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30 de Octubre, 2014
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Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
María Rosa Maldonado nació el 4 de febrero de
1944 en Barcelona, España, y reside desde 1949 en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, la Argentina. Nacionalidad: argentina-española. Es Profesora de
Filosofía, Psicología y Ciencias de la Educación. Desde 1989 coordina talleres de
poesía y narrativa. Algunos de los seminarios y conferencias que ha dictado
desde 1996 han sido “El Mito de Prometeo”, “El Origen del Teatro Griego”,
“Filosofía Oriental: Hinduismo, Budismo, Taoísmo y Budismo Zen”, “Carlos
Castaneda, El Chamanismo Americano”, “Kafka y la Filosofía de Zenón de Elea”,
“La Filosofía de Baruch Spinoza”. Entre otras distinciones obtuvo el Primer
Premio del Concurso de Poesía “La Nación” de 1988, por su poemario “Hasta que despertar es imposible” y el Segundo Premio Género Poesía, bienio 2002-2003, otorgado por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sus críticas bibliográficas y otras colaboraciones se difundieron, por ejemplo, en los diarios “La Prensa” y “La Nación” (de la ciudad donde reside), en “La Gaceta” de la capital de la
provincia de Tucumán, en el bonaerense “El Tiempo”, de Azul, y en las revistas
“Letras de Buenos Aires”, “La Guillotina”, “Napenay”, “Tamaño Oficio”,
“Generación Abierta a la Cultura”, “Tsé-Tsé”, “Mandorla”, “Aldebarán”,
“Kokoro”. En 1996 fue invitada y participó en el “IV Festival Latinoamericano
de Poesía” en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Publicó “Poemas” (1977), “Hasta que despertar es imposible” (1989), “El esplendor ajeno de las cosas”(1992), “el
zumbido de Dios” (2002), “atzavara” (Kriller71
Ediciones, Barcelona, España, 2012), en el género poesía, y permanecen inéditas
dos novelas: “El viaje a Mataró” y “La novela de Marito”.
1 - Resulta, María Rosa, que justo en mayo de este año he estado por primera vez en tu ciudad natal. (Quien lo desee podrá hallar en la Red
reportajes en los que explicás sobre las circunstancias que impulsaron a tu
familia a venirse y cómo se fueron insertando en el nuevo paisaje.) Muchas
veces has ido para allá. Sería interesante que nos trasmitas de qué modo ha ido
cambiando Barcelona, desde tus recuerdos de niñita hasta tu último viaje.
MRM – Rolando, creo que, habiendo estado en mayo de este año en Barcelona, vos estás en mejores condiciones que yo para hablar de ella como ciudad. Nada
puede mejorar la primera mirada. En su libro “Las ciudades invisibles”, describiendo una de ellas, Fílides, Ítalo Calvino destaca esa condición que tienen de
ir desapareciendo a medida que se prolonga nuestra permanencia. De ir
convirtiéndose en una página en blanco con puntos concretos de referencia en
los que cumplir con las rutinas cotidianas. Sin más cúpulas ni preciosas
callejuelas ni fuentes ni glorietas.
Es cierto que ese no es mi caso, ya que no vivo en Barcelona y mis visitas no
son en realidad tantas ni de gran duración.
Pero, por otra parte, en el mencionado libro, Calvino afirma por boca de Marco
Polo: “Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai, que no se debe
confundir nunca la ciudad con el discurso que la describe.”
Sin embargo, creo que tu pregunta se desplaza hacia la subjetividad de mi
memoria y entonces toca esa confusa y ambigua relación que durante muchos años
he sostenido con mi ciudad de nacimiento. Y desde ahí sí creo que puedo
intentar decir algo. No de los cambios de Barcelona, sino de la
perspectiva interna desde donde fui mirándola, sintiéndola.
Barcelona es, primero, y sin nombre, el cuerpo de mi
madre, la lengua materna –castellano-, la galería donde jugaba con mi hermano a
bañar y aceitar a nuestra tortuga, las plantas carnosas del balcón de mi iaia de las
que salía un jugo verde cuando les clavaba mis uñas de tres, cuatro años, la
balsa donde me bañaba sostenida por las manos de mi padre y rodeada por todos
los insectos del verano –en el agua y fuera del agua- , el olor a cemento
húmedo, a ajos, cebollas y patatas, del cuartito de las herramientas en el terreno
de fin de semana de Esplugas de Llobregat. Esas primeras sensaciones guardadas
y, seguramente, alteradas por la memoria de la memoria. Barcelona comienza a
ser una generalización abstracta, con el alejamiento. La desterritorialización,
en mi conciencia de niña, territorializó el lugar del que partimos. Concibió
una comarca, la comarca abandonada, con un nombre: Barcelona. Generó una
primera noción de lugar, pre-geográfico. Muchos inmigrantes lloran el resto de
su vida por la añoranza de su tierra, otros no desean ni siquiera volver a
oírla nombrar. En mi caso, mis padres construyeron el mito y Barcelona adquirió
la categoría de paraíso perdido al que pronto íbamos a volver. El jamón de acá
era carne cruda, las sardinas no las quería ni el gato, y qué decir de las
rústicas panaderías de Lanús! Las de allá parecían joyerías de lo bien
que presentaban sus escaparates. Nada soportaba la comparación. Ni las cosas ni
la gente.
Y sin embargo, y sin embargo, las grandes zanjas de los fondos de Remedios de
Escalada, cerca del club Talleres, abiertas en campo abierto, donde, con latas
de tomate agujereadas, mi hermano y yo pescábamos mojarritas, tienen tanta
sustancia metafísica como la balsa de agua de Esplugas de Llobregat. Una manera
de decir.
Y bien, ya estamos acá, en Argentina, y Barcelona es una abstracción a la que
me religa el discurso de los padres, las cartas que van y vienen al ritmo de
los grandes trasatlánticos y el recuerdo afectuoso de los tíos, los primos, los
amiguitos y la iaia.
Durante muchos años España y Barcelona fueron sinónimos. Buenos Aires y Argentina también. Se trataba de acá y allá. Océano
en el medio.
Así pasó mi infancia, la escuela primaria y la secundaria, y el aprendizaje
delimitó áreas, intelectualizó contenidos, fundamentó diferencias. Y profundizó
el conflicto. La evidencia de que no había regreso no produjo el arraigo. O,
mejor dicho, la conciencia del arraigo. Éramos extranjeros, y diferentes.
A los dieciséis años, terminado el bachillerato, mis padres me enviaron a
Barcelona. Por primera vez andaba por mi ciudad de nacimiento mirando y
admirando. Compartiendo con mis primos paseos y bailes. Pero yo era “la prima
de América”. Y, por la calle, me consideraban una turista. Por mi acento. Por
mi lenguaje. Porque me sentían diferente. No era como ellos. ¿Y cómo era? ¿Cómo
se construye un yo sino con los materiales humanos con los que se va
encontrando e interactuando la conciencia, su modo único de procesarlos?
Hace tiempo me contaron la historia de un hombre que
salió de su pueblo en los primeros años de su juventud y al que regresó siendo
mayor, digamos bastante mayor. Cuando llegó al pueblo no lo reconoció. Este no
es mi pueblo, dicen que dijo. Un habitante de allí le preguntó cómo era posible
que no lo reconociera si ni siquiera una piedra había sido cambiada de lugar en
los últimos cien años: el mismo almacén en la esquina de la plaza, la misma
iglesia, etcétera. A lo que nuestro hombre respondió que sí, que era posible
que estuvieran las mismas casas y las mismas calles, pero que no estaban las
mismas personas. Las que le daban alma al
lugar. Aquellas que él había conocido y con las que había compartido su niñez y
adolescencia. Ni don Ramón, ni don Nicanor, ni Marta ni Juancito… Un lugar está significado por los vínculos humanos que generamos en él. Y como a la vida le gusta tender hilos de un sitio a otro, y tejer y destejer
tramas, ahora tengo una razón poderosa para volver a mi ciudad de nacimiento,
sin necesidad de seguir preguntándome cuál es nuestra relación. Ahora, mis
vínculos afectivos están equitativamente divididos entre Buenos Aires y
Barcelona. Si tuviera el don de la bilocuidad, viviría en ambas ciudades. Pero ya no me pregunto a cuál de ellas pertenezco. La pertenencia es tranquilizadora, pero demarca. Uno no pertenece. Uno es su historia. Cuando una pregunta no puede responderse, tal
vez la dificultad no esté en la respuesta sino en la incorrección de la
pregunta misma. Pienso en ésas increíblemente ingenuas –por no usar otro calificativo- que se suele -o solía- hacer a los niños: a quién querés más, a tu mamá o a tu papá?
de quién sos, de tu mamá o de tu papá? Respóndalas el posible lector. Barcelona ha crecido, se ha enseñoreado en su propia belleza, en su geografía privilegiada, en el legado de creadores como Antonin Gaudí, en la pluralidad de
voces que la pueblan. Me encanta pasear por las Ramblas, ir al Mercado de la
Boquería, contemplar una y mil veces la Sagrada Familia, caminar hasta el puerto
saludando de paso a Colón, bañarme en el Mare Nostrum. Pero lo que me lleva a
Barcelona y no a París, Roma o San Petersburgo, es el amor. Clara,
sencillamente.
En cuanto a las ciudades, creo que hay diferentes formas de relacionarse con
ellas. Puede uno buscar diversión (lo diverso, le divertissement de
Pascal) y visitarlas como turista. O puede uno viajar para buscar en ellas, en
su arquitectura, en su música y, sobre todo, en sus gentes, la pluralidad de
formas en las que se manifiesta el espíritu humano, ahora y a lo largo de toda
la historia. Y, tal vez así, abrir un poco las propias perspectivas.
2 – Has sido miembro fundador del Grupo “Informal”, dedicado a la
divulgación de las artes, y de la Asociación de Poetas Argentinos –la que
pronto cumplirá 25 años-, ocupando el cargo de Vicepresidenta en su período
inicial. La condición de co-fundadora invita naturalmente a sugerirte que nos
transfieras todo lo que recuerdes de aquellos tiempos, de aquellas iniciativas;
y quiénes fueron, en cada caso, los otros impulsores.
MRM – “Informal”
surge de una iniciativa de Osvaldo Moro. “Informal” fue Osvaldo Moro. La idea
central, según sus propias palabras, era la de ayudar a la gente que no tenía
cabida en los medios oficiales de difusión a divulgar su obra. Nace en 1981, en
la calle, en una peña folklórica. Siempre con la característica de poder mostrar
creadores poco conocidos, junto a gente de experiencia. Unos meses más tarde se
iniciaron las reuniones de los sábados en el bar “El Conventillo” de Varela 60,
en el barrio de Flores. Allí se realizaban lecturas de poemas y cuentos.
Lecturas concertadas y lecturas espontáneas. Y siempre había una muestra de
pintura y una presentación musical.
Pasaron por “El Conventillo” reconocidas figuras de la literatura y la
plástica como Abelardo Castillo, Alberto Girri, Juan José Hernández, Olga Orozco,
Antonio Di Benedetto, Horacio Castillo, Dalmiro Sáenz, Celia Gourinski, Alfredo
Hlito, Pérez Celis, Gyula Kosice y tantos otros.
