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05 de Febrero, 2014 · General

Marcela Predieri: sus respuestas y poemas


Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

Marcela Predieri nació el 9 de junio de 1960 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Argentina. Desde 1991 reside en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Entre 1989 y 2007 publicó los poemarios “Sangre de amarras”, “Invierta un hijo”, “La pancarta”, “Los andamiajes del miedo”, “Ébano” (disponibles en www.delapalabra.com.ar). Su quehacer literario fue incluido en antologías de poesía, de poemas ilustrados, de relatos, de cuentos, de cuentos infantiles. Desde 2006 coordina libros colectivos de cuentos y poemas, tal como lo hizo con la novela experimental “Puzzle”, concebida entre once  narradores. Además de integrar los equipos hacedores de diversas revistas, dirigió dos: “La Mazmorra” y “La Avispa”. Colabora en el diario “La Capital” de Mar del Plata y suele ser convocada para integrar el jurado de concursos y dictar conferencias. Desde el 2000 organiza el Café Cultural “De la Palabra” y está al frente de la Colección De la Palabra, con más de setenta títulos, muchos de los cuales ha prologado. También De la Palabra se denominan los grupos de estudio y creación literaria que fundó hace veintidós años. Entre otros, obtuvo el Premio Lobo de Mar a la Cultura 2004 en reconocimiento a su aporte a las Letras Marplatenses, otorgado por la Fundación Toledo. Fue vice-presidenta de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Atlántica, en 1994 y 1995. Participó en festivales y congresos no sólo nacionales, sino también en Lima, Perú, 2008, abordando la temática Arte y Salud Mental; en Bucaramanga, Colombia, 2009, exponiendo sobre Identidad Literaria Argentina; en Oaxaca, México, 2010, dictando el seminario Teoría del Cuento Argentino. Desde 2001 prepara a algunos de sus talleristas egresados como coordinadores de talleres. Durante 2004, conjuntamente con la licenciada Karina Krol, impulsó el proyecto de extensión Markas, interdisciplinario –psicología y letras- y el curso de formación en la lectoescritura para bibliotecarios en la Biblioteca de Naciones Unidas. Entre 2006 y 2009 incorporó a sus actividades la propuesta Palabra Clara, para internos de la Clínica Psiquiátrica “Clara del Mar”. Su blog es http://mpredieri.blogspot.com. 

 

       1 - Me suena que el principal periódico de tu ciudad de adopción es precisamente donde colaborás. ¿Lo hacés con crítica bibliográfica, con textos literarios o artículos periodísticos? Y “La Mazmorra”, revista que no creo haber conocido: ¿merece que la evoques?

      MP: Mientras estuvo Pedro Leguizamón como director del suplemento de Arte y Cultura de “La Capital”, colaboré con las reseñas bibliográficas cada semana; después eso se fue espaciando (en realidad dejaron de enviarme libros y yo aproveché para comentar aquellos que me gustaban mucho aunque me llegaran por otras vías). Por supuesto, desde entonces no he dejado de colaborar con cuentos, poemas y ensayos breves. Y “La Mazmorra”, ¡ja, ja! Sólo salió un número. Estábamos en ella todos condenados, como corresponde a cualquier revista literaria que se precie.

 

       2 - En tanto involucrada orgánicamente con la salud mental desde tu lugar de escritora, Marcela, se me hace perfecto compartir con vos un fragmento del magnífico “Antonin Artaud, el enemigo de la sociedad” del notable poeta argentino, ya fallecido, Aldo Pellegrini. Entre ayer por la noche y hoy me lo he leído por cuarta vez (precede el volumen “Van Gogh, el suicidado por la sociedad”, Editorial Argonauta, Buenos Aires, 1971): “La locura representa una ruptura total del molde que se denomina mentalidad del hombre normal, y por ello no sólo prescinde de todas las normas convencionales, sino que vive directamente en el mundo de la imaginación. De ahí el estrecho contacto de la locura con la poesía. Pero lo que el poeta se limita a volcar en el verbo, el loco lo vive integralmente.” Te cedo la posibilidad de que nos trasmitas tu reflexión.

       MP: Hasta que me radiqué en Mar del Plata, de esto hace ya más de veinte años, sabía sobre este tema tanto como la mayoría, o sea muy poco, y tenía una visión absolutamente romántica sobre su relación con el arte. Uno de mis primeros trabajos acá fue la de encargarme de las reseñas bibliografías para el diario “La Capital”. Me hacían llegar entre ocho y diez libros por mes para leer y comentar. Una tarde, entre ellos llegaron tres de un poeta local a quien no conocía ni había sentido antes nombrar. Los leí y cosa extraña –ya que en estos casos debía elegir sólo uno-, en lugar de hacer la reseña solicité encarar una nota sobre el conjunto. ¡Tanto me habían impactado! Se trataba de tres poemarios de Jorge Lemoine escritos a finales de los ‘80. Para la misma época, allá por los ‘90, conocí al poeta  René Villar. Fascinada como buena poeta treintañera con Artaud,  me encontraba de pronto con que Mar del Plata tenía sus propios Artaud,  pero era casi imposible dialogar con ellos, trabajar y hasta a veces, tratar… Sin embargo, esos “locos” tenían dosis de talento admirables. No sabía qué hacer, así que me obsesioné con el tema de arte y salud mental. Leí, estudié, hice seminarios, trabajé –durante diez años- en La Rada, un centro de arte y salud, donde recibía, además de gente que quería pulir o desarrollar su estilo en mis talleres literarios, a personas con padecimiento mental, adictos y alcohólicos en recuperación, la mayoría de las veces derivados por sus psicólogos o psiquiatras. Tiempo después coordiné junto con la licenciada Karina Krol, el taller interdisciplinario Markas, para personas con angustias y depresiones leves, y más tarde el taller Palabra Clara en la clínica psiquiátrica Clara del Mar, donde trabajé casi tres años. Quienes eran dados de alta asistían luego a los talleres (sin que nadie supiera de sus patologías), a veces con AT -acompañantes terapéuticos que se hacían pasar por alumnos-, y encontraban en De la Palabra un lugar donde eran considerados como escritores y no como pacientes. ¿Por qué lo hice? Porque creo en el poder sanador del arte. Recuerdo el caso de un paciente que vivía enfrascado en sus cuadernos, a tal punto que había creado un idioma propio que incorporaba a sus trabajos; en general, a casi ninguno de los talleristas internados les interesaba comunicarse con el otro, pero éste era un caso extremo. No obstante, a los pocos meses de asistir al grupo empezó a poner entre paréntesis la traducción de esas frases en su extraño idioma y, al año, lo había dejado de lado. Sí, el arte sana, no la patología, pero sí el alma, el dolor y el aislamiento con que conviven quienes la padecen. Por eso trabajamos en La Rada con la emisora La Colifata en una jornada de tres días a principios del 2000, y tiempo después ese mismo proyecto radial lo encaramos junto a los chicos de radio La Azotea, para que se trasmitiera desde la clínica Clara del Mar para toda la ciudad. Los llevábamos al Café “De la Palabra” cada mes, con el enorme esfuerzo de acompañantes terapéuticos y psicólogos (a razón de uno cada cuatro pacientes), quienes hacían este trabajo en forma voluntaria en grupos de a veinte o treinta. No eran presentados como pacientes sino como talleristas o poetas invitados. Algunos, lo sé, se preguntaban: “de dónde saca Marcela a toda esa gente” o cuchicheaban acerca del ambiente enrarecido del bar… y dejaron de acompañarnos. Por la misma razón los publicamos en “La Avispa”, porque los internos en clínicas psiquiátricas siguen estando excluidos, hoy como siglos atrás, y hay entre ellos muchos artistas que necesitan y merecen ser escuchados. La creación artística les da esa posibilidad. Vos citás: “lo que el poeta se limita a volcar en el verbo, el loco lo vive integralmente.” Fijate en esto:  es también el caso de Jacobo Fijman, y aunque él no se reconociera como enfermo mental, en su poema “Canto del Cisne” del libro “Molino Rojo”, define a la demencia en un sentido total como “El camino más alto y más desierto”. En el volumen “Conversaciones con Pichón Riviere”, de Zito Lema, Pichón dice algo que creo todos compartimos: “Es la poesía la que muestra como ningún otro medio, la débil línea entre el cielo y el infierno, la vida y la muerte, la salud y la demencia, pero no hay que olvidar lo que escribió Chesterton: ‘El loco lo pierde todo menos la razón’”.

Por eso me gustaría también hacer una breve referencia a la literatura de hoy. Es fácil ver cómo la literatura, de los ‘90 hasta hoy, describe no al individuo enfermo sino a la toda la sociedad enferma y lo hace precisamente con una escritura “enferma”. La literatura de hoy, igual que en la época de las vanguardias, mata lo consagrado, busca otra cosa. Exige otro lenguaje, uno que refleje que todo está fuera de los límites (y eso es locura), ese lenguaje es fragmentario; como escribió Diana Bellessi: “hoy se da la astillación del lenguaje porque lo que se astilla es el hombre y la sociedad”. Ambos parecen estar al borde… y, qué coincidencia, hay una patología que aparece por asociación sonoro-semántica: el border. Un borderline presenta los siguientes síntomas que, no me van a poder negar son los de nuestra sociedad toda: inestabilidad afectiva, episodios de intensa irritabilidad o ansiedadiHYPERLINK "http://es.wikipedia.org/wiki/Ira"ra y dificultades para controlarla, sentimientos de vacío, impulsividad, alteración de la autoimagen, estrés elevado. Y ahora presten atención a esto: la literatura puede también tener misión de borde… precisamente para evitar su caída. O sea que tanto la locura como la literatura se transforman en un acto de resistencia, y en algo liberador. Por último: ya no sólo a los locos o a los creadores sino a todos la realidad nos resulta insoportable; tal vez por eso aparece con increíble fuerza un nuevo arte, esta nueva literatura que como decía Camus: existe para no morir de verdad.

 

 

 

      3 - Es a la autora de un libro cuyo título es “Invierta un hijo” a quien le transcribo un segundo fragmento del citado ensayo de Pellegrini: “El nacimiento es una sorpresa terriblemente dolorosa de la que nunca llega el hombre a reponerse. Estamos marcados a perpetuidad por la sorpresa del nacimiento. Pero además el nacimiento es un proceso que no llega a complementarse en el curso de la vida, por más prolongada que ésta sea. El hombre no acaba de nacer, y lo sorprende la muerte sin haber podido completar el nacimiento.” Te cedo la posibilidad de que nos trasmitas tu reflexión.

      MP: Con esta pregunta no sé si hablar del poemario “Invierta un Hijo”, que no es otra cosa que el diario de un soldado de todas las guerras, o de la novela en la que estoy trabajando ahora:  “De crecer y otras muertes prematuras”. La muerte te sorprende, claro que sí.  Tal vez pueda contestarte con un poema de otro libro, “Los Andamiajes del Miedo”, poema titulado “Dejar de Ser”: Quieta divisoria conduce a la caída / Desciendo / a inhalar hondo / mi propia gestación // Todo es silencio /  y un jadeo inútil / que profundiza la asimetría de los cuerpos // Cada porción de piel construye el infinito // Los límites se expanden /  como si huyeran /  avergonzados / del residuo que dejan en el otro // Mueca innominada /  "Salir requiere mil disfraces" . La frase encomillada es de Antonio Aliberti.

Creo que todo artista, y en especial los poetas, buscamos siempre entender las cosas, la vida en definitiva, por eso escribimos. Pensá en la palabra alumbramiento, de eso se trata nacer, pensá en dar a luz… un hijo o un poema… No hacemos otra cosa que intentar poner las cosas en claro. Y no sale. Eso no hace que deje de intentarlo, aunque sea vanidad, como dice Eclesiastés: correr tras el viento. Tal vez por eso tenga otro poema que hace intertexto con eso; tiene como título “Correr antes de la muerte”, porque no quiero vivir un abecedario incapaz de pronunciar mi nombre. Hay quienes dicen que hay más tiempo que vida. A mí no me asustaría tener menos tiempo si la intensidad de lo vivido lo hubiese ya colmado, pero me queda mucho por vivir todavía. Eso es descuido: creer que tenemos todo el tiempo del mundo.

 

      4 - Ha sido en el marco del Café Literario “Último Infierno”, organizado por la Asociación de Poetas Argentinos, cuando en un reducto porteño, en 2005, dentro de un segmento que yo conducía te presenté, Marcela, leíste tus poemas, te formulé un par de inquietudes, y destaqué la evolución que hasta entonces había ido sosteniendo la Revista Cultural “La Avispa”. Estamos ahora ante otro público, mucho más amplio y anónimo: no tenemos delante, como en aquel acogedor bar próximo al centro intelectual de la Capital Federal, a nuestros amigos, o conocidos, o desconocidos, en contacto directo: ante estos otros destinatarios, ¿nos contás cuál es la historia de tu Revista, por qué se estableció una primera etapa y comenzó una segunda, con qué vaivenes e innovaciones se sigue manteniendo, a qué apuntó al principio y cómo fue modificándose? Entiendo que en la actualidad la dirige Gustavo Olaiz y el último número ha sido el 56, el año pasado, y en soporte digital: ¿es así?

      MP: “La Avispa” nació el 13 de junio −día del escritor− de 2000, con el nº 0 como un pliego de encuentro que ofrecía a grupos, instituciones y autores independientes la posibilidad de funcionar como lazo que los contactara de alguna manera (para esa época yo había contabilizado unos veinte grupos que se caracterizaban por organizar sus actos siempre el mismo día y a la misma hora, ja ja). Los invitamos entonces a acercarnos textos,  para hacer difusión sobre todo de nuevos autores, gacetillas para que dejaran de superponer actividades, y les ofrecimos una página institucional; nosotros publicaríamos 1000 ejemplares de distribución gratuita. La sorpresa fue enorme: las entidades nos enviaban textos del presidente o del vice, edad promedio 83; las actividades seguían superponiéndose, para que llegaran a tiempo a la fecha de cierre con sus páginas había que correrlos o hacer diez llamados telefónicos… pero los autores independientes y jóvenes enviaban cada vez más material. Como repartíamos la revista (en formato diario con cuatro  pliegos ya) en bares, salas de espera y centros culturales, la gente empezó a pasarla de mano en mano y como los miembros del staff solíamos y solemos viajar bastante a encuentros o congresos literarios, en poco tiempo se conoció afuera de Mar del Plata. Entonces la echamos a volar. O dicho de otra manera, dijimos basta de hacer beneficencia con instituciones que no quieren abrirse; nosotros sí queremos. Cuando pensamos el nombre no fue el insecto lo que nos sedujo sino la imagen del avispero: apenas sujeto por arriba y una gran boca hacia abajo que crece y crece; había que volver a eso: yo la dirigía, un grupo pequeño trabajaba en ella y estábamos abiertos a recibir autores nuevos de todas las estéticas. Así “La Avispa” empezó a crecer y a crecer; pasamos del formato diario o pliego al cuadernillo 14 x 20, si mal no recuerdo, en el nº 17, que fue cuando apareció también la versión digital y se fundaron nuevas secciones no literarias. Hoy tiene colaboradores de casi todas las provincias argentinas y también de España y Latinoamérica (he viajado para presentarla a Chile, Colombia, Uruguay, México y Cuba); hay muchos escritores que piensan como nosotros con respecto a los lazos, la apertura, el trabajo en red. Y no sólo escritores; por eso además de literatura −cuentos, poemas, ensayos y reseñas bibliográficas−   la revista tiene secciones sobre cine, teatro, plástica, música, humor y dos que quiero particularmente: la infantil y la de opinión: “dar la cara”. Estuve a cargo de la dirección hasta el nº 55 a fin del 2012, ahora lo hace Gustavo Olaiz, desde Mar del Plata; la vice-dirección está a cargo de Cristina Mendiry, en Buenos Aires; yo sigo trabajando, claro; el haber dejado el cargo me da tiempo y permiso para publicar en ella, cosa que antes no hacía (demasiado ocupada recibiendo, corrigiendo o seleccionando material, ja ja).

 

      5 - Y la treintañera, a la que había visto una vez, un sábado por la tarde, como invitada, en un grupo de reflexión sobre la escritura al que yo concurría regularmente, ahí nomás, poco después, se radica en la urbe turística más importante (donde en 2005 se celebró la oxigenante IV Cumbre de las Américas) y la ciudad costera más poblada de la Argentina. ¿Cómo fue aquel desplazamiento? ¿Qué te decidió, Marcela, a cambiar tu radicación? Sé que sos ingeniera naval: ¿llegaste a ejercer? ¿Y cuál había sido el diseño de tu vida hasta entonces?...

      

MP: Cuenta mi madre que me trajo a veranear por primera vez a Mar del Plata cuando tenía apenas meses; desde entonces vinimos cada verano. Tenía once años cuando mis padres compraron un departamento, eso extendió mis estadías en la ciudad; veníamos apenas terminadas las clases −30 de noviembre en aquella época sin paros de maestros− y regresábamos el día anterior al inicio del ciclo −¡5 de marzo!, estaba prohibido llevarse materias, no convenía tampoco−. Ya adolescente empezaron las escapadas de fin de semana y, en la época de facultad, ya que la mencionás, nada impedía continuar con la playa. Debo haber estudiado media carrera en el espigón de la ya desaparecida Playa de los Ingleses o en las rocas de Playa Chica (había que buscar lugares sin ruido, alejados del tumulto). Me casé muy joven con un marino mercante que también amaba esta ciudad, soñábamos con “algún día venir a vivir a Mardel”, así que una vez recibida comenzamos a pasar sus licencias acá, o sea casi seis meses al año en forma alternada. Luego vinieron mis dos hijos −los criamos tan nómades como nosotros−, pero cuando la mayor estaba por comenzar la primaria tuvimos que fijar un lugar de residencia definitivo. Sin lugar a dudas ese lugar era Mar del Plata.

Con respecto a mi profesión: ya radicada acá y sin familiares que me cubrieran las horas de trabajo en astillero (nunca quise dejar a mis hijos en otras manos), ni siquiera intenté salir a buscar trabajo −ya lo haría después, pensé− y abrí el primer taller literario DELAPALABRA en mi casa. Casi no había nada de eso acá, así que creció y creció y creció: seis talleres semanales, la colección de autores marplatenses del mismo nombre, el café literario, la revista, seminarios, viajes a encuentros o congresos nacionales e internacionales…  Mis chicos crecieron y cuando me pregunté quién era, qué era, qué quería hacer con mi vida y me respondí, yo también crecí. Ahora considero a la ingeniería como un pecado de juventud que volvería a cometer, pero se dio así. Muchas veces me preguntan sobre este tema pero no me explayo tanto; les pregunto por ejemplo: Vos sos médico y jugás tenis… ¿Y si hubieras tenido un excelente drive? ¿Y si hubieras empezado a ganar torneos y torneos, no habrías tomado la decisión que yo tomé? Como respuesta: simplemente se ríen.

