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30 de Octubre, 2014
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Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
María Rosa Maldonado nació el 4 de febrero de
1944 en Barcelona, España, y reside desde 1949 en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, la Argentina. Nacionalidad: argentina-española. Es Profesora de
Filosofía, Psicología y Ciencias de la Educación. Desde 1989 coordina talleres de
poesía y narrativa. Algunos de los seminarios y conferencias que ha dictado
desde 1996 han sido “El Mito de Prometeo”, “El Origen del Teatro Griego”,
“Filosofía Oriental: Hinduismo, Budismo, Taoísmo y Budismo Zen”, “Carlos
Castaneda, El Chamanismo Americano”, “Kafka y la Filosofía de Zenón de Elea”,
“La Filosofía de Baruch Spinoza”. Entre otras distinciones obtuvo el Primer
Premio del Concurso de Poesía “La Nación” de 1988, por su poemario “Hasta que despertar es imposible” y el Segundo Premio Género Poesía, bienio 2002-2003, otorgado por el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sus críticas bibliográficas y otras colaboraciones se difundieron, por ejemplo, en los diarios “La Prensa” y “La Nación” (de la ciudad donde reside), en “La Gaceta” de la capital de la
provincia de Tucumán, en el bonaerense “El Tiempo”, de Azul, y en las revistas
“Letras de Buenos Aires”, “La Guillotina”, “Napenay”, “Tamaño Oficio”,
“Generación Abierta a la Cultura”, “Tsé-Tsé”, “Mandorla”, “Aldebarán”,
“Kokoro”. En 1996 fue invitada y participó en el “IV Festival Latinoamericano
de Poesía” en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Publicó “Poemas” (1977), “Hasta que despertar es imposible” (1989), “El esplendor ajeno de las cosas”(1992), “el
zumbido de Dios” (2002), “atzavara” (Kriller71
Ediciones, Barcelona, España, 2012), en el género poesía, y permanecen inéditas
dos novelas: “El viaje a Mataró” y “La novela de Marito”.
1 - Resulta, María Rosa, que justo en mayo de este año he estado por primera vez en tu ciudad natal. (Quien lo desee podrá hallar en la Red
reportajes en los que explicás sobre las circunstancias que impulsaron a tu
familia a venirse y cómo se fueron insertando en el nuevo paisaje.) Muchas
veces has ido para allá. Sería interesante que nos trasmitas de qué modo ha ido
cambiando Barcelona, desde tus recuerdos de niñita hasta tu último viaje.
MRM – Rolando, creo que, habiendo estado en mayo de este año en Barcelona, vos estás en mejores condiciones que yo para hablar de ella como ciudad. Nada
puede mejorar la primera mirada. En su libro “Las ciudades invisibles”, describiendo una de ellas, Fílides, Ítalo Calvino destaca esa condición que tienen de
ir desapareciendo a medida que se prolonga nuestra permanencia. De ir
convirtiéndose en una página en blanco con puntos concretos de referencia en
los que cumplir con las rutinas cotidianas. Sin más cúpulas ni preciosas
callejuelas ni fuentes ni glorietas.
Es cierto que ese no es mi caso, ya que no vivo en Barcelona y mis visitas no
son en realidad tantas ni de gran duración.
Pero, por otra parte, en el mencionado libro, Calvino afirma por boca de Marco
Polo: “Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai, que no se debe
confundir nunca la ciudad con el discurso que la describe.”
Sin embargo, creo que tu pregunta se desplaza hacia la subjetividad de mi
memoria y entonces toca esa confusa y ambigua relación que durante muchos años
he sostenido con mi ciudad de nacimiento. Y desde ahí sí creo que puedo
intentar decir algo. No de los cambios de Barcelona, sino de la
perspectiva interna desde donde fui mirándola, sintiéndola.
Barcelona es, primero, y sin nombre, el cuerpo de mi
madre, la lengua materna –castellano-, la galería donde jugaba con mi hermano a
bañar y aceitar a nuestra tortuga, las plantas carnosas del balcón de mi iaia de las
que salía un jugo verde cuando les clavaba mis uñas de tres, cuatro años, la
balsa donde me bañaba sostenida por las manos de mi padre y rodeada por todos
los insectos del verano –en el agua y fuera del agua- , el olor a cemento
húmedo, a ajos, cebollas y patatas, del cuartito de las herramientas en el terreno
de fin de semana de Esplugas de Llobregat. Esas primeras sensaciones guardadas
y, seguramente, alteradas por la memoria de la memoria. Barcelona comienza a
ser una generalización abstracta, con el alejamiento. La desterritorialización,
en mi conciencia de niña, territorializó el lugar del que partimos. Concibió
una comarca, la comarca abandonada, con un nombre: Barcelona. Generó una
primera noción de lugar, pre-geográfico. Muchos inmigrantes lloran el resto de
su vida por la añoranza de su tierra, otros no desean ni siquiera volver a
oírla nombrar. En mi caso, mis padres construyeron el mito y Barcelona adquirió
la categoría de paraíso perdido al que pronto íbamos a volver. El jamón de acá
era carne cruda, las sardinas no las quería ni el gato, y qué decir de las
rústicas panaderías de Lanús! Las de allá parecían joyerías de lo bien
que presentaban sus escaparates. Nada soportaba la comparación. Ni las cosas ni
la gente.
Y sin embargo, y sin embargo, las grandes zanjas de los fondos de Remedios de
Escalada, cerca del club Talleres, abiertas en campo abierto, donde, con latas
de tomate agujereadas, mi hermano y yo pescábamos mojarritas, tienen tanta
sustancia metafísica como la balsa de agua de Esplugas de Llobregat. Una manera
de decir.
Y bien, ya estamos acá, en Argentina, y Barcelona es una abstracción a la que
me religa el discurso de los padres, las cartas que van y vienen al ritmo de
los grandes trasatlánticos y el recuerdo afectuoso de los tíos, los primos, los
amiguitos y la iaia.
Durante muchos años España y Barcelona fueron sinónimos. Buenos Aires y Argentina también. Se trataba de acá y allá. Océano
en el medio.
Así pasó mi infancia, la escuela primaria y la secundaria, y el aprendizaje
delimitó áreas, intelectualizó contenidos, fundamentó diferencias. Y profundizó
el conflicto. La evidencia de que no había regreso no produjo el arraigo. O,
mejor dicho, la conciencia del arraigo. Éramos extranjeros, y diferentes.
A los dieciséis años, terminado el bachillerato, mis padres me enviaron a
Barcelona. Por primera vez andaba por mi ciudad de nacimiento mirando y
admirando. Compartiendo con mis primos paseos y bailes. Pero yo era “la prima
de América”. Y, por la calle, me consideraban una turista. Por mi acento. Por
mi lenguaje. Porque me sentían diferente. No era como ellos. ¿Y cómo era? ¿Cómo
se construye un yo sino con los materiales humanos con los que se va
encontrando e interactuando la conciencia, su modo único de procesarlos?
Hace tiempo me contaron la historia de un hombre que
salió de su pueblo en los primeros años de su juventud y al que regresó siendo
mayor, digamos bastante mayor. Cuando llegó al pueblo no lo reconoció. Este no
es mi pueblo, dicen que dijo. Un habitante de allí le preguntó cómo era posible
que no lo reconociera si ni siquiera una piedra había sido cambiada de lugar en
los últimos cien años: el mismo almacén en la esquina de la plaza, la misma
iglesia, etcétera. A lo que nuestro hombre respondió que sí, que era posible
que estuvieran las mismas casas y las mismas calles, pero que no estaban las
mismas personas. Las que le daban alma al
lugar. Aquellas que él había conocido y con las que había compartido su niñez y
adolescencia. Ni don Ramón, ni don Nicanor, ni Marta ni Juancito… Un lugar está significado por los vínculos humanos que generamos en él. Y como a la vida le gusta tender hilos de un sitio a otro, y tejer y destejer
tramas, ahora tengo una razón poderosa para volver a mi ciudad de nacimiento,
sin necesidad de seguir preguntándome cuál es nuestra relación. Ahora, mis
vínculos afectivos están equitativamente divididos entre Buenos Aires y
Barcelona. Si tuviera el don de la bilocuidad, viviría en ambas ciudades. Pero ya no me pregunto a cuál de ellas pertenezco. La pertenencia es tranquilizadora, pero demarca. Uno no pertenece. Uno es su historia. Cuando una pregunta no puede responderse, tal
vez la dificultad no esté en la respuesta sino en la incorrección de la
pregunta misma. Pienso en ésas increíblemente ingenuas –por no usar otro calificativo- que se suele -o solía- hacer a los niños: a quién querés más, a tu mamá o a tu papá?
de quién sos, de tu mamá o de tu papá? Respóndalas el posible lector. Barcelona ha crecido, se ha enseñoreado en su propia belleza, en su geografía privilegiada, en el legado de creadores como Antonin Gaudí, en la pluralidad de
voces que la pueblan. Me encanta pasear por las Ramblas, ir al Mercado de la
Boquería, contemplar una y mil veces la Sagrada Familia, caminar hasta el puerto
saludando de paso a Colón, bañarme en el Mare Nostrum. Pero lo que me lleva a
Barcelona y no a París, Roma o San Petersburgo, es el amor. Clara,
sencillamente.
En cuanto a las ciudades, creo que hay diferentes formas de relacionarse con
ellas. Puede uno buscar diversión (lo diverso, le divertissement de
Pascal) y visitarlas como turista. O puede uno viajar para buscar en ellas, en
su arquitectura, en su música y, sobre todo, en sus gentes, la pluralidad de
formas en las que se manifiesta el espíritu humano, ahora y a lo largo de toda
la historia. Y, tal vez así, abrir un poco las propias perspectivas.
2 – Has sido miembro fundador del Grupo “Informal”, dedicado a la
divulgación de las artes, y de la Asociación de Poetas Argentinos –la que
pronto cumplirá 25 años-, ocupando el cargo de Vicepresidenta en su período
inicial. La condición de co-fundadora invita naturalmente a sugerirte que nos
transfieras todo lo que recuerdes de aquellos tiempos, de aquellas iniciativas;
y quiénes fueron, en cada caso, los otros impulsores.
MRM – “Informal”
surge de una iniciativa de Osvaldo Moro. “Informal” fue Osvaldo Moro. La idea
central, según sus propias palabras, era la de ayudar a la gente que no tenía
cabida en los medios oficiales de difusión a divulgar su obra. Nace en 1981, en
la calle, en una peña folklórica. Siempre con la característica de poder mostrar
creadores poco conocidos, junto a gente de experiencia. Unos meses más tarde se
iniciaron las reuniones de los sábados en el bar “El Conventillo” de Varela 60,
en el barrio de Flores. Allí se realizaban lecturas de poemas y cuentos.
Lecturas concertadas y lecturas espontáneas. Y siempre había una muestra de
pintura y una presentación musical.
Pasaron por “El Conventillo” reconocidas figuras de la literatura y la
plástica como Abelardo Castillo, Alberto Girri, Juan José Hernández, Olga Orozco,
Antonio Di Benedetto, Horacio Castillo, Dalmiro Sáenz, Celia Gourinski, Alfredo
Hlito, Pérez Celis, Gyula Kosice y tantos otros.
El Grupo Informal, que acompañaba y
colaboraba con Osvaldo Moro, estaba integrado por Eduardo Bocco, José Pensa, Bárbara
Wulman, Julio Cesar Invierno, Marga Schujman, Gregorio Ganopol y quien esto
escribe. Un poco después comenzaron a funcionar los talleres literarios, en el
subsuelo de la librería "El Zapallo", en Varela 22. Allí comencé a
dictar mis seminarios de filosofía y, más tarde, el taller de poesía y
narrativa que, en un principio, estuvo a cargo de Julio Cesar Invierno. Algunos
talleres y seminarios eran gratuitos y en los arancelados la recaudación se
destinaba a solventar los gastos de “Informal”. También se presentaba
anualmente el Salón del poema ilustrado donde un plástico y un poeta trabajaban
juntos. Fue la época de oro de “Informal”. Cada sábado, “El Conventillo” a
tope.
Por razones nunca bien definidas, “Informal” partió de “El Conventillo” y fue a
cobijarse en una antigua casona de Candelaria 65, barrio de Floresta. Y,
dos o tres años después, a un departamento, en Candelaria 13. Continuaron las
actividades pero, poco a poco, se fueron reduciendo a talleres y cursos,
convirtiéndose en un Centro Cultural bajo el nombre de “Yukio Mishsima”, hasta
la muerte de Osvaldo Moro.
En cuanto a la Asociación de Poetas Argentinos, la idea de su creación le
corresponde a Cayetano Zemborain, su presidente, quien, en aquel momento, me
invitó a ocupar la vicepresidencia. Nos acompañaba Julio Bepré como secretario.
Recuerdo a Carlos Federico Weisse, Adalberto Polti, Silvia Noemí Pastrana (la
actual presidenta), Susana Fernández Sachaos, Beatriz Allocati… Buenos
recuerdos. Como bien decís, pronto se cumplirán 25 años de su fundación y me
alegra ver que el impulso y la diversificación de tareas a favor de la poesía y
la cultura en general, siguen creciendo día a día.
Por mi parte, me alejé de la Asociación no por diferencias ideológicas ni
desacuerdos personales, sino porque mis actividades propias no me permiten
disponer del tiempo que debe dedicarse a una institución. Y porque mi
disposición vocacional no se adapta a las características generales de los
desarrollos institucionales. Siempre, desde luego, estuve y estoy dispuesta a
colaborar en cualquier actividad puntual para la que se me requiera. Cosa que
sucedió en varias oportunidades después de mi despedida como miembro activo de
la entidad.
3 – Fuiste jefa de redacción de “El Cadáver Exquisito”, la revista del
Grupo “Informal”. La conocí, y hasta tuvieron la gentileza de publicarme. Y
también lo fueron Luis Benítez, Néstor Colón, Luis Quadri Castillo, Agustín
Tavitian, Luis Raúl Calvo, Daniel Berenstein, Luis Colombini, Santiago Espel...
Sé que el primer número asomó en 1985 y que no asentaban la fecha de aparición.
¿Por qué esa decisión y cuál fue el último número y en qué año? ¿Quiénes y cómo
decidían el armado de cada edición? Si perduraste durante todo el lapso de
existencia de la revista, ¿qué motivó su cese?
MRM – “El cadáver exquisito” fue una revista surrealista no por sus
contenidos, que no estuvieron limitados a movimientos ni ideologías, sino por
su realización concreta. Sin fechas, como bien señalás, sin tiempos
determinados de aparición, libre, algo onírica y plasmada más por el azar que
por una razón conductora.
Tengo acá el número uno: Director: Osvaldo Moro. Subdirector: Eduardo Bocco.
Jefa de Redacción: María Rosa Maldonado. Así fue hasta la muerte de Eduardo. En
los números siguientes, se agrega un Comité de Redacción: Marga Schujman,
Gregorio Ganopol y María Rosa Maldonado. En los últimos números, Osvaldo me
pasa la dirección y él queda como Fundador.
Esto en cuanto a los responsables. La idea de Osvaldo aparece en la tapa del
número uno donde lo señala como “periódico”, tal vez por su tamaño. Dice allí
bajo el título de El cadáver exquisito probará el vino nuevo: “INFORMAL es un grupo abierto, pluralista y democrático. Su propósito es difundir sin levantar ninguna bandera, pero ante la
necesidad de ponerle un título a nuestro periódico, decidimos rendirle homenaje
a uno de los movimientos más importantes de nuestra era.” El contenido,
como bien sabés, estaba constituido por poemas y cuentos de autores consagrados
junto a otros poco conocidos y hasta inéditos, y, en casi todos los números, la
representación gráfica realizada por un plástico de la idea del cadáver
exquisito. Colaboraron con sus obras artistas como Osvaldo Svanascini, Cristina
Ramos Siri, Silvia Ocampo, Elvira Luciano, Hermenegildo Sábat…
Te decía antes que hubo una época de oro de “Informal”, debo añadir que se
debió a una hazaña heroica del grupo. Esto algunas veces ocurre. Hubo un líder
que supo hacernos visualizar su sueño, y lo compartimos. Con placer, claro.
Pero, ocuparse de la casa, los niños, el trabajo, ir desde Congreso hasta
Mataderos a comprar kilos de chorizos, preparar un choriparty, juntar la plata
para pagar la edición, pedir las colaboraciones, organizar los contenidos,
hacer la pegatina, llevarlo a la imprenta… Como dice Cesare Pavese, “lavorare
stanca”. Y, además, todo tiene un tiempo de vida. Un día se fue posponiendo la
tarea hasta que quedó postergada para siempre. Sin premeditación. Sin llanto.
Como nos vamos despidiendo de cada día vivido. Y sin embargo, todo permanece en
ese “lugar” sin espacio ni tiempo que constituye nuestra mayor parte y que
apenas atisbamos.
4 – Durante unos meses de 2000 coordinaste en A. P. A. C.
(Asociación de Plásticos Argentinos Ciegos), en su sede de la Universidad de
Belgrano, un taller de escritura para no videntes, lo cual también realizaste
entre 2000 y 2002 en el Museo “Eduardo Sívori”, con el auspicio de la
Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Me pregunto
cómo encaraste la tarea al principio y de qué modo habrás proseguido, a medida
que te ibas asentando en tu rol en dichas instituciones.
MRM – La tarea la encaré con entusiasmo (un regalo de los dioses, según los
griegos), que es mi condición primordial en relación con la docencia. Y con mi
vida.
Y aprendí mucho. En principio, aprendí braille. A
escribirlo y a leerlo. No con los dedos sino con los ojos, claro. Louis
Braille, que vivió en carne propia la falta de visión, creó ese sistema de
lecto-escritura táctil basado en el que un militar llamado Charles Barbier de
la Serre, a comienzos del siglo XIX, y bajo
el nombre de “escritura nocturna”, usaba para transmitir órdenes a puestos de avanzada. Braille lo simplificó convirtiéndolo en el sistema universalmente conocido de los seis
puntos. Es interesante destacar que se trata de un sistema de numeración
binario que precedió a la aparición de la informática.
Tal vez lo más importante que recibí de esa experiencia, fue la corroboración,
una vez más, de que las generalizaciones –tan necesarias para la ciencia- son
una de las fuentes más peligrosas de error y discriminación: no existen “los
ciegos” como categoría humana.
Existe la falta de visión en personas particulares,
cada una de ellas diferente de las otras, única. Como cada ente particular en
la formidable abundancia de los entes. Por otra parte, y también una vez más,
constaté cómo las brutas diferencias económicas inciden en el desarrollo de las
personas. El sistema braille ha sido incorporado a anotadores parlantes y otros
elementos de nueva tecnología que pueden portarse fácilmente e, incluso,
adaptarse a las computadoras tradicionales. En la actualidad se dispone de gran
cantidad de elementos que facilitan la lectura, el aprendizaje, la comunicación
e, incluso, la vida doméstica, para personas con discapacidad visual, ya sean
ciegos o amblíopes, pero son muy caros. Desde el elemental bastón blanco, la
braille speek, los comunes grabadores de voz, el reloj parlante o un sencillo
detector de líquidos para poder llenar una taza sin que se desborde. Todo
depende del poder adquisitivo. Sin hablar de las dificultades en el acceso a
puestos de trabajo… Aun así, también hay que mencionar que existen
instituciones como la
Biblioteca Argentina Para Ciegos (entidad no gubernamental sin fines de lucro)
y varias otras, cuyo objetivo principal es contribuir a la plena
integración de las personas con discapacidad visual a la sociedad.
En cuanto a la motivación y metodología en general, no se me presentó ningún
problema. Trabajamos con lecturas, música, objetos diversos que iban tomando de
una bolsa y que reconocían por el tacto… y después escribían, cada uno con los
elementos que tenía a disposición. Incluso manuscrito. Para facilitarles esa
escritura, se me ocurrió doblar la hoja por cada renglón como se hace en el
juego del cadáver exquisito: a medida que van escribiendo la van desdoblando y
queda bien determinado el sitio de la escritura. Como te decía al principio,
fue una experiencia enriquecedora y muy gratificante, como lo han sido, y lo
son, mis otros talleres y seminarios. Creo que la conjunción de vocación y
trabajo es un privilegio que nos libera del absurdo. Pero este es otro tema.
5 – “el zumbido de dios” cuenta con prólogo (“Un insecto llamado imago”) del poeta Reynaldo Jiménez, y “atzavara” con un posfacio (“Raíz
abisal”) también de Jiménez y de una extensión inusual: veinte páginas. Los que
conocemos algo de su obra sabemos cuánto y cómo discierne y profundiza en sus
ensayos. ¿Qué nos podrías trasmitir sobre sus análisis a propósito de tu
poética?
MRM – Primero hablemos un poco de Reynaldo. Sólo un poco, porque sobre él es mucho lo que hay para decir. Multifacético, talentoso
y “…con esa gracia/ que no tuvo nadie…”, como dice Gonzalo Rojas. Reynaldo
Jiménez está considerado como un poeta neobarroco debido a que fue incluido
en “Medusario”, la antología de Roberto Echavarren, José Kozer y
Jacobo Sefami, que agrupó por primera vez a una serie de autores,
originariamente no conectados, que presentaban en sus obras una común tendencia
hacia el neobarroquismo. Pero hay que decir que esta calificación no agota ni
determina las particularidades de su escritura. El propio Reynaldo, en
una entrevista emitida
por el programa “Definición de Savia”, en Radio Círculo, Círculo de Bellas Artes, Madrid, dice: “En realidad lo mío tiene más que ver con la poesía lírica, en general… con una especie de
trabajo con el oído y con la resonancia, más que con la enunciación directa…
hacer algo que pueda ser trasladado hacia la voz, emitido en voz alta…Y también
con una especie de intrusión de otras lenguas, mezcladas, mixturadas, palabras
dentro de palabras…” Gabriel Bernal Granados, en su libro “Musgo”, dice de la poesía de Reynaldo Jiménez: es “un laberinto de mil puertas,
se puede entrar a destajo y salir perplejo. Siempre perplejo pero no impune. Lo
de Reynaldo es también una búsqueda de conocimiento, de mejora espiritual.”
Dentro de sus múltiples actividades culturales está la de haber sido director
de la revista-libro “tsetsé” y de la editorial del mismo nombre. Poeta,
traductor, creador de eventos poético-musicales, performer, ensayista y un
amigo excepcional a quien pedirle algo tan delicado como: podrías escribir unas
palabras sobre “el zumbido de dios”? La respuesta fue “Un
insecto llamado imago”. Diez años después, repetí la pregunta acerca de “atzavara”, y el resultado consistió
en un posfacio titulado “raíz abisal”. Ambos textos con un valor poético
intrínseco y, sobre todo el segundo, por su extensión y profundización en el
tema, concernientes a la categoría de ensayos. Un placer y un hallazgo su
lectura.
En cuanto a la relación de esos textos con mi propia creación poética, fueron
una magnífica posibilidad de comprobar que se había producido esa extraña
conjunción de sentido entre el escritor y su lector y, a la vez, me revelaron
aspectos que no había percibido en ellos. El poeta, el escritor, es, en verdad,
un escribiente. Como dice Heidegger, en el lenguaje no es el ser humano el que
habla sino el lenguaje mismo. Para Umberto Eco:"Nada consuela más al
novelista que descubrir lecturas que no se le habían ocurrido y que los
lectores le sugieren”. Y agrega: “El narrador no debe facilitar interpretaciones de su obra, sino, ¿para
qué habría escrito una novela, que es una máquina de generar
interpretaciones?" Esto es válido también para la escritura poética. Una lectura no desautoriza otra diferente. Cuantas más, mejor. Es la expansión del signo más allá del sentido estricto que tiene para cada subjetividad. Alberto
Girri, no recuerdo si en “Cuestiones y razones” o “En la letra, ambigua selva”,
afirma que la ciencia trata de resolver las ambigüedades, la poesía de
crearlas. Esa ambigüedad abre las visiones que cada lector puede ir
extrayendo de su lectura. Y le permite al escritor ir descubriendo aquello que
no sabía que iba a escribir.
6 – Del francés has traducido textos de Charles Baudelaire, Albert Camus, Jean-Paul Sartre…, y del portugués, poemas de los brasileños Sebastiao
Uchoa Leite, Claudio Daniel… ¿Considerás la tarea de la traducción poética como
un acto de creación poética en sí mismo?
MRM – No he tomado nunca la traducción como un trabajo proyectado y ejercido
por si mismo sino que, casi siempre, ha estado en referencia a mi propio placer
de traer al castellano textos o poemas que me interesan –o sea,
en los que deseo introducirme para apoderarme mejor de su condición indagatoria
o estética. En este sentido, ese juego sutil y aventurado que es llevar una
construcción lingüística de uno a otro idioma, tiene, como bien sugerís con tu
pregunta, ciertas características del acto creativo. Por eso Alberto Girri,
que, con gran generosidad y maestría, casi siempre acompañaba sus propias obras
con la traducción de algunos poemas de autores consagrados e, indudablemente, admirados
por él, en su libro “Lo propio, lo de todos”, le da el nombre deversiones. Allí tenemos Sweeney entre los ruiseñores de T. S. Eliot, Retrato de una muchacha de Conrad Aiken, Transplante de Theodore Roethke y Dios de nuestros padres de
Robert Lowell. Y, en Monodias, nos regala cinco poemas de Robert Graves, sus preciosas versiones.
Sin embargo, una versión no es un poema propio. La indeterminación (libertad?) inicial no es total. Tenemos allí una creación que nos antecede y nos condiciona. Yo (y uso
el pronombre personal para deslindar y enfatizar convicciones) no considero que
sea un acto estricto de creación poética. Es, sí, algo cercano en donde entra
en juego la práctica de un “yo estético” que acompaña al creador en su faena
con el lenguaje. También creo que este “yo estético”, por su propia naturaleza
fluyente, en constante construcción y transformación, es modificado por el
contacto con los nuevos materiales. En esta dialéctica que es el ir y venir con
las palabras y los sentidos de una lengua a otra, la ganancia –para el
traductor, y tal vez también para el lector- está en relación con el riesgo y
la honestidad con que se ejerce el acarreo de materiales. La construcción del nuevo poema,
o texto. Incluso la lectura de un mismo poema, en cualquier lengua, por
diferentes personas, o por la misma persona en diferentes momentos, también
produce versiones.
7 – Hay testimonios de escritores que han meditado durante extensos lapsos antes de abocarse de lleno a la concepción de algunas de sus obras: Pío
Baroja, Rilke, Malcolm Lowry, Marguerite Yourcenar, Flaubert, Gabriel García
Márquez, Azorín, Agatha Christie, Miguel de Unamuno, Jean Genet, Ramón del
Valle-Inclán… ¿Te ha sucedido, María Rosa, con alguno de tus poemarios? ¿Con tus
ensayos? Y en tanto sos narradora inédita, extendemos la inquietud a las dos
novelas que aguardan la socialización. Y respecto de ellas: ¿De qué tratan, qué
asuntos abordan, cuánto hace que las concluiste, cuánto tiempo te demandaron
desde la primera “página en blanco” hasta, después de pulirlas y pulirlas,
asentar –como en las películas- la palabra “fin”? ¿A la novelística de qué
autores dirías que se asemejan?
MRM – La palabra meditar oculta una interesante y radical contradicción: de acuerdo con el
Diccionario de la Real Academia, meditar es “Aplicar con profunda atención el
pensamiento a la consideración de algo, o discurrir sobre los medios de
conocerlo o conseguirlo”. Es decir, meditar es pensar. Aplicar nuestras funciones cognitivas conscientes de un modo
concentrado e intenso.
Pero, por otra parte, para muchas filosofías, sobre todo de cuño oriental, el objetivo principal de la
meditación es concentrarte para, poco a poco, detener la mente hasta liberarse
de la conciencia, de su vago e incesante fluir. Es decir, meditar
es no pensar. Es llegar a un estado de desprendimiento del yo donde
el conocimiento ha dejado de ser una actividad racional, una diferenciación
sujeto-objeto, para convertirse en esa experiencia directa que nos revela la
unión con todas las cosas. (La física cuántica parece corroborar esta intuición
tan antigua.)
Entonces, cómo medita su obra cada creador? Pensando, durante un tiempo más o
menos prolongado, cómo llevarla a cabo? Discurriendo el modo de enfocar el
tema? Decidiendo formas y contenidos? Desarrollando mentalmente la trama hasta
el final? O dejando que su inconsciente madure aquello que él no sabe, pero
intuye, que debe hacer? Cómo, digamos, armoniza su pensar con
su no-pensar?
El procedimiento de cada subjetividad es único y sólo podemos guiarnos por sus
propias declaraciones. Creer en su palabra e indagar en sus silencios, ya que
lo no-dicho tiene tanta presencia como lo nombrado.
Por mi parte, nunca tuve método ni horario en relación a la escritura. Uno de
mis roles, y no el menos practicado, ha sido –y sigue siendo- el de ama de
casa. Las tareas domésticas no me incomodan ni perturban, al contrario, las
realizo con placer y son una viable actividad física, muchas veces silenciosa,
que me permite abstraerme y conectarme con ese pensar no-pensar de
donde nacen los poemas. Cuando nacen. Porque el estado de poesía, para mí,
abarca mucho más que la estricta escritura del texto poético.
Habrás notado, Rolando, lo exigua que es mi lista de libros
publicados. Y la lejanía temporal entre ellos. No estoy tratando de ser poeta
ni escritora, ni nada. Las cosas van aconteciendo y yo siento la disposición y
el placer de que eso ocurra.
En cuanto a las novelas, el deseo de expresarme a través de ese
género, viene de mucho tiempo atrás, pero sólo hace aproximadamente cinco años
que comencé a desarrollarlo. La primera novela se concretó en tres meses. Temas
personales. La guerra civil española. Mis padres. Las calamidades que supone
todo enfrentamiento bélico. Fue placentero y doloroso escribirla. Está bien, ya
está hecho. Era mi iniciación en el género y tuvo su público: mi familia.
Después escribí muchos textos, comienzos de otras novelas, hasta que llegó el tema con el
que sentí que despegaba de la catarsis y la memoria y comenzaba un proceso de
creación abierto. En esa novela estuve trabajando más de dos años, y sigo
corrigiendo. Y otro tema se inició que me genera mucha expectativa ya que no sé
qué va a pasar allí, en la escritura. Ese lugar maravilloso donde todo es
posible.
8 - ¿Las poéticas de quiénes, muy diferentes a la tuya, te atraen mucho? ¿Y las de quienes, con las que te identifiques, más admirás? Y en los dos casos, ¿por qué?
MRM –Me resulta muy difícil evaluar las poéticas en relación a mi propia escritura, ya que ésta es la menos perceptible para mí misma. No he adherido a
escuelas –al menos no conscientemente- ni seguido a maestros. Al contrario,
creo que toda la poesía leída y admirada ha dejado su rescoldo activo en mi
propia creación, me sienta más o menos cercana a lo que llamamos usualmente
estilo. Tal vez podría intentar separar las poéticas que me han extasiado (producido placer estético) y siguen haciéndolo, desde otra perspectiva: las admiradas en sí mismas y por sí mismas, y las que, además, me han provocado un íntimo sentimiento de empatía en referencia a sus autores que va más allá de lo estético. Aunque esto no cuente en la apreciación de la obra.
Entendida así la diferenciación, veamos algunos nombres. Me atengo a una
memoria espontanea y me limitaré a no más de diez poetas ya que la lista
completa seria un desatino.
Primer grupo: Ted Hugues, Wislawa Szymborska, Antonio Cisneros, Alberto Girri, Leopoldo María Panero, Paul Celan, Sylvia Plath,Ferreira Gullar, José Lezama Lima… Segundo grupo: Tomas Tranströmer, Héctor Viel Temperley, Gonzalo Rojas, Juan L. Ortiz, Jacobo Fijman, Antonio Gamoneda, Cesare Pavese, Georg Trakl, Robert Bringhurst…
Pero, Rolando, más allá de esta clasificación ad hoc con la que intento dar una
respuesta a tu pregunta, cada poeta nombrado es un caso único y singular. Al
igual que su obra. Y, cada una de ella, junto con las numerosas no mencionadas,
significa un universo de sentidos, emociones y asombros que me brindan su
compañía en el camino. Quiénes seríamos nosotros si no hubieran estado ahí -si
no estuvieran- ellos, los poetas?
9 - Transcribo del volumen “De un día a otro” de Ricardo H. Herrera (Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1997): “Degradada socialmente, convertida
en solitaria vergüenza individual, la palabra poética ha caído en estado de
desgracia; vive como si no tuviera futuro. Condenada a negarse a sí misma, a
aborrecerse incluso, a experimentar el dolor de habitar un tiempo sin sentido,
sin contenido; así subsiste. Desarraigada del paisaje y del destino, perdida su
ascendencia mítica, desplomándose en la mudez; de este modo comparte los
infortunios de la pobreza.” ¿Adherís a esta visión, total o parcialmente?
¿Añadirías, retrucarías…?
MRM – No he leído “De un día a otro”, y, así, descontextualizado, es difícil comprender la totalidad de sentido del párrafo. De todos modos, como vos decís, parece tratarse de una visión. O sea, una apreciación personal, ideológica. En todo caso, no una afirmación
justificada por la aplicación de un método consensuado. Simplifico: no es
ciencia sino opinión. Y, tratándose de una opinión, nada hay para retrucar
aunque no se comparta lo expresado. Se trata de la percepción personal que
Ricardo H. Herrera tiene (o tuvo en 1997) de la palabra poética y su estado (de
desgracia) en un tiempo sin sentido.
A qué se refiere? A un momento histórico particular?
Al siglo pasado? A una crisis planetaria? Sólo puedo suponer, y eso significa
entrar en un juego de razonamientos falaces. La percepción de lo que denominamos realidad, y de cada una de sus
parcialidades, depende de las significaciones y preconceptos que todos tenemos
sobre ella. Caso contrario, enmarañados en la inagotable
multiplicidad en la que estamos insertos y de la que formamos parte, no
podríamos percibir nada. Así, lo que esperamos encontrar allí será, de alguna
manera, lo que encontremos. Y, por lo tanto, lo que entendamos por palabra
poética determinará nuestra percepción acerca de su presencia
y abundancia.
Por mi parte creo, como dice Gabriel Celaya, que “la
poesía es un arma cargada de futuro”. Y de presente. Corroboro su presencia cada día en la numerosa edición de libros de poemas, en su mayoría publicados a cargo de sus autores; en la profusión de talleres, concursos y cafés literarios; en el surgimiento de nuevas editoriales independientes que se animan a luchar contra el sistema; en las revistas de poesía que se encuentran en librerías y quioscos; en la ingente cantidad de páginas, blogs, revistas virtuales,
materiales subidos a facebook, linkedin, twiter, y, en fin, a toda la web en
general. No alcanza el día para leer tantos poemas. Para conocer a tantos
poetas. En muchos casos, singulares y admirables. Y todos, poetas y
divulgadores, trabajando “por amor al arte”. Como es tu propio caso.
Tampoco creo en el mito urbano del “poeta oculto” o
“la vergüenza de ser poeta”. Cuando se llena una planilla en la que se debe
asentar el oficio, por supuesto que va a figurar abogado, peluquero, médico,
profesor, etc. La razón no es que se avergüence de ser poeta, sino que nadie –o
casi nadie- vive de la poesía. Me consta que somos muchos los que intentamos
serlo, y lo manifestamos sin titubeos por el simple hecho de mostrar nuestras
obras.
Y, en cuanto al tiempo sin sentido - pesimismo, escepticismo o
nihilismo-, son modos de la sensibilidad humana que se han manifestado desde
siempre, al igual que sus opuestos, en la historia de la humanidad. Baste
mencionar, en tiempos cercanos, a dos pensadores tan importantes como Arthur
Schopenhauer o Émile Michel Cioran. Y a sus contrarios: Henri Bergson y Max
Scheler, por ejemplo.
Sin duda, no estamos en el Paraíso. El hombre no habita el mejor de los mundos.
No voy a enumerar, todos conocemos las calamidades, las vemos y oímos, e
incluso las vivimos, todos los días. Camus, nos habla del absurdo. Nos
explica que entre los deseos de absoluto que subyacen en el hombre –vida, amor
y verdad- y la realidad hay una escisión insuperable. Y que esa
injusticia es la madre de todas las injusticias. La vida es la condena de
Sísifo, o sea, el trabajo absurdo. Y, sin embargo, Camus encuentra la salvación
en los sentimientos de compasión y solidaridad. Sísifo no está solo subiendo la
empinada cuesta, está con-los-otros, los que como él, llevan adelante la dura
tarea. Y la perspectiva segura de la muerte. Pero en ese ascenso en comunidad,
son iluminados por el sol de mediodía.
Los valores que dan sentido a nuestras vidas no son
abstractos universales flotando en el mundo de las ideas. Cada ser humano
colabora en la tarea de encarnarlos con sus propios actos y decisiones como,
por ejemplo, quedarse en la ciudad apestada, luchando para mejorar las cosas,
compartiendo el destino común. Adhiriendo a la resistencia. Eso creo.
Además, somos tan jóvenes!
En lo que Carl Sagan llama “Calendario cósmico”, que es
una escala en la que el periodo de existencia del universo, desde
el big bang hasta ahora, se extrapola a un calendario anual, los
humanos aparecimos el 31 de diciembre a las 22.30 hs.
y hemos llegado tan solo a las 24 hs. Tan limitada es nuestra perspectiva.
Pensar en esto tal vez nos haga, como Sagan dice, un poco más humildes.
María Rosa Maldonado selecciona para esta entrevista, en octubre de 2014, seis poemas de su “atzavara”:
noche de las diatomeas: una meditación
I
sílice en la charca diminutas mitades cerradas espinescentes por el azul perfecto del espacio avanza el humo de los papiros has estado ahí migración tras migración entre los suaves pliegues de lila devorando esa oscura materia: tu propio
cuerpo cedido a la mutación y el tránsito vipassana bhavana vipassana bhavana
lo que ves ahora es la primera noche de los cielos
sus enjambres protistas noctilucas
girando en torbellino el hidrógeno de la gran explosión la nada abandonada a su luminiscencia
II
hialina oscuridad en los astrocitos fulgores de berilo es esto el atman? lo real intangible? agua para el culto? (plancton debajo de la lengua)
la postura - saber sin oscilaciones – aparece con el desprendimiento
fosa ilíaca derecha: la resurrección izquierda: crecimiento de las diatomeas cenozoicas cajitas de cristal
su multiplicidad sin límite manando en la abisal caída para el desplazamiento: nitrógeno de nautilo - tantos millones de años en el gozo del mundo -
así hundirse uno buenamente en el océano de eso
III
sumersión dulce - o salada – el agua es una tisana donde te meces en suave maceración un alcohol aromático desciende por la costa del útero
hipoxia hipoxia anoxia gua lustral funeral del amnios a la grieta del deshecho aquí es donde todo se detiene en la lejana superficie una pradera de luz infiltrada de florescencias manchas de klimt: cinias amapolas gencianas malvas lirios acacias tulipanes o asterionellas eucampias cymbellas fragilarias vivos silicios microscópicos vistiendo de lujosa pedrería tu advenimiento al reino qué reino? a través de la cortina el sol dibuja flores en el aire del cuarto:
cinias gencianas amapolas
*
ontario hace pie en el sueño
II el desfiladero de la adivinación
sobre la clara oquedad del mundo arktos finge soñar su interminable invierno
desde ese borde nos observa la nada
morosa morosa se desliza como un armiño (rata armenia) por la cripta del lago
hunde sus dedos infalibles en la garganta del río de los muertos dice: para la gran migración no está previsto ni barquero ni barca tan sólo un ojo vivo en la boca del lobo una nube de espuma en el alma del cortex el frío clausurando una a una las puertas y la grieta de la resurrección con su celda nupcial y sus reales crisálidas de fuego
III (figura en blanco) la marcha de los lobos
hacemos el camino en enorme silencio bajo la lisa cúpula del aire sobre el indiferente suelo de esta tierra
asediamos nuestros propios perfiles buscando: el gran deslumbramiento la opacidad y finalmente la caída -bajamar de los mundos- pero el deseo no muere (cuando clava el aguijón) como la abeja sino que se acrecienta posee la codicia imperiosa del abismo incoloro e inerte
nos rodea el argón como una joya azul como un traje de fiesta en la noche del polo con sus núcleos de hielo y aguas subterráneas por donde fluye la luz del caribú fantasma del alimento consagrado que nunca alcanzaremos
*
la delicada luz de los venenos
la madre: II
atzavara vara de atzavara madre de floración reciente que entra por todas las ventanas con sus muchas cabezas lo que aparece no viene de esa tierra donde nunca hubo planta ni mujer del tálamo nacen – cerebrales – se enlazan con las regiones más hondas de la glía sueño hambre sed
íntimamente unida la piamadre blandamente me abraza
sus flores apoyan la mejilla en el cielo gris
azulado de las hojas allí mismo estolones del sostén de la reparación pues lo que cuerpo nace lleva la oscuridad entrelazada del carbono vitriolo de la respiración - el precipicio que se muestra - es ella y ella hablamos
ahora puedo decirle: cómo voy a vivir cerebral en la asfixia de tantos años bajo tierra?
me responde: en este aquí nada es de nadie
yo soy el padre soy la casa aquella devastada y la otra y ando suelta en el mundo
* Entrevista realizada a través del correo electrónico. En la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, María Rosa Maldonado y R. R., octubre 2014. http://www.revagliatti.com.ar/011010.html
http://www.revagliatti.com.ar/030331.html
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islanegra a las 18:39 · Sin comentarios
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23 de Octubre, 2014
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Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Alberto Boco nació el 5
de noviembre de 1949 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, en la República
Argentina. Poemas, reseñas y artículos suyos han sido difundidos en revistas
literarias impresas (por ejemplo, “Río Grande Review – A bilingual journal of
Contemporary Literature & Arts – Nº 36, otoño 2010 y “Nagari” Nº 1, de
2012, ambas de Estados Unidos de América) y en varias virtuales de Argentina,
Colombia, Brasil, Rumania y USA. Obtuvo el Primer Premio (“Ciudad de Junín”,
2005) en el Primer Concurso Nacional de Poesía “César Domingo Sioli” y
menciones en otros. Fue miembro del jurado del Certamen de Poesía “Leopoldo
Marechal”, organizado por el Museo Saavedra y la Fundación Leopoldo Marechal,
con motivo del centenario del nacimiento de dicho escritor, en 2000. Co-coordinó
el Café Literario “Mirá Lo Que Quedó”, junto a Alicia Grinbank, Alfredo Palacio
y Rolando Revagliatti, en el Centro Cultural “Raíces”, de la ciudad de Buenos
Aires, en 2007. Entre 1986 y el corriente año publicó los poemarios“Arcas o
pequeñas señales”, “Galería de ecos”, “Ausentes con
aviso”, “Cartas para Beb”, “Riachuelo”, “Malena”, “Estación
de nosotros” y “Visitas inoportunas”. Inéditos permanecen “Perro,
de Goya”, “Noticias del tiempo”, “Redes o ciudad en su
siglo”,“Palomas en el cable de la luz”, “Para un programa de
disolución”,“Árbol de oro”, “Paisaje fronterizo”, “Golpe
de vista de Paraland”,“Opaca no es la noche”, “Química
orgánica”, “Cosas que andan sueltas”, “QO II”, “Los
perros cueteros (y otros abandonos)”,“Evanescentes, in propios y
pequeño” y “El desierto” (los dos últimos, en
preparación).
