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09 de Mayo, 2014
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Entre-vista en tramos-e realizada
por Rolando Revagliatti
Hugo Alberto Patuto nació el 26 de
enero de 1961 en Conesa, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside
desde 1990 en otra localidad de la misma provincia: Pergamino. Es Profesor
Nacional de Castellano, Literatura y Latín. Fue docente y empleado judicial. Y
uno de los fundadores, en 1982, del Grupo Literario “Disámara” de la ciudad de
San Nicolás, también en la provincia de Buenos Aires, donde dictó las
conferencias “Ernesto Sábato: aproximación a su narrativa” (1988), “Federico,
qué corazón!”, compartida con el poeta Astul Urquiaga, hijo (1997), “Homenaje a
Roa Bastos” (1999) y el seminario “La metáfora: señal de la intemperie sin fin”
(1997). Además de actuar como jurado en certámenes literarios regionales,
nacionales e internacionales, obtener numerosos premios y ser incluido en
antologías de su país y de Italia, fue difundido su quehacer, por ejemplo, en
las revistas “Clepsidra” y “Sr. Neón” (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), los
diarios “Rosario” (Rosario, Santa Fe, la Argentina), “El Norte” (San Nicolás),
“La Opinión” (Pergamino) y en propuestas electrónicas. Con el artista plástico Sergio Bonzón y el
actor Miguel Fanchovich organizó dos muestras pictórico-literarias en el
Colegio ICADE de Pergamino (1997 y 1998). Coordinó en 2001 el taller literario
“La posta de los versos”, dependiente de la Escuela Municipal de Bellas Artes
de Pergamino. Sus libros de narrativa breve son “Acuario de sorpresas” (1994), “Jauría
y otros relatos” (2012), mientras que
son sus poemarios editados: “Precioso ángel en llamas” (1982), “Orilla
en la sangre” (1989, Faja de Honor otorgada por la Asociación de Escritores
Nicoleños en 2012), “El destino de la nube” (1993), “Como podría decirse del
viento” (2001), “El tatuaje de las voces” (2009).
RR – Conesero durante casi treinta
años, Hugo, habrás ido tornando a pergaminense por adopción y con intensos
lazos nicoleños. Sos un exponente de escritor bonaerense consubstanciado con el
transcurrir de una de las zonas más ricas de nuestro país. Sos testigo y
partícipe privilegiado de las derivas de Conesa, Pergamino (“La Perla del
Norte”) y San Nicolás de los Arroyos. Te propongo que nos interiorices sobre tu
transcurrir en dichas localidades.
HAP – Cursé estudios primarios y secundarios en Conesa;
egresé como técnico mecánico de la Escuela de Educación Técnica Nº 1 "Juan
Bautista Alberdi" en 1979. Había obtenido, en 1978, una mención honorífica
en el Certamen Literario "XXXVII Aniversario de la Asociación Cultural
Rumbo" de San Nicolás; conocí a Jimmy Urquiaga, también galardonado. Su
padre, Astul Urquiaga, poeta que integrara el Grupo "Arroyo del
Medio", fue inspirador y acompañó hasta su muerte (ocurrida en 1990) a
"Disámara". Fui empleado administrativo en la Cooperativa Agrícola
Conesa entre los años 1981 y 1985. Inicié el Profesorado de Letras en San
Nicolás, en 1983, obteniendo el título en 1988. Desarrollé tareas en el Juzgado
Federal de San Nicolás, en el período 1986 y 1990. En ese último año me
establecí en Pergamino, cubrí suplencias como profesor, me casé con Adriana
Mínguez y nuestros hijos se llaman Ignacio (1992) y Gastón (1997).
Conesa, San Nicolás y Pergamino han
significado para mí la ferviente adhesión a un movimiento social y artístico,
cuya relevancia pulsa en el teatro, la plástica, la música y la literatura.
Destaco la labor del Teatro Estable de Conesa, dirigido por Miguel Ángel Mutti:
“Bon your Tailandia”, su última puesta en escena. El Grupo Literario
"Disámara" está abocado al homenaje al poeta Astul Urquiaga, con
motivo de cumplirse en julio de 2014 el centenario de su natalicio. En
Pergamino tuvo lugar el estreno de "La Piaf", exitosa comedia
musical. Con el Grupo Literario “Hojarasca” llevé a cabo la edición de mi libro
"El destino de la nube", y con el Grupo Literario “Siete Mujeres”, la
presentación de "El tatuaje de las voces", además de la participación
en cafés literarios. El Taller Libre de Poesía y Narrativa de la Casa de la
Cultura de Pergamino, coordinado por Edna Pozzi (1997 a 1999), fue una
experiencia que valoro; aprendí a replantear el hecho estético dentro de la
creación.
RR – A los 21 años, en simultánea con
la aparición de tu primer poemario, ¿con qué otros escritores fundás el Grupo
Literario “Disámara”? ¿Qué iniciativas sostuvo el grupo?
HAP – Me acompañaron en la fundación
los escritores Miriam Cairo, Laura Malatesta, Ana Santillán, Piero De Vicari,
Daniel Erne, Jorge Maciel, Sebastián Olaso, Daniel Ruiz, Pedro Antonio Salinas,
Pablo Scervino (quien ha fallecido), Javier Tisera, Astul y Jimmy Urquiaga. Del editorial del Nº
1 transcribo: "Aunque sean molestas y parezcan frías y súbitas, las
explicaciones un poco técnicas o científicas son necesarias en este principio y
queremos ser entendidos. Disámara es un fruto seco, con pocas semillas y
pericarpio extendido a manera de ala como la del fresno, el olmo, el arce, la
tipa y otros cuya diseminación se realiza por medio del viento (anemófila),
pero además, a partir de este momento y por su humilde condición de vehículo de
vida, Disámara pasa a constituir el nombre de esta revista... Nosotros creemos
en la tierra fértil, pero también consideramos el asfalto interno y el frío
albergue del cemento. Hemos emprendido vuelo deseando no caer, o caer, para
radicarnos definitivamente en la luz o en la oscuridad que te acompañe. Sabemos
que no es fácil afrontar esta condición de Disámara solitaria y, desde este
inicio, esperamos no caer en el lado asfaltado del mundo."
RR – Vos y yo nos contactamos por
correo postal no mucho antes de la irrupción de “Orilla en la sangre”. Nos
vimos en dos oportunidades: cuando como invitado de un evento que amigos
nuestros organizaron en San Nicolás, realicé una lectura, tal vez como parte de
una entrevista, y cuando como invitado mío realizaste una lectura y respondiste
un par de preguntas, en el segmento a mi cargo que durante cuatro años formó
parte del café literario “Último Infierno”. Introducción ésta para proponerte
que nos aportes tus impresiones sobre los efectos en el público de las lecturas
de poemas por sus propios autores. Y, además, sobre los efectos en vos como
público y en vos como lector.
HAP – La
lectura de poemas genera calidez; una sensación recíproca, de encuentro. En los
primeros recitales de "Disámara", escuché el comentario: "Los
poetas no saben leer sus poemas", aludiendo a esa rara combinación de
timidez, ansiedad y pavor que me invadía; y recibí, luego de mi participación
en el Segundo Festival Internacional de Poesía (2012), la opinión de los poetas John Oliver Simon
y Craig Czury. Un gesto relacionado con lo maravilloso de cada lectura. Siempre
la voz del poeta extiende, al leer, un secreto que la palabra recrea en el
público. Así lo he vivenciado al escuchar a Joaquín Giannuzzi, Ana Emilia
Lahitte, Diana Bellesi, Astul Urquiaga, Mario Verandi, entre otros autores. Y
como lector, intento una asimilación del motivo lírico para que la gente
disfrute, con pausas, armoniosamente.
RR – Varios años transcurren entre cada uno de los poemarios que fuiste dando a conocer.¿Podrías describir un poco cuál fue el punto de partida para la
composición de “Precioso ángel en llamas”? En 1993 aparece otro libro tuyo: “El
destino de la nube”. ¿Qué dirías que ha cambiado en 2001, al llegar a “Como
podría decirse del viento”? ¿Cuáles serían las preguntas esenciales que
recorren “El tatuaje de las voces” y cuáles son las respuestas que propone?
HAP – “Precioso ángel en llamas”
tuvo, desde la idea original, un propósito: divulgar algunos trabajos que había
compartido en reuniones de mate y lectura. “Lo mejor de mí quedará cuando yo no
sea visible; para ese fin me he preparado sin tregua”… La cita de Walt Whitman,
epígrafe de “Enunciación”, el texto que cierra el libro, sintetiza el afán de
comunicación, de búsqueda. Y éste es uno de sus poemas: “Lenta, tu mano recorre
la piedra/ Quieta, de sol y de miedo, de tiempo/ Ebria, tu mano en mi pecho
reclama/ Tierna, delicia de viento y parral.// Vital, la danza aflora del
núcleo/ Ardiente, por tanto fuego y memoria/ Agreste, el cabello tiene
misterio/ Breve, como una ilusión que se apaga.”
Según Daniel Mastroberardino, poeta y
escritor pergaminense radicado en Buenos Aires, “El destino de la nube” señala
uno de los posibles momentos futuros de la Humanidad… El agua como refugio y
alternativa”. Del poema “Ofrenda y Retorno”, la segunda estrofa: “Llevo al
dominio de la poesía mi tributo/ de hombre que se funde a los murmullos/ de un
bosque infinito.” El libro consta de tres partes, “Mutación”, “Escala de mi
llamado” y “El poema”; un planteo existencial, el amor y la creación,
respectivamente.
“Como podría decirse del viento”
tiene otra energía. En una cita inicial, declaro: “Mi casa tiene que ver con
las palabras y con el adiós a la llanura. Irme canción como podría decirse del viento.”
También dividido en tres partes, “Mejillas de laurel robado” (el amor, los
hijos), “Cercos de niebla” (los devaneos del amor) y “La textura del río”
(homenajes a Borges y Olga Orozco, un poema dedicado a mis abuelos).
En “El tatuaje de las voces”,
dividido en dos partes, me pregunto por esa huella vital que la pasión ha
dejado… El tesoro inagotable de los artistas, amalgamado con detalles
familiares y personales. “Con sed acaso ebrio”: “Un destello vibra con el andar
de la serpiente./ Aunque parezca imperceptible, su magia/ toca las paredes del
corazón/ y al instante crece la dentellada/ en el paisaje más puro de quien
mira/ con sed acaso ebrio/ por el dolor o la espera.”
Mi poesía intenta bucear en el amor como un modo de conocimiento; retoma
el devenir humano desde la palabra, entendida y consolidada por el misterio de
iluminar con sencillez, gracias al poema.
RR – Llamas, sangre, nube, viento,
voces… ¿Cómo has ido decidiendo el título de cada uno de tus poemarios? ¿Qué
trascendencia tiene para vos y qué alcance creés que tendrá en el lector?
HAP – La elección de cada título se
ha vinculado con la atmósfera que define el contenido. “Precioso ángel en
llamas” es un poema; sin embargo, “Orilla en la sangre” pone el acento en esa
limitación humana (o, mejor dicho, condición) que prepara el viaje a la otra
orilla, no reflejada en versos. “El destino de la nube” comienza con una cita
de Olga Orozco, y tampoco lo trasladé a un poema. “Como podría decirse del
viento” abre a la perspectiva de irse como canción, de transformarse. “El
tatuaje de las voces”: especie de racconto lírico de impresiones afectivas.
Personalmente, creo en la identidad
que fundará –con el lector- un motivo
para trascender el espacio del instante.
RR – Algo así como dieciocho años
pasaron entre la aparición de tu primer libro de narrativa y el segundo y
último. ¿Qué asuntos abordan uno y otro? ¿Cómo ha ido modificándose o no tu
forma de encarar los relatos? ¿Tenés ya material para un tercero? ¿Cuál sería
su título?
HAP – “Acuario de sorpresas” fue el
primer título de la Colección Narrativa “Fin de Siglo” de Yaguarón Ediciones,
de San Nicolás. Consta de trece relatos. He proyectado la ironía, el desamor y
la pincelada poética a una serie de motivos; lo autobiográfico cede con la
irrupción del misterio. La influencia de Cortázar es notoria.
“Jauría & otros relatos” fue
publicado por Ediciones Baobab. Lo integran veinticinco textos, en su mayoría
breves. Los fantasmas del pueblo (amor, venganza, locura, etc.) surgen con
aparente naturalidad. Uno de los cuentos, “Justine Ducrot”, fue concebido
inicialmente como nouvelle… Reconozco mi dificultad para escribir prosa; y debo
a la síntesis del discurso poético una cadencia que hace más atractiva la
lectura. Voy anotando y corrigiendo… Me gustaría publicar minificciónes. ¿Un
título?: “Caminata en el corazón de la
tarde”.
RR - ¿Cuando te das cuenta que un
poema o un cuento están terminados, que sólo es cuestión de pulir? ¿Hay
palabras que jamás utilizarías?
HAP – Ha sido materia de discusión en
todas las épocas, y sostengo la idea del “borrador”. La intuición a través de
la palabra consigue un sentido. El desafío latente guiña desde cada lector y se
percibe un grado de conmoción, que puede abrazar o no al poeta o escritor.
Las palabras que jamás utilizaría:
aquéllas donde la idea y el contenido pudieran desvirtuarse.
RR - Alberto Girri en una carta le trasmite a Jorge Calvetti: “...y eso que
más admiro en un hacedor de poemas: la constante coherencia de un punto de
vista propio sobre la realidad. ¿No es eso el verdadero estilo de un creador?”
¿Te promueven, Hugo, estas líneas, un comentario?...
HAP – Uno lee a Whitman,
Rimbaud, Auden, Pessoa –enumeración
personal que denota preferencias, claro- y entra en contacto con el estilo. Una
irrepetible combinación de perspectiva, sabiduría y enorme talento.
RR - ¿Te ha sucedido que
corrijas poemas después de haberlos leído en voz alta delante de otros? ¿La
poesía te ha cambiado, o encauzado, o reencauzado o…?
HAP
– Si comparto una lectura, trato de reunir el material considerando el vuelo de
la última línea en cada poema elegido. Con Edna Pozzi hablamos acerca del valor
de la primera línea… Esa que va a permitir que la poesía fluya. En cuanto a la
poesía, siento que cambia conmigo, así de simple.
RR - ¿Qué es más importante en poesía, suscitar imágenes o conseguir cadencias
musicales?
HAP
– Ritmo: el equilibrado espacio de la
imagen dentro de la música.
RR2
- ¿Qué relación existe entre superarse y resignarse? ¿Solés estar en desacuerdo
con vos mismo?
HAP
– Un poema escrito a los catorce años dejó de volar en el secreto de cuanto
imaginaba; confirma, treinta y nueve años más tarde, el aprendizaje y señala un
desapego. Tal vez, aquel asombro de los primeros versos haya convertido lo
estético en otra forma de celebrar la vida. Superarse y resignarse valen (y
cuánto) para aceptarse… Volver al camino, con el entusiasmo del creador, con
uno mismo reinventándose por las palabras.
RR - ¿En una entrevista que le realizaran a Alberto Laiseca, él mentó algo que
Oscar Wilde dijo: “El mero espíritu creador no crea, sólo imita. Sólo el
espíritu crítico permite acceder a la creación.” ¿Cómo definirías el rol de los
críticos?
HAP
– El crítico debe concentrar su esfuerzo, como el creador, para mirar en todas
las direcciones, sensible y profusamente.
Hugo Alberto Patuto selecciona para esta entrevista, en mayo de 2014,
seis poemas de su autoría:
CUANDO LA TARDE
El cabello suelto como el dibujo de una galaxia,
las ganas de correr hacia el nudo mismo
cuando la tarde se piensa noche
dentro del código de la siembra.
Atenazado por el viento,
ese papel trae un reflejo dorado
que te nombra.
(Inédito)
TEMBLOR AGAZAPADO
Vas a recorrer la mínima sensación del
futuro
en el temblor agazapado que te desborda.
Y vas a soltar, como una promesa, los
vicios
que nombran aquella luz inabarcable.
Vas a pensar el corazón furtivo de la
piedra
cuando los barcos enumeren lo soñado,
voces que tramarán con el espejo
tu revés de plegaria y frutos.
Vas a decir, frente al andamio de las
cosas,
que la sangre te desafía largamente
o que murmura el bosque
cuando la tarde
inunda el deseo más claro.
(Inédito)
POCILLOS
Ahí quedan los ojos,
cerca del remolino fugaz y temerario
que alimenta la mirada de los pocillos
en tanto crece, como dádiva del sueño,
tu boca
para nombrar eso que el mundo no sabe.
(Inédito)
AMOROSA CALIGRAFÍA DE OTOÑO
En la penumbra de la casa
una línea que va desatando
lo complejo del misterio
vuelve a probar que tu mano
resiste.
(de “El
tatuaje de las voces”)
LOS MAGOS DE LA SIESTA
A Ignacio y Gastón Patuto
Construyen la mejor visión de lo real y
despiertan
a la marcha sanguínea con héroes
impulsivos,
un juego de identidades que perfora
el diminuto bosque de adrenalina.
Saber de su raro mutismo
vale tanto como la palabra de los
dioses
o la sonrisa teñida por el vino
cuando la mesa familiar colma nuestra
espera.
Hay veces en que los pedales confunden
al pobre conejo y nadie busca salidas
con el agobiante calor
trocando sueño por agua.
Que los brazos de un soldado aparecen
detrás del modular, sin el color de la
victoria;
que la Ferrari olvida su terco destino
de rayar el cielo a pura cilindrada.
Vamos a convertir en peces
el misterio del conejo hecho de alarmas
que siempre hablan del mágico perfume
donde cabe la pasión por la vida.
(de “Como podría decirse del viento”)
CONOZCO LA SALIDA, GEORGIE
Hay que desarmar la biblioteca del
siglo
y pensar dos minutos en Babilonia.
Enseguida borrar los pasos de Chiclana,
de Nicanor Paredes, de Servando Cardoso
y poner luz en la garganta de Quiroga.
Con la memoria de Funes recuperar los caballos
que denotan al atardecer una fuga
perpetua.
Celebrar en Ulises el amor prodigioso,
como si la máscara del amor nos
condenara.
Sentir el hambre de la llanura en
Acevedo
y los labios de Emma Zunz, vengativos.
Imaginar a Caín lejos de Abel, sin
golpes.
Que Dios retorne como pájaro de sombra,
lloviendo secretamente varias lunas
en el gastado camino de los muertos.
Música, fuego y leones para inventar el
vino
cerca de Heráclito, de Spinoza, de
Whitman,
de Stevenson, de Poe, de Kipling.
A través del aleph espiar al unicornio
herido.
Todavía jugar en Islandia con el mar de
ceniza.
Conozco la salida, Georgie:
Mañana volaré a Ginebra.
(de “Como podría decirse del
viento”)
Ciudades de Pergamino y Buenos Aires,
distantes entre sí unos 230 kilómetros, Hugo Alberto Patuto y R. R., mayo 2014.
http://www.revagliatti.com.ar/ultimo2008.htm#patuto
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islanegra a las 14:51 · 4 Comentarios
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26 de Abril, 2014
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Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando
Revagliatti
Graciela Perosio nació
el 14 de junio de 1950 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, Capital de la República Argentina. Egresada en
1972 de la Facultad de Historia y Letras de la Universidad del Salvador,
ejerció la docencia universitaria y dirigió el Departamento de Extensión
Cultural del Instituto de Cultura Religiosa Superior. En 1995 obtuvo la Beca
Nacional de Investigación del Fondo Nacional de las Artes, para estudiar la
obra del poeta argentino Carlos Latorre.
Entre 1982 y 2014 ha publicado los poemarios “Del luminoso error”, “Brechas
del muro”, “La varita del mago”, “La vida espera”, “La entrada secreta”, “Regreso
a la fuente”, “Sin andarivel”, “Balandro”. Además de haber sido
traducida al italiano y al portugués, fue incluida en numerosas antologías
nacionales y extranjeras, tanto en soporte papel como electrónico. Participó en
la segunda edición de la Historia de la Literatura Argentina, publicada por el C.
E. A. L. (Centro Editor de América Latina). De sus trabajos de investigación
citamos “Olvido y reminiscencias en ‘Los
pasos perdidos’” en “Historia y mito
en la obra de Alejo Carpentier” (1972); “Ricardo Rojas. Primer profesor de literatura
argentina” en “Capítulo. Historia de la
literatura argentina” (en colaboración con Nannina Rivarola, 1980); “La profesionalización de la crítica
literaria” (selección, prólogo y notas, C. E. A. L., 1980); “‘Casa extrema’ La poesía de Carlos Latorre”,
en “Hablar de Poesía” nº 5, Buenos Aires, junio 2001; “Juan Gelman. La construcción
del imposible nido” en http://actaliteraria.blogspot.com/2011/10/juan-gelman.html en octubre 2011. Permanecen inéditos “Juan Rulfo y
la cultura de la pobreza”, “Los libros finales de Alfonsina Storni.
Reformulación del deseo”, “La poesía de Norah Lange. ‘Un rosario de cuentas
blancas’”, etc. Inédito se mantiene el ensayo “Nudos de una lectura” de Luis
Bacigalupo, concebido a partir de sus primeros cuatro poemarios (solamente
leído por su autor en la presentación de “La
vida espera”, en el Museo Libero Badi). Fue en 1994 cuando presentó en la
Fundación Del Viso una muestra de pintura titulada “Causas Desaparecidas”.
Mientras que en 1999, Aroldo Lewy -en el Museo Luis Perlotti-, dedicó una muestra escultórica a su obra,
trabajando en especial el poemario de 1995. Un año antes, los artistas
plásticos Silvana Perl y Enrique Banfi, integraron poemas de su autoría a la
instalación urbana “Fuente de Poesía”, la que ha quedado como monumento de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, frente a la Biblioteca Nacional. Sobre su “Regreso a la fuente” fueron realizadas
dos muestras performáticas multimediáticas, una en la Sala Solidaridad del
Centro Cultural de la Cooperación y la otra en La Casa de la Lectura. Un poema
de “Sin andarivel” fue seleccionado
por la Secretaría de Cultura del Gobierno de Buenos Aires, para realizar un afiche
ilustrado por Alexiev Gandman que se expuso en las veredas de la ciudad.
1 - En parte porque descubrí www.familiaperosio.com.ar es que te propongo que nos cuentes sobre ella, la
nuclear, tu niñez, tu educación, tu
inserción universitaria, la familia actual…
GP -
Hay dos sucesos trágicos que
marcaron mi vida: el suicidio de mamá y el secuestro, tortura y asesinato de mi
hermana Beatriz. Beatriz era tres años mayor que yo y fue Presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos
Aires y de la Federación de Psicólogos de la República Argentina. Un grupo de
tareas de la Dictadura la secuestró el 8 de agosto de 1978 y creemos que fue
asesinada no mucho tiempo después. Cinco años antes, mamá se había suicidado. En la última charla
que mantuve con mi vieja, apenas elegido Héctor Cámpora como Presidente de la
República, me había dicho: “¿Sabés qué va a pasar ahora? Los militantes van a
salir a la superficie y los otros van a anotar en sus libretitas. Y después los
van a matar a todos. Tu hermana de ésta,
no pasa…Y vos tenés que sobrevivir.
Porque alguien tiene que contar cómo fueron las cosas. Yo, me hago cargo
de cómo las eduqué, pero no tengo resto para bancar lo que viene. No soy la Virgen María para quedarme
esperando que me entreguen el cuerpo.” Y efectivamente aún hoy no hemos
recuperado los restos de mi hermana, ni siquiera tenemos certeza del momento y
modo de su muerte.
Ahora sí te puedo contar otras cosas…
Tanto la familia de mi madre como la paterna provienen de la Liguria en Italia.
Mis dos abuelos se dedicaron a negocios vinculados a la comida. Mi abuelo
paterno junto con papá fueron propietarios del Restaurante “Perosio” que
funcionaba en Suipacha y Diagonal. Un lugar muy tradicional del centro porteño,
frecuentado por personalidades de la política, la cultura, las artes, el
deporte. Bioy Casares lo menciona en su “Diccionario
del argentino exquisito”.
Por parte de mi abuela materna estoy emparentada con
Benedetto Croce, cuya existencia, de chica, consideraba una leyenda, su propio
nombre y más aún el de su hermana - Santa Croce- me hacían pensar en una
invención de mi vieja que era una bromista irredenta. Entonces una tarde,
bastante ofendida, me leyó la biografía de Croce en la Enciclopedia : “Ahora
vas a ver si es un invento mío.” Así terminó con mi desconfianza. También Croce
sufrió momentos trágicos de pérdidas
familiares. A los 16 años en un viaje a Ischia y a consecuencia de un
terremoto, pierde a su padre, a su madre
y a su hermana. Él mismo es rescatado después de pasar varios días bajo los
escombros… En fin, otra historia de sobrevivencia.
Tanto mi hermana como yo nos educamos
en un Colegio de monjas y la familiaridad con las enseñanzas evangélicas y con
la figura de Jesucristo nos iba a marcar hondo. En mi niñez, ante un mundo que
se me antojaba hostil, siempre fui hipersensible, buscaba refugio en un
universo de fantasía: dibujaba, bailaba, componía canciones que repetía hasta
aprenderlas de memoria, porque aún no sabía escribir. Después, mi hermana me enseñó. Estudié danzas
españolas, algo común en esos años, e integré la Compañía de Marisabel. Bailé
en el Teatro “Cómico” de la calle Corrientes, y en el “Casino”. Las disciplinas
corporales –la danza, la gimnasia artística, el yoga, el tai.chi- me
acompañaron y ayudaron a lo largo de toda mi vida. Para subsistir en Argentina
hay que ser realmente acróbata. Tengo un poema inédito sobre este tema.
Cuando llegó el momento de ir a la
Universidad, quise entrar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, pero
la Dictadura de Juan Carlos Onganía la mantuvo cerrada a partir de la acción represiva del 29 de julio de 1966, conocida como la “Noche de los Bastones
Largos”, que significó el alejamiento para
muchos intelectuales, no
solo de la cátedra, sino del país. Opté
entonces por asistir a la Universidad del Salvador, con el propósito de
cambiarme después, pero por las diferencias de programas resultó imposible.
Me recibí a los 22 años. Había
empezado a enseñar desde el segundo año de mi carrera como Auxiliar Docente en
la Cátedra de Filosofía de Agustín De la Riega. Podrás imaginarte lo doloroso
que resultó, cuando, ya nombrada y rentada en la Universidad de Buenos Aires, perdí mi puesto por la Intervención de Alberto
Ottalagano, que nos echó a todos. En la UBA, por fin en la universidad pública,
me había integrado a la Cátedra de Literatura Colonial Argentina, cuyo titular
era Ángel Núñez –acaso recordás que nos invitaste a ambos en 1999, a leer poemas en el Ciclo “Olivari”-. Con su
adjunta, Nannina Rivarola, que se
convertiría en amiga entrañable,
escribimos después algunos trabajos para la Historia de la Literatura Argentina
que publicara el Centro Editor Latinoamericano. Pero nunca más volví a retomar
la docencia universitaria. Como también te imaginarás, tampoco volví a bailar
en la calle Corrientes. Aunque quién te dice, todavía… (Risas.)
En la Biblioteca Popular de Martínez
, durante 1979, empecé a coordinar los talleres de escritura que había fundado
Nicolás Bratosevich. “Las Voces”, mi taller de creatividad, había tomado forma
a instancias de mi hermana Beatriz y su primera sede fue el Jardín de Infantes
que ella dirigía y que se cerró a consecuencia de su secuestro. Continué con
esta actividad en la Biblioteca y después pasé a hacerlo en mi casa en la
provincia de Buenos Aires, en la localidad de Florida.
Me había casado a la misma edad que me
recibí, y de ese matrimonio que duraría quince años, nacieron mis dos hijos,
Lucas y Milagros. Lucas está casado y es padre de Laura y Gael. Él eligió la
carrera de Historia y se licenció en la UBA. Milagros pinta y publicó el
poemario “(queda entre nosotros)”. (1)
2 – Y vos ¿qué te acordás de tu primer
libro? Hablame de tus libros.
GP -
En los ochenta ni me imaginaba que
la escritura de poesía se convertiría con el tiempo en mi actividad principal.
Pensaba, en cambio, que en algún momento iba a reanudar la tarea académica, pero sentí que tenía que
sacar un libro como respuesta a la Dictadura, una forma de afirmar que seguía
viva. Entonces, bastante a las apuradas, reuní un grupo de textos escritos sin
la menor idea de ser publicados, escritos muy íntimos ¿entendés? Así nació “Del luminoso error”, que es del 82. Aún
así y con toda su desprolijidad, rescato
de ese conjunto visceral, alguna página como “Lluvia”, en cierto modo un
autorretrato válido.
Siguió “Brechas del muro” de 1986 (mi hijo decía que yo publicaba para los
mundiales de fútbol: este año también coincide), con un poema dedicado a
Beatriz. Mucho tiempo después de la edición tomé conciencia de que lo había
concebido a partir de un encargo que ella me había hecho en vida. Me pidió un
texto que expresara los sentimientos de un preso político, algo para una
revista militante. Y la verdad, no me salía, quedaba panfletario, obvio, no lo pude resolver en aquel
momento. Y después terminó por darse este texto que surge casi como jugando,
alrededor de un verso de Alejandra Pizarnick. Se difundió por primera vez en
“Punto de Vista”, y toda la revista estuvo ilustrada por Luis Felipe Noé.
Yo ya venía trabajando con la obra de Noé, pero allí decidí conocerlo personalmente. Una figura
magistral, de fuerte ascendencia sobre mí y cuya pintura va a seguir
generándome escritos. Mi libro posterior,“La
varita del mago”, es una reflexión sobre el vínculo entre las generaciones
del ’60 y del ’70. Algunos poemas nacen de la visión de un cuadro de Noé y los otros parten de la lectura de un verso de Juan
Gelman. La escritura y publicación de
ese libro coincidió además con la disolución de mi matrimonio. Y operó como bisagra
para separarme también de mi
pasado, de los amados maestros, del
heroísmo como forma de vida. Lleva una dedicatoria que me trajo más de un
problema: “A los hombres del ’60 por
cuyas ideas mi generación puso el cuerpo.” Lo cual no pretendió decir que
la generación del ’60 no puso el cuerpo como se interpretó, sino que no es lo
mismo dar la vida a los 20 años, cuando difícilmente tus ideas se puedan
considerar cabalmente propias.
En 1995 se publica el poemario que
ronda la figura materna y reflexiona también sobre el suicidio: “La vida espera”. Lo materno en sí mismo y la femineidad son
temas que reaparecen de modo más sesgado en el quinto libro: “La entrada secreta”, un trabajo con mucha intertextualidad. Alude a
las leyendas de la gesta artúrica, al imaginario celta. Aquí importa decir que
para los chicos argentinos nacidos en los ’40 y los ’50 el imaginario celta, el
rey Arturo y sus caballeros, personajes como Ivanhoe o el Príncipe Valiente
fueron lecturas habituales. E integraban la famosa Colección Robin Hood que
acompañó nuestra infancia. Con este libro inicio mi experimentación en
las performances: se presentó en la
Sala de Representantes de la Manzana de las Luces y leí el último poema, “Canto
de alabanza”, desde el escenario a oscuras y con un único reflector sobre el
atril donde estaba el libro. Concluida mi lectura, desde el fondo de la sala
empezaron a oírse voces que cantaban los versos y que el público no podía ver.
Un efecto “fantasmal” que resultó interesante. Hoy esta forma de presentar un
poema se ha vuelto habitual pero en aquel momento fue novedosa y justamente por lo inesperado, causó mayor
emoción en el público.
A“Regreso a la
fuente”, mi sexto libro, la
considero una obra aún irresuelta. Creo que debiera reescribirla, pero por
ahora la voy completando con puestas en escena. Su escritura me sumergió en una
investigación de la mística renacentista y los escritos de las academias
italianas. Me apasionó la lectura de la “Hypnerotomachia
Poliphili” (“Sueño de Políphilo”)
atribuida a Francesco Colonna, aunque me
acerco más a la tesis de Kretzulesco-Quaranta de que se trata de un texto
colectivo cuyo compilador fue León Battista Alberti. Un texto en clave
redactado por los humanistas de las academias.
De alto contenido ecológico, en él se advierte el peligro de olvidar que
provenimos del agua. Profetiza como especialmente riesgoso el momento en que
nuestra civilización gire alrededor de las “fuentes
negras de la muerte en las tierras donde se inició la humanidad”. Fijate
que leí esto a mediados del 2002, faltaban pocos meses para que Estados Unidos
invadiera Irak. Una coincidencia conmocionante.
Después vino “Sin
andarivel”, donde se puede leer entre líneas mi incursión en la meditación
budista. Hace días acaba de salir “Balandro”. Y tengo inédito un poemario titulado “El privilegio de los años”.
3 – El título del poemario inédito me da en
el plexo. Ya lo quiero leer. Tanto me ronda, cuando no me acecha o acicatea, el
asunto de “tener ya mis años”. Introito éste para solicitarte que nos adelantes
algo sobre su estructura. Y, de paso, también sobre “Balandro”.
GP - El
título “El privilegio de los años” lo
tomo de la película “El maestro de música”. La
esposa del maestro habla a la alumna joven, deslumbrada por su profesor, y le
dice: “Usted tiene la ventaja de la
edad, yo tengo el privilegio de los años”. Fijate que son expresiones que fuera de contexto pueden parecer
sinónimas pero no lo son.
Por otra parte, para alguien nacido en
los’50 y de mis ideas, haber llegado a los 63 en Argentina es un privilegio.
Pero además, una -a fuerza de vivir y equivocarse- adquiere una mirada
privilegiada sobre la vida. Ahora, me han preguntado si el título tenía que ver
con la escritura y hay que decir que este privilegio no implica una facilidad
mayor para escribir, porque a medida que se aprende el oficio también aumenta
la exigencia, el desafío de lo que se pretende.
La distancia entre lo que se quiere lograr al escribir y lo que
realmente se puede, es infinita siempre.
El libro habla de estas cosas, de lo que
cambia con los años y de lo que no. El ansia de amor no cesa, el abismo frente
al otro no cesa. Nunca se sabe cómo cruzar la calle y comprender o hacerse
comprender… También llegan las generaciones nuevas, el ser abuela y ver que en
algunas cosas volvés a empezar, a acompañar el crecimiento de un niño, verlo
asomarse al mundo, otro mundo, no el que sentiste tuyo. Inevitablemente comparás tu infancia con el ser niño de estos
días y hay algunas coincidencias y también abismos de distancia.
En
cuanto a “Balandro”, está
dividido en dos secciones: “la necesidad
de pintar” y “la necesidad de narrar”. La primera la
integran poemas más breves, escenitas, cuadros. La segunda es una novedad en mi
obra: aparece el poema largo narrativo. Se busca el sentido de ciertos
acontecimientos del pasado. Una va tratando de armar un rompecabezas, descubrir
el revés de la trama que se escribió con la vida. El título nombra la más
pequeña de las embarcaciones a vela, un navío que Fabio Morábito en su
contratapa, asocia a los naufragios, al transcurrir de los sobrevivientes.
4 – “Punto de Vista”, “Hablar de
Poesía”, importantes –sustanciosas- revistas te han publicado. (Sé que sucedió
también con una que yo apreciaba tanto: “Feminaria”.) ¿Qué te hace sentir que
tu quehacer aparezca en ellas?
GP -
Una espera el reconocimiento, esa
mirada del colega que nos confirma en el camino, por supuesto, y no siempre se
da. Pero aun cuando sí se da, forma parte del trabajo. En cambio hay otras
cosas que te desbordan. Fijate que en un sitio de la Red, leí de pura casualidad , una anécdota de un preso en la
cárcel de Río Negro que cuenta esto: “Yo
me sostenía leyendo el poema ‘Tiempo de
familia’ de Graciela Perosio; pensaba voy a salir de acá y vamos a volver a
estar todos juntos.” Eso es algo más allá de lo esperable. ¿Y sabés cómo le
llegó el texto? Porque lógicamente necesité averiguar: el hijo de una ex alumna
del taller, que es psicólogo, hace un trabajo de lectura en presidios y cuando
falleció su mamá, se había quedado con mi primer libro que es donde está ese poema.
Hay reconocimientos íntimos que para
mí valen infinitamente, comentarios de lectores, de personas que pasaron por mis clases. Me parece
que si los repito violo el encanto del secreto. También fue fuerte ver mi poema
en un cartel de la avenida 9 de Julio. Y
tuve la alegría de que a pesar de que en ese momento fuimos sólo cinco poetas
seleccionados por la Secretaría de Cultura de la Ciudad, uno de ellos había
asistido a mi taller, Gustavo Álvarez Núñez. ¡Cartón lleno!
