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09 de Mayo, 2014 · General

Hugo Alberto Patuto: sus respuestas y poemas


 

Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Hugo Alberto Patuto nació el 26 de enero de 1961 en Conesa, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside desde 1990 en otra localidad de la misma provincia: Pergamino. Es Profesor Nacional de Castellano, Literatura y Latín. Fue docente y empleado judicial. Y uno de los fundadores, en 1982, del Grupo Literario “Disámara” de la ciudad de San Nicolás, también en la provincia de Buenos Aires, donde dictó las conferencias “Ernesto Sábato: aproximación a su narrativa” (1988), “Federico, qué corazón!”, compartida con el poeta Astul Urquiaga, hijo (1997), “Homenaje a Roa Bastos” (1999) y el seminario “La metáfora: señal de la intemperie sin fin” (1997). Además de actuar como jurado en certámenes literarios regionales, nacionales e internacionales, obtener numerosos premios y ser incluido en antologías de su país y de Italia, fue difundido su quehacer, por ejemplo, en las revistas “Clepsidra” y “Sr. Neón” (Ciudad Autónoma de Buenos Aires), los diarios “Rosario” (Rosario, Santa Fe, la Argentina), “El Norte” (San Nicolás), “La Opinión” (Pergamino) y en propuestas electrónicas.  Con el artista plástico Sergio Bonzón y el actor Miguel Fanchovich organizó dos muestras pictórico-literarias en el Colegio ICADE de Pergamino (1997 y 1998). Coordinó en 2001 el taller literario “La posta de los versos”, dependiente de la Escuela Municipal de Bellas Artes de Pergamino. Sus libros de narrativa breve son “Acuario de sorpresas” (1994), “Jauría y otros relatos” (2012), mientras que  son sus poemarios editados: “Precioso ángel en llamas” (1982), “Orilla en la sangre” (1989, Faja de Honor otorgada por la Asociación de Escritores Nicoleños en 2012), “El destino de la nube” (1993), “Como podría decirse del viento” (2001), “El tatuaje de las voces” (2009).

 

          RR – Conesero durante casi treinta años, Hugo, habrás ido tornando a pergaminense por adopción y con intensos lazos nicoleños. Sos un exponente de escritor bonaerense consubstanciado con el transcurrir de una de las zonas más ricas de nuestro país. Sos testigo y partícipe privilegiado de las derivas de Conesa, Pergamino (“La Perla del Norte”) y San Nicolás de los Arroyos. Te propongo que nos interiorices sobre tu transcurrir en dichas localidades.

 

          HAP – Cursé estudios primarios y secundarios en Conesa; egresé como técnico mecánico de la Escuela de Educación Técnica Nº 1 "Juan Bautista Alberdi" en 1979. Había obtenido, en 1978, una mención honorífica en el Certamen Literario "XXXVII Aniversario de la Asociación Cultural Rumbo" de San Nicolás; conocí a Jimmy Urquiaga, también galardonado. Su padre, Astul Urquiaga, poeta que integrara el Grupo "Arroyo del Medio", fue inspirador y acompañó hasta su muerte (ocurrida en 1990) a "Disámara". Fui empleado administrativo en la Cooperativa Agrícola Conesa entre los años 1981 y 1985. Inicié el Profesorado de Letras en San Nicolás, en 1983, obteniendo el título en 1988. Desarrollé tareas en el Juzgado Federal de San Nicolás, en el período 1986 y 1990. En ese último año me establecí en Pergamino, cubrí suplencias como profesor, me casé con Adriana Mínguez y nuestros hijos se llaman Ignacio (1992) y Gastón (1997).

          Conesa, San Nicolás y Pergamino han significado para mí la ferviente adhesión a un movimiento social y artístico, cuya relevancia pulsa en el teatro, la plástica, la música y la literatura. Destaco la labor del Teatro Estable de Conesa, dirigido por Miguel Ángel Mutti: “Bon your Tailandia”, su última puesta en escena. El Grupo Literario "Disámara" está abocado al homenaje al poeta Astul Urquiaga, con motivo de cumplirse en julio de 2014 el centenario de su natalicio. En Pergamino tuvo lugar el estreno de "La Piaf", exitosa comedia musical. Con el Grupo Literario “Hojarasca” llevé a cabo la edición de mi libro "El destino de la nube", y con el Grupo Literario “Siete Mujeres”, la presentación de "El tatuaje de las voces", además de la participación en cafés literarios. El Taller Libre de Poesía y Narrativa de la Casa de la Cultura de Pergamino, coordinado por Edna Pozzi (1997 a 1999), fue una experiencia que valoro; aprendí a replantear el hecho estético dentro de la creación. 

 

          RR – A los 21 años, en simultánea con la aparición de tu primer poemario, ¿con qué otros escritores fundás el Grupo Literario “Disámara”? ¿Qué iniciativas sostuvo el grupo?

 


          HAP – Me acompañaron en la fundación los escritores Miriam Cairo, Laura Malatesta, Ana Santillán, Piero De Vicari, Daniel Erne, Jorge Maciel, Sebastián Olaso, Daniel Ruiz, Pedro Antonio Salinas, Pablo Scervino (quien ha fallecido), Javier Tisera, Astul y Jimmy Urquiaga.  Del editorial del Nº 1 transcribo: "Aunque sean molestas y parezcan frías y súbitas, las explicaciones un poco técnicas o científicas son necesarias en este principio y queremos ser entendidos. Disámara es un fruto seco, con pocas semillas y pericarpio extendido a manera de ala como la del fresno, el olmo, el arce, la tipa y otros cuya diseminación se realiza por medio del viento (anemófila), pero además, a partir de este momento y por su humilde condición de vehículo de vida, Disámara pasa a constituir el nombre de esta revista... Nosotros creemos en la tierra fértil, pero también consideramos el asfalto interno y el frío albergue del cemento. Hemos emprendido vuelo deseando no caer, o caer, para radicarnos definitivamente en la luz o en la oscuridad que te acompañe. Sabemos que no es fácil afrontar esta condición de Disámara solitaria y, desde este inicio, esperamos no caer en el lado asfaltado del mundo."

 


          RR – Vos y yo nos contactamos por correo postal no mucho antes de la irrupción de “Orilla en la sangre”. Nos vimos en dos oportunidades: cuando como invitado de un evento que amigos nuestros organizaron en San Nicolás, realicé una lectura, tal vez como parte de una entrevista, y cuando como invitado mío realizaste una lectura y respondiste un par de preguntas, en el segmento a mi cargo que durante cuatro años formó parte del café literario “Último Infierno”. Introducción ésta para proponerte que nos aportes tus impresiones sobre los efectos en el público de las lecturas de poemas por sus propios autores. Y, además, sobre los efectos en vos como público y en vos como lector.

 

          HAP – La lectura de poemas genera calidez; una sensación recíproca, de encuentro. En los primeros recitales de "Disámara", escuché el comentario: "Los poetas no saben leer sus poemas", aludiendo a esa rara combinación de timidez, ansiedad y pavor que me invadía; y recibí, luego de mi participación en el Segundo Festival Internacional de Poesía  (2012), la opinión de los poetas John Oliver Simon y Craig Czury. Un gesto relacionado con lo maravilloso de cada lectura. Siempre la voz del poeta extiende, al leer, un secreto que la palabra recrea en el público. Así lo he vivenciado al escuchar a Joaquín Giannuzzi, Ana Emilia Lahitte, Diana Bellesi, Astul Urquiaga, Mario Verandi, entre otros autores. Y como lector, intento una asimilación del motivo lírico para que la gente disfrute, con pausas, armoniosamente.


                           RR – Varios años transcurren entre cada uno de los poemarios que fuiste dando a conocer.¿Podrías describir un poco cuál fue el punto de partida para la composición de “Precioso ángel en llamas”?  En 1993 aparece otro libro tuyo: “El destino de la nube”. 

¿Qué dirías que ha cambiado en 2001, al llegar a “Como podría decirse del viento”? 

¿Cuáles serían las preguntas esenciales que recorren “El tatuaje de las voces” y cuáles son las respuestas que propone?

 

          HAP – “Precioso ángel en llamas” tuvo, desde la idea original, un propósito: divulgar algunos trabajos que había compartido en reuniones de mate y lectura. “Lo mejor de mí quedará cuando yo no sea visible; para ese fin me he preparado sin tregua”… La cita de Walt Whitman, epígrafe de “Enunciación”, el texto que cierra el libro, sintetiza el afán de comunicación, de búsqueda. Y éste es uno de sus poemas: “Lenta, tu mano recorre la piedra/ Quieta, de sol y de miedo, de tiempo/ Ebria, tu mano en mi pecho reclama/ Tierna, delicia de viento y parral.// Vital, la danza aflora del núcleo/ Ardiente, por tanto fuego y memoria/ Agreste, el cabello tiene misterio/ Breve, como una ilusión que se apaga.”

          Según Daniel Mastroberardino, poeta y escritor pergaminense radicado en Buenos Aires, “El destino de la nube” señala uno de los posibles momentos futuros de la Humanidad… El agua como refugio y alternativa”. Del poema “Ofrenda y Retorno”, la segunda estrofa: “Llevo al dominio de la poesía mi tributo/ de hombre que se funde a los murmullos/ de un bosque infinito.” El libro consta de tres partes, “Mutación”, “Escala de mi llamado” y “El poema”; un planteo existencial, el amor y la creación, respectivamente.

          “Como podría decirse del viento” tiene otra energía. En una cita inicial, declaro: “Mi casa tiene que ver con las palabras y con el adiós a la llanura. Irme canción como podría decirse del viento.” También dividido en tres partes, “Mejillas de laurel robado” (el amor, los hijos), “Cercos de niebla” (los devaneos del amor) y “La textura del río” (homenajes a Borges y Olga Orozco, un poema dedicado a mis abuelos).   

          En “El tatuaje de las voces”, dividido en dos partes, me pregunto por esa huella vital que la pasión ha dejado… El tesoro inagotable de los artistas, amalgamado con detalles familiares y personales. “Con sed acaso ebrio”: “Un destello vibra con el andar de la serpiente./ Aunque parezca imperceptible, su magia/ toca las paredes del corazón/ y al instante crece la dentellada/ en el paisaje más puro de quien mira/ con sed acaso ebrio/ por el dolor o la espera.”

          Mi poesía intenta bucear en el amor como un modo de conocimiento; retoma el devenir humano desde la palabra, entendida y consolidada por el misterio de iluminar con sencillez, gracias al poema.

 

          RR – Llamas, sangre, nube, viento, voces… ¿Cómo has ido decidiendo el título de cada uno de tus poemarios? ¿Qué trascendencia tiene para vos y qué alcance creés que tendrá en el lector?

 

          HAP – La elección de cada título se ha vinculado con la atmósfera que define el contenido. “Precioso ángel en llamas” es un poema; sin embargo, “Orilla en la sangre” pone el acento en esa limitación humana (o, mejor dicho, condición) que prepara el viaje a la otra orilla, no reflejada en versos. “El destino de la nube” comienza con una cita de Olga Orozco, y tampoco lo trasladé a un poema. “Como podría decirse del viento” abre a la perspectiva de irse como canción, de transformarse. “El tatuaje de las voces”: especie de racconto lírico de impresiones afectivas.

          Personalmente, creo en la identidad que fundará  –con el lector- un motivo para trascender el espacio del instante.

 

          RR – Algo así como dieciocho años pasaron entre la aparición de tu primer libro de narrativa y el segundo y último. ¿Qué asuntos abordan uno y otro? ¿Cómo ha ido modificándose o no tu forma de encarar los relatos? ¿Tenés ya material para un tercero? ¿Cuál sería su título?

 

          HAP – “Acuario de sorpresas” fue el primer título de la Colección Narrativa “Fin de Siglo” de Yaguarón Ediciones, de San Nicolás. Consta de trece relatos. He proyectado la ironía, el desamor y la pincelada poética a una serie de motivos; lo autobiográfico cede con la irrupción del misterio. La influencia de Cortázar es notoria.

          “Jauría & otros relatos” fue publicado por Ediciones Baobab. Lo integran veinticinco textos, en su mayoría breves. Los fantasmas del pueblo (amor, venganza, locura, etc.) surgen con aparente naturalidad. Uno de los cuentos, “Justine Ducrot”, fue concebido inicialmente como nouvelle… Reconozco mi dificultad para escribir prosa; y debo a la síntesis del discurso poético una cadencia que hace más atractiva la lectura. Voy anotando y corrigiendo… Me gustaría publicar minificciónes. ¿Un título?:  “Caminata en el corazón de la tarde”.

 

          RR - ¿Cuando te das cuenta que un poema o un cuento están terminados, que sólo es cuestión de pulir? ¿Hay palabras que jamás utilizarías?

 

          HAP – Ha sido materia de discusión en todas las épocas, y sostengo la idea del “borrador”. La intuición a través de la palabra consigue un sentido. El desafío latente guiña desde cada lector y se percibe un grado de conmoción, que puede abrazar o no al poeta o escritor.

          Las palabras que jamás utilizaría: aquéllas donde la idea y el contenido pudieran desvirtuarse.   

 

 

          RR - Alberto Girri en una carta le trasmite a Jorge Calvetti: “...y eso que más admiro en un hacedor de poemas: la constante coherencia de un punto de vista propio sobre la realidad. ¿No es eso el verdadero estilo de un creador?” ¿Te promueven, Hugo, estas líneas, un comentario?...

 

          HAP – Uno lee a Whitman, Rimbaud,  Auden, Pessoa –enumeración personal que denota preferencias, claro- y entra en contacto con el estilo. Una irrepetible combinación de perspectiva, sabiduría y enorme talento.

 

 

         RR - ¿Te ha sucedido que corrijas poemas después de haberlos leído en voz alta delante de otros? ¿La poesía te ha cambiado, o encauzado, o reencauzado o…?

 

          HAP – Si comparto una lectura, trato de reunir el material considerando el vuelo de la última línea en cada poema elegido. Con Edna Pozzi hablamos acerca del valor de la primera línea… Esa que va a permitir que la poesía fluya. En cuanto a la poesía, siento que cambia conmigo, así de simple.

 

 

          RR - ¿Qué es más importante en poesía, suscitar imágenes o conseguir cadencias musicales?

 

          HAP –  Ritmo: el equilibrado espacio de la imagen dentro de la música. 

 

 

 

          RR2 - ¿Qué relación existe entre superarse y resignarse? ¿Solés estar en desacuerdo con vos mismo?

 

          HAP – Un poema escrito a los catorce años dejó de volar en el secreto de cuanto imaginaba; confirma, treinta y nueve años más tarde, el aprendizaje y señala un desapego. Tal vez, aquel asombro de los primeros versos haya convertido lo estético en otra forma de celebrar la vida. Superarse y resignarse valen (y cuánto) para aceptarse… Volver al camino, con el entusiasmo del creador, con uno mismo reinventándose por las palabras.

 

 

         RR - ¿En una entrevista que le realizaran a Alberto Laiseca, él mentó algo que Oscar Wilde dijo: “El mero espíritu creador no crea, sólo imita. Sólo el espíritu crítico permite acceder a la creación.” ¿Cómo definirías el rol de los críticos?

 

          HAP – El crítico debe concentrar su esfuerzo, como el creador, para mirar en todas las direcciones, sensible y profusamente.

 

 

Hugo Alberto Patuto selecciona para esta entrevista, en mayo de 2014, seis poemas de su autoría:

 

 

 

CUANDO LA TARDE

 

 

El cabello suelto como el dibujo de una galaxia,

las ganas de correr hacia el nudo mismo

cuando la tarde se piensa noche

dentro del código de la siembra.

Atenazado por el viento,

ese papel trae un reflejo dorado

que te nombra.

 

 

                                                  (Inédito)

 

 

 

 

TEMBLOR AGAZAPADO

 

Vas a recorrer la mínima sensación del futuro

en el temblor agazapado que te desborda.

Y vas a soltar, como una promesa, los vicios

que nombran aquella luz inabarcable.

Vas a pensar el corazón furtivo de la piedra

cuando los barcos enumeren lo soñado,

voces que tramarán con el espejo

tu revés de plegaria y frutos.

Vas a decir, frente al andamio de las cosas,

que la sangre te desafía largamente

o que murmura el bosque

cuando la tarde

inunda el deseo más claro.

 

                                                            (Inédito)

 

 

     

 

POCILLOS

 

 

Ahí quedan los ojos,

cerca del remolino fugaz y temerario

que alimenta la mirada de los pocillos

en tanto crece, como dádiva del sueño,

tu boca

para nombrar eso que el mundo no sabe.

 

 

                                                                                                                       (Inédito)

 

 

AMOROSA CALIGRAFÍA DE OTOÑO

 

 

En la penumbra de la casa

una línea que va desatando

lo complejo del misterio

vuelve a probar que tu mano resiste.         

 

 

 

                                                        (de “El tatuaje de las voces”)

 

 

LOS MAGOS DE LA SIESTA

 

                                                            A Ignacio y Gastón Patuto

 

Construyen la mejor visión de lo real y despiertan

a la marcha sanguínea con héroes impulsivos,

un juego de identidades que perfora

el diminuto bosque de adrenalina.

Saber de su raro mutismo

vale tanto como la palabra de los dioses

o la sonrisa teñida por el vino

cuando la mesa familiar colma nuestra espera.

Hay veces en que los pedales confunden

al pobre conejo y nadie busca salidas

con el agobiante calor

trocando sueño por agua.

Que los brazos de un soldado aparecen

detrás del modular, sin el color de la victoria;

que la Ferrari olvida su terco destino

de rayar el cielo a pura cilindrada.

Vamos a convertir en peces

el misterio del conejo hecho de alarmas

que siempre hablan del mágico perfume

donde cabe la pasión por la vida. 

 

 

                                                      (de “Como podría decirse del viento”)

 

 

                     

CONOZCO LA SALIDA, GEORGIE

 

 

Hay que desarmar la biblioteca del siglo

y pensar dos minutos en Babilonia.

Enseguida borrar los pasos de Chiclana,

de Nicanor Paredes, de Servando Cardoso

y poner luz en la garganta de Quiroga.

Con la memoria de Funes recuperar los caballos

que denotan al atardecer una fuga perpetua.

Celebrar en Ulises el amor prodigioso,

como si la máscara del amor nos condenara.

Sentir el hambre de la llanura en Acevedo

y los labios de Emma Zunz, vengativos.

Imaginar a Caín lejos de Abel, sin golpes.

Que Dios retorne como pájaro de sombra,

lloviendo secretamente varias lunas

en el gastado camino de los muertos.

Música, fuego y leones para inventar el vino

cerca de Heráclito, de Spinoza, de Whitman,

de Stevenson, de Poe, de Kipling.

A través del aleph espiar al unicornio herido.

Todavía jugar en Islandia con el mar de ceniza.

Conozco la salida, Georgie:

Mañana volaré a Ginebra.        

 

                                                                     (de “Como podría decirse del viento”)

 

 

 

Ciudades de Pergamino y Buenos Aires, distantes entre sí unos 230 kilómetros, Hugo Alberto Patuto y R. R., mayo 2014.

 

http://www.revagliatti.com.ar/ultimo2008.htm#patuto     

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publicado por islanegra a las 14:51 · 4 Comentarios  ·  Recomendar
 
26 de Abril, 2014 · General

Graciela Perosio: sus respuestas y poemas

 

Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

 

Graciela Perosio nació el 14 de junio de 1950 en Buenos Aires, ciudad en la que reside,  Capital de la República Argentina. Egresada en 1972 de la Facultad de Historia y Letras de la Universidad del Salvador, ejerció la docencia universitaria y dirigió el Departamento de Extensión Cultural del Instituto de Cultura Religiosa Superior. En 1995 obtuvo la Beca Nacional de Investigación del Fondo Nacional de las Artes, para estudiar la obra del poeta argentino Carlos Latorre. Entre 1982 y 2014 ha publicado los poemarios “Del luminoso error”, “Brechas del muro”, “La varita del mago”, “La vida espera”, “La entrada secreta”, “Regreso a la fuente”, “Sin andarivel”, “Balandro”. Además de haber sido traducida al italiano y al portugués, fue incluida en numerosas antologías nacionales y extranjeras, tanto en soporte papel como electrónico. Participó en la segunda edición de la Historia de la Literatura Argentina, publicada por el C. E. A. L. (Centro Editor de América Latina). De sus trabajos de investigación citamos “Olvido y reminiscencias en ‘Los pasos perdidos’” en “Historia y mito en la obra de Alejo Carpentier” (1972); “Ricardo Rojas. Primer profesor de literatura argentina” en “Capítulo. Historia de la literatura argentina” (en colaboración con Nannina Rivarola, 1980); “La profesionalización de la crítica literaria” (selección, prólogo y notas, C. E. A. L., 1980);  “‘Casa extrema’ La poesía de Carlos Latorre”, en “Hablar de Poesía” nº 5, Buenos Aires, junio 2001; “Juan Gelman. La construcción del imposible nido” en  http://actaliteraria.blogspot.com/2011/10/juan-gelman.html  en octubre 2011. Permanecen inéditos “Juan Rulfo y la cultura de la pobreza”, “Los libros finales de Alfonsina Storni. Reformulación del deseo”, “La poesía de Norah Lange. ‘Un rosario de cuentas blancas’”, etc. Inédito se mantiene el ensayo “Nudos de una lectura” de Luis Bacigalupo, concebido a partir de sus primeros cuatro poemarios (solamente leído por su autor en la presentación de “La vida espera”, en el Museo Libero Badi). Fue en 1994 cuando presentó en la Fundación Del Viso una muestra de pintura titulada “Causas Desaparecidas”. Mientras que en 1999, Aroldo Lewy -en el Museo Luis Perlotti-,  dedicó una muestra escultórica a su obra, trabajando en especial el poemario de 1995. Un año antes, los artistas plásticos Silvana Perl y Enrique Banfi, integraron poemas de su autoría a la instalación urbana “Fuente de Poesía”, la que ha quedado como monumento de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, frente a la Biblioteca Nacional. Sobre su “Regreso a la fuente” fueron realizadas dos muestras performáticas multimediáticas, una en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación y la otra en La Casa de la Lectura. Un poema de “Sin andarivel” fue seleccionado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de Buenos Aires, para realizar un afiche ilustrado por Alexiev Gandman que se expuso en las veredas de la ciudad.      

 

 

           1 - En parte porque descubrí www.familiaperosio.com.ar es que te propongo que nos cuentes sobre ella, la nuclear,  tu niñez, tu educación, tu inserción universitaria, la familia actual…

 

          GP - Hay dos sucesos trágicos que marcaron mi vida: el suicidio de mamá y el secuestro, tortura y asesinato de mi hermana Beatriz. Beatriz era tres años mayor que yo y fue Presidenta  de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y de la Federación de Psicólogos de la República Argentina. Un grupo de tareas de la Dictadura la secuestró el 8 de agosto de 1978 y creemos que fue asesinada no mucho tiempo después. Cinco años antes,  mamá se había suicidado. En la última charla que mantuve con mi vieja, apenas elegido Héctor Cámpora como Presidente de la República, me había dicho: “¿Sabés qué va a pasar ahora? Los militantes van a salir a la superficie y los otros van a anotar en sus libretitas. Y después los van a matar a todos.  Tu hermana de ésta, no pasa…Y vos tenés que sobrevivir.  Porque alguien tiene que contar cómo fueron las cosas. Yo, me hago cargo de cómo las eduqué, pero no tengo resto para bancar lo que  viene. No soy la Virgen María para quedarme esperando que me entreguen el cuerpo.” Y efectivamente aún hoy no hemos recuperado los restos de mi hermana, ni siquiera tenemos certeza del momento y modo de su muerte.

          Ahora sí te puedo contar otras cosas… Tanto la familia de mi madre como la paterna provienen de la Liguria en Italia. Mis dos abuelos se dedicaron a negocios vinculados a la comida. Mi abuelo paterno junto con papá fueron propietarios del Restaurante “Perosio” que funcionaba en Suipacha y Diagonal. Un lugar muy tradicional del centro porteño, frecuentado por personalidades de la política, la cultura, las artes, el deporte. Bioy Casares lo menciona en su “Diccionario del argentino exquisito”.

          Por parte de mi abuela materna estoy emparentada con Benedetto Croce, cuya existencia, de chica, consideraba una leyenda, su propio nombre y más aún el de su hermana - Santa Croce- me hacían pensar en una invención de mi vieja que era una bromista irredenta. Entonces una tarde, bastante ofendida, me leyó la biografía de Croce en la Enciclopedia : “Ahora vas a ver si es un invento mío.” Así terminó con mi desconfianza. También Croce sufrió  momentos trágicos de pérdidas familiares. A los 16 años en un viaje a Ischia y a consecuencia de un terremoto,  pierde a su padre, a su madre y a su hermana. Él mismo es rescatado después de pasar varios días bajo los escombros… En fin, otra historia de sobrevivencia.

          Tanto mi hermana como yo nos educamos en un Colegio de monjas y la familiaridad con las enseñanzas evangélicas y con la figura de Jesucristo nos iba a marcar hondo. En mi niñez, ante un mundo que se me antojaba hostil, siempre fui hipersensible, buscaba refugio en un universo de fantasía: dibujaba, bailaba, componía canciones que repetía hasta aprenderlas de memoria, porque aún no sabía escribir. Después,  mi hermana me enseñó. Estudié danzas españolas, algo común en esos años, e integré la Compañía de Marisabel. Bailé en el Teatro “Cómico” de la calle Corrientes, y en el “Casino”. Las disciplinas corporales –la danza, la gimnasia artística, el yoga, el tai.chi- me acompañaron y ayudaron a lo largo de toda mi vida. Para subsistir en Argentina hay que ser realmente acróbata. Tengo un poema inédito sobre este tema.

          Cuando llegó el momento de ir a la Universidad, quise entrar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, pero la Dictadura de Juan Carlos Onganía la mantuvo cerrada a partir  de la acción represiva  del 29 de julio de 1966,  conocida como la “Noche de los Bastones Largos”, que significó el alejamiento para  muchos intelectuales,  no solo  de la cátedra, sino del país. Opté entonces por asistir a la Universidad del Salvador, con el propósito de cambiarme después, pero por las diferencias de programas resultó  imposible.  Me recibí  a los 22 años. Había empezado a enseñar desde el segundo año de mi carrera como Auxiliar Docente en la Cátedra de Filosofía de Agustín De la Riega. Podrás imaginarte lo doloroso que resultó, cuando, ya nombrada y rentada en la Universidad de Buenos Aires, perdí  mi puesto por la Intervención de Alberto Ottalagano, que nos echó a todos. En la UBA, por fin en la universidad pública, me había integrado a la Cátedra de Literatura Colonial Argentina, cuyo titular era Ángel Núñez –acaso recordás que nos invitaste a ambos en 1999, a leer  poemas en el Ciclo “Olivari”-. Con su adjunta,  Nannina Rivarola, que se convertiría en  amiga entrañable, escribimos después algunos trabajos para la Historia de la Literatura Argentina que publicara el Centro Editor Latinoamericano. Pero nunca más volví a retomar la docencia universitaria. Como también te imaginarás, tampoco volví a bailar en la calle Corrientes. Aunque quién te dice, todavía… (Risas.)

           En la Biblioteca Popular de Martínez , durante 1979, empecé a coordinar los talleres de escritura que había fundado Nicolás Bratosevich.  “Las Voces”,  mi taller de creatividad, había tomado forma a instancias de mi hermana Beatriz y su primera sede fue el Jardín de Infantes que ella dirigía y que se cerró a consecuencia de su secuestro. Continué con esta actividad en la Biblioteca y después pasé a hacerlo en mi casa en la provincia de Buenos Aires, en la localidad de Florida.               

         Me había casado a la misma edad que me recibí, y de ese matrimonio que duraría quince años, nacieron mis dos hijos, Lucas y Milagros. Lucas está casado y es padre de Laura y Gael. Él eligió la carrera de Historia y se licenció en la UBA. Milagros pinta y publicó el poemario “(queda entre nosotros)”. (1)

 

 

          2 – Y vos ¿qué te acordás de tu primer libro? Hablame de tus libros.

 

          GP - En los ochenta ni me imaginaba que la escritura de poesía se convertiría con el tiempo en mi actividad principal. Pensaba, en cambio, que en algún momento iba a reanudar la tarea académica, pero sentí que tenía que sacar un libro como respuesta a la Dictadura, una forma de afirmar que seguía viva. Entonces, bastante a las apuradas, reuní un grupo de textos escritos sin la menor idea de ser publicados, escritos muy íntimos ¿entendés? Así nació “Del luminoso error”, que es del 82. Aún así y con toda su desprolijidad,  rescato de ese conjunto visceral, alguna página como “Lluvia”, en cierto modo un autorretrato válido.

          Siguió “Brechas del muro” de 1986 (mi hijo decía que yo publicaba para los mundiales de fútbol: este año también coincide), con un poema dedicado a Beatriz. Mucho tiempo después de la edición tomé conciencia de que lo había concebido a partir de un encargo que ella me había hecho en vida. Me pidió un texto que expresara los sentimientos de un preso político, algo para una revista militante. Y la verdad, no me salía, quedaba  panfletario, obvio, no lo pude resolver en aquel momento. Y después terminó por darse este texto que surge casi como jugando, alrededor de un verso de Alejandra Pizarnick. Se difundió por primera vez en “Punto de Vista”, y toda la revista estuvo ilustrada por Luis Felipe Noé. Yo ya venía trabajando con la obra de Noé,  pero allí decidí conocerlo personalmente. Una figura magistral, de fuerte ascendencia sobre mí y cuya pintura va a seguir generándome escritos. Mi libro posterior,“La varita del mago”, es una reflexión sobre el vínculo entre las generaciones del ’60 y del ’70. Algunos poemas nacen de la visión de un cuadro de Noé y los  otros parten de la lectura de un verso de Juan Gelman. La escritura y publicación  de ese libro coincidió además con la disolución de mi matrimonio. Y operó como bisagra para  separarme también de mi pasado,  de los amados maestros, del heroísmo como forma de vida. Lleva una dedicatoria que me trajo más de un problema: “A los hombres del ’60 por cuyas ideas mi generación puso el cuerpo.” Lo cual no pretendió decir que la generación del ’60 no puso el cuerpo como se interpretó, sino que no es lo mismo dar la vida a los 20 años, cuando difícilmente tus ideas se puedan considerar cabalmente propias.

          En 1995 se publica el poemario que ronda la figura materna y reflexiona también sobre el suicidio: “La vida espera”.  Lo materno en sí mismo y la femineidad son temas que reaparecen de modo más sesgado en el quinto libro: “La entrada secreta”,  un trabajo con mucha intertextualidad. Alude a las leyendas de la gesta artúrica, al imaginario celta. Aquí importa decir que para los chicos argentinos nacidos en los ’40 y los ’50 el imaginario celta, el rey Arturo y sus caballeros, personajes como Ivanhoe o el Príncipe Valiente fueron lecturas habituales. E integraban la famosa Colección Robin Hood que acompañó nuestra infancia.  Con este libro inicio mi experimentación en las performances: se presentó en la Sala de Representantes de la Manzana de las Luces y leí el último poema, “Canto de alabanza”, desde el escenario a oscuras y con un único reflector sobre el atril donde estaba el libro. Concluida mi lectura, desde el fondo de la sala empezaron a oírse voces que cantaban los versos y que el público no podía ver. Un efecto “fantasmal” que resultó interesante. Hoy esta forma de presentar un poema se ha vuelto habitual pero en aquel momento fue novedosa y  justamente por lo inesperado, causó mayor emoción en el público.

          A“Regreso a la fuente”, mi sexto libro, la considero una obra aún irresuelta. Creo que debiera reescribirla, pero por ahora la voy completando con puestas en escena. Su escritura me sumergió en una investigación de la mística renacentista y los escritos de las academias italianas. Me apasionó la lectura de la “Hypnerotomachia Poliphili” (“Sueño de Políphilo”) atribuida a Francesco Colonna, aunque  me acerco más a la tesis de Kretzulesco-Quaranta de que se trata de un texto colectivo cuyo compilador fue León Battista Alberti. Un texto en clave redactado por los humanistas de las academias.  De alto contenido ecológico, en él se advierte el peligro de olvidar que provenimos del agua. Profetiza como especialmente riesgoso el momento en que nuestra civilización gire alrededor de las “fuentes negras de la muerte en las tierras donde se inició la humanidad”. Fijate que leí esto a mediados del 2002, faltaban pocos meses para que Estados Unidos invadiera Irak. Una coincidencia conmocionante.

         Después vino  “Sin andarivel”, donde se puede leer entre líneas mi incursión en la meditación budista. Hace días acaba de salir  “Balandro”. Y tengo inédito un  poemario titulado “El privilegio de los años”.

 

 

   

          3 – El título del poemario inédito me da en el plexo. Ya lo quiero leer. Tanto me ronda, cuando no me acecha o acicatea, el asunto de “tener ya mis años”. Introito éste para solicitarte que nos adelantes algo sobre su estructura. Y, de paso, también sobre “Balandro”.

 

          GP - El título “El privilegio de los años” lo tomo de la película “El maestro de música”.  La esposa del maestro habla a la alumna joven, deslumbrada por su profesor, y le dice: “Usted tiene la ventaja de la edad,  yo tengo el privilegio de los años”. Fijate que son expresiones  que fuera de contexto pueden parecer sinónimas pero no lo son.

          Por otra parte, para alguien nacido en los’50 y de mis ideas, haber llegado a los 63 en Argentina es un privilegio. Pero además, una -a fuerza de vivir y equivocarse- adquiere una mirada privilegiada sobre la vida. Ahora, me han preguntado si el título tenía que ver con la escritura y hay que decir que este privilegio no implica una facilidad mayor para escribir, porque a medida que se aprende el oficio también aumenta la exigencia, el desafío de lo que se pretende.  La distancia entre lo que se quiere lograr al escribir y lo que realmente se puede, es infinita siempre.

            El libro habla de estas cosas, de lo que cambia con los años y de lo que no. El ansia de amor no cesa, el abismo frente al otro no cesa. Nunca se sabe cómo cruzar la calle y comprender o hacerse comprender… También llegan las generaciones nuevas, el ser abuela y ver que en algunas cosas volvés a empezar, a acompañar el crecimiento de un niño, verlo asomarse al mundo, otro mundo, no el que sentiste tuyo. Inevitablemente  comparás tu infancia con el ser niño de estos días y hay algunas coincidencias y también abismos de distancia.

            En cuanto a “Balandro”, está dividido en dos secciones: “la necesidad de pintar” y “la necesidad de narrar”. La primera la integran poemas más breves, escenitas, cuadros. La segunda es una novedad en mi obra: aparece el poema largo narrativo. Se busca el sentido de ciertos acontecimientos del pasado. Una va tratando de armar un rompecabezas, descubrir el revés de la trama que se escribió con la vida. El título nombra la más pequeña de las embarcaciones a vela, un navío que Fabio Morábito en su contratapa, asocia a los naufragios, al transcurrir de los sobrevivientes.

 

 

           4 – “Punto de Vista”, “Hablar de Poesía”, importantes –sustanciosas- revistas te han publicado. (Sé que sucedió también con una que yo apreciaba tanto: “Feminaria”.) ¿Qué te hace sentir que tu quehacer aparezca en ellas? 

 

          GP - Una espera el reconocimiento, esa mirada del colega que nos confirma en el camino, por supuesto, y no siempre se da. Pero aun cuando sí se da, forma parte del trabajo. En cambio hay otras cosas que te desbordan. Fijate que en un sitio de la Red, leí de pura  casualidad , una anécdota de un preso en la cárcel de Río Negro que cuenta esto: “Yo me sostenía leyendo el poema  ‘Tiempo de familia’ de Graciela Perosio; pensaba voy a salir de acá y vamos a volver a estar todos juntos.” Eso es algo más allá de lo esperable. ¿Y sabés cómo le llegó el texto? Porque lógicamente necesité averiguar: el hijo de una ex alumna del taller, que es psicólogo, hace un trabajo de lectura en presidios y cuando falleció su mamá, se había quedado con mi primer libro que es  donde está ese poema.