El Grupo Informal, que acompañaba y
colaboraba con Osvaldo Moro, estaba integrado por Eduardo Bocco, José Pensa, Bárbara
Wulman, Julio Cesar Invierno, Marga Schujman, Gregorio Ganopol y quien esto
escribe. Un poco después comenzaron a funcionar los talleres literarios, en el
subsuelo de la librería "El Zapallo", en Varela 22. Allí comencé a
dictar mis seminarios de filosofía y, más tarde, el taller de poesía y
narrativa que, en un principio, estuvo a cargo de Julio Cesar Invierno. Algunos
talleres y seminarios eran gratuitos y en los arancelados la recaudación se
destinaba a solventar los gastos de “Informal”. También se presentaba
anualmente el Salón del poema ilustrado donde un plástico y un poeta trabajaban
juntos. Fue la época de oro de “Informal”. Cada sábado, “El Conventillo” a
tope.
Por razones nunca bien definidas, “Informal” partió de “El Conventillo” y fue a
cobijarse en una antigua casona de Candelaria 65, barrio de Floresta. Y,
dos o tres años después, a un departamento, en Candelaria 13. Continuaron las
actividades pero, poco a poco, se fueron reduciendo a talleres y cursos,
convirtiéndose en un Centro Cultural bajo el nombre de “Yukio Mishsima”, hasta
la muerte de Osvaldo Moro.
En cuanto a la Asociación de Poetas Argentinos, la idea de su creación le
corresponde a Cayetano Zemborain, su presidente, quien, en aquel momento, me
invitó a ocupar la vicepresidencia. Nos acompañaba Julio Bepré como secretario.
Recuerdo a Carlos Federico Weisse, Adalberto Polti, Silvia Noemí Pastrana (la
actual presidenta), Susana Fernández Sachaos, Beatriz Allocati… Buenos
recuerdos. Como bien decís, pronto se cumplirán 25 años de su fundación y me
alegra ver que el impulso y la diversificación de tareas a favor de la poesía y
la cultura en general, siguen creciendo día a día.
Por mi parte, me alejé de la Asociación no por diferencias ideológicas ni
desacuerdos personales, sino porque mis actividades propias no me permiten
disponer del tiempo que debe dedicarse a una institución. Y porque mi
disposición vocacional no se adapta a las características generales de los
desarrollos institucionales. Siempre, desde luego, estuve y estoy dispuesta a
colaborar en cualquier actividad puntual para la que se me requiera. Cosa que
sucedió en varias oportunidades después de mi despedida como miembro activo de
la entidad.
3 – Fuiste jefa de redacción de “El Cadáver Exquisito”, la revista del
Grupo “Informal”. La conocí, y hasta tuvieron la gentileza de publicarme. Y
también lo fueron Luis Benítez, Néstor Colón, Luis Quadri Castillo, Agustín
Tavitian, Luis Raúl Calvo, Daniel Berenstein, Luis Colombini, Santiago Espel...
Sé que el primer número asomó en 1985 y que no asentaban la fecha de aparición.
¿Por qué esa decisión y cuál fue el último número y en qué año? ¿Quiénes y cómo
decidían el armado de cada edición? Si perduraste durante todo el lapso de
existencia de la revista, ¿qué motivó su cese?
MRM – “El cadáver exquisito” fue una revista surrealista no por sus
contenidos, que no estuvieron limitados a movimientos ni ideologías, sino por
su realización concreta. Sin fechas, como bien señalás, sin tiempos
determinados de aparición, libre, algo onírica y plasmada más por el azar que
por una razón conductora.
Tengo acá el número uno: Director: Osvaldo Moro. Subdirector: Eduardo Bocco.
Jefa de Redacción: María Rosa Maldonado. Así fue hasta la muerte de Eduardo. En
los números siguientes, se agrega un Comité de Redacción: Marga Schujman,
Gregorio Ganopol y María Rosa Maldonado. En los últimos números, Osvaldo me
pasa la dirección y él queda como Fundador.
Esto en cuanto a los responsables. La idea de Osvaldo aparece en la tapa del
número uno donde lo señala como “periódico”, tal vez por su tamaño. Dice allí
bajo el título de El cadáver exquisito probará el vino nuevo: “INFORMAL es un grupo abierto, pluralista y democrático. Su propósito es difundir sin levantar ninguna bandera, pero ante la
necesidad de ponerle un título a nuestro periódico, decidimos rendirle homenaje
a uno de los movimientos más importantes de nuestra era.” El contenido,
como bien sabés, estaba constituido por poemas y cuentos de autores consagrados
junto a otros poco conocidos y hasta inéditos, y, en casi todos los números, la
representación gráfica realizada por un plástico de la idea del cadáver
exquisito. Colaboraron con sus obras artistas como Osvaldo Svanascini, Cristina
Ramos Siri, Silvia Ocampo, Elvira Luciano, Hermenegildo Sábat…
Te decía antes que hubo una época de oro de “Informal”, debo añadir que se
debió a una hazaña heroica del grupo. Esto algunas veces ocurre. Hubo un líder
que supo hacernos visualizar su sueño, y lo compartimos. Con placer, claro.
Pero, ocuparse de la casa, los niños, el trabajo, ir desde Congreso hasta
Mataderos a comprar kilos de chorizos, preparar un choriparty, juntar la plata
para pagar la edición, pedir las colaboraciones, organizar los contenidos,
hacer la pegatina, llevarlo a la imprenta… Como dice Cesare Pavese, “lavorare
stanca”. Y, además, todo tiene un tiempo de vida. Un día se fue posponiendo la
tarea hasta que quedó postergada para siempre. Sin premeditación. Sin llanto.
Como nos vamos despidiendo de cada día vivido. Y sin embargo, todo permanece en
ese “lugar” sin espacio ni tiempo que constituye nuestra mayor parte y que
apenas atisbamos.
4 – Durante unos meses de 2000 coordinaste en A. P. A. C.
(Asociación de Plásticos Argentinos Ciegos), en su sede de la Universidad de
Belgrano, un taller de escritura para no videntes, lo cual también realizaste
entre 2000 y 2002 en el Museo “Eduardo Sívori”, con el auspicio de la
Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Me pregunto
cómo encaraste la tarea al principio y de qué modo habrás proseguido, a medida
que te ibas asentando en tu rol en dichas instituciones.
MRM – La tarea la encaré con entusiasmo (un regalo de los dioses, según los
griegos), que es mi condición primordial en relación con la docencia. Y con mi
vida.
Y aprendí mucho. En principio, aprendí braille. A
escribirlo y a leerlo. No con los dedos sino con los ojos, claro. Louis
Braille, que vivió en carne propia la falta de visión, creó ese sistema de
lecto-escritura táctil basado en el que un militar llamado Charles Barbier de
la Serre, a comienzos del siglo XIX, y bajo
el nombre de “escritura nocturna”, usaba para transmitir órdenes a puestos de avanzada. Braille lo simplificó convirtiéndolo en el sistema universalmente conocido de los seis
puntos. Es interesante destacar que se trata de un sistema de numeración
binario que precedió a la aparición de la informática.
Tal vez lo más importante que recibí de esa experiencia, fue la corroboración,
una vez más, de que las generalizaciones –tan necesarias para la ciencia- son
una de las fuentes más peligrosas de error y discriminación: no existen “los
ciegos” como categoría humana.
Existe la falta de visión en personas particulares,
cada una de ellas diferente de las otras, única. Como cada ente particular en
la formidable abundancia de los entes. Por otra parte, y también una vez más,
constaté cómo las brutas diferencias económicas inciden en el desarrollo de las
personas. El sistema braille ha sido incorporado a anotadores parlantes y otros
elementos de nueva tecnología que pueden portarse fácilmente e, incluso,
adaptarse a las computadoras tradicionales. En la actualidad se dispone de gran
cantidad de elementos que facilitan la lectura, el aprendizaje, la comunicación
e, incluso, la vida doméstica, para personas con discapacidad visual, ya sean
ciegos o amblíopes, pero son muy caros. Desde el elemental bastón blanco, la
braille speek, los comunes grabadores de voz, el reloj parlante o un sencillo
detector de líquidos para poder llenar una taza sin que se desborde. Todo
depende del poder adquisitivo. Sin hablar de las dificultades en el acceso a
puestos de trabajo… Aun así, también hay que mencionar que existen
instituciones como la
Biblioteca Argentina Para Ciegos (entidad no gubernamental sin fines de lucro)
y varias otras, cuyo objetivo principal es contribuir a la plena
integración de las personas con discapacidad visual a la sociedad.
En cuanto a la motivación y metodología en general, no se me presentó ningún
problema. Trabajamos con lecturas, música, objetos diversos que iban tomando de
una bolsa y que reconocían por el tacto… y después escribían, cada uno con los
elementos que tenía a disposición. Incluso manuscrito. Para facilitarles esa
escritura, se me ocurrió doblar la hoja por cada renglón como se hace en el
juego del cadáver exquisito: a medida que van escribiendo la van desdoblando y
queda bien determinado el sitio de la escritura. Como te decía al principio,
fue una experiencia enriquecedora y muy gratificante, como lo han sido, y lo
son, mis otros talleres y seminarios. Creo que la conjunción de vocación y
trabajo es un privilegio que nos libera del absurdo. Pero este es otro tema.
5 – “el zumbido de dios” cuenta con prólogo (“Un insecto llamado imago”) del poeta Reynaldo Jiménez, y “atzavara” con un posfacio (“Raíz
abisal”) también de Jiménez y de una extensión inusual: veinte páginas. Los que
conocemos algo de su obra sabemos cuánto y cómo discierne y profundiza en sus
ensayos. ¿Qué nos podrías trasmitir sobre sus análisis a propósito de tu
poética?
MRM – Primero hablemos un poco de Reynaldo. Sólo un poco, porque sobre él es mucho lo que hay para decir. Multifacético, talentoso
y “…con esa gracia/ que no tuvo nadie…”, como dice Gonzalo Rojas. Reynaldo
Jiménez está considerado como un poeta neobarroco debido a que fue incluido
en “Medusario”, la antología de Roberto Echavarren, José Kozer y
Jacobo Sefami, que agrupó por primera vez a una serie de autores,
originariamente no conectados, que presentaban en sus obras una común tendencia
hacia el neobarroquismo. Pero hay que decir que esta calificación no agota ni
determina las particularidades de su escritura. El propio Reynaldo, en
una entrevista emitida
por el programa “Definición de Savia”, en Radio Círculo, Círculo de Bellas Artes, Madrid, dice: “En realidad lo mío tiene más que ver con la poesía lírica, en general… con una especie de
trabajo con el oído y con la resonancia, más que con la enunciación directa…
hacer algo que pueda ser trasladado hacia la voz, emitido en voz alta…Y también
con una especie de intrusión de otras lenguas, mezcladas, mixturadas, palabras
dentro de palabras…” Gabriel Bernal Granados, en su libro “Musgo”, dice de la poesía de Reynaldo Jiménez: es “un laberinto de mil puertas,
se puede entrar a destajo y salir perplejo. Siempre perplejo pero no impune. Lo
de Reynaldo es también una búsqueda de conocimiento, de mejora espiritual.”