5 – Que te hayas ocupado de
escudriñar la obra de Carlos Latorre, el autor de “La ley de gravedad”, “La
línea de flotación”, “La vida a muerte”, “Cabeza o triste páramo”, prologado
por Juan Antonio Vasco (Ediciones Botella al Mar, Buenos Aires, 1979), me incita
a reclamarte una semblanza de ese admirado poeta. Y como también has
escudriñado a Ricardo Rojas y a Norah Lange, tu visión es bienvenida.
GP -
Latorre era una persona que vivía con el pie
en el acelerador, la vida a pleno costo y la poesía a pleno costo. La palabra
“conveniencia” no entraba en su vocabulario. Pero te tengo que contar mi
historia con él. Tendría yo unos siete u ocho años y encuentro en un Suplemento
Literario, probablemente el de “La
Nación”, un largo poema de versos extensos. Y lo copio en un cuadernito. De
allí en más no iba a ningún lado sin ese cuaderno. Mi vieja lo llamaba “el
talismán de Graciela”. Un día, intrigada, me preguntó si lo podía leer,
entonces se lo di lo más contenta y me dijo: “Pero Gracielita,¿ vos entendés
esto?” “Entenderlo no, mami ¡pero cómo
suena!” Y allí mi vieja me miró de una manera como si pensara: no hay nada qué
hacerle, está perdida. Ahora, pasaron los años y en una presentación de
libros de Editorial Tsé-Tsé, Reynaldo Jiménez informa que en el público se
encuentra Mariluz Luna, la viuda de Latorre. Me acerco y le cuento la historia
anterior, y ella exclama: “Tuve que compartir a Latorre con tantas mujeres,
¡pero también con una nena!”. Después Mariluz vino a mi casa sorpresivamente y
me trajo todos los papeles de su marido con la finalidad de que escribiera
sobre él. Terminé presentándome a la
Beca del Fondo Nacional de las Artes, con los auspicios de Enrique Molina y de
Juan Gelman, y la gané. Entre los archivos de Latorre iba a encontrar guiones
de radioteatro, escritos bajo el seudónimo de Osvaldo Prada. ¿Sabés qué eran?:
las adaptaciones de films para la radio que pasaban los sábados por la noche en
el radioteatro “Lux” y que no me los perdía nunca. Me acuerdo que hasta dieron
una radionovela ¡basada en Bergman! Y me pasé la infancia siguiendo ese
programa; al final, Latorre había estado en mi niñez de distintas maneras. Pero, más allá de mis motivos
personales, creo que es imprescindible advertir su importancia a la crítica. La
obra poética de Latorre marca un paso entre el cincuenta y el sesenta, él es un
precursor de hallazgos del
coloquialismo, del uso de jergas en el poema, por ejemplo, expresiones tomadas
de la publicidad. Así como Eduardo
Romano destaca el poemario “Sentimientos”
de César Fernández Moreno, yo insisto en que en su poesía, especialmente en los
poemas amatorios de Latorre, hay un antecedente de lo que va a hacer el ’60. Me parece que hay que subrayar que
ocupa ese lugar de puente en la Historia de la Literatura Argentina.
En cuanto a Ricado Rojas, hay mucha
gente que lo único que sabe de él es que escribió “El santo de la espada”,
su libro sobre el general José de San Martín, y la verdad es que me parece lo
menos valioso. Rojas nos ofrece un pensamiento original para comprender la
cultura de América Hispana. “Eurindia”,
hasta dónde yo sé, es nuestra primera Estética. Rojas crea la Literatura
Argentina como disciplina. Hace un trabajo extraordinario recopilando su
Historia Literaria que abreva en múltiples fuentes coloniales. Siempre
reflexioné sobre los dos textos pioneros que él señala y el peso que tienen
sobre nuestra construcción de identidad y de imaginario. La “Carta de Doña Isabel de Guevara”, una
pensionada que le reclama al Rey el pago de su pensión, y el poema “La Argentina” de Martín del Barco
Centenera: un poema escrito por un funcionario oscuro de la Inquisición del que
no sabemos con certeza ni los datos de su nacimiento ni de su muerte en España.
Sabemos sí todas las tropelías que hizo en nuestras tierras. Dejándonos, como
dice Rojas, “el nombre inmortal de una
obra muerta”. Su escritura, mala imitación del chileno Alonso de Ercilla,
es farragosa, ilegible, irresponsable, cuenta las cosas “más o menos”, manda las medidas de la isla Martín García -para
zanjar un problema limítrofe con Portugal- diciendo “a ojos vista de aquí para
allá mide…” Corrupto, “chanta”, plagiario…, así es el padre que nos nombra. Pero, por otra
parte, aún no sé de otro país que tenga nombre dado por un poeta. Un poeta
desastroso pero poeta al fin. Con Elsa Osorio, narradora de mi misma
generación, nos planteamos más de una vez hacer el guión de una película histórica
sobre Centenera. El problema es que sería un film de muy alto presupuesto. Pero
a mí me parece interesante preguntarse si la “legendaria” riqueza de nuestro país,
además de radicar en su ubérrima pampa húmeda, no está también en su
inextinguible capacidad de leyenda…
Respecto a Norah Lange, me llamó la
atención la coyuntura histórica que le tocó como poeta. Algo de esto ya lo
había señalado Beatriz Sarlo. Lange quiere pertenecer a la vanguardia
prestigiosa y separarse del aplastante modelo de Alfonsina Storni, pero por
otro lado está la figura gigantesca de Oliverio Girondo, y creo que no lo puede
resolver desde el género poético, no encuentra espacio para un decir propio y
acaba haciendo una excelente obra narrativa. En sus breves poemarios hay
muestras de la gran escritora que será, muestras sueltas, poemas que vale la
pena revisar, no digo todos, ella era muy joven, su plenitud se dio en la prosa,
sin duda.
6 – Dos décadas se cumplen de aquella
muestra tuya de pintura: “Causas desaparecidas”. ¿Qué tipo de pintura era? ¿Fue gratificante,
o no lo fue y por eso no has reincidido? ¿Has seguido pintando?
GP -
La especialización en creatividad
me llevó a practicar distintas posibilidades: bailar, cantar, pintar. Pero sólo
me considero autorizada a enseñar escritura y muy relativamente. Guardo esas vertientes creativas como
lugar de juego donde no hay una carrera profesional a la que responder; en esos
sitios no siento la exigencia y los transito por puro placer. Pero en un
momento la pintura creció y necesité detenerla, porque no podía llevar adelante
dos carreras artísticas más la docencia. Los cuadros de esa muestra estaban
dentro del informalismo, pero no todo lo que he pintado es así, creo que cuando
tomo algunos elementos de la figuración mi pintura crece, se complejiza. Esa
serie de la muestra nació en el taller de Eduardo Médici y no estaba en
nuestros planes -ni míos ni de Eduardo- que se hiciera una muestra. Eso fue una
casualidad que me sobrepasó y no sé si considero hoy una buena idea haber
permitido que se muestren esos trabajos aún muy primitivos.
7 y 8 – Se me ocurren dos preguntas.
Una acerca del Encuentro Nacional de Escritoras, realizado en el Centro
Cultural General San Martin y del que participaste en el 2000. ¿En qué consistió?... La otra sobre
el escritor y sus reflexiones sobre la escritura. Como sabemos, Graciela, hay
autores más propensos a hablar de sí mismos, a divulgar en público sus hábitos
y sus vicisitudes a la hora de enfrascarse en el trabajo, a confesar sus
encontronazos con las limitaciones subjetivas y objetivas. Están aquellos que
han escrito ensayos y aun libros íntegramente consagrados a revelar –entre nosotros, uno de los poetas que me
entusiasman: Darío Canton- la intimidad cotidiana. Y están los que optan por no
ofrecer pistas. ¿Qué escritores te
enseñaron más, en este sentido, a través de sus análisis, y de sus
declaraciones en reportajes o conferencias o mesas de debate?
GP -
Escritores que me hayan enseñado
desde su actitud, seguramente muchos; ahora, que yo haya aprendido, es otra
cosa. Siento que una nunca sabe lo que tiene que hacer, ¿no? Qué tiene que
decir, qué espera el lector, qué puede serle útil. Esto es un oficio y a la vez
no es un oficio, porque no cuenta con ninguna de las certezas de un oficio. Aquí
nada es preciso, taxativo.
Lo que sí quiero comentar es que a lo
largo del proceso de esta entrevista me llama poderosamente la atención todo lo
que he olvidado. Me preguntabas por allí acerca del Congreso de Escritoras en
el año 2000, por ejemplo, y me vuelven fogonazos. Me vuelve y ni siquiera estoy segura de que fuera esa vez que la
escuché, la voz de Graciela Safranchick leyendo un texto que me volvió loca y
nunca tuve oportunidad de decírselo; después busqué obra de ella pero encontré
muy poco. Me acuerdo casi sólo eso… Entonces, una tiene que creer que lo vivido
permanece de alguna manera, que aunque no me acuerde, las personas, los libros
que leí (y hay tantos que no recuerdo en lo más mínimo), los acontecimientos
están constituyéndote y que lo que dejaron es igual de valioso como inhallable,
irrepetible. Una debe hacer profesión de fe y entregar su vida como puede, que
es viviéndola.
¿Vos sabés que desde hace dos años me
reúno con poetas en encuentros mensuales que llamamos Casa Abierta? Bueno, en uno
de los últimos, gracias a un texto que leyó Alejandro Archain, un poema suyo
muy bueno que habla de huellas en el pasto que le sirven al otro para caminar; gracias a eso, me acordé de una cita de Luis
Felipe Noé, creo que de la “Antiestética”,
que dice más o menos así: para el artista lo importante es el camino, ese
camino se hace con obras. Las obras, dice Yuyo Noé, son en realidad las huellas
del andar y resultan importantes para los otros, mucho más que para el artista
mismo. ¿Se entiende a dónde voy? Yo te puedo contar más o menos lo que me
acuerdo, lo que registré y siempre es mínimo; pero el sentido de lo que te
cuento está en mañana, en lo que vamos a hacer, en seguir andando. ¿Estas
huellas que voy dejando lo quiera o no, alguien las va a seguir? ¿Señalarán
algún destino? ¿Aliviarán una búsqueda?
No sé. Sólo mañana sabremos si tuvo sentido hacer esta entrevista.
Y me preguntabas por entrevistadores
que recuerde...; y, la uruguaya María
Esther Gilio, esos reportajes publicados en la revista “Crisis” eran deliciosos; y otro material excelente: los tomos de “Confesiones de escritores”, editados
por El Ateneo, recopilaciones de artículos de “Paris
Review”.
9 – “En este rincón” el romántico
concepto de la “inspiración” para escribir (las Musas, “el espíritu”); y “en
este otro rincón” Edgar Allan Poe, Plinio, Camilo José Cela, Uslar Pietri, o
William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” Los
púgiles, cada uno en su rincón: los hemos presentado. ¿Por cuál te inclinás? O,
¿con quién más te identificás? ¿Adscribís a…?
GP -
Vos estás hablando de distintos
personajes internos que intervienen en el acto creativo (y aquí sigo a Martínez
Bouquet con su esquema de los seis personajes de la creatividad). Todos esos
personajes son necesarios. Hay uno que es el que escribe, que a veces se
conecta con el personaje del deseante y cuando ocurre eso, la persona no puede
dejar de escribir, no le importa no ser Borges, ni Cervantes.
Escribe, escribe, se devora el papel. Pero en el mejor de los casos esa fiebre
pasa, si no las obras no tendrían límites (y cuando sucede es una “patología”
grave). Cuando pasa, una examina el resultado sobre el papel y descarta, a
veces todo, a veces salva un verso o un poco más y comienza el trabajo del
personaje enemigo que se conecta con el amigo y entre ambos trabajan, corrigen,
reflexionan. Hay otros modos de escritura, por ejemplo, vos estás leyendo y se
te ocurre que ahí hay algo que te interesa, algo desde el pensamiento, una
ocurrencia teórica, tomás notas, investigás. Puede pasar que en el proceso se
desate el deseante y arranquemos de nuevo, pero también puede que no suceda y
sea sólo un proyecto inteligente pero sin fuerza. ¿Por qué no tiene fuerza?
Porque nació de un modo exclusivamente teórico, programático, racional. Y esto
es así: cuando empezás con el deseo (la inspiración) después podés podar, pero cuando empezás desde lo programático y
sin entraña es muy difícil insuflar en segunda instancia ese desborde del
impulso. Este es el problema más común que se me presentaba en el taller con
las personas que venían de la Carrera de Letras. El crítico era tan fuerte que
siempre le ganaba al deseo…, y cuando la crítica ya interviene limitando la
gestación, la escritura no resulta vigorosa, generalmente se observa eso. Es
como intentar educar un feto dándole palmadas, lo más probable será que abortes
o que nazca deformado. Primero la criatura tiene que nacer. Cuando se inicia
con un excesivo nivel de crítica, de inseguridad, de dudas, el camino es
riesgoso. Al comenzar es bueno un poco de descontrol, hay que sentirse potente,
entusiasmada, infinita y acto seguido decaer y ver la realidad de lo que quedó.
En el medio, un sinfín de variantes, de consultas, de búsquedas, pero el sueño
inicial ayuda y desespera porque una sabe que se acaba y hay que releer y
enfrentarse a la verdad.
10 -
El argentino Rafael Freda, para la edición de su poemario “Mundo tenaz”
(sonetos) (Alicia Gallegos Editora, Buenos Aires, 1993), concibió un Estudio
Preliminar de 24 páginas, interesantísimo (como el propio poemario lo es).
Entresaco lo siguiente: “Adoptar un lenguaje poético es lo tradicional; probar
a ver qué pasa es experimentar. Tomar lo aceptado e introducirle elementos
inesperados es innovar”; “Me gusta imitar. Reconozco mis fuentes. Prefiero el
verso medido al verso libre, el verso rimado al verso libre, el verso suelto al
verso libre”; “No rechazo la irracionalidad; pero quiero que mi poesía tenga
por qués, para compensar las sinrazones de las que se nutre”; “El estudio
preliminar lo escribí para que este libro imitara a los libros de texto”; “La
poesía agoniza sin lectores, y cada vez hay menos lectores de poesía”.
¿Añadirías, refutarías, comentarías (a sabiendas de que al entresacar, retiré
los contextos o escenografía)?
GP - La poesía no agoniza nada. En todo caso, lo que
agoniza en nuestro país es la política cultural. No hay gestores culturales o hay muy
pocos, hablo especialmente a nivel
institucional, y sobre todo escasean gestores que se ocupen del género poético.
Para
contestarte necesito
considerar algunas características de este momento histórico. Creo que el
neoliberalismo se ha introducido con fuerza en los comportamientos sociales y
el mundo de la poesía no es ajeno al fenómeno. Algunas características neoliberales
son el no respeto por el trabajo, la incentivación de la competencia, el
individualismo a ultranza. Entonces respecto de la valoración del trabajo
poético, a mí me puede gustar esta propuesta y no aquélla, eso es válido y
siempre ha sido así, pero cuando una persona sostiene una vocación durante años
con un trabajo entusiasta, con obra, con estudio, con lecturas, ese trabajo
debe ser respetado.
La
poesía no va a morir si nosotros no la matamos. Pero, ¿le damos vida
suficiente? La vida surge y se promueve en la reunión de lo diverso. Una gran
riqueza literaria no puede provenir de un grupito de personas y de una o dos
poéticas nada más, de actitudes sectarias en extremo. Mucho menos en un país
como el nuestro con complejidad de regiones muy diferentes entre sí.
Por otra parte, la política cultural no debe estar limitada por las
miserias de la política partidaria. Hay que diseñarla como política de estado y
sostenerla en el tiempo. Y es muy poco lo que hay: pocos concursos, pocos
subsidios, poca difusión. También ante la escasez, la competencia se vuelve
feroz. Y la competencia entre nosotros no va a mejorar las condiciones de la
producción cultural, ni la va a incrementar ni a difundir. Cada esfuerzo serio
que se pierde nos debilita a todos.
Es justo destacar el esfuerzo de los
blogs de poesía. Ya hace una década o un poco más, algunos escritores, entonces
muy jóvenes, empezaron a difundir mucha producción y a conectar a los poetas entre
sí a través de la red, esta tarea continúa hoy (nombro a Alejandro Méndez, Selva
Dipasquale, Valeria Cervero , Franco Castignani, María Belén Aguirre, de
Tucumán, y son muchos más, más de los
que yo alcanzo a leer seriamente y con asiduidad). En la actualidad hay poetas
de muy distintas generaciones trabajando
en blogs para difundir nuestra poesía y
la extranjera, a veces con traducciones propias. Como es el caso de Jorge Aulicino,
que siempre propone versiones nuevas de poemas clásicos y contemporáneos, o los
sitios de poetas como María del Carmen Colombo, Irene Gruss, Marcelo Leites, Gustavo Tisocco, Catalina
Boccardo; son incontables. Esperemos que este empeño no se debilite a futuro.
Porque eso es lo que se ve, que muchas veces el entusiasmo decae porque al ser
escaso el apoyo desde lugares institucionales, entonces los proyectos dispersos
por todo el país, de blogs, de ciclos, de festivales, no encuentran algo que
los aglutine, que los interconecte, que los ayude a sedimentar y perfeccionarse con el paso de los años. Es
una pena que no haya prosperado el proyecto de Casa de la Poesía, como la Casa de
Poesía Silva, de Colombia. Nosotros tuvimos distintos intentos pero lo cierto
es que la Biblioteca, la única especializada en poesía, que tuviera como sede
la Casa de Evaristo Carriego en la calle Honduras, hoy desafortunadamente está
cerrada, y no contamos con una Casa de Poesía ni en el Gobierno de la Ciudad ni
en el Nacional. Tampoco sé en qué quedó el esfuerzo de montar un Museo de la
Poesía en la casa de Lafinur en la provincia de San Luis. El Museo se hizo,
pero ignoro qué trascendencia ha conseguido. En general, creo que ni siquiera
se sabe que el Museo existe.
De repente aparecen algunas
excepciones como la creación del Premio Rosa de Cobre a la Trayectoria Poética,
una iniciativa reciente de la Biblioteca Nacional, que esperemos continúe. Pero
la riqueza de nuestro movimiento poético actual, que es enorme, merece mucha más atención y cuidado de los
existentes.
(1)
Milagros
King, Libros de Tierra Firme (editorial del
fallecido poeta argentino José Luis Mangieri), Buenos Aires, 2006.
Graciela Perosio selecciona para esta
entrevista, en abril de 2014, seis poemas de su autoría:
LLUVIA
Estoy oyendo llover. Y me desintegro, pierdo
las formas que me limitan para diluirme en el agua. Estoy lloviendo y choco
estrepitosamente contra el alero del quincho y me resbalo por las canaletas, me
filtro en el jardín, arrastro la tierra de las barranquitas, me encharco en los
desagües. Asumo tantos ruidos diferentes, colores, transparencias. Chorreo,
goteo. Golpeteo contra las aplanadas hojas del filodendro y salpico los
vidrios. Me enfurezco en los techos buscando sus fallas, sus grietas
escondidas.
Yo no puedo dejar de llover. La sensatez indica el intento de cimentarse en una
casa. Una casa acogedora, de grandes ventanales con prudentes y castas
persianas, con avizores cerrojos nocturnos. Pero no puedo abandonar la
intemperie, no ser lluvia. Lluvia. Desordenada lluvia que no admite forma
global, que está y no está en la gota, en el canto, en la nube, que forma napas
y alimenta ríos pero no está ni en lo uno ni en lo otro.
Soy la que se derrama, se regala, penetra, fertiliza, moja, empapa, limpia o
ensucia, según.
Sólo sé caer, desparramarme, deslizarme y permanezco únicamente en el oído de
los hombres como una música de orígenes que los empuja hacia dentro de su
corazón en busca de un techo no existe para mí, que soy la lluvia, la que está
fuera. Deshilvanada, deshilachada, descabellada, desnuda. La que está fuera
llorando su exilio.
(De
“ Del luminoso error” (1982))
Brechas del Muro
para Beatriz, con el amor viejo
“es mero muro es mudo mira muere”
Alejandra Pizarnick
es muro un mero muro un muro
para morir un muro
mudo es miedo
mudo de la muerte
muerdo el
muro el muro miente MIERDA el muro
muro de muerte
siento el
musgo del muro el mero musgo muelo mi mente
contra el
muro el muro es un muelle que se hunde
en
oscuros
mares mero musgo mero musgo del muro para mi
muerte
Mierda
es muro es mero muro es mudo mira muere
la vida por
los amigos di la vida
di mi muerte
mi mera
muerte mi mera vida contra el muro
contra el
muro siempre
mira es mero muro mira
el muro muere
(De “Brechas del muro” (1986))
*
sol edad es
el tiempo que nos queda
soles que
viajan solos rigiendo
en tristes
centros sistemas planetarios
llamaradas de
vos destruyen las voces
estallan la
palabra y el encuentro
mientras la
vida va y va y va.
(De “La varita del mago” (1990))
IV
noche
quedóse
exhausto el mar que tanto bufó el viento.
una
desmesurada noche disemina ecos de fukuyama.
y tu voz, un
susurro en la espuma del mar,
batiendo ,
sin embargo, duramente.
el único problema
ideológico,
verdaderamente
serio
que nos queda
por debatir,
es la muerte.
pensar,
legislar, engendrar
desde su
perfil estricto.
pero ¿qué si
desvanecemos el luto?
¿qué si
disfrazamos la obra
del dibujante
eximio en nuestro rostro?
¿qué podrá
saber quien no empuñe
-como
triunfante bandera por la vida-
la epifanía
del ritmo de la disolución?
tu sabia
disolución te hará invencible.
honra,
pacientemente,
la sacralidad
del instante
y el milagro
austero de la precariedad,
ardua llave
del arte,
que siempre,
aunque te abrume,
es la
orfebrería de lo mínimo.
contracara
del poder.
en fin, hija
esa hendidura
leve
del escueto
diálogo
con la más
fiel de las amantes.
(De “La vida espera” (1995) )
*
Caudaloso río iluminado por
enervante sol del desierto se revuelca y me revuelca de olas de juncos de algas
de arco iris de barro y remolino burbujas caracoles movimiento la forma de las
formas se perfila crece crecen plateados peces translúcidos almibarados
crustáceos del inicio quelonios pétreos escondidos vamos hacia la orilla
desbordada vamos venimos nos golpeamos recalamos y nuevamente una potencia nos
arranca nos lleva nos deshace nos hace nos renueva nos forma y nos deforma
vamos a un tobogán túnel de limo subimos rodamos más allá no se detiene marcha
al galope el río desbocado marcha en torrentes corre y se abre se abre y abraza
al mar al mar al que se vierte hacia él nos vence nos envía burbujas remolinos
olas que se van aquietando se deslizan por la arena de plata de diamante de
bronce de corales madreperla infinita la playa disemina y en ella la silueta
apenas pura luz que descarta con suaves movimientos de medusa con espasmódicos
ritmos de delfines la bella hija de Urano la Dorada está naciendo ved del
proceloso océano el espejismo de horizonte invulnerable y trae el regalo el don
que ha de otorgarnos el erótico sexo que define al ser que llegará y habrá de
amarla
victoriosa por siempre la divina Afrodita
(De “Regreso
a la fuente” (2005))
*
Para disfrutar
enero en Buenos Aires,
a pesar del
calor subtropical,
conviene que
aguces el oído.
Hay mucho menos
tránsito,
menos ruido.
Y eso permite
leer
en los balcones
con la fresca.
Pasear por el
parque de Palermo
sintiendo que
es un parque.
Si prestas
atención,
en algún
momento cierto,
descubrirás un
par de cardenales,
buscándose
comida
a los saltitos
por el pasto.
Puede que la
suerte te sonría
y veas también
algún pichón,
generalmente el
penacho aún no es rojo rubí
sino sepia o
ladrillo,
después
pareciera que el color
virara hacia la
sangre.
Te recomiendo,
además,
que entres al
Rosedal y hacia la isla:
hay pocas
garzas blancas,
sólo algunas
volando cielo arriba,
muy lejos de la
fronda,
pero, en
compensación,
en enero, sólo
entonces,
puede que
descubras una sabacú
o tal vez una
real, o una mora,
tienen alas
gris verdoso
y sólo blanco
el pecho,
pero una línea
de tiza vibrante
les cruza la
cabeza negra,
mira con
cuidado entre las ramas
porque estando
quietas
se funden con
el árbol.
También hay un
arbusto
de hojas ovales
y brillantes
de un verde muy
oscuro,
almenado de
flores blancas por decenas,
parecen
gardenias con pocos pétalos,
y completamente
abiertos
como
margaritas,
eso sí, sin
aroma.
Búscalo con el
busto de Darío,
en el jardín de
los poetas,
no podés confundirte,
la planta lo
rodea en homenaje.
La última
recomendación es culinaria:
a mediados del
mes
aparecen las
ciruelas Santa Rosa
en sazón y son
una delicia,
aprovéchalas,
suelen durar
una o dos semanas
y desaparecen
hasta el año próximo.
No sé si las
exportan o qué
sucede pero
presta atención,
no hay postre
que se iguale.
Y sobre todo
recuerda:
apunta con tus
ojos hacia el cielo,
la luz es una
gloria a cualquier hora.
Con tiempo
despejado o entre nubes
y aún por las
noches
el aire flota
tan dulce…
que casi las
ciruelas se imaginan.
(De “Balandro” (2014))
***
en la ciudad de Buenos Aires, Graciela Perosio y R.
R., abril 2014.
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18 de Abril, 2014
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Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando
Revagliatti
Marcelo Juan Valenti nació el
18 de febrero de 1966, en Rosario (ciudad en la que reside),
provincia de Santa Fe, la Argentina. En 1998 publicó la novela “Paralelo protervia”,
en co-autoría con María Luisa Siciliani. Sus libros de cuentos son “Una langosta
en la casa invisible”, 1999; “Ojalá Jane Fonda nos ilumine”, 2011, año en
el que también aparece su nouvelle “Invernadero”. En 2003
publicó “Caballo bifronte”, prosa poética en co-autoría con Susana Rozas.
Entre 2002 y 2014 fueron socializándose los poemarios “Presagio de la
reina ciega”,“Juego de abadesas”, “Jardín espejo” y “Espejo jardín” (ambos
volúmenes en 2010), “Después de la orgía, el canibalismo”. Integra
el grupo literario “La Torre de Papel”. La Editorial La Espada Rota (Caracas,
Venezuela) publicó la carpeta “El cálido paisaje del agua”, una
recopilación de sus poemas. Entre otras, integró la antología “Animales
distintos” (Muestra de escritores argentinos, españoles y mexicanos
nacidos en los sesentas), con selección, presentación y notas de Ana Franco
Ortuño, Antonio Portela, Benjamín Barajas y coordinación de Juan Carlos H. Vera
(en México, 2008), “Tercer concurso anual de poesía y cuento Macedonio” (1996), “Anuario
de cuentos breves ‘92” (Ediciones ImagenArte, 1993), “El primer
siglo” (Premio literario “Tierras Planas”, 1992), “La vuelta al mundo
en un poema 2003” (Ediciones La Guillotina, Buenos Aires, 2003), “Selección
de cuentos certámenes Alcides Greca” (Editorial Municipal de Rosario,
1993), “Cuentistas rosarinos” (Concurso de cuento 1998, U. N. R.
Universidad Nacional de Rosario Editora, 1999). Durante los primeros años
del siglo participó del movimiento mail artista (arte
correo). Poemas suyos fueron traducidos al catalán por Pere Bessó y al
portugués por Antonio Miranda. Fue co-organizador de ciclos literarios
públicos: en 2000, “Lecturas en la AZ93”, con Héctor Roberto Paruzzo y Pablo
Solomonoff, y en 2004, “Homenajearte”, con Raúl Astorga. Sus textos
fueron ampliamente difundidos en revistas soportes papel (…“Apofántica” de Mar
del Plata, provincia de Buenos Aires, “Palabras Escritas” de Asunción,
Paraguay, “Cultura de Veracruz” de Veracruz, México…) así como en la Red: … http://poetasdelsigloveintinuno.blogspot.com , www.agora127.com, http://poesiadelmondongo.blogspot.com …
1
– Cuando contactamos por primera vez, Marcelo, vos integrabas el grupo
literario “La Torre de Papel”. Comenzaría preguntándote por los objetivos de
aquel grupo, qué otros escritores lo conformaban, qué publicaciones llegaron a
socializar.
MJV – La pertenencia a "La Torre de Papel" no ha caducado, yo la
siento perpetua. El germen fue un taller literario al que asistí entre 1989 y
1992. Espacio lúdico de creación, contención y aprendizaje. Sobre fines de 1990
surgió la inquietud de vehiculizar nuestros trabajos hacia el exterior del
grupo, hacia el territorio de la lectura exógena. Barajamos nombres posibles,
que decantaron en la Revista "La Torre de Papel". En un primer lapso
publicamos sólo textos nuestros, pero luego nos abrimos a la participación de
otros autores que nos iban conociendo. Con generosidad, autores que ya tenían
mucha trayectoria, como Angélica Gorodischer y Roberto Fontanarrosa,
autorizaron la aparición de sus escritos en nuestra querida revista, que fue
creciendo hasta su última aparición en 1994.
Dentro del grupo se
generó un mundo propio de complicidades y aventuras, que rebasaron el espacio
de taller o el proyecto editorial. A lo largo de estos veinticinco años de
historia, nos hemos acompañado en distintos emprendimientos (entre ellos,
ciclos de lecturas y realización de cortos en video) y en la vida. Algunos
integrantes mantenemos la tradición del encuentro semanal. Con idas y
venidas, pasaron por “La Torre de Papel”: Raúl Astorga, Omar Carrizo, Nora
Fracchia, Claudio Gershanik, Beatriz Leguizamón, Susana Sarmiento, Ana Isabel
San Román, María Luisa Siciliani...y yo.
2
– Estoy persuadido de que muchos de nuestros lectores no tendrán una
representación acabada de lo que significó, y acaso significa todavía, el arte
correo, por lo que me parece oportuno que te explayes sobre el tema, y que nos
trasmitas ahora, ya distante de aquella práctica, cómo evaluás tu paso como
mail artista.
MJV – ¡El Arte Correo! Es hablar de diez años de una experiencia
extraordinaria.
Le debo su descubrimiento a la artista plástica Delia María López Zamora, que
participó en una convocatoria que se expuso en Rosario. La mecánica básica
consiste en la propuesta de un tema y la indicación de las características que deben
observar las respuestas (medidas, volumen, técnicas). La convocatoria se
difunde y cada persona (sea artista o no) que se sienta interrogado, provocado
o comprometido, puede aportar su trabajo que se envía por correo. Se presupone
que quien organiza debe enviar algún tipo de documentación a los participantes
y exponer las obras. La primera participación de la que tuve respuesta, fue una
que tenía como tema "2000: Año Mundial de las Matemáticas". Cuando ya
la había olvidado, recibí desde Italia un sobre con el suntuoso catálogo de la
muestra: “2000: Anno Mondiale della Matematica”, Castel S. Pietro T. Que me lo
hubieran enviado ya era todo un detalle. Imaginate lo que fue hallar mi trabajo
en sus páginas.
Trabajos míos aparecen
en los siguientes catálogos: en 2001 integré, también en Italia, “L ‘Utopia” en
Vicenza, y “Exit” en Bologna; en 2001-2002 en Lieja, Bélgica, “Anges Dévastés”;
en 2002, “40 Years of Mail Art”, Castel S. Pietro T.; en 2005 la muestra
“¿Hambre en el País del Trigo?”; en 2008, “Le Cheval”, Argentina-Francia. A lo
largo de diez años jugué en ese espacio creativo, abierto a artistas y a
entusiastas. Revaloricé experimentaciones que ya no destinaba a una destrucción
inmediata, porque habían encontrado un sentido. Exploré el collage hasta que
llegué a los límites de lo que podía expresar. Por entonces , las carreteras
del Arte Correo habían virado hacia las participaciones por e-mail. Di esa
etapa por concluida...en muy buenos términos.
3
– Es excepcional que se consolide la escritura de una novela en colaboración
con otro escritor –en tu caso, con la narradora María Luisa Siciliani, también
de Rosario, en casa de la cual estuve hace muchos años-. ¿Cómo la tramaron,
cómo la gestaron, qué operatividad establecieron? ¿De qué trata “Paralelo
protervia”?
MJV – “La Torre de Papel” fue la cuna del primer libro que publiqué. En el
verano de 1994, el grupo había pasado un día de campo, al que María Luisa
Siciliani se sumó cuando promediaba la tarde, con una proposición: escribir una
novela de a dos.
Tenía el tema: la amistad de una mujer y un hombre a lo largo de casi cuarenta
años. Vaivenes, fracasos, desilusiones, extravíos, bajo un arco histórico
extendido entre el primer peronismo y el final del llamado Proceso de
Reorganización Nacional. María Luisa tenía el punto de partida: la muerte de la
protagonista como disparador de la mención a las cartas que le ha escrito a su
amigo (en la que se cifra su vida) y una serie de puntos por los que tenía que
pasar la narración. El planteo era construir puentes entre esos puntos.
Descubrimos después la necesidad de encontrar la "voz" de cada
personaje, para que ambos pudiéramos tomar la escritura desde las distintas
perspectivas. Creo que uno de los logros de la novela es haber creado un texto
donde no se notan los cambios de mano. Todos nos preguntaban quien había
escrito qué. Los que conocían nuestros trabajos individuales, estaban
confundidos. A veces, la duda autoral la teníamos nosotros: a ese punto se
amalgamó nuestra escritura. Superar las barreras (¿aparentes?) de género, edad,
formación, experiencias vitales, estilo, fue, sin duda, un reto maravilloso.
Nos presentamos a uno de los concursos "importantes" con el seudónimo
M-lavaq (a partir de nuestras iniciales comunes, y lavaq... en referencia al
campo). No obtuvimos el premio, pero el libro existía. Lo publicamos en 1998,
con la Editorial Ciudad Gótica. Fue el primero para los dos.
4 – Otra obra has concebido en colaboración, después, con otra escritora
santafesina, Susana Rozas, de prosa poética. Te transfiero los mismos
interrogantes formulados en mi intervención anterior, Marcelo.
MJV - Conocí a Susana Rozas en el año 2000. Junto a María del Carmen
Reyes, fuimos jurados del tradicional concurso de poesía de la santafecina
localidad de Acebal, el "José Pedroni". De inmediato surgió una
fructífera amistad. Repetición del ciclo: por segunda vez recibí la invitación
a forjar un texto a cuatro manos.
"Caballo
Bifronte" es una nouvelle poética, categoría que implica un cruce, un
rompimiento de categorías. Fue crear y jugar. Los límites argumentales eran más
laxos que en mi anterior experiencia. Esa temporada resultó una excursión al
desenfreno del lenguaje, una explosión del vocabulario. El punto de
convergencia con "Paralelo Protervia" fue la necesidad de
un tono común, de un tercer lenguaje que no era el de nuestros registros
individuales.
5
– Acabo de releer “Espejo jardín” (tapa y contratapa de fondo negro y letras
blancas) y “Jardín espejo” (tapa y contratapa de fondo blanco y letras negras),
aquellos poemarios que fueran editados simultáneamente y en los que no hay
ninguna referencia en cada uno respecto de la existencia del otro. Además de
carecer de títulos los 37 poemas de cada volumen, impresos en la cara impar de
la hoja, los que no exceden la dimensión de las páginas, no constan índices ni
números de páginas, ni llevan prólogo o epílogo. Y un par de poemas son el
mismo texto duplicado en el mismo orden en cada volumen. En 2010 leí de corrido
un poemario y después el otro, pero ahora, en cambio, leí el primer poema de un
volumen y el primer poema del otro, y así sucesivamente. Y me resultó tan
gratificante esta segunda incursión mía en tu propuesta, que me llevó mientras
sucedía, a decirme que si yo hubiese sido el autor, simplemente la hubiera
ofrecido como un solo poemario –“Espejo jardín – Jardín espejo”-, donde el
lector en página par hallara por ejemplo, “Mi padre me devoró / aunque / no
tenía hambre.”, y en página impar diera con “Mi padre no deseó devorarme. Y sé
/ que tenía hambre.” Me gustaría, Marcelo, que nos contaras cómo urdiste estas
obras y las concretaste. Y que te refieras a tus decisiones concernientes a la
plasmación gráfica.
MJV - Susana Rozas me había hablado sobre un cuento de
Juan Carlos Onetti, que era el negativo de otro de Faulkner, como un homenaje
por oposición: ese fue el germen de estos libros: la construcción de poemas
sobre los que se proyectaran textos que los negaran.
No se trató de una serie completamente original y otra, su mero espejo.
Avanzadas ambas, los nuevos poemas nacían como continuación de una o de otra.
