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31 de Octubre, 2011 · General

En las letras, desde Puerto Rico:

                                                 Por la ruta creativa de Madeline Millán

 

por Carlos Esteban Cana

 

 

Hay momentos singulares en tu vida que la memoria registra de manera permanente entre las neuronas… y en aquella época sobrevivías como cartero por las calles de Santurce durante aquella semana de bipolaridad climática con vientos traviesos, nubarrones oscuros cargados de lluvia y el incisivo calor inmediato del sol. Había que sobrevivir a toda costa pero era complejo terminar el turno para redactar páginas interminables de tesis y estudiar trasnochada para el examen de grado, con la inminente presencia de síntomas agudos de una pulmonía que transparentaba en lágrimas todo tu dolor acumulado…

 

Yo he tenido periodos que aunque hubiera querido escribir no podía, te repites… Algunos escritores tienen que ganarse el pan duramente, continúas… Escribir es siempre una lucha contra todo. Todo sirve, rezas como mantra… Haber trabajado en el correo, los chistes que hacía mi familia. Todo está integrado, porque no hay vivencias más importantes que otras.

 

Quien va en contra de su propia naturaleza impone cargas intolerables al cuerpo, que espera pacientemente su momento para pasar factura y fractura del proceso. Recordar que una vez transitaste la muerte en vida, que fuiste zombi y te sentías drogada permanentemente porque intentaste dejar de escribir, te despierta del letargo. Amputada como estabas por el tren desbocado de la existencia. Cargada y cansada de interminables deberes, casi llegas a la locura. Pero detuviste aquel asesinato del alma a tiempo y aunque el dolor era inmenso lograste, lentamente, iniciar movimientos en los dedos…

***

Conocí a Madeline Millán en la azotea de un edificio de El Viejo San Juan. Ya había presentado su libro De toros y estrellas, publicado bajo el sello Terranova Editores, en la librería Borders, y era precisamente ese libro lo que me había llevado hacia ella. Con un techo tachonado de estrellas, cerca del mismo lugar donde Pedro Salinas contempló su contemplado, que por nosotros tener la noche encima no podíamos contemplar, Madeline y yo comenzamos a conversar por primera vez.

 

MM: “De toros y estrellas tiene partes de un libro que yo escribí, que se llamaba originalmente Nanas por la ciudad letrada. Sucede que mi hija nació en Alphabeth City, en Manhattan, que es un barrio muy bohemio, muy boricua, porque todavía hay casitas de madera y en el verano se juega dominó. Y Paola nació en la Avenida B, y yo escribí unos poemas desde un punto de vista de la maternidad no tradicional. Otro libro que está entre los poemas incluidos en De toros y estrellas es Ciudades con puertos, que recoge una época de mi vida en relación a Chile. Yo iba los veranos a Chile porque aunque estaba haciendo investigación en Argentina mi ex era de Chile. Entonces me mantuve mucho por Valparaíso, amé mucho Valparaíso porque tiene unos cementerios divinos. Yo me la pasaba paseando por los cementerios. Ciudades sin puertos lo escribí entre finales de los 80’s y principios de los 90’s. Y de esa experiencia nace también un cuento titulado El día que me quieras. Volviendo a la antología, porque De toros y estrellas es una colección de cuatro o cinco libros muy diferentes, y quizás no se nota esa diferencia entre ellos porque tuve cuidado en confeccionar la selección, aspirando a que funcionara como una unidad. Hay poemas de un libro que se llama La maestra de York que surge cuando sucede lo del 11 de septiembre y enfrenté un periodo de desgarramiento personal en el que mi deseo de mantener control provocó que me encerrara. En ese tiempo lo que quería encontrar eran mis emociones y, sin embargo, lo que  salió fue una serie de poemas fríos porque estaba como amputada, ¿entiendes? Después de todo ese proceso fue que me di cuenta de la magnitud del desgarramiento. Y también hay poemas del primer libro que publiqué que se llama Para no morir por segunda vez. Ese título sale del Libro tibetano de los muertos, porque la idea principal que ocupa las páginas es que uno tiene que entrenarse con los ojos cerrados, en la oscuridad, para poder transitar el camino de la muerte. Ese libro, que salió en los 90’s, lo reseñó Belia Segarra en su momento. De ese libro son los poemas Largo metraje y Michael Jackson.”

 

“Cuando fui a presentar De toros y estrellas en Borders juraba que el evento iba a estar vacío. Yo iba preparada para leer para dos o tres gatos, y esa noche me llevé la sorpresa que asistió gente con la que tuve afectos y contacto hacía 20 años. Me asombró ver que Mario Cancel, a quien yo no conocía, tenía un trabajo escrito como de 8 ó 10 páginas acerca del libro. Entre las sorpresas que esa noche me dio estuvo la de encontrarme a Luis López Nieves, porque  curiosamente yo me acuerdo que cuando conocí a Luis él decía que detestaba la poesía. Y yo le dediqué el libro haciendo referencia a eso, ¿pero tú no me decías que odiabas la poesía? Y fue con su esposa muy solidario a felicitarme. Y aquello estaba lleno. La gente me demostró que este país, dentro de todas las cosas que podamos encontrar, es un país que todavía lee, porque de las personas que estaban habían algunos que se encontraban allí porque leyeron el libro, no porque me conocieran. Ese libro se abrió camino a sí mismo, como lectura, sin conexiones. Recuerdo que estuvo también Yolanda Arroyo. Ella fue allí, me tomaba fotos, estaba bien llena de alegría, pero yo no sabía quién era Yolanda Arroyo. Yo sé que ella me dio un abrazo y me felicitó. Debo mencionar que también fue Etnairis Rivera, a quien en ese momento no conocía. Momento que sirvió para que me invitara a leer en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe junto a ella, que era de la generación del 70 y con una muchacha joven de la generación del 90 llamada Kattia Chico. Fue la primera invitación de peso que recibí para participar con escritores de aquí.”

 

Madeline también me habla de que tuvo que subvencionar ese libro. Que le salió en un billetal, eco de palabras que me remiten a una conversación que tuve con Magaly Quiñones, nuestra Poeta Nacional, en la que me decía que de sus 10 libros publicados en aquel momento, ocho los había pagado ella de propio su bolsillo. Madeline no estaba sola en esa situación, muchos escritores son inquebrantables en cuanto a la fe que tienen a su vocación y obra. Madeline finalizó el párrafo anterior haciendo alusión a esa primera invitación de peso. Sin embargo, silenciosamente, difiero de ella. Ella olvida, momentáneamente, que fue una de las participantes del V Encuentro Internacional de Escritoras que se dio en San Juan, organizado por Mairym Cruz Bernal en el 2003, evento que abrió puertas a otras oportunidades. Pero en el curso de otra de nuestras conversaciones recuerda.