          Hay reconocimientos íntimos que para mí valen infinitamente, comentarios de lectores, de  personas que pasaron por mis clases. Me parece que si los repito violo el encanto del secreto. También fue fuerte ver mi poema en un  cartel de la avenida 9 de Julio. Y tuve la alegría de que a pesar de que en ese momento fuimos sólo cinco poetas seleccionados por la Secretaría de Cultura de la Ciudad, uno de ellos había asistido a mi taller, Gustavo Álvarez Núñez. ¡Cartón lleno!

 

           5 – Que te hayas ocupado de escudriñar la obra de Carlos Latorre, el autor de “La ley de gravedad”, “La línea de flotación”, “La vida a muerte”, “Cabeza o triste páramo”, prologado por Juan Antonio Vasco (Ediciones Botella al Mar, Buenos Aires, 1979), me incita a reclamarte una semblanza de ese admirado poeta. Y como también has escudriñado a Ricardo Rojas y a Norah Lange, tu visión es bienvenida.

 

          GP -  Latorre era una persona que vivía con el pie en el acelerador, la vida a pleno costo y la poesía a pleno costo. La palabra “conveniencia” no entraba en su vocabulario. Pero te tengo que contar mi historia con él. Tendría yo unos siete u ocho años y encuentro en un Suplemento Literario, probablemente  el de “La Nación”, un largo poema de versos extensos. Y lo copio en un cuadernito. De allí en más no iba a ningún lado sin ese cuaderno. Mi vieja lo llamaba “el talismán de Graciela”. Un día, intrigada, me preguntó si lo podía leer, entonces se lo di lo más contenta y me dijo: “Pero Gracielita,¿ vos entendés esto?”  “Entenderlo no, mami ¡pero cómo suena!” Y allí mi vieja me miró de una manera como si pensara: no hay nada qué hacerle, está perdida.  Ahora,  pasaron los años y en una presentación de libros de Editorial Tsé-Tsé, Reynaldo Jiménez informa que en el público se encuentra Mariluz Luna, la viuda de Latorre. Me acerco y le cuento la historia anterior, y ella exclama: “Tuve que compartir a Latorre con tantas mujeres, ¡pero también con una nena!”. Después Mariluz vino a mi casa sorpresivamente y me trajo todos los papeles de su marido con la finalidad de que escribiera sobre él. Terminé presentándome  a la Beca del Fondo Nacional de las Artes, con los auspicios de Enrique Molina y de Juan Gelman, y la gané. Entre los archivos de Latorre iba a encontrar guiones de radioteatro, escritos bajo el seudónimo de Osvaldo Prada. ¿Sabés qué eran?: las adaptaciones de films para la radio que pasaban los sábados por la noche en el radioteatro “Lux” y que no me los perdía nunca. Me acuerdo que hasta dieron una radionovela ¡basada en Bergman! Y me pasé la infancia siguiendo ese programa; al final, Latorre había estado en mi niñez de distintas maneras. Pero, más allá de mis motivos personales, creo que es imprescindible advertir su importancia a la crítica. La obra poética de Latorre marca un paso entre el cincuenta y el sesenta, él es un precursor de  hallazgos del coloquialismo, del uso de jergas en el poema, por ejemplo, expresiones tomadas de la  publicidad. Así como Eduardo Romano destaca el poemario “Sentimientos” de César Fernández Moreno, yo insisto en que en su poesía, especialmente en los poemas amatorios de Latorre, hay un antecedente de lo que va a hacer el ’60. Me parece que hay que subrayar que ocupa ese lugar de puente en la Historia de la Literatura Argentina.

          En cuanto a Ricado Rojas, hay mucha gente que lo único que sabe de él es que escribió “El santo de la espada”, su libro sobre el general José de San Martín, y la verdad es que me parece lo menos valioso. Rojas nos ofrece un pensamiento original para comprender la cultura de América Hispana. “Eurindia”, hasta dónde yo sé, es nuestra primera Estética. Rojas crea la Literatura Argentina como disciplina. Hace un trabajo extraordinario recopilando su Historia Literaria que abreva en múltiples fuentes coloniales. Siempre reflexioné sobre los dos textos pioneros que él señala y el peso que tienen sobre nuestra construcción de identidad y de imaginario. La “Carta de Doña Isabel de Guevara”, una pensionada que le reclama al Rey el pago de su pensión, y el poema “La Argentina” de Martín del Barco Centenera: un poema escrito por un funcionario oscuro de la Inquisición del que no sabemos con certeza ni los datos de su nacimiento ni de su muerte en España. Sabemos sí todas las tropelías que hizo en nuestras tierras. Dejándonos, como dice Rojas, “el nombre inmortal de una obra muerta”. Su escritura, mala imitación del chileno Alonso de Ercilla, es farragosa, ilegible, irresponsable, cuenta las cosas “más o menos”,  manda las medidas de la isla Martín García -para zanjar un problema limítrofe con Portugal- diciendo “a ojos vista de aquí para allá mide…” Corrupto, “chanta”, plagiario…, así  es el padre que nos nombra. Pero, por otra parte, aún no sé de otro país que tenga nombre dado por un poeta. Un poeta desastroso pero poeta al fin. Con Elsa Osorio, narradora de mi misma generación, nos planteamos más de una vez hacer el guión de una película histórica sobre Centenera. El problema es que sería un film de muy alto presupuesto. Pero a mí me parece interesante preguntarse si la “legendaria” riqueza de nuestro país, además de radicar en su ubérrima pampa húmeda, no está también en su inextinguible capacidad de leyenda…

          Respecto a Norah Lange, me llamó la atención la coyuntura histórica que le tocó como poeta. Algo de esto ya lo había señalado Beatriz Sarlo. Lange quiere pertenecer a la vanguardia prestigiosa y separarse del aplastante modelo de Alfonsina Storni, pero por otro lado está la figura gigantesca de Oliverio Girondo, y creo que no lo puede resolver desde el género poético, no encuentra espacio para un decir propio y acaba haciendo una excelente obra narrativa. En sus breves poemarios hay muestras de la gran escritora que será, muestras sueltas, poemas que vale la pena revisar, no digo todos, ella era muy joven, su plenitud se dio en la prosa, sin duda.

 

 

          6 – Dos décadas se cumplen de aquella muestra tuya de pintura: “Causas desaparecidas”.  ¿Qué tipo de pintura era? ¿Fue gratificante, o no lo fue y por eso no has reincidido? ¿Has seguido pintando?

 

          GP - La especialización en creatividad me llevó a practicar distintas posibilidades: bailar, cantar, pintar. Pero sólo me considero autorizada a enseñar escritura y muy relativamente. Guardo esas vertientes creativas como lugar de juego donde no hay una carrera profesional a la que responder; en esos sitios no siento la exigencia y los transito por puro placer. Pero en un momento la pintura creció y necesité detenerla, porque no podía llevar adelante dos carreras artísticas más la docencia. Los cuadros de esa muestra estaban dentro del informalismo, pero no todo lo que he pintado es así, creo que cuando tomo algunos elementos de la figuración mi pintura crece, se complejiza. Esa serie de la muestra nació en el taller de Eduardo Médici y no estaba en nuestros planes -ni míos ni de Eduardo- que se hiciera una muestra. Eso fue una casualidad que me sobrepasó y no sé si considero hoy una buena idea haber permitido que se muestren esos trabajos aún muy primitivos.

 

 

          7 y 8 – Se me ocurren dos preguntas. Una acerca del Encuentro Nacional de Escritoras, realizado en el Centro Cultural General San Martin y del que participaste en  el 2000. ¿En qué consistió?... La otra sobre el escritor y sus reflexiones sobre la escritura. Como sabemos, Graciela, hay autores más propensos a hablar de sí mismos, a divulgar en público sus hábitos y sus vicisitudes a la hora de enfrascarse en el trabajo, a confesar sus encontronazos con las limitaciones subjetivas y objetivas. Están aquellos que han escrito ensayos y aun libros íntegramente consagrados a revelar  –entre nosotros, uno de los poetas que me entusiasman: Darío Canton- la intimidad cotidiana. Y están los que optan por no ofrecer pistas. ¿Qué escritores  te enseñaron más, en este sentido, a través de sus análisis, y de sus declaraciones en reportajes o conferencias o mesas de debate?

 

          GP - Escritores que me hayan enseñado desde su actitud, seguramente muchos; ahora, que yo haya aprendido, es otra cosa. Siento que una nunca sabe lo que tiene que hacer, ¿no? Qué tiene que decir, qué espera el lector, qué puede serle útil. Esto es un oficio y a la vez no es un oficio, porque no cuenta con ninguna de las certezas de un oficio. Aquí nada es preciso, taxativo.

          Lo que sí quiero comentar es que a lo largo del proceso de esta entrevista me llama poderosamente la atención todo lo que he olvidado. Me preguntabas por allí acerca del Congreso de Escritoras en el año 2000, por ejemplo, y me vuelven fogonazos. Me vuelve y ni siquiera  estoy segura de que fuera esa vez que la escuché, la voz de Graciela Safranchick leyendo un texto que me volvió loca y nunca tuve oportunidad de decírselo; después busqué obra de ella pero encontré muy poco. Me acuerdo casi sólo eso… Entonces, una tiene que creer que lo vivido permanece de alguna manera, que aunque no me acuerde, las personas, los libros que leí (y hay tantos que no recuerdo en lo más mínimo), los acontecimientos están constituyéndote y que lo que dejaron es igual de valioso como inhallable, irrepetible. Una debe hacer profesión de fe y entregar su vida como puede, que es viviéndola.

          ¿Vos sabés que desde hace dos años me reúno con poetas en encuentros mensuales que llamamos Casa Abierta? Bueno, en uno de los últimos, gracias a un texto que leyó Alejandro Archain, un poema suyo muy bueno que habla de huellas en el pasto que le sirven al otro para caminar;  gracias a eso, me acordé de una cita de Luis Felipe Noé, creo que de la “Antiestética”, que dice más o menos así: para el artista lo importante es el camino, ese camino se hace con obras. Las obras, dice Yuyo Noé, son en realidad las huellas del andar y resultan importantes para los otros, mucho más que para el artista mismo. ¿Se entiende a dónde voy? Yo te puedo contar más o menos lo que me acuerdo, lo que registré y siempre es mínimo; pero el sentido de lo que te cuento está en mañana, en lo que vamos a hacer, en seguir andando. ¿Estas huellas que voy dejando lo quiera o no, alguien las va a seguir? ¿Señalarán algún destino? ¿Aliviarán una búsqueda?  No sé. Sólo mañana sabremos si tuvo sentido hacer esta entrevista.

          Y me preguntabas por entrevistadores que recuerde...; y,  la uruguaya María Esther Gilio, esos reportajes publicados en la revista “Crisis” eran deliciosos; y otro material excelente: los tomos de “Confesiones de escritores”, editados por El Ateneo, recopilaciones de artículos  de “Paris Review”.

 

           9 – “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración” para escribir (las Musas, “el espíritu”); y “en este otro rincón” Edgar Allan Poe, Plinio, Camilo José Cela, Uslar Pietri, o William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” Los púgiles, cada uno en su rincón: los hemos presentado. ¿Por cuál te inclinás? O, ¿con quién más te identificás? ¿Adscribís a…?

 

          GP - Vos estás hablando de distintos personajes internos que intervienen en el acto creativo (y aquí sigo a Martínez Bouquet con su esquema de los seis personajes de la creatividad). Todos esos personajes son necesarios. Hay uno que es el que escribe, que a veces se conecta con el personaje del deseante y cuando ocurre eso, la persona no puede dejar de escribir,  no  le importa no ser Borges, ni Cervantes. Escribe, escribe, se devora el papel. Pero en el mejor de los casos esa fiebre pasa, si no las obras no tendrían límites (y cuando sucede es una “patología” grave). Cuando pasa, una examina el resultado sobre el papel y descarta, a veces todo, a veces salva un verso o un poco más y comienza el trabajo del personaje enemigo que se conecta con el amigo y entre ambos trabajan, corrigen, reflexionan. Hay otros modos de escritura, por ejemplo, vos estás leyendo y se te ocurre que ahí hay algo que te interesa, algo desde el pensamiento, una ocurrencia teórica, tomás notas, investigás. Puede pasar que en el proceso se desate el deseante y arranquemos de nuevo, pero también puede que no suceda y sea sólo un proyecto inteligente pero sin fuerza. ¿Por qué no tiene fuerza? Porque nació de un modo exclusivamente teórico, programático, racional. Y esto es así: cuando empezás con el deseo (la inspiración) después podés podar,  pero cuando empezás desde lo programático y sin entraña es muy difícil insuflar en segunda instancia ese desborde del impulso. Este es el problema más común que se me presentaba en el taller con las personas que venían de la Carrera de Letras. El crítico era tan fuerte que siempre le ganaba al deseo…, y cuando la crítica ya interviene limitando la gestación, la escritura no resulta vigorosa, generalmente se observa eso. Es como intentar educar un feto dándole palmadas, lo más probable será que abortes o que nazca deformado. Primero la criatura tiene que nacer. Cuando se inicia con un excesivo nivel de crítica, de inseguridad, de dudas, el camino es riesgoso. Al comenzar es bueno un poco de descontrol, hay que sentirse potente, entusiasmada, infinita y acto seguido decaer y ver la realidad de lo que quedó. En el medio, un sinfín de variantes, de consultas, de búsquedas, pero el sueño inicial ayuda y desespera porque una sabe que se acaba y hay que releer y enfrentarse a la verdad.

 

           10 - El argentino Rafael Freda, para la edición de su poemario “Mundo tenaz” (sonetos) (Alicia Gallegos Editora, Buenos Aires, 1993), concibió un Estudio Preliminar de 24 páginas, interesantísimo (como el propio poemario lo es). Entresaco lo siguiente: “Adoptar un lenguaje poético es lo tradicional; probar a ver qué pasa es experimentar. Tomar lo aceptado e introducirle elementos inesperados es innovar”; “Me gusta imitar. Reconozco mis fuentes. Prefiero el verso medido al verso libre, el verso rimado al verso libre, el verso suelto al verso libre”; “No rechazo la irracionalidad; pero quiero que mi poesía tenga por qués, para compensar las sinrazones de las que se nutre”; “El estudio preliminar lo escribí para que este libro imitara a los libros de texto”; “La poesía agoniza sin lectores, y cada vez hay menos lectores de poesía”. ¿Añadirías, refutarías, comentarías (a sabiendas de que al entresacar, retiré los contextos o escenografía)?

 

          GP - La poesía no agoniza nada. En todo caso, lo que agoniza en nuestro país es la política cultural.  No hay gestores culturales o hay muy pocos,  hablo especialmente a nivel institucional, y sobre todo escasean gestores que se ocupen del género poético.

           Para contestarte necesito considerar algunas características de este momento histórico. Creo que el neoliberalismo se ha introducido con fuerza en los comportamientos sociales y el mundo de la poesía no es ajeno al fenómeno. Algunas características neoliberales son el no respeto por el trabajo, la incentivación de la competencia, el individualismo a ultranza. Entonces respecto de la valoración del trabajo poético, a mí me puede gustar esta propuesta y no aquélla, eso es válido y siempre ha sido así, pero cuando una persona sostiene una vocación durante años con un trabajo entusiasta, con obra, con estudio, con lecturas, ese trabajo debe ser respetado.

          La poesía no va a morir si nosotros no la matamos. Pero, ¿le damos vida suficiente? La vida surge y se promueve en la reunión de lo diverso. Una gran riqueza literaria no puede provenir de un grupito de personas y de una o dos poéticas nada más, de actitudes sectarias en extremo. Mucho menos en un país como el nuestro con complejidad de regiones muy diferentes entre sí.

           Por otra parte, la política cultural no debe estar limitada por las miserias de la política partidaria. Hay que diseñarla como política de estado y sostenerla en el tiempo. Y es muy poco lo que hay: pocos concursos, pocos subsidios, poca difusión. También ante la escasez, la competencia se vuelve feroz. Y la competencia entre nosotros no va a mejorar las condiciones de la producción cultural, ni la va a incrementar ni a difundir. Cada esfuerzo serio que se pierde nos debilita a todos.

          Es justo destacar el esfuerzo de los blogs de poesía. Ya hace una década o un poco más, algunos escritores, entonces muy jóvenes, empezaron a difundir mucha producción y a conectar a los poetas entre sí a través de la red, esta tarea continúa hoy (nombro a Alejandro Méndez, Selva Dipasquale, Valeria Cervero , Franco Castignani, María Belén Aguirre, de Tucumán,  y son muchos más, más de los que yo alcanzo a leer seriamente y con asiduidad). En la actualidad hay poetas de muy distintas  generaciones trabajando en blogs para difundir  nuestra poesía y la extranjera, a veces con traducciones propias. Como es el caso de Jorge Aulicino, que siempre propone versiones nuevas de poemas clásicos y contemporáneos, o los sitios de poetas como María del Carmen Colombo, Irene Gruss,  Marcelo Leites, Gustavo Tisocco, Catalina Boccardo; son incontables. Esperemos que este empeño no se debilite a futuro. Porque eso es lo que se ve, que muchas veces el entusiasmo decae porque al ser escaso el apoyo desde lugares institucionales, entonces los proyectos dispersos por todo el país, de blogs, de ciclos, de festivales, no encuentran algo que los aglutine, que los interconecte, que los ayude a sedimentar y  perfeccionarse con el paso de los años. Es una pena que no haya prosperado el proyecto de Casa de la Poesía, como la Casa de Poesía Silva, de Colombia. Nosotros tuvimos distintos intentos pero lo cierto es que la Biblioteca, la única especializada en poesía, que tuviera como sede la Casa de Evaristo Carriego en la calle Honduras, hoy desafortunadamente está cerrada, y no contamos con una Casa de Poesía ni en el Gobierno de la Ciudad ni en el Nacional. Tampoco sé en qué quedó el esfuerzo de montar un Museo de la Poesía en la casa de Lafinur en la provincia de San Luis. El Museo se hizo, pero ignoro qué trascendencia ha conseguido. En general, creo que ni siquiera se sabe que el Museo existe.

          De repente aparecen algunas excepciones como la creación del Premio Rosa de Cobre a la Trayectoria Poética, una iniciativa reciente de la Biblioteca Nacional, que esperemos continúe. Pero la riqueza de nuestro movimiento poético actual, que es enorme,  merece mucha más atención y cuidado de los existentes.

 

 (1)     Milagros King,  Libros de Tierra Firme (editorial del fallecido poeta argentino José Luis Mangieri), Buenos Aires, 2006.

 

 

Graciela Perosio selecciona para esta entrevista, en abril de 2014, seis poemas de su autoría:

 

 

LLUVIA

 

Estoy oyendo llover. Y me desintegro, pierdo las formas que me limitan para diluirme en el agua. Estoy lloviendo y choco estrepitosamente contra el alero del quincho y me resbalo por las canaletas, me filtro en el jardín, arrastro la tierra de las barranquitas, me encharco en los desagües. Asumo tantos ruidos diferentes, colores, transparencias. Chorreo, goteo. Golpeteo contra las aplanadas hojas del filodendro y salpico los vidrios. Me enfurezco en los techos buscando sus fallas, sus grietas escondidas. 
Yo no puedo dejar de llover. La sensatez indica el intento de cimentarse en una casa. Una casa acogedora, de grandes ventanales con prudentes y castas persianas, con avizores cerrojos nocturnos. Pero no puedo abandonar la intemperie, no ser lluvia. Lluvia. Desordenada lluvia que no admite forma global, que está y no está en la gota, en el canto, en la nube, que forma napas y alimenta ríos pero no está ni en lo uno ni en lo otro. 
Soy la que se derrama, se regala, penetra, fertiliza, moja, empapa, limpia o ensucia, según. 
Sólo sé caer, desparramarme, deslizarme y permanezco únicamente en el oído de los hombres como una música de orígenes que los empuja hacia dentro de su corazón en busca de un techo no existe para mí, que soy la lluvia, la que está fuera. Deshilvanada, deshilachada, descabellada, desnuda. La que está fuera llorando su exilio. 

 

(De “ Del luminoso error”  (1982))

 

 

 

Brechas del Muro

                                                                                      para Beatriz, con el amor viejo

 

                                                                                                              “es mero muro es mudo mira muere”

                                                                                                                                     Alejandra Pizarnick  

 

       

es muro    un mero muro    un muro  para morir  un muro               

mudo es miedo mudo de la muerte    

muerdo el muro   el muro miente   MIERDA el muro

                                                           muro de muerte

siento el musgo del muro el mero musgo muelo mi mente

contra el muro  el muro es un muelle que se hunde en

oscuros mares  mero musgo  mero musgo del muro para mi

muerte Mierda 

          es muro es mero muro es mudo mira muere

la vida por los amigos   di la vida   di mi muerte

mi mera muerte   mi mera vida contra el muro contra el

muro siempre

          mira es mero muro   mira   el muro muere

 

 (De “Brechas del muro”  (1986))

 

*

    

sol edad es el tiempo que nos queda

soles que viajan solos rigiendo

en tristes centros sistemas planetarios

llamaradas de vos destruyen las voces

estallan la palabra y el encuentro

mientras la vida va y va y va.

 

   (De “La varita del mago” (1990))

 

 

 

 IV

 noche

 

 

quedóse exhausto el mar que tanto bufó el viento.

una desmesurada noche disemina ecos de fukuyama.

y tu voz, un susurro en la espuma del mar,

batiendo , sin embargo, duramente.

 

el único problema ideológico,

verdaderamente serio

que nos queda por debatir,

es la muerte.

pensar, legislar, engendrar

desde su perfil estricto.

pero ¿qué si desvanecemos el luto?

¿qué si disfrazamos la obra

del dibujante eximio en nuestro rostro?

¿qué podrá saber quien no empuñe

-como triunfante bandera por la vida-

la epifanía del ritmo de la disolución?

tu sabia disolución te hará invencible.

honra, pacientemente,

la sacralidad del instante

y el milagro austero de la precariedad,

ardua llave del arte,

que siempre, aunque te abrume,

es la orfebrería de lo mínimo.

contracara del poder.

en fin, hija

esa hendidura leve

 

del escueto diálogo

con la más fiel de las amantes.

 

 (De “La vida espera” (1995) )

 

 

*

 

 Caudaloso río iluminado por enervante sol del desierto se revuelca y me revuelca de olas de juncos de algas de arco iris de barro y remolino burbujas caracoles movimiento la forma de las formas se perfila crece crecen plateados peces translúcidos almibarados crustáceos del inicio quelonios pétreos escondidos vamos hacia la orilla desbordada vamos venimos nos golpeamos recalamos y nuevamente una potencia nos arranca nos lleva nos deshace nos hace nos renueva nos forma y nos deforma vamos a un tobogán túnel de limo subimos rodamos más allá no se detiene marcha al galope el río desbocado marcha en torrentes corre y se abre se abre y abraza al mar al mar al que se vierte hacia él nos vence nos envía burbujas remolinos olas que se van aquietando se deslizan por la arena de plata de diamante de bronce de corales madreperla infinita la playa disemina y en ella la silueta apenas pura luz que descarta con suaves movimientos de medusa con espasmódicos ritmos de delfines la bella hija de Urano la Dorada está naciendo ved del proceloso océano el espejismo de horizonte invulnerable y trae el regalo el don que ha de otorgarnos el erótico sexo que define al ser que llegará y habrá de amarla

                                                           victoriosa por siempre la divina Afrodita

 

  (De  “Regreso a la fuente” (2005))

 

 

 

*

 

Para disfrutar enero en Buenos Aires,

a pesar del calor subtropical,

conviene que aguces el oído.

Hay mucho menos tránsito,

menos ruido.

Y eso permite leer

en los balcones con la fresca.

Pasear por el parque de Palermo

sintiendo que es un parque.

Si prestas atención,

en algún momento cierto,

descubrirás un par de cardenales,

buscándose comida

a los saltitos por el pasto.

Puede que la suerte te sonría

y veas también algún pichón,

generalmente el penacho aún no es rojo rubí

sino sepia o ladrillo,

después pareciera que el color

virara hacia la sangre.

Te recomiendo, además,

que entres al Rosedal y hacia la isla:

hay pocas garzas blancas,

sólo algunas volando cielo arriba,

muy lejos de la fronda,

pero, en compensación,

en enero, sólo entonces,

puede que descubras una sabacú

o tal vez una real, o una mora,

tienen alas gris verdoso

y sólo blanco el pecho,

pero una línea de tiza vibrante

les cruza la cabeza negra,

mira con cuidado entre las ramas

porque estando quietas

se funden con el árbol.

También hay un arbusto

de hojas ovales y brillantes

de un verde muy oscuro,

almenado de flores blancas por decenas,

parecen gardenias con pocos pétalos,

y completamente abiertos

como margaritas,

eso sí, sin aroma.

Búscalo con el busto de Darío,

en el jardín de los poetas,

no podés confundirte,

la planta lo rodea en homenaje.

La última recomendación es culinaria:

a mediados del mes

aparecen las ciruelas Santa Rosa

en sazón y son una delicia,

aprovéchalas,

suelen durar una o dos semanas

y desaparecen hasta el año próximo.

No sé si las exportan o qué

sucede pero presta atención,

no hay postre que se iguale.

Y sobre todo recuerda:

apunta con tus ojos hacia el cielo,

la luz es una gloria a cualquier hora.

Con tiempo despejado o entre  nubes

y aún por las noches

el aire flota tan dulce…

que casi las ciruelas se imaginan.

 (De  Balandro”  (2014))

 

***

en la ciudad de Buenos Aires, Graciela Perosio y R. R., abril 2014.

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18 de Abril, 2014 · General

Marcelo Juan Valenti: sus respuestas y poemas


 

Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

 

 

 

Marcelo Juan Valenti nació el  18 de   febrero de 1966, en Rosario (ciudad en la que reside), provincia de Santa Fe, la Argentina. En 1998 publicó la novela “Paralelo protervia”, en co-autoría con María Luisa Siciliani. Sus libros de cuentos son “Una langosta en la casa invisible”, 1999; “Ojalá Jane Fonda nos ilumine”, 2011, año en el que también aparece su nouvelle “Invernadero”.  En 2003 publicó “Caballo bifronte”, prosa poética en co-autoría con Susana Rozas. Entre 2002 y 2014 fueron socializándose los poemarios “Presagio de la reina ciega”,“Juego de abadesas”, “Jardín espejo” y “Espejo jardín” (ambos volúmenes en 2010), “Después de la orgía, el canibalismo”.  Integra el grupo literario “La Torre de Papel”. La Editorial La Espada Rota (Caracas, Venezuela) publicó la carpeta “El cálido paisaje del agua”, una recopilación de sus poemas. Entre otras, integró la antología “Animales distintos”  (Muestra de escritores argentinos, españoles y mexicanos nacidos en los sesentas), con selección, presentación y notas de Ana Franco Ortuño, Antonio Portela, Benjamín Barajas y coordinación de Juan Carlos H. Vera (en México, 2008), “Tercer concurso anual de poesía y cuento Macedonio” (1996), “Anuario de cuentos breves ‘92” (Ediciones ImagenArte, 1993), “El primer siglo” (Premio literario “Tierras Planas”, 1992), “La vuelta al mundo en un poema 2003” (Ediciones La Guillotina, Buenos Aires, 2003), “Selección de cuentos certámenes Alcides Greca” (Editorial Municipal de Rosario, 1993), “Cuentistas rosarinos” (Concurso de cuento 1998, U. N. R. Universidad Nacional de Rosario Editora, 1999).  Durante los primeros años del siglo participó del movimiento mail artista  (arte correo).  Poemas suyos fueron traducidos al catalán por Pere Bessó y al portugués por Antonio Miranda. Fue co-organizador de ciclos literarios públicos: en 2000, “Lecturas en la AZ93”, con Héctor Roberto Paruzzo y Pablo Solomonoff,  y en 2004, “Homenajearte”, con Raúl Astorga. Sus textos fueron ampliamente difundidos en revistas soportes papel (…“Apofántica” de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, “Palabras Escritas” de Asunción, Paraguay, “Cultura de Veracruz” de Veracruz, México…) así como en la Red: … http://poetasdelsigloveintinuno.blogspot.com ,  www.agora127.com,  http://poesiadelmondongo.blogspot.com …

 

 

  

          1 – Cuando contactamos por primera vez, Marcelo, vos integrabas el grupo literario “La Torre de Papel”. Comenzaría preguntándote por los objetivos de aquel grupo, qué otros escritores lo conformaban, qué publicaciones llegaron a socializar.

 

          MJV – La pertenencia a "La Torre de Papel" no ha caducado, yo la siento perpetua. El germen fue un taller literario al que asistí entre 1989 y 1992. Espacio lúdico de creación, contención y aprendizaje. Sobre fines de 1990 surgió la inquietud de vehiculizar nuestros trabajos hacia el exterior del grupo, hacia el territorio de la lectura exógena. Barajamos nombres posibles, que decantaron en la Revista "La Torre de Papel". En un primer lapso publicamos sólo textos nuestros, pero luego nos abrimos a la participación de otros autores que nos iban conociendo. Con generosidad, autores que ya tenían mucha trayectoria, como Angélica Gorodischer y Roberto Fontanarrosa, autorizaron la aparición de sus escritos en nuestra querida revista, que fue creciendo hasta su última aparición en 1994. 
          Dentro del grupo se generó un mundo propio de complicidades y aventuras, que rebasaron el espacio de taller o el proyecto editorial. A lo largo de estos veinticinco años de historia, nos hemos acompañado en distintos emprendimientos (entre ellos, ciclos de lecturas y realización de cortos en video) y en la vida. Algunos integrantes mantenemos la tradición del encuentro semanal. Con idas y venidas, pasaron por “La Torre de Papel”: Raúl Astorga, Omar Carrizo, Nora Fracchia, Claudio Gershanik, Beatriz Leguizamón, Susana Sarmiento, Ana Isabel San Román, María Luisa Siciliani...y yo.

 

 

          2 – Estoy persuadido de que muchos de nuestros lectores no tendrán una representación acabada de lo que significó, y acaso significa todavía, el arte correo, por lo que me parece oportuno que te explayes sobre el tema, y que nos trasmitas ahora, ya distante de aquella práctica, cómo evaluás tu paso como mail artista.

 

          MJV – ¡El Arte Correo!  Es hablar de diez años de  una experiencia extraordinaria.
Le debo su descubrimiento a la artista plástica Delia María López Zamora, que participó en una convocatoria que se expuso en Rosario. La mecánica básica consiste en la propuesta de un tema y la indicación de las características que deben observar las respuestas (medidas, volumen, técnicas). La convocatoria se difunde y cada persona (sea artista o no) que se sienta interrogado, provocado o comprometido, puede aportar su trabajo que se envía por correo. Se presupone que quien organiza debe enviar algún tipo de documentación a los participantes y exponer las obras. La primera participación de la que tuve respuesta, fue una que tenía como tema "2000: Año Mundial de las Matemáticas". Cuando ya la había olvidado, recibí desde Italia un sobre con el suntuoso catálogo de la muestra: “2000: Anno Mondiale della Matematica”, Castel S. Pietro T. Que me lo hubieran enviado ya era todo un detalle. Imaginate lo que fue hallar mi trabajo en sus páginas.
          Trabajos míos aparecen en los siguientes catálogos: en 2001 integré, también en Italia, “L ‘Utopia” en Vicenza, y “Exit” en Bologna; en 2001-2002 en Lieja, Bélgica, “Anges Dévastés”; en 2002, “40 Years of Mail Art”, Castel S. Pietro T.; en 2005 la muestra “¿Hambre en el País del Trigo?”; en 2008, “Le Cheval”, Argentina-Francia. A lo largo de diez años jugué en ese espacio creativo, abierto a artistas y a entusiastas. Revaloricé experimentaciones que ya no destinaba a una destrucción inmediata, porque habían encontrado un sentido. Exploré el collage hasta que llegué a los límites de lo que podía expresar. Por entonces , las carreteras del Arte Correo habían virado hacia las participaciones por e-mail. Di esa etapa por concluida...en muy buenos términos.

 

  

          3 – Es excepcional que se consolide la escritura de una novela en colaboración con otro escritor –en tu caso, con la narradora María Luisa Siciliani, también de Rosario, en casa de la cual estuve hace muchos años-. ¿Cómo la tramaron, cómo la gestaron, qué operatividad establecieron? ¿De qué trata “Paralelo protervia”?

 

          MJV – “La Torre de Papel” fue la cuna del primer libro que publiqué. En el verano de 1994, el grupo había pasado un día de campo, al que María Luisa Siciliani se sumó cuando promediaba la tarde, con una proposición: escribir una novela de a dos.
Tenía el tema: la amistad de una mujer y un hombre a lo largo de casi cuarenta años. Vaivenes, fracasos, desilusiones, extravíos, bajo un arco histórico  extendido entre el primer peronismo y el final del llamado Proceso de Reorganización Nacional. María Luisa tenía el punto de partida: la muerte de la protagonista como disparador de la mención a las cartas que le ha escrito a su amigo (en la que se cifra su vida) y una serie de puntos por los que tenía que pasar la narración. El planteo era construir puentes entre esos puntos. Descubrimos después la necesidad de encontrar la "voz" de cada personaje, para que ambos pudiéramos tomar la escritura desde las distintas perspectivas. Creo que uno de los logros de la novela es haber creado un texto donde no se notan los cambios de mano. Todos nos preguntaban quien había escrito qué. Los que conocían nuestros trabajos individuales, estaban confundidos. A veces, la duda autoral la teníamos nosotros: a ese punto se amalgamó nuestra escritura. Superar las barreras (¿aparentes?) de género, edad, formación, experiencias vitales, estilo, fue, sin duda, un reto maravilloso. Nos presentamos a uno de los concursos "importantes" con el seudónimo M-lavaq (a partir de nuestras iniciales comunes, y lavaq... en referencia al campo). No obtuvimos el premio, pero el libro existía. Lo publicamos en 1998, con la Editorial Ciudad Gótica. Fue el primero para los dos.

  

 

          4 – Otra obra has concebido en colaboración, después, con otra escritora santafesina, Susana Rozas, de prosa poética. Te transfiero los mismos interrogantes formulados en mi intervención anterior, Marcelo.

 

          MJV - Conocí a Susana Rozas en el año 2000. Junto a María del Carmen Reyes, fuimos jurados del tradicional concurso de poesía de la santafecina localidad de Acebal, el "José Pedroni". De inmediato surgió una fructífera amistad. Repetición del ciclo: por segunda vez recibí la invitación a forjar un texto a cuatro manos.
          "Caballo Bifronte" es una nouvelle poética, categoría que implica un cruce, un rompimiento de categorías. Fue crear y jugar. Los límites argumentales eran más laxos que en mi anterior experiencia. Esa temporada resultó una excursión al desenfreno del lenguaje, una explosión del vocabulario. El punto de convergencia con "Paralelo Protervia" fue la necesidad de un tono común, de un tercer lenguaje que no era el de nuestros registros individuales.

 

   

          5 – Acabo de releer “Espejo jardín” (tapa y contratapa de fondo negro y letras blancas) y “Jardín espejo” (tapa y contratapa de fondo blanco y letras negras), aquellos poemarios que fueran editados simultáneamente y en los que no hay ninguna referencia en cada uno respecto de la existencia del otro. Además de carecer de títulos los 37 poemas de cada volumen, impresos en la cara impar de la hoja, los que no exceden la dimensión de las páginas, no constan índices ni números de páginas, ni llevan prólogo o epílogo. Y un par de poemas son el mismo texto duplicado en el mismo orden en cada volumen. En 2010 leí de corrido un poemario y después el otro, pero ahora, en cambio, leí el primer poema de un volumen y el primer poema del otro, y así sucesivamente. Y me resultó tan gratificante esta segunda incursión mía en tu propuesta, que me llevó mientras sucedía, a decirme que si yo hubiese sido el autor, simplemente la hubiera ofrecido como un solo poemario –“Espejo jardín – Jardín espejo”-, donde el lector en página par hallara por ejemplo, “Mi padre me devoró / aunque / no tenía hambre.”, y en página impar diera con “Mi padre no deseó devorarme. Y sé / que tenía hambre.” Me gustaría, Marcelo, que nos contaras cómo urdiste estas obras y las concretaste. Y que te refieras a tus decisiones concernientes a la plasmación gráfica.