El resultado fueron estos libros autónomos, pero enriquecidos por ese reflejo
en el otro. En forma mutua, se abrillantan y se anulan. Salvo rara vez, nunca
pongo título a mis poemas. La falta de numeración de las páginas...: un
descuido de impresión. La idea fue ofrecerlos en forma conjunta, pero una
fantasía subyacente señalaba que los pares podían separarse. Y de hecho, ha
sucedido en varias oportunidades. No deja de titilar la ilusión de que, como en
el mito de las esferas, ambas mitades se reencuentren, recuperen su abrazo... y
sorprendan al lector. Dicen los artesanos orientales que la perfección no es de
este mundo. E incluyen adrede un error en el tejido de alfombras y
tapices. Viví la experiencia de la incompletud frente a dos poemas que me
parecieron irreversibles, pero que nacidos de la energía que originaron, debían
ser incluidos.
El trabajo de tapa
obligaba a un respeto de la trama urdida entre ambos poemarios. Me pareció que
el dibujo del artista holandés M. C. Escher tenía el grado hipnótico apropiado.
Revertir blancos y negros de la misma imagen, resolvió la continuidad del
juego.
La presentación pública,
fue también un juego de espejos. Las poetas Marta Ortíz y Antonia Taleti fueron
convocadas por separado, ignoraban quien era la otra persona que iba a
presentar (aunque sabían que habría alguien más, no mencionado) y recibieron,
cada una, uno de los libros. Luego hice una reunión con ambas, en la que les
entregué el que completaba el par. Para la presentación, vestí la mesa con un
mantel mitad negro, mitad blanco.
6 – En los setenta algunos supimos que Jacques Lacan había dicho: “…sería bueno
interrogar a los poetas para saber algo acerca del deseo. En efecto, el poeta
da testimonio de una relación profunda del deseo con el lenguaje, al mismo
tiempo que demuestra –lo que el analista no debe olvidar- hasta qué punto esa
relación poética con el deseo se ve siempre dificultada cuando se trata de la
pintura de su objeto: así la llamada poesía metafísica (léase ‘The extasie’, de
John Donne) evoca mucho mejor el deseo que la poesía figurativa, que pretende
representarlo.” Por un lado, Marcelo, te invito a que aportes alguna reflexión
o asociación sobre lo que Lacan despliega. Y por otro, que vincules lo que te
vaya surgiendo con tu poética, con lo que has ido encontrando, re-encontrando,
desencontrando…
MJV - Involuntarios fugitivos de un vacío fundante, ferozmente impelidos
hacia una búsqueda sin pausa, siempre insatisfecha, nuestro destino se teje
entre el deseo y el lenguaje. Marcha metonímica bajo un cielo constelado de
metáforas. ¿Estallará, floreciente, en la letra, esa metáfora epifánica, que
vemos tan alta, que no alcanzamos con las manos?
La incógnita, la urgencia, nos mueven hacia ese objeto que alcanzado, no se
transforma en estatua de sal a causa de una mirada tan indiscreta como
inverosímil, si no que se desvanece, para materializarse, con trucos de Fata
Morgana, en un punto cercano a un nuevo horizonte. El poema que busco escribir
está siempre un paso más allá de la última línea de verso, con resonancia de
cristal y voluptuosidad de terciopelo, llamándome. El objeto es siempre
parcial, incompleto, perfectible.
7 – Ha sido a través tuyo –y no sólo por la entrevista que le concediste al
poeta Daniel H. Grad y que está subida en YouTube- que registré la existencia
del vocablo “BookCrossing”. Y fue cuando eché un vistazo en Wikipedia y
sobrevolé la proposición de Ron Hornbaker, cuando me enteré de que promovió
controversia y variantes. Puesto que estarás interiorizado de sus alcances, y
sos o has sido participante de ese movimiento, te propongo que nos trasmitas en
qué consiste.
MJV – Ron Hornbaker lo ideó en 2001. Básicamente, hay que abrir un perfil
en www.bookcrossing.com , que habilita a cargar título, autor, género
de un libro, al que le otorga un código similar a los de las bibliotecas.
Este número y algunas instrucciones de uso (hay etiquetas que se pueden
imprimir) se indican en la primera página del libro. Entonces pueden suceder
dos cosas: que el libro quede en un espacio público y alguien lo encuentre (y
lo reporte) o que el libro se intercambie en las reuniones de grupos que se han
establecido en distintas ciudades. Cada uno de sus lectores puede hacer
comentarios, que le llegaran a todos los que lo han leído. Hornbaker promovió
BookCrossing como algo local, pero pronto ganó carácter universal. Se han
organizado grupos, convenciones nacionales e internacionales, envío de
ejemplares por correo, retos de lectura, páginas espejo... Las posibilidades
son enormes, las gratificaciones también.
Te comento que "Ojalá
Jane Fonda nos ilumine" reúne dos cuentos. Uno de ellos re trabajado,
el otro escrito especialmente porque toca el tema de BookCrossing. Lo edité
para repartirlo en el III Encuentro Nacional Argentino. Todos los ejemplares
tienen el mismo código, para unir las diversas lecturas que se fueran
produciendo. La tirada fue superior a los asistentes, así que luego lo seguí
ofreciendo a los que no pudieron participar y a personas de otros países.
8 - ¿De qué tipo de familia provenís? ¿Qué se ha mantenido en vos a lo largo de
las etapas?
MJV – Provengo de una familia trabajadora, sencilla, dónde los bienes
culturales eran respetados, pero en la que no se esperaba un hijo lector
fervoroso, y mucho menos escritor. Supongo que no fui un hijo
convencional, pero no torcieron ese destino.
Algo en común guardan la niñez, la adolescencia... y la actualidad: el exceso
de imaginación, la sed de libros, el vuelo rasante de historias en torno a mi
cabeza.
9
- ¿Cómo te llevás con el cuento, con la novela de corte policial? ¿Y cómo con
la ciencia-ficción?
MJV – Inauguré
la adolescencia con una lectura abundante de obras de ciencia ficción. Lo que
más me atraía era esa variada invención de formas de vida y cultura. El
escritor que rescato por encima de todos, es al exquisito polaco Stanislaw Lem.
Por aquel entonces frecuenté el policial, pero menos. Aunque el policial me
acompaña aún hoy (pese a cierto agotamiento, quizás debido a que el culpable
siempre es otro que el que pienso, jajajajaja). En cambio, es muy raro que hoy
lea un libro de sci-fi.
10 – En narrativa,
¿qué tipo de asuntos no alcanzan a involucrarte? ¿Sos lector de dramaturgia?
MJV – Bueno, no
logra capturarme la novela histórica. La elección de qué leer es un misterio.
Los resultados a partir de una reseña o una contratapa, pueden arrojar desde
una sorpresa absoluta a una desilusión total. Leí dramaturgia de joven, en una
época en que asistir al teatro, por distintas razones, no estaba a mi alcance;
luego, he preferido las representaciones. ¿Un autor?: Ionesco... pese a
que pretendí releerlo y no resultó.
11 - Que peor que la
muerte es el envejecimiento, no soy el primero que así lo considera. ¿Estás de
acuerdo?
MJV – Trato
de no pensar en el tema de la edad. A veces me digo: -Ya tengo 48 años. Casi de
inmediato agrego: -¿Y?
12 - Si te hubiera
tocado ser portador de un nombre o apellido que nombrara un color, ¿cuál te
parece que te hubiera gustado o incomodado menos? ¿En que deporte hubieras
preferido destacarte? ¿A qué sos o has sido aficionado? ¿Qué te promueve el
concepto de “posteridad”?
MJV – Lo
del apellido cromático me ha causado mucha gracia. Azul no estaría nada mal.
Los deportes NO existen
para mí. No me entusiasman, no los entiendo, no me convocan.
Mis aficiones siempre
giraron en torno a leer y escribir. El intercambio de correspondencia es un
ejemplo.
Posteridad: ese dilatado
futuro en que seremos un recuerdo, en el que habrá discretos vestigios de los
que hemos sido.
13 – Tu último
poemario está en estos días presentándose en sociedad: ¿nos acercás a
“Después de la orgía, el canibalismo”?
MJV - "Después
de la orgía, el canibalismo", reúne poemas escritos entre 2005 y 2010,
oralmente compartidos en ciclos de lectura o dispersos en publicaciones
virtuales. Quería que conformaran un libro, darle la instancia de palabra
impresa, de... ¿posteridad?
Marcelo Juan Valenti selecciona para esta entrevista,
en abril de 2014, seis poemas de su autoría:
A la más vieja,
a la que sólo sabía reír,
nadie le advirtió
de las premoniciones
del último zafiro.
Que un bosque
puede avanzar hasta las murallas
de un castillo maldito.
Que cielo y mar
volverían a confundirse.
Que los espejos
mienten.
Que el escozor nacarado de la noche
envenena el verano.
Nadie se lo dijo
y ella murió sin saberlo.
Después
fue la irreparable
tempestad.
("Presagio de la reina ciega", 2002)
Partenogénesis de las vírgenes.
En las vetas
de la sangre castrada
por el lejano coito de los ángeles,
se acurrucan
peligrosos cuentos de viajeros.
Todo brilla
con inquietud de mercurio
en cajitas de plata.
Depravación del ícono:
la cabellera es una ofrenda perfectible.
("Juego de abadesas", 2005)
Mi padre no deseó devorarme. Y sé
que tenía hambre.
No obstante, él
se quedó observándome junto al fuego, como
si yo fuera
el cachorro de una especie indigerible.
("Jardín Espejo", 2010)
Mi padre me devoró,
aunque
no tenía hambre.
Se apartó
del fuego,
y sin mirarme, me percibió
como el cachorro de una especie apetecible.
("Espejo
Jardín”, 2010)
El amor
entre orquídeas vestidas de organza
es un misterio
que mira
las certidumbres
del mar.
Y su clímax
de pétalos devorados
llueve
sobre la mirada atónita
de cebúes poco asertivos,
ignorantes de su giba,
fieles custodios
de una divinidad
pasiva y acuosa.
Los acantilados de honor
se perfuman
con los bisbiseos
del goce.
("Después
de la orgía, el canibalismo", 2014)
El viaje
podría haber sido perpetuo.
Pero han seleccionado
cada baldosa
por su rugosidad y matices,
el corredor
impecable.
Flanqueando la puerta de madera de cedro,
dos jarrones azules
se atosigan
de crisantemos.
Las hojas se abren.
Sería imperdonable defraudar su sonrisa.
Confío en sus manos
todos mis secretos,
menos el que reservo para la noche del festejo.
Algo oscuro titila.
Su taco,
certero,
es más ágil que mi intención.
Me mira
como diciendo
que no pasa nada,
que el mal sueño se esfuma
como el vapor del café
que nos aguarda.
Un círculo se cierra,
incluyéndonos.
("Después de la orgía, el canibalismo", 2014)
Ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes
entre sí unos 300 kilómetros, Marcelo Juan Valenti y R. R., abril 2014.
http://www.revagliatti.com.ar/act9002/ultinf_valenti_full.htm
http://www.revagliatti.com.ar/040913_valenti.html
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03 de Abril, 2014
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Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando
Revagliatti
Eugenia Cabral nació el 29 de
noviembre de 1954 en Córdoba (ciudad en la que reside), capital de la provincia
de Córdoba, la Argentina. El 1981 fundó junto a los poetas Hernán Jaeggi,
Susana Arévalo, César Vargas y Carlos Garro Aguilar, el grupo literario “Raíz y
Palabra”. En el período 1988-1992 estuvo al frente de Ediciones Mediterráneas,
sello abocado a la difusión de poetas de su provincia. Durante 1991-1993
dirigió la revista “Imagin Era – La Creación Literaria ”. Colaboró, entre 1993
y 2000, en el suplemento cultural del periódico “ La Voz del Interior”. Es
asesora literaria desde 1996, junto al director Paco Giménez, del teatro “ La
Cochera ”. Ha coordinado talleres literarios en la Universidad Tecnológica
Nacional (Facultad Regional Córdoba) (1994), la galería de arte Marchiaro
(1993), la Biblioteca Popular “Libertad” (2010-2011), las cárceles de Villa
María y penitenciaría de Córdoba y la Biblioteca Provincial para Discapacitados
Visuales (2010-2013). Mantuvo www.losviajadores.blogspot.com.ar entre 2010 y 2012. En 1986 formó parte del núcleo fundador de la
Primera Feria del Libro organizada por la Municipalidad de la ciudad de
Córdoba. Presidió la delegación Córdoba de la Sociedad de Escritoras y Escritores
de la Argentina (SEA). Ha sido miembro honorario de la Escuela Freudiana de
Córdoba. Es vocal primera de la comisión directiva de la Biblioteca Popular
“Libertad. Para la integración latinoamericana”. En 1999 se editó su
libro de relatos“La almohada que no duerme”. Y entre 1986 y
2012 fueron apareciendo sus poemarios “El buscador de soles”, “Iras
y fuegos – Al margen de los tiempos”,“Cielos y barbaries”, “Tabaco” , “En
este nombre y en este cuerpo”. Es la responsable y prologuista
de “Poesía actual de Córdoba – Los años ‘80” (Ediciones
Mediterráneas, 1988) y quien tuvo a su cargo el estudio preliminar del volumen “Un
golpe de dados, poema de Stéphane Mallarmé” (Editorial Babel, 2008).
Su quehacer ha sido incluido, por ejemplo, en “Antología poética –
Grupo Raíz y Palabra” (1984),“Desde Córdoba 20
escritores” (1986), “Los poetas de acá – II” (1993), “Poetas
2”(selección y prólogo de Juano Villafañe, Ediciones Desde la Gente ,
Buenos Aires, 1999), “Árboles nativos del centro de Argentina” (estudio
ecológico realizado por Ulf Ola Karlin y Pablo Demaio, 2002), “La
tierra del conjuro” (selección e introducción de Andrés Utello, 2005), “La
pisada del unicornio” (libro CD-ROM del proyecto “Escritura por la
identidad”, coordinado por Mariano Medina, Edición de Teatro x la Identidad y
Abuelas de Plaza de Mayo, 2006), “Zepol (Variaciones en torno a la desaparición
de Jorge Julio López)” (2009). En 1991, en reconocimiento a su labor
literaria y cultural, le fue concedido el Premio de Poesía “Instituto CIDAM”,
así como en 2011 fue distinguida con la Ley 9578 de Reconocimiento al Mérito
Artístico de la Provincia de Córdoba. Su pieza teatral “El prado del
ganso verde”, ambientada en la batalla de Goose Green, durante la
denominada guerra de Malvinas, fue estrenada en el teatro La Cochera en
diciembre de 2013, con la dirección de Giovanni Quiroga. Permanece inédito su
libro “Vigilia de un sueño. Juan Larrea: apuntes sobre su residencia en
Córdoba, Argentina (1956-1980)”, que comprende un ensayo basado en
investigaciones bibliográficas y documentales, un apéndice con trece
entrevistas a personas que conocieron al autor y otro con documentos
fotográficos nunca antes dados a conocer.
1
– Es acercándote a tus treinta años, Eugenia, y todavía durante la última
dictadura cívico-militar, cuando con otros poetas fundás “Raíz y Palabra”.
¿Cuáles fueron los lineamientos, los objetivos de aquel grupo literario? ¿Qué
actividades promovieron? ¿Durante cuanto tiempo?
EC
- “Raíz y Palabra” surgió como respuesta a la censura literaria y
destrucción de material bibliográfico (quema de bibliotecas) impuesta por la
dictadura militar. Casi todos éramos o habíamos sido militantes de diferentes
partidos de izquierda y necesitábamos responder a la represión y la censura,
por alguna vía. Por otra parte, veíamos que los escritores del Partido
Comunista y del Socialismo seguían escribiendo con recetas realistas o
populistas y, aunque teníamos actitud e intención política, lo que amábamos era
la poesía, sin recetas de ningún aparato partidario. Entre 1981 y 1985
promovimos lecturas públicas de poesía, intentamos la utopía de recuperar la
SADE para los escritores, presentamos una antología con poemas de nuestros
integrantes, participamos en actos por los Derechos Humanos, etcétera. Pero lo
esencial era que desde nuestra formación como grupo encarnamos una respuesta a
la que comenzaron a adherir escritores, músicos, pintores. Había quienes no
formaban parte del grupo pero se integraban en cada propuesta agregando lo
suyo. En 1986 y 87, “Raíz y Palabra” con otros autores formamos el “Movimiento
de Escritores por la Liberación” y publicamos tres números del periódico
cultural “El Cronopio”. En septiembre de 1987 sufrí un accidente de tránsito
muy grave y, desde allí, por razones obvias, César Vargas –que era mi pareja y
papá de mi hijo de tres meses en ese momento- y yo, dejamos de participar,
aunque todos los escritores de Córdoba, prácticamente, estaban permanentemente
ayudándonos.
2 - ¿Qué autores llegó a difundir Ediciones Mediterráneas?
EC - Ediciones Mediterráneas comenzó con la
publicación de “Poesía actual de Córdoba- Los años ’80”, que prologué y
antologué. Allí sólo tomé autores de mi ciudad, sobre los que tenía abundancia
de datos y materiales, pues si hubiera tomado el interior provincial lo único
que conocía eran los nombres notables. Y no quería hacer eso.
Algunos títulos publicados después: “Hijos del sol”,
de Jorge Torriglia (1988), autor de Villa María; “La carga”, de
Pedro Jorge Solans (1989) y “Fisura” de Sergio Silva (1989),
autores de Villa Carlos Paz; “El mago”, de Marcelo Torelli (1989); “El
escriba de los epitafios”, de César Vargas (1990).
3 – Es probable que haya llegado a mí, cuando salía, algún número de “Imagin Era”.
O quizá sólo supe de su existencia y me quedó resonando el título. Te incito a
que la describas y, también, a que nos refieras cuáles han sido algunos de los
escritores difundidos y en qué géneros.
EC
- “Imagin Era” fue un proyecto editorial que pretendía refrescarse del
tedio de la etapa del menemismo. Utópico, por eso el título. Queríamos reflejar
un diorama de voces, sacudir las cortinas polvorientas de ese estilo light,
como si la literatura y el arte fuesen yogurt descremado. A pesar de su
limitación comercial –razón de su final-, difundió poesía, cuento y ensayo
escritos por autores de Córdoba, aunque ya no residieran en ella. Se presentó
en el instituto CAyC, de Buenos Aires; consiguió un buen comentario en “Diario de
Poesía”; fue incluida en un catálogo del Museo de Arte de las Américas, de
Washington. En fin, algo logramos. Entre los nombres que publicamos y hoy se
conocen ampliamente, están el del novelista Carlos Busqued, la cineasta Paula
Markovitch y la artista plástica Anahí Cáceres. Las ilustraciones fueron de
Oscar Páez, Crist, Verónica Amaya. En las plaquetas, muchos nombres que no
cobraron notoriedad, pero hay textos valiosos, como el de Hugo Busso, un
filósofo que ahora reside en España.
4 – En el ’96 te asomás al mundo del teatro (o quizá ya te habías asomado y es
en ese año que empezás a involucrarte). Lo cierto es que “de menor a mayor”
llegás a concebir una pieza de tu absoluta autoría (estrenada e inédita). ¿Nos
trasmitirías cómo ha ido fluyendo en vos esta inserción de ya más de tres
lustros, aportando, colaborando, seleccionando? ¿Cuándo se produce el giro
tendiente a la concreción de “El prado del ganso verde”? Y teniendo en
cuenta que hace poco “debutaste” como dramaturga en una sala y con actores
representándola y público asistiendo, ¿cómo –cuánto- exactamente te movilizó?
EC
- Es cierto, al mundo de teatro me había asomado desde niña,
participando en el elenco de la Provincia , pero era un juego. Después comencé
a asistir a funciones de teatro y fui tomando el lugar que elegí
definitivamente: el espectador. Paco Giménez, antes de proponerme que
colaborase en la adaptación de “Un tranvía llamado deseo”, me conocía de
asistir al Teatro La Cochera. Digo que mi lugar es el del espectador incluso
aunque haya escrito un texto para ponerlo en escena, pues sigo siendo el que
toma asiento en la platea.
Desde 2001 Paco Giménez me pidió otro tipo de trabajo,
consistente en analizar los textos como a mí me pareciera. Estrictamente buscar
en cada texto en particular, sin mapa previo. Relaciones entre personajes,
relaciones con el contexto histórico, lingüístico, artístico; entramado de
situaciones, todas las variantes posibles. Mi tarea fue ampliar la visión de
cada obra, de cada autor, para aportar a la idea original y dirección de Paco y
a la creación colectiva de cada elenco.
Antes de “El Prado del Ganso Verde” había intentado escribir dos o
tres textos teatrales, pero no fluyeron como debían. En este caso, hubo en 2012
una convocatoria a un concurso sobre el tema de la guerra de Malvinas –no
recuerdo cuál era - y escribí para enviar. Había estado reuniendo algunos
discursos de héroes reales -americanos, sobre todo- que me interesaban para
elaborar una propuesta teatral. Venía pensando en uno del Comandante Prado,
casi al final de su libro “La guerra al malón”. Ese párrafo tiende un
puente de significados históricos entre la denominada Conquista del Desierto
del siglo diecinueve y la Guerra de Malvinas. Y escribí con el mismo criterio o
actitud que ponía en los análisis: ofrecer a los actores y al director un texto
para que puedan trabajar. Teníamos la ventaja de que ya habíamos participado
juntos en otros espectáculos de La Cochera , eso facilitó la experiencia. Lo
que más me movilizó fue ver convertirse un texto en acciones, imágenes,
sonidos. O sea, volví al lugar del espectador, o nunca me moví de allí.
Luego, la repercusión de un tema tan complejo y sentido por mis compatriotas en
un público específico, el de teatro. Además, descubrir que los jóvenes no saben
mucho que digamos de ninguno de esos dos conflictos, por ejemplo, y que pese a
ello entienden la propuesta y les despierta interés. Eso fue muy gratificante.
5 – Desde luego, en tu labor de coordinadora de talleres literarios, que lo
hayas sido también en ámbitos penitenciarios, promoverá en muchos de nuestros
lectores el interés por conocer lo que vos quieras trasmitirnos sobre dicha
singularidad (la cual, entiendo, ya un cierto número de escritores viene
desarrollando en nuestro país).
EC
- Las cárceles fueron experiencias difíciles de abordar, en el plano
emocional. El preso común es una especie de misterio para mí. No puedo
comprender cómo hacen para soportar la prisión. Reconozco que en eso la
limitación es mía. Hay colegas que trabajan desde hace muchos años en las
cárceles, como Andrés Utello, en Villa Dolores. Yo sólo pude soportar un año.
Sin embargo, logré que produjeran –tanto en Villa María como en Córdoba- buena
cantidad de textos y sostener una relación amable y distendida. Los traté como
iguales en cuanto a capacidad, explicándoles que todos los seres humanos
poseemos tres facultades universales: la observación, la memoria y la
imaginación. Los ejercicios literarios se basaban en eso. También me permitió
explicarles que autores como Shakespeare no eran difíciles de entender por los
temas que tratan, sino que la dificultad principal consiste en que utilizan un
lenguaje muy antiguo, que ya pocas personas conocen.
6 – Quería que supieras que estuve releyendo tus respuestas en http://lapoesiapregunta.blogspot.com.ar/2011/12/eugenia-cabral-cordoba1954.html y que confirmo que ellas están, para mí, entre las más comprometidas
con la propuesta que conlleva el Cuestionario Schmidt. Y conecto con
esto: ¿sólo manejaste el blog Los Viajadores? ¿Por qué razón no persististe?
¿Algo te decepcionó? ¿Lo retomarías?
EC - Sí, sólo incursioné en Los Viajadores. Después tuve la
mala idea de entrar en Facebook y me envicié. Todo parece más fácil. Pero tengo
que volver al blog, porque quiero pasar todo lo de “Dulce Vecino”, mi
compilación de textos y documentos gráficos sobre Juan Larrea, esa página que
administro. Necesito crear algo más estable que una página de Facebook. Me
preocupa el tiempo que insume la Internet; y fatiga la vista y la espalda. Lo
positivo es que proporcionalmente se consigue mayor lectura, aunque sea
superficial o no, depende, pero hay una circulación publicitaria. A veces, es
importante. Llama la atención sobre un tema, al menos.
7 - No quiero dejar pasar la oportunidad de inquirir sobre tu participación
en “Árboles nativos del centro de Argentina” y en el libro
CD-ROM. Y si bien para los “locales” consubstanciados el nombre de Jorge Julio
López y su desaparición nos sigue, por lo menos, perturbando, para los que no
estén al tanto, sería oportuno que nos des un perfil de tu “Zepol”.
EC - Mi participación en “Árboles nativos...”
fue involuntaria. Mariano Medina, que coordinó la publicación, tenía el poema
que figura allí, pero yo ya lo había desechado. Me llamó para contarme lo que
iba a hacer y respondí que si a él le gustaba, lo incluyera. Ocurre que no
podían proponerme nada más hermoso que publicarme en un libro sobre árboles,
era un sueño no soñado. También fue Mariano Medina quien me incluyó en “La
Pisada del Unicornio”. Él recopiló material de todos los que figuran en el
CD y nos avisó de la edición, nada más. Pero nos conocemos tanto, de la época
de “Raíz y Palabra” -Mariano era muy joven-, que sabe de lo que se trata cada
vez que hace algo.
En “Zepol”, sí, fui convocada por Iván Ferreyra para escribir algo sobre
la desaparición de Jorge Julio López. El secuestro seguido de muerte es una
realidad que persiste en la Argentina motivado por distintas situaciones. Trata
de personas, represión policial a ciudadanos comunes. Pero lo de López tuvo características
políticas precisas, demostrando que el kirchnerismo no fue capaz, pese a su
política de derechos humanos, de frenar la actividad de los “desocupados” del
Proceso, que volvieron a tener tarea con ese secuestro, con las muertes y fugas
de militares condenados, con la falta de cooperación ex profeso en la búsqueda
de cuerpos asesinados y de niños secuestrados. En una palabra, la lucha contra
la represión prosigue. Para los trabajadores, para los militantes políticos,
para los ciudadanos en general. Luego, en 2012 y 2013, me ocupé de la edición
del libro “Poesía por Mariano Ferreyra”, una compilación de textos
enviados desde diversos sitios de nuestro país, por medio de Internet.
8
– He leído en alguna parte que estabas escribiendo un relato fantástico extenso
cuyo título es “Ahora, en el Paraíso”: ¿lo has concluido? ¿Primera
inmersión en lo fantástico? Y que estabas preparando un volumen con relatos
sobre temas relacionados con la militancia política durante las décadas de
1960, 1970 y 1980: “La flor nacional”. Lo mismo: ¿lo has concluido? Y
por extensión, Eugenia: aparte del libro sobre el poeta español Juan Larrea,
¿qué otras obras o trabajos tenés “en la gatera”?
EC - Sí, he concluido esos libros. Ya veré si encuentro editores. “Ahora,
en el Paraíso” es mi primera incursión en lo fantástico pero no sé si
el género es fantástico. Habla de la historia bíblica y de una posible historia
no bíblica del mundo. Qué sé yo.
También tengo unos poemarios, escritos desde 1997: “Códice”, “Creatura
solar”, “La voz más distante”, que son breves; “La ciudad de amapolas”,
“Reloj de esfera”, “La canción de las contradicciones” y uno más que
espera título. Además, fui escribiendo “La ración de pan”, un libro con
poesía política -género que no es apreciado por la crítica, dicho sea con
simpatía-; “Informe sobre Mabel y Morgana”, una nouvelle fallida sobre
un caso policial verídico; “Ellas”, “Ellos”, “Cupido”, “Eros”, “Narciso”,
“Tánatos”, una serie de cuentos sobre las relaciones amorosas,
probablemente también fallidos; cuentos basados en personajes o en situaciones
de Hans Christian Andersen, titulados “El ángel de los pobres”, y poemas
cuyo valor aún no consigo evaluar. Como ves, un surtido.
9
– Has divulgado movimientos, autores, confluencias de tu provincia. Has
investigado (y producido) a propósito de la historia de la traducción y de los
traductores de poesía a través del tiempo en Córdoba, y vos misma has
incursionado en estas labores: ¿con qué poetas?
EC - Lo único que traduje fue un poema de Jacques
Prevert y uno de cuatro líneas del luxemburgués Lambert Schlechter,
en ambos casos por no tener a mano una traducción. No creo realmente haber
incursionado en esa actividad, salvo por poner al alcance del público la que
hizo Agustín Oscar Larrauri de “Un golpe de dados”.
10
- ¿Cómo es el mundo de la poesía en tu ciudad: las
tertulias, las lecturas, los bares u otros espacios, los colegas, los diarios,
las radios, todo eso que podríamos llamar “la escena literaria”? ¿Y qué
diferencias apreciás respecto de décadas anteriores?
EC - No participo demasiado en la actualidad, por motivos
de trabajo y de familia. Pero donde asisto, así sea eventualmente o por
invitación, es de mucha calidad, muy diverso en su producción, con gran
participación de los jóvenes. La mayor diferencia que aprecio con el pasado de
los ochenta o de los noventa es cuantitativo. Alto número de editoriales,
nombres, lugares, que me llegan por mail o por Facebook; no tengo ya un
panorama general en cuanto a su estética.
Eugenia Cabral selecciona para esta entrevista, en
abril de 2014, seis poemas de su autoría:
Mago dos veces
Hijo y nieto de hechiceros
es el poeta.
Lee en el fuego muerto
la primera intensidad de la llama.
Y adivina su rostro
en el más oscuro espejo.
Destino
Hija soy de la ceniza
donde el barro ha muerto.
Eran las glaciaciones
sobre el reino del verdor.
La mano de Dios que celebró la vida
soplando en los huesos del hombre
habrá sido plena de jugos
y frágil de tiempo.
Ahora
Dios sopla sobre el fuego
largo y frío
y se lleva la Historia al infinito.
(De “El
buscador de soles”, Editorial Municipal de Córdoba, 1986)
Obertura
I.
La voz, seducida por el
eco, descendía en la luz del cielo.
Hace tanto.
Óvalos de cobre y nácar, detenidos rostros de un
vitral;
esparcidas en el dolor, la orfandad, cantábamos con
los ojos entornados y sonreíamos.
Luego, el cielo se cargaría de nubes y luego, se
desataría la tormenta.
II.
Muerte al siglo XX.
El deseo es el terror. La sinceridad es una ermita; el amor, una ermita.
He tallado un rostro en el cuarzo. Lo he tatuado en la
pleura, el ventrículo izquierdo, el músculo sartorio.
Los bosques cumplirán un milenio al amanecer.
¿Amaneceremos con ellos?
Sentir beethovenianamente es una locura en estos
tiempos.
(De “Iras y fuegos. Al margen de los tiempos”, Editorial
Último Reino, Buenos Aires, 1996)
Arcano II
Estás quieto y casi serio
sonriendo.
Observas los pedazos que dejo sobre la mesa,
el abrigo,
la taza.
Trozos, tajos, aberturas,
desmadejamientos,
yo, la insensata,
adormilada –recalando mentalmente en tus brazos-;
barco o sombra de barca en el agua que deslumbra,
liviana,
cargada, cargada.
Llega un barquito cargado de tiempo,
trozos tajos
tientos temores
tucanes trompas
trampas
torpemente insensata
gimiendo en la oscuridad del tiempo:
nada comprensible;
una atalaya para ver tus ojos;
y sentado,
quieto,
casi serio,
me observas;
danzo;
duplico entradas y salidas del universo;
algunas puertas –compruebo- cerradas;
otras y regreso
a ti
dulcísimo
sin acceso a este laberinto
donde cada galería
ostenta una lámpara.
(De “Cielos y barbaries”,
Editorial Alción, Córdoba, 2004)
Tabaco
La rabia dura lo que el cigarrillo.
Luego el humo y la ceniza
esparcen
la desmerecida forma de lo que ha sido.
Arder. Arder como la brasa ambigua
que no es llamarada ni es ceniza;
entre secuencias de orden y desorden
arder; arder cual perfume de maderas;
cual ocaso –furia postrer del día-
arder; en pausas de la informática,
detrás de los envases descartables,
con un sexo torpe entre torpes manos,
arder. Como sólo el fuego puede arder.
Como pasión y soledad pueden arder.
Astro perdido en la jungla del cielo
tornando a una casa y a unos padres,
arder. Solícitamente, en honor de un amante,
arder. Ofrecer la transparencia y pretenderla
cada vez con menos fuerza y
eficacia.
Arder. En el templo de los
bárbaros.
Arder, tan tenue como sea
posible,
ante la fatiga de la mirada. Encender
los rubíes de la culpa entre el lodo funeral
y las arenas donde el hedor de lo muerto
sobrevive (¿para qué?) sin condena ni justicia.
En el horno de los bronquios se caldean
la sinrazón de existir abominando
y el humo: símbolo de olvido e impotencia
de querer retener lo que se esfuma
-antes eterno, ahora fugitivo-,
breve danza de amor entre los dedos,
ocaso que arrastra el cuerpo del día
-iluminado de amor- a oscura gruta,
para escandir las formas de la noche
cual sílabas de un poema revelado.
(De “Tabaco”,
Editorial Babel, Córdoba, 2009)
Bautismo
He temblado junto
a la pila bautismal
en la iglesia a oscuras. He temblado al verte de
perfil
porque parecías un galo de la Alta Edad Media.
El techo de la nave central es combado y tiene
costillas doradas
y pinturas en rojo. Temblaba en esta ciudad americana
y te señalé los santos tallados por aborígenes,
a lo largo de la nave izquierda. En esta ciudad o en
esotra.
Somos criollos de varias generaciones, argentinos,
de apellido hispano, de cultura rioplatense,
de costumbres pampeanas, de silencios federales.
Si festejamos la patria comemos a la usanza del
Noroeste,
si filosofamos lo hacemos a lo porteño
(la zamba marechaleana de la escisión).
En esotra ciudad o en ésta.
Agradecí a la penumbra que no le permitiese al temblor
avergonzarme. De pronto el ritmo de las frases no
coincide,
el temblor ha desencajado alguna articulación.
Como gozne y goce, una es vértigo, la otra, silbo.
Un desplazamiento de placas, un prefacio a la falla de
San Francisco.
Pero los desastres de la melancolía se perciben a
solas.
Un cloqueo, un chasquido se levanta con dificultad
desde la greda
y, anfibio, atraviesa el patio, llega a la ventana.
Los dos somos jóvenes –él de catorce y yo, de doce
años- y temblamos,
bajo el hedor acre de las vestiduras, en el
siglo XIII,
ya no somos coloniales y barrosos españoles
desafiando a las autoridades del virreinato:
somos judíos conversos y sabemos leer.
Después nos convertimos en arrianos y vuelta a
perseguirnos.
Más atrás aun en el tiempo, éramos adúlteros y nos
lapidaron.
Entonces nos hicimos hinduistas y nos despreciaron.
Cometimos incesto y nos quemaron.
Mezclamos nuestras etnias y nos apartaron.
En esta ciudad y en esotra.
“Amor constante más allá de la muerte”,
nadie podría vencernos, salvo una clara eternidad.
Miré hacia el altar católico y sentí llegar desde vos
esa como ansiedad fastidiosa, esa exquisita fatiga
que te absorbe hacia los corredores del laberinto,
como los embudos de los ríos serranos a los nadadores
angélicos.
Y supe lo de siempre: que, para el gran río,
representamos apenas un sorbo dulzón, como la sangre,
un puñado de moléculas y de entropía.
(De “En
este nombre y en este cuerpo”, Editorial Babel, Córdoba, 2012)
*****
En las
ciudades de Córdoba y Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros,
Eugenia Cabral y R. R., abril de 2014.