1
– Tu primer poemario acabo de leerlo por tercera vez, y el tercero, de 1997,
acabo de leerlo por cuarta vez. Ambos aparecieron a través de una colección
(Todos bailan) de un sello (Libros de Tierra Firme), cuyo responsable ha sido
un editor y poeta de extensa trayectoria: José Luis Mangieri (1924-2008). Y de
aquí salto a aquella noche en la que vos con Alicia Grinbank y Alfredo Palacio,
en uno de los seis encuentros que conformó “Mirá Lo Que Quedó”, le realizaron
una entrevista a Mangieri. ¿Quisieras referirnos cuál es tu recuerdo de él y en
qué aspectos principalmente lo valorás?
AB – Rolando, en principio te agradezco, tamaño esfuerzo
de lectura el tuyo. Espero no te hayan resultado muy pesados esos dos textos.
Efectivamente, ambos publicados por el recordado José Luis, que en diciembre de
este año estaría cumpliendo 90. Lo conocí tardíamente, recién en 1984, a poco
de emerger de su largo exilio interior tras la sombra dictatorial que todos
padecimos, en un encierro que no le debe haber sido fácil a un tipo activo y
andariego como él. Fue en casa de viejos amigos. A partir de ahí, y desde que
le llevé los originales de “Arcas o pequeñas señales”, se fue
consolidando un vínculo, en su casa de la calle Mercedes, en largas charlas con
mate o café, ginebra, empanadas, asados que rápidamente inventaba con el fácil
expediente de “Albertito, ¿te quedás?..., ponemos un par de churrascos en la
parrilla…” …, y yo…: “Dale, José Luis, cruzo a comprar un vino…”. Valoro su
condición abierta, su generosidad, el sentido del humor, siempre irónico, su
sencillez, su percepción para captar donde había un texto poético de calidad
entre todo lo que pasaba por sus manos, su irrenunciable militancia y su
honestidad para sostener sus ideas (no sólo las políticas), su sentido de la
hombría… ; y entre lo más destacado, el apoyo que brindó a la generación de poetas
que emergieron después de la noche ‘76-‘83, cuya publicación y difusión sostuvo
con esfuerzo y convicción, la misma con la que había lanzado su ya legendaria
editorial “La Rosa Blindada”. Tampoco hay que perder de vista que desde su
militancia poética, política y social irrenunciable, cuando Juan Gelman, ya en
democracia, no podía volver a la Argentina por no sé qué estúpida cuestión de
formalidades legales paridas en tiempos de indigencia (tenía que pagar una
ridícula multa de miles de dólares para no ir preso, o algo así, no recuerdo
bien los detalles), él fue uno de los que movieron cielo y tierra, junto con
Horacio Verbitsky, para que una de las mayores voces de la poesía argentina,
pudiera ser dignamente recibido en su país natal. Me pareció entender que
algunos miembros del oficialismo de aquel momento se hicieron los distraídos.
Supimos en 2008 que José Luis estaba enfermo y que había decidido quedarse en
su casa, acompañado por sus hijos. El primero de noviembre, estábamos unos
cuantos amigos comiendo un asado en casa de Leopoldo Castilla, “el Teuco”,
cuando Marcos Silber atendió el teléfono y se enteró que había fallecido.
Quedaban unos pedazos de carne en la parrilla, tibias por los rescoldos que
aguantaban… Preveíamos para la nochecita meter más fuego y mandar carne para
seguirla, pero la parca nos hizo cambiar los planes, fuimos al velatorio de
José Luis en la Biblioteca Nacional. Me veo parado esa tarde, delante de la
parrilla, cuchillo en mano y puteando, llorando al amigo, al poeta, al editor,
todos callados; así es la vida.
2
– No son tantos los autores que conforman un libro con un único poema. Sos uno
de ellos. Tales el édito “Riachuelo” (de 2008) y los inéditos “Para un programa
de disolución”, “Golpe de vista en Paraland”, “Opaca no es la noche”, “Química
orgánica” y “QOII”. (Añado que de los cinco poemas que constituyen tu tercer
libro, el que le da título, ocupa ocho páginas.) ¿Cómo los planeás, Alberto?
¿Cómo los elaborás? ¿Hay “desfallecimientos”, en ocasiones, durante cada
proceso? ¿Hay alguno que hayas previsto y que desecharas o abandonaras
por no satisfacerte la ejecución?
AB – Es posible que sean pocos, en el ámbito local,
los que escriben poemas extensos, en todo caso yo no conozco, o a lo sumo a un
par. Conmigo creo que tiene que ver con un algo, como una tendencia, que viene
desde el principio. Mi primer poemario puede ser visto casi como un poema
extenso, un solo tema con diferentes momentos, articulado como un solo poema.
En ese caso fue planeado como un libro, con diferentes momentos y casi un mismo
lenguaje, pero no como un solo poema. Con “Ausentes con aviso” ya
aparece la visión de un solo poema extenso, que es el que da título al libro.
Ahí, como en los otros casos que mencionás, ya se trata de un solo poema como
proyecto.
En general, cuando aparece la visión que dispara un texto uno empieza a
escribir y en un momento sabe que el poema se está cerrando; y entonces hay que
abandonarlo, como he escuchado que dicen: los poemas no se terminan, se
abandonan. Pero en el caso de los extensos veo que empieza algo que pide pista
y siento que no se cierra; es ahí donde se impone una especie de trabajo para
organizarlo y que no se vaya de las manos. Desfallecimientos no hay, porque
mientras están en proceso de escritura me campea una especie de obsesión, una
curiosidad por lo que va apareciendo, por saber a dónde va; lo llevo a cuestas
al poema. Ahí aparecen puntos como de condensación, como remansos de una
corriente, que es por donde algo que parecía abandonado versos atrás, se
precipita y reaparece como más condensado, completándose, o resignificado, y lo
que parecía haber perdido su eje en una digresión, reaparece y restituye el
foco del poema, que sigue siendo el mismo pero está en otro lugar. En la
ejecución es como si supiera a donde voy pero sin saberlo del todo y el poema
va encontrando el camino pero dando vueltas, haciendo como que se va por las
ramas. El más extenso que he escrito es “Riachuelo”, que es una mirada
histórica y personal llevada de la mano por ese curso de agua espesa donde vi
flotando las botellas y los bidones en la capa de aceite, como dice al
principio del poema. Esa fue la imagen que lo disparó. Coincidió con un tiempo
en que viajaba a menudo a la ciudad de La Plata por trabajo, en el 2000; iba en
tren, a la mañana temprano, cruzaba por ese puente de hierro viejo, bastante
más arriba de la desembocadura, en invierno, con niebla, recién amaneciendo, un
par de veces vi unos chicos que andaban cirujeando, ya a esa hora.
Entre el sueño, el frío, la niebla, el sol que apenas
está asomando, la mirada se me hace muy distorsionada, muy subjetivizada sobre
los seres y las cosas, y uno ahí está como con la guardia baja y las cosas te
entran como más fácil, y más profundo, y esa creo que es la condición, en mi
caso, con la mirada medio atravesada, para que se disparen visiones que van a
parar a palabras y a veces a poemas, extensos o no.
Nunca deseché un poema extenso, en todo caso algunos los he retrabajado más que
otros. El libro que acaba de publicar la editorial El Jardín de las Delicias, “Visitas inoportunas”,
que no presenté todavía y espero poder hacerlo antes de fin de año, también es
de poemas extensos; son sólo cuatro poemas, no tan largos como “Riachuelo” o
los otros que están inéditos, que ocupan un solo libro, pero sí son poemas de
varias páginas.
3
– El poeta Rubén Chihade (1941-2001) afirmó hace más de quince años que vos
detenés y perpetuás las imágenes. Y si lo resalto es porque obviamente algo me
sucede con esa afirmación. A vos, que sos su referente: ¿qué te sucede con
ella? ¿Qué compartís? ¿Lo harías extensivo a todos tus tratamientos, a todos
tus “asuntos”?
AB – Mirá qué cosa, a pesar de que fuimos muy amigos y
nos veíamos mucho con Rubén en sus últimos años de vida, nunca tuvimos
oportunidad de discutir esa opinión. Me gustaría, ya que traés el tema,
recordarlo y decirte, y decirme, que me gustaría tenerlo a Rubén cerca; se fue
joven, nos dolió mucho su muerte a todos los que lo queríamos, que no éramos
pocos; era un tipazo, muy buen poeta, gran animador y organizador de ciclos de
poesía, encantador y siempre dispuesto a comunicar a los poetas entre sí.
No sé si detengo y perpetúo las imágenes, puede que en su visión de mis textos
él observara esa cualidad. En el proceso de la escritura, que, valga la
digresión, considero el más importante de todos, incluyendo la corrección o el
retrabajo, la lectura pública (hecha por el propio autor o por otros) y la
publicación, con presentación incluida y panegírico a cargo de los amigos, es
donde las imágenes aparecen y uno debe tratar de sujetarlas para que no pierdan
su potencia, porque las imágenes tienen esa energía en sí misma, esa potencia,
que tiende a dilapidar su fuerza y pueden llegar a desleírse en el texto; no se
jode con las imágenes, hay que respetarlas, casi amarlas y hacerlas fluir
escanciadas en el texto del poema para que su efecto sea preciso y no una
dilapidación verbal, o la temible caída en un lugar común (que es como una
imagen desbarrancada por un precipicio). Tal vez en ese sentido de querer
sujetarlas, para que doten de máximo sentido y expandan el texto, es lo que
Rubén captó y quiso expresar diciendo esto que plasmó en la contratapa del
libro. Ya no tendremos modo de saberlo. Desde fines de aquel trágico diciembre
de 2001, Rubén integra las vastas legiones de la nada.
4
– Están recién presentándose “Estación de nosotros”, a través de la colección
Pippa Passes del sello Buenos Aires Poetry, y “Visitas inoportunas” por
Editorial El Jardín de las Delicias. Considero oportuno inquirir sobre esas
visitas, esa estación, ese nosotros.
AB – Sí, el 23 de septiembre pasado, hace unos pocos
días, acompañado por los poetas y amigos Luis Benítez y Alfredo Palacio, y al
cuidado de Juan Arabia, otro querido y joven amigo y poeta, como editor de
Buenos Poetry, se presentó “Estación de nosotros”, que fue escrito
durante 2010. Aunque este año salieron casi juntos,“Visitas inoportunas”,
publicado por la editorial dirigida por el poeta y también querido amigo
Luis Bacigalupo, fue escrito mucho antes, entre 2000 y 2002. El azar, que
rige cada instante de nuestra existencia, hizo que su publicación uniera los 8
a 10 años que separan a esos libros.
“Visitas inoportunas” es donde se condensa la impresión de la mirada
puesta sobre obras de arte, cosa que aparece suelta en varios trabajos míos.
Como te decía, se trata de cuatro poemas basados en una pintura y tres
esculturas. De algún modo fue resultado de los efectos que me produjo la
lectura de “Autorretrato en un espejo convexo”, de John Ashbery,
sumado a mi admiración por todo lo que una observación detenida sobre una obra
de arte puede suscitar en la mirada, en mi caso particular, disparando
múltiples reflexiones, imágenes, sentires y pensamientos. Son visitas y son
inoportunas porque un visitante que mira una obra hasta querer arrancarle sus
manifestaciones más escondidas, aunque sean producto de la imaginación del que
mira, mínimamente es un sujeto poco oportuno, casi como una especie de
usurpador.
“Estación de nosotros” es un poemario cuyo eje es el amor; no es un
libro de amor; suelo decir que es mi libro ‘sobre’ el amor y no ‘de’ amor, un
diálogo entre lo tierno, lo hondo y oscuro que tiene el amor y el entorno en
que suele darse, la vida diaria con su realidad, sus miserias y sus espantos,
las imposibilidades, los recuerdos y las brutalidades de la vida y de la
historia, todo junto y mezclado en la puta realidad, digamos.
5
- ¿Cómo “sobrellevás”, Alberto, mantener concluidos y sin socializar trece
poemarios? Sobrevuelo los títulos y elijo algunos de los que me provocan
curiosidad: “Para un programa de disolución”, “Opaca no es la noche”, “QO II”,
“Evanescentes, in propios y pequeño”. ¿Podrías tentar una semblanza de esas
propuestas?
AB – En principio, no veo la escritura, la mía al menos,
como un proceso que haya que socializar. La escritura de poesía la vivo como un
ahondar en una experiencia vital y estética y a la vez como un proceso de
conocimiento, algo que no se puede dar de otro modo que no sea intentando hacer
poesía, y no estando seguro nunca de lograrlo. Por eso afirmaba antes que el
momento más importante para mí es el de la escritura. Todo lo demás es
suplementario; si se puede publicar, está bien; si el juicio estético de un determinado
jurado lo premia, está bien; si se publica y muchos lo leen está bien; si se
presenta y uno disfruta tomando un vino con los amigos, también está bien, pero
insisto, lo más importante ya sucedió.
“Para un programa de disolución” es donde describo mi
conciencia del azar; por ejemplo, mi abuelo materno, que combatió en la primera
guerra mundial 1914-1918, vio explotar cañonazos y destrozar compañeros a pocos
metros de sus ojos y a él no le tocó morir; otra vez, enfermó de malaria (muy común
en la guerra de las trincheras) y lo internaron: su regimiento (o como se
llamara) de más de tres mil quinientos hombres, fue aniquilado pocos días
después en una avanzada, sus enemigos no tomaron ni un prisionero. Si hubiera
muerto ahí, yo no existiría. Eso aparece brevemente en ese libro, donde
reforzar ese pensamiento del azar y convertirlo en un sentir se parece bastante
a un proyecto de disolución de ciertas pretensiones del yo, esa cosa que hace
que nos creamos que somos algo cuando somos menos que una brizna en el viento
del universo. Aclaro que no tengo creencias religiosas, cosa que, sospecho,
facilita estas aventuras del pensar y del sentir en la trabajosa tarea de
integrarlos.
Los otros libros tienen que ver con que la opacidad no es un fenómeno de la
oscuridad ni de la noche, tampoco del llamado espíritu o como prefieran
denominarlo, sino que es un existir que lo portamos a la luz del día, está
siempre presente, en todos los intersticios que podemos ver en cada instante de
la vida, en nosotros y en los otros, falta nomás agudizar la mirada para
percibirlo: la poesía puede aportar esos espacios de agudeza. La química
orgánica (hay un libro que se llama “Química Orgánica” y este
otro, al que vos te referís, “QOII”, cuyas iniciales responden a
Química Orgánica II, como si fuera que al primero le quedaba algo por expresar)
es la que regula este milagro de equilibrio inestable que es la vida, donde se
despliega desde lo más denso de nuestra materialidad, hasta lo más sutil, eso
que nombramos con las palabras alma o espíritu, “esa parte que no sale en las
radiografías”, pero que forma unidad indisoluble de todo lo que somos y se
diluye en la nada cuando nos llega el momento.
“Evanescentes, in propios y pequeño” es un
libro en preparación sobre el que mucho no sé todavía, son todos textos breves;
los Evanescentes tal vez dan cuenta de lo que se escapa en palabras por entre
los dedos de la escritura; los Impropios aluden quizá a lo que no nos pertenece
(como si de verdad algo nos perteneciera); y lo Pequeño es acaso la mirada de
la poesía sobre lo ínfimo, lo que desechamos o no percibimos, como convencidos
de su irrelevancia, y sin embargo esas existencias o entidades nos dan algún
testimonio de la existencia nuestra, como si la reafirmaran, y hablan de
nosotros mucho más de lo que creemos.
6 – En algunas de tus respuestas
denotás cuánto gravita en vos el sentimiento de la amistad. Me llega, me
identifico. Y como resulta que anoche terminé de volver a leer –quinta vez- ese
extraordinario “Argentino hasta la muerte” de nuestro César Fernández Moreno
(la primera edición, la del ’63, por Sudamericana), arribo a la página que
antecede al índice: “Dedicatoria”; allí, antes de nombrar a los once varones
(Francisco Urondo, Miguel Brascó, Ramiro de Casasbellas…) a los que dedica cada
uno de los once poemas que conforman el poemario, señala: “Los amigos son
distintas versiones de uno mismo, piedras de toque de nuestro vivir, que en mi
caso es tal vez sólo escribir, ya que sólo en el escribir he podido tal vez
conquistar la plena libertad de mi vivir.” ¿Qué nos podrías agregar, Alberto?
AB – En alguna etapa de la vida
es probable que la amistad tenga más que ver con esa suerte de apareamiento de
los afectos con un otro, más por lo que se nos parece que por lo que difiere de
nosotros. Me parece razonable que así sea cuando el humano, en los primeros
años de su vida, busca reafirmar su identidad, siempre frágil, ante la evidente
superioridad, tanto de lo llamado real como de lo imaginario. Después,
es discutible si los amigos son o no son otras versiones de uno mismo, o cuan
bueno es que sea de ese modo. Tengo para mí que si algo me enriquece es lo
diferente y no lo semejante, y que si algo me hace crecer como persona es lo
que se me opone y no lo que me facilita las cosas o me mantiene en zonas de
comodidad. Ya que estamos con esto recuerdo una frase del Zaratustra de
Nietzsche que dice que el hombre del conocimiento tiene que aprender a amar al
enemigo y a odiar al amigo. Si la experiencia poética es, como sostengo,
una forma azarosa e inefable de acceder a espacios de conocimiento (y a lo
mejor por puertas no convencionales), además de una experiencia estética, de un
lenguaje para dar testimonio, y muchas otras cosas más, entonces esa frase se
comprende más fácilmente aunque no sea sencillo digerirla.
7 -¿A
qué cuestiones, iniciativas, vínculos…, estuviste abocado, y lo hayas o no
obtenido el objetivo, te promovió decepción?
AB – No sabría decirte. He tenido una vida simple, con
sueños y pesadillas a mi escala, creo. Decía, siendo un chico, que me gustaría
ser físico nuclear o piloto de aviones, pero nunca me lo propuse seriamente,
tal vez por pereza o falta de determinación; cosas de chicos. Y por otra parte
parece que he aprendido a manejarme bastante bien las decepciones como para
dejarlas atrás en el tiempo sin sobredimensionarlas o llevarlas a cuestas como
las famosas heridas abiertas…; también he tenido la fortuna hasta ahora de no
padecer grandes desgracias personales, y esto debe ayudar bastante.
8
- Parece que Juan Ramón Jiménez opinó que Pablo Neruda era un gran mal poeta.
¿Opinarías así de alguno?... Y si lo hacés, ¿por qué?
AB – Creo que hay poetas y también hay escritores que
escriben versos. Los poetas verdaderos han sido, son y serán pocos. La poesía
es un algo muy hondo, una especie de juego grave y a la vez uno de los más
serios que existen, y que se debe realizar a conciencia sin saber nunca del
todo si sirven las herramientas que tenemos, o ni siquiera cuáles son, y cuál
es el resultado. Especialmente, la gran obra me atrevería a decir, el gran
trabajo, es el de la preparación del poeta, la construcción de sí mismo como
poeta. Esta seriedad no quiere decir solemnidad, ni que uno de los recursos de
la poesía no pueda ser el humor; hay humoristas que hacen un trabajo poético, y
son poetas. Tampoco quiere decir que no nos riamos de nosotros mismos, y de
nosotros mismos, también, en nuestros intentos con la poesía. Se trata de un
hacer para ser, que debe ser tomado muy seriamente como para que cualquiera de
los que escribimos algunos versos andemos por ahí llamándonos poetas. Voy a
hablar por mí y de mí: escribo versos desde hace casi 40 años y si quienes los
lean creen que lo soy, estaría bueno que, para sí mismos, lo fundamenten, más
allá del halago que pueda significar para mí ser llamado poeta. Esta regla que
me aplico, la uso como norma.
Respecto de lo que dijo Jiménez, pienso que Neruda era un coloso de la imagen y
la palabra, sin embargo tan disímil de Vallejo, o de Montale, o de su
tradicional rival Vicente Huidobro, por hablar de naves del mismo calado y para
hacer corta la lista; habría que ver con qué comparaba en su interior y hacia
afuera Juan Ramón Jiménez cuando emitió esa opinión. No obstante me parece un
buen juego de palabras, una especie ingeniosa de oxímoron.
9
- ¿Las poéticas de qué autores dirías que han logrado –satisfactoriamente-
“descolocarte”?
AB – La primera gran descolocación tuvo que ver con mi
descubrimiento del lenguaje poético y sin duda fue Rilke. Fue para mí una
suerte de dislocación del mundo…; algo de límites y alcances antes
insospechados. Felizmente la capacidad de asombro y la mirada inocente sobre el
espacio poético (ojo, dije inocente, no ingenuo) sigue viva y me logro asombrar
siempre que aparece algo que me descoloca. No me engancho con la cosa
sentimental o el juego deliberadamente efectista; sí, lo hago, con esas
relaciones que permite el lenguaje que abren la mente a ver las cosas de otro
modo; ése es el gran trabajo poético, así se crea un mundo que amplía la mirada
sobre lo que nos rodea. Desde ese lugar nos sorprende Juan Gelman. Desde su
talento para estas cosas nos deslumbran Pound y su hijo Eliot, o Dylan Thomas,
y más aquí cerca Juanele Ortiz o Francisco “Coco” Madariaga, o el ingenioso y
meticuloso Borges.
No pierdo de vista que hay una muy interesante movida poética entre los
jóvenes, con resultados sorprendentes y procedimientos absolutamente
innovadores de ver el mundo.
10
- Ante la eventualidad de que te impongan la multi reencarnación en un
científico, en dos deportistas, en tres árboles, en cuatro aves, en cinco
directores cinematográficos: ¿A quiénes elegirías? Y si te es posible
dilucidarlo, ¿por qué?
AB – No creo en la reencarnación pero vamos a jugar un
poco. No tomaría ninguna de esas opciones, elegiría el innumerable aire
(con ese adjetivo que usó un poeta griego para denominar la brillantez de mar
picado en un mediodía de sol; dijo: “la innumerable risa del mar”. Hace
unos días, leyendo una novela que me prestó un amigo y que me tiene atrapado (“El
reino de los réprobos”, de Anthony Burgess), un personaje, de los múltiples
que pueblan la obra, piensa: “acaso las palabras no fueran sino formas del
aire”. Otro ejemplo de mirada poética de un escritor que escribe novelas y
que bien puede ser un poeta. Sí, elegiría el aire, sin duda, por ser metáfora
de la libertad, y por esa probabilidad que nos abre la frase.
11 - ¿Creés que fue modificándose en las últimas décadas la relación de la
poesía con el mercado editorial del libro? ¿Y el panorama de la creación
y difusión de la poesía en la actualidad?
AB – Sí, absolutamente. No sólo por la irrupción de la
web, los blogs, las redes sociales y todo lo basado en la tecnología, con su
sueño de instantaneidad y omnipresencia. Casualmente, hace una semana, escuché
a una poeta decir que una potencial alumna de sus talleres no podía enviarle
poemas, de los más recientes, porque le habían robado el celular: la chica
escribía sus poemas y los tenía guardados en la memoria del celular.
En otro orden, Amazon poniendo en jaque a la industria editorial, es una incógnita
en el sentido de no saber a dónde va a parar la producción y comercialización
de libros. Igual creo que es un tema que no desvela a los poetas, aunque sí,
creo, no debe ser visto con liviandad. No obstante, escritores y poetas van a
seguir habiendo. En el ámbito local, la irrupción de editoriales
independientes, pequeñas, muchas de ellas muy buenas, van ampliando el panorama
para la publicación de poesía.
12
- ¿De qué atributo, que tengas o hubieras podido tener, jamás te
jactarías? ¿Qué te saca de quicio? ¿En qué tipo de situaciones es más factible
que des tu brazo a torcer? ¿Te cuesta, en ocasiones –o te costaría-, explicar
–o explicarte- por qué te atrae determinada cosa o asunto? ¿Te tocó, en alguna
etapa de tu vida, sentirte “un bicho raro”, o sospechar que los demás pudieran
estar percibiéndote de ese modo?
AB – No lo sé, no me he puesto a pensar mucho en lo que
me preguntás. Sí, me saca de quicio la injusticia, una “cualidad” ampliamente
distribuida, socializada, en este pedazo de tierra y agua, con aire respirable,
que llamamos planeta. Han habido (hay y habrá) muchos momentos en mi vida en
que, por alguna causa, no siempre del todo clara, o absolutamente oscura,
me he sentido descolocado del mundo, como mirando los seres y las cosas desde
atrás de un cristal y aislado en un universo propio y ajeno a todo. Pero he
aprendido bastante a convivir con estas zonas opacas de uno mismo, donde
pasan cosas que uno nunca sabe porqué ni para qué ocurren pero están
allí, salen de allí, suceden, son parte nuestra y, eso sí, son nuestra
responsabilidad. No nos hagamos los pelotudos de decir “ay, no sé..., es que me
puse medio loquito y no sabía qué hacía o qué me pasaba”: …esa historieta de
irresponsables, no.
13
- ¿Dirías que sos intuitivo o que a veces actuás a base de corazonadas? Y
además encomillo un par de frases de una novela de Murakami: “No era un dolor
intenso”: ¿es prosa? “Era tan sólo el recuerdo de un dolor intenso”: ¿es
poesía?
AB – A esta altura de mi vida no sé bien lo que soy, me
resisto a ese verbo que te congela en un modo fijo “de ser”, prefiero el verbo
hacer, y ser lo que hago mientras el tiempo me de. Procuro alguna forma de
equilibrio entre esas dos supuestas oposiciones: lo intuitivo y lo racional. ¿Y
si lo intuitivo fuera una racionalidad no racionalizada todavía porque nadie lo
pensó de ese modo? Me gusta a veces hacerme estas preguntas aunque puedan
parecer absurdas. Recuerdo en algún poema, escrito hace mucho tiempo, haber puesto
algo así como que “el azar es, acaso, una certeza desconocida”. Y las palabras,
la palabra…con su feroz y hermosa cualidad: poder decir cualquier cosa; debemos
tener un enorme cuidado con la palabra y las palabras.
Hay un algo de poesía flotando en lo de Murakami. Hay novelistas que son poetas
(lo quieran o no). Si no mirá cómo Thomas Pynchon comienza su famoso libro “El arco
iris de gravedad”: “Llega un grito a través del cielo. Ya ha
ocurrido otras veces, pero ahora no hay nada con qué compararlo.”
Alberto Boco selecciona para acompañar esta
entrevista, en octubre de 2014, seis poemas de su autoría:
Árbol de oro
Es fácil ver metal en la copa
brillo de oro con el sol inclinado
primero la mirada con el sol de través
y no hay otra cosa más que simple fresno
una mañana tibia de mayo por la calle del triunvirato
entre el asfalto y las paredes los vidrios
devuelven la escena que pasa
y detrás la mirada rumbo a lo que viene
a cada metro en un día que crece
la calle del triunvirato
donde un árbol que no es de oro
no es más que la mirada
la carga de nuestra ilusión
en un punto de lo azaroso
como ha sido siempre
cuando miramos
detenidamente
algo
(del
libro inédito “Árbol de oro” – Escrito durante 2005 – 2006)
*
ciudad en su siglo
mirado de cierto modo
cualquier alejandría que se hunde
tiene agonistas y mercaderes
verseadores putas y cronistas del tiempo
cabalgan en el azar
pasiones breves e incestos de época
bares pobres y nurseries por si las moscas
levantan artefactos y cosas
para después del derrumbe
(del
libro inédito “Redes” – Escrito durante 2002 – 2003)
*
Los perros cueteros
“Mientras buscaba la estrella
vespertina en una fría ventana
y silbaba cuando Arturo derramaba su luz,
oí reñir a los lobos, y dije: Entonces esto
es el hombre”
Allen Tate
festejos tradicionales y ellos aparecen
un despertar cuando medra la noche y las explosiones
comienzan
andar solos por ahí hasta el ritual de lo que se pudre
y disimular en el ruido y el olor de la pólvora barata
efectos de la temporada…
sucios de arenas el gesto distraído
pelo encrespado como en un enojo
se van amontonando en el andar cansino hasta que lo avivan
donde se junta la presa casi nadie mira
tal vez algún chico que adivina y alguna mirada
otra porque intuye
gesto veloz de repente contra el estampido
fuego en la boca y otra vez hacia allá
lejos
qué canta en el fuego y el humo en el chasquido
como rama reseca que se quiebra cada vez
qué canta en la sangre y en la carrera de súbito despierta
y vos que los mirás como se mira el amor
esa química orgánica con ropa de ternura
mirar que no se nubla en el farolero simular de la época
quién sabe qué piensa –decís
detenido ahora en el alto de la mañana
como sombra contra el moverse del mar
ahí las nubes coloreando como si vos y yo no supiéramos
que nada de todo eso es intención mientras ellos están ahí
con esa cosa que raspa como espera debajo de la sangre
cada estallido que apure la caída
del que no mira duerme y se divierte mientras
ellos con la traza del viejo mapa y el ojo que parece apagado
pero detrás de la mirada esa sombra
que apenas campea
sabe y espera
desde lejos y a su modo
sabe y espera
siempre
desde bien allá
Para
Pugnax (*)
(*) Nombre de un perro que integra la tripulación de
un dirigible en la novela Contraluz, de Thomas Pynchon.
(del libro inédito “Perros cueteros y otros abandonos” – Escrito durante 2011)
*
Palomas en el cable de la luz
Caminamos junto al paredón del gran cementerio del
oeste
sin martingalas con el viejo trance.
Hay palomas en el cable de la luz.
Peripatéticos de hoy
nada parece falso ni verdadero al sonido de los
celulares
el contacto con la palabra todavía produce algunas
imágenes
y han evolucionado mucho los medios de transporte.
Los niños geniales gozaron su olimpo y su fidias,
los altos de lycavitto y el parnaso
ahí nomás
ideas de altura al alcance de la mano. Los
césares en Roma
obtuvieron sus mil años de humedad cristiana en los
huesos...
Las palomas volaron.
Hay cicatrices de caca todavía en las veredas.
Señales en el gran cementerio del oeste.
(del libro inédito “Palomas en el cable de la luz” – escrito
durante 2003 -2004)
*
Puente Saavedra
Llega un grito a través del
cielo. Ya ha ocurrido otras veces,
pero
ahora no hay nada con que compararlo.
Thomas Pynchon
conjurados con algún bulto que arrastrar
en la zona gris de los apeaderos y los transportes
la opacidad se respira en grandes y pequeños tráficos
al paso
se bebe y se come con la niebla de la desconfianza
los gestos no necesitan de nada más
desde un lado del canal Pirata Prentice(*) cultiva
bananas
y espera la parte que le toca en la ruleta rusa
del mundo
algo después dos paredes alambradas y una tierra de
nadie
ni la grandeza ni la grandilocuencia de la Gran
Muralla
en la escena un borracho y un predicador
alguna prostituta un policía y una nena
puede haber un río una cordillera y gente de armas
entre las placas del transformador late una diferencia
de potencial
como en todo pasaje también una forma de la
teatralidad
presentida en el aire la descarga eléctrica dibuja una
fotografía
es previsible por otra parte una solución así
una épica de los bordes
tecnología y redes en el gran carrusel
menos y más explícito que un circo romano
camino al “22” con menos y más peligro por la línea
divisoria
vamos y venimos atentos al efecto doppler
cambia el sonido de lo que se aleja
lo que se acerca.
(*) Uno de los personajes de la novela “El arco iris
de gravedad”, de Thomas Pynchon
(del libro inédito “Paisaje fronterizo” – Escrito durante 2007 – 2008)
*
Tardecitas
te digo que hay cosas que la mirada no sabe
las devela te digo como si las llamara de reojo
por un sendero del parque lo descubro
picotea el pasto el pájaro carpintero y también ahí
en otra parte deshecha contra la pala excavadora
un revoltijo de pluma gris y rojo la paloma
dirían algunos que los dioses la han dejado
sombra sin memoria en el orco dirían pero
yo que trabajé con celo la carne para no caer
en la clausura de allá y elegí lo abierto de aquí
esta cerrazón cerca de las cosas como para volar bajo
apenas veo la piel de la belleza en este reflujo de
todo
como cuando tus ojos en vos capturan el matiz
el cuerpo fugaz en los trazos y de golpe pareciera
que toda la pena del mundo le caben
como cuando ves pequeñas tragedias y no se te nota
entonces yo que soy un confidente que no sabe
traicionar
te miro hecho un animalito furtivo para llegar en vano
al tacto de lo que ya ni te pertenece de tan tuyo
no llegar nunca –esto es lo digno–
a lo inapresable de vos y lo desconocido de mí.
(del libro
“Estación de nosotros” – Editorial Buenos Aires Poetry – Buenos Aires – 2014)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico:
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Alberto Boco y R. R., octubre de 2014.