 

      6 - Entiendo que el fallecido poeta Enrique Blanchard (1953-1999) -quien también participara como invitado un sábado por la tarde en el grupo de reflexión-, editor de tus dos primeros poemarios, ha sido alguien significativo en tu formación. ¿Nos hablarías de él? Es lamentable que el autor de “El Locutor Físico” y “Retrato de Antifaz” no tenga casi difusión en la Red (acabo de releer ese poema tuyo –“Una y Mil Veces”- a él dedicado).

    

 MP: Toda mi formación la hice en talleres literarios. ¿Cuántos?: muchos, todos los que pude; eso es lo que hizo que esté en donde esté, que pueda compartir en los talleres lo que aprendí: todas las escuelas, todas las tendencias y estilos, muchas maneras de coordinar; hubo una época en la que hacía tres por semana. Hasta que di con otro… parnasiano lo voy a llamar, o mallarmeliano, y todo lo que significó el movimiento nuevo-milenista, o como lo denominan algunos, malditismo rioplatense. Sí, Blanchard fue decisivo en mi carrera literaria, un verdadero impacto. Un tipo trabajador, generoso y obsesivo en todo −eso quiere decir no sólo corrección de estilo sino también en lo que él llamaba la formación responsable del escritor de la modernidad−, siempre nos trató no como discípulos sino como escritores −lo que intento ahora yo hacer en los grupos DELAPALABRA-. No sé si no está difundido en internet, en realidad hay grupos en Facebook y la gente que estuvo a su lado se sigue reuniendo, escribiendo y promoviendo su obra; yo soy una de ellas.

 

     7 - Tu función en “Puzzle” amerita que nos describas la novela, des a conocer a sus autores y nos trasmitas cómo fue concebida y gestada.

     MP: Puzzle fue publicada como novela experimental en 2004­ −un juego para nosotros: once narradores que nos integramos en un seudónimo, Armand Piece- luego se habló de novela sinfónica, una denominación demasiado rimbombante. Armand Piece es en realidad el seudónimo utilizado por un grupo de once narradores de Mar del Plata y Miramar para configurar esta novela experimental: Mónica Aramendi, Vilma Brugueras, Élida Correia, Edith Ruz de Colombo, Alejandro Gómez, Verónica González, Nancy Lucotti, Paula Marrafini, Guillermina Sánchez Magariños, Juan Mauricio Torres y yo. Surgió como desafío después de haber analizado y discutido la conferencia "Qué es un autor", presentada por Michel Foucault a la Sociedad Francesa de Filosofía en 1969. En dicha conferencia se partía de una formulación de Beckett: "Qué importa quién habla" y por qué la presencia o desaparición del autor se había convertido en tema dominante para la crítica. "La obra que tenía el deber de traer la inmortalidad -afirmaba Foucault- recibe ahora el derecho de matar, de ser asesina de su autor". Nos gustó la idea y de ella nació la propuesta: escribir una novela experimental (no con múltiples narradores sino con múltiples escritores, lo que nos conduciría por consiguiente hacia una enmarañada selva con saltos cualitativos, variadas posiciones de autor, distintos puntos de vista, desiguales tonos discursivos, secuencias contradictorias, diferentes tiempos narrativos). ¿Inmanejable? Eso parecía, pero teníamos frente a nosotros la frase de Goethe: “Cualquier cosa que puedas o sueñes hacer, empiézala”, y nos lanzamos a la aventura entre lícita y blasfema de abordarla; total no tendría reglas ni autor, de manera que tampoco habría trasgresión y por lo tanto, nunca castigo. Si como dijo Foucault: "La escritura se despliega como un juego que infaliblemente va siempre más allá de sus reglas", nosotros ya estábamos jugando, y la desaparición del nombre propio o de las marcas individuales no era en absoluto trascendente. Este sacrificio sería, para cada uno de los miembros del grupo, voluntario. Teníamos el punto de partida y no una sino once voluntades dispuestas a regir, ordenar, dar forma a los distintos personajes, adecuarlos a las situaciones creadas, y por supuesto el regreso al origen (reunión semanal, café, mate o whisky mediante) como punto de confluencia en donde las contradicciones podían discutirse y resolverse. El puzzle se fue troquelando, esto nos llevó un año y medio de trabajo, entonces descubrimos que la pregunta no es quién escribe la obra sino desde dónde se ejerce esta función. La respuesta: desde las distintas capas discursivas que conforman el cuerpo textual de la novela. Fue así como cada uno de los once escritores fue perdiendo su identidad de troquel y adaptándose a la trama que exigía la ficción, borrándose en beneficio del carácter cada vez más sólido de este rompecabezas. Es verdad, por momentos pensamos que sería imposible; tuvimos muchas páginas de descarte y días de desánimo, pero también períodos increíblemente fecundos, de trabajo tan intenso que sentíamos que literalmente se nos rompería la cabeza. En realidad la novela es bastante mala, lo maravilloso y enriquecedor fue la experiencia. Primero elegimos el género: sería un policial porque lo consideramos más fácil de tramar; después cada uno de los autores (menos yo que oficiaría de comodín o DT) eligió un personaje que escribiría en primera persona. Nos reuniríamos una vez a la semana, el orden de lectura sería el de llegada y eso condicionaba el argumento, los restantes debían ajustarse a los cambios y elementos introducidos por el anterior. Era muy gracioso, porque si te llegaban a matar en alguna de esas semanas, quedabas fuera del proyecto (ahora en serio: igualmente se leía todo y si la segunda o tercera propuesta era mejor, se hacían los ajustes necesarios). Así la novela fue avanzando hasta ponerle el punto final. El problema fue lo que vino después: tardamos mucho en corregirla y darle su forma definitiva. Por ejemplo, se eligieron a los tres autores que tenían un tono más neutro y pasaron a fundirse para narrar en tercera persona; había incongruencias: en pagina 4 alguien vivía en Libertad y la Costa y en la página 76 iba al bar a la vuelta de su casa, en Luro y Salta… Y aunque todos los autores se esforzaron mucho por diferenciar las voces de los personajes, por último se eligió incorporar elementos de la “concreta” para ayudar al lector. Tendrías que verlo: hay un falopero tartamudo que tiene lagunas; desde lo visual sus páginas no tienen puntuación sino espacios más         largos o más cortos o nolostiene en absoluto. El policía escribe en Courier New, las cartas están en manuscrita… ¿Me explico? Por último, como coordinadora del grupo hice ajustes, escribí rellenos, incorporé nexos, barajé capítulos… La presentación fue en un teatro. Cada uno vestido de su personaje e interpretándolo; a mí me tocó algo así como un mago fantasma que se metía por aquí y por allá, varita mágica en mano. Pero te decía lo de la experiencia: todos crecimos. Era necesario tirar por tierra el ego del escritor y escribir casi desde el anonimato. Acá lo importante era la obra. Si bien al final explico quiénes participaron, en ningún lugar dice Fulano escribió esta parte, Zutano esta otra, o yo aquella de más allá. Eso es humildad. O una verdadera locura.

 

 Marcela Predieri selecciona para esta entrevista, en febrero de 2014, seis poemas de su autoría:

 

Faltan Los Barcos

 

Es necesario invadir sus secretos

las horas de agua que se trepan

   fértiles de anclas y arena hasta el nido de la noche

las bocas de esos hombres que ofrecen la pleamar

         y se abrazan a los puertos

 

Sin rastros

             se pierden los nombres de las mujeres del bar

como las estelas tras la rompiente irremediable

y sus bocas de rouge

                 arrancadas con el revés de las manos

                                                        o la memoria

 

Porque ellas saben guardar entre billetes su saliva

bautizan con champagne la pieza que debe de mañana

                                       mantener las ventanas abiertas

mientras se dejan inspeccionar por el sol

y cuadrillas de viento descarnan de los techos

                                                     el jadeo de los clientes

 

No hay en ellas rencor ni caricias

Tras haber deshabitado la noche

                                          beben café despacio

cepillan sus dientes y los cabellos enmarañados

porque la pena no es pena mientras entre sus muslos

                      esté caliente aun el recuerdo de la paga

 

Tal vez alguna novata llore

Aprenderá

          -dice la mujer con arrugas en las sienes-

el segundo o el cuarto ya no importan

y la besará en la boca

                   como una madre

 

Al costado de la cortina

                       la rubia joven se depila una pierna

se arranca uno a uno los marineros de esa tarde   

y es tan bello verla apareada al sol

          con sus ojos de sueño de mediodía

aunque cargue olor a vino

un mal recuerdo que dormirá hasta que el sol

                              caiga exhausto detrás del horizonte

Entonces arqueará las cejas y recortará sus labios

será otra vez yegua ensillada

un portaligas rojo o un corsette para su alma

quizá dulzura de mentira y de duraznos

como de duraznos los ojos

                    y el latir de su cuello ebrio de sábanas

 

En ella me encuentro

                             hoy a solas

para beber su soledad

 

Está calzando anillos en los dedos de los pies

Yo me visto de luto

                                Acaso por el miedo

                                                                                                                                                                                      (de “Ébano”)

 

 *

 

Repensado

 

 Ahí está Eva

hueca del aliento

de la deidad

 

Ante su muerta nonata

el hombre acaricia

harto

          sus ojos

zarcillos de la desnudez

 

Viendo tender a su Hijo los brazos

en cruz llora el Fiel

             su omnisapiencia

 

Lo cercano ha pasado en el futuro

 

Sin pudor de tempestades

la parra hincha sus pulmones

y Eva se levanta

 

Un río de manzanas

desterradas para siempre

bautiza de semen

           la sangre de sus muslos

                                                                                                 (de “La Pancarta”)

 

  

*

  

Soy gemelo a mí mismo en otra muerte

Puedo ser un salto al infinito vacío de tus ojos

      o un pájaro lleno de silencios

Estoy desfigurado de mi ser

Hoy el cuervo acelera los retornos

y sólo la noche

                   hembra madre del destierro

puede devolverme al seno del cansancio

 

Yo que fui espejo en los ojos de aquellas madres

           que recibían a sus muertos

vi bajar de los trenes

     en guirnaldas

          aquellos cuerpos enhebrados

Ya no asustaba a las vecinas

que en los ataúdes sembraran crisantemos

Era setiembre en casa de mi padre

           cuando las mujeres cargaron sus semillas

 

Recuerda

   He enterrado

esa desesperación incesante de volver sin mí

Mírame

            Yo sabía del aroma a azahar en los naranjos 

y he visto el rostro de Dios llorando sangre

Dame Señor un poco de tus náuseas

un poco de tu llanto 

                         o tu vergüenza

Estoy en cópula con las llaves del infierno

hay una bestia en mí

                   insaciable de coágulos y exilios

Pero el tiempo cauteriza el hedor de la carne

                                        No sé si pueda recordar

 

Ante un sol verdugo

                   afiebrado de sentencias

la guerra zurce prolija nuestras llagas

 

 

                                                                                                 (Fragmento adaptado de “Invierta un Hijo”)

 

*

 

La Viuda Negra

 

Mis amantes saben que para escribir

me hace falta su ausencia

Por eso se conjuran en aquelarre

             solícitos me dejan sola

                                           por piedad

y desde el rincón de las sombras

como un voyeur

                         me espían

 

Murmuran:

                  Marcela está creando

                                 se muere 

                                      

pero les gusta cómo escribo

                         y consienten

que acabe con la pena entre los muslos

                 sobre la cama revuelta

 

Ellos necesitan que escupa metáforas con olor a vino

                desean mi lengua amoratada

 

Tal vez sea tiempo de invitar a la poesía a casa

                              reconocer mi necedad de araña

obstinada en bordar sólo suicidios sobre la tela

y clavarle los colmillos al recuerdo

                                      después de la cópula

 

                                                  (de la Antología MAR DEL PLATA EN BOCA DE TODOS, Ed. Martín, 2011)

 

 

*

La noche de la caridad

 

Estoy fumando un cigarrillo

en el umbral de una casa que no es mía

mientras miro al helicóptero

que patrulla las calles a mil dólares la hora

 

Me pregunto si habrá visto

sin muletas

vagar a la ciudad bajo la mugre

o mis ganas de abrazar a un hombre

que no es éste

que acaba de morir de frío a mi costado

 

La calma aúlla

       No bastan manos en rosario

para acunar locas y perros

 

Me descalzo el pucho y la cojera

Esta noche seré infiel

 

En mí

        la jauría de todos los hombres

babeará revolución

                                     (de la Antología SOBRE RIELES, Ed. Martín, 2009)

 

 

*

Desaparecido

 

Todavía sangra entre las baldosas

la mano del último gesto

                         esa historia cotidiana

de espanto y levadura

                         un olor quizás ajeno

a la nariz de la tarde

 

Mientras hombres en fardo

abotonan insignias en fiesta de tenazas

el sol recuesta su cansancio

                                    cara al pueblo

 

(hay algo absurdo

en los nudillos apretados de los débiles)

 

Hermano intacto:

                        tu nombre aún late

bajo el cobijo de la ausencia

                                                                   (deLos Andamiajes del Miedo”)

 

*****

 Ciudades de Mar del Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 400 kilómetros, Marcela Predieri y R. R., febrero 2014.

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04 de Diciembre, 2013 · General

Wenceslao Maldonado: sus respuestas y poemas


 Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

          Wenceslao Maldonado nació el 29 de julio de 1940 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Fue sacerdote salesiano entre 1965 y 1989. Estudió teología en la UPS (Universidad Pontificia Salesiana de Roma) y letras en la UCA (Universidad Católica Argentina) y en la Università degli Studi (Trieste). Fue docente, hasta 2008, de griego clásico, latín y literatura italiana; se ha dedicado a la traducción literaria en estas lenguas.

En el género poesía publicó los libros “La estación necesaria” (1990), “El hombre herido” (1994), “Tierra intranquila” (1994), “Dioses del deseo antiguo” (1995), “Si cortarle la cabeza a la Gorgona” (1997, Primer Premio XIX Encuentro Patagónico de Escritores, Puerto Madryn, provincia de Chubut, la Argentina, 1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés, “If cutting the head of the Gorgon”, en traducción de Donny Smith publicó el sello Vela al Viento, 2012), “Ceremonial de una familia oscura” (1997). Y ya en este siglo se publicaron las libretas “Paraíso desechado”, “Paternidad de sombra”, “Manual de osos prácticos”, “Zureo”, “Eros y otros deseos”, “Hexagrama”, “Réquiem de guerra”, “Diálogo de pájaros”, “Hay un amor que espera y que no olvida”. En 2008 se edita un volumen que podría clasificarse entre poesía y narrativa: “La proctomaquia o El cantar de los culos. Poema épico-paródico de Aristón de Mitilene”.

Obtuvo el Primer Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la Secretaría de Cultura de la Nación, por el libro de cuentos “Arquitectura Gótica” (1999). Su segundo libro de narrativa breve aparece en 2004: “Fronteras”. Y en 2012 se edita su novela “Las vigilias de Príapo”. Dos de sus obras teatrales, “La historia del cliptodonte” y “La musa de los muchachos” (presentación irreverente de poemas eróticos griegos) han sido representadas entre 1997 y 2000. Últimamente ha traducido piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando un país para Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre de 2012) y “Los fantasmas de Joyce” (pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013). Integró el grupo Zeus Teatro. Realiza con el actor Marcelo Gamarra performances de poesía, “Wences’s Bar en vivo”, continuación de numerosos eventos realizados por ambos desde la década del noventa.

Fue secretario de la S. E. A. (Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina) durante 2011. Coordina con la poeta María Chapp el ciclo de poesía “La Metáfora Ardiente”. En www.wencesmaldonado.com.ar es posible acceder a muestras de su obra literaria, ensayos, reseñas bibliográficas, traducciones suyas, galería fotográfica, entrevistas a él realizadas, etc.

 

 

 —Nuestros lectores acaban de leer el detalle curricular, Wences. Te propongo que nos adelantes qué libros tuyos tenés previsto que se socialicen durante 2014 y que nos los presentes. Te propongo que nos cuentes en qué obras o proyectos estás (o estás por estar) inmerso. Y qué poemarios permanecen inéditos por completo o sólo difundidos en parte en antologías o libros colectivos. Y si tenés dramaturgia inédita y sin estrenar.

 

-En 2014 espero que aparezcan tres libros que tengo ya diseñados desde hace tiempo: “Nocturno siciliano”, poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los cuales fueron editados en Italia, ya que en esos años yo vivía en Troina, Provincia di Enna. La serie “strade di Troina” (calles de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con quien pensaba editar un libro de narrativa, escrito conjuntamente en italiano y español, que se iba a llamar “L’incontro” (“El encuentro”), proyecto pospuesto pero no depuesto… Y tengo además dos libros de narrativa listos, la novela mitológica “Hipócalo. Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una colección de cinco nouvelles sobre mis ancestros imaginarios: “Bienes de familia”.

En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera, desde la década del ’90, unos veinte libros. Te doy los títulos, si es que no soy demasiado pesado. Lo que sucede es que escribo en forma permanente, y en diversos encuentros de poesía o performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero leer poemas inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos en estos últimos veinte años, entre 1993, después de mi regreso a Buenos Aires, y este final de año 2013: (1) “El amante de las horas dispersas”; (2) “Torsos desnudos en un mismo espejo”; (3) “Esquina sin sosiego”; (4) “Sobre la vejez”; (5) “Anecdotario incierto de este sueño”; (6) “El mar y la hoguera”; (7) “Todo lo que puede ser el gran payaso”; (8) “Recorridos breves de un largo itinerario” (recopilación de recopilaciones, poesía 2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de una vida para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9) “Mi reino será el mar”; (10) “Hay voces en las paredes”; (11) “Memorias de otoño”; (12) “Los días terribles”; (13) “Escenas desconcertantes de la guerra futbolera – Copa América 2011”; (14) “Volver a La Coronilla”; (15) “Veinte proposiciones para el misterio y la aventura de la vejez”; (16) “Sorpresa de un lunes apasionado”; (17) “Fragmentos de obstinación nocturna”; (18) “En el comienzo del fin – poemas convalecientes”; (19) “Invocación al mensajero ausente”; (20) “Pueblo en silencio”.

Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de frustración… Pero, en fin, no creo que estos libros mencionados tengan tanto valor como para tener derecho a la publicidad. Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un futuro más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con “Sobre la vejez”, una especie de meditación poética sobre mi entrada a la vejez y viendo a mi madre, con la que viví en sus últimos cinco años de vida. También quisiera tener en las manos “El mar y la hoguera”, libro que me había prometido ilustrar una amiga artista plástica, inspirado en la relación de vida, amor y muerte entre Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro libro que me encantaría tener publicado cuanto antes es “Mi reino será el mar”, anclado también en temas de la antigüedad clásica, con tres partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro y el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino invisible de los muertos. Hay un cuarto libro todavía que me encantaría verlo ya impreso, y es “Hay voces en las paredes”, porque tiene que ver con los recuerdos de Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al 400 en la que vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado bien mientras vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar de estas veinte obras inéditas es “Recorridos breves de un largo itinerario” porque, como anoto en la lista de libros inéditos, reúne cuatro libros escritos durante los cinco años que viví con mamá y tienen que ver con actitudes mías de una nueva etapa.

La pregunta que me hiciste se completa con dramaturgia no estrenada. Y sí, escribo teatro de tanto en tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero algunos quedaron a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia de la “Odisea”. Y ahí quedó, porque el director me dijo que eso se podía dar sólo en el Teatro San Martín de otros tiempos… Con “Islaín el solitario”, me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió componer música para los coros que alternan con los protagonistas; pero todo quedó en las buenas intenciones. Como también quedó en buenas intenciones, pero con posibilidades de resurrección, la versión de “Si cortarle la cabeza a la Gorgona”, nada menos que para una ópera, como me había sugerido el querido y recordado Eduardo Gudiño Kieffer, quien presentara la primera edición de esta obra; otro amigo músico, miembro de una importante orquesta, me hizo la propuesta, por lo que hice la adaptación con el título “Perseo y la Gorgona”; y como Donny Smith me había hecho la versión en inglés, ya hace unos años, para la revista “Metamorphoses” de la Smith College de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2, pág. 68 ss.), preparé también el texto en inglés, “Perseus and Gorgon”, porque mi amigo me decía que para una ópera iba a ser más fácil… Bueno, allí estamos todavía, a la espera. Lo más frustrante fue darle, por meses, a los ensayos de “Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de “Fuegos” de Marguerite Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo mismo, los payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron también, pero sólo en los papeles, nuestros proyectos sobre obras de Oscar Wilde: “Salomé” y “Confieso”. Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los problemas que no sé resolver. Y si me sigo incorporando al teatro, en estos últimos años, es sólo como traductor. El año pasado se estrenó “Creando un país para Alicia” del escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del autor; y estamos por presentar “Los fantasmas de Joyce”, del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo la dirección de Daniel Godoy.

 

 —Me parece que estaría bueno que además de puntualizar a qué autores (y en qué géneros y desde qué idiomas) has traducido al castellano –se hallan difundido ya tus versiones o no-, pormenorices respecto de las que te han demandado un esfuerzo mayor, con qué autor “te las viste en figurillas”, si estuviste a punto de renunciar –o llegaste a renunciar- a alguna traducción porque no lograbas alcanzar tu plena (¿plena?) satisfacción.

 

-De los clásicos greco-latinos no tengo de qué quejarme ni preocuparme; son lo que son, y hay muchas traducciones de todo tipo, entre versiones literales duras, a traducciones retorcidas y hasta las formas poéticas más sorprendentes. Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar de recordar a Horacio Castillo, que me aconsejó con sabiduría y me corrigió con gran prudencia. Pero siempre uso mis versiones; para las clases de latín y griego he preferido hacer una traducción más cercana a la letra, para que sirva como instrumento y clave de los secretos de esas lenguas. En libros de ensayos trato de hacer justicia con los valores poéticos de los textos, que tienen lógicamente múltiples dificultades, ante todo por pertenecer a lenguas muertas que ya han perdido a sus hablantes; y, además, porque se escribieron en contextos culturales muy diversos, no sólo con respecto a estos tiempos nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura, ya que muchos se distancian por varios siglos, y a veces nosotros tenemos la tendencia a considerarlos en bloque, como si fueran todos contemporáneos.

Muy distinta es mi actitud con respecto a la traducción de autores italianos. Hablo de los contemporáneos. Porque para Dante, por ejemplo, sobre el que hago con frecuencia cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor Ángel Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un ensayo, como es el caso de “El encanto de la oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina Comedia”.  En este momento, o en estos últimos años, he traducido varias obras del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de él textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha sido su novela “James Joyce, Roma y otras historias”, sobre todo por la parte de la abundante información sobre Roma. Me exigió redactar una gran cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector de habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana,  sobre su riqueza arqueológica y artística, incluida abundante documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje que el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como para ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los complejos itinerarios de la Urbe, según pinta la novela.

 

 

 —No he tenido ocasión de verte en función actoral. ¿Cómo fue que te pusiste a nadar en esas aguas?... ¿Y cómo sentís que fuiste evolucionando, afirmándote, disfrutando de los personajes? Te pido, además, que nos ilustres sobre “Los fantasmas de Joyce” y las performances de poesía.

 

-Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi primer grado en una escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa, me he sentido vinculado al teatro. Y se lo debo a mi maestra Matilde Parodi Rolland, conocida como Titita, o Titita Muras por su apellido de casada. Debo decir que ella fue la maestra de mi fantasía, la que me impulsó a la creación desde esa temprana edad, y la que me hizo trabajar en el papel de payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta su muerte acaecida hace más de diez años, me acompañó siempre, absolutamente siempre en todos los acontecimientos de mi vida, incluidas las presentaciones de libros a los que se asoció con enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño, adolescente, adulto, “la maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y dirigir teatro infantil. Por eso, siendo yo director del Colegio Don Bosco, de Ramos Mejía, vino a ver las instalaciones del bello teatro de ese instituto. Vino acompañada de un adolescente rubio que no tenía todavía quince años, Osmar Nuñez, quien desde ese momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me acompañó en casi todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el primer libro que presenté en 1990, “La estación necesaria”, hasta el año pasado 2012, cuando le hicimos los dos un justo homenaje a la maestra ausente pero viva con “Réquiem de guerra” y “Diálogo de pájaros”. ¡Una de las grandes maravillas de mi vida!

Desde aquellos seis años de mi primera actuación, seguí mi recorrido con los salesianos de Don Bosco. En segundo grado, año 1948, en el Colegio Santa Isabel, de San Isidro, me sentía ya un actor consumado con ocho años, y hasta intentaba escribir con nuestro primer grupo literario de compañeros, D’Almedia, Toyos y yo. Es que también tuvimos allí un maestro excepcional y gran actor como fue Mariano Volpe, que dirigía el cuadro dramático de ex alumnos, mientras que el Padre José Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y guiones para diversos eventos. Y más tarde, desde 1954, cuando entré con catorce años al Seminario Menor de Bernal, me encontré con un artista eximio como fuera el Padre Juan Morano, ilustrador de revistas, escenógrafo y director de teatro, quien asociado a Carlos Forno, peluquero y maquillador del Teatro San Martín, formaron una dupla teatral imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que tenía casi todas sus sorpresas preparadas sobre las tablas de semana en semana. Eran tiempos en que se daban obras de la Galería Teatral Salesiana de Madrid, generalmente arregladas por los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y muchas veces, con orquesta en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo un tenor segundo de poco volumen, solía perder protagonismo y me contentaba con papeles secundarios. En 1960 comencé como docente en Ramos Mejía. Y entonces me dije que era una oportunidad para seguir con el teatro escolar que había aprendido, aunque ya con ínfulas universitarias.

Vuelto de Italia con un buen bagaje de cine -eran los años esplendorosos de Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini, Bolognini, Zurlini o De Sicca entre otros- me enganchó el periodista Alejandro Rossiglione para sus programas en Radio Porteña y allí me instalé con Butaca 68 y Butaca 69, hasta el cambio de mano con Radio Continental. Creo que entonces hubo un viraje en mis preferencias de docente. El teatro pasó a ser en mis esfuerzos colegiales un bien de lujo para determinadas ocasiones anuales, mientras que el cine, con talleres y actividades de cine-debate, se convirtió en mi preferencia de actividades extra-programáticas.

Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de teatro hasta 1996; última, escrita por mí para las fiestas de mayo en el Colegio Mekhitarista, fue “Cinco días de mayo”, un verdadero fracaso. Sin embargo esa escuela aceptó mi guión cinematográfico, que hizo filmar el equipo del empresario Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el 21 de mayo de 1996, en los 40 años de la escuela, con copia de regalo para todos los espectadores invitados.

Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí asociarme a Marcelo Gamarra, a quien había conocido en 1993, y me llevó al taller teatral de Adrián Porcel de Peralta. Formamos así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus Teatro – grupo de coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras performances de poesía y luego con lo que sería nuestro éxito durante tres años: “La Musa de los Muchachos”, sobre epigramas de Estratón de Sardes y otros poetas alejandrinos, obra con la que, desde Lugar Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro Ift y el espacio teatral de la Galería Ghandi.

Llegó el 2001, con el hecho más lúgubre y terrible de mi vida, la muerte de mi hijo Alejandro. Lo que escribí desde ese momento quedó fijo en “Paternidad de sombra”, obra de poesía que reúne mi dolor de esos años, y que presenté en la SEA, acompañado por los dos laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo Gamarra.

Nunca más volví a subir a un escenario para hacer teatro. Sí para realizar performances poéticas con Marcelo, siendo las que más recordamos, en la SEA con una noche erótica en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del Tango -de La Plata- en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro cultural, me prendo para sacar la poesía a la calle. Este año hemos leído en abril en el Obelisco, y en septiembre en la Avenida Boedo, parando en todos las esquinas emblemáticas que, desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o César Tiempo.

Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble Ancho”, entre 2008 y 2012, con mi columna de comentarios culturales sobre libros literarios, cine y teatro, pasando por AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se quiere, de lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el Diario Clarín, como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el Suplemento “Jornada Cultural” de Diario de Trelew y en la Revista NEXO.

 

 

          -Viene ahora la solicitud de que nos indiques la dirección del sitio web donde se encuentra “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, esa antología anotada. Y que nos interiorices sobre los cursos y talleres realizados a partir de allí. Sobre el singular volumen “La proctomaquia o El cantar de los culos” no te preguntaré, Wences, puesto que en la Red nuestros lectores –les aviso- encontrarán bastante material si en los buscadores ponen tu nombre o el título de la obra.

 

-Actualmente el archivo del libro “Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”, se encuentra en su totalidad de cinco capítulos, y con la versión incómoda de notas al final de cada uno de esos capítulos, en mi propia página web en el tópico “traducciones”. Se trata de una selección de textos que terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi regreso a la Argentina, hasta 2000, pero que sigo usando todavía hoy en talleres y cursos.

En estos veinte años he multiplicado los encuentros sobre poesía erótica de la Grecia clásica, así como también de la Roma monárquica, republicana e imperial. Mis charlas no eran omnicomprensivas, sino más bien tomaba algunos puntos neurálgicos del tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea, el teatro griego del Ática o la Musa de los Muchachos y los poetas alejandrinos. A veces he hecho cursos centrándome en algún poeta en especial, como Safo, Calímaco, Teócrito o Estratón de Sardes, y en el teatro he tenido preferencias por Eurípides y sus transgresiones dramáticas.

Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han tenido la misma suerte de encontrarse con el libro bien armado. Pero es posible que alguna vez suceda porque tengo todo el material sobre esos cursos. Más allá de mi interés por Catulo, Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del Satiricón de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa obra que nos ha llegado fragmentadamente y que se convirtió en mi novela “Las vigilias de Príapo”, socializada el año pasado 2012 en Ediciones Las Miradas de Eros / los libros del Simposio, editorial erótica que me pertenece y que está, por el momento bastante estancada, después de una batalla legal por el título primitivo que era Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado Banquete, de Platón.

Sobre “La Proctomaquia o el Cantar de los culos”, tengo bastante para decir. Respeto la contención que ponés en tu pregunta. Aclaro sólo que se trata de un “falso poema” de un poeta alejandrino inexistente, Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda ser el título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza que pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las diosas habían apostado a ver quién era la más bella, y gana Afrodita con trampa, aquí son tres dioses los que concursarán para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo y Dioniso, convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no cuento cómo termina la historia…  También se puede buscar la obra en mi página web.

 

 

 —Ya jubilado de la docencia, ¿cómo recordás tus años al frente de las tres materias? ¿Cuál preferías? ¿Anécdotas, añoranzas?

 

            -Al jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco años, me cuesta llenar. Viví muy feliz como docente. Y diría que no sólo porque me encantaba dar latín, griego o literatura italiana, en este último caso no se trataba de la lengua, sino porque me gustaba estar en el aula. Estas materias las he dado en nivel terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me encantaba, sobre todo, trabajar con adolescentes en el nivel secundario, siempre en los últimos cursos, donde se trataba de lengua y literatura española simplemente. Pero el margen educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo una lectura comprensiva, sino también crítica, consiguiendo madurar en la propia expresión y en un sentido de juicio personal, libre y motivado. Es decir, me ha fascinado más ser educador que trasmisor de conocimientos, considerando que la perspectiva educativa comienza con un entendimiento afectivo, antes que intelectivo.

Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con mis ex alumnos de los ‘60 y los ‘70. Y los de los últimos años del 2000, grupos que organizan eventos multimediáticos, porque hay excelentes artistas plásticos, actores y actrices, fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus encuentros para… ¡hacerme leer poesía!

 

 —A pesar de que nos hemos visto muchas veces, y hemos compartido espacios públicos y privados, y jamás tuvimos un encontronazo, y coincidimos en antologías y revistas, nunca mantuvimos una conversación a fondo (o, en todo caso, la mantuvimos pero siempre respecto de algún asunto puntual). Ignoro, sin ir más lejos, si has residido, aunque más no fuera durante lapsos breves, en algún otro país, además de Italia. ¿Puede ser que me cuentes en qué barrio naciste y cómo siguió tu derrotero en lo que concierne a viajes y residencias?

 

-Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento, que según me contó mi madre, más comunicativa que papá, fue en el Instituto del Diagnóstico que, por aquel entonces, estaba ubicado en la Avda. Córdoba y Ecuador. Eso fue un 29 de julio de 1940, a las 17.15, para ser más precisos. Era un día de lluvia muy fuerte. En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de niño mucho tiempo. En 1946 emigramos hacia el norte de la Provincia, a Martínez, donde estuve hasta 1953. A partir de 1954 entré al seminario menor de Bernal; y allí me recibí de maestro normal nacional y completé los estudios de filosofía. En 1960 ya estaba instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo de maestro, pero sólo por tres años, ya que a fines de 1962 me enviaron a Turín, Italia, para estudiar teología en lo que inicialmente fue el PAS (Pontificio Ateneo Salesiano), transformándose en 1965 en UPS (Universidad Pontificia Salesiana), ya con sede en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y mientras seguía la carrera de Letras en la UCA, daba clases de lengua y literatura griega y latina en Ramos Mejía. Estuve luego tres años en el Colegio León XIII, ubicado en la calle Dorrego al 2100, para volver a partir de 1971 a la zona oeste, primero Ramos Mejía y luego San Justo.

Fui teniendo cargos de cierta importancia en la Institución Salesiana: primero como director y rector de un colegio, luego como vicario inspectorial de una zona, para terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas de la Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en la Ciudad de Buenos Aires, zona Almagro, en donde residí desde 1982 hasta 1989. Por motivo de mi trabajo, en esos años viajé mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí por largos períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de documentos, como la “Ratio studiorum” de los salesianos, es decir, la planificación de los estudios en la formación de los nuevos religiosos.

En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes y congregaciones de hombres (díganse, dominicos, franciscanos, redentoristas, salesianos, jesuitas, maristas, lassallanos, hermanos de San Juan de Dios, agustinos, etc.), me eligieron presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia Argentina de Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo de 1988, y que me obligó a viajar, además, por todo el continente americano. Eran habituales las reuniones en los países limítrofes; pero debí asistir a reuniones incluso en Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el periplo de encuentros y reuniones.

Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy distintas naciones de Europa, como Eslovenia, Croacia y Serbia, Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué incluso a Israel y Egipto; recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque como llevaba correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me tuvieron detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un agente de alguna entidad internacional, lo que quedaba casi demostrado por los sellos de tantos países en mi pasaporte. Pero lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a Angola, para ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí hacía apenas un año, porque era una zona africana que patrocinábamos desde Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. El país estaba en plena guerra civil entre las fuerzas del Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese motivo no pude llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en donde paraba. Sin embargo, al uruguayo Pepe Uría se le ocurrió que debía llegarme hasta su parroquia de Calulo, pasando el río Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de que la embajada del Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes andaban por esa zona. De hecho, cuando llegamos al gran río que divide en dos el territorio nacional, nos pararon soldados de las tropas cubanas, allí apostados, y nos sugirieron muy amablemente que diéramos la media vuelta. Pero como Pepe insistió en que no podía dejar abandonada a la gente de su parroquia, hacia allí nos fuimos. Todo fue una fiesta; el centro parroquial extraordinario, la gente de una calidez total. Saqué fotos a diestra y siniestra. Al final de mi visita de tres días, pude regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino a Dondo, un 2 de septiembre, recuerdo muy bien. Al día siguiente, corrió como un reguero de pólvora la noticia de que las tropas revolucionarias habían entrado en Calulo, y secuestrando a varias personas, el primero a Pepe Uría, el párroco. Y se llevaron a los cautivos a través de la selva caminando casi durante cuatro meses, soltándolos recién en la Navidad de ese año 1983. Mis fotos pasaron inadvertidas por la aduana cuando salí del país; y a pesar de que viajé en un avión militar con heridos de guerra rumbo a Belgrado, esas imágenes se transformaron en el testimonio de un trabajo riesgoso y de una vida precaria en plena guerra civil. Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza, nunca perdieron su alegría. Todavía me parece verles una sonrisa maravillosa. Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de voz para contar…

A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de decisión fundamental en mi vida: el alejamiento de la vida sacerdotal y de la iglesia. Los motivos de viraje tan violento quedaron enumerados en una carta a mis superiores que se hizo pública. El asunto da como para un libro. Conseguí entonces ubicarme en el departamento en donde vivo actualmente, en el Abasto, gracias a la ayuda de amigos y de la misma institución salesiana. Por ese entonces yo no sabía que había nacido a cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que ésta iba a ser mi casa en la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte años. Había conseguido unas pocas horas de clase en Castelar, y me moría de hambre.

