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15 de Abril, 2015 · General

El pueblo boliviano y Playa Girón.

 

Por Froilán González y Adys Cupull.


En ocasión de conmemorse  el 50 aniversario de la Victoria de Playa Girón, sostuvimos  una entrevista  inolvidable con el periodista Antonio Peredo Leigue, quien fuera  Senador del Estado Plurinacional de Bolivia. El encuentro se desarrolló en su departamento de la ciudad de La Paz, con la presencia de su esposa María Martha González,  la común amiga Roxana Vaca y Leandro González Cupull, que filmó ese encuentro. 


Después conocimos que fue su última entrevista. En esa ocasión acabábamos de visitar la Higuera, donde presentamos  el libro La Batalla Inevitable,  del escritor cubano Juan Carlos Fernández, un signo de los nuevos  tiempo, que emocionó a los presentes.


Con Antonio  Peredo, conversamos entre otros asuntos, sobre  la  invasión mercenaria, de abril de 1961, apoyada y armada por los Estados Unidos. Su visión clara de analista, sus agudos comentarios sobre la desinformación de  las agencias de noticias  y el impacto   en los  bolivianos, quedaron  expuestos. Transcribimos textualmente:
 "Me han pedido recordar lo que ha sucedido hace 50 años. Fue en abril de 1961 cuando se produce la invasión a Playa Girón. Ese   fue un momento sumamente importante, que en un país como Bolivia, donde la Revolución Nacional de 1952 comenzaba a agotarse.


"En realidad estaba agotada ya. Era la segunda presidencia de Víctor Paz Estensoro, que en 1960 había traído el plan triangular... Existía   la necesidad de un cambio revolucionario y esa necesidad la cubría Cuba; pero Cuba estaba alejada y de pronto, la invasión de Playa Girón, cambia todo, toda esa visión; y Cuba está cercana en ese momento.


"Yo en ese tiempo era redactor,  Jefe de Redacción de un vespertino que pertenecía a Paz Estensoro. Esa  mañana comenzamos a recibir informaciones  de cómo habían llegado (los mercenarios) a Playa Girón o Bahía de Cochinos, cómo avanzaban con el "apoyo" de la gente, "aplaudidos", prácticamente sin disparar un tiro. Avanzaban "victoriosos" hasta  La Habana,"Mientras Fidel... se desconocía qué había pasado con él, que el Che se había pegado un tiro, Raúl Castro estaba en una embajada. En Realidad,   era una cosa triunfante,  que venía cada 15 minutos de la agencia United Press International, UPI en ese tiempo, prácticamente, eran los únicos cables que recibíamos.


"Las emisoras de radio, anunciaban, que  la Fuerza Aérea Cubana se había sublevado y bombardeado los principales aereopuertos. El 80 por ciento de los cubanos se estaban informando por las emisoras de Estados Unidos o de otros países, porque las cubanas estaban censuradas, debido a la falta de libertad de expresión en la Isla y  carecían de objetividad, que el 95 por ciento de los cubanos estaban en contra de Fidel Castro y de la Revolución y que el presidente de Estados Unidos tenía mayor aceptación entre los cubanos que Fidel Castro, Raúl Castro y el Che Guevara. 


"Era evidente que esas informaciones, estaban preparadas desde dias anteriores. Salían metódicamente cada 10 minutos. Se habló de que era por varios lugares por donde se  había invadido el país, entre ellos Pinar del Rio,  que Pinar del Rio estaba sublevado contra la Revolución y por lo tanto era notorio que se estaba aislándo a La Habana; que en Santiago de Cuba se comenzaban a sentir algunas manifestaciones. 


"Otras de las informaciones, que recibíamos ahí, hablaban del importante puerto de Bayamo, en manos de los  "libertadores". El  gran públco boliviano desconocia que Bayamo estaba a más de 70 kilómetros de la costa y que no es ningún puerto. 


"De pronto como a las 11 de la mañana, comenzamos a recibir, ya de las otras agencias- Yo recuerdo muy bien, que la primera que efectivamente comenzó a dar la información, fue France Press y France Press, comienza a decir que estaban empantanados en la Ciénaga, repelidos, que no habían podido avanzar, ni un solo metro y relata toda la historiaEl jefe de la página internacional me pregunta: ¿qué hago?. Yo le dije ándate a tu casa, y me hice cargo de la edición. En primera plana publiqué arriba  KNOCK OUT  DE CASTRO, y en un lado puse: "Esto es lo que decía UPI  y esto es lo que sucedió en realidad.


"Al día siguiente había un  memorándum de despido al Jefe de Internacionales. Yo entré donde el Gerente y le dije: "Estas equivocado, si tienes que despedir a alguien, es a mí".  No hubo ningún despido, pero era evidente, que en ese momento para el gobierno de Bolivia, para el presidente Víctor Paz Estensoro, no era bueno aparecer con una posición en su periódico favorable a Cuba.