*
http://www.revagliatti.com.ar/070620a.html
http://revagliatti.com.ar/030804_boco.html
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islanegra a las 15:29 · 2 Comentarios
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13 de Octubre, 2014
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Entrevista realizada por Rolando Revagliatti Alberto Luis Ponzo nació el 12 de junio de 1916 en el barrio de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires y reside en la ciudad de Castelar (desde 1951), en la zona Oeste del Gran Buenos Aires, la Argentina. Dirigió y codirigió, entre otras revistas literarias, plaquetas y colecciones, “Vigilia” (con Fulvio Milano, 1961-1965), “Encuentro” (1966-1977), “Por la Poesía”, “Empresa Poética” (con Luis Iadarola y Simón Kargieman, 1984-1988), “Mano de Obra” (con Carlos Vitale), “Hojas del Caminador” (con Alba Correa Escandell, 1981-2005), “El Poema Ilustrado”, “Otros Cielos” (bilingüe). Su quehacer fui incluido, por ejemplo, en “Poesía Argentina Contemporánea” (Volumen Octavo, Fundación Argentina para la Poesía, 1981), “40 años de Poesía Argentina” (Tomo tercero (1950-1960), Editorial Aldaba, 1964),“Poesía Argentina - Hacia el 2000” (Ediciones Kir, 1997),“El ‘60” (selección de Alfredo Andrés, Editores 2, Serie Plural, 1969), “Poesía Hacia el Nuevo Milenio” (Tomo 1, La Luna Que, 1999), así como en innumerables publicaciones periódicas no sólo de su país, sino que, también, en “Hora de Poesía”, “Kurpil”, “El Indio del Jarama” de España; “Enlace”, “Románica” de Estados Unidos; “Norte” de México; “Zona Franca” de Venezuela; “Andrómeda” de Puerto Rico; “Alero” de Nicaragua, etc. Citamos algunos de sus poemarios: “Equivalencia de la tierra” (1960, el primero),“De ayeres y desmemorias”, “Ramos de invierno”, “Cuaderno Martín”, “Lugares / En otras palabras”, “Obra en construcción”, “Canto en la arena”, “Exploraciones (sobre la poesía y lo demás)”, “Anotaciones para mi nacimiento”, “La casa de Azara y otros poemas”, “A puertas abiertas”, “Uno en el mundo”, “Poemas para Antonio Porchia”, “Historias salvajes”, “Cuadro de situación”, “Diálogo de escrituras”, “Labio oscuro de nacer”, “De este mundo (instantáneas y miradas)”. Y algunos de sus volúmenes de ensayo: “Pasión de la soledad y el misterio de Juan L. Ortiz”, “Antonio Porchia: El poeta del sobresalto”, “Poéticas / Poetas de la experiencia a la escritura“, “César Vallejo: Verbo, destino y unidad”, “Poetas del vértigo y otros ensayos”, “Osvaldo Milano Arrieta, una forma sensible de indagación”, “Juan L. Ortiz / El aura de un lenguaje esencial”. Así como las siguientes antologías de su obra: “Ocupaciones y límites” (1960-1981, Fundación Argentina para la Poesía, 1982), “Poesía recobrada”(1972-1995, Libros del Empedrado, 1996), “Ochenta vueltas al mundo de todos los días” (1960-1996, Araucaria Editora, 1997), “Poemas olvidados” (1962-2004, Hojas del Caminador, 2004), “Antología breve” (incluye “Pulsos ocultos” de Alba Correa Escandell), Araucaria Editora, 2008. 1 – Quienes deseen saber más de vos, Alberto, tendrán posibilidades si te buscan en la Red. Encontrarán muestras de tu poesía, otros reportajes y videos. Y podrán advertirte en fotografías con tu esposa y compañera de más de seis décadas, Alba Correa Escandell (1918-2008), de nacionalidad uruguaya, que además de profesora universitaria era poeta y narradora. ¿Nos referimos a ella? ALP – Entre las actos que considero imprevisibles no puedo dejar de mencionar cómo conocí a Alba, como un hecho "milagroso" por medio de la Radio Sténtor, muy popular entonces en Buenos Aires. Ella había participado en un concurso de poesía desde su país, obteniendo una distinción, y yo traté de comunicarme a través de los datos logrados por la amistad que me unía a una locutora de la radio. Alba vivía en Nueva Palmira, pequeño pueblo frente al río Uruguay, y yo había iniciado mi carrera universitaria; además comenzaba a "imitar" a los poetas del ‘40. Mantuve con Alba una incesante correspondencia y la visitaba cuando lograba conjugar mi disponibilidad de tiempo y económica. Los dos escribíamos coplas y sonetos, y nos consubstanciábamos con los bardos de esa época: Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Almafuerte, parte de poesía española y francesa. Eran los años de "fórmulas neorrománticas" y acontecimientos históricos y socio-culturales que determinaron las expresiones de una "nueva poesía". Existían las tendencias modernistas y, sin mayor influencia, seguimos juntos cumpliendo "carreras" diferentes: ella era Profesora de Idioma Español e Historia y yo ejercía mi profesión de Odontología. Mientras Alba realizaba una labor de desarrollo en la vida cultural palmirense, aún derivada de la producción tradicional, yo me dedicada a atender mis pacientes, en Castelar, concurriendo en ocasiones a la Capital Federal, donde me fui relacionando con los poetas Roberto Juarroz, Raúl Gustavo Aguirre, Enrique Molina, Francisco Madariaga, Alejandra Pizarnik, Antonio Porchia y unos cuantos surrealistas. Alba en Nueva Palmira fue delineando una obra silenciosa y ligada a sus recuerdos de infancia y actualidad familiar. Sus libros fueron editados mucho después de los míos. 2 – Sobre tu poética se opinó que huía “del retoricismo y de los excesos sentimentales y que se caracteriza por el tono reflexivo”. Y sobre vos, el poeta Carlos María Romero Sosa destacó un rasgo: “Una de las pocas personas que conservan la sana costumbre de escribir extensas cartas manuscritas.” Ha existido el “Premio de Poesía Concurso Dr. Alberto Luis Ponzo de la Universidad de Morón”. Has ido obteniendo reconocimientos institucionales por tu trayectoria (Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (en 1992), Sociedad Argentina de Escritores Central y también de la Seccional Oeste, Socio Honorario de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (en 2011), Fondo Nacional de las Artes…). Yen la ciudad de Morón podríamos acceder a la “Biblioteca Popular y Centro Cultural Alberto Luis Ponzo”. Suspendo acá, para no abrumar, esta salpimentada intervención. ¿Cómo atinás a sobrevolar sobre todo esto? ALP – Hay una línea que separa lo que se escribe de las opiniones, resoluciones, prescripciones y otros elementos externos. Esa línea representa el lugar de la creación, la obra ya realizada y presentada, como hecho elaborado por el autor, independiente de nuestras ideas o condiciones en las diferentes formas de su existencia. Al otro lado de la línea imaginaria está el reconocimiento luego de la lectura, que puede resumirse diciendo que "vale" y tiene alguna importancia. Hay también un aspecto que no deja de influir en el trabajo escrito o del material que sea: la circunstancia de la ejecución, o sea lo que da vida y mayor actualización. Es cuando se estiman las razones para premiar, otorgar una mención, celebrar, elegir un plano para destacarlo entre otros. Yo creo, Rolando, que ha surgido en los últimos lustros una política excesiva y dudosa para otorgar los premios: se ha desvirtuado lo que entendemos como Arte. En cuanto a mi obra de poesía, ensayo o cosa realizada, sólo puede disculparse por los años de su realización, "sobrevolando", como decís, entre características de varias generaciones. No hago comentarios o afirmo si es merecido, pero no he interrumpido mis esfuerzos. 3 – Las diversas ocasiones en las que has participado en colaboración con el pintor y dibujante Salvador Galup, me brinda la posibilidad de preguntarte cuáles han sido, en qué han consistido, y que lo evoques como artista y como persona. ALP – Poco después de trasladarme a Castelar (yo viví en Buenos Aires, frente al Parque Chacabuco, desde que me casé en 1946 hasta 1951) y ya instalado con mi consultorio dental en la calle Italia 830, concurrió por un problema de prótesis Salvador Galup. Al realizar su ficha, aparte de los datos acostumbrados, me enteré que era pintor y dibujaba en el diario “La Razón”. Un día me invitó a conocer su taller, a pocas cuadras de mi casa. Me mostró varios cuadros que se exhibían en el comedor y numerosas obras –dibujos, óleos, estudios- ordenadas en su tallercito, en el piso superior. Yo admiraba esa producción y las colaboraciones en el diario, caricaturas en su mayor parte con hechos políticos o simplemente las pruebas de sus trabajos. Seguimos cerca, conversando de arte, la situación social, su familia (tenía esposa y tres hijos), sin dejar de incluir a la poesía, pues le había contado que escribía. No recuerdo todo lo que me ayudó a ilustrar y diagramar desde entonces. Lo cierto es que nos hicimos muy amigos y cuando le pedía la opinión acerca de mis poemas, a los pocos días me mostraba lo que él había sentido al leerlos. Así fue concibiendo tapas con ilustraciones de mi obra. Pero lo que deseo destacar, sobre todo, es su personalidad, la humildad y el desinterés sobre lo que hacía, obsequiándolo a quienes les complacía. Lo que más tengo presente es la publicación de "Hojas del Caminador", con la imagen de cada autor en la tapa y dibujos de los poemas elegidos. Durante tres años consecutivos y un número mensual, han aparecido las ilustraciones, con un breve ensayo, de más de treinta poetas. Escribió Galup en una Hoja que le dediqué: "El arte no se puede definir. Es algo que hace cambiar al ser humano, es la comunión de todos los seres humanos. El artista no puede ser individualista: tiene que dar cosas, tiene que decir lo que sucede. Es el mundo que lo hace pintar o escribir. Otra cosa no me interesa... Uno es como la realidad y después trabaja, se comunica con otro." En un reportaje afirmó: "Tengo un gran respeto por la pintura. No me siento con capacidad de mostrar mis cuadros. Cuando pinto no pienso en otra cosa que la pintura. Si alguien mira un cuadro y le gusta, ya estoy conforme. Si llega lo que hago, ya he cumplido con mi obra." Había nacido en el porteño barrio de Caballito el 2 de noviembre de 1907 y falleció en Castelar el 20 de marzo de 1991. 4 – Integraste el Centro Cultural Almafuerte, el Grupo Roberto Arlt, dirigiste “La Voz de Castelar”, fuiste jurado en certámenes, obtuviste primeros premios tanto en ensayo como en poesía, y es debido a tu iniciativa que diversas propuestas se fueron llevando a cabo en la esfera cultural. ¿Cuáles propuestas te satisficieron más y cuáles te decepcionaron por su deficiente ejecución? ¿Quiénes integraban el Grupo que cité y cuáles fueron los objetivos cumplidos? ¿Qué te dejó tu paso como director de un periódico? ALP – Cada caso conlleva una significación según las distintas épocas o situaciones. No se puede sentir lo mismo y responder al paso de los años. Cuando ingresé a la Sociedad Fomento de Castelar, mi trabajo consistió en integrar el equipo de odontólogos, en distintos horarios. Entonces no se cobraba, como Entidad de Bien Público. Poco después propuse la realización de actos culturales con artistas de Castelar y Morón, y así se fundó la Asociación Permanente de Artes Plásticas, donde intervine con Salvador Galup, Helios Gagliardi, Renée Pietrantonio, Rita Kafetzis y muchos más. Recientemente falleció Gagliardi, el principal organizador. Ese período fue uno de los más hermosos por las exposiciones, los debates, los certámenes (alguno, de poesía ilustrada). Surgió un grupo de escritores y se formó el Taller Literario, denominado Roberto Arlt en sus comienzos (en San Antonio de Padua). Participaron Juan Alberto Núñez, Antonio Aliberti, Elsa Fenoglio, Beatriz Pico… y como invitados, escritores de la Capital. No puedo negar inconvenientes o desacuerdos, pero la organización nunca fue discutida o negada por la Comisión Directiva de la Entidad. Integré esta Comisión varias veces, ocupé la Presidencia y lo que más me conmueve ha sido el desarrollo, los objetivos cumplidos de ampliación y modernización de la Sala de Auxilios, y desde luego las reuniones literarias, los diálogos con Raúl González Tuñón, Alejandro Schmidt, Roberto Santoro, Rafael Alberto Vásquez, César Fernández Moreno, Miguel Ángel Viola, Luis Ricardo Furlan, Héctor Miguel Ángeli... En otra instancia se me confió la dirección del periódico "La Voz de Castelar", donde ya venía colaborando en mi "Kiosco Literario" con biografías, poemas, críticas. A veces me refería a temas políticos y actualizaciones históricas, pero nunca me he sentido "periodista". Sólo escribía para comentar los sucesos destacados, las vicisitudes sociales y los dedicados a la literatura. Hasta hoy aparecen artículos de directa difusión cultural (desde 1962). Acoto que Alba participaba con notas que confluyen en su libro "El duende y otros cuentos". 5 – Más allá de profesores, licenciados y doctores en Letras, abundan abogados, periodistas, médicos y psicólogos que, además, son poetas. Hay, pero no abundan los poetas que además son meteorólogos, ingenieros, físicos, arqueólogos, veterinarios, administradores de empresas, antropólogos, químicos. En tu caso, Alberto, en 1943 te recibiste de doctor en Odontología (el otro poeta y odontólogo que se me viene a la mente, y que casualmente también reside en el oeste del conurbano bonaerense, es Norberto Alessio). ¿Coincidís con mi observación? Y, coincidas o no, ¿qué conexiones procurarías establecer entre el ejercicio de las profesiones universitarias y las producciones poéticas? ALP - Cuando tuve que decidir, al finalizar el Colegio Nacional, qué podía hacer -sin tener ninguna idea especial- le dije a mi hermano mayor: Filosofía y Letras. Ya sea porque me atraía escribir y tenía buenas notas, o porque no atisbaba otro camino, la elección fue la expresada. El se negó y me respondió que estudiando "eso" en la universidad "me iba a morir de hambre"! Fue entonces que surgió el propósito de ingresar a la Facultad de Medicina, donde en aquella época (1938) se estudiaba Odontología. Mi ambición de la otra carrera quedó archivada. Nada de filosofía, de lenguaje, de historia de las artes. Durante la carrera empecé a escribir, y concurría a conferencias, recitales y seminarios. No me perdía las lecturas y producciones generacionales, los movimientos existentes, las tendencias renovadoras, ni dejaba de consultar obras de autores extranjeros. Disfrutaba de Baldomero Fernández Moreno, Olga Orozco, Federico García Lorca, Macedonio Fernández, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal, Antonio Machado, Luis Cernuda, los autores del grupo "Martinfierrista": Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal, Jorge Luis Borges, Horacio Rega Molina, Evar Méndez, Francisco Luis Bernárdez, Ricardo Molinari, Eduardo González Lanuza, Carlos Mastronardi, Conrado Nalé Roxlo, Norah Lange, Jacobo Fijman. Todos los representantes del romanticismo, sin olvidar a nadie o recordando ahora a algunos con más afinidad u oscilaciones con el verso tradicional, el tono metafísico y las ideas sociales. Esto nos lleva a una pregunta: ¿Y la Odontología? Entre 1938 y 1943 cursé mi carrera universitaria. Ya había escrito sonetos, romances, versos rimados o libres... Éste ha sido mi caso, Rolando, pero conozco ingenieros, químicos, contadores, que escribían poesía. Hay siempre buenas explicaciones, si pensamos en una vocación o predisposición de carácter espiritual. Entramos así en la psicología, en la mente y las conexiones que escapan a mis conocimientos, modestamente. 6 – Has visto desarrollar durante más de seis décadas a tu ciudad de residencia. Permitime que antes de pedirte que te refieras a ella, informe sobre las circunstancias que determinaron lo que muy pocos argentinos saben: quién era el Castelar en cuestión. Resulta que a un político y novelista local (rosarino), Estanislao Zeballos, le aceptaron su proposición de instituir dicho apellido como homenaje al escritor y político Emilio Castelar y Ripoll (Cádiz, 1832 – San Pedro del Pinatar, Murcia, 1899), presidente del poder ejecutivo de la Primera República Española. ALP - En aquella "pampita", como la denominaba uno de mis vecinos, me interesaba trabajar y no me impedía abocarme a la literatura. Denominada en la segunda mitad del siglo XIX como "Kilómetro 22", sí, las autoridades de entonces decidieron cambiarle el nombre, y en homenaje al personaje que señalás, la estación ferroviaria fue llamada como hoy y la zona empezó a desarrollarse, debido -como siempre he oído decir- a su clima y naturaleza. Al llegar comprobé la gran cantidad de casas quintas, terrenos deshabitados y características que atraían a numerosas familias. Con Alba y mi primer hijo, Ariel (1947), me trasladé. Después nacieron nuestras hijas: Ada, en 1949, y Ariana, en 1960. Y ahora, aquel “Kilómetro 22” cuenta con cerca de 120.000 habitantes. 7 – Admitiendo que no debo haber conocido cada una de las revistas que has dirigido, Alberto, ¿coincidirías con mi impresión de que “Empresa Poética” debe haber sido la de mayor impronta, más abarcativa y elaborada?... ¿Nos darías un perfil de alguna de las publicaciones periódicas de poesía de las que has sido responsable? ALP – Si denominamos "perfil" al conjunto de publicaciones, los períodos de su elaboración y autores seleccionados en cada una de las revistas que he difundido, amigo Revagliatti, sería infinita la lista de nombres de autores, ensayos, comentarios, selecciones poéticas… Ocuparía centenares de páginas. No puedo asegurarte la importancia de "Empresa Poética", con la colaboración de Simón Kargieman, que ha fallecido hace varios años, y Luis Iadarola, con quien me he comunicado hace pocos días. Esta revista-libro ofrecía un panorama de la poesía argentina y latinoamericana, y en cada número elegíamos un autor para iniciarlo con un ensayo y dábamos a conocer la obra de consagrados y de jóvenes desconocidos. Fue para nosotros un período de gran interés y valorización si pensamos en un "perfil", como me proponés, de los autores que vemos actualmente en las más completas antologías. 8 – Has tratado mucho a los poetas Fulvio Milano y Simón Kargieman. ¿Nos harías una semblanza de cada uno de ellos? ALP – Has nombrado a dos de mis grandes amigos, los primeros que traté al comenzar la "vida poética", los pasos iniciales. A Simón lo conocí en uno de los actos de la época inaugural de mi experiencia, y luego de muchas charlas, frecuenté su casa y conocí también a su esposa, odontóloga, y a sus tres hijos. Hubo un día trágico, cuando por una razón que nunca comprenderé, su mujer se suicidó. Simón había publicado ya "Tiempo de lágrima cerrada", "Niño del asombro", "Antipoemas 1962". Después aparecieron "Ella y el amor" y "Acto de fe". Otras obras: "El círculo inmóvil " (1969) y "La palabra decisiva" (1977). Había nacido en marzo de 1926. Trabajó de visitador de médicos y en los últimos años había atendido una estantería de libros a la entrada de un Instituto de Psicología de Buenos Aires. Nuestra amistad ha sido conmovedora. Estuvo internado y falleció en un hospital, abandonado por su segunda mujer y lejos de sus hijos. Un auténtico creador: "El que nos habla en el idioma sensible afín a todas las estructuras humanas". Esto determinó Simón en "Encuentro", además de confesar que "los campos psíquico y social son lascircunstancias contingentes esenciales, que animadas coinciden en provocar la irrupción creadora". Me es imposible resumir aquí su posición estética, las condiciones personales, su orientación artística. A Fulvio Milano lo vi en uno de los actos tan frecuentes en las décadas del ‘50 y ’60. También residía en Castelar. Pasado un tiempo, vino a verme con su hijo a mi casa. Era maestro de escuela y tenía conocimientos de literatura, lingüística, temas generacionales, y una visión de su existencia campesina, regional, que se extendía en el barrio de La Boca y el sur del conurbano bonaerense. Colaboró con entusiasmo en las revistas que editábamos, con admirables ensayos y estudios sobre poetas argentinos, críticas de grupos de distintos lugares. Era callado -como suele decirse-, muy riguroso, alejado de los "falsos mitos y encasilladores de poesía" (como definió Simón). Había nacido en Buenos Aires en marzo de1929 y publicó "Nevado de silencio" (1959), "Intemperie"(1965) y "Días pintados en las ventanas del aula", poco después. En cierta época, pasaba largos meses en una villa marplatense, preparando la edición de su plaqueta periódica de poesía "Mar de Monte Hermoso"; y después del fallecimiento de su esposa fue a vivir a la ciudad que había conocido de chico: General Belgrano. Nos veíamos poco, y no tuve ninguna noticia hasta hace tres años, cuando me comunicaron desde allá, sin proporcionarme los detalles de las circunstancias, que había fallecido. 9 – Un escritor que te quiere y conoce mucho, sabiendo que estamos desde hace varias semanas, charlando a través del correo electrónico, me sugirió, Alberto, que te formule la siguiente inquietud: ¿Tiene una identidad definida la poesía del oeste bonaerense?... ALP - Si este amigo escritor pregunta sobre la poesía del oeste, recordará que la Dirección de Arte y Cultura del Municipio me encargó, para la colección "pluma 'e gallo", una antología de poetas de Morón. En agosto de 2007 fue editado el volumen que reúne a veintitrés autores. Dedicar la respuesta sobre la "identidad" a cada uno, o en un concepto que los incluya a todos, excedería tu pregunta, querido Rolando. En estos años de vivir aquí, los he tratado a todos, a unos más, a otros menos, y he leído sus poemas. En la introducción de la antología consigné: "No hay reglas absolutas, no entran rígidos moldes ni aparecen recetas ya consagradas. Si hay que identificar de algún modo, en su gestación y sus logros, a cada uno de los poetas de la Antología, nos sorprendería la validez de la creación que se despliega desde lo cotidiano y lo real al mundo más vasto del pensamiento, la actitud social, la descarnada visión del mundo actual y también el ejercicio misterioso de las mismas palabras, como instrumentos que se transforman y nunca alcanzan a mostrar todo lo que pensamos". La Dirección de Cultura del Oeste bonaerense la distribuye desde su presentación en la Biblioteca. Si hay que expresar "una identidad definida", es oportuno repetir lo afirmado por Raúl Gustavo Aguirre: "Ver, en pocas palabras, si los poemas tienen alguna relación con nuestra existencia, en qué medida apelan a ella y demandan nuestra contestación". 10 – Si inquiero por poetas que admires y en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, la ironía, el ingenio, la sorna, la causticidad, ¿qué me responderías? ALP - Dice muy bien Julio Cortázar que para definir y entender habría que estar fuera de lo definible y entendible. Lo cito porque estoy leyendo "Rayuela". En lo que me pedís tengo que recordar ensayos e innumerables historias de los poetas que más me han dado y puede ser "entendible", entre tantas experiencias y estilos de su lenguaje. Las condiciones que señalás se aplican o no tienen nada que ver, en los autores más leídos y admirados, por pertenecer a modalidades humanas. Me atrevería a sostener que ningún autor es ajeno a alguna de las características que has indicado. Y es así como respuesta ante la vida, de acuerdo a los hechos de mayor alcance. La poesía, como sabés muy bien, no tiene mejor definición que... ¡hacerla! 11 - ¿Has llegado a vacilar bastante o con fastidio durante lapsos más o menos extensos, a la hora de elegir títulos? ALP – En casi todas las librerías parece más importante un atractivo título que el contenido, siendo incalificable o un mejor método de venta, de programación, un "negocio" de tapas, aparte del interés que pueda despertar. En mi caso, como en tantos de nuestros fines de mayor modestia y sana intención, los títulos han obedecido a la experiencia, las ideas o circunstancias. He publicado mis obras y nunca he vacilado para elegir su título, ni me he roto la cabeza procurando el más adecuado. Los títulos han acompañado lo que he querido expresar, se correspondían con el material "de adentro". Han formado parte de mi propuesta. 12 - ¿La primera frase o párrafo o verso los trabajás mucho y después seguís, o te lanzás más bien a un borrador, y por ejemplo, al día siguiente o a la semana, pulís? ALP - Cuando escribía, hace muchos años, era muy raro que corrigiera o puliera la escritura. En los primeros libros, por ejemplo, "Equivalencia de la tierra"(1960) o "Canto en la arena" (1961), era espontáneo, directo, podría decirte "inspirado" por lo que sentía o pensaba. ¡Qué épocas, al pasar el tiempo y adquirir recursos más rigurosos! Como si cumpliera una misión , seguí escribiendo y publicando, mientras trabajaba para "vivir" y tenía una familia, una admirable esposa y tres hijos. Había que leer a los poetas más importantes, conocer las tendencias, los elementos artísticos, las viejas y nuevas formulaciones... Cuando siguieron los años, entendía lo que el lenguaje imponía, digamos, para hacer mejor la poesía, o lo que más nos conformaba o revelaba con una corrección oportuna o la eliminación de lo superfluo. En la actualidad hago borradores, dejo escritas palabras que más tarde borro o reemplazo. Busco y espero lo esencial, sin pretender nada perfecto, pero sí lo más honesto. Cuando le preguntaron a Roberto Juarroz por qué escribía, respondió: "Escribo porque amo la vida". De ahí surge nuestra responsabilidad y lo que, en la medida en que me es posible, intento. 13 - Releyendo –y despidiéndome del ejemplar- el nº 1, julio de 1989, de la revista “Poesía 2000”, doy con estas líneas de la poeta Raquel Jodorowsky (1927-2011): “Existe un ámbito místico, una comunión entre el lector y la poesía impresa. Entre el libro y el que lee se amarra un silencio que sólo la poesía desata en el alma. Así ella entra por los ojos. Por eso es tan difícil dar lecturas en recitales. Desde los escenarios hasta los oídos del público, la poesía no llega en su totalidad. Creo que se hace nube. Se diluye, se fuga. Sólo deja un poco de su sombra. Pero eso es algo.” ¿Qué te suscita este recorte que te facilito? ALP – Estamos ante conceptos que pueden aprobarse o no, ampliarse y analizarse en profundidad. No deseo ir más allá de lo que he realizado, calificarlo y hacer afirmativo su resultado. Pueden recordarse numerosas opiniones para apoyar todo lo que se ha sugerido en tu mensaje y descifrar otras cosas. Pero hay algo que es indiscutible: en la poesía debe darse el sentimiento, la naturalidad, la originalidad, el sentido espiritual y el misterio de la palabra. Como bien dice Raquel, si se tiene en cuenta la lectura, "un poco de su sombra", lo que "se hace nube" en los recitales. Es muy cierto que todo "se fuga", si no se comprende lo que decía Jacobo Fijman: "Hice conducta de poesía. Pagué por todo". ¡Éste es el gran secreto! ¡La conducta de los autores que poseen un lenguaje para todo lo humano! (Aprovecho para compartir con nuestros lectores algo para sonreír y sorprenderse. Hace unos días, ordenando mi biblioteca, encontré el libro de Raquel"Sin antes ni después", con la dedicatoria firmada en México el 11 de diciembre de 1985. En la solapa dice que nació dentro de una mina de cobre, en el norte de Chile. Y agrega: “He publicado quince libros. Tengo un hijo y un loro. Y tengo el mundo entero. Es todo." En la contratapa, con un breve comentario , su foto. ¡Una hermosa mujer!) 14 - ¿La idea romántica de que el conocimiento no se puede trasmitir, aplicada a cualquier disciplina, a cualquier arte, es sumamente retrógrada? ¿Podés disfrutar de la lectura de obras de escritores con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no? ALP - Son muy difíciles tus preguntas, Rolando, pero tienen gran interés al intentar respuestas adecuadas. En mi larga trayectoria tendría que recordar muchas lecturas, conocimientos, sucesos, aprendizajes. No es posible en escasos términos, en base a ideas poéticas aceptables, referirme a lo que he vivido y escrito a partir de mis primeras experiencias. Empezaré con una época en la que mi lenguaje, lejos de los recursos tradicionales, buscaba una forma despojada, sobre temas íntimos, emotivos, sin abandonar del todo otras disciplinas, como suele sospecharse a veces entre autores españoles y también de Francia en esos años de nuevas técnicas y fórmulas, en oposición decidida a las luchas sociales. En mis primeros libros, "Equivalencia de la tierra" (1960) y "Canto en la arena" (1961) , y después en ensayos, comentarios, biografías, estaba en esa línea romántica que me proporcionaba elementos para una escritura más profunda, más significativa, dejando atrás los movimientos propios de las palabras como "arte", sin un contenido vital. Lo que más necesitaba, sin tener todavía verdadera conciencia, era "saber" de cada autor su modalidad, su actitud, su estilo. No me importaban mucho las ideologías, como se las interpreta ahora. Por eso te aseguro que, desde luego, he disfrutado de creaciones diversas, de la belleza, de logros de índole amorosa, sentimental. "Hay aspectos -escribió Roberto Juarroz- que no comparto totalmente, pero esos casos que llamamos "vanguardia", están por encima de la esencialidad, delante en cuanto a experiencias del lenguaje". En mi caso, sigo siendo tolerante, a pesar de lo que no me convence. Continúo mi camino con las obras que he realizado. He vivido etapas que se integran con las revistas literarias, los estudios biográficos, las tendencias, las actividades que no pertenecen a "un tiempo", sino a una prolongada existencia. No puedo dejar de sentir todavía la gravitación de "escuelas" o grupos con sus características íntimas, sus diferencias, sus valores expresivos. La culminación sería el surrealismo, con Aldo Pellegrini y su historia, que conocerás. En otras épocas, por ejemplo, en mis libros "Uno en el mundo" (1965), "A puertas abiertas" (1969) y"Obra en construcción" (1974-1978), tenía una orientación más seria de "conducta", como diría Fijman. Este ejemplo me apartó del concepto señalado. Más tarde fui a lecturas de tipo más elocuente, pues la escritura es lo que me dio libertad en mi vida. Pude expresarme mejor en "Historias salvajes" (1976) y "Cuadro de situación" (1980). Opino que si una idea poética es aceptable y enriquecedora, si no se refiere a aspectos verbales como sería "un romanticismo dulzón y trasnochado" -como he leído en un buen artículo- no puede negarse su válida relación. * Alberto Luis Ponzo selecciona para acompañar esta entrevista, en octubre de 2014, siete poemas de su autoría: Me acostumbro a ser viento Desde las manos salgo. Mis palabras son uñas sobre la tierra, dedos torpes y fatigados. Desde ellas siento lo que sucede y me sostengo para mirar, cavar secretamente el horizonte, empezar a creer en lo que digo. Desde las manos hablo y alimento la piel, aprendo en su corteza, tomo el aire y me digo; con las palabras voy a la existencia, describo mi esperanza, grito o reniego del nombre que me imponen y lentamente desde este umbral cercano y movedizo me acostumbro a ser viento, ligera decisión de la memoria. (De "Uno en el mundo", 1965) * Como el amor Eres el cuerpo de la noche, el silencio del tiempo, el color de la voz que nunca he visto. Eres racimo y arco, parábola, constelación, círculo de diversos centros. Eres un punto del espacio donde el amor puede seguir latiendo sin consumir su llama. (De "Poemas comunes",1966) * El oficio Escribo con el tiempo con el fuego en los dedos sobre el muro del día Escribo cuando duermo y no me escuchan escribo para despertar escribo dando vueltas como un pájaro escribo en el aire y en la tierra Escribo porque no tengo otro lugar porque mis hijos me preguntan escribo para contestarles para mirarlos diariamente Escribo con los brazos que encuentro escribo para el mundo que no encuentro Escribo para no repetirme (De "A puertas abiertas", 1969) * El oprimido Qué puedo hacer aquí cuando nadie se reconoce en mis ropas cuando nadie habita mis gestos oprimidos? Qué puedo hacer yo que habito el idioma de todos para ser dueño de lo que todos dicen? Sólo en la máscara de mi plato el mundo se conmueve (De "Los dioses extinguidos", 1974) * Nombres El día se desliza sobre techados rotos las plantas olvidan su violencia natal Nombres que crecen Nombres devorados Estoy vivo en lo que nace en lo que hago fuera de mí dentro de todo en el rumor que escapa del origen (De "Ejercicios provisorios",1987) * Para el amor Basta la palabra? Huída de sí misma calla en la mano que espera desde su piel respira bordea los objetos interroga persigue el aire ensaya letras adheridas al hilo de la voz basta saber que busca arrojar el misterio que cubre su pasar? sólo hace lo que detiene la agotadora sombra sobre una línea inútil dispuesta a su nacer dará vida al ramaje de un revelador acto de amor (De "De estar aquí", 2011) * Cubiertos Entre los cubiertos usados desde mi niñez he puesto a reposar la noche En el lugar de los dedos hay un corte abierto del raspado cuchillo con la honda tibieza llevada a la boca El ardiente amenazador aguarda a su costado La infantil cucharita huele como el deseado postre Los vasos y platos silenciosos reviven el sabor en vos (A Alba) (De "De este mundo", 2014) * Entrevista realizada a través del correo electrónico: ciudades de Castelar y Buenos Aires, distantes entre sí unos 30 kilómetros, Alberto Luis Ponzo y R. R., octubre 2014.
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islanegra a las 13:52 · 7 Comentarios
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22 de Septiembre, 2014
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Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando
Revagliatti
Flavio Crescenzi nació el 20 de julio de 1973 en la
ciudad de Córdoba, capital de la provincia homónima, la Argentina , y reside en
la ciudad de Buenos Aires. Es Instructor Superior de Lengua y Literatura,
habiendo además realizado posgrados en Perfeccionamiento en Corrección de
Textos y en Redacción Institucional y Corporativa. Durante más de tres años ha
sido Coordinador del Área de Comunicación Institucional del FyMTI (Festival y
Mercado de Televisión Internacional). Ha dictado cursos y seminarios de literatura
a nivel medio y universitario, y coordinado talleres de escritura creativa,
escritura académica y cursos de apreciación literaria en centros culturales de
su ciudad y del Gran Buenos Aires. En la actualidad se desempeña como corrector
de textos y como prologuista freelance para diversos sellos editoriales. Desde
2009 colabora en http://lateclaene.wix.com/la-tecla-ene con artículos de
crítica cultural y literaria. Fue incluido en la antología bilingüe
español-italiano, “Italiani D’Altrove” (traductor: Milton Fernández; Rayuela
Edizioni, Milano, Italia, 2010). De sus cuatro poemarios publicados, los tres
primeros, “Por todo sol, la sed” (2000), “La gratuidad de la amenaza” (2001), “Íngrimo e insular” (2005), lo han
sido por Ediciones El Tranvía, y el último, “La ciudad con Laura” (2012) por
Sediento Editores. En febrero del año en curso, a través de Editorial Quadrata
y la Biblioteca Nacional , apareció su ensayo “La poética surrealista. Panorama
de una experiencia inacabada”.
1 –—Arranquemos
esta charla, Flavio, con una breve descripción del entorno familiar en tu
provincia natal, si todos se trasladaron a Buenos Aires o si sólo vos te
viniste, y cuándo y cómo se fue sucediendo ese traslado.
FC —
Nada indicaba que mi nacimiento en la ciudad de Córdoba se iba a transformar en
un hecho aislado y casi fortuito, sin embargo, el destino así lo tenía
preparado. Mis padres estaban afincados ahí desde hacía varios años, pero al
poco tiempo de haber yo llegado al mundo decidieron separarse (al parecer, en
vez de traer un pan bajo el brazo, traje a sus vidas el cisma y la discordia).
Mi padre, italiano, se quedó en Córdoba algunos años más; mi madre,
ecuatoriana, viajó conmigo y con su madre (no se asuste, Rolando, me refiero a
la madre de mi madre, no a la suya) a Santa Cruz de la Sierra , Bolivia, donde
fui bautizado. Antes de volver a la Argentina pasé con ellas todavía una
temporada en Ecuador. Finalmente, aterrizamos en Buenos Aires. Si mal no
recuerdo, fue en 1977. Sí recuerdo bien el Mundial de Fútbol del año siguiente,
los festejos alrededor del Obelisco —con sus bocinazos y gritos y cantitos— y
el llanto inexplicable en el que prorrumpí al verme en medio de tan insensato
espectáculo, llanto que el tiempo y la historia después me aclararían.
2 —
Contemos que estuviste dedicado a la música. ¿Durante qué lapso, de qué modo?
¿Con qué tipos de música te has ido sintiendo más próximo desde tu infancia
hasta la actualidad?
FC —
Así es, estuve ligado a la música desde muy temprana edad. En primer lugar,
como oyente (confieso que sigo siendo un melómano irredento); en segundo lugar,
como compositor e intérprete. Toco algo la guitarra y canto, lo segundo —según
dicen— medianamente bien. Pasé por varios estilos musicales, trazando una
curiosa parábola que va del punk rock al jazz, y que pasa por el hard rock, el
soul y el funk. Desde luego, me quedo
con lo último que hice, ya que tengo una marcada inclinación por la música
negra. La música clásica por su parte, en especial Beethoven, siempre fue el
refugio al cual retornaba luego de una dura jornada. Fue un período de más de
quince años que me brindó muchas satisfacciones, incluso de aquellas que no me
convendría mencionar. Sin embargo, me distrajo de mi actividad literaria e
intelectual, que es lo que realmente me define y me completa.
Considero, Rolando, que la música es la más completa y sublime de las artes y, por tanto, que las demás
deberían imitarla. En mi caso, cuando escribo, intento que mis textos estén de
alguna forma atravesados por la música, ya sea sometiendo la eficacia del verso
o el período elegido a una natural y universal eufonía, ya sea simplemente
haciéndola aparecer como asunto. “Ama tu ritmo y ritma tus acciones”, decía el
pitagórico Darío, pues bien, a mí no me quedó más que obedecerlo. Aunque no
siempre lo logro en los ensayos; los datos duros que recopilo usualmente
carecen de melodía, y admito encontrar muchas veces cierta desafinación en mis
conceptos.
3 — Durante
un período del “legendario” ciclo de poesía “Maldita Ginebra” acompañaste a su
fundador, Héctor Urruspuru, en la conducción. Un ciclo que tuvo muchos tramos,
varios coconductores y una sostenida singularidad. Es bastante probable que
allí nos hayamos saludado por primera vez, en los últimos años de nuestros tan
argentinos y descalabrantes noventas. Ese “ciclejo” —al decir del propio
fundador— merecería no sólo lo que
módicamente te voy ahora a pedir —una
semblanza, tus recuerdos como asistente y como coconductor—, sino un verdadero
ensayo (y vos serías, considero, el más idóneo para producirlo).
FC —
Sin dudas, Rolando, y es una asignatura pendiente, aunque desconfío de mi
capacidad (no así de mi desfachatez) para llevar adelante tamaño proyecto.
“Maldita Ginebra” fue un ciclo excepcional. A fines de los años 90 supo
ser un nicho de resistencia cultural que le daba a la poesía de los márgenes un
lugar de preeminencia. Esto, claro está, en un contexto socioeconómico complejo
que permitía que muchos jóvenes (y no
tan jóvenes) vieran en la poesía una alternativa a la realidad asfixiante que
los relegaba día a día. Conjeturo que ése fue el sello distintivo del ciclo,
pero también el del gran poeta Héctor Urruspuru, amén del resto de
particularidades que hicieron de esa propuesta una leyenda.
Guardo
muy gratos recuerdos de esos años. Conocí ahí mucha gente valiosa (amigos que
aun hoy conservo, como vos, como también gente entrañable que se ha ido). Cada
vez que pienso en “Maldita Ginebra” me sobreviene una inenarrable sensación de
camaradería. Por razones que no vienen al caso señalar tuve que alejarme de la
coconducción, pero seguí yendo en calidad de espectador en sucesivas
oportunidades. Entiendo que el ciclo continúa, y de seguro continuará mientras
que Héctor esté con vida.
4 — La
vez que me invitaron a leer al ciclo “El Zoológico de Poetas” me parece que no
estabas en la conducción. Como sea, coordinaste allí junto a Coni Banus e
Ignacio Osorio. ¿Cómo evaluás ese paso tuyo? ¿Y cuándo integraste la
“Contraferia del Libro”? ¿En qué consistió, en qué año, cómo fue planificado
ese ámbito de “resistencia”, por quienes? Y enlazando con la pregunta anterior,
¿no has fantaseado con la concepción de un trabajo reflexivo sobre los alcances
de los cafés literarios, ciclos de narrativa, festivales de poesía?
FC —
Mi participación en “El Zoológico de Poetas” fue en principio tangencial. De
hecho, recién estuve de manera regular en el último tramo del ciclo.
Posiblemente por eso no nos hayamos visto cuando fuiste invitado a leer. No
obstante, estuve. Hay fotos que pueden probarlo.
Pese a
su nombre, el Zoo en algún punto quiso brindar una propuesta un poco menos
“salvaje” que la que ofrecía “Maldita Ginebra”, pero para nada acartonada, como
pueden serlo otros ciclos del ambiente. Coni e Ignacio son excelentes
conductores, dueños de una dinámica interpersonal envidiable. Ellos le
aportaban una cuota extra a todo lo que ahí ocurría. Creo que mi modesta
contribución estribaba en darle un “toque intelectual” al negocio, algo que,
por supuesto, ninguno de nosotros tomaba demasiado en serio. Los chicos
continúan con el Zoo en otro lugar, ya que “El Empujón del Diablo”, que era
donde se realizaba el ciclo inicialmente, cerró por razones asimismo
“diabólicas”. Recuerdo que el poeta Gerardo Lewin también colaboró con nosotros
en algún momento.
La
Contraferia del Libro fue otra cosa, algo que quizás empezó como una
bravuconada de borrachos, pero que paulatinamente fue convirtiéndose en una
causa con muchos seguidores, tal como ocurre, sin ir más lejos, con la mayoría
de las gestas. Pues bien, la idea de la Contraferia del Libro surgió también a
fines de los 90, y fue llevada a cabo, por más de dos años, por un grupo
conformado por poetas, docentes y estudiantes (dentro del cual estábamos, entre
otros, Esteban Charpentier, Héctor Urruspuru, Daniel Perrota, Esther Pagano,
Horacio Pérez del Cerro, Ignacio Osorio y un servidor). El reclamo que le
hacíamos a los responsables de la Fundación El Libro se basaba en lo siguiente:
entrada libre y gratuita, posibilidades concretas de difusión para los autores
jóvenes y para las pequeñas editoriales, y un programa inclusivo de
actividades, sin costo adicional, para cualquiera de los posibles visitantes a
su evento central. De más está decir que la Fundación intentó acercar
posiciones ofreciéndonos un puesto dentro de la Feria. Ofrecimiento que fue instantáneamente
rechazado. Un libro de adhesiones, donde constan, entre otras, las firmas de
Olga Orozco y Federico Andahazi —gente que en principio integra el gran mercado
del libro, pero que supo solidarizarse con nosotros— es lo que queda como
legado de esa fantástica ocurrencia.
Ahora
bien, más allá de la experiencia de la Contraferia , está claro que la Feria del Libro de Buenos Aires opera como
un agente difusor del concepto hegemónico de cultura. Es por eso que, aún hoy,
me parece válido revisar críticamente lo que ese gran símbolo de la industria
cultural representa. Digo, si en verdad queremos darle un definitivo sentido de
emancipación a la cultura y liberarla así de su condición histórica de fetiche.
En
fin, tarde o temprano voy a tener que escribir acerca de todo esto, y por qué
no también acerca de los ciclos literarios, como bien me sugerís. Intuyo que son
temas que de una u otra manera están relacionados.
5 — En
2006, además de participar como conferenciante en las Jornadas de Poesía para
Docentes, organizadas por la Asociación de Poetas Argentinos, realizadas en la
Legislatura Porteña , viajaste a Cuba invitado por la Revista “Casa de las
Américas”, representando a la publicación uruguaya “Diégesis”, donde
colaborabas como columnista. Por un lado, Flavio, me gustaría saber cómo han
repercutido en vos estas experiencias, y por otro, cómo aquella otra en 2009,
cuando convocado por el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO),
participaste en las mesas redondas acerca de Literatura de Vanguardia en
Latinoamérica.
FC —
Sí, tuve la suerte de participar en diversas actividades de debate y reflexión,
cosa que agradezco enormemente, ya que no concibo el trabajo poético sin la
posibilidad de pensar y desarrollar una teoría que lo justifique, y que ésta, a
su vez, pueda exponerse ante un público
más o menos receptivo.
La jornada
organizada por APOA, por ejemplo, fue muy interesante en ese sentido, ya que me
permitió evaluar en tiempo real el alcance de mi exposición. Recuerdo haber
preparado un material escrito sobre el papel de la imagen y la metáfora en los
textos poéticos que se distribuyó entre los casi doscientos asistentes (dignas
maestras argentinas en su mayoría). Creo que el resultado fue positivo, al
menos no recibí ningún insulto.
Mi
viaje a Cuba se llevó a cabo en el marco de la gira presentación de la revista
“Diégesis”. Gracias a esto, no sólo conocí la isla, sino también a Roberto
Fernández Retamar, quien me felicitó por mi libro “Íngrimo e insular”, aunque
cuestionó, no sin ironía, el epígrafe de Guillermo Cabrera Infante que elegí.
Afortunadamente, para tranquilidad de CNN, no sufrí ningún apremio ilegal por
parte de los temibles cubanos.
En
Oaxaca fui panelista en una mesa dedicada a vanguardias latinoamericanas, que
proponía abordar temas tales como el sentido de la poiesis continental, la interrelación
americana entre mito y relato histórico, la actividad del escritor como
actividad filosófica, el valor del juego como actividad reveladora de otras
realidades, la reivindicación de una estética latinoamericana y el desarrollo
de una teoría crítica integradora que pueda dar cuenta de ella. Pero como te
imaginarás, Rolando, mi intervención se limitó a hablar de mí, puesto que soy
el único tema que domino con mediana idoneidad.
Dejando las bromas de lado, y tal como creo haberlo expresado más
arriba, considero que este tipo de actividades son el correlato necesario para
quien se dedica tanto a la crítica como a la creación literaria. Resta decir
que espero que instancias como las que describí se sigan realizando a lo largo
y a lo ancho de nuestro continente, fundamentalmente en tiempos convulsivos
como los que corren.
6 — En
el prólogo de tu primer libro, el poeta Daniel Barroso afirma: “Los temas
recorren la impronta metafísica; la vulnerabilidad de las cosas, el imaginario
personal y una cosmogonía entre solemne e irrespetuosa. La sorna y el sarcasmo,
prodigan un equilibrio inestable…”, y en el prólogo del segundo, advierte el
poeta Horacio Pérez del Cerro: “El mundo debería tener la prudencia de no
molestarle las espaldas a Crescenzi […], incomodarle con sonseras como la
esquirla cotidiana, el estampido de su propio silencio”. ¿Cómo considerás que
prosiguió tu poética en los siguientes dos libros publicados, y en lo que
tengas inédito? Y, claro, si tenés ya algún poemario listo, ¿cuál es su título?
FC —
Bueno, a decir verdad, creo que los primeros dos libros fueron intentos,
búsquedas de una voz, digamos, personal. El resultado es apenas anecdótico.
Mi
primer libro me parece hoy por hoy completamente extraño, escrito por alguien
que no tiene nada ya que ver conmigo. Creo que el germen de lo que sería una
estética propia sólo puede verse en uno o dos poemas. Coincido, no obstante,
con las palabras de Daniel, quien quizás por generosidad, quizás por los vinos
prometidos, supo definir aspectos que aún hoy persisten en mi escritura (y
quizás incluso en mi vida), sólo que en aquel entonces no sabía bien cómo
plasmarlos.
“La
gratuidad de la amenaza” fue algo diferente. En ese libro intenté abandonar la
retórica que predominaba en el primero en beneficio de una poética más
agresiva, donde los elementos surrealistas que supuestamente me caracterizan
comenzaban a ordenarse y a mostrarse. Fue un libro profético en algún punto. Su
aparición coincidió con el fatídico 2001 y creo que en cierta forma sus páginas
están impregnadas del espíritu insurrecto de la época.
“Íngrimo e insular” fue un libro meditado, un libro que podríamos tildar
de conceptual. Es con el que llegué a encontrar mi propio lenguaje poético, la
gramática personal tan arduamente perseguida. De hecho, lo concibo como mi
primer libro verdadero, aunque sé muy bien que fue la síntesis de un proceso
dialéctico constituido por “Por todo sol, la sed” (la tesis) y “La gratuidad de
la amenaza” (la antítesis). A partir de ahí, tomé plena consciencia de lo que
quería hacer con mi escritura, escritura barroca, surrealista,
latinoamericanista, a contrapelo de las modas imperantes, si se quiere, pero
mía.
“La
ciudad con Laura” sólo se publicó en México y, por lo que tengo entendido, tuvo
bastante aceptación. Estuvo en la Feria del Libro de Guadalajara el mismo año
de su aparición e incluso estuve invitado por el editor para hacer una
presentación, aprovechando el auspicioso contexto. Mis compromisos laborales me
impidieron asistir. Con respecto al contenido, sólo puedo decirte que sigue la
estética del poemario anterior, con la diferencia que en el último incluyo
prosas poéticas (de largo y corto aliento). El título alude, como podrás
apreciar, al libro [“La ciudad sin Laura”] de Francisco Luis Bernárdez; sin
embargo, la pequeña diferencia que se advierte marca una distancia no sólo
vivencial, sino también estilística. Mi ciudad cuenta con una Laura (mi mujer),
y mi estilo difiere ostensiblemente del de Bernárdez. En definitiva, se trata
de un libro intimista y metapoético, y quizás también un intento de polemizar
con un difunto.
Un
quinto libro está en preparación.
Probablemente lo titule “Jazz mood”, y constará de breves textos en
prosa que, por un lado, le rindan homenaje a las grandes figuras y temas de
este género que me apasiona, y por el otro, den cuenta de lo que el jazz me
produce como escritor y como ser humano. Un trabajo que remite a mi pasado y a
mis gustos musicales.
7 —
¿Qué se siente —más allá de la obvia satisfacción—, que unos meses después de su
edición (y con el respaldo de la Biblioteca Nacional de la República Argentina
) ande socializándose tu primer volumen ensayístico? ¿Prevés la reunión en otro
de tus artículos publicados en la Red ? ¿Cómo podría titularse ese volumen?
FC
—Honestamente, Rolando, siento que un círculo por fin se cierra para que otros,
inimaginables, comiencen a abrirse. “La poética surrealista. Panorama de una
experiencia inacabada” fue el resultado de una serie de cursos que dicté sobre
el tema durante 2012 y 2013. Desde luego, ante la propuesta por parte de
Editorial Quadrata de hacer un libro, me esmeré para darle un poco más de
enjundia a los apuntes que oportunamente le había preparado a mis alumnos. El
producto final es bastante atractivo, sobre todo porque le ofrece al lector la
posibilidad de tener un muestreo bastante amplio del movimiento surrealista;
pensá que es el único libro publicado en la Argentina que se ocupa del
surrealismo desde su protohistoria, auge y caída en Francia, hasta su paso por
España, Latinoamérica y Argentina. No es
la primera vez que la editorial trabaja con la Biblioteca Nacional , sin ir más
lejos, ahí tenemos la conocida colección Pensamientos Locales. Pues bien, mi
libro integra una colección similar, llamada Claves de Lectura.
Con
respecto a mis artículos publicados en la Red , confieso que sí me interesaría
reunirlos en un libro alguna vez. Podría llamarse “Elogio del buen lector”, o
algo así. Creo que hay material de sobra. No sólo están los artículos que
escribo para la Tecl @ Eñe, por ejemplo, sino también algunos prólogos sueltos
que me parecen rescatables. Pensar que a la Tecl @ la conocí por vos, Rolando,
por tu intermedio, por tu desinteresada gestión.
8 — En
una entrevista “sin desperdicio” que Federico Zambrano realizara a Daniel
Freidenberg, éste declara: “Una de las cosas de las que más me alegra haberme
desprendido es lo que llamo “la política de la poesía”. Y después explica lo
que para él sería ese concepto. ¿Qué sería para vos, Flavio, a qué te remite
“la política de la poesía”?
FC —
Qué interesante. Estoy familiarizado con el concepto de “poesía política”
(aunque quizás toda lo sea), pero no con el de “política de la poesía”. Supongo
que tiene que ver con el lobby que hacen ciertos poetas con los grupos de
poder, con las camarillas que supuestamente otorgan consagración y prestigio.
Aunque parezca mentira, este tipo de prácticas existen en el mundillo literario
y a veces alcanzan ribetes de profundísimo descaro. En los ochenta y noventa
esto era moneda común. Hoy en día quizás haya adoptado formas más estilizadas.
9 –
Muchos escritores han sido alguna vez “libreros”, vendedores de libros,
propietarios de alguna librería o han tenido a su cargo un puesto de compra, venta
y canje de libros y revistas en Ferias Artesanales o conjunto de puestos
totalmente del rubro (una: en nuestra porteña Plazoleta Primera Junta). Vos lo
has sido. Y con diversidad de tareas. Te pido que compartas con nosotros dónde
lo has sido, cómo te fue, qué te pasaba cuando facturabas literatura basura o
autoayuda.
