Entre-vista
en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
Gerardo Lewin
nació
el 20 de diciembre de 1955 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde reside,
en el barrio Caballito), la Argentina. Recibiendo el título de Actor Nacional
egresó en 1980 de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Establecido en Israel,
cursa en 1984 estudios de Máster en Dirección Teatral en la Universidad de Tel
Aviv. En Buenos Aires, a través de IUNA (Instituto Universitario Nacional del
Arte) obtiene en 2004 su Licenciatura en Actuación. Entre 1977 y 1981 actuó,
entre otros, en los espectáculos “Alicia a través del espejo” de Lewis Carroll,
“La pirámide” de Oscar Feijóo, “El héroe de la Samobroone” de Jacobo Greber, en
la Argentina, y entre 1983 y 1985 en “Víctor, o los niños al poder” de Roger
Vitrac y “Los inmigrantes” de Slavomir Mroczek, en Israel. Incursionó como
actor en televisión, filmes de corto y largometraje y publicidad. Durante 1986
realizó locución en producciones cinematográficas. Y en los países citados ha
ejercido la docencia teatral en instituciones privadas y públicas. En el género
dramaturgia concibió la farsa policial “Nieblas
del Támesis”. Su poemario publicado es “Amores
muertos” (El Jabalí Ediciones, Buenos Aires, 2003). Inéditos permanecen “Tránsito” y “Nombre impropio”. Poemas suyos fueron traducidos al portugués por
Roxana Lewin y difundidos bilingües en www.antoniomiranda.com.br . En
la Red es posible acceder a su poética a través de videos y de http://poetasaltuntun.blogspot.com.ar, http://poesiadelmondongo.blogspot.com.ar, http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar, http://laseleccionesafectivas.blogspot.com.ar, http://alpialdelapalabra.blogspot.com.ar, http://el-placard.blogspot.com.ar,
http://intercuerpos.blogspot.com. Es
el traductor, por ejemplo, del poemario “Vago”
de Tal Nitzan (Ediciones Pen Press, Nueva York, Estados Unidos, 2012), “Una novela vienesa” de David Vogel
(Editorial Minúscula, Barcelona, España, 2013), “Antología de cuentos” (selección del Instituto para la Traducción
de Literatura Hebrea (ITHL): textos de Yossi Birstein, Yitzhak Orpaz, Etgar
Keret, Reuven Miran, Alex Epstein, Dan Tsalka y Amós Oz), además de traducciones
socializadas en revistas y periódicos de México. En 2007 fundó http://decantasion.blogspot.com.ar : “Un
blog de traducciones de poesía hebrea de acá y allá, de ahora y de otrora”.
Entre los últimos poetas allí difundidos, se encuentran Oded Peled, Pinjas
Sadé, Zelda, Aharón Almog, Erez Biton, Gali-Dana Singer, Elisha Porat, Jacob
Frances, Itzjak Shalev, Eli Hirsh, Nathan Alterman. Mientras que algunos
enlaces conducen a propuestas-e de poesía hebrea, otros lo hacen a las de
poetas traductores de diversos idiomas. Además es posible acceder a letras de
canciones, nuevos poetas, poesía andalusí, poesía hebrea moderna, renacentista,
bíblica, clásica, de protesta, con sesgo humorístico, y hasta algo de prosa.
Entre 2002 y 2007 fue uno de los coordinadores del ciclo de poesía “El Orate y
La Musa”.
1 – Tu formación teatral –no sólo actoral-
se ha consolidado a través de prestigiosas instituciones públicas. ¿Cómo recordás
aquellos primeros años de estudiante, siendo un veinteañero, y cómo esos otros,
en el IUNA, cuando habías sobrepasado los cuarenta? ¿Has tenido, en este campo,
algún maestro o maestra “inolvidable”? ¿Qué te resultaba más grato e ingrato en
la juventud y qué en la madurez? ¿Cómo evaluás que incidían en tu ánimo y en tu
rendimiento las circunstancias de tu acontecer en cada una de esas etapas?
¿Volverías a cursar por los andariveles “oficiales” o te inclinarías por la
capacitación por fuera de la que provee el Estado?