Como un antiguo compañero de mis años juveniles me ofreciera un trabajo de pedagogo en el Instituto Oasi de Troina, Sicilia, con un generoso sueldo y la posibilidad de investigar sobre escuela y discapacidad mental y la inserción de los padres en la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado, preparé mis valijas y decidí emprender viaje, imaginando que me quedaría ya para siempre en esa nación, a la que reconocía como “madre de mi formación cultural y artística”. Allí viví tres años de trabajo, profundamente feliz por las posibilidades que se me daban, incluso para participar en congresos europeos, como fue el caso de Alemania y Portugal, llevando mis trabajos de investigación, mientras publicaba las conclusiones en la revista de la Institución, convirtiéndome en colaborador permanente. Y hasta tenía posibilidad de relacionarme con escritores del lugar, como fue el caso de Luigi Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich, en donde vivía con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de origen esloveno, convertido ahora en psicólogo social. Fueron años de mucha producción literaria.

Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de 1993 fallecería mi padre repentinamente. Ya mi hermana Marta, tres años más joven que yo, había fallecido en 1982. Y mi hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en Buenos Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho falleció tres años después. Ante este panorama, al volver, decidí quedarme en la Argentina y ya nunca pude regresar a Europa. Como conseguí un trabajo de delegado inspector de una jueza de menores en los Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme cargo de un menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en mi hijo del corazón, Alejandro David.

Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el mundo en La Coronilla, última población sobre la ruta 9, antes del Chuy, frontera con Brasil, en la República Oriental del Uruguay, punto de referencia de una mínima actividad comercial y playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis años, voy y vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí escribo; y de allí salieron obras como “La Proctomaquia…”, “El mar y la hoguera”, “Mi reino será el mar”, “Volver a La Coronilla” y otros últimos textos.

 

 

 —No sólo pertenecés a la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, sino que, fuiste secretario de esa entidad durante un año. Por lo cual te convoco a que les trasmitas a los argentinos que no conozcan la SEA y a los extranjeros que tampoco la conozcan, cuál ha sido el origen de su fundación, cuándo, su funcionamiento, etc.

 

En realidad son tres las sociedades de escritores a las que estoy afiliado como socio; la SADE, la tradicional Sociedad Argentina de Escritores, con su antigua sede en la calle Uruguay, fue la primera. Y sigo pagando mi cuota social, aunque voy bastante poco. En 2001 Víctor Redondo capitaneó una especie de rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los cuales tuvieron bastante trascendencia. Decide entonces crear una nueva entidad, la SEA, la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina. Me acuerdo que suscribimos el acta fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo el número de socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA prometía luchar por el reconocimiento de los derechos de los escritores. Se logró, después de las primeras estrecheces, tener una sede realmente cómoda, por comodato, en el 2° piso de la Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de la lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la abstención de los legisladores oficialistas del PRO, lograra la aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad Literaria, subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte Macri no vetó la nueva ley.

Por ese entonces los integrantes de APOA, la Asociación de Poetas de la Argentina, se reunía asiduamente en el Bar Bukowski, siendo su presidente Cayetano Zemborain. Adherí también a este movimiento, sobre todo porque trata de llevar la poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta organización nació la iniciativa hace cinco años de reunir a jóvenes poetas, menores de treinta años; el nombre de estos encuentros anuales se denomina “Juntada” y abarca a jóvenes de todo el país, con una visión realmente federal. Celebro esta actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos, eventos y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la Juntada, en la F.L.I.A. (la Feria del Libro Independiente, Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo que la A pueda querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación, me hacen sentir en continuidad con el trabajo de mis épocas de docente, mientras que, al mismo tiempo, la creatividad artística juvenil me produce una enorme felicidad.


Wenceslao Maldonado selecciona para esta entrevista, en diciembre de 2013, seis poemas de su autoría (2006-2012), pertenecientes a “Recorridos breves de un largo itinerario”, recopilación de recopilaciones en cinco libros:

 

 1.-

                        levedad de voces

                        en los labios

                                               y nada más que alas

                                               en la respiración

                                               hasta espantarme

 

 (del libro primero RESQUICIOS, palabra, 2006)

 

 

 2.-

                                   desbordada

                                   mi locura levanta

                                   su barrilete de fantasía

                                   por cielos de libertad en las esferas

                                   más azules de la altura

                                   y despliega

                                   (creo que sin vergüenza)

                                   todo su deseo de un baile despreocupado

                                   (ante el quiebre de las censuras)

                                   todo el gesto de sus brazos y sus piernas

                                   (ante la burla del conformismo ciudadano)

                                   toda la algarabía de su vestido en giros

                                   (ante el malhumor que no respeta)

                                   y mira lo que es

                                   en el espejo interior del sentimiento

                                   (en la carta de identidad de su existencia)

                                   y baila baila baila

                                   a viento suelto a cielo abierto

                                   y ríe ríe ríe

                                   la risa cuanto se quiera

                                   mientras el cuerpo define

                                   en el aire enloquecido de la altura

                                   la elección del movimiento

 

 (del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, apuntes para una vida nueva, 2008)

 

 3.-

                                               no me fue fácil

                                               hacer las paces

                                               con el que fui

 

                                               pero ahora

                                               puedo despedirme de él

                                               como si hubiéramos sido siempre

buenos amigos

 

 (del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS, acta póstuma, 2008)

 

  4.-

sabe

que no puede

decírselo más que a sí mismo

este espacio sin medida

con el sol derrumbado

en todas las distancias

sudoroso caminar sin rumbo

con pesadumbre sin saber por qué

no sabe

que es más que un caminante

tal vez un nómada olvidado

alguien de esa especie humana

que se fue dispersando

en la soledad de los afectos

en la vasta diferencia de la idea

sabe

que no hay un punto fijo sospechable

de ser el final

un árbol por ejemplo

o una casa en la lejanía

o un río que divida las comarcas

del silencio y la rutina

aunque fuera un agua

aburrida de estancarse

o una nube que marque alguna altura

no sabe

si hay altura o qué distancia

habría hasta el horizonte

porque la línea que cierra las fronteras

tal vez esté arriba

o a lo mejor pertenezca a los senderos

ahora desandados

perdidos en el cansancio permanente

de no poder recostar las fantasías

y sabe

que tendrá que seguir caminando lo que sea

hasta que ya no pueda más

hasta que las piernas rígidas se nieguen

a otro paso ciego

y no sabe

hasta dónde habrá llegado

y desde dónde vino

y para qué caminó tanto

y qué hay más allá

de la ceguera

 

 (del libro tercero CICATRICES, desierto, 2010 )

 

 5.-

                                   es esta ausencia hijito…

                                   obligado a dejarte que te fueras

                                   aunque te tenía de la mano

                                   destruyendo el adiós

                                   vaciando los abrazos

                                   dejando mudas las palabras

 

                                   y hoy tan lejos...

                                   yo que intenté ser padre y madre

                                   de tu orfandad en ronda por la calle

                                   cuento todavía

                                   los días terribles del silencio

                                   los años dolorosos de la pérdida

                                   que se ahonda más y más por este hueco

                                   y me empuja a rondar por tantas calles

                                   de tu soledad

 

 (del libro cuarto DESOLACIÓN Y CANTO poema 35, 2011)

 

 

 6.-

la noche en la palabra

escarba

los sentidos posibles

que la garganta no expresa

descubre riquezas que se esconden

en la sutil fragilidad de lo profundo

muy adentro de uno

o tal vez encuentra

socavones del miedo y de la duda

desconocidos

 

 (del libro quinto LA NOCHE EN LA PALABRA poema 5, 2012)

 

 En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, W. M. y R. R., diciembre 2013.

 

 

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21 de Noviembre, 2013 · General

En las letras, desde Puerto Rico


(Serie Libros valiosos encontrados en la espesura

David Capiello reflexiona sobre Comunión antropoética

 

Carlos Esteban Cana Rivera

 

El David Capiello que conversó conmigo acerca de su primer libro es diferente al David Capiello actual, director de Ediciones Aventis. El David que conversó conmigo iniciaba su etapa como escritor publicado. El David actual hizo del 2011 un año de logros en su empresa editorial publicando cuatro libros de autores tan diversos como Federico Irizarry Natal (Minoría  Absoluta), Jan Martínez (Trasunto de Transilvania/ El sur y su siniestra), Carlos Vázquez Cruz (Asado a las doce) y Jorge Volpi (Breve guía de la narrativa hispánica). También ha levantado un catálogo que cuenta con libros emblemáticos en la narrativa como La belleza bruta de Francisco Font y La vida a ratos de Christian Ibarra. Tampoco ha descuidado su propia obra con títulos que han despertado la curiosidad de la crítica: Casquillos (2008) y Mi sal (2011). Pero puntualizo, amigo lector, el David Capiello que escuchará es otro, aunque, en esencia, sea el mismo.

Sostuve esta conversación con David la semana después de la presentación formal de Comunión antropoética. Para ese primer libro Capiello contó con un grupo selecto: Carlos Roberto Gómez como editor, Rubén Ramos como fotógrafo, Sonia Marcus Gaia realizó  la invitación,  Janette Becerra y Carlos Vázquez Cruz la corrección. La mirada crítica durante el ‘bautizo’ del libro fue encomendada a Yaritza Aguilar. Antes, sin embargo, el poeta había compartido poemas de ese libro con estudiantes de la escuela superior Petra Mercado, en el pueblo de Humacao. “Si algo paga el ser escritor ha sido esa experiencia.” Me confesó en aquel momento cuando destacaba la capacidad de esos niños para enriquecer la lectura.

 

Para entonces los aforismos irreverentes de los Casquillos no estaban en el panorama. Aquella conversación incluso trascendió el contenido de Comunión antropoética y fue inevitable hablar sobre El Sótano 00931 (colectivo que gracias a Julio Cesar Pol se volvió a reunir recientemente en el Recinto de Ponce de la Universidad de Puerto Rico con motivo de los diez años de su fundación) ya que Capiello era uno de los integrantes más activos. Tampoco dejamos de lado sus inicios en la poesía, los autores fundacionales, y la narrativa que le dio a conocer en diversos certámenes. Cuentos  y relatos que esperamos ver algún día en libros.

 

David Capiello reflexiona en esta edición de En las letras, desde Puerto Rico, sobre Comunión antropoética.

 

En primer lugar puedes comentarme algo acerca del proceso. Esa travesía que convirtió Comunión antropoética en el libro que hoy tengo en mis manos

 

David Capiello: Lo primero fue el que yo me fuera para Minessota, porque me apartaba de El Sótano y me apartaba de mis amigos. El Sótano realmente nunca fue un junte de escritores, El Sótano éramos un junte de amigos, El Sótano no buscó gente para publicar una revista, El Sótano es el producto de un grupo de amistades que dijo vamos a publicar una revista, y lo hicimos totalmente conscientes de nuestra propuesta y a la misma vez con cierta prudencia cuando comenzábamos. Con el paso del tiempo me vi envuelto en tanta cosa, tantos eventos literarios, y entonces, de pronto, irme a Minessotta no fue perder la oportunidad de publicar en la revista, fue perder el contacto con mis amigos, con mi familia. De Minessotta me quedó mucho frío, mucha soledad, muchohomesick, porque el espacio era completamente desconocido, era volver al anonimato en todo el amplio espectro de lo que pudiera ser anonimato. Mi salida fue como una renuncia a regañadientes, a todo eso por lo que yo había trabajado y que por fin lo estaba viendo. Tener que irme fue una decisión bien fuerte.

 

Veo que el poemario tiene tres partes: la que le da nombre, Comunión antropoética; De cal y de arena; y Amor (A) tajada. Qué me puedes decir de esta estructura, de las partes del libro.

 

David Capiello: Hay poemas de cuando tenía 17 años. Yo estoy escribiendo desde los catorce años, desde el 96. Por recomendación de Janet Becerra, en vez de ordenar los poemas cronológicamente fueron organizados por unas tendencias temáticas. Es un trabajo de edición completo por el acomodo de unos poemas que a lo mejor no fueron tan intensos pero que así, estratégicamente distribuidos, le dieron  consistencia al texto, y le dieron esa tensión ni ascendente ni descendente, sino consistencia más que nada.

 

Hablemos de algunos de tus poemas

 

David Capiello: Pacto de palabras es un ars poetica y la columna vertebral de la segunda parte titulada De cal y de arena. Si te digo niña,  es un poema que subvierte toda la concepción de género. Se cuestiona incluso la expectativa de un rol. Cruzar la línea lo escribí estando en Minessotta, es un poema de los que me he enamorado. Panes y peces es la columna vertebral del libro. Corbatas,recitado, declamado, tiene el atractivo de la voz, de como la voz prima en el espacio performativo por encima del texto, pero eso no es un defecto del texto, es un defecto de nuestra lectura. En ese poema estaba consciente de que quería jugar con el sonido, que quería jugar con la presencia de la voz. 

 

Qué hay detrás de las páginas de Comunión antropoética

 

David Capiello: El deseo de establecer un lazo con el otro a través de la poesía. De convertir al otro incluso en dios, de verlo como dios hecho carne, de poder comulgar con ese otro tanto en lo cotidiano del pan. Como pasar por el proceso de transubstanciación con ese otro y poder ver también la carne como parte de esa comunión. Yo siento la necesidad con el otro.

 

Hay quienes comentan que el libro no es uno, sino tres

 

David Capiello: Son registros, tonos que están en la vida. Y todo eso está en nosotros, el discurso romántico, el discurso social, el discurso de lo metapoético, de las percepciones estéticas que tengamos, sobre la misma poesía, sobre la misma literatura. O sea, la vida completa es un texto y todos esos matices conviven, y no veo por qué tendría que dividir el libro en tres libros.

 

Háblame de tus comienzos

 

David Capiello: Yo empecé como cuentista, no sé que tanto me influyen pero mis primeras  lecturas apasionadas fueron con autores como Poe, Quiroga, Lugones y Borges… Siempre tenía conflicto con la poesía porque todo el mundo leía poesía, todo el mundo hacía noches de poesía, las bohemias eran de poesía, pero nadie tenía noches de cuentos, lecturas de cuentos, Por eso entro en conflicto con la poesía desde un principio, le tomo mala sangre, y entre otras cosas la poesía me parecía cursi, siempre me había parecido cursi.

 

Y con qué o con quién te tropezaste que te hizo cambiar

 

David Capiello: Con Vallejo. Es con Vallejo con quien me tropiezo. Porque para ese tiempo me  decía: “Bueno, pero algo tiene que tener la poesía que engancha tanto a la gente; algo tiene que haber en la poesía que no sea cursi; tenía que haber algo más que el deseo de lo bello.” A mí eso me parecía muy poca cosa. Entonces cuando me encontré con Vallejo pues yo dije: “¡Wao! Esto es bello pero hay un deseo por comunicar, un deseo por establecer una empatía hacia el otro”. Había incluso esa apertura visceral del poeta que no se esconde detrás del artificio, para mostrarse centro, para mostrarse firme; estructura, ¿no? Eso yo lo encontré en Vallejo.

 

Y después de Vallejo

 

David Capiello: Encuentro los poetas de la posguerra, encuentro a José Hierro, encuentro a Celaya, encuentro todas esas lecturas que son obligadas. Cualquier persona que lea a Vallejo y entienda el por qué Vallejo se fue a España, el por qué Vallejo cayó preso, y la influencia de todo lo que Vallejo significó tanto para hispanoamerica como para Europa. Si hay dos figuras que a mí me parecen inmensas dentro de la tradición literaria hispanoamericana son Vallejo y Huidobro, porque fueron los que cruzaron al otro lado, a enseñar que ya nosotros escribíamos y que ahora ellos tenían que aprender de nosotros. Figuras que demuestran que hispanoamerica ya es madura.

 

Y como llegas a tu pasión por escritores nuestros, como José María Lima o Angelamaría Dávila

 

David Capiello: En esos momentos me dije: ‘Bueno, pues si ya yo estoy leyendo a estos escritores, tengo que leer a los míos”. Y busco gente con ese tono, y me doy con la situación de que Vallejo es retomado por unos escritores del 60, entre ellos está Angelamaría Dávila y José María Lima. Y ahí olvídate. Lo que yo veo tanto en Vallejo, como en María Lima y en Angelamaría Dávila es que son hispanoamericanos. Y te soy honesto, escribo desde ahí, consciente de mi Isla, pero para mí el mar, más que una muralla de agua se ha convertido en una invitación al otro lado.

 

Tú tienes una mirada crítica acerca de la academia

 

David Capiello: Según en el mundo la guerra no se detiene, el neoliberalismo no se detiene, la muerte no se detiene, el hambre no se detiene, es estúpido ver que la academia siga en la postura en que sigue pensando que más allá de las cuatro paredes de la academia el mundo no existe, y que el mundo cobra sentido sólo cuando ellos lo teorizan. Es estúpido.

 

Cuando lees

 

David Capiello: Cada lectura tiene su espacio. Para leer como alimento, retroalimentación, generalmente de noche, porque soy una persona muy distraída. Y eso sí, no soporto el silencio de las bibliotecas. Pero entonces leo de noche con el televisor prendido, porque de alguna manera, no tengo las distracciones que en mi caso son más visuales, y tengo el sonido del televisor que me aísla de cualquier otro tipo de sonido que escuche fuera del apartamento.

 

Escribir…

 

David Capiello: Escribir, es algo que no decido, eso me decide a mí. Si de pronto tengo una idea y la escribo, igual la puedo dejar para trabajarla luego como igual la puedo empezar a trabajar. Recuerdo que una vez Mayra me pescó fuera de clase y me dice: “¿Estas escribiendo, verdad, cabroncito?”. Sabes por qué me pregunto si yo estaba escribiendo, porque llevaba dos semanas sin ir a clase. Entonces no es algo que yo decida. Ah, voy a escribir a esta hora de noche, con la musiquita de fondo. Es que me dan. Y es bien diferente la inspiración, porque no es que bajó una luz del cielo, golpeó mi frente y me preguntó: “Saulo, ¿por qué me persigues?” No. No es eso. Es que me llega la idea, la voy trabajando, hasta que me siento cómodo con la idea y estoy claro de pa’ donde voy, porque nunca me siento a ver donde el texto llega. No son las teclas las que me dictan el ritmo del poema. Ni es el escribir el que me lleva a cerrar un cuento.

 

Trabajas mucho

 

David Capiello: A lo mejor no trabajo sobre el papel, pero yo necesito hablar con los personajes como si los personajes ya fueran independientes a mí. Yo necesito incluso, a la hora de sentarme a escribir, tener la trama clara, tener sólidos y con carne mis personajes. Yo necesito incluso tener el tono, el oído para escuchar como ellos hablan, el oído para escuchar como ellos son presentados, el oído para yo saber quién es el que me va a contar el cuento.