FC
– Fui librero por un período de
aproximadamente doce años. Los primeros diez como empleado; los últimos dos
como dueño de una pequeña librería que no obstante tenía elevadas pretensiones. Cometí desde un
principio el error de creer que una librería era un templo del saber y de la
cultura, cuando, en el mejor de los casos, es un lugar donde se venden libros.
Desde
luego, los libros que más se venden no son los que uno recomendaría. Esto es un
hecho sin lugar a dudas frustrante, hecho que no supe afrontar siquiera cuando
tuve mi propio local. Supongo que tiene que ver con lo que hablábamos antes,
digo, con la industria cultural y con la
dinámica que exhiben sus múltiples manifestaciones.
Por
otra parte, saber que mucha gente está dispuesta a pagar una cifra descomunal
por un libro de autoayuda o por una novela de suspenso mal traducida, pudiendo
adquirir por menos de la mitad de ese precio alguna buena obra literaria o
filosófica me llena de indignación. Ni hablar de la venta de poesía. Cuando
decimos que “la poesía no se vende”, no sólo estamos haciendo alusión a las
virtudes éticas del género, sino también a una incontrovertible estadística de
mercado.
10 –
¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el
escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera
y un amaneramiento”.
FC
– Considero que todo autor,
independientemente de las influencias que haya recibido, debe procurarse un
estilo. Ahora bien, no debemos confundir “búsqueda de estilo” con
“esteticismo”. Lo segundo, en efecto, paraliza, y hasta conspira en contra del
lector.
Creo
que lo que a veces sucede es que las “maneras” se vuelven “amaneramiento”, y
esto hace que el autor se vea poco creíble, poco genuino. Ocurre con frecuencia
también algo distinto: que el lector, acostumbrado a formas más bien simples,
ve cualquier intento de superación discursiva como un exceso, como un
innecesario barroquismo. Resabios, pienso yo, de la lógica utilitarista en la
lectura poética que, por el contrario, debería ser plenamente desinteresada.
*
Flavio
Crescenzi selecciona para esta entrevista, en 2014, seis poemas de su “La
ciudad con Laura”:
Arte poética
Escribir, pintar, hacer arte es sorprender la cosa en su momento
metafórico.
Francisco Umbral
este puño de óleos y tijeras
esta tinta de hambrunas transformada
el gozo estrellándose en el lienzo como una gran
prudencia
se agitan frente al aire y aire azul son en su idioma
porque la lengua es ya palabra que mancha sus raíces
de ser cierto el ojo y su arrebato
el mundo sería un
mantel de furias o dinteles
piedra inacabada que habremos de esculpir en los
follajes
con una ausencia de aves provisoria
hasta que nos llueva un puente de azúcar o silencio
es en lo blanco en donde el papel se abriga
se asoma mercenario del alba con sus frases
como un dilema de astucias entrando en su coherencia
y una música de ámbar o cuchillos
a punto de confesarnos en ciernes su bravura
mirar la tarde de la letra en su apogeo
tardes de niños pecosos y en polainas
dándome ya un bullicio pueril de arroyo intacto
miel que se me antoja un suave aroma
para que el color adquiera su forma verbal definitiva
*
Paisaje de lluvia y flânerie
La lluvia registra
los días hasta el fondo de los ojos
que viajan a la velocidad de los ritmos conocidos
Juan
Larrea
fluye una saliva vertical un tiempo roto
tiempo o quejido quebrándose en dos ya por el aire
temblor seguro o mancha o pliego yerto
ojos rapaces en marcada actitud mesopotámica
sutiles ojos anteriores a la invención de la imprenta
la lluvia es una maltrecha realidad de bronce y humo
el día es un sopor ardiendo incluso más por sus
costados
un giro gris un improbable y último drenaje
luctuoso rostro que le lame los labios al hastío
porque el hastío es ahora un saco de azúcar y
hemorragias
no alcanza ya la música ni el labio demorado
el día irrumpe livianísimo con sus frailes y sirenas
las calles insisten en huir al sur por otras calles
como serpientes únicamente hambrientas de su espejo
ya que no hay más ventanas dispuestas al sólido beso
de un ladrillo
fluye una saliva vertical un tiempo roto
una flauta dibuja la lluvia que las palomas inventan
*
Oda a Enrique Molina
y justo al decir amor hermano mío
el mediodía se nos cagó de risa en pleno rostro
abrió sus venas como exclusas o calandrias
porque sabía que un barco se llevó nuestros nombres en
su huida
y porque no hay incesto mayor que el del viento y el
oleaje
la memoria danza todavía sobre sus pájaros largos
como en una serie tropical de goce indefinida
y es tan vegetal el cuello amado su piel su cabellera
tan beduina su ansia cuando se nos escapa el mundo
que es imposible no fundirse esperanzado a los
caprichos del verbo
yo comparto tu sed tu mar tu laberinto
me inmolo en los papeles tardíos de mi hartazgo
surco las normas con un espanto dulcísimo
hasta que podamos pintarle en los párpados al planeta
sus temblores
ni bien un volcán se haga riesgo o beso en mis heridas
tu nombre guarda en sus tres sílabas una amistad y un
guante
es menos una mano que un racimo de dedos señalando
señala puertos cuando son tímidos adioses o pañuelos
la materia vuelta espejo o agua o sueño esquivo
el breve salto a lo profundo del que hablaban las
sirenas
*
Nocturno de fuego y de caballos
Un caballo que relincha es un alma en pena, y es también un metal noble.
Eduardo
Chicharro
qué clase de sombra piafa ahora por los callejones
nocturnos
qué asordado tropel de amianto o de topacio
si hay crines azules clavadas a lo ancho de mi sangre
metálicos cascos por mis venas de azufre cabalgando
como si fuera yo también un hipódromo de cobre que no
duerme
ya he dicho que galopan millones de equinos por mi
sangre
que un triunvirato de furias se escapa azul por mis
rodeos
que no tengo más audacias en mi lengua que un quebranto
durísimo quebranto que en su sed de tropa se apresura
arrasando a su paso con el frío mineral y la prudencia
a veces el destino de mis lágrimas asciende
al nivel del éter del mar del plenilunio
corrompe con su asfixia las ventanas
y unos párpados se cierran ya dolidos
al tiempo en que el metal se funde con un nombre
qué clase de sombra piafa ahora por los callejones
nocturnos
una que ampara en su espuma sus relinchos
*
Retorno
entre temblores entre dulces espesuras
urgida de vaivenes y mareos
de hilos que atan lo inefable
volviendo al filo de tu voz que se proyecta
hilo a filo de seda o alfil triste
fijando un punto de mármol en el cielo
moviendo el tiempo de tus besos a mi carne
así volviste
mirando el negrísimo mar que ya se enarca
con un desdén de luna forajida
con un relieve de arena en cada mano
jinete o montura de tu cuello
público templo que en soledad se arriesga
a la faena de ser alma en voz que trina
a recuperar sus propias odiseas
así volviste
siendo rumor de lo que fuiste entre mis brazos
sabor de almíbar en mi lengua
página erguida que busca su palabra
y es más palabra azul que tanta búsqueda
con ojos entregados al asombro
con esos ojos que hablan cuando besan
pan para mi hambre remotísima
así volviste
y volviste sin nunca haberte ido
con eso de fragancia o de postales que tienen los
regresos
con tímidos anhelos de gloria en los bolsillos
un sol en cada dedo y un milagro
cuerpo que pasa silbando mi nombre más secreto
tren que hace escala en todas mis certezas
y en cada una suben más con su gran carga
llena de mí para llenarme
así volviste
*
Tríptico de éxodos
I
Las piernas
te pesan como mares, tu espalda carga con cientos de molinos (molinos de fuego
como aspas, molinos de prisa o de silencio), un toro impenitente suplica por
más campo, y el campo es un oleaje de truenos que te nombra. Las madres que te
niegan se esfuman como humo, tu mano es un pájaro que aferra ya tu cuerpo, este
níveo cuerpo que devoro, hoy te duelen de furia tus ojos de metralla.
II
Ya nada se
asemeja al claustro o las plegarias, esos ritos de insomnio y de temblores que
seguías, te han visto las lunas llorando un gran desierto, de fósiles y lava,
de aire o pesadilla (ay, corcel de mármol que cabalgo, lienzo o herida), como
si alguien mereciera inmolaciones de suelo y de derrumbes. La palabra esconde
otras palabras que detonan más palabras sin atajos, familia esconde fámulo o
siervo o mayordomo, la huida es un verso pintando sus urgencias con saliva.
III
Los días
pasan díscolos como un arroyo afilado, le cantan loas a tu carne, se estilizan,
como si ya hubiese un punto de quiebre en cada astro o astros azules se
entregaran al asombro. Bisagra de tu historia es esta historia, sopor de alba o
luz que llega, marea anclada a un horizonte de melindres. Mi brazo se adhiere a
tus reservas, a tu dolor se suma, nada como un perro al punto abierto en que te
beso, y hay más beso en el mañana que se abre, coros que ensayaron su
entonación en un crepúsculo.
*
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Flavio Crescenzi y R. R., 2014.
http://www.revagliatti.com.ar/030922.html www.about.me/rrevagliatti
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islanegra a las 08:35 · 3 Comentarios
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10 de Septiembre, 2014
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Entrevista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti Norma Etcheverry nació el 5 de mayo de 1963 en Ranchos, provincia de Buenos Aires, y reside en Ringuelet, localidad del aglomerado urbano Gran La Plata, en la citada provincia. En 1981 fue cuando se mudó a la ciudad de La Plata, en cuya Universidad Nacional de La Plata (UNLP) se graduó en la carrera de Periodismo. Publicó los poemarios “Máscaras del tiempo” (1998), “Aspaldiko” (2002) y “La ojera de las vanidades y otros poemas” (2009). Con el título “Lo manifiesto y lo latente” fue incluida en 2011, dentro de la colección “Cuadernos Orquestados”, dirigida por Abel Robino, una muestra de sus poemas concebidos después de 2009. Inédito permanece el volumen “La vida sin O.”, de poesía y relato breve, como así también“Viajar, leer, inundarse”. Actualmente trabaja sobre un poemario (“México”) y una novela breve que aborda el amor y la política. Textos suyos fueron traducidos al francés, euskera y portugués. Invitada participó, por ejemplo, en el Primer Festival Internacional de Poesía “San Nicolás de los Arroyos”, en el Quinto Encuentro Poético (ciudad de Buenos Aires, abril 2010:http://es.calameo.com/read/00064806894a6df53cc91 ), en la Feria del Libro y de las Artes de la ciudad de Berazategui, en el Encuentro Argentino de Poesía Rosario 2012, en el Festival de Poesía ABBApalabra, en México. Poemas y comentarios bibliográficos de su autoría aparecieron en medios gráficos y digitales: Diarios “El Día” y “Diagonales”, de la ciudad donde reside, Revista “El Espiniyo” de la ciudad de City Bell, “Jornal Rascunho” y “Folha de San Pablo” de Brasil, entre otros. 1 – Ranchera de nacimiento, infiero por lo que he pesquisado, que por decisión familiar te criaste a 45 kilómetros de la Capital Federal, en Alejandro Korn, y ya más por “imperio de las circunstancias” en tu adolescencia te vas unos 15 kilómetros más lejos de la Capital y allí te quedaste. Norma: tu familia, tus raíces, tu entorno… NE – Efectivamente, nací en un pueblo rural llamado General Paz (Ranchos), donde vivía “gente de campo”, con sus costumbres, sus creencias, sus sueños y sus limitaciones. Por razones familiares, a mis seis años nos mudamos a Alejandro Korn, que si bien es también un pueblo provinciano, tiene más que ver con la ciudad que con el campo. Alejandro Korn es “el último cordón del conurbano hacia el sur”, y el contacto con la Capital era, ya en aquella época, muy frecuente. La diferencia de idiosincrasia con Ranchos fue algo que me marcó para siempre. En una novela que escribo y reescribo (hasta que me decida a “expulsarla” de mí), la primera línea narrativa recorre la oposición campo-ciudad y las antinomias que se me plantearon en la vivencia cotidiana desde entonces, en las cuales consciente o inconscientemente identifiqué el interior con el radicalismo y el conurbano con el peronismo. Esta cuestión implica otras menores (o no tanto); por ejemplo, el hecho de ir a un colegio religioso en Ranchos, donde había ciertos lujos como un gran piano en la sala de música, y, por otro lado, asistir después a una escuela que me sorprendió por las modestas instalaciones y la situación económica de mis compañeros. Pero no me disgustó, al contrario, guardo en mi memoria algunos recuerdos entrañables, como cuando llegaba la hora del mate cocido con leche, en esas aulas de madera sin estufas durante las mañanas heladas del invierno. Yo fui allí sabiendo leer de corrido, mientras que la mayoría aún estaba aprendiendo, así que muchas veces me tocaba efectuar la lectura del día desde un libro que nunca olvidé: se llamaba “Caleidoscopio” e intuyo que incidió esa obra con mi pasión por viajar y compenetrarme con otras geografías y otras gentes. Cada capítulo se refería a un lugar o situación distinta, y para mí, exótica. Ya el caleidoscopio giraba y enfocaba una tribu del Amazonas, ya apuntaba en dirección a los Andes mientras San Martín cruzaba la cordillera, ya caía en medio del Círculo Polar Ártico, donde un grupo sami se deslizaba en trineo por el hielo de Laponia. Fomentó mi curiosidad; y mi entusiasmo por la lectura. Otra cuestión que me marcó entonces tiene que ver con el mundo de los hombres y el de las mujeres. Me crié en una familia de mujeres fuertes, algunas por carácter (como mi abuela y mi tía, la única hermana de mi madre), y otras por necesidad, como mi madre, que tuvo la osadía de divorciarse y enfrentar sola la vida con cuatro hijos (tres, varones). He aquí que también me imbuí del mundo masculino. Además, en el campo quedó mi familia paterna, compuesta de padre, tíos y primos, de sangre vasca y pocas palabras. Alterné entre ambos mundos gran parte de mi infancia y toda la adolescencia, y ese ir y venir me abrió interrogantes sobre los que indago todavía. Cuando terminé la secundaria, coincidieron algunas razones familiares para que, otra vez, nos mudáramos de ciudad, ahora a La Plata, donde vivía mi tía materna, una mujer emprendedora, de mucha personalidad, que muy pronto supo qué hacer conmigo y conseguirme un empleo público que me permitió estudiar y aprender a manejarme en un contexto de relaciones más complejo que el que yo conocía. Así, apenas con dieciocho años, ya trabajaba en el Ministerio de Economía mientras estudiaba Periodismo. Con la llegada de la democracia, participé en política y casi sin proponérmelo me encontré muy cerca de la entonces vicegobernadora Elva Roulet, otra mujer “fuerte”; por lo menos lo fue, simbólicamente. En esta instancia, aparece en mi esquema de pensamientos y acción, el tema del poder. De hecho, a menudo viajaba con ella a pueblos del interior como aquellos en los que yo había vivido, y observar las necesidades de la gente desde el escenario o desde la ventanilla del auto oficial, me producía una contradicción terrible. Volvía la antinomia peronismo-radicalismo, también en lo personal, ya que me enamoré de hombres peronistas (traicionando a mi padre, supongo) de los que después me separé. El amor también fue siempre oscilar entre dos mundos. 2 - ¿Cómo “te explicarías” tus búsquedas formativas en Derecho, Letras, Filosofía, Técnicas de Psicodrama en la Escuela de Psicología Social, curso de Yo-auxiliar en la Asociación de Psicodrama, dibujo y pintura en los talleres de Manuel Oliveira y de Hebe Redoano, acercamientos a la interpretación de la Kabalah, seminarios de Cine y Literatura, así como sobre Nietzsche, o Estética, o sobre “Lo queer en la literatura del cono sur”, taller con Alicia Genovese en la Casa de la Poesía…? NE - Voy a empezar contando una breve anécdota. Cuando estaba en sexto grado, creo, debí abocarme a la redacción diaria y el título convocante era “Nerón incendia Roma”. Al día siguiente me llamó la vicedirectora para felicitarme: tuve por primera vez conciencia del acto de escritura en relación a los otros: me obsequió un hermoso cuaderno de tapas duras y me dijo “tenés que escribir tu diario”. Eso hice, y en uno de esos cuadernos (ya estaba en la secundaria), afirmé que estudiaría Psicología o Letras. Sin embargo, instalada en La Plata vine a estudiar Relaciones Públicas, y ese año los cursos estaban suspendidos, la carrera de Psicología no existía (se había cerrado durante el Proceso) y por alguna razón que no comprendo no opté por Letras. Terminé en Periodismo, sin una verdadera vocación, aunque siempre lo asocié con el oficio de escribir, lo que me dio una formación bastante amplia. Mientras participé en política estuve unos años en Abogacía, pero estudiar códigos de memoria me aburría. Por fin, decidí anotarme en Letras para cursar las Literaturas (argentina, alemana, francesa, española, clásicas, etc.), porque leía mucho y desordenadamente. Cursé las materias de Teoría y de Crítica Literaria, Filología y optativas de Filosofía. No tengo una vocación definida; procuré buscar, hacer lo que sentía que era el camino por donde tenía que transitar para nutrirme. El psicoanálisis, la Cábala, Nietzsche o mezclar colores en un lienzo mientras leía las “Cartas a Theo” de Vincent Van Gogh, fueron surgiendo a medida que andaba por la vida, y así es todavía. Cuando asistí al seminario de literatura queer fue porque estaba leyendo “Austria-Hungría” y me entero que José Amícola (con quien había aprendido mucho en la Facultad), iba a dar ese seminario en el que, entre otros autores interesantísimos como Copi o Marosa Di Giorgio, estaba Néstor Perlongher. Es una búsqueda constante de ese momento de plenitud, en el que “ser y devenir son la misma cosa”, como dice John Berger. Una “cacería de instantes”, con las palabras de Leopoldo Castilla, refiriéndose estrictamente a la poesía. 3 - ¿Ejercés o has ejercido el periodismo de modo sistemático? ¿Es o ha sido tu actividad laboral redituable? NE – Desde 1983, como dije antes, comencé a trabajar en el Senado de la provincia. Me recibí y comencé a hacer prensa. Mi primera experiencia fue ésa, en lo institucional, y no demasiado imparcial puesto que era un equipo que funcionaba alrededor de un cargo político. Hice algunas incursiones en radio pero no era el periodismo lo que más me motivaba sino el acto de la escritura. El hecho de hacer periodismo político (y en cierto modo partidario) me limitaba, me enojaba. Recuerdo esos comienzos como muy en contradicción conmigo. Odiaba ir corriendo con un micrófono detrás de alguien para que se dignara contestar mis preguntas. Prefería las notas donde podía escribir serenamente, aunque fuera una pequeña colaboración en un suplemento. No obstante, tal vez por comodidad o por cierta seguridad económica preferí quedarme en el área legislativa, en vez de, por ejemplo, irme a Buenos Aires y abrirme camino en el periodismo en una época en que, en La Plata, todavía se discutía la profesionalización; el diario “El Día” evitaba dar trabajo a estudiantes de Periodismo. Incluso la carrera, si bien era universitaria, no tenía rango de Facultad. Eso fue cambiando y no sólo no se discutió el periodismo desde lo académico sino que adquirió niveles impresionantes. A ello contribuyó el avance tecnológico: a mediados de los ‘80 lo más sofisticado era tener un fax y en pocos años, internet explotó. . 4 – En esto de haber accedido a tu poética pero tener sólo algunos datos sueltos sobre vos, así operan en mí, sueltos, los datos referidos a que no sólo viajaste profusamente por nuestro país, sino que también visitaste Bolivia, Perú, Chile, Brasil, Uruguay, México, España, Italia y República Checa. Nos ayudaría a conocerte si evocaras aquellas “andanzas”. NE – Mi predisposición se habrá constituido por la vida un poco nómade que tuve, pero también por pura curiosidad. Cuando era chica, me quedaba a ver pasar los trenes en la vieja estación de Ranchos y me preguntaba por los pasajeros, adónde irían, qué historias tendrían esas personas que miraban un pueblo quieto en medio de la nada. Conservo enmarcada una nota de Luis Gruss, en una contratapa del diario “Sur”, de 1989, que se titula “Trenes porque sí”, en la que ilustra sobre la relevancia de los trenes para los pueblos y su mítica belleza. Cuando comencé a andar por el país y mi tren se detenía, en la noche, en estaciones solitarias desde las que se divisaba alguna lucecita prendida, en un pueblo, me veía a mí misma, niña, en la estación de Ranchos. Las primeras veces que salí del país fueron a Brasil, un país que aprendí a querer recorriendo sus vastas extensiones por tierra y leyendo las novelas de Jorge Amado. A los 26 años ya me había casado y separado, y decidí irme sola a Perú. Ahorré, pedí una licencia sin goce de sueldo y me fui por tres meses. Descubrí nuestro Norte maravilloso, Salta, Jujuy…, pasé a Bolivia, y después subí a Perú. Había conocido hacía muy poco al que sería el padre de mi hijo. Creo que me asusté, y por eso salí a buscar-me. Cuando llegué a lo más alto de la ciudadela, en ese paisaje imponente y celestial que es el Machu Picchu, con la Huayna Picchu enfrente (montaña vieja y montaña joven, tal lo que significa, con el Río Urubamba corriendo abajo…; allí, de pronto, supe que estaba dispuesta al compromiso afectivo y, fundamentalmente, a que, llegado el caso, tendría un hijo). Fue un gran viaje. Otro, aconteció cuando viajé a Euskadi, para visitar Iparralde, donde intuía estaban los orígenes de mis ancestros. Mi padre había muerto cuando yo tenía 18 años y mi tío abuelo vasco me decía palabras en euskera que nunca olvidé. Para entonces, ya había publicado “Máscaras del tiempo”, y en este viaje sembré la semilla de “Aspaldiko”. Cuando volví a La Plata, estuve un año aprendiendo la lengua vasca. Aspaldiko es una expresión del euskera que significa “cuánto tiempo sin verte”, y es un libro que busca raíces de España, pero también es mi libro más político, en el sentido en que, sin darme cuenta, está atravesado por la crisis de 2001 en nuestro país. Mientras tanto, seguí andando con mi hijo por toda la Argentina y Brasil. Recuerdo el verano de 2007, cuando hicimos el trayecto por tierra hasta Ushuaia. Su papá fue un hombre a quién amé profundamente y su desaparición física fue un quiebre para mí. De él aprendí una búsqueda singular atravesada por la psicología, el psicoanálisis y (¡otra vez!), la política. No encontré más con quien dialogar –ese dialogar-, como lo hacía con él. La Patagonia seca y desértica fue como un bálsamo para mí, kilómetros y kilómetros de…; a veces, el mar. Después de cruzar hacia el Calafate y andar por el hielo del glaciar, bajamos hasta el fin del mundo. Y hace poco cumplí el sueño de conocer Praga, lo que deseaba desde chica, cuando leía historias sobre los países que estaban “detrás de la cortina de hierro”, y sobre la Primavera de Praga; sobre la vida de Václav Havel, el dramaturgo que fue presidente, y antes de eso, Kafka a través de sus “Diarios” más que de sus novelas, y supongo que Milan Kundera en “La insoportablelevedad del ser”. Viajar es como el segundo verbo, igual que escribir, aún antes que respirar. Ojalá pudiera más, pero no tengo medios para eso, ahorro lo que puedo y, cuando tengo vacaciones, aprovecho. En alemán, hay dos verbos que me gusta pronunciar, uno es reisen, viajar, y otro es werden, devenir. Entre ambos, un lazo muy íntimo. El viaje, literal y metafóricamente, indica una búsqueda y en ese camino de buscar hay una transformación, algo deviene en otra cosa, generalmente superadora. El proceso es similar en el amor, en los vínculos, en la escritura. El viaje es el camino, como en el famoso poema de Constantino Cavafis: Itaca es el camino. Una vez, tendría diez o doce años, leí un artículo en las “Selecciones del Reader Digest” que narraba cómo un geólogo desquiciado había golpeado la estatua de la Piedad, fragmentando parte de su rostro y el brazo. Hace un par de años, cuando tuve a la Pietá frente a mí, detrás de un cristal, resguardada para evitar ataques salvajes como aquél, no pude evitar emocionarme. Lloré, pero creo que las lágrimas de mi niñez, cuando leí esa historia, se unían desde el libro a la realidad, como en el caleidoscopio que giraba y giraba hasta detenerse. Así, ahora, yo reúno mis partes en el tiempo. 5 – “Poesía a la calle” fue una consigna que sostuviste en 1987 con Gustavo Caso Rosendi, Patricia Coto, Eduardo Rezzano, Susana Kakuyaku… Además de situarnos en los ámbitos donde se produjo, ¿cómo la caracterizarías? ¿Qué les dejó de grato y de insatisfactorio? NE –Éramos jóvenes y, en esa época, el mercado editorial nos quedaba lejos. Así es que la idea de hacer nuestros propios libros y ofrecerlos al transeúnte común, fue un hecho singular: el acto grupal “de unirse para”, con nuestros libros en mesitas improvisadas en medio de la Plaza San Martín. La gente nos miraba con curiosidad, no estaba acostumbrada a ver poesías expuestas en la calle. Lo hicimos varias veces en La Plata, y también en Berisso y Ensenada. Merece nombrarse a Esteban Tómaz, quien fue el gestor y puso mucho empeño, aunque también es cierto que cuando propuso pergeñar un reglamento para adecuarnos a un determinado funcionamiento, algunos nos alejamos. De esa época es mi amistad con dos grandes poetas de La Plata, cada uno en su estilo: Caso Rosendi, de quien estoy convencida que su libro “Soldados” es valioso en la transformación estética de un hecho histórico que jamás se olvidará: la gesta de Malvinas. El otro es Eduardo Rezzano, además músico, y cuyo estilo, imposible de encasillar, es original y desestructurado. Lo más grato de aquella iniciativa fue la camaradería, y al “reconocernos” alcanzar una noción de la entidad “poeta”. Por lo menos para mí, en cuanto recién empezaba a mostrar mis versos un poco más allá del círculo íntimo, y ese ámbito me servía para reflejarme, para ver “dónde estaba parada” en esto de escribir. No había juicios entre nosotros porque la autoridad la tenía el tipo de la calle, la chica o la señora que se paraba y rescataba algún poema de entre tantos. Insatisfactorio, nada, en todo caso, se aprende de los propios límites. Lo grupal no es fácil de continuar en el tiempo sin reglas de convivencia y, por otra parte, ¡es imposible pedirle a un poeta que acate las reglas! La idea de llevar la poesía adonde está la gente es algo que siempre me moviliza. Me gusta ir a leer a escuelas, cárceles, sindicatos… En los ‘90 hubo emprendimientos de escritores más jóvenes que ya no están, como Mariano Ojea y Pablo Ohde. Versos lanzados desde avionetas, o afiches pegados en las paredes, fueron algunas de las propuestas. A partir de una iniciativa de la comuna por la que se editó una antología (en la que no participé porque la política y otras búsquedas me habían alejado de la poesía) se organizaron varios ciclos de lecturas que me ayudaron a reencontrarme con la gente. De esos ciclos, recuerdo especialmente el de “El Café de los Poetas”. Ana Emilia Lahitte iba a las lecturas y nos escuchaba y, en mi caso, como en tantos, ofreció su ayuda para divulgar mi poesía. En esa época conocí a Horacio Castillo, que nos recibió en su casa (yo fui con el querido César Cantoni) y conversamos largamente una tarde de verano hasta el anochecer; también a Rafael Felipe Oteriño, que ahora reside en Mar del Plata pero ama su ciudad natal. 6 – ¿Algo que nos quieras trasmitir de lo que opinás de los Encuentros de Escritores y, en particular, del “Festival de Poesía ABBApalabra”? ET – Estoy persuadida de que, como decía Alberto Vanasco, “la verdad de la poesía es la amistad de los poetas”, no porque la amistad sea más importante que la poesía, sino porque en esa amistad se forjan vínculos y se comparten instancias que nos hacen dignos de ella. Por supuesto, como en todas partes, hay mezquindades y ambiciones, pero a la larga caen las máscaras y queda lo esencial. Los encuentros son positivos en todo sentido. Si no somos soberbios y aceptamos reconocer el nivel propio y ajeno, eso, a mí me motiva a trabajar más, a leer más, a aprender más. El Festival de ABBApalabra en México me otorgó la satisfacción de leer mis textos en lugares como Matehuala y Real de Catorce, en la sierra huasteca, en San Luis Potosí, conociendo y alternando con poetas de otras geografías y de otras culturas. Fue intensa la actividad. 7 – Mantuviste, entre otros, www.diagonalconverso.blogspot.com y la revista del mismo nombre que se distribuía por correo electrónico. Te propongo que nos reseñes esas iniciativas, quiénes fueron divulgados, durante qué lapso. ET – Mi objetivo era delinear una especie de diario (yo lo llamé “revistual”), que diera cuenta de las actividades de los poetas de la ciudad. Entre 2005 y 2007 se publicó la revista “El Espiniyo”, dirigida por José María Pallaoro: entrevistas, ensayos como el que hizo Alejandro Fontenla sobre Héctor Viel Temperley, la aparición de poetas nuevos y “novísimos”, en fin, que sacudió la modorra platense y dejó documentado en soporte papel un material valiosísimo. A mí me provocó el deseo de hacer algo, una especie de intercambio informativo continuado sobre las actividades del “mundillo”, para no perdernos de vista. Envié por correo un primer número en el cual aparecían poemas de Rezzano de su “Gato barcino”. En cada edición redactaba una nota principal sobre la escritura, el amor, el tiempo, la poesía femenina... Y transcribía versos de consagrados y desconocidos. Concreté varias ediciones entre 2007 y 2009. Fueron divulgados Horacio Preler, Néstor Mux, Roberto Themis Speroni, Mario Porro, Guillermo Pilía, Diego Roel, Martín Raninqueo, Eric Schierloh, Carlos Aprea, Norberto Antonio, Sandra Cornejo, Silvia Montenegro, Ethel Alcaraz, Olga Romero, Horacio Fiebelkorn, Lara Villaró... Y hubo un artículo sobre Matías Behety, que aunque nacido en Montevideo, Uruguay, en 1843, tras haberse radicado acá y fallecido en 1885, es considerado el primer poeta de La Plata. 8 – Roberto Daniel Malatesta publicó en 2004 su poemario “Por encima de los techos” (Editorial Leviatán, colección El Viaje, Buenos Aires), a partir de la tremenda inundación que se produjera un año antes en su ciudad de Santa Fe. Y vos, Norma, debiste pasar una noche con tu familia sobre el techo de tu casa durante la también tremenda inundación del año pasado. ¿Cómo afrontaste semejante avance de las aguas y qué instaló y desplegó en tu subjetividad y en tu obra? NE – Es increíble cómo, de alguna manera, el agua siempre me persiguió. La primera imagen que me viene a la mente es el desborde del Río Salado, y en el medio del campo un ranchito con el agua tapando las ventanas. En el techo, una heladera. Es un recuerdo de cuando tendría… no sé, menos de diez años. Luego siempre, cuando llovía en la noche, sentía angustia “por lo que se mojaba con la lluvia”, pero en relación a la gente humilde, las casas modestas, las cosas que había afuera y se arruinaban. Ya en La Plata, no muy lejos de donde vivo desde hace veinte años, hay un arroyo que suele desbordar y afectar a decenas de familias que viven en la orilla. En “Máscaras del tiempo” hay un poema que se llama justamente “La inundación”. En 2002, cuando construían la Autopista La Plata-Buenos Aires, yo misma me inundé: cuarenta centímetros de agua en mi casa, hubo un antes y un después para mí, tiré algunos libros y papeles pero no fue lo principal, porque por ese temor eterno mío, cuando empezó a llover más fuerte levanté todo, absolutamente todo cuando nadie imaginaba que el agua subiría. Eso afectó sólo a la zona del norte, en Tolosa y Ringuelet. Así que, cuando volvió a suceder en 2013 y esta vez fue un desastre y tapó a toda la ciudad, yo no podía creer que volviera a pasar. En mi casa tuve casi un metro de agua, pero hubo otras donde subió hasta dos! Agradezco a Dios haber llegado a tiempo (había ido justamente a Ranchos) para estar con mi familia y resistir juntos esa noche espantosa, con gente que estaba en la calle, separada de sus seres queridos por distancias insalvables. Todavía no pude escribir nada sobre esa noche, todavía me contengo. Un poema mío bastante divulgado es “Aguas”: creado a raíz de la inundación de 2002, y que recién apareció en mi libro“La ojera…” en 2009. Sí estoy con un módico proyecto en imprenta (“Viajar, leer, inundarse”): rescate de unos treinta textos (no me animo a denominarlos poemas) de mis cuadernos pasados por agua: líneas que empiezan o terminan en puntos suspensivos, que son las borraduras del agua. Es algo experimental; aun en la falta de palabras de cada línea, se arma un sentido. Sobre todo porque eran registros de viajes, lecturas, películas que vi, momentos. Me parece milagroso que se pueda transformar en arte el dolor. 9 – Milagroso…, agradecimiento a Dios: ¿cómo te llevás con la representación “Dios”? NE – Tengo un costado místico sobre el que se apoya una fe que me ha ayudado en circunstancias de dolor o tristeza, y también en esos instantes en que parece ser que uno está presenciando un milagro. Creo en Dios, o en los dioses, no sé, me da igual. En la soledad y en la visión de la muerte. No se trata de un Dios injusto que permite que mueran inocentes en Palestina: los hombres son los que matan. Pienso en algo superior en relación al universo: asirnos a algo que nos distraiga del inmenso absurdo de la existencia. Cuando se alcanza a vislumbrar la fenomenal contradicción que conlleva la condición humana, si uno no es un poco místico se arrima demasiado al suicidio o la demencia. Soy optimista, opongo al absurdo mi entusiasmo por la vida. Me agrada repetir el significado griego del vocablo entusiasmo: “tener los dioses adentro”. * Norma Etcheverry selecciona para esta entrevista, en septiembre de 2014, siete poemas de su autoría: Aguas La lluvia es bella y triste y acaso nuestro amor sea bello y triste. Raúl González Tuñón Dice la lluvia que esta vez pasará de largo que no se llevará los colchones ni las fotos del bebé ni los papeles del renó ni la escritura del terreno que no dejará su marca en las paredes heridas de arroyo abierto bajo un cielo de cartón chapas grasas de la noche en que resbalan las gotas por la frente del barrio dice la lluvia que luego se tenderá mansita sobre el asfalto que viene a cuenta de una promesa o en otras sogas de la ropa o en el escote del veranito que arrima mesas a la vereda Va tan rápido el mundo, la vida, pasan los nombres en el diario y tantas cosas pasan pero el agua no el agua se queda estancada un remolino de basura frunce la banquina y tus labios, negra, que antes del agua fueron de miel ahora son dientes perros en furia mordiendo el barro dice la lluvia que ya basta digo yo, negra, que ya basta que así no se puede construir ningún amor ningún recuerdo para mañana. (de “La ojera de las vanidades”) * Andamos por las calles de esta ciudad y nos emborrachamos y salimos a buscar cuerpos adonde perdernos de lo que más amamos donde extraviar la última posibilidad de ser cotidiana y remotamente feliz. (de “Aspaldiko”) * El cable del teléfono Sentada al sol miro mi casa desde fuera de mi casa la música del auto me envuelve lentamente todo se detiene y por un instante reparo en el cable del teléfono. Recortado en el fondo de este cielo me impresiona pensar que todos estos años ha sido el mismo cable. Toda esta vida en esta casa con ese mismo cable negro péndulo apenas mecido por los vientos reseco al sol lluvia tras lluvia sobre el mismo objeto mudo que estuvo allí permaneciendo cada día cada noche cada año de todos estos años y tantas voces tantas conversaciones tantas historias o fragmentos de historias que entraron y salieron toda la vida y toda la muerte toda pasando por allí. Como un cordón umbilical que alimentara de palabras al mundo. (de “Lo manifiesto y lo latente”) * Angst La angustia permanece porque permanece la fragilidad. André Conpte-Sponville Cada vez que anda cerca es posible sentir la limitada expiación la inutilidad del gesto que pide clemencia tanto como la persistencia de la lluvia o la voracidad del viento. Es pavorosa la fragilidad la entera fragilidad de todas las cosas y también de nuestras existencias nuestras mezquinas formas de ser en la profundidad de la grieta por donde hacemos agua. (de “Lo manifiesto y lo latente”) * La otredad En definitiva, si no fuéramos tan vulnerables nunca habría nada que decir. Lo íntimo Confiar. Habitar el oleaje, cada día, sin pertenecer a nada más que al insistente espejo de lo íntimo. El viento Escucho el viento, su nombre que viene desde la ruta del desierto cuando las caravanas de menhires deslizaban sus almas blanquísimas y ya estabas, estábamos ahí. Cuando todavía no teníamos designio de los ángeles ni rostro humano. (de “La vida sin O”). * Ringuelet, departamento de la Ciudad de La Plata y Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distantes entre sí unos sesenta kilómetros, Norma Etcheverry y R. R., septiembre 2014.
