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Revista Isla Negra
Casa de Poesía y literaturas
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23 de Octubre, 2014 · General

Luis Britto García


LA LECTURA EN AMÉRICA LATINA

1

La lectura surge de dos proyectos contradictorios: el de reducir el universo a signos finitos,  el de abarcar con ellos el infinito. El universo de América ¿quién podrá leerlo? La historia oficial miente que  nuestra lectura comienza  cuando los expedicionarios de Colón introducen algún misal destartalado. De hecho, los pueblos que han llegado a Américan desde 40.000 años antes inscriben sus pensamientos en  piedra, los cuecen en cerámica, los funden en oro, los atan en quipus, los inscriben en  códices. Hay allí mil escrituras ante las cuales somos analfabetos. Se descifraron los jeroglíficos egipcios ¿Quién hará hablar nuestros silencios?

2

A instancias del Papa y de Nebrija, Isabel la Católica reserva su Nuevo Mundo para el idioma castellano y la Biblia  como instrumentos de imperio. Pero los libros del conquistador  son las novelas de caballería.  Las promotoras ideológicas del genocidio americano son sagas delirantes haítas de hecatombes, prodigios y quimeras. Comprensiblemente, cuando los cronistas –algunos de los cuales, como López de Gomara, jamás han pisado América- describen la intrusión europea, la contaminan de milagros, monstruos y hazañas descomunales. Es necesario que otra escritura, la de quienes nacen o a la postre mueren en América –el Inca Garcilaso, el soldado del común Bernal Díaz de Castillo- conquisten un verismo literario que resultará a la postre más maravilloso que el delirio.

3

La letra, con sangre entra, pero ni siquiera los océanos sangrientos derramados en América facilitan la introducción del alfabeto. Así como controlan rigurosamente la migración al Nuevo Mundo, Corona e Iglesia regulan con mayor rigor todavía el ingreso de la lectura. Sólo pueden entrar  libros no vetados en el Índice. La primera imprenta se instala en ciudad de México en 1539, a instancias del obispo fray Juan de Zumárraga y bajo  patrocinio del virrey don Antonio de Mendoza, pero imprime esencialmente documentos oficiales y obras evangelizantes. En cuanto a las letras que germinan en América, se vigila el surco para que de él no brote la maleza del pensamiento independiente. En todo el Nuevo Mundo se impone la  prohibición expresa de redactar  obras narrativas de ficción. La primera novela escrita en América, El periquillo Sarniento de José Joaquín Fernández de Lizardi, apenas se publica en 1817, en plena guerra de Independencia. Se permite la circulación de tratados, esencialmente religiosos. Las autoridades están en perpetua alarma contra la introducción de obras heterodoxas por los piratas. Se alerta especialmente contra el contrabando de biblias luteranas. Se tolera escribir poesía, pero gran parte de la que se pergeña  es asimismo religiosa. A pesar de estas restricciones, todavía se puede crear una obra de la extensión, la variedad y el vigor de la de Sor Juana Inés de la Cruz. A la postre, a ésta se la recluye y se le prohíbe la escritura.

4

Si la Gramática de Nebrija es instrumento de Imperio, la administración de las letras es monopolio del poder. Religiosos, barberos y preceptores individuales las dosifican en principio para la casta dominante de los blancos. La enseñanza de las profesiones liberales depende de la Universidad  desde que en 1538 se funda la de Santo Domingo, la primera, o “primada” de 32 que el sistema colonial instituirá en América Latina, de las cuales la última será la de León de Nicaragua, decretada por las Cortes de Cádiz el 10 de enero de 1812. Como la de Caracas, creada en 1721 a partir de un colegio religioso, en su mayoría son reales y pontificias, vale decir, bajo  doble tutela de la Corona y la religión. Son  medievalizantes, teologizantes, aristotélicas, tomísticas, contrivium. quadrivium, lección magistral en latín y acceso discriminatorio reservado a los varones “notoriamente blancos”, sin tacha de ascendientes hebreos o moriscos. Algún pedagogo heterodoxo, como Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, propone inútilmente ante la Real Audiencia que “todas las clases del Estado son acreedoras a la pública educación en las primeras letras”. Al poco tiempo debe exiliarse. Con él se destierran la originalidad y el libre pensamiento, que sólo regresarán armados con la Independencia.

 

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publicado por islanegra a las 14:52 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
13 de Octubre, 2014 · General

Alberto Luis Ponzo: sus respuestas y poemas


 
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
 
 
 
Alberto Luis Ponzo nació el 12 de junio de 1916 en el barrio de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires y reside en la ciudad de Castelar (desde 1951), en la zona Oeste del Gran Buenos Aires, la Argentina. Dirigió y codirigió, entre otras revistas literarias, plaquetas y  colecciones, “Vigilia” (con Fulvio Milano, 1961-1965), “Encuentro” (1966-1977), “Por la Poesía”, “Empresa Poética” (con Luis Iadarola y Simón Kargieman, 1984-1988), “Mano de Obra” (con Carlos Vitale), “Hojas del Caminador” (con Alba Correa Escandell, 1981-2005), “El Poema Ilustrado”, “Otros Cielos” (bilingüe). Su quehacer fui incluido, por ejemplo, en Poesía Argentina Contemporánea” (Volumen Octavo, Fundación Argentina para la Poesía, 1981), “40 años de Poesía Argentina” (Tomo tercero (1950-1960), Editorial Aldaba, 1964),“Poesía Argentina  - Hacia el 2000” (Ediciones Kir, 1997),“El ‘60” (selección de Alfredo Andrés, Editores 2, Serie Plural, 1969), “Poesía Hacia el Nuevo Milenio” (Tomo 1, La Luna Que, 1999), así como en innumerables publicaciones periódicas no sólo de su país, sino que, también, en “Hora de Poesía”, “Kurpil”, “El Indio del Jarama” de España; “Enlace”, “Románica” de Estados Unidos; “Norte” de México; “Zona Franca” de Venezuela; “Andrómeda” de Puerto Rico; “Alero” de Nicaragua, etc. Citamos algunos de sus poemarios: “Equivalencia de la tierra” (1960, el primero),“De ayeres y desmemorias”, “Ramos de invierno”, “Cuaderno Martín”, “Lugares / En otras palabras”, “Obra en construcción”, “Canto en la arena”, “Exploraciones (sobre la poesía y lo demás)”, “Anotaciones para mi nacimiento”, “La casa de Azara y otros poemas”, “A puertas abiertas”, “Uno en el mundo”, “Poemas para Antonio Porchia”, “Historias salvajes”, “Cuadro de situación”, “Diálogo de escrituras”, “Labio oscuro de nacer”, “De este mundo (instantáneas y miradas)”. Y algunos de sus volúmenes de ensayo: “Pasión de la soledad y el misterio de Juan  L. Ortiz”, “Antonio Porchia: El poeta del sobresalto”, “Poéticas / Poetas de la experiencia a la escritura“, “César Vallejo: Verbo, destino y unidad”, “Poetas del vértigo y otros ensayos”, “Osvaldo Milano Arrieta, una forma sensible de indagación”, “Juan L. Ortiz / El aura de un lenguaje esencial”. Así como las siguientes antologías de su obra: “Ocupaciones y límites” (1960-1981, Fundación Argentina para la Poesía, 1982), “Poesía recobrada”(1972-1995, Libros del Empedrado, 1996), “Ochenta vueltas al mundo de todos los días” (1960-1996, Araucaria Editora, 1997), “Poemas olvidados” (1962-2004, Hojas del Caminador, 2004), “Antología breve” (incluye “Pulsos ocultos” de Alba Correa Escandell), Araucaria Editora, 2008.
 
 
 
 
          1 – Quienes deseen saber más de vos, Alberto, tendrán posibilidades si te buscan en la Red. Encontrarán muestras de tu poesía, otros reportajes y videos. Y podrán advertirte en fotografías con tu esposa y compañera de más de seis décadas, Alba Correa Escandell (1918-2008), de nacionalidad uruguaya, que además de profesora universitaria era poeta y narradora. ¿Nos referimos a ella?
 
          ALP – Entre las actos que considero imprevisibles no puedo dejar de mencionar cómo conocí a Alba, como un hecho "milagroso" por medio de la Radio Sténtor, muy popular entonces en Buenos Aires. Ella había participado en un concurso de poesía desde su país, obteniendo una distinción, y yo traté de comunicarme a través de los datos logrados por la amistad que me unía a una locutora de la radio. Alba vivía en Nueva Palmira, pequeño pueblo frente al río Uruguay, y yo había iniciado mi carrera universitaria; además comenzaba a "imitar" a los poetas del ‘40. Mantuve con Alba una incesante correspondencia y la visitaba cuando lograba conjugar mi disponibilidad de tiempo y económica. Los dos escribíamos coplas y sonetos, y nos consubstanciábamos con los bardos de esa época: Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Almafuerte,  parte de poesía española y francesa. Eran los años de "fórmulas neorrománticas" y acontecimientos históricos  y socio-culturales que determinaron las expresiones de una "nueva poesía". Existían las tendencias modernistas y, sin mayor influencia, seguimos juntos cumpliendo "carreras" diferentes: ella era Profesora de Idioma Español e Historia y yo ejercía mi profesión de Odontología. Mientras Alba realizaba una labor de desarrollo en la vida cultural palmirense, aún derivada de la producción tradicional, yo me dedicada a atender mis pacientes, en Castelar, concurriendo en ocasiones a la Capital Federal, donde me fui relacionando con los poetas Roberto Juarroz, Raúl Gustavo Aguirre, Enrique Molina, Francisco Madariaga, Alejandra Pizarnik, Antonio Porchia y unos cuantos surrealistas. Alba en Nueva Palmira fue delineando una obra silenciosa y ligada a sus recuerdos de infancia y actualidad familiar. Sus libros fueron editados mucho después de los míos.
 
 
          2 – Sobre tu poética se opinó que huía “del retoricismo y de los excesos sentimentales y que se caracteriza por el tono reflexivo”. Y sobre vos, el poeta Carlos María Romero Sosa destacó un rasgo: “Una de las pocas personas que conservan la sana costumbre de escribir extensas cartas manuscritas.” Ha existido el “Premio de Poesía Concurso Dr. Alberto Luis Ponzo de la Universidad de Morón”. Has ido obteniendo reconocimientos institucionales por tu trayectoria (Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (en 1992), Sociedad Argentina de Escritores Central y también de la Seccional Oeste, Socio Honorario de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (en 2011), Fondo Nacional de las Artes…). Yen la ciudad de Morón podríamos acceder a la “Biblioteca Popular y Centro Cultural Alberto Luis Ponzo”. Suspendo acá, para no abrumar, esta salpimentada intervención. ¿Cómo atinás a sobrevolar sobre todo esto?
 
          ALP – Hay una línea que separa lo que se escribe de las opiniones, resoluciones, prescripciones y otros elementos externos. Esa línea representa el lugar de la creación, la obra ya realizada y presentada, como hecho elaborado por el autor, independiente de nuestras ideas o condiciones en las diferentes formas de su existencia. Al otro lado de la línea imaginaria está el reconocimiento luego de la lectura, que puede resumirse diciendo que "vale" y tiene alguna importancia. Hay también un aspecto que no deja de influir en el trabajo escrito o del material que sea: la circunstancia de la ejecución, o sea lo que da vida y mayor actualización. Es cuando se estiman las razones para premiar, otorgar una mención, celebrar, elegir un plano para destacarlo entre otros. Yo creo, Rolando, que ha surgido en los últimos lustros una política excesiva y dudosa para otorgar los premios: se ha desvirtuado lo que entendemos como Arte. 
          En cuanto a mi obra de poesía, ensayo o cosa realizada, sólo puede disculparse por los años de su realización, "sobrevolando", como decís, entre características de varias generaciones. No hago comentarios o afirmo si es merecido, pero no he interrumpido mis esfuerzos.
 
 
          3 – Las diversas ocasiones en las que has participado en colaboración con el pintor y dibujante Salvador Galup, me brinda la posibilidad de preguntarte cuáles han sido, en qué han consistido, y que lo evoques como artista y como persona.
 
          ALP –  Poco después de trasladarme a Castelar (yo viví en Buenos Aires, frente al Parque Chacabuco, desde que me casé en 1946 hasta 1951) y ya instalado con mi consultorio dental en la calle Italia 830, concurrió por un problema de prótesis Salvador Galup. Al realizar su ficha, aparte de los datos acostumbrados, me enteré que era pintor y dibujaba en el diario “La Razón”. Un día me invitó a conocer su taller, a pocas cuadras de mi casa. Me mostró varios cuadros que se exhibían en el comedor y numerosas obras –dibujos, óleos, estudios- ordenadas en su tallercito, en el piso superior. Yo admiraba esa producción y las colaboraciones en el diario, caricaturas en su mayor parte con hechos políticos o simplemente las pruebas de sus trabajos. Seguimos cerca, conversando de arte, la situación social, su familia (tenía esposa y tres hijos), sin dejar de incluir a la poesía, pues le había contado que escribía. No recuerdo todo lo que me ayudó a ilustrar y diagramar desde entonces. Lo cierto es que nos hicimos muy amigos y cuando le pedía la opinión acerca de mis poemas, a los pocos días me mostraba lo que él había sentido al leerlos. Así fue concibiendo tapas con ilustraciones de mi obra. Pero lo que deseo destacar, sobre todo, es su personalidad, la humildad y el desinterés sobre lo que hacía, obsequiándolo a quienes les complacía. Lo que más tengo presente es la publicación de "Hojas del Caminador", con la imagen de cada autor en la tapa y dibujos de los poemas elegidos. Durante tres años consecutivos y un número mensual, han aparecido las ilustraciones, con un breve ensayo, de más de treinta poetas. Escribió Galup en una Hoja que le dediqué: "El arte no se puede definir. Es algo que hace cambiar al ser humano, es la comunión de todos los seres humanos. El artista no puede ser individualista: tiene que dar cosas, tiene que decir lo que sucede. Es el mundo que lo hace pintar o escribir. Otra cosa no me interesa... Uno es como la realidad y después trabaja, se comunica con otro." En un reportaje afirmó: "Tengo un gran respeto por la pintura. No me siento con capacidad de mostrar mis cuadros. Cuando pinto no pienso en otra cosa que la pintura. Si alguien mira un cuadro y le gusta, ya estoy conforme. Si llega lo que hago, ya he cumplido con mi obra."  Había nacido en el porteño barrio de Caballito el 2 de noviembre de 1907 y falleció en Castelar el 20 de marzo de 1991.
 
 
          4 – Integraste el Centro Cultural Almafuerte, el Grupo Roberto Arlt, dirigiste “La Voz de Castelar”, fuiste jurado en certámenes, obtuviste primeros premios tanto en ensayo como en poesía, y es debido a tu iniciativa que diversas propuestas se fueron llevando a cabo en la esfera cultural. ¿Cuáles propuestas te satisficieron más y cuáles te decepcionaron por su deficiente ejecución? ¿Quiénes integraban el Grupo que cité y cuáles fueron los objetivos cumplidos? ¿Qué te dejó tu paso como director de un periódico?
 
          ALP –  Cada caso conlleva una significación según las distintas épocas o situaciones. No se puede sentir lo mismo y responder al paso de los años. Cuando ingresé a la Sociedad Fomento de Castelar, mi trabajo consistió en integrar el equipo de odontólogos, en distintos horarios. Entonces no se cobraba, como Entidad de Bien Público. Poco después propuse la realización de actos culturales con artistas de Castelar y Morón, y así se fundó la Asociación  Permanente de Artes Plásticas, donde intervine con Salvador Galup, Helios Gagliardi, Renée Pietrantonio, Rita Kafetzis y muchos más. Recientemente falleció Gagliardi, el principal organizador. Ese período fue uno de los más hermosos por las exposiciones, los debates, los certámenes (alguno, de poesía ilustrada). Surgió un grupo de escritores y se formó el Taller Literario, denominado Roberto Arlt en sus comienzos (en San Antonio de Padua). Participaron Juan Alberto Núñez, Antonio Aliberti, Elsa Fenoglio, Beatriz Pico… y como invitados, escritores de la Capital. No puedo negar inconvenientes o desacuerdos, pero la organización nunca fue discutida o negada por la Comisión Directiva de la Entidad. Integré esta Comisión varias veces, ocupé la Presidencia y lo que más me conmueve ha sido el desarrollo, los objetivos cumplidos de ampliación y modernización de la Sala de Auxilios, y desde luego las reuniones literarias, los diálogos con Raúl González Tuñón, Alejandro Schmidt, Roberto Santoro, Rafael Alberto Vásquez, César Fernández Moreno, Miguel Ángel Viola, Luis Ricardo Furlan, Héctor Miguel Ángeli... En otra instancia se me confió la dirección del periódico "La Voz de Castelar", donde ya venía colaborando en mi "Kiosco Literario" con biografías, poemas, críticas. A veces me refería a temas políticos y actualizaciones históricas, pero nunca me he sentido "periodista". Sólo escribía para comentar los sucesos destacados, las vicisitudes sociales y los dedicados a la literatura. Hasta hoy aparecen  artículos de directa difusión cultural (desde 1962). Acoto que Alba participaba con notas que confluyen en su libro "El duende y otros cuentos".
 
 
          5 – Más allá de profesores, licenciados y doctores en Letras, abundan abogados, periodistas, médicos y psicólogos que, además, son poetas. Hay, pero no abundan los poetas que además son meteorólogos, ingenieros, físicos, arqueólogos, veterinarios, administradores de empresas, antropólogos, químicos. En tu caso, Alberto, en 1943 te recibiste de doctor en Odontología (el otro poeta y odontólogo que se me viene a la mente, y que casualmente también reside en el oeste del conurbano bonaerense, es Norberto Alessio). ¿Coincidís con mi observación? Y, coincidas o no, ¿qué conexiones procurarías establecer entre el ejercicio de las profesiones universitarias y las producciones poéticas?
 
          ALP Cuando tuve que decidir, al finalizar el Colegio Nacional, qué podía hacer -sin tener ninguna idea especial- le dije a mi hermano mayor: Filosofía y Letras. Ya sea porque me atraía escribir y tenía buenas notas, o porque no atisbaba otro camino, la elección fue la expresada. El se negó y me respondió que estudiando "eso" en la universidad "me iba a morir de hambre"! Fue entonces que surgió el propósito de ingresar a la Facultad de Medicina,  donde en aquella época (1938) se estudiaba Odontología. Mi ambición de la otra carrera quedó archivada. Nada de filosofía, de lenguaje, de historia de las artes. Durante la carrera empecé a escribir, y concurría a conferencias, recitales y seminarios. No me perdía las lecturas y producciones generacionales, los movimientos existentes, las tendencias renovadoras, ni dejaba de consultar obras de autores extranjeros. Disfrutaba de Baldomero Fernández Moreno, Olga Orozco, Federico García Lorca, Macedonio Fernández, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal, Antonio Machado, Luis Cernuda, los autores del grupo "Martinfierrista": Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Horacio Rega Molina, Evar Méndez, Francisco Luis Bernárdez, Ricardo Molinari, Eduardo González Lanuza, Carlos Mastronardi, Conrado Nalé Roxlo, Norah Lange, Jacobo Fijman. Todos los representantes del romanticismo, sin olvidar a nadie o recordando ahora a algunos con más afinidad u oscilaciones con el verso tradicional, el tono metafísico y las ideas sociales. Esto nos lleva a una pregunta: ¿Y la Odontología? Entre 1938 y 1943 cursé mi carrera
universitaria. Ya había escrito sonetos, romances, versos rimados o libres... Éste ha sido mi caso, Rolando, pero conozco ingenieros, químicos, contadores, que escribían poesía. Hay siempre buenas explicaciones, si pensamos en una vocación o predisposición de carácter espiritual. Entramos así en la psicología, en la mente y las conexiones que escapan a mis conocimientos, modestamente.
 
 
          6 – Has visto desarrollar durante más de seis décadas a tu ciudad de residencia. Permitime que antes de pedirte que te refieras a ella, informe sobre las circunstancias que determinaron lo que muy pocos argentinos saben: quién era el Castelar en cuestión. Resulta que a un político y novelista local (rosarino), Estanislao Zeballos, le aceptaron su proposición de instituir  dicho apellido como homenaje al escritor y político Emilio Castelar y Ripoll (Cádiz, 1832 – San Pedro del Pinatar, Murcia, 1899), presidente del poder ejecutivo de la Primera República Española.  
 
          ALP  En aquella "pampita", como la denominaba uno de mis vecinos, me interesaba trabajar y no me impedía abocarme a la literatura. Denominada en la segunda mitad del siglo XIX como "Kilómetro 22", sí, las autoridades de entonces decidieron cambiarle el nombre, y en homenaje al personaje que señalás, la estación ferroviaria fue llamada como hoy y la zona empezó a desarrollarse, debido -como siempre he oído decir- a su clima y naturaleza. Al llegar comprobé  la gran cantidad de casas quintas, terrenos deshabitados y características que atraían a numerosas familias. Con Alba y mi primer hijo, Ariel (1947), me trasladé. Después nacieron nuestras hijas: Ada, en 1949, y Ariana, en 1960. Y ahora, aquel “Kilómetro 22” cuenta con cerca de 120.000 habitantes.
 
 
          7 – Admitiendo que no debo haber conocido cada una de las revistas que has dirigido, Alberto, ¿coincidirías con mi impresión de que “Empresa Poética” debe haber sido la de mayor impronta, más abarcativa y elaborada?... ¿Nos darías un perfil de alguna de las publicaciones periódicas de poesía de las que has sido responsable?
 
          ALP –  Si denominamos "perfil" al conjunto de publicaciones, los períodos de su elaboración y autores seleccionados en cada una de las revistas que he difundido, amigo Revagliatti, sería infinita la lista de nombres de autores, ensayos, comentarios, selecciones poéticas… Ocuparía centenares de páginas. No puedo asegurarte la importancia de "Empresa Poética", con la colaboración de Simón Kargieman, que ha fallecido hace varios años, y Luis Iadarola, con quien me he comunicado hace pocos días. Esta revista-libro ofrecía un panorama de la poesía argentina y latinoamericana, y en cada número elegíamos un autor para iniciarlo con un ensayo y dábamos a conocer la obra de consagrados y de jóvenes desconocidos. Fue para nosotros un período de gran interés y valorización si pensamos en un "perfil", como me proponés, de los autores que vemos actualmente en las más completas antologías.
 
