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Revista Isla Negra
Casa de Poesía y literaturas
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26 de Diciembre, 2014 · General

Facebook: Hijo del ´Che´ Guevara ofrece viajes en moto por Cuba

 

Viernes, 12 de Diciembre 2014  |  8:30 pm

http://www.rpp.com.pe/2014-12-12-facebook-hijo-del-che-guevara-ofrece-viajes-en-moto-por-cuba-noticia_750655.html

 

El hijo menor del guerrillero argentino Ernesto "Che" Guevara puso en marcha en Cuba una agencia de viajes bautizada "La Poderosa" que ofrece en recorridos turísticos en Harley-Davidson por la isla y difunde a través de Facebook, Twitter y otras redes sociales.

 

 La propietaria de "La Poderosa Tours", con sede en Argentina, Mimi Kohen, dijo a la agencia Efe que la idea de ofrecer un recorrido turístico en moto es "una tendencia" desarrollada en el mundo actual y decidieron trasladarla a Cuba porque "es un país maravilloso y mucho más cuando el clima nos acompaña".

 

Eligieron el modelo Harley-Davidson para el proyecto porque "hay tradición" en Cuba por esas motos, que quedaron en la isla tras la Revolución, e incluso existe un club de "harlistas", explicó la empresaria argentina a través de un correo electrónico.

 

La web del proyecto incluye referencias al conocido viaje del "Che" por Latinoamérica y varias fotos del guerrillero, pero además aclara que el nombre La Poderosa "no es un ejercicio de vanidad", sino el apodo "quizás irónico", con el que denominó a su moto el joven Ernesto Guevara de la Serna cuando aún le llamaban "Fuser".

 

Precisamente la agencia, que se anuncia en las redes sociales están en las redes sociales Facebook, Twitter, Instagram y YouTube, propone recorridos con el nombre de "Fuser", con itinerarios que comienzan en La Habana y que pasan por Santa Clara, Cienfuegos, Trinidad y el balneario ubicado en Cayo Santa María.

El líder y coordinador del proyecto, Ernesto Guevara, de 49 años, es un abogado que "heredó de su padre la pasión por las motos que le permiten recorrer su país y conocerlo como pocos" y que se ha dedicado por más de 20 años a restaurar Harley-Davidson.

 

El tour -y el nombre de la agencia- se inspiran directamente en el recorrido de juventud que el "Che" y su amigo Alberto Granado, ambos estudiantes de Medicina entonces, realizaron en 1952 por varios países latinoamericanos sobre una motocicleta Norton que bautizaron "La Poderosa", viaje que inspiró también la película "Diarios de Motocicleta" (2004).

EFE

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publicado por islanegra a las 17:23 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
08 de Octubre, 2012 · General

Gabriel Impaglione

Che aquí allá


                                                 ¿quién habrá de juntarte otra vez?
                                                                                - Juan Gelman


 

He visto tu boca
multiplicarse en la caravana de los libres
en ollas cieloabierto    fábricas     forestas
y tus pies en los senderos del surco urgente.


He visto tu brazo fértil tensar futuro aquí    allá
y tu brazo de agua guiar a los hombres de la tierra.


Tus ojos en la noche cerrada: en la violenta

noche de las injusticias.


He visto en el centro del día tu corazón al galope
un palmo de tu piel
componer la cicatriz del compañero.


Bajo gastadas camisas

tus pulmones cansados
y en la orilla de los rumbos
las flores silvestres de tu silbo.
Y en cada niño tu sonrisa amurallada de ternura
tus manos trepadas a herramientas       al cielo
en llamas          en viento y contraviento

a las campanas del siglo.


He visto
en cada uno de nosotros
                         un gesto tuyo que nos hermana.

¿Quién casa por casa llamará a componerte
en la hora infinita?

 

 

 

en "Parte de Guerra."

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publicado por islanegra a las 14:11 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
30 de Septiembre, 2012 · General

Sin olvido. Crímenes en La Higuera

 

 

Froilán González y Adys Cupull.

 

 

     Durante la noche y la madruga del día 9 de octubre de 1967, en la escuelita de paja y barro de La Higuera, permanecieron  como prisioneros de guerrra, el Comandante Ernesto Che Guevara y el boliviano  Simeón Cuba, Willy y gravemente herido Alberto Fernández Montes de Oca ( Pacho o Pachungo).  Según el testimonio de pobladores de La Higuera al filo de la media noche falleció Pacho.