 

MM: “El primer libro Para no morir por segunda vez se presentó aquí en El Encuentro de Mujeres Escritoras que organizó Mairym en El Viejo San Juan. Para la ocasión Belia Segarra escribió una reseña impresionante, y mi libro se da a conocer gracias al tiempo que Belia me dedicó. Y ese evento fue importante porque me volví a encontrar con una serie de mujeres poetas que nos habíamos conocido en los 80’s, como Maribel Sánchez, la propia Belia Segarra, y de ahí fue que salió Poetas sin tregua: compilación de poetas puertorriqueñas de la generación del 80. Tengo que reconocer que esa antología tiene un pequeño desperfecto y es que el libro no tiene número de serie. Faltaría sacar una nueva edición subsanando eso porque es importante el número de serie para la circulación adecuada del mismo. Además Maribel tiene la inquietud de continuar el proyecto porque siempre pregunta acerca de la cantidad de escritoras de la generación del 80 que están regadas por el mundo. Sin lugar a dudas esa antología necesita tener continuidad.”

 

Le digo a Madeline que me hable de gente importante en su trayectoria. Y sin pensarlo menciona el nombre de una escritora que dirigió el Pen Club de Puerto Rico durante los años de 1989 a 1991. Poeta y narradora que reside parte del año en Puerto Rico, parte del año en Nueva York.

 

MM: “Hay otra persona importante que me ha acompañado casi 30 años de mi vida que es María Arrillaga. Ella hizo un taller en los 80’s y luego me la encuentro cuando yo estaba embarazada en una de las calles de Manhattan. Ella me invitó al Pen Club de Nueva York, allá estaba Carmen Valle, Anita Vélez Mitchell, una señora que fue bailarina y que escribe en ambos idiomas. Es curioso porque a veces éramos la única presencia hispana en el Pen de  Nueva York. Y pues María también me metió en ese mundo. En Puerto Rico ella había sido mi profesora de taller en 1981, taller del cual salió una antología. Para ese tiempo ella era profesora de la universidad. En esa antología está Daniel Torres y Edgardo Nieves Mieles. Se sabe que existe y hay que mencionarla como trabajo de reseña histórica.”

 

“Estaba hablando con Vanessa Droz, que en los actos de generosidad más grande que yo he visto en mi vida no ha habido un solo hombre, con muy pocas excepciones y entre ellas tengo que mencionar a Ángel Matos. Ángel Matos fue la persona que durante los 90’s, después que naciera mi hija en el 95, dedicó unas líneas a mi obra en un artículo. En cierta forma yo había sentido, por otro lado, que la generación del 80 me había borrado del mapa. Aún cuando muchos de sus integrantes estudiaron en Stony Brook University, donde yo hacía el doctorado. Incluso, allí hubo publicaciones en las que publiqué con ellos. Había publicado también en Puerto Rico con ellos. Por lo que no me explicaba tanta amnesia. Por eso tengo que señalar que la generosidad siempre me la he encontrado de parte de mujeres, y de hombres muy afeminados en su forma de amar y de querer y de ver el mundo. Ángel Matos me abrió las puertas y me invitó a leer. Me buscó a mi casa y con él caminé y leí en diferentes lugares. Cuando nadie me conocía la generosidad de Ángel me abrió puertas.”

 

“Quisiera recordar quien me dijo que tenía mucha fe en la gente joven que se fue desarrollado durante los 90’s, me dijo que sentía que a diferencia de las antiguas generaciones literarias en Puerto Rico, que se caracterizaban por ser una claque cerrada, elitista, incluso mezquina en cuanto a ciertas dinámicas de exclusión, ésta, por el contrario, no parece padecer del síndrome de mi generación ni de las anteriores. O sea la generación que vino después de mí, a la que pertenece Ángel Matos, Kattia Chico y otra gente se ha caracterizado por ser más generosa, más libre y más abiertas. No estoy diciendo que no tienen defecto de otro tipo, pero sí que se han caracterizado por romper una tradición de falta de generosidad cuando por ejemplo leen la obra de otros y comentan cualquier aspecto de tu trabajo, aunque el comentario se trate de una sugerencia crítica. Tuvimos que esperar casi medio siglo, medio siglo en el que apenas hubo apertura, para que llegara gente así de linda. Es como el open mic que se da en el Puertorrican Poets Café. Es una forma de democratización que rescata posibilidades y aperturas que antes no existían.”

 

En otra de las ocasiones que converso con Madeline, reincidimos en el Viejo San Juan, pero esta vez estamos sentados en una zona aledaña y amurallada al Fuerte San Cristóbal. A nuestra derecha hay una especie de sesión fotográfica con una pareja de recién casados. Al fondo está La Perla, el cementerio Santa María Magdalena Pazzis y El Morro. La noche anterior había saludado a Madeline durante la entrega de premios del Pen Club de Puerto Rico. Ella viajó desde Nueva York para recibir el Premio Nacional de Poesía por su libro Leche. Sí, se trataba del mismo libro que había mencionado anteriormente y del cual había extraído algunas piezas para incluirlas en De toros y estrellas. Mientras agradecía el premio ella lucía satisfecha pero, a la vez, algo cansada. Creo que había llegado al evento directamente del aeropuerto, si no me equivoco.  Y venía con muchos planes de los que me quería hablar, pero en esa tarde siguiente, en cambio, me concentré en formularle preguntas acerca del libro premiado, Leche.

 

MM: “Fue un libro que empecé a escribir cuando estaba embarazada, en 1994. Imagínate la emoción ahora que mi hija tiene 15 años. Leche es como una re-escritura de los significados que otorga una nueva vida, escribí algo que hacía referencia al proceso de maternidad, con cierta poesía mística y una visión de eroticidad. Y mandé ese libro a muchas editoriales de Latinoamérica. La negativa que dio la única editorial que contestó hizo que cambiara el título. Porque sentí que la mayoría de los hombres que dirigen esas casas editoriales vieron la palabra “nanas” y se espantaron, recuerda que el título original era Nanas por la ciudad letrada. Estoy segura que no se dignaron tan siquiera a abrirlo porque el título decía “nanas”. Y decir, además, Alphabet City en inglés, que era el lugar real al que yo me refería, ya por traer una frase al inglés en el mundo hispanófilo, que padece de fobias con cualquier combinación bilingüe, es riesgoso. Entonces me planteé los peligros de una escritura de mujeres sobre mujeres, y acerca de discursos que tienen que ver con la maternidad. Y siendo la poesía el patito feo de la literatura, y cuando es además escrito por mujeres (por lo que comentaba de la visión masculina de los editores) aquello se convierte en un embudo dentro de otro embudo y si finalmente digo “nanas”, me pregunté ¿qué posibilidades tiene este libro? Entonces consideré más seriamente ciertos tipos de estrategias para la escritura. Y lo que se me ocurrió fue ponerle como título la palabra Leche, que causaba en el lector toda esa ambigüedad, por que de antemano no podían saber de qué leche se hablaba en el libro y de esa manera, por lo menos, tenían que abrirlo. Y es hasta gracioso porque hasta el día de hoy me preguntan: “¿Y qué usted quiere decir con eso?” “¿Y de qué se trata su libro?”, y yo digo: “Pues, de leches”. Por eso este libro se llama Leche, y en sus páginas hay poemas que yo amo y que están dedicados a mi hija. Leche lo patrocinó un mecenas a cambio de que hiciera una traducción para la Colección Bilingüa en Argentina. Esperemos que cuando yo le diga al editor de Leche que el libro fue galardonado con un Premio Nacional del Pen Club se compadezca en contestar correos.”