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publicado por
islanegra a las 20:57 · 1 Comentario
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19 de Marzo, 2014
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Entre-vista
en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
Gerardo Lewin nació
el 20 de diciembre de 1955 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde reside,
en el barrio Caballito), la Argentina. Recibiendo el título de Actor Nacional
egresó en 1980 de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Establecido en Israel,
cursa en 1984 estudios de Máster en Dirección Teatral en la Universidad de Tel
Aviv. En Buenos Aires, a través de IUNA (Instituto Universitario Nacional del
Arte) obtiene en 2004 su Licenciatura en Actuación. Entre 1977 y 1981 actuó,
entre otros, en los espectáculos “Alicia a través del espejo” de Lewis Carroll,
“La pirámide” de Oscar Feijóo, “El héroe de la Samobroone” de Jacobo Greber, en
la Argentina, y entre 1983 y 1985 en “Víctor, o los niños al poder” de Roger
Vitrac y “Los inmigrantes” de Slavomir Mroczek, en Israel. Incursionó como
actor en televisión, filmes de corto y largometraje y publicidad. Durante 1986
realizó locución en producciones cinematográficas. Y en los países citados ha
ejercido la docencia teatral en instituciones privadas y públicas. En el género
dramaturgia concibió la farsa policial “Nieblas
del Támesis”. Su poemario publicado es “Amores
muertos” (El Jabalí Ediciones, Buenos Aires, 2003). Inéditos permanecen “Tránsito” y “Nombre impropio”. Poemas suyos fueron traducidos al portugués por
Roxana Lewin y difundidos bilingües en www.antoniomiranda.com.br . En
la Red es posible acceder a su poética a través de videos y de http://poetasaltuntun.blogspot.com.ar, http://poesiadelmondongo.blogspot.com.ar, http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar, http://laseleccionesafectivas.blogspot.com.ar, http://alpialdelapalabra.blogspot.com.ar, http://el-placard.blogspot.com.ar,
http://intercuerpos.blogspot.com. Es
el traductor, por ejemplo, del poemario “Vago”
de Tal Nitzan (Ediciones Pen Press, Nueva York, Estados Unidos, 2012), “Una novela vienesa” de David Vogel
(Editorial Minúscula, Barcelona, España, 2013), “Antología de cuentos” (selección del Instituto para la Traducción
de Literatura Hebrea (ITHL): textos de Yossi Birstein, Yitzhak Orpaz, Etgar
Keret, Reuven Miran, Alex Epstein, Dan Tsalka y Amós Oz), además de traducciones
socializadas en revistas y periódicos de México. En 2007 fundó http://decantasion.blogspot.com.ar : “Un
blog de traducciones de poesía hebrea de acá y allá, de ahora y de otrora”.
Entre los últimos poetas allí difundidos, se encuentran Oded Peled, Pinjas
Sadé, Zelda, Aharón Almog, Erez Biton, Gali-Dana Singer, Elisha Porat, Jacob
Frances, Itzjak Shalev, Eli Hirsh, Nathan Alterman. Mientras que algunos
enlaces conducen a propuestas-e de poesía hebrea, otros lo hacen a las de
poetas traductores de diversos idiomas. Además es posible acceder a letras de
canciones, nuevos poetas, poesía andalusí, poesía hebrea moderna, renacentista,
bíblica, clásica, de protesta, con sesgo humorístico, y hasta algo de prosa.
Entre 2002 y 2007 fue uno de los coordinadores del ciclo de poesía “El Orate y
La Musa”.
1 – Tu formación teatral –no sólo actoral-
se ha consolidado a través de prestigiosas instituciones públicas. ¿Cómo recordás
aquellos primeros años de estudiante, siendo un veinteañero, y cómo esos otros,
en el IUNA, cuando habías sobrepasado los cuarenta? ¿Has tenido, en este campo,
algún maestro o maestra “inolvidable”? ¿Qué te resultaba más grato e ingrato en
la juventud y qué en la madurez? ¿Cómo evaluás que incidían en tu ánimo y en tu
rendimiento las circunstancias de tu acontecer en cada una de esas etapas?
¿Volverías a cursar por los andariveles “oficiales” o te inclinarías por la
capacitación por fuera de la que provee el Estado?
GL – La verdad es que
llegué al teatro por casualidad y no por vocación. Lo hice porque creía que me
ayudaría a superar mis problemas de timidez y expresividad. Para decirlo más
claramente, especulé con que estudiar teatro haría de mi un galán más (o al
menos mínimamente) eficiente. Tuve mucha suerte con mis maestros: tengo un
magnífico recuerdo de Víctor Bruno, nuestro profesor de actuación hasta el
segundo año, así como de quien lo
sucedió hasta quinto, Nina Cortese (si a alguien le cabe el adjetivo
inolvidable es a ella: no sólo nos inició en el conocimiento de autores
ignorados por nosotros, sino que me estimuló en la escritura y la frecuentación
de la poesía). No puedo dejar de mencionar a un genio que tuvimos y que pasó
desapercibido: Roque de Pedro, nuestro profesor de música. La experiencia
teatral puede ser muy grata o aterradora, casi como cualquier religión. La
ebriedad de adrenalina que proporciona el escenario, según cómo lo procesa cada
quien, puede llevarte a la cima del arte o destruirte.
Sobre
lo que resulta o no agradable en las distintas etapas de la vida, afirmo que
prefiero ser quien soy, a la fecha. Agradezco que –en este universo- el sentido
del tiempo sea único. La diferencia entre mis edades de hombre puede expresarse
en una sola frase de inspiración socrática: antes no sabía nada y ahora sé que
nunca lo sabré. La diferencia es la ansiedad por saber o, si lo preferís, la
angustia por no saber, que es distinta de la curiosidad. Saber, ¿qué? Todo: qué
hay después de la muerte, si es posible que exista una sociedad más justa, cómo
lograr el corazón de las mujeres, cómo escribir el mejor poema del mundo. Hoy
sé que esas preguntas no tienen respuesta o tienen infinitas respuestas, lo
mismo da.
Respecto a la educación o la capacitación, como la llamás..., al contrario de lo que me inculcaron mis
padres, la educación es una posesión volátil. Más en estos días. Poco de lo que
aprendí me sirve para algo. Sé que me capacité para múltiples tareas, pero a
fin de cuentas sólo realizo algunas pocas. La rutina, la monotonía y el mecanicismo
son también maestros: cuando efectuamos un acto y no sabemos ya cuántas veces
lo hicimos anteriormente, es probable que podamos considerarnos expertos.
Aunque sea en el arte de subir las escaleras de la casa en la oscuridad. No es
necesario acudir a ninguna escuela ni suscribirse a algún taller para lograr
eso.
2 – ¿“Cómo eras” –nos preguntamos los
que te conocimos recién cuando exponías tu poética en cafés literarios (tengo
para mí que nos vimos por primera vez en ocasión de tu lectura en “micrófono
abierto” a fines de 2001, en el Ciclo de Poesía “Julio Huasi”)- entre 1977 y
1985, tu período de actor en los teatros Payró, del Centro (en Buenos Aires) y
en los de la ciudad de Tel Aviv? ¿“Cómo eras” cuando interviniste en el
largometraje “El infierno tan temido” de Raúl de la Torre, y cuando premiaron
tu labor –IX Concurso Internacional de Cine Amateur de la República Argentina-
en el cortometraje “La pared” de Eduardo Feller? ¿Por qué no persististe en la
carrera teatral? ¿No llegaste a dirigir?
GL – Era un pibe muy
a la deriva, con muchas ilusiones y un poco de ego. Lo que rescato de esos años
es el aprendizaje del disfrute, en lo que a la poesía se refiere. El disfrute
de lo milagroso, lo maravilloso del arte. En esos años, participar en los
reductos que le daban a los poetas la
posibilidad de leer era emocionante. Yo guardo un recuerdo muy agradecido, por
ejemplo, a las chicas organizadoras del Ciclo de Poesía "Zapatos
Rojos". Para mí, leer un poema ante un auditorio era tocar el cielo con
las manos. No exagero: para mí fue una revelación.
Mi
labor como actor fue corta y concluyente: soy tímido, cerrado y en el teatro
tiendo a mirar sólo el texto y su calidad literaria. El actor nato pone en
juego su cuerpo, cierto grado de exhibicionismo del que creo carecer o al que
supongo no me atrevo a alcanzar. El premio que mencionás bien pudo haberse
declarado desierto. Sin embargo, cada tanto me echo un poco de sal en la herida
y fantaseo con dirigir teatro. Otro modo de acercarme a lo teatral fue a través
de la traducción: he intentado interesar a directores en montar piezas
teatrales de dramaturgos israelíes. Hasta ahora, no logré convencer a ninguno.
3 – Has sido docente de teatro durante
la década del ’80 en instituciones, organizaciones, centros educativos. ¿Te
complacía ese rol? Sé que en 2007 retornaste a él cuando estuviste a cargo de
un Taller de Declamación destinado a poetas y actores, auspiciado por el Centro
de Estudiantes de la Facultad de Farmacia, de la Universidad de Buenos Aires.
Sé también que en el horizonte de la iniciativa cabía responder este par de
inquietudes: “¿Cómo decir un poema? ¿Qué mecanismos se ponen en juego?”. Mirá
qué oportunidad te ofrezco, Gerardo, para que nos suministres una síntesis de
lo que ha sido esa propuesta.
GL – La docencia fue
algo muy divertido que me permitió subsistir durante bastante tiempo sin
necesidad de trabajar demasiado. No era, sin embargo, un rol que me complaciera;
y decidí abandonarlo. Me faltó paciencia y método para ser un buen docente.
Distinta fue la experiencia del taller de declamación, porque respondió a una
inquietud mía, en un momento en que podía plantearme una experiencia
"docente" sin necesidad económica de por medio. De hecho, lo planteé
como un taller gratuito, porque consideraba que no estaba enseñando, sino
liderando un aprendizaje en el que yo mismo estaba incluido. El taller recorría
aspectos como la dicción, la proyección
de la voz, el ritmo, la versificación. Cómo articular ese andamiaje con la
emoción. Estaba planteado desde una óptica un tanto privilegiada, porque yo
había vivido en ambos mundos: el de la poesía y el del teatro. Por eso el
taller se dirigía tanto a actores como a poetas. Trataba de tomar una doble
distancia. Por un lado, de los poetas, ya que muchos leen horrible -probablemente,
algunos, adrede-. Hay quienes suelen establecer que lo importante son las
palabras y que en la lectura debe licuarse toda sombra de pathos. Por el
contrario, para el actor (en especial los actores del método) lo importante es su expresividad, sus emociones, su voz.
Cosa que hace que, muchas veces, un actor no entienda siquiera de qué trata el
poema. Hubo en nuestro país una tradición de declamadores, actores que tenían
una sensibilidad y una inteligencia especial para encarar un poema como una pequeña
escena. Me remito, claro, a Berta Singerman, pero también a Inda Ledesma, Alfredo
Alcón (quien ofrecía recitales de poesía) y otros menos sospechables de operar
en el rubro declamatorio: Héctor Alterio o Luis Brandoni. Humildemente, el
taller se planteaba retomar ese hilo.
4 - ¿Tu única incursión en la
dramaturgia ha sido con “Nieblas del
Támesis”? Que se trate de una farsa policial, suscita mi curiosidad (me
parece que me hablaste de ella). Supongo que no se ha estrenado y que permanece
inédita. ¿Es así? Promocionémosla: contanos algo de su trama, cuántos actores
requiere, y si demanda una escenografía sencilla. ¿Hay alguna otra pieza por
allí, acaso abandonada?
GL – No hay ninguna
otra, por ahora. Se me ocurren argumentos de posibles piezas -de hecho, durante años quise escribir una de
ficción fantástica alrededor de la figura de Leopoldo Lugones-. “Nieblas…”
es una obra de juventud que, con la excusa de la farsa y la parodia a las
viejas películas policiales negras, habla de la historia de la violencia en la
Argentina. Es un poco extraña en cuanto a las escenografías: un bar, un
laboratorio decimonónico, un estudio de radio, un museo, un tren en marcha...
Escenarios que apelan a los clichés de las viejas películas de misterio. Es
para un elenco de entre seis y ocho actores: hay un detective privado, una
cantante, un científico loco, un músico jorobado... Se la he ofrecido a varios
directores. Todos la alaban, quiero creer que con sinceridad. Nadie la monta.
5 – Hablemos de lo que menos se sabe
de tu quehacer literario: ignoro si te propusiste la redacción de alguna
novela, pero “me suena” que sí tenés cuentos o relatos. ¿Y artículos, ensayos?
¿Cuál es esa producción más secreta? ¿De qué trata?
GL – Sí, tengo
cuentos a los que quiero mucho. He estado pergeñando una serie de crónicas
titulada "Atención obsesivos de
Caballito y alrededores". Me cuesta, confieso, salir de la situación
poética y pasar a una instancia puramente narrativa. Escribí cuentos en los que
yo mismo era el protagonista: la muerte de mi padre, encuentros con amigos, un tío
esquizofrénico... Mi producción más secreta son los poemas que vengo escribiendo
desde hace años y que olvido. De pronto abro un cajón, reviso una carpeta y
leo: pucha, cómo pude no ver aquí el poema escondido. Los que creo mejores
surgen de ese encuentro con ideas relegadas, perdidas. Es como si revisitara la
obra de algún otro, el regalo inesperado de un desconocido.
6 – Entre otras labores de
traducción, una me llama la atención: la que realizaste para la televisión
israelí. Me agradaría que nos la trasmitas. Y si viene con anécdota o pormenor,
agradeceremos.
GL – Fue una de esas
cosas fortuitas que surgen. Ocurrió que gente de la colectividad quiso armar
aquí una repetidora de programas israelíes. Por una cadena de amigos me
reclutaron como traductor. Como tengo cierta facilidad para la comedia, me encargaron
el subtitulado de un programa de entrevistas de un cantante, un tal Guidi Gov,
personaje muy en el estilo Woody Allen (su esposa, Anat Gov, dramaturga fallecida
a fines de 2012, es la autora de “Oh, Dios mío”, representada en Buenos Aires).
A pesar de lo modesto del puesto, fue para mí una instancia seminal, porque me
obligó a traducir canciones, que en realidad eran poemas musicalizados. Ése fue
el germen de mi blog.
7 - ¿Por qué permanecen inéditos un par de
poemarios? ¿Qué sesgo tiene “Tránsito” (qué transita)?¿Recordás cuando en el
ciclo “Poesía Viva” nos invitaron hace varios años, a vos, a Marcos Silber y a
mí, para compartir nuestros poemas concebidos a partir del cine, el mundo del
cine, el de las “series”? En realidad, creo que fuiste de los tres el único que
leyó poemas cuyos protagonistas eran personajes de series. Si me lo confirmás,
te pido que los nombres (y que mentes lo que cada uno de ellos te provoque).
GL – El poemario “Tránsito” permanece inédito porque mutó
y se mutiló. Ahí anda, recuperándose. “Tránsito”
alude al tránsito de vehículos en una calle porteña y en simultánea a la
idea mística de “tránsito”, en el sentido de pasaje directo de un plano de
existencia a otro, más espiritual. Así, se habla del tránsito de la Virgen, de
Mahoma o del profeta Elías: seres que sin sufrir la muerte física pasaron al
más allá. Permanece inédito porque todo ese material que mencionás, que se refería
a íconos culturales (series televisivas, personajes de historietas, etc.) cobró
volumen y peso específico y emigró al otro libro inédito:“Nombre impropio”. “Tránsito”
queda, entonces, como un poemario íntimo, mayormente poemas que hablan sobre el
amor y otras desdichas. Permanece inédito, además, porque el poeta Javier
Cófreces – el de Ediciones en Danza – tuvo la inconsulta idea de publicar un
poemario con ese mismo título, “Tránsito”.
Un libro muy feliz, por cierto. Consideré que ya era demasiado el exponer al
exiguo público de lectores de poesía a un mismo título en el transcurso de un siglo,
lo cual podía dar lugar a confusiones o malas interpretaciones. No quisiera yo
recibir, sin merecerlo, los halagos por el libro de Cófreces ni menos aun –por
supuesto- que él reciba los denuestos que me sean destinados. Entonces “Nombre impropio” se quedó con todos
esos textos cuyos referentes son personajes de series, de historietas, de películas...
Creo que constituyen, en definitiva, un rebusque actoral, a la manera de
monólogos. La lista fue creciendo: un hombre lobo, un zombi, Richard Kimble (el
fugitivo) y su triángulo enemigo: el hombre manco y el inspector Gerard. Están
la novia de Frankenstein, Isidoro Cañones, Shemp Howard (el menos transitado de los tres chiflados), Micky
Mouse, Los Invasores, El Túnel del Tiempo... En todos los casos hay un cariño
por lo fantástico, por un mundo imposible en el que quisiera residir, una
variante del tránsito hacia una dimensión, si no desconocida, al menos poco
frecuentada.
8 – Tu “Amores muertos” lleva en su
contratapa un impecable texto presentatorio o epilogal del poeta Alejandro
Méndez Casariego. Y fue editado bajo el sello que dio nombre a una trascendente
revista de poesía: “El Jabalí”. La editorial estaba a cargo de otro poeta:
Daniel Chirom (co-director de la revista), ya fallecido, y como vos, Gerardo,
nacido en Buenos Aires en 1955. Me parece que ambos eran muy amigos. Y me
imagino que se conocerían desde jóvenes. La muerte de Chirom, hasta a quienes
como yo, no hemos tenido con él más trato que el de haber compartido espacios
de lectura pública, nos conmovió. Éste sería otro espacio, también público,
para que lo evocaras.
GL – Con respecto al
texto de Alejandro, presumo que lo tiñe un sentido de amistad que valoro, y
obnubila su juicio. En cuanto al querido Daniel Chirom, es cierto que llegamos
a ser amigos, aunque no nos conocimos sino después de su presentación en “El
Orate y La Musa”. Hubo una afinidad concerniente a nuestra cercanía a lo judío.
La gente pensaba que éramos hermanos o primos, puesto que existía entre
nosotros parecido físico. Quizá lo fuéramos, como reza cierto humor paisano:
siglos de endogamia no pasan sin dejar huella. Su decisión de editarme fue
producto de su confianza en mí como persona, más que de su apreciación
literaria. Le agradecí y aún le agradezco profundamente ese gesto. ¿Qué más
decir? Era un tipo extraordinario, su muerte ensombreció un poco más el mundo:
hasta el final supo reír, apreciar una charla o el cuerpo de una mujer bonita.
9 – No somos pocos los que valoramos
el laburo de darnos a conocer tus versiones al castellano de poesía hebrea. Y
valoramos el cuidado, la dedicación que trasuntás en “la puesta” de los autores
y textos en el blog. ¿A qué se debe que hayas preferido omitir una síntesis de
tu trayectoria y una dirección de correo-e a la que dirigirse? (Esto, por
cierto, me lo pregunto cada vez que no hallo dicha mínima información en unos
cuantos de los blogs que intermitentemente visito.) Y sigo: ¿a qué traductores
al castellano de poesía hebrea tenés como referentes o pares a los que estimes?
¿Qué tipo de dificultades predominan en la traslación del hebreo al castellano,
tanto de poesía como de prosa?
GL – Ante todo, debo estos
errores o faltas que señalás a una conjunción desfavorable de Google con otras
plataformas de Internet... Este novísimo Tlön que surge ante nuestra
perplejidad, está más allá de mis aspiraciones exploratorias. En cuanto a los
colegas que me enseñaron y me aportaron: son nombres desconocidos para la
mayoría de los lectores, pero es una buena ocasión para mencionarlos: Eliezer
Nowodworski, Raquel García Lozano (que ha traducido toda la obra de Jehuda
Amijai al español) y Ana Bejarano, quien me impulsó a seguir adelante en esta
vidriosa profesión. La traducción del hebreo al castellano es casi una ciencia
en sí misma, y a sus abanderados se los denomina hebraístas. Los hay desde la época del rey Alfonso El Sabio y su Escuela de Traductores de
Toledo, que aún subsiste como un punto de encuentro entre las tres culturas
ibéricas: la latina, la arábiga y la hebrea. Sin ser un experto, creo que el
principal problema que tiene la traducción del hebreo al español es un derivado
del principal problema que tiene el hebreo mismo, y es la confrontación entre
un idioma litúrgico y sacralizado y una lengua de uso cotidiano y práctico.
¿Cómo se pasa de lo sagrado a lo profano? Es frecuente hallar en escritores
hebreos referencias y citas bíblicas. ¿Cómo traducirlas? ¿Usando Reina Valera o
la Biblia de Jerusalén?
10 – Has residido durante unos años en
Israel, lo que, obviamente, te habrá permitido dotarte, por impregnación
vivencial, del habla de sus habitantes. Estaría bueno que nos cuentes cuál era
tu apuesta por entonces, los motivos que te impulsaron y cómo rememorás ese
tramo de tu vida. Y también, qué decidió tu retorno. De paso, que nos refieras
si has conocido otros países y si, aunque más no sea durante meses, has residido
en alguno.
GL – Mi apuesta por
entonces fue lograr una beca para un máster en dirección teatral en la
Universidad de Tel Aviv. Si bien no obtuve ese título, pude estudiar como
alumno supernumerario en la carrera del Máster. La Universidad genera sus
propias puestas, tiene un elenco de directores residentes y se vive el espíritu
candente de la producción teatral real, no en un laboratorio sobre una torre de
marfil. Mi retorno tuvo que ver con cierto hartazgo del conflicto y de lo
bélico. No estuve en otros países, excepto aquellos que visité con mi
imaginación. Que tampoco han sido muchos.
11 – “El Orate y La Musa” fue una
propuesta innovadora. Ciclo en donde, en la primera parte, participaba un poeta
invitado, se lo entrevistaba largamente y él leía sus textos. Los
coordinadores, habiéndose imbuido de la voz poética del invitado y mantenido
una reunión previa al encuentro e intercambiado opiniones, presentaba días
después al invitado. Y en la segunda parte, “micrófono abierto” para los poetas
asistentes. Sigo lamentando que no haya
quedado documentada aquella iniciativa. Te insto a que reparemos. En algún
lugar tendrás el detalle de quiénes participaron: Roberto Daniel Malatesta, Irene Gruss, Javier
Adúriz, Griselda García, Luis Raúl Calvo, Leonor Silvestri, Laura Yasan, Jorge
Fondebrider, Paulina Vínderman, Alberto Muñoz, Santiago Sylvester, Susana
Szwarc, Fabián Casas, Inés Manzano, Jorge Santiago Perednik… ¿A quiénes no
cité? ¿Cuántos encuentros se realizaron y en qué lapso? ¿Quiénes fundaron el
Ciclo y qué otros poetas integraron la nómina de coordinadores en diferentes
etapas? ¿Qué te ha dejado aquel trajín, Gerardo?
GL – Estoy de acuerdo en
que fue una propuesta innovadora, casi a pesar nuestro. La nota la dio el
espíritu de aprendizaje: nuestra intención (la mía, al menos) era aprender,
preguntar, conocer. Abordábamos a los poetas desde la humildad total y el
acercamiento era de respeto, de indagación y, si me apurás un poco, también de
homenaje. Lo único que quedó de esos encuentros fueron las fotos y la amistad.
A la lista que mencionás agrego a Leopoldo (Teuco) Castilla, Graciela Zannini,
Tamara Kamenszain, Héctor Miguel Ángeli, Alejandrina Devescovi, María Rosa
Maldonado, Leonardo Martínez, Daniel R. Mourelle, Claudia Masin, Héctor
Urruspuru (nuestro primer invitado), Esteban Charpentier, Miguel Gaya, Pedro
Mairal, Esteban Moore, Gerardo Gambolini, Silvia Pastrana, Guillermo Saavedra, María
del Carmen Colombo, Rodolfo Godino, Flavio Crescenzi, María Malusardi, Daniel
Chirom, el muy querido Rolando Revagliatti... Seguramente olvido, también yo,
algunos nombres. Los otros dos fundadores del Ciclo, en 2002, fueron Alejandro
Méndez Casariego y José Emilio Tallarico. Seguimos hasta 2005. Tuvo una breve resurrección en 2007.
Intervinieron en la organización y coordinación, por lapsos, Myriam Rosenberg,
Graciela Tustanosky, Fabián Cerezo, Rubén Andrés Arribas y Pablo Javier Resa. ¿Qué me ha dejado aquel trajín?:
hermosos recuerdos, grandes poemas compuestos por desconocidos y olvidados, el
mejor y el más pleno sentido de la palabra.
Gerardo
Lewin selecciona para esta entrevista, en marzo de 2013, seis poemas de su autoría:
Piedad
para la planta artificial
Malgasto sentimiento
en algo que vegeta en un
rincón.
Naturaleza muerta.
Olvidada bajo polvos.
¿Es este poco más que
muerto amor
lo que produje, mi triste
floración?
Engañosa. Insensible.
Los adjetivos no la matan,
no la reviven.
Verdor inerte que no
perecerá.
(Inédito
de “Tránsito”)
Patio
El limonero de casa es infeliz.
¿Hay otro modo de decirlo?
Vive, pero no ha dado
frutos
y en su tristeza
amarillenta
me insinúa: deja ya de
regarme...
¡Ah! ¡Si sólo pudiera irme,
lejos!
Ahora, en esta fresca noche
de primavera vieja,
yo escribo y él deja caer
una hoja seca.
(Inédito de “Tránsito”)
Fin de
semana en Solaris
No habrá más mundos que
éste
que para ti convoco;
materia otra que la que
aquí conjuro.
Atravieso espejismos,
me hundo en alucinaciones
que con tu rostro se
disfrazan.
Incorpóreos engaños que
simulan tu aroma.
Y contra mí conspiran
odiosas estadísticas,
antagónicas leyes prohíben
nuestro encuentro.
¿Cuántas vidas debería
vivir
hasta que esta pompa de
jabón
asuma nuestras formas?
Nada guardo de ti sino tu
ausencia.
(Inédito de “Nombre impropio”)
Mickey is
back
En el retorno del aprendiz
de brujo
suena fantástica la
sinfonía
de la indemnización o del
poder,
de la palabra ausente en el
conjuro.
Nada lo detendrá: la
desafiante engañifa reina
y un atareado ejército de
escobas
hace agua.
Los viejos magos nos
ahogamos
en este mismo río.
La marea se lleva los
círculos de tiza
desde los que invocábamos
a los grandes demonios de
la tierra y sus amantes,
la danzarina gota que
endulzaba las uvas,
la arena seca, el fuego.
Ya nadie espera nada de
nosotros,
displicentes abismos nos
lavan el color de los ojos
y un burbujeo muerto son
todas nuestras frases.
Triste verdín nos corona y
corroe.
En la cresta de venideras
olas,
en lo alto de su trono
usurpado,
él
tararea,
feliz.
(Inédito de “Nombre impropio”)
Fin de contrato
Sé que mi vida se repliega
ahora
a una trinchera móvil
cavada en húmedas cajas de
cartón,
a estallidos súbitos y
ansiosos
de cintas de embalar
voraces.
Aquí fue donde bailamos
el rockanroll de las
patatas fritas.
En esta cama casi muero.
Llorabas desconsolada en
esa silla
y yo sólo atinaba
a besarte las manos.
En el final el eco
rebotando
de pared a pared
y obstinados imanes
aferrándose a la heladera
muerta.
Sumisos, obedientes,
nuestros fantasmas
cancelarán las deudas,
nos buscarán sonriendo en
los espejos,
regresarán correspondencia
a desesperanzados
remitentes.
El polvo de los años
se asentará cantando
sobre estos pasos últimos,
este murmullo
incontinente...
Silencioso llanto de
babosas
en el patio:
las despedidas las abruman,
pobres bichos.
(De “Amores muertos”)
Código
postal
Uno no es un papel,
unas palabras,
cartas.
Uno no es un recuerdo,
tinta celeste,
fechas.
Uno no es un fantasma,
algo que se desliza
bajo puertas.
Que no me envíen a destinos
imposibles,
nunca diré “querida amiga”,
“estas rápidas líneas”
o “ha empezado a llover”.
Uno no es un remitente
falso,
escritura olvidada,
gotas de perfume.
Carne transfigurada y
mártir
de matasellos asesinos,
víctima fácil de un
abrecartas violador.
Uno no es algo que deba ser
leído,
literatura itinerante,
yendo y viniendo hasta la
muerte
entre nuestras mutuas
soledades.
(De “Amores muertos”)
***
En la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, Gerardo Lewin y R. R., en marzo de 2014.
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publicado por
islanegra a las 20:19 · 3 Comentarios
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24 de Febrero, 2014
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Entrevista
en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti
Manuel Ruano nació
el 15 de enero de 1943 en el barrio Saavedra, de Buenos Aires (ciudad en la que
reside), Argentina. Habiendo realizado estudios sobre literatura española, se
especializó en Siglo de Oro Español. Es profesor honorario en la Universidad
Nacional de San Marcos y en la Universidad Nacional San Martín de Porres, de
Lima, Perú, donde en 1992 fundó la revista de poesía latinoamericana “Quevedo”,
la cual dirigió hasta 1997. Entre 1969 y 2007 fueron publicados en su país, así
como en Venezuela, Ecuador, México y Perú, sus poemarios “Los gestos interiores” (Primer Gran Premio Internacional de Poesía
de Habla Hispana “Tomás Stegagnini”), “Según
las reglas”, “Son esas piedras vivientes” (Edición Premio Nacional de
Poesía de la Asociación de Escritores de Venezuela, Caracas, 1982), “Yo creía en el Adivinador orfebre”, “Mirada de Brueghel” (Fondo de Cultura
Económica, México, 1990), “Hipnos”, “Los cantos del gran ensalmador” (Monte Ávila Editores,
Caracas, 2005), “Concertina de los
rústicos y los esplendorosos”. En
2010 da a conocer su libro de cuentos “No
son ángeles del amanecer”. Y en Caracas el volumen “Lautréamont y otros ensayos”, donde también se editó el CD “Manuel Ruano en su tinta” (poemas). En
su condición de antólogo, citamos “Poesía
nueva latinoamericana” (1981), “Y la espiga será por fin espiga”
(1987), “Cantos australes” (1995), “Poesía
amorosa de América Latina” (1995), “Crónicas
de poeta” (sobre artículos de César Vallejo, 1996), “Obra poética de Olga Orozco” (con estudio preliminar, 2000), “Cartas del destierro y otras orfandades”
(correspondencia de César Vallejo, 2006), “Olga
Orozco – Territorios de fuego para una poética” (Sevilla, España, 2010), “Vivir en el poema – Homenaje a Carlos
Germán Belli” (Sevilla, España, 2013). Ha sido investigador y redactor del “Diccionario Enciclopédico de las Letras de
América Latina” (1995). Acerca de
su poesía se han difundido estudios de Miguel Fajardo, Ricardo González Vigil,
Eduardo Chirinos, Alberto Baeza Flores, etc. Y éstos son los títulos de algunas
antologías que han incluido poemas suyos: “Antología
de escritores argentinos” (Madrid, 1967), “Poesía política y combativa argentina” (Madrid, 1978), “Antología de la poesía argentina” de Raúl Gustavo Aguirre (tres tomos, Ediciones
Fausto, Buenos Aires, 1979), “Al sur”
de Satoko Tamura (Tokio, Japón, 1987), “El
verbo descerrajado” (homenaje a los presos políticos de Chile, 2005).
Manejó, por ejemplo, http://liroforodelmardulce.blogspot.com.ar
(2010) y http://manuelruano.blogspot.es (ya
desactivado). Y ahora, http://interraignota-manuel.blogspot.com.ar ,
donde además de poemas y artículos de su autoría, interesantísimos videos, una
entrevista a él realizada, se hallan textos de Romilio Ribero, María Granata,
Horacio Armani, Rafael Alberti, Antonio Cisneros, Gutierre de Cetina (Sevilla,
1520 – México, 1557), Emily Elizabeth Dickinson, Fernando Pessoa, Ricardo E.
Molinari, Vicente Martín Soler (España, 1754-1806), Juan del Valle Caviedes
(España, 1652 – Perú, 1698), Wilfred Owen, Gayo Valerio Catulo (hacia 87 a. C.
– hacia 54 a. C.), Dante Alighieri, Edith Sitwell, Malcolm Lowry, Robinson
Jeffers, John Keats…
1 – Fuiste integrante del equipo de
una de nuestras insoslayables revistas literarias del siglo XX: “El Escarabajo
de Oro” (la cual yo adquiría cada vez que asomaba en los kioscos). Sería
oportuno para lectores argentinos que no la han conocido, o que la conocen “de
oídas”, y para tantísimos extranjeros, que nos ilustres respecto de ella:
fundadores, otros integrantes, características gráficas, propósitos, autores
publicados, reuniones de los hacedores, circulación, secciones fijas, sesgo
ideológico, lapso durante el cual existió… Y que nos ilustres respecto de vos
en aquel entonces, con compañeros, algunos, ahora con una obra notable.
MR: Fueron
varios los “vasos comunicantes” que me unieron a la revista “El Escarabajo de Oro”: el surrealismo, la
independencia en el arte, la crítica estética y social, y sobre todo la
filosofía. Por esos días yo tenía hecha una lectura de Sartre, como modelo
intelectual que iluminaba la mentalidad del momento con libros como “La náusea” , “Los caminos de la libertad” o, su definitivo
“Las Palabras”, que era como una
biblia por aquellas jornadas nocturnas de los escarabajos, como le gustaba decir a Sábato… Aunque antes de entrar
en “El Escarabajo de Oro”, ya había transitado otros núcleos intelectuales de
escritores de las más diversas procedencias. En 1962, había obtenido un premio
de ensayo que fue una sorpresa para mí, porque un profesor de literatura del Colegio
Nacional nocturno “Domingo Faustino Sarmiento”, presentó un trabajo mío, sin
que yo lo supiera, obteniendo un primer premio de ensayo. Eso me estimuló
mucho, y nunca dejé de agradecer ese gesto a ese profesor de literatura. Ya en
1964, cuando hice el servicio militar en el Centro Instrucción de Artillería de
Córdoba, tuve un camarada (soldado como yo, que fue después amigo entrañable
hasta su muerte, me refiero a Eduardo Goncalvez), que me puso en contacto con
la filosofía de Albert Camus. Sus libros “El
mito de Sísifo” y “El hombre rebelde”, me acompañaron de ahí en
adelante. Pero mi principal interés era, por aquellos días, la poesía. De ahí
que me carteara con el poeta Víctor García Robles, que fue, sin lugar a dudas,
el que me animó a integrar el grupo cuando gané el Primer Premio de Poesía de
la revista “Microcrítica”, dirigida en ese entonces por la señora Eve Bonasso.
Ese galardón literario hizo que también me nombrara secretario de redacción de
esa publicación. Tal es así, que el director de “El Escarabajo de Oro”,
Abelardo Castillo, publicara el poema premiado en el número 33 de marzo de
1967, con estas palabras: “Manuel Ruano,
poeta. No publicó libro. Anda por los 23 años. Es nuestra última adquisición:
vino premiado. Los versos transcriptos lograron, por unanimidad, entre más de
600 poemas, el Primer Premio de la revista “Microcrítica”. Julio Imbert,
Antonio Requeni e Irma M. Cavallini, fueron el jurado. Ruano pertenece a partir
de este número, a la sección poesía de nuestra revista”. Y así fue, aunque
se me viniera encima un alud de libros para ser comentados. Yo, como es de
suponer, no perdía noche en el Bar Tortoni y hasta amanecía en su bohemia. Las
charlas de literatos y del talento que solían acompañarnos en aquellas jornadas
eran invaluables. “El Escarabajo de Oro” tenía colaboradores y reseñadores de
inapreciable valor internacional: Julio Cortázar, Beatriz Guido, Marta Lynch,
Pedro Orgambide, Augusto Roa Bastos, Nicanor Parra, Fernando Quiñones, Juan
Goytisolo, Carlos Fuentes, Miguel Oviedo, Adriano González León, Félix Grande...
Allí conocí, también, al poeta dominicano Manuel del Cabral. Siempre seguí con
verdadero fervor la trayectoria de aquellos muchachos formidables de la
revista. Abelardo Castillo, por la fibra de sus cuestionamientos, deslumbraba a
la hora de hacerlos y, además, por el carácter invalorable de su magnífica obra
narrativa. Fue el poeta Víctor García Robles, quien me dijo: “Si vas a ser poeta, tenés que tirarte al
vacío sin saber qué vas a encontrar abajo”. Esto me abrió los ojos hasta el
día de hoy… En palabras de Abelardo, que era nuestro pope mayor y su creador,
podría decirse: “ Creo que en el Tortoni
empezamos alrededor de 1960 y estuvimos hasta el 74, durante toda la etapa del
“El Escarabajo de Oro”. Fueron unos15
años… Desde entonces, los encuentros pasaron a realizarse en mi casa.” La
subdirección estuvo a cargo de Liliana Heker; la secretaría de redacción la
llevó Vicente Battista; la sección poesía estaba a cargo de Víctor García
Robles y, más tarde, la asumí yo transitoriamente. El consejo de redacción
tenía entre sus integrantes a Alberto Lagunas, Oscar Barros, Luis De Paola,
Bernardo Jobson, Jorge Vázquez Santamaría, Ricardo Maneiro…
2 – Me cuesta imaginar a otros
argentinos contemporáneos –aunque, por supuesto, los hay- que pudieran haber
adquirido una formación tan robusta como la tuya en Siglo de Oro Español. ¿Qué
desfiladeros transitaste para adquirirla (además de haber leído a troche y
moche a personalidades de ese Siglo)? ¿Podés discernir cómo se te fue generando
esa predilección (y cómo se sostiene en tu actualidad)?