 Al amanecer del   9 de octubre,   entró al aula la maestra  Julia Cortés, quien  influida  por los militares, tenía  la  intención de insultarlo y pedirle que saliera de allí.    El Che habló suavemente con ella; hubo un intercambio de preguntas y respuestas.   Ella quedó sorprendida y convencida de que estaba en presencia de un hombre totalmente diferente a como los militares le informaron. Salió del aula cuando un  oficial,  le pidió que se alejara, porque iba a aterrizar un helicóptero.  Eran las 6:30 de la mañana.

Del aparato descendieron el Coronel Joaquín Zenteno Anaya y el agente de la CIA de origen cubano Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, que se hacía llamar Félix Ramos.   Zenteno Anaya, en compañía del agente,  se dirigió a  donde estaba el Che y  habló brevemente con él.   Poco después  Félix Rodríguez,  en forma agresiva comenzó a insultar al Comandante Guevara,  e intentó maltratarlo con violencia. Militares que presenciaron este encuentro, manifestaron que parecía que el Che  conocía a esta persona y sus antecedentes contrarrevolucionarios, porque respondió con desprecio a sus insultos, lo trató de traidor y mercenario.  

     A las ocho y media, aproximadamente, el  agente de la CIA  instaló un equipo completo de una pequeña planta de transmisión de gran alcance, para enviar un mensaje cifrado a la CIA; posteriormente, montó una máquina fotográfica sobre una mesa al sol, para fotografiar el Diario del Che y otros documentos.

     En las primeras horas de la mañana del 9, el dictador boliviano René Barrientos recibió una llamada telefónica desde Washington. Era de su ministro de Relaciones Exteriores doctor Walter Guevara Arce, quien participaba en una reunión de la OEA en la capital norteamericana.

       Sobre esta conversación el excanciller expresó:   “Cuando circuló la noticia de que el Che cayó prisionero, llamé por teléfono a Barrientos y le dije: 'Me parece vital que se conserve la vida del Che Guevara. Es necesario que en este sentido no se cometa ningún error, porque si así fuera, vamos a levantar una mala imagen que no la va a destruir nadie, en ninguna parte del mundo. En cambio, si usted lo mantiene preso en La Paz, cierto tiempo, el que sea necesario, será más conveniente, porque la gente se pierden cuando están en las cárceles, pasa el tiempo y después se olvidan.'       

        “La respuesta fue inmediata, él me dijo: 'Lamento mucho doctor, su llamada ha llegado tarde. El Che Guevara ha muerto en combate'. Esa fue la respuesta.   

      “Lo sentí profundamente, no solo por el hombre, sus características, las similitudes de apellido, sino porque me pareció un error político muy serio y me sigue pareciendo un error político muy serio, en el cual hubo muchas influencias externas, para que se cometiera este error.    

     “Yo estuve algo más de una semana en Washington y comencé a percibir una gran cantidad de hechos como consecuencia de la muerte del Che. El Che cayó herido, fue tomado preso. Estuvo toda la noche del día 8 de octubre. Vino la noticia a La Paz y más allá también...   

   “En todo este absurdo se jugaron fuerzas exteriores muy graves, para que darle más vuelta a la cuestión.” Concluyó el doctor Guevara Arce. 

   Mientras en La Paz, en  las primeras horas de la mañana del día  9, llegó al Gran Cuartel de Miraflores Alfredo Ovando, ya se encontraban en el lugar altos oficiales,   explicó que el Che se encontraba preso en La Higuera.  Sucesivamente fueron llegando el comandante de la fuerza Aérea y el de la Naval. Cuando    arribó el dictador Barrientos,  sostuvo una reunión privada con los generales Alfredo  Ovando y Juan José Torres. Después entraron  los demás militares.

      Barrientos, con el deliberado propósito de comprometer a los miembros del Alto Mando militar en la decisión, planteó el punto de la eliminación física del Che.   Lo expuso como decisión, no para someterlo a discusión. Concluida la reunión se envió una instrucción cifrada a Vallegrande y  Ovando se dirigió hacia el aeropuerto,  donde en un avión TM‑14 partió hacia esa ciudad.    Con él viajaron el contralmirante Horacio Ugarteche, los coroneles Fernando Sattori y David La Fuente, el teniente coronel Herberto Olmos Rimbaut, los capitanes Oscar Pammo, Ángel Vargas y René Ocampo.  