 

Y añadió acerca de la dinámica de los editores. Con cierto coraje contenido en su expresión, tono que comprendo pues con los años he aprendido que cada uno de los integrantes de la industria del libro, comenzando por los propios escritores y pasando por editores, libreros distribuidores y los que se desempeñan como agentes literarios, todos y cada uno de ellos tienen sus vicios y malas mañas.

 

MM: “Es difícil bregar con el mundo de los editores, con el mundo de la invisibilidad, porque da la impresión que hay tanto chauvinismo y tantas conquistas, tantos molinos de vientos que son gigantes, que uno no sabe ni de que están hecho. Pero están ahí y no se tiene nada, nada garantizado con un libro publicado. Es un acto de fe. Es bien difícil bregar con editores porque aunque ellos te publiquen es raro que asuman una responsabilidad real contigo. No pasa eso. Es como que ellos cumplieron sacando el libro y tú te encargas y defiendes como puedas.”

 

En la selección que suelo realizar al final de cada año, acerca de mis recomendaciones sobre aquellos libros producidos por escritores boricuas, que cumplen criterios de excelencia y creatividad en sus propuestas, incluí a Noches de Cornelia en la categoría de antologías publicadas. Madeline me habló con lujo de detalles acerca de esta experiencia como editora de una antología bilingüe.

 

MM: “Un día una de mis estudiantes, periodista como tú, que es además escritora, me llama y me dice que conoce al poeta Ángelo Verga, curador de lecturas en el Cornelia Street Café, que estaba interesado en hacer algo con grupos alternativos para la población de ese café tan maravilloso, tan bohemio, que tiene una tradición de casi 30 años de eventos en los que siempre han participado músicos y poetas. Es un sótano de un restaurante, iluminado un poquito, algo oscuro, con velas, vinitos, muy íntimo. No es el mainstream, se mantiene como un ambiente muy mágico, con poesía y después música. Entonces esta estudiante me contactó con Verga que me habló de su propuesta y dije que sí, que me interesaba. Ángelo me había dado el visto bueno para salirme del formato original y de esta manera pude traer poetas de variadas nacionalidades y lenguas. Cornelia Street Café se llenó de tantos poetas maravillosos que comenzaron a pasar por ahí. Han estado Etnairis Rivera, Daniel Tevini, Mairym Cruz Bernal, ha estado Emile Struchki, han estado tantos poetas importantes. Y después trabajé en esa edición bilingüe que incluyó algunos de los poetas que participaron en Noches de Cornelia. El trabajo fue de meses, 8 horas cada día, trabajando con una meticulosidad, codo a codo. Debo reconocer algo del editor, estuvimos mandándonos correos electrónicos durante meses, trabajando a capacidad completa, y él no me protestaba por las correcciones. Y todos los días había correcciones y correcciones, porque eso no saldría hasta que no estuviera al nivel que yo quería. Todo estaba claro: él no sacaría el libro hasta que yo le dijera que estaba listo para imprimirse, y él no nunca me protestó. Quizás debía protestar allá y a lo mejor me quería comer viva pero nunca me dijo ‘ya está bueno’, y reconozco que mis estándares eran altos porque el trabajo de hacer una edición bilingüe es un trabajo brutal. Errores como que de repente se corrió el título a una página que no era. Errores como que se cortó un verso donde no era. Yo le mandaba el texto al poeta para que hiciera una revisión nueva y siempre salían defectos y defectos y defectos. Que el título no debía ir de esta forma. Y lo entiendo porque todo poeta hace una arquitectura de un poema y cuando se edita en libros que son de cierta anchura limitada hay problemas. Si la línea es larga o lo que sea, todo eso se trabajaba hasta que cada uno de ellos me dijeron: OK, OK. Esperar el OK y corregir todos los defectos que ellos empezaban a ver, incluso cuando alguna poeta quiso hacer cambios de contenido, yo no lo protesté ni el editor me protestó a mí. Hasta ese tipo de cosas pudimos hacer. Yo puse el dinero para que la edición de Noches de Cornelia fuera posible.”

 

Para realizar este boletín dedicado a Madeline Millán repasé toda la obra que tenía disponible en mi biblioteca bajo su nombre. Por eso quiero incluir una muestra antológica en una edición futura de este boletín. Y su libro 365 esquinas tiene la liviandad y complejidad suficiente, totalmente adecuada para mi gusto. Con cierto aire de nostalgia en las primeras páginas y una poética silenciosa y sutil que va develando su perfil mediante una prosa repleta en intertextualidades, 365 esquinas no cansa, no agota, es preciso, es raro. Es un libro del cual apenas se comentó algo, pero es un libro que hay que leer. Escuchemos lo que la propia Madeline tiene que decir acerca del más reciente título que le publicó Terranova Editores.

 

MM: “El libro se llama 365 esquinas. Mezcla poesía con narración. Como dice Elidio, algunos relatos son poemas y algunos poemas son como relatos. Es un libro muy híbrido. Y nace porque Mairym me dijo una vez, estando en mi casa en Nueva York: “Madeline, tienes que empezar a contar todas esas cosas que me cuentas acerca de tu vida.” Y gracias a que ella me animó dije: “Coño, voy a empezar.” Precisamente uno de los primeros relatos es con la palabra coño, acerca de un accidente que tuve con una carretilla, y en el que me sacaron todos los dientes de leche y me partí la lengua. En esa época yo tenía cuatro años y no hablaba. Yo me crié con mi abuela y mi abuela decía que yo no decía nada. Y la primera palabra que dije fue coño.”