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islanegra a las 07:36 · 1 Comentario
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31 de Agosto, 2014
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Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti Rafael Alberto Vásquez nació el 11 de octubre de 1930 en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina. Integró el Grupo Literario “Barrilete” y participó, entre 1963 y 1967, en la dirección de la revista del mismo nombre. En 1966 formó parte del equipo que condujo “ La Voz de la SADE ” –Sociedad Argentina de Escritores- en Radio Municipal, con María Elena Walsh y Héctor Yánover; y en 1969, con Alicia Dujovne Ortiz y Nelly Candegabe, de la misma audición en Radio Nacional. Fue candidato a vocal por la lista “Movimiento Gente Nueva” en las elecciones para la conducción de la SADE en 1965, así como en 1975 lo fue por la lista “Agrupación Gremial de Escritores”. Con otros poetas, entre 1983 y 1986, fue integrante del “Grupo de los Siete”, editores de cuadernillos de poesía. Por su libro“Apuesta diaria” le fue concedida en 1964 la Faja de Honor de la SADE. Ha sido incluido, entre otras antologías, en “Buenos Aires dos por cuatro” de Osvaldo Rossler (Editorial Losada, 1967), “El 60” de Alfredo Andrés (Editorial Dos, 1969), “Generación Poética del ‘60” de Horacio Salas (Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educación, 1975), “Dársena Sur. Selección de Poetas Argentinos Contemporáneos”(Edición Servilibro, Asunción, Paraguay, 2004), “Legado de Poetas. Poesía Social Argentina 1956-2006” de Roberto Goijman y Diego Mare (Ediciones Patagonia, 2007). Poemas suyos fueron incorporados al LP “Buenos Aires vuelta y vuelta” (1966) y a los CD “Buenos Aires, la noche” (2000), “Rita canta a los poetas” (2001), “Eduardo Baró. Urbango” (Bruselas, Bélgica, 2005). Publicó entre 1962 y 2011 los poemarios“La verdad al viento”, “Apuesta diaria”, “La vida y los fantasmas”, “La piel y la alegría”, “Hay sol en Buenos Aires”, “Cercos de la memoria”, “Ese sitio sin paz de la memoria”, “Explicaciones y retratos”. En 2003, la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires editó el cuadernillo “Ciclo de Poetas del 60. Rafael Alberto Vásquez”. En ese mismo año, Editorial Libros de Tierra Firme da a conocer su ensayo “Informe sobre Santoro” (Aproximación bio-bibliográfica sobre el poeta Roberto Jorge Santoro, con apéndice y antología). 1 - ¿Cómo nos armarías un boceto de tu transcurrir desde aquel primer 11 de octubre… hasta poco antes de la irrupción de “La verdad al viento”? RAV – Nací en el barrio de Boedo, concurrí a la escuela primaria argentino-alemana Germania Schule, etapa durante la cual perseguía a mi madre para leerle poemas de una antología infantil que me habían regalado, y el secundario lo hice en el Colegio Nacional de Buenos Aires. A los quince años comencé a urdir poemas y fundé una “revista literaria” de pocas páginas, hecha a mimeógrafo, para vender en la misma división del Colegio, primero, y más adelante colocarla en librerías de la calle Viamonte, en cuyas inmediaciones estaba la Facultad de Filosofía y Letras. A fines de 1949 ingresé a la Facultad de Derecho y rendí las primeras materias. Fue recién en 1961 cuando después de aprobar una de tercer año, decidí abandonar la carrera. En 1950 trabajé unos meses como auxiliar administrativo en el Colegio Nacional: conocí a Manuel Antín, quien también trabajaba allí. Nos hicimos muy amigos, compartiendo estudios, salidas al cine y al teatro, y también la poesía, ya que Antín, antes de dirigir películas escribía poesía y dramaturgia. 1951 fue un año perdido, de marzo a diciembre, cumpliendo el servicio militar obligatorio en un cuartel de Ciudadela. Tres años después, en el nº 16 de la revista-libro “Buenos Aires Literaria”, soy publicado por primera vez: una nota bibliográfica de cinco páginas sobre tres libros de poesía aparecidos por entonces. En julio de 1955, en el nº 1 de la revista “Letras Mundiales”, se editan, en tres páginas, también por primera vez, poemas de mi autoría. En el mismo año en que abandono Derecho, en concurso organizado por la SADE y el Fondo Nacional de las Artes, fui uno de los veinte autores seleccionados para la edición de un libro con préstamo del Fondo. Uno de los jurados, Bernardo Ezequiel Koremblit, también director del área cultural de la Sociedad Hebraica Argentina, comenzó a reunirnos a los seleccionados y así fui conociendo a los escritores Luis Ricardo Furlan, Inés Malinov, Atilio Jorge Castelpoggi, Julio Arístides, Emma de Cartosio, Osvaldo Rossler, José Isaacson, con lo cual concluyó mi aislamiento. Además de esas reuniones, que no sé ya con qué periodicidad se hacían, recuerdo que Julio Arístides y José Isaacson conducían la FADRYGLI (Federación Argentina de Revistas y Grupos Literarios Independientes), con encuentros en un café de la calle Cerrito esquina Bartolomé Mitre. Y se organizaban lecturas de poemas, en la SADE , en un colegio, en Estímulo de Bellas Artes. Después, esta nueva forma de comunicación empalma con la creación del grupo Barrilete. Porque a Roberto Santoro también lo conocí en las escaleras de la Hebraica. Me lo presentó Luis Ricardo Furlan, que venía con él; y Santoro, con su libretita mágica llena de anotaciones, chistes, teléfonos y direcciones, supo darme el teléfono de otro poeta que yo quería conocer: Horacio Salas. El azar que interviene en la vida. Yo acostumbraba a cortarme el pelo en una vieja peluquería que estaba en la Avenida de Mayo entre las calles Chacabuco y Piedras, al lado de las oficinas del diario “ La Razón ”. Entre las revistas disponibles para los clientes que debían aguardar su turno, una tarde me puse a hojear un ejemplar de “Vea y Lea”, revista para todo público que compartía entonces una franja del mercado familiar con “El Hogar” y con “Mundo Argentino”: no sé si te suenan esos nombres… Todas ellas, además de chismes, notas de actualidad, fotos, traían algún cuento y algunos comentarios bibliográficos. El que me interesó, por la habilidad del cronista y por las trascripciones poéticas del libro comentado, era sobre el primero, “El tiempo insuficiente”, de un joven poeta, Horacio Salas. Esa conexión con su poesía dura hasta hoy, que sigo admirando su estilo y continuamos la amistad. Pero no mucho después aquel encuentro sirvió para que Santoro me pidiera un poema para publicar en su revista mensual de ocho páginas, “El Barrilete”, iniciada en agosto de 1963. Y hacia fines del mismo año me convocó para integrar un grupo de trabajo literario que, además, se hiciera cargo de su revista, crecida en páginas que, con altibajos, idas y venidas de sus integrantes, duró hasta fines de 1974. 2 – En no menos de seis ocasiones –y porque me esmeré en repetirlo lo menos posible en tu presentación- debí asentar el nombre de tu ciudad (que es la mía), y en tres ocasiones –y aquí también me esmeré- quedó la inscripción de tu pertenencia a la generación “del ‘60”. Apuntando no tanto a los que jugamos de “locales” y estamos informados, Rafael, ¿intentarías devolvernos tu visión de porteño de estos puertos, del cómo la viviste a nuestra ciudad en las sucesivas décadas, de tus “grados” de consubstanciación con sus barrios y problemáticas, y de qué ha sido o significado la generación poética aquella, de la que has sido uno de sus insoslayables referentes? RAV - Yo siempre sostuve que mi contacto con la ciudad tuvo sus peculiaridades. En razón del lugar donde vivía de chico con mis padres: Barrio Norte, después San Nicolás, no tuve calle ni “potrero”. Pero al crecer, siempre me gustó caminar las calles de la ciudad que quise y quiero. Con amigas o amigos o solo, era lindo recorrerla. Pero también por la poesía entró la ciudad: Evaristo Carriego, Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, José Portogalo, Baldomero Fernández Moreno, Raúl González Tuñón, Mario Jorge de Lellis. La ciudad también fue creciendo en mis poemas. En mi segundo libro, de 1964, “Apuesta diaria”, la última sección se llama “Buenos Aires en mí” y se cierra con el único poema largo que escribí en mi vida, que ocupa seis páginas y titulé “Canto confidencial a Buenos Aires”, con un epígrafe de Borges y que dedicara a Horacio Salas. Esa forma de situarme en la ciudad me hermanó con los otros poetas que integramos el Consejo de Redacción de la revista a la que me refiriera en mi respuesta anterior y que fuimos: Daniel Barros, Ramón Plaza, Miguel Ángel Rozzisi, Horacio Salas, Roberto Santoro, Marcos Silber y yo. Más otros que también la sintieron y vinieron al grupo, como Martín Campos, Alberto Costa, Alicia Dellepiane Rawson, Ana Fernández, Diego Jorge Mare, Miguel Ángel Páez, Carlos Patiño y Felipe Reisin. Aunque ciñéndome a la visión de tu pregunta, “porteño de estos puertos”, muy pronto quienes habitamos la ciudad nos perdimos el puerto, como entrada y salida de los grandes barcos. Recuerdo haber despedido a Martín Campos en la Dársena Norte , cuando se fue a Italia por varios años. Después sólo quedaron las salidas de aquellos barcos más chicos que partían, desde la Dársena Sud , hacia Colonia o Montevideo en la República Oriental del Uruguay. Y los aliscafos con el mismo destino. Pero el puerto en sí fue un recuerdo o una nostalgia para generaciones anteriores. En el tema generacional de repente mis coetáneos o los poetas cinco años más jóvenes nos encontramos con una pertenencia casi impuesta –pero aceptada- de integrar la Generación del 60. Antonio Requeni en diversas notas, Alfredo Andrés (“El 60”), Horacio Salas (“Generación poética del 60”), comenzaron a hablar de esta generación. Algo que resultó cierto. Por las fechas de publicación de nuestros libros, por el estilo más directo y conversacional, por el acercamiento al mundo del trabajo, también por la ciudad recorrida, los primeros libros de cada uno mostraban algo o mucho de esos factores aglutinantes. Mucho después, en 1990, apareció “El 60, poesía blindada” (Los Libros de Gente Sur), con selección de Rubén Chihade y María del Carmen Suárez y un valioso prólogo de Ramón Plaza; más una lista de 150 poetas, 70 publicaciones de la época y una veintena de poetas antologados. Aunque el proyecto de continuar la muestra se frustró, es otra obra para consultar. 3 – Resalta –según los datos que poseo-, que allá lejos en el tiempo, en dos oportunidades te involucraste en la disputa por, integrando listas de conducción, promover cambios en la cuestionada –y con lapsos horrendos, bastante después- Sociedad Argentina de Escritores. Además, fuiste co-conductor de dos programas radiales, que se llamaban nada menos que “ La Voz de la SADE ”. ¿Qué SADE prevalecía por entonces? ¿Qué proponían en 1965 y en 1975 los perdidosos movimientos que integrabas? ¿Cómo ha proseguido tu vinculación con las instituciones gremiales? RAV – Es cierto. Desde la revista “Barrilete” abogamos por “cambiar” la SADE. E incitábamos a que los jóvenes poetas se asociaran, para poder tener voz y voto en las elecciones. Por supuesto, en esas dos ocasiones salimos últimos. Pero buena cantidad de escritores nos votaron. Y el esfuerzo, los ideales que sosteníamos y el trabajo compartido fueron distintos, sobre todo por las épocas y por los resultados que se dieron a posteriori. En 1965 la lista del “Movimiento Gente Nueva” proponía, en primer término, “la profesionalización de la actividad del escritor mediante una eficaz y dinámica estructura de la SADE como organismo gremial”. Y vale la pena trascribir los nombres de quienes éramos candidatos. Titulares: Pedro Orgambide, Alberto Vanasco, Dalmiro Sáenz, Juan José Sebrelli, Luis Ricardo Furlan, Antonio Requeni, Germán Rozenmacher, Juan José Saer, Ariel Ferraro, Esteban Peicovich, Federico González Frías, Arnoldo Liberman y Alberto Luis Ponzo. Suplentes: Roberto Santoro, Horacio Salas, Marcos Silber, Héctor Yánover y Rafael Alberto Vásquez. Asesores Letrados: Santiago Bullrich y Vicente Zito Lema. Pero pese a diferencias ideológicas y gremiales me parece útil consignar qué escritores integraron la lista que ganó y condujo la entidad en el período 1965/1967. Titulares: Córdova Iturburu, Ulyses Petit de Murat, Lisandro Galtier, María Angélica Bosco, Osvaldo Rossler, Florencio Escardó, Beatriz Guido, Gustavo García Saraví, Bernardo Ezequiel Koremblit, José Luis Lanuza, Sixto Pondal Ríos, César Rosales, María de Villarino. Suplentes: Julio Arístides, Juan José Ceselli, Ezequiel de Olazo, María Elena Walsh y Emilio Zolezzi. Todos nombres de peso. Ahora voy a los hechos posteriores. Lo positivo: abrir el juego a los jóvenes. En octubre de 1965 se creó en la SADE la Comisión de Literatura Nueva, que integramos César Rosales y María Elena Walsh por la Comisión Directiva y Abelardo Castillo, Arnoldo Liberman, Carlos Moneta Testa, Rafael Felipe Oteriño, Romilio Ribero, Horacio Salas, Alberto Vanasco y yo, por “los jóvenes”. ¿Qué ocurrió después? El golpe de estado en 1966 del general Onganía, uno más en la larga lista de los que me tocó sufrir, que desplazó al gobierno constitucional del presidente Arturo Illia. La conducción de la SADE trató de adecuarse, a su manera, a la situación institucional, lo que motivó, el 29 de agosto de 1966, mi extensa y detallada renuncia a aquella comisión. Mientras tanto, como mencionás, mi designación entre abril y junio de 1966 para conducir –con María Elena Walsh y Héctor Yánover- la audición “ La Voz de la SADE ” por Radio Municipal. Ciclo suspendido de improviso por la radio el día que íbamos a reiniciarlo, en el mes de julio. Pero antes de este final un poco turbio y desprolijo quiero volver sobre uno de los recuerdos más felices de entonces. Un acto que organizamos, aireando un poco las vetustas conferencias de la vieja casa de la calle México, haciendo entrar el tango a la SADE. Ese acto se hizo el 16 de noviembre de 1965, con la denominación de “Poesía y Tango”, y consistió en una lectura de poemas dichos por Anadela Arzón, Susana Rinaldi, José María Gutiérrez y Rodolfo Relman, y en un pequeño concierto de tangos que interpretó el Cuarteto de Tango Contemporáneo de Alberto Núñez Palacio. Héctor Yánover, que mantuvo el hilo conductor del acto y los comentarios entre poemas, puntualizó que se trataba de “un homenaje a los grandes viejos, a los maestros de nuestra generación”. Y también dijo: “No creemos en los ostracismos políticos de los poetas, creemos en la poesía”. Los poemas que se leyeron fueron: “El Salón Lacavour” de Enrique Cadícamo; “Justo el 31” de Enrique Santos Discépolo; “Panegírico a Nuestra Señora de Luján” de Ricardo Molinari; “El ligador” de Felipe Fernández (Yacaré); “Guarda de ómnibus” de Celedonio Flores; “Barrio Once” de Carlos de la Púa ; “El Rosedal” de Homero Manzi; “Letanía del domingo” de Horacio Rega Molina; un fragmento de “Bajo la Cruz del Sur” de José Portogalo; “Elogio un poco cursi a las chicas de Flores” de Luis Cané; “A un buzón del barrio céntrico” de Gustavo Riccio; “Antiguo almacén ‘A la Ciudad de Génova’” de Nicolás Olivari; “Profesoras de piano y solfeo” de Fernández Moreno; “Los ladrones” de Raúl González Tuñón; y “El tango” de Jorge Luis Borges. La enumeración es índice suficientemente claro de los fines que se pretendieron con ese acto. No sólo tocar tangos en la SADE sino escuchar poemas vitales, ciudadanos, solidarios; algunos, de poetas olvidados en ese ámbito. Y hay que reconocer que fue mucha gente y que se premió a todos con cálidos y prolongados aplausos. La otra “aventura” electoral para ganar la SADE fue en setiembre de 1975. Copio la lista. Titulares: Elías Castelnuovo, Bernardo Kordon, David Viñas, Roberto Santoro, Alberto Luis Ponzo, Rafael Alberto Vásquez, María Rosa Oliver, Iverna Codina, Humberto Costantini, Héctor Borda Leaño, Carlos Alberto Brocato, Alberto Costa, Luciana Daelli. Suplentes: Guillermo Harispe, Martín Campos, Hugo Di Taranto, Isidoro Blaisten, Hebe Benasso, Nyra Etchenique, Simón Kargieman, Lubrano Zas, María Cristina Taborda y Liliana Heker. La lista, “Agrupación Gremial de Escritores”, eligió estos lemas: “Por una SADE al servicio de los escritores. Por una literatura al servicio del pueblo. Por la constitución del Frente de Trabajadores de la Cultura.” De esta lista y de los grupos de escritores que la apoyaron, el golpe de marzo de 1976 y la dictadura aberrante que lo mantuvo en el poder alimentó agendas de exiliados y de desaparecidos. Con esta historia atrás no me quiero extender respecto de los actuales gremios de escritores. Apenas mencionar que mi pertenencia a la SADE , a la que me asociara en diciembre de 1962, a poco de publicar mi primer libro, terminó con mi renuncia, en febrero de 2000. Luego comenzó mi acercamiento a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), a la que me asocié en julio de 2007 y a la que sigo vinculado. 4 – Lleguemos al “Grupo de los Siete”. Los otros seis: Rubén Chihade, Alicia Dellepiane Rawson, Rubén Derlis, María del Carmen Suárez, Oscar González, Norma Pérez Martín. ¿Sabrás que el cuadernillo de 14 páginas, en buen estado, editado en 1984, cuyo título es “Siete contra la desesperanza”, con comentarios de Graciela Maturo y Antonio Requeni, se encuentra a la venta por $ 100.- en Mercado Libre?... “Contra la desesperanza”: a poco de haber asumido la presidencia de la Nación un abogado del partido Radical y en elecciones libres después de nuestra última dictadura. A treinta años estamos de aquel cuadernillo y de aquella posición. ¿Rememoramos al Grupo? ¿Y cómo andamos con la esperanza?... RAV – Primero debo hacerte una aclaración. El “Grupo de los Siete” se armó a mediados de 1983, luego de una charla en el café “Tortoni”, pero los integrantes iniciales fuimos Rubén Chihade, Rubén Derlis, Oscar González, Carlos Massetti, Roberto Selles, María del Carmen Suárez y yo. La presentación pública se hizo el 16 de noviembre con una lectura de poemas en el café “ La Poesía ”, Chile 502 esquina Bolívar, barrio de San Telmo. Massetti duró poco, entonces se incorporó Alicia Dellepiane Rawson. Después se fue Roberto Selles y convocamos a Norma Pérez Martín. En 1986, en lugar de Alicia Dellepiane Rawson y María del Carmen Suárez se incorporaron Carlos Penelas y Susy Quinteros. Y así quedó hasta l987, en que el grupo se disolvió. En casi cuatro años, además de reuniones y lecturas, no sólo en esta ciudad sino también una en la “Casa del Poeta” en La Plata y otra en la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, publicamos varios cuadernillos de poesía. En el primero, que se denominó llanamente “Grupo de los 7”, se decía: “Y los que ahora formamos el Grupo de los 7 recuperamos la convicción de que el aislamiento –el mero trabajo individual- no es sino la expresión empobrecedora del poeta que la persecución, el exilio y el miedo no lograron matar en cada uno de nosotros. Y decidimos reunirnos para elaborar objetivos y trabajos comunes, para expresarnos como seres sociales de una generación que aun sostiene en alto sus banderas de libertad, y la convicción de que la poesía es una disciplina creadora que contribuirá a ennoblecer el futuro.” Esos trabajos comunes se reflejaron en cinco cuadernillos: “Siete poetas en la calle del agujero en la media” (homenaje a Raúl González Tuñón); “Siete poetas contra la desesperanza” (ratificando la democracia y la libertad recuperadas); “Siete poetas y un rayo misterioso” (evocación de Carlos Gardel); “Siete poetas y el crimen fue en Granada” (homenaje a Federico García Lorca); “Siete poetas y la América invisible” (fijando nuestra pertenencia americana). También, entre medio, una carpeta –“Contracuerpos”- con siete poemas ilustrados por seis artistas plásticos. El grupo fue –para mí- una valiosa experiencia y un aporte real que me demostró la posibilidad del trabajo común con otros poetas conocidos. Por lo menos, “conocidos” por nuestra avidez lectora de poesía. Ignoraba cómo nuestra obra –a través de ese cuadernillo que mencionás- pudo valorizarse tanto en el mercado informático. Tengo el mejor de los recuerdos de todos aquellos compañeros, con quienes me veo ocasionalmente, con la excepción de Rubén Chihade, que se nos murió antes de tiempo. En cuanto a la esperanza, anda bien, hemos cumplido treinta años de gobiernos elegidos por el pueblo, quienes tienen mi edad no lo hubiéramos creído… 5 – Nada me cuesta imaginar que a cualquier poeta le hubiera encantado ser musicalizado y cantado por la talentosa Rita Paolucci. “Rita canta a los poetas” lo he escuchado muchas veces. Y algunos, como vos, Rafael, como Yoli Fidanza, han tenido esa satisfacción (añadamos que en el CD fueron interpretados también textos de Alfonsina Storni, Carmen Conde, Jorge Luis Borges y Gabriela Mistral, con recitación a cargo de Ariel Osiris). A los que no hemos tenido la suerte de ser musicalizados y cantados –o que apenas lo hemos sido con un texto del que no ha quedado un registro profesional-, ¿qué podrías -hurgando en vos, algo muy tuyo- trasmitirnos? RAV – Quienes supimos gustar a los poetas del tango, como Homero Manzi, o del folklore, como Manuel J. Castilla, y luego a cantautores como Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, sabemos que no hay nada mejor que el “letrista” de calidad que escribe una canción, sea o no también el autor de la música. A propósito cito un nombre solo, relegando a los que se atropellan en la memoria, porque olvidarme de uno solo sería injusto. Una vez aclarada esta prioridad, para mí insuperable, voy a los poetas y músicos que han sabido dotar de otra vida a algún poema. Rita Paolucci, a quien conocí en 1964, es una excelente creadora, ejecutante y cantante que musicalizó –entre muchos otros- varios temas míos. También Hugo Pardo y Eduardo Baró lo hicieron en algún caso, pero fue Rita la más generosa y perseverante. ¿ Qué puedo decirte? Primero la extrañeza, la rara sensación de que la voz de uno tenga otra entonación, una cadencia, una armonía distinta. Y luego la alegría insuperable de que te hayan elegido, de que un poema, por la magia del sonido y la música, pueda volar hacia otro público. 6 – Sucesos resonantes ocurren todos los años, ¿no? Del año en que vos naciste hay un tango maravilloso en la voz de Tita Merello –“Yo soy del treinta, yo soy del treinta, cuando a Irigoyen lo embalurdaron…, …cuando a Carlitos se lo llevaron…,cuando a Corrientes me la ensancharon…”, cuya letra es del actor Héctor Méndez y la música es de Aníbal Troilo. ¿Qué se siente siendo del treinta en esta megalópolis, creciendo en el treinta, residiendo en pleno Centro en la actualidad y a tus ochenta y cuatro? RAV - Creo que das en el clavo cuando citás el tango “Yo soy del 30”, porque sería fácil antologar una guía barrial y musical de Buenos Aires. “Barrio de tango” o “Mano blanca” en Pompeya, gracias a Manzi. Y en el centro, “Corrientes y Esmeralda” de Celedonio Esteban Flores. O “El 45” de María Elena Walsh. O “Viejo Tortoni” de Héctor Negro y Eladia Blázquez. Aquí me detengo, para no aburrir. No me acuerdo de la calle Corrientes angosta, aunque sí de que el sentido del tránsito era inverso, venía del bajo hacia la Chacarita. Tampoco recuerdo la construcción del obelisco, inaugurado en 1936, pero sí los tranvías, en los que viajaba con mis padres. Y, por supuesto, los cambios en la calle Florida, la desaparición de las grandes tiendas departamentales, como “Harrod’s” y “Gath y Chaves”, los bancos que coparon el centro. En fin, la modificación de mi pequeño paisaje cotidiano. A veces uno se ve como un sobreviviente en la ciudad querida. 7 – Hace poco ha mantenido el nieto del poeta Martín Campos una charla con vos y fue reproducida enhttp://alcielounbarrilete.blogspot.com.ar/2014/08/entrevista-rafael-vasquez-informes.html . Allí el lector podrá impregnarse del espíritu de los “Informes” de esa revista que tanto solemos evocar, con sus dos títulos, “El Barrilete” o “Barrilete”. Me entero de que conservás un amplio archivo. Y esto me remite, Rafael, a una cena de fin de año que había organizado la Asociación de Poetas Argentinos, en la que la entidad te agradece públicamente por una donación que habías hecho a la hemeroteca. ¿En qué consistió la donación? ¿Puede ser (me suena) que a la hemeroteca de APOA le hayan puesto tu nombre? RAV – Con Pablo Campos –nieto de Martín- nos conocimos cuando presenté mi último libro, en octubre de 2011. Desde entonces nos vemos cada tanto, por sus indagaciones sobre el grupo y la revista “Barrilete” y quienes fuimos compañeros de su abuelo. Una tarde, es cierto, me grabó en casa sus preguntas y mis respuestas. El armado de la nota fue generoso porque incluyó las portadas de varios “Informes” y mis poemas incluidos en ellos. En cuanto a los “títulos” de la revista, durante los primeros cinco números que editó Roberto Santoro solo (aunque su madre figuraba como “Secretaria”) se llamó “El Barrilete”. Al conformarse el grupo se decidió suprimir el artículo, por lo que –desde el Nº 6 hasta el final- la revista se llamó “Barrilete”. Lo del archivo es cierto. Por mi continuidad, por ser mi casa sede de las reuniones durante mucho tiempo, por mi temperamento ordenado, fui guardando anotaciones, material, noticias, algunas pocas colecciones de la revista, y siempre que me lo requirieron facilité su acceso a quienes quisieran conocer la historia del grupo. Una vez, ya no recuerdo cuándo, les di una colección de “Barrilete” a Cayetano Zemborain y a Silvia Pastrana, que conducían la Asociación de Poetas Argentinos. APOA le dio a esa donación un valor que yo no creí que tuviese y por ese motivo su copiosa hemeroteca pasó a llamarse con mi nombre desde el 11 de diciembre de 1999. ¿Por qué esta fecha cierta? Porque coincide con la cena de fin de año de la entidad en que me entregaron una bandeja de metal con la inscripción. Y también porque (gracias a mis archivos) conservo la fotografía del momento en que el poeta Jorge Calvetti me entregó ese regalo. Que fue doble, porque aunque yo no tenía amistad con este gran poeta, él recordó haberme premiado un conjunto de poemas en un concurso de 1986, algo que me desconcertó y me alegró. 8 – Acaso recuerdes que en una oportunidad te comenté que había mantenido una cierta correspondencia con un poeta de nuestra provincia de Córdoba, también llamado Rafael Vásquez -autor por ejemplo, de “En escorzo” (1998), “Esclusas”, “Timbal ultravioleta” (ambos de 2000)-. Y esto lo ligo con que alguna vez comenzaste a firmar retirando tu segundo nombre. ¿A qué se debió –a qué te parece que pudo haberse debido- tu decisión? RAV – Es curiosa la anécdota. De repente te enterás que tenés un homónimo en otra provincia, que además es poeta y de quien no sabés absolutamente nada. Un par de veces me hablaron de él pero fuiste vos quien –a mi pedido- me pasaste su dirección, en Villa Allende, provincia de Córdoba. Como no recordaba cuándo había sido, también gracias a mis archivos (pero esta vez de la computadora), encontré que mi intento de comunicación fue por correo, con unas líneas del 4/6/2003 y mi libro “Cercos de la memoria”. No tuve respuesta alguna, así que la incógnita permanece. Ignoro si el correo perdió mi envío o el destinatario lo traspapeló. La decisión de quitar mi segundo nombre –Alberto- en la firma de lo que escribo se debió sólo a aligerar el apelativo. Ya lo había hecho antes Roberto Santoro. Así que desde “Cercos de la memoria” (1992) firmo lo que publico: Rafael Vásquez. No hubo algo más profundo, por lo menos en lo consciente. Y el único que cada tanto me lo recrimina al vernos, es este gran poeta y amigo Antonio Requeni. Venga o no al caso quiero mencionarte –sin ánimo de comparación- que uno de mis poetas preferidos, Baldomero Fernández Moreno, firmó después “B. Fernández Moreno” y al final lisa y llanamente “Fernández Moreno”. Y llegó a escribir un breve poema al respecto, que comienza (lo cito de memoria): “Me borré el doctor / hace mucho tiempo. / Borré la inicial / de mi nombre feo.” 9 – Fuiste publicado en el número 10 de la renombrada “Cormorán y Delfín” –en la que habían constado estos subtítulos: Revista Internacional de Poesía; Mar – Poesía – Buenos Aires – Mundo; Revista Planetaria de Poesía-, dirigida por Ariel Canzani D. (nº 1, en 1964 – nº 28/29, diciembre de 1972). ¿Conociste, lo trataste a Canzani, ese poeta que durante mas de veinte años recorrió el mundo como capitán de ultramar navegando a bordo de buques mercantiles argentinos? ¿Tus impresiones sobre esta revista que se compaginaba en cada viaje? RAV – Creo que la vida diaria no me alcanza para revolver y releer tanta publicación que guardo en mi biblioteca. Entre otras, esta revista valiosísima de los ’60. Guardo los números 1 a 16 y me fui a hojear algunos. ¿Por qué interrumpí su compra, entre 1968 y 1972, cuando dejó de aparecer? Realmente no lo sé. A Canzani lo conocí, hablamos alguna vez, pero no lo traté tanto y su recuerdo, desgraciadamente, se difumina en la memoria. Al regresar al número 10 de “Cormorán y Delfín” (octubre de 1966), evoqué mejor la circunstancia. Fue una publicación de parte del grupo “Barrilete” de entonces: Alicia Dellepiane Rawson, Roberto Jorge Santoro, Anadela Arzón, Alberto Costa y yo. Un par de páginas antes, va también Marcos Silber. Te reitero: fue una de las mejores revistas de poesía de la década del sesenta. 10 - Dice Borges en el prólogo de “Del amor y los otros desconsuelos” de Gustavo García Saraví: “Coleridge escribió que los hombres nacen aristotélicos o platónicos. Para el aristotélico, lo verdadero son los individuos, las circunstancias, lo temporal; para el platónico, los géneros, lo que de algún modo persiste bajo las apariencias mudables. A este segundo estilo de intuir corresponden la imaginación y la obra de Gustavo García Saraví.” ¿A qué estilo de intuir te parece que respondés?... RAV – Creo que me quedo con el Borges que prologa muy brevemente a Evaristo Carriego en 1950, pero ésta puede ser una respuesta apresurada, ya que no ubico el prólogo que citás ni esa obra de Gustavo García Saraví. Que fue premio “ La Nación ” con un libro de sonetos que llamó “Con la Patria adentro”, título que mereció alguna broma en una revista de la época. Libro que tengo, es de 1964, pero tampoco tengo fresca la memoria poética de su obra para opinar. Salvo de sus sonetos, que eran excelentes. En cuanto al corazón de tu pregunta, pienso que mi intuición respondería a un modelo aristotélico, aunque descreo de los encasillamientos. 11 - ¿Tenés libros que releas cada tantos años? ¿Subrayás frases o párrafos, versos o estrofas? RAV – Toda mi vida he marcado en los libros de narrativa y de teatro párrafos y frases. Y en los de poesía, poemas, versos y estrofas. El libro que no tiene marcas es porque no se llevó bien con mi sensibilidad. Eso sí, siempre lo hice con lápiz, como si pudiera permitirle a un lector posterior hacer borrón y cuenta nueva. Sobre libros que releo, te diré que organicé mis bibliotecas temáticamente: unas para poesía, otras para narrativa, otra para teatro y otra para ensayo. Dentro de cada tema, alfabéticamente por autor; lo que me permite encontrar un libro con cierta facilidad. Pero más a mano, en un estante cerca de mi mesa de escribir, tengo determinados poetas para releer: Fernández Moreno, Mario Jorge de Lellis, Luis García Montero, Yadi María Henao, Leonardo Martínez, Carlos Marzal, Néstor Mux, Idea Vilariño, Jorge Paolantonio, Antonio Requeni, Marcos Silber, Paulina Vinderman, Máximo Simpson, Horacio Preler, Laura Yasan. Y es un sector que admite incorporaciones y cambios. 12 - No seré original, pero estamos en el año en el que se ha disputado la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014: seré oportuno: no sé si sos futbolero, Rafael; lo seas o no, se me ocurre proponerte la formación de dos equipos, desde luego, conformado por once, mujeres y hombres (de todos los tiempos): una selección internacional de poetas y otra selección internacional de narradores. RAV – Paradoja de mi existencia futbolera. Desde la escuela me gustó jugarlo, pero siempre fui malo, nunca tuve dominio de la pelota. Pero seguí jugando, cada tanto, entre compañeros o amigos, generalmente como defensor. Simpatizante desde la infancia de River Plate, pero no “hincha”. En toda mi vida fui a ver un solo partido, un amistoso River-Peñarol. Odio la violencia y sobre todo a las barras bravas. Durante este campeonato mundial vi todos los partidos de la Argentina y algo de otros. Me gustó el equipo. Ahora, elegir una selección internacional de escritores sería azaroso y tal vez injusto. Podré escribir once nombres y acaso arrepentirme cuando esto se publique. Pero voy a complacerte y no será una novedad sino algo que viene de mis respuestas anteriores. Poetas: Pedro Salinas, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Manuel J. Castilla, Baldomero Fernández Moreno, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Raúl González Tuñón, Horacio Salas, Marcos Silber, Wislawa Szymborska. Once nombres de narradores: Emilio Zola, Georges Simenon, Antón Chéjov, Simone de Beauvoir, Humberto Costantini, Gabriel García Márquez, Milan Kundera, Juan Marsé, Alberto Moravia, Juan Carlos Onetti, Mario Vargas Llosa. Pero para estar en paz con mi conciencia, te diré que en mi juventud leí más teatro que narrativa; y si abandonamos la parábola futbolera querría agregarte otra selección, la de los dramaturgos. Que enumeraría así: William Shakespeare, Jean Anouilh, Albert Camus, Federico García Lorca, Gabriel Marcel, Arthur Miller, Eugene O’Neill, Luigi Pirandello, Armand Salacrou, Jean-Paul Sartre, Tennessee Williams. 13 – ¿Nos despedimos con algo que no conste en tu presentación curricular? RAV – Un día de 1970, no recuerdo de qué mes, me llamó por teléfono Alberto Gibelli, actor y director del Teatro Libre “Florencio Sánchez” de la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, derivado por Horacio Salas, para contarme sobre un proyecto que estaban armando: un espectáculo de tango y poesía, que interpretara a la ciudad y mezclara textos de viejos y jóvenes poetas. Venían ya con poemas elegidos de Jorge Luis Borges, Nicolás Olivari, Carlos de la Púa , Felipe Fernández (Yacaré), Enrique Cadícamo, Ernesto Sábato, Raúl González Tuñón, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal. Traían además la creación y la interpretación musical de Alberto Garralda, ex bandoneonista de la orquesta de Alfredo Gobbi. Querían incorporar a poetas de la generación del sesenta. Y así fue que nos sumamos Eduardo Romano, Juan Gelman, Alberto Szpunberg, Alberto Costa, Jorge B. Rivera, José Peroni, Abelardo Castillo, Luis Luchi, Horacio Salas, Rodolfo Alonso y yo. Eligieron uno, dos o tres poemas de cada uno. Para la apertura y el cierre tomaron un poema mío, “No pasa nada”, y decidieron llamar al espectáculo “Aquí no pasa nada”. Organizaron cuatro funciones en nuestra ciudad, dos en octubre y dos en noviembre de 1970, en la Sala “Theatron” de la avenida Santa Fe 2450. Los poemas, bien dichos y jugados por los tres actores y una actriz del grupo teatral, más la música de Alberto Garralda, otorgaron un marco distinto y eficaz a la poesía. Fue una experiencia inolvidable, que cerraron luego invitándonos al estreno en la ciudad de Rojas, con un agasajo posterior. * Rafael Alberto Vásquez selecciona para esta entrevista, en septiembre de 2014, seis poemas de su autoría: LA CACERÍA DEL SOL El sol sabe seguirte para adentroatraviesa tu continuada fuga clava una espina de luz en medio de tus ojos y se tiende contigo para darle a tu cuerpo la apariencia perfecta del verano. Cuando te encuentra sé que le crecen manos y despega las nubes por donde acaso viajas. Entonces cuando el amor te cierra los ojos el último destello de sol es una chispa viva debajo de tus párpados que te suelta el silencio a medianoche. (De “La piel y la alegría”) * NO PASA NADA Aquí no pasa nada. Es el país, la parte que nos toca, la imagen que este tiempo nos desvive. No pasan grandes cosas. Muere gente de muerte natural todos los días. Hay huelgas, pero en orden. De vez en cuando, es cierto, renuncia un funcionario. Pero no pasa nada. La calle, el eco suelto nos dice el fútbol, la vergüenza y el costo de la vida. Nos insulta despacio, como un tango, nos achica el país hasta este barrio dividido que es todo Buenos Aires. Nos deja discutiendo en una esquina porque es tarde y aquí no pasa nada. (De “La vida y los fantasmas”) * ME ACUSO “Porque me duele si me quedo pero me muero si me voy” María Elena Walsh (“Serenata para la tierra de uno”) No puedo imaginar este final de invierno en otro sitio. Ni cambiar soledades, afectos o paisaje. Elijo esta crueldad de no mirarnos, de sufrir la ciudad, de los primeros gritos que despiertan. Cómo hiere el exilio es lo que ignoro. Porque tardan las cartas. O se callan. Y los amigos nos desencontramos. Ahora que hasta el aire se nos cambia quiero reconocer: no fui valiente. No di la otra mejilla ni grité la injusticia por las calles: lo dije en mis poemas. Me acuso de esta voz sin resonancia. Me acuso de estar vivo. (De “Cercos de la memoria”) * MEMORIA DE SANTORO a Roberto Santoro, poeta y amigo. Secuestrado el 1º. de junio de 1977. Desaparecido. Han pasado los años. No ha cambiado tu cara en el recuerdo: la ventaja maligna de la ausencia. Cada vez que me llaman y repito la historia el tiempo se hace trizas en un vidrio empañado. Y aparecen las fotos que no se muestran nunca, los amigos, los libros, el café, las raíces del barrio que sostuvo las voces de tu vida. Aquel diálogo inútil –saber qué nos decíamos- es una adivinanza que pierde su sentido. Para la muerte no hay categorías, pero la duda, el cuándo, los adioses sin fechas, los supuestos más tristes desde un momento aciago como el motor de un auto que parte hacia la nada, no dejaron un punto final, sólo un suspenso. Pasaron veinte años desde un viejo poema que te escribí con culpa. Más años todavía desde que te llevaron: esa cuenta la cargan tu mujer y tu hija. Yo apenas me confundo la sombra de tu abrazo pero me sé tus versos y te cuido ese sitio sin paz de la memoria. (De “Ese sitio sin paz de la memoria”) * GENEALOGÍA Mi padre no me hablaba de su padre o su abuelo y yo no fui el curioso rastreador del silencio. No supe indagar sombras ni fantasmas porque bastaba el rito de ignorarnos. Y estaba el sol. Era difícil conversar conmigo. Tal vez por eso las palabras se fueron despertando en mi escritura. La muerte lo llevó de madrugada, sin despedida y sin explicaciones, no me sirvió siquiera de experiencia. Volver hacia otro tiempo ya no cabe: del pasado se vuelve sin testigos. (De “Explicaciones y retratos”) * FOTOS Miro una serie de viejas fotos de una nena. Son pruebas de retratos, actitudes distintas y sonrisas. El fondo oscuro, algún objeto a mano, una sombrilla, un libro, poses sencillas que el fotógrafo guiaba para encontrar la toma exacta que complaciera a toda la familia. Tiene cinco años esa nena. O cuatro. Sólo una vez reconozco sus rasgos, apenas, aquel gesto que durará en su cara para enamorarme. Nada del futuro entonces, nada del misterio que hará venir su vida hasta mi encuentro. Todavía los años la embellecerían hasta la madurez. Pérdidas y ganancias, hijos, un nieto, cuántas expectativas imposibles de discernir. Algo puede nublarse en mis ojos: la culpa de no hacerla más feliz. (Inédito) * En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Rafael Alberto Vásquez y R. R., septiembre 2014.
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publicado por
islanegra a las 15:54 · 3 Comentarios
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16 de Agosto, 2014
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Entre-vista en tramos-e
realizada por Rolando Revagliatti
Eduardo Romano nació el
8 de junio de 1938 en la ciudad de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, la
Argentina , y reside en la Capital Federal. En 1965 egresó de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde en la carrera de
Letras fue profesor adjunto de la cátedra de Literatura Argentina, cuyo
profesor titular era David Viñas, así como Asociado de Literatura
Argentina II, a cargo de Beatriz Sarlo. Entre 2001 y 2012 dictó Problemas de
Literatura Argentina. En la misma Universidad fue profesor titular del
Seminario de Cultura Popular y Masiva en la Facultad de Ciencias Sociales.
Entre otros medios gráficos, como periodista colaboró con los diarios “
La Opinión ”, “Clarín”, “Tiempo Argentino”, “Página 12” ; con crítica
literaria, artículos, poemas, con las revistas “Crisis”, “Hoy en la Cultura ”,
“El Escarabajo de Oro”, “Zona”, “El Barrilete”. Entre 1967 y 2008 publicó, por
ejemplo, los siguientes volúmenes en el género ensayo: “Análisis de Don
Segundo Sombra”, “Sobre poesía popular argentina”, “Medios de
comunicación y cultura popular” (con Jorge B. Rivera y Aníbal Ford), “Claves
del periodismo argentino actual” (con Jorge B. Rivera), “Las huellas
de la imaginación”, “Voces e imágenes en la ciudad. Aproximaciones a
nuestra cultura popular urbana”,“Revolución en la lectura. El discurso
periodístico-literario de las primeras revistas ilustradas rioplatenses”, “Haroldo
Conti, alias Mascaró, alias la vida”. A través del sello La Crujía , en 2012,
como principal redactor y director de un equipo de investigadores, se editó “Intelectuales,
escritores e industria cultural en la Argentina ”. Y éstos son sus poemarios: “18
poemas” (1961), “Entrada prohibida”(1963), “Algunas vidas,
ciertos amores” (1965), “Mishiadura” (1978), “Doblando el
codo” (1986), “Entre sobrevivientes y amores difíciles” (2004), “Puro
biógrafo y otras inconveniencias” (Ediciones Activo Puente, Buenos Aires,
2013). En 1997 el Fondo Nacional de las Artes, en su colección Poetas
Argentinos Contemporáneos, edita “Eduardo Romano – Antología Poética”.
1
– Precede este contacto una presentación formal. Te propongo otra.
ER – De los comienzos, las canciones (tangos, boleros) a las cuales les
cambiaba su letra mientras caminaba por la finca de mis tíos, en San Rafael,
provincia de Mendoza, donde pasé todos los veranos entre los cinco y los diez
años. A los quince las escribía (creo que desde el día en que cerré la tapa del
piano), y a los veinte reuní mi primer poemario. Consecuencia de haber conocido
a Jorge Rivera y al Movimiento Madí, cuya retórica consideré de vanguardia –en
cierto modo lo era-, fueron los “Poemas para la carne heroica” (1960),
que luego extirpé de mi bibliografía. La que admito se inicia con “18
poemas”, por el sello Aguaviva, nombre de una revista –hoja impresa de los dos
lados y doblada- de la que editamos seis números con Rivera, Alejandro Vignati,
Susana Thénon y Juan Carlos Martelli. Un conjunto heterogéneo, tanto que cuando
incluí mi editorial “Contra todo”, los dos últimos hicieron constar al pie que
no coincidían (claro, eran miembros del Partido Comunista y mi alegato estaba
entre el anarquismo y la beat generation). El más entusiasta era Vignati y fue
a través de él que nos relacionamos con Allen Ginsberg, Lawrence Ferlinghetti,
etc. Editamos una traducción del poema de Ferlinghetti en contra de Eisenhower
y lo repartíamos gratuitamente por la calle cuando nos visitó el presidente
norteamericano ( la Coca-Cola se le había adelantado). También le enviamos al
juzgado del fiscal Guillermo De la Riestra respuestas tajantes contra la
censura: él era funcionario en la dictadura de Juan Carlos Onganía –“¡el
onganiato!”-, y había ordenado secuestrar libros y películas como “Los
amantes”…
Yo estaba estudiando en la Facultad de Filosofía y Letras desde 1957. Allí
hicimos un par de lecturas públicas. Trabé amistad con Alberto Szpunberg,
conocí a Juana Bignozzi y nos reuníamos los tres para leer lo que andábamos
escribiendo. Las lecturas públicas eran frecuentes y en los reductos más
dispares. La más importante fue en 1962 en la Facultad de Medicina de la UBA ,
en cuyo Auditorio habría unas doscientas personas: inusitado. Varios
cuadernillos con los diferentes autores invitados por el Centro de Estudiantes
de esa Facultad conservan testimonio del suceso. Conservo el que incluye mi
participación junto a Juan Gelman, Héctor Yánover, etc. Época en la que concurríamos
semanalmente a casa de la “tana” Marcella Milano, quien nos reveló las
entretelas de Cesare Pavese (yo la ayudé en una traducción de “Dialoghi co
Lucò” que editó Siglo Veinte). Por entonces se produjo el acercamiento de
sectores de la izquierda y del peronismo: por ejemplo, en el Movimiento
Nacional de Liberación, de Ismael Viñas, con el que me vinculé a través de
Rivera; y en ANDE (Agrupación Nacional de Estudiantes) de Filosofía y Letras,
adonde llegué detrás del poeta Horacio Pilar. Otro poeta, y editor, José Luis
Mangieri, me incorporó al sello Nueva Expresión: “Entrada prohibida” y “Algunas
vidas, ciertos amores”. Este último corrió la suerte del depósito donde
Mangieri guardaba sus ediciones: llegó la policía y secuestró todo, buscando
libros políticos, claro, incluida casi la edición completa de mi libro, del que
sólo conservo un ejemplar con la impresión de tapa sin colores. Colaboré con “
La Rosa Blindada ”, la revista del maoísmo naciente en Buenos Aires. Pero
también lo hice en “18 de Marzo”, periódico del peronismo combativo. Con
Rivera, René Palacios More y Luisa Futoransky, otra mezcla rara de “Museta y de
Mimí”, editamos dos números de una revistita abrochada, “Cuadernos de Poesía
Hoy”. Y debuto con mi primer artículo crítico (aunque ya había borroneado algo
de crítica en breves notas de “ La Gaceta de Mariano Moreno”, en el colegio
secundario, sobre Pablo Neruda y Vicente Huidobro), titulado “¿Qué es eso de
una generación del ’40?”. Allí manifestaba mi admiración por el lenguaje coloquial
de algunos poetas del tango y la oponía a ciertas retóricas de la poesía
letrada (para ser leída). Acababa de recibirme de Profesor de Letras, me
iniciaba como docente y me fue absorbiendo la crítica literario-cultural.
Escribía poemas que quedaban rigurosamente guardados y leía, además de Pavese,
a T. S. Eliot, a Antonio Machado, y por sobre todos, a César Vallejo. Pero sin
privarme de Paul Valéry, de muchos españoles y latinoamericanos, de la poesía
lunfarda –me deslumbró, por cierto, “La crencha engrasada” de Carlos
de la Púa-. En tanto la política y el periodismo me atrajeron, colaboré
mayoritariamente con bibliográficas en “Clarín Cultura y Nación”, en “ La
Opinión Cultural ”, en “Crisis”, etc., donde también me difundieron artículos y
poemas.
2 – Más de diez años transcurrieron hasta “Mishiadura” (traduzcamos
a nuestros lectores lejanos al dialecto local: Indigencia, miseria).
ER - Sí, reaparecí respaldado por Colihue-Hachette, quienes irrumpían con
mucho entusiasmo en el mercado editorial. Yo trabajaba intensamente en la
revisión de productos y géneros populares con el ya viejo amigo Rivera y con
Aníbal Ford, narrador y ensayista. Publicamos mucho desde comienzos de los ’70
hasta 1982 (y una parte conformó “Medios de comunicación y cultura
popular” en el 83). Con muy buena repercusión, aunque diletantes y
ortodoxos (de varias biblias) nos calificaban de “populistas”, por interesarnos
en canciones, historietas, fotonovelas, programas radiales, cine nacional, etc.