    Alrededor de las 10 de la mañana, en el humilde caserío de La Higuera, el agente de la CIA Félix Rodríguez  recibió un mensaje cifrado, en cuyo texto estaba el código establecido para actuar contra la vida del Che. El  agente de la CIA, en compañía de Andrés Sélich, se dirigió a  donde se encontraba el Guerrillero Heroico. Estaba de guardia el joven Eduardo Huerta Lorenzetti, quien en la madrugada  arropó al Che con una manta, porque hacia mucho frío , le dio un cigarro  y conversó con él.

     El agente de la CIA le ordenó que se retirara del lugar y el joven oficial obedeció, pero observó cuando Félix Rodríguez  tratando de interrogarlo, lo zarandeó por los hombros para que hablara, le haló bruscamente por la barba y le gritó que lo iba a matar.     

     Huerta contó a sus amigos que como  tenía que proteger la vida del prisionero, trató de evitar los malos tratos del agente de la CIA. En el forcejeo este se cayó y desde el suelo le gritó enfurecido: “¡Me la pagarás bien pronto, boliviano de mierda, indio salvaje, estúpido!”.  Huerta intentó golpearlo pero Sélich se interpuso.  

      Unos minutos después, desde la zona de combate, trajeron el cadáver del  guerrillero boliviano Aniceto  Reynaga  y prisionero al peruano Juan Pablo Chang‑Navarro, el Chino. El agente de la CIA empleó la violencia para que el guerrillero hablara, lo que no consiguió. En la revista española Interviú, de 30 de septiembre de 1987, refieren cómo Rodríguez utilizó una bayoneta contra el guerrillero peruano.  

En conversación con Modesto Reynaga, hermano de Aniceto, efectuada  en la ciudad de La Paz el 9 de septiembre del actual año (2012) manifestó que por diversas informaciones  conoció que su hermano fue llevado herido a La Higuera y  allí fue asesinado. Indicó que en Buenos Aires pudo conversar con el General Juan José Torres y este le confirmó la información. 

     Aproximadamente a las 11 de la mañana el agente de la CIA transmitió la decisión final de eliminar al Che al general Joaquín Zenteno Anaya.   Poco después Ninfa Arteaga,  esposa del telegrafista de La Higuera Humberto Hidalgo y en cuya casa acampaban los oficiales bolivianos, junto con su hija, la maestra Élida Hidalgo, fueron hasta a la escuelita a llevarles una sopa de maní al Che y a los otros dos guerrilleros.

       Ella narró: "Los militares primero me negaron que entrara; pero yo cociné para todos, y les dije que para ellos y para los guerrilleros también era la comida. Pero a mí, como todo el mundo en La Higuera me hace caso, yo dije: este señor esta preso y tiene que comer y si no me dejan entrar para que el Che coma, no le voy a dar comida a nadie, porque la comida es mía y yo misma la cociné.

       "Yo hice una sopa de maní. Los militares  dijeron que yo entrara donde el Che. Dije que me dejaran sola con él para que pudiera comer tranquilo. Le solté las manos, las tenía amarradas. Él se interesó por saber si los demás guerrilleros habían comido también. Yo le dije que habían comido.

       "El Che me miró tan tierno, con mirada de agradecimiento que yo nunca podré olvidar como el Che me miró. Los militares  no miraban así.- Ninfa llora - Cuando yo tengo un problema grande, yo lo llamó a él, yo veo su mirada y el Che me responde..."    

     Zenteno Anaya le pidió a Félix Rodríguez,  que se ocupara de ejecutar la orden de la eliminación física del Che,  que si deseaba podía hacerlo. El agente de la CIA decidió, en compañía de Andrés Sélich, buscar entre los soldados cuáles querían ofrecerse. Aceptaron Mario Terán, Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca, los tres entrenados por los asesores norteamericanos y que en la madrugada borrachos, quieran asesinarlo.    

      En entrevistas de prensa,  Mario Terán declaró que cuando entró al aula ayudó al Che a ponerse de pie; que estaba sentado en uno de los bancos rústicos de la escuela y aunque sabía que iba a morir, se mantenía sereno. Terán afirmó que él se sintió impresionado, no podía disparar porque sus manos le temblaban. Dijo que los ojos del Che le brillaban intensamente; que lo vio grande, muy grande y que venía hacia él; sintió miedo y se le nubló la vista, al mismo tiempo, escuchaba como le gritaban: “¡Dispara cojudo, dispara!”

     A Terán le volvieron a dar bebidas alcohólicas; pero aún así no podía disparar.   Los oficiales Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca dispararon contra el guerrillero peruano Juan Pablo Chang‑Navarro y el boliviano Willy Cuba.    