 

          MJV  -  Susana Rozas me había hablado sobre un cuento de Juan Carlos Onetti, que era el negativo de otro de Faulkner, como un homenaje por oposición: ese fue el germen de estos libros: la construcción de poemas sobre los que se proyectaran textos que los negaran.
No se trató de una serie completamente original y otra, su mero espejo. Avanzadas ambas, los nuevos poemas nacían como continuación de una o de otra. El resultado fueron estos libros autónomos, pero enriquecidos por ese reflejo en el otro. En forma mutua, se abrillantan y se anulan. Salvo rara vez, nunca pongo título a mis poemas. La falta de numeración de las páginas...: un descuido de impresión. La idea fue ofrecerlos en forma conjunta, pero una fantasía subyacente señalaba que los pares podían separarse. Y de hecho, ha sucedido en varias oportunidades. No deja de titilar la ilusión de que, como en el mito de las esferas, ambas mitades se reencuentren, recuperen su abrazo... y sorprendan al lector. Dicen los artesanos orientales que la perfección no es de este mundo. E incluyen adrede un error en  el tejido de alfombras y tapices. Viví la experiencia de la incompletud frente a dos poemas que me parecieron irreversibles, pero que nacidos de la energía que originaron, debían ser incluidos.
          El trabajo de tapa  obligaba a un respeto de la trama urdida entre ambos poemarios. Me pareció que el dibujo del artista holandés M. C. Escher tenía el grado hipnótico apropiado. Revertir blancos y negros de la misma imagen, resolvió la continuidad del juego.
          La presentación pública, fue también un juego de espejos. Las poetas Marta Ortíz y Antonia Taleti fueron convocadas por separado, ignoraban quien era la otra persona que iba a presentar (aunque sabían que habría alguien más, no mencionado) y recibieron, cada una, uno de los libros. Luego hice una reunión con ambas, en la que les entregué el que completaba el par. Para la presentación, vestí la mesa con un mantel mitad negro, mitad blanco.

 

   

          6 – En los setenta algunos supimos que Jacques Lacan había dicho: “…sería bueno interrogar a los poetas para saber algo acerca del deseo. En efecto, el poeta da testimonio de una relación profunda del deseo con el lenguaje, al mismo tiempo que demuestra –lo que el analista no debe olvidar- hasta qué punto esa relación poética con el deseo se ve siempre dificultada cuando se trata de la pintura de su objeto: así la llamada poesía metafísica (léase ‘The extasie’, de John Donne) evoca mucho mejor el deseo que la poesía figurativa, que pretende representarlo.” Por un lado, Marcelo, te invito a que aportes alguna reflexión o asociación sobre lo que Lacan despliega. Y por otro, que vincules lo que te vaya surgiendo con tu poética, con lo que has ido encontrando, re-encontrando, desencontrando…

 

          MJV - Involuntarios fugitivos de un vacío fundante, ferozmente impelidos hacia una búsqueda sin pausa, siempre insatisfecha, nuestro destino se teje entre el deseo y el lenguaje. Marcha metonímica bajo un cielo constelado de metáforas. ¿Estallará, floreciente, en la letra, esa metáfora epifánica, que vemos tan alta, que no alcanzamos con las manos?
La incógnita, la urgencia, nos mueven hacia ese objeto que alcanzado, no se transforma en estatua de sal a causa de una mirada tan indiscreta como inverosímil, si no que se desvanece, para materializarse, con trucos de Fata Morgana, en un punto cercano a un nuevo horizonte. El poema que busco escribir está siempre un paso más allá de la última línea de verso, con resonancia de cristal y voluptuosidad de terciopelo, llamándome. El objeto es siempre parcial, incompleto, perfectible.

 

   

          7 – Ha sido a través tuyo –y no sólo por la entrevista que le concediste al poeta Daniel H. Grad y que está subida en YouTube- que registré la existencia del vocablo “BookCrossing”. Y fue cuando eché un vistazo en Wikipedia y sobrevolé la proposición de Ron Hornbaker, cuando me enteré de que promovió controversia y variantes. Puesto que estarás interiorizado de sus alcances, y sos o has sido participante de ese movimiento, te propongo que nos trasmitas en qué consiste.

 

          MJV – Ron Hornbaker lo ideó en 2001. Básicamente, hay que abrir un perfil en www.bookcrossing.com , que habilita a cargar título, autor, género de un libro, al que le otorga un código similar a los de las bibliotecas.  Este número y algunas instrucciones de uso (hay etiquetas que se pueden imprimir) se indican en la primera página del libro. Entonces pueden suceder dos cosas: que el libro quede en un espacio público y alguien lo encuentre (y lo reporte) o que el libro se intercambie en las reuniones de grupos que se han establecido en distintas ciudades. Cada uno de sus lectores puede hacer comentarios, que le llegaran a todos los que lo han leído. Hornbaker promovió BookCrossing como algo local, pero pronto ganó carácter universal. Se han organizado grupos, convenciones nacionales e internacionales, envío de ejemplares por correo, retos de lectura, páginas espejo... Las posibilidades son enormes, las gratificaciones también.
          Te comento que "Ojalá Jane Fonda nos ilumine" reúne dos cuentos. Uno de ellos re trabajado, el otro escrito especialmente porque toca el tema de BookCrossing. Lo edité para repartirlo en el III Encuentro Nacional Argentino. Todos los ejemplares tienen el mismo código, para unir las diversas lecturas que se fueran produciendo. La tirada fue superior a los asistentes, así que luego lo seguí ofreciendo a los que no pudieron participar y a personas de otros países.

 

   

          8 - ¿De qué tipo de familia provenís? ¿Qué se ha mantenido en vos a lo largo de las etapas?

 

          MJV – Provengo de una familia trabajadora, sencilla, dónde los bienes culturales eran respetados, pero en la que no se esperaba un hijo lector fervoroso, y mucho menos escritor.  Supongo que no fui un hijo convencional,  pero no torcieron ese destino.
Algo en común guardan la niñez, la adolescencia... y la actualidad: el exceso de imaginación, la sed de libros, el vuelo rasante de historias en torno a mi cabeza.

 

  

          9 - ¿Cómo te llevás con el cuento, con la novela de corte policial? ¿Y cómo con la ciencia-ficción?

 

          MJV – Inauguré la adolescencia con una lectura abundante de obras de ciencia ficción. Lo que más me atraía era esa variada invención de formas de vida y cultura. El escritor que rescato por encima de todos, es al exquisito polaco Stanislaw Lem. 
Por aquel entonces frecuenté el policial, pero menos. Aunque el policial me acompaña aún hoy (pese a cierto agotamiento, quizás debido a que el culpable siempre es otro que el que pienso, jajajajaja). En cambio, es muy raro que hoy lea un libro de sci-fi.

 

  

          10 – En narrativa, ¿qué tipo de asuntos no alcanzan a involucrarte? ¿Sos lector de dramaturgia?

 

          MJV – Bueno, no logra capturarme la novela histórica. La elección de qué leer es un misterio. Los resultados a partir de una reseña o una contratapa, pueden arrojar desde una sorpresa absoluta a una desilusión total. Leí dramaturgia de joven, en una época en que asistir al teatro, por distintas razones, no estaba a mi alcance; luego, he preferido las representaciones. ¿Un autor?:  Ionesco... pese a que pretendí releerlo y no resultó.

 

   

 

          11 - Que peor que la muerte es el envejecimiento, no soy el primero que así lo considera. ¿Estás de acuerdo?

 

          MJV – Trato de no pensar en el tema de la edad. A veces me digo: -Ya tengo 48 años. Casi de inmediato agrego: -¿Y?

 

    

          12 - Si te hubiera tocado ser portador de un nombre o apellido que nombrara un color, ¿cuál te parece que te hubiera gustado o incomodado menos? ¿En que deporte hubieras preferido destacarte? ¿A qué sos o has sido aficionado? ¿Qué te promueve el concepto de “posteridad”?

 

          MJV –  Lo del apellido cromático me ha causado mucha gracia. Azul no estaría nada mal.
          Los deportes NO existen para mí. No me entusiasman, no los entiendo, no me convocan.
          Mis aficiones siempre giraron en torno a leer y escribir. El intercambio de correspondencia es un ejemplo.
          Posteridad: ese dilatado futuro en que seremos un recuerdo, en el que habrá discretos vestigios de los que hemos sido.

 

  

          13 – Tu último poemario está  en estos días presentándose en sociedad: ¿nos acercás a “Después de la orgía, el canibalismo”?

 

          MJV -  "Después de la orgía, el canibalismo", reúne poemas escritos entre 2005 y 2010, oralmente compartidos en ciclos de lectura o dispersos en publicaciones virtuales. Quería que conformaran un libro, darle la instancia de palabra impresa, de... ¿posteridad?

 

 

 

 

Marcelo Juan Valenti selecciona para esta entrevista, en abril de 2014, seis poemas de su autoría:

 

 

  

A la más vieja,

a la que sólo sabía reír,

nadie le advirtió

de las premoniciones

del último zafiro.

Que un bosque 

puede avanzar hasta las murallas

de un castillo maldito.

Que cielo y mar

volverían a confundirse.

Que los espejos 

mienten.

Que el escozor nacarado de la noche

envenena el verano.

Nadie se lo dijo

y ella murió sin saberlo.

Después

fue la irreparable

tempestad.

                        ("Presagio de la reina ciega", 2002)

 

Partenogénesis de las vírgenes.

En las vetas
de la sangre castrada
por el lejano coito de los ángeles,
se acurrucan
peligrosos cuentos de viajeros.
Todo brilla
con inquietud de mercurio
en cajitas de plata.
Depravación del ícono:
la cabellera es una ofrenda perfectible.


                                              ("Juego de abadesas", 2005)

 

 

 

Mi padre no deseó devorarme. Y sé
que tenía hambre.
No obstante, él
se quedó observándome junto al fuego, como
si yo fuera
el cachorro de una especie indigerible.

 

                                ("Jardín Espejo", 2010)

 

 

 

Mi padre me devoró,
aunque
no tenía hambre.
Se apartó
del fuego,
y sin mirarme, me percibió
como el cachorro de una especie apetecible.

 

                                                                                                                      ("Espejo Jardín”, 2010)

 

 

El amor

entre orquídeas vestidas de organza

es un misterio

que mira

las certidumbres

del mar.

Y su  clímax

de pétalos devorados

llueve

sobre la mirada atónita

de cebúes poco asertivos,

ignorantes de su giba,

fieles custodios

de una divinidad

pasiva y acuosa.

Los acantilados de honor

se perfuman

con los bisbiseos

del goce.

 

                 ("Después de la orgía, el canibalismo", 2014)

 

El viaje

podría haber sido perpetuo.

Pero han seleccionado

cada baldosa

por su rugosidad y matices,

el corredor

impecable.

Flanqueando la puerta de madera de cedro,

dos jarrones azules

se atosigan

de crisantemos.

Las hojas se abren.

Sería imperdonable defraudar su sonrisa.

Confío en sus manos

todos mis secretos,

menos el que reservo para la noche del festejo.

Algo oscuro titila.

Su taco,

certero,

es más ágil que mi intención.

Me mira como diciendo

que no pasa nada,

que el mal sueño se esfuma

como el vapor del café

que nos aguarda.

Un círculo se cierra,

incluyéndonos.

 

 

                   ("Después de la orgía, el canibalismo", 2014)

 

 

 

 

 

Ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes entre sí unos 300 kilómetros, Marcelo Juan Valenti y R. R., abril 2014.

 

http://www.revagliatti.com.ar/act9002/ultinf_valenti_full.htm 

http://www.revagliatti.com.ar/040913_valenti.html 

 

 

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03 de Abril, 2014 · General

Eugenia Cabral: sus respuestas y poemas

Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

 Eugenia Cabral nació el 29 de noviembre de 1954 en Córdoba (ciudad en la que reside), capital de la provincia de Córdoba, la Argentina. El 1981 fundó junto a los poetas Hernán Jaeggi, Susana Arévalo, César Vargas y Carlos Garro Aguilar, el grupo literario “Raíz y Palabra”. En el período 1988-1992 estuvo al frente de Ediciones Mediterráneas, sello abocado a la difusión de poetas de su provincia. Durante 1991-1993 dirigió la revista “Imagin Era – La Creación Literaria ”. Colaboró, entre 1993 y 2000, en el suplemento cultural del periódico “ La Voz del Interior”. Es asesora literaria desde 1996, junto al director Paco Giménez, del teatro “ La Cochera ”. Ha coordinado talleres literarios en la Universidad Tecnológica Nacional (Facultad Regional Córdoba) (1994), la galería de arte Marchiaro (1993), la Biblioteca Popular “Libertad” (2010-2011), las cárceles de Villa María y penitenciaría de Córdoba y la Biblioteca Provincial para Discapacitados Visuales (2010-2013). Mantuvo www.losviajadores.blogspot.com.ar entre 2010 y 2012. En 1986 formó parte del núcleo fundador de la Primera Feria del Libro organizada por la Municipalidad de la ciudad de Córdoba. Presidió la delegación Córdoba de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Ha sido miembro honorario de la Escuela Freudiana de Córdoba. Es vocal primera de la comisión directiva de la Biblioteca Popular “Libertad. Para la integración latinoamericana”.  En 1999 se editó su libro de relatos“La almohada que no duerme”. Y entre 1986 y 2012 fueron apareciendo sus poemarios “El buscador de soles”“Iras y fuegos – Al margen de los tiempos”,“Cielos y barbaries”“Tabaco” , “En este nombre y en este cuerpo”. Es la responsable y prologuista de “Poesía actual de Córdoba – Los años ‘80” (Ediciones Mediterráneas, 1988) y quien tuvo a su cargo el estudio preliminar del volumen “Un golpe de dados, poema de Stéphane Mallarmé” (Editorial Babel, 2008). Su quehacer ha sido incluido, por ejemplo, en “Antología poética – Grupo Raíz y Palabra” (1984),“Desde Córdoba 20 escritores” (1986), “Los poetas de acá – II” (1993), “Poetas 2”(selección y prólogo de Juano Villafañe, Ediciones Desde la Gente , Buenos Aires, 1999), “Árboles nativos del centro de Argentina” (estudio ecológico realizado por Ulf Ola Karlin y Pablo Demaio, 2002), “La tierra del conjuro” (selección e introducción de Andrés Utello, 2005), “La pisada del unicornio” (libro CD-ROM del proyecto “Escritura por la identidad”, coordinado por Mariano Medina, Edición de Teatro x la Identidad y Abuelas de Plaza de Mayo, 2006), “Zepol (Variaciones en torno a la desaparición de Jorge Julio López)” (2009). En 1991, en reconocimiento a su labor literaria y cultural, le fue concedido el Premio de Poesía “Instituto CIDAM”, así como en 2011 fue distinguida con la Ley 9578 de Reconocimiento al Mérito Artístico de la Provincia de Córdoba. Su pieza teatral “El prado del ganso verde”, ambientada en la batalla de Goose Green, durante la denominada guerra de Malvinas, fue estrenada en el teatro La Cochera en diciembre de 2013, con la dirección de Giovanni Quiroga. Permanece inédito su libro “Vigilia de un sueño. Juan Larrea: apuntes sobre su residencia en Córdoba, Argentina (1956-1980)”, que comprende un ensayo basado en investigaciones bibliográficas y documentales, un apéndice con trece entrevistas a personas que conocieron al autor y otro con documentos fotográficos nunca antes dados a conocer.

 

            1 – Es acercándote a tus treinta años, Eugenia, y todavía durante la última dictadura cívico-militar, cuando con otros poetas fundás “Raíz y Palabra”. ¿Cuáles fueron los lineamientos, los objetivos de aquel grupo literario? ¿Qué actividades promovieron? ¿Durante cuanto tiempo?

 

           EC - “Raíz y Palabra” surgió como respuesta a la censura literaria y destrucción de material bibliográfico (quema de bibliotecas) impuesta por la dictadura militar. Casi todos éramos o habíamos sido militantes de diferentes partidos de izquierda y necesitábamos responder a la represión y la censura, por alguna vía. Por otra parte, veíamos que los escritores del Partido Comunista y del Socialismo seguían escribiendo con recetas realistas o populistas y, aunque teníamos actitud e intención política, lo que amábamos era la poesía, sin recetas de ningún aparato partidario. Entre 1981 y 1985 promovimos lecturas públicas de poesía, intentamos la utopía de recuperar la SADE para los escritores, presentamos una antología con poemas de nuestros integrantes, participamos en actos por los Derechos Humanos, etcétera. Pero lo esencial era que desde nuestra formación como grupo encarnamos una respuesta a la que comenzaron a adherir escritores, músicos, pintores. Había quienes no formaban parte del grupo pero se integraban en cada propuesta agregando lo suyo. En 1986 y 87, “Raíz y Palabra” con otros autores formamos el “Movimiento de Escritores por la Liberación” y publicamos tres números del periódico cultural “El Cronopio”. En septiembre de 1987 sufrí un accidente de tránsito muy grave y, desde allí, por razones obvias, César Vargas –que era mi pareja y papá de mi hijo de tres meses en ese momento- y yo, dejamos de participar, aunque todos los escritores de Córdoba, prácticamente, estaban permanentemente ayudándonos.

 

           2 - ¿Qué autores llegó a difundir Ediciones Mediterráneas?

 

          EC - Ediciones Mediterráneas comenzó con la publicación de “Poesía actual de Córdoba- Los años ’80”, que prologué y antologué. Allí sólo tomé autores de mi ciudad, sobre los que tenía abundancia de datos y materiales, pues si hubiera tomado el interior provincial lo único que conocía eran los nombres notables. Y no quería hacer eso.

Algunos títulos publicados después: “Hijos del sol”, de Jorge Torriglia (1988), autor de Villa María; “La carga”, de Pedro Jorge Solans (1989) y “Fisura” de Sergio Silva (1989), autores de Villa Carlos Paz; “El mago”, de Marcelo Torelli (1989); “El escriba de los epitafios”, de César Vargas (1990).

 

           3 – Es probable que haya llegado a mí, cuando salía, algún número de “Imagin Era”. O quizá sólo supe de su existencia y me quedó resonando el título. Te incito a que la describas y, también, a que nos refieras cuáles han sido algunos de los escritores difundidos y en qué géneros.

 

          EC - “Imagin Era” fue un proyecto editorial que pretendía refrescarse del tedio de la etapa del menemismo. Utópico, por eso el título. Queríamos reflejar un diorama de voces, sacudir las cortinas polvorientas de ese estilo light, como si la literatura y el arte fuesen yogurt descremado. A pesar de su limitación comercial –razón de su final-, difundió poesía, cuento y ensayo escritos por autores de Córdoba, aunque ya no residieran en ella. Se presentó en el instituto CAyC, de Buenos Aires; consiguió un buen comentario en “Diario de Poesía”; fue incluida en un catálogo del Museo de Arte de las Américas, de Washington. En fin, algo logramos. Entre los nombres que publicamos y hoy se conocen ampliamente, están el del novelista Carlos Busqued, la cineasta Paula Markovitch y la artista plástica Anahí Cáceres. Las ilustraciones fueron de Oscar Páez, Crist, Verónica Amaya. En las plaquetas, muchos nombres que no cobraron notoriedad, pero hay textos valiosos, como el de Hugo Busso, un filósofo que ahora reside en España.

 

           4 – En el ’96 te asomás al mundo del teatro (o quizá ya te habías asomado y es en ese año que empezás a involucrarte). Lo cierto es que “de menor a mayor” llegás a concebir una pieza de tu absoluta autoría (estrenada e inédita). ¿Nos trasmitirías cómo ha ido fluyendo en vos esta inserción de ya más de tres lustros, aportando, colaborando, seleccionando? ¿Cuándo se produce el giro tendiente a la concreción de “El prado del ganso verde”? Y teniendo en cuenta que hace poco “debutaste” como dramaturga en una sala y con actores representándola y público asistiendo, ¿cómo –cuánto- exactamente te movilizó?

 

          EC - Es cierto, al mundo de teatro me había asomado desde niña, participando en el elenco de la Provincia , pero era un juego. Después comencé a asistir a funciones de teatro y fui tomando el lugar que elegí definitivamente: el espectador. Paco Giménez, antes de proponerme que colaborase en la adaptación de “Un tranvía llamado deseo”, me conocía de asistir al Teatro La Cochera. Digo que mi lugar es el del espectador incluso aunque haya escrito un texto para ponerlo en escena, pues sigo siendo el que toma asiento en la platea.

Desde 2001 Paco Giménez me pidió otro tipo de trabajo, consistente en analizar los textos como a mí me pareciera. Estrictamente buscar en cada texto en particular, sin mapa previo. Relaciones entre personajes, relaciones con el contexto histórico, lingüístico, artístico; entramado de situaciones, todas las variantes posibles. Mi tarea fue ampliar la visión de cada obra, de cada autor, para aportar a la idea original y dirección de Paco y a la creación colectiva de cada elenco.

          Antes de “El Prado del Ganso Verde” había intentado escribir dos o tres textos teatrales, pero no fluyeron como debían. En este caso, hubo en 2012 una convocatoria a un concurso sobre el tema de la guerra de Malvinas –no recuerdo cuál era - y escribí para enviar. Había estado reuniendo algunos discursos de héroes reales -americanos, sobre todo- que me interesaban para elaborar una propuesta teatral. Venía pensando en uno del Comandante Prado, casi al final de su libro “La guerra al malón”. Ese párrafo tiende un puente de significados históricos entre la denominada Conquista del Desierto del siglo diecinueve y la Guerra de Malvinas. Y escribí con el mismo criterio o actitud que ponía en los análisis: ofrecer a los actores y al director un texto para que puedan trabajar. Teníamos la ventaja de que ya habíamos participado juntos en otros espectáculos de La Cochera , eso facilitó la experiencia. Lo que más me movilizó fue ver convertirse un texto en acciones, imágenes, sonidos.  O sea, volví al lugar del espectador, o nunca me moví de allí. Luego, la repercusión de un tema tan complejo y sentido por mis compatriotas en un público específico, el de teatro. Además, descubrir que los jóvenes no saben mucho que digamos de ninguno de esos dos conflictos, por ejemplo, y que pese a ello entienden la propuesta y les despierta interés. Eso fue muy gratificante.

 

            5 – Desde luego, en tu labor de coordinadora de talleres literarios, que lo hayas sido también en ámbitos penitenciarios, promoverá en muchos de nuestros lectores el interés por conocer lo que vos quieras trasmitirnos sobre dicha singularidad (la cual, entiendo, ya un cierto número de escritores viene desarrollando en nuestro país).

 

           EC - Las cárceles fueron experiencias difíciles de abordar, en el plano emocional. El preso común es una especie de misterio para mí. No puedo comprender cómo hacen para soportar la prisión. Reconozco que en eso la limitación es mía. Hay colegas que trabajan desde hace muchos años en las cárceles, como Andrés Utello, en Villa Dolores. Yo sólo pude soportar un año. Sin embargo, logré que produjeran –tanto en Villa María como en Córdoba- buena cantidad de textos y sostener una relación amable y distendida. Los traté como iguales en cuanto a capacidad, explicándoles que todos los seres humanos poseemos tres facultades universales: la observación, la memoria y la imaginación. Los ejercicios literarios se basaban en eso. También me permitió explicarles que autores como Shakespeare no eran difíciles de entender por los temas que tratan, sino que la dificultad principal consiste en que utilizan un lenguaje muy antiguo, que ya pocas personas conocen.

 

            6 – Quería que supieras que estuve releyendo tus respuestas en http://lapoesiapregunta.blogspot.com.ar/2011/12/eugenia-cabral-cordoba1954.html  y que confirmo que ellas están, para mí, entre las más comprometidas con la propuesta que conlleva el Cuestionario Schmidt.  Y conecto con esto: ¿sólo manejaste el blog Los Viajadores? ¿Por qué razón no persististe? ¿Algo te decepcionó? ¿Lo retomarías?

 

          EC - Sí, sólo incursioné en Los Viajadores. Después tuve la mala idea de entrar en Facebook y me envicié. Todo parece más fácil. Pero tengo que volver al blog, porque quiero pasar todo lo de “Dulce Vecino”, mi compilación de textos y documentos gráficos sobre Juan Larrea, esa página que administro. Necesito crear algo más estable que una página de Facebook. Me preocupa el tiempo que insume la Internet; y fatiga la vista y la espalda. Lo positivo es que proporcionalmente se consigue mayor lectura, aunque sea superficial o no, depende, pero hay una circulación publicitaria. A veces, es importante. Llama la atención sobre un tema, al menos.

 

           7 - No quiero dejar pasar la oportunidad de inquirir sobre tu participación en  “Árboles nativos del centro de Argentina” y en el libro CD-ROM. Y si bien para los “locales” consubstanciados el nombre de Jorge Julio López y su desaparición nos sigue, por lo menos, perturbando, para los que no estén al tanto, sería oportuno que nos des un perfil de tu “Zepol”.

 

          EC - Mi participación en “Árboles nativos...” fue involuntaria. Mariano Medina, que coordinó la publicación, tenía el poema que figura allí, pero yo ya lo había desechado. Me llamó para contarme lo que iba a hacer y respondí que si a él le gustaba, lo incluyera. Ocurre que no podían proponerme nada más hermoso que publicarme en un libro sobre árboles, era un sueño no soñado. También fue Mariano Medina quien me incluyó en “La Pisada del Unicornio”. Él recopiló material de todos los que figuran en el CD y nos avisó de la edición, nada más. Pero nos conocemos tanto, de la época de “Raíz y Palabra” -Mariano era muy joven-, que sabe de lo que se trata cada vez que hace algo.

          En “Zepol”, sí, fui convocada por Iván Ferreyra para escribir algo sobre la desaparición de Jorge Julio López. El secuestro seguido de muerte es una realidad que persiste en la Argentina motivado por distintas situaciones. Trata de personas, represión policial a ciudadanos comunes. Pero lo de López tuvo características políticas precisas, demostrando que el kirchnerismo no fue capaz, pese a su política de derechos humanos, de frenar la actividad de los “desocupados” del Proceso, que volvieron a tener tarea con ese secuestro, con las muertes y fugas de militares condenados, con la falta de cooperación ex profeso en la búsqueda de cuerpos asesinados y de niños secuestrados. En una palabra, la lucha contra la represión prosigue. Para los trabajadores, para los militantes políticos, para los ciudadanos en general. Luego, en 2012 y 2013, me ocupé de la edición del libro “Poesía por Mariano Ferreyra”, una compilación de textos enviados desde diversos sitios de nuestro país, por medio de Internet.

 

          8 – He leído en alguna parte que estabas escribiendo un relato fantástico extenso cuyo título es “Ahora, en el Paraíso”: ¿lo has concluido? ¿Primera inmersión en lo fantástico? Y que estabas preparando un volumen con relatos sobre temas relacionados con la militancia política durante las décadas de 1960, 1970 y 1980: “La flor nacional”. Lo mismo: ¿lo has concluido? Y por extensión, Eugenia: aparte del libro sobre el poeta español Juan Larrea, ¿qué otras obras o trabajos tenés “en la gatera”?

 

           EC - Sí, he concluido esos libros. Ya veré si encuentro editores. “Ahora, en el Paraíso” es mi primera incursión en lo fantástico pero no sé si el género es fantástico. Habla de la historia bíblica y de una posible historia no bíblica del mundo. Qué sé yo.

          También tengo unos poemarios, escritos desde 1997: “Códice”, “Creatura solar”, “La voz más distante”, que son breves; “La ciudad de amapolas”, “Reloj de esfera”, “La canción de las contradicciones” y uno más que espera título. Además, fui escribiendo “La ración de pan”, un libro con poesía política -género que no es apreciado por la crítica, dicho sea con simpatía-; “Informe sobre Mabel y Morgana”, una nouvelle fallida sobre un caso policial verídico; “Ellas”, “Ellos”, “Cupido”, “Eros”, “Narciso”, “Tánatos”, una serie de cuentos sobre las relaciones amorosas, probablemente también fallidos; cuentos basados en personajes o en situaciones de Hans Christian Andersen, titulados “El ángel de los pobres”, y poemas cuyo valor aún no consigo evaluar. Como ves, un surtido.

 

           9 – Has divulgado movimientos, autores, confluencias de tu provincia. Has investigado (y producido) a propósito de la historia de la traducción y de los traductores de poesía a través del tiempo en Córdoba, y vos misma has incursionado en estas labores: ¿con qué poetas? 

 

          EC - Lo único que traduje fue un poema de Jacques Prevert  y uno de cuatro líneas del luxemburgués Lambert Schlechter, en ambos casos por no tener a mano una traducción. No creo realmente haber incursionado en esa actividad, salvo por poner al alcance del público la que hizo Agustín Oscar Larrauri de “Un golpe de dados”.

 

           10 - ¿Cómo es el mundo de la poesía en tu ciudad: las tertulias, las lecturas, los bares u otros espacios, los colegas, los diarios, las radios, todo eso que podríamos llamar “la escena literaria”? ¿Y qué diferencias apreciás respecto de décadas anteriores?

 

          EC - No participo demasiado en la actualidad, por motivos de trabajo y de familia. Pero donde asisto, así sea eventualmente o por invitación, es de mucha calidad, muy diverso en su producción, con gran participación de los jóvenes. La mayor diferencia que aprecio con el pasado de los  ochenta o de los noventa es cuantitativo. Alto número de editoriales, nombres, lugares, que me llegan por mail o por Facebook; no tengo ya un panorama general en cuanto a su estética.

 

Eugenia Cabral selecciona para esta entrevista, en abril de 2014, seis poemas de su autoría:

 

Mago dos veces


Hijo y nieto de hechiceros 

                                          es el poeta.

Lee en el fuego muerto

la primera intensidad de la llama.

Y adivina su rostro

en el más oscuro espejo.

 

 

 

Destino

 

Hija soy de la ceniza 

donde el barro ha muerto.

 

Eran las glaciaciones

sobre el reino del verdor.

La mano de Dios que celebró la vida

soplando en los huesos del hombre 

habrá sido plena de jugos 

y frágil de tiempo.

Ahora  

Dios sopla sobre el fuego 

largo y frío 

y se lleva la Historia al infinito.

  

                                       (De “El buscador de soles”, Editorial Municipal de Córdoba, 1986)

 

 

Obertura

I.

 

La voz, seducida por el eco, descendía en la luz del cielo.

Hace tanto.

Óvalos de cobre y nácar, detenidos rostros de un vitral;

esparcidas en el dolor, la orfandad, cantábamos con los ojos entornados y sonreíamos.

Luego, el cielo se cargaría de nubes y luego, se desataría la tormenta.

 

 

II.

Muerte al siglo XX. El deseo es el terror. La sinceridad es una ermita; el amor, una ermita.

 

He tallado un rostro en el cuarzo. Lo he tatuado en la pleura, el ventrículo izquierdo, el músculo sartorio.

 

Los bosques cumplirán un milenio al amanecer.

¿Amaneceremos con ellos?

 

Sentir beethovenianamente es una locura en estos tiempos.

 

  (De “Iras y fuegos. Al margen de los tiempos”, Editorial Último Reino, Buenos Aires, 1996)

 

Arcano II

Estás quieto y casi serio 

sonriendo.

Observas los pedazos que dejo sobre la mesa,

el abrigo,

la taza.

Trozos, tajos, aberturas, 

desmadejamientos,

yo, la insensata, 

adormilada –recalando mentalmente en tus brazos-;

barco o sombra de barca en el agua que deslumbra,

liviana, 

cargada, cargada.

Llega un barquito cargado de tiempo, 

trozos   tajos   tientos   temores 

tucanes   trompas   trampas  

torpemente   insensata  

gimiendo en la oscuridad del tiempo: 

nada comprensible;  

una atalaya para ver tus ojos; 

 

y sentado, 

quieto, 

casi serio, 

me observas; 

danzo; 

duplico entradas y salidas del universo; 

algunas puertas –compruebo- cerradas; 

otras   y regreso  

a ti  

dulcísimo  

sin acceso a este laberinto 

donde cada galería  

ostenta una lámpara.

 

                                                                 (De “Cielos y barbaries”, Editorial Alción, Córdoba, 2004)

 

 

 Tabaco

 

La rabia dura lo que el cigarrillo.

Luego el humo y la ceniza esparcen

la desmerecida forma de lo que ha sido.

Arder. Arder como la brasa ambigua

que no es llamarada ni es ceniza;

entre secuencias de orden y desorden

arder; arder cual perfume de maderas;

cual ocaso –furia postrer del día-

arder; en pausas de la informática,

detrás de los envases descartables,

con un sexo torpe entre torpes manos,

arder. Como sólo el fuego puede arder.

Como pasión y soledad pueden arder.

Astro perdido en la jungla del cielo

tornando a una casa y a unos padres,

arder. Solícitamente, en honor de un amante,

arder. Ofrecer la transparencia y pretenderla

cada vez con menos fuerza y eficacia.                                           

Arder. En el templo de los bárbaros.                                                 

Arder, tan tenue como sea posible,                                                                                                                                               

ante la fatiga de la mirada. Encender

los rubíes de la culpa entre el lodo funeral

y las arenas donde el hedor de lo muerto

sobrevive (¿para qué?) sin condena ni justicia.

 

En el horno de los bronquios se caldean

la sinrazón de existir abominando

y el humo: símbolo de olvido e impotencia

de querer retener lo que se esfuma

-antes eterno, ahora fugitivo-,

breve danza de amor entre los dedos,

ocaso que arrastra el cuerpo del día

-iluminado de amor- a oscura gruta,

para escandir las formas de la noche

cual sílabas de un poema revelado.

 

                                                                        (De “Tabaco”, Editorial Babel, Córdoba, 2009)

 

Bautismo

 

He temblado junto a la pila bautismal

en la iglesia a oscuras. He temblado al verte de perfil

porque parecías un galo de la Alta Edad Media.

El techo de la nave central es combado y tiene costillas doradas

y pinturas en rojo. Temblaba en esta ciudad americana

y te señalé los santos tallados por aborígenes,

a lo largo de la nave izquierda. En esta ciudad o en esotra.

 

 

 

Somos criollos de varias generaciones, argentinos,

de apellido hispano, de cultura rioplatense,

de costumbres pampeanas, de silencios federales.

Si festejamos la patria comemos a la usanza del Noroeste,

si filosofamos lo hacemos a lo porteño

(la zamba marechaleana de la escisión).

En esotra ciudad o en ésta.

 

 

 

Agradecí a la penumbra que no le permitiese al temblor

avergonzarme. De pronto el ritmo de las frases no coincide,

el temblor ha desencajado alguna articulación.

Como gozne y goce, una es vértigo, la otra, silbo.

Un desplazamiento de placas, un prefacio a la falla de San Francisco.

Pero los desastres de la melancolía se perciben a solas.

Un cloqueo, un chasquido se levanta con dificultad desde la greda

y, anfibio, atraviesa el patio, llega a la ventana.

Los dos somos jóvenes –él de catorce y yo, de doce años- y temblamos,

bajo el hedor acre de las vestiduras,  en el siglo XIII,

ya no somos coloniales y barrosos españoles

desafiando a las autoridades del virreinato:

somos judíos conversos  y sabemos leer.

Después nos convertimos en arrianos y vuelta a perseguirnos.

Más atrás aun en el tiempo, éramos adúlteros y nos lapidaron.

Entonces nos hicimos hinduistas y nos despreciaron.

Cometimos incesto y nos quemaron.

Mezclamos nuestras etnias y nos apartaron.

En esta ciudad y en esotra.

 

“Amor constante más allá de la muerte”,

nadie podría vencernos, salvo una clara eternidad.

 

 

 

Miré hacia el altar católico y sentí llegar desde vos

esa como ansiedad fastidiosa, esa exquisita fatiga

que te absorbe hacia los corredores del laberinto,

como los embudos de los ríos serranos a los nadadores angélicos.

 

Y supe lo de siempre: que, para el gran río,

representamos apenas un sorbo dulzón, como la sangre,

un puñado de moléculas y de entropía.

 

                                    (De “En este nombre y en este cuerpo”, Editorial Babel, Córdoba, 2012)

 *****

En las ciudades de Córdoba y Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Eugenia Cabral y R. R., abril de 2014.