 
          8 – Has tratado mucho a los poetas Fulvio Milano y Simón Kargieman. ¿Nos harías una semblanza de cada uno de ellos?
 
          ALP – Has nombrado a dos de mis grandes amigos, los primeros que traté al comenzar la "vida poética", los pasos iniciales. A Simón lo conocí en uno de los actos de la época inaugural de mi experiencia, y luego de muchas charlas, frecuenté su casa y conocí también a su esposa, odontóloga, y a sus tres hijos. Hubo un día trágico, cuando por una razón que nunca comprenderé, su mujer se suicidó. Simón había publicado ya "Tiempo de lágrima cerrada""Niño del asombro""Antipoemas 1962". Después aparecieron "Ella y el amor" y "Acto de fe". Otras obras: "El círculo inmóvil " (1969) y "La palabra decisiva" (1977). Había nacido en marzo de 1926. Trabajó de visitador de médicos y en los últimos años había atendido una estantería de libros a la entrada de un Instituto de Psicología de Buenos Aires. Nuestra amistad ha sido conmovedora. Estuvo internado y falleció en un hospital, abandonado por su segunda mujer y lejos de sus hijos. Un auténtico creador: "El que nos habla en el idioma sensible afín a todas las estructuras humanas". Esto determinó Simón en "Encuentro", además de confesar que "los campos psíquico y social son lascircunstancias contingentes esenciales, que animadas coinciden  en provocar la irrupción creadora". Me es imposible resumir aquí su posición estética, las condiciones personales,
su orientación artística. 
          A Fulvio Milano lo vi en uno de los actos tan frecuentes en las décadas del ‘50 y ’60. También residía en Castelar. Pasado un tiempo, vino a verme con su hijo a mi casa. Era maestro de escuela y tenía  conocimientos de literatura, lingüística, temas generacionales, y una visión de su existencia campesina, regional, que se extendía en el barrio de La Boca y el sur del conurbano bonaerense. Colaboró con entusiasmo en las revistas que editábamos,
con admirables ensayos y estudios sobre poetas argentinos, críticas de grupos de distintos lugares. Era callado -como suele decirse-,  muy riguroso, alejado de los "falsos mitos y encasilladores de poesía" (como definió Simón). Había nacido en Buenos Aires en marzo de1929 y publicó "Nevado de silencio" (1959), "Intemperie"(1965) y "Días  pintados en las ventanas del aula", poco después. En cierta época, pasaba largos meses en una villa
marplatense, preparando la edición de su plaqueta periódica de poesía "Mar de Monte Hermoso"; y después del fallecimiento de  su esposa fue a vivir a la ciudad que había conocido de chico: General Belgrano. Nos veíamos poco, y no tuve ninguna noticia hasta hace tres años, cuando me comunicaron desde allá, sin proporcionarme los detalles de las circunstancias, que había fallecido.
 
 
          9 – Un escritor que te quiere y conoce mucho, sabiendo que estamos desde hace varias semanas, charlando a través del correo electrónico, me sugirió, Alberto, que te formule la siguiente inquietud: ¿Tiene una identidad definida la poesía del oeste bonaerense?...
 
          ALP - Si este amigo escritor pregunta sobre la poesía del oeste, recordará que la Dirección de Arte y Cultura del Municipio me encargó, para la colección "pluma 'e gallo", una antología de poetas de Morón. En agosto de 2007 fue editado el volumen que reúne a veintitrés autores. Dedicar la respuesta sobre la "identidad" a cada uno, o en un concepto que los incluya a todos, excedería  tu pregunta, querido Rolando. En estos años de vivir aquí, los he tratado a todos, a unos más, a otros menos, y he leído sus poemas. En la introducción de la antología consigné: "No hay reglas absolutas, no entran rígidos moldes ni aparecen recetas ya consagradas. Si hay que identificar de algún modo, en su gestación y sus logros, a cada uno de los poetas de la Antología, nos sorprendería la validez de la creación que se despliega desde lo cotidiano y lo real al mundo más vasto del pensamiento, la actitud social, la descarnada visión del mundo actual y también el ejercicio misterioso de las mismas palabras, como instrumentos que se transforman y nunca alcanzan a mostrar todo lo que pensamos". La Dirección de Cultura del Oeste bonaerense la distribuye desde su presentación en la Biblioteca. Si hay que expresar  "una identidad definida", es oportuno repetir lo afirmado por Raúl Gustavo Aguirre: "Ver, en pocas palabras, si los poemas tienen alguna relación con nuestra existencia, en qué medida apelan a ella y demandan nuestra contestación".
 
 
          10 – Si inquiero por poetas que admires y en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, la ironía, el ingenio, la sorna, la causticidad, ¿qué me responderías?
 
          ALP - Dice muy bien Julio Cortázar que para definir y entender habría que estar fuera de lo definible y entendible. Lo cito porque estoy leyendo "Rayuela". En lo que me pedís tengo que recordar ensayos e innumerables historias de los poetas que más me han dado y puede ser "entendible", entre tantas experiencias y estilos de su lenguaje. Las condiciones que señalás se aplican  o no tienen nada que ver, en los autores más leídos y admirados, por pertenecer a modalidades humanas. Me atrevería a sostener  que ningún autor es ajeno a alguna de las características que has indicado. Y es así como respuesta ante la vida, de acuerdo a los hechos de mayor alcance. La poesía, como sabés muy bien, no tiene  mejor definición que... ¡hacerla!
 
 
          11 - ¿Has llegado a vacilar bastante o con fastidio durante lapsos más o menos extensos, a la hora de elegir títulos?
 
          ALP –  En casi todas las librerías parece más importante un atractivo título que el contenido, siendo incalificable o un mejor método de venta, de programación, un "negocio" de tapas, aparte del interés que pueda despertar. En mi caso, como en tantos de nuestros fines de mayor modestia y sana intención, los títulos han obedecido a la experiencia, las ideas o circunstancias. He publicado mis obras y nunca he vacilado para elegir su título, ni me he roto la cabeza procurando el más adecuado. Los títulos han acompañado lo que he querido expresar, se correspondían con el material "de adentro". Han formado parte de mi propuesta.
 
 
          12 - ¿La primera frase o párrafo o verso los trabajás mucho y después seguís, o te lanzás más bien a un borrador, y por ejemplo, al día siguiente o a la semana, pulís?
 
          ALP Cuando escribía, hace muchos años, era muy raro que corrigiera o puliera la escritura. En los primeros libros, por ejemplo, "Equivalencia de la tierra"(1960) o "Canto en la arena" (1961), era espontáneo, directo, podría decirte "inspirado" por lo que sentía o pensaba. ¡Qué épocas, al pasar el tiempo y adquirir  recursos más rigurosos! Como si cumpliera una misión , seguí escribiendo y publicando, mientras trabajaba para "vivir" y tenía una familia, una admirable esposa y tres hijos. Había que leer a los poetas más importantes, conocer las tendencias, los elementos artísticos, las viejas y nuevas formulaciones... Cuando siguieron los años, entendía lo que el lenguaje imponía, digamos, para hacer mejor la poesía, o lo que más nos conformaba o revelaba con una corrección oportuna o la eliminación de lo superfluo. En la actualidad hago borradores, dejo escritas palabras que más tarde  borro o reemplazo. Busco y espero lo esencial, sin pretender nada perfecto, pero  sí lo más honesto. Cuando le preguntaron a Roberto Juarroz por qué escribía, respondió: "Escribo porque amo la vida". De ahí surge nuestra responsabilidad y lo que, en la medida en que me es posible, intento.
 
 
          13 - Releyendo –y despidiéndome del ejemplar- el nº 1, julio de 1989, de la revista “Poesía 2000”, doy con estas líneas de la poeta Raquel Jodorowsky (1927-2011): “Existe un ámbito místico, una comunión entre el lector y la poesía impresa. Entre el libro y el que lee se amarra un silencio que sólo la poesía desata en el alma. Así ella entra por los ojos. Por eso es tan difícil dar lecturas en recitales. Desde los escenarios hasta los oídos del público, la poesía no llega en su totalidad. Creo que se hace nube. Se diluye, se fuga. Sólo deja un poco de su sombra. Pero eso es algo.” ¿Qué te suscita este recorte que te facilito?
 
          ALP – Estamos ante conceptos que pueden aprobarse o no, ampliarse y analizarse en profundidad. No deseo ir más allá de lo que he realizado, calificarlo y hacer afirmativo su resultado. Pueden recordarse numerosas opiniones para apoyar todo lo que se ha sugerido en tu mensaje y  descifrar otras cosas. Pero hay algo que es indiscutible: en la poesía debe darse el sentimiento, la naturalidad, la originalidad, el sentido espiritual y el misterio de la palabra. Como bien dice Raquel, si se tiene en cuenta la lectura, "un poco de su sombra", lo que "se hace nube" en los recitales. Es muy cierto que todo "se fuga", si no se comprende lo que decía Jacobo Fijman: "Hice conducta de poesía. Pagué por todo". ¡Éste es el gran secreto! ¡La conducta de los autores que poseen un lenguaje para todo lo humano!   
             (Aprovecho para compartir con nuestros lectores algo para sonreír y sorprenderse. Hace unos días, ordenando mi biblioteca, encontré el libro de Raquel"Sin antes ni   después", con la dedicatoria firmada en México el 11 de diciembre de 1985. En la solapa dice que nació dentro de una mina de cobre, en el norte de Chile. Y agrega: “He publicado quince libros. Tengo un hijo y un loro. Y tengo el mundo entero. Es todo." En la contratapa, con un breve comentario , su foto. ¡Una hermosa mujer!)
 
 
          14 - ¿La idea romántica de que el conocimiento no se puede trasmitir, aplicada a cualquier disciplina, a cualquier arte, es sumamente retrógrada? ¿Podés disfrutar de la lectura de obras de escritores con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
 
          ALP Son muy difíciles tus preguntas, Rolando, pero tienen gran interés al intentar respuestas adecuadas. En mi larga trayectoria tendría que recordar muchas lecturas, conocimientos, sucesos, aprendizajes. No es posible en escasos términos, en base a ideas poéticas aceptables, referirme a lo que he vivido y escrito a partir de mis primeras experiencias. Empezaré con una época en la que mi lenguaje, lejos de los recursos tradicionales, buscaba una forma despojada, sobre temas íntimos, emotivos, sin abandonar del todo otras disciplinas, como suele sospecharse a veces entre autores españoles y también de Francia en esos años de nuevas técnicas y fórmulas, en oposición decidida a las luchas sociales. En mis primeros libros, "Equivalencia de la tierra" (1960) y "Canto en la arena" (1961) , y después en ensayos, comentarios, biografías, estaba en esa línea romántica que me proporcionaba elementos para una escritura más profunda, más significativa, dejando atrás los movimientos propios de las palabras como "arte", sin un contenido vital. Lo que más necesitaba, sin tener todavía verdadera conciencia, era "saber" de cada autor su modalidad, su actitud, su estilo. No me importaban mucho las ideologías, como se las interpreta ahora. Por eso te aseguro que, desde luego, he disfrutado de creaciones diversas, de la belleza, de logros de índole amorosa, sentimental. "Hay aspectos -escribió Roberto Juarroz- que no comparto totalmente, pero esos casos que llamamos "vanguardia", están por encima de la esencialidad, delante en cuanto a experiencias del lenguaje". En mi caso, sigo siendo tolerante, a pesar de lo que no me convence. Continúo mi camino con las obras que he realizado. He vivido etapas que se integran con las revistas literarias, los estudios biográficos, las tendencias, las actividades que no pertenecen a "un tiempo", sino a una prolongada existencia. No puedo dejar de sentir todavía la gravitación de "escuelas" o grupos con sus características íntimas, sus diferencias, sus valores expresivos. La culminación sería el surrealismo, con Aldo Pellegrini y su historia, que conocerás. En otras épocas, por ejemplo, en mis libros "Uno en el mundo" (1965), "A puertas abiertas" (1969) y"Obra en construcción" (1974-1978), tenía  una orientación más seria de "conducta", como diría Fijman. Este ejemplo me apartó del concepto señalado.  Más tarde fui a lecturas de tipo más elocuente, pues la escritura es lo que me dio libertad en mi vida. Pude expresarme mejor en "Historias salvajes" (1976) y "Cuadro de situación" (1980). Opino que si una idea poética es aceptable y enriquecedora, si no se refiere a aspectos verbales como sería "un romanticismo dulzón y trasnochado" -como he leído en un buen artículo- no puede negarse su válida relación. 
 
 
 
 
*
 
 
 
Alberto Luis Ponzo selecciona para acompañar esta entrevista, en octubre de 2014, siete poemas de su autoría:
 
 
 
 
Me acostumbro a ser viento
 
 
Desde las manos salgo.
Mis palabras son uñas
sobre la tierra, dedos
torpes y fatigados.
 
Desde ellas
siento lo que sucede
y me sostengo para mirar,
cavar secretamente el horizonte,
empezar a creer en lo que digo.
 
Desde las manos hablo
y alimento la piel,
aprendo en su corteza,
tomo el aire y me digo;
con las palabras voy a la existencia,
describo mi esperanza, grito
o reniego del nombre que me imponen
y lentamente
desde este umbral cercano y movedizo
me acostumbro a ser viento,
ligera decisión de la memoria.
 
 
 
                                            (De "Uno en el mundo", 1965)
 
                                 
 
*
 
 
Como el amor
 
 
Eres
el cuerpo de la noche,
el silencio del tiempo,
el color de la voz
que nunca he visto.
 
Eres racimo y arco,
parábola,
constelación,
círculo de diversos
centros.
 
Eres
un punto del espacio
donde el amor
puede seguir latiendo
sin consumir
su llama.
 
 
                                                (De "Poemas comunes",1966)
 
                         
*
 
 
El oficio
 
 
Escribo con el tiempo
con el fuego en los dedos
sobre el muro del día
 
Escribo cuando duermo y no me escuchan
escribo para despertar
escribo dando vueltas como un pájaro
escribo en el aire y en la tierra
 
Escribo porque no tengo otro lugar
porque mis hijos me preguntan
escribo para contestarles
para mirarlos diariamente
 
Escribo con los brazos que encuentro
escribo para el mundo que no encuentro
 
Escribo
para no repetirme
 
 
                                    (De "A puertas abiertas", 1969)
 
                           
*
 
 
El oprimido
 
 
 
Qué puedo hacer aquí
cuando nadie
se reconoce en mis ropas
cuando nadie habita
mis gestos oprimidos?
 
Qué puedo hacer
yo que habito el idioma de todos
para ser dueño de lo que todos dicen?
 
Sólo en la máscara de mi plato
el mundo se conmueve
 
 
                                    (De "Los dioses extinguidos", 1974)
 
                             
*
 
 
Nombres
 
 
El día se desliza sobre techados rotos
las plantas olvidan su violencia natal
 
Nombres que crecen
Nombres devorados
 
Estoy vivo en lo que nace
en lo que hago
fuera de mí
dentro de todo
 
en el rumor que escapa del origen
 
 
                                           (De "Ejercicios provisorios",1987)
 
                                 
*
 
 
Para el amor
 
 
Basta la palabra?
Huída de sí misma
calla en la mano
                que espera
 
desde su piel
                 respira
bordea los objetos
interroga
 
persigue el aire
ensaya letras adheridas
                 al hilo de la voz
 
basta saber que busca
arrojar el misterio
que cubre su pasar?
 
sólo hace lo que detiene
la agotadora sombra
sobre una línea inútil
dispuesta a su nacer
 
dará vida al ramaje
de un revelador
                acto de amor
 
 
                                (De "De estar aquí", 2011)
 
                                   
*
 
 
Cubiertos
 
 
Entre los cubiertos
usados desde mi niñez
he puesto a reposar la noche
 
En el lugar de los dedos
hay un corte abierto
del raspado cuchillo
con la honda tibieza llevada a la boca
 
El ardiente amenazador
aguarda a su costado
 
La infantil cucharita huele
como el deseado postre
 
Los vasos y platos silenciosos
reviven el sabor
                   en vos
 
 
                                                  (A Alba)
 
                                                  (De "De este mundo", 2014)
 
                                
 
*
 
 
Entrevista realizada a través del correo electrónico: ciudades de Castelar y Buenos Aires, distantes entre sí  unos 30 kilómetros, Alberto Luis Ponzo y R. R., octubre 2014.
 
 
 
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04 de Octubre, 2014 · General

Margutte publica muestra poética de revista Isla Negra


Publicada una muestra de poesia latinoamericana en la notable revista italiana Margutte que dirige el amigo Attilio Ianniello.

Las poesías forman parte de la colección “Navegaciones” que aparece regularmente junto a la revista Isla Negra.

 

El enlace para las versiones en castellano e italiano:
http://www.margutte.com/?p=7298
http://www.margutte.com/?p=7298&lang=es

 

Los autores presentes:

 

TRIUNFO ARCINIEGAS (COLOMBIA)

JOSÉ EMILIO TALLARICO (BUENOS AIRES, ARGENTINA)

JOSÉ CEDRÓN (ARGENTINA)

ROBERTO GLORIOSO (AZUL, ARGENTINA)

SIXTO CABRERA GONZÁLEZ (RANCHO NUEVO, MÉXICO, 1974)

ELSA FENOGLIO (HAEDO, ARGENTINA)

FREDY CHIKANGANA (NACIÓN YANAKUNA MITMAK, COLOMBIA)

ALBERTO LUIS PONZO (BUENOS AIRES, ARGENTINA – 1916)

VILMA VARGAS ROBLES (SAN JOSÉ, COSTA RICA – 1961)

CÉSAR BISSO (SANTA FE, ARGENTINA – 1952)

CARLOS CARBONE (ARGENTINA – 1959)

JUAN CAMERON (VALPARAISO, CHILE – 1947)

VÍCTOR CASAUS (CUBA)

LUIS BENÍTEZ (BUENOS AIRES, ARGENTINA)

LAU SIQUEIRA (JAGUARÃO, RIO GRANDE DO SUL, BRASIL, 1957)

EDUARDO ESPÓSITO (BUENOS AIRES, ARGENTINA, 1956)

MYRIAM ROZENBERG (BUENOS AIRES, ARGENTINA)

CÉSAR CANTONI (LA PLATA, ARGENTINA – 1951)

ADRIANO CORRALES (COSTA RICA – 1958)

REYNALDO PÉREZ SÓ (CARACAS, VENEZUELA – 1945)

CLAUDIO SIMIZ (BUENOS AIRES, ARGENTINA – 1960)

ALEX PAUSIDES (MANZANILLO, CUBA – 1950)

CARLOS DARIEL (BUENOS AIRES, ARGENTINA – 1956)

AMPARO OSORIO (BOGOTÁ, COLOMBIA)

JORGE LUIS LÓPEZ AGUILAR (RAMOS MEJÍA, ARGENTINA – 1950)

JORGE NONINI (BUENOS AIRES, ARGENTINA – 1932)

PIERO DE VICARI (ARGENTINA)

TOMÁS BORGE (MATAGALPA, NICARAGUA, 1930 – 2012)

LUIS BOLAÑOS (GRECIA, COSTA RICA – 1944)

NANCY MOREJÓN (LA HABANA, CUBA – 1944)

ROSINA VALCARCEL (PERÚ)

DAVID CORTÉZ CABÁN (PUERTO RICO – 1952)

LAURA YASÁN (ARGENTINA)

MÁXIMO SIMPSON (ARGENTINA)

MANUEL GARCÍA VERDECIA (MARCANÉ, HOLGUÍN, CUBA – 1953)

LEOPOLDO TEUCO CASTILLA (ARGENTINA)

ENRIQUE HERNÁNDEZ D’JESÚS (MÉRIDA, VENEZUELA, 1947)

CARMEN ISABEL MARACARA (VENEZUELA, 1967)

MARUJA VIEIRA (MANIZALES, COLOMBIA – 1922)

FRANCISCO MORALES SANTOS (GUATEMALA – 1940)

MARIANA BERNÁRDEZ (MÉXICO – 1964)

CARLOS FAJARDO FAJARDO (SANTIAGO DE CALI, COLOMBIA)

HUMBERTO VINUEZA (GUAYAQUIL, ECUADOR -1942)

VICENTE RODRÍGUEZ NIETZSCHE (PUERTO RICO – 1942)

WALDO LEYVA (CUBA, 1943)

LUIS ALBERTO CRESPO (CARORA, VENEZUELA – 1941)

GABRIEL CHÁVEZ CASAZOLA (BOLIVIA – 1972)

JUAN MANUEL ROCA (MEDELLÍN, COLOMBIA – 1946)

DINA POSADA (EL SALVADOR – 1946 – RESIDE EN GUATEMALA)

TERESA CALDERÓN (LA SERENA, CHILE – 1955)

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27 de Septiembre, 2014 · General

Elogio de la poesía

Juan Manuel Roca

Texto presentado y leído en la ceremonia de entrega del Doctorado Honoris Causa,

por la Universidad Nacional de Colombia.

Bogotá, septiembre 25, 2014

 

Buenas tardes. Quiero manifestar mi gratitud hacia el Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional de Colombia por esta distinción en la que se habla, entre otras cosas, “de un reconocimiento a una vida dedicada a la poesía”. Que una Universidad valore, más allá de que esto recaiga en mí, el ámbito de la lírica, me resulta a todas luces alentador, cuando en muchos espacios de la vida académica se minusvalida todo lo que no sea pragmático o fácilmente comprobable. La poesía, que según Saint John Perse, es “el pensamiento desinteresado” no suele ser llamada con frecuencia al festejo académico ya que no pocas veces se ve como una religión sin feligreses. Por lo menos,  estos reconocimientos escasean para mi escindida generación.