     Nuevamente los oficiales bolivianos y el agente de la CIA compulsaron a Mario Terán para que disparara. A los periodistas les contó que cerró los ojos y disparó, después hicieron lo mismo  el resto de los presentes. Ya habían pasado unos 10 minutos aproximadamente de la una de la tarde del día 9 de octubre de 1967.  El agente de la CIA disparó también sobre el cuerpo del Che. Cometido el crimen Zenteno Anaya regresó a Vallegrande.    

       Los aldeanos aterrorizados por las acciones del ejército lentamente se acercaron temerosos, mostraban desconcierto ante el increíble hecho del que fueron testigos. Para los pobladores de La Higuera, un caserío pacífico, religioso y supersticioso, no era cristiano que se asesinaran a seres humanos y empezaron a murmurar con espanto que un castigo de Dios vendría a La Higuera por culpa de los militares.    

  Alrededor de las 14 horas del 9 de octubre de 1967, aterrizó el helicóptero en Vallegrande, del cual descendió Zenteno Anaya, lo estaban esperando los agentes de la CIA de origen cubano, Gustavo Villoldo Sampera, que se hacía llamar Eduardo González y Julio Gabriel García, y los bolivianos  Roberto Toto Quintanilla y Arnaldo Saucedo Parada. Zenteno se dirigió hacia donde se encontraba Ovando con el resto de la comitiva que había llegado de La Paz.   Los agentes de la CIA recogieron los documentos de los guerrilleros para efectuar un inventario.

      El helicóptero regresó a La Higuera para trasladar a los muertos, pero con órdenes expresas de que el Che fuera el último.

      En el humilde caserío de La Higuera, testigo del asesinato del Comandante Ernesto Che Guevara, del peruano Juan Pablo Chang Navarro y del boliviano Simeón Cuba,  y de resultar ciertas las confesiones del General  Juan José Torres también la de Aniceto Reynaga, narraron que los acontecimientos conmocionaron a los pobladores. Algunos  soldados,  arrastraron el cadáver antes de ponerlo en la camilla, para trasladarlo hasta el sitio en que lo recogería el  helicóptero llegado desde Vallegrande. 

     Los vecinos de La Higuera y algunos militares reaccionaron indignados cuando un soldado con un palo trató de golpear el cuerpo del Che, entonces cubrieron el cadáver con una frazada; el sacerdote Roger Shiller  rezó una oración y se dirigió a la escuelita, lavó la sangre y guardó los casquillos de balas con que lo asesinaron.  

      A las 4 de la tarde partió el helicóptero piloteado por el mayor Jaime Niño de Guzmán, transportaba, en una camilla de lona, el cuerpo del Guerrillero Heroico.  Media hora más tarde aterrizaba en Vallegrande.       A través de varios reportajes de los corresponsales de prensa, se conoce la repercusión que provocó en Vallegrande la llegada del cadáver.

      Daniel Rodríguez, corresponsal del periódico El Diario de la ciudad de La Paz, escribió que la noticia del arribo de los restos del Che Guevara conmovió a la población, que en número crecido se trasladó hasta la pista y luego al hospital. La multitud trató de arrebatar el cadáver, pero efectivos del ejército tuvieron que esforzarse para evitar el asalto. El pueblo se volcó a la pista y estaba decidido a no permitir el traslado del cuerpo para ninguna parte,  los militares desamarraron el cuerpo, sujeto a la plataforma externa del helicóptero y rápidamente lo introdujeron en una ambulancia que a toda velocidad lo condujo al hospital “Señor de Malta”.   

     Christopher Rooper, corresponsal de la agencia de noticias Reuter, desde Vallegrande trasmitió:  “El cadáver fue retirado del helicóptero e introducido en un furgón Chevrolet que, perseguido por ansiosos periodistas que se habían trepado al primer jeep que encontraron a mano, se dirigió hacia un pequeño local que hace las veces de morgue en esta localidad. Se hicieron esfuerzos por impedir que espectadores y periodistas penetraran al recinto. En la puja se destacó particularmente un individuo rollizo y calvo, de unos 30 años, quien, aunque no llevaba insignia militar alguna sobre su uniforme verde oliva, parecía haberse hecho cargo de la situación desde el momento que el helicóptero aterrizó. Esta persona viajó, asimismo, con el cadáver, en el furgón Chevrolet. Ninguno de los jefes militares reveló el nombre de dicha persona, pero versiones locales aducen que se trata de un exiliado cubano que trabaja para la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA)…”     

      El periodista inglés Richard Gott, del periódico The Guardian de Londres, en su información relató acerca de la presencia de la CIA en esa población, al manifestar que desde el momento en que el helicóptero aterrizó, la operación fue dejada en manos de un hombre en traje de campaña, quien ‑ y todos los puntos convergen ‑ era incuestionablemente uno de los representantes del servicio de inteligencia de Estados Unidos y, probablemente, un cubano. Y añadió:

        “El helicóptero aterrizó a propósito lejos de donde se había reunido un grupo de personas y el cuerpo del guerrillero muerto fue trasladado a un camión....”