"Yo creo que UPI,   tuvo que reconocer su fracaso de insistir,  era una guerra mediática, les era muy dificíl explicar, como  un pueblo sometido a una dictadura y que según sus reportes, mayoritariamente apoyaba a Estados Unidos, derrotó en pocas horas a los enviados de Estados Unidos, al mismo tiempo, que la invasión de Bahía de Cochinos, el hecho mediático está en que el representante norteamericano en Naciones Unidas dice: "Nosotros no hemos participado" y no había  pasado una semana, cuando se  presenta y dice: "Vengo a presentar mi dimisión porque ahora sé qué ha pasado y a mí me ocultaron la información y yo no puedo aceptar eso" y se retira de Naciones Unidas, Yo no me acuerdo, creo que era Stevenson.


"Aparte de eso, en el pueblo,  en las organizaciones sociales en la Universidad, había una gran movilización. Yo recuerdo a gente joven  convocando  a los estudiantes universitarios a organizarse. Me acuerdo que le llamaban Brigada Simón Bolívar, dispuesta a ir a Cuba inmediatamente.


"La Central Obrera Boliviana abrió un libro de inscripciones de voluntarios, que estaban dispuestos a ir a Cuba a defender a la Revolución, se produjeron manifestaciones contra Estados Unidos.


"Era una manifestación de desafío, no era simplemente de condena. Era el desafío que mostraba el pueblo boliviano, en todas sus capas sociales, estaban allí, profesionales, estudiantes, obreros, artesanos, que muy pocas veces salen en manifestaciones de este tipo.


"La Embajada de Estados Unidos estaba por entonces, en el  centro de la  ciudad, exactamente al frente de la Alcaldía Municipal de La Paz, un edificio en cuyo planta baja, estaba lo que entonces se llamaba el Banco Popular del Perú y que ahora se llama Banco de Crédito,  sigue siendo el mismo banco. En los pisos superiores  estaba la embajada de Estados Unidos.


"Yo lo recuerdo muy bien, porque no solamente las manifestaciones  fueron en esos tiempos, mucho después, hemos hecho plantones frente a la Embajada,  ahí mismo, con mi esposa María Marta ya hemos hecho plantones, en la Embajada en relación a otros temas pero es indudable que para los universitarios, para los obreros, para todos los manifestantes, pasar por la Embajada norteamericana, era un ritual, dentro de la manifestación cualquiera que fuese la manifestación, había que pasar frente a la Embajada y señalar a Estados Unidos como causante de la pobreza y de la miseria  de nuestro país, pero en ese momento de la invasión a Playa Girón, era otra cosa.


"Era una manifestación de desafío, no era simplemente la condena. Era el desafío que mostraba el pueblo boliviano en todas sus capas sociales, estaban allí profesionales, estudiantes, obreros, artesanos que muy pocas veces, salen en manifestaciones de este tipo.



"Mi hermano Coco, en ese tiempo estaba en Cuba,  creo  que incluso participó como miliciano, en la defensa de La Habana,   porque se puso todo el dispositivo de defensa de La Habana. Inti..,  era un hombre muy conocido en la Universidad, estaba organizando a la gente, insuflando  ese entusiasmo, por algo que se había convertido en nuestro, porque no recuerdo ninguna otra Revolución, que se haya considerado, ¡tan nuestra, como la Revolución Cubana! Creo, que ese abril de 1961 las esperanzas revolucionarias volvieron a renacer en Bolivia."


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20 de Noviembre, 2013 · General

El rector, el coronel y el último decano comunista


«El reportaje se sale de lo común, por la fuerza de su escritura, porque asombra, revive una época nacional que aún no superamos los guatemaltecos y tiende una mirada objetiva sobre los hechos.»
 
 
Adolfo Méndez Vides, escritor y crítico literario.
 


Crespo, Pilar y Asier Andrés. El rector, el coronel y el último decano comunista. Crónica de la Universidad de San Carlos y la represión durante los años ochenta.

Para pedidos comuníquese a: pedidos@fygeditores.com
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publicado por islanegra a las 15:25 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
30 de Septiembre, 2012 · General

Sin olvido. Crímenes en La Higuera

 

 

Froilán González y Adys Cupull.

 

 

     Durante la noche y la madruga del día 9 de octubre de 1967, en la escuelita de paja y barro de La Higuera, permanecieron  como prisioneros de guerrra, el Comandante Ernesto Che Guevara y el boliviano  Simeón Cuba, Willy y gravemente herido Alberto Fernández Montes de Oca ( Pacho o Pachungo).  Según el testimonio de pobladores de La Higuera al filo de la media noche falleció Pacho.

 Al amanecer del   9 de octubre,   entró al aula la maestra  Julia Cortés, quien  influida  por los militares, tenía  la  intención de insultarlo y pedirle que saliera de allí.    El Che habló suavemente con ella; hubo un intercambio de preguntas y respuestas.   Ella quedó sorprendida y convencida de que estaba en presencia de un hombre totalmente diferente a como los militares le informaron. Salió del aula cuando un  oficial,  le pidió que se alejara, porque iba a aterrizar un helicóptero.  Eran las 6:30 de la mañana.