Mi generación ha oído y recibido más nombres que una pila bautismal. Para seguir en el juego nominal, que parece el de las muñecas rusas que tienen adentro otras que a su vez contienen una más, he propuesto para ella el nombre de Poetas del inxilio, en razón de que sus obras aparecen y se consolidan en los años de mayor desplazamiento en Colombia.

El inxilio es una suerte de exilio interior, un despojo de núcleos humanos, de familias desplazadas a las que les han usurpado sus tierras. Quienes padecen el drama del exilio interior saben que muchos de estos generadores de expulsión -paramilitarismo, guerrilla, violencia estatal y paraestatal-, han sido atrapados por el negocio de la guerra y por los políticos venales.

También la poesía ha sido desplazada de los medios impresos con contadas excepciones y, más aún, de los grandes sellos editoriales. Así que inxiliada en su propia búsqueda, esta generación sabe que el desplazamiento humano es el mayor drama colombiano actual.

El inxilio quizá tenga unos rasgos de enajenación y de expolio peor que el de quienes tienen que exiliarse. Es la pérdida del país dentro del país mismo, tener que habitar en la periferia como un único territorio posible, sentirse ciudadano de ninguna parte, exiliado de sí mismo, pertenecer a un no-lugar.

Colombia es uno de los países con más número de desarraigados en el mundo. En 2013 se señala la cifra de 230 mil personas entre hombres, mujeres y niños obligados a abandonar sus tierras. Mi generación ha asistido de manera dolorosa a ese inmenso desalojo. Y no pocas veces lo registra en sus poemas. Naturalmente, el desplazamiento que da nacimiento al inxilio colectivo no es privativo de estos tiempos y podríamos remontarnos a la violencia de los años cincuenta, pero nunca este drama ha sido más cruento que a partir de los años en los que esta generación se ha venido expresando. No es un capricho. En aras de señalar un período de nuestra historia, el nombre de Poetas del Inxilio podría ser una forma sencilla de recordar  nuestro drama colectivo. Quizá sea cierto lo que afirma el más citado de los poetas argentinos: “la realidad no es verbal”. Pero aún así, creo que hay que nombrar a los desplazados internos una y otra vez, hasta que se acaben la guerra y el desarraigo.                                               

La poesía se mueve en los terrenos de la duda, en algo que avasalla todos los géneros artísticos hasta el punto de poder señalar que donde no hay poesía difícilmente hay arte, desde la plástica y la cinematografía hasta la narrativa y la dramaturgia. Y es que esta anómala forma del pensar que nunca ha debido escindirse de manera radical de la filosofía, parece que más que escribirse, sucede.

He sido cauto a la hora de señalarle un papel mesiánico a la poesía y a pedirle de manera irrestricta una utilidad inmediata. Pero como soy de la creencia de que  es algo más que un género literario, que es más bien una forma de andar por el mundo, de respirar al unísono con los demás, me resulta impensable que no atendamos aún sin un “deber ser” programático a nuestra historia, que en nuestro caso está atravesada por una suma interminable de violencias. Por un absurdo temor a la ambigüedad, a las verdades que no pertenecen al orden de lo inmediatamente comprobable, por la falta de rigor científico y otros aparatos del concepto lógico, algunos le enrostran a la poesía una falta de tratos con la realidad en otra forma de violencia cultural, de imposición. Creo, con Raúl Gustavo Aguirre, que “lo inexpresable también forma parte de la realidad del hombre”.

Aimé Césaire, un poeta que se sentía torturado y humillado en cada hombre o mujer torturados o humillados, se asumía como víctima pensando que somos parte los unos de los otros y que no vivimos en un mundo abstracto, enajenados de la realidad.  Es poco probable que haya un pensamiento de orden filosófico que no se pregunte por lo que nos sucede en los demás, en sus alegrías y desvelos. Lo mismo ocurre con la más alta poesía.

Pensar que hay miles de estrellas muertas en el cielo que nos siguen alumbrando conduce a pensar en los cientos de poetas muertos que aún nos siguen, de la misma manera, alumbrando.

La sola imaginación es subversiva y casi sin premeditación se vuelve una suerte de resistencia espiritual. Ahora, es bien sabido, como decía César Fernández Moreno, que como no se ha podido poetizar la política se ha politizado la poética. Y hay ejemplos de grandes poetas que se manifiestan políticamente en sus versos sin perder de vista su alto rigor estético, como René Char, César Vallejo, Yannis Ritsos, Carl Sandburg, Osip Maldestam, Vladimir Holan, Anna Ajmátova, Nelly Sachs, Bertolt Brecht, Paul Celan y tantos otros que no cabrían en esta página. Si hago este breve listado, es solo porque generalmente y de manera maliciosa, desde la orilla de los manieristas sólo se recuerda a los malos poetas políticos, que también son legión, y de esa forma despachan y rehúyen el asunto de una necesaria impureza lírica que también hace parte de la vida.

En cuanto al poder transformador de la palabra, el mejor ejemplo lo encontré en una cárcel de Chile, donde un preso me expresó el más alto elogio de la poesía que haya escuchado.  Allí, en un lugar que parece negar de entrada la libertad, me contó que todas las noches se escapaba de su celda y saltaba los cuatro muros cardinales mientras leía los poemas místicos de San Juan de la Cruz.

A lo mejor podría haber sido otro poeta el que leyera,  pero el efecto de transformación del ánimo y por tanto de la realidad, podrían haber sido los mismos. El reo chileno me hizo dudar de algo que siempre he afirmado en contra de los mesianismos, aquello de que intentar cambiar la realidad con poesía es como intentar descarrilar un tren atravesándole una rosa en la carrilera. Una condena al fracaso. El hombre enjaulado volaba encima de los muros sin que le aplicaran la ley de fuga, gracias a la voz de un remoto poeta.

Y vuelvo al territorio de la duda. En poesía una verdad mal dicha fácilmente se vuelve mentira mientras que una ficción bien lograda puede volverse para siempre verdadera, como Hamlet, Sherezada o Moby Dick, y digna como ese personaje del coronel que no tenía quien le escribiera y que no usaba sombrero para no tener que quitárselo ante nadie, según la magnífica novela de García Márquez. No le basta con las verdades fácilmente compartibles y arrulladoras, pues al igual que la filosofía su territorio de exploración natural está en la duda. La poesía se pregunta cómo andar al mismo tiempo en dos orillas de la realidad, en medio de lo que Simone Weil llama “una comunidad ciega”, una aturdida comunidad dividida entre la realidad y el deseo.

A cada rato, cuando se habla de la utilidad de la poesía en un medio de naturaleza violenta como el nuestro, se acude una y otra vez a una pregunta del romántico alemán: “¿para qué la poesía en tiempos de penuria?” Creo que es mejor cambiar, invertir la pregunta y decir ¿para qué la poesía en tiempos que no sean de penuria? ¿Como simple adorno? ¿Como manierismo? ¿Como un mero esteticismo? De ser cierto que la poesía no tiene sentido en tiempos de penuria nunca se habría escrito, pues todos los tiempos del hombre han sido de penuria.

Un aparente escollo para la poesía tiene que ver con la crisis de la palabra, en particular por su constante manoseo. La palabra es la primera baja en una crisis social: para qué el vocablo pan si no remplaza al pan, para que la palabra libertad si tantas veces está en los labios de los carceleros. Sin embargo esto, antes de crearle un desaliento obliga al poeta a buscar la palabra justa en el inmenso pajar del lenguaje y a habitar de nuevo las palabras que el mal uso ha ido volviendo huecas, calcáreas. Es paradójico, hasta la libertad en el poema resulta tantas veces contradictoria por el hecho mismo de querer fijarla en palabras. Como es paradójico que estando la poesía construida con vocablos aspire al silencio.                                                                

La poesía, y tomo acá su nombre de manera genérica para toda creación artística, como un epicentro de todas las artes, parece recordarnos que resulta tan precaria, tan irrisoria la llamada realidad  (y “realidad” es una palabra que al decir de Vladimir Nabokov siempre debería ir entre comillas) que a cada momento tenemos que inventarla. Esto hace que la poesía no sea tan lejana de la ciencia, no obstante sus búsquedas se den en diferentes estadios del pensar, en diferentes gabinetes de la imaginación. (Aldo Pellegrini, dixit).                                                                         

Lo que hace más rica y diversa a la poesía escrita es que las verdades estéticas que se agolpan en la interpretación de la lírica nunca han podido, a pesar de credos y de manifiestos cerrados, del aluvión interpretativo, imponer un sentido único a la expresión creadora. Que no tenga nunca el rango de fórmula matemática, sino que el sentido de lo impersonal y de lo abierto la visiten, hace que la poesía resida más allá del poema, aún en los linderos del lenguaje, en los bordes de la palabra que se calla.                       

Previene René Menard sobre “dos clases de poetas sin porvenir: los que protestan por el Paraíso Perdido y los que prometen una Edad de Oro. Los primeros lisonjean sueños que el hombre persigue desde su madurez; los segundos seducen hasta el momento en que demuestran su espíritu de tiranía”. Habla el mismo Menard de “los poetas ideólogos” para quienes “el fanatismo o la esterilidad son su refugio”. La poesía es algo más que un catálogo de ideas. Los francotiradores del inmediatismo político veían mal a Rubén Darío porque cruzaba en medio de gallineros en Managua pero los imaginaba cisnes, veía indígenas chorotegas sin dientes pero creía que eran princesas de una corte de Versalles, con lo cual también condenarían a cualquier caballero de triste figura capaz de trocar, como todo gran poeta, molinos en gigantes, mujeres de espléndida fealdad en arquetipos de belleza. “La verdadera poesía no consuela de nada”, decía René Menard.                                                                                                                                                                                                                                                                               

Aunque el poeta sabe que, más temprano que tarde, será como todos los hombres victimizado por la realidad, le opone la palabra al nombrarla, tiene clara conciencia de que pastorear lo real, domesticar lo real para sumergirse en zonas de significado mitológico, es una función devoradora. Ese “cambiar la vida”, la vieja divisa de Rimbaud, cada vez parece asistirlo menos. Pero es su aspiración el encuentro con la esencia, la búsqueda de una ética ligada a la belleza superior lo que lo pone en contacto con la eterna fugacidad, con lo que huye llevando en sí jirones de otras realidades más complejas. Realidades que, al cambio feroz de los días y aún de los milenios, exigen particularmente unos nuevos tratos con el lenguaje.                                                                                            

La poesía se parece, en su calidad invasora, a la araña que sube por la escoba que la barre: pone un contrapunto a la razón. Y es en esa satanización de lo poético en aras de la realidad que pregonan los tiempos y que pregonan las sociedades hipnotizadas por el miedo a pensar, donde -de nuevo la araña trepa a la escoba- le queda a la poesía su antigua y renovada condición de resistencia. De ese centro brota el hombre negado a la clonación o al autismo. Es ahí, en el reino paradojal, donde la poesía expulsada de la República de Platón, que en nuestro caso podría ser la República de Plutón, tiene un reino de individuos insumisos.                                                                                                                                                                                                

Ser poeta en un país salvaje es elegir una larga cuarentena, guardar como un talismán la palabra más breve y, por momentos, la más bella. Esa que en Colombia parece olvidada, la rotunda voz que casi nadie dice, que casi nadie oye, las dos letras que conforman la palabra no.

Nunca antes la poesía y el poeta -y no hablo desde la ideología- tiene mayores estímulos para diferenciarse del país que no desea suyo. No es un deber ser, no es algo programático, pero qué necesario es enfatizar la distancia frente al crimen, no tanto por sentirnos más buenos como por sentirnos lejos de los pases hipnóticos de la muerte espiritual y del gregarismo tribal frente a la nada.                                             

Libertad y poesía son dos palabras siamesas: la una conduce a la otra y difícilmente se pueden separar para que tengan vidas escindidas. A no ser que al enunciarse se trate de una falsa libertad, como la que está casi siempre en labios de carceleros y liberticidas, de una parte, y de la impostación poética, de otra.

Esas dos palabras, esos dos conceptos por los cuales han corrido verdaderos mares de tinta, me parece que han sido muy bien definidos por una dupla de escritores de talantes afines y de percepciones cercanas al anarquismo. Albert Camus, que decía que la libertad es el derecho a no mentir, y Henri David Thoreau, quien afirmaba que la poesía es la salud del lenguaje.

Lo contrario, la servidumbre intelectual del poeta y la docilidad del ciudadano, no es otra cosa que la práctica de una voraz autofagia, una forma de devorarse a sí mismo. Es la muerte del que disiente, el destierro del outsider, el exilio del fuera de lugar o del perpetuo insatisfecho. En realidad, más que en un exilio, el outsider vive ahora su  periferia, el convertirse en extranjero en su propia tierra, muchas veces hasta el extremo de verse arrinconado en los límites del lenguaje. Todo por saber que la poesía puede llegar a convertirse en un territorio autónomo, algo así como la banda sonora de la desobediencia. Por supuesto que ejercer ese derecho a no mentir es castigado de una y mil maneras por bedeles y comisarios.

La idea orwelliana de que “si la libertad significa algo es el derecho a decir a los demás lo que no quieren oir”, en sociedades ensimismadas por el  unanimismo conduce hasta al extremo de poner en riesgo la vida del ejercitante. Del que se atreve a decir, a pesar de todo, lo indecible.

Cuando John Donne afirma que nadie puede dormir en la carreta que lo conduce de la cárcel al patíbulo, podría estar hablando también del poeta. El poeta es el que canta en medio de las encrucijadas, el insomne frente al destino colectivo que no obstante hace del sueño su irremplazable alimento. A lo largo de mi vida de escribano no he intentado otra cosa que ejercer la libertad y con ella la independencia. Libertad de culto, de ideología, de fortuna, de banderas y esteticismos. La libertad de ejercer la imaginación sin pagar aduanas, sin el soberano permiso de nadie.

Soy de la idea de que mientras persista la imaginación, la capacidad de fabular más allá de la espesa nata de la uniformidad y el gregarismo, mientras la poesía sea arena y no aceite en las maquinarias ideológicas y cerradas de un mundo sin matices, el hastío, el miedo y la miseria, ese trípode en el que se monta la visión del mundo actual, no extenderá del todo su aire espeso, el agujero negro de la satisfacción y el aturdimiento colectivo que tanto exaltan los tartufos.

Creo en los poetas de la intemperie, en los que no sufren la claustrofobia de su mundo intimista, en los que tienen al mismo tiempo que muchas reflexiones y lecturas, un tramado de calles, de retículas y trazados por los que transitan los hombres.

Que la poesía es una religión sin feligreses se nos repite a cada tanto en los medios y en los bufetes, invocando la inutilidad y llamando al desaliento, y tras manifestarlo corren a reunirse y a hablar en el esperanto de la tontería y los lugares comunes, en una religión cuyo único dios tiránico es el embotamiento de los sentidos, la pérdida irreparable del sentido de la individualidad creativa y la aventura.

Quisiera repetir con René Char que “en todas nuestras comidas en común invitamos a la libertad a sentarse”. Y agregar en consenso con el poeta  que “el lugar permanece vacío pero el cubierto está puesto”. A esto conduce la mejor poesía.



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22 de Septiembre, 2014 · General

Flavio Crescenzi: sus respuestas y poemas


 Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

 

 Flavio Crescenzi nació el 20 de julio de 1973 en la ciudad de Córdoba, capital de la provincia homónima, la Argentina , y reside en la ciudad de Buenos Aires. Es Instructor Superior de Lengua y Literatura, habiendo además realizado posgrados en Perfeccionamiento en Corrección de Textos y en Redacción Institucional y Corporativa. Durante más de tres años ha sido Coordinador del Área de Comunicación Institucional del FyMTI (Festival y Mercado de Televisión Internacional). Ha dictado cursos y seminarios de literatura a nivel medio y universitario, y coordinado talleres de escritura creativa, escritura académica y cursos de apreciación literaria en centros culturales de su ciudad y del Gran Buenos Aires. En la actualidad se desempeña como corrector de textos y como prologuista freelance para diversos sellos editoriales. Desde 2009 colabora en http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene con artículos de crítica cultural y literaria. Fue incluido en la antología bilingüe español-italiano, “Italiani D’Altrove” (traductor: Milton Fernández; Rayuela Edizioni, Milano, Italia, 2010). De sus cuatro poemarios publicados, los tres primeros, “Por todo sol, la sed” (2000), “La gratuidad de la amenaza”  (2001), “Íngrimo e insular” (2005), lo han sido por Ediciones El Tranvía, y el último, “La ciudad con Laura” (2012) por Sediento Editores. En febrero del año en curso, a través de Editorial Quadrata y la Biblioteca Nacional , apareció su ensayo “La poética surrealista. Panorama de una experiencia inacabada”.

 

 

 

 

          1 –—Arranquemos esta charla, Flavio, con una breve descripción del entorno familiar en tu provincia natal, si todos se trasladaron a Buenos Aires o si sólo vos te viniste, y cuándo y cómo se fue sucediendo ese traslado.

 

          FC — Nada indicaba que mi nacimiento en la ciudad de Córdoba se iba a transformar en un hecho aislado y casi fortuito, sin embargo, el destino así lo tenía preparado. Mis padres estaban afincados ahí desde hacía varios años, pero al poco tiempo de haber yo llegado al mundo decidieron separarse (al parecer, en vez de traer un pan bajo el brazo, traje a sus vidas el cisma y la discordia). Mi padre, italiano, se quedó en Córdoba algunos años más; mi madre, ecuatoriana, viajó conmigo y con su madre (no se asuste, Rolando, me refiero a la madre de mi madre, no a la suya) a Santa Cruz de la Sierra , Bolivia, donde fui bautizado. Antes de volver a la Argentina pasé con ellas todavía una temporada en Ecuador. Finalmente, aterrizamos en Buenos Aires. Si mal no recuerdo, fue en 1977. Sí recuerdo bien el Mundial de Fútbol del año siguiente, los festejos alrededor del Obelisco —con sus bocinazos y gritos y cantitos— y el llanto inexplicable en el que prorrumpí al verme en medio de tan insensato espectáculo, llanto que el tiempo y la historia después me aclararían.

 

 

 

          2 — Contemos que estuviste dedicado a la música. ¿Durante qué lapso, de qué modo? ¿Con qué tipos de música te has ido sintiendo más próximo desde tu infancia hasta la actualidad?

 

          FC — Así es, estuve ligado a la música desde muy temprana edad. En primer lugar, como oyente (confieso que sigo siendo un melómano irredento); en segundo lugar, como compositor e intérprete. Toco algo la guitarra y canto, lo segundo —según dicen— medianamente bien. Pasé por varios estilos musicales, trazando una curiosa parábola que va del punk rock al jazz, y que pasa por el hard rock, el soul  y el funk. Desde luego, me quedo con lo último que hice, ya que tengo una marcada inclinación por la música negra. La música clásica por su parte, en especial Beethoven, siempre fue el refugio al cual retornaba luego de una dura jornada. Fue un período de más de quince años que me brindó muchas satisfacciones, incluso de aquellas que no me convendría mencionar. Sin embargo, me distrajo de mi actividad literaria e intelectual, que es lo que realmente me define y me completa.

          Considero, Rolando, que la música es la más completa y sublime de  las artes y, por tanto, que las demás deberían imitarla. En mi caso, cuando escribo, intento que mis textos estén de alguna forma atravesados por la música, ya sea sometiendo la eficacia del verso o el período elegido a una natural y universal eufonía, ya sea simplemente haciéndola aparecer como asunto. “Ama tu ritmo y ritma tus acciones”, decía el pitagórico Darío, pues bien, a mí no me quedó más que obedecerlo. Aunque no siempre lo logro en los ensayos; los datos duros que recopilo usualmente carecen de melodía, y admito encontrar muchas veces cierta desafinación en mis conceptos.

 

 

 

          3 — Durante un período del “legendario” ciclo de poesía “Maldita Ginebra” acompañaste a su fundador, Héctor Urruspuru, en la conducción. Un ciclo que tuvo muchos tramos, varios coconductores y una sostenida singularidad. Es bastante probable que allí nos hayamos saludado por primera vez, en los últimos años de nuestros tan argentinos y descalabrantes noventas. Ese “ciclejo” —al decir del propio fundador—  merecería no sólo lo que módicamente  te voy ahora a pedir —una semblanza, tus recuerdos como asistente y como coconductor—, sino un verdadero ensayo (y vos serías, considero, el más idóneo para producirlo).

 

          FC — Sin dudas, Rolando, y es una asignatura pendiente, aunque desconfío de mi capacidad (no así de mi desfachatez) para llevar adelante tamaño proyecto.

           “Maldita Ginebra” fue un ciclo excepcional. A fines de los años 90 supo ser un nicho de resistencia cultural que le daba a la poesía de los márgenes un lugar de preeminencia. Esto, claro está, en un contexto socioeconómico complejo que permitía que muchos jóvenes  (y no tan jóvenes) vieran en la poesía una alternativa a la realidad asfixiante que los relegaba día a día. Conjeturo que ése fue el sello distintivo del ciclo, pero también el del gran poeta Héctor Urruspuru, amén del resto de particularidades que hicieron de esa propuesta una leyenda.

          Guardo muy gratos recuerdos de esos años. Conocí ahí mucha gente valiosa (amigos que aun hoy conservo, como vos, como también gente entrañable que se ha ido). Cada vez que pienso en “Maldita Ginebra” me sobreviene una inenarrable sensación de camaradería. Por razones que no vienen al caso señalar tuve que alejarme de la coconducción, pero seguí yendo en calidad de espectador en sucesivas oportunidades. Entiendo que el ciclo continúa, y de seguro continuará mientras que Héctor esté con vida.