GL – La verdad es que
llegué al teatro por casualidad y no por vocación. Lo hice porque creía que me
ayudaría a superar mis problemas de timidez y expresividad. Para decirlo más
claramente, especulé con que estudiar teatro haría de mi un galán más (o al
menos mínimamente) eficiente. Tuve mucha suerte con mis maestros: tengo un
magnífico recuerdo de Víctor Bruno, nuestro profesor de actuación hasta el
segundo año, así como de quien lo
sucedió hasta quinto, Nina Cortese (si a alguien le cabe el adjetivo
inolvidable es a ella: no sólo nos inició en el conocimiento de autores
ignorados por nosotros, sino que me estimuló en la escritura y la frecuentación
de la poesía). No puedo dejar de mencionar a un genio que tuvimos y que pasó
desapercibido: Roque de Pedro, nuestro profesor de música. La experiencia
teatral puede ser muy grata o aterradora, casi como cualquier religión. La
ebriedad de adrenalina que proporciona el escenario, según cómo lo procesa cada
quien, puede llevarte a la cima del arte o destruirte.
Sobre
lo que resulta o no agradable en las distintas etapas de la vida, afirmo que
prefiero ser quien soy, a la fecha. Agradezco que –en este universo- el sentido
del tiempo sea único. La diferencia entre mis edades de hombre puede expresarse
en una sola frase de inspiración socrática: antes no sabía nada y ahora sé que
nunca lo sabré. La diferencia es la ansiedad por saber o, si lo preferís, la
angustia por no saber, que es distinta de la curiosidad. Saber, ¿qué? Todo: qué
hay después de la muerte, si es posible que exista una sociedad más justa, cómo
lograr el corazón de las mujeres, cómo escribir el mejor poema del mundo. Hoy
sé que esas preguntas no tienen respuesta o tienen infinitas respuestas, lo
mismo da.
Respecto a la educación o la capacitación, como la llamás..., al contrario de lo que me inculcaron mis
padres, la educación es una posesión volátil. Más en estos días. Poco de lo que
aprendí me sirve para algo. Sé que me capacité para múltiples tareas, pero a
fin de cuentas sólo realizo algunas pocas. La rutina, la monotonía y el mecanicismo
son también maestros: cuando efectuamos un acto y no sabemos ya cuántas veces
lo hicimos anteriormente, es probable que podamos considerarnos expertos.
Aunque sea en el arte de subir las escaleras de la casa en la oscuridad. No es
necesario acudir a ninguna escuela ni suscribirse a algún taller para lograr
eso.
2 – ¿“Cómo eras” –nos preguntamos los
que te conocimos recién cuando exponías tu poética en cafés literarios (tengo
para mí que nos vimos por primera vez en ocasión de tu lectura en “micrófono
abierto” a fines de 2001, en el Ciclo de Poesía “Julio Huasi”)- entre 1977 y
1985, tu período de actor en los teatros Payró, del Centro (en Buenos Aires) y
en los de la ciudad de Tel Aviv? ¿“Cómo eras” cuando interviniste en el
largometraje “El infierno tan temido” de Raúl de la Torre, y cuando premiaron
tu labor –IX Concurso Internacional de Cine Amateur de la República Argentina-
en el cortometraje “La pared” de Eduardo Feller? ¿Por qué no persististe en la
carrera teatral? ¿No llegaste a dirigir?
GL – Era un pibe muy
a la deriva, con muchas ilusiones y un poco de ego. Lo que rescato de esos años
es el aprendizaje del disfrute, en lo que a la poesía se refiere. El disfrute
de lo milagroso, lo maravilloso del arte. En esos años, participar en los
reductos que le daban a los poetas la
posibilidad de leer era emocionante. Yo guardo un recuerdo muy agradecido, por
ejemplo, a las chicas organizadoras del Ciclo de Poesía "Zapatos
Rojos". Para mí, leer un poema ante un auditorio era tocar el cielo con
las manos. No exagero: para mí fue una revelación.