Del aparato descendieron el Coronel Joaquín Zenteno Anaya y el agente de la CIA de origen cubano Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, que se hacía llamar Félix Ramos.   Zenteno Anaya, en compañía del agente,  se dirigió a  donde estaba el Che y  habló brevemente con él.   Poco después  Félix Rodríguez,  en forma agresiva comenzó a insultar al Comandante Guevara,  e intentó maltratarlo con violencia. Militares que presenciaron este encuentro, manifestaron que parecía que el Che  conocía a esta persona y sus antecedentes contrarrevolucionarios, porque respondió con desprecio a sus insultos, lo trató de traidor y mercenario.  

     A las ocho y media, aproximadamente, el  agente de la CIA  instaló un equipo completo de una pequeña planta de transmisión de gran alcance, para enviar un mensaje cifrado a la CIA; posteriormente, montó una máquina fotográfica sobre una mesa al sol, para fotografiar el Diario del Che y otros documentos.

     En las primeras horas de la mañana del 9, el dictador boliviano René Barrientos recibió una llamada telefónica desde Washington. Era de su ministro de Relaciones Exteriores doctor Walter Guevara Arce, quien participaba en una reunión de la OEA en la capital norteamericana.

       Sobre esta conversación el excanciller expresó:   “Cuando circuló la noticia de que el Che cayó prisionero, llamé por teléfono a Barrientos y le dije: 'Me parece vital que se conserve la vida del Che Guevara. Es necesario que en este sentido no se cometa ningún error, porque si así fuera, vamos a levantar una mala imagen que no la va a destruir nadie, en ninguna parte del mundo. En cambio, si usted lo mantiene preso en La Paz, cierto tiempo, el que sea necesario, será más conveniente, porque la gente se pierden cuando están en las cárceles, pasa el tiempo y después se olvidan.'       

        “La respuesta fue inmediata, él me dijo: 'Lamento mucho doctor, su llamada ha llegado tarde. El Che Guevara ha muerto en combate'. Esa fue la respuesta.   

      “Lo sentí profundamente, no solo por el hombre, sus características, las similitudes de apellido, sino porque me pareció un error político muy serio y me sigue pareciendo un error político muy serio, en el cual hubo muchas influencias externas, para que se cometiera este error.    

     “Yo estuve algo más de una semana en Washington y comencé a percibir una gran cantidad de hechos como consecuencia de la muerte del Che. El Che cayó herido, fue tomado preso. Estuvo toda la noche del día 8 de octubre. Vino la noticia a La Paz y más allá también...   

   “En todo este absurdo se jugaron fuerzas exteriores muy graves, para que darle más vuelta a la cuestión.” Concluyó el doctor Guevara Arce. 

   Mientras en La Paz, en  las primeras horas de la mañana del día  9, llegó al Gran Cuartel de Miraflores Alfredo Ovando, ya se encontraban en el lugar altos oficiales,   explicó que el Che se encontraba preso en La Higuera.  Sucesivamente fueron llegando el comandante de la fuerza Aérea y el de la Naval. Cuando    arribó el dictador Barrientos,  sostuvo una reunión privada con los generales Alfredo  Ovando y Juan José Torres. Después entraron  los demás militares.

      Barrientos, con el deliberado propósito de comprometer a los miembros del Alto Mando militar en la decisión, planteó el punto de la eliminación física del Che.   Lo expuso como decisión, no para someterlo a discusión. Concluida la reunión se envió una instrucción cifrada a Vallegrande y  Ovando se dirigió hacia el aeropuerto,  donde en un avión TM‑14 partió hacia esa ciudad.    Con él viajaron el contralmirante Horacio Ugarteche, los coroneles Fernando Sattori y David La Fuente, el teniente coronel Herberto Olmos Rimbaut, los capitanes Oscar Pammo, Ángel Vargas y René Ocampo.  

    Alrededor de las 10 de la mañana, en el humilde caserío de La Higuera, el agente de la CIA Félix Rodríguez  recibió un mensaje cifrado, en cuyo texto estaba el código establecido para actuar contra la vida del Che. El  agente de la CIA, en compañía de Andrés Sélich, se dirigió a  donde se encontraba el Guerrillero Heroico. Estaba de guardia el joven Eduardo Huerta Lorenzetti, quien en la madrugada  arropó al Che con una manta, porque hacia mucho frío , le dio un cigarro  y conversó con él.

     El agente de la CIA le ordenó que se retirara del lugar y el joven oficial obedeció, pero observó cuando Félix Rodríguez  tratando de interrogarlo, lo zarandeó por los hombros para que hablara, le haló bruscamente por la barba y le gritó que lo iba a matar.     

     Huerta contó a sus amigos que como  tenía que proteger la vida del prisionero, trató de evitar los malos tratos del agente de la CIA. En el forcejeo este se cayó y desde el suelo le gritó enfurecido: “¡Me la pagarás bien pronto, boliviano de mierda, indio salvaje, estúpido!”.  Huerta intentó golpearlo pero Sélich se interpuso.  

      Unos minutos después, desde la zona de combate, trajeron el cadáver del  guerrillero boliviano Aniceto  Reynaga  y prisionero al peruano Juan Pablo Chang‑Navarro, el Chino. El agente de la CIA empleó la violencia para que el guerrillero hablara, lo que no consiguió. En la revista española Interviú, de 30 de septiembre de 1987, refieren cómo Rodríguez utilizó una bayoneta contra el guerrillero peruano.  