 

 

 

          4 — La vez que me invitaron a leer al ciclo “El Zoológico de Poetas” me parece que no estabas en la conducción. Como sea, coordinaste allí junto a Coni Banus e Ignacio Osorio. ¿Cómo evaluás ese paso tuyo? ¿Y cuándo integraste la “Contraferia del Libro”? ¿En qué consistió, en qué año, cómo fue planificado ese ámbito de “resistencia”, por quienes? Y enlazando con la pregunta anterior, ¿no has fantaseado con la concepción de un trabajo reflexivo sobre los alcances de los cafés literarios, ciclos de narrativa, festivales de poesía?

 

          FC — Mi participación en “El Zoológico de Poetas” fue en principio tangencial. De hecho, recién estuve de manera regular en el último tramo del ciclo. Posiblemente por eso no nos hayamos visto cuando fuiste invitado a leer. No obstante, estuve. Hay fotos que pueden probarlo.

          Pese a su nombre, el Zoo en algún punto quiso brindar una propuesta un poco menos “salvaje” que la que ofrecía “Maldita Ginebra”, pero para nada acartonada, como pueden serlo otros ciclos del ambiente. Coni e Ignacio son excelentes conductores, dueños de una dinámica interpersonal envidiable. Ellos le aportaban una cuota extra a todo lo que ahí ocurría. Creo que mi modesta contribución estribaba en darle un “toque intelectual” al negocio, algo que, por supuesto, ninguno de nosotros tomaba demasiado en serio. Los chicos continúan con el Zoo en otro lugar, ya que “El Empujón del Diablo”, que era donde se realizaba el ciclo inicialmente, cerró por razones asimismo “diabólicas”. Recuerdo que el poeta Gerardo Lewin también colaboró con nosotros en algún momento.

          La Contraferia del Libro fue otra cosa, algo que quizás empezó como una bravuconada de borrachos, pero que paulatinamente fue convirtiéndose en una causa con muchos seguidores, tal como ocurre, sin ir más lejos, con la mayoría de las gestas. Pues bien, la idea de la Contraferia del Libro surgió también a fines de los 90, y fue llevada a cabo, por más de dos años, por un grupo conformado por poetas, docentes y estudiantes (dentro del cual estábamos, entre otros, Esteban Charpentier, Héctor Urruspuru, Daniel Perrota, Esther Pagano, Horacio Pérez del Cerro, Ignacio Osorio y un servidor). El reclamo que le hacíamos a los responsables de la Fundación El Libro se basaba en lo siguiente: entrada libre y gratuita, posibilidades concretas de difusión para los autores jóvenes y para las pequeñas editoriales, y un programa inclusivo de actividades, sin costo adicional, para cualquiera de los posibles visitantes a su evento central. De más está decir que la Fundación intentó acercar posiciones ofreciéndonos un puesto dentro de la Feria.  Ofrecimiento que fue instantáneamente rechazado. Un libro de adhesiones, donde constan, entre otras, las firmas de Olga Orozco y Federico Andahazi —gente que en principio integra el gran mercado del libro, pero que supo solidarizarse con nosotros— es lo que queda como legado de esa fantástica ocurrencia.

         Ahora bien, más allá de la experiencia de la Contraferia , está claro que  la Feria del Libro de Buenos Aires opera como un agente difusor del concepto hegemónico de cultura. Es por eso que, aún hoy, me parece válido revisar críticamente lo que ese gran símbolo de la industria cultural representa. Digo, si en verdad queremos darle un definitivo sentido de emancipación a la cultura y liberarla así de su condición histórica de fetiche.

          En fin, tarde o temprano voy a tener que escribir acerca de todo esto, y por qué no también acerca de los ciclos literarios, como bien me sugerís. Intuyo que son temas que de una u otra manera están relacionados.

 

 

 

          5 — En 2006, además de participar como conferenciante en las Jornadas de Poesía para Docentes, organizadas por la Asociación de Poetas Argentinos, realizadas en la Legislatura Porteña , viajaste a Cuba invitado por la Revista “Casa de las Américas”, representando a la publicación uruguaya “Diégesis”, donde colaborabas como columnista. Por un lado, Flavio, me gustaría saber cómo han repercutido en vos estas experiencias, y por otro, cómo aquella otra en 2009, cuando convocado por el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), participaste en las mesas redondas acerca de Literatura de Vanguardia en Latinoamérica.

 

          FC — Sí, tuve la suerte de participar en diversas actividades de debate y reflexión, cosa que agradezco enormemente, ya que no concibo el trabajo poético sin la posibilidad de pensar y desarrollar una teoría que lo justifique, y que ésta, a su vez,  pueda exponerse ante un público más o menos receptivo.

          La jornada organizada por APOA, por ejemplo, fue muy interesante en ese sentido, ya que me permitió evaluar en tiempo real el alcance de mi exposición. Recuerdo haber preparado un material escrito sobre el papel de la imagen y la metáfora en los textos poéticos que se distribuyó entre los casi doscientos asistentes (dignas maestras argentinas en su mayoría). Creo que el resultado fue positivo, al menos no recibí ningún insulto.

          Mi viaje a Cuba se llevó a cabo en el marco de la gira presentación de la revista “Diégesis”. Gracias a esto, no sólo conocí la isla, sino también a Roberto Fernández Retamar, quien me felicitó por mi libro “Íngrimo e insular”, aunque cuestionó, no sin ironía, el epígrafe de Guillermo Cabrera Infante que elegí. Afortunadamente, para tranquilidad de CNN, no sufrí ningún apremio ilegal por parte de los temibles cubanos.

          En Oaxaca fui panelista en una mesa dedicada a vanguardias latinoamericanas, que proponía abordar temas tales como el sentido de la poiesis continental, la interrelación americana entre mito y relato histórico, la actividad del escritor como actividad filosófica, el valor del juego como actividad reveladora de otras realidades, la reivindicación de una estética latinoamericana y el desarrollo de una teoría crítica integradora que pueda dar cuenta de ella. Pero como te imaginarás, Rolando, mi intervención se limitó a hablar de mí, puesto que soy el único tema que domino con mediana idoneidad.

          Dejando las bromas de lado, y tal como creo haberlo expresado más arriba, considero que este tipo de actividades son el correlato necesario para quien se dedica tanto a la crítica como a la creación literaria. Resta decir que espero que instancias como las que describí se sigan realizando a lo largo y a lo ancho de nuestro continente, fundamentalmente en tiempos convulsivos como los que corren.

 

 

 

          6 — En el prólogo de tu primer libro, el poeta Daniel Barroso afirma: “Los temas recorren la impronta metafísica; la vulnerabilidad de las cosas, el imaginario personal y una cosmogonía entre solemne e irrespetuosa. La sorna y el sarcasmo, prodigan un equilibrio inestable…”, y en el prólogo del segundo, advierte el poeta Horacio Pérez del Cerro: “El mundo debería tener la prudencia de no molestarle las espaldas a Crescenzi […], incomodarle con sonseras como la esquirla cotidiana, el estampido de su propio silencio”. ¿Cómo considerás que prosiguió tu poética en los siguientes dos libros publicados, y en lo que tengas inédito? Y, claro, si tenés ya algún poemario listo, ¿cuál es su título?

 

          FC — Bueno, a decir verdad, creo que los primeros dos libros fueron intentos, búsquedas de una voz, digamos, personal. El resultado es apenas anecdótico.

          Mi primer libro me parece hoy por hoy completamente extraño, escrito por alguien que no tiene nada ya que ver conmigo. Creo que el germen de lo que sería una estética propia sólo puede verse en uno o dos poemas. Coincido, no obstante, con las palabras de Daniel, quien quizás por generosidad, quizás por los vinos prometidos, supo definir aspectos que aún hoy persisten en mi escritura (y quizás incluso en mi vida), sólo que en aquel entonces no sabía bien cómo plasmarlos.

           “La gratuidad de la amenaza” fue algo diferente. En ese libro intenté abandonar la retórica que predominaba en el primero en beneficio de una poética más agresiva, donde los elementos surrealistas que supuestamente me caracterizan comenzaban a ordenarse y a mostrarse. Fue un libro profético en algún punto. Su aparición coincidió con el fatídico 2001 y creo que en cierta forma sus páginas están impregnadas del espíritu insurrecto de la época.

          “Íngrimo e insular” fue un libro meditado, un libro que podríamos tildar de conceptual. Es con el que llegué a encontrar mi propio lenguaje poético, la gramática personal tan arduamente perseguida. De hecho, lo concibo como mi primer libro verdadero, aunque sé muy bien que fue la síntesis de un proceso dialéctico constituido por “Por todo sol, la sed” (la tesis) y “La gratuidad de la amenaza” (la antítesis). A partir de ahí, tomé plena consciencia de lo que quería hacer con mi escritura, escritura barroca, surrealista, latinoamericanista, a contrapelo de las modas imperantes, si se quiere, pero mía.

          “La ciudad con Laura” sólo se publicó en México y, por lo que tengo entendido, tuvo bastante aceptación. Estuvo en la Feria del Libro de Guadalajara el mismo año de su aparición e incluso estuve invitado por el editor para hacer una presentación, aprovechando el auspicioso contexto. Mis compromisos laborales me impidieron asistir. Con respecto al contenido, sólo puedo decirte que sigue la estética del poemario anterior, con la diferencia que en el último incluyo prosas poéticas (de largo y corto aliento). El título alude, como podrás apreciar, al libro [“La ciudad sin Laura”] de Francisco Luis Bernárdez; sin embargo, la pequeña diferencia que se advierte marca una distancia no sólo vivencial, sino también estilística. Mi ciudad cuenta con una Laura (mi mujer), y mi estilo difiere ostensiblemente del de Bernárdez. En definitiva, se trata de un libro intimista y metapoético, y quizás también un intento de polemizar con un difunto.

          Un quinto libro está en preparación.  Probablemente lo titule “Jazz mood”, y constará de breves textos en prosa que, por un lado, le rindan homenaje a las grandes figuras y temas de este género que me apasiona, y por el otro, den cuenta de lo que el jazz me produce como escritor y como ser humano. Un trabajo que remite a mi pasado y a mis gustos musicales.      

 

   

 

          7 — ¿Qué se siente —más allá de la obvia satisfacción—, que unos meses después de su edición (y con el respaldo de la Biblioteca Nacional de la República Argentina ) ande socializándose tu primer volumen ensayístico? ¿Prevés la reunión en otro de tus artículos publicados en la Red ? ¿Cómo podría titularse ese volumen?

 

          FC —Honestamente, Rolando, siento que un círculo por fin se cierra para que otros, inimaginables, comiencen a abrirse. “La poética surrealista. Panorama de una experiencia inacabada” fue el resultado de una serie de cursos que dicté sobre el tema durante 2012 y 2013. Desde luego, ante la propuesta por parte de Editorial Quadrata de hacer un libro, me esmeré para darle un poco más de enjundia a los apuntes que oportunamente le había preparado a mis alumnos. El producto final es bastante atractivo, sobre todo porque le ofrece al lector la posibilidad de tener un muestreo bastante amplio del movimiento surrealista; pensá que es el único libro publicado en la Argentina que se ocupa del surrealismo desde su protohistoria, auge y caída en Francia, hasta su paso por España,  Latinoamérica y Argentina. No es la primera vez que la editorial trabaja con la Biblioteca Nacional , sin ir más lejos, ahí tenemos la conocida colección Pensamientos Locales. Pues bien, mi libro integra una colección similar, llamada Claves de Lectura.

          Con respecto a mis artículos publicados en la Red , confieso que sí me interesaría reunirlos en un libro alguna vez. Podría llamarse “Elogio del buen lector”, o algo así. Creo que hay material de sobra. No sólo están los artículos que escribo para la Tecl @ Eñe, por ejemplo, sino también algunos prólogos sueltos que me parecen rescatables. Pensar que a la Tecl @ la conocí por vos, Rolando, por tu intermedio, por tu desinteresada gestión.

 

 

 

          8 — En una entrevista “sin desperdicio” que Federico Zambrano realizara a Daniel Freidenberg, éste declara: “Una de las cosas de las que más me alegra haberme desprendido es lo que llamo “la política de la poesía”. Y después explica lo que para él sería ese concepto. ¿Qué sería para vos, Flavio, a qué te remite “la política de la poesía”?

 

          FC — Qué interesante. Estoy familiarizado con el concepto de “poesía política” (aunque quizás toda lo sea), pero no con el de “política de la poesía”. Supongo que tiene que ver con el lobby que hacen ciertos poetas con los grupos de poder, con las camarillas que supuestamente otorgan consagración y prestigio. Aunque parezca mentira, este tipo de prácticas existen en el mundillo literario y a veces alcanzan ribetes de profundísimo descaro. En los ochenta y noventa esto era moneda común. Hoy en día quizás haya adoptado formas más estilizadas.

 

          9 – Muchos escritores han sido alguna vez “libreros”, vendedores de libros, propietarios de alguna librería o han tenido a su cargo un puesto de compra, venta y canje de libros y revistas en Ferias Artesanales o conjunto de puestos totalmente del rubro (una: en nuestra porteña Plazoleta Primera Junta). Vos lo has sido. Y con diversidad de tareas. Te pido que compartas con nosotros dónde lo has sido, cómo te fue, qué te pasaba cuando facturabas literatura basura o autoayuda.

 

          FC –  Fui librero por un período de aproximadamente doce años. Los primeros diez como empleado; los últimos dos como dueño de una pequeña librería que no obstante tenía  elevadas pretensiones. Cometí desde un principio el error de creer que una librería era un templo del saber y de la cultura, cuando, en el mejor de los casos, es un lugar donde se venden libros.

          Desde luego, los libros que más se venden no son los que uno recomendaría. Esto es un hecho sin lugar a dudas frustrante, hecho que no supe afrontar siquiera cuando tuve mi propio local. Supongo que tiene que ver con lo que hablábamos antes, digo, con  la industria cultural y con la dinámica que exhiben sus múltiples manifestaciones.

          Por otra parte, saber que mucha gente está dispuesta a pagar una cifra descomunal por un libro de autoayuda o por una novela de suspenso mal traducida, pudiendo adquirir por menos de la mitad de ese precio alguna buena obra literaria o filosófica me llena de indignación. Ni hablar de la venta de poesía. Cuando decimos que “la poesía no se vende”, no sólo estamos haciendo alusión a las virtudes éticas del género, sino también a una incontrovertible estadística de mercado. 

 

 

 

          10 – ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

 

          FC –  Considero que todo autor, independientemente de las influencias que haya recibido, debe procurarse un estilo. Ahora bien, no debemos confundir “búsqueda de estilo” con “esteticismo”. Lo segundo, en efecto, paraliza, y hasta conspira en contra del lector. 

          Creo que lo que a veces sucede es que las “maneras” se vuelven “amaneramiento”, y esto hace que el autor se vea poco creíble, poco genuino. Ocurre con frecuencia también algo distinto: que el lector, acostumbrado a formas más bien simples, ve cualquier intento de superación discursiva como un exceso, como un innecesario barroquismo. Resabios, pienso yo, de la lógica utilitarista en la lectura poética que, por el contrario, debería ser plenamente desinteresada.

 

 

 

*

 

 

 

Flavio Crescenzi selecciona para esta entrevista, en 2014, seis poemas de su “La ciudad con Laura”:

 

 

 

 

Arte poética

 

                                                                       Escribir, pintar, hacer arte es sorprender la cosa en su momento metafórico.

                                                                                                                                                     Francisco Umbral

 

 

 

 

este puño de óleos y tijeras

esta tinta de hambrunas transformada

el gozo estrellándose en el lienzo como una gran prudencia

se agitan frente al aire y aire azul son en su idioma

porque la lengua es ya palabra que mancha sus raíces

 

de ser cierto el ojo y su arrebato

el mundo sería un  mantel de furias o dinteles

piedra inacabada que habremos de esculpir en los follajes

con una ausencia de aves provisoria

hasta que nos llueva un puente de azúcar o silencio

 

es en lo blanco en donde el papel se abriga

se asoma mercenario del alba con sus frases

como un dilema de astucias entrando en su coherencia

y una música de ámbar o cuchillos

a punto de confesarnos en ciernes su bravura

 

mirar la tarde de la letra en su apogeo

tardes de niños pecosos y en polainas

dándome ya un bullicio pueril de arroyo intacto

miel que se me antoja un suave aroma

para que el color adquiera su forma verbal definitiva

 

 

 

*

                        

 

 

 

Paisaje de lluvia y flânerie

 

                                                                                                        La lluvia registra los días hasta el fondo de los ojos

                                                                                                        que viajan a la velocidad de los ritmos conocidos

 

                                                                                                                                                                  Juan Larrea

 

 

fluye una saliva vertical un tiempo roto

tiempo o quejido quebrándose en dos ya por el aire

temblor seguro o mancha o pliego yerto

ojos rapaces en marcada actitud mesopotámica

sutiles ojos anteriores a la invención de la imprenta

 

la lluvia es una maltrecha realidad de bronce y humo

el día es un sopor ardiendo incluso más por sus costados

un giro gris un improbable y último drenaje

luctuoso rostro que le lame los labios al hastío

porque el hastío es ahora un saco de azúcar y hemorragias

 

no alcanza ya la música ni el labio demorado

el día irrumpe livianísimo con sus frailes y sirenas

las calles insisten en huir al sur por otras calles

como serpientes únicamente hambrientas de su espejo

ya que no hay más ventanas dispuestas al sólido beso de un ladrillo

 

fluye una saliva vertical un tiempo roto

una flauta dibuja la lluvia que las palomas inventan

 

 

 

*

 

 

 

Oda a Enrique Molina

 

 

y justo al decir amor hermano mío

el mediodía se nos cagó de risa en pleno rostro

abrió sus venas como exclusas o calandrias

porque sabía que un barco se llevó nuestros nombres en su huida

y porque no hay incesto mayor que el del viento y el oleaje

 

la memoria danza todavía sobre sus pájaros largos

como en una serie tropical de goce indefinida

y es tan vegetal el cuello amado su piel su cabellera

tan beduina su ansia cuando se nos escapa el mundo

que es imposible no fundirse esperanzado a los caprichos del verbo

 

yo comparto tu sed tu mar tu laberinto

me inmolo en los papeles tardíos de mi hartazgo

surco las normas con un espanto dulcísimo

hasta que podamos pintarle en los párpados al planeta sus temblores

ni bien un volcán se haga riesgo o beso en mis heridas

 

tu nombre guarda en sus tres sílabas una amistad y un guante

es menos una mano que un racimo de dedos señalando

señala puertos cuando son tímidos adioses o pañuelos

la materia vuelta espejo o agua o sueño esquivo

el breve salto a lo profundo del que hablaban las sirenas

 

 

 

*

 

 

 

 

Nocturno de fuego y de caballos

 

 

                                                                             Un caballo que relincha es un alma en pena, y es también un metal noble.

                                                                                                                                                           Eduardo Chicharro

 

 

 

 

qué clase de sombra piafa ahora por los callejones nocturnos

qué asordado tropel de amianto o de topacio

si hay crines azules clavadas a lo ancho de mi sangre

metálicos cascos por mis venas de azufre cabalgando

como si fuera yo también un hipódromo de cobre que no duerme

 

ya he dicho que galopan millones de equinos por mi sangre

que un triunvirato de furias se escapa azul por mis rodeos

que no tengo más audacias en mi lengua que un quebranto

durísimo quebranto que en su sed de tropa se apresura

arrasando a su paso con el frío mineral y la prudencia

 

a veces el destino de mis lágrimas asciende

al nivel del éter del mar del plenilunio

corrompe con su asfixia las ventanas

y unos párpados se cierran ya dolidos

al tiempo en que el metal se funde con un nombre

 

qué clase de sombra piafa ahora por los callejones nocturnos

una que ampara en su espuma sus relinchos

 

 

 

*

 

 

 

 

Retorno

 

 

entre temblores entre dulces espesuras

urgida de vaivenes y mareos

de hilos que atan lo inefable

volviendo al filo de tu voz que se proyecta

hilo a filo de seda o alfil triste

fijando un punto de mármol en el cielo

moviendo el tiempo de tus besos a mi carne

así volviste

 

mirando el negrísimo mar que ya se enarca

con un desdén de luna forajida

con un relieve de arena en cada mano

jinete o montura de tu cuello

público templo que en soledad se arriesga

a la faena de ser alma en voz que trina

a recuperar sus propias odiseas

así volviste

 

siendo rumor de lo que fuiste entre mis brazos

sabor de almíbar en mi lengua

página erguida que busca su palabra

y es más palabra azul que tanta búsqueda

con ojos entregados al asombro

con esos ojos que hablan cuando besan

pan para mi hambre remotísima

así volviste

 

y volviste sin nunca haberte ido

con eso de fragancia o de postales que tienen los regresos

con tímidos anhelos de gloria en los bolsillos

un sol en cada dedo y un milagro

cuerpo que pasa silbando mi nombre más secreto

tren que hace escala en todas mis certezas

y en cada una suben más con su gran carga

llena de mí para llenarme

así volviste

 

 

 

*

 

 

 

 

Tríptico de éxodos

 

I

 

    Las piernas te pesan como mares, tu espalda carga con cientos de molinos (molinos de fuego como aspas, molinos de prisa o de silencio), un toro impenitente suplica por más campo, y el campo es un oleaje de truenos que te nombra. Las madres que te niegan se esfuman como humo, tu mano es un pájaro que aferra ya tu cuerpo, este níveo cuerpo que devoro, hoy te duelen de furia tus ojos de metralla.

 

II

 

     Ya nada se asemeja al claustro o las plegarias, esos ritos de insomnio y de temblores que seguías, te han visto las lunas llorando un gran desierto, de fósiles y lava, de aire o pesadilla (ay, corcel de mármol que cabalgo, lienzo o herida), como si alguien mereciera inmolaciones de suelo y de derrumbes. La palabra esconde otras palabras que detonan más palabras sin atajos, familia esconde fámulo o siervo o mayordomo, la huida es un verso pintando sus urgencias con saliva.

 

III

 

    Los días pasan díscolos como un arroyo afilado, le cantan loas a tu carne, se estilizan, como si ya hubiese un punto de quiebre en cada astro o astros azules se entregaran al asombro. Bisagra de tu historia es esta historia, sopor de alba o luz que llega, marea anclada a un horizonte de melindres. Mi brazo se adhiere a tus reservas, a tu dolor se suma, nada como un perro al punto abierto en que te beso, y hay más beso en el mañana que se abre, coros que ensayaron su entonación en un crepúsculo.