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19 de Marzo, 2014 · General

Gerardo Lewin: sus respuestas y poemas


Entre-vista en tramos-e realizada por Rolando Revagliatti

  

Gerardo Lewin

nació el 20 de diciembre de 1955 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (donde reside, en el barrio Caballito), la Argentina. Recibiendo el título de Actor Nacional egresó en 1980 de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Establecido en Israel, cursa en 1984 estudios de Máster en Dirección Teatral en la Universidad de Tel Aviv. En Buenos Aires, a través de IUNA (Instituto Universitario Nacional del Arte) obtiene en 2004 su Licenciatura en Actuación. Entre 1977 y 1981 actuó, entre otros, en los espectáculos “Alicia a través del espejo” de Lewis Carroll, “La pirámide” de Oscar Feijóo, “El héroe de la Samobroone” de Jacobo Greber, en la Argentina, y entre 1983 y 1985 en “Víctor, o los niños al poder” de Roger Vitrac y “Los inmigrantes” de Slavomir Mroczek, en Israel. Incursionó como actor en televisión, filmes de corto y largometraje y publicidad. Durante 1986 realizó locución en producciones cinematográficas. Y en los países citados ha ejercido la docencia teatral en instituciones privadas y públicas. En el género dramaturgia concibió la farsa policial “Nieblas del Támesis”. Su poemario publicado es “Amores muertos” (El Jabalí Ediciones, Buenos Aires, 2003). Inéditos permanecen “Tránsito” y “Nombre impropio”. Poemas suyos fueron traducidos al portugués por Roxana Lewin y difundidos bilingües en www.antoniomiranda.com.br . En la Red es posible acceder a su poética a través de videos y de http://poetasaltuntun.blogspot.com.ar, http://poesiadelmondongo.blogspot.com.ar, http://elpoetaocasional.blogspot.com.ar, http://laseleccionesafectivas.blogspot.com.ar, http://alpialdelapalabra.blogspot.com.ar, http://el-placard.blogspot.com.ar, http://intercuerpos.blogspot.com. Es el traductor, por ejemplo, del poemario “Vago” de Tal Nitzan (Ediciones Pen Press, Nueva York, Estados Unidos, 2012), “Una novela vienesa” de David Vogel (Editorial Minúscula, Barcelona, España, 2013), “Antología de cuentos” (selección del Instituto para la Traducción de Literatura Hebrea (ITHL): textos de Yossi Birstein, Yitzhak Orpaz, Etgar Keret, Reuven Miran, Alex Epstein, Dan Tsalka y Amós Oz), además de traducciones socializadas en revistas y periódicos de México. En 2007 fundó http://decantasion.blogspot.com.ar : “Un blog de traducciones de poesía hebrea de acá y allá, de ahora y de otrora”. Entre los últimos poetas allí difundidos, se encuentran Oded Peled, Pinjas Sadé, Zelda, Aharón Almog, Erez Biton, Gali-Dana Singer, Elisha Porat, Jacob Frances, Itzjak Shalev, Eli Hirsh, Nathan Alterman. Mientras que algunos enlaces conducen a propuestas-e de poesía hebrea, otros lo hacen a las de poetas traductores de diversos idiomas. Además es posible acceder a letras de canciones, nuevos poetas, poesía andalusí, poesía hebrea moderna, renacentista, bíblica, clásica, de protesta, con sesgo humorístico, y hasta algo de prosa. Entre 2002 y 2007 fue uno de los coordinadores del ciclo de poesía “El Orate y La Musa”.

 

          1 – Tu formación teatral –no sólo actoral- se ha consolidado a través de prestigiosas instituciones públicas. ¿Cómo recordás aquellos primeros años de estudiante, siendo un veinteañero, y cómo esos otros, en el IUNA, cuando habías sobrepasado los cuarenta? ¿Has tenido, en este campo, algún maestro o maestra “inolvidable”? ¿Qué te resultaba más grato e ingrato en la juventud y qué en la madurez? ¿Cómo evaluás que incidían en tu ánimo y en tu rendimiento las circunstancias de tu acontecer en cada una de esas etapas? ¿Volverías a cursar por los andariveles “oficiales” o te inclinarías por la capacitación por fuera de la que provee el Estado?

 

          GL – La verdad es que llegué al teatro por casualidad y no por vocación. Lo hice porque creía que me ayudaría a superar mis problemas de timidez y expresividad. Para decirlo más claramente, especulé con que estudiar teatro haría de mi un galán más (o al menos mínimamente) eficiente. Tuve mucha suerte con mis maestros: tengo un magnífico recuerdo de Víctor Bruno, nuestro profesor de actuación hasta el segundo año, así como   de quien lo sucedió hasta quinto, Nina Cortese (si a alguien le cabe el adjetivo inolvidable es a ella: no sólo nos inició en el conocimiento de autores ignorados por nosotros, sino que me estimuló en la escritura y la frecuentación de la poesía). No puedo dejar de mencionar a un genio que tuvimos y que pasó desapercibido: Roque de Pedro, nuestro profesor de música. La experiencia teatral puede ser muy grata o aterradora, casi como cualquier religión. La ebriedad de adrenalina que proporciona el escenario, según cómo lo procesa cada quien, puede llevarte a la cima del arte o destruirte.

 

          Sobre lo que resulta o no agradable en las distintas etapas de la vida, afirmo que prefiero ser quien soy, a la fecha. Agradezco que –en este universo- el sentido del tiempo sea único. La diferencia entre mis edades de hombre puede expresarse en una sola frase de inspiración socrática: antes no sabía nada y ahora sé que nunca lo sabré. La diferencia es la ansiedad por saber o, si lo preferís, la angustia por no saber, que es distinta de la curiosidad. Saber, ¿qué? Todo: qué hay después de la muerte, si es posible que exista una sociedad más justa, cómo lograr el corazón de las mujeres, cómo escribir el mejor poema del mundo. Hoy sé que esas preguntas no tienen respuesta o tienen infinitas respuestas, lo mismo da.

 

          Respecto a la educación o la capacitación, como la llamás...,  al contrario de lo que me inculcaron mis padres, la educación es una posesión volátil. Más en estos días. Poco de lo que aprendí me sirve para algo. Sé que me capacité para múltiples tareas, pero a fin de cuentas sólo realizo algunas pocas. La rutina, la monotonía y el mecanicismo son también maestros: cuando efectuamos un acto y no sabemos ya cuántas veces lo hicimos anteriormente, es probable que podamos considerarnos expertos. Aunque sea en el arte de subir las escaleras de la casa en la oscuridad. No es necesario acudir a ninguna escuela ni suscribirse a algún taller para lograr eso.

 

 

          2 – ¿“Cómo eras” –nos preguntamos los que te conocimos recién cuando exponías tu poética en cafés literarios (tengo para mí que nos vimos por primera vez en ocasión de tu lectura en “micrófono abierto” a fines de 2001, en el Ciclo de Poesía “Julio Huasi”)- entre 1977 y 1985, tu período de actor en los teatros Payró, del Centro (en Buenos Aires) y en los de la ciudad de Tel Aviv? ¿“Cómo eras” cuando interviniste en el largometraje “El infierno tan temido” de Raúl de la Torre, y cuando premiaron tu labor –IX Concurso Internacional de Cine Amateur de la República Argentina- en el cortometraje “La pared” de Eduardo Feller? ¿Por qué no persististe en la carrera teatral? ¿No llegaste a dirigir?

 

          GL – Era un pibe muy a la deriva, con muchas ilusiones y un poco de ego. Lo que rescato de esos años es el aprendizaje del disfrute, en lo que a la poesía se refiere. El disfrute de lo milagroso, lo maravilloso del arte. En esos años, participar en los reductos  que le daban a los poetas la posibilidad de leer era emocionante. Yo guardo un recuerdo muy agradecido, por ejemplo, a las chicas organizadoras del Ciclo de Poesía "Zapatos Rojos". Para mí, leer un poema ante un auditorio era tocar el cielo con las manos. No exagero: para mí fue una revelación.

 

          Mi labor como actor fue corta y concluyente: soy tímido, cerrado y en el teatro tiendo a mirar sólo el texto y su calidad literaria. El actor nato pone en juego su cuerpo, cierto grado de exhibicionismo del que creo carecer o al que supongo no me atrevo a alcanzar. El premio que mencionás bien pudo haberse declarado desierto. Sin embargo, cada tanto me echo un poco de sal en la herida y fantaseo con dirigir teatro. Otro modo de acercarme a lo teatral fue a través de la traducción: he intentado interesar a directores en montar piezas teatrales de dramaturgos israelíes. Hasta ahora, no logré convencer a ninguno.

 

          3 – Has sido docente de teatro durante la década del ’80 en instituciones, organizaciones, centros educativos. ¿Te complacía ese rol? Sé que en 2007 retornaste a él cuando estuviste a cargo de un Taller de Declamación destinado a poetas y actores, auspiciado por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Farmacia, de la Universidad de Buenos Aires. Sé también que en el horizonte de la iniciativa cabía responder este par de inquietudes: “¿Cómo decir un poema? ¿Qué mecanismos se ponen en juego?”. Mirá qué oportunidad te ofrezco, Gerardo, para que nos suministres una síntesis de lo que ha sido esa propuesta.

 

          GL – La docencia fue algo muy divertido que me permitió subsistir durante bastante tiempo sin necesidad de trabajar demasiado. No era, sin embargo, un rol que me complaciera; y decidí abandonarlo. Me faltó paciencia y método para ser un buen docente. Distinta fue la experiencia del taller de declamación, porque respondió a una inquietud mía, en un momento en que podía plantearme una experiencia "docente" sin necesidad económica de por medio. De hecho, lo planteé como un taller gratuito, porque consideraba que no estaba enseñando, sino liderando un aprendizaje en el que yo mismo estaba incluido. El taller recorría aspectos como la dicción,  la proyección de la voz, el ritmo, la versificación. Cómo articular ese andamiaje con la emoción. Estaba planteado desde una óptica un tanto privilegiada, porque yo había vivido en ambos mundos: el de la poesía y el del teatro. Por eso el taller se dirigía tanto a actores como a poetas. Trataba de tomar una doble distancia. Por un lado, de los poetas, ya que muchos leen horrible -probablemente, algunos, adrede-. Hay quienes suelen establecer que lo importante son las palabras y que en la lectura debe licuarse toda sombra de pathos. Por el contrario, para el actor (en especial los actores del método) lo importante es su expresividad, sus emociones, su voz. Cosa que hace que, muchas veces, un actor no entienda siquiera de qué trata el poema. Hubo en nuestro país una tradición de declamadores, actores que tenían una sensibilidad y una inteligencia especial para encarar un poema como una pequeña escena. Me remito, claro, a Berta Singerman, pero también a Inda Ledesma, Alfredo Alcón (quien ofrecía recitales de poesía) y otros menos sospechables de operar en el rubro declamatorio: Héctor Alterio o Luis Brandoni. Humildemente, el taller se planteaba retomar ese hilo.

 

           4 - ¿Tu única incursión en la dramaturgia ha sido con “Nieblas del Támesis”? Que se trate de una farsa policial, suscita mi curiosidad (me parece que me hablaste de ella). Supongo que no se ha estrenado y que permanece inédita. ¿Es así? Promocionémosla: contanos algo de su trama, cuántos actores requiere, y si demanda una escenografía sencilla. ¿Hay alguna otra pieza por allí, acaso abandonada?

 

          GL – No hay ninguna otra, por ahora. Se me ocurren argumentos de posibles piezas  -de hecho, durante años quise escribir una de ficción fantástica alrededor de la figura de Leopoldo Lugones-. “Nieblas…” es una obra de juventud que, con la excusa de la farsa y la parodia a las viejas películas policiales negras, habla de la historia de la violencia en la Argentina. Es un poco extraña en cuanto a las escenografías: un bar, un laboratorio decimonónico, un estudio de radio, un museo, un tren en marcha... Escenarios que apelan a los clichés de las viejas películas de misterio. Es para un elenco de entre seis y ocho actores: hay un detective privado, una cantante, un científico loco, un músico jorobado... Se la he ofrecido a varios directores. Todos la alaban, quiero creer que con sinceridad. Nadie la monta.

 

 

          5 – Hablemos de lo que menos se sabe de tu quehacer literario: ignoro si te propusiste la redacción de alguna novela, pero “me suena” que sí tenés cuentos o relatos. ¿Y artículos, ensayos? ¿Cuál es esa producción más secreta? ¿De qué trata?

 

          GL – Sí, tengo cuentos a los que quiero mucho. He estado pergeñando una serie de crónicas titulada "Atención obsesivos de Caballito y alrededores". Me cuesta, confieso, salir de la situación poética y pasar a una instancia puramente narrativa. Escribí cuentos en los que yo mismo era el protagonista: la muerte de mi padre, encuentros con amigos, un tío esquizofrénico... Mi producción más secreta son los poemas que vengo escribiendo desde hace años y que olvido. De pronto abro un cajón, reviso una carpeta y leo: pucha, cómo pude no ver aquí el poema escondido. Los que creo mejores surgen de ese encuentro con ideas relegadas, perdidas. Es como si revisitara la obra de algún otro, el regalo inesperado de un desconocido.

 

           6 – Entre otras labores de traducción, una me llama la atención: la que realizaste para la televisión israelí. Me agradaría que nos la trasmitas. Y si viene con anécdota o pormenor, agradeceremos.

 

          GL – Fue una de esas cosas fortuitas que surgen. Ocurrió que gente de la colectividad quiso armar aquí una repetidora de programas israelíes. Por una cadena de amigos me reclutaron como traductor. Como tengo cierta facilidad para la comedia, me encargaron el subtitulado de un programa de entrevistas de un cantante, un tal Guidi Gov, personaje muy en el estilo Woody Allen (su esposa, Anat Gov, dramaturga fallecida a fines de 2012, es la autora de “Oh, Dios mío”, representada en Buenos Aires). A pesar de lo modesto del puesto, fue para mí una instancia seminal, porque me obligó a traducir canciones, que en realidad eran poemas musicalizados. Ése fue el germen de mi blog.

 

           7 - ¿Por qué permanecen inéditos un par de poemarios? ¿Qué sesgo tiene “Tránsito” (qué transita)?¿Recordás cuando en el ciclo “Poesía Viva” nos invitaron hace varios años, a vos, a Marcos Silber y a mí, para compartir nuestros poemas concebidos a partir del cine, el mundo del cine, el de las “series”? En realidad, creo que fuiste de los tres el único que leyó poemas cuyos protagonistas eran personajes de series. Si me lo confirmás, te pido que los nombres (y que mentes lo que cada uno de ellos te provoque).

           GL – El poemario “Tránsito” permanece inédito porque mutó y se mutiló. Ahí anda, recuperándose. “Tránsito” alude al tránsito de vehículos en una calle porteña y en simultánea a la idea mística de “tránsito”, en el sentido de pasaje directo de un plano de existencia a otro, más espiritual. Así, se habla del tránsito de la Virgen, de Mahoma o del profeta Elías: seres que sin sufrir la muerte física pasaron al más allá. Permanece inédito porque todo ese material que mencionás, que se refería a íconos culturales (series televisivas, personajes de historietas, etc.) cobró volumen y peso específico y emigró al otro libro inédito:“Nombre impropio”. “Tránsito” queda, entonces, como un poemario íntimo, mayormente poemas que hablan sobre el amor y otras desdichas. Permanece inédito, además, porque el poeta Javier Cófreces – el de Ediciones en Danza – tuvo la inconsulta idea de publicar un poemario con ese mismo título, “Tránsito”. Un libro muy feliz, por cierto. Consideré que ya era demasiado el exponer al exiguo público de lectores de poesía a un mismo título en el transcurso de un siglo, lo cual podía dar lugar a confusiones o malas interpretaciones. No quisiera yo recibir, sin merecerlo, los halagos por el libro de Cófreces ni menos aun –por supuesto- que él reciba los denuestos que me sean destinados. Entonces “Nombre impropio” se quedó con todos esos textos cuyos referentes son personajes de series, de historietas, de películas... Creo que constituyen, en definitiva, un rebusque actoral, a la manera de monólogos. La lista fue creciendo: un hombre lobo, un zombi, Richard Kimble (el fugitivo) y su triángulo enemigo: el hombre manco y el inspector Gerard. Están la novia de Frankenstein, Isidoro Cañones, Shemp Howard (el menos transitado de los tres chiflados), Micky Mouse, Los Invasores, El Túnel del Tiempo... En todos los casos hay un cariño por lo fantástico, por un mundo imposible en el que quisiera residir, una variante del tránsito hacia una dimensión, si no desconocida, al menos poco frecuentada.

 

           8 – Tu “Amores muertos” lleva en su contratapa un impecable texto presentatorio o epilogal del poeta Alejandro Méndez Casariego. Y fue editado bajo el sello que dio nombre a una trascendente revista de poesía: “El Jabalí”. La editorial estaba a cargo de otro poeta: Daniel Chirom (co-director de la revista), ya fallecido, y como vos, Gerardo, nacido en Buenos Aires en 1955. Me parece que ambos eran muy amigos. Y me imagino que se conocerían desde jóvenes. La muerte de Chirom, hasta a quienes como yo, no hemos tenido con él más trato que el de haber compartido espacios de lectura pública, nos conmovió. Éste sería otro espacio, también público, para que lo evocaras.

 

GL – Con respecto al texto de Alejandro, presumo que lo tiñe un sentido de amistad que valoro, y obnubila su juicio. En cuanto al querido Daniel Chirom, es cierto que llegamos a ser amigos, aunque no nos conocimos sino después de su presentación en “El Orate y La Musa”. Hubo una afinidad concerniente a nuestra cercanía a lo judío. La gente pensaba que éramos hermanos o primos, puesto que existía entre nosotros parecido físico. Quizá lo fuéramos, como reza cierto humor paisano: siglos de endogamia no pasan sin dejar huella. Su decisión de editarme fue producto de su confianza en mí como persona, más que de su apreciación literaria. Le agradecí y aún le agradezco profundamente ese gesto. ¿Qué más decir? Era un tipo extraordinario, su muerte ensombreció un poco más el mundo: hasta el final supo reír, apreciar una charla o el cuerpo de una mujer bonita.

 

           9 – No somos pocos los que valoramos el laburo de darnos a conocer tus versiones al castellano de poesía hebrea. Y valoramos el cuidado, la dedicación que trasuntás en “la puesta” de los autores y textos en el blog. ¿A qué se debe que hayas preferido omitir una síntesis de tu trayectoria y una dirección de correo-e a la que dirigirse? (Esto, por cierto, me lo pregunto cada vez que no hallo dicha mínima información en unos cuantos de los blogs que intermitentemente visito.) Y sigo: ¿a qué traductores al castellano de poesía hebrea tenés como referentes o pares a los que estimes? ¿Qué tipo de dificultades predominan en la traslación del hebreo al castellano, tanto de poesía como de prosa?

 

         GL – Ante todo, debo estos errores o faltas que señalás a una conjunción desfavorable de Google con otras plataformas de Internet... Este novísimo Tlön que surge ante nuestra perplejidad, está más allá de mis aspiraciones exploratorias. En cuanto a los colegas que me enseñaron y me aportaron: son nombres desconocidos para la mayoría de los lectores, pero es una buena ocasión para mencionarlos: Eliezer Nowodworski, Raquel García Lozano (que ha traducido toda la obra de Jehuda Amijai al español) y Ana Bejarano, quien me impulsó a seguir adelante en esta vidriosa profesión. La traducción del hebreo al castellano es casi una ciencia en sí misma, y a sus abanderados se los denomina hebraístas. Los hay desde la época del rey Alfonso El Sabio y su Escuela de Traductores de Toledo, que aún subsiste como un punto de encuentro entre las tres culturas ibéricas: la latina, la arábiga y la hebrea. Sin ser un experto, creo que el principal problema que tiene la traducción del hebreo al español es un derivado del principal problema que tiene el hebreo mismo, y es la confrontación entre un idioma litúrgico y sacralizado y una lengua de uso cotidiano y práctico. ¿Cómo se pasa de lo sagrado a lo profano? Es frecuente hallar en escritores hebreos referencias y citas bíblicas. ¿Cómo traducirlas? ¿Usando Reina Valera o la Biblia de Jerusalén?

 

          10 – Has residido durante unos años en Israel, lo que, obviamente, te habrá permitido dotarte, por impregnación vivencial, del habla de sus habitantes. Estaría bueno que nos cuentes cuál era tu apuesta por entonces, los motivos que te impulsaron y cómo rememorás ese tramo de tu vida. Y también, qué decidió tu retorno. De paso, que nos refieras si has conocido otros países y si, aunque más no sea durante meses, has residido en alguno.

 

          GL – Mi apuesta por entonces fue lograr una beca para un máster en dirección teatral en la Universidad de Tel Aviv. Si bien no obtuve ese título, pude estudiar como alumno supernumerario en la carrera del Máster. La Universidad genera sus propias puestas, tiene un elenco de directores residentes y se vive el espíritu candente de la producción teatral real, no en un laboratorio sobre una torre de marfil. Mi retorno tuvo que ver con cierto hartazgo del conflicto y de lo bélico. No estuve en otros países, excepto aquellos que visité con mi imaginación. Que tampoco han sido muchos.

 

           11 – “El Orate y La Musa” fue una propuesta innovadora. Ciclo en donde, en la primera parte, participaba un poeta invitado, se lo entrevistaba largamente y él leía sus textos. Los coordinadores, habiéndose imbuido de la voz poética del invitado y mantenido una reunión previa al encuentro e intercambiado opiniones, presentaba días después al invitado. Y en la segunda parte, “micrófono abierto” para los poetas asistentes.  Sigo lamentando que no haya quedado documentada aquella iniciativa. Te insto a que reparemos. En algún lugar tendrás el detalle de quiénes participaron:  Roberto Daniel Malatesta, Irene Gruss, Javier Adúriz, Griselda García, Luis Raúl Calvo, Leonor Silvestri, Laura Yasan, Jorge Fondebrider, Paulina Vínderman, Alberto Muñoz, Santiago Sylvester, Susana Szwarc, Fabián Casas, Inés Manzano, Jorge Santiago Perednik… ¿A quiénes no cité? ¿Cuántos encuentros se realizaron y en qué lapso? ¿Quiénes fundaron el Ciclo y qué otros poetas integraron la nómina de coordinadores en diferentes etapas? ¿Qué te ha dejado aquel trajín, Gerardo?

 

          GL – Estoy de acuerdo en que fue una propuesta innovadora, casi a pesar nuestro. La nota la dio el espíritu de aprendizaje: nuestra intención (la mía, al menos) era aprender, preguntar, conocer. Abordábamos a los poetas desde la humildad total y el acercamiento era de respeto, de indagación y, si me apurás un poco, también de homenaje. Lo único que quedó de esos encuentros fueron las fotos y la amistad. A la lista que mencionás agrego a Leopoldo (Teuco) Castilla, Graciela Zannini, Tamara Kamenszain, Héctor Miguel Ángeli, Alejandrina Devescovi, María Rosa Maldonado, Leonardo Martínez, Daniel R. Mourelle, Claudia Masin, Héctor Urruspuru (nuestro primer invitado), Esteban Charpentier, Miguel Gaya, Pedro Mairal, Esteban Moore, Gerardo Gambolini, Silvia Pastrana, Guillermo Saavedra, María del Carmen Colombo, Rodolfo Godino, Flavio Crescenzi, María Malusardi, Daniel Chirom, el muy querido Rolando Revagliatti... Seguramente olvido, también yo, algunos nombres. Los otros dos fundadores del Ciclo, en 2002, fueron Alejandro Méndez Casariego y José Emilio Tallarico. Seguimos hasta 2005. Tuvo una breve resurrección en 2007. Intervinieron en la organización y coordinación, por lapsos, Myriam Rosenberg, Graciela Tustanosky, Fabián Cerezo, Rubén Andrés Arribas y Pablo Javier Resa. ¿Qué me ha dejado aquel trajín?: hermosos recuerdos, grandes poemas compuestos por desconocidos y olvidados, el mejor y el más pleno sentido de la palabra.

 

 Gerardo Lewin selecciona para esta entrevista, en marzo de 2013, seis poemas de su autoría:

 

Piedad para la planta artificial

 

Malgasto sentimiento

en algo que vegeta en un rincón.

 

Naturaleza muerta.

Olvidada bajo polvos.

 

¿Es este poco más que muerto amor

lo que produje, mi triste floración?

 

Engañosa. Insensible.

Los  adjetivos no la matan,

no la reviven.

 

Verdor inerte que no perecerá.

                                                                                                                                    (Inédito de “Tránsito”)

 

 Patio

 

El limonero de casa es infeliz.

¿Hay otro modo de decirlo?

 

Vive, pero no ha dado frutos

y en su tristeza amarillenta

me insinúa: deja ya de regarme...

 

¡Ah! ¡Si sólo pudiera irme, lejos!

 

Ahora, en esta fresca noche de primavera vieja,

yo escribo y él deja caer una hoja seca.

                                                                                                                              (Inédito de “Tránsito”)

 

 Fin de semana en Solaris

 

No habrá más mundos que éste

que para ti convoco;

materia otra que la que aquí conjuro.

 

Atravieso espejismos,

me hundo en alucinaciones

que con tu rostro se disfrazan.

Incorpóreos engaños que simulan tu aroma.

 

Y contra mí conspiran odiosas estadísticas,

antagónicas leyes prohíben nuestro encuentro.

 

¿Cuántas vidas debería vivir

hasta que esta pompa de jabón

asuma nuestras formas?

 

Nada guardo de ti sino tu ausencia.

                                                                                                (Inédito de “Nombre impropio”)

 

Mickey is back

 

En el retorno del aprendiz de brujo

suena fantástica la sinfonía

de la indemnización o del poder,

de la palabra ausente en el conjuro.

 

Nada lo detendrá: la desafiante engañifa reina

y un atareado ejército de escobas

hace agua.

 

Los viejos magos nos ahogamos

en este mismo río.

La marea se lleva los círculos de tiza

desde los que invocábamos

a los grandes demonios de la tierra y sus amantes,

la danzarina gota que endulzaba las uvas,

la arena seca, el fuego.

 

Ya nadie espera nada de nosotros,

displicentes abismos nos lavan el color de los ojos

y un burbujeo muerto son todas nuestras frases.

Triste verdín nos corona y corroe.

 

En la cresta de venideras olas,

en lo alto de su trono usurpado,

él

tararea,

feliz.

                                                                                                                                    (Inédito de “Nombre impropio”)

 

 

Fin de contrato

 

Sé que mi vida se repliega ahora

a una trinchera móvil

cavada en húmedas cajas de cartón,

a estallidos súbitos y ansiosos

de cintas de embalar voraces.

 

Aquí fue donde bailamos

el rockanroll de las patatas fritas.

En esta cama casi muero.

Llorabas desconsolada en esa silla

y yo sólo atinaba

a besarte las manos.

 

En el final el eco rebotando

de pared a pared

y obstinados imanes

aferrándose a la heladera muerta.

 

Sumisos, obedientes,

nuestros fantasmas

cancelarán las deudas,

nos buscarán sonriendo en los espejos,

regresarán correspondencia

a desesperanzados remitentes.

 

El polvo de los años

se asentará cantando

sobre estos pasos últimos,

este murmullo incontinente...

 

Silencioso llanto de babosas

en el patio:

las despedidas las abruman,

pobres bichos.

                                                  (De “Amores muertos”)

 

Código postal

 

Uno no es un papel,

unas palabras,

cartas.

 

Uno no es un recuerdo,

tinta celeste,

fechas.

 

Uno no es un fantasma,

algo que se desliza

bajo puertas.

 

Que no me envíen a destinos imposibles,

nunca diré “querida amiga”,

“estas rápidas líneas”

o “ha empezado a llover”.

 

Uno no es un remitente falso,

escritura olvidada,

gotas de perfume.

 

Carne transfigurada y mártir

de matasellos asesinos,

víctima fácil de un abrecartas violador.

 

Uno no es algo que deba ser leído,

literatura itinerante,

yendo y viniendo hasta la muerte

entre nuestras mutuas soledades.

                                                                                                             (De “Amores muertos”)

 

 ***

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Gerardo Lewin y R. R., en marzo de 2014.

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24 de Febrero, 2014 · General

Manuel Ruano: sus respuestas y poemas


Entrevista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Manuel Ruano nació el 15 de enero de 1943 en el barrio Saavedra, de Buenos Aires (ciudad en la que reside), Argentina. Habiendo realizado estudios sobre literatura española, se especializó en Siglo de Oro Español. Es profesor honorario en la Universidad Nacional de San Marcos y en la Universidad Nacional San Martín de Porres, de Lima, Perú, donde en 1992 fundó la revista de poesía latinoamericana “Quevedo”, la cual dirigió hasta 1997. Entre 1969 y 2007 fueron publicados en su país, así como en Venezuela, Ecuador, México y Perú, sus poemarios “Los gestos interiores” (Primer Gran Premio Internacional de Poesía de Habla Hispana “Tomás Stegagnini”), “Según las reglas”, “Son esas piedras vivientes” (Edición Premio Nacional de Poesía de la Asociación de Escritores de Venezuela, Caracas, 1982), “Yo creía en el Adivinador orfebre”, “Mirada de Brueghel” (Fondo de Cultura Económica, México, 1990), “Hipnos”, “Los cantos del gran ensalmador” (Monte Ávila Editores, Caracas, 2005), “Concertina de los rústicos y los esplendorosos”. En 2010 da a conocer su libro de cuentos “No son ángeles del amanecer”. Y en Caracas el volumen “Lautréamont y otros ensayos”, donde también se editó el CD “Manuel Ruano en su tinta” (poemas). En su condición de antólogo, citamos “Poesía nueva latinoamericana” (1981), “Y la espiga será por fin espiga” (1987), “Cantos australes” (1995), “Poesía amorosa de América Latina” (1995), “Crónicas de poeta” (sobre artículos de César Vallejo, 1996), “Obra poética de Olga Orozco” (con estudio preliminar, 2000), “Cartas del destierro y otras orfandades” (correspondencia de César Vallejo, 2006), “Olga Orozco – Territorios de fuego para una poética” (Sevilla, España, 2010), “Vivir en el poema – Homenaje a Carlos Germán Belli” (Sevilla, España, 2013). Ha sido investigador y redactor del “Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina” (1995). Acerca de su poesía se han difundido estudios de Miguel Fajardo, Ricardo González Vigil, Eduardo Chirinos, Alberto Baeza Flores, etc. Y éstos son los títulos de algunas antologías que han incluido poemas suyos: “Antología de escritores argentinos” (Madrid, 1967), “Poesía política y combativa argentina” (Madrid, 1978), “Antología de la poesía argentina” de Raúl Gustavo Aguirre (tres tomos, Ediciones Fausto, Buenos Aires, 1979), “Al sur” de Satoko Tamura (Tokio, Japón, 1987), “El verbo descerrajado” (homenaje a los presos políticos de Chile, 2005). Manejó, por ejemplo, http://liroforodelmardulce.blogspot.com.ar (2010) y http://manuelruano.blogspot.es (ya desactivado). Y ahora, http://interraignota-manuel.blogspot.com.ar , donde además de poemas y artículos de su autoría, interesantísimos videos, una entrevista a él realizada, se hallan textos de Romilio Ribero, María Granata, Horacio Armani, Rafael Alberti, Antonio Cisneros, Gutierre de Cetina (Sevilla, 1520 – México, 1557), Emily Elizabeth Dickinson, Fernando Pessoa, Ricardo E. Molinari, Vicente Martín Soler (España, 1754-1806), Juan del Valle Caviedes (España, 1652 – Perú, 1698), Wilfred Owen, Gayo Valerio Catulo (hacia 87 a. C. – hacia 54 a. C.), Dante Alighieri, Edith Sitwell, Malcolm Lowry, Robinson Jeffers, John Keats…

 

 

           1 – Fuiste integrante del equipo de una de nuestras insoslayables revistas literarias del siglo XX: “El Escarabajo de Oro” (la cual yo adquiría cada vez que asomaba en los kioscos). Sería oportuno para lectores argentinos que no la han conocido, o que la conocen “de oídas”, y para tantísimos extranjeros, que nos ilustres respecto de ella: fundadores, otros integrantes, características gráficas, propósitos, autores publicados, reuniones de los hacedores, circulación, secciones fijas, sesgo ideológico, lapso durante el cual existió… Y que nos ilustres respecto de vos en aquel entonces, con compañeros, algunos, ahora con una obra notable.

 

           MR: Fueron varios los “vasos comunicantes” que me unieron a la revista “El Escarabajo de Oro”: el surrealismo, la independencia en el arte, la crítica estética y social, y sobre todo la filosofía. Por esos días yo tenía hecha una lectura de Sartre, como modelo intelectual que iluminaba la mentalidad del momento con libros como “La náusea” , “Los caminos de la libertad” o, su definitivo “Las Palabras”, que era como una biblia por aquellas jornadas nocturnas de los escarabajos, como le gustaba decir a Sábato… Aunque antes de entrar en “El Escarabajo de Oro”, ya había transitado otros núcleos intelectuales de escritores de las más diversas procedencias. En 1962, había obtenido un premio de ensayo que fue una sorpresa para mí, porque un profesor de literatura del Colegio Nacional nocturno “Domingo Faustino Sarmiento”, presentó un trabajo mío, sin que yo lo supiera, obteniendo un primer premio de ensayo. Eso me estimuló mucho, y nunca dejé de agradecer ese gesto a ese profesor de literatura. Ya en 1964, cuando hice el servicio militar en el Centro Instrucción de Artillería de Córdoba, tuve un camarada (soldado como yo, que fue después amigo entrañable hasta su muerte, me refiero a Eduardo Goncalvez), que me puso en contacto con la filosofía de Albert Camus. Sus libros “El mito de Sísifo” y “El hombre rebelde”, me acompañaron de ahí en adelante. Pero mi principal interés era, por aquellos días, la poesía. De ahí que me carteara con el poeta Víctor García Robles, que fue, sin lugar a dudas, el que me animó a integrar el grupo cuando gané el Primer Premio de Poesía de la revista “Microcrítica”, dirigida en ese entonces por la señora Eve Bonasso. Ese galardón literario hizo que también me nombrara secretario de redacción de esa publicación. Tal es así, que el director de “El Escarabajo de Oro”, Abelardo Castillo, publicara el poema premiado en el número 33 de marzo de 1967, con estas palabras: “Manuel Ruano, poeta. No publicó libro. Anda por los 23 años. Es nuestra última adquisición: vino premiado. Los versos transcriptos lograron, por unanimidad, entre más de 600 poemas, el Primer Premio de la revista “Microcrítica”. Julio Imbert, Antonio Requeni e Irma M. Cavallini, fueron el jurado. Ruano pertenece a partir de este número, a la sección poesía de nuestra revista”. Y así fue, aunque se me viniera encima un alud de libros para ser comentados. Yo, como es de suponer, no perdía noche en el Bar Tortoni y hasta amanecía en su bohemia. Las charlas de literatos y del talento que solían acompañarnos en aquellas jornadas eran invaluables. “El Escarabajo de Oro” tenía colaboradores y reseñadores de inapreciable valor internacional: Julio Cortázar, Beatriz Guido, Marta Lynch, Pedro Orgambide, Augusto Roa Bastos, Nicanor Parra, Fernando Quiñones, Juan Goytisolo, Carlos Fuentes, Miguel Oviedo, Adriano González León, Félix Grande... Allí conocí, también, al poeta dominicano Manuel del Cabral. Siempre seguí con verdadero fervor la trayectoria de aquellos muchachos formidables de la revista. Abelardo Castillo, por la fibra de sus cuestionamientos, deslumbraba a la hora de hacerlos y, además, por el carácter invalorable de su magnífica obra narrativa. Fue el poeta Víctor García Robles, quien me dijo: “Si vas a ser poeta, tenés que tirarte al vacío sin saber qué vas a encontrar abajo”. Esto me abrió los ojos hasta el día de hoy… En palabras de Abelardo, que era nuestro pope mayor y su creador, podría decirse: “ Creo que en el Tortoni empezamos alrededor de 1960 y estuvimos hasta el 74, durante toda la etapa del “El Escarabajo de Oro”.  Fueron unos15 años… Desde entonces, los encuentros pasaron a realizarse en mi casa.” La subdirección estuvo a cargo de Liliana Heker; la secretaría de redacción la llevó Vicente Battista; la sección poesía estaba a cargo de Víctor García Robles y, más tarde, la asumí yo transitoriamente. El consejo de redacción tenía entre sus integrantes a Alberto Lagunas, Oscar Barros, Luis De Paola, Bernardo Jobson, Jorge Vázquez Santamaría, Ricardo Maneiro…

 

 

 

           2 – Me cuesta imaginar a otros argentinos contemporáneos –aunque, por supuesto, los hay- que pudieran haber adquirido una formación tan robusta como la tuya en Siglo de Oro Español. ¿Qué desfiladeros transitaste para adquirirla (además de haber leído a troche y moche a personalidades de ese Siglo)? ¿Podés discernir cómo se te fue generando esa predilección (y cómo se sostiene en tu actualidad)?