En conversación con Modesto Reynaga, hermano de Aniceto, efectuada  en la ciudad de La Paz el 9 de septiembre del actual año (2012) manifestó que por diversas informaciones  conoció que su hermano fue llevado herido a La Higuera y  allí fue asesinado. Indicó que en Buenos Aires pudo conversar con el General Juan José Torres y este le confirmó la información. 

     Aproximadamente a las 11 de la mañana el agente de la CIA transmitió la decisión final de eliminar al Che al general Joaquín Zenteno Anaya.   Poco después Ninfa Arteaga,  esposa del telegrafista de La Higuera Humberto Hidalgo y en cuya casa acampaban los oficiales bolivianos, junto con su hija, la maestra Élida Hidalgo, fueron hasta a la escuelita a llevarles una sopa de maní al Che y a los otros dos guerrilleros.

       Ella narró: "Los militares primero me negaron que entrara; pero yo cociné para todos, y les dije que para ellos y para los guerrilleros también era la comida. Pero a mí, como todo el mundo en La Higuera me hace caso, yo dije: este señor esta preso y tiene que comer y si no me dejan entrar para que el Che coma, no le voy a dar comida a nadie, porque la comida es mía y yo misma la cociné.

       "Yo hice una sopa de maní. Los militares  dijeron que yo entrara donde el Che. Dije que me dejaran sola con él para que pudiera comer tranquilo. Le solté las manos, las tenía amarradas. Él se interesó por saber si los demás guerrilleros habían comido también. Yo le dije que habían comido.

       "El Che me miró tan tierno, con mirada de agradecimiento que yo nunca podré olvidar como el Che me miró. Los militares  no miraban así.- Ninfa llora - Cuando yo tengo un problema grande, yo lo llamó a él, yo veo su mirada y el Che me responde..."    

     Zenteno Anaya le pidió a Félix Rodríguez,  que se ocupara de ejecutar la orden de la eliminación física del Che,  que si deseaba podía hacerlo. El agente de la CIA decidió, en compañía de Andrés Sélich, buscar entre los soldados cuáles querían ofrecerse. Aceptaron Mario Terán, Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca, los tres entrenados por los asesores norteamericanos y que en la madrugada borrachos, quieran asesinarlo.    

      En entrevistas de prensa,  Mario Terán declaró que cuando entró al aula ayudó al Che a ponerse de pie; que estaba sentado en uno de los bancos rústicos de la escuela y aunque sabía que iba a morir, se mantenía sereno. Terán afirmó que él se sintió impresionado, no podía disparar porque sus manos le temblaban. Dijo que los ojos del Che le brillaban intensamente; que lo vio grande, muy grande y que venía hacia él; sintió miedo y se le nubló la vista, al mismo tiempo, escuchaba como le gritaban: “¡Dispara cojudo, dispara!”

     A Terán le volvieron a dar bebidas alcohólicas; pero aún así no podía disparar.   Los oficiales Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca dispararon contra el guerrillero peruano Juan Pablo Chang‑Navarro y el boliviano Willy Cuba.    

     Nuevamente los oficiales bolivianos y el agente de la CIA compulsaron a Mario Terán para que disparara. A los periodistas les contó que cerró los ojos y disparó, después hicieron lo mismo  el resto de los presentes. Ya habían pasado unos 10 minutos aproximadamente de la una de la tarde del día 9 de octubre de 1967.  El agente de la CIA disparó también sobre el cuerpo del Che. Cometido el crimen Zenteno Anaya regresó a Vallegrande.    

       Los aldeanos aterrorizados por las acciones del ejército lentamente se acercaron temerosos, mostraban desconcierto ante el increíble hecho del que fueron testigos. Para los pobladores de La Higuera, un caserío pacífico, religioso y supersticioso, no era cristiano que se asesinaran a seres humanos y empezaron a murmurar con espanto que un castigo de Dios vendría a La Higuera por culpa de los militares.    

  Alrededor de las 14 horas del 9 de octubre de 1967, aterrizó el helicóptero en Vallegrande, del cual descendió Zenteno Anaya, lo estaban esperando los agentes de la CIA de origen cubano, Gustavo Villoldo Sampera, que se hacía llamar Eduardo González y Julio Gabriel García, y los bolivianos  Roberto Toto Quintanilla y Arnaldo Saucedo Parada. Zenteno se dirigió hacia donde se encontraba Ovando con el resto de la comitiva que había llegado de La Paz.   Los agentes de la CIA recogieron los documentos de los guerrilleros para efectuar un inventario.

      El helicóptero regresó a La Higuera para trasladar a los muertos, pero con órdenes expresas de que el Che fuera el último.

      En el humilde caserío de La Higuera, testigo del asesinato del Comandante Ernesto Che Guevara, del peruano Juan Pablo Chang Navarro y del boliviano Simeón Cuba,  y de resultar ciertas las confesiones del General  Juan José Torres también la de Aniceto Reynaga, narraron que los acontecimientos conmocionaron a los pobladores. Algunos  soldados,  arrastraron el cadáver antes de ponerlo en la camilla, para trasladarlo hasta el sitio en que lo recogería el  helicóptero llegado desde Vallegrande. 