En la década siguiente enarbolarían la bandera de los “estudios culturales”
para ocuparse de asuntos parecidos –según Williams, Anderson, Richard Hoggarth
(fallecido en abril de este año), Thompson…- e ignorar o disimular lo que
veníamos investigando nosotros. Y bueno… soy argentino, diría el siempre
socarrón César Fernández Moreno. En una de aquellas lecturas mencionadas, esa
vez en una Galería céntrica, se burló de un poeta joven, creo que Marcelo Fox,
y discutí airadamente con él. Años después nos reconciliamos, intercambiamos un
interesante epistolario cuando yo estaba preparando la edición de su “Argentino
hasta la muerte”, selección, estudio preliminar y notas para el Centro Editor
de América Latina. Hasta me propuso suplantarlo en la Universidad de Caen, porque
se iba como funcionario del presidente Alfonsín a Cuba; mi situación familiar
era complicada pero sólo al año siguiente me divorcié. Si hubiera aceptado,
seguro que mi vida hubiera sido distinta, pero como siempre es una sola (por
desgracia o por mezquindad divina), aquí estoy. Recuperé parte de dicho
epistolario en un dossierdel “Diario de Poesía” dedicado a César. Bueno,
creo que desde “Doblando el codo”en adelante mi poesía cobra más contacto
con la suya, puesto que ambos articulamos un poco de narrativa y otro poco de
ensayo valiéndonos de los “renglones cortitos”, aunque de forma diferente,
incluso por razones ideológicas. Y también por concebir series de poemas sobre
ciertos asuntos: él, por ejemplo, sus automóviles; yo (que no manejo, ni
siquiera mi vida), las fotos familiares o los lugares y casas en los que he
residido. Mi poemario del ’86 estuvo muy vinculado con la experiencia
periodística en “Tiempo Argentino”, la de mayor inserción en un diario:
coordinaba la doble página de bibliográficas de los domingos y hasta alguna
vez, de paso, redacté un obituario (el de la narradora Marta Lynch) y varios
artículos para “Tiempo Cultura”, al cual Osvaldo Cherkasky, Miguel Briante y
Matilde Sánchez, entre otros, le habían dado un nivel poco habitual. En la
redacción armé, con Alberto Perrone, al que había conocido como empleado en la
Universidad de Morón, una tapa collage con dibujo, foto, viñeta de fotonovela,
que me sigue gustando.
3
– Y más o menos desde aquí nos quedaría tu derrotero en los últimos veinticinco
años.
ER – Con otro formato. Porque después de haber entrado y salido por las
puertas de la Universidad de Buenos Aires al son de las marchas partidarias o
de las marchas militares, gané en 1986 un concurso de Adjunto en Literatura
Argentina I y tres años después el de Asociado de Literatura Argentina II: me
radiqué en el ámbito académico. Con su estabilidad y sus miserias. Como la
condición de docente universitario se extendió, primero a la Universidad de
Lomas de Zamora, después a la Universidad de La Matanza, dejé otras tareas, en
especial las periodísticas o editoriales (para el Centro Editor había escrito
mucho, durante mediados de los setenta y de los ochenta). Una experiencia
interesante fueron los doce o más programas que asesoré, y en los cuales hacía
intervenciones críticas de un par de minutos, para la señal Educable, y que en
un momento difundió ATC. Incluyó a algunos poetas, como Almafuerte o Sor Juana
Inés de la Cruz.
Todo eso me restó tiempo para la poesía, nunca abandonada, siempre acumulada en
servilletas, hojas rayadas sueltas, copias mecanografiadas, y al fin la bendita
era de la computación, cortar y copiar. Fantaseé que le dejaría ese legado a mi
viuda (Miriam) o a mis dos hijas (Laura y Constanza, una de cada matrimonio),
para que resolvieran si era editable o combustible contra el frío. De pronto,
un joven salteño que había sido alumno mío en dos oportunidades y lugares (la
carrera de Letras y la carrera en Ciencias de la Comunicación Social de
la UBA –ah, me estaba olvidando de contarte que entre 1989 y 2001 inauguré allí
un Seminario de Cultura Popular y Cultura de Masas-), me propuso editar un tomo
en su colección El Suri Porfiado. No entraba lo escrito a lo largo de casi
veinte años en libros de formato manuable y austero. Pero, ante una posibilidad
así, no te vas a hacer el estrecho o el larguirucho… Corté varias secciones de
lo que tenía guardado, porque en todos mis libros agrupé siempre los poemas en
series bajo un título particular, y se las remití como “Entre
sobrevivientes y amores difíciles”.
4 – Y unos años después surge la posibilidad de volver a editar.
ER – Concluyendo 2012. Raúl Santana, el “negro” Santana, con el que
habíamos compartido días de francachela y mishiadura allá por nuestros veinte
años –no por esa década, aclaro-, me propone telefónicamente una antología en
la colección que dirigía para el sello Activo Puente. “No”, le contesté, “ya
que el Fondo Nacional de las Artes me publicó una de la etapa que llega a los
’80, prefiero mostrarte un libro inédito y añejo de veinticinco años.” Por
supuesto que excluí casi todo lo que ya estaba en la edición de El Suri y armé
el resto. Para fortificarlo o qué sé yo, le sumé, con añadidos, una sección, la
de “Viejas Fotos Familiares” de“Doblando el codo”, pero con otro título. Y así
se fue conformando (y confirmando)“Puro biógrafo y otras inconveniencias”,
título que, entre otras virtudes, tiene el de no parecer propio de un volumen
de poemas. Con “biógrafo”, tal vez esté de más aclararlo, aludo a la vida y
también al cine como un componente inexcusable de esa vida -lo que hoy les
sucede a los más jóvenes con la televisión-, pero también a la ensoñación.
Cines de barrio (les dediqué un radiopoema), de pueblo (en Escobar), de rambla
marplatense, de auditorio al aire libre… películas vistas, entrevistas,
narradas, recordadas y mezcladas, perdidas en el desván de la memoria… y
divinas divas (Marylin, Brigitte, Sofía, la Cardinale) que te dejaban insomne,
entre otras cosas.
5
– Y además de la Antología personal del Fondo, fuiste difundido en otras (al
menos en una integramos el reparto).
ER – Me alegra figurar en varias, que no me tomo el trabajo de contar pero
son alrededor de diez. Las últimas, “200 años de poesía argentina” (selección
y prólogo de Jorge Monteleone, Editorial Alfaguara, 2010) , “El cine y la
poesía argentina” (selección y ensayo de Héctor Freire, Ediciones en
Danza, 2011) y “Antología de poesía argentina contemporánea, 18 poetas” (bilingüe,
co-edición Reflet des Lettres / Alción Editora, 2012). Ellas abren la
posibilidad de ser leído por un público heterogéneo e imprevisto. El libro de
poemas de autor es una rareza, cada vez se editan menos ejemplares y acaban por
desaparecer nadie sabe exactamente dónde, pero desaparecen… Y, entre ensayo y
ensayo, entre artículo y artículo, entre investigación e investigación,
dirigida o elaborada, a pesar de que el viento jubilatorio ya me esparció,
escribo algunos poemas. Generalmente en un rapto o en un rato. Y guardo. Tal
vez…
6
– Tengo cerca mi ejemplar de tu cuarto poemario. En la contratapa se informa
sobre otras antologías en las que figurás: “Buenos Aires dos por cuatro” de
Osvaldo Rossler, “Los mejores poemas de la poesía argentina” de Juan Carlos
Martini Real… Y se informa también que esta edición de “Mishiadura” alberga una
selección –once- de los textos que escribieras para la audición “Latitud Buenos
Aires” de LS4 Radio Splendid, entre setiembre y diciembre de 1977. Te estoy
instando, Eduardo, a que rememores ese paso tuyo por la radiofonía porteña,
cómo era el programa, quién lo conducía, y te refieras a lo que sucintamente
explicás en unas pocas líneas introductorias al volumen, tituladas
“Advertencia”.
ER – Esa oportunidad llegó, como todas, inesperadamente. Una amiga,
docente de música y locutora, me dijo que el interventor militar de la radio,
tanguero y poeta (en la Argentina, como verán, todo puede suceder), se marchaba
y hasta allí había escrito las glosas para una audición con tangos de Gardel.
Aníbal Cufré, que leyó al efecto algunos poemas míos, me ofrecía reemplazarlo.
Le contesté que sí pero con poemas, no con glosas. Escribí una cortina fija,
que iniciaba el programa todos los días al anochecer, y luego un texto poético
para cada audición que se iba intercalando entre las versiones del “mudo”. Mudo
me quedé yo el día que viajando en un colectivo me escuché, junto con el
colectivero y algunos pasajeros. La voz de Cufré era impresionante, hasta
cuando no sabía lo que estaba diciendo. Inauguré una rutina de trabajo poético:
sábados y domingos escribía los cinco textos de la semana, siempre precedidos
por alguna cita. Me acuerdo que cuando usé una de Luis Luchi, Cufré me la mandó
de vuelta, porque eso no le parecía poético. Yo tuve ganas de contestarle que,
si supiera ya lo que era la poesía, habría dejado de escribir. Luego recuperé
una selección de esos textos para incluirla en mi libro “Mishiadura”, como
“Radiopoemas 77”.
7 – Entresaco unos versos de distintos poemas tuyos: “no deben arrojarse los
restos del amor dentro del mundo”, “qué haré con su costumbre lenta de hablar y
envejecer?”, “el gato pasea por el ocio rollizo de mi hermana mayor”, “y por
ti, pero más por mí, pormigo mismo”, “Es la hora de la preñez extrema del
aire”, “lucía las bananas podridas del sombrero”, “y su terrible renguera de
conciencia”, “Me gustaría encontrarte hace diez años”. Aquí están. Y entonces
pregunto: ¿En qué términos resumirías tu poética?
ER – Esas cosas son más fáciles de decir acerca de otros que de uno
y haciendo eso me he ganado en gran parte la vida. Pero… bueno, me tiro a la
pileta como poeta de la palabra conversada, del diálogo. Algo que nos vino (uno
nunca está solo, aunque se lo imagine) seguro que de Pavese, pero también del
tango, de “Eche, amigo, nomás, écheme y llene…” y tantos otros ejemplos. Empecé
a escribir argentino, dice Cortázar, hacia 1950. Yo sentía que los de Movimiento
Poesía Buenos Aires, algunos, excelentes poetas, parecían, muchas veces,
traducidos. Y si no podía escribir argentino, al menos lo haría en porteño y
sin tergiversar mi habla cotidiana. Sentía que en el poema, como en los
mejores tangos, se podía contar de manera breve e intensa y que eso era
un desafío. En ocasiones debo de haberlo conseguido. Con el tiempo, las series
poéticas me permitieron ampliar el relato, los momentos fulgurantes de ciertas
situaciones vividas, imaginadas, soñadas… o todo un poco a la vez.
8
– Por un lado, en tu último poemario leo estos dos versos: “con Horacio Pilar
(del peronismo mágico) que era capaz / de disertar hasta dos días sobre una
araña pensativa”. Y por el otro, yo, que tarde –en 2002- descubrí en su
totalidad la obra poética de Horacio Pilar (1935-1999) y quedé asombrado,
organicé y conduje en mayo y junio de 2003 el Ciclo de Poesía “Horacio Pilar”
–cinco encuentros: entre los poetas invitados estuvieron José Peroni, Jorge
Quiroga, Hilda Rais, Francisco (Pancho) Muñoz, Raúl Santana-. Has sido su
amigo. ¿Lo evocarías para nosotros a quince años de su fallecimiento?
ER – Claro, cómo no. Horacio había cursado el Liceo Militar y comenzado
Medicina. Era inesperadamente marcial y sorpresivamente gastronómico. Me
acuerdo de haber comido en algún boliche de los que frecuentábamos, gasolineros,
y pedir primero sopa y luego dos bananas; explicarle al mozo, sin duda
desconcertado, las virtudes de esa dieta. Sin mencionar la principal: gastar
poco. Tenía una labia espontánea y generosa; una vez, en mitad de uno de tales
discursos, a propósito de cualquier cosa, se detuvo y nos preguntó sobre qué
estaba hablando, se le había perdido el asunto. Charlamos mucho de filosofía,
de calle, de señoritas, de política. Era el mejor ejemplo de que cada peronista
tiene su propio peronismo y él te convencía del suyo. Un poeta reflexivo y
modesto; siempre me decía que formábamos una segunda línea y que eso no debía
desalentarnos. Un gran tipo, de ésos que te dejan mucho y haberlos conocido
justifica también un poco haber vivido. Valdría la pena reencontrarlo
para seguir charlando, seguro nos quedaron cuestiones pendientes.
9 – Sé que para “Francisco Urondo, la palabra en acción – Biografía de un poeta
y militante” de Pablo Montanaro (Homo Sapiens Editora, Rosario, Santa Fe, 2003)
has participado con tu testimonio. Para quienes como yo, no hemos accedido al
libro en cuestión, ¿nos lo ofrecerías?
ER – Mi relación con Paco Urondo fue especial, con largas intermitencias y
mucho afecto. Lo conocí cuando vino a una lectura de poemas (participamos Jorge
Rivera, Alejandro Vignati, el petiso Alfredo Carlino y yo): creo que en el
salón de un diario sobre la avenida de Mayo. Leí textos que pasarían a “18
poemas”. A la salida se acercó y me comentó que le habían interesado, quedamos
en vernos en otro momento, almorzamos a los pocos días con Noé Jitrik, de Souza
y otros amigos, me presentó a Clarita Fernández Moreno, y por ella conocería
luego a Haroldo Conti… Otra instantánea es de cuando él vivía en el barrio de
San Telmo, en una de aquellas casas colectivas de los setenta y a la que
acompañé a Lola Thorne. Charlamos largo, me presentó a uno de sus hijos,
intercambiamos libros. Tercera foto: una noche lo esperé con dos amigas, en el
viejo bar “Unión” que tanto frecuentaba y me encantaba, allá en la avenida
Paseo Colón, cerca de Independencia, hasta que salió de trabajar en “La
Opinión” y cada uno por su lado, pero otra vez buena charla, agradecimiento por
el “aguante”. También nos encontramos en lo de Rivera: ambos militaban en el
Movimiento de Liberación Nacional (MLN -Malena) y discutimos un poco, en buenos
términos. Después coincidimos en la Facultad de Filosofía y Letras, donde vino
como Director del Departamento y yo quedé a cargo del Instituto de Literatura
Argentina. Allí no discutimos, exactamente, pero diferíamos en cuanto a lo que
esa intervención debía producir en la carrera de Letras. Tengo presente una
larga caminata por Rivadavia estrecha, desde la Plaza de Mayo, y olvidar lo
político para hablar de poesía, lo que siempre nos había acercado. Bueno, a
partir del ‘76 sabemos lo que pasó. Pero lo vi una última vez, en el barrio
Caballito: yo estaba parado en la esquina de Rosario y José María Moreno, y
desde un auto agitó la mano y su sonrisa, que era muy particular. Tuvo la
valentía de sostener hasta el final lo que creía, a diferencia de tantos otros.
10
– Mas allá de los consagrados poetas del tango –Homero Manzi, Enrique
Santos Discépolo, Celedonio Esteban Flores, Enrique Cadícamo, Homero Expósito,
Eladia Blázquez, Horacio Ferrer, Héctor Negro…-, ¿estás al tanto de la
letrística tanguera más reciente? ¿Por dónde andan tus actuales preferencias
musicales? ¿Hay algún tipo de música que juzgues “mala” y que te atraiga (o te
haya atraído)?
ER – Estoy al tanto, porque soy miembro de la Academia Nacional del Tango,
pero creo que cada ritmo tiene su época y la del tango ya fue. He dado clases
sobre letras de tango en la Academia y en la Universidad acerca de la canción,
en las cuales incluí también al llamado folklore, al rock nacional y a
cantantes que no tuvieron mucho que ver con la poesía, pero cuyo humor
los justificaba. Estoy pensando en Rodolfo Zapata, el de la chacarera “La
Gorda”, que manejaba un uso del doble sentido muy gracioso y que los
folkloreros comprometidos despreciaban. Claro, para ellos “Si se calla el
cantor calla la vida” y me imagino que, para el cantautor Zapata, “si se calla
el cantor calla la risa”. Y el humor es un combustible irremplazable para
sobrevivir, sobre todo en el mundo periférico. A la poesía argentina le ha
faltado humor, sus cultores prefirieron la seriedad, la gravedad, aunque
estuviera hueca. Nicolás Olivari, Conrado Nalé Roxlo, Luis Cané, César
Fernández Moreno… son de los pocos, en una cuerda que va del humor sutil al
sarcástico. Si me dejan, me subo al carro, por lo menos por el costado del
humor irónico. Hoy día el gran público está en contacto con la poesía de las
canciones, acompañadas de música. Así como lee novelas acompañadas de imágenes
(telenovelas, pero obvia el prefijo). La lectura en silencio y recoleta está
avejentada, aunque nunca va a desaparecer del todo. Yo convertí un poema
(Cartas II) en el tango “La zorra tristeza” (con música de Alberto Garralda),
que tuvo dos grabaciones, pero no seguí adelante con la experiencia. Está entre
las cosas que me debo para el ballotage.
11
- En un número de la revista de poesía “El Jabalí”, que estuve releyendo,
reprodujeron una parte de una entrevista realizada a Orson Welles
(originariamente reproducida en su totalidad en una revista extranjera): Me
apropio yo de algunas, y adaptándolas te las despliego: Si hubieras podido
escoger el país y período en que te hubiera gustado nacer, ¿hubieras escogido
qué país, qué período? ¿Hay algunas figuras de la historia argentina con las
que te identificás? ¿A quién escogerías como modelo de comportamiento masculino
hacia las mujeres?
ER – ¡Esto ya no es una entrevista sino un bombardeo! Me pongo el casco y
voy contestando.
1: Me gustaría vivir en el mismo lugar y en el mismo tiempo pero de nuevo, para
reincidir en algunas cosas y para rectificar otras. Vivir de nuevo, varias
veces, entre los veinte y los sesenta, en lo posible descartando la
inexperiencia o las malas experiencias anteriores y la excesiva experiencia
posterior (dejémosle este placer a los orientales).
2: Me identifico con los muchos que construyeron nuestro país y con los pocos
que lo siguen haciendo, ¡lástima que los otros eran más!
3: A mí, por supuesto. Pero preferiría hablar de lo mal y de lo bien que me han
tratado, porque sería hacer el resumen de mi vida. Si unas me abandonaron,
desde el comienzo, otras me recogieron y me cuidaron. En “Entrada
prohibida” hay una cita de Pavese que dice, en parte, “mis buenas
compañeras estarán siempre vivas, / sufriendo en silencio y pagando por todos”.
Sin ellas faltaría en mi CV la poesía y estaría de más este diálogo.
12
- Alejandra Pizarnik le expresó
en una carta a la poeta bonaerense Ida Julia Casella, a propósito del poemario
de ésta cuyo título es “Antes de nacer” (1ª Edición, Ed. Colombo, 1966):
“...sus poemas son, entre otras cosas, modos de conocimiento (es evidente el
‘yo me he vuelto del revés / me he vuelto del derecho’), de conocimiento de
usted, naturalmente, pero cuando el modo es auténtico y necesario (esto sobre
todo), el lector se conoce en la comunión poética: un simple y terrible espacio
de encuentro perfecto...” ¿Te provocan, Eduardo, estas líneas, alguna
apreciación?
ED –
Si la literatura –incluida la poesía- no es conocimiento, es apenas palabras
sueltas, cháchara, nada… Uno aspira a la experiencia compartida, a que algo
resuene en el otro y lo transforme, lo cambie de lugar, de posición, de ánimo,
se le haga carne viva… Por lo menos son las vivencias que nos transmitieron
algunos de esos escritores que preferimos y que seguimos leyendo a través del
tiempo. Una novela de Benito Pérez Galdós, pero también otra de Paul Auster y,
para cambiar de registro, un poema del Arcipreste de Hita y otro de Homero
Manzi. Y lo que hicimos siempre, incluso sin saberlo, reescribir las palabras
que se reagrupaban, de otra manera, entre las ya leídas y escuchadas, entre las
que dijimos y las que nos dijeron. La literatura es, en definitiva, el lugar de
cruce donde los otros nos hablan, o se hablan a través de nosotros, aunque
ilusionemos poseer “el uso de la palabra”.
*
Eduardo Romano selecciona para
esta entrevista, en agosto de 2014, siete poemas de su autoría:
BRINDIS
Por la mano que hundo y
arranca el poema
por el verbo que comunica
como una llave
por el hijo pródigo que
vendió su corazón al contado
por la joven madre que no
abortó de perezosa
por los que de tanto en
tanto se dicen algo al espejo
por los que sólo recuerdan a
garrotazos
por la ventana cerrada de
los muertos
y por el que desde mucho
antes fue cadáver.
Por el ojo sin importancia
de la risa
por los que hoy aquí y
mañana no se sabe
por la noticia falseada en
treinta idiomas
por el que pide permiso en
todas partes
por el que usa apenas
mujeres usadas
por el que brilla una noche
y catequiza
por el silbido que se perdió
en la boca
y por la triste escalera que
solamente baja.
Por una blusa roja hasta la
sangre
por la firme respuesta del seno
adolescente
por la manzana madre de este
mundo
por el que tira sus besos al
retrete
por el que perdió la cabeza
en el griterío
y por el hueso auténtico el
hueso duro de roer.
Por el hueco de los que ya
se resignaron
por la fiel amistad de las
enfermedades incurables
por la que todavía aguarda
hecho preguntas
por la felicidad del hombre
amaestrado
por la palabra que nos dará
el olvido
por un cielo de puentes y
llegadas
y por una verdad a cada
rato.
Por el marinero que no
aprendió a desembarcar
por el clavo caliente de
estar vivo
por la alegría exacta de los
tristes
por el vino de rostros que
nadie puede arrebatarnos
y por la desesperación del
vaso en la garganta.
Por los que mercan cada día
tu trabajo
por los que “sí, cómo no, de
cualquier modo”,
por los principios con que
algunos terminan sus crímenes
por todas las maneras de
andar al descubierto
por los que memorizan cada
día de sus años
y por ti, pero más por mí,
pormigo mismo,
junto a esos zapatos
caminando sin dueño a medianoche
brindo, tal vez de manera
vulgar,
levanto mi copa enardecida
por los que ya nombré y por
los que no me acuerdo,
dejo paga mi última sonrisa,
toco fondo.
(de “18
poemas”)
LA LOCA
Me decían sentate al lado de
la loca
y dale cuerda.
La loca, a todas horas
destrozada,
y después -si existe algún
después
bajo las ruedas-
dibujaba muñecos en el
vidrio,
cantaba letras sucias,
daba pena,
Me decían recitale a la loca
tus poemas.
La loca consumía
el café más amargo con leche
y apagado,
se sonaba los huesos
traqueteados en camas
informes
o en baldíos,
se daba una medida de
esperanza.
Sentada en un rincón,
lucía las bananas podridas
del sombrero,
un perfume bien rancio,
recocido,
su careta de humo,
su cuello pergamino.
Me decían conversá con la
loca
de la vida en orsai,
de su hijo roto.
La loca masticaba estampitas
lentamente
preguntando si el sol
seguía afuera
o lo habían llevado, en
bandeja,
hasta su cuarto.
Me decían con guiños, por lo
bajo,
explicale a la loca que está
muerta.
(de “Entrada
prohibida”)
CAMINATA
Tengo veintiocho años
cumplidos
esta hermosa tarde que ahora
desciende
por la avenida viento norte,
Palermo,
pensando qué hacer con lo
que resta.
Ya no soporto los gestos de
Francisco,
según las circunstancias.
No me alcanzan las palabras
de Luis,
el estudiante de izquierda
que me quiere explicar causa
remotas.
No quiero más los proyectos
comunes y promesas
que nunca les pedí, ni
equivocada.
He visto y oído sus
trabajos,
los oficios delicados,
inútiles, vacíos,
humillantes o alegres, de
los hombres amados.
Los adolescentes que se
concentran
hasta la seriedad en mis
piernas delgadas
apenas casi me entretienen.
Las amigas que recitan
siempre,
hasta el cansancio,
comienzos o restos de
aventuras
ocultas por el humo y sus
caras mundanas,
no pueden disimular la
soledad que las desborda.
Quedan, es claro, el arte y
los paisajes,
pero una ha comprendido el
mecanismo
y para qué engañarse en
estos tiempos.
Veintiocho años al sol,
camino sostenida por esta
escasa juventud
y la incipiente madurez de
mis recuerdos.
Sólo deseo tomar un poco de
noche,
cara al húmedo cielo,
jugar a la paz, al deseo, a
la ternura,
tener una larga conversación
sobre estrategia
con algún general que nunca
hizo la guerra.
(de “Algunas
vidas, ciertos amores”)
TERCERA FOTOGRAFIA DE AMOR
Es peligroso vivir una
última noche con vos.
Hay, por ejemplo, rápidos
incendios
sobre los pastos secos de
tus ojos.
Hay un aborto reciente y
desdichado
-la careta señores los
guantes señorita-
que dejó en tu sonrisa
enorme cicatriz.
Yo la recorro con paciencia
de domingo lluvioso
bajo los pliegues de nuestra
lenta soledad.
Crecen hongos salvajes en tu
pelo
cuando hablás del marido y
los dos hijos
envenenados por la vida en
común.
Tiritan nuestras ropas por
el suelo,
la tarde se arrodilla y en
la pieza desnuda
contra tantos, somos apenas
dos.
A las catorce y treinta se
incorpora
para decirme nadie
debe saber que aquí
estuvimos juntos
porque el amor voló
desde el balcón.
A las catorce y treinta años
perdidos
sos apenas tu sombra sobre
la palma abierta del andén.
(de “Mishiadura”)
NI TAN DERECHOS NI TAN HUMANOS
III
Cuando oyó la primera sirena
se apartó
un poco del alféizar y cerró
las persianas.
Era una lástima renunciar a
esa luna
tenue y meliflua,
ingenuamente pálida,
pero los gases tóxicos
enturbiaban
tanta dulzura y al parecer
la noche ardía ya
por los cuatro costados.
A los primeros tiros dio un
paso atrás
y entornó la puerta –casi
recién pintada-
de su habitación interior.
En las tinieblas se oía el
crepitar
lujurioso de la violencia
desatada.
Ahora forzaban una entrada
gritos roncos
puteadas subrepticias
órdenes silbatos
estallaban quién sabe desde
dónde desde cuántos.
Empujado por los primeros
sollozos ahogados
se metió en el baño, echó la
doble llave,
se acurrucó en un rincón los
brazos
sobre la cabeza los ojos
hacia adentro.
Tras una breve pausa en que
creyó –lo principal
es la fe, Dios te sonríe-
haberse aislado
sintió un líquido espeso que
goteaba
justo encima justo arriba
justo no soy
se dijo en un susurro, casi
tartamudo.
Entonces se encendió la luz
potente luz de la crueldad
y al suave al apartado al
buen muchacho
al nunca te metás en esas
cosas al hijo de mamá
al siga siempre así
felicitado
también lo desaparecieron
brutalmente.
(de
“Doblando el codo”)
AVERGONZADO
¿Sabe una cosa usted que a
lo mejor me lee
en una larga tarde de
domingo sin nada
o en algún otro hueco
semejante?
Me da tanta vergüenza
ensuciar con versitos
esta hoja impoluta (mentira,
apenas si se trata
de una vulgar y servicial
servilletita)
y en especial porque murmuro
unas palabras llanas sin
metafísica legibles
carenciadas de notas o
aparato erudito
sin un despliegue
intertextual muy pobretonas.
Y no le cuento, amigo
lectorcito amodorrado,
si pienso que en lugar de
ganar a toda costa
de apostar de transar de
aplastar con denuedo
pierdo mi tiempo así alumbro
frases sueltas
la culpa que me da saber el
alfabeto
pasear por el lenguaje
gratuita suficiencia.
Al menos debería hipotecar
tal perversión
en lujuriosos avisos
masticables
que un músico por horas,
alquilado,
supiera a la sazón sonorizar
para el sagaz público medio
(¿o ya
electrocutado del todo y aún
consume?).
Me sonrojo realmente, no se
extrañe,
cuando sopeso una por una
las palabras
las pongo boca arriba en el
platillo
me detengo a escucharles
viejos ecos
como si fueran rumorosos
caracoles.
Es un oficio antiguo, otrora
respetable,
pero que ha ido cayendo en
el descrédito
en sonrisitas de burla
rápidos codazos
una especie de vicio
solitario
que hoy practican tan sólo
idiotas de la casa.
Por eso acepto caminar hasta
el patio
desolado sentarme en un
banquito lánguido
esperar que repartan esa
sopa mugrienta
que se supone mata los
huevos empollados
de todas las metáforas.
(de “Entre
sobrevivientes y amores difíciles”)
EL POETA DEVUELVE LA PALABRA
Para
morir mejor
hay
que estar sano (anónimo callejero)
Le entregan sus análisis
completos
bajo colesterol sin índice
de riesgo
glucemia uremia y uricemia
(no es el medio campo de la
selección bratislava
ni una suntuosa aliteración
esteticista)
con valores normales
adecuados millones
de leucocitos y hematíes
como para empedrar
las joyas de varias coronas
coronarias
en buen funcionamiento
vespertino
(de noche lo asaltan
imágenes compactas
que pueden provocarle
taquicardia a un dinosaurio)
y camina derecho por lugares
torcidos
se busca buenos tragos los
malos vienen solos
sigue fiel al Azar que lo
guía desvía recombina
empieza a salirse de la
ví(d)a a pesar de todos y de todo
de lo que informan estos
laboratorios alcahuetes
porque la máquina ha
comenzado a ratear
es el momento justo de tomar
esa curva
(me parece que ya tomaste
demasiado).
Resultas de lo cual lo
felicitan por haber elegido
morir saludable en buen
estado con el humor erecto
de cara a tan adversas
circunstancias convencido
de que fue bueno rebajar las
grasas los empachos
las borracheras y resacas
aquellas dos mujeres en un día
los ratos de mirar nomás
mirar hasta perderse
el horizonte los devastados
espacios interiores.
Lo felicitan –reitero y no
es una ironía-
porque ha llegado al cruce
de caminos saludable
ni se le nota el austero
carcinoma que lo convierte
en candidato seguro en
colaborador anticipado
de la página oscura del Gran
Diario donde otrora
incluyeran artículos suyos a
veces ponderados
sesudas bibliográficas
anónimas o nomás discutibles
que con los vientos light se
disiparon.
Algún periodista apresurado
querrá corroborar
si es cierto que escribía
fascículos seriados
escritores de acá de ahí de
más al fondo
para el sueño de Boris en el
saber distributivo
si compartió con Paco los
destinos de una carrera
donde enseñaban las formas
de las letras
que nunca coincidieron pero
igual dialogaban
si una vez despertó con la
que hubiera amado
entre los brazos prefirió
que durmiera tan cansada.
Igual se irá pensando por el
viaje –algunos gurúes afirman
que no es largo- las mejores
respuestas las posibles
al máximo misterio de este
confuso crucigrama.
(de “Puro
biógrafo y otras inconveniencias”)
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Eduardo
Romano y R. R., agosto 2014.
http://www.revagliatti.com.ar/010822.html
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publicado por
islanegra a las 15:05 · 3 Comentarios
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05 de Agosto, 2014
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Entre-vista
en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
Francisco Alberto Chiroleu nació el 27 de
marzo de 1950 en Rosario (ciudad en la que reside), provincia de Santa Fe, la
Argentina. Es Maestro Normal Nacional, Maestro de Música, creativo
publicitario, webmaster, fotógrafo, redactor independiente. Desde 1980 se
desempeña como editor no lineal y soporte técnico en Canal 5 de la empresa Telefé.
Es secretario de actas de SATSAID (Sindicato Argentino de Televisión) en la
seccional de su ciudad. Entre 1971 y 1976 editó la revista “El Vidente Ciego”
(nueve números). En esos años participó en diversas actividades culturales, así
como en cuatro festivales de poesía en la ciudad de Villa Dolores, provincia de
Córdoba. Fue jurado en concursos y disertante en mesas redondas articuladas a
partir de temas afines al universo poético. En 1981-1982 coordinó la sección
literaria de la publicación “Todo Río” y en 1982-1983 de “Lo Mejor de Rosario y su Gente”. Fue
incluido, entre otras, en la antología “El
Verbo Descerrajado” -poemas en solidaridad con los presos políticos de
Chile- (Apostrophes Ediciones, Santiago de Chile, 2005). Colaboró en diarios y
revistas del país y del extranjero y parte de su quehacer se tradujo al
italiano y al catalán. Participó en el Dossier Roberto J. Santoro (Nº 20 de “El
Colectivo”, Paraná, provincia de Entre Ríos, 2008). En 2003 su relato
documental “Carrera contra el destino” fue seleccionado por el Movimiento
Argentino de Documentalistas en el certamen “Rodolfo Walsh”, publicado en “Escritos Documentales” en 2004 y
presentado en la ciudad de Buenos Aires y en Rosario (en ocasión del “Congreso
de las Lenguas”). Además de ser sus textos divulgados en blogs y revistas
electrónicas, desde 2001 es el responsable de www.lexia.com.ar. Es miembro de
la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina y de la Asociación de
Poetas Argentinos. En reconocimiento a su trayectoria, el 22 de noviembre de 2011
le fue otorgado por COSITMECOS (Confederación Sindical de Trabajadores de los
Medios de Comunicación Social de la República Argentina) el Premio “Alberto
Olmedo”. En 1974 se edita el volumen antológico (1969-1974) “El reloj de humo”; dos años después su
poemario “Memorias de la estación de las
lluvias”; y en 2011, “Blues del Desarmadero”.
1 – Acaso pudiéramos comenzar
este reportaje con tu trasmisión de cómo estuvo conformada tu familia nuclear,
de qué visión tenés, Francisco, de tu niñez y adolescencia, de tu formación
docente, de tus derivas laborales, de tus búsquedas artísticas, de tus logros y
vicisitudes en las diversas áreas, de tus compromisos a través del tiempo, de
tu actualidad.
FCH – Bueno, podríamos decir que
tres de mis abuelos eran piamonteses y el paterno, francés. Esa sensación de
extranjeridad, de no estar ni aquí ni allá fue un poco la constante de la
familia. Mis padres eran gente de “trabajo” que se desvivieron para que a mis
dos hermanas y a mí no nos faltaran ni educación ni las cosas elementales. Yo
siempre me incliné por lo técnico y electrónico, pero el mandato familiar
prevaleció y terminé de maestro normal; y de piano, teoría y solfeo (como se
decía en esa época): de hecho, estuve trabajando tres años de maestro de música
en una escuela de extramuros. Comencé medicina y psicología pero no las seguí,
siempre la vida planteaba alguna excusa. Paralelamente empezaba a desarrollar
esa relación tan extraña con la palabra y con las imágenes que se esconden tras
sus infinitas combinaciones. Es decir, leer todo lo que pasaba por mis manos y
tratar de expresar un montón de ideas con lo escrito. Primero había conseguido
un puesto en Sanidad Municipal, sección vacunas, donde estuve siete años. El
sueldo era ínfimo, pero me permitía vivir la “bohemia” de esa época. De ahí
salté a la etapa de maestro, después fui
cuentapropista y terminé hace mas de treinta años ingresando al actual trabajo.
En honor a la verdad, ingresé como “creativo publicitario”. Puedo decir que
viví del “verso” durante mucho tiempo, hasta que migré al área informática en
la que me muevo bastante bien.
En medio de todo esto
estuvo el proyecto del Vidente y el vendaval de un mundo que podría haber
cambiado. El golpe cívico-militar de 1976 se encargó de eliminar todo atisbo de
inteligencia. Cualquier persona que pensaba era peligrosa. Allí empezó una
etapa de muertes, desapariciones y el exilio para otros, los mas afortunados. Otros
padecimos el exilio interior… Desarticuló nuestra generación. Higa, Santoro,
Haroldo Conti entre otros colegas, fueron secuestrados y desaparecidos. Las
derrotas se superan, los amigos perdidos, no…; para colmo, hace unos años me
enteré de la muerte de Tito Gigli, otro entrañable –un poeta enorme-. A pesar
de todo, con mi pequeño aporte siento que hice numerosos amigos (entre los que
te cuento) con los que compartir esta tarea.
En mi actual trabajo
comencé a desarrollar una actividad sindical en la que hay un fuerte
compromiso. Entre todas las actividades me hago un tiempo para lo que realmente
me gusta -jugar con las palabras-, trabajar en la web, y a veces sigo buceando
como antes en ese interminable viaje hasta el final de la noche.
2 – ¿Tendrás presente que en
nunca supe qué número de 1975 de “El Vidente Ciego” me publicaste un poema?...
En verdad, no sé cómo lo sé, pero lo tengo anotado… ¿Me habrán informado bien?
Y es de este modo que te instalo en aquella propuesta. Y que te invito a que te
refieras a ella. Es consultando el volumen “30 Años de Revistas Literarias
Argentinas” (1960-1989), cuyo autor es el fallecido investigador de estos temas, José M. Otero, médico de
profesión y vecino mío, que me entero que, entre otros, se han difundido en “El
Vidente Ciego” a María del Carmen Vitullo, Homero Manzi, Amaro Nay, Enrique D.
Záttara, Fernando M. Martínez, Juan Carlos Higa y Eduardo A. Vergara.
FCH – Podría asegurar que fuiste
publicado en el número 8. El proyecto del Vidente motivó que un grupo de
jóvenes entusiastas nos reuniéramos a discutir y analizar poesía. Todos
estábamos empezando. Fue una satisfacción que Záttara, Vedovaldi y Vitullo
fueran colaboradores. No puedo dejar de mencionar al periodista Zoilo García
Quiroga, que aportaba no sólo sus poemas sino su experiencia en los medios
gráficos. Tito Gigli trasmitía su vasta cultura. También Rubén Sevlever, Alberto
Luis Ponzo, Martha Isa y muchos más pasaron por nuestro proyecto. Sin olvidar
el lado audiovisual: “El Vidente Ciego Cuenta” y “Aries la espalda llena de
luces”, nuestro segundo proyecto en el cual nada menos que Daniel Querol
interpretó los textos y que fue pasado durante bastante tiempo en “La Sala de
Bolsillo”, además de la Galería “Meridiana” en tu ciudad -toda una aventura-.
Combinábamos las presentaciones con poemas ilustrados, cantautores locales y
hasta proyecciones de cine español de vanguardia.
Estaban los viajes a
los encuentros de escritores (Villa Dolores) y las participaciones
en los mismos. Presentamos en Rosario el último número de la Revista “Barrilete”
con sus autores y todo en “La Pequeña Muestra” del poeta Armando Santillán, que
siempre colaboraba con la “causa”. El artista plástico Aldo Ciccione (Chacal)
nos acompañó en nuestra última etapa. Publicamos y difundimos cuatro
libros y numerosas plaquetas y
separatas. Por un tema de costos la imprenta siempre estuvo lejana. Cuando
pretendimos cambiar de soporte, ya el mundo se caía a pedazos y nosotros con él.
La experiencia llegó
un poco tarde, pero dicen que al hecho consumado nunca hay que negarlo. He
notado con sorpresa que siempre hay gente que se acuerda cálidamente del
Vidente, parece que tan malo no ha sido el intento. Celebro la mención en el
estudio de Otero. La gente de la Revista “Amaru” también ha hecho lo propio en otro
artículo.
3 – Diría que “El Verbo
Descerrajado” –propuesta de la que he sabido cuando se gestaba- merecería que
nos refirieras, Francisco, cuáles fueron sus características, qué repercusión
obtuvo, si es hallable en la Red.
FCH – En el año 2005, a través de www.poetasdelmundo.com recibí la noticia
de que se estaba seleccionando material poético para apoyar la resistencia de
un grupo de presos políticos chilenos, que había iniciado una huelga de hambre en
la Cárcel de Alta Seguridad, pidiendo
por su libertad. Eso había sucedido
durante el primer gobierno democrático post Pinochet. Poetas del Mundo es otra
de las experiencias que comparto; es un movimiento internacional que nuclea a numerosos
“trabajadores de la palabra” alrededor de postulados universales como la paz, la
libertad y el respeto entre los pueblos. El material fue publicado por Ediciones Apostrophes en Santiago de Chile,
compilado por Luis Arias Manso. Una excelente edición. Por lo que sé la
distribución fue un éxito, tuve que esperar una reedición para poder conseguir
otros ejemplares. En estos momentos
habría que pedirlo a la editorial o consultar a los sitios de venta on-line en
internet que lo tengan. Participaron más
de ochenta poetas de la Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Nicaragua, España, Portugal,
entre otros países. Desconozco si existe una versión en PDF.
4
–“Carrera contra el destino”, relato documental: he aquí una obra que también
estaría bueno que nos la “muestres”.
FCH – Cuando en 1975 desapareció
por primera vez Juan Carlos Higa, yo estaba a la sazón en tu ciudad, con
Santoro, Humberto Costantini, Vicente Zito Lema, Conti, etc.: teníamos una
reunión con gente de Cultura. Al pasar el tiempo y no encontrarlo, primó la
solidaridad y se organizaron diversas búsquedas, hubo falsos datos, dinero dado
a informantes… A mí me tocó ir con Haroldo es su auto hacia uno de esos
supuestos contactos. Como él no veía bien o tenía la vista cansada, no recuerdo
bien, me pedía que lo guiara. Imaginate la situación –un ciego guiando a otro
ciego-, yo no conocía los lugares. Le informaba lo que veía, pero no sabía
hacia donde íbamos y él me contaba de sus viajes y el río. Pero llegamos a buen
puerto. Hubo después otros eventos, una mujer, golpes de la vida y un final
triste. De eso se nutrió “Carrera contra
el destino”; se fue armando como antídoto contra el olvido. Y cuando el
Movimiento de Documentalistas convocó en 2003 al “Primer Concurso Internacional
de Escritos Documentales Rodolfo Walsh” y vi las bases, no lo dudé. Cuando
empecé a darle forma salió casi de un tirón. Después vinieron las correcciones.
Pero me gusta como quedó. “Escritos
Documentales” fue publicado en 2004 y allí figura junto a otros quince
relatos finalistas. Nunca fue un “cuento”; es un relato documental, con sus verdades y sus
ficciones, pero es mi pequeño homenaje a Haroldo Conti. De paso te cuento que
siempre conservé como una reliquia un trozo de la carta escrita a máquina y
firmada, en la que él me autorizaba a usar una cita de su cuento “Tristezas de
la Otra Banda” para un epígrafe de uno de mis libros.
5
– Desde luego, pinchando sobre www.lexia.com.ar quienquiera
puede de inmediato dar con cuantiosos materiales de diversas fuentes. Tras más
de una década como único responsable del Sitio, te propongo que compartas con
nosotros cómo te has ido sintiendo –entusiasmos y decaimientos-, qué
satisfacciones y qué decepciones te dieron alcance, cómo prevés proseguir.