 

           MR: ¿Acaso Boscán no jugó en el siglo XVI en el cambio de la poesía española del Siglo de Oro, junto a Garcilaso, un papel semejante al que realizara Ezra Pound  en el siglo pasado, para la poesía de habla inglesa? Pues bien, creo que el amor que sentí desde niño por la literatura española, me llevó a enfrascarme en el barroco peninsular. Lope, Góngora, Quevedo, fueron mis lecturas favoritas a las que vuelvo siempre. En 1992 edité una revista llamada “Quevedo” que se hizo itinerante. Allí publicaba textos raros de Herrera, de Alemán, así como de poetas modernos como César Moro. Por problemas económicos tuve que congelar su aparición. Al menos virtualmente, me sentí el Buscón quevedeano buscando rastros en la terra ignota. Amé la poesía bucólica y sigo amándola como a una mujer que se pierde en la espesura de la historia. Como amé el sentido epopéyico de un poema. Como arte típico, según algunos, de la Contrarreforma, el barroco revitaliza una estética que da vida a la Edad de Oro, donde el fervor religioso reluce y está vivo y fue construida con una anterior Reforma española que va más allá del Concilio de Trento de 1563. En todo caso, aquellos poetas dejaron un sello indudable en la lírica hispana más allá del reinado de Felipe II, que influyó mucho en nuestros poetas de ultramar… Razón tenía Quevedo al exclamar en un soneto: “Tras los reyes y príncipes se vaya/ quien da toda la vida por un día,/ que yo me quiero andar de saya en saya.” La poesía se transforma de época en época y ese es su misterio. Hubo un poeta chileno contemporáneo, Alberto Baeza Flores, considerado del surrealismo hispanoamericano, que dijo de mi poesía algo que me enorgullece: “Aquí está la confluencia del barroquismo hispanoamericano y la aventura expresiva de la poesía más moderna, más actual, más de exploraciones. Manuel Ruano reúne estos ríos neorrealistas mágicos y los unifica en su expresión poética.”

 

           3 – Que a tus veinticuatro años –y habiendo recibido con anterioridad otras distinciones- te fuera otorgado el premio que posibilitó la publicación de tu primer poemario a través de la prestigiosa Editorial Losada, debe haberte “vapuleado de felicidad”. Que ese libro haya sido presentado por Leopoldo Marechal, añadió su plus. Que, además, mantuvieras conversaciones con Gonzalo Losada y por iniciativa de él, a través de su sello también apareciera tu segundo poemario, habrá sido el sumun. ¿Cómo nos trasmitís a nosotros, cuarenta años después, lo que te pasaba (lo que le pasaba a aquel Manuel Ruano, no a cualquier otro -no demasiado neurótico- en similares circunstancias)?  Se habrán, unos, enorgullecido de vos, y otros, te habrán envidiado. ¿Cómo nos trasmitís esto, y tu contacto con Don Gonzalo y con el autor de la novela “El banquete de Severo Arcángelo”?

 

           MR: En 1967 obtuve el Primer Gran Premio Internacional de Poesía de Habla Hispana “Tomás Stegagnini”, correspondiente a los V Juegos Florales de Poesía, Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires, que consistía en un dinero, una placa y la edición del libro (que nunca se llevó a cabo).  De manera que “Los gestos interiores” en la colección Poetas de ayer y de hoy de Losada, se debió a que sólo recibí de aquel galardón la parte monetaria y otros honores que contemplaba el premio; pero la edición del libro, lo que se dice el poemario en sí, que para mí era fundamental, jamás. Tuve la suerte de que se interesara don Gonzalo Losada  de ese percance y lo leyera, no una, sino varias veces (como él mismo me dijera), y decidiera la edición del mismo. Ese manuscrito (todavía) pasó por varias manos, entre ellas, las de Margarita Aguirre (ex secretaria de Neruda), y que a raíz de allí, fuera mi amiga durante varios años. Y Neruda, según me dijeron, tuvo algo que ver en eso; pero no lo puedo asegurar. El libro fue ilustrado por un joven artista plástico llamado Pablo Suárez y recibió la bendición de un poeta y escritor consagrado, como don Leopoldo Marechal, que, para el caso, escribió: “Sigo con atención las tendencias de la nueva poesía, y Manuel Ruano se cuenta entre los jóvenes poetas cuya originalidad e inspiración están dando ahora sonidos nuevos a la poesía nacional. No sólo trata él de bucear en “lo posible” de los temas líricos: gracias a una severa conciencia de su arte, busca y halla también una notable afinación de su idioma poético. A mi entender, la poesía continúa siendo la “quintaesencia” del arte por la palabra, y Manuel Ruano trabaja en esa vieja y perdurable afirmación.” Con don Gonzalo Losada, tengo hermosos recuerdos. Ha sido un gran editor. Y ha tenido la gentileza de presentarme al poeta  Francisco Luis Bernárdez, quien me dijo palabras más, palabras menos, conceptos  muy elogiosos sobre mi poemario. En otra oportunidad, Losada me leyó, completa, una carta que había recibido del gran escritor peruano José María Arguedas, anunciándole su próxima muerte. Esto resultaba conmovedor para un joven poeta como yo. Era tanto el detalle de cómo lo lograría, que le describía hasta la marca del revólver que había comprado para llevar su muerte a cabo. Yo, lo sé, quedé muy impresionado por aquel relato. Más allá de todo esto, don Gonzalo publicó mi segundo libro de poemas, “Según las reglas”, cuando compartí un premio con el poeta chileno Braulio Arenas, en Venezuela, de la revista “Imagen”, en 1972. De ese libro, un poeta colombiano nadaísta, Armando Romero, escribió para la revista “Zona Franca”: “Humano, terriblemente humano, el poeta cae exhausto mil veces sobre el suelo de realidades que hacen rabiar su ánimo, porque a fuerza de soplar fluidos creadores sobre las insaciables gargantas de los hombres todo se resiente, la batalla parece absurda, los dedos se encalambran sobre eso único, indefinible, que acciona todos los mecanismos: el amor. El poeta sabe, alquimista osado, que solo desde esa piedra se puede fundar la existencia; sus dedos lo aprisionan sintiendo ese castigo que pertenece a todos pero que hace del poeta su más precisa víctima a la vez que su vocero. El amor salta como una carta del Tarot universal afirmándose hasta dentro de su propia negación.” En cuanto a la envidia, la he sentido de cerca muchas veces desde la aparición de “Los gestos interiores”. Y la sentí de muy, muy cerca, cuando salió “Mirada de Brueghel” en F.C.E. de México, donde algún compatriota residente en Costa Rica dijo que pertenecía a la mafia de Octavio Paz, cuando ni siquiera lo conocía personalmente ni epistolarmente. ¿Qué te parece?

 

 

          4 – En el ’79 fuiste incluido con dos poemas de tu primer libro en el tomo tres de la hospitalaria Antología que más he releído y consultado en toda mi vida (apenas más breve que la tuya): “la Antología de Aguirre” se decía. Para mí, entrañable. Y la tengo desde que salió. ¿Fulano “está o no está en la antología de Aguirre”? Fui descubriendo que no estaban Beatriz Vallejos, José Luis Mangieri, Alfredo Andrés, Héctor Negro, Clara Fernández Moreno, Héctor Viel Temperley, Juan José Hernández, ¡Julio Huasi!, y otros. Consta allí que vos residías desde 1975 en Caracas. Y sé que también has residido en Perú. ¿Qué te llevó a esos desplazamientos?... ¿Viviste en otros países? ¿Cómo evocás las respectivas atmósferas epocales? ¿Cómo te fuiste integrando a aquellos escenarios? ¿En qué revistas y periódicos colaboraste? ¿Ejerciste el periodismo cultural?

 

 

          MR: Sí, recuerdo esa antología. Fue una muestra de la poesía argentina con algunos olvidos. En realidad, yo residí en Caracas desde el año 1975 porque aquí, en la Argentina, la situación política era insoportable. Así que tuve que viajar al exterior  donde me ofrecieron trabajo y la posibilidad de hacer mi propia antología “Poesía Nueva Latinoamericana”, que se publicó en la imprenta Minerva de los hermanos Mariátegui, en Lima, en 1981. Fue una experiencia para rescatar las voces claves de la poesía de esta parte del mundo. Era un proyecto que tenía desde los años ‘70 y que vine a concretarlo en el Perú, país al que volví reiteradamente desde 1972, año tras año, y en el que realicé una intensa actividad cultural, dando forma a la integración latinoamericana que tanto había deseado. También desarrollé un intercambio con otros países andinos: Chile, Ecuador, Colombia... Dando conferencias, recitales y seminarios de literatura iberoamericana. Y en esos periplos, surgió “Quevedo”, mi revista itinerante. Además de desarrollar una intensa actividad de periodismo cultural. En una palabra: todo eso está registrado en una columna fija en Venezuela, llamada “El trayecto de lo imaginado”, del diario “Ultimas Noticias”, desde 1975. Mientras colaboraba en radio, televisión y otros medios escritos, como, por ejemplo,  “El Nacional”, “El Universal”, “La Religión”.

 

 

           5 – En 2012 –no sé durante cuánto tiempo- realizaste un viaje de estudio por España “siguiendo la ruta de Rainer María Rilke”. ¿Tenés algún trabajo publicado a propósito de dicho viaje? ¿Lo podemos descubrir en la Red? ¿Nos contarías en qué ha consistido exactamente?

 

           MR: Estoy escribiendo un libro en torno a la figura del poeta Rainer María Rilke y su trayecto en España en el año 1912. En vistas a ese periplo por ciudades como Madrid, Toledo y gran parte de Andalucía, realicé un viaje cien años después de aquel recorrido, con el propósito de indagar acerca de las huellas dejadas por el poeta. También reuní cartas y poemas por él escritos en su viaje, y visualicé cuadros que él admiraba del Greco, su pintor mayor, en la sinfonía de las imágenes. Se trata de un peregrinaje que culmina en la ciudad de Ronda, Málaga, entre los años 1912 y principios de 1913. ¿No es esto, en parte, perseguir la sombra de un fantasma agonizante, que va buscando su ideal religioso a la par que reanimando su existencia para proseguir la escritura de sus “Elegías”, a la vez que el clima esencial que lo ayude a sobreponerse a su estado de salud delicado y siempre al borde del abismo espiritual? Rilke suena en mis oídos como un violín desvelado. Más bien, su poesía es un Stradivarius en el conjunto de violines que suenan en una época. Por eso me permití seguir sus pasos por España.

 

           6 – Vayamos al narrador: además del libro de cuentos publicado en 2010, tenés al menos otro, aún inédito, titulado “No le cuentes tus secretos a la luna”. En este género recibiste el Premio “Eduardo Mallea”, otorgado por el Gobierno de nuestra ciudad. Tenés al menos una novela inédita. ¿Cuál es el título? Ponenos en foco, Manuel: qué tenés publicado en cuento y no sé si en novela, qué tenés inédito y en qué andás en ambos géneros, y de qué trata, primordialmente, tu obra narrativa.

 

           MR: Siempre escribí cuentos; pero no los publicaba. La poesía, en cambio, fluía en mí porque obtenía premios que me animaban luego a difundirlas. En cambio, la prosa es distinta. Desde los primeros años de mi educación ya sentía la necesidad de ejercitar la escritura, porque amaba las palabras. Cada palabra, encierra un duende, decía mi abuela Dolores. Narro esto en una novela, que, también, mantengo inédita llamada “Escorpiones del mar dulce”. En tanto que el título que mencionás, “No le cuentes tus secretos a la luna”, en realidad, se trata de un cuento con referencia a esos sucesos que transcurrían durante la secundaria en el colegio Rivadavia, en el que todos éramos varones, con historias de varones... Es una historia terrible, que integró, algunos años después, un libro de cuentos llamado “No son ángeles del amanecer”, que fuera distinguido en el Premio “Eduardo Mallea” en el año 2004. En cuanto al ensayo, publiqué un libro llamado “Lautréamont y otros ensayos”, que el Celarg (Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos”)  editó en Venezuela en 2010.

 

           7 – En algún lugar rescataste una formulación simple y profunda de ese tal Voltaire que yo sólo he leído, orgánicamente, en mi adolescencia: “Peligroso no es el hombre que lee, sino el que relee”. Como hombres peligrosos que somos –aunque yo, ¡oh!, no he releído a Voltaire (debo haber accedido a él en ejemplares que me habrán prestado)-, seguramente hemos aconsejado muchas veces, no sólo a alumnos, el hábito de la relectura. ¿Nos ampliarías el alcance que para vos tiene el proverbio de Francois Marie Arouet? ¿No merecería que alguien con tu experiencia en el ensayo explorara y produjera alguno sobre el tema?

 

           MR: ¿Quién no se ha apasionado con Voltaire, con Diderot, con Julien Offray de La Mettrie? El siglo XVIII fue el siglo de Voltaire y de la Enciclopedia, pero también fue el siglo de Swedenbog y de William Blake. Y el de un curiosísimo escritor llamado Jacques Cazotte, cuya cabeza va a dar a la canasta del patíbulo, gritando: “Muero como he vivido, fiel a Dios y a mi rey”. Como aseguraba Borges: “El estilo de Voltaire es el más alto y límpido de su lengua y consta de palabras sencillas, cada una en su lugar”. Voltaire llevó a cabo una dura crítica de la guerra, y la sátira “El templo del gusto” (1733) le atrajo la animadversión de los ambientes literarios parisienses. Su obra es amplísima. Después de una violenta ruptura con Federico II, Voltaire se instaló cerca de Ginebra, en la propiedad de “Les Délices” (1755). En Ginebra chocó con la rígida mentalidad calvinista: sus aficiones teatrales y el capítulo dedicado a Servet en su “Ensayo sobre las costumbres”  (1756) escandalizaron a los ginebrinos, mientras se enajenaba la amistad de Rousseau. Su irrespetuoso poema sobre Juana de Arco, “La doncella” (1755), y su colaboración en la Enciclopedia chocaron con el partido devoto de los católicos. Resultado de su crisis de pesimismo fueron el “Poema sobre el desastre de Lisboa” (1756) y la novela corta “Candide” (1759), una de sus obras maestras. Se instaló en la propiedad de Ferney, donde vivió durante dieciocho años, convertido en el patriarca europeo de las letras y del nuevo espíritu crítico; allí recibió a la elite de los principales países de Europa, representó sus tragedias (“Tancrède”, 1760), mantuvo una copiosa correspondencia y arremetió con escritos polémicos y subversivos, con el objetivo de “aplastar al infame”, es decir, el fanatismo del clero. Sus obras mayores, en esta época,  son el “Tratado de la tolerancia” (1763) y el “Diccionario filosófico” (1764). Denunció con vehemencia los fallos y las injusticias de las sentencias judiciales (casos de Calas, Sirven, La Barre, entre otros). Liberó de la gabela a sus vasallos, que, gracias a él, pudieron dedicarse a la agricultura y la relojería. Poco antes de fallecer (1778) se le hizo un recibimiento triunfal en París. En 1791 su osamenta fue trasladada al Panteón. Y es hoy, en el siglo XXI, que sus ideas nos siguen iluminando…

 

           8 – Ya en tu juventud tuviste ocasión de codearte con Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y otros “consagrados”, y también posteriormente con Ernesto Cardenal y tal vez con Octavio Paz. Te propongo que sobrevueles mi recorte, el  adonde apunto, y nos digas respecto de los citados y de otros de semejante nombradía, con quiénes estableciste un más grato intercambio y con quienes, en cambio, te resultó (pudo haberte resultado) insulso, frustrante (se me vienen a la mente esos dos emblemáticos, cada uno en lo suyo, Buster Keaton y Samuel Beckett, en ocasión de “Film”, hallable en Youtube y en un librito editado en España hace bastante).

 

           MR: Thomas Eliot decía que “sólo a través del tiempo se vence al tiempo”. Es una verdad. Y te confieso que de todos los grandes poetas y escritores que he conocido, únicamente  me ha importado de ellos experimentar alguna emoción. Esa es la piedra de toque, para mí, del conocimiento. A Borges lo conocí (como cuento en el prólogo de mi libro “No son ángeles del amanecer”) rememorando ciertas esquinas de Buenos Aires que el tiempo había escamoteado. Lo oí cantar alguna milonga y, por último, lo vi llorar cuando me hablaba de las Madres de Plaza de Mayo. Por “El Escarabajo de Oro”, como dije más arriba, pasaron muchos personajes. Entre ellos, el poeta Mario Jorge De Lellis, al que vi en aquellos encuentros y, más tarde, asistí a su lecho de muerte en el hospital donde estaba internado. Allí estábamos todos: Abelardo Castillo, Vicente Battista, Oscar Barros, Liliana Heker, Lucila Álvarez, Humberto Costantini… Tuve la suerte, desde muy temprano de mi experiencia literaria, de tener cerca de mí a personajes que han pertenecido a las dos grandes corrientes de la vanguardia argentina de las letras: el Grupo Florida y el de Boedo. En 1970, me presentaron al poeta Raúl González Tuñón, del grupo Boedo, a quien traté luego en el Suplemento Cultural del Diario “Clarín”. A Marechal lo iba a visitar a su casa de la calle Rivadavia y conocía muy bien su intimidad, sus sufrimientos, su orgullo. Él escribió mi presentación, como dije, para “Los gestos interiores”. También viví su partida y el dolor de su esposa Elbia. En cuanto a Octavio Paz, no lo conocí nunca. Pero fue él quien se refirió a ese primer libro con estas palabras registradas en la prensa mexicana: “Él es su propia técnica inventada y concluida en el poema. Y también su sueño y su esperanza”. Más tarde, en Madrid, conocí a su ex esposa e hija, en la oficina de otro extraordinario amigo, Félix Grande, que acaba de morir. Por intermedio de Félix conocí a Luis Rosales, amigo de Federico García Lorca. Te podría nombrar a muchos otros: Jorge Amado, Martha Lynch, Olga Orozco,  Enrique Molina, Ernesto Cardenal… Con Cardenal me escribía en los años setenta, cuando él todavía estaba en Solentiname. Después lo conocí personalmente en el Perú, cuando se realizó el Congreso de Integración Latinoamericana. Me dio varios poemas inéditos para la antología “Y la espiga será por fin la espiga”, que el gobierno peruano me había encargado realizar. En cuanto al novelista Ernesto Sábato, lo conocí en casa de Margarita Aguirre, donde tuve una oportunidad única de conversar con él acerca de la brujería en Buenos Aires, hasta altas horas de la madrugada. Recuerdo que él estaba muy al tanto del asunto y me dio una clase al respecto. Era la época de su novela “Absalón, el exterminador”. Un tiempo después escribí un ensayo acerca de “Los fantasmas que perturban a Sábato”, que publiqué en varios países. En mi columna dominical “El trayecto de lo imaginado” y en “Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid”. Con Sábato tuve correspondencia y encuentros en Caracas y en Santos Lugares, su casa en el Gran  Buenos Aires. También le hice una extensa entrevista que se publicó en “El Espectador” de Colombia, donde hablaba de muchos aspectos de la novelística actual. Fue tan bien recibida esa entrevista que el autor de “Sobre héroes y tumbas” me felicitó epistolarmente, y “El Espectador” reprodujo el reportaje en una edición de lujo de las mejores entrevistas. También conocí a David Viñas. Él solía pasar las tardes en el Café La Paz de la calle Corrientes. Un día tuvimos una larga charla y me invitó a su casa de la calle Córdoba, casi llegando a Callao. Allí hablamos de su obra y del porvenir de la política nacional e internacional. Recuerdo que se maravilló de mi información al formularle las preguntas y en una dedicatoria de su libro me llamó “lúcido lector”… Es un lindo recuerdo, que guardo en mi corazón, de ese gran escritor argentino.

 

           9 – Sos quizá el primero de mis reporteados que ha participado en la organización de una Enciclopedia. (Cualquier “buscador” remite a este monumental “Diccionario Enciclopédico de las Letras de América Latina”, editado por la venezolana Fundación Biblioteca Ayacucho.) Te invito a que nos precises cómo ha sido, qué te ha “tocado” o qué has elegido investigar y redactar.

 

           MR: Un poeta del Grupo Viernes, de Venezuela, José Ramón Medina, desde la fundación de la Editora Biblioteca Ayacucho, que, a su vez era Presidente del Pen Club, me invitó a participar de un Congreso de la entidad, que se celebraría en Caracas en 1983. Al mismo tiempo me entusiasmó para colaborar en la “Enciclopedia de las Letras de América Latina”. Hice casi cien biografías de autores de todo el continente. Además, una antología de Olga Orozco, “Obra Poética”, 2000. Con Olga tuve una magnífica amistad desde los años setenta. Ella valoró mi poesía. Un día, me dijo: “Tú eres un poeta errante que va de país en país como una nube viajera. Tu lenguaje es tan personal que me cuesta clasificarlo como al de otros poetas.” Con ella (recuerdo que vivía en la calle Arenales, de Buenos Aires), trabajamos la antología de su obra para la colección principal de la editorial. Ese libro, hasta donde sé, tuvo más de doce ediciones. Me escribieron, unos años más tarde, de la Universidad de Sevilla para colaborar en un estudio sobre Olga. El libro salió en el 2010 con el título, Olga Orozco (Territorios de fuego para una poética)”, y estuvo a cargo de la profesora Inmaculada Lergo Martín. Más tarde, la misma autora, tuvo la deferencia de invitarme a participar de un estudio sobre la obra de otro gran amigo y poeta, Carlos Germán Belli, “Vivir en el poema”, que se editó en Granada, en la editorial Point de Lunettes, en el 2013. Y viajé para saludarla en su presentación en Lima, en la Casa de la Cultura. Otro dato, que a lo mejor interesa a tu pregunta: con editorial  Biblioteca Ayacucho, he publicado varios libros: “Poesía amorosa latinoamericana” (1995), “Crónicas de poeta”, sobre los escritos de César Vallejo en Francia (1996), “Cartas del destierro y otras orfandades” (2006) con el que gané un Premio Nacional en Venezuela…Y trabajé en la Cronología del libro Rayuela” de Julio Cortázar en el 2004, etc., etc.

 

           10 – Cinco o seis años al frente de “Quevedo”, decidiendo, seleccionando, difundiendo. ¿Cuál fue la impronta que sostuvo tu revista? Y como con “El Escarabajo de Oro”: ¿características gráficas, circulación, autores publicados…?

 

          MR: En 1992 me invitaron a participar en el Homenaje al natalicio del poeta César Vallejo en la Universidad de Lima. En aquel momento, decidí editar mi revista “Quevedo”, número 1. Ya en el editorial, decía: “QUEVEDO, más que un nombre glorioso de las letras universales, es un concepto. Y más que un concepto, una piedra angular en nuestro idioma hispanoamericano que, también, revela una actitud de disonancia en el actual estado de cosas. Por eso, tiene ya el carácter de una justificación para esta revista de poesía, ante la embestida monstruosa y  embrutecedora del neoliberalismo transcultural.” Fueron ocho números los que aparecieron. Inéditos de Vallejo, de César Moro, Artaud… Entrevistas exclusivas a Borges, a Gonzalo Rojas... Apócrifos y anónimos. Fue en 1996 cuando dejó de aparecer. De mis comienzos literarios, podría decir que el dicho que afirma “la letra con sangre entra”, es verdad. Ya que a la edad de cinco años estuve mudo debido a una cirugía de garganta en el que experimenté que la sangre estaba unida a mi voz. E inventé un lenguaje para comunicarme con los demás. De ahí, pienso, el título de mi primer libro: “Los gestos interiores”. Y más tarde, a los quince años, y trabajando yo en una imprenta del barrio San Cristóbal, que se  especializaba en trabajos de timbrado y sobrepujados, tuve un accidente con la máquina alemana que manejaba, al quedar atrapados mis dedos índice y medio de la mano derecha en la impresora. Fue un descuido mío al querer enderezar una hoja de papel seda que se había doblado, en momentos en que el carrito timbrador (así le decíamos) hacía punto de presión sobre el papel y mis pobres dedos. La sangre fluía, como podrás imaginarte, con ganas. En esos días yo ya era un apasionado aprendiz de escritor. Escribía mentalmente y pasaba en papel en los momentos que pedía permiso para ir al baño. Años más tarde, nacería “Quevedo”, después que nuestro país saliera de las sombras y del terror que había implantado una dictadura. ¿Habría que agregar algo más a la frase de Eliot, sobre el hecho de que el tiempo solo vence al tiempo?

 

 Manuel Ruano selecciona para esta entrevista, en febrero de 2014, los siguientes seis poemas de su autoría:

 

 

NUBES VIAJERAS PARA UNA DESVELADA AUSENTE

                                                             A Olga Orozco, in memoriam

 

Esa es tu voz.

Sí, un cartílago de oro que iluminó al sol.

Más bien debería recordarte que he aquí un cristal de roca

de belleza inaudita.

Ese espacio por donde tu alma pasa con el verbo ad verbum

atemperado,

que contradice a las presencias en su traje ritual.

En sinfonía de voces.

Más exactamente, había en ti una convalecencia de penumbra,

que llegaba sin aliento a las conclusiones inesperadas...

De igual manera había en la memoria una pajarera

desconocida para las nubes,

adonde entrabas y salías siempre, alabando los paseos perdidos.

Tengo la sensación de estar tomando contigo el té de las difuntas,

en el fondo de un jardín y tú, con tu corona de flores.

-Es un diálogo secreto entre los huérfanos-, dijiste.

No estoy tan seguro de haber develado esas ausencias,

pero esos lamentos, esos paraísos perdidos,

son de aquella geografía del adiós.

Con rigor, debo confesarte que no debes confundir los sabores,

los reinos invisibles, las pasiones inescrutables

que alguna vez te han hecho llorar.

 

¡Ah, tapices revestirán una galería de abriles crueles,

de gladiolos moribundos,

de lágrimas de una mujer solitaria que toma sopa

con los retratos de un paisaje irrenunciable!

 

No debes alzar la voz cuando alguien te habla

de los salones desiertos...

Más aún, deberías controlar a quienes te adulan.

No siempre son de confiar.

Pero la niña terca que hay en ti, mira fijamente su plato

mientras se mueven las cortinas que dan hacia un balcón vacío...

 

No hay nada que hacerle: ¡robarle fuego al sol, ocasiona desgracias!

Te pone por delante una viuda de luto que augura calamidades

y prepara el pensamiento para la muerte.

Con todo respeto, siempre hay un embaucador de cosmogonías,

que pretende ocultar las nubes, las tormentas que se avecinan,

como un anticipo de los tiempos.

No te dejes impresionar por la distancia.

Recuerda que los poetas se reconocen más cuando no hablan.

Realmente, no hay embuste posible en los versos

que no hayan dejado flores marchitas como la soledad...

Pero los huéspedes, amiga, no han vuelto. Y tú me dijiste:

-Me voy por unos días-, y yo te lo creí,

como un creyente de las cosas que vuelan;

los poemas de Pessoa se vuelan en un lejano bar de Lisboa

que ha quedado fijo en tu recuerdo;

pero tú, te ibas para siempre...

 

 (Aparecido en “Olga Orozco: Territorios de fuego para una poética”)

 

 

ANÓNIMO ES EL POLVO DEL OLVIDO

 

Anónimo  es  el polvo del olvido y anónima

la vieja profecía.

Es anónimo el libro más leído y anónima la loca poesía.

Apócrifo será lo que has querido y apócrifa

es aún tu fantasía.

¿Qué turbia sinrazón mata el olvido

del malogrado amor que te encendía?

No sufras por las páginas gastadas que en dramáticos versos

escribieron.

Son inciertas las palabras más sagradas y profunda

la herida que te hicieron,

de anónimas historias develadas,

del canto de los días que se fueron...

 

                             (De “Concertina de los rústicos y los esplendorosos”)

 

 

DE LAS MUCHAS ENCRUCIJADAS DE CIDE HAMETE BENENGELI

 

“...volviendo de improviso el arábigo en castellano,

dijo que decía: Historia de Don Quijote de la Mancha,

escrita por Cide Hamete Benengueli, historiador arábigo.”

Miguel de Cervantes Saavedra,

Don Quijote de la Mancha, Cap.IX

 

 

Yo, Cide Hamete Benengeli,

encarnadura y voz  del sueño y la impostura,

escribí con pluma de ganso mi Quijote en secreto gabinete.

Alá, introdujo esas letras de una ruta de la ensoñación,

de caballero andante, con adarga y armadura, e ilusoria Dulcinea

del Toboso.

Jamás sabré ponerle nombre a las rutas del corazón,

sólo me fío de quien me soñó en graves temporadas con la muerte.

Esas cabalgaduras cierran cualquier herida.

Largas horas pasé con un morisco toledano que tradujo esos folios

y un oscuro amanuense llamado Cervantes,

secretario años ha de un cardenal en Roma,

y soldado del Rey, mutilado en la Guerra de Lepanto.

Yo celebro ser criatura de su sueño y su penuria.

 

Perdido fui en el jardín de los tropiezos,

argumentando entre sombras glorias fallidas y soldaduras

de la peor especie.

No hubo lugar ni papel de estraza que alcanzara para contar

tan luenga historia,

cuya pertenencia fuera puesta en duda.

Que nadie diga que Cide Hamete Benengeli traicionó a Dios.

 

Para que ahora hablen de mí,

y me cierren las puertas de la sensatez.

Tan real era el hidalgo don Quijote, que soñó Cervantes,

como aquél puesto en prisión en la  noche de los insomnes.

(No lejos está maese Pedro y su mono adivino.)

 

Los grilletes, trajeron a Cervantes el recuerdo de Argamasilla de Alba,

en la Cueva de Medrano, y no le dejaron dormir...

Pero estos cautiverios, son asuntos para  picapleitos,

y han quedado en un libro de actas donde se escritura la fe.

 

Yo, Cide Hamete Benengueli, escriba de arábigas fronteras,

fui quien dictó a Cervantes el Libro que los soñó a todos.

Y él, me soñó a mí en trágico laberinto.

 

¡Oh, luna de Mahoma, cuán tétrica es mi alabanza!

¡El mito nos atrapa a todos en su desamparada resurrección!...

 

                                          

(De Homenaje al IV Centenario del Quijote, “Aldaba”,

Argamasilla de Alba, 1605-2005, Ecma. Diputación de Ciudad Real, España.)

 

 

 

PARA CONFIARME A TU CUERPO

 

Para confiarme a tu cuerpo no fui ladrón ni verdugo,

tampoco un adicto que te regala versos, o finge

la locura más extraña;

ni un ángel fumador de opio en los arrabales de

Alejandría,

que se refleja cada tanto en tus sueños...

Para confiarme a tu cuerpo por toda una eternidad,

fui contador de perlas en Macao, transmisor de sífilis

en Estambul,

cantor de tugurios como algo, creo, venerable;

acaso, un bebedor más viejo que Khayyam con su hetaira

más hermosa y sus velos sensuales.

Para confiarme a tu cuerpo, fui desvergonzado estafador

en Rímini,

divulgador de historias en Bogotá que anduviera

por carne semejante...

Sí, para confiarme a tu cuerpo.

Fui buscador como el que más del metal sagrado que hay

en la apestosa muerte.

Nada más que para confiarme a tu cuerpo.

                                                     (De “Mirada de Brueghel”)

 

  

 

LA INFELICE CARNE

 

Nací en la majestuosa avenida de la Contradicción,

lindante con la calle de los ojos alegres.

Enseguida me bautizaron Equívoco,

porque dudé de todo desde el primer instante.

Con los años, tropecé con la señora Locura,

y busqué abrirme las venas en canal,

a la primera envestida del contrariado amor.

Entonces leí las páginas de la resignación.

Y recalé en el capítulo de la credulidad,

que me ha hecho llevar esta pesada cruz.

Desde entonces, he traficado la incomprensión,

es decir, del mundo y la doliente carne.

 

                              (De “Escaramuzas con Arthur”, Ediciones a Sottovoce,Caracas, Venezuela, 1998)

 

 

 “POR MIRAR SU FERMOSURA"

                                                                                               "Por mirar su fermosura"

Marqués de Santillana

 

Do van mis ojos por el alba, amiga,

como garza enamorada en amancaes

que te sigue por el sueño y el olfato.

Non va agora la soledad en la pradera,

-dixe-, de fembra prieta y fragante

de flor, febo y torcaza.

Como aquel venadito pardo

(en castellano viejo)

al que canta el corazón desde la herida.

Do se pierde el home, amiga,

en desnudez y ardor de amante.

                                                                      (De “Los Cantos del gran ensalmador”)

 

                          En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Manuel Ruano y R. R., febrero 2014.


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05 de Febrero, 2014 · General

Marcela Predieri: sus respuestas y poemas


Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

Marcela Predieri nació el 9 de junio de 1960 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Argentina. Desde 1991 reside en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Entre 1989 y 2007 publicó los poemarios “Sangre de amarras”, “Invierta un hijo”, “La pancarta”, “Los andamiajes del miedo”, “Ébano” (disponibles en www.delapalabra.com.ar). Su quehacer literario fue incluido en antologías de poesía, de poemas ilustrados, de relatos, de cuentos, de cuentos infantiles. Desde 2006 coordina libros colectivos de cuentos y poemas, tal como lo hizo con la novela experimental “Puzzle”, concebida entre once  narradores. Además de integrar los equipos hacedores de diversas revistas, dirigió dos: “La Mazmorra” y “La Avispa”. Colabora en el diario “La Capital” de Mar del Plata y suele ser convocada para integrar el jurado de concursos y dictar conferencias. Desde el 2000 organiza el Café Cultural “De la Palabra” y está al frente de la Colección De la Palabra, con más de setenta títulos, muchos de los cuales ha prologado. También De la Palabra se denominan los grupos de estudio y creación literaria que fundó hace veintidós años. Entre otros, obtuvo el Premio Lobo de Mar a la Cultura 2004 en reconocimiento a su aporte a las Letras Marplatenses, otorgado por la Fundación Toledo. Fue vice-presidenta de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Atlántica, en 1994 y 1995. Participó en festivales y congresos no sólo nacionales, sino también en Lima, Perú, 2008, abordando la temática Arte y Salud Mental; en Bucaramanga, Colombia, 2009, exponiendo sobre Identidad Literaria Argentina; en Oaxaca, México, 2010, dictando el seminario Teoría del Cuento Argentino. Desde 2001 prepara a algunos de sus talleristas egresados como coordinadores de talleres. Durante 2004, conjuntamente con la licenciada Karina Krol, impulsó el proyecto de extensión Markas, interdisciplinario –psicología y letras- y el curso de formación en la lectoescritura para bibliotecarios en la Biblioteca de Naciones Unidas. Entre 2006 y 2009 incorporó a sus actividades la propuesta Palabra Clara, para internos de la Clínica Psiquiátrica “Clara del Mar”. Su blog es http://mpredieri.blogspot.com. 

 

       1 - Me suena que el principal periódico de tu ciudad de adopción es precisamente donde colaborás. ¿Lo hacés con crítica bibliográfica, con textos literarios o artículos periodísticos? Y “La Mazmorra”, revista que no creo haber conocido: ¿merece que la evoques?

      MP: Mientras estuvo Pedro Leguizamón como director del suplemento de Arte y Cultura de “La Capital”, colaboré con las reseñas bibliográficas cada semana; después eso se fue espaciando (en realidad dejaron de enviarme libros y yo aproveché para comentar aquellos que me gustaban mucho aunque me llegaran por otras vías). Por supuesto, desde entonces no he dejado de colaborar con cuentos, poemas y ensayos breves. Y “La Mazmorra”, ¡ja, ja! Sólo salió un número. Estábamos en ella todos condenados, como corresponde a cualquier revista literaria que se precie.

