Escribir sobre el Período Especial puede ser un esfuerzo que implique lo negativo y lo positivo, lo sano y lo insoportable, lo que se puede repasar o lo que se quiere borrar. Pero las razones de Arístides Vega Chapú fueron tan sólidas para “armar” el libro No hay que llorar que terminó siendo Premio Memoria 2009 y ahora sale por Ediciones La Memoria, del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.
La primera virtud del texto es que la selección de sus testimoniantes fue diversa y escogida, por lo que aparecen figuras de tanto relieve intelectual como Rebeca Murga, Virgilio López Lemus, Reynaldo Montero, Arturo Arango, Yoss, Aitana Alberti, Manuel García Verdecia, Lourdes González y Laidi Fernández de Juan, entre otros muchos de categoría indiscutible.
Así que estamos ante un retablo, al estilo que le gustaba a Chaucer, o sea, un retablo vital, en el que los enfoques pueden coincidir en algunos aspectos, pero se multiplican las ópticas y quedan plasmadas, auténticamente, las esencias de aquel período, tan verdaderamente “especial”, que por muchas zonas coincidentes que querramos encontrar con nuestra existencia actual está francamente lejano.
Cada testimonio es un acercamiento a lo que tuvimos que realizar para sostenernos en una situación altamente contradictoria, lo que da por resultado una suerte de “fabulación realista” que servirá de examen de nuestras propias conciencias.
Traer a nuestros días el tema específico del Período Especial nos vuelve más comprometidos con nuestras posiciones políticas, ya que, aunque casi se “tocó fondo”, cada quien pudo sobrellevarlo y discurrir como un ente polisémico, y hacer nuestra literatura u obra artística, a pesar de las dificultades.
Pero sobre todo, los textos acopiados reflejan la sensibilidad de los intelectuales cubanos ante cuestiones que generaban contrastes en el pensamiento de ¿cómo sobrevivir?
Especie de estado de pos-guerra, hay anécdotas que acaban reflejando la integridad y sensibilidad del escritor o artista, y siempre su mirada, iluminada de inteligencia, va a ser verídica y auténtica a la hora de definir nuestros estados de ánimos y nuestra sobrevivencia.
La enorme multiplicidad que la situación provocaba en nuestras maneras de sobrellevar las escaseces también dejan evidencia de la riqueza humana del artista cubano, que, en medio del “gran apagón” que tan bien pintara Pedro Pablo Oliva, optaba por no anonadarse, sino que debatió su vida en momentos de esfuerzo magnífico y de tristezas desesperantes.
Entre los testimonios se destacan el de Rebeca Murga y el de Aitana Alberti. Muy distintas entre sí, lo literario estará cargado con una introyección de aquella etapa, que bien pueden dar una imagen exacta de lo que ocurría esos días.
La utilidad de No hay que llorar estará en que, sin necesidad de acudir a la prensa, o utilizar criterios subjetivos extremos sobre el tema, tanto los que vivieron aquellos momentos como los jóvenes o nacidos hoy día podrán tener una explicación exacta de lo que el tiempo olvida o edulcora.
La excelente idea de Arístides Vega Chapú para realizar el texto, habla, no solamente, de como se pueden hacer libros bellos, literariamente hablando, sino con resonancias, como diría Lezama, para todo lector, y con carga suficiente para valorar el transcurso de los noventa.
En el lanzamiento realizado en el Centro Pablo de la Torriente Brau, recientemente, el libro se vendió con éxito. Esperemos que, con portada atractiva y título aún más que adecuado este libro de textos sobre el Período Especial se pueda poner a la venta en todas las librerías de la nación, ya que, quien lo descubra va a fijarse en su importancia y no dejará que No hay que llorar deje de estar en su biblioteca.
Este texto, no es solo la memoria histórica solamente, sino también es un armónico compendio de buenas lecturas y amplia fabulación.
Insistimos, además, que el paratexto de la portada, elaborada con un sentido de aprehensión del tema más que sugerente, es una forma muy ajustada de vender un libro cuyo tema, de por sí, viene a llenar un espacio que se hallaba vacío.
Lina de Feria
Enero del 2012- Tomado del Boletin del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, Cuba. Nro 146