Yo he tenido años en los que he escrito varios cuentos. No me considero una persona que escriba como un demente. Por ejemplo, Ray me dice a mí: “Ah, Capiello, esta semana escribí seis cuentos.” Vamos, eso es un cuento por día. Claro, también hay que ver la extensión. Yo considero que mis cuentos no son cuentos cortos. Incluso Luis Felipe dice que mis cuentos son pretensiones de novela. Básicamente lo dice por CODEAFA, pero particularmente en el caso de CODEAFA fue un cuento en el que yo supe del caso de la mujer que se prendió fuego en el departamento de la familia. Eso fue en enero y todavía en septiembre yo estaba compilando recortes de periódicos sobre ese caso. Entonces desde que yo digo quiero escribir sobre esto, hasta cuando me siento a escribir, habían pasado prácticamente ocho meses, nueve meses. Y después cuando me siento a escribir me encuentro con que quiero ir al correo a ver como funciona el correo, quiero ir al departamento de la familia para ver como es el espacio.

 

Entonces tú como escritor haces una lectura de tu entorno, de lo que te rodea… que importancia tiene para el escritor esa lectura…

 

David Capiello: No hay escritores si primero no son lectores. Y los espacios se leen, las personas se leen, las situaciones se leen. Como parte de mi trabajo como lector yo tengo que ir a esos espacios y leer esos espacios. Tengo que leerlos. Porque hay gente que dice: “Ah, tú haces investigación”, y entonces sigue esta pretensión de hacer esto tan solemne, tan profundo, tan serio. No, es simplemente vivir, yo quise ir a ese espacio, leerlo, vivirlo, entenderlo, decodificarlo. Eso es para mí parte de mi proceso y de mi responsabilidad como escritor.

Para mis poemas ya yo he hecho la lectura de lo que es mi propia vida. Y he hecho Mis lecturas de mis vivencias aportan temas, aportan contenido.

 

Crees, como Hemingway, que el escritor puede hablar de lo que no conoce

 

David Capiello: Claro, nosotros como escritores no tenemos que ser mujer para escribir desde nuestra idea de lo que es un personaje femenino. No habría que llevarlo al punto de acostarnos con un animal o con otra persona de nuestro propio sexo para de alguna manera acercarte, intentando entender esa experiencia. Pero me parece que todo lo contrario sería tan irresponsable, como decir que yo soy escritor pero no leo a nadie.

 

Cuando te metes con esos libros que resisten el paso del tiempo y son leídos por nuevas generaciones, cuando haces lectura de esos textos clásicos a los que llamas obligados, que dejan, que dan al David Capiello escritor…

 

David Capiello: Aportan estilo, aportan acercamiento, estructura y aportan diálogo. Mira que curioso, leer a Vallejo te convierte en un receptor, de Vallejo como portavoz. Pero cuando tú le contestas a Vallejo conviertes sus textos en receptores y en dialogantes, los conviertes incluso en narratarios. Es como que yo estoy hablando y hay receptores. Pero cuando digo hay  narratarios, se trata de este auditorio a los que yo les voy a decir esto porque quiero que lo escuchen como yo quiero que lo escuchen. Y ese juego se da con las lecturas.

 

Es decir, que esa lectura de tu espacio vivencial tiene que convivir con la lectura de esos textos que te preceden…

 

David Capiello: Las dos cosas tienen que estar ahí. Leer esos textos que me preceden es como tener vivencias también. No se qué ocurre cuando alguien lee un texto y no lo vive. De veras, no sé que paso ahí. ¿Por qué tenemos que seguir distanciando tanto una cosa de otra? ¿Por qué los textos están tan muertos? ¿Por qué esa necesidad de distanciar la escritura de lo vivencial? Y me preocupa porque se puede dar el caso en que mengüe el interés por la literatura, por la escritura y por la lectura.

 

Alguna vez te escuché decir: “Comunion antropoética es bien yo”, pero luego añadías que también en sus páginas habían otros… a qué te referías…

 

David Capiello: Ese primer libro es bien yo pero no tiene por qué implicar que no haya otro y que pueda jugar. Es bien lúdico. No es que una voz entra en conflicto con la otra, es que todas conviven. Es Girondo. Es Altazor. Soy el poeta y antipoeta, y habla con Huidobro y habla con Altazor, es eso. Y aunque mucha gente no lo quiere reconocer y usa como pretexto la misma poesía, pues yo, descaradamente, voy a decir: “Mira, no porque sea poeta me voy a escudar detrás de la poesía para decir que todos esos yo habitan en mí. Es que realmente ese soy yo. Y la poesía no es el pretexto, es que realmente así soy, y ahí está.” No sé por qué esta urgencia por querer ser consistente. Por querer caminar en línea recta, por querer decir: “No, yo me conozco.” Todas esas voces conviven. La poesía lo permite y realmente somos así. Incluso puede llegar el momento en que las mande a todas a la mierda.

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20 de Noviembre, 2013 · General

César Cantoni: sus respuestas y poemas


Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

César Cantoni nació el 23 de febrero de 1951 en la ciudad de La Plata -donde reside-, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Allí han sido publicados sus diez poemarios: “Confluencias”, 1978; “Los días habitados”, 1982; “Linaje humano”, 1984; “La experiencia concreta”, 1990; “Continuidad de la noche”, 1993; “Cuaderno de fin de siglo”, 1996; “Triunfo de lo real”, 2001; “La salud de los condenados”, 2004; “Diario de paso”, 2008; “El fin ya tuvo lugar”, 2012. Ha sido incluido en más de quince antologías (...“Antología de la nueva poesía argentina”, “Poesía entre dos épocas (Argentina 1976-1983 / Inglaterra 1930-1939)”,70 poetas argentinos, 1970-1994”, “Entre la utopía y el compromiso. 16 poetas argentinos”,Poesía hacia el nuevo milenio. Antología de poetas argentinos”, “Naranjos de fascinante música. Poesía de amor en La Plata”...). Además de poemas, se difunden sus artículos y críticas en diarios y revistas en soporte papel de diversos países. También en numerosas plataformas de la Red. Ha sido traducido al inglés, francés, italiano, portugués y catalán. En tres ocasiones le fue concedida la Faja de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires, así como en 1996 por la sede central de la Sociedad Argentina de Escritores. Integró dos grupos literarios: “Latencia” entre 1977 y 1979 y “Tuerto Rey” durante 2006 y 2007. Formó parte en 2005 y 2006 de la redacción de la revista de poesía “El Espiniyo” y de Jurados en certámenes organizados por instituciones públicas y privadas. Es el responsable de www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar (Stand de Poesía Platense).

 

 -En una entrevista concedida a Carina Velo hiciste referencia a tu timidez durante la pubertad, al menos en lo que concierne a compartir con alguna persona los poemas que comenzabas a intentar, imitando a los que reproducían los libros de lectura escolar. ¿Tu timidez se denotaba en otras áreas? ¿A qué tipo de poemas “arroja” la timidez? ¿Y qué factor que nunca hayas mencionado te insta a tu modo de indagar la realidad? Con el amor y la desesperación desplegados por el joven Pablo Neruda, sobreentendí que afirmabas en aquella entrevista, te identificabas. ¿Y ahora?

 

-Cuando era chico, escondía todo lo que escribía en la parte inferior de un diván. Nadie conocía mi secreto, ni familiares ni amigos. Mi timidez tenía que ver, entonces, con el pudor de mostrar los sentimientos (siempre he sido poco expresivo en este sentido). Pero también me atemorizaba la reacción que pudieran experimentar los otros al conocer mi afición por un arte tan singular y misterioso como la poesía. Aunque parezca absurdo, aquel temor no era en extremo descabellado: actualmente, cuando confieso que soy poeta, muchos me miran como si fuera tonto o estuviera loco. La timidez, por otra parte, no me “arrojó” a ningún tipo de poemas en especial. A la hora de escribir, carezco de prejuicios e inhibiciones y sólo procuro ser fiel conmigo mismo. La poesía constituye, en mi caso, una forma de sinceramiento que está por encima de todo.  En cuanto a Neruda, su libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, que leí entre los 18 y los 19 años, me produjo un deslumbramiento tan grande que llegué a escribir un poemario completo (“Las estaciones del amor”) imitando su estilo. Como ya dije en otras entrevistas, Neruda era, a fines de los años 60, un poeta emblemático en muchos aspectos. La sintonía amorosa y el compromiso político de su poesía tenían, en aquella época de fervor revolucionario, un fuerte atractivo para quienes empezábamos a deletrear versos y sueños. Si bien sigo admirando a Neruda, su influencia, como es natural, ya no gravita en mi creación. La realidad y el lenguaje cambian continuamente y el desafío del poeta consiste en acompañar esos cambios para no repetir ad infinitum a sus queridos maestros.

 

-Manifestabas también que no te considerabas escritor, claramente cuando escribís, corregís, trabajás un poema (posible). Convengamos que cuando incursionás en la crónica, en la semblanza –en la prosa--, te posicionás como escritor (acabo de leer tu “Latencia: poesía y dictadura”, artículo ya difundido en Internet y que pronto habrá de editarse en soporte papel). ¿Diferencias entre el “hablado por la poesía” (según el poeta argentino Ricardo Zelarayán: “No existe el poeta, sino el hablado por la poesía”) y el ensayista, el hacedor de artículos y críticas literarias?

 

-En la entrevista que mencionás, digo también que nunca escribí un poema con el propósito de hacer literatura, y en esto radica, a mi juicio, la diferencia entre el poeta y el escritor. Para mí la poesía es mucho más que un género literario; es un acto de vida, algo imponderable que me sucede cuando escribo, una experiencia que trasciende la mera retórica dela escritura. Es cierto que, además de poemas, escribo prólogos, contratapas, artículos, críticas, reseñas de libros, etc., pero este quehacer literario no deja de ser circunstancial; podría desentenderme del mismo sin angustiarme demasiado. En cambio, la creación poética forma parte de mi respiración, es mi modo de ser y estar en el mundo, la única cosa capaz de ofrecerme algún argumento existencial. Desde otra perspectiva, coincido con Zelarayán en que el poeta no es más que un instrumento de la poesía, el “hablado” por ella. Borges solía decir al respecto que su función se limitaba a escribir lo que “alguien” le dictaba.

 

-Sé que tus primeros seis poemarios los destruiste sin llegar a publicarlos (a diferencia de tantos escritores que pueden llegar a padecer ataques de escarlatina, energumenismo y surtidas alteraciones psicosomáticas o conductuales si se les menciona en público –ha sucedido con Borges- y aun en privado (los más paranoides), el título de alguno de sus primeros libros publicados). ¿Recordarías para nosotros los títulos de aquellos seis poemarios? Seis son un montón: ¿No merecerían ellos un poema del Cantoni actual?

 

-En una etapa de aprendizaje, uno cree que los últimos poemas que escribe son siempre los mejores. Por eso, cuando publiqué “Confluencias”, mi primer libro, en 1978, destruí todo lo que había escrito anteriormente. Vi en ese acto una especie de depuración. Al fuego purificador fueron a dar seis poemarios, la mayoría de los cuales habían recibido el primer premio en diversos certámenes de poesía inédita. Más adelante, descubrí un aforismo de Antonio Porchia que dice: “Te depuras, te depuras... ¡Cuidado! Podría no quedar nada”. Pero ya era demasiado tarde. Todavía recuerdo los títulos de esos libros incinerados: “Las estaciones del amor”, “Poemas en blanco y negro”, “Habitante solo”, “Eco de poemas” (este título nunca me gustó, pero no encontré otro mejor en su momento), “Invasión de los días” y “Tentativas y deslices”. De ellos, sólo se salvaron unos pocos poemas, que habían sido publicados en diarios y revistas.

 

-Quiero contarte que aunque no se lo demuestro –y en esto de no demostrar he sido precoz-, quiero mucho a tu ciudad (¿siempre viviste en ella?). Hace dos décadas que no voy. Jamás participé allí en una mesa de lectura. Pero me une a La Plata (y a Banfield, donde ha residido mi padre de pibe y de muchacho, y a City Bell, donde en mi adolescencia él hizo construir un chalecito de fin de semana –como ves, todo al sur de mi atroz megalopolismo-) un “lazo de consanguineidad”: no sólo mi madre –pariente bastante directo- ha nacido allí en 1914, sino que algunos de sus hermanos y primos. Primos míos con los que lamentablemente –te juro que lo sufro-  no tengo el menor contacto y aún otros parientes, sus hijos, viven, deben seguir viviendo en La Plata. Ruiz, Mugione, Naya, sus apellidos. Quiero contarte que siempre me ha producido una diferenciada satisfacción invitar a poetas platenses (y de los aledaños de tu ciudad) a mis Ciclos de Poesía, a mis segmentos de poesía en el marco de Cafés Literarios. Por lo que tu Stand de Poesía Platense y el cuidado formal, la dedicación y el rigor con el que lo sostenés, me resulta encomiable. Esto que digo promoverá que nuestros más curiosos lectores de países diversos pinchen en el enlace www.lospoetasnovanalcielo.blogspot.com.ar y se encuentren con testimonios fotográficos, muestras poéticas, informaciones, rememoraciones y se impregnen, con la sobriedad que le imprimís a la propuesta, de la impronta de la Capital de la Provincia más densamente poblada de nuestro país: la ciudad de las diagonales, la que entre 1952 y 1955 se llamara Eva Perón, la ciudad de los tilos, la primera de Sudamérica en tener el servicio de tranvía eléctrico. Expresado todo esto, César, ¿qué añadirías sobre La Plata, la así llamada por el Río de la Plata, que todavía no hayas, acaso, públicamente declarado?

 

-Siempre viví en La Plata, ciudad cuyo nombre, como bien decís, fue tomado del río homónimo y aprobado en la legislatura bonaerense a instancias de José Hernández, que lo propuso cuando era senador. Desde su origen hasta su diseño urbano (un cuadrado perfecto, que incluye simetrías y malabares aritméticos), La Plata es una ciudad con características singulares. Fue concebida políticamente para ser Capital de la Provincia de Buenos Aires y fundada por Dardo Rocha en 1882 en medio del desierto. Se trata, pues, de una ciudad joven, nacida de una idea y, por lo tanto, más pensada que soñada. Su fundación significó, de alguna manera, la coronación del pensamiento liberal de la generación del 80 (algo que muchos no le perdonan).El propio Sarmiento sostuvo por entonces: “La Plata es el pensamiento argentino, tal como viene formándose e ilustrándose hace tiempo, sin que nadie se dé cuenta de ello”. Sin embargo, hay que decir también que esta ciudad sufrió con singular ensañamiento la represión castrense de la última dictadura y que en ella se gestaron no pocos movimientos políticos y sociales que reivindicaban y reivindican los derechos humanos (son mujeres platenses las que hoy presiden organismos como Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo). Lo cierto es que La Plata creció en sus comienzos más que cualquier ciudad del mundo, hasta que la crisis económica que afectó a la Argentina a fines de la primera década del siglo XX detuvo su pujanza inicial. A propósito de ese crecimiento, un viajero francés, P. M. de Corvetto, escribió un artículo titulado “La Plata o el poder creador de la Argentina”, publicado en 1885, en el que expresa: "en ningún lugar del mundo el presente se transforma tan rápido en pasado; ayer el desierto, hoy un plano y jalones, mañana una ciudad". Paradójicamente, La Plata era, al mismo tiempo, una ciudad silenciosa y apacible. Sus plazas y paseos, sus anchas avenidas arboladas, el bosque con su lago, invitaban a la ensoñación y a la melancolía. Esa mansedumbre provinciana está muy bien reflejada en la poesía de López Merino y dio origen a la llamada “Escuela de La Plata”. Pero el progreso irracional y descontrolado no iba a eludir su realidad. Ya a principios de la década del 50, advertía el poeta y editor Marcos Fingerit: “La nerviosidad de la vida contemporánea ha llegado hasta ella trastornándola, mejor dicho, trastocándola. El silencio, la soledad, la quietud que la individualizaran, por lo menos para los viajeros, casi han desaparecido por completo, hasta de sus zonas en donde lo campestre ceñía lo ciudadano”. Hoy, por lo demás, no se diferencia mucho de otras ciudades del país. A los rótulos con que suele señalársela y que vos mencionás en tu pregunta, cabe añadir “Ciudad Universitaria” y “Ciudad de los Poetas”, este último discutido por algunos, aunque es bien conocida su fuerte tradición poética.

 

-Tu madre, fallecida en 2005, según informabas en un reportaje que te hicieran en “El Día”, ese periódico más que centenario de tu ciudad, llegó a leer tus primeros nueve libros. ¿Qué te trasmitía a propósito de ellos? Y, por extensión, otros familiares no vinculados con la escritura poética: ¿han leído poemarios tuyos? ¿Qué opinaron (los que opinaron)? ¿Y qué te parece que les pasó (o no les pasó, lo cual es un modo de que algo les pase (como los que se definen de apolíticos...)? ¿Qué hace un pariente de uno, no lector de poesía, con el ejemplar que le regalamos?

 

-La poesía no es un arte demasiado convencional. Tampoco es común que en las familias haya un poeta, de modo que cualquier reacción que el asunto suscite en el ámbito hogareño resulta entendible. Como dije al comienzo, yo escribía poemas que escondía en la parte inferior de un diván, hasta que un día mi madre, haciendo la limpieza de la casa, encontró el cuaderno que los contenía. No sé si fue el hecho de escribir poemas o el de esconderlos lo que más le llamó la atención, pero me consta que vivió preocupada durante un tiempo, temerosa, quizá, de que yo sufriera algún trastorno psicológico. Mi padre, por su parte, no supo que yo escribía hasta que obtuve la Faja de Honor de la SEP (Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires) y mi nombre apareció en el diario “El Día”. Tanto mi madre como mi padre confiaban en mis facultades líricas, pero no tenían parámetros para emitir un juicio equitativo. El resto de mis familiares me ponderaban y guardaban con cariño los ejemplares que yo les regalaba. Sin embargo, como siempre he sido bastante descreído y despreocupado, no me inquietó saber qué les pasaba o dejaba de pasarles con la lectura de mis libros. Por lo demás, he comprobado que aun el lenguaje poético más sencillo es de difícil comprensión para los no iniciados en poesía.

 

-He ido sabiendo de tu encendida admiración por Pound, Masters, Eliot, Pessoa, Williams, Cavafis, Stevens, Seferis, Montale, Ritsos, Quasimodo. Lo que me ha promovido interesarme por saber cómo te llegan, por ejemplo, las poéticas de Nicanor Parra, Enrique Blanchard, Charles Bukowski, Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Antonin Artaud, Manrique Fernández Moreno, Pablo de Rokha, Néstor Perlongher, Monique Wittig, Emeterio Cerro, Francois Villon.