 

       2 - En tanto involucrada orgánicamente con la salud mental desde tu lugar de escritora, Marcela, se me hace perfecto compartir con vos un fragmento del magnífico “Antonin Artaud, el enemigo de la sociedad” del notable poeta argentino, ya fallecido, Aldo Pellegrini. Entre ayer por la noche y hoy me lo he leído por cuarta vez (precede el volumen “Van Gogh, el suicidado por la sociedad”, Editorial Argonauta, Buenos Aires, 1971): “La locura representa una ruptura total del molde que se denomina mentalidad del hombre normal, y por ello no sólo prescinde de todas las normas convencionales, sino que vive directamente en el mundo de la imaginación. De ahí el estrecho contacto de la locura con la poesía. Pero lo que el poeta se limita a volcar en el verbo, el loco lo vive integralmente.” Te cedo la posibilidad de que nos trasmitas tu reflexión.

       MP: Hasta que me radiqué en Mar del Plata, de esto hace ya más de veinte años, sabía sobre este tema tanto como la mayoría, o sea muy poco, y tenía una visión absolutamente romántica sobre su relación con el arte. Uno de mis primeros trabajos acá fue la de encargarme de las reseñas bibliografías para el diario “La Capital”. Me hacían llegar entre ocho y diez libros por mes para leer y comentar. Una tarde, entre ellos llegaron tres de un poeta local a quien no conocía ni había sentido antes nombrar. Los leí y cosa extraña –ya que en estos casos debía elegir sólo uno-, en lugar de hacer la reseña solicité encarar una nota sobre el conjunto. ¡Tanto me habían impactado! Se trataba de tres poemarios de Jorge Lemoine escritos a finales de los ‘80. Para la misma época, allá por los ‘90, conocí al poeta  René Villar. Fascinada como buena poeta treintañera con Artaud,  me encontraba de pronto con que Mar del Plata tenía sus propios Artaud,  pero era casi imposible dialogar con ellos, trabajar y hasta a veces, tratar… Sin embargo, esos “locos” tenían dosis de talento admirables. No sabía qué hacer, así que me obsesioné con el tema de arte y salud mental. Leí, estudié, hice seminarios, trabajé –durante diez años- en La Rada, un centro de arte y salud, donde recibía, además de gente que quería pulir o desarrollar su estilo en mis talleres literarios, a personas con padecimiento mental, adictos y alcohólicos en recuperación, la mayoría de las veces derivados por sus psicólogos o psiquiatras. Tiempo después coordiné junto con la licenciada Karina Krol, el taller interdisciplinario Markas, para personas con angustias y depresiones leves, y más tarde el taller Palabra Clara en la clínica psiquiátrica Clara del Mar, donde trabajé casi tres años. Quienes eran dados de alta asistían luego a los talleres (sin que nadie supiera de sus patologías), a veces con AT -acompañantes terapéuticos que se hacían pasar por alumnos-, y encontraban en De la Palabra un lugar donde eran considerados como escritores y no como pacientes. ¿Por qué lo hice? Porque creo en el poder sanador del arte. Recuerdo el caso de un paciente que vivía enfrascado en sus cuadernos, a tal punto que había creado un idioma propio que incorporaba a sus trabajos; en general, a casi ninguno de los talleristas internados les interesaba comunicarse con el otro, pero éste era un caso extremo. No obstante, a los pocos meses de asistir al grupo empezó a poner entre paréntesis la traducción de esas frases en su extraño idioma y, al año, lo había dejado de lado. Sí, el arte sana, no la patología, pero sí el alma, el dolor y el aislamiento con que conviven quienes la padecen. Por eso trabajamos en La Rada con la emisora La Colifata en una jornada de tres días a principios del 2000, y tiempo después ese mismo proyecto radial lo encaramos junto a los chicos de radio La Azotea, para que se trasmitiera desde la clínica Clara del Mar para toda la ciudad. Los llevábamos al Café “De la Palabra” cada mes, con el enorme esfuerzo de acompañantes terapéuticos y psicólogos (a razón de uno cada cuatro pacientes), quienes hacían este trabajo en forma voluntaria en grupos de a veinte o treinta. No eran presentados como pacientes sino como talleristas o poetas invitados. Algunos, lo sé, se preguntaban: “de dónde saca Marcela a toda esa gente” o cuchicheaban acerca del ambiente enrarecido del bar… y dejaron de acompañarnos. Por la misma razón los publicamos en “La Avispa”, porque los internos en clínicas psiquiátricas siguen estando excluidos, hoy como siglos atrás, y hay entre ellos muchos artistas que necesitan y merecen ser escuchados. La creación artística les da esa posibilidad. Vos citás: “lo que el poeta se limita a volcar en el verbo, el loco lo vive integralmente.” Fijate en esto:  es también el caso de Jacobo Fijman, y aunque él no se reconociera como enfermo mental, en su poema “Canto del Cisne” del libro “Molino Rojo”, define a la demencia en un sentido total como “El camino más alto y más desierto”. En el volumen “Conversaciones con Pichón Riviere”, de Zito Lema, Pichón dice algo que creo todos compartimos: “Es la poesía la que muestra como ningún otro medio, la débil línea entre el cielo y el infierno, la vida y la muerte, la salud y la demencia, pero no hay que olvidar lo que escribió Chesterton: ‘El loco lo pierde todo menos la razón’”.

Por eso me gustaría también hacer una breve referencia a la literatura de hoy. Es fácil ver cómo la literatura, de los ‘90 hasta hoy, describe no al individuo enfermo sino a la toda la sociedad enferma y lo hace precisamente con una escritura “enferma”. La literatura de hoy, igual que en la época de las vanguardias, mata lo consagrado, busca otra cosa. Exige otro lenguaje, uno que refleje que todo está fuera de los límites (y eso es locura), ese lenguaje es fragmentario; como escribió Diana Bellessi: “hoy se da la astillación del lenguaje porque lo que se astilla es el hombre y la sociedad”. Ambos parecen estar al borde… y, qué coincidencia, hay una patología que aparece por asociación sonoro-semántica: el border. Un borderline presenta los siguientes síntomas que, no me van a poder negar son los de nuestra sociedad toda: inestabilidad afectiva, episodios de intensa irritabilidad o ansiedadiHYPERLINK "http://es.wikipedia.org/wiki/Ira"ra y dificultades para controlarla, sentimientos de vacío, impulsividad, alteración de la autoimagen, estrés elevado. Y ahora presten atención a esto: la literatura puede también tener misión de borde… precisamente para evitar su caída. O sea que tanto la locura como la literatura se transforman en un acto de resistencia, y en algo liberador. Por último: ya no sólo a los locos o a los creadores sino a todos la realidad nos resulta insoportable; tal vez por eso aparece con increíble fuerza un nuevo arte, esta nueva literatura que como decía Camus: existe para no morir de verdad.

 

 

 

      3 - Es a la autora de un libro cuyo título es “Invierta un hijo” a quien le transcribo un segundo fragmento del citado ensayo de Pellegrini: “El nacimiento es una sorpresa terriblemente dolorosa de la que nunca llega el hombre a reponerse. Estamos marcados a perpetuidad por la sorpresa del nacimiento. Pero además el nacimiento es un proceso que no llega a complementarse en el curso de la vida, por más prolongada que ésta sea. El hombre no acaba de nacer, y lo sorprende la muerte sin haber podido completar el nacimiento.” Te cedo la posibilidad de que nos trasmitas tu reflexión.

      MP: Con esta pregunta no sé si hablar del poemario “Invierta un Hijo”, que no es otra cosa que el diario de un soldado de todas las guerras, o de la novela en la que estoy trabajando ahora:  “De crecer y otras muertes prematuras”. La muerte te sorprende, claro que sí.  Tal vez pueda contestarte con un poema de otro libro, “Los Andamiajes del Miedo”, poema titulado “Dejar de Ser”: Quieta divisoria conduce a la caída / Desciendo / a inhalar hondo / mi propia gestación // Todo es silencio /  y un jadeo inútil / que profundiza la asimetría de los cuerpos // Cada porción de piel construye el infinito // Los límites se expanden /  como si huyeran /  avergonzados / del residuo que dejan en el otro // Mueca innominada /  "Salir requiere mil disfraces" . La frase encomillada es de Antonio Aliberti.

Creo que todo artista, y en especial los poetas, buscamos siempre entender las cosas, la vida en definitiva, por eso escribimos. Pensá en la palabra alumbramiento, de eso se trata nacer, pensá en dar a luz… un hijo o un poema… No hacemos otra cosa que intentar poner las cosas en claro. Y no sale. Eso no hace que deje de intentarlo, aunque sea vanidad, como dice Eclesiastés: correr tras el viento. Tal vez por eso tenga otro poema que hace intertexto con eso; tiene como título “Correr antes de la muerte”, porque no quiero vivir un abecedario incapaz de pronunciar mi nombre. Hay quienes dicen que hay más tiempo que vida. A mí no me asustaría tener menos tiempo si la intensidad de lo vivido lo hubiese ya colmado, pero me queda mucho por vivir todavía. Eso es descuido: creer que tenemos todo el tiempo del mundo.

 

      4 - Ha sido en el marco del Café Literario “Último Infierno”, organizado por la Asociación de Poetas Argentinos, cuando en un reducto porteño, en 2005, dentro de un segmento que yo conducía te presenté, Marcela, leíste tus poemas, te formulé un par de inquietudes, y destaqué la evolución que hasta entonces había ido sosteniendo la Revista Cultural “La Avispa”. Estamos ahora ante otro público, mucho más amplio y anónimo: no tenemos delante, como en aquel acogedor bar próximo al centro intelectual de la Capital Federal, a nuestros amigos, o conocidos, o desconocidos, en contacto directo: ante estos otros destinatarios, ¿nos contás cuál es la historia de tu Revista, por qué se estableció una primera etapa y comenzó una segunda, con qué vaivenes e innovaciones se sigue manteniendo, a qué apuntó al principio y cómo fue modificándose? Entiendo que en la actualidad la dirige Gustavo Olaiz y el último número ha sido el 56, el año pasado, y en soporte digital: ¿es así?

      MP: “La Avispa” nació el 13 de junio −día del escritor− de 2000, con el nº 0 como un pliego de encuentro que ofrecía a grupos, instituciones y autores independientes la posibilidad de funcionar como lazo que los contactara de alguna manera (para esa época yo había contabilizado unos veinte grupos que se caracterizaban por organizar sus actos siempre el mismo día y a la misma hora, ja ja). Los invitamos entonces a acercarnos textos,  para hacer difusión sobre todo de nuevos autores, gacetillas para que dejaran de superponer actividades, y les ofrecimos una página institucional; nosotros publicaríamos 1000 ejemplares de distribución gratuita. La sorpresa fue enorme: las entidades nos enviaban textos del presidente o del vice, edad promedio 83; las actividades seguían superponiéndose, para que llegaran a tiempo a la fecha de cierre con sus páginas había que correrlos o hacer diez llamados telefónicos… pero los autores independientes y jóvenes enviaban cada vez más material. Como repartíamos la revista (en formato diario con cuatro  pliegos ya) en bares, salas de espera y centros culturales, la gente empezó a pasarla de mano en mano y como los miembros del staff solíamos y solemos viajar bastante a encuentros o congresos literarios, en poco tiempo se conoció afuera de Mar del Plata. Entonces la echamos a volar. O dicho de otra manera, dijimos basta de hacer beneficencia con instituciones que no quieren abrirse; nosotros sí queremos. Cuando pensamos el nombre no fue el insecto lo que nos sedujo sino la imagen del avispero: apenas sujeto por arriba y una gran boca hacia abajo que crece y crece; había que volver a eso: yo la dirigía, un grupo pequeño trabajaba en ella y estábamos abiertos a recibir autores nuevos de todas las estéticas. Así “La Avispa” empezó a crecer y a crecer; pasamos del formato diario o pliego al cuadernillo 14 x 20, si mal no recuerdo, en el nº 17, que fue cuando apareció también la versión digital y se fundaron nuevas secciones no literarias. Hoy tiene colaboradores de casi todas las provincias argentinas y también de España y Latinoamérica (he viajado para presentarla a Chile, Colombia, Uruguay, México y Cuba); hay muchos escritores que piensan como nosotros con respecto a los lazos, la apertura, el trabajo en red. Y no sólo escritores; por eso además de literatura −cuentos, poemas, ensayos y reseñas bibliográficas−   la revista tiene secciones sobre cine, teatro, plástica, música, humor y dos que quiero particularmente: la infantil y la de opinión: “dar la cara”. Estuve a cargo de la dirección hasta el nº 55 a fin del 2012, ahora lo hace Gustavo Olaiz, desde Mar del Plata; la vice-dirección está a cargo de Cristina Mendiry, en Buenos Aires; yo sigo trabajando, claro; el haber dejado el cargo me da tiempo y permiso para publicar en ella, cosa que antes no hacía (demasiado ocupada recibiendo, corrigiendo o seleccionando material, ja ja).

 

      5 - Y la treintañera, a la que había visto una vez, un sábado por la tarde, como invitada, en un grupo de reflexión sobre la escritura al que yo concurría regularmente, ahí nomás, poco después, se radica en la urbe turística más importante (donde en 2005 se celebró la oxigenante IV Cumbre de las Américas) y la ciudad costera más poblada de la Argentina. ¿Cómo fue aquel desplazamiento? ¿Qué te decidió, Marcela, a cambiar tu radicación? Sé que sos ingeniera naval: ¿llegaste a ejercer? ¿Y cuál había sido el diseño de tu vida hasta entonces?...

      

MP: Cuenta mi madre que me trajo a veranear por primera vez a Mar del Plata cuando tenía apenas meses; desde entonces vinimos cada verano. Tenía once años cuando mis padres compraron un departamento, eso extendió mis estadías en la ciudad; veníamos apenas terminadas las clases −30 de noviembre en aquella época sin paros de maestros− y regresábamos el día anterior al inicio del ciclo −¡5 de marzo!, estaba prohibido llevarse materias, no convenía tampoco−. Ya adolescente empezaron las escapadas de fin de semana y, en la época de facultad, ya que la mencionás, nada impedía continuar con la playa. Debo haber estudiado media carrera en el espigón de la ya desaparecida Playa de los Ingleses o en las rocas de Playa Chica (había que buscar lugares sin ruido, alejados del tumulto). Me casé muy joven con un marino mercante que también amaba esta ciudad, soñábamos con “algún día venir a vivir a Mardel”, así que una vez recibida comenzamos a pasar sus licencias acá, o sea casi seis meses al año en forma alternada. Luego vinieron mis dos hijos −los criamos tan nómades como nosotros−, pero cuando la mayor estaba por comenzar la primaria tuvimos que fijar un lugar de residencia definitivo. Sin lugar a dudas ese lugar era Mar del Plata.

Con respecto a mi profesión: ya radicada acá y sin familiares que me cubrieran las horas de trabajo en astillero (nunca quise dejar a mis hijos en otras manos), ni siquiera intenté salir a buscar trabajo −ya lo haría después, pensé− y abrí el primer taller literario DELAPALABRA en mi casa. Casi no había nada de eso acá, así que creció y creció y creció: seis talleres semanales, la colección de autores marplatenses del mismo nombre, el café literario, la revista, seminarios, viajes a encuentros o congresos nacionales e internacionales…  Mis chicos crecieron y cuando me pregunté quién era, qué era, qué quería hacer con mi vida y me respondí, yo también crecí. Ahora considero a la ingeniería como un pecado de juventud que volvería a cometer, pero se dio así. Muchas veces me preguntan sobre este tema pero no me explayo tanto; les pregunto por ejemplo: Vos sos médico y jugás tenis… ¿Y si hubieras tenido un excelente drive? ¿Y si hubieras empezado a ganar torneos y torneos, no habrías tomado la decisión que yo tomé? Como respuesta: simplemente se ríen.

 

      6 - Entiendo que el fallecido poeta Enrique Blanchard (1953-1999) -quien también participara como invitado un sábado por la tarde en el grupo de reflexión-, editor de tus dos primeros poemarios, ha sido alguien significativo en tu formación. ¿Nos hablarías de él? Es lamentable que el autor de “El Locutor Físico” y “Retrato de Antifaz” no tenga casi difusión en la Red (acabo de releer ese poema tuyo –“Una y Mil Veces”- a él dedicado).

    

 MP: Toda mi formación la hice en talleres literarios. ¿Cuántos?: muchos, todos los que pude; eso es lo que hizo que esté en donde esté, que pueda compartir en los talleres lo que aprendí: todas las escuelas, todas las tendencias y estilos, muchas maneras de coordinar; hubo una época en la que hacía tres por semana. Hasta que di con otro… parnasiano lo voy a llamar, o mallarmeliano, y todo lo que significó el movimiento nuevo-milenista, o como lo denominan algunos, malditismo rioplatense. Sí, Blanchard fue decisivo en mi carrera literaria, un verdadero impacto. Un tipo trabajador, generoso y obsesivo en todo −eso quiere decir no sólo corrección de estilo sino también en lo que él llamaba la formación responsable del escritor de la modernidad−, siempre nos trató no como discípulos sino como escritores −lo que intento ahora yo hacer en los grupos DELAPALABRA-. No sé si no está difundido en internet, en realidad hay grupos en Facebook y la gente que estuvo a su lado se sigue reuniendo, escribiendo y promoviendo su obra; yo soy una de ellas.

 

     7 - Tu función en “Puzzle” amerita que nos describas la novela, des a conocer a sus autores y nos trasmitas cómo fue concebida y gestada.

     MP: Puzzle fue publicada como novela experimental en 2004­ −un juego para nosotros: once narradores que nos integramos en un seudónimo, Armand Piece- luego se habló de novela sinfónica, una denominación demasiado rimbombante. Armand Piece es en realidad el seudónimo utilizado por un grupo de once narradores de Mar del Plata y Miramar para configurar esta novela experimental: Mónica Aramendi, Vilma Brugueras, Élida Correia, Edith Ruz de Colombo, Alejandro Gómez, Verónica González, Nancy Lucotti, Paula Marrafini, Guillermina Sánchez Magariños, Juan Mauricio Torres y yo. Surgió como desafío después de haber analizado y discutido la conferencia "Qué es un autor", presentada por Michel Foucault a la Sociedad Francesa de Filosofía en 1969. En dicha conferencia se partía de una formulación de Beckett: "Qué importa quién habla" y por qué la presencia o desaparición del autor se había convertido en tema dominante para la crítica. "La obra que tenía el deber de traer la inmortalidad -afirmaba Foucault- recibe ahora el derecho de matar, de ser asesina de su autor". Nos gustó la idea y de ella nació la propuesta: escribir una novela experimental (no con múltiples narradores sino con múltiples escritores, lo que nos conduciría por consiguiente hacia una enmarañada selva con saltos cualitativos, variadas posiciones de autor, distintos puntos de vista, desiguales tonos discursivos, secuencias contradictorias, diferentes tiempos narrativos). ¿Inmanejable? Eso parecía, pero teníamos frente a nosotros la frase de Goethe: “Cualquier cosa que puedas o sueñes hacer, empiézala”, y nos lanzamos a la aventura entre lícita y blasfema de abordarla; total no tendría reglas ni autor, de manera que tampoco habría trasgresión y por lo tanto, nunca castigo. Si como dijo Foucault: "La escritura se despliega como un juego que infaliblemente va siempre más allá de sus reglas", nosotros ya estábamos jugando, y la desaparición del nombre propio o de las marcas individuales no era en absoluto trascendente. Este sacrificio sería, para cada uno de los miembros del grupo, voluntario. Teníamos el punto de partida y no una sino once voluntades dispuestas a regir, ordenar, dar forma a los distintos personajes, adecuarlos a las situaciones creadas, y por supuesto el regreso al origen (reunión semanal, café, mate o whisky mediante) como punto de confluencia en donde las contradicciones podían discutirse y resolverse. El puzzle se fue troquelando, esto nos llevó un año y medio de trabajo, entonces descubrimos que la pregunta no es quién escribe la obra sino desde dónde se ejerce esta función. La respuesta: desde las distintas capas discursivas que conforman el cuerpo textual de la novela. Fue así como cada uno de los once escritores fue perdiendo su identidad de troquel y adaptándose a la trama que exigía la ficción, borrándose en beneficio del carácter cada vez más sólido de este rompecabezas. Es verdad, por momentos pensamos que sería imposible; tuvimos muchas páginas de descarte y días de desánimo, pero también períodos increíblemente fecundos, de trabajo tan intenso que sentíamos que literalmente se nos rompería la cabeza. En realidad la novela es bastante mala, lo maravilloso y enriquecedor fue la experiencia. Primero elegimos el género: sería un policial porque lo consideramos más fácil de tramar; después cada uno de los autores (menos yo que oficiaría de comodín o DT) eligió un personaje que escribiría en primera persona. Nos reuniríamos una vez a la semana, el orden de lectura sería el de llegada y eso condicionaba el argumento, los restantes debían ajustarse a los cambios y elementos introducidos por el anterior. Era muy gracioso, porque si te llegaban a matar en alguna de esas semanas, quedabas fuera del proyecto (ahora en serio: igualmente se leía todo y si la segunda o tercera propuesta era mejor, se hacían los ajustes necesarios). Así la novela fue avanzando hasta ponerle el punto final. El problema fue lo que vino después: tardamos mucho en corregirla y darle su forma definitiva. Por ejemplo, se eligieron a los tres autores que tenían un tono más neutro y pasaron a fundirse para narrar en tercera persona; había incongruencias: en pagina 4 alguien vivía en Libertad y la Costa y en la página 76 iba al bar a la vuelta de su casa, en Luro y Salta… Y aunque todos los autores se esforzaron mucho por diferenciar las voces de los personajes, por último se eligió incorporar elementos de la “concreta” para ayudar al lector. Tendrías que verlo: hay un falopero tartamudo que tiene lagunas; desde lo visual sus páginas no tienen puntuación sino espacios más         largos o más cortos o nolostiene en absoluto. El policía escribe en Courier New, las cartas están en manuscrita… ¿Me explico? Por último, como coordinadora del grupo hice ajustes, escribí rellenos, incorporé nexos, barajé capítulos… La presentación fue en un teatro. Cada uno vestido de su personaje e interpretándolo; a mí me tocó algo así como un mago fantasma que se metía por aquí y por allá, varita mágica en mano. Pero te decía lo de la experiencia: todos crecimos. Era necesario tirar por tierra el ego del escritor y escribir casi desde el anonimato. Acá lo importante era la obra. Si bien al final explico quiénes participaron, en ningún lugar dice Fulano escribió esta parte, Zutano esta otra, o yo aquella de más allá. Eso es humildad. O una verdadera locura.

 

 Marcela Predieri selecciona para esta entrevista, en febrero de 2014, seis poemas de su autoría:

 

Faltan Los Barcos

 

Es necesario invadir sus secretos

las horas de agua que se trepan

   fértiles de anclas y arena hasta el nido de la noche

las bocas de esos hombres que ofrecen la pleamar

         y se abrazan a los puertos

 

Sin rastros

             se pierden los nombres de las mujeres del bar

como las estelas tras la rompiente irremediable

y sus bocas de rouge

                 arrancadas con el revés de las manos

                                                        o la memoria

 

Porque ellas saben guardar entre billetes su saliva

bautizan con champagne la pieza que debe de mañana

                                       mantener las ventanas abiertas

mientras se dejan inspeccionar por el sol

y cuadrillas de viento descarnan de los techos

                                                     el jadeo de los clientes

 

No hay en ellas rencor ni caricias

Tras haber deshabitado la noche

                                          beben café despacio

cepillan sus dientes y los cabellos enmarañados

porque la pena no es pena mientras entre sus muslos

                      esté caliente aun el recuerdo de la paga

 

Tal vez alguna novata llore

Aprenderá

          -dice la mujer con arrugas en las sienes-

el segundo o el cuarto ya no importan

y la besará en la boca

                   como una madre

 

Al costado de la cortina

                       la rubia joven se depila una pierna

se arranca uno a uno los marineros de esa tarde   

y es tan bello verla apareada al sol

          con sus ojos de sueño de mediodía

aunque cargue olor a vino

un mal recuerdo que dormirá hasta que el sol

                              caiga exhausto detrás del horizonte

Entonces arqueará las cejas y recortará sus labios

será otra vez yegua ensillada

un portaligas rojo o un corsette para su alma

quizá dulzura de mentira y de duraznos

como de duraznos los ojos

                    y el latir de su cuello ebrio de sábanas

 

En ella me encuentro

                             hoy a solas

para beber su soledad

 

Está calzando anillos en los dedos de los pies

Yo me visto de luto

                                Acaso por el miedo

                                                                                                                                                                                      (de “Ébano”)

 

 *

 

Repensado

 

 Ahí está Eva

hueca del aliento

de la deidad

 

Ante su muerta nonata

el hombre acaricia

harto

          sus ojos

zarcillos de la desnudez

 

Viendo tender a su Hijo los brazos

en cruz llora el Fiel

             su omnisapiencia

 

Lo cercano ha pasado en el futuro

 

Sin pudor de tempestades

la parra hincha sus pulmones

y Eva se levanta

 

Un río de manzanas

desterradas para siempre

bautiza de semen

           la sangre de sus muslos

                                                                                                 (de “La Pancarta”)

 

  

*

  

Soy gemelo a mí mismo en otra muerte

Puedo ser un salto al infinito vacío de tus ojos

      o un pájaro lleno de silencios

Estoy desfigurado de mi ser

Hoy el cuervo acelera los retornos

y sólo la noche

                   hembra madre del destierro

puede devolverme al seno del cansancio

 

Yo que fui espejo en los ojos de aquellas madres

           que recibían a sus muertos

vi bajar de los trenes

     en guirnaldas

          aquellos cuerpos enhebrados

Ya no asustaba a las vecinas

que en los ataúdes sembraran crisantemos

Era setiembre en casa de mi padre

           cuando las mujeres cargaron sus semillas

 

Recuerda

   He enterrado

esa desesperación incesante de volver sin mí

Mírame

            Yo sabía del aroma a azahar en los naranjos 

y he visto el rostro de Dios llorando sangre

Dame Señor un poco de tus náuseas

un poco de tu llanto 

                         o tu vergüenza

Estoy en cópula con las llaves del infierno

hay una bestia en mí

                   insaciable de coágulos y exilios

Pero el tiempo cauteriza el hedor de la carne

                                        No sé si pueda recordar

 

Ante un sol verdugo

                   afiebrado de sentencias

la guerra zurce prolija nuestras llagas

 

 

                                                                                                 (Fragmento adaptado de “Invierta un Hijo”)

 

*

 

La Viuda Negra

 

Mis amantes saben que para escribir

me hace falta su ausencia

Por eso se conjuran en aquelarre

             solícitos me dejan sola

                                           por piedad

y desde el rincón de las sombras

como un voyeur

                         me espían

 

Murmuran:

                  Marcela está creando

                                 se muere 

                                      

pero les gusta cómo escribo

                         y consienten

que acabe con la pena entre los muslos

                 sobre la cama revuelta

 

Ellos necesitan que escupa metáforas con olor a vino

                desean mi lengua amoratada

 

Tal vez sea tiempo de invitar a la poesía a casa

                              reconocer mi necedad de araña

obstinada en bordar sólo suicidios sobre la tela

y clavarle los colmillos al recuerdo

                                      después de la cópula

 

                                                  (de la Antología MAR DEL PLATA EN BOCA DE TODOS, Ed. Martín, 2011)

 

 

*

La noche de la caridad

 

Estoy fumando un cigarrillo

en el umbral de una casa que no es mía

mientras miro al helicóptero

que patrulla las calles a mil dólares la hora

 

Me pregunto si habrá visto

sin muletas

vagar a la ciudad bajo la mugre

o mis ganas de abrazar a un hombre

que no es éste

que acaba de morir de frío a mi costado

 

La calma aúlla

       No bastan manos en rosario

para acunar locas y perros

 

Me descalzo el pucho y la cojera

Esta noche seré infiel

 

En mí

        la jauría de todos los hombres

babeará revolución

                                     (de la Antología SOBRE RIELES, Ed. Martín, 2009)

 

 

*

Desaparecido

 

Todavía sangra entre las baldosas

la mano del último gesto

                         esa historia cotidiana

de espanto y levadura

                         un olor quizás ajeno

a la nariz de la tarde

 

Mientras hombres en fardo

abotonan insignias en fiesta de tenazas

el sol recuesta su cansancio

                                    cara al pueblo

 

(hay algo absurdo

en los nudillos apretados de los débiles)

 

Hermano intacto:

                        tu nombre aún late

bajo el cobijo de la ausencia

                                                                   (deLos Andamiajes del Miedo”)

 

*****

 Ciudades de Mar del Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 400 kilómetros, Marcela Predieri y R. R., febrero 2014.

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20 de Enero, 2014 · General

María Pugliese: sus respuestas y poemas

 

Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

María Pugliese nació el 29 de mayo de 1957 en la ciudad de Vicente López, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es profesora adjunta de la Universidad Nacional de Luján –ciudad de Luján, provincia de  Buenos Aires- en el Departamento de Educación. En tal carácter integra allí el equipo de Educación Intercultural. Es profesora de Castellano, Literatura y Latín, egresada del Instituto Nacional del Profesorado “Joaquín V. González” en 1981. En su condición de investigadora en estas materias, es autora de varios libros y de numerosos artículos difundidos en medios gráficos del país y del extranjero (una pequeña parte es hallable en la Red). Éstos son los títulos de algunos de sus ensayos: “El desierto y la memoria (La poesía argentina en la década 1980-1990)”, “Frank Kafka: La condena o el triángulo de la ausencia”, “Antonio Machado y la ardua tarea de desrealizar lo realizado”, “Francisco de Quevedo y Villegas o  las máscaras de una carcajada”, “Ausencia y silencio en la poesía de Alejandra Pizarnik”. Su poemario inédito “A paso de hombre” obtuvo el premio “Sigfrido Radaelli”, otorgado en 1987 por la Fundación Argentina para la Poesía. También permanecen inéditos “Cripta de amor” (2004), “Ejecuciones” (2005), “El silencio” (2010). Y fueron publicados entre 1988 y 2007: “De uno y otro lado”, “Viento y cenizas y otros poemas”, “Sobre un puente de cañas”, “Esquirlas”, “Voces como furias”, “Vigías en la noche” (Primer Premio del Certamen Internacional Editorial Los Tilos, de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, 2004). Además de plaquetas con selecciones de su quehacer poético, fue incluida en antologías no sólo de la Argentina, sino también de Uruguay, Brasil, Venezuela, Canadá y España.

 

      -Tu apellido –ya me dirás lo que tantos te habrán preguntado: ¿algún parentesco con Osvaldo?- es el de un insoslayable de nuestra música ciudadana. Podrías llamarte María Troilo, María Discépolo, María De Caro, María Magaldi, María Arolas, María Cadícamo, María Gardel. Con las letras de tango, María, con las milongas, con los valsecitos, con el lunfardo, con Piazzola, con Susana Rinaldi, ¿qué onda?...

 

       -Muchos me preguntaron acerca de mi apellido, y otros tantos me trataron con cariño, ya que les evocaba al maravilloso Osvaldo. Nuestro apellido es originario de la zona de Puglia –Italia-, y sin dudas debe existir un parentesco lejano que no verificamos, pero sospechamos, ya que físicamente mi abuelo, mi padre y mi tío son muy parecidos a Osvaldo.  Lo conocí en una pizzería de Villa Crespo a la que asistía periódicamente; al verlo me acerqué y le dije “¿Osvaldo Pugliese?”, él se puso de pie con una sonrisa y mirada interrogantes…, me dio un beso y le dije “Soy María Pugliese”, y nos reímos un poco entre  cierto intercambio de palabras. Creo que podría llamarme “Simplemente María”, bien tele-teatresco lo mío…Tengo poco de compadrita pero bastante de arrabalera y chamuyera. La radio es una presencia constante en mis cotidianeidades, desde muy chica, escucho mucho tango, sé las letras de mis autores  e intérpretes preferidos y las canto en principio bajo la ducha, y si me dan espacio, en cualquier lado. Conviven en mi corazón Julio Sosa, Tita Merello, Roberto Goyeneche, Ferrer-Piazzola, Amelita Baltar y muchos más.

 

      -Participaste en el Primer Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos, en la Universidad Popular Madres del Plaza de Mayo, en 2002, y en el Tercero, en 2004, con sendas ponencias. ¿Querrías dárnoslas a conocer y trasmitirnos cómo valorás esas incursiones en una universidad tan emblemática? El ministro de Justicia y Derechos Humanos acaba de presentar públicamente el proyecto de ley que transformaría esa universidad en el Instituto Universitario Nacional de Derechos Humanos “Madres de Plaza de Mayo”. ¿Algo para comentar?

 

     -Allí, donde hay una puerta para abrir, me dispongo a pasar… La convocatoria a ese Congreso me pareció una propuesta necesaria y acorde a los tiempos que corrían y hacia allí fui con las conclusiones de un trabajo de campo que llevé a cabo durante cinco años en el Área Metropolitana de la provincia de Buenos Aires –distrito de José C. Paz-. El eje fue “Lengua materna y diversidad cultural”. La Universidad desbordaba de estudiantes, profesionales de diferentes disciplinas, miembros de organizaciones sociales…: una fiesta.  La exposición del trabajo inquietó, por la temática y por los grupos sociales involucrados –inspectores, directivos, docentes y comunidad educativa de Jardines maternales y de infantes-.  Lo que en ese trabajo se plantea como un diagnóstico, con el transcurso de los años se convirtió en una trama  que a modo de espiral se abrió a  contextos mucho más complejos (sigo profundizando en ellos). En los años 2003 y 2004, con un equipo  multidisciplinario,  propusimos talleres de juego en un hospital infanto- juvenil de Salud Mental  ubicado en el  Gran Buenos Aires.  Quise centrarme en niños menores de seis años, y con dolor y sorpresa descubrí que no había registro de niños menores de ocho años…; elegimos casos de niños y niñas de ocho a doce años. En el Tercer Congreso expusimos las conclusiones. Durante el mismo, se multiplicaron las ponencias, los talleres, los asistentes. Otra fiesta. Las instituciones –como tales- tienden a clasificar, y a mi criterio, toda clasificación y normativa es excluyente.

 

      -En un Sitio declarás que tu primer poema lo pergeñaste a tus doce años. Dieciocho años después una Institución premia un poemario tuyo. Y no lo has publicado. Ha quedado allá, en 1987, acaso en un Word que mantenés en tu computadora, acaso en un único ejemplar anillado. Ha quedado como un hito íntimo. ¿Cuál es la historia, qué te fue pasando con esa obra? Algunos de los poemas de “A paso de hombre”, quizá corregidos, ¿han sido incorporados a tus poemarios publicados?

 

      -A los doce años comencé a escribir en forma sistemática y exclusiva, poesía; desde los ocho escribí microrelatos, crónicas y cartas, cientos de cartas a mis abuelos y tíos italianos en un idioma precario y fabuloso, del que me atraía el sonido más que el significado.  Cuando percibía que no contaba con el vocabulario adecuado, tomaba como referencia las cartas recibidas desde Italia y las reformulaba. En mi humilde casa no había más libros que los manuales escolares. Mi mayor influencia fueron “las bibliotecas orales”, constituidas por  las narraciones de familiares y vecinos, amigos de la familia, todos ellos emigrantes de las provincias o inmigrantes: en dos cuadras a la redonda habitaban franceses, portugueses, alemanes, polacos, holandeses, españoles, correntinos, paraguayos, bolivianos, austríacos, chaqueños, árabes, italianos de Sicilia, Calabria, Potenza, Bolognia, todos con sus costumbres y lenguas trasplantadas a una zona semipoblada del actual partido de Malvinas Argentinas. Por lo tanto no nos quedaba más que visitar una y otra casa –la del almacenero, la del zapatero, la modista, el albañil, el plomero, el obrero, el mecánico y el cura-, y en cada lugar aromas y músicas diferentes, objetos misteriosos. En la casa de mis vecinos franceses vi por primera vez una enorme biblioteca ubicada en una galería muy luminosa. Su dueño, Rogelio –ex seminarista- nos dejaba explorarla, mirarla. La presencia de esos objetos me impresionaba. Cuando aprendí a leer descubrí que estaban ¡escritos en francés!!! Ya no me importaba, ya me habían transportado a mundos de aventuras y maravillas. Rogelio era buzo y había conocido en Francia a Jean Cousteau, nos hablaba de él mientras recorríamos el mini museo marino que había armado en el garaje.  A medida que fui creciendo entendí que en medio de tanta diversidad había una constante: todos llegaron a ese barrio escapando de algo…

“A paso de hombre” iba a ser publicado de modo independiente, con formato de cuadernillo por su brevedad; no hubo acuerdo ni morlacos, entonces decidí participar del concurso con expectativas de una posible edición. Sólo hubo honores. Casi todos los poemas fueron incluidos en “Esquirlas”, sin modificaciones.