     Los vecinos de La Higuera y algunos militares reaccionaron indignados cuando un soldado con un palo trató de golpear el cuerpo del Che, entonces cubrieron el cadáver con una frazada; el sacerdote Roger Shiller  rezó una oración y se dirigió a la escuelita, lavó la sangre y guardó los casquillos de balas con que lo asesinaron.  

      A las 4 de la tarde partió el helicóptero piloteado por el mayor Jaime Niño de Guzmán, transportaba, en una camilla de lona, el cuerpo del Guerrillero Heroico.  Media hora más tarde aterrizaba en Vallegrande.       A través de varios reportajes de los corresponsales de prensa, se conoce la repercusión que provocó en Vallegrande la llegada del cadáver.

      Daniel Rodríguez, corresponsal del periódico El Diario de la ciudad de La Paz, escribió que la noticia del arribo de los restos del Che Guevara conmovió a la población, que en número crecido se trasladó hasta la pista y luego al hospital. La multitud trató de arrebatar el cadáver, pero efectivos del ejército tuvieron que esforzarse para evitar el asalto. El pueblo se volcó a la pista y estaba decidido a no permitir el traslado del cuerpo para ninguna parte,  los militares desamarraron el cuerpo, sujeto a la plataforma externa del helicóptero y rápidamente lo introdujeron en una ambulancia que a toda velocidad lo condujo al hospital “Señor de Malta”.   

     Christopher Rooper, corresponsal de la agencia de noticias Reuter, desde Vallegrande trasmitió:  “El cadáver fue retirado del helicóptero e introducido en un furgón Chevrolet que, perseguido por ansiosos periodistas que se habían trepado al primer jeep que encontraron a mano, se dirigió hacia un pequeño local que hace las veces de morgue en esta localidad. Se hicieron esfuerzos por impedir que espectadores y periodistas penetraran al recinto. En la puja se destacó particularmente un individuo rollizo y calvo, de unos 30 años, quien, aunque no llevaba insignia militar alguna sobre su uniforme verde oliva, parecía haberse hecho cargo de la situación desde el momento que el helicóptero aterrizó. Esta persona viajó, asimismo, con el cadáver, en el furgón Chevrolet. Ninguno de los jefes militares reveló el nombre de dicha persona, pero versiones locales aducen que se trata de un exiliado cubano que trabaja para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA)…”     

      El periodista inglés Richard Gott, del periódico The Guardian de Londres, en su información relató acerca de la presencia de la CIA en esa población, al manifestar que desde el momento en que el helicóptero aterrizó, la operación fue dejada en manos de un hombre en traje de campaña, quien ‑ y todos los puntos convergen ‑ era incuestionablemente uno de los representantes del servicio de inteligencia de Estados Unidos y, probablemente, un cubano. Y añadió:

        “El helicóptero aterrizó a propósito lejos de donde se había reunido un grupo de personas y el cuerpo del guerrillero muerto fue trasladado a un camión....”

    “Nosotros comandábamos un jeep para seguirlos y el chofer se las arregló para atravesar las verjas del hospital, donde el cadáver fue llevado a un cobertizo descolorido que servía de morgue.    

      “Las puertas del camión se abrieron de repente y el agente americano saltó, emitiendo un grito de guerra: '¡Vamos a llevárnolos para el demonio o para el carajo, lejos de aquí!'     

     “Uno de los corresponsales le preguntó de dónde venía él. '¡De ninguna parte!', fue la respuesta insolente.     

      “El cuerpo vestido de verde olivo con un jacket de zipper fue llevado al cobertizo. Era indudablemente el Che Guevara.     

    “Soy quizás una de las pocas gentes que lo ha visto vivo. Lo vi en Cuba en una recepción de la embajada en 1963, y no tengo duda de que era el cuerpo del Che Guevara.     

     “Tan pronto como el cuerpo llegó a la morgue, los médicos comenzaron a inyectarle profilácticos. El agente americano hacía esfuerzos desesperados para aguantar a las masas. Era un hombre muy nervioso y miraba iracundo cada vez que una cámara era dirigida hacia él. Él conocía que yo sabía lo que él era, y sabía también que yo creía que él no debía estar allí, ya que esa es una guerra en la cual los Estados Unidos no debían tomar parte. 

     “Sin embargo, estaba aquí este hombre, que ha estado con las tropas en Vallegrande, hablando con los oficiales de mayor graduación en términos familiares.”     

      El periodista Richard Gott afirmó que el comandante Ernesto Che Guevara irá a la historia como la figura más grande desde Bolívar, para luego añadir: “Él fue quizás la única persona que tratase de encaminar las fuerzas radicales en todo el mundo en una campaña concentrada contra Estados Unidos. Ahora está muerto pero es difícil imaginar que sus ideas mueran con él.”    

       El agente de la CIA Gustavo Villoldo   en compañía de Toto Quintanilla llevaron el cadáver hasta la lavandería del hospital “Señor de Malta”, al depositarlo en el piso, el agente demostrando su condición moral le dio una patada; después, cuando lo subieron al lavadero, le golpeó el rostro. Por su parte, Toto Quintanilla tomaba las huellas dactilares y ordenaba que fuera llamada una enfermera.

