por Carlos López Dzur
al Comandante / Presidente Daniel Ortega
El sutil Ángel Hechicero de la muerte —«vestido con estola nacarina»,
«brillante como el ébano bruñido»— rondaba el hogar de José de Jesós,
ex-Alcalde. Era la madrugada del 24 marzo de 1898, cuando volvió a
soñar con la Cacica. Ella le ofrecía «el hombro esclarecido / los
bucles de su riza cabellera» y, sobre todo su voz llena de sueños...
El se reclinó en el hombro. La fiebre desaparecía con el reacomodo de
su cabeza en su piel.
¡Qué mejor almohada de sus hombros!
En Mayagüez, se dijo por los «conservadores de siempre», a saber,
Olaguibet, Balboa Blanes, Suau y Mulet, Ruiz de Porras y los
descendienters de Cucullu, el chismoso,que la alegada Cacica no es
otra que la Vengadora de la Desobediencia, agente ocasionante de su
fiebre tifoidea y que a José no le valdría ser médico. Para infamar
más al enfermo, le inventaron antecedentes de ebriedad en Añasco y la
Sorbona, gusto por los alcoholes y, sin embargo, él sólo estudiaba la
historia de su descubrimiento.
«El verdadero elíxir que yo he bebido es el vino de los parnasianos,
la poesía». El verdedero exceso confesar vívidamente, cuando fue
diputado en Cortes, sus vivencia del Sitio de París durante la Guerra
Franco-Prusiana. al mando de Helmuth von Moltke.
... pero su lealtad no es con Francia ni Prusia. Ni aún España. Leal
sólo a la Cacica...
Como no salía y se alejó del Casino, por causa de la tifus, dijeron
que estaba ciego. O le temía a los yankees. No. El escribía sus
Teorías de la Visión y, en el casino, disertó varias veces sobre la
ceguera. El veía hasta la sombra de lo aparente y, por causa de la
Cacica, iba a la región de Yagüez, lugar de aguas puras y claras, y
conversaba los sueños que el mismo Urayoan tuvo. De conversaciones
tales, organizó su visión política.
No es delirio suyo. Observa cómo la Cacica le habla. Incentiva el
seguimiento a ciertas realizaciones. «Aprender a morir en medio del
sueño, no antes ni después. En medio, como Osmalín. No dejar de soñar
porque, al final, cuando el sueño acabe, lo soñado será tu realidad y
estarás en medio de lo más nítido del Alba como «presagio singular que
nos advierte / que detrás de la tumba, raya el día».
¡Como obstruyeron y odiaron al médico-poeta, cirujano de París en la
colonia! No en balde el ángel de la muerte lo quería, con la presencia
especial de su radiancia, la estola nacarina! Le conversaba
minuciosamente con la voz de la Cacica, cuyo «labio sonreído se
colora» al referirlo como «flor de los trópicos», verdadera rosa de
Venus.
Para José de Jesús, ver el ángel que ronda es confundir «sus mejillas
con la Aurora» y la Aurora es el sueño de su Cacica, sueño por el que
le surgieron los enemigos que le dejaron morir, en vísperas de un
nuevo régimen. El era más que un simple autonomista. O reformero.
Muchos vecinos alegaron serlo hasta que España apretaba las tuercas,
los corsetes de suplicio y clavaba astillas entre las uñas de los
conspiradores. Desde 1848, cuando se construyó el Cuartel de
Infantería, mayagüezano, los administradores José Antonio de Cucullu,
asumió que el pueblo está lleno de truhanes subversivos. Y, después de
la revuelta de Lares, Bruno Ruiz de Porras y Antonio de Balboa Blanes,
argumentaron que la persecución debe ser más intensa y el ex-Alcalde
Olaguibel, antes y después de 1887, quiso sangre y torturas. La
manifiesta evidencia de las sofocaciones para cuentas al Gobernador
Palacios.
«Todo ciudadano es sospechoso en Mayagüez y tiene nombres de
truhanes», se dijo y del semanario «La Razón» extrajo a gusto los
nombres.
No se salvó ni el ex-alcalde del 1890, el médico-poeta, el buen
enamorado que delira con la Cacica y levanta la visión de dar la
autonomía administrativa a las Antillas. «Pero eso no se puede. España
lo prohíbe», le dijo Olaguibet. «Se puede, pero hay estar en medio del
Sueño», ripostó.
El sutil Ángel Hechicero de la muerte ronda al añasqueño que no canta
a la autonomía colonial. Por el contrario, su sueño es tan grande como
el de La Cacica de Guarozabo, en Mayagüez, cerca de la costa. El sueño
se pervive, rumbo a la islita de Mona, donde hay dos bateyes y una
marca taína que la que Cacica hizo. «No es quedarse en la Tula, sin ir
al círculo distante y la región encantadora, despertar en el Alba de
las Tres Antillas».
*
EL ANGEL DE LA MUERTE
http://www.galeon.hispavista.com/carlosdzur1998/enlaces2648039.html
NOTA DEL AUTOR: El siguiente cuento se basa en la vida del poeta y
médico José de Jesús Dominguez (1843-1898), graduado de
Médico-Cirujano en la Universidad de París, testigo de la Guerra
Franco-Prusiana y el Sitio de París de 1870. Aunque añasqueño, vivió
casi toda su vida en Mayaguez, distrito por el que fue diputado y
alcalde en 1891. Es un precursor del Modernismo literario, mantes de
Darío. Admirador de lo árabe y taíno, creador de una Teroría de la
Visión y autor del drama EL SUEñO DE LA CACICA, bella exposición
poética de la Confederación Antillana.