 

     -Me ha interesado la opinión que el poeta santafesino Rubén Vedovaldi instaló en uno de los blogs que administra el poeta neuquino Aldo Novelli, quien te presenta como “poeta de palabras aladas”, a propósito de una muestra de textos tuyos, María: “Versos de ágil claridad: un viaje de imágenes que nos abren a otras imágenes en creativo equilibrio entre la razón y la intuición.” Transcurrido un cierto lapso entre lo que refiero y hoy, más allá de la gratificación del halago, ¿qué añadirías? Hasta los títulos de tus libros nos aproximan a equilibrios…

 

     -Las imágenes y los equilibrios habitan tal vez en algunos lectores, en otros el misterio de lo incomprensible, en otros el interrogante: “¿Esta pérdida latente e inasible es de verdad, qué le pasó?”. Mi  poesía emerge desde todos los sentidos –administrados por la razón-, todo vale, lo de afuera y lo de adentro, en movimientos constantes, en desorden y caos, al ritmo de la respiración y con el cuerpo del trabajo. Las palabras con las que construyo los poemas son espejos, y lo que se refleja en ellos depende de la luz, el lugar desde donde se mire y la mirada…, sobre todo la mirada…

 

      -Hubo un poeta portugués, Al Berto (Alberto Raposo Pidwell Tavares), fallecido en 1997, que afirmó: “Escribo con un sólo fin: el de salvar cada día”. Y lo tenemos a Ernesto Sábato: “No he escrito nunca por placer, he escrito siempre por no morir”. Nabokov admitió que escribía por placer y para quitarse de encima el libro en que estuviera ocupado. Flaubert también: “Escribo sólo por el placer de escribir (…) En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras, y no obtengo otras flores que las metáforas.” Y Tolstoi, más o menos: “No escribo por ambición, sino por gusto.” Gabriel García Márquez blandió  que él escribía para que sus amigos lo quisieran. Otros, como Alberto Moravia, sentenció: “Escribo para saber por qué escribo”; o Arturo Uslar Pietri: “Escribo más para entender lo que busco que para expresar lo que entiendo”. Instalada vos, María, con ellos, en la pasarela, ¿por dónde te ubicás? Esto es: ¿de quiénes quedarías más cerca? Hablanos de tus fines y tus placeres y tus morires y tus saberes y entendimientos.

 

     -Me siento un poco más cerca de Moravia, y parafraseándolo diría que “escribo para saber por qué escribieron otros”. Los fines fueron virando en cada etapa de la vida, pero coinciden con lo que expresan “los monstruos” que citás y me alejan totalmente de lo expresado por Sábato.

 

      -El amor, la lectura, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo dirías que te has ido relacionando con esos asuntos en las distintas etapas de tu vida?

 

      -El amor a la política me enseñó a trabajar en grupos y con propósitos colectivos -y como todo gesto amoroso, me ayudó a sobrellevar las derrotas-.  Las lecturas compartidas y comparativas contribuyeron a la organización de mi trabajo.  El dinero va y viene.  Y el amor en todas sus expresiones es casi mi religión. El texto que aparece en la contratapa de “Voces como furias” -1996-, da cuenta de todo esto. Te invito a que lo rastrees.

 

       -Nuestros lectores conocen los títulos de algunos de tus ensayos. Te insto a que nos acerques a ellos, sintetizando para nosotros tus visiones (e inclusive, trasmitiéndonos si en algún caso se ha modificado tu enfoque). Complementariamente, puesto que sé que tenés en elaboración al menos un par de estudios sobre las obras de Myriam Fraga y Aleilton Fonseca, de quienes, además, has traducido textos al español, también te insto a que nos acerques a ellos.

 

      -El primer ejercicio de análisis literario fue acerca de Julio Cortázar; lo escribí a pedido de una compañera directora de  la revista del colegio secundario -ya se había difundido en ella un poema mío-. Y fue, en verdad, una excusa para adentrarme en la vida y obra de Julio Cortázar, cuya lectura le estaba dando bastante trabajo a mis catorce años. Así es como ocupándome, sin apuros, de uno u otro autor con el que me identifico por alguna cuestión, escribir acerca de ellos me obliga a sistematizar las lecturas. Intento en los ensayos concretar un análisis de un aspecto de la obra –el mismo varía según el autor- desde una perspectiva socio-histórica.

Conozco bastante la obra de Aleilton Fonseca –contemporáneo-, es poeta y narrador. Al principio traduje algunos cuentos y el año pasado comencé con la poesía.  El contacto con la obra de Myriam Fraga es más reciente, me interesa mucho, es muy compacta y original, con identidad marcada; es contemporánea de Alejandra Pizarnik, y en la actualidad me encuentro entrecruzando sus propuestas poéticas. Veremos qué resulta.

 

    -En los últimos años expusiste en coloquios de literatura bahiana, en Brasil, y en un simposio en Paraguay. Tanto en éstos como en otros eventos internacionales, ¿cómo te han resultado esas participaciones? Y, desde luego, sobre qué expusiste.

 

     -La primera participación en San Salvador de Bahía –Brasil- fue en el 2011, por gentileza de los miembros de la Academia de Letras de Bahía. Mi conferencia se centró en el escritor Antonio Castro Alves, “el poeta de los esclavos”. El título de la misma fue “Antonio Castro Alves: hermano de los pobres, hijo de la tempestad”. Expuse en español;  la presencia de estudiantes -en su mayoría negros- me emocionó, literalmente hasta las lágrimas. La segunda fue en 2013, con un ensayo acerca de la poesía de Myriam Fraga, quien estaba sentada en tercera fila, atenta y sensible; otra emoción compartida…

En Asunción del Paraguay el eje fue la poesía en las tres orillas: Paraguay, Argentina y Brasil.  Abordé al autor  Aleilton Fonseca –brasileño- en su libro de poemas  “Un río en los ojos”. Cada encuentro de este tipo, cualquiera sea el lugar en el que se concrete, nos exige mucho esfuerzo a los escritores, ya que en la mayoría de los casos tenemos obligaciones laborales y/o  personales. A pesar de ello provocamos encuentros presenciales para reafirmar lazos que se originaron a través del correo postal, luego el electrónico y ahora a través de las redes.  Por ejemplo, con los escritores bahianos inicié el primer contacto catorce años atrás; pero lo mismo sucede con escritores de mi propio país o barrio.

  

      -En tanto que además del castellano y el latín, no te son ajenos los idiomas italiano, inglés y portugués, y uno de tus artículos éditos en 2007 es “Lengua y literatura: ¿qué significa enseñar una lengua?”, te disparo: María, ¿qué significa enseñar una lengua?

 

      -Realmente es un disparo, Rolando.  Si tuviera la respuesta… Ése fue el título de un seminario en el que participé –no fui la única exponente- en el año 2006 en Buenos Aires, destinado a profesionales de diferentes áreas que trabajaban con niños/as menores de seis años.  El mismo fue grabado y desgrabado, aquí va un fragmento: “Cualquier elemento puede ser un signo en la medida en que signifique algo distinto de sí mismo, que lo represente. Un grito espasmódico acompañado de la agitación de los miembros es signo de dolor, no es el dolor. Lo esencial es que la señal que envía un mensaje a un receptor esté dentro de un sistema -aunque se trate de códigos elementales-, y que el receptor entienda el significado del mensaje. Todo lenguaje se articula a través de códigos y por ellos podríamos distinguir al lenguaje verbal -cuyos signos son artificiales, por lo tanto engañosos- del lenguaje natural  manifiesto en los rasgos fisonómicos, la indumentaria, la liturgia como reiteración de formatos a modo de rito.  La diferencia entre los lenguajes naturales y las lenguas formalizadas es su relación con el contexto; las naturales son dependientes del contexto,  por lo tanto más concretas, en cambio las formalizadas son independientes y exigen un mayor grado de abstracción y objetividad. Los niños/as más pequeños se manifiestan muy receptivos ante los lenguajes no verbales, si esto es tenido en cuenta por los adultos, cuanto más organizado sea el uso del lenguaje verbal en situaciones cotidianas, más fluidos serán los vínculos comunicacionales. En toda lengua existen palabras cuyo significado está dado  por el conjunto de circunstancias externas que lo rodean, y esto da origen a un problema de carácter léxico que aparece con mayor frecuencia en niños/as menores de cinco años: no existen relaciones siempre exactas entre los planos significativos y el plano fonético de cada una de las palabras de una lengua. A veces una misma combinación de fonemas puede poseer diferentes significados, otras en cambio es un mismo significado el que admite distintas combinaciones fonéticas. Estos matices que abordaremos con más detalle más adelante, acarrean equívocos que interfieren en los procesos de enseñanza-aprendizaje.”

 

     -¿Perdura inédito desde el 2005 ese ensayo que titularas “Poesía e infancias”? Me atrae muchísimo. ¿Cómo está encarado? ¿Nos transcribirías un párrafo?

      -Sí, cada vez encuentro una nueva arista y sigo. Muchos escritores abordaron el tema –Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, María Elena Walsh, Federico García Lorca, José Martí, Juan Ramón Jiménez, entre otros-. Ellos me aportaron mucho desde lo conceptual, pero en la organización metodológica del trabajo estoy más cerca de Federico García Lorca. Aquí transcribo uno de los apartados de “Poesía e infancias”:

 

“Nana, arrullo, regazo.”

 

“Algunos autores reconocen en las nanas el primer contacto con el lenguaje práctico, tal vez por su esencia evocativa, sintética, eficaz, rítmica y, sobre todo, por ser un vehículo de emoción y sentimientos. Las nanas no admiten dispersiones, exigen una respuesta inmediata ante una necesidad concreta biológica y/o afectiva. Arrullar, inducir al sueño, calmar, consolar, jugar, son sus funciones genuinas. En forma directa ― a través del contacto de los cuerpos ― o indirecta ― con la voz y el ritmo como mediadores ― constituyen un diálogo íntimo. El encuentro es corporal, en él tanto  la posición de los brazos como el tono muscular del regazo, la placidez del sostén, los ritmos de la respiración “del otro”, los latidos de la sangre, delimitan ese espacio de contención. El vaivén del arrullo se refuerza con la mirada, la caricia y un suave murmullo.

¿Cuándo y por qué surge, entonces, la palabra? El lenguaje verbal es evocación, es una representación “artificial”, no se puede prescindir de la presencia concreta durante el arrullo, pero sí de la palabra y ésta a la vez puede prescindir del regazo. El término “nana” alude a la mujer cuidadora, encargada de amamantar y asistir a los bebés hijos de nobles.

¿Cuál es su relación con las primeras composiciones poéticas? Imagino a estas mujeres, en ocasiones con varios niños a cargo, inclusive sus propios hijos, yendo y viniendo desde los quehaceres domésticos  hacia  las cunas desde donde reclamaban “su presencia corporal”. Las cunas contaban con un arco en su base que permitía la oscilación rítmica del vaivén, imagino a estas mujeres ocupadas tratando de hacerse presente a la distancia, con un pie sobre el arco al ritmo del vaivén: la voz, el ritmo, el canto y las palabras constituían entonces esa otra presencia física, la del lenguaje emotivo.”

 

“Son las pobres mujeres las que dan a los hijos este pan melancólico y son ellas las que lo llevan a las casas de los ricos.  El niño rico tiene la nana de la mujer pobre, que le da al mismo tiempo, en su cándida leche silvestre, la médula del país.

Para provocar el sueño del niño intervienen varios factores importantes si contamos, naturalmente, con el beneplácito de las hadas. Las hadas son las que traen las anémonas y las temperaturas. La madre y la canción ponen lo demás”. De: “Las nanas infantiles”,  Federico García Lorca, español (1898-1936).

 

“Los rastros de estas composiciones simples, breves, improvisadas, hasta a veces sin rimas, permanecieron a lo largo de la historia por su transmisión en cada núcleo familiar a modo de secreto con poderes mágicos. Constituyeron un recurso apropiado para “hacer tiempo” antes del auxilio; en sus melodías y en sus palabras se reconocen al decir de García Lorca “la sangre” del calor histórico. Monotonía y melancolía conforman las esencias de las nanas. Son necesarios dos ritmos: el ritmo físico de la cuna, la silla o el vaivén del cuerpo, y el ritmo intelectual de la melodía. El adulto alterna estos dos ritmos con distintos compases y silencios; los combina hasta conseguir el tono justo que encante al bebé. El texto no tiene valor, el cansancio o el dolor ceden ante el ritmo y la vibración de la voz sobre ese ritmo.

En la melodía se refugia la añoranza de tiempos pasados ya que define los caracteres geográficos y la línea histórica de una región. La canción de cuna perfecta se podría lograr con la repetición de dos notas entre sí, alargando sus efectos. El objeto fundamental es dormir al bebé que siente ganas de jugar, por lo que el canto es un modo de incentivación al juego que él mismo genera a través del balbuceo.

Las palabras, entonces, son un instrumento de los adultos al que transfieren sus propias necesidades; asimismo, a través de ellas los niños se trasladan fuera de sí, a la lejanía, a sitios fabulosos habitados de aventuras… para hacerlos volver a sus regazos, para que cansados, concilien el sueño. Los personajes recurrentes de las nanas son seres “activos”, con movimientos gráciles. A oídos de los niños constituyen una precoz iniciación al lenguaje poético, quienes fueron iniciados en este rito acuden a él aún en edad avanzada a través no sólo de la apreciación poética sino también de los juegos con el lenguaje, adivinanzas, enigmas, etc.…”

 

      -No sé si elegirás para acompañar este reportaje textos de tus poemarios inéditos. En todo caso, ¿nos interiorizarías sobre lo que primordialmente subyace en cada uno de ellos?

 

     -Los dos primeros  poemas que transcribo pertenecen a “Cripta de amor”, que permanece inédito en su versión gráfica pero que fue difundido en forma parcial en diferentes sitios web.  Esta cripta está construida por diez bloques, en cada uno hay dos textos espejados en el que se narra una misma situación desde una perspectiva diferente; el enlace entre uno y otro texto se da a través de una cita bibliográfica. Los otros pertenecen a  “Ejecuciones” (empecé a escribirlo en 2005 y aún sigo en su elaboración).

 

María Pugliese selecciona para esta entrevista, en enero de 2014, seis poemas de su autoría:

De “Cripta de amor”

 

I

            Nadie es el otro.  Nada importa saber qué  piensa y  por qué  había llegado hoy allí.

            Toda idea fue previa.  Ahora la única inquietud sitia la expresión de los labios semiabiertos.  ¿Cómo saben los besos?, ¿con qué frecuencia se rozan o se alejan?, ¿cuál es el punto  en que los propios rasgos desvanecen en mullidos impactos? Una tenue presión más y el encuentro de lenguas, es el momento de un giro sinuoso e imprescindible de los cuellos, cóncavo y convexo.  Acompasados.

            Sólo labios sin cuerpo, sólo lenguas sin voz, sólo ritmos  alientados  por respiros.

            Abrir y cerrar.  Hacia adelante un desfiladero de ráfagas que intentan espiarse.  Como ojos, imaginan las líneas aplastadas de los rostros e intentan tomar distancia para abrir la mirada.  Pero se alargan: caer y sostener para volver a caer y sostener.  Dos en la multitud, dos aleteos de palomas sobre un cable a la espera del vuelo.  Dos en un vuelo sin cielos, arrumbados, bajotecho.

 

            Persiste la inquietud por saber el sabor de los besos.  ¿Vendavales?  ¿Salitre? ¿Miel de pétalos? ¿Aromas de glicinas?  Ajenjo.  No hay sabor en los besos transmutable en esencias.

 

            Danza de ensalmos.  Algo quebró y se aúna para embestir una y otra vez:  ¿quién es? ¿quién soy?.

 

            No hay sabor en los besos y sin embargo nada está quieto, todo es asombro, nuevo.

 

 

boca

 

 

        entrada, agujero, orificio, hueco, raja, grieta, rendija, jeta, abertura, tragaderas, salida, pico, embocadura, fauces, tragadero, bocacha, hocico, labios, morro, bocaza

 

 

 

Diccionario de sinónimos y antónimos. Espasa Calpe.2005

 

Para nada y en soledad extrema

con el único afán

de profanar insignias

hubo quien ideó el primer criptograma

para nada ni nadie

                              a ras del suelo    

 

En este instante

me ciñe por los flancos

y un suspiro  amargo  imanta los alientos

puja  médanos

con labores  pacientes

de intemperie y viento

                              bajotecho

 

Para nada

una sobre otra

dentro de

 

            Ciertos  sabores me llegan  encubiertos por las  reminiscencias del recuerdo, atados a las circunstancias, a los preparativos -quién, cuándo, cómo  presentaba los alimentos-.  Comer era una fiesta.  Y sentarse a  la mesa un ritual habitado de palabras y risas.  ¿Tienen edad los paladares?    Hay días en que hasta mastico sin ganas, es como si  la saliva empastada lijara  mi garganta;  y ese vacío en el estómago que debería alertar al apetito, se niega  por  la sed, una sed insaciable  que distorsiona todos los sabores.

 

Labios sin cuerpo

sobre piernas

que alegan algún vago estertor

se abren

como fauces

 


*

 

 

De “Ejecuciones

 

el olfato ondula

entre los vestidos que  conservan   la fragua

de los aromas íntimos

y me traiciona

 

el sabor del café

oscila  por el borde de la taza

y  refiere a  los  sellos de la boca

sobre el esternón

y me traiciona

 

el discurso de un andar constante

bajo sauces sombreados

evoca  pasillos maullidos vidrios rotos

escritos llantos  desesperos

vanidades

y me traiciona

 

el erizo cautivo

se resiente

se niega al alimento

se encrespa y se contrae

cuando el único peligro es la huída

cuando la única certeza es la ansiedad

y me traiciona

 

la estela

enaltece con ráfagas

aristas que devuelve el sueño:

mejillas en roce

cinturas trenzadas

piernas en arco

ensalmos  placidez

y me traiciona

 

son una niebla espesa

que transmuta en desprecio

cualquier rastro de amor

 

 

**


a contrapelo 
cabalgamos llanuras 
desiertos estepas 
cima y sima 


nos elegimos viento 


flameamos entre mástiles 
proas y popas 
enaltecimos al agua 
y aplacamos al polvo 

por las terrazas y los terraplenes 
por los sinuosos senderos de las villas 
a la hora de la siesta 
escandalizamos  el meneo de las hamacas y los barriletes 
con alas de gaviotas 
y temblor de palomas en celo 

fuimos viento 
herederos 
del miedo a las catástrofes 
fuimos giro torbellino ímpetu 
trashumancia 
                                             huérfanos 
                                             del tibio arrullo 
                                             previo 
                                             al sueño profundo 
nos elegimos viento 
para deambular 
por ciudades oscuras 
a medianoche 
y desprender sin pudores 
las vestiduras del paisaje

ingenuos e ignorantes 
nos elegimos viento 
                                            dónde virar 
                                            cómo reconocer 
                                            encontrar 

 

***

 

esas estampas

por detrás

son huellas?

 

hubo  pies  territorios rutas

allí entre las madejas?

 

los  residuos que deprenden aromas nauseabundos

contienen  algo más que abandonos y muertes?

 

fiel a los hilos de

deshacer  las tramas

y  desatar los nudos

atraviesa lo enmarañado

a paso lento

se encauza hacia el plácido sendero de sus ojos

e interroga

queda algo por decir?

 

en  medio de  las sombras que se desperezan

sobre  un haz oblicuo  de la lámpara

al  ras del vaho extendido por  las hojas del tilo

encima  de  los paños que ondulan  la terraza como fantasmas

en frente del ocaso en el que la ciudad se aletarga

y  nos devuelve las voces de los niños allí abajo

los cantos de los obreros que penden de una soga

el crujir de los carros y las bocinas

las  sirenas

las  cortinas de agua

 

todavía

queda mucho por decir

 

los sitios de la espera y el desencanto

debieron   haberse poblado de palabras

los gestos de su pulgar en mi mejilla

debieron  haberse poblado de palabras

las  bocas entrelazadas  en los besos

debieron  haberse poblado de palabras

el sudor el cansancio el llanto la traición  la cobardía

debieron   haberse poblado de palabras

 

cada  país habitación  suelo lecho manta

que  nos atravesó  distanciados vacíos tristes extraños

debieron  haberse poblado de palabras

las tenues nevadas sobre las acacias

el sopor del asfalto en los eneros

los zorzales y tacuaras en pugna por tan solo una rama

debieron haberse poblado de palabras

los  aeropuertos  las estaciones  y los equipajes

testigos  permanentes

debieron  haberse poblado de palabras

 

 

por los bálsamos del sol al mediodía

por los túneles del miedo y las retaguardias

por los escondites que gestaron y dieron a luz estigmas de esperanza

por las voces desperdigadas en soliloquios

y por todos los espacios del desencuentro

 

aún

queda  tanto 

                      por decir

 

 

**

dispone sus manos

blancas  pequeñas de uñas cortísimas

sobre  las hojas

en movimientos opuestos hacia afuera

las recorre

como si fueran las yemas

-no el índice ni el pulgar-

las portadoras de  llaves

que con rasgos prolijos gráciles y equilibrados

abrirán  puertas 

en medio del silencio y los desechos

 

dispone sus manos

y con sólo dos gestos

traza  los límites: ya no más inocencias

 

 

  En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, María Pugliese y R. R., enero 2014.

 


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04 de Diciembre, 2013 · General

Wenceslao Maldonado: sus respuestas y poemas


 Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

          Wenceslao Maldonado nació el 29 de julio de 1940 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Fue sacerdote salesiano entre 1965 y 1989. Estudió teología en la UPS (Universidad Pontificia Salesiana de Roma) y letras en la UCA (Universidad Católica Argentina) y en la Università degli Studi (Trieste). Fue docente, hasta 2008, de griego clásico, latín y literatura italiana; se ha dedicado a la traducción literaria en estas lenguas.

En el género poesía publicó los libros “La estación necesaria” (1990), “El hombre herido” (1994), “Tierra intranquila” (1994), “Dioses del deseo antiguo” (1995), “Si cortarle la cabeza a la Gorgona” (1997, Primer Premio XIX Encuentro Patagónico de Escritores, Puerto Madryn, provincia de Chubut, la Argentina, 1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés, “If cutting the head of the Gorgon”, en traducción de Donny Smith publicó el sello Vela al Viento, 2012), “Ceremonial de una familia oscura” (1997). Y ya en este siglo se publicaron las libretas “Paraíso desechado”, “Paternidad de sombra”, “Manual de osos prácticos”, “Zureo”, “Eros y otros deseos”, “Hexagrama”, “Réquiem de guerra”, “Diálogo de pájaros”, “Hay un amor que espera y que no olvida”. En 2008 se edita un volumen que podría clasificarse entre poesía y narrativa: “La proctomaquia o El cantar de los culos. Poema épico-paródico de Aristón de Mitilene”.

Obtuvo el Primer Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la Secretaría de Cultura de la Nación, por el libro de cuentos “Arquitectura Gótica” (1999). Su segundo libro de narrativa breve aparece en 2004: “Fronteras”. Y en 2012 se edita su novela “Las vigilias de Príapo”. Dos de sus obras teatrales, “La historia del cliptodonte” y “La musa de los muchachos” (presentación irreverente de poemas eróticos griegos) han sido representadas entre 1997 y 2000. Últimamente ha traducido piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando un país para Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre de 2012) y “Los fantasmas de Joyce” (pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013). Integró el grupo Zeus Teatro. Realiza con el actor Marcelo Gamarra performances de poesía, “Wences’s Bar en vivo”, continuación de numerosos eventos realizados por ambos desde la década del noventa.

Fue secretario de la S. E. A. (Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina) durante 2011. Coordina con la poeta María Chapp el ciclo de poesía “La Metáfora Ardiente”. En www.wencesmaldonado.com.ar es posible acceder a muestras de su obra literaria, ensayos, reseñas bibliográficas, traducciones suyas, galería fotográfica, entrevistas a él realizadas, etc.

 

 

 —Nuestros lectores acaban de leer el detalle curricular, Wences. Te propongo que nos adelantes qué libros tuyos tenés previsto que se socialicen durante 2014 y que nos los presentes. Te propongo que nos cuentes en qué obras o proyectos estás (o estás por estar) inmerso. Y qué poemarios permanecen inéditos por completo o sólo difundidos en parte en antologías o libros colectivos. Y si tenés dramaturgia inédita y sin estrenar.

 

-En 2014 espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde hace tiempo: “Nocturno siciliano”, poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los cuales fueron editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina, Provincia di Enna. La serie “strade di Troina” (calles de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba a llamar “L’incontro” (“El encuentro”), proyecto pospuesto pero no depuesto… Y tengo además dos libros de narrativa listos, la novela mitológica “Hipócalo. Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una colección de cinco nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: “Bienes de familia”.

En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera, desde la década del ’90, unos veinte libros. Te doy los títulos, si es que no soy demasiado pesado. Lo que sucede es que escribo en forma permanente, y en diversos encuentros de poesía o performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero leer poemas inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos en estos últimos veinte años, entre 1993, después de mi regreso a Buenos Aires, y este final de año 2013: (1) “El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un mismo espejo”; (3) “Esquina sin sosiego”; (4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario incierto de este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo lo que puede ser el gran payaso”; (8) “Recorridos breves de un largo itinerario” (recopilación de recopilaciones, poesía 2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de una vida para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi reino será el mar”; (10) “Hay voces en las paredes”; (11) “Memorias de otoño”; (12) “Los días terribles”; (13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América 2011”; (14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el misterio y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”; (17) “Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin – poemas convalecientes”; (19) “Invocación al mensajero ausente”; (20) “Pueblo en silencio”.

Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin, no creo que estos libros mencionados tengan tanto valor como para tener derecho a la publicidad. Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un futuro más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una especie de meditación poética sobre mi entrada a la vejez y viendo a mi madre, con la que viví en sus últimos cinco años de vida. También quisiera tener en las manos “El mar y la hoguera”, libro que me había prometido ilustrar una amiga artista plástica, inspirado en la relación de vida, amor y muerte entre Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro libro que me encantaría tener publicado cuanto antes es “Mi reino será el mar”, anclado también en temas de la antigüedad clásica, con tres partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro y el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino invisible de los muertos. Hay un cuarto libro todavía que me encantaría verlo ya impreso, y es “Hay voces en las paredes”, porque tiene que ver con los recuerdos de Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al 400 en la que vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado bien mientras vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras inéditas es “Recorridos breves de un largo itinerario” porque, como anoto en la lista de libros inéditos, reúne cuatro libros escritos durante los cinco años que viví con mamá y tienen que ver con actitudes mías de una nueva etapa.

La pregunta que me hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y sí, escribo teatro de tanto en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero algunos quedaron a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia de la “Odisea”. Y ahí quedó, porque el director me dijo que eso se podía dar sólo en el Teatro San Martín de otros tiempos… Con “Islaín el solitario”, me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió componer música para los coros que alternan con los protagonistas; pero todo quedó en las buenas intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero con posibilidades de resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la Gorgona”, nada menos que para una ópera, como me había sugerido el querido y recordado Eduardo Gudiño Kieffer, quien presentara la primera edición de esta obra; otro amigo músico, miembro de una importante orquesta, me hizo la propuesta, por lo que hice la adaptación con el título “Perseo y la Gorgona”; y como Donny Smith me había hecho la versión en inglés, ya hace unos años, para la revista “Metamorphoses” de la Smith College de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2, pág. 68 ss.), preparé también el texto en inglés, “Perseus and Gorgon”, porque mi amigo me decía que para una ópera iba a ser más fácil… Bueno, allí estamos todavía, a la espera. Lo más frustrante fue darle, por meses, a los ensayos de “Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de “Fuegos” de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”. Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo como traductor. El año pasado se estrenó “Creando un país para Alicia” del escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por presentar “Los fantasmas de Joyce”, del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo la dirección de Daniel Godoy.

 

 —Me parece que estaría bueno que además de puntualizar a qué autores (y en qué géneros y desde qué idiomas) has traducido al castellano –se hallan difundido ya tus versiones o no-, pormenorices respecto de las que te han demandado un esfuerzo mayor, con qué autor “te las viste en figurillas”, si estuviste a punto de renunciar –o llegaste a renunciar- a alguna traducción porque no lograbas alcanzar tu plena (¿plena?) satisfacción.

 

-De los clásicos greco-latinos no tengo de qué quejarme ni preocuparme; son lo que son, y hay muchas traducciones de todo tipo, entre versiones literales duras, a traducciones retorcidas y hasta las formas poéticas más sorprendentes. Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar de recordar a Horacio Castillo, que me aconsejó con sabiduría y me corrigió con gran prudencia. Pero siempre uso mis versiones; para las clases de latín y griego he preferido hacer una traducción más cercana a la letra, para que sirva como instrumento y clave de los secretos de esas lenguas. En libros de ensayos trato de hacer justicia con los valores poéticos de los textos, que tienen lógicamente múltiples dificultades, ante todo por pertenecer a lenguas muertas que ya han perdido a sus hablantes; y, además, porque se escribieron en contextos culturales muy diversos, no sólo con respecto a estos tiempos nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura, ya que muchos se distancian por varios siglos, y a veces nosotros tenemos la tendencia a considerarlos en bloque, como si fueran todos contemporáneos.

Muy distinta es mi actitud con respecto a la traducción de autores italianos. Hablo de los contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre el que hago con frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor Ángel Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo, como es el caso de “El encanto de la oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina Comedia”.  En este momento, o en estos últimos años, he traducido varias obras del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de él textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y otras historias”, sobre todo por la parte de la abundante información sobre Roma. Me exigió redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector de habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana,  sobre su riqueza arqueológica y artística, incluida abundante documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje que el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como para ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios de la Urbe, según pinta la novela.

 

 

 —No he tenido ocasión de verte en función actoral. ¿Cómo fue que te pusiste a nadar en esas aguas?... ¿Y cómo sentís que fuiste evolucionando, afirmándote, disfrutando de los personajes? Te pido, además, que nos ilustres sobre “Los fantasmas de Joyce” y las performances de poesía.

 

-Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi primer grado en una escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa, me he sentido vinculado al teatro. Y se lo debo a mi maestra Matilde Parodi Rolland, conocida como Titita, o Titita Muras por su apellido de casada. Debo decir que ella fue la maestra de mi fantasía, la que me impulsó a la creación desde esa temprana edad, y la que me hizo trabajar en el papel de payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta su muerte acaecida hace más de diez años, me acompañó siempre, absolutamente siempre en todos los acontecimientos de mi vida, incluidas las presentaciones de libros a los que se asoció con enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño, adolescente, adulto, “la maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y dirigir teatro infantil. Por eso, siendo yo director del Colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, vino a ver las instalaciones del bello teatro de ese instituto. Vino acompañada de un adolescente rubio que no tenía todavía quince años, Osmar Nuñez, quien desde ese momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me acompañó en casi todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el primer libro que presenté en 1990, “La estación necesaria”, hasta el año pasado 2012, cuando le hicimos los dos un justo homenaje a la maestra ausente pero viva con “Réquiem de guerra” y “Diálogo de pájaros”. ¡Una de las grandes maravillas de mi vida!

Desde aquellos seis años de mi primera actuación, seguí mi recorrido con los salesianos de Don Bosco. En segundo grado, año 1948, en el Colegio Santa Isabel, de San Isidro, me sentía ya un actor consumado con ocho años, y hasta intentaba escribir con nuestro primer grupo literario de compañeros, D’Almedia, Toyos y yo. Es que también tuvimos allí un maestro excepcional y gran actor como fue Mariano Volpe, que dirigía el cuadro dramático de ex alumnos, mientras que el Padre José Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y guiones para diversos eventos. Y más tarde, desde 1954, cuando entré con catorce años al Seminario Menor de Bernal, me encontré con un artista eximio como fuera el Padre Juan Morano, ilustrador de revistas, escenógrafo y director de teatro, quien asociado a Carlos Forno, peluquero y maquillador del Teatro San Martín, formaron una dupla teatral imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que tenía casi todas sus sorpresas preparadas sobre las tablas de semana en semana. Eran tiempos en que se daban obras de la Galería Teatral Salesiana de Madrid, generalmente arregladas por los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y muchas veces, con orquesta en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo un tenor segundo de poco volumen, solía perder protagonismo y me contentaba con papeles secundarios. En 1960 comencé como docente en Ramos Mejía. Y entonces me dije que era una oportunidad para seguir con el teatro escolar que había aprendido, aunque ya con ínfulas universitarias.

Vuelto de Italia con un buen bagaje de cine -eran los años esplendorosos de Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini, Bolognini, Zurlini o De Sicca entre otros- me enganchó el periodista Alejandro Rossiglione para sus programas en Radio Porteña y allí me instalé con Butaca 68 y Butaca 69, hasta el cambio de mano con Radio Continental. Creo que entonces hubo un viraje en mis preferencias de docente. El teatro pasó a ser en mis esfuerzos colegiales un bien de lujo para determinadas ocasiones anuales, mientras que el cine, con talleres y actividades de cine-debate, se convirtió en mi preferencia de actividades extra-programáticas.

Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996; última, escrita por mí para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue “Cinco días de mayo”, un verdadero fracaso. Sin embargo esa escuela aceptó mi guión cinematográfico, que hizo filmar el equipo del empresario Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el 21 de mayo de 1996, en los 40 años de la escuela, con copia de regalo para todos los espectadores invitados.

Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo Gamarra, a quien había conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián Porcel de Peralta. Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus Teatro – grupo de coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances de poesía y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La Musa de los Muchachos”, sobre epigramas de Estratón de Sardes y otros poetas alejandrinos, obra con la que, desde Lugar Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro Ift y el espacio teatral de la Galería Ghandi.

Llegó el 2001, con el hecho más lúgubre y terrible de mi vida, la muerte de mi hijo Alejandro. Lo que escribí desde ese momento quedó fijo en “Paternidad de sombra”, obra de poesía que reúne mi dolor de esos años, y que presenté en la SEA, acompañado por los dos laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo Gamarra.

Nunca más volví a subir a un escenario para hacer teatro. Sí para realizar performances poéticas con Marcelo, siendo las que más recordamos, en la SEA con una noche erótica en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del Tango -de La Plata- en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural, me prendo para sacar la poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el Obelisco, y en septiembre en la Avenida Boedo, parando en todos las esquinas emblemáticas que, desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.

Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008 y 2012, con mi columna de comentarios culturales sobre libros literarios, cine y teatro, pasando por AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se quiere, de lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario Clarín, como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada Cultural” de Diario de Trelew y en la Revista NEXO.

 

 

          -Viene ahora la solicitud de que nos indiques la dirección del sitio web donde se encuentra “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, esa antología anotada. Y que nos interiorices sobre los cursos y talleres realizados a partir de allí. Sobre el singular volumen “La proctomaquia o El cantar de los culos” no te preguntaré, Wences, puesto que en la Red nuestros lectores –les aviso- encontrarán bastante material si en los buscadores ponen tu nombre o el título de la obra.

 

-Actualmente el archivo del libro “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, se encuentra en su totalidad de cinco capítulos, y con la versión incómoda de notas al final de cada uno de esos capítulos, en mi propia página web en el tópico “traducciones”. Se trata de una selección de textos que terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi regreso a la Argentina, hasta 2000, pero que sigo usando todavía hoy en talleres y cursos.

En estos veinte años he multiplicado los encuentros sobre poesía erótica de la Grecia clásica, así como también de la Roma monárquica, republicana e imperial. Mis charlas no eran omnicomprensivas, sino más bien tomaba algunos puntos neurálgicos del tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea, el teatro griego del Ática o la Musa de los Muchachos y los poetas alejandrinos. A veces he hecho cursos centrándome en algún poeta en especial, como Safo, Calímaco, Teócrito o Estratón de Sardes, y en el teatro he tenido preferencias por Eurípides y sus transgresiones dramáticas.

Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han tenido la misma suerte de encontrarse con el libro bien armado. Pero es posible que alguna vez suceda porque tengo todo el material sobre esos cursos. Más allá de mi interés por Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del Satiricón de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos ha llegado fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”, socializada el año pasado 2012 en Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del Simposio, editorial erótica que me pertenece y que está, por el momento bastante estancada, después de una batalla legal por el título primitivo que era Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado Banquete, de Platón.

Sobre “La Proctomaquia o el Cantar de los culos”, tengo bastante para decir. Respeto la contención que ponés en tu pregunta. Aclaro sólo que se trata de un “falso poema” de un poeta alejandrino inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda ser el título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza que pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las diosas habían apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con trampa, aquí son tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no cuento cómo termina la historia…  También se puede buscar la obra en mi página web.

 

 

 —Ya jubilado de la docencia, ¿cómo recordás tus años al frente de las tres materias? ¿Cuál preferías? ¿Anécdotas, añoranzas?

 

            -Al jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco años, me cuesta llenar. Viví muy feliz como docente. Y diría que no sólo porque me encantaba dar latín, griego o literatura italiana, en este último caso no se trataba de la lengua, sino porque me gustaba estar en el aula. Estas materias las he dado en nivel terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me encantaba, sobre todo, trabajar con adolescentes en el nivel secundario, siempre en los últimos cursos, donde se trataba de lengua y literatura española simplemente. Pero el margen educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo una lectura comprensiva, sino también crítica, consiguiendo madurar en la propia expresión y en un sentido de juicio personal, libre y motivado. Es decir, me ha fascinado más ser educador que trasmisor de conocimientos, considerando que la perspectiva educativa comienza con un entendimiento afectivo, antes que intelectivo.

Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de los ‘60 y los ‘70. Y los de los últimos años del 2000, grupos que organizan eventos multimediáticos, porque hay excelentes artistas plásticos, actores y actrices, fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus encuentros para… ¡hacerme leer poesía!

 

 —A pesar de que nos hemos visto muchas veces, y hemos compartido espacios públicos y privados, y jamás tuvimos un encontronazo, y coincidimos en antologías y revistas, nunca mantuvimos una conversación a fondo (o, en todo caso, la mantuvimos pero siempre respecto de algún asunto puntual). Ignoro, sin ir más lejos, si has residido, aunque más no fuera durante lapsos breves, en algún otro país, además de Italia. ¿Puede ser que me cuentes en qué barrio naciste y cómo siguió tu derrotero en lo que concierne a viajes y residencias?

 

-Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento, que según me contó mi madre, más comunicativa que papá, fue en el Instituto del Diagnóstico que, por aquel entonces, estaba ubicado en la Avda. Córdoba y Ecuador. Eso fue un 29 de julio de 1940, a las 17.15, para ser más precisos. Era un día de lluvia muy fuerte. En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de niño mucho tiempo. En 1946 emigramos hacia el norte de la Provincia, a Martínez, donde estuve hasta 1953. A partir de 1954 entré al seminario menor de Bernal; y allí me recibí de maestro normal nacional y completé los estudios de filosofía. En 1960 ya estaba instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo de maestro, pero sólo por tres años, ya que a fines de 1962 me enviaron a Turín, Italia, para estudiar teología en lo que inicialmente fue el PAS (Pontificio Ateneo Salesiano), transformándose en 1965 en UPS (Universidad Pontificia Salesiana), ya con sede en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y mientras seguía la carrera de Letras en la UCA, daba clases de lengua y literatura griega y latina en Ramos Mejía. Estuve luego tres años en el Colegio León XIII, ubicado en la calle Dorrego al 2100, para volver a partir de 1971 a la zona oeste, primero Ramos Mejía y luego San Justo.

Fui teniendo cargos de cierta importancia en la Institución Salesiana: primero como director y rector de un colegio, luego como vicario inspectorial de una zona, para terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas de la Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de Buenos Aires, zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo de mi trabajo, en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí por largos períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos, como la “Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los estudios en la formación de los nuevos religiosos.

En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes y congregaciones de hombres (díganse, dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos, jesuitas, maristas, lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos, etc.), me eligieron presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia Argentina de Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988, y que me obligó a viajar, además, por todo el continente americano. Eran habituales las reuniones en los países limítrofes; pero debí asistir a reuniones incluso en Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el periplo de encuentros y reuniones.

Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy distintas naciones de Europa, como Eslovenia, Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué incluso a Israel y Egipto; recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque como llevaba correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me tuvieron detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna entidad internacional, lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos países en mi pasaporte. Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a Angola, para ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí hacía apenas un año, porque era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las fuerzas del Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese motivo no pude llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba. Sin embargo, al uruguayo Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su parroquia de Calulo, pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de que la embajada del Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes andaban por esa zona. De hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos el territorio nacional, nos pararon soldados de las tropas cubanas, allí apostados, y nos sugirieron muy amablemente que diéramos la media vuelta. Pero como Pepe insistió en que no podía dejar abandonada a la gente de su parroquia, hacia allí nos fuimos. Todo fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario, la gente de una calidez total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de mi visita de tres días, pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino a Dondo, un 2 de septiembre, recuerdo muy bien. Al día siguiente, corrió como un reguero de pólvora la noticia de que las tropas revolucionarias habían entrado en Calulo, y secuestrando a varias personas, el primero a Pepe Uría, el párroco. Y se llevaron a los cautivos a través de la selva caminando casi durante cuatro meses, soltándolos recién en la Navidad de ese año 1983. Mis fotos pasaron inadvertidas por la aduana cuando salí del país; y a pesar de que viajé en un avión militar con heridos de guerra rumbo a Belgrado, esas imágenes se transformaron en el testimonio de un trabajo riesgoso y de una vida precaria en plena guerra civil. Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza, nunca perdieron su alegría. Todavía me parece verles una sonrisa maravillosa. Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de voz para contar…

A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de decisión fundamental en mi vida: el alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia. Los motivos de viraje tan violento quedaron enumerados en una carta a mis superiores que se hizo pública. El asunto da como para un libro. Conseguí entonces ubicarme en el departamento en donde vivo actualmente, en el Abasto, gracias a la ayuda de amigos y de la misma institución salesiana. Por ese entonces yo no sabía que había nacido a cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que ésta iba a ser mi casa en la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte años. Había conseguido unas pocas horas de clase en Castelar, y me moría de hambre.

Como un antiguo compañero de mis años juveniles me ofreciera un trabajo de pedagogo en el Instituto Oasi de Troina, Sicilia, con un generoso sueldo y la posibilidad de investigar sobre escuela y discapacidad mental y la inserción de los padres en la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado, preparé mis valijas y decidí emprender viaje, imaginando que me quedaría ya para siempre en esa nación, a la que reconocía como “madre de mi formación cultural y artística”. Allí viví tres años de trabajo, profundamente feliz por las posibilidades que se me daban, incluso para participar en congresos europeos, como fue el caso de Alemania y Portugal, llevando mis trabajos de investigación, mientras publicaba las conclusiones en la revista de la Institución, convirtiéndome en colaborador permanente. Y hasta tenía posibilidad de relacionarme con escritores del lugar, como fue el caso de Luigi Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich, en donde vivía con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de origen esloveno, convertido ahora en psicólogo social. Fueron años de mucha producción literaria.

Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería mi padre repentinamente. Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había fallecido en 1982. Y mi hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en Buenos Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho falleció tres años después. Ante este panorama, al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya nunca pude regresar a Europa. Como conseguí un trabajo de delegado inspector de una jueza de menores en los Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme cargo de un menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi hijo del corazón, Alejandro David.

Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La Coronilla, última población sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con Brasil, en la República Oriental del Uruguay, punto de referencia de una mínima actividad comercial y playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis años, voy y vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí salieron obras como “La Proctomaquia…”, “El mar y la hoguera”, “Mi reino será el mar”, “Volver a La Coronilla” y otros últimos textos.

 

 

 —No sólo pertenecés a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, sino que, fuiste secretario de esa entidad durante un año. Por lo cual te convoco a que les trasmitas a los argentinos que no conozcan la SEA y a los extranjeros que tampoco la conozcan, cuál ha sido el origen de su fundación, cuándo, su funcionamiento, etc.

 

En realidad son tres las sociedades de escritores a las que estoy afiliado como socio; la SADE, la tradicional Sociedad Argentina de Escritores, con su antigua sede en la calle Uruguay, fue la primera. Y sigo pagando mi cuota social, aunque voy bastante poco. En 2001 Víctor Redondo capitaneó una especie de rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los cuales tuvieron bastante trascendencia. Decide entonces crear una nueva entidad, la SEA, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Me acuerdo que suscribimos el acta fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo el número de socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA prometía luchar por el reconocimiento de los derechos de los escritores. Se logró, después de las primeras estrecheces, tener una sede realmente cómoda, por comodato, en el 2° piso de la Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de la lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la abstención de los legisladores oficialistas del PRO, lograra la aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad Literaria, subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte Macri no vetó la nueva ley.

Por ese entonces los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de la Argentina, se reunía asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente Cayetano Zemborain. Adherí también a este movimiento, sobre todo porque trata de llevar la poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta organización nació la iniciativa hace cinco años de reunir a jóvenes poetas, menores de treinta años; el nombre de estos encuentros anuales se denomina “Juntada” y abarca a jóvenes de todo el país, con una visión realmente federal. Celebro esta actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A. (la Feria del Libro Independiente, Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo que la A pueda querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación, me hacen sentir en continuidad con el trabajo de mis épocas de docente, mientras que, al mismo tiempo, la creatividad artística juvenil me produce una enorme felicidad.


Wenceslao Maldonado selecciona para esta entrevista, en diciembre de 2013, seis poemas de su autoría (2006-2012), pertenecientes a “Recorridos breves de un largo itinerario”, recopilación de recopilaciones en cinco libros:

 

 1.-

                        levedad de voces

                        en los labios

                                               y nada más que alas

                                               en la respiración

                                               hasta espantarme

 

 (del libro primero RESQUICIOS, palabra, 2006)

 

 

 2.-

                                   desbordada

                                   mi locura levanta

                                   su barrilete de fantasía

                                   por cielos de libertad en las esferas

                                   más azules de la altura

                                   y despliega

                                   (creo que sin vergüenza)

                                   todo su deseo de un baile despreocupado

                                   (ante el quiebre de las censuras)

                                   todo el gesto de sus brazos y sus piernas

                                   (ante la burla del conformismo ciudadano)

                                   toda la algarabía de su vestido en giros

                                   (ante el malhumor que no respeta)

                                   y mira lo que es

                                   en el espejo interior del sentimiento

                                   (en la carta de identidad de su existencia)

                                   y baila baila baila

                                   a viento suelto a cielo abierto

                                   y ríe ríe ríe

                                   la risa cuanto se quiera

                                   mientras el cuerpo define

                                   en el aire enloquecido de la altura

                                   la elección del movimiento

 

 (del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, apuntes para una vida nueva, 2008)

 

 3.-

                                               no me fue fácil

                                               hacer las paces

                                               con el que fui

 

                                               pero ahora

                                               puedo despedirme de él

                                               como si hubiéramos sido siempre

buenos amigos

 

 (del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, acta póstuma, 2008)

 

  4.-

sabe

que no puede

decírselo más que a sí mismo

este espacio sin medida

con el sol derrumbado

en todas las distancias

sudoroso caminar sin rumbo

con pesadumbre sin saber por qué

no sabe

que es más que un caminante

tal vez un nómada olvidado

alguien de esa especie humana

que se fue dispersando

en la soledad de los afectos

en la vasta diferencia de la idea

sabe

que no hay un punto fijo sospechable

de ser el final

un árbol por ejemplo

o una casa en la lejanía

o un río que divida las comarcas

del silencio y la rutina

aunque fuera un agua

aburrida de estancarse

o una nube que marque alguna altura

no sabe

si hay altura o qué distancia

habría hasta el horizonte

porque la línea que cierra las fronteras

tal vez esté arriba

o a lo mejor pertenezca a los senderos

ahora desandados

perdidos en el cansancio permanente

de no poder recostar las fantasías

y sabe

que tendrá que seguir caminando lo que sea

hasta que ya no pueda más

hasta que las piernas rígidas se nieguen

a otro paso ciego

y no sabe

hasta dónde habrá llegado

y desde dónde vino

y para qué caminó tanto

y qué hay más allá

de la ceguera

 

 (del libro tercero CICATRICES, desierto, 2010 )

 

 5.-

                                   es esta ausencia hijito…

                                   obligado a dejarte que te fueras

                                   aunque te tenía de la mano

                                   destruyendo el adiós

                                   vaciando los abrazos

                                   dejando mudas las palabras

 

                                   y hoy tan lejos...

                                   yo que intenté ser padre y madre

                                   de tu orfandad en ronda por la calle

                                   cuento todavía

                                   los días terribles del silencio

                                   los años dolorosos de la pérdida

                                   que se ahonda más y más por este hueco

                                   y me empuja a rondar por tantas calles

                                   de tu soledad

 

 (del libro cuarto DESOLACIÓN Y CANTO poema 35, 2011)

 

 

 6.-

la noche en la palabra

escarba

los sentidos posibles

que la garganta no expresa

descubre riquezas que se esconden

en la sutil fragilidad de lo profundo

muy adentro de uno

o tal vez encuentra

socavones del miedo y de la duda

desconocidos

 

 (del libro quinto LA NOCHE EN LA PALABRA poema 5, 2012)

 

 En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, W. M. y R. R., diciembre 2013.

 

 

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20 de Noviembre, 2013 · General

César Cantoni: sus respuestas y poemas


Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

César Cantoni nació el 23 de febrero de 1951 en la ciudad de La Plata -donde reside-, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Allí han sido publicados sus diez poemarios: “Confluencias”, 1978; “Los días habitados”, 1982; “Linaje humano”, 1984; “La experiencia concreta”, 1990; “Continuidad de la noche”, 1993; “Cuaderno de fin de siglo”, 1996; “Triunfo de lo real”, 2001; “La salud de los condenados”, 2004; “Diario de paso”, 2008; “El fin ya tuvo lugar”, 2012. Ha sido incluido en más de quince antologías (...“Antología de la nueva poesía argentina”, “Poesía entre dos épocas (Argentina 1976-1983 / Inglaterra 1930-1939)”,70 poetas argentinos, 1970-1994”, “Entre la utopía y el compromiso. 16 poetas argentinos”,Poesía hacia el nuevo milenio. Antología de poetas argentinos”, “Naranjos de fascinante música. Poesía de amor en La Plata”...). Además de poemas, se difunden sus artículos y críticas en diarios y revistas en soporte papel de diversos países. También en numerosas plataformas de la Red. Ha sido traducido al inglés, francés, italiano, portugués y catalán. En tres ocasiones le fue concedida la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires, así como en 1996 por la sede central de la Sociedad Argentina de Escritores. Integró dos grupos literarios: “Latencia” entre 1977 y 1979 y “Tuerto Rey” durante 2006 y 2007. Formó parte en 2005 y 2006 de la redacción de la revista de poesía “El Espiniyo” y de Jurados en certámenes organizados por instituciones públicas y privadas. Es el responsable de www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar (Stand de Poesía Platense).

 

 -En una entrevista concedida a Carina Velo hiciste referencia a tu timidez durante la pubertad, al menos en lo que concierne a compartir con alguna persona los poemas que comenzabas a intentar, imitando a los que reproducían los libros de lectura escolar. ¿Tu timidez se denotaba en otras áreas? ¿A qué tipo de poemas “arroja” la timidez? ¿Y qué factor que nunca hayas mencionado te insta a tu modo de indagar la realidad? Con el amor y la desesperación desplegados por el joven Pablo Neruda, sobreentendí que afirmabas en aquella entrevista, te identificabas. ¿Y ahora?

 

-Cuando era chico, escondía todo lo que escribía en la parte inferior de un diván. Nadie conocía mi secreto, ni familiares ni amigos. Mi timidez tenía que ver, entonces, con el pudor de mostrar los sentimientos (siempre he sido poco expresivo en este sentido). Pero también me atemorizaba la reacción que pudieran experimentar los otros al conocer mi afición por un arte tan singular y misterioso como la poesía. Aunque parezca absurdo, aquel temor no era en extremo descabellado: actualmente, cuando confieso que soy poeta, muchos me miran como si fuera tonto o estuviera loco. La timidez, por otra parte, no me “arrojó” a ningún tipo de poemas en especial. A la hora de escribir, carezco de prejuicios e inhibiciones y sólo procuro ser fiel conmigo mismo. La poesía constituye, en mi caso, una forma de sinceramiento que está por encima de todo.  En cuanto a Neruda, su libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, que leí entre los 18 y los 19 años, me produjo un deslumbramiento tan grande que llegué a escribir un poemario completo (“Las estaciones del amor”) imitando su estilo. Como ya dije en otras entrevistas, Neruda era, a fines de los años 60, un poeta emblemático en muchos aspectos. La sintonía amorosa y el compromiso político de su poesía tenían, en aquella época de fervor revolucionario, un fuerte atractivo para quienes empezábamos a deletrear versos y sueños. Si bien sigo admirando a Neruda, su influencia, como es natural, ya no gravita en mi creación. La realidad y el lenguaje cambian continuamente y el desafío del poeta consiste en acompañar esos cambios para no repetir ad infinitum a sus queridos maestros.

 

-Manifestabas también que no te considerabas escritor, claramente cuando escribís, corregís, trabajás un poema (posible). Convengamos que cuando incursionás en la crónica, en la semblanza –en la prosa--, te posicionás como escritor (acabo de leer tu “Latencia: poesía y dictadura”, artículo ya difundido en Internet y que pronto habrá de editarse en soporte papel). ¿Diferencias entre el “hablado por la poesía” (según el poeta argentino Ricardo Zelarayán: “No existe el poeta, sino el hablado por la poesía”) y el ensayista, el hacedor de artículos y críticas literarias?

 

-En la entrevista que mencionás, digo también que nunca escribí un poema con el propósito de hacer literatura, y en esto radica, a mi juicio, la diferencia entre el poeta y el escritor. Para mí la poesía es mucho más que un género literario; es un acto de vida, algo imponderable que me sucede cuando escribo, una experiencia que trasciende la mera retórica dela escritura. Es cierto que, además de poemas, escribo prólogos, contratapas, artículos, críticas, reseñas de libros, etc., pero este quehacer literario no deja de ser circunstancial; podría desentenderme del mismo sin angustiarme demasiado. En cambio, la creación poética forma parte de mi respiración, es mi modo de ser y estar en el mundo, la única cosa capaz de ofrecerme algún argumento existencial. Desde otra perspectiva, coincido con Zelarayán en que el poeta no es más que un instrumento de la poesía, el “hablado” por ella. Borges solía decir al respecto que su función se limitaba a escribir lo que “alguien” le dictaba.

 

-Sé que tus primeros seis poemarios los destruiste sin llegar a publicarlos (a diferencia de tantos escritores que pueden llegar a padecer ataques de escarlatina, energumenismo y surtidas alteraciones psicosomáticas o conductuales si se les menciona en público –ha sucedido con Borges- y aun en privado (los más paranoides), el título de alguno de sus primeros libros publicados). ¿Recordarías para nosotros los títulos de aquellos seis poemarios? Seis son un montón: ¿No merecerían ellos un poema del Cantoni actual?

 

-En una etapa de aprendizaje, uno cree que los últimos poemas que escribe son siempre los mejores. Por eso, cuando publiqué “Confluencias”, mi primer libro, en 1978, destruí todo lo que había escrito anteriormente. Vi en ese acto una especie de depuración. Al fuego purificador fueron a dar seis poemarios, la mayoría de los cuales habían recibido el primer premio en diversos certámenes de poesía inédita. Más adelante, descubrí un aforismo de Antonio Porchia que dice: “Te depuras, te depuras... ¡Cuidado! Podría no quedar nada”. Pero ya era demasiado tarde. Todavía recuerdo los títulos de esos libros incinerados: “Las estaciones del amor”, “Poemas en blanco y negro”, “Habitante solo”, “Eco de poemas” (este título nunca me gustó, pero no encontré otro mejor en su momento), “Invasión de los días” y “Tentativas y deslices”. De ellos, sólo se salvaron unos pocos poemas, que habían sido publicados en diarios y revistas.

 

-Quiero contarte que aunque no se lo demuestro –y en esto de no demostrar he sido precoz-, quiero mucho a tu ciudad (¿siempre viviste en ella?). Hace dos décadas que no voy. Jamás participé allí en una mesa de lectura. Pero me une a La Plata (y a Banfield, donde ha residido mi padre de pibe y de muchacho, y a City Bell, donde en mi adolescencia él hizo construir un chalecito de fin de semana –como ves, todo al sur de mi atroz megalopolismo-) un “lazo de consanguineidad”: no sólo mi madre –pariente bastante directo- ha nacido allí en 1914, sino que algunos de sus hermanos y primos. Primos míos con los que lamentablemente –te juro que lo sufro-  no tengo el menor contacto y aún otros parientes, sus hijos, viven, deben seguir viviendo en La Plata. Ruiz, Mugione, Naya, sus apellidos. Quiero contarte que siempre me ha producido una diferenciada satisfacción invitar a poetas platenses (y de los aledaños de tu ciudad) a mis Ciclos de Poesía, a mis segmentos de poesía en el marco de Cafés Literarios. Por lo que tu Stand de Poesía Platense y el cuidado formal, la dedicación y el rigor con el que lo sostenés, me resulta encomiable. Esto que digo promoverá que nuestros más curiosos lectores de países diversos pinchen en el enlace www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar y se encuentren con testimonios fotográficos, muestras poéticas, informaciones, rememoraciones y se impregnen, con la sobriedad que le imprimís a la propuesta, de la impronta de la Capital de la Provincia más densamente poblada de nuestro país: la ciudad de las diagonales, la que entre 1952 y 1955 se llamara Eva Perón, la ciudad de los tilos, la primera de Sudamérica en tener el servicio de tranvía eléctrico. Expresado todo esto, César, ¿qué añadirías sobre La Plata, la así llamada por el Río de la Plata, que todavía no hayas, acaso, públicamente declarado?

 

-Siempre viví en La Plata, ciudad cuyo nombre, como bien decís, fue tomado del río homónimo y aprobado en la legislatura bonaerense a instancias de José Hernández, que lo propuso cuando era senador. Desde su origen hasta su diseño urbano (un cuadrado perfecto, que incluye simetrías y malabares aritméticos), La Plata es una ciudad con características singulares. Fue concebida políticamente para ser Capital de la Provincia de Buenos Aires y fundada por Dardo Rocha en 1882 en medio del desierto. Se trata, pues, de una ciudad joven, nacida de una idea y, por lo tanto, más pensada que soñada. Su fundación significó, de alguna manera, la coronación del pensamiento liberal de la generación del 80 (algo que muchos no le perdonan).El propio Sarmiento sostuvo por entonces: “La Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose e ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello”. Sin embargo, hay que decir también que esta ciudad sufrió con singular ensañamiento la represión castrense de la última dictadura y que en ella se gestaron no pocos movimientos políticos y sociales que reivindicaban y reivindican los derechos humanos (son mujeres platenses las que hoy presiden organismos como Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo). Lo cierto es que La Plata creció en sus comienzos más que cualquier ciudad del mundo, hasta que la crisis económica que afectó a la Argentina a fines de la primera década del siglo XX detuvo su pujanza inicial. A propósito de ese crecimiento, un viajero francés, P. M. de Corvetto, escribió un artículo titulado “La Plata o el poder creador de la Argentina”, publicado en 1885, en el que expresa: "en ningún lugar del mundo el presente se transforma tan rápido en pasado; ayer el desierto, hoy un plano y jalones, mañana una ciudad". Paradójicamente, La Plata era, al mismo tiempo, una ciudad silenciosa y apacible. Sus plazas y paseos, sus anchas avenidas arboladas, el bosque con su lago, invitaban a la ensoñación y a la melancolía. Esa mansedumbre provinciana está muy bien reflejada en la poesía de López Merino y dio origen a la llamada “Escuela de La Plata”. Pero el progreso irracional y descontrolado no iba a eludir su realidad. Ya a principios de la década del 50, advertía el poeta y editor Marcos Fingerit: “La nerviosidad de la vida contemporánea ha llegado hasta ella trastornándola, mejor dicho, trastocándola. El silencio, la soledad, la quietud que la individualizaran, por lo menos para los viajeros, casi han desaparecido por completo, hasta de sus zonas en donde lo campestre ceñía lo ciudadano”. Hoy, por lo demás, no se diferencia mucho de otras ciudades del país. A los rótulos con que suele señalársela y que vos mencionás en tu pregunta, cabe añadir “Ciudad Universitaria” y “Ciudad de los Poetas”, este último discutido por algunos, aunque es bien conocida su fuerte tradición poética.

 

-Tu madre, fallecida en 2005, según informabas en un reportaje que te hicieran en “El Día”, ese periódico más que centenario de tu ciudad, llegó a leer tus primeros nueve libros. ¿Qué te trasmitía a propósito de ellos? Y, por extensión, otros familiares no vinculados con la escritura poética: ¿han leído poemarios tuyos? ¿Qué opinaron (los que opinaron)? ¿Y qué te parece que les pasó (o no les pasó, lo cual es un modo de que algo les pase (como los que se definen de apolíticos...)? ¿Qué hace un pariente de uno, no lector de poesía, con el ejemplar que le regalamos?

 

-La poesía no es un arte demasiado convencional. Tampoco es común que en las familias haya un poeta, de modo que cualquier reacción que el asunto suscite en el ámbito hogareño resulta entendible. Como dije al comienzo, yo escribía poemas que escondía en la parte inferior de un diván, hasta que un día mi madre, haciendo la limpieza de la casa, encontró el cuaderno que los contenía. No sé si fue el hecho de escribir poemas o el de esconderlos lo que más le llamó la atención, pero me consta que vivió preocupada durante un tiempo, temerosa, quizá, de que yo sufriera algún trastorno psicológico. Mi padre, por su parte, no supo que yo escribía hasta que obtuve la Faja de Honor de la SEP (Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires) y mi nombre apareció en el diario “El Día”. Tanto mi madre como mi padre confiaban en mis facultades líricas, pero no tenían parámetros para emitir un juicio equitativo. El resto de mis familiares me ponderaban y guardaban con cariño los ejemplares que yo les regalaba. Sin embargo, como siempre he sido bastante descreído y despreocupado, no me inquietó saber qué les pasaba o dejaba de pasarles con la lectura de mis libros. Por lo demás, he comprobado que aun el lenguaje poético más sencillo es de difícil comprensión para los no iniciados en poesía.

 

-He ido sabiendo de tu encendida admiración por Pound, Masters, Eliot, Pessoa, Williams, Cavafis, Stevens, Seferis, Montale, Ritsos, Quasimodo. Lo que me ha promovido interesarme por saber cómo te llegan, por ejemplo, las poéticas de Nicanor Parra, Enrique Blanchard, Charles Bukowski, Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Antonin Artaud, Manrique Fernández Moreno, Pablo de Rokha, Néstor Perlongher, Monique Wittig, Emeterio Cerro, Francois Villon.

-Siempre sentí admiración por las vanguardias de comienzos del siglo XX, que produjeron una transformación profunda en la poesía y fijaron un punto de no regresión. Obviamente, algunas me importan y me atraen más que otras. Fuera de ellas, de mi entusiasmo inicial por Neruda y de leer con enorme placer a los poetas griegos e italianos, mis preferencias líricas apuntaron, durante mucho tiempo, a la poesía anglosajona, sobre todo, a la norteamericana. En general, me seducen las poéticas conceptuales y realistas; o sea, aquellas capaces de expresar una intuición o una idea que puedan hacer reflexionar, sin perder de vista la circunstancia y el clima de la época. Con respecto a tu curiosidad acerca de los autores que enumerás al final de la pregunta, debo decirte que estimo, en particular, a Villon, Artaud y de Rokha. A Bukowski, asimismo, le dediqué un poema (“Bukowski o le mal de vivre”) que, por ser breve, aprovecho para transcribirlo: “No escribía al dictado del corazón,/ sino del hígado cirroso./ No escribía para los hombres satisfechos,/ sino para aquellos que sufren/ la quemadura de la vida./ No escribía porque la poesía/ fuera capaz de redimir al mundo,/ sino porque estaba seguro/ de que no existe salvación”. Por último, quiero agregar que, en cuanto a la concepción del arte en todas sus formas, comparto la visión de Ingmar Bergman cuando afirma: “Sólo con luz se puede iluminar la oscuridad, no con más oscuridad”.

 

-Desde luego, es satisfacción la que produce hallarse incluido en una buena o muy buena antología (o libro colectivo) y otra sensación es la que produce hallarse incluido en una mediocre o mala. ¿Qué nos podrías comentar sobre esto, César?, inquiero mientras releo el par de poemas de tu “Cuaderno de fin de siglo” incorporados en el volumen “El cine y la poesía argentina” (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2011, con selección y ensayo de Héctor Freire). En efecto, el cine, ese mundo, y algunas películas te han inspirado poemas. ¿Qué trayectorias de realizadores te resultan impecables (o casi)? ¿A qué actrices y actores les creés todo? ¿Qué personajes te fascinan?


-Ciertamente, resulta satisfactorio hallarse incluido en una buena selección poética porque evidencia algún reconocimiento. Sé que dos poemas míos integran la antología de Freire, pero todavía no tengo el libro. Conozco, además, la lista de los autores seleccionados y puedo decir que todos cuentan con una trayectoria aquilatada. El cine me apasiona desde chico, si bien mis conocimientos acerca del mismo no son académicos y, por lo tanto, sólo me cabe hablar como aficionado. Vi muchas películas en las décadas del 80 y del 90, cuando apareció el video y el llamado séptimo arte era una de las expresiones que, a mi juicio, mejor reflejaba la realidad. Es asombroso comprobar cómo en dos horas, aproximadamente, puede resumirse una novela de 500 páginas o, más aún, una vida completa sin que se adviertan saltos o fisuras. Claro, esa idea de totalidad no siempre está lograda. Sería demasiado largo enumerar las películas que más me gustaron. Otro tanto ocurre con los actores y las actrices que me parecen más convincentes. A título ilustrativo, sólo voy a mencionar algunos directores por los que siento singular estima: Serguei Eisenstein, Charles Chaplin, Alfred Hitchcock, Orson Wells, Ingmar Bergman, Vittorio De Sica, Federico Fellini, Ettore Scola, Claude Chabrol, Win Wenders, Werner Herzog, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Woody Allen, Clint Eastwood...  Los personajes que más me fascinan son los antihéroes, los perdedores... Los héroes hollywoodenses y los “happy end” se me antojan bastante huecos.

 

-¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... ¿Qué cosas no son tus favoritas?... ¿Qué asuntos no son tus favoritos?... ¿Qué apreciaciones no apreciás?... ¿Qué imprecisiones preferís?... ¿Qué preferís no preferir?... Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan otras cosas?...

-Para que la exposición sea más clara voy a responder estas preguntas escalonadamente, una por una.

-¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... Me gustaría poder leer y escribir sin premura, sin presiones, sin sobresaltos, pero no estoy seguro de que la vida me permita alguna vez este lujo.

-¿Qué cosas no son tus favoritas?... En principio, las que tienen una finalidad exclusivamente material.

-¿Qué asuntos no son tus favoritos?... Los ajenos a la cultura, las artes y el periodismo.

-¿Qué apreciaciones no apreciás?... Las de los políticos en época de elecciones, las de los economistas que fueron funcionarios y fundieron el país, las de los comerciantes cualquiera sea el producto que quieran venderme...

-¿Qué imprecisiones preferís?... Las del simbolismo en literatura y las del impresionismo en pintura.

-¿Qué preferís no preferir?... Prefiero no tener que preferir entre el olvido y el perdón.

-Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan otras cosas?... Otras me pegan en la entrepierna, pero hago flexiones y sigo...

 

César Cantoni selecciona para esta entrevista, en octubre de 2013, seis poemas de su autoría:


TRAICIONÉ A MIS PADRES

 

Traicioné a mis padres: no acaté su legado

ni recorrí el camino trazado por su índice.

Defraudé a la ciudad: no tuve oficio ni empleo

y mi voto sólo llevó inquietud a los burgueses. 

Menosprecié a los dioses: no veneré sus máscaras 

ni me hinqué ante sus nuncios terrenales.

Desoí a la razón: cuando hube de callar, solté la lengua; 

cuando hube de ser cauto, puse el dedo en la llaga.

A una edad en que ya debería preparar mi alma,

alivianarla para su despegue,

no puedo hablar siquiera de arrepentimiento.

Condenado por todos los discursos,

sigo escuchando la impenitente voz de la poesía,

su incitación a la desobediencia.

 

                                      (El fin ya tuvo lugar)

 

 

¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?

 

¿Dónde está la verdad?, le pregunté a mi madre.

Y mi madre me dijo que no sabía.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al filósofo.

Y el filósofo adujo que sólo cobijaba dudas.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al científico.

Y el científico apenas esbozó una hipótesis.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al artista.

Y el artista puso el acento en la belleza.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al político.

Y el político tuvo palabras engañosas.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al gendarme.

Y el gendarme empezó a disparar su arma.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al obispo.

Y el obispo me amenazó con el infierno.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté a los dioses.

Y los dioses permanecieron mudos.

                                                                               (El fin ya tuvo lugar)

 


ES ASÍ COMO MUEREN

                                           no quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo

Alejandra Pizarnik

 

Sá Carneiro se envenena tomando estricnina,

Esenin se corta las venas en un hotel ruinoso,

Maiakovski se mete una bala en la sien con un revólver,

Crane se tira al mar por la borda de un buque,

József espera el paso del tren sobre los rieles,

Lugones bebe alcohol con cianuro en un recreo del Tigre,

Tsvetáieva se ahorca colgándose de un árbol,

Pavese ingiere una sobredosis de narcóticos, 

Thomas se emborracha hasta entrar en coma etílico,            

Plath inhala el gas que sale de su cocina, 

Celan se arroja a las aguas del Sena en una crisis,

Ferrater se asfixia con una bolsa en la cabeza,  

Pizarnik echa mano a 50 grageas de barbitúricos,

Sexton aspira las emanaciones del motor de su auto,

Goytisolo se lanza al vacío desde un edificio de departamentos,

en la calle Mariano Cubí, en Barcelona, una mañana más negra que la noche...

Es así como mueren estos poetas:

yendo hasta el fondo de su desventura.

                                                                          (El fin ya tuvo lugar)


1976


Ese año enterramos las armas

y las municiones:

el viejo revólver de papá,

y las dos escopetas de papá,

y la escopeta rota del abuelo,

y mi rifle de caza,

y las balas de plomo

y los cartuchos.

Todo lo enterramos

prolijamente en un baldío

para que la dictadura de turno

no se sintiera amenazada.

 

                                                                           (Inédito)


LA EDAD DE LA INOCENCIA

 

Mi perro, que apenas tiene un año,

acaba de romper las lilas

que planté esta mañana

y mueve la cola con euforia

cuando compruebo lo que hizo.

 

También yo, siendo pequeño,

rompía alegremente los juguetes

ante la desazón de mis progenitores.

 

A veces, me pregunto si Dios

no será un niño inocente todavía,

que, haciendo alarde de sus travesuras,

se pone a jugar con las estrellas.

                                                                   (Inédito)


UN ARTE INVISIBLE

 

El poeta camina

desnudo por la calle,

pero la gente no lo ve.

 

El poeta va al cine,

sale de putas,

viaja en colectivo,

siempre desnudo,

pero la gente

mira para otro lado.

 

El poeta no tiene modo

de llamar la atención,

porque la poesía

es un arte invisible.

 

La poesía se escribe

sin palabras.

                                                                                     (Inédito)

*

Ciudades de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 60 kilómetros, C. C. y R. R., noviembre 2013.

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publicado por islanegra a las 15:15 · 6 Comentarios  ·  Recomendar
 
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Isla Negra
no se vende ni se compra ni se alquila,
es publicación de poesía y literaturas.
Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra también es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía.
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Gabriel Impaglione

poeta argentino residente en Italia
director
revista internacional de poesía Isla Negra
fundada el 1 de abril de 2004

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