Mi
labor como actor fue corta y concluyente: soy tímido, cerrado y en el teatro
tiendo a mirar sólo el texto y su calidad literaria. El actor nato pone en
juego su cuerpo, cierto grado de exhibicionismo del que creo carecer o al que
supongo no me atrevo a alcanzar. El premio que mencionás bien pudo haberse
declarado desierto. Sin embargo, cada tanto me echo un poco de sal en la herida
y fantaseo con dirigir teatro. Otro modo de acercarme a lo teatral fue a través
de la traducción: he intentado interesar a directores en montar piezas
teatrales de dramaturgos israelíes. Hasta ahora, no logré convencer a ninguno.
3 – Has sido docente de teatro durante
la década del ’80 en instituciones, organizaciones, centros educativos. ¿Te
complacía ese rol? Sé que en 2007 retornaste a él cuando estuviste a cargo de
un Taller de Declamación destinado a poetas y actores, auspiciado por el Centro
de Estudiantes de la Facultad de Farmacia, de la Universidad de Buenos Aires.
Sé también que en el horizonte de la iniciativa cabía responder este par de
inquietudes: “¿Cómo decir un poema? ¿Qué mecanismos se ponen en juego?”. Mirá
qué oportunidad te ofrezco, Gerardo, para que nos suministres una síntesis de
lo que ha sido esa propuesta.
GL – La docencia fue
algo muy divertido que me permitió subsistir durante bastante tiempo sin
necesidad de trabajar demasiado. No era, sin embargo, un rol que me complaciera;
y decidí abandonarlo. Me faltó paciencia y método para ser un buen docente.
Distinta fue la experiencia del taller de declamación, porque respondió a una
inquietud mía, en un momento en que podía plantearme una experiencia
"docente" sin necesidad económica de por medio. De hecho, lo planteé
como un taller gratuito, porque consideraba que no estaba enseñando, sino
liderando un aprendizaje en el que yo mismo estaba incluido. El taller recorría
aspectos como la dicción, la proyección
de la voz, el ritmo, la versificación. Cómo articular ese andamiaje con la
emoción. Estaba planteado desde una óptica un tanto privilegiada, porque yo
había vivido en ambos mundos: el de la poesía y el del teatro. Por eso el
taller se dirigía tanto a actores como a poetas. Trataba de tomar una doble
distancia. Por un lado, de los poetas, ya que muchos leen horrible -probablemente,
algunos, adrede-. Hay quienes suelen establecer que lo importante son las
palabras y que en la lectura debe licuarse toda sombra de pathos. Por el
contrario, para el actor (en especial los actores del método) lo importante es su expresividad, sus emociones, su voz.
Cosa que hace que, muchas veces, un actor no entienda siquiera de qué trata el
poema. Hubo en nuestro país una tradición de declamadores, actores que tenían
una sensibilidad y una inteligencia especial para encarar un poema como una pequeña
escena. Me remito, claro, a Berta Singerman, pero también a Inda Ledesma, Alfredo
Alcón (quien ofrecía recitales de poesía) y otros menos sospechables de operar
en el rubro declamatorio: Héctor Alterio o Luis Brandoni. Humildemente, el
taller se planteaba retomar ese hilo.
4 - ¿Tu única incursión en la
dramaturgia ha sido con “Nieblas del
Támesis”? Que se trate de una farsa policial, suscita mi curiosidad (me
parece que me hablaste de ella). Supongo que no se ha estrenado y que permanece
inédita. ¿Es así? Promocionémosla: contanos algo de su trama, cuántos actores
requiere, y si demanda una escenografía sencilla. ¿Hay alguna otra pieza por
allí, acaso abandonada?
GL – No hay ninguna
otra, por ahora. Se me ocurren argumentos de posibles piezas -de hecho, durante años quise escribir una de
ficción fantástica alrededor de la figura de Leopoldo Lugones-. “Nieblas…”
es una obra de juventud que, con la excusa de la farsa y la parodia a las
viejas películas policiales negras, habla de la historia de la violencia en la
Argentina. Es un poco extraña en cuanto a las escenografías: un bar, un
laboratorio decimonónico, un estudio de radio, un museo, un tren en marcha...
Escenarios que apelan a los clichés de las viejas películas de misterio. Es
para un elenco de entre seis y ocho actores: hay un detective privado, una
cantante, un científico loco, un músico jorobado... Se la he ofrecido a varios
directores. Todos la alaban, quiero creer que con sinceridad. Nadie la monta.