Dentro de sus múltiples actividades culturales está la de haber sido director
de la revista-libro “tsetsé” y de la editorial del mismo nombre. Poeta,
traductor, creador de eventos poético-musicales, performer, ensayista y un
amigo excepcional a quien pedirle algo tan delicado como: podrías escribir unas
palabras sobre “el zumbido de dios”? La respuesta fue “Un
insecto llamado imago”. Diez años después, repetí la pregunta acerca de “atzavara”, y el resultado consistió
en un posfacio titulado “raíz abisal”. Ambos textos con un valor poético
intrínseco y, sobre todo el segundo, por su extensión y profundización en el
tema, concernientes a la categoría de ensayos. Un placer y un hallazgo su
lectura.
En cuanto a la relación de esos textos con mi propia creación poética, fueron
una magnífica posibilidad de comprobar que se había producido esa extraña
conjunción de sentido entre el escritor y su lector y, a la vez, me revelaron
aspectos que no había percibido en ellos. El poeta, el escritor, es, en verdad,
un escribiente. Como dice Heidegger, en el lenguaje no es el ser humano el que
habla sino el lenguaje mismo. Para Umberto Eco:"Nada consuela más al
novelista que descubrir lecturas que no se le habían ocurrido y que los
lectores le sugieren”. Y agrega: “El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, sino, ¿para
qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar
interpretaciones?" Esto es válido también para la escritura poética. Una lectura no desautoriza otra diferente. Cuantas más, mejor. Es la expansión del signo más allá del sentido estricto que tiene para cada subjetividad. Alberto
Girri, no recuerdo si en “Cuestiones y razones” o “En la letra, ambigua selva”,
afirma que la ciencia trata de resolver las ambigüedades, la poesía de
crearlas. Esa ambigüedad abre las visiones que cada lector puede ir
extrayendo de su lectura. Y le permite al escritor ir descubriendo aquello que
no sabía que iba a escribir.
6 – Del francés has traducido textos de Charles Baudelaire, Albert Camus, Jean-Paul Sartre…, y del portugués, poemas de los brasileños Sebastiao
Uchoa Leite, Claudio Daniel… ¿Considerás la tarea de la traducción poética como
un acto de creación poética en sí mismo?
MRM – No he tomado nunca la traducción como un trabajo proyectado y ejercido
por si mismo sino que, casi siempre, ha estado en referencia a mi propio placer
de traer al castellano textos o poemas que me interesan –o sea,
en los que deseo introducirme para apoderarme mejor de su condición indagatoria
o estética. En este sentido, ese juego sutil y aventurado que es llevar una
construcción lingüística de uno a otro idioma, tiene, como bien sugerís con tu
pregunta, ciertas características del acto creativo. Por eso Alberto Girri,
que, con gran generosidad y maestría, casi siempre acompañaba sus propias obras
con la traducción de algunos poemas de autores consagrados e, indudablemente, admirados
por él, en su libro “Lo propio, lo de todos”, le da el nombre deversiones. Allí tenemos Sweeney entre los ruiseñores de T. S. Eliot, Retrato de una muchacha de Conrad Aiken, Transplante de Theodore Roethke y Dios de nuestros padres de
Robert Lowell. Y, en Monodias, nos regala cinco poemas de Robert Graves, sus preciosas versiones.
Sin embargo, una versión no es un poema propio. La indeterminación (libertad?) inicial no es total. Tenemos allí una creación que nos antecede y nos condiciona. Yo (y uso
el pronombre personal para deslindar y enfatizar convicciones) no considero que
sea un acto estricto de creación poética. Es, sí, algo cercano en donde entra
en juego la práctica de un “yo estético” que acompaña al creador en su faena
con el lenguaje. También creo que este “yo estético”, por su propia naturaleza
fluyente, en constante construcción y transformación, es modificado por el
contacto con los nuevos materiales. En esta dialéctica que es el ir y venir con
las palabras y los sentidos de una lengua a otra, la ganancia –para el
traductor, y tal vez también para el lector- está en relación con el riesgo y
la honestidad con que se ejerce el acarreo de materiales. La construcción del nuevo poema,
o texto. Incluso la lectura de un mismo poema, en cualquier lengua, por
diferentes personas, o por la misma persona en diferentes momentos, también
produce versiones.
7 – Hay testimonios de escritores que han meditado durante extensos lapsos antes de abocarse de lleno a la concepción de algunas de sus obras: Pío
Baroja, Rilke, Malcolm Lowry, Marguerite Yourcenar, Flaubert, Gabriel García
Márquez, Azorín, Agatha Christie, Miguel de Unamuno, Jean Genet, Ramón del
Valle-Inclán… ¿Te ha sucedido, María Rosa, con alguno de tus poemarios? ¿Con tus
ensayos? Y en tanto sos narradora inédita, extendemos la inquietud a las dos
novelas que aguardan la socialización. Y respecto de ellas: ¿De qué tratan, qué
asuntos abordan, cuánto hace que las concluiste, cuánto tiempo te demandaron
desde la primera “página en blanco” hasta, después de pulirlas y pulirlas,
asentar –como en las películas- la palabra “fin”? ¿A la novelística de qué
autores dirías que se asemejan?
MRM – La palabra meditar oculta una interesante y radical contradicción: de acuerdo con el
Diccionario de la Real Academia, meditar es “Aplicar con profunda atención el
pensamiento a la consideración de algo, o discurrir sobre los medios de
conocerlo o conseguirlo”. Es decir, meditar es pensar. Aplicar nuestras funciones cognitivas conscientes de un modo
concentrado e intenso.
Pero, por otra parte, para muchas filosofías, sobre todo de cuño oriental, el objetivo principal de la
meditación es concentrarte para, poco a poco, detener la mente hasta liberarse
de la conciencia, de su vago e incesante fluir. Es decir, meditar
es no pensar. Es llegar a un estado de desprendimiento del yo donde
el conocimiento ha dejado de ser una actividad racional, una diferenciación
sujeto-objeto, para convertirse en esa experiencia directa que nos revela la
unión con todas las cosas. (La física cuántica parece corroborar esta intuición
tan antigua.)
Entonces, cómo medita su obra cada creador? Pensando, durante un tiempo más o
menos prolongado, cómo llevarla a cabo? Discurriendo el modo de enfocar el
tema? Decidiendo formas y contenidos? Desarrollando mentalmente la trama hasta
el final? O dejando que su inconsciente madure aquello que él no sabe, pero
intuye, que debe hacer? Cómo, digamos, armoniza su pensar con
su no-pensar?
El procedimiento de cada subjetividad es único y sólo podemos guiarnos por sus
propias declaraciones. Creer en su palabra e indagar en sus silencios, ya que
lo no-dicho tiene tanta presencia como lo nombrado.
Por mi parte, nunca tuve método ni horario en relación a la escritura. Uno de
mis roles, y no el menos practicado, ha sido –y sigue siendo- el de ama de
casa. Las tareas domésticas no me incomodan ni perturban, al contrario, las
realizo con placer y son una viable actividad física, muchas veces silenciosa,
que me permite abstraerme y conectarme con ese pensar no-pensar de
donde nacen los poemas. Cuando nacen. Porque el estado de poesía, para mí,
abarca mucho más que la estricta escritura del texto poético.
Habrás notado, Rolando, lo exigua que es mi lista de libros
publicados. Y la lejanía temporal entre ellos. No estoy tratando de ser poeta
ni escritora, ni nada. Las cosas van aconteciendo y yo siento la disposición y
el placer de que eso ocurra.
En cuanto a las novelas, el deseo de expresarme a través de ese
género, viene de mucho tiempo atrás, pero sólo hace aproximadamente cinco años
que comencé a desarrollarlo. La primera novela se concretó en tres meses. Temas
personales. La guerra civil española. Mis padres. Las calamidades que supone
todo enfrentamiento bélico. Fue placentero y doloroso escribirla. Está bien, ya
está hecho. Era mi iniciación en el género y tuvo su público: mi familia.
Después escribí muchos textos, comienzos de otras novelas, hasta que llegó el tema con el
que sentí que despegaba de la catarsis y la memoria y comenzaba un proceso de
creación abierto. En esa novela estuve trabajando más de dos años, y sigo
corrigiendo. Y otro tema se inició que me genera mucha expectativa ya que no sé
qué va a pasar allí, en la escritura. Ese lugar maravilloso donde todo es
posible.
8 - ¿Las poéticas de quiénes, muy diferentes a la tuya, te atraen mucho? ¿Y las de quienes, con las que te identifiques, más admirás? Y en los dos casos, ¿por qué?
MRM –Me resulta muy difícil evaluar las poéticas en relación a mi propia escritura, ya que ésta es la menos perceptible para mí misma. No he adherido a
escuelas –al menos no conscientemente- ni seguido a maestros. Al contrario,
creo que toda la poesía leída y admirada ha dejado su rescoldo activo en mi
propia creación, me sienta más o menos cercana a lo que llamamos usualmente
estilo. Tal vez podría intentar separar las poéticas que me han extasiado (producido placer estético) y siguen haciéndolo, desde otra perspectiva: las admiradas en sí mismas y por sí mismas, y las que, además, me han provocado un íntimo sentimiento de empatía en referencia a sus autores que va más allá de lo estético. Aunque esto no cuente en la apreciación de la obra.
Entendida así la diferenciación, veamos algunos nombres. Me atengo a una
memoria espontanea y me limitaré a no más de diez poetas ya que la lista
completa seria un desatino.
Primer grupo: Ted Hugues, Wislawa Szymborska, Antonio Cisneros, Alberto Girri, Leopoldo María Panero, Paul Celan, Sylvia Plath,Ferreira Gullar, José Lezama Lima… Segundo grupo: Tomas Tranströmer, Héctor Viel Temperley, Gonzalo Rojas, Juan L. Ortiz, Jacobo Fijman, Antonio Gamoneda, Cesare Pavese, Georg Trakl, Robert Bringhurst…
Pero, Rolando, más allá de esta clasificación ad hoc con la que intento dar una
respuesta a tu pregunta, cada poeta nombrado es un caso único y singular. Al
igual que su obra. Y, cada una de ella, junto con las numerosas no mencionadas,
significa un universo de sentidos, emociones y asombros que me brindan su
compañía en el camino. Quiénes seríamos nosotros si no hubieran estado ahí -si
no estuvieran- ellos, los poetas?
9 - Transcribo del volumen “De un día a otro” de Ricardo H. Herrera (Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1997): “Degradada socialmente, convertida
en solitaria vergüenza individual, la palabra poética ha caído en estado de
desgracia; vive como si no tuviera futuro. Condenada a negarse a sí misma, a
aborrecerse incluso, a experimentar el dolor de habitar un tiempo sin sentido,
sin contenido; así subsiste. Desarraigada del paisaje y del destino, perdida su
ascendencia mítica, desplomándose en la mudez; de este modo comparte los
infortunios de la pobreza.” ¿Adherís a esta visión, total o parcialmente?
¿Añadirías, retrucarías…?