“Entonces lo que me ha gustado, que le comentaba hoy a Vanessa (Droz), es que para sorpresa mía, puedo recordar mi vida cuando era pequeña sin llorar, porque fue una vida que no fue un jardín de rosas. Sin embargo estoy feliz porque puedo recordar y me puedo reír, o lo transformo en un acto de risa o de sonrisa. Y digo: ‘Que chévere, como me estoy sintiendo.’ Lo he transformado todo casi como lo hizo Edith Piaf. No me arrepiento de nada y, de alguna forma, estoy contenta. Sale algún tipo de alegría. Hay algo que aun siendo triste, de alguna forma, en el texto tiene una sonrisa. Y estoy escribiendo así. No te puedo decir que todos los textos van en esa dirección, pero me estaba riendo cuando los hacía y entre los recuerdos estaba saliendo mucho humor.”

 

“Este libro tiene un relato que yo adoro que es el de 365 puestas de sol, un relato que termina como una película y tiene al final la palabra ‘fin’, y todo lo que oímos y vemos del cuento termina en que es una película. Incluso los personajes se mandan a callar unos a otros al final: ‘Pero oye, no me has dejado ver la película.’ ‘No te has callado en toda la historia.’ ‘Ah, pero ya pronto se está acabando.’ Y al final todo el mundo recoge las sillas como cuando se veía el cine al aire libre, y se acaba la película porque llega la puesta del sol 365, 365 puestas del sol que es lo mismo que una salida del sol. Todo el mundo está confundido. Nadie sabe cuando sale o se pone el sol. Y de ahí sale. Yo siento que 365 esquinas no es un libro amargo. Me río, lloro, se mezclan todos los sentimientos. Todas las máscaras se mezclan.”

 

“Presenté 365 esquinas en España. Ese fue el libro que presenté en Huelva, y en facebook aparece cuando estoy con Uberto Stabile durante la presentación oficial. Leí algunas de las piezas a niños de escuela superior, y pasó algo bien cómico porque antes de contar el cuento les digo: ‘Yo quiero que ustedes juzguen si es ficción o es realidad.’  Hago el cuento y al final pregunto. Ellos me dicen ficción. No, les contesto, fue realidad. Y ahí todo el mundo muerto de la risa porque es la historia de una niña que come hormigas y ellos no se lo pueden creer.”

 

Ese aroma a nostalgia que destila algunas de las 365 esquinas, sublima la tristeza con el lúdico juego de memoria y, contrario a lo esperado, una sonrisa acude a los labios… La conjura del arte con la belleza hace alquimia. Por eso también la liviandad del texto. La sonrisa por la lágrima. La escritora recuerda su infancia…

 

MM: “Yo no conocí a mi papá. Mi madre tampoco conoció a su papá, ni mi abuela tampoco. Tres generaciones, un estilo de vida en el Caribe, donde es tan natural que las mujeres cojan a un hombre y después a otro. A mí nunca me hizo falta un papá, no me hizo falta pero después me doy cuenta que me faltan referencias para poder codificar la intríngulis mental y psicológica de los hombres. Yo no tenía referencias porque no tuve abuelo, no tuve tíos, no tuve primos. Y no tener esas referencias me puso en una situación de desventaja para jugar un juego de seducción, digamos. Porque crecí en una familia en la que éramos nosotras las que mandábamos, nosotras, todas mujeres, las que decidíamos. Y por eso me sentía que yo estaba más perdida que un juey bizco. No sabía como eran las dinámicas de dar y tomar, de tomar y dar…” 

 

En el 2010, yo mismo fui partícipe del evento que Madeline Millán coordinó en diferentes partes de Puerto Rico, que intentaba llevar literatura y creación a niños de escasos recursos. En Piñones impartí un mini taller de cuento e imagen a los niños del sector, y la pasé de maravilla. Entre la risa y el interés general de los pequeños participantes y sus familias, fui asistido en algún momento por la propia Madeline y el amigo Alejandro Román. Sé que otros escritores como el poeta John Torres y la narradora Yolanda Arroyo se sumaron al proyecto y ofrecieron de forma entusiasta y desprendida sus talleres en otros lugares. Eventos como este han tenido dignos precedentes con los esfuerzos de Awilda Castro durante la pasada década y los eventos en torno al Festival Internacional de Poesía, teniendo como organizadores a Vicente Rodríguez Nietzche y los escritores vinculados con el grupo Guajana. Esfuerzos que son genuinos y no pretenden lucrarse, a diferencia de ciertas excepciones que siempre circulan por ahí. Y aunque no hemos hablado de los libros inéditos de Madeline quiero dejar esta exploración por su ruta creativa en suspenso. No deseo agotar los temas, porque Madeline Millán es una de las pocas creadoras que conozco que en cada propuesta se renueva y no se repite. Por eso, y por ahora, prefiero dejar abierta la posibilidad de otras conversaciones acerca de su obra y quedarme con los ecos de las palabras que cristalizaban sus motivos para iniciar aquel proyecto en el que participé…

 

MM: “Quiero venir a mi barrio a trabajar, sola o acompañada. Por lo menos a mi barrio y a la Cacique Agüeybana que fue donde estudié. Recuerdo que la misma matrícula de estudiantes decidimos el nombre de esa escuela. Mi clase fue la primera clase graduanda de una escuela que no tenía biblioteca. Y yo quiero volver allí porque la Cacique Agüeybana es la escuela típica de un barrio como los que hay en muchos lugares de Puerto Rico. Quiero volver para dejar algo al lugar de donde yo salí.”
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20 de Octubre, 2011 · General

La misión del escritor

 

Sebastián Jorgi

 

No sólo el presupuesto estético debe encarar un escritor. Si bien aquello del “arte por el arte” observa alguna validez en torno a la creación, el escritor debe consustanciarse con su tiempo y en este sentido, una trama o una historia debe ir aparejada de una intromisión crítica, ya sea en la forma del realismo laxo—digamos realismo social—o de un realismo verosímil, o, si el escritor se explaya en el género de la Ciencia Ficción o de lo meramente fantástico, siempre va a oblicuar instancias sociales, acaso didácticas, como en el cuento maravilloso. Siempre va a refractar los problemas límites del hombre y el sondeo existencial ofrecerá retratos del alma humana. Pensemos en Dostoievski, en Zola o en Dickens, en el metafórico Ray Bradbury, en la monumentalidad de Herman Hesse o de Thomas Mann o parándonos un poco más acá en Jerome K. Salinger  y en William Faulkner, (en éste que abrevan varios narradores latinoamericanos en confesión expresa).

    A propósito, echemos una mirada sobre Arturo Uslar Pietri y Guimaraes Rosa y en los próximos Carlos Fuentes y Elena Poniatowska, en nuestros Leopoldo Marechal y Abelardo Arias, en las únicas e indivisibles Luisa Mercedes Levinson y Syria Poletti y por qué no en Silvina Bullrich…porque hay una extensa lista de escritoras argentinas para considerar, sin pre-supuestos o mejor, pre-juicios—sobre todo ideológicos--.