       Esa noche estaba de guardia Susana Osinaga, quien, con ayuda de Graciela Rodríguez, lavandera del hospital, procedió a lavar el cuerpo del Guerrillero Heroico.

      Los médicos José Martínez Caso y Moisés Abraham Baptista extendieron el certificado de defunción. Por disposición de los militares, le suprimieron la hora del fallecimiento. De igual manera obligaron a los médicos a realizar la autopsia y a inyectarle formol, para esperar el arribo de un equipo de peritos argentinos.    

        En el hotel Santa Teresita de Vallegrande, los agentes de la CIA y los militares bolivianos festejaron la muerte del Che. Félix Rodríguez  abrió una botella de whisky y brindó a los presentes.

     Mientras en el caserío de La Higuera, el sacerdote Roger Shiller convocó a los pobladores para oficiar una misa por el Che Guevara y sus compañeros asesinados. Todos asistieron llevando velas. El silencio fue absoluto y muy impresionante, nadie entendió por qué fueron asesinados. El sacerdote pronunció las siguientes palabras: “Este crimen nunca será perdonado. Los culpables serán castigados por Dios.”

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24 de Julio, 2012 · General

Bolívar, el Libertador... su rostro


En acto oficial en el Palacio de Miraflores el presidente Hugo Chávez, junto al gabinete ejecutivo, develó la nueva imagen del Libertador Simón Bolivar, quien fue exhumado en el 2010 para hacer un análisis antropológico y actualizar su rostro. Las fotos del cráneo y la cara del Libertador se llevaron a cabo gracias al estudio detallado de los rasgos morfológicos. Los restos del Libertador, fallecido el 17 de diciembre de 1830, fueron exhumados el 15 de julio de 2010 a solicitud del Ministerio Público al cual Chávez encargó misión de indagar si esos son verdaderamente los restos del Padre de la Patria, así como la causa de muerte.

En estas acciones participan expertos del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc); el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (Ivic); el Instituto de Estudios Avanzados (Idea) y especialistas internacionales, quienes concluyeron que los restos que reposan en el Panteón Nacional sí corresponden al Libertador.



 

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13 de Diciembre, 2011 · General

Guatemala/ Libros

 

Motines de indios. La violencia colonial en Centroamérica y Chiapas

Martínez Peláez, Severo. Motines de indios. La violencia colonial en Centroamérica y Chiapas. Guatemala: F&G Editores, noviembre de 2011, 2da. edición. xii+502 págs. 12.7 x 20.3 cms. ISBN: 978-9929-552-48-7. Rústica. US$30.00. Q.140.00.

De contraportada: El estudio de los movimientos de indios bajo la dominación española ofrece la mejor alternativa de análisis para entrar a la realidad cotidiana de la vida en los pueblos de indios, que fueron, estrictamente, el molde bajo cuyas presiones –económicas, políticas, ideológicas y de todo orden– los nativos conquistados fueron transformados en trabajadores serviles coloniales, esto es en indios.

Ningún cronista ni historiador colonial, ningún obispo en su informe de visita ni viajero en sus memorias, dan noticia de aquella vida en sus niveles más entrañables. En cambio los expedientes judiciales contra indios comprometidos en motines y rebeliones, esos paquetes de archivo que guardan cuidadosas y largas pesquisas, esos interrogatorios, declaraciones de testigos, informes secretos de corregidores y curas, humildes y mal concebidas defensas de los indios rebeldes, todo ese denso material nos introduce al nivel histórico donde la explotación y la opresión coloniales se vivían concretamente, donde se acumulaban todos los días la frustración y el deterioro que finalmente estallaban en formas violentas de lucha.

No se trata de narrar y dramatizar la violencia colonial, sino de descubrir, por la vía de su estudio, nuevos elementos para la explicación histórica y la comprensión de los grupos sociales que emergen de la colonia, especialmente de los indios.

El autor

Severo Martínez Peláez. Quetzaltenango, 16 de febrero de 1925 - Puebla de los Ángeles, México, 14 de febrero de 1998. Fue un historiador guatemalteco comprometido con el cambio revolucionario, siendo militante del Partido Guatemalteco del Trabajo. Cuando en Guatemala, en 1954, se desencadenó la contrarrevolución se refugió en México en donde continuó sus estudios en la Universidad Autónoma de México.

En 1970 la Editorial Universitaria publicó su obra más conocida y con una profunda huella en la historiografía guatemalteca: La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca. En 1992 recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad de San Carlos de Guatemala.

Más información: http://www.fygeditores.com/

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22 de Julio, 2011 · General

Cantar y contar la historia

 
Palabras de Víctor Casaus en la presentación del libro La historia me absolverá. Decimario, del poeta boricua Juan Camacho
 
Su autor, Juan Camacho, y la Brigada Juan Rius Rivera nos traen un regalo solidario y amoroso: este libro que recrea, desde la poesía popular, desde la décima, uno de los textos fundamentales de la Revolución Cubana: el alegato de defensa y acusación del joven abogado Fidel Castro, en el juicio por el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de l953.
 