 

 

 

*

 

 

 

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Flavio Crescenzi y R. R., 2014.

 

http://www.revagliatti.com.ar/030922.html

www.about.me/rrevagliatti

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22 de Septiembre, 2014 · General

Acerca de Poesía reunida (1966-2013) de Rosina Valcárcel


Un legado familiar

Por Alfonso Mendoza Fernández

 

«El silencio era profundo y le aterraba Intento dar amor donde había un barco ganadero sin rumbo bajo el azul lúgubre Intentó poner orden  donde no había orden Intentó ser esposa y era una pálida muchacha piurana Intentó ser madre cuando la abuela Susana murió en el hospital y ella tenía once años Intento ser mujer cuando era la tímida flaquita de su hogar Intentó ser compañera y no se corrió de la adversidad y expropió dinamita de la fábrica donde laboraba y voló lejos y repartió volantes y tuvo orgullo y alegría al cantar La Internacional».

Con estas sentidas líneas inicia Rosina Valcárcel su Poesía Reunida, una selección del conjunto de su obra poética, obra que iniciara tempranamente, a poco de ingresar a San Marcos, aun cuando había escrito ya «algunas letrillas» siendo todavía alumna de secundaria en la G.U.E. Teresa González de Fanning.

Uno podría preguntarse por qué Violeta y no Gustavo, ese padre «tan callado como el búho», luchador social y poeta laureado, aquel que «escribía sonetos excelsos y cantares a los obreros», y que nos legara, al decir de Xavier Abril, una poesía plena de «sentimientos puros y de sensaciones inéditas del color y de la música». La respuesta nos la da, desde el pasado, Diego Rivera quien, al conocer al poeta y a Violeta, exclamó: «¡con razón escribe así Ud., si tiene por mujer a la poesía viva en ella!».

Rosina hereda se sus padres la sensibilidad, el temple, el coraje, el compromiso social, el amor a la cultura y esa voluntad de afirmación de sí misma que le ha permitido salir airosa frente a los innumerables desafíos que le impuso la vida y entretejer, con severa disciplina y formidable genio poético, los versos que hoy comentamos.

Junto a sus padres y hermanos Rosina vive, niña todavía, la agridulce experiencia del destierro. En su hogar se nutre de experiencias profundas que marcarán definitivamente su destino, al punto que sus primeros recuerdos son el sonido de un danzón en México, los poemas transidos de dolor que escribía su padre y aquellos que en voz alta leía Juan Gonzalo Rose. Música y poesía poblaron su mundo infantil, como mágica compensación de las carencias materiales y la dureza del destierro. Más tarde, ya en el Perú, sus estudios de Antropología y Literatura en la vieja Casa de San Marcos, y el contacto con lo mejor de la intelectualidad peruana, en una época de radicales cambios sociales, Rosina Valcárcel va delineando su perfil de poeta y combatiente social, a la par que va construyendo sus poemas con los materiales surgidos de su riquísimo mundo interior en tensión permanente con los estímulos provenientes del entorno sociocultural en el que se desarrolla su existencia. Al mismo tiempo, bajo la influencia de José María Arguedas, se inclina con devoción a explorar nuestro pasado, consciente, como bien anota Alexis de Tocqueville, que cuando ese pasado «deja de echar su luz sobre el futuro, la mente del hombre vaga en la oscuridad».  De esa inquietud nacería años después la revista Kachkaniraqmi (que en quechua ayacuchano significa «a pesar de todo aún somos, todavía existimos»).

Uno de los grandes temas en la poética de Rosina es el del amor. Rosina ama intensa y apasionadamente y ha conocido lo sublime y lo trágico de la experiencia amorosa. En sus poemas seguimos el trazo de su fascinación por el ser amado, de su espera ansiosa, de las delicias y de los sufrimientos del amor, de sus dudas y temores, pero también de su infinita e irrenunciable capacidad de amar.

Julia Kristeva escribe, con acierto, que el lenguaje amoroso es un vuelo de metáforas, que la experiencia amorosa, de la cual —subraya—  sólo podemos  hablar plenamente desde la herida, es una espiral de sexualidad y de ideales entremezclados y que cuando amamos no dejamos nunca de enfrentarnos a un cúmulo de contradicciones y equivocaciones.

Y ¿qué nos dice Rosina? Leamos:

Sólo el amor

Sólo el amor / Hace / Soportable / La existencia / A veces, palabrita, /

 Ni el amor Ni nada. (C/f: Navíos)

 

Loca como los pájaros

¿Cómo esconder mi corazón turbado? / ¿Cómo arrancarlo? (…) ¿Por qué me

Falta lo que anhelo? (…) ¿Por qué se niegan a calmar mis pesares?

(C/f: Loca como las aves)

(A propósito en el discurso de Sócrates la ascensión del alma enamorada es

Comparada con el vuelo de un pájaro).

 

El último verso de una historia de amor

¿Amé / sus infinitos ojos de nogal? / No fue fácil esperarle clandestina /

Musitando a solas en la puerta de un cine / Un añejo danzón / ¿Volverá

La tormenta de los dioses? (…) Deploro su angelical silencio / Su miserable

Silencio triste (…)

 

Carta surrealista

El amor está en la tierra. Sólo tu cuerpo y el mío, solos. Los astros palidecen al vernos… Adivino claveles y violines en tu corazón negro. El mar de tu lengua y otra vez el fuego. El río quiere apagar esta ola y no puede. Y estas ganas locas de ser lluvia y deseo, verso marcado o triste melodía. La fuente y el sol penetran en la penumbra, penetran entre mis piernas… Si volviéramos un instante, sólo un instante, cuánto daría. Qué senda nos separó, qué confusa senda…

(C/f: Contradanza)

 

Pero también Rosina nos habla de sus sueños.  Surgidos de lo más hondo de su inconsciente, afloran sus más intensas vivencias transfiguradas en imágenes poderosas y fulgurantes metáforas que nos envuelven y deleitan y nos llevan también a soñar y hermanarnos con la poeta y a través de ella con la humanidad entera.

La psicología nos revela que, en verdad, no somos un solo yo, que más propiamente podemos hablar de varios «yoes». Siguiendo a Fernando Savater podríamos decir que somos una suerte de asamblea de sentimientos y pensamientos encontrados que a duras penas podemos mantener integrados, en un equilibrio siempre precario pero siempre posible. Si a ello, en el caso de Rosina, agregamos su exquisita sensibilidad y capacidad empática, entonces comprenderemos cómo es que tantas voces, tantos «yoes» pueblan su universo poético, resultado de proyecciones e introyecciones fruto de la riqueza y de la penetración psicológica que se despliega en sus experiencias interpersonales.

La lectura de Poesía Reunida (Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima, 2014) no sólo nos conduce al conocimiento de Rosina. A través de sus páginas nos encontramos con todos aquellos seres que han modelado su personalidad y su ser poético, y aprendemos, como ella, a quererlos y valorarlos. Podríamos citar en primer lugar a los miembros de su familia, a su compañero Carlos A. Ostolaza, cuya pintura es poesía, y luego a una vasta galería de personajes, muchos de ellos del mundo literario y político de diversas épocas, que enriquecieron su espíritu. Mencionaré, sólo a modo de ilustración, a Frida Kahlo, «la volátil novia que llevó a su amante gordo de divinas mañas…»; a Javier Heraud, quien «sangra enterrado a la orilla del río»; a Vallejo, que yace en París «sin una flor en su tumba, sin un abrazo, sólo rodeado por el frío y el silencio»; al viejo Marx, visitado en su tumba en Londres por «un obrero y una estudiante con flores en las manos»; o a Juan Ramírez Ruiz, precursor de Hora Zero; y a los integrantes de este grupo, a quienes recuerda con nostalgia y devoción; y a todos aquellos contestatarios «pensadores inmortales» con quienes compartió el amor a la poesía y la lucha por la libertad y la justicia social, trinchera en la que se mantiene inalterable.

Wittgenstein nos advierte de que «si bien todo lo que se puede pensar se puede pensar claramente, y todo lo que se puede decir se puede decir claramente quizá no todo lo que se puede pensar se puede decir». Si ello es así, es aún más difícil expresar lo que sentimos, principalmente cuando se trata de nuestros más profundos sentimientos. He ahí el mérito del arte de Rosina, quien es capaz de realizar una prodigiosa alquimia verbal y hacernos vibrar emocionalmente con ella en una experiencia de auténtica comunión espiritual y de incitación a la acción social. Así, en Todo lo escrito pertenece al ayer confiesa:

Es difícil escribir / pero hablar peor / mejor es abrazarse / y confundirse entre flores / (…) Muchas batallas nos aguardan / y sé que no vacilarás en acudir a ellas / porque el mundo te necesita (…)

Más allá de su valor artístico, Poesía Reunida nos permite saber que Rosina también ha experimentado «esas caídas hondas de los Cristos del alma», pero que de todas esas situaciones límite ha emergido más fuerte, plena de amor y de esperanza. Y ahora, en este tramo de su vida se dirige a su nieta, en su Carta a Luana, que es un mensaje destinado también a las nuevas generaciones: «niña mía, abre los ojos. No elijas el cielo gris solitario… Disfruta esta vida, pequeña, goza el valle de tus ancestros. Ama a los claveles y a los animales… cree en la humanidad y en su fulgor… Amate pequeña mía. Te cedo mis manos… La noche te brinda sabiduría y magia. Alondra, los dioses andinos cuiden tu senda y la música sea tu alimento. Buda te dé serenidad y la libertad reine en ti. Ha llegado el verano».

Al iniciar mi comentario invoqué a Gustavo y Violeta. Para terminar vuelvo a ellos. En Cantos del amor terrestre el poeta le pide a su amada:

«Quiero que hablen tus hijos con amor y belleza,

Que hablen de un mundo nuevo sin odios ni mordazas,

Porque hablando los hijos, después que nos muramos,

Seguiremos nosotros hablando eternamente».

 

Rosina ha cumplido ese legado familiar.

 

Lima, 18 de septiembre del 2014.

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10 de Septiembre, 2014 · General

Triunfo Arciniegas

 


TOROS

 

Qué desgracia que un intelectual de la talla de Antonio Caballero defienda un espectáculo sangriento. "Por los derechos de las minorías", titula en Semana, la revista más importante de Colombia, su perorata en defensa de la tauromaquia. ¿Pero cuáles derechos? ¿Derechos para torturar y matar? Los sicarios también son minoría. Él, tan lúcido, con un chorro de razones, contestaría que los sicarios también tienen derechos. "Y el sicariato en Colombia es parte de la cultura", podría agregar, y no se podría negar que los colombianos nos distinguimos por el oficio de matarnos unos a otros. Caballero también se burlaría de otra frase, que es una verdad de a puño: Ni la tauromaquia es arte ni la antropofagia gastronomía. Él, con su inteligencia suprema, alegaría que si la cosa se prepara bien, si la sazón y los condimentos están a la altura, hasta se pueden escribir libros memorables. 

 

Poderoso y bello es el argumento de Julio Ortega contra la tauromaquie: “Cuando tú respetes a los animales, yo dejaré de inmiscuirme en lo que haces. Mientras tanto, me tendrás enfrente. No lo dudes. Sé que te resulto muy molesto y la verdad, esa es una de mis pretensiones: entorpecer en lo posible tu repugnante forma de entretenerte. Porque entre tu “diversión” y mi rechazo, no olvides que hay un ser vivo al que no le has dicho como a mí: “Si no te gusta morir en la plaza no te quedes en ella, vete”. Él no puede escoger, ¿verdad?, pues mientras el toro no tenga la oportunidad de hacerlo, tú tampoco gozarás de la libertad de matarlo sin que yo, y millones como yo, tratemos de evitarlo”.

En tiempos de Hemingway todavía admiraban a los cazadores que derribaban por placer animales majestuosos en las tierras sin dueño del continente africano y hoy ni siquiera le toleran estos sanguinarios desmanes al mismísimo rey, que ahora anda por ahí cojeando, viejo, sin trono y sin reina. Antes los toreros se codeaban con poetas e intelectuales y eran objeto de alabanzas y poemas. Ahora apestan. Para sentir la pestilencia, basta la frase que suelta César Rincón cuando le preguntan cuántos toros ha matado en su vida: "Mi ejercicio no es matar, sino torear y ejecutar la suerte suprema". Y agrega el insigne filósofo colombiano, olvidando que en la "compenetración" el muerto es el toro y no él: "Hacerlo es magia, sobre todo cuando toro y torero logran compenetrarse". 

En todo caso, y para no extraviarme en ironías, el espectáculo del sufrimiento y la muerte de un animal para la diversión y el placer del hombre me parece absolutamente denigrante y cruel.

 

Triunfo Arciniegas
7 de septiembre de 2014

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10 de Septiembre, 2014 · General

Norma Etcheverry: sus respuestas y poemas


 
Entrevista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
 
  
 
Norma Etcheverry nació el 5 de mayo de 1963 en Ranchos, provincia de Buenos Aires, y reside en Ringuelet, localidad del aglomerado urbano Gran La Plata, en la citada provincia. En 1981 fue cuando se mudó a la ciudad de La Plata, en cuya Universidad Nacional de La Plata (UNLP) se graduó en la carrera de Periodismo. Publicó los poemarios “Máscaras del tiempo” (1998), “Aspaldiko” (2002) y “La ojera de las vanidades y otros poemas” (2009). Con el título “Lo manifiesto y lo latente” fue incluida en 2011, dentro de la colección “Cuadernos Orquestados”, dirigida por Abel Robino, una muestra de sus poemas concebidos después de 2009. Inédito permanece el volumen “La vida sin O.”, de poesía y relato breve, como así también“Viajar, leer, inundarse”. Actualmente trabaja sobre un poemario  (“México”) y una novela breve que aborda el amor y la política. Textos suyos fueron traducidos al francés, euskera y portugués. Invitada participó, por ejemplo, en el Primer Festival Internacional de Poesía “San Nicolás de los Arroyos”, en el Quinto Encuentro Poético (ciudad de Buenos Aires, abril 2010:http://es.calameo.com/read/00064806894a6df53cc91 ), en la Feria del Libro y de las Artes de la ciudad de Berazategui, en el Encuentro Argentino de Poesía Rosario 2012, en el Festival de Poesía ABBApalabra, en México. Poemas y comentarios bibliográficos de su autoría aparecieron en medios gráficos y digitales: Diarios “El Día” y “Diagonales”, de la ciudad donde reside, Revista “El Espiniyo” de la ciudad de City Bell, “Jornal Rascunho” y “Folha de San Pablo” de Brasil, entre otros. 
 
 
 
 
          1 – Ranchera de nacimiento, infiero por lo que he pesquisado,  que por decisión familiar te criaste a 45 kilómetros de la Capital Federal, en Alejandro Korn, y ya más por “imperio de las circunstancias” en tu adolescencia te vas unos 15 kilómetros más lejos de la Capital y allí te quedaste. Norma: tu familia, tus raíces, tu entorno…
 
          NE – Efectivamente, nací en un pueblo rural llamado General Paz (Ranchos), donde vivía “gente de campo”, con sus costumbres, sus creencias, sus sueños y  sus limitaciones. Por razones familiares, a mis seis años nos mudamos a Alejandro Korn, que si bien es también un pueblo provinciano, tiene más que ver con la ciudad que con el campo. Alejandro Korn es “el último cordón del conurbano hacia el sur”, y el contacto con la Capital era, ya en aquella época, muy  frecuente. La diferencia de idiosincrasia con Ranchos  fue algo que me marcó para siempre. En una novela que escribo y reescribo (hasta que me decida a “expulsarla” de mí), la primera línea narrativa recorre la oposición campo-ciudad y las antinomias que se me plantearon en la vivencia cotidiana desde entonces, en las cuales consciente o inconscientemente identifiqué el interior con el radicalismo  y el  conurbano  con el  peronismo. Esta cuestión implica otras  menores (o no tanto); por ejemplo, el hecho de ir a un colegio religioso en Ranchos, donde había ciertos lujos como un gran piano en la sala de música, y, por otro lado, asistir después a una escuela que me sorprendió por las modestas instalaciones y la situación económica de mis compañeros. Pero no me disgustó, al contrario, guardo en mi memoria algunos recuerdos entrañables, como cuando llegaba la hora del mate cocido con leche, en esas aulas de madera sin estufas durante las mañanas heladas del invierno. Yo fui allí sabiendo leer de corrido, mientras que la mayoría aún estaba aprendiendo, así que muchas veces me tocaba efectuar la lectura del día desde un libro que nunca olvidé: se llamaba “Caleidoscopio” e intuyo que incidió esa obra con mi pasión por viajar y compenetrarme con otras geografías y otras gentes. Cada capítulo se refería a un lugar o situación distinta, y para mí, exótica. Ya el caleidoscopio giraba y enfocaba una tribu del Amazonas, ya apuntaba en dirección a los Andes mientras San Martín cruzaba la cordillera, ya caía en medio del Círculo Polar Ártico, donde un grupo sami se deslizaba en trineo por el hielo de Laponia. Fomentó mi curiosidad; y mi entusiasmo por la  lectura.
          Otra cuestión que me marcó entonces tiene que ver con el mundo de los hombres y el de las mujeres. Me crié en una familia de mujeres fuertes, algunas por carácter (como mi abuela y mi tía, la única hermana de mi madre), y otras por necesidad, como mi madre, que tuvo la osadía de divorciarse y enfrentar sola la vida con cuatro hijos  (tres, varones). He aquí que también me imbuí del mundo masculino. Además, en el campo quedó mi familia paterna, compuesta de padre, tíos y primos, de sangre vasca y pocas palabras. Alterné entre ambos mundos gran parte de mi infancia y toda la adolescencia, y ese ir y venir me abrió interrogantes sobre los que indago todavía.
          Cuando terminé la secundaria, coincidieron algunas razones familiares para que, otra vez, nos mudáramos de ciudad, ahora a La Plata, donde vivía mi tía materna, una mujer emprendedora, de mucha personalidad, que muy pronto supo qué hacer conmigo y conseguirme un empleo público que me permitió estudiar y aprender a manejarme en un contexto de relaciones más complejo que el que yo conocía. Así, apenas con dieciocho años, ya trabajaba en el Ministerio de Economía mientras estudiaba Periodismo. Con la llegada de la democracia, participé en política y casi sin proponérmelo me encontré muy cerca de la entonces vicegobernadora Elva Roulet, otra mujer “fuerte”; por lo menos lo fue, simbólicamente. En esta instancia, aparece en mi esquema de pensamientos y acción, el tema del poder. De hecho, a menudo viajaba con ella a pueblos del interior como aquellos en los que yo había vivido, y observar las necesidades de la gente desde el escenario o desde la ventanilla del auto oficial, me producía una contradicción terrible. Volvía la antinomia peronismo-radicalismo, también en lo personal, ya que me enamoré de hombres peronistas (traicionando a mi padre, supongo) de los que después me separé. El amor también fue siempre oscilar entre dos mundos.
 
 
          2 - ¿Cómo “te explicarías” tus búsquedas formativas en Derecho, Letras, Filosofía, Técnicas de Psicodrama en la Escuela de Psicología Social, curso de Yo-auxiliar en la Asociación de Psicodrama, dibujo y pintura en los talleres de Manuel Oliveira y de Hebe Redoano, acercamientos a la interpretación de la Kabalah, seminarios de Cine y Literatura, así como sobre Nietzsche, o Estética, o sobre “Lo queer en la literatura del cono sur”, taller con Alicia Genovese en la Casa de la Poesía…?
 
          NE - Voy a empezar contando una breve anécdota. Cuando estaba en sexto grado, creo, debí abocarme a la redacción diaria y el título convocante era “Nerón incendia Roma”. Al día siguiente me llamó la vicedirectora para felicitarme: tuve por primera vez conciencia del acto de escritura en relación a los otros: me obsequió un hermoso cuaderno de tapas duras y me dijo “tenés que escribir tu diario”. Eso hice, y en uno de esos cuadernos (ya estaba en la secundaria), afirmé que estudiaría Psicología o Letras. Sin embargo, instalada en La Plata vine a estudiar Relaciones Públicas, y ese año los cursos estaban suspendidos, la carrera de Psicología no existía (se había cerrado durante el Proceso) y por alguna razón que no comprendo no opté por Letras. Terminé  en Periodismo, sin una verdadera vocación, aunque siempre lo asocié con el oficio de escribir, lo que me dio una formación bastante amplia. Mientras participé en  política estuve unos años en Abogacía, pero estudiar códigos de memoria me aburría. Por fin, decidí anotarme en Letras para cursar las Literaturas (argentina, alemana, francesa, española, clásicas, etc.), porque leía mucho y desordenadamente. Cursé las materias de Teoría y de Crítica Literaria, Filología y  optativas de Filosofía. No tengo una vocación definida; procuré buscar, hacer lo que sentía que era el camino por donde tenía que transitar para nutrirme. El psicoanálisis, la Cábala, Nietzsche o mezclar colores en un lienzo mientras leía las “Cartas a Theo” de Vincent Van Gogh, fueron surgiendo a medida que andaba por la vida, y así es todavía. Cuando asistí al seminario de literatura queer fue porque estaba leyendo “Austria-Hungría” y me entero que José Amícola (con quien había aprendido mucho en la Facultad), iba a dar ese seminario en el que, entre otros autores interesantísimos como Copi o Marosa Di Giorgio, estaba Néstor Perlongher. Es una búsqueda constante de ese momento de plenitud, en el que “ser y devenir son la misma cosa”, como dice John Berger. Una “cacería de instantes”, con las palabras de Leopoldo Castilla, refiriéndose estrictamente a la poesía.
 
 
 
          3 - ¿Ejercés o has ejercido el periodismo de modo sistemático? ¿Es o ha sido tu actividad laboral redituable?
 