    “Nosotros comandábamos un jeep para seguirlos y el chofer se las arregló para atravesar las verjas del hospital, donde el cadáver fue llevado a un cobertizo descolorido que servía de morgue.    

      “Las puertas del camión se abrieron de repente y el agente americano saltó, emitiendo un grito de guerra: '¡Vamos a llevárnolos para el demonio o para el carajo, lejos de aquí!'     

     “Uno de los corresponsales le preguntó de dónde venía él. '¡De ninguna parte!', fue la respuesta insolente.     

      “El cuerpo vestido de verde olivo con un jacket de zipper fue llevado al cobertizo. Era indudablemente el Che Guevara.     

    “Soy quizás una de las pocas gentes que lo ha visto vivo. Lo vi en Cuba en una recepción de la embajada en 1963, y no tengo duda de que era el cuerpo del Che Guevara.     

     “Tan pronto como el cuerpo llegó a la morgue, los médicos comenzaron a inyectarle profilácticos. El agente americano hacía esfuerzos desesperados para aguantar a las masas. Era un hombre muy nervioso y miraba iracundo cada vez que una cámara era dirigida hacia él. Él conocía que yo sabía lo que él era, y sabía también que yo creía que él no debía estar allí, ya que esa es una guerra en la cual los Estados Unidos no debían tomar parte. 

     “Sin embargo, estaba aquí este hombre, que ha estado con las tropas en Vallegrande, hablando con los oficiales de mayor graduación en términos familiares.”     

      El periodista Richard Gott afirmó que el comandante Ernesto Che Guevara irá a la historia como la figura más grande desde Bolívar, para luego añadir: “Él fue quizás la única persona que tratase de encaminar las fuerzas radicales en todo el mundo en una campaña concentrada contra Estados Unidos. Ahora está muerto pero es difícil imaginar que sus ideas mueran con él.”    

       El agente de la CIA Gustavo Villoldo   en compañía de Toto Quintanilla llevaron el cadáver hasta la lavandería del hospital “Señor de Malta”, al depositarlo en el piso, el agente demostrando su condición moral le dio una patada; después, cuando lo subieron al lavadero, le golpeó el rostro. Por su parte, Toto Quintanilla tomaba las huellas dactilares y ordenaba que fuera llamada una enfermera.

       Esa noche estaba de guardia Susana Osinaga, quien, con ayuda de Graciela Rodríguez, lavandera del hospital, procedió a lavar el cuerpo del Guerrillero Heroico.

      Los médicos José Martínez Caso y Moisés Abraham Baptista extendieron el certificado de defunción. Por disposición de los militares, le suprimieron la hora del fallecimiento. De igual manera obligaron a los médicos a realizar la autopsia y a inyectarle formol, para esperar el arribo de un equipo de peritos argentinos.    

        En el hotel Santa Teresita de Vallegrande, los agentes de la CIA y los militares bolivianos festejaron la muerte del Che. Félix Rodríguez  abrió una botella de whisky y brindó a los presentes.

     Mientras en el caserío de La Higuera, el sacerdote Roger Shiller convocó a los pobladores para oficiar una misa por el Che Guevara y sus compañeros asesinados. Todos asistieron llevando velas. El silencio fue absoluto y muy impresionante, nadie entendió por qué fueron asesinados. El sacerdote pronunció las siguientes palabras: “Este crimen nunca será perdonado. Los culpables serán castigados por Dios.”

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22 de Enero, 2012 · General

La pupila de un cubano en La Higuera

 

 

CHE DESDE LA MEMORIA

 

 

Tengo ahora aquí delante las notas apresuradas que hice en estos días al regreso de Bolivia –de La Higuera y Vallegrande– y del otro lado, en la máquina, las decenas de imágenes tomadas en esas jornadas emocionadas y emocionantes, pequeño compromiso personal con la historia y la memoria, viaje iniciático (como lo llamó en un mensaje Silvio, hermano querido), travesía por senderos de cornisas, estremecimientos de fechas, momentos, fotos, recuerdos. Mucho, mucho más de lo que pueda caber en una crónica casi urgente que debiera ser escrita en esta tarde apacible de Córdoba, antes de que pasen más días o, peor, antes de que las pequeñas exigencias cotidianas de estas dos semanas restantes en la Argentina terminen por anular el espacio de tiempo necesario para escribirla.