 

Sebastián Jorgi es natural de Lanús, Buenos Aires, nace en 1942. Licenciado en Periodismo. Profesor de Literatura. Poeta y escritor.
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19 de Octubre, 2011 · General

..y el contracanonizador, buen descanonizador será...

 

"Canon-Contracanon-Anticanon: Literatura-Universidad-Mercado".

http://www.elfisgondigital.com/fsgw/arte/nota73908

 

Hablarán: La profesora Marcela Croce (titular de la Cátedra "A" de Problemas de Literatura Latinoamericana) y los escritores Alberto Ramponelli (novelista) y Héctor Urruspuru (director del ciclo Maldita Ginebra).

 

Martes 25 de octubre a las 19:00 en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Puán 480, Subsuelo).

 

Organizan: Cátedra "A" de Problemas de Literatura Latinoamericana, Agrupación La Mariátegui y los estudiantes de Letras, Sergio Pesce y Sebastián Zárate.
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17 de Octubre, 2011 · General

Olga Nolla en sus propias palabras

 

En las letras, desde Puerto Rico: (Serie En sus propias palabras)

 

por Carlos Esteban Cana

 

El 30 de julio de 2001, Olga Nolla se despedía de este plano, dejando una obra valiosa y variada en diferentes géneros literarios. Tanto en la poesía, como en la novela, así como en el cuento, Nolla fue premiada con diversos galardones nacionales. Fundadora con su prima, la escritora Rosario Ferré, de la emblemática revista de la década del 70, Zona de carga y descarga, esta poeta también se desempeñó como directora de la revista Cupey. Ganadora del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en el año 2000 y transcurridos diez años desde su partida su nombre no ha caído en el olvido.

 

Hace unos años la Universidad Metropolitana abrió una sala dedicada a su obra, donde está disponible lo que fue su biblioteca personal, además de otra memorabilia vinculada a su carrera literaria. Por otro lado, el periódico El Nuevo Día le rindió tributo al designar su certamen anual de poesía con su nombre, durante su primera temporada.

 

Yo la conocí en los linderos universitarios donde había enseñado humanidades. Con su sonrisa a flor de piel, conversamos esa primera ocasión acerca de las revistas literarias en Puerto Rico. En otra oportunidad pude formularle preguntas sobre el género cuentístico y su libro Porque nos queremos tanto. En otros eventos la escuché disertando en conferencias y seminarios.

 

Con el paso de los años la obra de Olga Nolla no envejece, no se agota. Por lo anterior y a una década de su muerte En las letras, desde Puerto Rico quiere rendir un sencillo homenaje a esta inolvidable autora. En esta edición llevamos a la mesa del lector reflexiones de la propia Olga Nolla acerca de su obra poética y del género novelístico que tanto disfrutó cultivar en las postrimerías de su vida.

 

Olga Nolla: En sus propias palabras

 

Para empezar yo no quería escribir. Nunca pensé en escribir. Tenía rabia, horror, tener que escribir. Escribir para mí era horrible y lo pensaba porque mi madre era escritora y yo quería, ante todo, no ser igual que ella. No quería ser como mi madre, más nunca. Si mi madre era un ama de casa, era una mujer de su casa. ¡Era religiosa! qué espanto total. Entonces yo no quería ser escritora, y traté y estudié química, quería ser científica. Luego me casé, traté de ser ama de casa: un fracaso total. Pero sí, tuve dos hijos. Algo logré. Finalmente, no fue porque lo buscara ni tratara ni nada, me puse a escribir, no me quedó otro remedio, y lo que escribí fue poesía. Escribí poesía cuando estaba la generación del 70. Y de alguna manera, es extraño porque quienes escribían poesía en esa generación eran mujeres. Rosario escribía poesía muy diferente a la mía, quien más… Edwin Reyes, que en paz descanse, escribía poesía muy buena. Angelamaría Dávila escribía poesía, me gustaba mucho pero era muy diferente. Y yo en ese momento escribía este tipo de poesía:

 

Manifiesto

 

Me encanta ser mujer

Tener cuarenta años

Ser dueña de mi vida

Enamorarme de los hombres

Olvidarme fácilmente de los hombres

Escribir mis poemas

Cocinar platos aromáticos

Elucubrar comidas criollas exquisitas

Hablar de comida con mis hombres

Vestirme sensualmente con encajes y sedas

Desvestirme sensualmente

Usar zapatos rojos

Llevar el pelo larguísimos

Pintarme las uñas de los pies

Soñar con las novelas que pienso escribir

Ver películas hechas por mujeres

Oír la lluvia azotar el aire

Oír los truenos

Desatar los truenos

Correr las olas con el auto en llamas

Y darte la manzana, Adán;

cómela, cómela

 

Manifiesto es uno de esos primeros poemas que escribía. Cuando yo escribo poesía, es, ante todo, no para desahogarme sino porque tengo algo que decir. Y lo primero que yo quería decir era que las mujeres teníamos que dejar de quejarnos, eso lo dije en un principio y sigo diciéndolo. Por eso mis poemas nunca lloran. Nunca lloran. Me acaba de dejar el último novio ¡qué horror! Tengo que llorar muchísimo pero no voy a escribir eso en un poema. ¡No señor! Porque entonces me estoy desahogando y esa nunca ha sido mi intención. Yo no escribo poesía para desahogarme, escribo poesía para decir otra cosa y para dar una nota, un tono desafiante, ¿verdad?; para comunicar eso, para ponerlo en un lenguaje de comunicación entre los hombres y las mujeres. Escribo poesía porque tengo el propósito de explorar la sexualidad como una manera, como una forma de comunicación entre los hombres y las mujeres.

 

En un hotel de Arecibo

 

En la plaza de Arecibo hay un hotel

al que se sube por un estrecho ascensor

ubicado entre dos tiendas por departamento.

Zapatos y carteras y ropa de caballero, creo

y en la otra vitrina

collares y cinturones de neón.

En la plaza de Arecibo hay un hotel.

 

Subiendo al tercer piso de un edificio de tres pisos

se encuentra un gran salón de altos techos

iluminado por pequeñas bombillas General Electric.

Un hombre muy cansado come arroz y habichuelas

en un “conteiner” de margarina Parkay.

Un hombre cincuentón de manos grasosas y profundas ojeras

comiendo

detrás del mostrador de la oficina de un hotel.

 

En medio del salón hay unos pocos muebles

de telas desteñidas y ratán verde

y un pequeño televisor.

Unos ancianos llenos de silencio

observan la pantalla producir rascacielos

sirenas de policía

y automóviles computadorizados.