MRM – No he leído “De un día a otro”, y, así, descontextualizado, es difícil comprender la totalidad de sentido del párrafo. De todos modos, como vos decís, parece tratarse de una visión. O sea, una apreciación personal, ideológica. En todo caso, no una afirmación
justificada por la aplicación de un método consensuado. Simplifico: no es
ciencia sino opinión. Y, tratándose de una opinión, nada hay para retrucar
aunque no se comparta lo expresado. Se trata de la percepción personal que
Ricardo H. Herrera tiene (o tuvo en 1997) de la palabra poética y su estado (de
desgracia) en un tiempo sin sentido.
A qué se refiere? A un momento histórico particular?
Al siglo pasado? A una crisis planetaria? Sólo puedo suponer, y eso significa
entrar en un juego de razonamientos falaces. La percepción de lo que denominamos realidad, y de cada una de sus
parcialidades, depende de las significaciones y preconceptos que todos tenemos
sobre ella. Caso contrario, enmarañados en la inagotable
multiplicidad en la que estamos insertos y de la que formamos parte, no
podríamos percibir nada. Así, lo que esperamos encontrar allí será, de alguna
manera, lo que encontremos. Y, por lo tanto, lo que entendamos por palabra
poética determinará nuestra percepción acerca de su presencia
y abundancia.
Por mi parte creo, como dice Gabriel Celaya, que “la
poesía es un arma cargada de futuro”. Y de presente. Corroboro su presencia cada día en la numerosa edición de libros de poemas, en su mayoría publicados a cargo de sus autores; en la profusión de talleres, concursos y cafés literarios; en el surgimiento de nuevas editoriales independientes que se animan a luchar contra el sistema; en las revistas de poesía que se encuentran en librerías y quioscos; en la ingente cantidad de páginas, blogs, revistas virtuales,
materiales subidos a facebook, linkedin, twiter, y, en fin, a toda la web en
general. No alcanza el día para leer tantos poemas. Para conocer a tantos
poetas. En muchos casos, singulares y admirables. Y todos, poetas y
divulgadores, trabajando “por amor al arte”. Como es tu propio caso.
Tampoco creo en el mito urbano del “poeta oculto” o
“la vergüenza de ser poeta”. Cuando se llena una planilla en la que se debe
asentar el oficio, por supuesto que va a figurar abogado, peluquero, médico,
profesor, etc. La razón no es que se avergüence de ser poeta, sino que nadie –o
casi nadie- vive de la poesía. Me consta que somos muchos los que intentamos
serlo, y lo manifestamos sin titubeos por el simple hecho de mostrar nuestras
obras.
Y, en cuanto al tiempo sin sentido - pesimismo, escepticismo o
nihilismo-, son modos de la sensibilidad humana que se han manifestado desde
siempre, al igual que sus opuestos, en la historia de la humanidad. Baste
mencionar, en tiempos cercanos, a dos pensadores tan importantes como Arthur
Schopenhauer o Émile Michel Cioran. Y a sus contrarios: Henri Bergson y Max
Scheler, por ejemplo.
Sin duda, no estamos en el Paraíso. El hombre no habita el mejor de los mundos.
No voy a enumerar, todos conocemos las calamidades, las vemos y oímos, e
incluso las vivimos, todos los días. Camus, nos habla del absurdo. Nos
explica que entre los deseos de absoluto que subyacen en el hombre –vida, amor
y verdad- y la realidad hay una escisión insuperable. Y que esa
injusticia es la madre de todas las injusticias. La vida es la condena de
Sísifo, o sea, el trabajo absurdo. Y, sin embargo, Camus encuentra la salvación
en los sentimientos de compasión y solidaridad. Sísifo no está solo subiendo la
empinada cuesta, está con-los-otros, los que como él, llevan adelante la dura
tarea. Y la perspectiva segura de la muerte. Pero en ese ascenso en comunidad,
son iluminados por el sol de mediodía.
Los valores que dan sentido a nuestras vidas no son
abstractos universales flotando en el mundo de las ideas. Cada ser humano
colabora en la tarea de encarnarlos con sus propios actos y decisiones como,
por ejemplo, quedarse en la ciudad apestada, luchando para mejorar las cosas,
compartiendo el destino común. Adhiriendo a la resistencia. Eso creo.
Además, somos tan jóvenes!
En lo que Carl Sagan llama “Calendario cósmico”, que es
una escala en la que el periodo de existencia del universo, desde
el big bang hasta ahora, se extrapola a un calendario anual, los
humanos aparecimos el 31 de diciembre a las 22.30 hs.
y hemos llegado tan solo a las 24 hs. Tan limitada es nuestra perspectiva.
Pensar en esto tal vez nos haga, como Sagan dice, un poco más humildes.
María Rosa Maldonado selecciona para esta entrevista, en octubre de 2014, seis poemas de su “atzavara”:
noche de las diatomeas: una meditación
I
sílice en la charca diminutas mitades cerradas espinescentes por el azul perfecto del espacio avanza el humo de los papiros has estado ahí migración tras migración entre los suaves pliegues de lila devorando esa oscura materia: tu propio
cuerpo cedido a la mutación y el tránsito vipassana bhavana vipassana bhavana
lo que ves ahora es la primera noche de los cielos
sus enjambres protistas noctilucas
girando en torbellino el hidrógeno de la gran explosión la nada abandonada a su luminiscencia
II
hialina oscuridad en los astrocitos fulgores de berilo es esto el atman? lo real intangible? agua para el culto? (plancton debajo de la lengua)
la postura - saber sin oscilaciones – aparece con el desprendimiento
fosa ilíaca derecha: la resurrección izquierda: crecimiento de las diatomeas cenozoicas cajitas de cristal
su multiplicidad sin límite manando en la abisal caída para el desplazamiento: nitrógeno de nautilo - tantos millones de años en el gozo del mundo -
así hundirse uno buenamente en el océano de eso
III
sumersión dulce - o salada – el agua es una tisana donde te meces en suave maceración un alcohol aromático desciende por la costa del útero
hipoxia hipoxia anoxia gua lustral funeral del amnios a la grieta del deshecho aquí es donde todo se detiene en la lejana superficie una pradera de luz infiltrada de florescencias manchas de klimt: cinias amapolas gencianas malvas lirios acacias tulipanes o asterionellas eucampias cymbellas fragilarias vivos silicios microscópicos vistiendo de lujosa pedrería tu advenimiento al reino qué reino? a través de la cortina el sol dibuja flores en el aire del cuarto:
cinias gencianas amapolas
*
ontario hace pie en el sueño
II el desfiladero de la adivinación
sobre la clara oquedad del mundo arktos finge soñar su interminable invierno
desde ese borde nos observa la nada
morosa morosa se desliza como un armiño (rata armenia) por la cripta del lago
hunde sus dedos infalibles en la garganta del río de los muertos dice: para la gran migración no está previsto ni barquero ni barca tan sólo un ojo vivo en la boca del lobo una nube de espuma en el alma del cortex el frío clausurando una a una las puertas y la grieta de la resurrección con su celda nupcial y sus reales crisálidas de fuego
III (figura en blanco) la marcha de los lobos
hacemos el camino en enorme silencio bajo la lisa cúpula del aire sobre el indiferente suelo de esta tierra
asediamos nuestros propios perfiles buscando: el gran deslumbramiento la opacidad y finalmente la caída -bajamar de los mundos- pero el deseo no muere (cuando clava el aguijón) como la abeja sino que se acrecienta posee la codicia imperiosa del abismo incoloro e inerte
nos rodea el argón como una joya azul como un traje de fiesta en la noche del polo con sus núcleos de hielo y aguas subterráneas por donde fluye la luz del caribú fantasma del alimento consagrado que nunca alcanzaremos
*
la delicada luz de los venenos
la madre: II
atzavara vara de atzavara madre de floración reciente que entra por todas las ventanas con sus muchas cabezas lo que aparece no viene de esa tierra donde nunca hubo planta ni mujer del tálamo nacen – cerebrales – se enlazan con las regiones más hondas de la glía sueño hambre sed
íntimamente unida la piamadre blandamente me abraza
sus flores apoyan la mejilla en el cielo gris
azulado de las hojas allí mismo estolones del sostén de la reparación pues lo que cuerpo nace lleva la oscuridad entrelazada del carbono vitriolo de la respiración - el precipicio que se muestra - es ella y ella hablamos
ahora puedo decirle: cómo voy a vivir cerebral en la asfixia de tantos años bajo tierra?
me responde: en este aquí nada es de nadie
yo soy el padre soy la casa aquella devastada y la otra y ando suelta en el mundo
* Entrevista realizada a través del correo electrónico. En la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, María Rosa Maldonado y R. R., octubre 2014. http://www.revagliatti.com.ar/011010.html
http://www.revagliatti.com.ar/030331.html
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islanegra a las 18:39 · Sin comentarios
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04 de Diciembre, 2013
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Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando
Revagliatti
Wenceslao Maldonado nació el 29 de julio de 1940 en Buenos Aires, ciudad
en la que reside, la Argentina. Fue sacerdote salesiano entre 1965 y 1989.
Estudió teología en la UPS (Universidad Pontificia Salesiana de Roma) y letras
en la UCA (Universidad Católica Argentina) y en la Università degli Studi
(Trieste). Fue docente, hasta 2008, de griego clásico, latín y literatura
italiana; se ha dedicado a la traducción literaria en estas lenguas.
En el género poesía publicó los libros “La estación necesaria” (1990),
“El hombre herido” (1994), “Tierra intranquila” (1994), “Dioses del deseo
antiguo” (1995), “Si cortarle la cabeza a la Gorgona” (1997, Primer Premio XIX
Encuentro Patagónico de Escritores, Puerto Madryn, provincia de Chubut, la
Argentina, 1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés, “If cutting the head
of the Gorgon”, en traducción de Donny Smith publicó el sello Vela al Viento,
2012), “Ceremonial de una familia oscura” (1997). Y ya en este siglo se
publicaron las libretas “Paraíso desechado”, “Paternidad de sombra”, “Manual de
osos prácticos”, “Zureo”, “Eros y otros deseos”, “Hexagrama”, “Réquiem de
guerra”, “Diálogo de pájaros”, “Hay un amor que espera y que no olvida”. En
2008 se edita un volumen que podría clasificarse entre poesía y narrativa: “La
proctomaquia o El cantar de los culos. Poema épico-paródico de Aristón de
Mitilene”.
Obtuvo el Primer Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la
Secretaría de Cultura de la Nación, por el libro de cuentos “Arquitectura
Gótica” (1999). Su segundo libro de narrativa breve aparece en 2004:
“Fronteras”. Y en 2012 se edita su novela “Las vigilias de Príapo”. Dos de sus
obras teatrales, “La historia del cliptodonte” y “La musa de los muchachos”
(presentación irreverente de poemas eróticos griegos) han sido representadas
entre 1997 y 2000. Últimamente ha traducido piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando
un país para Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre de 2012) y “Los
fantasmas de Joyce” (pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013).
Integró el grupo Zeus Teatro. Realiza con el actor Marcelo Gamarra performances
de poesía, “Wences’s Bar en vivo”, continuación de numerosos eventos realizados
por ambos desde la década del noventa.