-Siempre sentí admiración por las vanguardias de comienzos del siglo XX, que produjeron una transformación profunda en la poesía y fijaron un punto de no regresión. Obviamente, algunas me importan y me atraen más que otras. Fuera de ellas, de mi entusiasmo inicial por Neruda y de leer con enorme placer a los poetas griegos e italianos, mis preferencias líricas apuntaron, durante mucho tiempo, a la poesía anglosajona, sobre todo, a la norteamericana. En general, me seducen las poéticas conceptuales y realistas; o sea, aquellas capaces de expresar una intuición o una idea que puedan hacer reflexionar, sin perder de vista la circunstancia y el clima de la época. Con respecto a tu curiosidad acerca de los autores que enumerás al final de la pregunta, debo decirte que estimo, en particular, a Villon, Artaud y de Rokha. A Bukowski, asimismo, le dediqué un poema (“Bukowski o le mal de vivre”) que, por ser breve, aprovecho para transcribirlo: “No escribía al dictado del corazón,/ sino del hígado cirroso./ No escribía para los hombres satisfechos,/ sino para aquellos que sufren/ la quemadura de la vida./ No escribía porque la poesía/ fuera capaz de redimir al mundo,/ sino porque estaba seguro/ de que no existe salvación”. Por último, quiero agregar que, en cuanto a la concepción del arte en todas sus formas, comparto la visión de Ingmar Bergman cuando afirma: “Sólo con luz se puede iluminar la oscuridad, no con más oscuridad”.

 

-Desde luego, es satisfacción la que produce hallarse incluido en una buena o muy buena antología (o libro colectivo) y otra sensación es la que produce hallarse incluido en una mediocre o mala. ¿Qué nos podrías comentar sobre esto, César?, inquiero mientras releo el par de poemas de tu “Cuaderno de fin de siglo” incorporados en el volumen “El cine y la poesía argentina” (Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2011, con selección y ensayo de Héctor Freire). En efecto, el cine, ese mundo, y algunas películas te han inspirado poemas. ¿Qué trayectorias de realizadores te resultan impecables (o casi)? ¿A qué actrices y actores les creés todo? ¿Qué personajes te fascinan?


-Ciertamente, resulta satisfactorio hallarse incluido en una buena selección poética porque evidencia algún reconocimiento. Sé que dos poemas míos integran la antología de Freire, pero todavía no tengo el libro. Conozco, además, la lista de los autores seleccionados y puedo decir que todos cuentan con una trayectoria aquilatada. El cine me apasiona desde chico, si bien mis conocimientos acerca del mismo no son académicos y, por lo tanto, sólo me cabe hablar como aficionado. Vi muchas películas en las décadas del 80 y del 90, cuando apareció el video y el llamado séptimo arte era una de las expresiones que, a mi juicio, mejor reflejaba la realidad. Es asombroso comprobar cómo en dos horas, aproximadamente, puede resumirse una novela de 500 páginas o, más aún, una vida completa sin que se adviertan saltos o fisuras. Claro, esa idea de totalidad no siempre está lograda. Sería demasiado largo enumerar las películas que más me gustaron. Otro tanto ocurre con los actores y las actrices que me parecen más convincentes. A título ilustrativo, sólo voy a mencionar algunos directores por los que siento singular estima: Serguei Eisenstein, Charles Chaplin, Alfred Hitchcock, Orson Wells, Ingmar Bergman, Vittorio De Sica, Federico Fellini, Ettore Scola, Claude Chabrol, Win Wenders, Werner Herzog, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Woody Allen, Clint Eastwood...  Los personajes que más me fascinan son los antihéroes, los perdedores... Los héroes hollywoodenses y los “happy end” se me antojan bastante huecos.

 

-¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... ¿Qué cosas no son tus favoritas?... ¿Qué asuntos no son tus favoritos?... ¿Qué apreciaciones no apreciás?... ¿Qué imprecisiones preferís?... ¿Qué preferís no preferir?... Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan otras cosas?...

-Para que la exposición sea más clara voy a responder estas preguntas escalonadamente, una por una.

-¿Qué lujos no podés, no podrías darte?... Me gustaría poder leer y escribir sin premura, sin presiones, sin sobresaltos, pero no estoy seguro de que la vida me permita alguna vez este lujo.

-¿Qué cosas no son tus favoritas?... En principio, las que tienen una finalidad exclusivamente material.

-¿Qué asuntos no son tus favoritos?... Los ajenos a la cultura, las artes y el periodismo.

-¿Qué apreciaciones no apreciás?... Las de los políticos en época de elecciones, las de los economistas que fueron funcionarios y fundieron el país, las de los comerciantes cualquiera sea el producto que quieran venderme...

-¿Qué imprecisiones preferís?... Las del simbolismo en literatura y las del impresionismo en pintura.

-¿Qué preferís no preferir?... Prefiero no tener que preferir entre el olvido y el perdón.

-Algunas cosas, descuento, te llegan al corazón: ¿a dónde te llegan otras cosas?... Otras me pegan en la entrepierna, pero hago flexiones y sigo...

 

César Cantoni selecciona para esta entrevista, en octubre de 2013, seis poemas de su autoría:


TRAICIONÉ A MIS PADRES

 

Traicioné a mis padres: no acaté su legado

ni recorrí el camino trazado por su índice.

Defraudé a la ciudad: no tuve oficio ni empleo

y mi voto sólo llevó inquietud a los burgueses. 

Menosprecié a los dioses: no veneré sus máscaras 

ni me hinqué ante sus nuncios terrenales.

Desoí a la razón: cuando hube de callar, solté la lengua; 

cuando hube de ser cauto, puse el dedo en la llaga.

A una edad en que ya debería preparar mi alma,

alivianarla para su despegue,

no puedo hablar siquiera de arrepentimiento.

Condenado por todos los discursos,

sigo escuchando la impenitente voz de la poesía,

su incitación a la desobediencia.

 

                                      (El fin ya tuvo lugar)

 

 

¿DÓNDE ESTÁ LA VERDAD?

 

¿Dónde está la verdad?, le pregunté a mi madre.

Y mi madre me dijo que no sabía.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al filósofo.

Y el filósofo adujo que sólo cobijaba dudas.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al científico.

Y el científico apenas esbozó una hipótesis.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al artista.

Y el artista puso el acento en la belleza.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al político.

Y el político tuvo palabras engañosas.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al gendarme.

Y el gendarme empezó a disparar su arma.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté al obispo.

Y el obispo me amenazó con el infierno.

¿Dónde está la verdad?, le pregunté a los dioses.

Y los dioses permanecieron mudos.

                                                                               (El fin ya tuvo lugar)

 


ES ASÍ COMO MUEREN

                                           no quiero ir/ nada más/ que hasta el fondo

Alejandra Pizarnik

 

Sá Carneiro se envenena tomando estricnina,

Esenin se corta las venas en un hotel ruinoso,

Maiakovski se mete una bala en la sien con un revólver,

Crane se tira al mar por la borda de un buque,

József espera el paso del tren sobre los rieles,

Lugones bebe alcohol con cianuro en un recreo del Tigre,

Tsvetáieva se ahorca colgándose de un árbol,

Pavese ingiere una sobredosis de narcóticos, 

Thomas se emborracha hasta entrar en coma etílico,            

Plath inhala el gas que sale de su cocina, 

Celan se arroja a las aguas del Sena en una crisis,

Ferrater se asfixia con una bolsa en la cabeza,  

Pizarnik echa mano a 50 grageas de barbitúricos,

Sexton aspira las emanaciones del motor de su auto,

Goytisolo se lanza al vacío desde un edificio de departamentos,

en la calle Mariano Cubí, en Barcelona, una mañana más negra que la noche...

Es así como mueren estos poetas:

yendo hasta el fondo de su desventura.

                                                                          (El fin ya tuvo lugar)


1976


Ese año enterramos las armas

y las municiones:

el viejo revólver de papá,

y las dos escopetas de papá,

y la escopeta rota del abuelo,

y mi rifle de caza,

y las balas de plomo

y los cartuchos.

Todo lo enterramos

prolijamente en un baldío

para que la dictadura de turno

no se sintiera amenazada.

 

                                                                           (Inédito)


LA EDAD DE LA INOCENCIA

 

Mi perro, que apenas tiene un año,

acaba de romper las lilas

que planté esta mañana

y mueve la cola con euforia

cuando compruebo lo que hizo.

 

También yo, siendo pequeño,

rompía alegremente los juguetes

ante la desazón de mis progenitores.

 

A veces, me pregunto si Dios

no será un niño inocente todavía,

que, haciendo alarde de sus travesuras,

se pone a jugar con las estrellas.

                                                                   (Inédito)


UN ARTE INVISIBLE

 

El poeta camina

desnudo por la calle,

pero la gente no lo ve.

 

El poeta va al cine,

sale de putas,

viaja en colectivo,

siempre desnudo,

pero la gente

mira para otro lado.

 

El poeta no tiene modo

de llamar la atención,

porque la poesía

es un arte invisible.

 

La poesía se escribe

sin palabras.

                                                                                     (Inédito)

*

Ciudades de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos 60 kilómetros, C. C. y R. R., noviembre 2013.

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10 de Noviembre, 2013 · General

La ópera de Dulce diamante


Óscar Málaga

por Rosina Valcárcel

En esta novela pocos podremos distinguir si está leyendo una novela o viviendo sueños. La ciudad de Lima subterránea, llena de poesía, advierte que en sus entrañas ocurren amores que se extravían en la profundidad dramática de El Bosque del Olivar en San Isidro, que criminales avezados, dejan una noche sus quehaceres asesinos para que en esa oquedad gris y secreta, en el distrito de Barranco, compartir con su madre un plato criollo. Que profesionales del cine sin materiales, calculan la distancia y la luz para filmar, cada ángulo de su existencia porque están construyendo en el aire, minuto a minuto un filme eterno. Y sucede una muerte. Y la Lima nocturna se colma de pánico. La opera de Dulce diamante es el quinto libro de Óscar Málaga, reconocido escritor brillante de la generación del 70.

  La ópera de Dulce diamante (Summa, Lima-Perú, 2013) es una novela diferente. Razones y génesis. 

Óscar MálagaLa escribí en Beijing durante el año 1993, cuando era profesor de la prestigiosa Universidad de Comercio Internacional de Beijing y, además,  representante de una empresa española que me instaló una oficina con traductora y secretaria privada. Casi la totalidad de esta novela la escribí ahí. Mis ingresos eran bastante aceptables. En esas condiciones favorables la escribí.

Creo que soy naturalmente poeta.  Es en esa naturaleza que nace mi necesidad de encontrar siempre caminos nuevos para mi escritura. Enfrento la escritura de una novela como si fuera un gran poema donde deberé de afinar el oído para elaborar una música de frases largas, donde sus revelaciones se darán en tiempos más extendidos, y donde la respiración gozará de mayor libertad. La literatura, sea el género que sea, es naturalmente música. ES la música la que permite que los significados lleguen al alma del lector. La buena literatura no busca que el lector comprenda, en un acto racional, cada línea de la novela. NO, la buena literatura invade, posee, controla al lector, lo pone en un estado de gracia en el cual se establece una relación privilegiada entre la vida del lector y la vida de la novela. La novela es entonces un puente donde tienen una cita que no pueden rechazar y donde se van a encontrar el alma del lector con el alma de la novela.


¿Novela negra o policial?  Son los hechos que impresionan más que los personajes, es deliberada esa intención?

OSCARDesde este escenario puedo intentar una respuesta a tu primera pregunta. Solo me atrevo a escribir una novela cuando ya he intuido una nueva forma de decir. Y no me gusta copiarme. Cuando me siento a escribir una nueva novela vivo acosado por el terror y la euforia. Porque si acepto escribirla se que lo que haré será diferente a todo lo que he escrito, pero este ¨saber”  no me asegura que podré hacerlo. ES un reto que no controlo, cada mañana me despierto y lo primero que hago es verificar en mi cerebro si tengo historia y maneras nuevas de decirlo, cuando verifico que las tengo, entonces es un día feliz. Y trabajaré muchas horas tocado por un placer maravilloso, lleno de una sensación de plenitud que ni el amor ni sus infinitas maneras de hacerlo me han ofrecido. ES una sensación de totalidad, de estar sincronizado con la eternidad. Pero si sucede lo contrario, te despiertas y estás vacio, no tienes historia, no hay música, no descubre mientras tomas un café pedacitos de eternidad en tu conversación. Entonces entras en un gran infierno de donde tienes la seguridad no saldrás nunca, y entonces los días son duros de vivir. Sin embargo creo que más son los días que te despiertas luminoso y lleno de eternidad.

(EL primer capítulo confunde durante un momento al lector. Pero poco a poco se va entrando y comprendiendo tu narrativa, además la tensión dramática de ese capítulo sorprende al final). 

Oscar

MI novela La ópera de Dulce diamante no es una novela policial, tampoco una novela negra, creo que no es una clasificación literaria. Sucede que en Paris, a cierto tipo de literatura que trataba de la vida en el wild side de la ciudad, que sus héroes no eran tan héroes, donde circulaban policías corruptos, escritores que habían perdido la fe y abandonaban la máquina de escribir a cambio de las demoniacas y ricas botellas de bourbon, novelas que no se correspondían con los estrictos cánones literarios franceses y que venían como un aluvión de los EEUU, de sus grandes y caóticas ciudades, empezaron a publicarlas en una colección de tapas negras y que se llamaba la Serie Noire, Bueno, mi novela no es una novela negra.  Mi novela es eso: una novela. ES verdad que hay un crimen, un policía, una investigación y un acusado, pero esto se presenta no como la capa más importante del texto, todo contrario, es solo una manera de hilvanar en una red (la novela) a los distintos personajes. DE hacerlos encontrarse. Creo que es una novela de personajes, de la ciudad, de iniciación, donde cada personaje tiene y desarrolla un conflicto, donde los personajes son seres que viven con gran intensidad sus diferencias. Creo que mi novela es una novela sicológica de personajes. Y que los hechos que narra suceden durante una investigación policial.

 

Hace diez años nació la idea de escribir La ópera de Dulce diamante

 Bueno, la idea nació caminando por los lados  salvajes de la ciudad de Beijing. Era una ciudad de huecos  secretos, donde sonaba el rock  de los años 60 y los jóvenes discutían de literatura, de la vida, de sus responsabilidades. Y así fui conociendo la literatura china y encontré una fuente de paz y de alegría. LOS chinos no tienen miedo a lo fantástico, a los excesos, a lo arbitrario. Por ejemplo, en una novela que es unas de las más famosas en lengua china, Sueño en el Pabellón Rojo y que se estudia para conocer cómo funcionaba el mundo feudal, el protagonista, según la novela, nace con un jade en la boca. Y esto a nadie le llama la atención. ES así. Y me puse a leer literatura clásica china.  Creo que esa es mi fuente de inspiración. Lo que me impulsó a aceptar el proyecto que ya danzaba en mi cerebro.  La literatura, en especial la novela, debe de correr grandes riegos y escapar a la pequeña realidad. La novela debe de ser explosiva, poderosa, ir siempre más allá de la anécdota, más allá de lo real.

 

Tu capacidad de escribir poesía no se opone a que puedas lograr intensa narrativa. Ello es un logro, es trabajo.

La literatura es una presencia que se impone en nuestras expectativas, en nuestra vida cotidiana. YO  no sé si es una fatalidad o una elección, en todo caso yo nunca la elegí, yo la acepté. Y soy feliz de haberlo hecho. A tu pregunta, creo que es un placer y un trabajo, porque quien tiene la presencia de la literatura en su destino goza con cada frase que logra y sueña con hacer la obra perfecta. Y eso, se sabe, solo se obtiene con un gran trabajo, con una gran alegría y con un gran dolor. YO no he alcanzado ese nivel creativo, Yo estoy caminando.

Tu novela ha sorprendido por su libertad creativa

Siempre pensé que la novela, en especial la escrita en español, perdió libertad creativa después de la aparición de esa obra cumbre que es Don Quijote de la Mancha. Desde entonces la literatura española no ha vuelto a producir una obra de tan vasta humanidad y con tanto remedio para el alma. Jamás obra literaria en español  ha vuelto a alcanzar esa dimensión mítica, que las enreda y las vuelve imprescindibles en el avance de lo humano. Jamás una novela había logrado penetrar tanto en la historia de una comunidad. Y modelarla. Novela sagrada, que leo y releo sin cesar, abriéndola en cualquier página y dejándola, igual, en cualquier otra. El Quijote fue la más audaz propuesta que  un escritor hiciera a un lector. Uno, iba a escribir sus delirios; el otro, a alimentarse de ellos. Y así fue. Y ese es el triunfo del Quijote, de su  inmensa capacidad creativa, de los amplísimos márgenes de libertad que impuso su autor para escribir esa novela.

En el mundo moderno el cine es una pasión que se atreve a vivir sus  sueños.  Desde sus inicios sus planteamientos estéticos han  sido lo necesariamente maleables para ser infinitamente más audaz en sus propuestas que la literatura. Y en el ámbito de la cultura en español el cine tiene propuestas más audaces que las que propone la novela. Nunca he entendido porque una novela no puede ser tan imaginativa y creadora como lo es una buena o mala película.

 Autores que han influido en tu narrativa y en la novela reciente

·        Bueno La ópera de Dulce diamante no es la última novela que he escrito. ES una de las primeras. La escribí el año 1993, hace ya veinte años. LA última corrección fue hace siete años. ¿Recuerdas? Desde hace tiempo esta es una novela que tiene lectores fieles. Andrea Cabel se la llevó a Europa. Rosina Valcárcel, Clara Nelson  y Alessandra Tenorio fueron lectoras ilusionadas y entusiasmadas, Ellas, más otros lectores de LA Opera… me ayudaron en la corrección y  mantuvieron mi fe de que iba a hallar editor. Creo que es mi novela más ambiciosa. Sin dudar diría que es mi apuesta literaria más arriesgada. Llegué a Beijing acompañado de varios libros. Eran de autores que los había leído en los años 70 y que me habían impresionado: Vonnegut, Pynchon, Brautigan, Adams.  Quería releerlos en la calma terrible de Beijing en esa época.  Sabía que leyéndolos en esa ciudad otras serían las palabras y la música que me descubrirían. Además, los leía  al mismo tiempo que devoraba literatura china, Liu Wen Fo,  Su Tong, etc.  Así fue. Creo que un libro nos descubre misterios diferentes según la ciudad y la edad en que lo lees. Esas fueron mis lecturas mientras escribía la ÓPERA de Dulce Dimante.

Se te percibe un autor joven, con vitalidad singular pues llegas a cautivar al lector

Creo que soy un narrador joven de mucha edad. Recién hace 25 anos que escribo novelas. Bueno, el año 1978 escribí una en Paris, pero luego di por “eternamente” cerrada la experiencia. Recién el año 1992 empecé a escribir narrativa de manera continua. Creo que si lo que escribo puede capturar el interés del lector, conversar con él, eso me basta, lo que deseo es que mi novela pueda detener un instante existencial a una persona y en ese instante conectarlo con un cierto sentimiento de felicidad.