Desde el largo balcón se contempla la plaza

nocturna y vacía

la iglesia esbelta y blanca

y árboles negros.

 

A lo lejos se esparce

el susurro del mar del norte.

 

En la plaza de Arecibo hay un hotel

al que se sube por un estrecho ascensor.

En él se paga por adelantado

$21.50 por un doble.

Las ventanas de los cuartos están clausuradas

y un olor a desinfectante barato

satura el aire.

 

En este hotel de la plaza de Arecibo

colchas polvorientas y desgarradas

altos techos enormes y vacíos

paredes agrietadas y pequeñas bombillas

amé desesperadamente a un hombre

que ya olvidé.

 

A través de los años he escrito libros de poesía y narrativa conjuntamente. La narrativa no llegó como parte de un desarrollo tardío, no, puesto que siempre he escrito prosa también. Y todos los críticos decían que mi poesía era narrativa. O sea, que el aspecto narrativo siempre estuvo presente. Era, vamos a decir en términos poéticos, un recurso que yo utilizaba. El año pasado publiqué El caballero del yip colorado que contiene poemas que son de la década de los noventa, también fue premiado Únicamente míos en México con el Premio Jaime Sabines y de este libro inédito voy a leer un poema. Se titula Amor de lejos.

 

Amor de lejos

 

Hicimos el amor a través de la mesa de recepción

de un hotel europeo.

Tu sonrisa me penetraba por los ojos y se instalaba

en la boca de mi estómago.

Tu voz me acariciaba los tímpanos,

mordía mis orejas, los lóbulos, la nuca,

me chupaba

las puntitas de los pezones.

Hicimos el amor desde lejos

Rodeados de gente que entraba y salía a la calle;

Tu mirada

besaba mis entrañas, me recorría

de punta a punta

como una boca sedienta,

como una lengua ansiosa.

Yo te pensaba un sexo erecto y duro, durísimo

debajo de unos pantalones de hilo gris.

Ni siquiera nos tomamos las manos

ni siquiera

besaste mi mejilla al saludarnos.

Hicimos el amor con las palabras,

con los tonos y los matices que alcanza el lenguaje,

únicamente con los gestos del cuerpo y los cabellos,

únicamente con las sonrisas entrelazadas

como enredaderas de flores trasparentes.

Fue como hacer música.

Pudo ser en París y pudo ser en Roma,

en Londres, en Nueva York o en Frankfurt.

Hicimos el amor a través de la mesa de recepción

de un hotel…

Sin tocarnos.

Tan sólo nos mirábamos y nos movíamos

al contarnos historias de amor y muerte

¿Quién dijo que el cerebro humano es un órgano sexual?

Pero eso no explica lo suficiente.

Es mucho más que eso; qué alegría…

 

En el caso de la novela es diferente. Yo comencé a escribir novelas porque es un género que me permite explorar una región de lo humano, el espacio que duerme entre la conciencia y las pasiones que la poesía no me permite. Un poema es una canción. Una novela un viaje a la aventura. Un poema es una canción. Escribo una novela para descubrir algo. En el Manuscrito de Miramar acompaño a la narradora en el viaje que emprende al leer el manuscrito de su madre. ¿Puede ella soportar el conocer una verdad sobre su madre? Escribo esta historia para averiguarlo. En El castillo de la memoria utilizo la historia y el mito para virarlo al revés. Juan Ponce de León encuentra la fuente de la juventud, pero ¿puede soportar la inmortalidad? Viajamos con él a través de 400 años de historia de Puerto Rico para averiguarlo. Al explorar la historia a través de la escritura de ficción también intento conocerme.

 

En la última novela que escribo, que aún no he terminado, vuelvo a utilizar la historia. Entre otras cosas que no voy a contar, recreo una visita que Franklin Delano Roosevelt hizo a Puerto Rico en 1934. Está perfectamente documentada, y me documenté perfectamente. Fui a los archivos de Puerto Rico y a la biblioteca puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico, y reconstruyo esa visita de Franklin Delano Roosevelt que ni siquiera está en el libro de Historia de Puerto Rico de Scarano. Ni siquiera. La reconstruyo utilizando la imaginación.

 

Pienso que la escritura de ficción nos permite no sólo reconstruir la historia y recuperarla, sino que nos permite conocer la historia más a fondo al inventarnos sus detalles. Intento percolar la realidad. No sé. En eso trabajo en la actualidad y tengo la extraña impresión de que sólo comienzo arañar la piel de todo lo que quiero conocer.

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30 de Septiembre, 2011 · General

Periodismo y literatura

 

en voz de Rosa Montero, Laura Restrepo y Elena Poniatowska

 

por Carlos Esteban Cana

 

Comentaba recientemente Javier Darío Restrepo, Director del Consultorio Ético de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, ante un auditorio de comunicadores en Puerto Rico, que el periodista continúa siendo irremplazable, particularmente, por la calidad de su trabajo. En tiempos en los que los medios se sirven de avances tecnológicos, incluso para transformar roles tradicionales en la cadena de información, aquel periodista que haga entender lo que pasa, que ofrezca antecedentes y ponga en contexto los hechos, es siempre necesario, apuntaba el veterano periodista, experto en ética. Y es que el buen periodista, ese que renueva constantemente su compromiso de hacer pensar, explicar lo que sucede e interpretar la voz de las comunidades, se diferencia de inmediato con respecto a otros seudo-comunicadores que habitan los medios. Quizás ese perfil que destaca al verdadero periodista se debe a una ética personal y propia que desemboca en eso de ser persona. Bien lo ejemplificó Kapuscinski cuando título Los cínicos no sirven para este oficio al libro que se ocupaba sobre el buen uso del periodismo.  

 

A lo largo de mi experiencia como escritor y periodista cultural he reflexionado sobre los puntos de contacto entre la literatura y el periodismo. También he consultado las valiosas reflexiones del Dr. Eugenio García Cuevas (Periodismo crítico, cultura y literatura),  Jorge B. Rivera (El periodismo cultural), y Susana Rotker (La invención de la crónica). Por lo anterior, no tengo dudas acerca de los beneficios que esa relación simbiótica deja en quien aspira a crear mediante la  palabra. Hablo, por supuesto, de los que asumen su vocación literaria como un modo de vida. No de aquellos que pretenden hacer del oficio del escritor algo cercano a la farándula, con todo lo que eso implica. Pero dejemos que otras voces compartan algunas impresiones sobre los contactos entre literatura y periodismo. En este espacio escucharán las voces -porque leer es una forma de escuchar- de Rosa Montero, Laura Restrepo y Elena Poniatowska, tres reconocidas escritoras del orbe iberoamericano que se han desempeñado como periodistas. Estas impresiones se desprenden de diversos conversatorios en los que estas autoras han compartido con el público lector boricua.