FCH – Sabés que siempre me
interesó la difusión del trabajo de los otros. Mi sueño hubiera sido tener una
editorial. El soporte virtual es excelente para nuestro trabajo en cuanto
permite una comunicación rápida y aceitada con los lectores y/o autores. Empecé
el sitio como algo personal y se transformó por esa interrelación con los otros
. Siempre dentro de las normas
legales de registro nacional e internacional, por supuesto. Todos los costos de
alojamiento y mantenimiento están a mi cargo. A veces algún autor preguntaba si
la colaboración se pagaba… No: quien lo
desee, ofrece sus materiales y luego de un proceso de selección, se publica.
Hay autores que agradecían emocionados la publicación y otros que nunca “acusaron
recibo”. Se mantiene una constante de 500 visitas mensuales, con altos picos
ocasionales. Con el tiempo se ha formado un grupo de gente con los que mantengo
una fluida relación vía correo electrónico. Muchas veces tuve ganas de
cerrarlo, sobre todo cuando se armaban polémicas en torno a poetas publicados o
ciertos hechos políticos. Polémicas inútiles porque no se sacaba nada en
limpio. Pero puede más el optimismo y es así que ahora estoy en una etapa en la
que lo migraré a un servidor local mas potente y con más prestaciones. Lo que
me permitirá “lavarle la cara”, sacar las hojas secas y revitalizarlo. Hay
alrededor de veinte poetas esperando que los suba y estoy preparando sus
colaboraciones. Es un trabajo que no se puede detener. Hay que hacerlo todos
los días. El diseño web lleva su tiempo, la ventaja es que siempre es
perfeccionable. Todo se puede modificar o corregir.
6 – En “Preliminares de un juego
canibalístico”, título del prólogo que el poeta santafesino Rubén Vedovaldi
concibiera para tu último poemario, afirma: “Entro a estas páginas con las
resistencias de quien tiene que ir a la morgue a reconocer cadáveres
queridos.” Para quienes no han entrado a
esas páginas: ¿Por qué Blues, por qué Desarmadero? ¿Por qué esas ilustraciones
(técnicas mixtas) en tapa e interior creadas por Bruno Chiroleu? ¿Por qué una
de las citas que constan en la página 5, tomada de “El siglo de las luces” de
Alejo Carpentier, expresa que “Hay épocas hechas para diezmar los rebaños,
confundir las lenguas y dispersar las tribus”?
FCH – Cuando le encargué a mi hijo
Bruno que me ilustrara el poema “Blues del Desarmadero”, no sabía que allí se
iba a terminar de armar el libro. No le sugerí nada, tenía total independencia
para desarrollar su trabajo. (Te aclaro que hace tiempo que es historietista y tiene su
propio proyecto editorial, “Términus”, que ya va por el quinto número). Cuando
me mostró el resultado entendí que esa sería la tapa del libro. El desarmadero
puede ser la metáfora siniestra de un país que se devoró a lo mejor de su
futuro. Sus hijos…. También el
rebaño es eso, un grupo, una clase, una generación. Los que no pueden elegir. Los
que no pueden levantar la cabeza y solo les queda aceptar una muerte o un
escape a otro prado.
El querido prologuista entró a las
paginas del “Blues…” sabiendo que iba
encontrar cadáveres. Su interpretación en perfecta: nadie quiere entrar a una
morgue, pero alguien tiene que hacerlo, es de cristiano el cerrarle los ojos al
compañero muerto y efectuar ese ritual –si se puede- del último saludo. El
libro se fue gestando a través de los años de silencio; la selección final y
los retoques obsesivos permitieron armar en menos de una semana el “muestrario
de atrocidades”. Entiendo, soy conciente de que a mucha gente le molesta esa
temática. Tengo la sensación de que hacen como que no saben de qué se habla,
pero sí, se irritan y algo se les remueve en sus pequeños mundos de falso
confort . Pero tenía que hacerlo. Por mis amigos, por el recuerdo de mis
amigos, como testimonio de una época. Por el recuerdo de los ideales perdidos.
Por todo eso.
7
- ¿Tenés en lista de espera, Francisco, otros poemarios, o inéditos en algún
otro género? ¿Y qué libros, o qué autores, tenés en lista de espera para ser
leídos?
FCH
– Estoy
embarcado en el proyecto de Libros Fractales que organiza Rubén Eduardo Gómez en sus ediciones
patagónicas de “Vela al Viento”. El mío sería el libro décimo segundo. Ya tengo
casi todos los poemas y la duda es el armado temático. Estoy trabajando otros materiales con los cuales terminaría otro
para este año. Y ando concluyendo
una especie de novela policial, que como diría Reynaldo Sietecase, es un género
que lo permite todo.
Siempre he leído y leo
en cualquier circunstancia. Me adapté a hacerlo desde la pantalla, lo que me da
un margen extra. Aunque me fascina el sustrato “libro” y creo que moriré con él.
Estoy leyendo el volumen tres de la correspondencia de Cortázar. Releyendo “Fragmentos
de un discurso amoroso” de Roland
Barthes, junto al manual del Photoshop
Cloud, un clásico de la gráfica. Y ahora me reencontré con “El lugar” de Mario Levrero.
En lista de espera por tercera vez, José Lezama Lima y su “Paradiso” y la edición bilingüe de la
poesía completa de Walt Whitman.
8
- ¿Qué es un poema?... ¿En qué consiste la vivencia poética?
FCH
– No
sé si alguien lo dijo o lo imaginé…: “hacemos
poesía por lo que nos falta”; siempre
pensé de esa forma, desde el momento en que el mundo puede ordenarse
mágicamente. Como que todo es posible dentro del poema, siempre por obra y
gracia de la palabra. Es un cable a tierra donde no siempre lo que se dice es lo
que se quiere decir. Aunque un verso mejora al otro, lo complementa, lo
completa. Muchas veces he leído en
público, tímidamente, un poema mío y de pronto los gestos humanos de los que
escuchan me revelan que una imagen llegó, que ese instante que se congeló en el
poema fue entendido. Que todavía se puede compartir algo, a pesar del tiempo. Hay algunos que salieron “redondos”, se
gestaron así y no se tocaron. Y gustan y
ME gustan.
9
- Es de un ensayo sobre poesía que sustraigo de un párrafo “la visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el
sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el
desajuste”. ¿Cómo reordenarías a tu gusto, parcial o totalmente, esta serie? Y
puede ser más de un reordenamiento.
FCH
– Las
miniaturas, la visión, el bosque, el sacrificio, el sufrimiento, el desajuste,
la ciudad, la danza, el azar, la autenticidad, el pensamiento, la lengua, la
muerte.
La ciudad, el bosque,
las miniaturas, el azar, el desajuste, la visión, la danza, el sufrimiento, el
pensamiento, la lengua, la autenticidad, la muerte.
Estos elementos dan
como para un relato breve: “En el bosque de las miniaturas, la única visión de
la autenticidad era la muerte. El sacrificio en la ceremonia impedía el
pensamiento. En la ciudad solo el azar y el desajuste eran los aliados de la
lengua…”: salió medio borgiano.
10
- ¿Qué es más importante en poesía,
suscitar imágenes o conseguir cadencias musicales?
FCH – Hablo por mí, me encanta el proceso de creación, si
es que se puede crear algo todavía. El
armado y la combinación de las palabras para que la imagen sea justa. O al
revés, darle forma a esa imagen que apareció de pronto sobre la hoja en blanco,
o en la pantalla. El armado de las
imágenes inevitablemente lleva a una cadencia musical, si entendemos como que
hay todo un hilo musical que atraviesa las palabras, sube y baja en escalas y
que cierra todo ese desarrollo con un acorde perfecto (si aparece). Gaston
Bachelard decía: “Se renueva el sueño de un soñador en la contemplación de una
llama solitaria”; y el soñador se introduce en el mundo de los poetas. Y la
poesía es y no es un sueño. Es un suicida que no se mata porque la muerte
existe (Cioran dixit). Es un ser que hay que cuidar, acompañar, sentir, es algo
más que el amor, es algo más que un todo perfecto.
11 - ¿Cuál debe ser la postura del escritor
ante la injusticia de una situación política?
FCH – El escritor hace su trabajo en la soledad. El mundo
exterior a veces lo golpea y entonces es que reacciona. De cualquier forma lo
único que tenemos es la palabra y con ella hay que moverse. La contradicción
entre obra y acción ha llenado bibliotecas. Desde que Jean Paul Sartre sentenció
“De qué sirve la literatura en un mundo que tiene hambre…”
corrió mucha tinta y
mucha sangre. Una cosa es lo que se pueda hacer como escritor y otra como
ciudadano. El hombre en su tiempo es algo que hay que contemplar porque de
alguna forma también condiciona la obra. Y ante la injusticia nos queda la
denuncia, la difusión, la organización. Por ejemplo ahora, el crimen y la
injusticia siguen asesinando al pueblo palestino.
12 - ¿Qué opinás de la poesía de tu
generación? ¿Te sentís identificado con una generación literaria?
FCH - Tengo dos identificaciones “mortales”: el
surrealismo y la Beat Generation.
Sin olvidar los
clásicos Pablo Neruda, Amado Nervo, Gustavo Adolfo Bécquer, César Vallejo… El
inmenso Raúl González Tuñón. Paul Eluard, Charles Bukowski, Gregory Corso,
Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg… En cuanto a “mi generación”, reconozco
la obra de Eduardo Dalter, Amaro Nay, Jorge Boccanera, Alejandro Schmidt, Guillermo
Ibáñez, Celia Fontán, Gustavo Tissoco, María Teresa Andruetto, Rubén Vedovaldi,
Lina Caffarello, la tuya, por supuesto. Todos con sus luces y sombras. Se me
escapan ahora un montón de nombres que
aportaron lo suyo a esta odisea terrestre.
13 - ¿Qué agrupamientos de poetas de
Rosario, de las últimas seis décadas,
podrías rememorar para nosotros?
FCH - ¡Ay!, es complicado… “El Lagrimal Trifurca” de los
Gandolfo (padre e hijo, Francisco y Elvio), que marcó un parámetro de calidad
cultural. Estaba “Runa”, dirigida por
Guillermo Ibáñez, que más tarde iba a generar “Poesía de Rosario”, publicación
que sigue activa. “La Ventana” de Orlando Calgaro, que devenida en editorial
destacó por su labor entre los 60 y 70. ”Juglaría”, con el recordado Reynaldo
Uribe, fallecido el 12 de enero de este año. Ediciones “Ciudad Gótica”, con su
más que interesante revista. Sin olvidar lo que fue el proyecto de la
Biblioteca Constancio C. Vigil con su editorial.
*
Francisco
Alberto Chiroleu selecciona para esta entrevista, en agosto de 2014, seis
poemas de su autoría:
POEMA 10
(al gorrión
Sabés ese es el
problema
cuando se toma
agua
de un pozo en la
noche estrellada
Se tragan algunas
estrellas
y duelen
Caminan por el
cuerpo
se clavan en el
corazón
salen por los ojos
brillan en la
boina
(también hay otras
tiernas cuando me miras y te miro)
Y entonces no
importa
que la mesa tenga
tres patas
si querés hacer un
barco de azúcar
que navegue en un
mar de café
aunque la gente
haga ruido
y vos tomés una ginebra y te marees
marinera en tierra
y las estrellas se
mareen también
Y al final sos una
mezcla rara
de estrellas con
ginebra
que se agitan
ríen
hablan
brillan
y suenan...
26/06/73 ( De “El Reloj de Humo”)
*
El notario
Salta los charcos
bajo la lluvia de
febrero
Lleva la historia
de su vida
bajo el brazo
izquierdo.
Febril manuscrito
de noches sin
sueño
Hojas numeradas,
cientos de papeles
Pesados testigos
de una inexistente
vida exterior
No sabe porqué
la lluvia no lo
moja,
ni humedece su
doloroso tesoro
Pasa entre las
gotas
sin involucrarse
con ellas
Como su corazón
que de tanto
equivocarse
despertó una
mañana
en otro pecho.
(De “Ceremonia’s”- inédito)
*
Réquiem por Polosecki
La diesel ligera
avanza
en el mediodía
de la estación de
Santos Lugares
En la noche del
hombre
que había visto
demasiadas cosas
A ese hombre
al que ya no le
cabía ni siquiera su nombre
Había visto su
pesadilla una y otra vez
en los ojos de sus
entrevistados
los
ignorados/marginados/usados
/deshechos del
sistema
Ellos también
tuvieron su instante de gloria
mientras el grababa
en su cabeza esas historias
Las manchas de
sangre en las ruedas motrices
de la locomotora
se van secando lentamente
Se desvanece una
ilusión de vida
en el otro lado
del espejo
Molesto testigo
del sistema
el periodista
rubricó su mejor reportaje
Sus verdaderos
compañeros de ruta
murieron con él
ese fatídico 3 de diciembre.
(Inédito)
*
CHANI
¿En qué rincón olvidé el brillo
de tus ojos
y la ternura del beso
clandestino?
¿En qué veleta el viento de la
historia
señaló ese primero de Mayo
en que nos vimos frente a
frente,
en la ciudad extraña y sus
lloviznas,
por esas raras paradojas de los
trenes
Entre tanto desamparo tu mano
fue el único puerto conocido
Esa vez fuimos dos/tal vez uno
solo vos y yo podríamos decir
qué
Tu pequeño nombre se dibuja
entre mis sueños
busco rastros de tus cabellos
cortos/
encuentro paisajes desolados
La risa de ayer es un grito
vacío/tu mundo convertido/
en andenes sucios/miseria
suburbana/
con sicarios de la muerte en
todas las plazas
No me queda nada por llorar/ni
piel que recordar/
acudo al rincón de mi
cerebro/donde siempre estás
No sirve
Es inútil hablar con las
paredes
Recrear una ceremonia nocturna
de adioses/
Negar por tercera vez una
certeza/
que se
ha vuelto tan real como tu ausencia.
(de
“Blues del desarmadero”)
*
“Jack The Ripper”
Jack
artesano
incomprendido
Entre niebla y
ladillas
en los bajos
fondos del deseo
Las chicas de la
vida
extrañan
tu visita
inesperada.
(de “Ceremonia’s”- inédito)
*
Ceremonia Secreta
En el viejo café
hormigas
alborotadas
alimentadas con
trozos de piel
Silbando aires de
Mingus
Diarios
fotografiando peces
impregnados de
venenos industriales
Nadie recordaba
el barco perdido
del almirante Cook
Tu índice recorría
el borde de mis
labios
El deseo nos
llevaba
a una zona
defoliada
Tu piel
interminable
leyenda
La brevedad de una
rosa negra
sumergida
en oxígeno líquido.
(de
“Ceremonia’s” –inédito)
*
Ciudades de Rosario y
Buenos Aires, distantes entre sí unos 300 kilómetros, Francisco Alberto
Chiroleu y R. R., agosto 2014.
*
http://www.revagliatti.com.ar/050512_chiroleu.html
www.about.me/rrevagliatti
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islanegra a las 14:34 · 4 Comentarios
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24 de Julio, 2014
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Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando
Revagliatti
Silvia Guiard nació el 5 de
noviembre de 1957 en Buenos Aires (ciudad en la que reside), la Argentina.
Es Profesora para la Enseñanza Primaria y Bibliotecaria Escolar. Desde hace
treinta y cinco años se desempeña en escuela primarias dependientes del
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, inicialmente como maestra de
grado y en la actualidad como bibliotecaria. Es Profesora de Español para
Extranjeros (durante algunos años en distintos institutos y en el Laboratorio
de Idiomas de la Universidad de Buenos Aires). Entre 1979 y 1992 formó parte del
grupo surrealista que editó las revistas “Poddema” (números 1 y 2) y “Signo Ascendente” (1 y 2-3)
y de la continuación del mismo como Grupo Surrealista de Buenos Aires. Desde entonces
se difunden versiones suyas al francés de artículos y poemas. Coordinó la
traducción del libro “La estrella de la
mañana: surrealismo y marxismo” de Michael Löwy, aparecido en 2006 a través
de Ediciones El Cielo por Asalto. Por invitación de su autor, en el volumen se
incluye un apéndice de su autoría: “Buenos Aires, el surrealismo en la lucha
contra la dictadura”, disponible en http://www.signosdeltopo.com.ar/SitioAnterior/surrealismovsdictadura.htm . Realizó diversas presentaciones o performances o
creaciones poético-musicales con Oscar Pablo Baldomá, Luis Conde y otros
músicos: uno de esos espectáculos ha sido “Pájaro de toque” en 1996. Dos son
las obras para chicos ya publicadas: “Lombrices”
(Libros del Quirquincho, 1997), “Cantos
de dinosaurios” (Editorial Amauta, 2011), y dos las que permanecen
inéditas: “Chantilly, el gato negro”
y “El duende del chaparrón”. Además
de colaborar en revistas y blogs, lo hizo en publicaciones del movimiento
surrealista: “Surr” (de París, Francia), “A phala 2” (de San Pablo, Brasil), con
su ensayo “Tierra adentro” en “Salamandra” (de Madrid, España). También en los
libros colectivos “The exteriority
crisis” (Berkeley, Oyster Moon Press, 2008), “Crisis de la exterioridad” (Madrid, Enclave de Libros, 2012), “Ce qui sera / Wht will be / Lo que será” (Amsterdam,
Brumes Blondes, 2014). Fue incluida en las antologías “Nueva poesía argentina” (selección de Jorge Santiago Perednik,
1989), “Surrealist women” (selección
de Penelope Rosemont, Austin, University of Texas Press, 1998), “Indicios de Salamandra” (Madrid,
Ediciones de la Torre Magnética, 2000). En 1999 apareció su plaqueta
“Mujer-pájaro en el círculo del sol” y en 2010 la titulada “Relampaguea”
(Cuadro de Tiza, Santiago de Chile). Poemarios publicados: “Salomé o la búsqueda del cuerpo” (1983), “Los banquetes errantes: diario de viajes” (1986) (ambos de
Ediciones Signo Ascendente y bajo el seudónimo Silvia Grénier). Ya con su
propio apellido aparecieron “Quebrada”
(1998), “En el reino blanco” (2006),
a través del sello Tsé-Tsé.
1 –
Tengo sabido que desde chica intentaste cuentos y poemas. Y que a los 17 años
participaste de uno de los grupos del taller de escritura Grafein. Te propongo,
Silvia, que evoques aquellos primeros escarceos antes de incorporarte al taller
y durante el mismo, quién coordinaba, cómo prosiguió tu evolución en los años
que llegaste a cursar en la Facultad de Letras.
SG – Mi experiencia infantil de escritura arranca sin
duda de la intensa y muy feliz experiencia de lectura. En mi casa de infancia los
libros brotaban de todas las paredes –incluso algunos muy viejos que habían
sido de mi abuelo. Era una selva que yo exploraba en total libertad, aparte de
mis propios libros y las Fabulandias,
aquellas maravillosas publicaciones de Editorial Codex que religiosamente nos compraban en el el
kiosco. Según mi recuerdo, fue una noche que estábamos viajando en auto y mis
dos hermanas se habían dormido cuando me fui contando a mí misma un cuento que
memoricé y escribí más tarde en casa. Siguieron otros, variaciones del cuento
de hadas típico. Como mamá me había enseñado a usar la máquina de escribir –de
las negras, altas, con un aro dorado en cada tecla- y me divertía usarla, fue
como un juego para mí pasar los cuentos
y poesías y abrocharlos en un librito que dedicaba a algún miembro de mi
familia. Desde luego era un juego serio y que me enorgullecía mucho. Hice dos o
tres de ellos entre los ocho y los diez años, quizás.
A los once la escritura se convirtió, por el contrario, en mi espacio
secreto. Aparte de comenzar a llenar un cuaderno Gloria tras otro con
reflexiones y confidencias personales, inauguré uno especial donde iba pasando
en limpio poemas ya con una pretensión más “seria” y que no le mostraba a
nadie, salvo muy rara vez. Eran mi fortaleza oculta.
Llegué al taller Grafein en 1975 por una amiga de mis padres que
estudiaba Letras. Participé durante un año de un grupo coordinado por Mario
Tobelem. Yo estaba en 5º año del secundario y era la única adolescente; los
demás eran estudiantes universitarios o adultos aun mayores. La propuesta del
taller era la acción, la escritura a partir de consignas o juegos colectivos –después
supe que muchos de ellos, como los cadáveres exquisitos que experimenté allí
por primera vez, tenían su origen en el surrealismo. Fue una experiencia de
maduración importante, el inicio de una relación objetiva con la escritura. Y
desde luego, como yo era una piba, escribir con adultos que me tomaban en serio
era estimulante. Entre los compañeros recuerdo a Fernando De Giovanni, que fue
muy afectuoso y me alentó a seguir escribiendo.
Entré a la Facultad de Filosofía y Letras en el 77. En la puerta del
viejo edificio de la avenida Independencia al 3000 nos recibía, por supuesto,
la policía. Salvo algunas amistades y las lecturas propuestas en la cátedra de
Graciela Maturo, lo más importante de mi paso por la facultad ocurrió en el bar
de la esquina, “Boliche”. Allí una amiga y yo descubrimos un cartelito convocando
a un “Club del Cuentista” que sería coordinado por Abelardo Castillo. Fuimos
juntas. Era en un Ateneo Cultural o algo así (no recuerdo el nombre preciso) en
un edificio de Corrientes y Suipacha. Castillo nunca apareció y entre los numerosos
jóvenes que nos encontramos en torno de esa mesa había más poetas que
cuentistas. Dos de ellos serían, con el tiempo, mis primeros compañeros del
grupo surrealista. Éste ya estaba en pie cuando, en el 80, abandoné la
facultad. La censura y estrechez intelectual que allí se respiraba contrastaba
demasiado con la libertad, la creatividad y el interés apasionado de nuestras
discusiones y actividades.
2 – En http://lainfanciadelprocedimiento.blogspot.com.ar/2007/08/silvia-guiard.html , respondiendo a una encuesta, en 2007, te referís
a “la infancia de la operación de índole mágica”, opino, de un modo excelente.
Unos años transcurrieron: ¿te animarías a añadir consideraciones sobre la escritura,
y acaso sobre “En el reino blanco”? ¿Hay por allí algún poemario inédito?
SG – En la encuesta que mencionás me refería a la escritura como operación
mágica capaz de transformar el plomo en oro o como fotosíntesis que crea el
oxígeno espiritual necesario a la vida. Ambas imágenes se corresponden al modo
en que surgieron los poemas de “En el
reino blanco”. Aunque editados en 2006, fueron escritos entre 1992 y 1997,
en un periodo de gran desolación marcado, en lo personal, por una separación
amorosa, el cese de actividades del grupo surrealista, la muerte de familiares,
enfermedad, duelo y soledad; todo ello
inscripto en el clima de derrota, disolución, pérdida de horizonte y retroceso que esos años
representaron a nivel político, cultural y social. Recuerdo que entonces caminaba
todo el tiempo mirando al suelo. Pero una noche, teniendo frente a mí ese vacío
-y mi inolvidable Olivetti- escribí el que sería luego el primer poema del
libro, y que no es sino la expansión de una única y obstinada afirmación: “Existe el mar”. Sea lo que sea ese “mar”
–el deseo, el principio vital, la propia escritura, el inconsciente, el Eros en
su más vasto sentido- puedo decir que, a la larga, en él se originó para mí
nuevamente la vida; pero también que su postulación en aquel contexto era un
abierto desafío a las circunstancias. Por lo cual, a lo escrito en 2007 cabe
agregarle ese carácter de desafío, rebelión, lucha, que entraña la escritura. Rasgo
que aparece, de modo explícito, en la introducción o “palabra preliminar” del
libro: “En el reino blanco toco mi pelo,
súbitamente encanecido y triste. ¿Qué hacer? ¿Tejerlo y destejerlo como una
lívida Penélope del aire? ¿Esperar en silencio la llegada de Nadie? / ¡Caramba:
no! Toco en mi sueño el talismán azul: mejor trenzar con esos melancólicos
cabellos cuerdas blancas. Tensarlas. Levantarse. Cantar. (…)”
Estas cuerdas evocan en principio las
de un instrumento musical o aun las propias cuerdas vocales, pero sin duda
también aluden a la cuerda sobre la que el equilibrista atraviesa el abismo y a
aquella que nos saca de un pozo y nos permite impulsarnos para ascender. “Cada poema es una cuerda blanca. Sobre esas
cuerdas me sostengo y bailo”, dice el final de la introducción. Hace poco y
por casualidad me topé en un viejo libro sobre la India con una descripción de
la llamada “prueba de la cuerda”. Un tradicional acto de magia yogui en el cual
el mago lanza hacia el cielo el extremo de una gruesa cuerda de varios metros,
cuya punta opuesta retiene en una canasta. La soga queda tensa, erguida y
rígida como una vara y el mago hace trepar por ella, como por un árbol, a un muchachito
que se pierde en las nubes. Desde que leí esta curiosa historia no dejo de
pensar que su dinámica subyacía de algún modo en la imagen que me formaba
entonces de esos “poemas-cuerda” que,
partiendo de la áspera tierra, ascienden
impulsados por el propio deseo y permiten alcanzar un plano superior –superador-
de emoción o conciencia, experiencia, expresión, comprensión, etc.
Me doy cuenta ahora de que esa cuerda
que une la tierra y el cielo aparece explícitamente en el libro. En el poema “Fugas” se evoca en un momento un mito
chaqueño según el cual las primeras mujeres vivían solas en el Mundo de Arriba
y bajaban de noche por una cuerda a robar la comida de los varones. El poema invierte
el sentido del movimiento, en una suerte de “huida hacia arriba”, diciendo: “O bien ir hacia el Chaco / redescubrir en
medio de la selva la cuerda legendaria que una vez fue cortada / y trepar otra
vez hacia el Mundo de Arriba / donde habitaron / solas / las primeras mujeres /
Criaturas del Cielo / poderosas hechiceras del aire / extenderme de galaxia a galaxia
sosteniendo en mi mano las tormentas / y acostada entre las constelaciones /
soltar mi baba blanca sobre el mundo / para crear las flores y las telas de
araña / y la almohadilla del rocío”. Quizás esta cuerda hacia el cielo es
condición o columna vertebral de toda creación o acto poético en general.
Con respecto a poemarios inéditos, lo
próximo que espero publicar tiene también un sentido ascendente pero más
literal: lo que asciende allí es en verdad un árbol y la mirada y el
pensamiento que lo acompañan. Hace unos años mi compañero y yo acampamos varios
días en un lugar a orillas del río Litrán, en la provincia de Neuquén, en medio
de un bosque de pehuenes. Tiempo después escribí varios poemas y este verano
volvimos para tomar más fotografías de este árbol extraordinario por su
antigüedad y por la personalidad y expresividad de su presencia.
3 – Cuenta con un poema-prefacio de tu autoría el poemario “Lilith”
(1987), de esa maravillosa poeta argentina, Carmen Bruna, fallecida a los 85
años en este 2014. Ya por teléfono, Silvia, te anticipé hace pocas semanas, que
si aceptabas este reportaje, te invitaría a que nos hables de ella. Y eso hago.
SG – Fui amiga de Carmen Bruna desde 1982, año en el que ella se incorporó
al grupo surrealista Signo Ascendente del que yo formaba parte. Ella tenía
entonces 54 años y yo unos 24. Nuestra amistad duró tres décadas. Compartimos
la pertenencia al grupo tanto como el vínculo personal, aun cuando cesaron las
actividades colectivas. Antes del prefacio al que aludís, le dediqué el poema
“Señas”, fruto de la emoción de aquel primer encuentro en el que nos
reconocimos todos como tripulantes del mismo barco ebrio. Carmen tenía publicado
ya su primer libro, “Bodas”,
aparecido recién en 1980 pese a que ella
había estado ligada al grupo Poesía Buenos Aires en los 50, época en la que
había descubierto además el surrealismo. Cuando la conocimos, había dejado
atrás una primera etapa de su vida en la que había estudiado Medicina –sobre
todo por presión de sus padres, inmigrantes italianos que trabajaron aquí como
albañil, el padre, y costurera, la madre- y había partido, ya con su compañero,
a trabajar durante doce años en poblados rurales y fronterizos de las
provincias de Salta, Misiones y Neuquén. De regreso a Buenos Aires –con tres
hijos- había sufrido dos golpes que marcaron su madurez: fue atropellada por un
auto en la autopista Panamericana, accidente que le valió meses de postración y
consecuencias físicas, como la sordera. El otro golpe fue la ruptura de su
matrimonio, que vivió dramáticamente. “Para amar sin medida / he convocado a las
negras olas de la desesperación” escribió. Pero en su desesperación de amor sintió la de toda la condición humana, todo el dolor de la vida
asediada por la muerte. Desde su regreso a Buenos Aires solo
se dedicó a escribir. La poesía
no era su carrera sino su vida, su manera esencial de respirar, de resistir la
condición humana, su búsqueda de un más allá de magia cotidiana.
Su voz es, como su vida,
esencialmente pasional. Sensual, traspasada de aromas, estremecimientos,
relámpagos y susurros; acariciadora o violenta, enamorada,
rabiosa o melancólica. El turbador
desborde de sus imágenes no deja indiferente a nadie. Y aunque para el gran
público su obra es desconocida, su difusión no es poca. Provino siempre de aquellos
que se apasionaron al leerla. Además de participar en Signo Ascendente –que
editó dos de sus libros: “Morgana o el
espejismo” y “Lilith”-, Carmen se
vinculó y mantuvo correspondencia con muchos poetas que admiraron su poesía y
la difundieron en revistas, ciclos de lectura, antologías o blogs e impulsaron
la edición de sus otros libros.
Actualmente se está preparando en Montreal
una versión en francés de poemas suyos en la Editorial Sonámbula, a cargo del
surrealista mexicano Enrique Lechuga. En enero de este año, Lechuga me propuso
escribir la presentación para el libro y me envió la lista de los poemas
seleccionados. La noche del 14 de enero, antes de acostarme, desparramé en mi
mesa todos los libros de Carmen para ir releyendo cada uno de esos poemas. Y
esa noche soñé con ella. En el sueño ella se había mudado y yo iba a conocer su
nueva casa. Era una suerte de cabaña en una isla que recordaba el Tigre. Para
llegar cruzaba a nado un río y era muy nítida la sensación de la frescura del
agua. Todo estaba muy verde, despejado y brillante de sol y Carmen llegaba a la
casa rejuvenecida, caminando junto a su compañero. Íbamos a comer, al parecer,
un pollo asado que se veía en el centro de una mesa. Lamentablemente, alguien
llamó por teléfono y me desperté.
Esa tarde recibí otro llamado
telefónico, esta vez de su hijo: Carmen había muerto un rato antes. Era 15 de
enero. Al día siguiente, su velorio fue íntimo y breve. Como en mi sueño, el
sol resplandecía en Buenos Aires. Pero también la luna llena se veía todavía en
el cielo. Los dos astros estaban así presentes en su despedida.
Ese mismo día llegó a mi domicilio un
ejemplar destinado a ella del Almanaque surrealista “Ce qui sera / What will be / Lo que será”, publicado en Amsterdam,
donde se incluye uno de sus poemas inéditos. Otros habían aparecido meses antes
en “A phala 2”, en San Pablo. Muchos permanecen inéditos, organizados en dos
volúmenes que ella misma tituló: “Perséfone”
y “Los ritos”. Nos esperan, aún.
4 – Mucho
valora tu impronta surrealista el escritor colombiano Raúl Henao. Y, en efecto,
es muy conocida tu poética por grupos surrealistas de otros países. ¿Nos
hablarías de esos otros grupos? ¿Cuál es el entramado vigente del movimiento?
SG – Existe
efectivamente un entramado vigente –es decir, vivo- vasto y complejo del
movimiento surrealista. Hay grupos y revistas con una larga historia y otros
surgidos no hace tanto. La relación que tengo con varios de estos grupos deriva
de la que entablamos desde el nuestro en la etapa en que se publicaba la
revista “Signo Ascendente”. Siempre me resultó asombroso y conmovedor el que
hayamos podido, en plena dictadura y en aquellos tiempos previos a internet,
vincularnos con el exterior. Contábamos solo con los nombres que figuraban en
las revistas editadas en París en los años 60. A partir de ese dato, gracias al
viaje de una amiga a Europa y el de dos de nosotros a Brasil, llegamos a
contactarnos con Sergio Lima, de San Pablo, y con el grupo de París. Del intercambio con éste derivó a su vez la
conexión con los grupos de Praga, Chicago, Estocolmo y Madrid. En 1982, el
número 2-3 de “Signo Ascendente” incluyó materiales enviados por estos grupos y
del libro colectivo la “Civilisation
Surréaliste” (París, Payot, 1976). Con el tiempo surgió la idea de un
Boletín Internacional del Surrealismo. Un primer número apareció en el 91 con
la intervención de los cinco grupos
mencionados y el nuestro, entonces integrado por Oscar Pablo Baldomá, Carmen
Bruna, Luis Conde, Julio Del Mar y yo. El Nº 2 salió en el 92. Incluía una declaración
colectiva firmada en doce países en repudio a las celebraciones del Vº
Centenario del “descubrimiento” de América. La versión inicial de la misma fue
redactada en París, pero a partir de una propuesta de Buenos Aires -y debo decir que tomando como base el texto de
mi autoría enviado junto a esa propuesta (“Tierra Adentro”). Pablo Baldomá,
Luis Conde y yo difundimos esa declaración en la Contramarcha realizada en
Buenos Aires para el 12 de Octubre. Poco después, por una conjunción de
situaciones, nuestro grupo dejó de funcionar como tal. Cierta impasse se produjo también a nivel
internacional, ya que el previsto número 3 de aquel Boletín nunca vio la luz. Sin
embargo, esos grupos continuaron activos y vinculándose entre sí. A mi
dirección siguió llegando correspondencia y, con el tiempo, retomé el contacto
con ellos. Años más tarde los conocí personalmente durante un viaje. Textos o
poemas de mi autoría han aparecido en sus revistas, en especial en “Salamandra”,
de Madrid, en antologías y libros colectivos. No me resulta fácil, sin embargo,
definir mi relación actual con el movimiento surrealista y por ello he optado
por no definirla y dejar que acontezca. Cada una de las propuestas o
iniciativas a las que decidí sumarme fueron inspiradoras y plenas de sentido.
En los últimos tiempos se produjo una
reanimación de las relaciones entre grupos. Este año 2014 ha visto ya varias
iniciativas importantes. Del 5 al 17 de junio, una muestra internacional en Montreal
reunió obras de unos 75 participantes de distintos países. En enero de 2014
apareció en Amsterdam el libro “Ce qui sera / What will be / Lo que será
: Almanac of the International
Surrealist Movement”. Presentado por Her de Vries y Laurens Vancrevel, de
la revista “Brumes Blondes”, como homenaje a los cincuenta años de la misma,
este almanaque incluye material de ciento setenta y tres colaboradores de veinticinco países. A las imágenes, poemas,
textos teóricos, encuestas o reseñas de juegos se suma la cronología realizada
por Miguel Pérez Corrales –español residente en Canarias- “Cinquante ans de
Surréalisme 1964-2013”. No todos los grupos o individuos representados en este
libro se vinculan entre sí de igual manera, ni coinciden en la totalidad de sus
posiciones. No hay un centro ni una dirección. Todos comparten la voluntad de considerar
al surrealismo, no como la repetición de lo que fue, sino como aquello “que
será”. Quiero citar un fragmento de un texto de José Manuel Rojo, de Madrid,
que aparece en la pág. 337 de este Almanaque: “(…) hoy en día no hay un estudio
mínimamente serio u honesto sobre el surrealismo que pase por alto su dimensión
radical y su intervención en el terreno político revolucionario. En efecto ya
nadie se asusta ni desconoce el programa subversivo que se escapaba de la littérature para cambiar la vida, pero lo que sin embargo no queda tan claro es que
la revolución surrealista no solo combatió a los poderes e ideologías que
reprimían la libertad y la imaginación, como la familia, el ejército, la
religión o el racionalismo castrador, sino también, y como un componente
explícito de sí mismo, al sistema capitalista que está detrás de la
civilización burguesa y de su dominación implacable.” Quizás no todos los
involucrados en el libro comparten estos conceptos con la misma convicción.
Pero sí la gran mayoría. Y en estos tiempos de crisis capitalista, tanto el grupo
de Madrid como el muy joven de Atenas, han tenido una activa participación en las
movilizaciones desarrolladas en sus respectivos países.
5 – Sos co-fundadora del Grupo
Surrealista de Buenos Aires. Traigamos, Silvia, a estos treinta años después,
aquella iniciativa: quiénes fueron tus compañeros fundadores, quiénes se mantuvieron
permanentes y quiénes participaban con intermitencias, quiénes eran escritores
y quiénes artistas plásticos, durante qué lapso perduró, a qué se abocaron, con
qué otros grupos mantuvieron contactos sostenidos, por qué razones algunos
integrantes adoptaron apodos temporarios, reagrupamientos...
SG – Hice una historia pormenorizada del grupo
surrealista en el artículo “Buenos Aires: el surrealismo en la lucha contra la
dictadura” mencionado entre mis datos biográficos. El lector interesado podrá
rastrear en librerías el libro de Michael Löwy que lo contiene o seguir el link
(también arriba citado) del Sitio al que fue subido. Aquí recordaré sólo algunos aspectos de esta
historia y algunas presencias.
Este grupo
surgió en plena dictadura y lo primero a destacar es la fuerza aglutinante,
centrípeta y creadora que lo impulsaba, en oposición al contexto de dispersión
y destrucción cultural, política y social provocado por el terrorismo de
estado. Su rasgo principal fue la autonomía y podría incluso decirse que se
autogeneró. Aquel grupo bastante heterogéneo
de jóvenes que concurrimos en 1977 al Ateneo Cultural mencionado en la primera
respuesta de esta entrevista, al
descubrir que el anunciado Abelardo Castillo no estaba allí, no sólo no nos
volvimos a nuestras casas, sino que regresamos semanalmente desde entonces. ¿En
busca de qué? Cada cual habrá tenido su respuesta, incluso una tan vaga como:
hacer algo con otros. Los más inquietos y politizados propusieron desde el
comienzo discusiones que iban más allá de la lectura y comentario de textos
propios. Y junto a los debates en voz alta -sobre el sentido de la poesía y el
lugar del poeta en la sociedad, por ejemplo- surgieron aquellos que se hacían
en voz baja y confidencialmente. De hecho, había allí militantes de dos
agrupaciones trotskistas: el Partido Socialista de los Trabajadores y Política
Obrera. Pronto se destacó del grupo inicial uno más reducido que se
propuso conformarse como grupo de
estudios. El tema elegido por votación fue el surrealismo. Se armó un plan de
investigación, una distribución de subtemas, un cronograma, una bibliografía.
Me tocaba a mí ocuparme de los antecesores y fue de ese modo que, en una noche
de tormenta, descubrí a Lautréamont. Transcurrieron meses intensos de lecturas
y puestas en común, rotación por distintos lugares de encuentro, rastreo de
libros de André Breton en las librerías, discusiones políticas y poéticas,
salidas y otros etcéteras (como sesiones de expresión corporal y los primeros
juegos). En la primavera de 1979, la Crecefyl (Comisión por la Reorganización
del Centro de Estudiantes de Filosofía y Letras) organizó una peña en el Club
Villa Malcolm, en el barrio de Palermo, para la que planeamos una intervención
conjunta. Ya entonces había aparecido,
por iniciativa personal de Alberto Arias y con mi participación, “Poddema” 1,
con la que todos nos sentíamos identificados. Pero fue tras la intervención en
Villa Malcolm que pasamos a considerarnos directamente un grupo surrealista.
Los cuatro que estábamos allí fuimos el núcleo permanente a lo largo de toda la
dictadura: Alberto Arias (firmaba Alberto Valdivia), Julio Del Mar, Alejandro
Michel (firmaba Alejandro Mael) y yo, que firmaba Silvia Grénier. Otros
compañeros habían tenido una intervención importante en el proceso de formación
del grupo pero se alejaron por distintas circunstancias personales. Usábamos
seudónimos como un recaudo de seguridad –entre otros- porque conocíamos la
gravedad de la situación política. Todos teníamos conocidos o amigos
desaparecidos y algunos habíamos padecido en carne propia los embates
represivos, aunque con algo más de suerte que tantos otros.
Dije arriba
que el grupo se autogeneró: buscó en la sombra su propio camino para dar a luz
una identidad, sin tener “padre” ni “protectores”. Desde luego, existía una
conexión subterránea con la rica experiencia cultural y política anterior al
golpe, que cada cual había vivido a su modo y de donde traían algunos su
interés por el surrealismo. Y también, como he dicho, con las agrupaciones
políticas que subsistían clandestinamente. Nuestro grupo fue una expresión
singular, muy intensa y consciente de una tendencia más extendida a la
resistencia secreta y molecular a la dictadura. En esos años proliferaron, por
ejemplo, las revistas culturales y literarias. Algunas, incluida la nuestra,
conformaron la Asociación de Revistas Culturales de Argentina que se pronunció
contra la censura. Pronto nos vinculamos también con el movimiento de derechos
humanos, al que fuimos acompañando en sus crecientes movilizaciones. Uno de
nosotros participaba en las reuniones habituales de la subcomisión de
familiares de artistas desaparecidos de la Comisión de Familiares de Detenidos
y Desaparecidos por Razones Políticas y Gremiales. Esto formaba parte de
nuestra manera de entender al surrealismo como movimiento revolucionario. Desde
el punto de vista propiamente surrealista, no tuvimos al principio conexión
alguna con los antecesores locales, salvo un par de visitas al poeta Enrique
Molina, quien no mostró interés en vincularse con nosotros. Siendo todos muy
jóvenes (entre 21 y 24 años) buscamos nuestra orientación en la fuente
original: los textos de Breton, el primer surrealismo. Pero no queríamos ser meros lectores o
difusores de las ideas e imágenes que nos apasionaban, sino actualizarlas en
nuestro propio contexto histórico y cultural.
