como mi otro libro amuleto después de Spirale du Feu.
CEC: Con un sugerente titulo etílico publicas en el 2003 Vino rojo
LZ: Vino rojo es el primer libro solamente con el tema del amor, desamor, erótico. No meto poesía feminista ni de compromiso. Fue el segundo lugar del Premio Mellia de España. Se tradujeron varios poemas a otros idiomas y se musicalizaron 3 en Montevideo, Uruguay, junto con otros 3 de Moradas Mariposas.
CEC: Qué me dices de Un cielo crece en el fondo de tus ojos, del 2004
LZ: Sólo tengo un ejemplar de Un cielo crece en el fondo de tus ojos. Me lo pidió una editorial de Lyon, Francia, “La Barbacane”. Era un poemario de amor. Me invitaron a la Feria del Libro de la ciudad y no volví a saber de ellos.
CEC: En el 2005 publicas no uno, sino dos poemarios Nostalgia de vida y Ciudades donde te nombre
LZ: Nostalgia de Vida, son poemas de amor y también familiares. Es el primer libro donde le dedico un poema a cada uno de mis hijos, mi abuela, mi madre, padre, mi esposo. Digamos que es más vivencial que los otros.
Ciudades donde te nombre, fue todo un reto para mí porque es el único libro temático que tengo. Voy recorriendo con poesía, algunas de las ciudades del mundo donde he estado, los mezclo con el amor, la corrupción, el tráfico. Este libro me gusta en especial porque me costó mucho trabajo desdoblarme y escribir algo que significaba un reto para mí.
CEC: Dos años después, en Consagración de la piel, empiezas a experimentar con poemas más largos.
LZ: Consagración de la piel, salió publicado primero en Barcelona, “Atenas”, y luego en Cuba. Considero que en este libro alcanzo ya mi madurez como autora. Mi estilo se define bien y consigo escribir poemas de largo aliento. Poesía amorosa, con imágenes completamente renovadas y distintas a las que había escrito en los otros libros. Amo este libro porque me atreví a escribir poemas de 3 o 4 páginas, sin perder el hilo, conservando la emoción y la trama.
CEC: La primera década del siglo XXI la culminaste con dos antologías: Música de alas al viento en el 2008 y, un año después, Mágicos designios
LZ: Música de alas al viento y Mágicos designios, son dos compilaciones de poesía amorosa que me editaron, la primera en la FES Zaragoza y la Segunda en Morelia. La particularidad es que ambas selecciones tienen poemas que tenía inéditos y son distintos en cada libro.
CEC: El primer poemario que publicas en esta década, Las entrañas del viento, del 2011 transitas nuevamente por la poesía amorosa pero también incorporas otro tipo de poesía
LZ: Las entrañas del viento es un libro que me tocó escribir para exorcizar el dolor físico. Me habían operado y no podía moverme. Al mismo tiempo mi padre ha estado luchando contra el cáncer. Cumplí 50 años y de pronto sentí que me quedaba poco tiempo, que no es lo mismo pensar en 40 años que en 20. Así que la poesía, un tanto torturada, habla de eso, del dolor, la aceptación; hablo mucho de la muerte, y también tiene dos capítulos de poesía amorosa.
CEC: Y ahora andas de fiesta con tu nuevo título, Liberen a los delfines
LZ: Liberen a los Delfines. Salió este 2012 en La Habana, en el Festival de poesía. Es una selección de mi poesía erótica pero también trae varios poemas inéditos que sólo están en este libro y se presentará en Mayo en el Festival.
CEC: Hablemos ahora brevemente de tu obra en prosa. Aunque tus dos primeras novelas, Posdata para Ana publicada en el 2003 y Detrás de la luz, en el 2007, se llevan cuatro años de diferencia, en realidad fueron gestadas de forma simultánea
LZ: Ambas novelas las fui escribiendo al mismo tiempo, incluso en Detrás de la luz se hace referencia a un capítulo de Posdata para Ana. La primera abordó el tema del enamoramiento por internet, que cuando la comencé en 1999, aún estaba en auge esta modalidad. Y Detrás de la luz es una novela bastante política. Contiene siete historias distintas que confluyen en el final.
CEC: Con el género del cuento te ha ido excelente, llevas cuatro ediciones de Minicrónicas de Listón y otros cuentos, un libro que publicas en el 2007
LZ: Minicrónicas de Listón y otros cuentos es un libro que escribí cuando me operaron de las rodillas. Tuve que estar en cama dos semanas completas, así que se me ocurrió aprovechar el tiempo y escribir mini cuentos e incluí otros que ya había comenzado y terminé igual, en la cama. En total me llevó tres meses escribir este libro que ha tenido una recibida tan buena que, en la presentación del libro en la Universidad de Puebla, una Académica rusa me lo pidió para traducirlo. Ya se presentó en la Universidad de Puebla y en Ukrania. Lleva 4 ediciones. La primera en “Nido de Cuervos” en Perú, 2 en México y la rusa.
CEC: En el 2010, con Memorias de Claude Couffon te lanzaste a la aventura de publicar lo que se conoce como una novela biográfica. De qué se trata ese experimento híbrido y creativo.
LZ: Memorias de Claude Couffon es una biografía novelada acerca del gran traductor Claude Couffon, quien me invitó en el 2002 a ser la poeta de honor de Bretaña, Francia, en los talleres de traducción que él dirigía. Durante dos años convivimos mucho para realizar las traducciones con los alumnos de los colegios y así surgió el libro.
CEC: Y el año pasado le regalaste a los lectores Mamá Lolita, una novela que tiene cierto carácter histórico
LZ: Mamá Lolita, mi más reciente novela, es una historia de sobrevivencia de la Abuela Lolita y la gente que vivió los embates del Indio Inés Chávez en Cotija de la Paz, Michoacán. Tiene gusto a novela histórica sin llegar a serlo, ya que es la historia de un pueblo y sus habitantes desde el cambio del siglo XIX al XX.
CEC: A nombre de los lectores de En las letras, desde Puerto Rico te agradezco, Lina, por el tiempo que has dedicado a revisitar tu obra con este servidor; por reflexionar acercar de lo que implica el oficio poético y la creación.
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no se vende ni se compra ni se alquila, es publicación de poesía y literaturas. Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra también es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía. |
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