 

Rosa Montero:

 

                              Para mí el periodismo es un género literario. Aunque en mi caso yo lo asumo como una profesión pero, sin duda, el periodismo escrito es un género literario. Si eres un director de periódico no, pero ser lo que yo soy que es reportera, hacer entrevistas, hacer crónicas, hacer reportajes, hacer artículos, pues eso es un género literario. Y puede ser tan grande literariamente como cualquiera de los otros: como la poesía, como el drama, como el ensayo y como la ficción. ¿No? Por ejemplo, A sangre fría de Truman Capote que es un pedazo de libro enorme, pues es un reportaje, puro y duro es un reportaje.  O sea, que desde ese punto de vista la cuestión es hacer bien el género. Claro, hay periodistas espléndidos y periodistas malísimos, como hay novelistas espléndidos y novelistas malísimos, y luego medianos, más medianos, menos… de todo. Incluso yo creo que hay periodistas que no son novelistas y que hacen periodismo literario, o sea, que eso es un género en sí. Es muy raro, además, el escritor que cultiva un solo género. Normalmente pues son, yo que sé, ensayistas y poetas, como Octavio Paz. Yo me considero una escritora que cultiva el ensayo, la ficción y el periodismo. Lo que pasa es que luego, dentro de lo que cultivas, cada uno tiene puesto el corazón en un lado. Y realmente donde está mi pasión es en la ficción, y el periodismo es mi trabajo y pertenece a mi ser social. Pero me estoy acordando ahora, por citar solamente un ejemplo clásico, de Larra que es nuestro escritor romántico español más importante y sólo hizo periodismo. No hizo nada más que periodismo. Un escritor que realmente lo sigues leyendo 150 años después y es delicioso y maravilloso.

 

Laura Restrepo:

 

                                  Hoy en día pues ya llevo diez años escribiendo novelas de ficción pero en ese momento, cuando escribí La isla de la pasión, mi único oficio era el de periodista (un oficio además interrumpido porque yo había tenido que salir al exilio, estaba en México) y tenía que basarme en reportajes, tal como mi oficio me lo indicaba y por eso la novela está basada en hechos reales. Es una novela, si se quiere, histórica. Ahora, ¿dónde termina la realidad y donde empieza la ficción? Y viceversa. Como periodista, cuando tú investigas, la realidad te da una serie de pautas, te da una serie de datos, pero tú te vas haciendo una composición del lugar que no necesariamente te la verifica o te la corrobora la propia investigación. Comienzas a buscar la pieza que te falta del rompecabezas y, sin embargo, tú tienes la certeza (trastornada, asunto de lógica) la idea de cómo debió ser. Como quien dice hay una pieza que falta pero el contorno de las piezas vecinas te dicen cómo es esa pieza. En el periodismo es contra la ética poner esa pieza ahí. Porque tú no tienes como respaldarla con los datos de la investigación. La ficción, en cambio, te permite hacer eso. Imaginar cómo pudo ser. Te da la licencia para completar.

 

Elena Poniatowska:

                                          Yo he escrito a lo largo de la vida libros de testimonios, que no son precisamente novelas. La noche de Tlatelolco es un libro de testimonio. Son las voces entretejidas de toda la gente que vivió o que fue testigo de la masacre de 300 personas en una plaza que se llama la Plaza de las Tres Culturas porque están ahí la cultura pre-hispánica, los restos de pirámides, la iglesia de Santiago Tlatelolco, colonial y los edificios muy modernos. Entonces es un libro de voces entretejidas, de gritos, de dolor, de gente que incluso huía de la plaza (que fue como una ratonera) y fueron balaceados por detrás. Porque llegaron a los anfiteatros y también a los hospitales gente que tenía heridas de balas en la espalda, en los glúteos, en las piernas, y que fue herida mientras iban corriendo, es decir, a mansalva, a traición, por detrás. Eso fue en el 68 y en ese año se celebraron las olimpiadas en mi país, entonces recuerdo mucho a una edecán, una niña de 23 años, preciosa, con apellidos alemanes, se llamaba Regina. Y esa niña, que la fue a recoger su padre en el anfiteatro, a la morgue, tenía a lo largo de toda la columna vertebral seis balazos, quiere decir que le dispararon seis veces, y tenía todo el pecho destrozado por balas expansivas que nunca se debieron utilizar. Entonces este crimen no es una novela, es un verdadero crimen sobre el cual quise hacer un testimonio. Pero los otros libros son de historia oral, como el del terremoto de 1985 que fue atroz pero que también da mucha esperanza por la fortaleza de la gente. Y otros como Fuerte es el silencio, también sobre como los paracaidistas toman las tierras en mi país, los desaparecidos políticos, los ángeles de la ciudad, aquellos que vienen a la cuidad durante una época y son pordioseros. Y, por otro lado, están estas novelas que ya son novelas más de ficción, como podrían ser Paseo de la reforma, Tínisima, aunque Tínisima está basada en la vida de una fotógrafa mexicana, y los cuentos del libro De noche vienes. Pero siempre, como soy periodista, hay una base de realidad, hay una base de verdad, porque yo creo que ningún escritor escribe en ficción pura. Siempre hay un personaje que lo marca a uno, que recuerda a uno lo que dice. Yo creo que uno siempre escribe ficción a partir de la realidad

 

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21 de Septiembre, 2011 · General

Bienal de Literatura Gustavo Pereira

Del 22 al 24 de septiembre se desarrollará la Bienal Nacional de Literatura Gustavo Pereira, FILVEN 2011 Capítulo Nueva Esparta, organizado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela..

 

Entre las actividades previstas en la jornada inaugural:

Charla sobre Juan Germán Roscio y el Bicentenario y Entrega de texto biográfico de Juan Germán Roscio. Editado por la Casa de la Diversidad Cultural Nueva Esparta. A cargo de Aníbal Márquez y Luis Emilio Romero; Presentación del libro Antología esencial, de Andrés Bello (Colección Claves de América, Nº 11), coedición BA/BCV, Congreso Anfictiónico de Panamá. Biblioteca Ayacucho; Presentación del libro Formas en fugas. Antología poética, de Juan Calzadilla (Colección Clásica, Nº 249) y presentación libros del Sistema Nacional de Imprentas, capítulo Nueva Esparta.