Esta breve presentación quiere recorrer los caminos  inmediatos que antecedieron a este momento de hoy y evocar algunas de las múltiples relaciones de fraternidad, compromiso y solidaridad que han unido a los pueblos de Puerto Rico y Cuba, de la que es ejemplo hermoso y sistemático esta  Brigada que nos ha acompañado durante los últimos veinte años trayéndonos su mensaje y su presencia de hermandad revolucionaria.
 
Las primeras noticias sobre la presentación de este libro llegaron por las eficientes vías ya habituales de las nuevas tecnologías. Después de conocer la propuesta de nuestra hermana Milagros Rivera y los compañeros y las compañeras del ICAP para realizar este lanzamiento aquí en la Casa del Alba, Juan Camacho me envió este mensaje:
 
Víctor, saludos. Por fin te puedo enviar el texto del Libro. Los problemas para hacerlo antes fueron muchos, no obstante, ya están casi-resueltos... Tan pronto lo recibas me informas si lo pudiste recibir y/o abrir para entonces hacer otras gestiones. El texto que te envío va sin portada y contraportada, pero tan pronto el artista se le pare de encima y la termine, te la hago llegar. 

Tal y como hemos acordado, el Libro va con nosotros. Si eso no es así, en lugar de una Presentación, tendrás que presentar un velorio, porque Milagros me matará....

El texto adjunto es el elemento objetivo para analizar y comentar, pero más allá de eso, está el amor y la solidaridad con que lo trabajamos, tanto en homenaje a Fidel como a todas y todos ustedes que tanto nos motivan y nos esperanzan.

Juan 
 
El libro ya está aquí en nuestras manos y sus dos dedicatorias expresan cabalmente la profunda significación de este momento:
 
A Fidel en su cumpleaños 85, con los mejores pensamientos de los boricuas que amamos la libertad.
 
A la Brigada Juan Rius Rivera, en su viaje número veinte a la hermana República de Cuba, en solidario desafío al embargo imperialista.
 
La Comisión de Dirección de esta vigésima brigada de solidaridad y amor ha expresado también, en mensaje reciente, que “este libro representa el agradecimiento de nuestro pueblo por toda la solidaridad que el Comandante Fidel y el pueblo cubano nos ha brindado en la lucha por alcanzar nuestra libertad”.
 
Señores, ese acusado
que ahora ejerce el derecho
dará versión de los hechos
de todo lo que ha pasado.
 
Les dirá como abogado
lo que haya que decir
cómo se quiso impedir
su libertad y defensa
como vil y cruel ofensa
al pueblo y a su sentir.
 
Así evoca Juan Camacho, en una de las primeras décimas que conforman este libro, la voluntad de aquel joven acusado que, ante la imposibilidad de contar con las garantías legales imprescindibles, asumió su propia defensa frente al tribunal que lo juzgaba en una pequeña sala del Hospital Civil en Santiago de Cuba, sólo con la presencia de dos magistrados, seis periodistas (sujetos por otra parte a la censura imperante) y un centenar de soldados armados hasta los dientes. La temperatura de aquel momento, expresada en el discurso de Fidel, pasa a las estrofas de este libro para transmitirnos las dificilísimas  condiciones en que se libraba aquella batalla por la verdad y la justicia.
 
El libro incluye, en sus inicios, como material documental, “las notas que la periodista Marta Rojas tomó de las escenas finales de aquel día histórico, viernes 16 de octubre de 1953, en que Fidel Castro Ruz pronunció su famoso alegato --convertido en obra imperecedera-- ante el Tribunal de Santiago de Cuba”. Comparto con ustedes un breve fragmento de esas notas que nos brindan hoy referencias presenciales de aquel momento:

El acusado doctor Fidel Castro no ha hecho ni un alto en su informe, a veces alza la
voz, y él mismo se contiene, en instantes se inclina sobre la mesita (que tiene de frente) y casi habla en secreto, a medida que habla, improvisando siempre, hay más silencio en el recinto, no se escucha ningún otro sonido más que su voz pausada, como si conversara con todos, mira fijo al tribunal que lo atiende con gusto. El Ministerio Público (Fiscal) a veces parece querer incorporarse para sacarle las palabras de la boca; los soldados están apiñados en la puerta y no disimulan su atención. A veces posa su vista en el retrato de Florence Nightingale que preside el saloncito de las enfermeras y parece que conversa con ella. No tiene un papel, ni un libro con él.
 
Efectivamente, los apuntes y notas habían quedado en la celda del acusado/acusador: desde las citas del autor intelectual de aquellos hechos, José Martí, hasta
 
(d)etalles facilitados
por la población penal
que a pesar de la brutal
amenazas y castigo
contribuyeron conmigo
filtrándome el material
 
como nos relata Juan Camacho en sus décimas, para resumir su versión de la situación del que habla (en el discurso y en las estrofas):
 
Y como vil resultado
de estas maquinaciones
estoy en estos rincones
donde aquí seré juzgado.
 