 

Aunque no todos éramos de esa ciudadanía mencionada en el subtítulo de esta crónica, he escrito la pupila de un cubano…, para reivindicar esa frase que agradezco a un amigo, Iroel Sánchez, cuando publicó el pasado mes de noviembre en su blog La pupila insomne los apuntes que le envié sobre la presencia de los indignados estadounidenses y su audaz plan de Occupy Wall Street. Entonces quería continuar con una serie antecedida por la mención de la pupila caribeña en la que contaría otras experiencias realizadas durante un mes en universidades y centros culturales de varios estados por los que transitó la solidaridad con Cuba, la poesía, la memoria, la historia oral. Retomo la idea de compartir estas miradas de la pupila (cubana, caribeña, insomne), ahora en tierras del Sur, que también existe (y ahora existe incluso un poco más).

 

El pequeño grupo con el que llegué hasta La Higuera la semana pasada, desde Santa Cruz de la Sierra y Vallegrande, estaba integrado por mi compañera María Santucho, el trovador jujeño Eloy López y su compañera Florencia Lance. A él se unió, por imperativos de la transportación, Marcus Luecke, un viajero que llegaba desde Ulm, en el sur de Alemania, para cumplir con un viaje probablemente también iniciático, después de sus visitas a Cuba en años recientes. El viaje hasta La Higuera se realizó en una camioneta de ocho plazas, que allí llaman truffy, muy castigada por los ripios y los serruchos de ese camino serpenteante por el que el chofer boliviano que guiaba (junto a su esposa y su hija pequeña) iba acortando la distancias, al borde de las cornisas, en el vértigo de las curvas imprevisibles. Fue una sorpresa preocupante conocer, en medio del trayecto, que la madrugada anterior había llegado a Vallegrande desde Sucre, en un recorrido de 800 kilómetros, y no había tenido tiempo de dormir cuando le avisaron de este viaje a La Higuera.

 

El aviso para este viaje se lo había dado Gonzalo, miembro de la Asociación de Guías Turísticos de Vallegrande, a quien habíamos conocido la tarde anterior en el pequeño local de la oficina de turismo en el  edificio del Museo Municipal, frente a la plaza central del pueblo. Con Gonzalo visitaríamos al día siguiente de La Higuera los lugares de Vallegrande donde estuvieron los cuerpos y después los restos del Che y sus compañeros: la lavandería del Hospital Señor de Malta y los terrenos del antiguo aeropuerto del pueblo, donde ahora se levanta un mausoleo, construido por Cuba, para mantener la memoria de aquella gesta dramática y  formidable.

 

Pero ahora estábamos encontrando –hilo de la memoria–  ya muy cerca de La Higuera, junto al camino, el sitio para la recordación de la vanguardia de la guerrilla abatida en una emboscada cuando se movía por  un sendero ubicado más arriba, tratando de “llegar a Jagüey y allí tomar una decisión sobre las mulas y el Médico”, como anota el Che en su Diario el 26 de septiembre. Allí, en un pequeño pedestal, están las fotos y los nombres de los integrantes de la vanguardia: “nuestras bajas han sido muy grandes esta vez; la pérdida más sensible es la de Coco, pero Miguel y Julio eran magníficos luchadores y el valor humano de los tres es imponderable”.

 

El valor humano: esa categoría, esa noción, nos acompañó durante todo el tiempo. Entrar al pueblito de La Higuera, donde la imagen del Che recibe a los que llegan, fue una forma de recordar también lo que él había escrito en su Diario aquel 26 de septiembre, a muy pocos días de su captura y su asesinato precisamente en una de las humildes edificaciones del pueblo: “Al llegar a la Higuera todo cambió: habían desaparecido los hombres y sólo alguna que otra mujer había”.

 

Las humildes edificaciones siguen ahí, algunas convertidas ahora en lugares de alojamiento para los visitantes que llegan o en la tienda llamada Tania, donde es posible tomar café o comer algo antes de iniciar el recorrido o antes de regresar, camino abajo, hacia Vallegrande y Santa Cruz. 