MR: ¿Acaso
Boscán no jugó en el siglo XVI en el cambio de la poesía española del Siglo de
Oro, junto a Garcilaso, un papel semejante al que realizara Ezra Pound en el siglo pasado, para la poesía de habla
inglesa? Pues bien, creo que el amor que sentí desde niño por la literatura
española, me llevó a enfrascarme en el barroco peninsular. Lope, Góngora,
Quevedo, fueron mis lecturas favoritas a las que vuelvo siempre. En 1992 edité
una revista llamada “Quevedo” que se
hizo itinerante. Allí publicaba textos raros de Herrera, de Alemán, así como de
poetas modernos como César Moro. Por problemas económicos tuve que congelar su
aparición. Al menos virtualmente, me sentí el Buscón quevedeano buscando rastros en la terra ignota. Amé la poesía bucólica y sigo amándola como a una
mujer que se pierde en la espesura de la historia. Como amé el sentido
epopéyico de un poema. Como arte típico, según algunos, de la Contrarreforma,
el barroco revitaliza una estética que da vida a la Edad de Oro, donde el
fervor religioso reluce y está vivo y fue construida con una anterior Reforma
española que va más allá del Concilio de Trento de 1563. En todo caso, aquellos
poetas dejaron un sello indudable en la lírica hispana más allá del reinado de
Felipe II, que influyó mucho en nuestros poetas de ultramar… Razón tenía
Quevedo al exclamar en un soneto: “Tras los reyes y príncipes se vaya/ quien da
toda la vida por un día,/ que yo me quiero andar de saya en saya.” La poesía se
transforma de época en época y ese es su misterio. Hubo un poeta chileno
contemporáneo, Alberto Baeza Flores, considerado del surrealismo
hispanoamericano, que dijo de mi poesía algo que me enorgullece: “Aquí está la confluencia del barroquismo
hispanoamericano y la aventura expresiva de la poesía más moderna, más actual,
más de exploraciones. Manuel Ruano reúne estos ríos neorrealistas mágicos y los
unifica en su expresión poética.”
3 – Que a tus veinticuatro años –y
habiendo recibido con anterioridad otras distinciones- te fuera otorgado el
premio que posibilitó la publicación de tu primer poemario a través de la
prestigiosa Editorial Losada, debe haberte “vapuleado de felicidad”. Que ese
libro haya sido presentado por Leopoldo Marechal, añadió su plus. Que, además,
mantuvieras conversaciones con Gonzalo Losada y por iniciativa de él, a través
de su sello también apareciera tu segundo poemario, habrá sido el sumun. ¿Cómo
nos trasmitís a nosotros, cuarenta años después, lo que te pasaba (lo que le
pasaba a aquel Manuel Ruano, no a cualquier otro -no demasiado neurótico- en
similares circunstancias)? Se habrán,
unos, enorgullecido de vos, y otros, te habrán envidiado. ¿Cómo nos trasmitís esto,
y tu contacto con Don Gonzalo y con el autor de la novela “El banquete de Severo Arcángelo”?
MR:
En 1967 obtuve el Primer Gran Premio Internacional de Poesía de Habla Hispana “Tomás
Stegagnini”, correspondiente a los V Juegos Florales de Poesía, Mar del Plata,
Provincia de Buenos Aires, que consistía en un dinero, una placa y la edición
del libro (que nunca se llevó a cabo). De
manera que “Los gestos interiores” en
la colección Poetas de ayer y de hoy
de Losada, se debió a que sólo recibí de aquel galardón la parte monetaria y
otros honores que contemplaba el premio; pero la edición del libro, lo que se
dice el poemario en sí, que para mí era fundamental, jamás. Tuve la suerte de
que se interesara don Gonzalo Losada de
ese percance y lo leyera, no una, sino varias veces (como él mismo me dijera),
y decidiera la edición del mismo. Ese manuscrito (todavía) pasó por varias
manos, entre ellas, las de Margarita Aguirre (ex secretaria de Neruda), y que a
raíz de allí, fuera mi amiga durante varios años. Y Neruda, según me dijeron,
tuvo algo que ver en eso; pero no lo puedo asegurar. El libro fue ilustrado por
un joven artista plástico llamado Pablo Suárez y recibió la bendición de un
poeta y escritor consagrado, como don Leopoldo Marechal, que, para el caso,
escribió: “Sigo con atención las
tendencias de la nueva poesía, y Manuel Ruano se cuenta entre los jóvenes
poetas cuya originalidad e inspiración están dando ahora sonidos nuevos a la
poesía nacional. No sólo trata él de bucear en “lo posible” de los temas
líricos: gracias a una severa conciencia de su arte, busca y halla también una
notable afinación de su idioma poético. A mi entender, la poesía continúa
siendo la “quintaesencia” del arte por la palabra, y Manuel Ruano trabaja en
esa vieja y perdurable afirmación.” Con don Gonzalo Losada, tengo hermosos
recuerdos. Ha sido un gran editor. Y ha tenido la gentileza de presentarme al
poeta Francisco Luis Bernárdez, quien me
dijo palabras más, palabras menos, conceptos
muy elogiosos sobre mi poemario. En otra oportunidad, Losada me leyó,
completa, una carta que había recibido del gran escritor peruano José María
Arguedas, anunciándole su próxima muerte. Esto resultaba conmovedor para un
joven poeta como yo. Era tanto el detalle de cómo lo lograría, que le describía
hasta la marca del revólver que había comprado para llevar su muerte a cabo.
Yo, lo sé, quedé muy impresionado por aquel relato. Más allá de todo esto, don
Gonzalo publicó mi segundo libro de poemas, “Según
las reglas”, cuando compartí un premio con el poeta chileno Braulio
Arenas, en Venezuela, de la revista “Imagen”, en 1972. De ese libro, un poeta
colombiano nadaísta, Armando Romero, escribió para la revista “Zona Franca”: “Humano, terriblemente humano, el poeta cae
exhausto mil veces sobre el suelo de realidades que hacen rabiar su ánimo,
porque a fuerza de soplar fluidos creadores sobre las insaciables gargantas de
los hombres todo se resiente, la batalla parece absurda, los dedos se
encalambran sobre eso único, indefinible, que acciona todos los mecanismos: el
amor. El poeta sabe, alquimista osado, que solo desde esa piedra se puede
fundar la existencia; sus dedos lo aprisionan sintiendo ese castigo que
pertenece a todos pero que hace del poeta su más precisa víctima a la vez que
su vocero. El amor salta como una carta del Tarot universal afirmándose hasta
dentro de su propia negación.” En cuanto a la envidia, la he sentido de
cerca muchas veces desde la aparición de “Los
gestos interiores”. Y la sentí de muy, muy cerca, cuando salió “Mirada de Brueghel” en F.C.E.
de México, donde algún compatriota residente en Costa Rica dijo que pertenecía
a la mafia de Octavio Paz, cuando ni siquiera lo conocía personalmente ni
epistolarmente. ¿Qué te parece?
4 – En el ’79 fuiste incluido con dos
poemas de tu primer libro en el tomo tres de la hospitalaria Antología que más
he releído y consultado en toda mi vida (apenas más breve que la tuya): “la
Antología de Aguirre” se decía. Para mí, entrañable. Y la tengo desde que
salió. ¿Fulano “está o no está en la antología de Aguirre”? Fui descubriendo
que no estaban Beatriz Vallejos, José Luis Mangieri, Alfredo Andrés, Héctor
Negro, Clara Fernández Moreno, Héctor Viel Temperley, Juan José Hernández,
¡Julio Huasi!, y otros. Consta allí que vos residías desde 1975 en Caracas. Y
sé que también has residido en Perú. ¿Qué te llevó a esos desplazamientos?...
¿Viviste en otros países? ¿Cómo evocás las respectivas atmósferas epocales?
¿Cómo te fuiste integrando a aquellos escenarios? ¿En qué revistas y periódicos
colaboraste? ¿Ejerciste el periodismo cultural?
MR: Sí,
recuerdo esa antología. Fue una muestra de la poesía argentina con algunos
olvidos. En realidad, yo residí en Caracas desde el año 1975 porque aquí, en la
Argentina, la situación política era insoportable. Así que tuve que viajar al
exterior donde me ofrecieron trabajo y
la posibilidad de hacer mi propia antología “Poesía
Nueva Latinoamericana”, que se publicó en la imprenta Minerva de los
hermanos Mariátegui, en Lima, en 1981. Fue una experiencia para rescatar las
voces claves de la poesía de esta parte del mundo. Era un proyecto que tenía
desde los años ‘70 y que vine a concretarlo en el Perú, país al que volví
reiteradamente desde 1972, año tras año, y en el que realicé una intensa
actividad cultural, dando forma a la integración latinoamericana que tanto
había deseado. También desarrollé un intercambio con otros países andinos:
Chile, Ecuador, Colombia... Dando conferencias, recitales y seminarios de
literatura iberoamericana. Y en esos periplos, surgió “Quevedo”,
mi revista itinerante. Además de desarrollar una intensa actividad de
periodismo cultural. En una palabra: todo eso está registrado en una columna
fija en Venezuela, llamada “El trayecto de lo imaginado”, del diario “Ultimas
Noticias”, desde 1975. Mientras colaboraba en radio, televisión y otros medios
escritos, como, por ejemplo, “El
Nacional”, “El Universal”, “La Religión”.
5 – En 2012 –no sé durante cuánto
tiempo- realizaste un viaje de estudio por España “siguiendo la ruta de Rainer
María Rilke”. ¿Tenés algún trabajo publicado a propósito de dicho viaje? ¿Lo
podemos descubrir en la Red? ¿Nos contarías en qué ha consistido exactamente?
MR: Estoy
escribiendo un libro en torno a la figura del poeta Rainer María Rilke y su
trayecto en España en el año 1912. En vistas a ese periplo por ciudades como
Madrid, Toledo y gran parte de Andalucía, realicé un viaje cien años después de
aquel recorrido, con el propósito de indagar acerca de las huellas dejadas por
el poeta. También reuní cartas y poemas por él escritos en su viaje, y
visualicé cuadros que él admiraba del Greco, su pintor mayor, en la sinfonía de
las imágenes. Se trata de un peregrinaje que culmina en la ciudad de Ronda,
Málaga, entre los años 1912 y principios de 1913. ¿No es esto, en parte,
perseguir la sombra de un fantasma agonizante, que va buscando su ideal
religioso a la par que reanimando su existencia para proseguir la escritura de
sus “Elegías”, a la vez que el clima
esencial que lo ayude a sobreponerse a su estado de salud delicado y siempre al
borde del abismo espiritual? Rilke suena en mis oídos como un violín desvelado.
Más bien, su poesía es un Stradivarius en el conjunto de violines que suenan en
una época. Por eso me permití seguir sus pasos por España.
6 – Vayamos al narrador: además del
libro de cuentos publicado en 2010, tenés al menos otro, aún inédito, titulado “No le cuentes tus secretos a la luna”.
En este género recibiste el Premio “Eduardo Mallea”, otorgado por el Gobierno
de nuestra ciudad. Tenés al menos una novela inédita. ¿Cuál es el título?
Ponenos en foco, Manuel: qué tenés publicado en cuento y no sé si en novela,
qué tenés inédito y en qué andás en ambos géneros, y de qué trata, primordialmente,
tu obra narrativa.
MR: Siempre
escribí cuentos; pero no los publicaba. La poesía, en cambio, fluía en mí
porque obtenía premios que me animaban luego a difundirlas. En cambio, la prosa
es distinta. Desde los primeros años de mi educación ya sentía la necesidad de
ejercitar la escritura, porque amaba las palabras. Cada palabra, encierra un
duende, decía mi abuela Dolores. Narro esto en una novela, que, también,
mantengo inédita llamada “Escorpiones
del mar dulce”. En tanto que el
título que mencionás, “No le cuentes tus
secretos a la luna”, en realidad, se trata de un cuento con referencia a
esos sucesos que transcurrían durante la secundaria en el colegio Rivadavia, en
el que todos éramos varones, con historias de varones... Es una historia terrible,
que integró, algunos años después, un libro de cuentos llamado “No son ángeles del amanecer”, que fuera
distinguido en el Premio “Eduardo Mallea” en el año 2004. En cuanto al ensayo,
publiqué un libro llamado “Lautréamont y otros
ensayos”, que el Celarg (Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo
Gallegos”) editó en Venezuela en 2010.
7 – En algún lugar rescataste una
formulación simple y profunda de ese tal Voltaire que yo sólo he leído,
orgánicamente, en mi adolescencia: “Peligroso no es el hombre que lee, sino el
que relee”. Como hombres peligrosos que somos –aunque yo, ¡oh!, no he releído a
Voltaire (debo haber accedido a él en ejemplares que me habrán prestado)-, seguramente
hemos aconsejado muchas veces, no sólo a alumnos, el hábito de la relectura.
¿Nos ampliarías el alcance que para vos tiene el proverbio de Francois Marie
Arouet? ¿No merecería que alguien con tu experiencia en el ensayo explorara y
produjera alguno sobre el tema?
MR: ¿Quién
no se ha apasionado con Voltaire, con Diderot, con Julien Offray de La Mettrie?
El siglo XVIII fue el siglo de Voltaire y de la Enciclopedia, pero también fue
el siglo de Swedenbog y de William Blake. Y el de un curiosísimo escritor
llamado Jacques Cazotte, cuya cabeza va a dar a la canasta del patíbulo,
gritando: “Muero como he vivido, fiel a
Dios y a mi rey”. Como aseguraba Borges: “El estilo de Voltaire es el más alto y límpido de su lengua y consta
de palabras sencillas, cada una en su lugar”. Voltaire llevó a cabo una
dura crítica de la guerra, y la sátira “El
templo del gusto” (1733) le atrajo la animadversión de los ambientes
literarios parisienses. Su obra es amplísima. Después de una violenta ruptura
con Federico II, Voltaire se instaló cerca de Ginebra, en la propiedad de “Les
Délices” (1755). En Ginebra chocó con la rígida mentalidad calvinista: sus aficiones
teatrales y el capítulo dedicado a Servet en su “Ensayo sobre las costumbres” (1756) escandalizaron a los ginebrinos,
mientras se enajenaba la amistad de Rousseau. Su irrespetuoso poema sobre Juana
de Arco, “La doncella” (1755), y su colaboración en la Enciclopedia
chocaron con el partido devoto de los
católicos. Resultado de su crisis de pesimismo fueron el “Poema sobre el desastre de Lisboa” (1756) y la novela corta “Candide” (1759), una de sus obras
maestras. Se instaló en la propiedad de Ferney, donde vivió durante dieciocho
años, convertido en el patriarca europeo de las letras y del nuevo espíritu
crítico; allí recibió a la elite de los principales países de Europa,
representó sus tragedias (“Tancrède”,
1760), mantuvo una copiosa correspondencia y arremetió con escritos polémicos y
subversivos, con el objetivo de “aplastar al infame”, es decir, el fanatismo del
clero. Sus obras mayores, en esta época, son el “Tratado
de la tolerancia” (1763) y el “Diccionario
filosófico” (1764). Denunció con vehemencia los fallos y las injusticias de
las sentencias judiciales (casos de Calas, Sirven, La Barre, entre otros).
Liberó de la gabela a sus vasallos, que, gracias a él, pudieron dedicarse a la
agricultura y la relojería. Poco antes de fallecer (1778) se le hizo un
recibimiento triunfal en París. En 1791 su osamenta fue trasladada al Panteón.
Y es hoy, en el siglo XXI, que sus ideas nos siguen iluminando…
8 – Ya en tu juventud tuviste ocasión
de codearte con Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y otros “consagrados”, y
también posteriormente con Ernesto Cardenal y tal vez con Octavio Paz. Te
propongo que sobrevueles mi recorte, el
adonde apunto, y nos digas respecto de los citados y de otros de
semejante nombradía, con quiénes estableciste un más grato intercambio y con
quienes, en cambio, te resultó (pudo haberte resultado) insulso, frustrante (se
me vienen a la mente esos dos emblemáticos, cada uno en lo suyo, Buster Keaton
y Samuel Beckett, en ocasión de “Film”, hallable en Youtube y en un librito
editado en España hace bastante).
MR:
Thomas Eliot decía que “sólo a través del
tiempo se vence al tiempo”. Es una verdad. Y te confieso que de todos los
grandes poetas y escritores que he conocido, únicamente me ha importado de ellos experimentar alguna
emoción. Esa es la piedra de toque, para mí, del conocimiento. A Borges lo
conocí (como cuento en el prólogo de mi libro “No son ángeles del amanecer”)
rememorando ciertas esquinas de Buenos Aires que el tiempo había escamoteado.
Lo oí cantar alguna milonga y, por último, lo vi llorar cuando me hablaba de
las Madres de Plaza de Mayo. Por “El Escarabajo de Oro”, como dije más arriba,
pasaron muchos personajes. Entre ellos, el poeta Mario Jorge De Lellis, al que
vi en aquellos encuentros y, más tarde, asistí a su lecho de muerte en el
hospital donde estaba internado. Allí estábamos todos: Abelardo Castillo,
Vicente Battista, Oscar Barros, Liliana Heker, Lucila Álvarez, Humberto
Costantini… Tuve la suerte, desde muy temprano de mi experiencia literaria, de
tener cerca de mí a personajes que han pertenecido a las dos grandes corrientes
de la vanguardia argentina de las letras: el Grupo Florida y el de Boedo.
En 1970, me presentaron al poeta Raúl González Tuñón, del grupo Boedo, a quien
traté luego en el Suplemento Cultural del Diario “Clarín”. A Marechal lo iba a
visitar a su casa de la calle Rivadavia y conocía muy bien su intimidad, sus
sufrimientos, su orgullo. Él escribió mi presentación, como dije, para “Los gestos interiores”. También viví su
partida y el dolor de su esposa Elbia. En cuanto a Octavio Paz, no lo conocí
nunca. Pero fue él quien se refirió a ese primer libro con estas palabras
registradas en la prensa mexicana: “Él es
su propia técnica inventada y concluida en el poema. Y también su sueño y su
esperanza”. Más tarde, en Madrid, conocí a su ex esposa e hija, en la
oficina de otro extraordinario amigo, Félix Grande, que acaba de morir. Por
intermedio de Félix conocí a Luis Rosales, amigo de Federico García Lorca. Te
podría nombrar a muchos otros: Jorge Amado, Martha Lynch, Olga Orozco, Enrique Molina, Ernesto Cardenal… Con
Cardenal me escribía en los años setenta, cuando él todavía estaba en
Solentiname. Después lo conocí personalmente en el Perú, cuando se realizó el
Congreso de Integración Latinoamericana. Me dio varios poemas inéditos para la
antología “Y la espiga será por fin la espiga”, que el gobierno peruano me
había encargado realizar. En cuanto al novelista Ernesto Sábato, lo conocí en
casa de Margarita Aguirre, donde tuve una oportunidad única de conversar con él
acerca de la brujería en Buenos Aires, hasta altas horas de la madrugada.
Recuerdo que él estaba muy al tanto del asunto y me dio una clase al respecto.
Era la época de su novela “Absalón, el
exterminador”. Un tiempo después escribí un ensayo acerca de “Los fantasmas que perturban a Sábato”,
que publiqué en varios países. En mi columna dominical “El trayecto de lo
imaginado” y en “Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid”. Con Sábato tuve
correspondencia y encuentros en Caracas y en Santos Lugares, su casa en el Gran
Buenos Aires. También le hice una
extensa entrevista que se publicó en “El Espectador” de Colombia, donde hablaba
de muchos aspectos de la novelística actual. Fue tan bien recibida esa
entrevista que el autor de “Sobre héroes y tumbas” me felicitó
epistolarmente, y “El Espectador” reprodujo el reportaje en una edición de lujo
de las mejores entrevistas. También conocí a David Viñas. Él solía pasar las
tardes en el Café La Paz de la calle Corrientes. Un día tuvimos una larga
charla y me invitó a su casa de la calle Córdoba, casi llegando a Callao. Allí
hablamos de su obra y del porvenir de la política nacional e internacional.
Recuerdo que se maravilló de mi información al formularle las preguntas y en
una dedicatoria de su libro me llamó “lúcido lector”… Es un lindo recuerdo, que
guardo en mi corazón, de ese gran escritor argentino.
9 – Sos quizá el primero de mis
reporteados que ha participado en la organización de una Enciclopedia.
(Cualquier “buscador” remite a este monumental “Diccionario Enciclopédico de
las Letras de América Latina”, editado por la venezolana Fundación Biblioteca
Ayacucho.) Te invito a que nos precises cómo ha sido, qué te ha “tocado” o qué
has elegido investigar y redactar.
MR: Un
poeta del Grupo Viernes, de
Venezuela, José Ramón Medina, desde la fundación de la Editora Biblioteca
Ayacucho, que, a su vez era Presidente del Pen Club, me invitó a participar de
un Congreso de la entidad, que se celebraría en Caracas en 1983. Al mismo
tiempo me entusiasmó para colaborar en la “Enciclopedia de las Letras de
América Latina”. Hice casi cien biografías de autores de todo el continente.
Además, una antología de Olga Orozco, “Obra
Poética”, 2000. Con Olga tuve una magnífica amistad desde los años setenta.
Ella valoró mi poesía. Un día, me dijo: “Tú
eres un poeta errante que va de país en país como una nube viajera. Tu lenguaje
es tan personal que me cuesta clasificarlo como al de otros poetas.” Con
ella (recuerdo que vivía en la calle Arenales, de Buenos Aires), trabajamos la
antología de su obra para la colección principal de la editorial. Ese libro,
hasta donde sé, tuvo más de doce ediciones. Me escribieron, unos años más
tarde, de la Universidad de Sevilla para colaborar en un estudio sobre Olga. El
libro salió en el 2010 con el título, “Olga
Orozco (Territorios de fuego para una poética)”, y estuvo a cargo de la
profesora Inmaculada Lergo Martín. Más tarde, la misma autora, tuvo la
deferencia de invitarme a participar de un estudio sobre la obra de otro gran amigo
y poeta, Carlos Germán Belli, “Vivir en
el poema”, que se editó en Granada, en la editorial Point de Lunettes, en
el 2013. Y viajé para saludarla en su presentación en Lima, en la Casa de la
Cultura. Otro dato, que a lo mejor interesa a tu pregunta: con editorial Biblioteca Ayacucho, he publicado varios
libros: “Poesía amorosa latinoamericana”
(1995), “Crónicas de poeta”, sobre
los escritos de César Vallejo en Francia (1996), “Cartas del destierro y otras orfandades” (2006) con el que gané un Premio Nacional
en Venezuela…Y trabajé en la Cronología del libro “Rayuela” de Julio Cortázar en el 2004, etc., etc.
10 – Cinco o seis años al frente de
“Quevedo”, decidiendo, seleccionando, difundiendo. ¿Cuál fue la impronta que
sostuvo tu revista? Y como con “El Escarabajo de Oro”: ¿características
gráficas, circulación, autores publicados…?
MR: En 1992 me invitaron a participar en el Homenaje al
natalicio del poeta César Vallejo en la Universidad de Lima. En aquel momento,
decidí editar mi revista “Quevedo”, número 1. Ya en el editorial, decía: “QUEVEDO, más que un nombre glorioso de las
letras universales, es un concepto. Y más que un concepto, una piedra angular
en nuestro idioma hispanoamericano que, también, revela una actitud de
disonancia en el actual estado de cosas. Por eso, tiene ya el carácter de una
justificación para esta revista de poesía, ante la embestida monstruosa y embrutecedora del neoliberalismo
transcultural.” Fueron ocho números los que aparecieron. Inéditos de
Vallejo, de César Moro, Artaud… Entrevistas exclusivas a Borges, a Gonzalo
Rojas... Apócrifos y anónimos. Fue en 1996 cuando dejó de aparecer. De mis
comienzos literarios, podría decir que el dicho que afirma “la letra con sangre
entra”, es verdad. Ya que a la edad de cinco años estuve mudo debido a una
cirugía de garganta en el que experimenté que la sangre estaba unida a mi voz.
E inventé un lenguaje para comunicarme con los demás. De ahí, pienso, el título
de mi primer libro: “Los gestos interiores”. Y más tarde, a los quince
años, y trabajando yo en una imprenta del barrio San Cristóbal, que se especializaba en trabajos de timbrado y
sobrepujados, tuve un accidente con la máquina alemana que manejaba, al quedar
atrapados mis dedos índice y medio de la mano derecha en la impresora. Fue un
descuido mío al querer enderezar una hoja de papel seda que se había doblado, en
momentos en que el carrito timbrador (así le decíamos) hacía punto de presión
sobre el papel y mis pobres dedos. La sangre fluía, como podrás imaginarte, con
ganas. En esos días yo ya era un apasionado aprendiz de escritor. Escribía
mentalmente y pasaba en papel en los momentos que pedía permiso para ir al
baño. Años más tarde, nacería “Quevedo”, después que nuestro país saliera de
las sombras y del terror que había implantado una dictadura. ¿Habría que
agregar algo más a la frase de Eliot, sobre el hecho de que el tiempo solo
vence al tiempo?
Manuel
Ruano selecciona para esta entrevista, en febrero de 2014, los siguientes seis
poemas de su autoría:
NUBES VIAJERAS PARA
UNA DESVELADA AUSENTE
A
Olga Orozco, in memoriam
Esa es
tu voz.
Sí, un
cartílago de oro que iluminó al sol.
Más bien
debería recordarte que he aquí un cristal de roca
de belleza inaudita.
Ese espacio
por donde tu alma pasa con el verbo ad verbum
atemperado,
que
contradice a las presencias en su traje ritual.
En sinfonía
de voces.
Más
exactamente, había en ti una convalecencia de penumbra,
que llegaba
sin aliento a las conclusiones inesperadas...
De igual
manera había en la memoria una pajarera
desconocida para las nubes,
adonde
entrabas y salías siempre, alabando los paseos perdidos.
Tengo la
sensación de estar tomando contigo el té de las difuntas,
en el fondo
de un jardín y tú, con tu corona de flores.
-Es un
diálogo secreto entre los huérfanos-, dijiste.
No estoy tan
seguro de haber develado esas ausencias,
pero esos
lamentos, esos paraísos perdidos,
son de
aquella geografía del adiós.
Con rigor,
debo confesarte que no debes confundir los sabores,
los reinos
invisibles, las pasiones inescrutables
que alguna
vez te han hecho llorar.
¡Ah, tapices
revestirán una galería de abriles crueles,
de gladiolos moribundos,
de lágrimas
de una mujer solitaria que toma sopa
con los
retratos de un paisaje irrenunciable!
No debes
alzar la voz cuando alguien te habla
de los salones desiertos...
Más aún,
deberías controlar a quienes te adulan.
No siempre
son de confiar.
Pero la niña
terca que hay en ti, mira fijamente su plato
mientras se mueven
las cortinas que dan hacia un balcón vacío...
No hay nada
que hacerle: ¡robarle fuego al sol, ocasiona desgracias!
Te pone por
delante una viuda de luto que augura calamidades
y prepara el
pensamiento para la muerte.
Con todo
respeto, siempre hay un embaucador de cosmogonías,
que pretende
ocultar las nubes, las tormentas que se avecinan,
como un
anticipo de los tiempos.
No te dejes
impresionar por la distancia.
Recuerda que
los poetas se reconocen más cuando no hablan.
Realmente, no
hay embuste posible en los versos
que no hayan
dejado flores marchitas como la soledad...
Pero los
huéspedes, amiga, no han vuelto. Y tú me dijiste:
-Me voy por
unos días-, y yo te lo creí,
como un
creyente de las cosas que vuelan;
los poemas de
Pessoa se vuelan en un lejano bar de Lisboa
que ha
quedado fijo en tu recuerdo;
pero tú, te
ibas para siempre...
(Aparecido en “Olga Orozco: Territorios de fuego para una poética”)
ANÓNIMO ES EL POLVO DEL OLVIDO
Anónimo es el
polvo del olvido y anónima
la vieja profecía.
Es anónimo el
libro más leído y anónima la loca poesía.
Apócrifo será
lo que has querido y apócrifa
es aún tu fantasía.
¿Qué turbia
sinrazón mata el olvido
del malogrado
amor que te encendía?
No sufras por
las páginas gastadas que en dramáticos versos
escribieron.
Son inciertas
las palabras más sagradas y profunda
la herida que te hicieron,
de anónimas
historias develadas,
del canto de
los días que se fueron...
(De “Concertina de los rústicos
y los esplendorosos”)
DE LAS MUCHAS ENCRUCIJADAS DE CIDE HAMETE BENENGELI
“...volviendo de improviso el arábigo en castellano,
dijo que decía: Historia de Don Quijote de la
Mancha,
escrita por Cide Hamete Benengueli, historiador
arábigo.”
Miguel de Cervantes Saavedra,
Don Quijote de la Mancha, Cap.IX
Yo,
Cide Hamete Benengeli,
encarnadura y
voz del sueño y la impostura,
escribí con
pluma de ganso mi Quijote en secreto gabinete.
Alá,
introdujo esas letras de una ruta de la ensoñación,
de caballero
andante, con adarga y armadura, e ilusoria Dulcinea
del Toboso.
Jamás sabré
ponerle nombre a las rutas del corazón,
sólo me fío
de quien me soñó en graves temporadas con la muerte.
Esas
cabalgaduras cierran cualquier herida.
Largas horas
pasé con un morisco toledano que tradujo esos folios
y un oscuro
amanuense llamado Cervantes,
secretario
años ha de un cardenal en Roma,
y soldado del
Rey, mutilado en la Guerra de Lepanto.
Yo celebro
ser criatura de su sueño y su penuria.
Perdido fui
en el jardín de los tropiezos,
argumentando
entre sombras glorias fallidas y soldaduras
de la peor especie.
No hubo lugar
ni papel de estraza que alcanzara para contar
tan luenga historia,
cuya
pertenencia fuera puesta en duda.
Que nadie
diga que Cide Hamete Benengeli traicionó a Dios.
Para que
ahora hablen de mí,
y me cierren
las puertas de la sensatez.
Tan real era
el hidalgo don Quijote, que soñó Cervantes,
como aquél
puesto en prisión en la noche de los
insomnes.
(No lejos
está maese Pedro y su mono adivino.)
Los
grilletes, trajeron a Cervantes el recuerdo de Argamasilla de Alba,
en la Cueva de Medrano, y no le dejaron dormir...
Pero estos
cautiverios, son asuntos para
picapleitos,
y han quedado
en un libro de actas donde se escritura la fe.
Yo, Cide Hamete
Benengueli, escriba de arábigas fronteras,
fui quien
dictó a Cervantes el Libro que los soñó a todos.
Y él, me soñó
a mí en trágico laberinto.
¡Oh, luna de
Mahoma, cuán tétrica es mi alabanza!
¡El mito nos
atrapa a todos en su desamparada resurrección!...
(De Homenaje al IV Centenario del Quijote, “Aldaba”,
Argamasilla de Alba, 1605-2005, Ecma. Diputación de Ciudad Real,
España.)
PARA CONFIARME A TU CUERPO
Para confiarme
a tu cuerpo no fui ladrón ni verdugo,
tampoco un
adicto que te regala versos, o finge
la locura más extraña;
ni un ángel
fumador de opio en los arrabales de
Alejandría,
que se
refleja cada tanto en tus sueños...
Para
confiarme a tu cuerpo por toda una eternidad,
fui contador
de perlas en Macao, transmisor de sífilis
en Estambul,
cantor de
tugurios como algo, creo, venerable;
acaso, un
bebedor más viejo que Khayyam con su hetaira
más hermosa y sus velos sensuales.
Para
confiarme a tu cuerpo, fui desvergonzado estafador
en Rímini,
divulgador de
historias en Bogotá que anduviera
por carne semejante...
Sí, para
confiarme a tu cuerpo.
Fui buscador
como el que más del metal sagrado que hay
en la apestosa muerte.
Nada más que
para confiarme a tu cuerpo.
(De “Mirada de Brueghel”)
LA INFELICE CARNE
Nací en
la majestuosa avenida de la Contradicción,
lindante con
la calle de los ojos alegres.
Enseguida me
bautizaron Equívoco,
porque dudé
de todo desde el primer instante.
Con los años,
tropecé con la señora Locura,
y busqué
abrirme las venas en canal,
a la primera
envestida del contrariado amor.
Entonces leí las
páginas de la resignación.
Y recalé en
el capítulo de la credulidad,
que me ha
hecho llevar esta pesada cruz.
Desde
entonces, he traficado la incomprensión,
es decir, del
mundo y la doliente carne.
(De “Escaramuzas con Arthur”,
Ediciones a Sottovoce,Caracas, Venezuela, 1998)
“POR MIRAR SU FERMOSURA"
"Por mirar su fermosura"
Marqués de Santillana
Do van
mis ojos por el alba, amiga,
como garza
enamorada en amancaes
que te sigue
por el sueño y el olfato.
Non va agora
la soledad en la pradera,
-dixe-, de
fembra prieta y fragante
de flor, febo
y torcaza.
Como aquel
venadito pardo
(en
castellano viejo)
al que canta
el corazón desde la herida.
Do se pierde
el home, amiga,
en desnudez y
ardor de amante.
(De “Los
Cantos del gran ensalmador”)
En la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, Manuel Ruano y R. R., febrero 2014.
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05 de Febrero, 2014
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Entre-vista
en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti
Marcela Predieri
nació el 9 de junio de 1960 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Argentina. Desde
1991 reside en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Entre
1989 y 2007 publicó los poemarios “Sangre de amarras”, “Invierta un hijo”, “La
pancarta”, “Los andamiajes del miedo”, “Ébano” (disponibles en www.delapalabra.com.ar).
Su quehacer literario fue incluido en antologías de poesía, de poemas
ilustrados, de relatos, de cuentos, de cuentos infantiles. Desde 2006 coordina
libros colectivos de cuentos y poemas, tal como lo hizo con la novela experimental
“Puzzle”, concebida entre once narradores. Además de integrar los equipos
hacedores de diversas revistas, dirigió dos: “La Mazmorra” y “La Avispa”. Colabora en el
diario “La Capital”
de Mar del Plata y suele ser convocada para integrar el jurado de concursos y
dictar conferencias. Desde el 2000 organiza el Café Cultural “De la Palabra” y está al
frente de la Colección De la Palabra, con más de setenta títulos, muchos de los
cuales ha prologado. También De la Palabra se denominan los grupos de estudio y
creación literaria que fundó hace veintidós años. Entre otros, obtuvo el Premio
Lobo de Mar a la Cultura
2004 en reconocimiento a su aporte a las Letras Marplatenses, otorgado por la Fundación Toledo.
Fue vice-presidenta de la
Sociedad Argentina de Escritores, filial Atlántica, en 1994 y
1995. Participó en festivales y congresos no sólo nacionales, sino también en
Lima, Perú, 2008, abordando la temática Arte y Salud Mental; en Bucaramanga,
Colombia, 2009, exponiendo sobre Identidad Literaria Argentina; en Oaxaca,
México, 2010, dictando el seminario Teoría del Cuento Argentino. Desde 2001
prepara a algunos de sus talleristas egresados como coordinadores de talleres.
Durante 2004, conjuntamente con la licenciada Karina Krol, impulsó el proyecto
de extensión Markas, interdisciplinario –psicología y letras- y el curso de
formación en la lectoescritura para bibliotecarios en la Biblioteca de Naciones
Unidas. Entre 2006 y 2009 incorporó a sus actividades la propuesta Palabra
Clara, para internos de la Clínica Psiquiátrica “Clara del Mar”. Su blog es http://mpredieri.blogspot.com.
1 -
Me suena que el principal periódico de tu ciudad de adopción es precisamente
donde colaborás. ¿Lo hacés con crítica bibliográfica, con textos literarios o
artículos periodísticos? Y “La
Mazmorra”, revista que no creo haber conocido: ¿merece que la
evoques?
MP: Mientras estuvo Pedro Leguizamón como
director del suplemento de Arte y Cultura de “La Capital”, colaboré con las
reseñas bibliográficas cada semana; después eso se fue espaciando (en realidad
dejaron de enviarme libros y yo aproveché para comentar aquellos que me
gustaban mucho aunque me llegaran por otras vías). Por supuesto, desde entonces
no he dejado de colaborar con cuentos, poemas y ensayos breves. Y “La
Mazmorra”, ¡ja, ja! Sólo salió un número. Estábamos en ella todos condenados,
como corresponde a cualquier revista literaria que se precie.
2 - En tanto involucrada orgánicamente con la
salud mental desde tu lugar de escritora, Marcela, se me hace perfecto
compartir con vos un fragmento del magnífico “Antonin Artaud, el enemigo de la
sociedad” del notable poeta argentino, ya fallecido, Aldo Pellegrini. Entre
ayer por la noche y hoy me lo he leído por cuarta vez (precede el volumen “Van
Gogh, el suicidado por la sociedad”, Editorial Argonauta, Buenos Aires, 1971):
“La locura representa una ruptura total del molde que se denomina mentalidad
del hombre normal, y por ello no sólo prescinde de todas las normas
convencionales, sino que vive directamente en el mundo de la imaginación. De
ahí el estrecho contacto de la locura con la poesía. Pero lo que el poeta se
limita a volcar en el verbo, el loco lo vive integralmente.” Te cedo la
posibilidad de que nos trasmitas tu reflexión.