Fue secretario de la S. E. A. (Sociedad de Escritoras y Escritores de
la Argentina) durante 2011. Coordina con la poeta María Chapp el ciclo de poesía
“La Metáfora Ardiente”. En www.wencesmaldonado.com.ar es posible acceder a muestras de su obra literaria, ensayos, reseñas
bibliográficas, traducciones suyas, galería fotográfica, entrevistas a él realizadas,
etc.
—Nuestros lectores acaban de leer el detalle
curricular, Wences. Te propongo que nos adelantes qué libros tuyos tenés
previsto que se socialicen durante 2014 y que nos los presentes. Te propongo
que nos cuentes en qué obras o proyectos estás (o estás por estar) inmerso. Y
qué poemarios permanecen inéditos por completo o sólo difundidos en parte en
antologías o libros colectivos. Y si tenés dramaturgia inédita y sin estrenar.
-En 2014 espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde
hace tiempo: “Nocturno siciliano”,
poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los cuales fueron
editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina, Provincia di Enna.
La serie “strade di Troina” (calles
de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar
un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba
a llamar “L’incontro” (“El encuentro”),
proyecto pospuesto pero no depuesto… Y tengo además dos libros de narrativa
listos, la novela mitológica “Hipócalo.
Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una colección de cinco
nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: “Bienes
de familia”.
En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera, desde la década
del ’90, unos veinte libros. Te doy los títulos, si es que no soy demasiado
pesado. Lo que sucede es que escribo en forma permanente, y en diversos
encuentros de poesía o performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero
leer poemas inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos en estos últimos
veinte años, entre 1993, después de mi regreso a Buenos Aires, y este final de
año 2013: (1) “El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un
mismo espejo”; (3) “Esquina sin sosiego”; (4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario
incierto de este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo lo que puede ser
el gran payaso”; (8) “Recorridos breves de un largo itinerario” (recopilación
de recopilaciones, poesía 2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de
una vida para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi reino será el
mar”; (10) “Hay voces en las paredes”; (11) “Memorias de otoño”; (12) “Los días
terribles”; (13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América
2011”; (14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el
misterio y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”;
(17) “Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin –
poemas convalecientes”; (19) “Invocación al mensajero ausente”; (20) “Pueblo en
silencio”.
Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin,
no creo que estos libros mencionados tengan tanto valor como para tener derecho
a la publicidad. Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un
futuro más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una especie de
meditación poética sobre mi entrada a la vejez y viendo a mi madre, con la que
viví en sus últimos cinco años de vida. También quisiera tener en las manos “El mar y la hoguera”, libro que me había
prometido ilustrar una amiga artista plástica, inspirado en la relación de
vida, amor y muerte entre Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro
libro que me encantaría tener publicado cuanto antes es “Mi reino será el mar”, anclado también en temas de la antigüedad
clásica, con tres partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro
y el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino invisible de
los muertos. Hay un cuarto libro todavía que me encantaría verlo ya impreso, y
es “Hay voces en las paredes”, porque
tiene que ver con los recuerdos de Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al
400 en la que vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de
sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado bien mientras
vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras inéditas
es “Recorridos breves de un largo
itinerario” porque, como anoto en la lista de libros inéditos, reúne cuatro
libros escritos durante los cinco años que viví con mamá y tienen que ver con
actitudes mías de una nueva etapa.
La pregunta que me hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y
sí, escribo teatro de tanto en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero
algunos quedaron a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia
de la “Odisea”. Y ahí quedó, porque
el director me dijo que eso se podía dar sólo en el Teatro San Martín de otros
tiempos… Con “Islaín el solitario”,
me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió componer música
para los coros que alternan con los protagonistas; pero todo quedó en las
buenas intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero con
posibilidades de resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la
Gorgona”, nada menos que para una ópera, como me había sugerido el querido y
recordado Eduardo Gudiño Kieffer, quien presentara la primera edición de esta
obra; otro amigo músico, miembro de una importante orquesta, me hizo la
propuesta, por lo que hice la adaptación con el título “Perseo y la Gorgona”; y como Donny Smith me había hecho la versión
en inglés, ya hace unos años, para la revista “Metamorphoses” de la Smith
College de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2, pág.
68 ss.), preparé también el texto en inglés, “Perseus and Gorgon”, porque mi amigo me decía que para una ópera
iba a ser más fácil… Bueno, allí estamos todavía, a la espera. Lo más
frustrante fue darle, por meses, a los ensayos de “Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de “Fuegos”
de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina
Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los
payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los
papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”.
Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé
resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo
como traductor. El año pasado se estrenó “Creando
un país para Alicia” del
escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por
presentar “Los fantasmas de Joyce”,
del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo la dirección de
Daniel Godoy.
—Me parece que estaría bueno que además de
puntualizar a qué autores (y en qué géneros y desde qué idiomas) has traducido
al castellano –se hallan difundido ya tus versiones o no-, pormenorices
respecto de las que te han demandado un esfuerzo mayor, con qué autor “te las
viste en figurillas”, si estuviste a punto de renunciar –o llegaste a
renunciar- a alguna traducción porque no lograbas alcanzar tu plena (¿plena?)
satisfacción.
-De los clásicos greco-latinos no tengo de qué quejarme ni
preocuparme; son lo que son, y hay muchas traducciones de todo tipo, entre
versiones literales duras, a traducciones retorcidas y hasta las formas
poéticas más sorprendentes. Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar de
recordar a Horacio Castillo, que me aconsejó con sabiduría y me corrigió con
gran prudencia. Pero siempre uso mis versiones; para las clases de latín y
griego he preferido hacer una traducción más cercana a la letra, para que sirva
como instrumento y clave de los secretos de esas lenguas. En libros de ensayos
trato de hacer justicia con los valores poéticos de los textos, que tienen
lógicamente múltiples dificultades, ante todo por pertenecer a lenguas muertas
que ya han perdido a sus hablantes; y, además, porque se escribieron en
contextos culturales muy diversos, no sólo con respecto a estos tiempos
nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura, ya que muchos se
distancian por varios siglos, y a veces nosotros tenemos la tendencia a
considerarlos en bloque, como si fueran todos contemporáneos.
Muy distinta es mi actitud con respecto a la traducción de autores
italianos. Hablo de los contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre
el que hago con frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor
Ángel Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo,
como es el caso de “El encanto de la
oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina Comedia”. En este momento, o en estos últimos años, he
traducido varias obras del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de
él textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y otras historias”,
sobre todo por la parte de la abundante información sobre Roma. Me exigió
redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector
de habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana, sobre su riqueza arqueológica y artística,
incluida abundante documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje
que el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como para
ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios
de la Urbe, según pinta la novela.
—No he tenido ocasión de verte en función actoral.
¿Cómo fue que te pusiste a nadar en esas aguas?... ¿Y cómo sentís que fuiste
evolucionando, afirmándote, disfrutando de los personajes? Te pido, además, que
nos ilustres sobre “Los fantasmas de Joyce” y las performances de poesía.
-Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi primer grado en una
escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa, me he sentido vinculado al teatro.
Y se lo debo a mi maestra Matilde Parodi Rolland, conocida como Titita, o Titita Muras por su apellido
de casada. Debo decir que ella fue la maestra de mi fantasía, la que me impulsó
a la creación desde esa temprana edad, y la que me hizo trabajar en el papel de
payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta su muerte acaecida hace más
de diez años, me acompañó siempre, absolutamente siempre en todos los
acontecimientos de mi vida, incluidas las presentaciones de libros a los que se
asoció con enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño, adolescente, adulto, “la
maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y dirigir teatro infantil.
Por eso, siendo yo director del Colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, vino a ver
las instalaciones del bello teatro de ese instituto. Vino acompañada de un
adolescente rubio que no tenía todavía quince años, Osmar Nuñez, quien desde
ese momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me acompañó en casi
todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el primer libro que
presenté en 1990, “La estación necesaria”,
hasta el año pasado 2012, cuando le hicimos los dos un justo homenaje a la
maestra ausente pero viva con “Réquiem de
guerra” y “Diálogo de pájaros”.
¡Una de las grandes maravillas de mi vida!
Desde aquellos seis años de mi primera actuación, seguí mi recorrido
con los salesianos de Don Bosco. En segundo grado, año 1948, en el Colegio
Santa Isabel, de San Isidro, me sentía ya un actor consumado con ocho años, y
hasta intentaba escribir con nuestro primer grupo literario de compañeros,
D’Almedia, Toyos y yo. Es que también tuvimos allí un maestro excepcional y
gran actor como fue Mariano Volpe, que dirigía el cuadro dramático de ex
alumnos, mientras que el Padre José Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y
guiones para diversos eventos. Y más tarde, desde 1954, cuando entré con catorce
años al Seminario Menor de Bernal, me encontré con un artista eximio como fuera
el Padre Juan Morano, ilustrador de revistas, escenógrafo y director de teatro,
quien asociado a Carlos Forno, peluquero y maquillador del Teatro San Martín,
formaron una dupla teatral imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que
tenía casi todas sus sorpresas preparadas sobre las tablas de semana en semana.
Eran tiempos en que se daban obras de la Galería Teatral Salesiana de Madrid,
generalmente arregladas por los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y
muchas veces, con orquesta en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo
un tenor segundo de poco volumen, solía perder protagonismo y me contentaba con
papeles secundarios. En 1960 comencé como docente en Ramos Mejía. Y entonces me
dije que era una oportunidad para seguir con el teatro escolar que había
aprendido, aunque ya con ínfulas universitarias.
Vuelto de Italia con un buen bagaje de cine -eran los años
esplendorosos de Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini, Bolognini, Zurlini o
De Sicca entre otros- me enganchó el periodista Alejandro Rossiglione para sus
programas en Radio Porteña y allí me instalé con Butaca 68 y Butaca 69, hasta
el cambio de mano con Radio Continental. Creo que entonces hubo un viraje en
mis preferencias de docente. El teatro pasó a ser en mis esfuerzos colegiales
un bien de lujo para determinadas ocasiones anuales, mientras que el cine, con
talleres y actividades de cine-debate, se convirtió en mi preferencia de
actividades extra-programáticas.
Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996;
última, escrita por mí para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue
“Cinco días de mayo”, un verdadero
fracaso. Sin embargo esa escuela aceptó mi guión cinematográfico, que hizo
filmar el equipo del empresario Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el
21 de mayo de 1996, en los 40 años de la escuela, con copia de regalo para
todos los espectadores invitados.
Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo
Gamarra, a quien había conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián
Porcel de Peralta. Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus
Teatro – grupo de coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances
de poesía y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La Musa de los Muchachos”, sobre
epigramas de Estratón de Sardes y otros poetas alejandrinos, obra con la que,
desde Lugar Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro Ift y
el espacio teatral de la Galería Ghandi.
Llegó el 2001, con el hecho más lúgubre y terrible de mi vida, la
muerte de mi hijo Alejandro. Lo que escribí desde ese momento quedó fijo en “Paternidad de sombra”, obra de poesía
que reúne mi dolor de esos años, y que presenté en la SEA, acompañado por los
dos laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo Gamarra.
Nunca más volví a subir a un escenario para hacer teatro. Sí para
realizar performances poéticas con Marcelo, siendo las que más recordamos, en
la SEA con una noche erótica en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del
Tango -de La Plata- en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural,
me prendo para sacar la poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el
Obelisco, y en septiembre en la Avenida Boedo, parando en todos las esquinas
emblemáticas que, desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los
escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.
Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008
y 2012, con mi columna de comentarios culturales sobre libros literarios, cine
y teatro, pasando por AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se
quiere, de lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario
Clarín, como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada
Cultural” de Diario de Trelew y en la Revista NEXO.
-Viene ahora la
solicitud de que nos indiques la dirección del sitio web donde se encuentra
“Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, esa
antología anotada. Y que nos interiorices sobre los cursos y talleres
realizados a partir de allí. Sobre el singular volumen “La proctomaquia o El
cantar de los culos” no te preguntaré, Wences, puesto que en la Red nuestros
lectores –les aviso- encontrarán bastante material si en los buscadores ponen
tu nombre o el título de la obra.
-Actualmente el archivo del libro “Entre
Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, se encuentra
en su totalidad de cinco capítulos, y con la versión incómoda de notas al final
de cada uno de esos capítulos, en mi propia página web en el tópico
“traducciones”. Se trata de una selección
de textos que terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi
regreso a la Argentina, hasta 2000, pero que sigo usando todavía hoy en
talleres y cursos.
En estos veinte años he multiplicado los encuentros sobre poesía
erótica de la Grecia clásica, así como también de la Roma monárquica,
republicana e imperial. Mis charlas no eran omnicomprensivas, sino más bien
tomaba algunos puntos neurálgicos del tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea,
el teatro griego del Ática o la Musa de los Muchachos y los poetas
alejandrinos. A veces he hecho cursos centrándome en algún poeta en especial,
como Safo, Calímaco, Teócrito o Estratón de Sardes, y en el teatro he tenido
preferencias por Eurípides y sus transgresiones dramáticas.
Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han tenido la misma
suerte de encontrarse con el libro bien armado. Pero es posible que alguna vez
suceda porque tengo todo el material sobre esos cursos. Más allá de mi interés
por Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del
Satiricón de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos
ha llegado fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”, socializada el
año pasado 2012 en Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del Simposio,
editorial erótica que me pertenece y que está, por el momento bastante
estancada, después de una batalla legal por el título primitivo que era
Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado Banquete, de Platón.
Sobre “La Proctomaquia o el
Cantar de los culos”, tengo bastante para decir. Respeto la contención que
ponés en tu pregunta. Aclaro sólo que se trata de un “falso poema” de un poeta
alejandrino inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda
ser el título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza que
pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las diosas habían
apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con trampa, aquí son
tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo
y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no cuento
cómo termina la historia… También se
puede buscar la obra en mi página web.
—Ya jubilado de la docencia, ¿cómo recordás tus años
al frente de las tres materias? ¿Cuál preferías? ¿Anécdotas, añoranzas?
-Al
jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco años, me cuesta
llenar. Viví muy feliz como docente. Y diría que no sólo porque me encantaba
dar latín, griego o literatura italiana, en este último caso no se trataba de
la lengua, sino porque me gustaba estar en el aula. Estas materias las he dado
en nivel terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me encantaba,
sobre todo, trabajar con adolescentes en el nivel secundario, siempre en los
últimos cursos, donde se trataba de lengua y literatura española simplemente.
Pero el margen educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo
una lectura comprensiva, sino también crítica, consiguiendo madurar en la
propia expresión y en un sentido de juicio personal, libre y motivado. Es decir,
me ha fascinado más ser educador que trasmisor de conocimientos, considerando
que la perspectiva educativa comienza con un entendimiento afectivo, antes que
intelectivo.
Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de
los ‘60 y los ‘70. Y los de los últimos años del 2000, grupos que organizan
eventos multimediáticos, porque hay excelentes artistas plásticos, actores y
actrices, fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus encuentros
para… ¡hacerme leer poesía!
—A pesar de que nos hemos visto muchas veces, y
hemos compartido espacios públicos y privados, y jamás tuvimos un encontronazo,
y coincidimos en antologías y revistas, nunca mantuvimos una conversación a
fondo (o, en todo caso, la mantuvimos pero siempre respecto de algún asunto
puntual). Ignoro, sin ir más lejos, si has residido, aunque más no fuera
durante lapsos breves, en algún otro país, además de Italia. ¿Puede ser que me
cuentes en qué barrio naciste y cómo siguió tu derrotero en lo que concierne a
viajes y residencias?
-Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento, que según me contó
mi madre, más comunicativa que papá, fue en el Instituto del Diagnóstico que,
por aquel entonces, estaba ubicado en la Avda. Córdoba y Ecuador. Eso fue un 29
de julio de 1940, a las 17.15, para ser más precisos. Era un día de lluvia muy
fuerte. En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de niño mucho tiempo.
En 1946 emigramos hacia el norte de la Provincia, a Martínez, donde estuve
hasta 1953. A partir de 1954 entré al seminario menor de Bernal; y allí me
recibí de maestro normal nacional y completé los estudios de filosofía. En 1960
ya estaba instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo de maestro, pero
sólo por tres años, ya que a fines de 1962 me enviaron a Turín, Italia, para
estudiar teología en lo que inicialmente fue el PAS (Pontificio Ateneo
Salesiano), transformándose en 1965 en UPS (Universidad Pontificia Salesiana),
ya con sede en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y mientras seguía la carrera
de Letras en la UCA, daba clases de lengua y literatura griega y latina en
Ramos Mejía. Estuve luego tres años en el Colegio León XIII, ubicado en la
calle Dorrego al 2100, para volver a partir de 1971 a la zona oeste, primero
Ramos Mejía y luego San Justo.
Fui teniendo cargos de cierta importancia en la Institución Salesiana:
primero como director y rector de un colegio, luego como vicario inspectorial
de una zona, para terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas
de la Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de
Buenos Aires, zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo
de mi trabajo, en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí
por largos períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos,
como la “Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los
estudios en la formación de los nuevos religiosos.
En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes y congregaciones
de hombres (díganse, dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos,
jesuitas, maristas, lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos,
etc.), me eligieron presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia
Argentina de Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988,
y que me obligó a viajar, además, por todo el continente americano. Eran
habituales las reuniones en los países limítrofes; pero debí asistir a
reuniones incluso en Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el
periplo de encuentros y reuniones.
Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy distintas naciones de
Europa, como Eslovenia, Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué
incluso a Israel y Egipto; recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque
como llevaba correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me
tuvieron detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna
entidad internacional, lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos
países en mi pasaporte. Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a
Angola, para ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí hacía
apenas un año, porque era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina,
Brasil, Uruguay y Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las
fuerzas del Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese
motivo no pude llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba.
Sin embargo, al uruguayo Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su
parroquia de Calulo, pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de
que la embajada del Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes
andaban por esa zona. De hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos
el territorio nacional, nos pararon soldados de las tropas cubanas, allí
apostados, y nos sugirieron muy amablemente que diéramos la media vuelta. Pero
como Pepe insistió en que no podía dejar abandonada a la gente de su parroquia,
hacia allí nos fuimos. Todo fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario,
la gente de una calidez total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de
mi visita de tres días, pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino
a Dondo, un 2 de septiembre, recuerdo muy bien. Al día siguiente, corrió como
un reguero de pólvora la noticia de que las tropas revolucionarias habían
entrado en Calulo, y secuestrando a varias personas, el primero a Pepe Uría, el
párroco. Y se llevaron a los cautivos a través de la selva caminando casi
durante cuatro meses, soltándolos recién en la Navidad de ese año 1983. Mis
fotos pasaron inadvertidas por la aduana cuando salí del país; y a pesar de que
viajé en un avión militar con heridos de guerra rumbo a Belgrado, esas imágenes
se transformaron en el testimonio de un trabajo riesgoso y de una vida precaria
en plena guerra civil. Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza,
nunca perdieron su alegría. Todavía me parece verles una sonrisa maravillosa.
Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de voz para contar…
A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de decisión
fundamental en mi vida: el alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia.
Los motivos de viraje tan violento quedaron enumerados en una carta a mis
superiores que se hizo pública. El asunto da como para un libro. Conseguí
entonces ubicarme en el departamento en donde vivo actualmente, en el Abasto,
gracias a la ayuda de amigos y de la misma institución salesiana. Por ese
entonces yo no sabía que había nacido a cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que
ésta iba a ser mi casa en la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte
años. Había conseguido unas pocas horas de clase en Castelar, y me moría de
hambre.
Como un antiguo compañero de mis años juveniles me ofreciera un
trabajo de pedagogo en el Instituto Oasi de Troina, Sicilia, con un generoso
sueldo y la posibilidad de investigar sobre escuela y discapacidad mental y la
inserción de los padres en la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado,
preparé mis valijas y decidí emprender viaje, imaginando que me quedaría ya
para siempre en esa nación, a la que reconocía como “madre de mi formación
cultural y artística”. Allí viví tres años de trabajo, profundamente feliz por
las posibilidades que se me daban, incluso para participar en congresos europeos,
como fue el caso de Alemania y Portugal, llevando mis trabajos de
investigación, mientras publicaba las conclusiones en la revista de la
Institución, convirtiéndome en colaborador permanente. Y hasta tenía
posibilidad de relacionarme con escritores del lugar, como fue el caso de Luigi
Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich, en donde vivía
con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de origen esloveno, convertido ahora
en psicólogo social. Fueron años de mucha producción literaria.
Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería
mi padre repentinamente. Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había
fallecido en 1982. Y mi hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en
Buenos Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho falleció tres años
después. Ante este panorama, al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya
nunca pude regresar a Europa. Como conseguí un trabajo de delegado inspector de
una jueza de menores en los Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme
cargo de un menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi
hijo del corazón, Alejandro David.
Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La
Coronilla, última población sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con
Brasil, en la República Oriental del Uruguay, punto de referencia de una mínima
actividad comercial y playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis
años, voy y vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí
salieron obras como “La Proctomaquia…”,
“El mar y la hoguera”, “Mi reino será el mar”, “Volver a La Coronilla” y otros últimos
textos.
—No sólo pertenecés a la Sociedad de Escritoras y
Escritores de la Argentina, sino que, fuiste secretario de esa entidad durante
un año. Por lo cual te convoco a que les trasmitas a los argentinos que no
conozcan la SEA y a los extranjeros que tampoco la conozcan, cuál ha sido el
origen de su fundación, cuándo, su funcionamiento, etc.
En realidad son tres las sociedades de escritores a las que estoy
afiliado como socio; la SADE, la tradicional Sociedad Argentina de Escritores,
con su antigua sede en la calle Uruguay, fue la primera. Y sigo pagando mi
cuota social, aunque voy bastante poco. En 2001 Víctor Redondo capitaneó una
especie de rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los cuales
tuvieron bastante trascendencia. Decide entonces crear una nueva entidad, la
SEA, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Me acuerdo que
suscribimos el acta fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo
el número de socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA prometía luchar
por el reconocimiento de los derechos de los escritores. Se logró, después de
las primeras estrecheces, tener una sede realmente cómoda, por comodato, en el
2° piso de la Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de la
lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la legislatura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, con la abstención de los legisladores oficialistas
del PRO, lograra la aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad
Literaria, subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte Macri
no vetó la nueva ley.