5 – Hablemos de lo que menos se sabe
de tu quehacer literario: ignoro si te propusiste la redacción de alguna
novela, pero “me suena” que sí tenés cuentos o relatos. ¿Y artículos, ensayos?
¿Cuál es esa producción más secreta? ¿De qué trata?
GL – Sí, tengo
cuentos a los que quiero mucho. He estado pergeñando una serie de crónicas
titulada "Atención obsesivos de
Caballito y alrededores". Me cuesta, confieso, salir de la situación
poética y pasar a una instancia puramente narrativa. Escribí cuentos en los que
yo mismo era el protagonista: la muerte de mi padre, encuentros con amigos, un tío
esquizofrénico... Mi producción más secreta son los poemas que vengo escribiendo
desde hace años y que olvido. De pronto abro un cajón, reviso una carpeta y
leo: pucha, cómo pude no ver aquí el poema escondido. Los que creo mejores
surgen de ese encuentro con ideas relegadas, perdidas. Es como si revisitara la
obra de algún otro, el regalo inesperado de un desconocido.
6 – Entre otras labores de
traducción, una me llama la atención: la que realizaste para la televisión
israelí. Me agradaría que nos la trasmitas. Y si viene con anécdota o pormenor,
agradeceremos.
GL – Fue una de esas
cosas fortuitas que surgen. Ocurrió que gente de la colectividad quiso armar
aquí una repetidora de programas israelíes. Por una cadena de amigos me
reclutaron como traductor. Como tengo cierta facilidad para la comedia, me encargaron
el subtitulado de un programa de entrevistas de un cantante, un tal Guidi Gov,
personaje muy en el estilo Woody Allen (su esposa, Anat Gov, dramaturga fallecida
a fines de 2012, es la autora de “Oh, Dios mío”, representada en Buenos Aires).
A pesar de lo modesto del puesto, fue para mí una instancia seminal, porque me
obligó a traducir canciones, que en realidad eran poemas musicalizados. Ése fue
el germen de mi blog.
7 - ¿Por qué permanecen inéditos un par de
poemarios? ¿Qué sesgo tiene “Tránsito” (qué transita)?¿Recordás cuando en el
ciclo “Poesía Viva” nos invitaron hace varios años, a vos, a Marcos Silber y a
mí, para compartir nuestros poemas concebidos a partir del cine, el mundo del
cine, el de las “series”? En realidad, creo que fuiste de los tres el único que
leyó poemas cuyos protagonistas eran personajes de series. Si me lo confirmás,
te pido que los nombres (y que mentes lo que cada uno de ellos te provoque).
GL – El poemario “Tránsito” permanece inédito porque mutó
y se mutiló. Ahí anda, recuperándose. “Tránsito”
alude al tránsito de vehículos en una calle porteña y en simultánea a la
idea mística de “tránsito”, en el sentido de pasaje directo de un plano de
existencia a otro, más espiritual. Así, se habla del tránsito de la Virgen, de
Mahoma o del profeta Elías: seres que sin sufrir la muerte física pasaron al
más allá. Permanece inédito porque todo ese material que mencionás, que se refería
a íconos culturales (series televisivas, personajes de historietas, etc.) cobró
volumen y peso específico y emigró al otro libro inédito:“Nombre impropio”. “Tránsito”
queda, entonces, como un poemario íntimo, mayormente poemas que hablan sobre el
amor y otras desdichas. Permanece inédito, además, porque el poeta Javier
Cófreces – el de Ediciones en Danza – tuvo la inconsulta idea de publicar un
poemario con ese mismo título, “Tránsito”.
Un libro muy feliz, por cierto. Consideré que ya era demasiado el exponer al
exiguo público de lectores de poesía a un mismo título en el transcurso de un siglo,
lo cual podía dar lugar a confusiones o malas interpretaciones. No quisiera yo
recibir, sin merecerlo, los halagos por el libro de Cófreces ni menos aun –por
supuesto- que él reciba los denuestos que me sean destinados. Entonces “Nombre impropio” se quedó con todos
esos textos cuyos referentes son personajes de series, de historietas, de películas...