MP: Hasta que me radiqué en Mar del Plata, de
esto hace ya más de veinte años, sabía sobre este tema tanto como la mayoría, o
sea muy poco, y tenía una visión absolutamente romántica sobre su relación con
el arte. Uno de mis primeros trabajos acá fue la de encargarme de las reseñas
bibliografías para el diario “La
Capital”. Me hacían llegar entre ocho y diez libros por mes
para leer y comentar. Una tarde, entre ellos llegaron tres de un poeta local a
quien no conocía ni había sentido antes nombrar. Los leí y cosa extraña –ya que
en estos casos debía elegir sólo uno-, en lugar de hacer la reseña solicité
encarar una nota sobre el conjunto. ¡Tanto
me habían impactado! Se trataba de tres poemarios de Jorge Lemoine escritos a
finales de los ‘80. Para la misma época, allá por los ‘90, conocí al poeta René Villar. Fascinada como buena poeta
treintañera con Artaud, me encontraba de
pronto con que Mar del Plata tenía sus propios Artaud, pero era casi imposible dialogar con ellos,
trabajar y hasta a veces, tratar… Sin embargo, esos “locos” tenían dosis de
talento admirables. No sabía qué hacer, así que me obsesioné con el tema de
arte y salud mental. Leí, estudié, hice seminarios, trabajé –durante diez años-
en La Rada, un centro
de arte y salud, donde recibía, además de gente que quería pulir o desarrollar
su estilo en mis talleres literarios, a personas con padecimiento mental,
adictos y alcohólicos en recuperación, la mayoría de las veces derivados por
sus psicólogos o psiquiatras. Tiempo después coordiné junto con la licenciada
Karina Krol, el taller interdisciplinario Markas, para personas con angustias y
depresiones leves, y más tarde el taller Palabra Clara en la clínica
psiquiátrica Clara del Mar, donde trabajé casi tres años. Quienes eran dados de
alta asistían luego a los talleres (sin que nadie supiera de sus patologías), a
veces con AT -acompañantes terapéuticos que se hacían pasar por alumnos-, y
encontraban en De la Palabra un lugar donde eran considerados como escritores y
no como pacientes. ¿Por qué lo hice? Porque creo en el poder sanador del arte.
Recuerdo el caso de un paciente que vivía enfrascado en sus cuadernos, a tal
punto que había creado un idioma propio que incorporaba a sus trabajos; en
general, a casi ninguno de los talleristas internados les interesaba
comunicarse con el otro, pero éste era un caso extremo. No obstante, a los
pocos meses de asistir al grupo empezó a poner entre paréntesis la traducción
de esas frases en su extraño idioma y, al año, lo había dejado de lado. Sí, el
arte sana, no la patología, pero sí el alma, el dolor y el aislamiento con que
conviven quienes la padecen. Por eso trabajamos en La Rada con la emisora La Colifata en una jornada
de tres días a principios del 2000, y tiempo después ese mismo proyecto radial
lo encaramos junto a los chicos de radio La Azotea, para que se trasmitiera desde la clínica
Clara del Mar para toda la ciudad. Los llevábamos al Café “De la Palabra” cada
mes, con el enorme esfuerzo de acompañantes terapéuticos y psicólogos (a razón
de uno cada cuatro pacientes), quienes hacían este trabajo en forma voluntaria
en grupos de a veinte o treinta. No eran presentados como pacientes sino como
talleristas o poetas invitados. Algunos, lo sé, se preguntaban: “de dónde saca
Marcela a toda esa gente” o cuchicheaban acerca del ambiente enrarecido del bar… y dejaron de
acompañarnos. Por la misma razón los publicamos en “La Avispa”, porque los
internos en clínicas psiquiátricas siguen estando excluidos, hoy como siglos atrás,
y hay entre ellos muchos artistas que necesitan y merecen ser escuchados. La
creación artística les da esa posibilidad. Vos citás: “lo que el poeta se
limita a volcar en el verbo, el loco lo vive integralmente.” Fijate en esto: es también el caso de
Jacobo Fijman, y aunque él no se reconociera como enfermo mental, en su poema
“Canto del Cisne” del libro “Molino Rojo”, define a la demencia en un sentido
total como “El camino más alto y más
desierto”. En el volumen “Conversaciones con Pichón Riviere”, de Zito Lema,
Pichón dice algo que creo todos compartimos: “Es la poesía la que muestra como
ningún otro medio, la débil línea entre el cielo y el infierno, la vida y la
muerte, la salud y la demencia, pero no hay que olvidar lo que escribió
Chesterton: ‘El loco lo pierde todo menos
la razón’”.
Por
eso me gustaría también hacer una breve referencia a la literatura de hoy. Es
fácil ver cómo la literatura, de los ‘90 hasta hoy, describe no al individuo
enfermo sino a la toda la sociedad
enferma y lo hace precisamente con una escritura “enferma”. La literatura de
hoy, igual que en la época de las vanguardias, mata lo consagrado, busca otra
cosa. Exige otro lenguaje, uno que refleje que todo está fuera de los límites
(y eso es locura), ese lenguaje es fragmentario; como escribió Diana Bellessi:
“hoy se da la astillación del lenguaje porque lo que se astilla es el hombre y
la sociedad”. Ambos parecen estar al borde… y, qué coincidencia, hay una
patología que aparece por asociación sonoro-semántica: el border. Un borderline
presenta los siguientes síntomas que, no me van a poder negar son los de
nuestra sociedad toda: inestabilidad afectiva, episodios de
intensa irritabilidad o ansiedad, iHYPERLINK
"http://es.wikipedia.org/wiki/Ira"ra y
dificultades para controlarla, sentimientos de vacío, impulsividad, alteración
de la autoimagen, estrés elevado. Y ahora presten atención a esto: la
literatura puede también tener misión de borde… precisamente para
evitar su caída. O sea que tanto la locura como la literatura se transforman en
un acto de resistencia, y en algo liberador. Por último: ya no sólo a los locos
o a los creadores sino a todos la realidad nos resulta insoportable; tal vez
por eso aparece con increíble fuerza un nuevo arte, esta nueva literatura que
como decía Camus: existe para no morir de
verdad.
3 -
Es a la autora de un libro cuyo título es “Invierta un hijo” a quien le
transcribo un segundo fragmento del citado ensayo de Pellegrini: “El nacimiento
es una sorpresa terriblemente dolorosa de la que nunca llega el hombre a
reponerse. Estamos marcados a perpetuidad por la sorpresa del nacimiento. Pero
además el nacimiento es un proceso que no llega a complementarse en el curso de
la vida, por más prolongada que ésta sea. El hombre no acaba de nacer, y lo
sorprende la muerte sin haber podido completar el nacimiento.” Te cedo la
posibilidad de que nos trasmitas tu reflexión.
MP:
Con esta pregunta no sé si hablar del poemario “Invierta un Hijo”, que no es
otra cosa que el diario de un soldado de todas las guerras, o de la novela en
la que estoy trabajando ahora: “De
crecer y otras muertes prematuras”. La muerte te sorprende, claro que sí. Tal vez pueda contestarte con un poema de
otro libro, “Los Andamiajes del Miedo”, poema titulado “Dejar de Ser”: Quieta divisoria conduce a la caída /
Desciendo / a inhalar hondo / mi propia gestación // Todo es silencio / y un jadeo inútil / que profundiza la
asimetría de los cuerpos // Cada porción de piel construye el infinito // Los
límites se expanden / como si huyeran
/ avergonzados / del residuo que dejan
en el otro // Mueca innominada /
"Salir requiere mil disfraces" . La frase encomillada es
de Antonio Aliberti.
Creo
que todo artista, y en especial los poetas, buscamos siempre entender las
cosas, la vida en definitiva, por eso escribimos. Pensá en la palabra
alumbramiento, de eso se trata nacer, pensá en dar a luz… un hijo o un poema…
No hacemos otra cosa que intentar poner las cosas en claro. Y no sale. Eso no
hace que deje de intentarlo, aunque sea vanidad, como dice Eclesiastés: correr
tras el viento. Tal vez por eso tenga otro poema que hace intertexto con eso; tiene
como título “Correr antes de la muerte”, porque no quiero vivir un abecedario
incapaz de pronunciar mi nombre. Hay quienes dicen que hay más tiempo que vida.
A mí no me asustaría tener menos tiempo si la intensidad de lo vivido lo
hubiese ya colmado, pero me queda mucho por vivir todavía. Eso es descuido:
creer que tenemos todo el tiempo del mundo.
4 -
Ha sido en el marco del Café Literario “Último Infierno”, organizado por la
Asociación de Poetas Argentinos, cuando en un reducto porteño, en 2005, dentro
de un segmento que yo conducía te presenté, Marcela, leíste tus poemas, te
formulé un par de inquietudes, y destaqué la evolución que hasta entonces había
ido sosteniendo la Revista Cultural “La Avispa”. Estamos ahora ante otro
público, mucho más amplio y anónimo: no tenemos delante, como en aquel acogedor
bar próximo al centro intelectual de la Capital Federal, a nuestros amigos, o
conocidos, o desconocidos, en contacto directo: ante estos otros destinatarios,
¿nos contás cuál es la historia de tu Revista, por qué se estableció una
primera etapa y comenzó una segunda, con qué vaivenes e innovaciones se sigue
manteniendo, a qué apuntó al principio y cómo fue modificándose? Entiendo que
en la actualidad la dirige Gustavo Olaiz y el último número ha sido el 56, el
año pasado, y en soporte digital: ¿es así?
MP:
“La Avispa” nació el 13 de junio −día del escritor− de 2000, con el nº 0 como
un pliego de encuentro que ofrecía a grupos, instituciones y autores
independientes la posibilidad de funcionar como lazo que los contactara de
alguna manera (para esa época yo había contabilizado unos veinte grupos que se
caracterizaban por organizar sus actos siempre el mismo día y a la misma hora,
ja ja). Los invitamos entonces a acercarnos textos, para hacer difusión sobre todo de nuevos
autores, gacetillas para que dejaran de superponer actividades, y les ofrecimos
una página institucional; nosotros publicaríamos 1000 ejemplares de
distribución gratuita. La sorpresa fue enorme: las entidades nos enviaban
textos del presidente o del vice, edad promedio 83; las actividades seguían
superponiéndose, para que llegaran a tiempo a la fecha de cierre con sus
páginas había que correrlos o hacer diez llamados telefónicos… pero los autores
independientes y jóvenes enviaban cada vez más material. Como repartíamos la revista
(en formato diario con cuatro pliegos
ya) en bares, salas de espera y centros culturales, la gente empezó a pasarla
de mano en mano y como los miembros del staff solíamos y solemos viajar
bastante a encuentros o congresos literarios, en poco tiempo se conoció afuera
de Mar del Plata. Entonces la echamos a volar. O dicho de otra manera, dijimos
basta de hacer beneficencia con instituciones que no quieren abrirse; nosotros
sí queremos. Cuando pensamos el nombre no fue el insecto lo que nos sedujo sino
la imagen del avispero: apenas sujeto por arriba y una gran boca hacia abajo
que crece y crece; había que volver a eso: yo la dirigía, un grupo pequeño
trabajaba en ella y estábamos abiertos a recibir autores nuevos de todas las
estéticas. Así “La Avispa” empezó a crecer y a crecer; pasamos del formato
diario o pliego al cuadernillo 14 x 20, si mal no recuerdo, en el nº 17, que
fue cuando apareció también la versión digital y se fundaron nuevas secciones
no literarias. Hoy tiene colaboradores de casi todas las provincias argentinas
y también de España y Latinoamérica (he viajado para presentarla a Chile,
Colombia, Uruguay, México y Cuba); hay muchos escritores que piensan como
nosotros con respecto a los lazos, la apertura, el trabajo en red. Y no sólo
escritores; por eso además de literatura −cuentos, poemas, ensayos y reseñas
bibliográficas− la revista tiene
secciones sobre cine, teatro, plástica, música, humor y dos que quiero
particularmente: la infantil y la de opinión: “dar la cara”. Estuve a cargo de
la dirección hasta el nº 55 a fin del 2012, ahora lo hace Gustavo Olaiz, desde
Mar del Plata; la vice-dirección está a cargo de Cristina Mendiry, en Buenos
Aires; yo sigo trabajando, claro; el haber dejado el cargo me da tiempo y
permiso para publicar en ella, cosa que antes no hacía (demasiado ocupada
recibiendo, corrigiendo o seleccionando material, ja ja).
5 - Y la treintañera, a la que había visto
una vez, un sábado por la tarde, como invitada, en un grupo de reflexión sobre
la escritura al que yo concurría regularmente, ahí nomás, poco después, se
radica en la urbe turística más importante (donde en 2005 se celebró la
oxigenante IV Cumbre de las Américas) y la ciudad costera más poblada de la
Argentina. ¿Cómo fue aquel desplazamiento? ¿Qué te decidió, Marcela, a cambiar
tu radicación? Sé que sos ingeniera naval: ¿llegaste a ejercer? ¿Y cuál había
sido el diseño de tu vida hasta entonces?...
MP:
Cuenta mi madre que me trajo a veranear por primera vez a Mar del Plata cuando
tenía apenas meses; desde entonces vinimos cada verano. Tenía once años cuando
mis padres compraron un departamento, eso extendió mis estadías en la ciudad;
veníamos apenas terminadas las clases −30 de noviembre en aquella época sin
paros de maestros− y regresábamos el día anterior al inicio del ciclo −¡5 de
marzo!, estaba prohibido llevarse materias, no convenía tampoco−. Ya
adolescente empezaron las escapadas de fin de semana y, en la época de facultad,
ya que la mencionás, nada impedía continuar con la playa. Debo haber estudiado
media carrera en el espigón de la ya desaparecida Playa de los Ingleses o en
las rocas de Playa Chica (había que buscar lugares sin ruido, alejados del
tumulto). Me casé muy joven con un marino mercante que también amaba esta
ciudad, soñábamos con “algún día venir a vivir a Mardel”, así que una vez
recibida comenzamos a pasar sus licencias acá, o sea casi seis meses al año en
forma alternada. Luego vinieron mis dos hijos −los criamos tan nómades como
nosotros−, pero cuando la mayor estaba por comenzar la primaria tuvimos que
fijar un lugar de residencia definitivo. Sin lugar a dudas ese lugar era Mar
del Plata.
Con
respecto a mi profesión: ya radicada acá y sin familiares que me cubrieran las
horas de trabajo en astillero (nunca quise dejar a mis hijos en otras manos),
ni siquiera intenté salir a buscar trabajo −ya lo haría después, pensé− y abrí
el primer taller literario DELAPALABRA en mi casa. Casi no había nada de eso
acá, así que creció y creció y creció: seis talleres semanales, la colección de
autores marplatenses del mismo nombre, el café literario, la revista,
seminarios, viajes a encuentros o congresos nacionales e internacionales… Mis chicos crecieron y cuando me pregunté
quién era, qué era, qué quería hacer con mi vida y me respondí, yo también
crecí. Ahora considero a la ingeniería como un pecado de juventud que volvería
a cometer, pero se dio así. Muchas veces me preguntan sobre este tema pero no
me explayo tanto; les pregunto por ejemplo: Vos
sos médico y jugás tenis… ¿Y si hubieras tenido un excelente drive? ¿Y si
hubieras empezado a ganar torneos y torneos, no habrías tomado la decisión que
yo tomé? Como respuesta: simplemente se
ríen.
6 -
Entiendo que el fallecido poeta Enrique Blanchard (1953-1999) -quien también
participara como invitado un sábado por la tarde en el grupo de reflexión-,
editor de tus dos primeros poemarios, ha sido alguien significativo en tu
formación. ¿Nos hablarías de él? Es lamentable que el autor de “El Locutor
Físico” y “Retrato de Antifaz” no tenga casi difusión en la Red (acabo de
releer ese poema tuyo –“Una y Mil Veces”- a él dedicado).
MP: Toda mi formación la hice en talleres
literarios. ¿Cuántos?: muchos, todos los que pude; eso es lo que hizo que esté
en donde esté, que pueda compartir en los talleres lo que aprendí: todas las
escuelas, todas las tendencias y estilos, muchas maneras de coordinar; hubo una
época en la que hacía tres por semana. Hasta que di con otro… parnasiano lo voy
a llamar, o mallarmeliano, y todo lo que significó el movimiento nuevo-milenista,
o como lo denominan algunos, malditismo rioplatense. Sí, Blanchard fue decisivo
en mi carrera literaria, un verdadero impacto. Un tipo trabajador, generoso y
obsesivo en todo −eso quiere decir no sólo corrección de estilo sino también en
lo que él llamaba la formación responsable del escritor de la modernidad−,
siempre nos trató no como discípulos sino como escritores −lo que intento ahora
yo hacer en los grupos DELAPALABRA-. No sé si no está difundido en internet, en
realidad hay grupos en Facebook y la gente que estuvo a su lado se sigue
reuniendo, escribiendo y promoviendo su obra; yo soy una de ellas.
7 - Tu función en “Puzzle” amerita que nos
describas la novela, des a conocer a sus autores y nos trasmitas cómo fue
concebida y gestada.
MP: Puzzle
fue publicada como novela experimental en 2004 −un juego para nosotros: once
narradores que nos integramos en un seudónimo, Armand Piece- luego se habló de
novela sinfónica, una denominación demasiado rimbombante. Armand Piece es
en realidad el seudónimo utilizado por un grupo de once narradores de Mar del
Plata y Miramar para configurar esta novela experimental: Mónica Aramendi,
Vilma Brugueras, Élida Correia, Edith Ruz de Colombo, Alejandro Gómez, Verónica
González, Nancy Lucotti, Paula Marrafini, Guillermina Sánchez Magariños, Juan
Mauricio Torres y yo. Surgió como desafío después de haber analizado y
discutido la conferencia "Qué es
un autor", presentada por Michel Foucault a la Sociedad Francesa
de Filosofía en 1969. En dicha conferencia se partía de una formulación de
Beckett: "Qué importa quién habla" y por qué la presencia o
desaparición del autor se había convertido en tema dominante para la crítica.
"La obra que tenía el deber de traer la inmortalidad -afirmaba Foucault-
recibe ahora el derecho de matar, de ser asesina de su autor". Nos gustó
la idea y de ella nació la propuesta: escribir una novela experimental (no
con múltiples narradores sino con múltiples escritores, lo que nos conduciría
por consiguiente hacia una enmarañada selva con saltos cualitativos, variadas
posiciones de autor, distintos puntos de vista, desiguales tonos discursivos,
secuencias contradictorias, diferentes tiempos narrativos). ¿Inmanejable? Eso
parecía, pero teníamos frente a nosotros la frase de Goethe: “Cualquier cosa que puedas o sueñes
hacer, empiézala”, y nos lanzamos a la aventura entre lícita y
blasfema de abordarla; total no tendría reglas ni autor, de manera que tampoco
habría trasgresión y por lo tanto, nunca castigo. Si como dijo Foucault:
"La escritura se despliega como un juego que infaliblemente va siempre más
allá de sus reglas", nosotros ya estábamos jugando, y la desaparición del
nombre propio o de las marcas individuales no era en absoluto trascendente.
Este sacrificio sería, para cada uno de los miembros del grupo, voluntario.
Teníamos el punto de partida y no una sino once voluntades dispuestas a regir,
ordenar, dar forma a los distintos personajes, adecuarlos a las situaciones
creadas, y por supuesto el regreso al origen (reunión semanal, café, mate o
whisky mediante) como punto de confluencia en donde las contradicciones podían
discutirse y resolverse. El puzzle se fue troquelando, esto nos llevó un año y
medio de trabajo, entonces descubrimos que la pregunta no es quién escribe la
obra sino desde dónde se ejerce esta función. La respuesta: desde las distintas
capas discursivas que conforman el cuerpo textual de la novela. Fue así como
cada uno de los once escritores fue perdiendo su identidad de troquel y
adaptándose a la trama que exigía la ficción, borrándose en beneficio del
carácter cada vez más sólido de este rompecabezas. Es verdad, por momentos
pensamos que sería imposible; tuvimos muchas páginas de descarte y días de
desánimo, pero también períodos increíblemente fecundos, de trabajo tan intenso
que sentíamos que literalmente se nos rompería la cabeza. En realidad la
novela es bastante mala, lo maravilloso y enriquecedor fue la experiencia.
Primero elegimos el género: sería un policial porque lo consideramos más fácil
de tramar; después cada uno de los autores (menos yo que oficiaría de comodín o
DT) eligió un personaje que escribiría en primera persona. Nos reuniríamos una
vez a la semana, el orden de lectura sería el de llegada y eso condicionaba el
argumento, los restantes debían ajustarse a los cambios y elementos
introducidos por el anterior. Era muy gracioso, porque si te llegaban a matar en
alguna de esas semanas, quedabas fuera del proyecto (ahora en serio: igualmente
se leía todo y si la segunda o tercera propuesta era mejor, se hacían los
ajustes necesarios). Así la novela fue avanzando hasta ponerle el punto final.
El problema fue lo que vino después: tardamos mucho en corregirla y darle su
forma definitiva. Por ejemplo, se eligieron a los tres autores que tenían un
tono más neutro y pasaron a fundirse para narrar en tercera persona; había
incongruencias: en pagina 4 alguien vivía en Libertad y la Costa y en la página 76 iba
al bar a la vuelta de su casa, en Luro y Salta… Y aunque todos los autores se
esforzaron mucho por diferenciar las voces de los personajes, por último se
eligió incorporar elementos de la “concreta” para ayudar al lector. Tendrías
que verlo: hay un falopero tartamudo que tiene lagunas; desde lo visual sus
páginas no tienen puntuación sino espacios más largos o más cortos o nolostiene en
absoluto. El policía escribe en
Courier New, las cartas están en manuscrita… ¿Me explico? Por último, como
coordinadora del grupo hice ajustes, escribí rellenos, incorporé nexos, barajé
capítulos… La presentación fue en un teatro. Cada uno vestido de su personaje e
interpretándolo; a mí me tocó algo así como un mago fantasma que se metía por
aquí y por allá, varita mágica en mano. Pero te decía lo de la experiencia:
todos crecimos. Era necesario tirar por tierra el ego del escritor y escribir
casi desde el anonimato. Acá lo importante era la obra. Si bien al final
explico quiénes participaron, en ningún lugar dice Fulano escribió esta parte, Zutano
esta otra, o yo aquella de más allá. Eso es humildad. O una verdadera locura.
Marcela
Predieri selecciona para esta entrevista, en febrero de 2014, seis poemas de su
autoría:
Faltan Los Barcos
Es necesario
invadir sus secretos
las horas de
agua que se trepan
fértiles de anclas y arena hasta el nido de
la noche
las bocas de
esos hombres que ofrecen la pleamar
y se abrazan a los puertos
Sin rastros
se pierden los nombres de las
mujeres del bar
como las estelas
tras la rompiente irremediable
y sus bocas de
rouge
arrancadas con el revés de las
manos
o la memoria
Porque ellas
saben guardar entre billetes su saliva
bautizan con
champagne la pieza que debe de mañana
mantener
las ventanas abiertas
mientras se
dejan inspeccionar por el sol
y cuadrillas de
viento descarnan de los techos
el jadeo de los clientes
No hay en ellas
rencor ni caricias
Tras haber
deshabitado la noche
beben
café despacio
cepillan sus
dientes y los cabellos enmarañados
porque la pena
no es pena mientras entre sus muslos
esté caliente aun el
recuerdo de la paga
Tal vez alguna
novata llore
Aprenderá
-dice la mujer con arrugas en las
sienes-
el segundo o el
cuarto ya no importan
y la besará en
la boca
como una madre
Al costado de la
cortina
la rubia joven se depila
una pierna
se arranca uno a
uno los marineros de esa tarde
y es tan bello
verla apareada al sol
con sus ojos de sueño de mediodía
aunque cargue
olor a vino
un mal recuerdo que
dormirá hasta que el sol
caiga exhausto
detrás del horizonte
Entonces
arqueará las cejas y recortará sus labios
será otra vez
yegua ensillada
un portaligas
rojo o un corsette para su alma
quizá dulzura de
mentira y de duraznos
como de duraznos
los ojos
y el latir de su cuello
ebrio de sábanas
En ella me
encuentro
hoy a solas
para beber su
soledad
Está calzando
anillos en los dedos de los pies
Yo me visto de
luto
Acaso por el
miedo
(de “Ébano”)
*
Repensado
Ahí
está Eva
hueca del
aliento
de
la deidad
Ante su muerta
nonata
el
hombre acaricia
harto
sus ojos
zarcillos
de la desnudez
Viendo tender a
su Hijo los brazos
en
cruz llora el Fiel
su omnisapiencia
Lo cercano ha
pasado en el futuro
Sin pudor de
tempestades
la
parra hincha sus pulmones
y
Eva se levanta
Un río de
manzanas
desterradas para
siempre
bautiza
de semen
la sangre de sus muslos
(de “La Pancarta”)
*
Soy gemelo a mí
mismo en otra muerte
Puedo ser un
salto al infinito vacío de tus ojos
o un pájaro lleno de silencios
Estoy
desfigurado de mi ser
Hoy el cuervo
acelera los retornos
y sólo la noche
hembra madre del destierro
puede devolverme
al seno del cansancio
Yo que fui
espejo en los ojos de aquellas madres
que recibían a sus muertos
vi bajar de los
trenes
en guirnaldas
aquellos cuerpos enhebrados
Ya no asustaba a
las vecinas
que en los
ataúdes sembraran crisantemos
Era
setiembre en casa de mi padre
cuando las mujeres cargaron sus
semillas
Recuerda
He enterrado
esa
desesperación incesante de volver sin mí
Mírame
Yo sabía del aroma a azahar en los
naranjos
y he visto el
rostro de Dios llorando sangre
Dame Señor un
poco de tus náuseas
un poco de tu
llanto
o tu vergüenza
Estoy en cópula
con las llaves del infierno
hay una bestia
en mí
insaciable de coágulos y
exilios
Pero el tiempo
cauteriza el hedor de la carne
No sé
si pueda recordar
Ante un sol
verdugo
afiebrado de sentencias
la guerra zurce
prolija nuestras llagas
(Fragmento adaptado de “Invierta un Hijo”)
*
La Viuda Negra
Mis amantes saben que para escribir
me hace falta su ausencia
Por eso se conjuran en aquelarre
solícitos me dejan sola
por piedad
y desde el rincón de las sombras
como un voyeur
me espían
Murmuran:
Marcela está
creando
se
muere
pero les gusta cómo escribo
y consienten
que acabe con la pena entre los muslos
sobre la cama
revuelta
Ellos necesitan que escupa metáforas con olor a vino
desean mi lengua
amoratada
Tal vez sea tiempo de invitar a la poesía a casa
reconocer mi necedad de araña
obstinada en bordar sólo suicidios sobre la tela
y clavarle los colmillos al recuerdo
después de la cópula
(de la Antología MAR DEL PLATA EN BOCA DE TODOS, Ed. Martín, 2011)
*
La noche de la caridad
Estoy fumando un cigarrillo
en el umbral de una casa que no es mía
mientras miro al helicóptero
que patrulla las calles a mil dólares la hora
Me pregunto si habrá visto
sin muletas
vagar a la ciudad bajo la mugre
o mis ganas de abrazar a un hombre
que no es éste
que acaba de morir de frío a mi costado
La calma aúlla
No bastan manos en rosario
para acunar locas y perros
Me descalzo el pucho y la cojera
Esta noche seré infiel
En mí
la jauría de todos los
hombres
babeará revolución
(de la
Antología SOBRE RIELES, Ed. Martín, 2009)
*
Desaparecido
Todavía sangra entre las baldosas
la mano del último gesto
esa historia cotidiana
de espanto y levadura
un olor quizás ajeno
a la nariz de la tarde
Mientras hombres en fardo
abotonan insignias en fiesta de tenazas
el sol recuesta su cansancio
cara al
pueblo
(hay algo absurdo
en los nudillos apretados de los débiles)
Hermano intacto:
tu nombre aún late
bajo el cobijo de la ausencia
(de “Los Andamiajes del Miedo”)
*****
Ciudades de Mar del Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 400
kilómetros, Marcela Predieri y R. R., febrero 2014.
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islanegra a las 18:31 · 13 Comentarios
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20 de Enero, 2014
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Entre-vista
en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti
María Pugliese nació
el 29 de mayo de 1957 en la ciudad de Vicente López, provincia de Buenos Aires,
la Argentina. Reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es profesora adjunta
de la Universidad Nacional de Luján –ciudad de Luján, provincia de Buenos Aires- en el Departamento de Educación.
En tal carácter integra allí el equipo de Educación Intercultural. Es profesora
de Castellano, Literatura y Latín, egresada del Instituto Nacional del
Profesorado “Joaquín V. González” en 1981. En su condición de investigadora en
estas materias, es autora de varios libros y de numerosos artículos difundidos
en medios gráficos del país y del extranjero (una pequeña parte es hallable en
la Red). Éstos son los títulos de algunos de sus ensayos: “El desierto y la
memoria (La poesía argentina en la década 1980-1990)”, “Frank Kafka: La condena
o el triángulo de la ausencia”, “Antonio Machado y la ardua tarea de
desrealizar lo realizado”, “Francisco de Quevedo y Villegas o las máscaras de una carcajada”, “Ausencia y
silencio en la poesía de Alejandra Pizarnik”. Su poemario inédito “A paso de
hombre” obtuvo el premio “Sigfrido Radaelli”, otorgado en 1987 por la Fundación
Argentina para la Poesía. También permanecen inéditos “Cripta de amor” (2004),
“Ejecuciones” (2005), “El silencio” (2010). Y fueron publicados entre 1988 y
2007: “De uno y otro lado”, “Viento y cenizas y otros poemas”, “Sobre un puente
de cañas”, “Esquirlas”, “Voces como furias”, “Vigías en la noche” (Primer
Premio del Certamen Internacional Editorial Los Tilos, de la ciudad de La
Plata, provincia de Buenos Aires, 2004). Además de plaquetas con selecciones de
su quehacer poético, fue incluida en antologías no sólo de la Argentina, sino
también de Uruguay, Brasil, Venezuela, Canadá y España.
-Tu apellido –ya me dirás lo que tantos te
habrán preguntado: ¿algún parentesco con Osvaldo?- es el de un insoslayable de
nuestra música ciudadana. Podrías llamarte María Troilo, María Discépolo, María
De Caro, María Magaldi, María Arolas, María Cadícamo, María Gardel. Con las
letras de tango, María, con las milongas, con los valsecitos, con el lunfardo,
con Piazzola, con Susana Rinaldi, ¿qué onda?...
-Muchos
me preguntaron acerca de mi apellido, y otros tantos me trataron con cariño, ya
que les evocaba al maravilloso Osvaldo. Nuestro apellido es originario de la
zona de Puglia –Italia-, y sin dudas debe existir un parentesco lejano que no
verificamos, pero sospechamos, ya que físicamente mi abuelo, mi padre y mi tío
son muy parecidos a Osvaldo. Lo conocí
en una pizzería de Villa Crespo a la que asistía periódicamente; al verlo me
acerqué y le dije “¿Osvaldo Pugliese?”,
él se puso de pie con una sonrisa y mirada interrogantes…, me dio un beso y le
dije “Soy María Pugliese”, y nos
reímos un poco entre cierto intercambio
de palabras. Creo que podría llamarme “Simplemente
María”, bien tele-teatresco lo mío…Tengo poco de compadrita pero bastante de arrabalera
y chamuyera. La radio es una presencia constante en mis cotidianeidades,
desde muy chica, escucho mucho tango, sé las letras de mis autores e intérpretes preferidos y las canto en
principio bajo la ducha, y si me dan espacio, en cualquier lado. Conviven en mi
corazón Julio Sosa, Tita Merello, Roberto Goyeneche, Ferrer-Piazzola, Amelita
Baltar y muchos más.
-Participaste en el Primer Congreso
Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos, en la Universidad Popular
Madres del Plaza de Mayo, en 2002, y en el Tercero, en 2004, con sendas
ponencias. ¿Querrías dárnoslas a conocer y trasmitirnos cómo valorás esas
incursiones en una universidad tan emblemática? El ministro de Justicia y
Derechos Humanos acaba de presentar públicamente el proyecto de ley que
transformaría esa universidad en el Instituto Universitario Nacional de
Derechos Humanos “Madres de Plaza de Mayo”. ¿Algo para comentar?
-Allí,
donde hay una puerta para abrir, me dispongo a pasar… La convocatoria a ese
Congreso me pareció una propuesta necesaria y acorde a los tiempos que corrían
y hacia allí fui con las conclusiones de un trabajo de campo que llevé a cabo
durante cinco años en el Área Metropolitana de la provincia de Buenos Aires
–distrito de José C. Paz-. El eje fue “Lengua materna y diversidad cultural”.
La Universidad desbordaba de estudiantes, profesionales de diferentes
disciplinas, miembros de organizaciones sociales…: una fiesta. La exposición del trabajo inquietó, por la
temática y por los grupos sociales involucrados –inspectores, directivos,
docentes y comunidad educativa de Jardines maternales y de infantes-. Lo que en ese trabajo se plantea como un
diagnóstico, con el transcurso de los años se convirtió en una trama que a modo de espiral se abrió a contextos mucho más complejos (sigo
profundizando en ellos). En los años 2003 y 2004, con un equipo multidisciplinario, propusimos talleres de juego en un hospital
infanto- juvenil de Salud Mental ubicado
en el Gran Buenos Aires. Quise centrarme en niños menores de seis
años, y con dolor y sorpresa descubrí que no había registro de niños menores de
ocho años…; elegimos casos de niños y niñas de ocho a doce años. En el Tercer
Congreso expusimos las conclusiones. Durante el mismo, se multiplicaron las
ponencias, los talleres, los asistentes. Otra fiesta. Las instituciones –como
tales- tienden a clasificar, y a mi criterio, toda clasificación y normativa es
excluyente.
-En
un Sitio declarás que tu primer poema lo pergeñaste a tus doce años. Dieciocho
años después una Institución premia un poemario tuyo. Y no lo has publicado. Ha
quedado allá, en 1987, acaso en un Word que mantenés en tu computadora, acaso
en un único ejemplar anillado. Ha quedado como un hito íntimo. ¿Cuál es la
historia, qué te fue pasando con esa obra? Algunos de los poemas de “A paso de
hombre”, quizá corregidos, ¿han sido incorporados a tus poemarios publicados?
-A los doce años comencé a escribir en forma
sistemática y exclusiva, poesía; desde los ocho escribí microrelatos, crónicas
y cartas, cientos de cartas a mis abuelos y tíos italianos en un idioma
precario y fabuloso, del que me atraía el sonido más que el significado. Cuando percibía que no contaba con el
vocabulario adecuado, tomaba como referencia las cartas recibidas desde Italia
y las reformulaba. En mi humilde casa no había más libros que los manuales
escolares. Mi mayor influencia fueron “las bibliotecas orales”, constituidas
por las narraciones de familiares y vecinos,
amigos de la familia, todos ellos emigrantes de las provincias o inmigrantes:
en dos cuadras a la redonda habitaban franceses, portugueses, alemanes,
polacos, holandeses, españoles, correntinos, paraguayos, bolivianos,
austríacos, chaqueños, árabes, italianos de Sicilia, Calabria, Potenza,
Bolognia, todos con sus costumbres y lenguas trasplantadas a una zona semipoblada del actual partido de Malvinas
Argentinas. Por lo tanto no nos quedaba más que visitar una y otra casa –la del
almacenero, la del zapatero, la modista, el albañil, el plomero, el obrero, el
mecánico y el cura-, y en cada lugar aromas y músicas diferentes, objetos
misteriosos. En la casa de mis vecinos franceses vi por primera vez una enorme
biblioteca ubicada en una galería muy luminosa. Su dueño, Rogelio –ex
seminarista- nos dejaba explorarla, mirarla. La presencia de esos objetos me
impresionaba. Cuando aprendí a leer descubrí que estaban ¡escritos en
francés!!! Ya no me importaba, ya me habían transportado a mundos de aventuras
y maravillas. Rogelio era buzo y había conocido en Francia a Jean Cousteau, nos
hablaba de él mientras recorríamos el mini museo marino que había armado en el
garaje. A medida que fui creciendo
entendí que en medio de tanta diversidad había una constante: todos llegaron a ese
barrio escapando de algo…
“A paso de hombre” iba a ser publicado de modo
independiente, con formato de cuadernillo por su brevedad; no hubo acuerdo ni morlacos, entonces decidí participar del
concurso con expectativas de una posible edición. Sólo hubo honores. Casi todos
los poemas fueron incluidos en “Esquirlas”,
sin modificaciones.