 

La edificación más importante, por supuesto, es la escuelita. Allí se cometió el crimen contra los guerrilleros apresados en la Quebrada del Churo (como reza el nombre en el cartel que indica el camino hacia el lugar del último combate). La escuelita es ahora un solo espacio donde se muestran fotos del Che y donde los que llegan dejan algún recuerdo de su visita: un papelito escrito, un carnet, una foto personal. Un actor que llevó un espectáculo de homenaje al guerrillero y sus compañeros de lucha quiso dejar el uniforme utilizado en la obra, y ahora cuelga allí, sobre la puerta original de la escuelita, que fue desmontada y aparece reclinada en una de las paredes laterales de la edificación. En el otro extremo están los únicos otros elementos originales del lugar: tres pupitres de la escuelita que funcionó en ese sitio. Recordé la anécdota leída alguna vez en la que el Che prisionero y herido le señala, desde el suelo, a la joven maestra una errata en el pizarrón. Trampa de la memoria: ¿dónde estará aquel pizarrón?

 

Otra trampa: los dos pequeños espacios de la escuela se convirtieron en uno con el paso del tiempo. Las dos puertas que daban al exterior se convirtieron en una sola, nueva y central, por la que entramos al espacio donde la memoria nos remite a los testimonios de aquel momento terrible, pero donde no aparecen, ahora, los elementos que harían justicia al patrimonio de la historia y al recuerdo de aquel hecho fatal en el que el valor humano tomó cuerpo en el cuerpo de aquel hombre a punto de alcanzar los cuarenta años de su vida combatiendo y cantando, como nos comentó en aquellos días el poeta.

 

Nuestra memoria se debate entonces allí entre la inmanencia de aquel hombre humildemente grandioso (la imagen de su rostro mirando a la cámara, con el pelo largo y revuelto por las inclemencias del tiempo y de la selva, con sus harapos gloriosos y con su carabina inutilizada por un proyectil del enemigo); y la situación física actual de aquel sitio al que se accede cuando una mujer del lugar encargada de hacerlo abre con su llave la puerta renovada pero se esconde después cuando siente que la cámara del visitante la incluye en su encuadre.  Tenía razón Gonzalo, el guía, cuando me dijo en Vallegrande que el patrimonio histórico de esos sitios sagrados necesitaba preservarse de manera sistemática y creadora.

 

¿Cómo combinar, cómo acoplar, cómo hacer que convivan ahora –en este minuto de gloria y de rabia, entre los recuerdos de este lugar maravilloso y terrible– el dramatismo devastador de aquellos instantes conocidos a través de los testimonios (las palabras recordadas por alguien, las fotos sobre las paredes del Museo Municipal de Vallegrande) y los contextos físicos que el visitante encuentra, donde la memoria no ha sido conservada como la memoria quisiera?

 

Creo que la mejor manera de asumirlo es aceptando –y mostrando– la existencia de esas instancias contradictorias.

 

Las palabras del guerrillero, que anota en el día 26 de septiembre de su agenda alemana convertida en diario de la epopeya: “Coco fue a casa del telegrafista, pues hay teléfono y trajo una comunicación del día 22 en el que el Subprefecto de Valle Grande comunica al corregidor que se tienen noticias de la presencia guerrillera en la zona…”                                                              .” 

 

Y esas mismas palabras escritas hoy sobre una piedra pintada de blanco a la entrada de lo que fue la casa del telegrafista pero donde convive hoy una edificación moderna, recién construida por el empresario francés que compró –a precio de ganga– el terreno y la edificación histórica para instalar esa Guest  House / Posada Camping que se anuncia sobre la madera cuidadosamente tallada, con una estrellita mínima en el medio. Al lado, sobre una tabla que quiere ser rústica, se anuncia el Menú del día: Desayuno del guerrillero: mate de coca o café. Pan de la guerrilla / 10 pesos bolivianos.

 

Más abajo, en la fachada de una de las viejas edificaciones de La Higuera alguien escribió (o gritó) estas palabras que vimos allí (y en una foto del Museo Municipal de Vallegrande): No a la comercialización del Che!

¿Dónde buscar, dónde encontrar entonces los ecos, las consecuencias de aquel sacrificio mayor? Así nos preguntamos –aquel día y en los días siguientes, hasta hoy– los integrantes de este pequeño grupo que realizaba su viaje iniciático a estos territorios (para nosotros sagrados) de la historia americana.

 

Habrá muchos lugares, sitios, ideas, sentimientos donde buscarlos –y en algunos de ellos seguramente los encontraremos.