Creo que constituyen, en definitiva, un rebusque actoral, a la manera de
monólogos. La lista fue creciendo: un hombre lobo, un zombi, Richard Kimble (el
fugitivo) y su triángulo enemigo: el hombre manco y el inspector Gerard. Están
la novia de Frankenstein, Isidoro Cañones, Shemp Howard (el menos transitado de los tres chiflados), Micky
Mouse, Los Invasores, El Túnel del Tiempo... En todos los casos hay un cariño
por lo fantástico, por un mundo imposible en el que quisiera residir, una
variante del tránsito hacia una dimensión, si no desconocida, al menos poco
frecuentada.
8 – Tu “Amores muertos” lleva en su
contratapa un impecable texto presentatorio o epilogal del poeta Alejandro
Méndez Casariego. Y fue editado bajo el sello que dio nombre a una trascendente
revista de poesía: “El Jabalí”. La editorial estaba a cargo de otro poeta:
Daniel Chirom (co-director de la revista), ya fallecido, y como vos, Gerardo,
nacido en Buenos Aires en 1955. Me parece que ambos eran muy amigos. Y me
imagino que se conocerían desde jóvenes. La muerte de Chirom, hasta a quienes
como yo, no hemos tenido con él más trato que el de haber compartido espacios
de lectura pública, nos conmovió. Éste sería otro espacio, también público,
para que lo evocaras.
GL – Con respecto al
texto de Alejandro, presumo que lo tiñe un sentido de amistad que valoro, y
obnubila su juicio. En cuanto al querido Daniel Chirom, es cierto que llegamos
a ser amigos, aunque no nos conocimos sino después de su presentación en “El
Orate y La Musa”. Hubo una afinidad concerniente a nuestra cercanía a lo judío.
La gente pensaba que éramos hermanos o primos, puesto que existía entre
nosotros parecido físico. Quizá lo fuéramos, como reza cierto humor paisano:
siglos de endogamia no pasan sin dejar huella. Su decisión de editarme fue
producto de su confianza en mí como persona, más que de su apreciación
literaria. Le agradecí y aún le agradezco profundamente ese gesto. ¿Qué más
decir? Era un tipo extraordinario, su muerte ensombreció un poco más el mundo:
hasta el final supo reír, apreciar una charla o el cuerpo de una mujer bonita.
9 – No somos pocos los que valoramos
el laburo de darnos a conocer tus versiones al castellano de poesía hebrea. Y
valoramos el cuidado, la dedicación que trasuntás en “la puesta” de los autores
y textos en el blog. ¿A qué se debe que hayas preferido omitir una síntesis de
tu trayectoria y una dirección de correo-e a la que dirigirse? (Esto, por
cierto, me lo pregunto cada vez que no hallo dicha mínima información en unos
cuantos de los blogs que intermitentemente visito.) Y sigo: ¿a qué traductores
al castellano de poesía hebrea tenés como referentes o pares a los que estimes?
¿Qué tipo de dificultades predominan en la traslación del hebreo al castellano,
tanto de poesía como de prosa?
GL – Ante todo, debo estos
errores o faltas que señalás a una conjunción desfavorable de Google con otras
plataformas de Internet... Este novísimo Tlön que surge ante nuestra
perplejidad, está más allá de mis aspiraciones exploratorias. En cuanto a los
colegas que me enseñaron y me aportaron: son nombres desconocidos para la
mayoría de los lectores, pero es una buena ocasión para mencionarlos: Eliezer
Nowodworski, Raquel García Lozano (que ha traducido toda la obra de Jehuda
Amijai al español) y Ana Bejarano, quien me impulsó a seguir adelante en esta
vidriosa profesión. La traducción del hebreo al castellano es casi una ciencia
en sí misma, y a sus abanderados se los denomina hebraístas. Los hay desde la época del rey Alfonso El Sabio y su Escuela de Traductores de
Toledo, que aún subsiste como un punto de encuentro entre las tres culturas
ibéricas: la latina, la arábiga y la hebrea. Sin ser un experto, creo que el
principal problema que tiene la traducción del hebreo al español es un derivado
del principal problema que tiene el hebreo mismo, y es la confrontación entre
un idioma litúrgico y sacralizado y una lengua de uso cotidiano y práctico.