          NE – Desde 1983, como dije antes, comencé a trabajar en el Senado de la provincia. Me recibí y comencé a hacer prensa. Mi primera experiencia fue ésa, en lo institucional, y no demasiado imparcial puesto que era un equipo que funcionaba alrededor de un cargo político. Hice algunas incursiones en radio pero no era el periodismo lo que más me motivaba sino el acto de la escritura. El hecho de hacer periodismo político (y en cierto modo partidario) me limitaba, me enojaba. Recuerdo esos comienzos como muy en contradicción conmigo. Odiaba ir corriendo con un micrófono detrás de alguien para que se dignara contestar mis preguntas. Prefería las notas donde podía escribir serenamente, aunque fuera una pequeña colaboración en un suplemento. No obstante, tal vez por comodidad o por cierta seguridad económica preferí quedarme en el área legislativa, en vez de, por ejemplo, irme a Buenos Aires y abrirme camino en el  periodismo en una época en que, en La Plata, todavía se discutía la profesionalización; el diario “El Día” evitaba dar trabajo a estudiantes de Periodismo. Incluso la carrera, si bien era universitaria, no tenía rango de Facultad. Eso fue cambiando y no sólo no se discutió el periodismo desde lo académico sino que adquirió niveles impresionantes. A ello contribuyó el avance tecnológico: a mediados de los ‘80 lo más sofisticado era tener un fax y en pocos años, internet explotó.
 
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          4 – En esto de haber accedido a tu poética pero tener sólo algunos datos sueltos sobre vos, así operan en mí, sueltos, los datos referidos a que no sólo viajaste profusamente por nuestro país, sino que también visitaste Bolivia, Perú, Chile, Brasil, Uruguay, México, España, Italia y República Checa. Nos ayudaría a conocerte si evocaras aquellas “andanzas”.
 
          NE – Mi predisposición se habrá constituido por la vida un poco nómade que tuve, pero también por pura curiosidad. Cuando era chica, me quedaba a ver pasar los trenes en la vieja estación de Ranchos y me preguntaba por los pasajeros, adónde irían, qué historias tendrían esas personas que miraban un pueblo quieto en medio de la nada. Conservo enmarcada una nota de Luis Gruss, en una contratapa del diario “Sur”, de 1989, que se titula “Trenes porque sí”, en la que ilustra sobre la relevancia de los trenes para los pueblos y su mítica belleza. Cuando comencé a andar por el país y mi tren se detenía, en la noche, en estaciones solitarias desde las que se divisaba alguna lucecita prendida, en un pueblo, me veía a mí misma, niña, en la estación de Ranchos. Las primeras veces que salí del país fueron a Brasil, un país que aprendí a querer recorriendo sus vastas extensiones por tierra y leyendo las novelas de Jorge Amado. A los 26 años ya me había casado y separado, y decidí irme sola a Perú. Ahorré, pedí una licencia sin goce de sueldo y me fui por tres meses. Descubrí nuestro Norte maravilloso, Salta, Jujuy…, pasé a Bolivia, y después subí a Perú. Había conocido hacía muy poco al que sería el padre de mi hijo. Creo que me asusté, y por eso salí a buscar-me. Cuando llegué a lo más alto de la ciudadela, en ese paisaje imponente y celestial que es el Machu Picchu, con la Huayna Picchu enfrente (montaña vieja y montaña joven, tal lo que significa, con el Río Urubamba corriendo abajo…; allí, de pronto, supe que estaba dispuesta al compromiso afectivo y, fundamentalmente, a que, llegado el caso, tendría un hijo). Fue un gran viaje. Otro, aconteció cuando viajé a Euskadi, para visitar Iparralde, donde intuía estaban los orígenes de mis ancestros. Mi padre había muerto cuando yo tenía 18 años y mi tío abuelo vasco me decía palabras en euskera que nunca olvidé. Para entonces, ya había publicado “Máscaras del tiempo”, y en este viaje sembré la semilla de “Aspaldiko”. Cuando volví a La Plata, estuve un año aprendiendo la lengua vasca. Aspaldiko es una expresión del euskera que significa “cuánto tiempo sin verte”, y es un libro que busca raíces de España, pero también es mi libro más político, en el sentido en que, sin darme cuenta, está atravesado por la crisis de 2001 en nuestro país. Mientras tanto, seguí andando con mi hijo por toda la Argentina y Brasil. Recuerdo el verano de 2007, cuando hicimos el trayecto por tierra hasta Ushuaia. Su papá fue un hombre a quién amé profundamente y su desaparición física fue un quiebre para mí. De él aprendí una búsqueda singular atravesada por la psicología, el psicoanálisis  y (¡otra vez!), la política. No encontré más con quien dialogar –ese dialogar-, como lo hacía con él. La Patagonia seca y desértica fue como un bálsamo para mí, kilómetros y kilómetros de…; a veces, el mar. Después de cruzar hacia el Calafate y andar por el hielo del glaciar, bajamos hasta el fin del mundo.   
          Y hace poco cumplí el sueño de conocer Praga, lo que deseaba desde chica, cuando leía historias sobre los países que estaban “detrás de la cortina de hierro”, y sobre la Primavera de Praga; sobre la vida de Václav Havel, el dramaturgo que fue presidente, y  antes de eso, Kafka a través de sus “Diarios” más que de sus novelas, y supongo que Milan Kundera en “La insoportablelevedad del ser”. Viajar es como el segundo verbo, igual que escribir, aún antes que respirar. Ojalá pudiera más, pero no tengo medios para eso, ahorro lo que puedo y, cuando tengo vacaciones, aprovecho. En alemán, hay dos verbos que me gusta pronunciar, uno es  reisen, viajar, y otro es werden, devenir. Entre ambos, un lazo muy íntimo. El viaje, literal y metafóricamente, indica una búsqueda y en ese camino de buscar hay una transformación, algo deviene en otra cosa, generalmente superadora. El proceso es similar en el amor, en los vínculos, en la escritura. El viaje es el camino, como en el famoso poema de Constantino Cavafis: Itaca es el camino. Una vez, tendría diez o doce años, leí un artículo en las “Selecciones del Reader Digest” que narraba cómo un geólogo desquiciado había golpeado la estatua de la Piedad, fragmentando parte de su rostro y el brazo. Hace un par de años, cuando tuve a la Pietá frente a mí, detrás de un cristal, resguardada para evitar ataques salvajes como aquél, no pude evitar emocionarme. Lloré, pero creo que las lágrimas de mi niñez, cuando leí esa historia, se unían desde el libro a la realidad, como en el caleidoscopio que giraba y giraba hasta detenerse. Así, ahora, yo reúno mis partes en el tiempo.
 
 
 
          5 – “Poesía a la calle” fue una consigna que sostuviste en 1987 con Gustavo Caso Rosendi, Patricia Coto, Eduardo Rezzano, Susana Kakuyaku… Además de situarnos en los ámbitos donde se produjo, ¿cómo la caracterizarías? ¿Qué les dejó de grato y de insatisfactorio?
 
          NE –Éramos jóvenes y, en esa época, el mercado editorial nos quedaba lejos. Así es que la idea de hacer nuestros propios libros y ofrecerlos al transeúnte común, fue un hecho singular: el acto grupal “de unirse para”, con nuestros libros en mesitas improvisadas en medio de la Plaza San Martín. La gente nos miraba con curiosidad, no estaba acostumbrada a ver poesías expuestas en la calle. Lo hicimos varias veces en La Plata, y también en Berisso y Ensenada. Merece nombrarse a Esteban Tómaz, quien fue el gestor y puso mucho empeño, aunque también es cierto que cuando propuso pergeñar un reglamento para adecuarnos a un determinado funcionamiento, algunos nos alejamos. De esa época es mi amistad con dos grandes poetas de La Plata, cada uno en su estilo: Caso Rosendi, de quien estoy convencida que su libro “Soldados” es valioso en la transformación estética de un hecho histórico que jamás se olvidará: la gesta de Malvinas. El otro es Eduardo Rezzano, además músico, y cuyo estilo, imposible de encasillar, es original y desestructurado. Lo más grato de aquella iniciativa fue la camaradería, y al “reconocernos” alcanzar una noción de la entidad “poeta”. Por lo menos para mí, en cuanto recién empezaba a mostrar mis versos un poco más allá del círculo íntimo,  y ese ámbito me servía para reflejarme, para ver “dónde estaba parada” en esto de escribir. No había juicios entre nosotros porque la autoridad la tenía el tipo de la calle, la chica o  la señora que se paraba y rescataba algún poema de entre tantos. Insatisfactorio, nada, en todo caso, se aprende de los propios límites. Lo grupal no es fácil de continuar en el tiempo sin reglas de convivencia y, por otra parte, ¡es imposible pedirle a un poeta que acate las reglas! La idea de llevar la poesía adonde está la gente es algo que siempre me moviliza. Me gusta ir a leer a escuelas, cárceles, sindicatos… En los ‘90 hubo emprendimientos de escritores  más jóvenes que ya no están, como Mariano Ojea y Pablo Ohde. Versos lanzados desde avionetas, o afiches pegados en las paredes, fueron algunas de las propuestas. A partir de una iniciativa de la comuna por la que se editó una antología (en la que no participé porque la política y otras búsquedas me habían alejado de la poesía) se organizaron varios ciclos de lecturas que me ayudaron a reencontrarme con la gente. De esos ciclos, recuerdo especialmente el de “El Café de los Poetas”. Ana Emilia Lahitte iba a las lecturas y nos escuchaba y, en mi caso, como en tantos, ofreció su ayuda para divulgar mi poesía. En esa época conocí a Horacio Castillo, que nos recibió en su casa (yo fui con el querido César Cantoni) y conversamos largamente una tarde de verano hasta el anochecer; también a Rafael Felipe Oteriño, que ahora reside en Mar del Plata pero ama su ciudad natal.
 
 
 
          6 – ¿Algo que nos quieras trasmitir de lo que opinás de los Encuentros de Escritores y, en particular, del “Festival de Poesía ABBApalabra”?
 
          ET – Estoy persuadida de que, como decía Alberto Vanasco, “la verdad de la poesía es la amistad  de los poetas”, no porque la amistad sea más importante que la poesía, sino porque en esa amistad se forjan vínculos y se comparten instancias que nos hacen dignos de ella. Por supuesto, como en todas partes, hay mezquindades y ambiciones, pero a la larga caen las máscaras y queda lo esencial. Los encuentros son positivos en todo sentido. Si no somos soberbios y aceptamos reconocer el nivel propio y ajeno, eso, a mí me motiva a trabajar más, a leer más, a aprender más. El Festival de ABBApalabra en México me otorgó la satisfacción de leer mis textos en lugares como Matehuala y Real de Catorce, en la sierra huasteca, en San Luis Potosí, conociendo y alternando con poetas de otras geografías y de otras culturas. Fue intensa la actividad.
 
 
 
          7 – Mantuviste, entre otros, www.diagonalconverso.blogspot.com y la revista del mismo nombre que se distribuía por correo electrónico. Te propongo que nos reseñes esas iniciativas, quiénes fueron divulgados, durante qué lapso.
 
          ET – Mi objetivo era delinear una especie de diario (yo lo llamé “revistual”), que diera cuenta de las actividades de los poetas de la ciudad. Entre 2005 y 2007 se publicó la revista “El  Espiniyo”, dirigida por José María Pallaoro: entrevistas, ensayos como el que hizo Alejandro Fontenla sobre Héctor Viel Temperley, la aparición de poetas nuevos y “novísimos”, en fin, que sacudió la modorra platense y dejó documentado en soporte papel un material valiosísimo. A mí me provocó el deseo de hacer algo, una especie de intercambio informativo continuado sobre las actividades del  “mundillo”, para no perdernos de vista. Envié por correo un primer número en el cual aparecían poemas de Rezzano de su “Gato barcino”. En cada edición redactaba una nota principal sobre la escritura, el amor, el tiempo, la poesía femenina... Y transcribía versos de consagrados y desconocidos. Concreté varias ediciones entre 2007 y 2009. Fueron divulgados Horacio Preler, Néstor Mux, Roberto Themis Speroni, Mario Porro, Guillermo Pilía, Diego Roel, Martín Raninqueo, Eric Schierloh, Carlos Aprea, Norberto Antonio, Sandra Cornejo, Silvia Montenegro, Ethel Alcaraz, Olga Romero, Horacio Fiebelkorn, Lara Villaró... Y hubo un artículo sobre Matías Behety, que aunque nacido en Montevideo, Uruguay, en 1843, tras haberse radicado acá y fallecido en 1885, es considerado el primer poeta de La Plata.
 
          8 – Roberto Daniel Malatesta publicó en 2004 su poemario “Por encima de los techos” (Editorial Leviatán, colección El Viaje, Buenos Aires), a partir de la tremenda inundación que se produjera un año antes en su ciudad de Santa Fe. Y vos, Norma, debiste pasar una noche con tu familia sobre el techo de tu casa durante la también tremenda inundación del año pasado. ¿Cómo afrontaste semejante avance de las aguas y qué instaló y desplegó en tu subjetividad y en tu obra?
 
          NE – Es increíble cómo, de alguna manera, el agua siempre me persiguió. La primera imagen que me viene a la mente es el desborde del Río Salado, y en el medio del campo un ranchito con el agua tapando las ventanas. En el techo, una heladera. Es un recuerdo de cuando tendría… no sé, menos de diez años. Luego siempre, cuando llovía en la noche, sentía angustia “por lo que se mojaba con la lluvia”,  pero en relación a la gente humilde, las casas modestas, las cosas que había afuera y se arruinaban. Ya en La Plata, no muy lejos de donde vivo desde hace veinte años, hay un arroyo que suele desbordar y afectar a decenas de familias que viven en la orilla. En “Máscaras del tiempo” hay un poema que se llama justamente “La inundación”. En 2002, cuando construían la Autopista La Plata-Buenos Aires, yo misma me inundé: cuarenta centímetros de agua en mi casa, hubo un antes y un después para mí, tiré algunos libros y papeles pero no fue lo principal, porque por ese temor eterno mío, cuando empezó a llover más fuerte levanté todo, absolutamente todo cuando nadie imaginaba que el agua subiría. Eso afectó sólo a la zona del norte, en Tolosa y Ringuelet. Así que, cuando volvió a suceder en 2013 y esta vez fue un desastre y tapó a toda la ciudad, yo no podía creer que volviera a pasar. En mi casa tuve casi un metro de agua, pero hubo otras donde subió hasta dos! Agradezco a Dios haber llegado a tiempo (había ido justamente a Ranchos) para estar con mi familia y resistir juntos esa noche espantosa, con gente que estaba en la calle, separada de sus seres queridos por  distancias insalvables. Todavía no pude escribir nada sobre esa noche, todavía me contengo. Un poema mío bastante divulgado es “Aguas”: creado a raíz de la inundación de 2002, y que recién  apareció en mi libro“La ojera…” en  2009. Sí estoy con un módico proyecto en imprenta (“Viajar, leer, inundarse”): rescate de unos treinta textos (no me animo a denominarlos poemas) de mis cuadernos pasados por agua: líneas que empiezan o terminan en puntos suspensivos, que son las borraduras del agua. Es algo experimental; aun en la falta de palabras de cada línea, se arma un sentido. Sobre todo porque eran registros de viajes, lecturas, películas que vi, momentos. Me parece milagroso que se pueda transformar en arte el dolor.
 
 
 
          9 – Milagroso…, agradecimiento a Dios: ¿cómo te llevás con la representación “Dios”?
 
          NE – Tengo un costado místico sobre el que se apoya una fe que me ha ayudado en circunstancias de dolor o tristeza, y también en esos instantes en que parece ser que uno está presenciando un milagro. Creo en Dios, o en los dioses, no sé, me da igual. En la soledad y en la visión de la muerte. No se trata de un Dios injusto que permite que mueran inocentes en Palestina: los hombres son los que matan. Pienso en algo superior en relación al universo: asirnos a algo que nos distraiga del inmenso absurdo de la existencia. Cuando se alcanza a vislumbrar la fenomenal contradicción que conlleva la condición humana, si uno no es un poco místico se arrima demasiado al suicidio o la demencia. Soy  optimista, opongo al absurdo mi entusiasmo por la vida. Me agrada repetir el significado griego del vocablo entusiasmo: “tener los dioses adentro”.
 
 
*
 
  
Norma Etcheverry selecciona para esta entrevista, en septiembre de 2014, siete poemas de su autoría:
 
  
Aguas
 
 
                                                  La lluvia es bella y triste
                                                   y acaso nuestro amor sea bello y triste.
                                                  Raúl González Tuñón
 
 
Dice la lluvia que esta vez
pasará de largo
que no se llevará los colchones
ni las fotos del bebé
ni los papeles del renó
ni la escritura del terreno
que no dejará su marca en las paredes
heridas de arroyo abierto
bajo un cielo de cartón
chapas grasas de la noche
en que resbalan las gotas
por la frente del barrio
dice la lluvia que luego
se tenderá  mansita
sobre el asfalto que viene a cuenta
de una promesa
o en otras sogas de la ropa
o en el escote del veranito
que arrima mesas
a la vereda
 
Va tan rápido el mundo, la vida,
pasan los nombres en el diario
y tantas cosas pasan
pero el agua
no
el agua se queda
estancada
un remolino de basura
frunce la banquina y tus labios, negra,
que antes del agua fueron de miel
ahora son dientes
perros en furia mordiendo el barro
 
dice la lluvia que ya basta
digo yo, negra, que ya basta
que así no se puede construir
ningún amor
ningún recuerdo
para mañana.
 
 
                                                                                                                                 (de “La ojera de las vanidades”)
 
 
*
 
 
 
Andamos por las calles de esta ciudad
y nos emborrachamos
y salimos a buscar cuerpos adonde perdernos
de lo que más amamos
 
donde extraviar la última posibilidad
de ser cotidiana y remotamente feliz.
 
       (de “Aspaldiko”)
 
 
*
 
 
 
El cable del teléfono
 
 
Sentada al sol
miro mi casa desde fuera de mi casa
la música del auto me envuelve lentamente
todo se detiene
y por un instante
reparo en el cable del teléfono.
Recortado en el fondo de este cielo
me impresiona pensar que todos estos años
ha sido el mismo cable.
Toda esta vida en esta casa
con ese mismo cable negro
péndulo apenas
mecido por los vientos
reseco al sol
lluvia tras lluvia
sobre el mismo objeto mudo
que estuvo allí permaneciendo cada día
cada noche
cada año de todos estos años y tantas voces
tantas conversaciones
tantas historias o fragmentos
de historias
que entraron y salieron
toda la vida y toda la muerte toda
pasando por allí.
Como un cordón umbilical que alimentara
de palabras al mundo.
 
 
 
                                                                                                                             (de “Lo manifiesto y lo latente”)
 
 
*
 
 
Angst
 
    La angustia permanece porque permanece
     la fragilidad.
 André Conpte-Sponville
 
 
 
Cada vez que anda cerca
es posible sentir
la limitada expiación
la inutilidad del gesto que pide clemencia
tanto como la persistencia de la lluvia
o la voracidad del viento.
Es pavorosa
la fragilidad
la entera fragilidad de todas las cosas
y también de nuestras existencias
nuestras mezquinas formas de ser en la profundidad
de la grieta
por donde hacemos agua.
 
 
 
                                                        (de “Lo manifiesto y lo latente”)
 
*
 
 
 
La otredad
En definitiva, si no fuéramos tan vulnerables nunca habría nada que decir.
 
Lo íntimo
Confiar. Habitar el oleaje, cada día, sin pertenecer a nada más que al insistente espejo de lo íntimo.
 
El viento
Escucho el viento, su nombre que viene desde la ruta del desierto cuando las caravanas de menhires deslizaban sus almas blanquísimas y ya estabas, estábamos ahí. Cuando todavía no teníamos designio de los ángeles ni rostro humano.
 
 
                                                                                                                                                    (de “La vida sin O”).
 
 
 
*
  
Ringuelet, departamento de la Ciudad de La Plata y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distantes entre sí unos sesenta kilómetros, Norma Etcheverry y R. R., septiembre 2014.
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04 de Septiembre, 2014 · General

Muere el poeta venezolano Luis Camilo Guevara



Nacido en Tucupita, en el año 1937, se le reconoce como un bardo romántico que no eludió los temas de la poesía social.

Produjo una vasta obra poética, entre la que puede citarse:Festejos y sacrificios, Las cartas del verano, La daga y el dragón,Vestigios rurales, Devociones y un memorioso relato tituladoAún no se hace firme.

Sus restos serán velados, mañana viernes 5 de septiembre, a partir de la 1 de la tarde, en la funeraria La Monumental del Cementerio del Este, en Caracas.  

El representante permanente de Venezuela ante la ONU-Ginebra, su amigo personal, el diplomático y poeta Jorge Valero, tributa un homenaje a esta descollante figura de la literatura patria.  

 

Lenín Pérez

Prensa Misión Venezuela ONU-Ginebra

 

 

 

 

TRIBUTO AL GRAN POETA LUIS CAMILO GUEVARA

Por Jorge Valero

 

En la noche del 13 de junio de este año se inauguró, en Caracas, el XI Festival Mundial de Poesía en honor de tres grandes poetas venezolanos: Luis Camilo Guevara, Edmundo Aray y Luis Alberto Crespo.

 

Voces provenientes de diferentes confines de la tierra, como ramillete de estrellas que ostentaba sus alas en el firmamento, cantaban –cual rituales del verbo- sobre las orugas del tiempo que desplegaba sus velas.

 

Allí está Luis Camilo, anchuroso de poemas en el Teatro Teresa Carreño. Pero su voz, casi apagada, después de un incesante recorrido por las colmenas de la palabra, rima en silencio. Una de las poéticas más elevadas que han brotado de las raíces de nuestra Tierra de Gracia, está entre nosotros, como ángel tutelar flotando en el viento.  

 

El bardo de Tucupita me dijo al oído, con susurro paternal:La poesía y la prosa son el devenir de lo esperado, descubrimiento, celebración. Se acercan y se alejan en la medida de lo posible. Nuestras pertenencias parecen sobrevivir.