Encuestas
internas, juegos, discusiones y sesiones de escritura automática colectiva
moldeaban nuestra vida interna, que encontró su escenario natural cuando, tras
la aparición de “Signo Ascendente” 1, conocimos a Josefina Quesada, una
pintora que había participado del taller de Juan Battle Planas. Su
departamento, en un antiguo edificio de la avenida Belgrano, fue nuestro
espacio encantado. Allí se elaboró la revista siguiente -con la suficiente
demora como para ser “Signo
Ascendente” 2-3- durante meses de
debates, juegos y sesiones de automatismo. Nuestras revistas no consignaron
nunca un director porque, salvo en el caso de “Poddema” 1 -armada por Alberto Arias- el contenido fue siempre una decisión
colectiva. La editorial –así como otros textos o declaraciones comunes- surgían
de largos y a veces arduos debates. “Signo Ascendente” 2-3 es la que incluyó más declaraciones y pronunciamientos
individuales o colectivos sobre distintas cuestiones. También fue intensa
nuestra actividad exterior a lo largo de ese año 1981: en julio editamos para la
Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y
Gremiales, un libro con poemas de detenidos; en diciembre participamos de la
primera Marcha de la Resistencia y de un nuevo festival de la Crecefyl, con la
lectura de una declaración y de un boletín especial que, adelantándose a la
demorada edición de “Signo Ascendente”, incluía material nuestro y de los surrealistas
de París y Praga. La revista salió en mayo del turbulento 1982. Nuestro grupo
había estado en la calle el 30 de marzo –contándose uno de nosotros entre los
cientos de detenidos ese día- y lo estaría de nuevo en las movilizaciones
contra el dictador Galtieri, posteriores a la derrota. Mientras tanto, la
difusión de la revista nos valió algunos enemigos –por nuestra condena a los
concursos Coca-Cola y a quienes participaron como jurados-, pero más que nada
valiosas incorporaciones: Carmen Bruna, los jóvenes Gloria Villa y Ricardo
Robotnik, Juan Andralis con su compañera Sylvia Valdés y, algunas veces con
Mario Pellegrini. Nuestra presencia ese año en el Festival de “Arte
Alternativo” organizado por la revista “Pan Caliente” (con una muestra de
cuadros y un objeto de exploración táctil), una escandalosa irrupción
condenando el mercado del arte en la Velada Surrealista organizada en la
galería de Ruth Benzacar, la
participación en un encuentro de revistas culturales en Villa Malcolm y la
preparación, junto con otros poetas, del libro “65 poetas por la vida y por la libertad” -que aparecería ya en el
83 en beneficio de Abuelas de Plaza de Mayo- coronan nuestras intervenciones en
época dictatorial.
No podría
hacer aquí el relato de los años que siguieron, que figura también con todo
detalle en el artículo antes citado. Diré a grandes rasgos que el grupo
atravesó momentos de dispersión y reagrupamiento. Entre 1983 y 1988 publicamos
libros de poemas. Viajamos varios a San Pablo, invitados por Sergio Lima, para
intervenir en una semana surrealista; organizamos un seminario de Sergio Lima
en Buenos Aires. Continuamos poniendo nuestro pensamiento y nuestra
sensibilidad en común compartiendo lecturas, debates y juegos, y
manifestándonos con intervenciones públicas tanto poéticas (muestras y
recitales) como políticas, sobre todo en la lucha contra la impunidad, pero
también contra los avances del clericalismo, en defensa de los pueblos
originarios, contra el mercado del arte. Algunos compañeros se apartaron,
nuevos amigos ingresaron y, en función de estos cambios y de la diferencia de
contexto, comenzamos a firmar nuestras intervenciones como Grupo Surrealista de
Buenos Aires, integrado hasta 1992 por quienes mencioné en la respuesta 3 de
esta entrevista.
6 –
Dejo asentado acá que me he quedado con ganas de verte leyendo en más videos de
los que hasta ahora he encontrado en la Red (en uno un texto de Manuel J.
Castilla, en otro algo de tu “Cantos de dinosaurios”…). ¿Prevés poder editar
pronto tus inéditos para chicos? ¿Quiénes son tus referentes locales y del
exterior en lo concerniente a esa producción literaria, y por qué?
SG - Son muchos los autores de literatura infantil que admiro
y frecuento en mi tarea docente. Pero a la hora de escribir para los chicos la
referencia principal son las voces de la propia infancia, aquello que ha
quedado profundamente enraizado y resonando en mí. Y allí campea, sin duda,
María Elena Walsh. Y cerca de ella las recopilaciones folclóricas de Rafael
Jijena Sánchez –su “Don Meñique”. Los
dos libros que publiqué se inician con un poema que me parece ser un eco de los
limmeriks de María Elena en su “Zoo Loco”. Como si ella me hubiera dado
la nota inicial de una melodía que continuó luego siguiendo su tendencia
propia. Pero su poesía no solo me atraía por la musicalidad y el humor. Tiene
también momentos de un lirismo y una melancolía que me fascinaban, como el
poema “Los castillos”, cuyas imágenes me conmovían de chica y me siguen
conmoviendo. La oscuridad que para mí implicaba la palabra “alimañas” –aun
después de haber averiguado su significado- no restaba nada del encanto, sino
al contrario. Desde entonces sé que no todo lo que se lee o escribe para los
chicos debe ser inmediatamente asequible por ellos o de digestión rápida. La
lejanía, la extrañeza no son necesariamente obstáculos. Cuando la dificultad está,
de forma orgánica, integrada a algo significativo y valioso para el chico,
cumple un papel importante. Aquello que no se ve con claridad, pero se
vislumbra a lo lejos, incita a soñar y abre el horizonte.
No quiero cerrar esta referencia a la
literatura infantil sin resaltar lo emocionante que ha sido para mí descubrir
los llamados libros álbum, que despliegan un lenguaje intensamente poético y
cuya exploración, en la sección infantil de las librerías, recomiendo a todo adulto sensible. Encontrará
sorpresas.
Sobre los inéditos, por ahora solo
puedo decir que es probable que “El
duende del chaparrón” aparezca a
través de la Editorial Amauta.
7 – Estoy
seguro de que he llegado a ser espectador de un espectáculo con el poeta Oscar
Pablo Baldomá y elenco en algún reducto de un barrio porteño. Ahora la
invitación es a que nos “representes” aquellas performances. Desde luego,
objetivos, alcances, satisfacciones, generación de propuestas, nuevas
iniciativas…
SG – Fueron
varias las presentaciones que armamos desde mediados de los 90 con Baldomá y
con Luis Conde, que es músico. Surgieron en principio como juego y por el
placer de crear juntos, en algunas sesiones de improvisación casera. Luego
fueron apareciendo ocasiones o ideas a desarrollar. Creo que lo que buscamos
fue la confluencia de la palabra y la música sin ser una acompañamiento de la
otra, sino entretejiendo imágenes sonoras y verbales para crear un cierto clima
o paisaje o un espacio-tiempo diferenciado del ordinario, como en las ceremonias rituales. Cada intervención
la fuimos inventando colectivamente, pautando algunas cosas, dejando otras
libradas a la improvisación. Una de las más elaboradas y complejas fue “Pájaro de toque”, espectáculo que presentamos
en el 96 en la sala teatral “El árbol” con la participación de otros amigos, entre
ellos un percusionista que se sumó a los instrumentos de viento tocados por Luis.
Recitamos o leímos fragmentos del “Popol-Vuh”,
poemas de Manuel J. Castilla, Alejandra Pizarnik, Raúl Gustavo Aguirre, Jacobo
Fijman, Benjamín Péret, de Baldomá y míos, incorporando la expresión gestual y corporal, máscaras y vestuario, diapositivas y
al final, para coronar el poema de Benjamín Péret, la irrupción de la murga Los
Quitapenas. En lo personal, disfruté las dos funciones que hicimos y me quedé
con ganas de más. En el 98 armamos juntos la presentación de mi libro “Quebrada”, en la que intervino también,
cantando coplas, Mirta López, que ya nos
había acompañado desde la murga. En el 2002 armamos algo especial para los
festivales asamblearios de Plaza Palermo Viejo y Plaza Martin Fierro. Luis
Conde junto al guitarrista Alcides Larrosa intervinieron en 2007 en la
presentación de “En el Reino Blanco”.
Y hubo otras ocasiones más acotadas o menos planeadas, en sesiones de
improvisación musical o en lecturas a las que Baldomá o yo estábamos invitados,
en las que entrelazamos sonido y palabra. También cuando Carmen Bruna cumplió
80 años, en el homenaje que le organizamos sus antiguos compañeros del grupo
surrealista en el café Monserrat. Creo recordar, Rolando, que fuiste uno de los
amigos que estuvo esa noche, a pesar del copioso aguacero que inundaba entonces
la ciudad.
Silvia Guiard selecciona para acompañar esta
entrevista, en julio de 2014, seis poemas de su autoría:
Señas
A Carmen Bruna
En el paso del lobo me reconocerás
cuando las horas muelan su molicie al borde del camino
y las ciudades crezcan como hongos en la bella planicie
todos están borrachos pero el silencio tiene
pestañas abismales para abrirnos la puerta
éramos como piedras en el río de lava
éramos como fuegos en el lecho de piedra
éramos pocos muchos los de rostro velado
éramos vivos muertos los de dientes crecidos
tu mirada de loco me prepara el terreno
éramos los sonámbulos y la vida pasaba
como una tromba roja por el centro del cielo
éramos los perdidos
con nuestras
manos-brújula
tocábamos el mundo de las cosas vencidas
hay bailarines locos que atraviesan el cielo
de trapecio en trapecio como fósforos vivos
hay bailarines locos que cruzan el abismo
sobre la cuerda tensa de su propio suicidio
De “Salomé o la búsqueda del cuerpo”
*
Fábulas (Fragmento)
“Sobre
la arena, dos cuerpos confundidos trazan la primera letra de la palabra AMOR”
(Visión
anónima, 1982)
Entonces, estaban cerrados los caminos. En
los muelles el mar se desataba, persiguiendo a un vagabundo pueblo de delfines.
Con qué músicas tristes, con qué banderas tristes avanzaban los restos del amor
sobre la playa. Con qué urutaúes desolados se vestía de niebla el horizonte.
Entonces, el mundo daba vueltas sobre un punto cansino. Los padres devoraban a
sus hijos, los hijos a sus perros, los perros a sus huesos, los huesos a sus
flautas, las flautas a sus ramos de violetas. Entonces la guerra era un silbido
de tobillos cortados por el viento, el amor un silencio entre dos puertas, la
soledad un beso de tiniebla. ¿En qué huevo de piedra silenciosa estábamos
entonces; en qué escondite, en qué despeñadero, en qué agujero abierto entre
las rocas guardábamos las uvas para el canto, las uvas necesarias? Lo recuerdo:
el mar, la piedra blanca, la montaña. En las cumbres abrían las ballenas sus
misteriosas fauces y su mugido nos estremecía. ¡Las ballenas azules! ¡Las magníficas
reinas en su trono de tiempo! ¡La gigantesca mole de los sueños abriéndonos sus
grutas! Lo recuerdo. ¿Qué éramos entonces, colgándonos del viento como niños,
urdiendo los columpios y los puentes? Los pasadizos iban y venían como patinadores sobre el hielo. Me gustan los
columpios, su insensatez de péndulos sin hilo, su salto entre dos cejas, su
sílaba intermedia resbalando como un chorro de luz entre dos peñas bruscas.
¿Qué éramos entonces, masticando la hierba como vacas videntes? Perdidos en el
llano, temblorosos, buscando las ciudades fugitivas, montados en carretas de
salitre, devorando raíces de petróleo, trenzando nuestro pelo para montar las
tiendas necesarias. Entonces el viento era un cuchillo cortando la vía láctea y
el mundo daba vueltas sobre el ojo de un muerto: un ojo seco, que nos
arrebataba los espejos y quebraba los dedos de la sombra. Estaban cerrados los
caminos. Escuchen: es la sombra que mueve sus escobas, es el viento que lanza
sus aullidos sobre el pellejo de un caballo muerto. Escuchen: las ciudades se
aproximan. Bellas, con su humareda de petróleo, su corpiño de luces
despiadadas, sus fanfarrias grotescas. Bellas, con sus trenzas de brea, su
desfile de mierda engalanada, su cortejo de huesos triturados masticando raíces
de petróleo. En los muelles el mar se desataba, persiguiendo a un vagabundo
pueblo de delfines. Con qué banderas tristes, con qué músicas tristes avanzaban
los restos del amor sobre la playa. El mundo daba vueltas sobre un punto
cansino. Perdidos en el llano, huyendo –las ciudades nos buscaban- mordíamos la
hierba visionaria como vacas rabiosas, ¡y estaban cerrados los caminos!
De “Los banquetes
errantes: diario de viajes”
*
Existe el mar
Existe el mar - he visto su abismo con mis ojos
Existe el mar la multiplicidad de sus sombrillas y de sus
cabrilleos y el viento que le alza las polleras buscando el hueco dulce entre
los muslos el musgo suave la rodilla lenta de las altas mareas henchidas de
dolor y de alegría
existe el mar en medio de mi frente
existe el mar abierto y destemplado
su paso milenario de ballena su mugido lejano
las repisas del sol
las peinetas del viento
el cristal y la luz
Existe el mar en las cuerdas de un piano
desfondado y terrible
ebrio y afónico y doliente
existe el mar sobre ciudades crueles
o bajo
civilizaciones olvidadas
existe el mar bajo la piel
en las axilas
bajo las uñas
entre los colmillos
en las jaulas del circo y en los zoológicos atroces
existe el mar entre leones
sin domesticar
azululantemente indominable
existe el mar después de las tormentas
o más bien
apareado con su propia tormenta
como dos formas grises
gigantescas
contorsionadas en un mismo abrazo
existe el mar feroz
el tragabarcos
el abrecielos el
tragamontañas
el lanzallamas el
rompeportones
el mar-asmo el
mar-aña y el mar-tillo
el mar-supial relleno de sus hijos
que son ovillos dulces luz y sombra
peces-abismo
peces-acordeón
peces-bruma y peces-escalera
peces-lunas y soles
pez-tañeos
y tañidos profundos de campana
-de campana de buzo sumergido
para siempre entre pulpos-
existe el mar barbudo
salvaje
ceniciento
acróbata de innúmeros espejos
el mar como un tesoro
conservado en toneles y barriles panzudos
el mar negruzco como un pan antiguo
el mar empecinado como un necio
empinado sobre sus tobillos
el mar tozudo como un gran secreto
como un arca que al mismo tiempo es
su diluvio
existe el mar como una sed como una alucinación
como un prodigio
existe como sólo saben existir
los mares
entre glóbulos blancos rojos y ateridos de frío
entre glóbulos sin justificación sin redención y sin
destino
existe de cualquier modo el mar con sus escamas
sus cuerdas de violín
sus lengüetazos de profundidad
sus bombas de oxígeno increíble
su aletazo de monstruo
su hocico prehistórico y mugiente
su aliento de mamut.
Lo he visto.
7/11/92 - De “En el reino blanco”
*
Se sobrenada
Grandes oleajes me sostienen
y no obstante
no obstante
sé que hablo con los labios partidos
con la lengua quemada
para estatuas de yeso
es decir:
hablo con los labios partidos
con la lengua quemada
para estatuas de yeso
y no obstante
no obstante
grandes oleajes me sostienen
lentas vegetaciones me sostienen
largos
hondísimos ramajes agitándome en su estremecimiento
me sostienen
en silencio
las palas misteriosas que acarrean la noche
me sostienen
las lenguas agridulces
moteadas
serpenteantes
y terribles del sueño
me sostienen
la sed y su cortejo de violines con las cuerdas cortadas
el hambre y sus harapos
la garrapata ardiente de cada una de mis incertidumbres
me sostienen
He aquí que se acercan los incendios
veloces
más veloces que el miedo
tiernos como paraguas
y altos como impacientes rascacielos
los incendios me toman en sus brazos
y me acunan hasta hacerme dormir
Aún dormida escucho cloquear a los relojes
aún dormida veo cómo las casas huyen de sus propias paredes
se desprenden de sus propias ventanas como de medias viejas
se sacan el corpiño
los zapatos
los hijos
y bailan como mendigas en inmensos baldíos
saltan de terraplén a terraplén
pierden completamente la memoria
se burlan de los trenes
y se emborrachan en su propio velorio
aún dormida bailo con pies heridos y feroces
entre las casas locas
entre las casas tristes
entre las casas una tras otra derrumbadas
y observo en la piel acre y translúcida del aire
los movimientos casi imperceptibles de los enormes peces de
vacío
grandes peces de nada
cruzando lentamente las veredas
estrellando sin ruido las vidrieras
boquiabiertos y torpes
blanquísimos peces de silencio
desovando en las alcantarillas
su maravillosa inexistencia
vastos transatlánticos de nada
atravesando oleadas
oleajes profundos de vacío
me sostienen.
5/12/92 – De “En el reino blanco”
*
“No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz”
Dylan
Thomas.
Uñas contra
la sombra, pelos, dientes
y el
aullido larguísimo en los huesos
La rabia
con sus perros amarillos
espumarajeando
mi saliva
La rabia de
la luz
y de la
sombra
La cólera
de sangre y de burbuja
reventando
en las venas
El ácido de
luz sobre los dientes
La
hinchazón de la sangre
Su
estallido
de bronca y
de dolor golpeando el aire
terriblemente
frágil
y desnudo
Nudo
del ansia y del hastío
Nudillo de
estar harta
Desnuda
soledad de los tobillos
Ácida
desnudez
Ácido mudo
Pica roja
el dolor sobre mi frente
Pica roja
los dientes abrasivos
Pica roja la sed
Pica roja
la rabia del aullido
Pica roja
la sangre inexplicada
Pica roja
mi cuerpo
contra el
cielo
Relampaguea:
No habrá
sido mudo
(Dic.’98) De “Relampaguea” (Poema incluido
previamente en la plaqueta “Mujer- pájaro
en el círculo del sol”, 1999)
*
Aquí donde los
árboles caminan… (Fragmento)
Una mujer, un hombre, un río
junto al árbol
A veces el árbol es un hombre
el hombre, un río
el río, una mujer
y la mujer, un árbol
La mujer en el río, bañándose
y el hombre
bañado en la mujer
y el árbol
bañándose en el cielo
Que es un río
Un hombre que es un árbol se baña
en la mujer
que es río
Y un hombre que es un río
sueña en la mujer
que es árbol
Y la mujer del árbol con el hombre del río
y la mujer del río con el hombre del árbol
se abrazan bajo el amor
y sueñan
cuando un hombre y una mujer se aman
y duermen
junto al árbol
a la orilla del río.
(Inédito)
En la ciudad de Buenos Aires, Silvia Guiard y R. R., julio 2014.
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03 de Julio, 2014
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Entre-vista
en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti
Marcos Silber nació el 4 de
agosto de 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. A partir
de 1958 ha publicado los poemarios “Volcán
y trino”, “Las fronteras de la luz”,
“Libertad” (poema escénico), “Sumario del miedo”, “Dopoguerra”, “Ella” (Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores), “Suma poética”, “Historias del oeste”, “Primera
persona”, “Boca a boca: cuaderno del
resucitado”, “Thrillers (Historias en “16”)” (finalista en certamen de Casa de
las Américas, Cuba), “Bajo continuo”,
“Noticia sobre el incendio en la nave
mayor”, “Doloratas” (con Carlos
Levy), “Cono de sombra y casa de pan”,
“Preposiciones y buenos modales” (primer premio en Mérida, España), “Roca viva” (Primer Premio Concurso de
Poesía “La Luna Que”), “Cabeza, tronco y
extremidades”. En 2010, la Editorial Monte Ávila, de Venezuela, editó “Convocados”, antología de su obra
poética. El volumen “Visita guiada”
es otra selección de sus textos, desde
1968 hasta 2012 más algunos inéditos, por él realizada y con prólogo de Ivonne
Bordelois (Ediciones Desde la Gente, Instituto Movilizador de Fondos
Cooperativos, 2013). Además de ser incluido en numerosas antologías de su país
y de Francia, Venezuela, Colombia, Perú y Cuba, colaboró en innumerables
diarios y revistas soporte papel, y muestras de su poética es hallable en la
Internet. Es uno de los fundadores de la Sociedad de los Poetas Vivos
(integrada por Carlos Carbone, Eugenio Mandrini, Santiago Espel, Hugo
Toscadaray, Carlos Levy…). Participó en el Programa de Lecturas del Ciclo
“Poetas del ‘60”, desarrollado durante 2004 en bares notables, invitado por la Secretaría de Educación del
Gobierno de su ciudad. Obtuvo el Primer Premio Municipal en el género poesía,
correspondiente al bienio 1998-1999.
1 –
“Nací en un barrio donde el lujo fue un albur…” (primer verso del maravilloso tango
“El corazón al sur” de nuestra compatriota Eladia Blázquez; ella se refería a
un barrio pobre de la ciudad de Avellaneda, del otro lado del Riachuelo,
lindando con la Capital Federal; y nos cedía allí un esbozo sobre su infancia,
su entorno familiar, su nostalgia, su devenir). Te transfiero, Marcos, aunque
sea en prosa y a vuelapluma la inquietud: “Nací…”
MS - Nací pegado al
Mercado de Abasto: ese universo que define a la época: algo así como el hotel
de inmigrantes del trabajo. La polifonía representativa del hervor social
-1930-1940-; la infancia o los juegos (que es lo mismo) se desarrolló en un
campo de batalla, el escenario mundial de entonces. Jugábamos a la guerra, a la
vida y a la muerte. Mamá, la mensajera del incendio europeo, con las cartas
cada vez más espaciadas, hasta que cesó. Por entonces, la memoria visual se
remonta hasta la mesa de la cocina, ella y yo; el silencio, la noche donde se
repetiría la ceremonia de la lectura de ella para los dos. Por eso siento a
veces que escribo para ella que leyó por mí. Me nutrió con alimento del mayor
valor calórico: Dostoievsky, Tolstoi, Puskin, Chejov, Gorki… Oigo su voz
todavía, apenas cascada, su dulce afonía. No es posible precisar por qué
ventanal ingresó el entusiasmo, el trabajo con la palabra, su necesidad. Sí
debo señalar esos encuentros como nacimientos, puntos de partida, fuente de
emociones, destino de una travesía ineludible. Marea fatal, forzosa, que se
instaló y va conmigo, convive conmigo y completa mi identidad. Si uno no asume
esa realidad, no la atiende, padecerá un fatal desvelo como castigo por
“incumplimiento del deber de creador”. Mi cabeza no dejó de generar y fraguar
imaginerías, invenciones, fantasías que consiguieron se me premie con el título
de mentiroso. Ignorancias y confusiones de entonces. Mi ser y mi quehacer
asumieron la sobrecarga de la pulsión creativa. Pinté y no prosperó; toqué el
violín y tampoco. Cada intentona se derrumbaba ante la ansiedad de la conquista
del “absoluto”, lo grande y definitivo. Y las empresas se vieron interferidas
por la oleada incontenible del desvelo y la imperiosa proclividad a cantar
presente y expresarlo. La provisión materna de literatura convivió con la dura
limitación de papá analfabeto. “Suma
poética” abre con lo siguiente: “NOTICIA – Papá era analfabeto y durante toda
su esforzada vida padeció esa infame condición. Tal vez, de allí, provenía esa
veneración, ese como culto reverencial por la palabra impresa. Cierta vez
descubrí el faltante de algunos ejemplares de un título que acababa yo de
publicar. A mi requisitoria, mamá, no sin previo juramento de reserva, me
confesó: ‘Es tu papá que se los lleva al mercado (donde trabajaba), allí los
reparte’. Con el tiempo, una de mis más caras aspiraciones, apunta a que cada
una de las palabras escritas por mí, acuda al espacio desierto de cada una de
las palabras no escritas por él. Ése, tal vez se constituya en el lugar más
intenso del encuentro, el del deseo satisfecho, el del consuelo y la
reparación; al fin, el de la victoria de la palabra de los dos sobre los hielos
del silencio.” Se fueron sucediendo trabajos variados en un contexto de agitado
transcurrir. Siempre perturbado por la visita infalible de la pulsión
“escribidora”. Como mandato, como fiera hambrienta que nunca abandonó el centro
del ring. En el revés del papelerío laboral se apuntaba la idea urgente, una
sola palabra espontánea, resumen de una ráfaga emocional o una evocación.
Persistía la impronta de construir la “gran sinfonía”, la sonoridad, esa voz,
ese tono de cada vocablo, y el ritmo, la marcha musical, la cadencia acosándome
(con gusto). Sobre el papel escribo –con pretensión de escritor- pero el
dictado proviene del adentro del compositor. La poesía –amante inmortal-
actuará como dueña, con rigurosa presencia soberana. Sobre mis veinte años el
contacto con el periodismo militante permite que participe con notas y
entrevistas. Se destaca –foto mediante- la realizada a Nicolás Guillén. Y fue
Raúl González Tuñón quien me condujo hasta el “último de los editores románticos”,
como lo denominó a don Manuel Gleizer. El último título de su sello fue mi
primer poemario. (Suelo repetir con Julio Rutman, periodista de la provincia de
Mendoza, y nieto de Gleizer, que el editor murió por la publicación de mi
trabajo…) A esos tiempos corresponde la lectura sembradora y generadora de
Vladimir Maiakovski, Serguéi Esenin, Miguel Hernández, César Vallejo, los
chilenos Vicente Huidobro y Pablo Neruda, Juan L. Ortiz, T. S. Eliot, Whitman,
Fernando Pessoa, Eluard, Aragón, Ungaretti, Quasimodo, Eugenio Montale, los
norteamericanos. El vértigo aluvional de éstos acompañaron mis años juveniles.
Ingreso a la Facultad de Medicina con el sueño de una profesión de entusiasta
sentido solidario y el mandato de “mi hijo el Doctor”. Todo se dispone y
propone como labor poética central. En la casa del sentimiento conviven la
anécdota callejera, el guión doméstico, la expectante mirada sobre el mundo.
Con pedido de ubicación preferencial aterriza mi fascinación por el cine, que
se me instala e incorpora con inusitada intensidad y seguirá presente en toda
mi obra. La pantalla parroquial del barrio me ganó con vigor de fe. El “biógrafo”
del barrio con “las de convoy”…
2 –
Aprovechemos la cámara, encendámosla, e improvisá unos acercamientos sin afán
cronológico ni exhaustivo, una “panorámica” sobre tus libros y algún apunte de
contexto.
MS - “Las de convoy” me remiten a “Historias del oeste”; la pasión
amorosa, no sin alguna incursión atrevida: “Dopoguerra”.
Un episodio histórico provoca el poema escénico “Libertad”, representado varias veces y dedicado a don David Álvaro
Siqueiros (de quien atesoro carta desde su prisión). Con papeles especiales
aparece la carpeta “Las palomas”, ilustrada por Mabel Rubli y con tirada
reducida para bibliófilos. Es mientras aparece “Cono de sombra y casa de pan” cuando me integro al Grupo
Barrilete, con los poetas Carlos Patiño (1934-2013), Alberto Costa, Horacio
Salas, Martín Campos, Rafael Alberto Vásquez, Roberto Santoro (1939; director
de la revista “Barrilete” y detenido-desaparecido
en 1977 por la última dictadura cívico-militar), Miguel Ángel Rozzisi, y otros
cercanos al Grupo, como Humberto Costantini. Aquello supuso un fuerte
compromiso político-cultural. Del que surgió la colección conformada por siete
separatas cuyo título fue “Informes”. A través del sello Ediciones El Barrilete
aparece “Sumario del miedo”. “Doloratas” es una suerte de oratorio
que memora el Holocausto. “Noticia sobre
el incendio en la nave mayor” surge desde los cuentos de piratas que le
contaba a mi nieto. “Bajo continuo” se distribuyó acompañando, en un sobre de plástico,
una edición de la revista de poesía “La Guacha”, por lo que llegó a unos 2500
lectores. “Cabeza, tronco y extremidades”
vale como pago de asignatura pendiente saldada con el médico –yo- que desertó.
3 -Estoy
casi seguro que debo haber leído tu poema escénico “Libertad” … ¿Cuál es el hecho histórico que provocó su
concepción? ¿Quién o quienes lo representaron? Imagino que si lo has dedicado a
Siqueiros, gravitará en la obra la figura del gran muralista. ¿Qué te dice en
la carta que te envió?
MS - La carta es de agradecimiento. “Libertad” fue generado a raíz de la
detención de él, que parece que había liquidado a un tipo a los tiros. Fue
editado por “El Barrilete” y lo representaron los actores Adriana Aizemberg,
Hugo Álvarez y Jorge Amosa en la primavera de 1963.
4
-Me encantaría que nos cuentes sobre una experiencia que conozco desde la
excelente edición en C. D.: textos de “Thrillers” que con tu lectura y en
contrapunto con el saxo de Sergio Paolucci, se representó en unas cincuenta
ocasiones y no sólo en nuestra ciudad. ¿En qué ámbitos se representó, en qué
localidades, alguna anécdota?
MS - Así es: además de
dar funciones, la mayoría en nuestra ciudad y en el Gran Buenos Aires, las
dimos en las provincias de Mendoza, Córdoba y Tucumán. Un episodio que recuerdo
aconteció cuando ofrecimos el espectáculo en la sala central de la Biblioteca
Nacional: Paolucci solía entonarse un
tantito antes de cada función. Esa vez llegaba la hora de inicio y no apareció
sino recién cuando yo ya estaba a punto de suicidio público. De lo más exultante copó el centro del escenario
acostándose en el piso, desde donde la emprendió con lo suyo. Los espectadores,
sorprendidos, habrán pensado que actuaba. Cuando se puso se pie, lo
ovacionaron.
5
-No ignoro que asististe como invitado a encuentros internacionales de poesía
en algunos países. ¿Qué ha caracterizado a cada uno de ellos? ¿Nos precisarías
cuáles han sido, en qué años, si hallaste alguna marcada diferencia con los que
se realizan en estas pampas…? Si llegaras a colaborar en la organización de
uno, ¿qué propondrías? ¿Qué “le faltan” a los festivales?
MS - Estimo que las motivaciones
organizativas son semejantes: auténtico interés cultural y de difusión de una
honesta minoría y afán de protagonicidad en el resto (la condición humana,
¿vio?). El festival de mayor peso y nivel en el que participé fue el de Medellín,
en junio de 1993. Luego concurrí al de Bogotá, en dos ocasiones. Funcionaba la
Casa de Poesía Silva, fundada por Belisario Betancurt (excelente poeta él mismo
y ex presidente de Colombia). La Casa estaba dirigida por la poeta María
Mercedes Carranza, quien en 2003 llegó a quitarse la vida en la misma
habitación donde José Asunción Silva lo había hecho. Ella y yo estuvimos en el
Festival de Poesía Internacional de Lima. Impactante resultó el Festival
Mundial de Poesía en Caracas, en el Teatro “Carreño” (equivalente a nuestro
Teatro “Colón”): lectura individual en un escenario enorme. Además, lecturas en
varios estados de Venezuela: conmovedor. Conocí al Nobel caribeño Derek
Walcott, de quien me traje un texto con su firma. Los encuentros que se conciben
en nuestras pampas, básicamente, conllevan similares virtudes y defectos. ¿Qué
propondría yo?: que los organizadores se abstengan de incluirse en la
programación. No considero ético que lo hagan. Los festivales carecen de
dinamismo, sentido crítico (mirada y oído de espectador / oyente). Debieran
ingeniárselas para no mortificar ni aburrir. Imbuirse del cómo juega la imagen
y la actuación y operar en consecuencia.
6
- Atmósfera de homenajes y reconocimientos explícitos o implícitos –y no sólo
por tu trayectoria de seis décadas- es la que advertimos alrededor tuyo, desde
hace un largo rato, los que estamos atentos.
MS - Homenajes y
reconocimientos sospechosos de avisos de esos que señalan la recta final y que
resultan, por lo menos, inquietantes. Con Joaquín Giannuzzi jodíamos: “estamos
en lista de espera”. Procuro ubicarme en términos existenciales y soy conciente
de ello: prolongar el recorrido con trabajo poético como resistencia, como
vital expresión afirmativa.
7 – Siempre quise preguntarte sobre aquella
intervención tuya –creo que única-, sobre los sesentas, como co-adaptador al
castellano nuestro, el de los porteños, junto con Jorge Hacker, de “Raíces”, la
pieza teatral del prolífico inglés (ahora Sir) Arnold Wesker, que inicia la
trilogía que prosigue con “Sopa de pollo” y “La cocina”. Yo fui espectador de
las tres (asistía a todos los espectáculos del grupo “Nuevo Teatro” de Pedro
Asquini y Alejandra Boero).
MS - La primera
traducción de esa pieza fue en la Argentina a través de Ediciones Nueva
Visión, en 1966. En 1971 salió con el sello del Centro Editor de América
Latina. Se representó, con la dirección de Jorge Hacker y actuaciones de Norma
Aleandro, Héctor Alterio, Rubens Correa, Alejandra Boero… Tres años en cartel.
Eso fue comenzar a bailar con la más linda: “no conveniente”, porque lo que
sigue queda por debajo…
8
– A varias personas –y probablemente no a vos- les he referido lo mucho que me
quedó grabado nuestro primer encuentro (fue en el bar “La Ópera”, de la esquina
de las avenidas Callao y Corrientes).
Habrá sido alrededor de 1990, días después de recibir yo una carta tuya,
manuscrita, en la que me trasmitías tus impresiones tras la lectura de mi
primer poemario (yo rondaría mis 45 años), y hasta tus asociaciones con cierto
sesgo de uno de tus libros. Fue mi primera verdadera conversación –casi lo
juraría- con uno de los poetas que yo más seguía desde mi adolescencia. Todo
este prologuito lo instalo para inquirir sobre tus primeros encuentros
personales con escritores que más se te hayan grabado.
MS - De impacto emocional: con Olga Orozco
(también ella había sido invitada a Colombia, pero se negó a concurrir en
nombre de no sé qué conjuro que la esperaba para atentar contra ella; en vano
–me lo habían encomendado- procuré disuadirla). Con gran placer charlé con Juan
L. Ortiz, Raúl González Tuñón, Marco Denevi, Nicolás Olivari (en un cabarute del barrio de La Boca),
Leopoldo Marechal (a quien visité con Roberto Santoro). Por teléfono te conté
que de jovencito yo me paseaba como novio –presuntuoso, ¿no?- con Lila
Guerrero, la notable traductora al español de Vladímir Maiakovski: ella me
introdujo en el mundo social de la literatura. Con Bernardo Ezequiel Koremblit,
fallecido en 2010, tuve una especial amistad y profundo afecto. Talentoso como
pocos e ingenioso como ninguno: arrancó con la presentación de uno de mis
poemarios declarando: yo este libro no lo
leí para evitar que influya en mi opinión… ¿Otros?: Sábato había dejado en
mi casa una copia del todavía inédito “Informe sobre ciegos” y se me extravió entre
tanto papelerío. A Neruda lo conocí donde vivía Margarita Aguirre, su
secretaria. Y en Santa Fe, en ocasión de aquel largometraje memorable, “Los
inundados”, charlé con Juan José Saer.
9
– Una noche de abril de 2007, en el hermoso departamento de la recientemente
fallecida poeta Graciela Wencelblat, estábamos comiendo, bebiendo y chacoteando,
la dueña de casa, nosotros, los escritores Alfredo Palacio, Alicia Grinbank, el
venezolano Luis Gilberto Caraballo, Beatriz Shaefer Peña, Roberto Glorioso, el
español Antonio Quiroga, Emilce Strucchi y tu hijo Ramiro; yo, después de
canturrear un tramo de la milonga “Yo soy Graciela oscura” -letra de Ulises
Petit de Murat y música de Astor Piazzola-, te pregunté si habías llegado a
tratar a Petit de Murat. Vos hiciste un chiste, tipo “¿qué se creen, que soy
tan mayor como para haber conocido a Esteban Echeverría o Florencio Sánchez o
Miguel Cané?”, y me quedé sin saber siquiera si te habías cruzado con él. Y
bueno, pues: aquí estoy con el
interrogante. Y como también recuerdo que algunos jóvenes poetas de tu
generación fueron a visitar a Antonio Porchia, en una época de mucha difusión
de sus aforismos, me gustaría saber si lo visitaste y qué recuerdo conservás.
MS - De Ulises Petit
de Murat tengo presente que me contó no pocas intimidades de su amigo Jorge
Luis Borges. (Estela Canto, que visitó mi casa –cabe destacar-, jamás me contó
nada de su relación con Borges.) A Porchia no llegué a conocerlo: le había
enviado uno de mis primeros poemarios y me respondió con manuscritos de sus
textos originales –que me dedicó- y que también atesoro. Tanto como cartas
manuscritas de Vicente Alexandre y Carlos Fuentes.
10
– Fuiste uno de los responsables de la colección de poesía Elefante en el Bazar,
que a través de ediciones de La Sociedad de los Poetas Vivos promovió
certámenes –Concurso Nacional de Poesía “Ramón Plaza”- y ediciones no sólo de los ganadores de dichos
certámenes. ¿Cuáles fueron los objetivos de ese grupo?
MS - La Sociedad de
los Poetas Vivos surge, claro, después de ver el film de Peter Weir con Robin
Williams: “La sociedad de los poetas muertos”, decadente y desalentador. Con una
práctica político-cultural, el grupo encaró la impresión y difusión de miles de
pequeños volantes con poemas breves y ocasionales. El concurso homenaje al
poeta Ramón Plaza resultó un acierto: participación masiva y nivel creativo.
11
-¿Algún suceso que vos consideres que ha incidido muchísimo en tu inmersión en
la vida literaria?
MS - Uno de los dos que
ha sido determinante en mi vida literaria –que es mi única y elegida vida-, es
éste: Sobre los ’80 yo llevaba ya varios años como representante de ventas –o
como se nos denominaba: corredor- en
el rubro textil, con zona de privilegio. Gané suficiente dinero como para
convertirme en propietario de varias viviendas y otros bienes. En el ’84, a la
salida de un Banco, me asaltaron. Fue muy cruento. Terminé internado con serias
lesiones craneanas. La tomografía (“desgracia con suerte” asevera el vulgo)
detectó un tumor hipofisario con mal pronóstico. Fui operado durante ocho horas
y el postoperatorio demandó quince días en
terapia intensiva. La empresa me jubiló por incapacidad y por la tremenda
depresión que me invadió. Aspirando a eludir interpretaciones sicologistas de
ocasión y sin atribuirme “mano mágica” o fatalismo, sigo creyendo que los
acontecimientos tendieron a ubicarme en la centralidad de mi pasión creativa,
sobre todo con la poesía. Gracias (vale la ironía) a la depre fui perdiendo los bienes. Al punto de sólo quedarme con mi
pequeño departamento, y ninguna otra cuestión más que atender fuera del trabajo
poético. Y sin percibirme contrariado, en la medida en que prevalece la
satisfacción, tras haber logrado conciliar el ser y el quehacer. Dentro del
laburo poético estoy vivo, presente y digno. Fuera de él: huérfano en el
desierto.
Marcos Silber selecciona para esta entrevista, en
julio de 2014, cinco poemas de su autoría: Un cabello apareció en el lavatorio;
suficiente para interrumpir el inmaculado
paisaje,
suficiente para quebrar su casta blancura.
Vaya a saberse qué asuntos lo afligían,
qué pesadumbre lo abatió.
porqué decidió saltar, vaya a saberse.
Allí aparece ahora el moribundo, vencido,
entregado.
Pero no se exhibirá más de la cuenta
su ya esmirriado cadáver. Alguien irá por agua
y el desdichado rodará y entrará
en tinieblas de abismos sin retorno.
Un cabello.
También fue vida.
Es todo.
(De “Primera persona”) TRES
La pelirroja se para en medio de la pista
como en el trono del centro del mundo.
Los hombres susurran y ella lo sabe
por eso avanza las tetas,
el mascarón de su proa.
La rubia de pelito corto sonríe,
los hombres susurran y ella lo sabe,
por eso todo el tiempo sonríe
con dibujo de tonta felicidad.
La morena planta en la escena
su cabeza de mar nocturno que perturba,
y ella lo sabe.
Los hombres apuntan
al camino de seda negro de su pelo
después que pone el cielo en el grito:
"el que no se desnuda bajo la lluvia
no juega;
el que no trepa hasta la cocina de la pasión
no juega.
Vamos muchachos, vamos,
hasta la victoria siempre" !...
(Inédito incluido en “Visita guiada”)
LLUVIA
La lluvia es Dios.
Con mano una de piedad
y de furia la otra.
Si la lluvia se retira
la tierra abandona la tierra
el mar cierra la boca
y toda la palidez se cita
para caerle a la soñadora del ventanal.
La lluvia es Dios.
Si se niega la lluvia
encallan los barquitos de papel,
ningún corazón se dibuja en los cristales
y se queda sin bendición
el pelo de las mujeres de la casa.
Si se retira la lluvia
cómo se lava el demasiado dolor del mundo
y a la carne de la tontita
echada sobre las lozas del patio
quién la lava?
Si se queda la lluvia, si no sale,
se miran perdidos los amantes
debajo del cinc difunto.
Dios es la lluvia.
Si la lluvia se retira
qué será de la sin rostro
que viene cada vez que agua
y no sabe que canta para mí.
(Inédito incluido en
“Convocados”)
LA MOJADITA
(A la sagrada de su entrepierna)
Allí vive, allí, en el centro
del arco de triunfo de sus caderas;
al pie de los terciopelos del horizonte pubiano.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
Habla la siempreviva o lo que es lo mismo
deja oír sus correntadas.
Con mi nave a la vista
se aluviona, se anega,
y a mi mano responde con sus fuentes termales.
Ni pensar cuando el llamado del timbre divino;
entonces ocurren olas de una marea
incontenible.
Juega. Juego. Jugamos.
Los disparos que dan en el blanco
agitan el carrillón de su cielo.
Me llama. La llamo. Nos llamamos.
La insaciable, la voraz
muerde el collar que la visita
y en cada pequeña muerte me devora.
Lavas nacidas en el centro de la tierra
trepan hasta la caldera
de una y otra boca de los dos.
A la conclusión
la mojadita va a decir y dice:
que haya paz, una breve tregua.
Yo, el amador voy a decir y digo:
estamos vivos y esto que sucede es la felicidad.
Ella, la amada, va a decir y dice:
me dio un poquito de frío,
tápame por favor.
(Inédito incluido en “Convocados”)
* Estampida, fogonazo; los dos dieron en el blanco.
Para que todo se corra, se retire.
Abrió sus ventanas el cielo. Y apareció el Arco
Iris.
Allí, en la noche. En el cielo de la
noche.
(Vale, adentro de la caja del sueño).
Vértigo, luego vahído, desarreglo, sismo.
Nada deja de temblar.
Cada algo se asusta, huye, se guarda.
Impasible el Arco. El de la noche.
En el cielo de la noche.
Y continúa fantasmal con luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
(y tiene, no sé...)
Que ocurrió ? Por qué ruta llegó el hechizo?
Se dislocó el destino?
Se le fue la mano a la razón?
(Tomó de más, seguro)
Afónica, la vitrola alumbra el entonces.
No cuenta preguntar: en la noche,
en el cielo de la noche, qué ocurrió?
Se amotinó el sentido?
De todos modos, a quien le importa.
Dejémoslo así.
Estampida hubo y fogonazo.
En la noche. En el cielo de la noche.
Con Arco Iris y luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que allí canta
( y tiene, no sé...)
(Inédito)
* En la ciudad de Buenos Aires, Marcos Silber y R. R., en julio de
2014.
www.about.me/rrevagliatti
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publicado por
islanegra a las 14:26 · 8 Comentarios
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no se vende ni se compra ni se alquila, es publicación de poesía y literaturas. Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra también es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía. |
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Gabriel Impaglione
poeta argentino residente en Italia director revista internacional de poesía Isla Negra fundada el 1 de abril de 2004
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