Por ese entonces los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de
la Argentina, se reunía asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente
Cayetano Zemborain. Adherí también a este movimiento, sobre todo porque trata
de llevar la poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta
organización nació la iniciativa hace cinco años de reunir a jóvenes poetas,
menores de treinta años; el nombre de estos encuentros anuales se denomina
“Juntada” y abarca a jóvenes de todo el país, con una visión realmente federal.
Celebro esta actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos
y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A.
(la Feria del Libro Independiente, Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo
que la A pueda querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido
escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación, me hacen sentir
en continuidad con el trabajo de mis épocas de docente, mientras que, al mismo
tiempo, la creatividad artística juvenil me produce una enorme felicidad.
Wenceslao Maldonado selecciona para esta entrevista, en diciembre de 2013,
seis poemas de su autoría (2006-2012), pertenecientes a “Recorridos breves de
un largo itinerario”, recopilación de recopilaciones en cinco libros:
1.-
levedad
de voces
en
los labios
y
nada más que alas
en
la respiración
hasta
espantarme
(del libro
primero RESQUICIOS, palabra, 2006)
2.-
desbordada
mi
locura levanta
su
barrilete de fantasía
por
cielos de libertad en las esferas
más
azules de la altura
y
despliega
(creo
que sin vergüenza)
todo
su deseo de un baile despreocupado
(ante
el quiebre de las censuras)
todo
el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante
la burla del conformismo ciudadano)
toda
la algarabía de su vestido en giros
(ante
el malhumor que no respeta)
y
mira lo que es
en
el espejo interior del sentimiento
(en
la carta de identidad de su existencia)
y
baila baila baila
a
viento suelto a cielo abierto
y
ríe ríe ríe
la
risa cuanto se quiera
mientras
el cuerpo define
en
el aire enloquecido de la altura
la
elección del movimiento
(del libro
segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, apuntes
para una vida nueva, 2008)
3.-
no
me fue fácil
hacer
las paces
con
el que fui
pero
ahora
puedo
despedirme de él
como
si hubiéramos sido siempre
buenos amigos
(del libro
segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, acta
póstuma, 2008)
4.-
sabe
que no puede
decírselo más
que a sí mismo
este espacio
sin medida
con el sol
derrumbado
en todas las
distancias
sudoroso
caminar sin rumbo
con pesadumbre
sin saber por qué
no sabe
que es más que
un caminante
tal vez un
nómada olvidado
alguien de esa
especie humana
que se fue
dispersando
en la soledad
de los afectos
en la vasta
diferencia de la idea
sabe
que no hay un
punto fijo sospechable
de ser el final
un árbol por
ejemplo
o una casa en
la lejanía
o un río que
divida las comarcas
del silencio y
la rutina
aunque fuera un
agua
aburrida de
estancarse
o una nube que
marque alguna altura
no sabe
si hay altura o
qué distancia
habría hasta el
horizonte
porque la línea
que cierra las fronteras
tal vez esté
arriba
o a lo mejor
pertenezca a los senderos
ahora
desandados
perdidos en el
cansancio permanente
de no poder
recostar las fantasías
y sabe
que tendrá que
seguir caminando lo que sea
hasta que ya no
pueda más
hasta que las
piernas rígidas se nieguen
a otro paso
ciego
y no sabe
hasta dónde
habrá llegado
y desde dónde
vino
y para qué
caminó tanto
y qué hay más
allá
de la ceguera
(del libro
tercero CICATRICES, desierto, 2010 )
5.-
es
esta ausencia hijito…
obligado
a dejarte que te fueras
aunque
te tenía de la mano
destruyendo
el adiós
vaciando
los abrazos
dejando
mudas las palabras
y
hoy tan lejos...
yo
que intenté ser padre y madre
de
tu orfandad en ronda por la calle
cuento
todavía
los
días terribles del silencio
los
años dolorosos de la pérdida
que
se ahonda más y más por este hueco
y
me empuja a rondar por tantas calles
de
tu soledad
(del libro
cuarto DESOLACIÓN Y CANTO poema 35,
2011)
6.-
la noche en la
palabra
escarba
los sentidos
posibles
que la garganta
no expresa
descubre
riquezas que se esconden
en la sutil
fragilidad de lo profundo
muy adentro de
uno
o tal vez
encuentra
socavones del
miedo y de la duda
desconocidos
(del libro
quinto LA NOCHE EN LA PALABRA poema 5,
2012)
En
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, W. M. y R. R., diciembre 2013.
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publicado por
islanegra a las 18:29 · 1 Comentario
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02 de Noviembre, 2011
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En las letras, desde Puerto Rico
por Carlos Esteban Cana
Ahora que recién publico la edición de En las letras, desde Puerto Rico dedicada a Olga Nolla recuerdo que la última vez que la escuché fue en el Ateneo Puertorriqueño. En esa ocasión la poeta compartía auditorio con Angela López Borrero (a quien conocí en el grupo Puertas) y con Manuel Martínez Maldonado. Si no me equivoco, Martínez Maldonado conversó esa noche acerca de su novela Isla Verde.
Después supe de Manuel cuando se le nombró Presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Y con el tiempo jamás imaginé que trabajaríamos juntos en la directiva del Pen Club de Puerto Rico, una integrada por Juan Antonio Rodríguez Pagán (QEPD), Mario Antonio Rosa, Ana María Fuster, Carlos Roberto Gómez, Martínez Maldonado y este servidor. Indudablemente, con uno u otro de los miembros de esa junta, antes y después, he tenido una relación estrecha. Pero en lo que se refiere a ese año y a ese grupo rector del Pen Club, fue Martínez Maldonado quien demostró más solidaridad y respeto hacia mi persona y mis iniciativas.
Fue Manuel Martínez Maldonado el principal arquitecto de la visita de dos personalidades de la cultura contemporánea española. Hablo de Luis Antonio de Villena, poeta de referencia generacional en la Península Ibérica, y que ha marcado toda una época dentro la poesía española de las últimas décadas del siglo XX, y Francisco Brines, poeta con una vasta obra de corte ontológico que gravita en torno al misterio de la muerte. Publicado por prestigiosas editoriales como Ediciones Cátedra, Brines recientemente fue galardonado con el Premio Reina de Sofía de Poesía Iberoamericana. Los eventos que se realizaron en torno a la visita de estos escritores, eventos que se efectuaron en diferentes partes de Puerto Rico -actividades en las que participaron algunos de los poetas nacionales más importantes- fueron los acontecimientos que mejor representan esa época del Pen Club de Puerto Rico (el otro podría ser el premio por toda una obra que se le otorgó en vida a la poeta Laura Gallego). Y como dije al inicio de este párrafo, fue Manuel Martínez Maldonado el responsable principal de la visita de Villena y de Brines a suelo boricua.
Después de esa época Manuel Martínez Maldonado viajó a los Estados Unidos para desempeñarse en labores ejecutivas en el campo de la investigación médica en la Universidad de Louisville. Reconocimiento que se le otorga a personalidades con una brillante trayectoria. Yo desconocía que Manuel Martínez Maldonado era un prestigioso nefrólogo con valiosos descubrimientos en su especialidad y colaborador consecuente en importantes publicaciones periódicas de la medicina. Tampoco sabía que fue crítico cinematográfico aunque alguna vez, cuando yo trabajaba en el Canal 6, pude verle en el estudio televisivo cuando se grababa un episodio del programa En cinta que conducía Rubén Ríos Ávila.
He recibido siempre de Martínez Maldonado una cordial y genuina solidaridad. Recuerdo que entre los pocos comentarios que merecieron las primeras ediciones de este boletín cibernético (que ya hoy se reproduce en diferentes partes del planeta) siempre destacaron las palabras amables y entusiastas de Manuel. Hoy, por todo lo anterior, y con motivo de la publicación de su nueva novela, El Vuelo del Dragón, bajo el sello de Terranova Editores, En las letras, desde Puerto Rico conversa con el amigo y escritor Manuel Martínez Maldonado. ¡Mucha salud para ti, Manuel! Mis respetos, siempre.
CEC: ¿Por qué un poeta como Tú se lanza nuevamente a la narrativa?
MMM: Mis poemas han sido en su mayoría experienciales, anécdotas de mi vida disfrazadas con la ficción que se elabora para hacer literatura. Aunque sobran los antecedentes en la poesía de todos los tiempos y de muchas lenguas, el poema épico se practica poco hoy día, y las historias que quería contar en El Vuelo del Dragón no son amenas a ninguna otra forma que no sea la novela. El amor se presta mejor para un poemario como lo es Novela de Mediodía (Cultural 2003, Verbum 2004), que cuenta una historia sin que se pierda la individualidad de cada poema. Por supuesto, escribí Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum 1998), otro libro que, como esta nueva novela, fue de larga gestación. Aquella experiencia, me preparó para escribir este libro. Mi educación como científico e investigador médico me brindó los métodos investigativos para el estudio del trasfondo histórico y político de la época en que se desarrolla la trama de El Vuelo. También influyó, para que ahora cuente historias largas, el querer que mi poesía esté más cerca de la “poesía pura” de Juan Ramón y dejar la “protesta” (toda novela es “una protesta”) para lo novelístico.
CEC: ¿Cómo contrastas el proceso de redacción de la novela con la creación de tus libros de poemas?
MMM: Yo escribió los esqueletos de mis poemas a mano en libretas; en las libretitas promocionales que me dan en reuniones científicas, si la discusión de las conferencias me aburre; en la página en blanco de un libro que me ha dado una idea; en servilletas; en el plano de un museo; en el programa de una obra de teatro o de un concierto o una ópera; en mi Moleskin; hoy día, a veces en mi iPhone; etc. Me aseguro de guardarlos, pero los abandono por un tiempo y regreso a ellos a ponerles sangre y músculo, y, mucho más tarde, y más importante, a ponerles piel. Me refiero a ese proceso no siempre exitoso de buscar la palabra precisa y tratar de eliminar las superfluas.
La escritura de mis novelas ha sido más premeditada. La generación de notas ha sido más formal y estructurada. He construido bosquejos de la trama, he escrito guías y descripciones de los personajes, he construido árboles genealógicos y trascendencias familiares, y eso lo he ido enmarcando en la época, en la historia, con la intención de que el lector llegue al punto que comience a cuestionarse qué es verídico y qué es ficción. Además, por el hecho de que hay un trasfondo político importante en El Vuelo del Dragón, que presenta tanto las pasiones ideológicas que permearon con su combustible la llamarada de la guerra civil española, como las que incendiaron al Puerto Rico de la época de Winship, la persecución de los nacionalistas, y la creación del Partido Popular, he tratado de permanecer lo menos abanderizado posible. He querido dejar que sean los personajes los que armonicen con sus acciones y sus pensamientos sus creencias ideológicas y que le den ellos cuerpo a la trama.
Como te imaginas, ha habido mil correcciones y revisiones; muchos amigos han hecho sugerencias, lectores profesionales (correctores de prueba) y lectores apiadados han probado el guiso y han sugerido condimentos o encontrado ratas husmeando en algunas esquinas. Es un texto extenso e intenso, y, difícil. No por el lenguaje en sí, que me parece muy asequible, sino por sus complejidades narrativas y la ambigüedad ideológica que afecta a algunos de los personajes. Ha sido un proceso arduo, pero apasionante.