 

El juglar marinero ha iniciado su andar por las aguas inconclusas de la eternidad. Y en momentos en que sebuscan poetas bisoños para que rimen en tiempos de terciopelo, Luis Camilo, con la profecía de su palabra esperanzada, es un oráculo del que puede beberse –como decía su hermano Víctor Valera Mora- en su benevolente corazón, ya que es… esquirla y alborada, abriendo todos los párpados caídos.

 

Paz perpetua a un alma buena y generosa que nos ofrenda, con su verbo encantado, todos los caños del Orinoco.

 

Ginebra, 4 de Septiembre de 2014

 

 

 

El poeta

 

Tucupita, Delta Amacuro, 1938. Colaboró en numerosas publicaciones periódicas nacionales. Comenzó a publicar ya pasados sus treinta años, algunas de sus obras son: Festejos y sacrificios (1971); Las cartas del verano (1973);Murales de la tarde (1973); Travesol (1986);Inocente de los bestiarios (2000). Como compilador: Poetas y prosadores carabobeños(1956, coautor); Nuevos narradores de Venezuela(1985, coautor). Ha sido distinguido con el Premio de Poesía Alarico Gómez de la Asamblea Legislativa del Estado Bolívar (1969); Premio de Poesía José Rafael Pocaterra (1972).

 

William Osuna, presidente del Festival Mundial de poesía, en ocasión de la presentación del Festival ante la prensa, este año, destacó sobre Luis Camilio que: “su poesía es un catálogo de colores y una búsqueda permanente de sus ancestros”.

 

 

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31 de Agosto, 2014 · General

Rafael Alberto Vásquez: sus respuestas y poemas


 
Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
 
 
 
 
Rafael Alberto Vásquez nació el 11 de octubre de 1930 en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina. Integró el Grupo Literario “Barrilete” y participó, entre 1963 y 1967, en la dirección de la revista del mismo nombre. En 1966 formó parte del equipo que condujo “ La Voz de la SADE ” –Sociedad Argentina de Escritores- en Radio Municipal, con María Elena Walsh y Héctor Yánover; y en 1969, con Alicia Dujovne Ortiz y Nelly Candegabe, de la misma audición en Radio Nacional. Fue candidato a vocal por la lista “Movimiento Gente Nueva” en las elecciones para la conducción de la SADE en 1965, así como en 1975 lo fue por la lista “Agrupación Gremial de Escritores”. Con otros poetas, entre 1983 y 1986, fue integrante del “Grupo de los Siete”, editores de cuadernillos de poesía. Por su libro“Apuesta diaria” le fue concedida en 1964 la Faja de Honor de la SADE. Ha sido incluido, entre otras antologías, en “Buenos Aires dos por cuatro” de Osvaldo Rossler (Editorial Losada, 1967), “El 60” de Alfredo Andrés (Editorial Dos, 1969), “Generación Poética del ‘60” de Horacio Salas (Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educación, 1975), “Dársena Sur. Selección de Poetas Argentinos Contemporáneos”(Edición Servilibro, Asunción, Paraguay, 2004), “Legado de Poetas. Poesía Social Argentina 1956-2006” de Roberto Goijman y Diego Mare (Ediciones Patagonia, 2007). Poemas suyos fueron incorporados al LP “Buenos Aires vuelta y vuelta” (1966) y a los CD “Buenos Aires, la noche” (2000), “Rita canta a los poetas” (2001), “Eduardo Baró. Urbango” (Bruselas, Bélgica, 2005). Publicó entre 1962 y 2011 los poemarios“La verdad al viento”“Apuesta diaria”“La vida y los fantasmas”“La piel y la alegría”“Hay sol en Buenos Aires”“Cercos de la memoria”“Ese sitio sin paz de la memoria”“Explicaciones y retratos”. En 2003, la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires editó el cuadernillo “Ciclo de Poetas del 60. Rafael Alberto Vásquez”. En ese mismo año, Editorial Libros de Tierra Firme da a conocer su ensayo “Informe sobre Santoro” (Aproximación bio-bibliográfica sobre el poeta Roberto Jorge Santoro, con apéndice y antología).
 
 
 
 
 
 
          1 - ¿Cómo nos armarías un boceto de tu transcurrir desde aquel primer 11 de octubre… hasta poco antes de la irrupción de “La verdad al viento”?
 
          RAV – Nací en el barrio de Boedo, concurrí a la escuela primaria argentino-alemana Germania Schule, etapa durante la cual perseguía a mi madre para leerle poemas de una antología infantil que me habían regalado, y el secundario lo hice en el Colegio Nacional de Buenos Aires.  A los quince años comencé a urdir poemas y fundé una “revista literaria” de pocas páginas, hecha a mimeógrafo, para vender en la misma división del Colegio, primero, y más adelante colocarla en librerías de la calle Viamonte, en cuyas inmediaciones estaba la Facultad de Filosofía y Letras. A fines de 1949 ingresé a la Facultad de Derecho y rendí las primeras materias. Fue recién en 1961 cuando después de aprobar una de tercer año, decidí abandonar la carrera. En 1950 trabajé unos meses como auxiliar administrativo en el Colegio Nacional: conocí a Manuel Antín, quien también trabajaba allí. Nos hicimos muy amigos, compartiendo estudios, salidas al cine y al teatro, y también la poesía, ya que Antín, antes de dirigir películas escribía poesía y dramaturgia. 1951 fue un año perdido, de marzo a diciembre, cumpliendo el servicio militar obligatorio en un cuartel de Ciudadela. Tres años después, en el nº 16 de la revista-libro “Buenos Aires Literaria”, soy publicado por primera vez: una nota bibliográfica de cinco páginas sobre tres libros de poesía aparecidos por entonces. En julio de 1955, en el nº 1 de la revista “Letras Mundiales”, se editan, en tres páginas, también por primera vez, poemas de mi autoría. En el mismo año en que abandono Derecho, en concurso organizado por la SADE y el Fondo Nacional de las Artes, fui uno de los veinte autores seleccionados para la edición de un libro con préstamo del Fondo. Uno de los jurados, Bernardo Ezequiel Koremblit, también director del área cultural de la Sociedad Hebraica Argentina, comenzó a reunirnos a los seleccionados y así fui conociendo a los escritores Luis Ricardo Furlan, Inés Malinov, Atilio Jorge Castelpoggi, Julio Arístides, Emma de Cartosio, Osvaldo Rossler, José Isaacson, con lo cual concluyó mi aislamiento. Además de esas reuniones, que no sé ya con qué periodicidad se hacían, recuerdo que Julio Arístides y José Isaacson conducían la FADRYGLI (Federación Argentina de Revistas y Grupos Literarios Independientes), con encuentros en un café de la calle Cerrito esquina Bartolomé Mitre. Y se organizaban lecturas de poemas, en la SADE , en un colegio, en Estímulo de Bellas Artes. Después, esta nueva forma de comunicación empalma con la creación del grupo Barrilete. Porque a Roberto Santoro también lo conocí en las escaleras de la Hebraica. Me lo presentó Luis Ricardo Furlan, que venía con él; y Santoro, con su libretita mágica llena de anotaciones, chistes, teléfonos y direcciones, supo darme el teléfono de otro poeta que yo quería conocer: Horacio Salas. El azar que interviene en la vida. Yo acostumbraba a cortarme el pelo en una vieja peluquería que estaba en la Avenida de Mayo entre las calles Chacabuco y Piedras, al lado de las oficinas del diario “ La Razón ”. Entre las revistas disponibles para los clientes que debían aguardar su turno, una tarde me puse a hojear un ejemplar de “Vea y Lea”, revista para todo público que compartía entonces una franja del mercado familiar con “El Hogar” y con “Mundo Argentino”: no sé si te suenan esos nombres… Todas ellas, además de chismes, notas de actualidad, fotos, traían algún cuento y algunos comentarios bibliográficos. El que me interesó, por la habilidad del cronista y por las trascripciones poéticas del libro comentado, era sobre el primero, “El tiempo insuficiente”, de un joven poeta, Horacio Salas. Esa conexión con su poesía dura hasta hoy, que sigo admirando su estilo y continuamos la amistad. Pero no mucho después aquel encuentro sirvió para que Santoro me pidiera un poema para publicar en su revista mensual de ocho páginas, “El Barrilete”, iniciada en agosto de 1963. Y hacia fines del mismo año me convocó para integrar un grupo de trabajo literario que, además, se hiciera cargo de su revista, crecida en páginas que, con altibajos, idas y venidas de sus integrantes, duró hasta fines de 1974.
 
         
          2 – En no menos de seis ocasiones –y porque me esmeré en repetirlo lo menos posible en tu presentación- debí asentar el nombre de tu ciudad (que es la mía), y en tres ocasiones –y aquí también me esmeré- quedó la inscripción de tu pertenencia a la generación “del ‘60”. Apuntando no tanto a los que jugamos de “locales” y estamos informados, Rafael, ¿intentarías devolvernos tu visión de porteño de estos puertos, del cómo la viviste a nuestra ciudad en las sucesivas décadas, de tus “grados” de consubstanciación con sus barrios y problemáticas, y de qué ha sido o significado la generación poética aquella, de la que has sido uno de sus insoslayables referentes?
 
          RAV - Yo siempre sostuve que mi contacto con la ciudad tuvo sus peculiaridades. En razón del lugar donde vivía de chico con mis padres: Barrio Norte, después San Nicolás, no tuve calle ni “potrero”. Pero al crecer, siempre me gustó caminar las calles de la ciudad que quise y quiero. Con amigas o amigos o solo, era lindo recorrerla. Pero también por la poesía entró la ciudad: Evaristo Carriego, Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, José Portogalo, Baldomero Fernández Moreno, Raúl González Tuñón, Mario Jorge de Lellis. La ciudad también fue creciendo en mis poemas. En mi segundo libro, de 1964, “Apuesta diaria”, la última sección se llama “Buenos Aires en mí” y se cierra con el único poema largo que escribí en mi vida, que ocupa seis páginas y titulé “Canto confidencial a Buenos Aires”, con un epígrafe de Borges y que dedicara a Horacio Salas. Esa forma de situarme en la ciudad me hermanó con los otros poetas que integramos el Consejo de Redacción de la revista  a la que me refiriera en mi respuesta anterior y que fuimos: Daniel Barros, Ramón Plaza, Miguel Ángel Rozzisi, Horacio Salas, Roberto Santoro, Marcos Silber y yo. Más otros que también la sintieron y vinieron al grupo, como Martín Campos, Alberto Costa, Alicia Dellepiane Rawson, Ana Fernández, Diego Jorge Mare, Miguel Ángel Páez, Carlos Patiño y Felipe Reisin. Aunque ciñéndome a la visión de tu pregunta, “porteño de estos puertos”, muy pronto quienes habitamos la ciudad nos perdimos el puerto, como entrada y salida de los grandes barcos. Recuerdo haber despedido a Martín Campos en la Dársena Norte , cuando se fue a Italia por varios años. Después sólo quedaron las salidas de aquellos barcos más chicos que partían, desde la Dársena Sud , hacia Colonia o Montevideo en la República Oriental del Uruguay. Y los aliscafos con el mismo destino. Pero el puerto en sí fue un recuerdo o una nostalgia para generaciones anteriores. En el tema generacional de repente mis coetáneos o los poetas cinco años más jóvenes nos encontramos con una pertenencia casi impuesta –pero aceptada- de integrar la Generación del 60. Antonio Requeni en diversas notas, Alfredo Andrés (“El 60”), Horacio Salas (“Generación poética del 60”), comenzaron a hablar de esta generación. Algo que resultó cierto. Por las fechas de publicación de nuestros libros, por el estilo más directo y conversacional, por el acercamiento al mundo del trabajo, también por la ciudad recorrida, los primeros libros de cada uno mostraban algo o mucho de esos factores aglutinantes. Mucho después, en 1990, apareció “El 60, poesía blindada” (Los Libros de Gente Sur), con selección de Rubén Chihade y María del Carmen Suárez y un valioso prólogo de Ramón Plaza; más una lista de 150 poetas, 70 publicaciones de la época y una veintena de poetas antologados. Aunque el proyecto de continuar la muestra se frustró, es otra obra para consultar.
 
 
 
          3 – Resalta –según los datos que poseo-, que allá lejos en el tiempo, en dos oportunidades te involucraste en la disputa por, integrando listas de conducción, promover cambios en la cuestionada –y con lapsos horrendos, bastante después- Sociedad Argentina de Escritores. Además, fuiste co-conductor de dos programas radiales, que se llamaban nada menos que “ La Voz de la SADE ”. ¿Qué SADE prevalecía por entonces? ¿Qué proponían en 1965 y en 1975 los perdidosos movimientos que integrabas? ¿Cómo ha proseguido tu vinculación con las instituciones gremiales?  
 
          RAV – Es cierto. Desde la revista “Barrilete” abogamos por “cambiar” la SADE. E incitábamos a que los jóvenes poetas se asociaran, para poder tener voz y voto en las elecciones. Por supuesto, en esas dos ocasiones salimos últimos. Pero buena cantidad de escritores nos votaron. Y el esfuerzo, los ideales que sosteníamos y el trabajo compartido fueron distintos, sobre todo por las épocas y por los resultados que se dieron a posteriori. En 1965 la lista del “Movimiento Gente Nueva” proponía, en primer término, “la profesionalización de la actividad del escritor mediante una eficaz y dinámica estructura de la SADE como organismo gremial”. Y vale la pena trascribir los nombres de quienes éramos candidatos. Titulares: Pedro Orgambide, Alberto Vanasco, Dalmiro Sáenz, Juan José Sebrelli, Luis Ricardo Furlan, Antonio Requeni, Germán Rozenmacher, Juan José Saer, Ariel Ferraro, Esteban Peicovich, Federico González Frías, Arnoldo Liberman y Alberto Luis Ponzo. Suplentes: Roberto Santoro, Horacio Salas, Marcos Silber, Héctor Yánover y Rafael Alberto Vásquez. Asesores Letrados: Santiago Bullrich y Vicente Zito Lema. Pero pese a diferencias ideológicas y gremiales me parece útil consignar qué escritores integraron la lista que ganó y condujo la entidad en el período 1965/1967. Titulares: Córdova Iturburu, Ulyses Petit de Murat, Lisandro Galtier, María Angélica Bosco, Osvaldo Rossler, Florencio Escardó, Beatriz Guido, Gustavo García Saraví, Bernardo Ezequiel Koremblit, José Luis Lanuza, Sixto Pondal Ríos, César Rosales, María de Villarino. Suplentes: Julio Arístides, Juan José Ceselli, Ezequiel de Olazo, María Elena Walsh y Emilio Zolezzi. Todos nombres de peso. Ahora voy a los hechos posteriores. Lo positivo: abrir el juego a los jóvenes. En octubre de 1965 se creó en la SADE la Comisión de Literatura Nueva, que integramos César Rosales y María Elena Walsh por la Comisión Directiva y Abelardo Castillo, Arnoldo Liberman, Carlos Moneta Testa, Rafael Felipe Oteriño, Romilio Ribero, Horacio Salas, Alberto Vanasco y yo, por “los jóvenes”. ¿Qué ocurrió después? El golpe de estado en 1966 del general Onganía, uno más en la larga lista de los que me tocó sufrir, que desplazó al gobierno constitucional del presidente Arturo Illia. La conducción de la SADE trató de adecuarse, a su manera, a la situación institucional, lo que motivó, el 29 de agosto de 1966, mi extensa y detallada renuncia a aquella comisión. Mientras tanto, como mencionás, mi designación entre abril y junio de 1966 para conducir –con María Elena Walsh y Héctor Yánover- la audición “ La Voz de la SADE ” por Radio Municipal. Ciclo suspendido de improviso por la radio el día que íbamos a reiniciarlo, en el mes de julio. Pero antes de este final un poco turbio y desprolijo quiero volver sobre uno de los recuerdos más felices de entonces. Un acto que organizamos, aireando un poco las vetustas conferencias de la vieja casa de la calle México, haciendo entrar el tango a la SADE. Ese acto se hizo el 16 de noviembre de 1965, con la denominación de “Poesía y Tango”, y consistió en una lectura de poemas dichos por Anadela Arzón, Susana Rinaldi, José María Gutiérrez y Rodolfo Relman, y en un pequeño concierto de tangos que interpretó el Cuarteto de Tango Contemporáneo de Alberto Núñez Palacio. Héctor Yánover, que mantuvo el hilo conductor del acto y los comentarios entre poemas, puntualizó que se trataba de “un homenaje a los grandes viejos, a los maestros de nuestra generación”. Y también dijo: “No creemos en los ostracismos políticos de los poetas, creemos en la poesía”. Los poemas que se leyeron fueron: “El Salón Lacavour” de Enrique Cadícamo; “Justo el 31” de Enrique Santos Discépolo; “Panegírico a Nuestra Señora de Luján” de Ricardo Molinari; “El ligador” de Felipe Fernández (Yacaré); “Guarda de ómnibus” de Celedonio Flores; “Barrio Once” de Carlos de la Púa ; “El Rosedal” de Homero Manzi; “Letanía del domingo” de Horacio Rega Molina; un fragmento de “Bajo la Cruz del Sur” de José Portogalo; “Elogio un poco cursi a las chicas de Flores” de Luis Cané; “A un buzón del barrio céntrico” de Gustavo Riccio; “Antiguo almacén ‘A la Ciudad de Génova’” de Nicolás Olivari; “Profesoras de piano y solfeo” de Fernández  Moreno; “Los ladrones” de Raúl González Tuñón; y “El tango” de Jorge Luis Borges. La enumeración es índice suficientemente claro de los fines que se pretendieron con ese acto. No sólo tocar tangos en la SADE sino escuchar poemas vitales, ciudadanos, solidarios; algunos, de poetas olvidados en ese ámbito. Y hay que reconocer que fue mucha gente y que se premió a todos con cálidos y prolongados aplausos. La otra “aventura” electoral para ganar la SADE fue en setiembre de 1975. Copio la lista. Titulares: Elías Castelnuovo, Bernardo Kordon, David Viñas, Roberto Santoro, Alberto Luis Ponzo, Rafael Alberto Vásquez, María Rosa Oliver, Iverna Codina, Humberto Costantini, Héctor Borda Leaño, Carlos Alberto Brocato, Alberto Costa, Luciana Daelli. Suplentes: Guillermo Harispe, Martín Campos, Hugo Di Taranto, Isidoro Blaisten, Hebe Benasso, Nyra Etchenique, Simón Kargieman, Lubrano Zas, María Cristina Taborda y Liliana Heker. La lista, “Agrupación Gremial de Escritores”, eligió estos lemas: “Por una SADE al servicio de los escritores. Por una literatura al servicio del pueblo. Por la constitución del Frente de Trabajadores de la Cultura.” De esta lista y de los grupos de escritores que la apoyaron, el golpe de marzo de 1976 y la dictadura aberrante que lo mantuvo en el poder alimentó agendas de exiliados y de desaparecidos. Con esta historia atrás no me quiero extender respecto de los actuales gremios de escritores. Apenas mencionar que mi pertenencia a la SADE , a la que me asociara en diciembre de 1962, a poco de publicar mi primer libro, terminó con mi renuncia, en febrero de 2000. Luego comenzó mi acercamiento a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), a la que me asocié en julio de 2007 y a la que sigo vinculado.
     
 
 
          4 – Lleguemos al “Grupo de los Siete”. Los otros seis: Rubén Chihade, Alicia Dellepiane Rawson, Rubén Derlis, María del Carmen Suárez, Oscar González, Norma Pérez Martín. ¿Sabrás que el cuadernillo de 14 páginas, en buen estado, editado en 1984, cuyo título es “Siete contra la desesperanza”, con comentarios de Graciela Maturo y Antonio Requeni, se encuentra a la venta por $ 100.- en Mercado Libre?... “Contra la desesperanza”: a poco de haber asumido la presidencia de la Nación un abogado del partido Radical y en elecciones libres después de nuestra última dictadura. A treinta años estamos de aquel cuadernillo y de aquella posición. ¿Rememoramos al Grupo? ¿Y cómo andamos con la esperanza?...
 
          RAV – Primero debo hacerte una aclaración. El “Grupo de los Siete” se armó a mediados de 1983, luego de una charla en el café “Tortoni”, pero los integrantes iniciales fuimos Rubén Chihade, Rubén Derlis, Oscar González, Carlos Massetti, Roberto Selles, María del Carmen Suárez y yo. La presentación pública se hizo el 16 de noviembre con una lectura de poemas en el café “ La Poesía ”, Chile 502 esquina Bolívar, barrio de San Telmo. Massetti duró poco, entonces se incorporó Alicia Dellepiane Rawson. Después se fue Roberto Selles y convocamos a Norma Pérez Martín. En 1986, en lugar de Alicia Dellepiane Rawson y María del Carmen Suárez se incorporaron Carlos Penelas y Susy Quinteros. Y así quedó hasta l987, en que el grupo se disolvió. En casi cuatro años, además de reuniones y lecturas, no sólo en esta ciudad sino también una en la “Casa del Poeta” en La Plata y otra en la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, publicamos varios cuadernillos de poesía. En el primero, que se denominó llanamente “Grupo de los 7”, se decía: “Y los que ahora formamos el Grupo de los 7 recuperamos la convicción de que el aislamiento –el mero trabajo individual- no es sino la expresión empobrecedora del poeta que la persecución, el exilio y el miedo no lograron matar en cada uno de nosotros. Y decidimos reunirnos para elaborar objetivos y trabajos comunes, para expresarnos como seres sociales de una generación que aun sostiene en alto sus banderas de libertad, y la convicción de que la poesía es una disciplina creadora que contribuirá a ennoblecer el futuro.” Esos trabajos comunes se reflejaron en cinco cuadernillos: “Siete poetas en la calle del agujero en la media” (homenaje a Raúl González Tuñón); “Siete poetas contra la desesperanza” (ratificando la democracia y la libertad recuperadas); “Siete poetas y un rayo misterioso” (evocación de Carlos Gardel); “Siete poetas y el crimen fue en Granada” (homenaje a Federico García Lorca); “Siete poetas y la América invisible” (fijando nuestra pertenencia americana). También, entre medio, una carpeta –“Contracuerpos”- con siete poemas ilustrados por seis artistas plásticos.  El grupo fue –para mí- una valiosa experiencia y un aporte real que me demostró la posibilidad del trabajo común con otros poetas conocidos. Por lo menos, “conocidos” por nuestra avidez lectora de poesía. Ignoraba  cómo nuestra obra –a través de ese cuadernillo que mencionás- pudo valorizarse tanto en el mercado informático. Tengo el mejor de los recuerdos de todos aquellos compañeros, con quienes me veo ocasionalmente, con la excepción de Rubén Chihade, que se nos murió antes de tiempo. En cuanto a la esperanza, anda bien, hemos cumplido treinta años de gobiernos elegidos por el pueblo, quienes tienen mi edad no lo hubiéramos creído…            
 
 
 
          5 – Nada me cuesta imaginar que a cualquier poeta le hubiera encantado ser musicalizado y cantado por la talentosa Rita Paolucci. “Rita canta a los poetas” lo he escuchado muchas veces. Y algunos, como vos, Rafael, como Yoli Fidanza, han tenido esa satisfacción (añadamos que en el CD fueron interpretados también textos de Alfonsina Storni, Carmen Conde, Jorge Luis Borges y Gabriela Mistral, con recitación a cargo de Ariel Osiris). A los que no hemos tenido la suerte de ser musicalizados y cantados –o que apenas lo hemos sido con un texto del que no ha quedado un registro profesional-, ¿qué podrías -hurgando en vos, algo muy tuyo- trasmitirnos?
 
