Jack contra la máquina
A Jack Hirschman
Nueva York huele a pólvora y orín,
nube de carbones que parece noche
la ocupa como un regimiento aerotransportado
desciende - oh dioses violentos- sobre los techos
y asfixia el aliento de las rosas
que sueñan en el piso cientoveinte.
Washington huele a fosa común y fósforo
- luto de lejanías que los muertos que matan
cargan en sus borceguíes de regreso a casa-
es el vapor de la máquina del lucro, engranajes
macizos estridentes feroces trabajan a destajo
liberan vapor de sangre calcinada
que condensa y cae -- polvillo sin pausa--
empantana la música pegotea la voz
hasta cambiarle el sentido a las palabras.
Tu país, Jack, se ha llenado de dolores ajenos.
No hay pequeño pueblo sin llanto importado,
no hay mirada sobre el parque
que no reviva la extraña flor pisoteada bajo balacera.
¿Porqué no escuchan la voz de los poetas?
Otros senderos de lágrimas se abren en la tierra
empujados por la avidez y los fusiles.
¿Porqué no escuchan la voz de los poetas, Jack?
¿Qué heroismo la repugnancia?
¿Cómo se dice basta en tu país?
Jack... pisa punza aplasta la máquina
sangra te tajea te desangra de miedo y luto cada vez.
¿Vale un hombre unos gramos de bronce?
¿Quién gana una guerra? ¿Porqué ha de ser el niño
que juega en un parque de San Francisco
el nuevo muerto que mate y muera?
Y en Washington ese vapor...
constante corrosivo lleno de dientes
huele a fósforo, se hace polvillo
que mata las hojas de la hierba
le cambia el sentido a las palabras.
¿Porqué no escuchan las voz de los poetas, Jack?
(de Parte de guerra, Venezuela, 2012)