También en la jornada inaugural el poeta Luis Alberto Crespo realizará un taller “jugando con la poesía”

A las 16 Acto de instalación de la Bienal Nacional de Literatura Gustavo Pereira, en la sala María Nela Alas del Espacio Cultural Comunitario Luis Beltrán Prieto Figueroa.  Palabras de: Inés Ruiz, Directora General Gabinete del MPPC en Nueva Esparta, Christhian Valles, presidenta del Cenal, Miguel Márquez, REDVE y Gustavo Pereira, autor homenajeado. Poco después habrá un Foro sobre la obra de Gustavo Pereira en la literatura venezolana y latinoamericana a cargo de Celso Medina, José Pérez, Alberto Rodríguez Carucci y Ana María Palomares. A  su término un Recital de poesía a cargo de los maestros Gustavo Pereira,  Ramón Palomares, Luis Alberto Crespo, William Osuna.

 

El viernes 23 se descubrirá en Punta Piedras el Mural Costado Indio, realizado por los artistas plásticos Jesús Santiago Benal, Ramón Figueroa, Máximo Rodríguez, Jhonson Perdomo, Antonia Hernández, Jesús Nicolás Vincent y Manuel Pérez. Homenaje de la Dirección de Cultura de la Alcaldía de Tubores a Gustavo Pereira.

 

El poeta Luis A. Crespo disertará sobre “ Andrés Bello, nuestro desconocido”, se presentarán la Antología de poetas de oriente. Fondo Editorial del Caribe. Presentado por: Fidel Flores. Presidente FEC; la Revista PODAS. Fondo Editorial del Caribe con la presentación de Ramón Ordaz; el Poemario “Y ya”, de Luis Alberto Crespo. El perro y la rana. Presentado por Ramón Palomares; Poemas del Bicentenario, de Miguel Márquez. El perro y la rana. Presentado por Luis Alberto Crespo, la Revista Tropel de Luces. Asociación de Escritores del Edo. Nueva Esparta. Presentada por Luis Emilio Romero, laRevista Trapos y helechos. Fundarte. Presentada por Antonio Trujillo e Ingapirca, de José Gregorio Vásquez. Editorial La Castalia/perro y rana.  Entre otras variadas actividades.

 

La Bienal continúa el sábado 24 con la charla de Gustavo Pereira sobre Derechos Culturales en Revolución. Entrega de libros  Derechos culturales y revolución. Editorial Fundarte. Lugar: Sala María Nela Alas. Espacio Cultural Comunitario Luis Beltrán Prieto Figueroa. La Asunción.

Presentación de libros El perro y la rana, Monte Ávila Editores y Sistema Nacional de Imprentas, capítulo Nueva Esparta:

- Fuera de una simple nostalgia. Leonardo Ruiz. Colección poesía contemporánea. Fundación El perro y la rana; Crueles. Ana María Oviedo Palomares. Colección poesía contemporánea. Fundación El perro y la rana; Campesinos. Pedro Ruiz. Monte Ávila Editores. - Arbolario. Blas Perozo Naveda. Monte Ávila Editores;  El mago de la vuelta de los mangos. Antonio Trujillo. Monte Ávila Editores;  Antología de Gustavo Pereira. Presentado por: Ramón Ordaz; Otros Volveres, de Ángel Félix Gómez. Presentado por: Luis Malaver y  El vago cofre de los astros perdidos. César Dávila Andrade. Editorial La castalia/perro y rana. 

 

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14 de Septiembre, 2011 · General

Julio Blanco Rossitto y Patricia González

ganan Premio Nacional de Literatura “Freddy Hernández Álvarez”

 

Barcelona (Especial)

 

El Fondo Editorial del Caribe, anunció este viernes 1º de julio, los ganadores del Premio Nacional de Literatura  que lleva el nombre del poeta Freddy Hernández Álvarez, fallecido el año pasado, con el cual se le rinde homenaje, por su valiosa contribución a la literatura venezolana y uno de los principales impulsores de esa editorial, desde su fundación. El concurso, convocado a finales del año 2010 y cuya premiación consiste en la publicación del libro, atrajo la atracción de los escritores, lográndose en esta primera edición la recepción de 33 libros: 16 de poesía y 17 novelas, el jurado que le correspondió en esta oportunidad conceder los  galardones estuvo integrado en poesía por Alberto José Pérez, Jesús Salazar y Fidel Flores y en Novela por Sael  Ibáñez, Sandy Tuccy y Chevige Guayke, todos de reconocida trayectoria en las letras venezolanas.

Julio Blanco Rossitto, nativo de Ciudad Bolívar y residenciado en el estado Lara, se agenció la mención poesía con el libro Doblar el hierro, firmado con el seudónimo Arthur Rimrone, libro sobre el cual el veredicto del jurado dice: “hemos decidido otorgar dicho premio, por unanimidad, en atención a la riqueza emocional con que el autor canta las sombras del hombre, los dolores sobre los que ha edificado su crecimiento, convirtiendo su cotidianidad en una historia donde la poesía es la atmósfera que hace posible su brillo como si oro fuera, devolviéndole la vida a través de cantos novedosos, rebosantes de fuerza y belleza  expresiva.

El premio de novela le correspondió por unanimidad a Patricia González con la novela Población experimental de anfibi@s, firmado con el seudónimo José María y de cuyo libro, el veredicto afirma que “Una de las fortalezas de esta novela radica en su lenguaje atrevido, de imágenes sugerentes y desbordado entusiasmo escritural; todo muy acorde con el lenguaje literario contemporáneo, herencia a su vez entre nosotros del gran desarrollo que ha alcanzado la exploración de la lengua a la hora de escribir”. Patricia González es una joven caraqueña, comunicadora social, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello y cursante de la Maestría de Literatura Venezolana de la UCV y esta novela, constituye su primer libro.  Así mismo, el jurado acordó conceder un accésit a la novela Alicia y otras cuestiones, firmada con el seudónimo Edgar Cheshire, que al abrir la plica corresponde a Edgar Rubio Marcano.

 

Nota de prensa cortesía Fondo Editorial del Caribe

 

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13 de Agosto, 2011 · General

José Cedrón presenta libro en Baires

Se presentará el libro del poeta y escritor argentino José Antonio Cedrón, "El negocio de la fe", en el auditorio de la Librería Hernández (Av. Corrientes 1436, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el próximo martes 23 de agosto a las 19 horas.

Esta es la primera edición argentina del importante reportaje novelado de Cedrón, suma de relato, investigación, ensayo político y novela, que fue ya publicado en México.

Editado por Editorial Nuestra América, participará en la reunión María del Carmen Suárez junto al autor.

 

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Al margen
Isla Negra
no se vende ni se compra ni se alquila,
es publicación de poesía y literaturas.
Isla Negra es territorio de amantes, porque el amor es poesía. Isla Negra también es arma cargada de futuro, herramienta de auroras repartidas. Breviario periódico de la cultura universal. Estante virtual de biblioteca en Casa de Poesía.
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