 

Para nosotros esos ecos aparecieron  en la realidad actual de nuestro Continente, que es otra: en la naciente y creciente necesidad de integración basada en los imperativos geopolíticos de esta época, pero en los que también podría/puede tener cabida y desarrollarse el valor humano que nos mostraba, como guía, aquel melenudo asmático y magnífico que terminó sus días (pero no) en la escuelita humilde que acabábamos de visitar. La realidad cambiante de nuestro Continente no se logró por el triunfo en aquellos combates que hoy podrán verse con admiración, escepticismo o extrañeza, pero no se hubiera logrado (como no se lograrán las metas futuras a las que muchos aspiramos) sin las enseñanzas creadoras y éticas de aquellos combates.

 

Y aparecieron también esos ecos en otros signos pequeños, cotidianos, como la conversación con Gonzalo, el guía de turismo, cuyos padres desconfiaron y rechazaron la idea y la presencia de aquel extranjero que llegaba a inmiscuirse, sabe Dios con qué propósitos, en la pacífica modorra de la vida boliviana de los sesenta. El mismo Gonzalo que después trabajó, como joven peón, en las excavaciones de la pista del aeropuerto vallegrandino donde finalmente aparecerían los restos del Che y sus compañeros de lucha, y que después leyó, estudió, hasta tener los conocimientos y la comprensión de aquellos hechos que ahora comparte con los visitantes que llegan para cumplir un viaje iniciático o simplemente para conocer, en el terreno, los escenarios de aquellos acontecimientos históricos.

 

En otras edificaciones de La Higuera encontramos también la presencia de aquel valor humano. Annia y Hubert, la pareja de médicos cubanos que atienden  las instalaciones de salud en el pueblo, contribuyen también, como otros miembros del personal médico cubano en diversas regiones bolivianas, al mantenimiento físico de esos sitios donde quiere conservarse la memoria histórica de aquellos combates y las enseñanzas éticas y humanas que puedan llegar hasta hoy.  Conservar los libros de la pequeña Biblioteca Che Guevara, reunir y compartir poemas de autores latinoamericanos en uno de los salones del Alojamiento comunal La Higuera del Che donde residen, o iluminar las piedras que rodean los monumentos que los artistas o el pueblo mismo colocaron en la plaza, son algunas expresiones de aquellas aspiraciones guevarianas que hoy muchas veces inspiran las justas indignaciones de tantos habitantes del planeta.

 

Semejantes interrogaciones, búsquedas, hallazgos acompañaron nuestro viaje de regreso a Vallegrande, en la misma truffy invencible, a pesar de la lluvia, la neblina y las nubes bajas, en manos del mismo chofer, ahora menos soñoliento, que bordeaba las cornisas huyéndole a las piedras que se desprendían de las paredes de la montaña mientras miraba y disfrutaba la risa de su hijita en el asiento de al lado. Esa  noche encontramos, junto a varios integrantes de la brigada médica y diplomáticos cubanos, a otra persona que iba a recorrer, al día siguiente, el camino de Vallegrande a La Higuera.

 

Era Sareska Pantoja, hija de Orlando –Olo en la Sierra Maestra, Antonio en la guerrilla boliviana–, quien iba a realizar su viaje iniciático: mucho más importante, mucho más definitivo que el nuestro, aunque bordeáramos las mismas cornisas y contempláramos la misma lluvia interminable sobre el parabrisas. Esa noche, en el sitio donde se alojan los médicos cubanos en Vallegrande, hubo anécdotas y cuentos y canciones y recuerdos tristes y repaso de vidas y creo que también algo del valor humano que nos vino acompañando desde La Higuera.

 

Victor Casaus

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03 de Septiembre, 2011 · General

Conferencias de la Fundación Che Guevara

Humberto Vazquez Viaña, autor de "Una Guerrilla para el Che" (2000); "Dogmas y herejías de la guerrilla del Che" (2011) estará presente en el 13º Encuentro anual de la Fundación Che Guevara-Italia

Tema del 2011: RELACIONES ENTRE Fidel y el Che Guevara

 Humberto Vazquez (ex guerrillero del Che en Bolivia) dará conferencias junto a Douglas Bravo (Ex comandante de las Faln venezolana), Alex Pausides (Vicepresidente Uneac-Cuba), David Kunzle (California)  y Roberto Massari, en Alessandria (8 de octubre), Milan (10 de octubre), Viareggio (11 de octubre), Lucca/Capannori (12 de octubre) y Roma (14 de octubre)


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