Qué haces en Nueva Zelanda, cómo transcurre tu vida al lado de Xie Pei.

MI compañera Xie PEI, está dedicada al mundo de los negocios internacionales, y pasa más tiempo viajando por el Asia que en casa. Llevamos 17 años de relación. Ella es la primera persona con la que discuto cada novela que voy a escribir. Ella tiene la paciencia necesaria para soportar ese mes de una locura obsesiva terrible que se desata en mí. UNA vez que empiezo a escribir soy un loco silencioso y tranquilo. Ella es mi motor…y yo, soy el suyo. Estoy dispuesto a responder a sus preguntas y dudas a cualquier hora, sea de día o de noche, y sea que  ella esté a mi lado  o en alguna ciudad de Asia. Nueva Zelanda es un lugar muy tranquilo, pero mi inglés es muy malo, lo leo, pero hablarlo es una crisis permanente. Así que en realidad estamos siempre juntos y viajamos mucho.

La filosofía y medicina oriental han gravitado en tu salud emocional y física

Bueno, para mí ha sido fundamental mi encuentro con el taoísmo, con las antiguas religiones indias, aun las que se dieron antes de la invasión aria en el siglo lll, y con el Tantra, EN ellas he hallado una gran claridad espiritual  y métodos de sanación efectivos. Soy un lector apasionado de todo lo que se refiera a esa vasta área de conocimientos desarrollada en Asia que son sus sistemas de sanación. Desde los diferentes tipos de masajes, las decenas de sistemas de meditación, el uso de la respiración como método de curación, y hasta los métodos tan particulares y reservados como los que propone el Tantra. Yo  sufro de párkinson leve, un síndrome  degenerativo, pero mi inmersión en estas prácticas orientales,  en estas visiones del universo me han permitido detener el avance de este  síndrome Yo no sé si estas prácticas me sanarán, desde la perspectiva occidental, pero lo que sí sé es que ahora tengo las cosas más claras. Y mi relación con el otro es más fluida, más cercana. Más solidaria. 

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04 de Septiembre, 2013 · General

El poeta Alfredo Pérez Alencart...


... referencia literaria y cultural de Salamanca (*)

Entrevista de Cyro de Mattos

Hoy conversamos con Alfredo Pérez Alencart, poeta peruano-español, profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca, España, colaborador de revistas y periódicos culturales importantes, miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía. Según él, debemos clamar contra toda injusticia, impunidad o atropello de la dignidad humana, sin connivencia con las políticas que lesionan los justos derechos de los hombres.

 

Cyro de Mattos –  Usted fue homenajeado por escritores y artistas de cuatro continentes por su obra poética y su trabajo incansable a favor de la cultura. ¿Qué significa para usted ‘Arca de los Afectos’?

 Significa una prueba evidente de que todavía existe generosidad en el ser humano; de que no siempre triunfan las contiendas y envidias en el mundo de las letras. También significa que algo bueno habré sembrado en el corazón de tantos amigos y conocidos para que me hayan dedicado hermosos y profundos poemas, ensayos, semblanzas o pinturas.

‘Arca de los Afectos’ es un volumen donde Verónica Amat, apoyada por mi amada Jacqueline, ha sabido compendiar todas las ramificaciones de mi escritura poética. Que más de doscientos treinta escritores y artistas se hayan congregado para darme este abrazo tan fraterno, lo cierto es que me hizo lagrimear de felicísima emoción.

Debo gratitud duradera a los que en dicha Arca están acogidos, pero también a otros muchos poetas y narradores que me han hecho llegar testimonios y reflexiones sobre mi obra y persona, al enterarse por los medios de comunicación de este homenaje gestado desde mi Salamanca.

  Cyro de Mattos –  Y la poesía, ¿para qué sirve? Vale la pena escribir poesía hoy, cuando el lenguaje que prevalece en la sociedad es el de la imagen, del sonido y de los medios informatizados?

 La Poesía no tiene valor; por eso mismo resulta imprescindible. Pero así como no todos pueden tener acceso a los diamantes, así también la Poesía es un bien escaso, una Dama huraña para seres que tienen otras prioridades aparentemente más importantes. Los pocos son muchos: entiéndase esto como que unas cuantas voces poéticas colman de primicias el mundo que habitamos.

 ¿Qué hacer con los ruidos, las imágenes, las tecnologías que lo inundan todo? Nada, y es que además algunos de estos artilugios ayudan en parte a la difusión de la propia Poesía. Ahora bien, el Poeta nunca leva anclas porque siempre aguarda la señal o se encarga de trasmitirla. Siempre ha ido a contracorriente de las modas y no tiene miedo al miedo que inunda cada época de la Historia.

 Y es que la Poesía vale la pena porque desde el Principio ha estado preñada de futuro: Ella sabe parpadear sus presentimientos madurados a lo largo de milenios, pero también pisa la realidad cotidiana cuando sus oficiantes claman contra injusticias sociales, cuando dan rienda suelta al Eros y cortejan compañías; cuando elevan oraciones al Dios y al Verbo encarnado; cuando son líricos y cuando son elegiacos; cuando el mundo se desangra y el planeta se contamina…

La Poesía es futuro y el futuro es el resplandor de un Niño; también el Amor asombrado a la altura de otro Gólgota con linajes nunca vistos.

Poesía, insondable permanencia.

Cyro de Mattos –¿Cuál cree que debe ser el compromiso del poeta ante este mundo que prioriza el estómago, el sexo y el poder como sentidos exclusivos de la vida, desviándose cada vez más de los valores éticos y espirituales?

El mayor compromiso del Poeta debe ser el de comunicar la poderosa contraseña de su mensaje. Y para esto, además de poner a punto la temperatura del Lenguaje, lo primero que debe romper son las fronteras entre el cuerpo y el espíritu: ni estar solo flagelando el alma del prójimo, ni atender solo a lo epidérmico del hambre o del deseo amatorio: nada de escarceos por la superficie ni retratos complacientes o desdibujados de lo más íntimo del ser humano.

 Ahora bien, el poeta sabe que el poder es una mortaja golosa para quienes descreen de Ella, por su no valor. Por lo general, el Poeta descree de ese tipo de poder, y se aleja de las codicias y perversiones que merodean esa forma de relevancia política, económica y demás.

 Antes y después, en el Poeta auténtico lo que debe primar es el comportamiento ético, la prevalencia de lo justo y lo solidario, la entrega por causas aparentemente perdidas. Y claro, una exigencia suprema con relación a sus frutos: solo dejar degustar la excelencia de su savia, no lo que falta por madurar. Hay que conmover, poéticamente, el corazón de los demás.

 Cyro de Mattos -  Nacido en el Perú, radicado hace años en España, ¿cómo se consiguió adaptar al contexto cultural y universitario de Salamanca?

 Llevo viviendo cerca de veintisiete años en Salamanca. Pero antes, en mis genes, ya España estaba muy presente por la emigración de mi abuelo paterno a la Amazonía peruana. Él era de Asturias. Además, mi abuela venía de los Troncoso de Galicia.  Lo mío ha sido una nueva travesía hacia los orígenes, el retorno a un suelo que parcialmente me pertenecía.

 Salamanca se ha convertido en mi Ciudad-Patria. Creo que este connubio se ha consolidado porque yo la elegí: estar en Salamanca fue mi elección años antes de venir a ella para realizar estudios jurídicos. Quiere esto decir que no es mi ciudad de adopción, sino de elección.

 Aquí soy profesor de Derecho del Trabajo desde 1987. Y aquí he podido corresponder a tan grata acogida, dando parte de mis energías a tender puentes entre Salamanca e Iberoamérica. También entre Salamanca y otros países del mundo. La literatura, en general, y la poesía en especial, han sido los pilares sobre los que se ha ido consolidando esta plataforma cultural de tan gratos frutos. Uno de ellos, el más apreciable, es el Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que este mes de octubre celebrará su XVI edición, esta vez dedicado a Fray Luis de León.

 En el plano personal, debo decir que cada año un buen número de escritores pasan por mi despacho, me visitan, traen sus obras dedicadas y se llevan algunas mías. Es un intercambio fecundo para mi ser, muy dado a estimarse un sencillo provinciano universal.

Cyro de Mattos – Dueño de un discurso vigoroso, su lenguaje transita con suficiencia tanto en lo épico como en lo lírico. ¿Cómo sitúa usted Cristo del Alma en el conjunto de su obra, libro que impresiona por la recurrencia a la metáfora y a la imagen, en la búsqueda incesante de un eco que salde dos mil años de todo el peso terrestre, finitudes y contradicciones, dominaciones y desigualdades?. Hable un poco de este libro.

 Es la más completa de mis ‘criaturas’. Se gestó en cinco años pero el parto solo duró unos tres meses. En realidad es un extenso poema, aunque repartido en cinco partes que se fraccionan en diez textos de trece versos cada una. En él está contenida mi doble fe o mi doble entrega: creyente en la Poesía y creyente en Cristo. ¿O es que acaso no son lo mismo, puesto que el Amor lo engloba todo?

 Cristo es un Poeta cuyas parábolas atraviesan centurias, cuyos ejemplos calan en lo más profundo de los seres sensibles, cuya misión es asumida por quienes quieren al prójimo. En el libro uso un idioma forjado con el castellano antiguo y con ciertos neologismos de este siglo: tiene fuerza y tiene ternura, pareciera en prosa pero obtiene el ritmo haciendo danzar a las sílabas…

 Como poeta, tengo un humano derecho a lo divino, y lo ejerzo en este libro que es oración, pero también zarpazo contra hipocresías y fariseísmos contemporáneos, contra religiosidades acomodaticias que no cumplen con la inmensa preocupación social que destilan los Evangelios y los profetas. Cuerpo y alma no están cada uno por su lado; somos un Todo que merece revivir con nueva Luz.

 Cyro de Mattos -  ¿Cuáles los poetas que más le influenciaron?

 Píndaro, Vallejo, Salomón, Rilke, Romualdo, Cernuda, Job, Darío, Basho, Baquero, Horacio, Pessoa, David, Quevedo, Isaías, Gangotena, Hölderlin, Eclesiastés, Perse, Ovidio, Tundidor, Nezahualcóyotl... Amplio sería el listado de poetas que transitan dentro de mí o que me soportan en sus espaldas: los asumo como de mi linaje y me considero un pequeño eslabón en la cadena poética que no se funde jamás.

 Cyro de Mattos – Con una obra reconocida, varias veces premiada, ¿qués lo que usted diría a los poetas que quieren hacer de su vocación un proyecto de vida?

 Que tengan sus ojos como lámparas porque la Poesía es el sol de los ciegos. Hacerla un proyecto de vida es saber que, aun en medio del desierto, sabrán encontrar un oasis salvífico. Por lo tanto, no se obsesionen por las ganancias materiales: nadie podrá llevarse un yate en su ataúd, pero sí algún papelito donde se anoten unos versos propios o algún fragmento del Cantar atribuido a Salomón.

 

(*) Publicado, en portugués, en el blog “Literatura y Vida”, del escritor brasileño Cyro de Mattos. Martes, 9 de junio de 2013.

 

Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Poeta y ensayista peruano-español. Desde 1987 es profesor de Derecho del Trabajo de la Universidad de Salamanca. Entre 1992 y 1998 fue secretario de la Cátedra de Poética “Fray Luis de León” de la Universidad Pontificia de Salamanca; desde 1998 es coordinador de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. En 2005 fue elegido miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía. Sus poemarios publicados son La voluntad enhechizada (2001), Madre Selva (2002), Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003), Pájaros bajo la piel del alma (2006), Hombres trabajando (2007), Cristo del Alma (2009), Estación de las tormentas (2009), Savia de las Antípodas (2009), Oídme, mis Hermanos (2009), Aquí hago justicia (2010), Cartografía de las revelaciones (2011), Margens de um mundo ou Mosaico Lusitano (2011), Prontuario de Infinito (2012), La piedra en la lengua (2013) y Antología Búlgara (2013). Hay un ensayo sobre su obra, Pérez Alencart: la poética del asombro (2006) de Enrique Viloria, y un amplio volumen sobre su obra y persona, homenaje de más de 230 escritores y artistas de cuatro continentes, Arca de los Afectos (2012), coordinado por Verónica Amat. Su poesía ha sido traducida a 20 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio internacional de Poesía “Medalla Vicente Gerbasi” (Caracas, 2009) y el Premio “Jorge Guillén” de Poesía (Valladolid, 2012), entre otros. La editorial Lancon, de Perú, acaba de publicar una antología suya, Monarquía del Asombro, presentada en la Feria Internacional del Libro de Lima (FIL).

 

Poemas del libro inédito “El sol de los ciegos”

 

 TALLER

  Vi cosas

que no se ven

y me revestí

de lo justo,

 

amando en carne

y en espíritu,

 

cual señales

de lo que aconteció

en mí.

 

Y más que

repetir palabras

 

las lijé,

como un humilde

carpintero

 

en su taller.

 

 

 

TODO SUCEDE

 Quise ser

pararrayo de ejemplos

y,

 

aquí estoy,

a la intemperie,

 

pues así filtro

lo sagrado

al andar por sombras

de tanto misterio.

 

Otra cosa

es arder tramo a tramo,

 

ir entre los hombres

sin cal

y sin azufre.

 

Es difícil, pero

 

todo sucede.

 

 

 

RESISTENCIA

 Día tras día

te persiguen los feroces    

con sus gritos

y condenaciones.      

 

No toleran                        

el perfil invicto                

de tus bolsillos vacíos,

el temple                           

de tu mucha exigencia       

y el no mentir

jamás.

 

¡Están perdidos

en su mal gobierno,

ansiosos por usar               

las hachas!

 

Hoy mismo tu voz 

tuerce sus hablas             

que no tocan verdad.

 

La tuya es la historia 

de los que resisten.

 

 MIRADA QUE RUEGA

 

 Un ojo despierta

y el otro quiere dormir,

magnetizados

por las mortales peripecias

que tan pronto pudren

la vida.

 

Anclada en su necesidad,

tal mirada ruega

sobre el polvo del

camino.

 

Y pone a prueba tu fe,

invitándote

a pasar hasta el fondo

de su pena.

 

Unos ojos de niña

saben que no es

casualidad

 

tanta pobreza.

 

 

MIGRANCIA

 

No importa

que vengas o vayas:

 

siempre te seguirá

un trozo de suelo

 

o una mirada arisca

declarándote

extraño.

 

Serán días grises

que no podrás quitarte

de encima.

 

Y te declararás

deudor,

aunque a diario ganes

 

la partida.

 

 FE DE VIDA

 Reaparezco bajo el trueno

de la sospecha

si dudan de mi existir,

 

y muestro el yo

sin aureola

blanca, aunque dispuesto

al sacrificio junto

a los desamparados.

 

Sé guardar silencio y sé

alzar la voz para decir

que estoy más acá

de las tinieblas.

 

Mis posesiones

las fulminó un meteoro,

pero mi protestante

espíritu todavía

sabe cómo

esquivar hogueras.

 

Y vivo,

sí, vivo deseoso

de amar a cada instante

el desnudo cuerpo

 

de la esposa mía.

 

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01 de Agosto, 2013 · General

Griselda García: sus respuestas y poemas

 


Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Griselda García nació el 4 de mayo de 1979 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Publicó los poemarios “Alucinaciones en la alfalfa”, edición de la autora, 2000, “El arte de caer”,  Alicia Gallegos Editora, Buenos Aires, 2001, “La ruta de las arañas”, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2005 y “El ojo del que mira”, Ediciones La Carta de Oliver, Buenos Aires, 2009, disponibles gratis en http://griseldagarcia.blogspot.com.ar . En 2010 apareció “Hallucinations in the Alfalfa and other poems”, su primer libro de poemas traducidos al inglés por el escritor canadiense Hugh Hazelton y publicado por Wolsak y Wynn Publishers. En 2012 publicó “La madre del universo”, Editorial Echarper, Buenos Aires, relatos breves. Fue incluida, entre otras antologías, en “Zapatos Rojos 2000”, Ediciones La Bohemia, Buenos Aires, 2001;  “Poesía Erótica Argentina” (1600-2000), selección y prólogo de Daniel Muxica, Ediciones Manantial S.R.L., Buenos Aires, 2002; “Italiani D’Altrove” (castellano-italiano), con traducciones y epílogo de Milton Fernández, prólogo de Elvira Marinelli, Rayuela Edizioni, Milán, Italia, 2010; y “El Verso Toma La Palabra” (33 Poetas argentinos de hoy), prólogo de Adán Echeverría, Homoscriptum Editorial, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, Nuevo León, México, 2010. Fue secretaria de redacción de la Revista de Poesía “La Guacha”, dirigida por Javier Magistris y Claudio LoMenzo, y en 2002 y 2003 integró el equipo hacedor de la Revista de Poesía “Omero”, dirigida por Jorge J. Rivelli. Fue la editora de la Hoja de Poesía “Sólo Sal”. Condujo un programa de radio en FM La Boca. Co-dirigió la editorial La Carta de Oliver. Se ha desempeñado como investigadora del Centro Cultural de la Cooperación, en el Área Literatura y Sociedad. Junto a Sergio Rigazio y Lord Chéselin llevó adelante la Biblioteca Virtual BEAT 57 (en archivos Word que se remitían por e-mail). En 2012 se estrenó su cortometraje “Las grandes aguas”, basado en un poema suyo: http://vimeo.com/66525578 , y en 2013 se filmó “Blanco”, adaptación del relato homónimo. En la actualidad cursa estudios de Letras en la Universidad de Buenos Aires. Se dedica al dictado de talleres de escritura creativa (poesía y narrativa). Es practicante de yôga y vegetariana.

 


     -Entiendo que tus primeros tres libros, publicados en 1998 y 1999, antes de que nos conociéramos, Griselda, titulados “Hermanas ninfas”, “Sandra”, “Todo es extraño a mis ojos”, de narrativa, han quedado excluidos de tu bibliografía. ¿Es completamente así? ¿Eran cuentos, relatos, microficciones y en ediciones de las que denominamos "artesanales”? ¿Los textos de esos libros fueron corregidos y los volverás a publicar? ¿Algunos integran el volumen “La madre del universo”? ¿Cómo recordás aquellos años de producción, tu adolescencia narradora? ¿Ha sido, quizás, en tu niñez cuando comenzaste a incursionar en la escritura creativa? ¿Que pantallazo nos proporcionarías de tu niñez y adolescencia?

 

     -No menciono mis primeras novelas cortas porque las considero ejercicios. En ese momento me invitaban a publicar mis textos en internet y tenía que poner algo en el curriculum porque si no quedaba muy vacío, como me decían los editores. Es imposible escribir algo rescatable a los 20 años, salvo que seas Rimbaud (no es mi caso).