          RAV – Quienes supimos gustar a los poetas del tango, como Homero Manzi, o del folklore, como Manuel J. Castilla, y luego a cantautores como Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, sabemos que no hay nada mejor que el “letrista” de calidad que escribe una canción, sea o no también el autor de la música. A propósito cito un nombre solo, relegando a los que se atropellan en la memoria, porque olvidarme de uno solo sería injusto. Una vez aclarada esta prioridad, para mí insuperable, voy a los poetas y músicos que han sabido dotar de otra vida a algún poema. Rita Paolucci, a quien conocí en 1964, es una excelente creadora, ejecutante y cantante que musicalizó –entre muchos otros- varios temas míos. También Hugo Pardo y Eduardo Baró lo hicieron en algún caso, pero fue Rita la más generosa y perseverante. ¿ Qué puedo decirte? Primero la extrañeza, la rara sensación de que la voz de uno tenga otra entonación, una cadencia, una armonía distinta. Y luego la alegría insuperable de que te hayan elegido, de que un poema, por la magia del sonido y la música, pueda volar hacia otro público.
 
 
 
          6 – Sucesos resonantes ocurren todos los años, ¿no? Del año en que vos naciste hay un tango maravilloso en la voz de Tita Merello –“Yo soy del treinta, yo soy del treinta, cuando a Irigoyen lo embalurdaron…, …cuando a Carlitos se lo llevaron…,cuando a Corrientes me la ensancharon…”, cuya letra es del actor Héctor Méndez y la música es de Aníbal Troilo. ¿Qué se siente siendo del treinta en esta megalópolis, creciendo en el treinta, residiendo en pleno Centro en la actualidad y a tus ochenta y cuatro?
 
          RAV - Creo que das en el clavo cuando citás el tango “Yo soy del 30”, porque sería fácil antologar una guía barrial y musical de Buenos Aires. “Barrio de tango” o “Mano blanca” en Pompeya, gracias a Manzi. Y en el centro, “Corrientes y Esmeralda” de Celedonio Esteban Flores. O “El 45” de María Elena Walsh. O “Viejo Tortoni” de Héctor Negro y Eladia Blázquez. Aquí me detengo, para no aburrir. No me acuerdo de la calle Corrientes angosta, aunque sí de que el sentido del tránsito era inverso, venía del bajo hacia la Chacarita. Tampoco recuerdo la construcción del obelisco, inaugurado en 1936, pero sí los tranvías, en los que viajaba con mis padres. Y, por supuesto, los cambios en la calle Florida, la desaparición de las grandes tiendas departamentales, como “Harrod’s” y “Gath y Chaves”, los bancos que coparon el centro. En fin, la modificación de mi pequeño paisaje cotidiano. A veces uno se ve como un sobreviviente en la ciudad querida.
 
 
 
          7 – Hace poco ha mantenido el nieto del poeta Martín Campos una charla con vos y fue reproducida enhttp://alcielounbarrilete.blogspot.com.ar/2014/08/entrevista-rafael-vasquez-informes.html . Allí el lector podrá impregnarse del espíritu de los “Informes” de esa revista que tanto solemos evocar, con sus dos títulos, “El Barrilete” o “Barrilete”. Me entero de que conservás un amplio archivo. Y esto me remite, Rafael, a una cena de fin de año que había organizado la Asociación de Poetas Argentinos, en la que la entidad te agradece públicamente por una donación que habías hecho a la hemeroteca. ¿En qué consistió la donación? ¿Puede ser (me suena) que a la hemeroteca de APOA le hayan puesto tu nombre?
 
          RAV – Con Pablo Campos –nieto de Martín- nos conocimos cuando presenté mi último libro, en octubre de 2011. Desde entonces nos vemos cada tanto, por sus indagaciones sobre el grupo y la revista “Barrilete” y quienes fuimos compañeros de su abuelo. Una tarde, es cierto, me grabó en casa sus preguntas y mis respuestas. El armado de la nota fue generoso porque incluyó las portadas de varios “Informes” y mis poemas incluidos en ellos. En cuanto a los “títulos” de la revista, durante los primeros cinco números que editó Roberto Santoro solo (aunque su madre figuraba como “Secretaria”) se llamó “El Barrilete”. Al conformarse el grupo se decidió suprimir el artículo, por lo que –desde el Nº 6 hasta el final- la revista se llamó “Barrilete”. Lo del archivo es cierto. Por mi continuidad, por ser mi casa sede de las reuniones durante mucho tiempo, por mi temperamento ordenado, fui guardando anotaciones, material, noticias, algunas pocas colecciones de la revista, y siempre que me lo requirieron facilité su acceso a quienes quisieran conocer la historia del grupo. Una vez, ya no recuerdo cuándo, les di una colección de “Barrilete” a Cayetano Zemborain y a Silvia Pastrana, que conducían la Asociación de Poetas Argentinos. APOA le dio a esa donación un valor que yo no creí que tuviese y por ese motivo su copiosa hemeroteca pasó a llamarse con mi nombre desde el 11 de diciembre de 1999. ¿Por qué esta fecha cierta? Porque coincide con la cena de fin de año de la entidad en que me entregaron una bandeja de metal con la inscripción. Y también porque (gracias a mis archivos) conservo la fotografía del momento en que el poeta Jorge Calvetti me entregó ese regalo. Que fue doble, porque aunque yo no tenía amistad con este gran poeta, él recordó haberme premiado un conjunto de poemas en un concurso de 1986, algo que me desconcertó y me alegró.
 
 
 
          8 – Acaso recuerdes que en una oportunidad te comenté que había mantenido una cierta correspondencia con un poeta de nuestra provincia de Córdoba, también llamado Rafael Vásquez -autor por ejemplo, de “En escorzo” (1998), “Esclusas”, “Timbal ultravioleta” (ambos de 2000)-. Y esto lo ligo con que alguna vez comenzaste a firmar retirando tu segundo nombre. ¿A qué se debió –a qué te parece que pudo haberse debido- tu decisión?
 
          RAV – Es curiosa la anécdota. De repente te enterás que tenés un homónimo en otra provincia, que además es poeta y de quien no sabés absolutamente nada. Un par de veces me hablaron de él pero fuiste vos quien –a mi pedido- me pasaste su dirección, en Villa Allende, provincia de Córdoba. Como no recordaba cuándo había sido, también gracias a mis archivos (pero esta vez de la computadora), encontré que mi intento de comunicación fue por correo, con unas líneas del 4/6/2003  y mi libro “Cercos de la memoria”. No tuve respuesta alguna, así que la incógnita permanece. Ignoro si el correo perdió mi envío o el destinatario lo traspapeló. La decisión de quitar mi segundo nombre –Alberto- en la firma de lo que escribo se debió sólo a aligerar el apelativo. Ya lo había hecho antes Roberto Santoro. Así que desde “Cercos de la memoria” (1992) firmo lo que publico: Rafael Vásquez. No hubo algo más profundo, por lo menos en lo consciente. Y el único que cada tanto me lo recrimina al vernos, es este gran poeta y amigo Antonio Requeni. Venga o no al caso quiero mencionarte –sin ánimo de comparación- que uno de mis poetas preferidos, Baldomero Fernández Moreno, firmó después “B. Fernández Moreno” y al final lisa y llanamente “Fernández Moreno”. Y llegó a escribir un breve poema al respecto, que comienza (lo cito de memoria): “Me borré el doctor / hace mucho tiempo. / Borré la inicial / de mi nombre feo.”
 
 
          9 – Fuiste publicado en el número 10 de la renombrada “Cormorán  y Delfín” –en la que habían constado estos subtítulos: Revista Internacional de Poesía; Mar – Poesía – Buenos Aires – Mundo; Revista Planetaria de Poesía-, dirigida por Ariel Canzani D. (nº 1, en 1964 – nº 28/29, diciembre de 1972). ¿Conociste, lo trataste a Canzani, ese poeta que durante mas de veinte años recorrió el mundo como capitán de ultramar navegando a bordo de buques mercantiles argentinos? ¿Tus impresiones sobre esta revista que se compaginaba en cada viaje?
 
          RAV – Creo que la vida diaria no me alcanza para revolver y releer tanta publicación que guardo en mi biblioteca. Entre otras, esta revista valiosísima de los ’60. Guardo los números 1 a 16 y me fui a hojear algunos. ¿Por qué interrumpí su compra, entre 1968 y 1972, cuando dejó de aparecer? Realmente no lo sé. A Canzani lo conocí, hablamos alguna vez, pero no lo traté tanto y su recuerdo, desgraciadamente, se difumina en la memoria. Al regresar al número 10 de “Cormorán y Delfín” (octubre de 1966), evoqué mejor la circunstancia. Fue una publicación de parte del grupo “Barrilete” de entonces: Alicia Dellepiane Rawson, Roberto Jorge Santoro, Anadela Arzón, Alberto Costa y yo. Un par de páginas antes, va también Marcos Silber. Te reitero: fue una de las mejores revistas de poesía de la década del sesenta.
 
 
 
          10 - Dice Borges en el prólogo de “Del amor y los otros desconsuelos” de Gustavo García Saraví: “Coleridge escribió que los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Para el aristotélico, lo verdadero son los individuos, las circunstancias, lo temporal; para el platónico, los géneros, lo que de algún modo persiste bajo las apariencias mudables. A este segundo estilo de intuir corresponden la imaginación y la obra de Gustavo García Saraví.” ¿A qué estilo de intuir te parece que respondés?...
 
          RAV – Creo que me quedo con el Borges que prologa muy brevemente a Evaristo Carriego en 1950, pero ésta puede ser una respuesta apresurada, ya que no ubico el prólogo que citás ni esa obra de Gustavo García Saraví. Que fue premio “ La Nación ” con un libro de sonetos que llamó “Con la Patria adentro”, título que mereció alguna broma en una revista de la época. Libro que tengo, es de 1964, pero tampoco tengo fresca la memoria poética de su obra para opinar. Salvo de sus sonetos, que eran excelentes. En cuanto al corazón de tu pregunta, pienso que mi intuición respondería a un modelo aristotélico, aunque descreo de los encasillamientos.
 
 
 
          11 - ¿Tenés libros que releas cada tantos años? ¿Subrayás  frases o párrafos, versos o estrofas?
 
          RAV – Toda mi vida he marcado en los libros de narrativa y de teatro párrafos y frases. Y en los de poesía, poemas, versos y estrofas. El libro que no tiene marcas es porque no se llevó bien con mi sensibilidad. Eso sí, siempre lo hice con lápiz, como si pudiera permitirle a un lector posterior hacer borrón y cuenta nueva. Sobre libros que releo, te diré que organicé mis bibliotecas temáticamente: unas para poesía, otras para narrativa, otra para teatro y otra para ensayo. Dentro de cada tema, alfabéticamente por autor; lo que me permite encontrar un libro con cierta facilidad. Pero más a mano, en un estante cerca de mi mesa de escribir, tengo determinados poetas para releer: Fernández Moreno, Mario Jorge de Lellis, Luis García Montero, Yadi María Henao, Leonardo Martínez, Carlos Marzal, Néstor Mux, Idea Vilariño, Jorge Paolantonio, Antonio Requeni, Marcos Silber, Paulina Vinderman, Máximo Simpson, Horacio Preler, Laura Yasan. Y es un sector que admite incorporaciones y cambios.
 
 
 
          12 - No seré original, pero estamos en el año en el que se ha disputado la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014: seré oportuno: no sé si sos futbolero, Rafael; lo seas o no, se me ocurre proponerte la formación de dos equipos, desde luego, conformado por once, mujeres y hombres (de todos los tiempos): una selección internacional de poetas y otra selección internacional de narradores.
 
          RAV – Paradoja de mi existencia futbolera. Desde la escuela me gustó jugarlo, pero siempre fui malo, nunca tuve dominio de la pelota. Pero seguí jugando, cada tanto, entre compañeros o amigos, generalmente como defensor. Simpatizante desde la infancia de River Plate, pero no “hincha”. En toda mi vida fui a ver un solo partido, un amistoso River-Peñarol. Odio la violencia y sobre todo a las barras bravas. Durante este campeonato mundial vi todos los partidos de la Argentina y algo de otros. Me gustó el equipo. Ahora, elegir una selección internacional de escritores sería azaroso y tal vez injusto. Podré escribir once nombres y acaso arrepentirme cuando esto se publique. Pero voy a complacerte y no será una novedad sino algo que viene de mis respuestas anteriores. Poetas: Pedro Salinas, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Manuel J. Castilla, Baldomero Fernández Moreno, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Raúl González Tuñón, Horacio Salas, Marcos Silber, Wislawa Szymborska. Once nombres de narradores: Emilio Zola, Georges Simenon, Antón Chéjov, Simone de Beauvoir, Humberto Costantini, Gabriel García Márquez, Milan Kundera, Juan Marsé, Alberto Moravia, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa. Pero para estar en paz con mi conciencia, te diré que en mi juventud leí más teatro que narrativa; y si abandonamos la parábola futbolera querría agregarte otra selección, la de los dramaturgos. Que enumeraría así: William Shakespeare, Jean Anouilh, Albert Camus, Federico García Lorca, Gabriel Marcel, Arthur Miller, Eugene O’Neill, Luigi Pirandello, Armand Salacrou, Jean-Paul Sartre, Tennessee Williams.
 
 
 
          13 – ¿Nos despedimos con algo que no conste en tu presentación curricular?
 
          RAV – Un día de 1970, no recuerdo de qué mes, me llamó por teléfono Alberto Gibelli, actor y director del Teatro Libre “Florencio Sánchez” de la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, derivado por Horacio Salas, para contarme sobre un proyecto que estaban armando: un espectáculo de tango y poesía, que interpretara a la ciudad y mezclara textos de viejos y jóvenes poetas. Venían ya con poemas elegidos de Jorge Luis  Borges, Nicolás Olivari, Carlos de la Púa , Felipe Fernández (Yacaré), Enrique Cadícamo, Ernesto Sábato, Raúl González Tuñón, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal. Traían además la creación y la interpretación musical de Alberto Garralda, ex bandoneonista de la orquesta de Alfredo Gobbi. Querían incorporar a poetas de la generación del sesenta. Y así fue que nos sumamos Eduardo Romano, Juan Gelman, Alberto Szpunberg, Alberto Costa, Jorge B. Rivera, José Peroni, Abelardo Castillo, Luis Luchi, Horacio Salas, Rodolfo Alonso y yo. Eligieron uno, dos o tres poemas de cada uno. Para la apertura y el cierre tomaron un poema mío, “No pasa nada”, y decidieron llamar al espectáculo “Aquí no pasa nada”. Organizaron cuatro funciones en nuestra ciudad, dos en octubre y dos en noviembre de 1970, en la Sala “Theatron” de la avenida Santa Fe 2450. Los poemas, bien dichos y jugados por los tres actores y una actriz del grupo teatral, más la música de Alberto Garralda, otorgaron un marco distinto y eficaz a la poesía. Fue una experiencia inolvidable, que cerraron luego invitándonos al estreno en la ciudad de Rojas, con un agasajo posterior.
 
 
 
*
 
 
Rafael Alberto Vásquez selecciona para esta entrevista, en septiembre de 2014, seis poemas de su autoría:
 
 

LA  CACERÍA  DEL  SOL

 

El sol sabe seguirte para adentro

atraviesa tu continuada fuga
clava
una espina de luz en medio de tus ojos
y se tiende contigo
para darle a tu cuerpo
la apariencia perfecta del verano.
Cuando te encuentra
sé que le crecen manos
y despega las nubes por donde acaso viajas.
Entonces
cuando el amor te cierra los ojos
el último destello de sol
es una chispa viva debajo de tus párpados
que te suelta el silencio a medianoche.
 
                                                                                                      (De “La piel y la alegría”)
 
                                  
*
 
 

NO  PASA  NADA

 
 
Aquí no pasa nada.
Es el país, la parte que nos toca,
la imagen que este tiempo nos desvive.
No pasan grandes cosas. 
                                        Muere gente
de muerte natural todos los días.
Hay huelgas, pero en orden.
De vez en cuando, es cierto, renuncia un funcionario.
Pero no pasa nada.
La calle, el eco suelto
nos dice el fútbol, la vergüenza
y el costo de la vida.
Nos insulta despacio, como un tango,
nos achica el país
hasta este barrio
dividido
que es todo Buenos Aires.
Nos deja discutiendo en una esquina
porque es tarde
y aquí no pasa nada.
 
                                                                                                                        (De “La vida y los fantasmas”)
                                  
 
*
 
 

ME  ACUSO          

 
                                                                                                                “Porque me duele si me quedo
                                                                                                                             pero me muero si me voy”
                                                                                                                             María Elena Walsh
                                                                                                                            (“Serenata para la tierra de uno”)
 
No puedo imaginar
este final de invierno en otro sitio.
Ni cambiar soledades, afectos o paisaje.
Elijo esta crueldad de no mirarnos,
de sufrir la ciudad,
de los primeros gritos que despiertan.
Cómo hiere el exilio es lo que ignoro.
Porque tardan las cartas.
                                        O se callan.
Y los amigos nos desencontramos.
Ahora que hasta el aire se nos cambia
quiero reconocer: no fui valiente.
No di la otra mejilla
ni grité la injusticia por las calles:
lo dije en mis poemas.
Me acuso de esta voz sin resonancia.
Me acuso de estar vivo.
 
                                                                                              (De “Cercos de la memoria”)
 
*
 
 
MEMORIA  DE  SANTORO
 
                                                                                    a Roberto Santoro, poeta y amigo.
                                                                                    Secuestrado el 1º. de junio de 1977.
                                                                                                                     Desaparecido.
 
Han pasado los años.
No ha cambiado tu cara en el recuerdo:
la ventaja maligna de la ausencia.
Cada vez que me llaman y repito la historia
el tiempo se hace trizas en un vidrio empañado.
Y aparecen las fotos que no se muestran nunca,
los amigos, los libros, el café, las raíces
del barrio que sostuvo las voces de tu vida.
Aquel diálogo inútil –saber qué nos decíamos-
es una adivinanza que pierde su sentido.
Para la muerte no hay categorías,
pero la duda, el cuándo, los adioses sin fechas,
los supuestos más tristes desde un momento aciago
como el motor de un auto que parte hacia la nada,
no dejaron un punto final, sólo un suspenso.
Pasaron veinte años desde un viejo poema
que te escribí con culpa.
Más años todavía desde que te llevaron:
esa cuenta la cargan tu mujer y tu hija.
Yo apenas me confundo la sombra de tu abrazo
pero me sé tus versos
y te cuido ese sitio sin paz de la memoria.
 
                                                                                        (De “Ese sitio sin paz de la memoria”)
 
*
 
 
GENEALOGÍA
 
 
Mi padre no me hablaba de su padre o su abuelo
y yo no fui el curioso rastreador del silencio.
No supe indagar sombras ni fantasmas
porque bastaba el rito de ignorarnos.
Y estaba el sol.
Era difícil conversar conmigo.
Tal vez por eso las palabras
se fueron despertando en mi escritura.
La muerte lo llevó de madrugada,
sin despedida y sin explicaciones,
no me sirvió siquiera de experiencia.
Volver hacia otro tiempo ya no cabe:
del pasado se vuelve sin testigos.
 
                                                                                                    (De “Explicaciones y retratos”)
 
*
 
 
 
FOTOS
 
 
Miro una serie de viejas fotos de una nena.
Son pruebas de retratos, actitudes distintas y sonrisas.
El fondo oscuro, algún objeto a mano,
una sombrilla, un libro,
poses sencillas que el fotógrafo guiaba
para encontrar la toma exacta
que complaciera a toda la familia.
Tiene cinco años esa nena. O cuatro.
Sólo una vez reconozco sus rasgos,
apenas,
aquel gesto que durará en su cara
para enamorarme.
Nada del futuro entonces,
nada del misterio que hará venir su vida
hasta mi encuentro.
Todavía
los años la embellecerían hasta la madurez.
Pérdidas y ganancias, hijos, un nieto,
cuántas expectativas imposibles de discernir.
Algo puede nublarse en mis ojos:
la culpa de no hacerla más feliz.
 
                                                                                                                          (Inédito)
 
*
 
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Rafael Alberto Vásquez y R. R., septiembre 2014.
 
 
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