-Me ha interesado la opinión que el poeta
santafesino Rubén Vedovaldi instaló en uno de los blogs que administra el poeta
neuquino Aldo Novelli, quien te presenta como “poeta de palabras aladas”, a
propósito de una muestra de textos tuyos, María: “Versos de ágil claridad: un
viaje de imágenes que nos abren a otras imágenes en creativo equilibrio entre
la razón y la intuición.” Transcurrido un cierto lapso entre lo que refiero y
hoy, más allá de la gratificación del halago, ¿qué añadirías? Hasta los títulos
de tus libros nos aproximan a equilibrios…
-Las
imágenes y los equilibrios habitan tal vez en algunos lectores, en otros el
misterio de lo incomprensible, en otros el interrogante: “¿Esta pérdida latente e inasible es de verdad, qué le pasó?”. Mi poesía emerge desde todos los sentidos
–administrados por la razón-, todo vale, lo de afuera y lo de adentro, en
movimientos constantes, en desorden y caos, al ritmo de la respiración y con el
cuerpo del trabajo. Las palabras con las que construyo los poemas son espejos,
y lo que se refleja en ellos depende de la luz, el lugar desde donde se mire y
la mirada…, sobre todo la mirada…
-Hubo
un poeta portugués, Al Berto (Alberto Raposo Pidwell Tavares), fallecido en
1997, que afirmó: “Escribo con un sólo fin: el de salvar cada día”. Y lo
tenemos a Ernesto Sábato: “No he escrito nunca por placer, he escrito siempre
por no morir”. Nabokov admitió que escribía por placer y para quitarse de encima
el libro en que estuviera ocupado. Flaubert también: “Escribo sólo por el
placer de escribir (…) En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son
aventuras, y no obtengo otras flores que las metáforas.” Y Tolstoi, más o
menos: “No escribo por ambición, sino por gusto.” Gabriel García Márquez
blandió que él escribía para que sus
amigos lo quisieran. Otros, como Alberto Moravia, sentenció: “Escribo para
saber por qué escribo”; o Arturo Uslar Pietri: “Escribo más para entender lo
que busco que para expresar lo que entiendo”. Instalada vos, María, con ellos,
en la pasarela, ¿por dónde te ubicás? Esto es: ¿de quiénes quedarías más cerca?
Hablanos de tus fines y tus placeres y tus morires y tus saberes y
entendimientos.
-Me
siento un poco más cerca de Moravia, y parafraseándolo diría que “escribo para
saber por qué escribieron otros”. Los fines fueron virando en cada etapa de la vida, pero
coinciden con lo que expresan “los monstruos” que citás y me alejan totalmente
de lo expresado por Sábato.
-El amor, la lectura, el dinero, la
religión, la política… ¿Cómo dirías que te has ido relacionando con esos
asuntos en las distintas etapas de tu vida?
-El amor
a la política me enseñó a trabajar en grupos y con propósitos colectivos -y
como todo gesto amoroso, me ayudó a sobrellevar las derrotas-. Las lecturas compartidas y comparativas
contribuyeron a la organización de mi trabajo.
El dinero va y viene. Y el amor
en todas sus expresiones es casi mi religión. El texto que aparece en la
contratapa de “Voces como furias” -1996-, da cuenta de todo esto. Te invito a
que lo rastrees.
-Nuestros lectores conocen los títulos de
algunos de tus ensayos. Te insto a que nos acerques a ellos, sintetizando para
nosotros tus visiones (e inclusive, trasmitiéndonos si en algún caso se ha
modificado tu enfoque). Complementariamente, puesto que sé que tenés en
elaboración al menos un par de estudios sobre las obras de Myriam Fraga y
Aleilton Fonseca, de quienes, además, has traducido textos al español, también
te insto a que nos acerques a ellos.
-El primer ejercicio de análisis literario fue
acerca de Julio Cortázar; lo escribí a pedido de una compañera directora de la revista del colegio secundario -ya se
había difundido en ella un poema mío-. Y fue, en verdad, una excusa para adentrarme en la vida y obra de Julio
Cortázar, cuya lectura le estaba dando bastante trabajo a mis catorce años. Así
es como ocupándome, sin apuros, de uno u otro autor con el que me identifico
por alguna cuestión, escribir acerca de ellos me obliga a sistematizar las
lecturas. Intento en los ensayos concretar un análisis de un aspecto de la obra
–el mismo varía según el autor- desde una perspectiva socio-histórica.
Conozco bastante la obra de Aleilton Fonseca
–contemporáneo-, es poeta y narrador. Al principio traduje algunos cuentos y el
año pasado comencé con la poesía. El
contacto con la obra de Myriam Fraga es más reciente, me interesa mucho, es muy
compacta y original, con identidad marcada; es contemporánea de Alejandra
Pizarnik, y en la actualidad me encuentro entrecruzando sus propuestas
poéticas. Veremos qué resulta.
-En
los últimos años expusiste en coloquios de literatura bahiana, en Brasil, y en
un simposio en Paraguay. Tanto en éstos como en otros eventos internacionales,
¿cómo te han resultado esas participaciones? Y, desde luego, sobre qué
expusiste.
-La
primera participación en San Salvador de Bahía –Brasil- fue en el 2011, por
gentileza de los miembros de la Academia de Letras de Bahía. Mi conferencia se
centró en el escritor Antonio Castro Alves, “el poeta de los esclavos”. El
título de la misma fue “Antonio Castro Alves: hermano de los pobres, hijo de la
tempestad”. Expuse en español; la presencia de estudiantes -en su mayoría
negros- me emocionó, literalmente hasta las lágrimas. La segunda fue en 2013, con
un ensayo acerca de la poesía de Myriam Fraga, quien estaba sentada en tercera
fila, atenta y sensible; otra emoción compartida…
En Asunción del Paraguay el eje fue la poesía en las
tres orillas: Paraguay, Argentina y Brasil.
Abordé al autor Aleilton Fonseca
–brasileño- en su libro de poemas “Un
río en los ojos”. Cada encuentro de
este tipo, cualquiera sea el lugar en el que se concrete, nos exige mucho
esfuerzo a los escritores, ya que en la mayoría de los casos tenemos
obligaciones laborales y/o personales. A
pesar de ello provocamos encuentros presenciales para reafirmar lazos que se
originaron a través del correo postal, luego el electrónico y ahora a través de
las redes. Por ejemplo, con los
escritores bahianos inicié el primer contacto catorce años atrás; pero lo mismo
sucede con escritores de mi propio país o barrio.
-En
tanto que además del castellano y el latín, no te son ajenos los idiomas italiano,
inglés y portugués, y uno de tus artículos éditos en 2007 es “Lengua y
literatura: ¿qué significa enseñar una lengua?”, te disparo: María, ¿qué
significa enseñar una lengua?
-Realmente
es un disparo, Rolando. Si tuviera la
respuesta… Ése fue el título de un seminario en el que participé –no fui la
única exponente- en el año 2006 en Buenos Aires, destinado a profesionales de
diferentes áreas que trabajaban con niños/as menores de seis años. El mismo fue grabado y desgrabado, aquí va un
fragmento: “Cualquier elemento puede ser un signo en la
medida en que signifique algo distinto de sí mismo, que lo represente. Un grito
espasmódico acompañado de la agitación de los miembros es signo de dolor, no es
el dolor. Lo esencial es que la señal que envía un mensaje a un receptor esté
dentro de un sistema -aunque se trate de códigos elementales-, y que el
receptor entienda el significado del mensaje. Todo lenguaje se articula a través de códigos y por ellos podríamos
distinguir al lenguaje verbal -cuyos
signos son artificiales, por lo tanto engañosos- del lenguaje natural manifiesto
en los rasgos fisonómicos, la indumentaria, la liturgia como reiteración de
formatos a modo de rito. La diferencia
entre los lenguajes naturales y las lenguas formalizadas es su relación con
el contexto; las naturales son
dependientes del contexto, por lo tanto
más concretas, en cambio las formalizadas son independientes y exigen un mayor
grado de abstracción y objetividad. Los niños/as más
pequeños se manifiestan muy receptivos ante los lenguajes no verbales, si esto
es tenido en cuenta por los adultos, cuanto más organizado sea el uso del
lenguaje verbal en situaciones cotidianas, más fluidos serán los vínculos
comunicacionales. En toda lengua existen palabras cuyo significado está
dado por el conjunto de circunstancias
externas que lo rodean, y esto da origen a un problema de carácter léxico que
aparece con mayor frecuencia en niños/as menores de cinco años: no existen
relaciones siempre exactas entre los planos significativos y el plano fonético
de cada una de las palabras de una lengua. A veces una misma combinación de
fonemas puede poseer diferentes significados, otras en cambio es un mismo
significado el que admite distintas combinaciones fonéticas. Estos matices que
abordaremos con más detalle más adelante, acarrean equívocos que interfieren en
los procesos de enseñanza-aprendizaje.”
-¿Perdura inédito desde el 2005 ese ensayo
que titularas “Poesía e infancias”? Me atrae muchísimo. ¿Cómo está encarado?
¿Nos transcribirías un párrafo?
-Sí, cada
vez encuentro una nueva arista y sigo. Muchos escritores abordaron el tema
–Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, María Elena Walsh, Federico García Lorca,
José Martí, Juan Ramón Jiménez, entre otros-. Ellos me aportaron mucho desde lo
conceptual, pero en la organización metodológica del trabajo estoy más cerca de
Federico García Lorca. Aquí transcribo uno de los apartados de “Poesía e
infancias”:
“Nana, arrullo, regazo.”
“Algunos autores reconocen en las nanas el
primer contacto con el lenguaje práctico, tal vez por su esencia evocativa,
sintética, eficaz, rítmica y, sobre todo, por ser un vehículo de emoción y
sentimientos. Las nanas no admiten dispersiones, exigen una respuesta inmediata
ante una necesidad concreta biológica y/o afectiva. Arrullar, inducir al sueño,
calmar, consolar, jugar, son sus funciones genuinas. En forma directa ― a través
del contacto de los cuerpos ― o indirecta ― con la voz y el ritmo como
mediadores ― constituyen un diálogo íntimo. El encuentro es corporal, en
él tanto la posición de los brazos como el
tono muscular del regazo, la placidez del sostén, los ritmos de la respiración
“del otro”, los latidos de la sangre, delimitan ese espacio de contención. El
vaivén del arrullo se refuerza con la mirada, la caricia y un suave murmullo.
¿Cuándo y por qué surge, entonces, la
palabra? El lenguaje verbal es evocación, es una representación
“artificial”, no se puede prescindir de la presencia concreta durante el
arrullo, pero sí de la palabra y ésta a la vez puede prescindir del regazo. El
término “nana” alude a la mujer cuidadora, encargada de amamantar y asistir a
los bebés hijos de nobles.
¿Cuál es su relación con las primeras
composiciones poéticas? Imagino a estas mujeres, en ocasiones con varios niños
a cargo, inclusive sus propios hijos, yendo y viniendo desde los quehaceres
domésticos hacia las cunas desde donde reclamaban “su
presencia corporal”. Las cunas contaban con un arco en su base que permitía la
oscilación rítmica del vaivén, imagino a estas mujeres ocupadas tratando de
hacerse presente a la distancia, con un pie sobre el arco al ritmo del vaivén:
la voz, el ritmo, el canto y las palabras constituían entonces esa otra
presencia física, la del lenguaje emotivo.”
“Son las pobres mujeres las que dan a
los hijos este pan melancólico y son ellas las que lo llevan a las casas de los
ricos. El niño rico tiene la nana de la
mujer pobre, que le da al mismo tiempo, en su cándida leche silvestre, la médula
del país.
Para provocar el sueño del niño
intervienen varios factores importantes si contamos, naturalmente, con el
beneplácito de las hadas. Las hadas son las que traen las anémonas y las
temperaturas. La madre y la canción ponen lo demás”. De: “Las nanas
infantiles”, Federico García Lorca, español (1898-1936).
“Los rastros de estas composiciones
simples, breves, improvisadas, hasta a veces sin rimas, permanecieron a lo
largo de la historia por su transmisión en cada núcleo familiar a modo de
secreto con poderes mágicos. Constituyeron un recurso apropiado para “hacer
tiempo” antes del auxilio; en sus melodías y en sus palabras se reconocen al
decir de García Lorca “la sangre” del calor histórico. Monotonía y melancolía
conforman las esencias de las nanas. Son necesarios dos ritmos: el ritmo físico
de la cuna, la silla o el vaivén del cuerpo, y el ritmo intelectual de la
melodía. El adulto alterna estos dos ritmos con distintos compases y silencios;
los combina hasta conseguir el tono justo que encante al bebé. El texto no
tiene valor, el cansancio o el dolor ceden ante el ritmo y la vibración de la
voz sobre ese ritmo.
En la melodía se refugia la añoranza
de tiempos pasados ya que define los caracteres geográficos y la línea
histórica de una región. La canción de cuna perfecta se podría lograr con la
repetición de dos notas entre sí, alargando sus efectos. El objeto fundamental es
dormir al bebé que siente ganas de jugar, por lo que el canto es un modo de
incentivación al juego que él mismo genera a través del balbuceo.
Las palabras, entonces, son un instrumento
de los adultos al que transfieren sus propias necesidades; asimismo, a través
de ellas los niños se trasladan fuera de sí, a la lejanía, a sitios fabulosos
habitados de aventuras… para hacerlos volver a sus regazos, para que cansados,
concilien el sueño. Los personajes recurrentes de las nanas son seres
“activos”, con movimientos gráciles. A oídos de los niños constituyen una
precoz iniciación al lenguaje poético, quienes fueron iniciados en este rito
acuden a él aún en edad avanzada a través no sólo de la apreciación poética
sino también de los juegos con el lenguaje, adivinanzas, enigmas, etc.…”
-No sé si elegirás para acompañar este
reportaje textos de tus poemarios inéditos. En todo caso, ¿nos interiorizarías
sobre lo que primordialmente subyace en cada uno de ellos?
-Los dos
primeros poemas que transcribo
pertenecen a “Cripta de amor”, que permanece inédito en su versión gráfica pero
que fue difundido en forma parcial en diferentes sitios web. Esta cripta está construida por diez bloques,
en cada uno hay dos textos espejados en el que se narra una misma situación
desde una perspectiva diferente; el enlace entre uno y otro texto se da a
través de una cita bibliográfica. Los otros pertenecen a “Ejecuciones” (empecé a escribirlo en 2005 y
aún sigo en su elaboración).
María
Pugliese selecciona para esta entrevista, en enero de 2014, seis poemas de su
autoría:
De “Cripta de amor”
I
Nadie es el otro. Nada importa
saber qué piensa y por qué
había llegado hoy allí.
Toda idea fue previa.
Ahora la única inquietud sitia la expresión de los labios
semiabiertos. ¿Cómo saben los besos?,
¿con qué frecuencia se rozan o se alejan?, ¿cuál es el punto en que los propios rasgos desvanecen en
mullidos impactos? Una tenue presión más y el encuentro de lenguas, es el
momento de un giro sinuoso e imprescindible de los cuellos, cóncavo y
convexo. Acompasados.
Sólo labios sin cuerpo, sólo lenguas sin voz, sólo
ritmos alientados por respiros.
Abrir y cerrar.
Hacia adelante un desfiladero de ráfagas que intentan espiarse. Como ojos, imaginan las líneas aplastadas de
los rostros e intentan tomar distancia para abrir la mirada. Pero se alargan: caer y sostener para volver
a caer y sostener. Dos en la multitud,
dos aleteos de palomas sobre un cable a la espera del vuelo. Dos en un vuelo sin cielos, arrumbados,
bajotecho.
Persiste la inquietud por saber el sabor de los
besos. ¿Vendavales? ¿Salitre? ¿Miel de
pétalos? ¿Aromas de glicinas? Ajenjo.
No hay sabor en los besos transmutable en esencias.
Danza de ensalmos.
Algo quebró y se aúna para embestir una y otra vez: ¿quién es? ¿quién soy?.
No hay sabor en los besos y sin embargo nada está quieto,
todo es asombro, nuevo.
boca
entrada, agujero,
orificio, hueco, raja, grieta, rendija, jeta, abertura, tragaderas, salida,
pico, embocadura, fauces, tragadero, bocacha, hocico, labios, morro, bocaza
Diccionario
de sinónimos y antónimos. Espasa Calpe.2005
Para nada y en soledad
extrema
con el único afán
de profanar insignias
hubo quien ideó el
primer criptograma
para nada ni nadie
a ras del
suelo
En este instante
me ciñe por los flancos
y un suspiro amargo
imanta los alientos
puja médanos
con labores pacientes
de intemperie y viento
bajotecho
Para nada
una sobre otra
dentro de
Ciertos sabores
me llegan encubiertos por las reminiscencias del recuerdo, atados a las circunstancias,
a los preparativos -quién, cuándo, cómo
presentaba los alimentos-. Comer
era una fiesta. Y sentarse a la mesa un ritual habitado de palabras y
risas. ¿Tienen edad los paladares? Hay días en que hasta mastico sin ganas, es
como si la saliva empastada lijara mi garganta;
y ese vacío en el estómago que debería alertar al apetito, se niega por la
sed, una sed insaciable que distorsiona
todos los sabores.
Labios sin cuerpo
sobre piernas
que alegan algún vago
estertor
se abren
como fauces
*
De “Ejecuciones”
el olfato
ondula
entre los
vestidos que conservan la fragua
de los
aromas íntimos
y me
traiciona
el sabor
del café
oscila por el borde de la taza
y refiere a
los sellos de la boca
sobre el
esternón
y me
traiciona
el
discurso de un andar constante
bajo
sauces sombreados
evoca pasillos maullidos vidrios rotos
escritos
llantos desesperos
vanidades
y me
traiciona
el erizo
cautivo
se
resiente
se niega
al alimento
se
encrespa y se contrae
cuando el
único peligro es la huída
cuando la
única certeza es la ansiedad
y me
traiciona
la estela
enaltece
con ráfagas
aristas
que devuelve el sueño:
mejillas
en roce
cinturas
trenzadas
piernas
en arco
ensalmos placidez
y me
traiciona
son una
niebla espesa
que
transmuta en desprecio
cualquier
rastro de amor
**
a contrapelo
cabalgamos llanuras
desiertos estepas
cima y sima
nos elegimos viento
flameamos entre mástiles
proas y popas
enaltecimos al agua
y aplacamos al polvo
por las terrazas y los terraplenes
por los sinuosos senderos de las villas
a la hora de la siesta
escandalizamos el meneo de las hamacas y los
barriletes
con alas de gaviotas
y temblor de palomas en celo
fuimos viento
herederos
del miedo a las catástrofes
fuimos giro torbellino ímpetu
trashumancia
huérfanos
del tibio arrullo
previo
al sueño profundo
nos elegimos viento
para deambular
por ciudades oscuras
a medianoche
y desprender sin pudores
las vestiduras del paisaje
ingenuos e ignorantes
nos elegimos viento
dónde virar
cómo reconocer
encontrar
***
esas
estampas
por
detrás
son
huellas?
hubo pies
territorios rutas
allí
entre las madejas?
los residuos que deprenden aromas nauseabundos
contienen algo más que abandonos y muertes?
fiel a
los hilos de
deshacer las tramas
y desatar los nudos
atraviesa
lo enmarañado
a paso
lento
se
encauza hacia el plácido sendero de sus ojos
e
interroga
queda algo por decir?
en medio de
las sombras que se desperezan
sobre un haz oblicuo de la lámpara
al ras del vaho extendido por las hojas del tilo
encima de los
paños que ondulan la terraza como
fantasmas
en frente
del ocaso en el que la ciudad se aletarga
y nos devuelve las voces de los niños allí
abajo
los
cantos de los obreros que penden de una soga
el crujir
de los carros y las bocinas
las sirenas
las cortinas de agua
todavía
queda mucho por decir
los
sitios de la espera y el desencanto
debieron haberse poblado de palabras
los
gestos de su pulgar en mi mejilla
debieron haberse poblado de palabras
las bocas entrelazadas en los besos
debieron haberse poblado de palabras
el sudor
el cansancio el llanto la traición la
cobardía
debieron haberse poblado de palabras
cada país habitación suelo lecho manta
que nos atravesó
distanciados vacíos tristes extraños
debieron haberse poblado de palabras
las
tenues nevadas sobre las acacias
el sopor
del asfalto en los eneros
los
zorzales y tacuaras en pugna por tan solo una rama
debieron
haberse poblado de palabras
los aeropuertos
las estaciones y los equipajes
testigos permanentes
debieron haberse poblado de palabras
por los
bálsamos del sol al mediodía
por los
túneles del miedo y las retaguardias
por los
escondites que gestaron y dieron a luz estigmas de esperanza
por las voces
desperdigadas en soliloquios
y por
todos los espacios del desencuentro
aún
queda
tanto
por decir
**
dispone
sus manos
blancas pequeñas de uñas cortísimas
sobre las hojas
en
movimientos opuestos hacia afuera
las recorre
como si
fueran las yemas
-no el
índice ni el pulgar-
las
portadoras de llaves
que con
rasgos prolijos gráciles y equilibrados
abrirán puertas
en medio
del silencio y los desechos
dispone
sus manos
y con
sólo dos gestos
traza los límites: ya no más inocencias
En la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, María Pugliese y R. R., enero 2014.
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04 de Diciembre, 2013
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Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando
Revagliatti
Wenceslao Maldonado nació el 29 de julio de 1940 en Buenos Aires, ciudad
en la que reside, la Argentina. Fue sacerdote salesiano entre 1965 y 1989.
Estudió teología en la UPS (Universidad Pontificia Salesiana de Roma) y letras
en la UCA (Universidad Católica Argentina) y en la Università degli Studi
(Trieste). Fue docente, hasta 2008, de griego clásico, latín y literatura
italiana; se ha dedicado a la traducción literaria en estas lenguas.
En el género poesía publicó los libros “La estación necesaria” (1990),
“El hombre herido” (1994), “Tierra intranquila” (1994), “Dioses del deseo
antiguo” (1995), “Si cortarle la cabeza a la Gorgona” (1997, Primer Premio XIX
Encuentro Patagónico de Escritores, Puerto Madryn, provincia de Chubut, la
Argentina, 1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés, “If cutting the head
of the Gorgon”, en traducción de Donny Smith publicó el sello Vela al Viento,
2012), “Ceremonial de una familia oscura” (1997). Y ya en este siglo se
publicaron las libretas “Paraíso desechado”, “Paternidad de sombra”, “Manual de
osos prácticos”, “Zureo”, “Eros y otros deseos”, “Hexagrama”, “Réquiem de
guerra”, “Diálogo de pájaros”, “Hay un amor que espera y que no olvida”. En
2008 se edita un volumen que podría clasificarse entre poesía y narrativa: “La
proctomaquia o El cantar de los culos. Poema épico-paródico de Aristón de
Mitilene”.
Obtuvo el Primer Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la
Secretaría de Cultura de la Nación, por el libro de cuentos “Arquitectura
Gótica” (1999). Su segundo libro de narrativa breve aparece en 2004:
“Fronteras”. Y en 2012 se edita su novela “Las vigilias de Príapo”. Dos de sus
obras teatrales, “La historia del cliptodonte” y “La musa de los muchachos”
(presentación irreverente de poemas eróticos griegos) han sido representadas
entre 1997 y 2000. Últimamente ha traducido piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando
un país para Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre de 2012) y “Los
fantasmas de Joyce” (pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013).
Integró el grupo Zeus Teatro. Realiza con el actor Marcelo Gamarra performances
de poesía, “Wences’s Bar en vivo”, continuación de numerosos eventos realizados
por ambos desde la década del noventa.
Fue secretario de la S. E. A. (Sociedad de Escritoras y Escritores de
la Argentina) durante 2011. Coordina con la poeta María Chapp el ciclo de poesía
“La Metáfora Ardiente”. En www.wencesmaldonado.com.ar es posible acceder a muestras de su obra literaria, ensayos, reseñas
bibliográficas, traducciones suyas, galería fotográfica, entrevistas a él realizadas,
etc.
—Nuestros lectores acaban de leer el detalle
curricular, Wences. Te propongo que nos adelantes qué libros tuyos tenés
previsto que se socialicen durante 2014 y que nos los presentes. Te propongo
que nos cuentes en qué obras o proyectos estás (o estás por estar) inmerso. Y
qué poemarios permanecen inéditos por completo o sólo difundidos en parte en
antologías o libros colectivos. Y si tenés dramaturgia inédita y sin estrenar.
-En 2014 espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde
hace tiempo: “Nocturno siciliano”,
poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los cuales fueron
editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina, Provincia di Enna.
La serie “strade di Troina” (calles
de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar
un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba
a llamar “L’incontro” (“El encuentro”),
proyecto pospuesto pero no depuesto… Y tengo además dos libros de narrativa
listos, la novela mitológica “Hipócalo.
Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una colección de cinco
nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: “Bienes
de familia”.
En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera, desde la década
del ’90, unos veinte libros. Te doy los títulos, si es que no soy demasiado
pesado. Lo que sucede es que escribo en forma permanente, y en diversos
encuentros de poesía o performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero
leer poemas inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos en estos últimos
veinte años, entre 1993, después de mi regreso a Buenos Aires, y este final de
año 2013: (1) “El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un
mismo espejo”; (3) “Esquina sin sosiego”; (4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario
incierto de este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo lo que puede ser
el gran payaso”; (8) “Recorridos breves de un largo itinerario” (recopilación
de recopilaciones, poesía 2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de
una vida para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi reino será el
mar”; (10) “Hay voces en las paredes”; (11) “Memorias de otoño”; (12) “Los días
terribles”; (13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América
2011”; (14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el
misterio y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”;
(17) “Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin –
poemas convalecientes”; (19) “Invocación al mensajero ausente”; (20) “Pueblo en
silencio”.
Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin,
no creo que estos libros mencionados tengan tanto valor como para tener derecho
a la publicidad. Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un
futuro más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una especie de
meditación poética sobre mi entrada a la vejez y viendo a mi madre, con la que
viví en sus últimos cinco años de vida. También quisiera tener en las manos “El mar y la hoguera”, libro que me había
prometido ilustrar una amiga artista plástica, inspirado en la relación de
vida, amor y muerte entre Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro
libro que me encantaría tener publicado cuanto antes es “Mi reino será el mar”, anclado también en temas de la antigüedad
clásica, con tres partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro
y el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino invisible de
los muertos. Hay un cuarto libro todavía que me encantaría verlo ya impreso, y
es “Hay voces en las paredes”, porque
tiene que ver con los recuerdos de Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al
400 en la que vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de
sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado bien mientras
vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras inéditas
es “Recorridos breves de un largo
itinerario” porque, como anoto en la lista de libros inéditos, reúne cuatro
libros escritos durante los cinco años que viví con mamá y tienen que ver con
actitudes mías de una nueva etapa.
La pregunta que me hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y
sí, escribo teatro de tanto en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero
algunos quedaron a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia
de la “Odisea”. Y ahí quedó, porque
el director me dijo que eso se podía dar sólo en el Teatro San Martín de otros
tiempos… Con “Islaín el solitario”,
me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió componer música
para los coros que alternan con los protagonistas; pero todo quedó en las
buenas intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero con
posibilidades de resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la
Gorgona”, nada menos que para una ópera, como me había sugerido el querido y
recordado Eduardo Gudiño Kieffer, quien presentara la primera edición de esta
obra; otro amigo músico, miembro de una importante orquesta, me hizo la
propuesta, por lo que hice la adaptación con el título “Perseo y la Gorgona”; y como Donny Smith me había hecho la versión
en inglés, ya hace unos años, para la revista “Metamorphoses” de la Smith
College de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2, pág.
68 ss.), preparé también el texto en inglés, “Perseus and Gorgon”, porque mi amigo me decía que para una ópera
iba a ser más fácil… Bueno, allí estamos todavía, a la espera. Lo más
frustrante fue darle, por meses, a los ensayos de “Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de “Fuegos”
de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina
Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los
payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los
papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”.
Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé
resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo
como traductor. El año pasado se estrenó “Creando
un país para Alicia” del
escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por
presentar “Los fantasmas de Joyce”,
del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo la dirección de
Daniel Godoy.
—Me parece que estaría bueno que además de
puntualizar a qué autores (y en qué géneros y desde qué idiomas) has traducido
al castellano –se hallan difundido ya tus versiones o no-, pormenorices
respecto de las que te han demandado un esfuerzo mayor, con qué autor “te las
viste en figurillas”, si estuviste a punto de renunciar –o llegaste a
renunciar- a alguna traducción porque no lograbas alcanzar tu plena (¿plena?)
satisfacción.
-De los clásicos greco-latinos no tengo de qué quejarme ni
preocuparme; son lo que son, y hay muchas traducciones de todo tipo, entre
versiones literales duras, a traducciones retorcidas y hasta las formas
poéticas más sorprendentes. Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar de
recordar a Horacio Castillo, que me aconsejó con sabiduría y me corrigió con
gran prudencia. Pero siempre uso mis versiones; para las clases de latín y
griego he preferido hacer una traducción más cercana a la letra, para que sirva
como instrumento y clave de los secretos de esas lenguas. En libros de ensayos
trato de hacer justicia con los valores poéticos de los textos, que tienen
lógicamente múltiples dificultades, ante todo por pertenecer a lenguas muertas
que ya han perdido a sus hablantes; y, además, porque se escribieron en
contextos culturales muy diversos, no sólo con respecto a estos tiempos
nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura, ya que muchos se
distancian por varios siglos, y a veces nosotros tenemos la tendencia a
considerarlos en bloque, como si fueran todos contemporáneos.
Muy distinta es mi actitud con respecto a la traducción de autores
italianos. Hablo de los contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre
el que hago con frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor
Ángel Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo,
como es el caso de “El encanto de la
oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina Comedia”. En este momento, o en estos últimos años, he
traducido varias obras del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de
él textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y otras historias”,
sobre todo por la parte de la abundante información sobre Roma. Me exigió
redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector
de habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana, sobre su riqueza arqueológica y artística,
incluida abundante documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje
que el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como para
ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios
de la Urbe, según pinta la novela.
—No he tenido ocasión de verte en función actoral.
¿Cómo fue que te pusiste a nadar en esas aguas?... ¿Y cómo sentís que fuiste
evolucionando, afirmándote, disfrutando de los personajes? Te pido, además, que
nos ilustres sobre “Los fantasmas de Joyce” y las performances de poesía.
-Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi primer grado en una
escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa, me he sentido vinculado al teatro.
Y se lo debo a mi maestra Matilde Parodi Rolland, conocida como Titita, o Titita Muras por su apellido
de casada. Debo decir que ella fue la maestra de mi fantasía, la que me impulsó
a la creación desde esa temprana edad, y la que me hizo trabajar en el papel de
payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta su muerte acaecida hace más
de diez años, me acompañó siempre, absolutamente siempre en todos los
acontecimientos de mi vida, incluidas las presentaciones de libros a los que se
asoció con enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño, adolescente, adulto, “la
maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y dirigir teatro infantil.
Por eso, siendo yo director del Colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, vino a ver
las instalaciones del bello teatro de ese instituto. Vino acompañada de un
adolescente rubio que no tenía todavía quince años, Osmar Nuñez, quien desde
ese momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me acompañó en casi
todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el primer libro que
presenté en 1990, “La estación necesaria”,
hasta el año pasado 2012, cuando le hicimos los dos un justo homenaje a la
maestra ausente pero viva con “Réquiem de
guerra” y “Diálogo de pájaros”.
¡Una de las grandes maravillas de mi vida!
Desde aquellos seis años de mi primera actuación, seguí mi recorrido
con los salesianos de Don Bosco. En segundo grado, año 1948, en el Colegio
Santa Isabel, de San Isidro, me sentía ya un actor consumado con ocho años, y
hasta intentaba escribir con nuestro primer grupo literario de compañeros,
D’Almedia, Toyos y yo. Es que también tuvimos allí un maestro excepcional y
gran actor como fue Mariano Volpe, que dirigía el cuadro dramático de ex
alumnos, mientras que el Padre José Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y
guiones para diversos eventos. Y más tarde, desde 1954, cuando entré con catorce
años al Seminario Menor de Bernal, me encontré con un artista eximio como fuera
el Padre Juan Morano, ilustrador de revistas, escenógrafo y director de teatro,
quien asociado a Carlos Forno, peluquero y maquillador del Teatro San Martín,
formaron una dupla teatral imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que
tenía casi todas sus sorpresas preparadas sobre las tablas de semana en semana.
Eran tiempos en que se daban obras de la Galería Teatral Salesiana de Madrid,
generalmente arregladas por los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y
muchas veces, con orquesta en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo
un tenor segundo de poco volumen, solía perder protagonismo y me contentaba con
papeles secundarios. En 1960 comencé como docente en Ramos Mejía. Y entonces me
dije que era una oportunidad para seguir con el teatro escolar que había
aprendido, aunque ya con ínfulas universitarias.
Vuelto de Italia con un buen bagaje de cine -eran los años
esplendorosos de Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini, Bolognini, Zurlini o
De Sicca entre otros- me enganchó el periodista Alejandro Rossiglione para sus
programas en Radio Porteña y allí me instalé con Butaca 68 y Butaca 69, hasta
el cambio de mano con Radio Continental. Creo que entonces hubo un viraje en
mis preferencias de docente. El teatro pasó a ser en mis esfuerzos colegiales
un bien de lujo para determinadas ocasiones anuales, mientras que el cine, con
talleres y actividades de cine-debate, se convirtió en mi preferencia de
actividades extra-programáticas.
Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996;
última, escrita por mí para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue
“Cinco días de mayo”, un verdadero
fracaso. Sin embargo esa escuela aceptó mi guión cinematográfico, que hizo
filmar el equipo del empresario Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el
21 de mayo de 1996, en los 40 años de la escuela, con copia de regalo para
todos los espectadores invitados.
Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo
Gamarra, a quien había conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián
Porcel de Peralta. Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus
Teatro – grupo de coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances
de poesía y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La Musa de los Muchachos”, sobre
epigramas de Estratón de Sardes y otros poetas alejandrinos, obra con la que,
desde Lugar Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro Ift y
el espacio teatral de la Galería Ghandi.
Llegó el 2001, con el hecho más lúgubre y terrible de mi vida, la
muerte de mi hijo Alejandro. Lo que escribí desde ese momento quedó fijo en “Paternidad de sombra”, obra de poesía
que reúne mi dolor de esos años, y que presenté en la SEA, acompañado por los
dos laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo Gamarra.
Nunca más volví a subir a un escenario para hacer teatro. Sí para
realizar performances poéticas con Marcelo, siendo las que más recordamos, en
la SEA con una noche erótica en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del
Tango -de La Plata- en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural,
me prendo para sacar la poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el
Obelisco, y en septiembre en la Avenida Boedo, parando en todos las esquinas
emblemáticas que, desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los
escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.
Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008
y 2012, con mi columna de comentarios culturales sobre libros literarios, cine
y teatro, pasando por AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se
quiere, de lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario
Clarín, como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada
Cultural” de Diario de Trelew y en la Revista NEXO.
-Viene ahora la
solicitud de que nos indiques la dirección del sitio web donde se encuentra
“Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, esa
antología anotada. Y que nos interiorices sobre los cursos y talleres
realizados a partir de allí. Sobre el singular volumen “La proctomaquia o El
cantar de los culos” no te preguntaré, Wences, puesto que en la Red nuestros
lectores –les aviso- encontrarán bastante material si en los buscadores ponen
tu nombre o el título de la obra.
-Actualmente el archivo del libro “Entre
Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, se encuentra
en su totalidad de cinco capítulos, y con la versión incómoda de notas al final
de cada uno de esos capítulos, en mi propia página web en el tópico
“traducciones”. Se trata de una selección
de textos que terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi
regreso a la Argentina, hasta 2000, pero que sigo usando todavía hoy en
talleres y cursos.
En estos veinte años he multiplicado los encuentros sobre poesía
erótica de la Grecia clásica, así como también de la Roma monárquica,
republicana e imperial. Mis charlas no eran omnicomprensivas, sino más bien
tomaba algunos puntos neurálgicos del tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea,
el teatro griego del Ática o la Musa de los Muchachos y los poetas
alejandrinos. A veces he hecho cursos centrándome en algún poeta en especial,
como Safo, Calímaco, Teócrito o Estratón de Sardes, y en el teatro he tenido
preferencias por Eurípides y sus transgresiones dramáticas.
Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han tenido la misma
suerte de encontrarse con el libro bien armado. Pero es posible que alguna vez
suceda porque tengo todo el material sobre esos cursos. Más allá de mi interés
por Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del
Satiricón de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos
ha llegado fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”, socializada el
año pasado 2012 en Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del Simposio,
editorial erótica que me pertenece y que está, por el momento bastante
estancada, después de una batalla legal por el título primitivo que era
Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado Banquete, de Platón.