¿Cómo se pasa de lo sagrado a lo profano? Es frecuente hallar en escritores
hebreos referencias y citas bíblicas. ¿Cómo traducirlas? ¿Usando Reina Valera o
la Biblia de Jerusalén?
10 – Has residido durante unos años en
Israel, lo que, obviamente, te habrá permitido dotarte, por impregnación
vivencial, del habla de sus habitantes. Estaría bueno que nos cuentes cuál era
tu apuesta por entonces, los motivos que te impulsaron y cómo rememorás ese
tramo de tu vida. Y también, qué decidió tu retorno. De paso, que nos refieras
si has conocido otros países y si, aunque más no sea durante meses, has residido
en alguno.
GL – Mi apuesta por
entonces fue lograr una beca para un máster en dirección teatral en la
Universidad de Tel Aviv. Si bien no obtuve ese título, pude estudiar como
alumno supernumerario en la carrera del Máster. La Universidad genera sus
propias puestas, tiene un elenco de directores residentes y se vive el espíritu
candente de la producción teatral real, no en un laboratorio sobre una torre de
marfil. Mi retorno tuvo que ver con cierto hartazgo del conflicto y de lo
bélico. No estuve en otros países, excepto aquellos que visité con mi
imaginación. Que tampoco han sido muchos.
11 – “El Orate y La Musa” fue una
propuesta innovadora. Ciclo en donde, en la primera parte, participaba un poeta
invitado, se lo entrevistaba largamente y él leía sus textos. Los
coordinadores, habiéndose imbuido de la voz poética del invitado y mantenido
una reunión previa al encuentro e intercambiado opiniones, presentaba días
después al invitado. Y en la segunda parte, “micrófono abierto” para los poetas
asistentes. Sigo lamentando que no haya
quedado documentada aquella iniciativa. Te insto a que reparemos. En algún
lugar tendrás el detalle de quiénes participaron: Roberto Daniel Malatesta, Irene Gruss, Javier
Adúriz, Griselda García, Luis Raúl Calvo, Leonor Silvestri, Laura Yasan, Jorge
Fondebrider, Paulina Vínderman, Alberto Muñoz, Santiago Sylvester, Susana
Szwarc, Fabián Casas, Inés Manzano, Jorge Santiago Perednik… ¿A quiénes no
cité? ¿Cuántos encuentros se realizaron y en qué lapso? ¿Quiénes fundaron el
Ciclo y qué otros poetas integraron la nómina de coordinadores en diferentes
etapas? ¿Qué te ha dejado aquel trajín, Gerardo?
GL – Estoy de acuerdo en
que fue una propuesta innovadora, casi a pesar nuestro. La nota la dio el
espíritu de aprendizaje: nuestra intención (la mía, al menos) era aprender,
preguntar, conocer. Abordábamos a los poetas desde la humildad total y el
acercamiento era de respeto, de indagación y, si me apurás un poco, también de
homenaje. Lo único que quedó de esos encuentros fueron las fotos y la amistad.
A la lista que mencionás agrego a Leopoldo (Teuco) Castilla, Graciela Zannini,
Tamara Kamenszain, Héctor Miguel Ángeli, Alejandrina Devescovi, María Rosa
Maldonado, Leonardo Martínez, Daniel R. Mourelle, Claudia Masin, Héctor
Urruspuru (nuestro primer invitado), Esteban Charpentier, Miguel Gaya, Pedro
Mairal, Esteban Moore, Gerardo Gambolini, Silvia Pastrana, Guillermo Saavedra, María
del Carmen Colombo, Rodolfo Godino, Flavio Crescenzi, María Malusardi, Daniel
Chirom, el muy querido Rolando Revagliatti... Seguramente olvido, también yo,
algunos nombres. Los otros dos fundadores del Ciclo, en 2002, fueron Alejandro
Méndez Casariego y José Emilio Tallarico. Seguimos hasta 2005. Tuvo una breve resurrección en 2007.
Intervinieron en la organización y coordinación, por lapsos, Myriam Rosenberg,
Graciela Tustanosky, Fabián Cerezo, Rubén Andrés Arribas y Pablo Javier Resa. ¿Qué me ha dejado aquel trajín?:
hermosos recuerdos, grandes poemas compuestos por desconocidos y olvidados, el
mejor y el más pleno sentido de la palabra.