Es un cuartico cerrado
donde no se podrá oír
lo que tengo que decir
porque habrá una redoblada
de bayonetas caladas
para mi voz impedir
 
La presentación de este libro aquí, en La Habana, en homenaje al próximo 85 cumpleaños del que pronunció esas palabras, es también un eco de aquellas verdades denunciadoras de los crímenes de entonces y anunciadoras de las luchas por venir.
 
El prologuista de este libro, el abogado y poeta boricua Luis Raúl Albaladejo, comenta el desafío que ha supuesto para el autor llevar a la estructura poética “un texto de denuncia y de combate, un texto político cuya prosa, en cierto sentido, es todo lo opuesto de la siempre más o menos fantasiosa literatura. Para dar este salto, Juan se lanzó a un reto de fondo, convirtiendo en décimas espinelas (…) el histórico discurso de Fidel Castro Ruz que en 1953, invirtiendo los papeles del drama judicial, sentó a los golpistas acusadores en el banquillo de los acusados”.
 
El autor de este libro, “poeta, maestro, dirigente sindical y comunitario, luchador incansable por la independencia de su patria, repite una proeza: convertir en décimas puertorriqueñas un texto en prosa de otro autor”. La experiencia anterior, nos continúa diciendo el prologuista, partió de la obra de un boricua, el escritor Abelardo Díaz Alfaro, cuya colección de cuentos Terrazo, “un clásico de la literatura puertorriqueña”, fue convertida, mediante un “ejercicio de destreza y maestría”, en una narración realizada a través de la poesía popular. 
 
La estructura del presente Decimario moncadista sigue, paso a paso, el desarrollo cronológico del discurso que le da origen. No ha tratado el autor de resumir o reinterpretar el contenido de aquella pieza oratoria, convertida en documento cenital de esta etapa de la Revolución Cubana, sino de contribuir a su difusión –en un acto de homenaje que hoy le agradecemos– utilizando las herramientas de un lenguaje comunicacional distinto, el de la décima: otro de los territorios culturales compartidos por nuestras dos islas hermanas. Por ello en la segunda parte de este encuentro en el que también estamos homenajeando la presencia fraterna de la Brigada Juan Rius Rivera en su vigésimo aniversario, compartirán este espacio artistas de la música campesina cubana e integrantes de la propia Brigada que también se expresan a través de ese lenguaje fértil y común, que también nos une.
 
“Nadie mejor que un puertorriqueño para haber realizado el trabajo que ha hecho Juan con el discurso de Fidel”, nos dice en su prólogo Luis Raúl Albaladejo, “La ya más que centenaria hermandad entre Cuba y Puerto Rico encuentra aquí otra de sus múltiples expresiones. Porque este trabajo no es sólo fruto del esfuerzo, el talento y la maestría de Juan, sino, y sobre todo, fruto del afecto y la solidaridad que él, como miles de puertorriqueños, guardamos para la hermana Antilla”.
 
Como se ha visto, los propósitos y los resultados de este empeño cultural tienen raíces firmes y compartidas en las historias de nuestras islas y de nuestros pueblos, que han vivido experiencias disímiles y a la vez comunes. Ahora que presentamos este libro, no puedo dejar de recordar a un puertorriqueño-cubano, escritor e internacionalista, periodista y luchador revolucionario de su tiempo (y del nuestro), Pablo de la Torriente Brau, quien ofreció en una de sus crónicas memorables este dato revelador: "detrás de un indomable caguairán un hombre, con su rifle, puede hacerle frente a diez, sin miedo a las balas; y al paso por las cañadas una sola ametralladora puede acabar con mil hombres!"
 
Años después de que Pablo incluyera esa frase en su formidable reportaje sobre el Realengo 18, aquel joven abogado, cuyas palabras viven en este Decimario, la tomó como una enseñanza útil y aplicable para la táctica y la estrategia de la lucha revolucionaria que daría continuidad victoriosa al asalto de los cuarteles de 1953.
 
Las enseñanzas múltiples y recíprocas entre Puerto Rico y Cuba han conformado, a lo largo de los años, la hermandad que ahora festejamos.
 
A la independencia puertorriqueña ha ofrecido ayuda Cuba de muy diversas formas, entre ellas, muy tempranamente, brindando espacio fraterno y posibilidad de expresión en la Asamblea General de las Naciones Unidas junto a la representación de nuestra isla.
 
A la lucha cubana contra el bloqueo imperialista que se ha extendido por casi cinco décadas han ofrecido su respaldo sistemático y firme las hermanas y los hermanos boricuas.
 
Hoy agradecemos infinitamente el apoyo que recibimos, también desde Puerto Rico, para exigir la libertad de los cinco hermanos injustamente encarcelados en Estados Unidos. “Es hora de traerlos a casa”: así recordamos y ratificamos aquella consigna que exigía el regreso de los independentistas puertorriqueños desde las cárceles norteamericanas donde cumplieron largas condenas por haber luchado para liberar a la isla hermana.
 
Gracias, Juan, por traernos este regalo de cumpleaños, de solidaridad compartida, desde la otra ala del pájaro.
 
Víctor Casaus

Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau
Calle de la Muralla No. 63, entre Oficios e Inquisidor, La Habana Vieja,
Ciudad de la Habana, Cuba

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publicado por islanegra a las 14:16 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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