Sobre “La Proctomaquia o el
Cantar de los culos”, tengo bastante para decir. Respeto la contención que
ponés en tu pregunta. Aclaro sólo que se trata de un “falso poema” de un poeta
alejandrino inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda
ser el título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza que
pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las diosas habían
apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con trampa, aquí son
tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo
y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no cuento
cómo termina la historia… También se
puede buscar la obra en mi página web.
—Ya jubilado de la docencia, ¿cómo recordás tus años
al frente de las tres materias? ¿Cuál preferías? ¿Anécdotas, añoranzas?
-Al
jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco años, me cuesta
llenar. Viví muy feliz como docente. Y diría que no sólo porque me encantaba
dar latín, griego o literatura italiana, en este último caso no se trataba de
la lengua, sino porque me gustaba estar en el aula. Estas materias las he dado
en nivel terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me encantaba,
sobre todo, trabajar con adolescentes en el nivel secundario, siempre en los
últimos cursos, donde se trataba de lengua y literatura española simplemente.
Pero el margen educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo
una lectura comprensiva, sino también crítica, consiguiendo madurar en la
propia expresión y en un sentido de juicio personal, libre y motivado. Es decir,
me ha fascinado más ser educador que trasmisor de conocimientos, considerando
que la perspectiva educativa comienza con un entendimiento afectivo, antes que
intelectivo.
Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de
los ‘60 y los ‘70. Y los de los últimos años del 2000, grupos que organizan
eventos multimediáticos, porque hay excelentes artistas plásticos, actores y
actrices, fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus encuentros
para… ¡hacerme leer poesía!
—A pesar de que nos hemos visto muchas veces, y
hemos compartido espacios públicos y privados, y jamás tuvimos un encontronazo,
y coincidimos en antologías y revistas, nunca mantuvimos una conversación a
fondo (o, en todo caso, la mantuvimos pero siempre respecto de algún asunto
puntual). Ignoro, sin ir más lejos, si has residido, aunque más no fuera
durante lapsos breves, en algún otro país, además de Italia. ¿Puede ser que me
cuentes en qué barrio naciste y cómo siguió tu derrotero en lo que concierne a
viajes y residencias?
-Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento, que según me contó
mi madre, más comunicativa que papá, fue en el Instituto del Diagnóstico que,
por aquel entonces, estaba ubicado en la Avda. Córdoba y Ecuador. Eso fue un 29
de julio de 1940, a las 17.15, para ser más precisos. Era un día de lluvia muy
fuerte. En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de niño mucho tiempo.
En 1946 emigramos hacia el norte de la Provincia, a Martínez, donde estuve
hasta 1953. A partir de 1954 entré al seminario menor de Bernal; y allí me
recibí de maestro normal nacional y completé los estudios de filosofía. En 1960
ya estaba instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo de maestro, pero
sólo por tres años, ya que a fines de 1962 me enviaron a Turín, Italia, para
estudiar teología en lo que inicialmente fue el PAS (Pontificio Ateneo
Salesiano), transformándose en 1965 en UPS (Universidad Pontificia Salesiana),
ya con sede en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y mientras seguía la carrera
de Letras en la UCA, daba clases de lengua y literatura griega y latina en
Ramos Mejía. Estuve luego tres años en el Colegio León XIII, ubicado en la
calle Dorrego al 2100, para volver a partir de 1971 a la zona oeste, primero
Ramos Mejía y luego San Justo.
Fui teniendo cargos de cierta importancia en la Institución Salesiana:
primero como director y rector de un colegio, luego como vicario inspectorial
de una zona, para terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas
de la Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de
Buenos Aires, zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo
de mi trabajo, en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí
por largos períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos,
como la “Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los
estudios en la formación de los nuevos religiosos.
En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes y congregaciones
de hombres (díganse, dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos,
jesuitas, maristas, lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos,
etc.), me eligieron presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia
Argentina de Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988,
y que me obligó a viajar, además, por todo el continente americano. Eran
habituales las reuniones en los países limítrofes; pero debí asistir a
reuniones incluso en Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el
periplo de encuentros y reuniones.
Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy distintas naciones de
Europa, como Eslovenia, Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué
incluso a Israel y Egipto; recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque
como llevaba correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me
tuvieron detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna
entidad internacional, lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos
países en mi pasaporte. Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a
Angola, para ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí hacía
apenas un año, porque era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina,
Brasil, Uruguay y Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las
fuerzas del Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese
motivo no pude llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba.
Sin embargo, al uruguayo Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su
parroquia de Calulo, pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de
que la embajada del Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes
andaban por esa zona. De hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos
el territorio nacional, nos pararon soldados de las tropas cubanas, allí
apostados, y nos sugirieron muy amablemente que diéramos la media vuelta. Pero
como Pepe insistió en que no podía dejar abandonada a la gente de su parroquia,
hacia allí nos fuimos. Todo fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario,
la gente de una calidez total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de
mi visita de tres días, pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino
a Dondo, un 2 de septiembre, recuerdo muy bien. Al día siguiente, corrió como
un reguero de pólvora la noticia de que las tropas revolucionarias habían
entrado en Calulo, y secuestrando a varias personas, el primero a Pepe Uría, el
párroco. Y se llevaron a los cautivos a través de la selva caminando casi
durante cuatro meses, soltándolos recién en la Navidad de ese año 1983. Mis
fotos pasaron inadvertidas por la aduana cuando salí del país; y a pesar de que
viajé en un avión militar con heridos de guerra rumbo a Belgrado, esas imágenes
se transformaron en el testimonio de un trabajo riesgoso y de una vida precaria
en plena guerra civil. Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza,
nunca perdieron su alegría. Todavía me parece verles una sonrisa maravillosa.
Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de voz para contar…
A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de decisión
fundamental en mi vida: el alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia.
Los motivos de viraje tan violento quedaron enumerados en una carta a mis
superiores que se hizo pública. El asunto da como para un libro. Conseguí
entonces ubicarme en el departamento en donde vivo actualmente, en el Abasto,
gracias a la ayuda de amigos y de la misma institución salesiana. Por ese
entonces yo no sabía que había nacido a cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que
ésta iba a ser mi casa en la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte
años. Había conseguido unas pocas horas de clase en Castelar, y me moría de
hambre.
Como un antiguo compañero de mis años juveniles me ofreciera un
trabajo de pedagogo en el Instituto Oasi de Troina, Sicilia, con un generoso
sueldo y la posibilidad de investigar sobre escuela y discapacidad mental y la
inserción de los padres en la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado,
preparé mis valijas y decidí emprender viaje, imaginando que me quedaría ya
para siempre en esa nación, a la que reconocía como “madre de mi formación
cultural y artística”. Allí viví tres años de trabajo, profundamente feliz por
las posibilidades que se me daban, incluso para participar en congresos europeos,
como fue el caso de Alemania y Portugal, llevando mis trabajos de
investigación, mientras publicaba las conclusiones en la revista de la
Institución, convirtiéndome en colaborador permanente. Y hasta tenía
posibilidad de relacionarme con escritores del lugar, como fue el caso de Luigi
Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich, en donde vivía
con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de origen esloveno, convertido ahora
en psicólogo social. Fueron años de mucha producción literaria.
Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería
mi padre repentinamente. Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había
fallecido en 1982. Y mi hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en
Buenos Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho falleció tres años
después. Ante este panorama, al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya
nunca pude regresar a Europa. Como conseguí un trabajo de delegado inspector de
una jueza de menores en los Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme
cargo de un menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi
hijo del corazón, Alejandro David.
Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La
Coronilla, última población sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con
Brasil, en la República Oriental del Uruguay, punto de referencia de una mínima
actividad comercial y playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis
años, voy y vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí
salieron obras como “La Proctomaquia…”,
“El mar y la hoguera”, “Mi reino será el mar”, “Volver a La Coronilla” y otros últimos
textos.
—No sólo pertenecés a la Sociedad de Escritoras y
Escritores de la Argentina, sino que, fuiste secretario de esa entidad durante
un año. Por lo cual te convoco a que les trasmitas a los argentinos que no
conozcan la SEA y a los extranjeros que tampoco la conozcan, cuál ha sido el
origen de su fundación, cuándo, su funcionamiento, etc.
En realidad son tres las sociedades de escritores a las que estoy
afiliado como socio; la SADE, la tradicional Sociedad Argentina de Escritores,
con su antigua sede en la calle Uruguay, fue la primera. Y sigo pagando mi
cuota social, aunque voy bastante poco. En 2001 Víctor Redondo capitaneó una
especie de rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los cuales
tuvieron bastante trascendencia. Decide entonces crear una nueva entidad, la
SEA, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Me acuerdo que
suscribimos el acta fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo
el número de socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA prometía luchar
por el reconocimiento de los derechos de los escritores. Se logró, después de
las primeras estrecheces, tener una sede realmente cómoda, por comodato, en el
2° piso de la Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de la
lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la legislatura de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, con la abstención de los legisladores oficialistas
del PRO, lograra la aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad
Literaria, subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte Macri
no vetó la nueva ley.
Por ese entonces los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de
la Argentina, se reunía asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente
Cayetano Zemborain. Adherí también a este movimiento, sobre todo porque trata
de llevar la poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta
organización nació la iniciativa hace cinco años de reunir a jóvenes poetas,
menores de treinta años; el nombre de estos encuentros anuales se denomina
“Juntada” y abarca a jóvenes de todo el país, con una visión realmente federal.
Celebro esta actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos
y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A.
(la Feria del Libro Independiente, Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo
que la A pueda querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido
escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación, me hacen sentir
en continuidad con el trabajo de mis épocas de docente, mientras que, al mismo
tiempo, la creatividad artística juvenil me produce una enorme felicidad.
Wenceslao Maldonado selecciona para esta entrevista, en diciembre de 2013,
seis poemas de su autoría (2006-2012), pertenecientes a “Recorridos breves de
un largo itinerario”, recopilación de recopilaciones en cinco libros:
1.-
levedad
de voces
en
los labios
y
nada más que alas
en
la respiración
hasta
espantarme
(del libro
primero RESQUICIOS, palabra, 2006)
2.-
desbordada
mi
locura levanta
su
barrilete de fantasía
por
cielos de libertad en las esferas
más
azules de la altura
y
despliega
(creo
que sin vergüenza)
todo
su deseo de un baile despreocupado
(ante
el quiebre de las censuras)
todo
el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante
la burla del conformismo ciudadano)
toda
la algarabía de su vestido en giros
(ante
el malhumor que no respeta)
y
mira lo que es
en
el espejo interior del sentimiento
(en
la carta de identidad de su existencia)
y
baila baila baila
a
viento suelto a cielo abierto
y
ríe ríe ríe
la
risa cuanto se quiera
mientras
el cuerpo define
en
el aire enloquecido de la altura
la
elección del movimiento
(del libro
segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, apuntes
para una vida nueva, 2008)
3.-
no
me fue fácil
hacer
las paces
con
el que fui
pero
ahora
puedo
despedirme de él
como
si hubiéramos sido siempre
buenos amigos
(del libro
segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, acta
póstuma, 2008)
4.-
sabe
que no puede
decírselo más
que a sí mismo
este espacio
sin medida
con el sol
derrumbado
en todas las
distancias
sudoroso
caminar sin rumbo
con pesadumbre
sin saber por qué
no sabe
que es más que
un caminante
tal vez un
nómada olvidado
alguien de esa
especie humana
que se fue
dispersando
en la soledad
de los afectos
en la vasta
diferencia de la idea
sabe
que no hay un
punto fijo sospechable
de ser el final
un árbol por
ejemplo
o una casa en
la lejanía
o un río que
divida las comarcas
del silencio y
la rutina
aunque fuera un
agua
aburrida de
estancarse
o una nube que
marque alguna altura
no sabe
si hay altura o
qué distancia
habría hasta el
horizonte
porque la línea
que cierra las fronteras
tal vez esté
arriba
o a lo mejor
pertenezca a los senderos
ahora
desandados
perdidos en el
cansancio permanente
de no poder
recostar las fantasías
y sabe
que tendrá que
seguir caminando lo que sea
hasta que ya no
pueda más
hasta que las
piernas rígidas se nieguen
a otro paso
ciego
y no sabe
hasta dónde
habrá llegado
y desde dónde
vino
y para qué
caminó tanto
y qué hay más
allá
de la ceguera
(del libro
tercero CICATRICES, desierto, 2010 )
5.-
es
esta ausencia hijito…
obligado
a dejarte que te fueras
aunque
te tenía de la mano
destruyendo
el adiós
vaciando
los abrazos
dejando
mudas las palabras
y
hoy tan lejos...
yo
que intenté ser padre y madre
de
tu orfandad en ronda por la calle
cuento
todavía
los
días terribles del silencio
los
años dolorosos de la pérdida
que
se ahonda más y más por este hueco
y
me empuja a rondar por tantas calles
de
tu soledad
(del libro
cuarto DESOLACIÓN Y CANTO poema 35,
2011)
6.-
la noche en la
palabra
escarba
los sentidos
posibles
que la garganta
no expresa
descubre
riquezas que se esconden
en la sutil
fragilidad de lo profundo
muy adentro de
uno
o tal vez
encuentra
socavones del
miedo y de la duda
desconocidos
(del libro
quinto LA NOCHE EN LA PALABRA poema 5,
2012)
En
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, W. M. y R. R., diciembre 2013.
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20 de Noviembre, 2013
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Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando
Revagliatti
César
Cantoni nació el 23 de febrero de 1951 en la ciudad de La
Plata -donde reside-, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Allí han sido
publicados sus diez poemarios: “Confluencias”, 1978; “Los días habitados”,
1982; “Linaje humano”, 1984; “La experiencia concreta”, 1990; “Continuidad de
la noche”, 1993; “Cuaderno de fin de siglo”, 1996; “Triunfo de lo real”, 2001;
“La salud de los condenados”, 2004; “Diario de paso”, 2008; “El fin ya tuvo
lugar”, 2012. Ha sido incluido en más de quince antologías (...“Antología de la
nueva poesía argentina”, “Poesía entre dos épocas (Argentina 1976-1983 /
Inglaterra 1930-1939)”,“70 poetas argentinos, 1970-1994”, “Entre la utopía y el compromiso. 16
poetas argentinos”,“Poesía hacia el nuevo milenio. Antología de poetas argentinos”, “Naranjos
de fascinante música. Poesía de amor en La Plata”...). Además de poemas, se
difunden sus artículos y críticas en diarios y revistas en soporte papel de
diversos países. También en numerosas plataformas de la Red. Ha sido traducido
al inglés, francés, italiano, portugués y catalán. En tres ocasiones le fue
concedida la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de
Buenos Aires, así como en 1996 por la sede central de la Sociedad Argentina de
Escritores. Integró dos grupos literarios: “Latencia” entre 1977 y 1979 y
“Tuerto Rey” durante 2006 y 2007. Formó parte en 2005 y 2006 de la redacción de
la revista de poesía “El Espiniyo” y de Jurados en certámenes organizados por
instituciones públicas y privadas. Es el responsable de www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar
(Stand de Poesía Platense).
-En una
entrevista concedida a Carina Velo hiciste referencia a tu timidez durante la
pubertad, al menos en lo que concierne a compartir con alguna persona los
poemas que comenzabas a intentar, imitando a los que reproducían los libros de
lectura escolar. ¿Tu timidez se denotaba en otras áreas? ¿A qué tipo de poemas
“arroja” la timidez? ¿Y qué factor que nunca hayas mencionado te insta a tu
modo de indagar la realidad? Con el amor y la desesperación desplegados por el
joven Pablo Neruda, sobreentendí que afirmabas en aquella entrevista, te
identificabas. ¿Y ahora?
-Cuando era chico, escondía todo lo que escribía en
la parte inferior de un diván. Nadie conocía mi secreto, ni familiares ni
amigos. Mi timidez tenía que ver, entonces, con el pudor de mostrar los
sentimientos (siempre he sido poco expresivo en este sentido). Pero también me atemorizaba
la reacción que pudieran experimentar los otros al conocer mi afición por un
arte tan singular y misterioso como la poesía. Aunque parezca absurdo, aquel
temor no era en extremo descabellado: actualmente, cuando confieso que soy
poeta, muchos me miran como si fuera tonto o estuviera loco. La timidez, por
otra parte, no me “arrojó” a ningún tipo de poemas en especial. A la hora de
escribir, carezco de prejuicios e inhibiciones y sólo procuro ser fiel conmigo
mismo. La poesía constituye, en mi caso, una forma de sinceramiento que está por
encima de todo. En cuanto a Neruda, su
libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, que leí entre los 18 y
los 19 años, me produjo un deslumbramiento tan grande que llegué a escribir un
poemario completo (“Las estaciones del amor”) imitando su estilo. Como ya dije
en otras entrevistas, Neruda era, a fines de los años 60, un poeta emblemático en
muchos aspectos. La sintonía amorosa y el compromiso político de su poesía tenían,
en aquella época de fervor revolucionario, un fuerte atractivo para quienes
empezábamos a deletrear versos y sueños. Si bien sigo admirando a Neruda, su
influencia, como es natural, ya no gravita en mi creación. La realidad y el lenguaje
cambian continuamente y el desafío del poeta consiste en acompañar esos cambios
para no repetir ad infinitum a sus queridos maestros.
-Manifestabas
también que no te considerabas escritor, claramente cuando escribís, corregís, trabajás
un poema (posible). Convengamos que cuando incursionás en la crónica, en la
semblanza –en la prosa--, te posicionás como escritor (acabo de leer tu
“Latencia: poesía y dictadura”, artículo ya difundido en Internet y que pronto
habrá de editarse en soporte papel). ¿Diferencias entre el “hablado por la
poesía” (según el poeta argentino Ricardo Zelarayán: “No existe el poeta, sino
el hablado por la poesía”) y el ensayista, el hacedor de artículos y críticas
literarias?
-En la entrevista que mencionás, digo también que
nunca escribí un poema con el propósito de hacer literatura, y en esto radica,
a mi juicio, la diferencia entre el poeta y el escritor. Para mí la poesía es
mucho más que un género literario; es un acto de vida, algo imponderable que me
sucede cuando escribo, una experiencia que trasciende la mera retórica dela
escritura. Es cierto que, además de poemas, escribo prólogos, contratapas,
artículos, críticas, reseñas de libros, etc., pero este quehacer literario no
deja de ser circunstancial; podría desentenderme del mismo sin angustiarme demasiado.
En cambio, la creación poética forma parte de mi respiración, es mi modo de ser
y estar en el mundo, la única cosa capaz de ofrecerme algún argumento
existencial. Desde otra perspectiva, coincido con Zelarayán en que el poeta no
es más que un instrumento de la poesía, el “hablado” por ella. Borges solía
decir al respecto que su función se limitaba a escribir lo que “alguien” le
dictaba.
-Sé que
tus primeros seis poemarios los destruiste sin llegar a publicarlos (a
diferencia de tantos escritores que pueden llegar a padecer ataques de
escarlatina, energumenismo y surtidas alteraciones psicosomáticas o conductuales
si se les menciona en público –ha sucedido con Borges- y aun en privado (los
más paranoides), el título de alguno de sus primeros libros publicados).
¿Recordarías para nosotros los títulos de aquellos seis poemarios? Seis son un
montón: ¿No merecerían ellos un poema del Cantoni actual?
-En una etapa de aprendizaje, uno cree que los
últimos poemas que escribe son siempre los mejores. Por eso, cuando publiqué
“Confluencias”, mi primer libro, en 1978, destruí todo lo que había escrito
anteriormente. Vi en ese acto una especie de depuración. Al fuego purificador
fueron a dar seis poemarios, la mayoría de los cuales habían recibido el primer
premio en diversos certámenes de poesía inédita. Más adelante, descubrí un
aforismo de Antonio Porchia que dice: “Te depuras, te depuras... ¡Cuidado!
Podría no quedar nada”. Pero ya era demasiado tarde. Todavía recuerdo los
títulos de esos libros incinerados: “Las estaciones del amor”, “Poemas en
blanco y negro”, “Habitante solo”, “Eco de poemas” (este título nunca me gustó,
pero no encontré otro mejor en su momento), “Invasión de los días” y
“Tentativas y deslices”. De ellos, sólo se salvaron unos pocos poemas, que habían
sido publicados en diarios y revistas.
-Quiero
contarte que aunque no se lo demuestro –y en esto de no demostrar he sido
precoz-, quiero mucho a tu ciudad (¿siempre viviste en ella?). Hace dos décadas
que no voy. Jamás participé allí en una mesa de lectura. Pero me une a La Plata
(y a Banfield, donde ha residido mi padre de pibe y de muchacho, y a City Bell,
donde en mi adolescencia él hizo construir un chalecito de fin de semana –como
ves, todo al sur de mi atroz megalopolismo-) un “lazo de consanguineidad”: no
sólo mi madre –pariente bastante directo- ha nacido allí en 1914, sino que
algunos de sus hermanos y primos. Primos míos con los que lamentablemente –te
juro que lo sufro- no tengo el menor
contacto y aún otros parientes, sus hijos, viven, deben seguir viviendo en La
Plata. Ruiz, Mugione, Naya, sus apellidos. Quiero contarte que siempre me ha
producido una diferenciada satisfacción invitar a poetas platenses (y de los
aledaños de tu ciudad) a mis Ciclos de Poesía, a mis segmentos de poesía en el
marco de Cafés Literarios. Por lo que tu Stand de Poesía Platense y el cuidado
formal, la dedicación y el rigor con el que lo sostenés, me resulta encomiable.
Esto que digo promoverá que nuestros más curiosos lectores de países diversos
pinchen en el enlace www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar y se encuentren con testimonios fotográficos,
muestras poéticas, informaciones, rememoraciones y se impregnen, con la
sobriedad que le imprimís a la propuesta, de la impronta de la Capital de la
Provincia más densamente poblada de nuestro país: la ciudad de las diagonales,
la que entre 1952 y 1955 se llamara Eva Perón, la ciudad de los tilos, la
primera de Sudamérica en tener el servicio de tranvía eléctrico. Expresado todo
esto, César, ¿qué añadirías sobre La Plata, la así llamada por el Río de la
Plata, que todavía no hayas, acaso, públicamente declarado?
-Siempre viví en La Plata, ciudad cuyo nombre, como
bien decís, fue tomado del río homónimo y aprobado en la legislatura bonaerense
a instancias de José Hernández, que lo propuso cuando era senador. Desde su
origen hasta su diseño urbano (un cuadrado perfecto, que incluye simetrías y
malabares aritméticos), La Plata es una ciudad con características singulares.
Fue concebida políticamente para ser Capital de la Provincia de Buenos Aires y
fundada por Dardo Rocha en 1882 en medio del desierto. Se trata, pues, de una
ciudad joven, nacida de una idea y, por lo tanto, más pensada que soñada. Su
fundación significó, de alguna manera, la coronación del pensamiento liberal de
la generación del 80 (algo que muchos no le perdonan).El propio Sarmiento sostuvo
por entonces: “La Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose
e ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello”. Sin embargo,
hay que decir también que esta ciudad sufrió con singular ensañamiento la
represión castrense de la última dictadura y que en ella se gestaron no pocos
movimientos políticos y sociales que reivindicaban y reivindican los derechos humanos
(son mujeres platenses las que hoy presiden organismos como Madres de Plaza de
Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo). Lo cierto es que La Plata creció en sus
comienzos más que cualquier ciudad del mundo, hasta que la crisis económica que
afectó a la Argentina a fines de la primera década del siglo XX detuvo su
pujanza inicial. A propósito de ese crecimiento, un viajero francés, P. M. de
Corvetto, escribió un artículo titulado “La Plata o el poder creador de la
Argentina”, publicado en 1885, en el que expresa: "en ningún lugar del
mundo el presente se transforma tan rápido en pasado; ayer el desierto, hoy un
plano y jalones, mañana una ciudad". Paradójicamente, La Plata era, al
mismo tiempo, una ciudad silenciosa y apacible. Sus plazas y paseos, sus anchas
avenidas arboladas, el bosque con su lago, invitaban a la ensoñación y a la
melancolía. Esa mansedumbre provinciana está muy bien reflejada en la poesía de
López Merino y dio origen a la llamada “Escuela de La Plata”. Pero el progreso
irracional y descontrolado no iba a eludir su realidad. Ya a principios de la
década del 50, advertía el poeta y editor Marcos Fingerit: “La nerviosidad de
la vida contemporánea ha llegado hasta ella trastornándola, mejor dicho,
trastocándola. El silencio, la soledad, la quietud que la individualizaran, por
lo menos para los viajeros, casi han desaparecido por completo, hasta de sus
zonas en donde lo campestre ceñía lo ciudadano”. Hoy, por lo demás, no se
diferencia mucho de otras ciudades del país. A los rótulos con que suele
señalársela y que vos mencionás en tu pregunta, cabe añadir “Ciudad Universitaria”
y “Ciudad de los Poetas”, este último discutido por algunos, aunque es bien conocida
su fuerte tradición poética.
-Tu
madre, fallecida en 2005, según informabas en un reportaje que te hicieran en
“El Día”, ese periódico más que centenario de tu ciudad, llegó a leer tus
primeros nueve libros. ¿Qué te trasmitía a propósito de ellos? Y, por
extensión, otros familiares no vinculados con la escritura poética: ¿han leído
poemarios tuyos? ¿Qué opinaron (los que opinaron)? ¿Y qué te parece que les
pasó (o no les pasó, lo cual es un modo de que algo les pase (como los que se
definen de apolíticos...)? ¿Qué hace un pariente de uno, no lector de poesía,
con el ejemplar que le regalamos?
-La poesía no es un arte demasiado convencional.
Tampoco es común que en las familias haya un poeta, de modo que cualquier
reacción que el asunto suscite en el ámbito hogareño resulta entendible. Como
dije al comienzo, yo escribía poemas que escondía en la parte inferior de un
diván, hasta que un día mi madre, haciendo la limpieza de la casa, encontró el
cuaderno que los contenía. No sé si fue el hecho de escribir poemas o el de
esconderlos lo que más le llamó la atención, pero me consta que vivió
preocupada durante un tiempo, temerosa, quizá, de que yo sufriera algún
trastorno psicológico. Mi padre, por su parte, no supo que yo escribía hasta
que obtuve la Faja de Honor de la SEP (Sociedad de Escritores de la Provincia
de Buenos Aires) y mi nombre apareció en el diario “El Día”. Tanto mi madre
como mi padre confiaban en mis facultades líricas, pero no tenían parámetros
para emitir un juicio equitativo. El resto de mis familiares me ponderaban y
guardaban con cariño los ejemplares que yo les regalaba. Sin embargo, como
siempre he sido bastante descreído y despreocupado, no me inquietó saber qué
les pasaba o dejaba de pasarles con la lectura de mis libros. Por lo demás, he
comprobado que aun el lenguaje poético más sencillo es de difícil comprensión
para los no iniciados en poesía.
-He ido
sabiendo de tu encendida admiración por Pound, Masters, Eliot, Pessoa,
Williams, Cavafis, Stevens, Seferis, Montale, Ritsos, Quasimodo. Lo que me ha
promovido interesarme por saber cómo te llegan, por ejemplo, las poéticas de
Nicanor Parra, Enrique Blanchard, Charles Bukowski, Juan Carlos Bustriazo
Ortiz, Antonin Artaud, Manrique Fernández Moreno, Pablo de Rokha, Néstor
Perlongher, Monique Wittig, Emeterio Cerro, Francois Villon.
-Siempre sentí admiración por las vanguardias de
comienzos del siglo XX, que produjeron una transformación profunda en la poesía
y fijaron un punto de no regresión. Obviamente, algunas me importan y me atraen
más que otras. Fuera de ellas, de mi entusiasmo inicial por Neruda y de leer
con enorme placer a los poetas griegos e italianos, mis preferencias líricas
apuntaron, durante mucho tiempo, a la poesía anglosajona, sobre todo, a la norteamericana.
En general, me seducen las poéticas conceptuales y realistas; o sea, aquellas
capaces de expresar una intuición o una idea que puedan hacer reflexionar, sin
perder de vista la circunstancia y el clima de la época. Con respecto a tu curiosidad
acerca de los autores que enumerás al final de la pregunta, debo decirte que estimo,
en particular, a Villon, Artaud y de Rokha. A Bukowski, asimismo, le dediqué un
poema (“Bukowski o le mal de vivre”) que, por ser breve, aprovecho para
transcribirlo: “No escribía
al dictado del corazón,/ sino del hígado cirroso./ No escribía para los hombres
satisfechos,/ sino para aquellos que sufren/ la quemadura de la vida./ No
escribía porque la poesía/ fuera capaz de redimir al mundo,/ sino porque estaba
seguro/ de que no existe salvación”. Por último, quiero
agregar que, en cuanto a la concepción del arte en todas sus formas, comparto
la visión de Ingmar Bergman cuando afirma: “Sólo con luz se puede iluminar la
oscuridad, no con más oscuridad”.
-Desde
luego, es satisfacción la que produce hallarse incluido en una buena o muy
buena antología (o libro colectivo) y otra sensación es la que produce hallarse
incluido en una mediocre o mala. ¿Qué nos podrías comentar sobre esto, César?,
inquiero mientras releo el par de poemas de tu “Cuaderno de fin de siglo” incorporados
en el volumen “El cine y la poesía argentina” (Ediciones en Danza, Buenos
Aires, 2011, con selección y ensayo de Héctor Freire). En efecto, el cine, ese
mundo, y algunas películas te han inspirado poemas. ¿Qué trayectorias de
realizadores te resultan impecables (o casi)? ¿A qué actrices y actores les
creés todo? ¿Qué personajes te fascinan?
-Ciertamente, resulta satisfactorio hallarse
incluido en una buena selección poética porque evidencia algún reconocimiento.
Sé que dos poemas míos integran la antología de Freire, pero todavía no tengo
el libro. Conozco, además, la lista de los autores seleccionados y puedo decir
que todos cuentan con una trayectoria aquilatada. El cine me apasiona desde
chico, si bien mis conocimientos acerca del mismo no son académicos y, por lo
tanto, sólo me cabe hablar como aficionado. Vi muchas películas en las décadas
del 80 y del 90, cuando apareció el video y el llamado séptimo arte era una de
las expresiones que, a mi juicio, mejor reflejaba la realidad. Es asombroso comprobar
cómo en dos horas, aproximadamente, puede resumirse una novela de 500 páginas
o, más aún, una vida completa sin que se adviertan saltos o fisuras. Claro, esa
idea de totalidad no siempre está lograda. Sería demasiado largo enumerar las
películas que más me gustaron. Otro tanto ocurre con los actores y las actrices
que me parecen más convincentes. A título ilustrativo, sólo voy a mencionar
algunos directores por los que siento singular estima: Serguei Eisenstein, Charles
Chaplin, Alfred Hitchcock, Orson Wells, Ingmar Bergman, Vittorio De Sica,
Federico Fellini, Ettore Scola, Claude Chabrol, Win Wenders, Werner Herzog, Martin
Scorsese, Francis Ford Coppola, Woody Allen, Clint Eastwood... Los personajes que más me fascinan son los antihéroes,
los perdedores... Los héroes hollywoodenses y los “happy end” se me antojan bastante
huecos.
-¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... ¿Qué
cosas no son tus favoritas?... ¿Qué asuntos no son tus favoritos?... ¿Qué
apreciaciones no apreciás?... ¿Qué imprecisiones preferís?... ¿Qué preferís no
preferir?... Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan
otras cosas?...
-Para que
la exposición sea más clara voy a responder estas preguntas escalonadamente,
una por una.
-¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... Me gustaría poder leer y escribir
sin premura, sin presiones, sin sobresaltos, pero no estoy seguro de que la
vida me permita alguna vez este lujo.
-¿Qué cosas no son tus favoritas?... En principio, las que tienen una
finalidad exclusivamente material.
-¿Qué asuntos no son tus favoritos?... Los ajenos a la cultura, las artes
y el periodismo.
-¿Qué apreciaciones no apreciás?... Las de los políticos en época de
elecciones, las de los economistas que fueron funcionarios y fundieron el país,
las de los comerciantes cualquiera sea el producto que quieran venderme...
-¿Qué imprecisiones preferís?... Las del simbolismo en literatura
y las del impresionismo en pintura.
-¿Qué preferís no preferir?... Prefiero no tener que preferir
entre el olvido y el perdón.
-Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a
dónde te llegan otras cosas?... Otras me pegan en la entrepierna, pero hago flexiones y sigo...
César
Cantoni selecciona para esta entrevista, en octubre de 2013, seis poemas de su
autoría:
TRAICIONÉ A MIS PADRES
Traicioné a
mis padres: no acaté su legado
ni recorrí
el camino trazado por su índice.
Defraudé a
la ciudad: no tuve oficio ni empleo
y mi voto
sólo llevó inquietud a los burgueses.
Menosprecié
a los dioses: no veneré sus máscaras
ni me hinqué
ante sus nuncios terrenales.
Desoí a la
razón: cuando hube de callar, solté la lengua;
cuando hube
de ser cauto, puse el dedo en la llaga.
A una edad
en que ya debería preparar mi alma,
alivianarla
para su despegue,
no puedo
hablar siquiera de arrepentimiento.
Condenado
por todos los discursos,
sigo
escuchando la impenitente voz de la poesía,
su
incitación a la desobediencia.
(El fin ya tuvo lugar)
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté a mi madre.
Y mi
madre me dijo que no sabía.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al filósofo.
Y el
filósofo adujo que sólo cobijaba dudas.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al científico.
Y el
científico apenas esbozó una hipótesis.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al artista.
Y el
artista puso el acento en la belleza.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al político.
Y el
político tuvo palabras engañosas.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al gendarme.
Y el
gendarme empezó a disparar su arma.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté al obispo.
Y el obispo
me amenazó con el infierno.
¿Dónde
está la verdad?, le pregunté a los dioses.
Y los
dioses permanecieron mudos.
(El fin ya tuvo lugar)
ES ASÍ COMO MUEREN
no quiero ir/ nada más/ que hasta el
fondo
Alejandra
Pizarnik
Sá Carneiro
se envenena tomando estricnina,
Esenin se
corta las venas en un hotel ruinoso,
Maiakovski
se mete una bala en la sien con un revólver,
Crane se
tira al mar por la borda de un buque,
József
espera el paso del tren sobre los rieles,
Lugones bebe
alcohol con cianuro en un recreo del Tigre,
Tsvetáieva
se ahorca colgándose de un árbol,
Pavese
ingiere una sobredosis de narcóticos,
Thomas se
emborracha hasta entrar en coma etílico,
Plath inhala
el gas que sale de su cocina,
Celan se
arroja a las aguas del Sena en una crisis,
Ferrater se
asfixia con una bolsa en la cabeza,
Pizarnik
echa mano a 50 grageas de barbitúricos,
Sexton
aspira las emanaciones del motor de su auto,
Goytisolo se
lanza al vacío desde un edificio de departamentos,
en la calle
Mariano Cubí, en Barcelona, una mañana más negra que la noche...
Es así como
mueren estos poetas:
yendo hasta
el fondo de su desventura.
(El
fin ya tuvo lugar)
1976
Ese año
enterramos las armas
y las
municiones:
el viejo
revólver de papá,
y las
dos escopetas de papá,
y la
escopeta rota del abuelo,
y mi
rifle de caza,
y las
balas de plomo
y los
cartuchos.
Todo lo
enterramos
prolijamente
en un baldío
para que
la dictadura de turno
no se
sintiera amenazada.
(Inédito)
LA EDAD DE LA INOCENCIA
Mi perro,
que apenas tiene un año,
acaba de
romper las lilas
que planté
esta mañana
y mueve la
cola con euforia
cuando
compruebo lo que hizo.
También yo,
siendo pequeño,
rompía
alegremente los juguetes
ante la
desazón de mis progenitores.
A veces, me
pregunto si Dios
no será un
niño inocente todavía,
que,
haciendo alarde de sus travesuras,
se pone a
jugar con las estrellas.
(Inédito)
UN ARTE INVISIBLE
El
poeta camina
desnudo
por la calle,
pero
la gente no lo ve.
El
poeta va al cine,
sale
de putas,
viaja
en colectivo,
siempre
desnudo,
pero
la gente
mira
para otro lado.
El
poeta no tiene modo
de
llamar la atención,
porque
la poesía
es
un arte invisible.
La
poesía se escribe
sin
palabras.
(Inédito)
*
Ciudades
de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 60 kilómetros, C. C. y R.
R., noviembre 2013.
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Isla Negra |
no se vende ni se compra ni se alquila, es publicación de poesía y literaturas. Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra también es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía. |
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Sobre mí |
Gabriel Impaglione
poeta argentino residente en Italia director revista internacional de poesía Isla Negra fundada el 1 de abril de 2004
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