CEC: Para beneficio de los lectores de este boletín ¿de qué se trata El Vuelo del Dragón?
MMM: Tal vez sepas que el modelo de avión que llevó a Franco desde las Canarias a Marruecos para comenzar la guerra civil española se le conocía como Dragon Rapide. De ahí el título de la novela y que el avión sea un leitmotiv en ella. Dos hombres que son cuñados, uno de izquierdas otro de derecha, están involucrados en las intrigas que se han suscitado en Madrid. Uno participa en el asesinato de Calvo Sotelo, el otro –desde el clandestinaje y la quinta columna- es responsable del sabotaje del polvorín de Lista, en el que mueren numerosos inocentes. Dado por muerto en el asalto al Cuartel de la Montaña por su familia, el derechista, conocido por su alias “Banderilla”, es perseguido por la policía militar. La pesquisa la encabeza su cuñado sin saber la identidad del saboteador. Por razones imperiosas, los principales huyen a Puerto Rico donde se involucran en la política de la isla antes y durante la militarización que en ella ocurrió en los años precedentes a la segunda guerra mundial. Aquí se codean con los gobernadores Winship y Leahy; y las masacres de Río Piedras y Ponce. Las acciones de Hitler y Franco, influyen en sus acciones. Una vorágine de intrigas, espionaje y muertes los sigue por el Caribe y los lleva a Cuba y a la Francia de Vichy durante la ocupación alemana, mientras sus vidas van uniéndose cada vez más con consecuencias sorprendentes
CEC: ¿Cuáles son tus influencias como escritor? ¿Desde cuando comenzaste a escribir?
MMM: Siempre he sido un lector empedernido. Comencé a leer cuando tenía cuatro años y lo primero que recuerdo haber leído es una serie de libros de cuentos de hadas (creo que venían de España) y el Billiken (una extraordinaria revista Argentina para niños, que aún circula). Los cuentos de hadas (letra grande; oraciones simples) eran orientales, nórdicos y germanos, y estaban ilustrados. Por motivo de esas lecturas y porque en diciembre de 1941 comenzó la guerra mundial contra Alemania y los japoneses, a los cinco años escribí un cuento de cuatro o cinco oraciones (que desafortunadamente se me ha perdido en una de mis mudanzas) sobre un vecino de Yauco en su primera misión como piloto. Era muy escueto y decía (según recuerdo) exactamente lo que había sucedido. Algo así como: Fulano, que vive a tantas casas de la mía y es el hermano de mi amiguita fulana, se fue de piloto, y los alemanes (pueden haber sido los japoneses, ya no recuerdo) tumbaron su P-39 (me aprendí los modelos de los aviones de la guerra y los podía dibujar; hoy recuerdo sólo algunos) y murió. Recuerdo que a sister María Caridad, mi maestra de primer grado, le pareció muy lúgubre.
Pero pasaron muchos años antes de que volviera a escribir algo que no fuera para la escuela. Leía las asignaciones y aprendía poemas de memoria (Rubén Darío, Llorens, Espronceda, Núñez de Arce) y cuando llegué a sexto grado descubrí las Leyendas de Coll y Toste y otras cosas que me daban a leer mi madre y mi abuela. Pero mi primera influencia, algo que hizo decirme “voy a escribir algo así” fue la Llamarada. Ya estaba en octavo grado y leía una lista ecléctica de material variado: La Sombra, Doc Savage, Perry Mason, Ellery Queen, Agatha Christie, comics, novelas “pornográficas”, que eran traídas de contrabando al vecindario por los chicos mayores de diecisiete, tales como La Piel de Curzio Malaparte y La Coquito de Joaquín Belda. Éstas las leía de prisa para llegar rápido a los pasajes salaces. Pero no tardó mucho para que cayeran en mis manos Azorín, Pérez Galdós, Hemingway, Fitzgerald, John O’Hara, que considero uno de los grandes cuentistas del pasado siglo, y, especialmente, J.D. Salinger, que me condujo a comenzar a escribir Isla Verde (El Chevy Azul), que al principio se llamaba Anoche en San Juan, en 1961, y cuya influencia asoma en el libro de cuando en cuando. Cada uno de estos autores influyó en mí de forma distinta: Azorín por la belleza de sus descripciones, Galdós porque fue mi primer encuentro con la mezcla de historia y ficción en la literatura (no leí hasta después a Walter Scott y a Dumas), Hemingway por su precisión y la ausencia de sentimentalismo en su escritura; Fitzgerald por su estilo y su prosa conmovedora; y Salinger por su comicidad tan triste y real, y su conocimiento de las perturbaciones emocionales de un adolescente. Después, Cervantes, quien me alegro haber leído después de haber cumplido los treinta, Borges, Graham Green, Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes, DeLillo, William Kennedy, y, recientemente, Aira, Piglia y Bolaño.
CEC: ¿Por qué escribir? ¿Tienes alguna poética? ¿Un ars poético?
MMM: No creo en tendencias del momento ni en “movimientos”. Creo en el deber del artista con su entorno y la sociedad, pero también creo que, a menos que no tenga grandes talentos y sea muy valiente, se debe de concentrar en expresar sus ideas a través de su arte. Mi “ars poética”, si así se puede llamar, es que puedo ser tierno o devastador, y que digo lo que tengo que decir y no me amedrento ante la opinión de muchos o de pocos. He decidido que escribir es una catarsis emocionante y cautivante. Entiende, por favor, que hago estos comentarios desde la perspectiva de un novelista que comienza su carrera, que es cómo me veo. Pero escribir es lo que haré ahora hasta que me muera.
CEC: Manuel, tú eres un escritor que se ha codeado con diversos escritores, algunos de la talla de Francisco Brines y Luis Antonio de Villena, quienes visitaron el País gracias a ti… Puedes hablarnos de eso…
MMM: Mis viajes como conferencista médico y presentador de mis investigaciones me han traído en contacto con mucha gente en muchos sitios. Pero le debo parte de mis amistades literarias a mi buen amigo Carlos Prieto (hay varios Carlos Prieto, todos familia y famosos, que incluyen un chelista, y un director de orquesta, que estuvo aquí en el Festival Casals, de 2006, si recuerdo bien) un nefrólogo español dedicado a los trasplantes renales, que no sólo es un gran aficionado a la música clásica (como sus primos), sino que es primo carnal de Carlos Bousoño. Con Prieto y su mujer fuimos mi mujer y yo a conocer a Vicente Aleixandre, en Madrid. Allí estaba Bousoño que durante treinta o más años visitó al Nobel casi todos los días. Don Vicente, que hacía poco había recibido el Nobel, fue un anfitrión generoso y de una dulzura indescriptible. Ambos leyeron mis poemas y me alentaron a que publicara; muchos están en La Voz Sostenida 1984. Don Vincente me regaló unos libros autografiados que siempre me acompañan. Mi amistad con Juan Ramón Jiménez fue motivo de conversación porque éste me había sugerido que me fuera a estudiar literatura a Madrid y que me daría una carta de presentación para Aleixandre. ¿Qué hubiera sucedido de haber pasado eso? Nunca se sabrá y, en realidad, nunca lo consideré.
De todos modos, la próxima vez que fui a Madrid Carlos Prieto me dijo que estábamos invitados a comer (almorzar) a casa de Bousoño, en las afueras de Madrid, y allí conocí a Paco Brines y a Luis Antonio de Villena. Nos hicimos amigos rápidamente y he seguido viéndolos cuando vistamos Madrid. En otra tarde memorable en casa de Bousoño, también conocimos al gran Claudio Rodríguez, un hombre de una sencillez asombrosa y un poeta del parnaso de la poesía moderna en español. Bousoño, Brines y de Villena vinieron a Puerto Rico dos veces, incluyendo, en el caso de los dos últimos, la vez que mencionas. El estupendo poeta Ángel González había sido compañero de escuela (en el mismo grado, según recuerdo) de Bousoño, y con esa introducción me carteé con González, a quien invité a San Juan y pasamos una semana deliciosa leyendo poesía y tomando Don Q y Barrilito. De paso, Bousoño, González y Rodríguez, han sido galardonados con el Asturias de Letras.
Gracias a mi especialidad, también conocí a Jorge Guillen, quien al final de su vida sufría del riñón, pues fui a verlo con su nefrólogo (amigo mío) en su casa en Málaga. También he conocido a Antonio Colinas en Salamanca y, poco, a Luis García Montero, en Madrid.
Lo más importante de esas relaciones ha sido que todos (excepto García Montero; no tenía ningún poema conmigo en lo que fue un encuentro fortuito) leyeron mis poemas con entusiasmo. Me hicieron algunas críticas, pero también hicieron elogios de mi poesía. Los poetas tienen pocos lectores. Saber que uno cuenta entre ellos a poetas como estos es un gran premio para un chico de Yauco, Puerto Rico, que envejece.
CEC: ¿Tienes algún ritual en particular a la hora de acercarte a la página en blanco?
MMM: Trato de escribir todos los días, aunque sea una oración. Si no me sale lo que de primera intención era mi meta, me mudo de la novela a un poema, o viceversa. O me voy a algo ya escrito, y lo corrijo.
CEC: ¿Qué libros son importantes en tu biblioteca?
MMM: Tengo los libros dedicados por excelentes escritores que he conocido personalmente sobre mi escritorio. Además, vuelvo a ellos constantemente, particularmente en el caso de la poesía. No pasan muchos días en que no lea por lo menos una línea de Juan Ramón. Claro, están mis diccionarios y las gramáticas, que me desesperan.
CEC: ¿Te ocupa en estos momentos alguna nueva creación?
MMM: Tengo 73 años y soy paciente de cáncer: voy de prisa, pero con cautela. Me retiré hace año y medio y completé otra novela y he escrito otras dos, además de El Vuelo. Sólo te quiero dar noticias sobre una de ellas que me ha tomado más de 15 años escribir y que trata del caso infame del Dr. Cornelius Rhoads, médico que declaró haber asesinado 8 pacientes y de haberles inyectado células cancerosas a otros 8 pacientes, cuando practicó en el hospital Presbiterano del Condado en 1931. Estoy en proceso de revisarla y trataré de publicarla lo antes posible. Trataré de que no compita con El Vuelo. Por ahora lleva el título La Muerte se Viste de Blanco y es un “thriller” que también incursiona en el tema del mal uso de sujetos humanos para la experimentación médica. También necesitó una gran investigación histórica y la dedicación de muchas, muchas horas de lectura y estudio. Pienso que junto al Chevy Azul, El Vuelo y La Muerte, forman una especie de trilogía puertorriqueña que cubre desde los años 30 hasta los 60. Las otras dos novelas, que están básicamente terminadas, son de mi total invención. Ya hablaremos de ellas a su debido tiempo.
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islanegra a las 13:36 · Sin comentarios
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no se vende ni se compra ni se alquila, es publicación de poesía y literaturas. Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra también es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía. |
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Gabriel Impaglione
poeta argentino residente en Italia director revista internacional de poesía Isla Negra fundada el 1 de abril de 2004
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