Gerardo
Lewin selecciona para esta entrevista, en marzo de 2013, seis poemas de su autoría:
Piedad
para la planta artificial
Malgasto sentimiento
en algo que vegeta en un
rincón.
Naturaleza muerta.
Olvidada bajo polvos.
¿Es este poco más que
muerto amor
lo que produje, mi triste
floración?
Engañosa. Insensible.
Los adjetivos no la matan,
no la reviven.
Verdor inerte que no
perecerá.
(Inédito
de “Tránsito”)
Patio
El limonero de casa es infeliz.
¿Hay otro modo de decirlo?
Vive, pero no ha dado
frutos
y en su tristeza
amarillenta
me insinúa: deja ya de
regarme...
¡Ah! ¡Si sólo pudiera irme,
lejos!
Ahora, en esta fresca noche
de primavera vieja,
yo escribo y él deja caer
una hoja seca.
(Inédito de “Tránsito”)
Fin de
semana en Solaris
No habrá más mundos que
éste
que para ti convoco;
materia otra que la que
aquí conjuro.
Atravieso espejismos,
me hundo en alucinaciones
que con tu rostro se
disfrazan.
Incorpóreos engaños que
simulan tu aroma.
Y contra mí conspiran
odiosas estadísticas,
antagónicas leyes prohíben
nuestro encuentro.
¿Cuántas vidas debería
vivir
hasta que esta pompa de
jabón
asuma nuestras formas?
Nada guardo de ti sino tu
ausencia.
(Inédito de “Nombre impropio”)
Mickey is
back
En el retorno del aprendiz
de brujo
suena fantástica la
sinfonía
de la indemnización o del
poder,
de la palabra ausente en el
conjuro.
Nada lo detendrá: la
desafiante engañifa reina
y un atareado ejército de
escobas
hace agua.
Los viejos magos nos
ahogamos
en este mismo río.
La marea se lleva los
círculos de tiza
desde los que invocábamos
a los grandes demonios de
la tierra y sus amantes,
la danzarina gota que
endulzaba las uvas,
la arena seca, el fuego.
Ya nadie espera nada de
nosotros,
displicentes abismos nos
lavan el color de los ojos
y un burbujeo muerto son
todas nuestras frases.
Triste verdín nos corona y
corroe.
En la cresta de venideras
olas,
en lo alto de su trono
usurpado,
él
tararea,
feliz.
(Inédito de “Nombre impropio”)
Fin de contrato
Sé que mi vida se repliega
ahora
a una trinchera móvil
cavada en húmedas cajas de
cartón,
a estallidos súbitos y
ansiosos
de cintas de embalar
voraces.
Aquí fue donde bailamos
el rockanroll de las
patatas fritas.
En esta cama casi muero.
Llorabas desconsolada en
esa silla
y yo sólo atinaba
a besarte las manos.
En el final el eco
rebotando
de pared a pared
y obstinados imanes
aferrándose a la heladera
muerta.
Sumisos, obedientes,
nuestros fantasmas
cancelarán las deudas,
nos buscarán sonriendo en
los espejos,
regresarán correspondencia
a desesperanzados
remitentes.
El polvo de los años
se asentará cantando
sobre estos pasos últimos,
este murmullo
incontinente...
Silencioso llanto de
babosas
en el patio:
las despedidas las abruman,
pobres bichos.
(De “Amores muertos”)
Código
postal
Uno no es un papel,
unas palabras,
cartas.
Uno no es un recuerdo,
tinta celeste,
fechas.
Uno no es un fantasma,
algo que se desliza
bajo puertas.
Que no me envíen a destinos
imposibles,
nunca diré “querida amiga”,
“estas rápidas líneas”
o “ha empezado a llover”.
Uno no es un remitente
falso,
escritura olvidada,
gotas de perfume.
Carne transfigurada y
mártir
de matasellos asesinos,
víctima fácil de un
abrecartas violador.
Uno no es algo que deba ser
leído,
literatura itinerante,
yendo y viniendo hasta la
muerte
entre nuestras mutuas
soledades.
(De “Amores muertos”)
***
En la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Gerardo Lewin y R. R., en marzo de 2014.