De Sandra rescaté un fragmento que se transformó en el cuento “La ley”, incluido en La madre del universo. Pero como novelas no tienen valor. Me las autopublicaba en ediciones artesanales que imprimía en mi trabajo. Gasté muchas resmas y tinta, una forma menor del hurto.

De esa época recuerdo mucha tristeza informe que canalizaba a través de la escritura. Era empleada en una oficina donde sentía que me marchitaba más y más. Tenía una hora y media de viaje hasta Ciudadela, donde vivía con mis abuelos, mi hermana y mi mamá. Mi abuelo era sastre. Trabajó muchos años en Thompson y Williams. Era capataz en el taller. Él me decía que tuviera paciencia en mi trabajo porque era la única manera de progresar. Algo de esa idea me hacía ruido; yo lo escuchaba pero en el fondo sentía que el progreso era imposible, al menos dentro de esa estructura de relación de dependencia. Crisis del 2001 mediante, las cosas se pusieron peor. Trataba de resistir como podía. Empecé a conocer a algunos escritores (Rigazio, Cuenya) con los que hacíamos cosas culturales, entre ellas la Biblioteca Virtual Beat 57. En ese momento no había muchas páginas que ofrecieran libros de descarga gratuita. Nos repartíamos una serie de autores que queríamos dar a conocer y tipeábamos palabra por palabra en un archivo Word. Mandábamos por mail el archivo con la oferta gratuita a conocidos y desconocidos, que podían solicitar cualquiera de los archivos. Era una tarea muy placentera. En esos breves momentos quitados a los trabajos de cada uno respirábamos aire fresco. En fin, una historia más del tipo “salvación por la literatura”.

Siempre leí, pero empecé a escribir con mayor consciencia siendo adolescente. Al principio, la escritura narrativa era más bien un vómito, nada racional. Corregía como podía, hasta que me parecía que quedaba bien. En cuanto a los poemas, primero aparecían en libretitas y después los pasaba a la computadora, donde ya tenían otra presencia. Esa distancia era necesaria para poder verlos como ajenos, algo bastante difícil.

Casi al mismo tiempo empecé a inmiscuirme en lecturas de poesía, y ahí tuve una buena devolución, lo que me envalentonó. A la vez, me abrió la puerta para leer nuevos autores y conocer a otras personas que también escribían. Creo que escribir es una tarea solitaria que lleva mucho tiempo e introspección, y estos encuentros de poetas ayudan a salir. Un poco de soledad, un poco de compañía.

En cuanto a mi niñez, estuvo amenazada por el fantasma de la enfermedad de mi padre (cáncer). En casa infantilizaban lo que le pasaba: “Papá tiene unas piedritas en la panza, se las van a sacar, por eso va al hospital”. No pasaba nada y todo estaba pasando. Él murió cuando yo tenía 10 años. Escribí dos poemas sobre él. Uno de ellos está en El arte de caer (“Pa”), y otro es inédito (“El dique”). Este último cuenta el momento en que fuimos a tirar sus cenizas en el río de Alpa Corral, en Córdoba.

 

 El dique

 

En las últimas vacaciones Papá

construyó un dique en el río.

Le llevó toda la mañana.

Cuando terminó, el sol

había bronceado su espalda.

El agua nos llegaba a los tobillos,

nos metíamos en zapatillas

para que los pies no dolieran.

 

En ese mismo río esparcimos

sus cenizas pocos años después.

 

Mamá llevó flores

y una botella de vino.

No había nadie ese día,

sólo un hombre acostado en la arena

que al ver la botella

gritó de satisfacción.

A Papá le hubiera gustado, pensé,

y entrando al agua rompí el dique.

 

    

     -Creo haber llegado a ver, a leer una o más ediciones de tu “Sólo Sal”. ¿Durante qué lapso editaste la Hoja de Poesía? ¿Cuántos números salieron? ¿El título de la propuesta se correspondía (¡?) con el material que elegías? ¿A qué autores socializaste allí?

     -La hoja de poesía Solo Sal empecé a hacerla como para “no caer con las manos vacías” en las lecturas de poesía. Veía que muchas personas repartían plaquetas con poemas y los imité. Copiaba y pegaba poemas que encontraba en internet, sin otro criterio que compartir lo que me gustaba. A veces incluía algún amigo o conocido que me mandaba material. No me quedó un solo ejemplar de Solo Sal, así que no puedo recordar a quiénes incluía. Salieron unos 7 u 8 números, alrededor del año 2000. El título no sé cómo surgió. Jugaba con la sal de mesa y la orden de salir. Justamente era lo que sentía que tenía que hacer en ese momento, en varios sentidos.

 

      -En una ocasión fui como invitado al programa radial que conducías en FM La Boca. Y me sorprendió tu soltura. Me agradaría que nos cuentes no sólo cómo se llamaba la audición y con quienes la hacías, sino también cuánto estuvo en el aire y qué características le imprimieron. Y si te satisfizo la experiencia. Lo que me provoca inquirir respecto de si volverías a involucrarte con ese medio.

     -El programa se llamaba La Santa Poesía. Era la puesta en el aire de debates y charlas que teníamos con Claudio LoMenzo y Javier Magistris, directores de la revista La Guacha. Invitábamos a escritores y les hacíamos entrevistas informales. Duró un año, más o menos. Teníamos muy estructurado cada programa, salían bien. La producción la hacía Andrea Campagna, una compañera de trabajo que estaba estudiando Comunicación. Nos divertíamos mucho.

Me parece un medio riquísimo y volvería a participar en un programa, sin dudarlo. De chica me gustaba “jugar a la radio”: decía la temperatura, leía poemas, pasaba música y hacía las publicidades. La Santa Poesía mantuvo ese espíritu, creo.

 

      -Ignoraba yo esa labor tuya como investigadora en el Área Literatura y Sociedad, en el Centro Cultural de la Cooperación, en pleno centro intelectual de la Capital Federal. ¿Sobre qué investigarías en la actualidad? ¿Sobre qué asuntos de la literatura se investiga poco y nada? ¿Quiénes te parece que han sobresalido en este campo, y quiénes sobresalen?

     -La verdad es que no se me ocurre un tema para investigar en este momento. El trabajo con la producción ajena en el taller literario me lleva mucha dedicación. Luego queda poco espacio mental para seguir pensando en literatura. Quizás no suene bien esto, pero es lo que me sucede. Cuando investigaba en el CCC tenía en paralelo el trabajo de oficina, quizás por eso me parecía refrescante hacer entrevistas, leer teoría, escuchar conferencias aburridas…  

En la carrera de Letras te piden que investigues, dentro de cierto marco, como estudiante. Te ponen a que escribas trabajos sobre prácticamente cualquier tema que se les ocurra. Les encanta que “cruces” autores, que hagas literatura comparada. Está de moda. Agota, pero entiendo que son formas de ensayar la escritura académica.

Me parecen muy buenos los trabajos de Walter Cassara (El oído del poema) y Alicia Genovese (Leer poesía) sobre poesía. Ellos escriben con claridad sobre temas que pueden ser oscuros.

 

      -Tengo presente que al menos “estamos juntos” en dos antologías. Me voy a detener en la bilingüe, la de hace tres años, subtitulada “Antologia di poeti che scrivono in altre lingue ma continuano a sentire in italiano”. Allí compartimos cartel con autores a los que el apellido paterno, como el mío, itálico, delata al instante; por ejemplo, Paola Cescón, Eduardo Espósito, Flavio Crescenzi, Ana Russo, Gustavo Tisocco, Gabriel Impaglione, María Teresa Andruetto, Eduardo D’Anna, Jorge Paolantonio, Alfonsina Storni... En tu caso lo itálico irrumpe por el costado materno. Como a mí me produjo una emoción inefable, ya en contacto con el bello ejemplar, ser presentado en idioma italiano –aclaremos que sólo es bilingüe la edición de la muestra poética, puesto que es una producción cuyo objetivo ha sido distribuirla y comercializarla, primordialmente, colijo, en Italia-, me gustaría saber qué te ha pasado a vos íntimamente cuando te leíste presentada en idioma italiano. Y ya que estamos: ¿Qué escritores italianos te entusiasman? ¿Qué poetas italianos más has releído?

     -Me pareció hermosa la idea de la antología y me sentí muy agradecida por la convocatoria. El italiano es un idioma muy bello que no comprendo, salvo palabras sueltas. Sentí mucha conexión con mis abuelos maternos, una especie de ligazón creativa en el árbol genealógico.

Adoro a Pavese, Ungaretti, Montale, pero no leí a otros poetas más recientes.

 

      -En una o dos oportunidades me oíste valorando tus enfoques, agudeza y estilo trasuntados en tus comentarios bibliográficos publicados en “La Guacha”.  En efecto, me recuerdo “examinando” con regodeo la organización y realización de aquellas críticas –y con independencia del objeto de tu comentario-. Las extraño. Creo que estás para emprendimientos ensayísticos ambiciosos. Creo que estás o estarás para emprendimientos ensayísticos novedosos. Dicho lo cual, ¿qué te pregunto? ¿Quizá tu actual formación académica contribuya a que mis expectativas se cumplan? ¿Hay algo de esto revoloteándote?: debiera.

     -Sos muy generoso. La verdad es que siento que me faltan muchas herramientas para poder expresar lo que pienso. La Universidad trata de ceñirme el corsé de la escritura académica, pero me cuesta. Cuando no me queda otra que aprobar una materia tengo que escribir así. Las monografías las voy subiendo a mi blog con la etiqueta “Reseñas y trabajos”. Es bueno que este material esté a disposición de quien quiera consultarlo: la monografía de uno le puede servir a otro. Creo que es muy necesario armar redes.

 

      -En una entrevista que el poeta brasileño Floriano Martins realizara al poeta venezolano Eugenio Montejo, le preguntó si creía que media un gran abismo entre aquello que había escrito y lo que hubiese deseado escribir. Reconociendo la apropiación de la pregunta, te la formulo.

     -En lo personal, entre lo que escribí y lo que hubiera querido escribir creo que no hay tanta brecha. Trato de escribir lo que quiero leer y no encuentro. Como no existe, lo fabrico.

 

      -¿Qué novelistas contemporáneos te entusiasman? ¿A qué narradores que te hayan interesado, ya no volverías?

     -Soy viejera, la verdad es esa, no leo a muchos contemporáneos. Pero lo bueno termina imponiéndose. A veces pasa que, en una semana, dos o tres amigos o conocidos mencionan un libro. Ahí, voy. No me suelen interesar demasiado, pero acepto las recomendaciones como parte del lazo que me une a esas personas.

Tuve entusiasmos intensos con varios autores que después no releí. Uno de ellos es Carlos Castaneda. Me parecían unas cosas maravillosas las que contaba. Circulaban anécdotas sobre gente que se había vuelto loca por leer ese tipo de libros. A mí me interesaba mucho ese germen, dónde podía estar, pensaba mientras avanzaba por esas páginas de desiertos y águilas. Leía en la cama, tapada bajo una manta roja y pesada. En ese momento, no había tantos tiroteos en Ciudadela. Sólo algún que otro balazo al aire, luego silencio. Una noche llegué a una de esas prácticas de meditación y golpes en el punto de encaje que le proponía don Juan a Castaneda. Y tuve una especie de alucinación: estaba tendida sobre una piedra inmensa, en el desierto, viendo un cielo color naranja. Y arriba volaban las águilas. Me asusté mucho y lo dejé. Todavía no me volvió a pasar algo así con un libro.

 

      -Has traducido al castellano a Anne Sexton, Craig Czury, Peter Orlovsky, Leonard Cohen, Gary Snyder, Heather Thomas, Susan Deer Cloud, Sylvia Plath, Walt Whitman, Robert Bly, Elizabeth Barret Browning, Langston Hughes, Andrew Marvell, Lawrence Ferlinghetti, etc. ¿Qué te sucede –qué te recorre- mientras procurás hallar los vocablos que den cuenta de semejante compromiso? Inquiero en la suposición de que con unos te debatirás de un modo y con otros, en cambio, diferentemente.

     -Traduzco de atrevida. Prefiero pensar que son versiones; algo un poco más realista. El objetivo de trasladar al español a determinados poetas es poder compartirlos con los que no tienen acceso a otra lengua. Ahora es muy habitual que todo el mundo sepa inglés, pero en cierto momento no lo era. Y por eso empecé. Tengo una amiga poeta y traductora a quien consulto cuando tengo dudas. Ella tiene mucha paciencia y trato de no cargosearla. Es difícil encontrar personas así, que nos hagan un lugar, nos avisen cuando nos equivocamos y nos hagan indicaciones afectuosas.

Para traducir a un poeta, trato de quedarme con su perfume. Otros podrán llamarlo estilo o voz: eso que queda al terminar de leer un libro; se produce un encantamiento, un amor repentino que te hace querer ir a buscar al autor, abrazarlo, hacerte amigo. Pero como muchos están muertos, un modo de volverlos a la vida es seguir difundiendo su obra.

 

      -Supongamos que pudieras reencarnarte en un pintor. ¿A quién elegirías? ¿A quién elegirías para reencarnarte en un estadista? Y más: en un animal. Y más: en algo de un orden botánico.

     -Pintor: Egon Schiele, Francis Bacon, Lucien Freud (alguno de estos). Estadista: no se me ocurre. Animal: una vaca en India. Botánica: yerba mala.

 

      -¿Hay escritores que escriban para vos? No digo sólo buenos escritores, o maravillosos, podrían ser mediocres: ¿hay o hubo escritores que vos sintieras que escribían para vos,  la que sos o fuiste? ¿Detectaste o detectás a escritores que en determinados textos, o pasajes de esos textos, es como si “te hablaran” a vos, te hicieran casi asentir con la cabeza o sonreír? A mí que, claro, tengo justo el doble de tu edad, y que por lo tanto “me veo obligado” a sopesar desde mi condición provecta, me pasó con Henry Miller, con Samuel Beckett, con Hebe Uhart, con Roberto Santoro. Ya no. Me pasa ahora releyendo poemas de Gustavo García Saraví o Jorge Santiago Perednik o “El extranjero” de Albert Camus. Queda formulada la inquietud. Quizá chapuceramente. Pero en una de esas me captás y en una de esas das a los lectores y a mí la precisión a la que aspiro.

     - A Henry Miller lo leía mucho en la adolescencia. Lo mismo a Anais Nin y sus diarios intensos. Sentir que alguien escribe para mí me pasó últimamente con Hebe Uhart. Hay una libertad de lenguaje y tema tan grande en ella, que me resulta refrescante. Poder transformar las experiencias de lo cotidiano en un relato es algo genial. Como decimos con un amigo: con las dos o tres líneas que nosotros nos escribimos por mail (encargué dos panes integrales, el viento agita el ficus, me invitaron a Mar del Plata), Hebe te arma un cuento.

 

 Poesía

Griselda García selecciona para esta entrevista, a mediados de 2013, seis poemas de la antología “Poesía Deliberada”, Editorial Textos Intrusos, Colección Ropa Vieja, Buenos Aires, 2013:

 

Modelo en estudio de pintor

 

Ansío el roce del lápiz contra el papel

la caricia del pulgar que esfuma el trazo.

Voy a esperar a que prepare sus cosas.

A que despierte el ojo que todo lo ve.

 

30 minutos. Su rostro rezuma sudor.

Me mira y es como si viera

más allá del más allá.

 

45 minutos. Un mosquito hunde su trompa.

El poro se rebela en hinchazón.

El isquión lucha por adaptarse,

un deslizamiento mínimo

que atenúe la molestia.

 

50 minutos: "Abre los ojos"

La menor tensión del músculo

cambia la escena, la pose se modifica

el rictus es otro, nuevo y distinto.

 

60 minutos. La mancha de vino en la pared

se convierte en un espía a quien llamo Dimitri.

Con él dialogo en la duermevela.

 

75 minutos: "No muevas la mano, por favor".

Los huesos del coxis gritan desde su caja.

La inmovilidad que parecía un descanso

se vuelve una jaula en la que estoy atrapada

en la que busco no ya estar cómoda

sino atenuar el dolor.

 

A través de los párpados la luz cambia.

 

Al final, la disciplina hace la vida más fácil.

A una orden suya podré moverme

pero eso no me hará libre.

 

Voy a correr a abrazarlo.

 

 

*

I

 

El pintor

 

Esa mañana abandonó su túnica

con la impunidad de toda bella.

Yo aparté los ojos:

su figura desafiaba a la vista.

 

Con mis manos sin pudor

hubiera dado diez años

por reconocer sus detalles

y dibujarla con la paciencia del viento.

 

No podía, como antes, mover

el pincel durante horas

mi cabeza flotando sobre océanos

y levantar la vista para

captar el paso de la luz

en el mediodía de verano.

 

Su esencia de mujer

pulsa cada fibra de mi ser hombre.

 

Sé lo que hubiera dicho mi maestro.

 

No voy a condenarla a la chatura del papel

voy a darle dimensión de vida, la mía,

y amarla.

 

 

II

La modelo

 

Esas mañanas te veía

entornando los ojos para captar

la incidencia de la luz, las sombras

recortándose en la trama de mi piel.

 

Me costaba mantener la quietud

cuando te acercabas

para reconocer cierto pliegue

de la tela, algún matiz.

Hubiera querido tocar tus manos

tus dedos con el tizne del carbón.

 

No me mires, mirame.

Que tus ojos se hagan

de agua y pueda beberlos

que no veas más que mi cara 

en otras caras.

 

En cada jornada sos vos el modelo

y yo la que absorbe mil detalles

de placer en tu figura.

 

Paso las tardes con el recuerdo

de tu cuerpo de hombre

doloroso y dulce.

Te amo aunque no lo sepa

 

todavía.

 


La foto robada


Se nos debe ver muy lindos

se nos debe ver hermosos

 

con el puesto de comidas

detrás a punto de cerrar

dejándonos encandilados

por la blancura del mediodía

 

pero mi mano apoyada en su hombro

tiene el puño cerrado

 

se va a terminar, se termina

se escurre como arena

 

el mismo océano que miramos

como en una imagen de póster

nos va a separar

 

se va a terminar, se termina

en marzo voy a recordarnos

bebiendo con sorbetes de colores

y sombrillitas simpáticas

 

explotemos en mil llamadas cariñosas

en diminutivos graciosos y tiernos

 

se va a terminar, se termina

voy a recordar

cuando una ola te tapó y

saliste enojada como una nena

 

se va a terminar, se termina

en marzo el bronceado

va a ser sólo un rastro

 

nos veo las sonrisas de los que ríen

porque tienen los dientes bien

pero mal el alma

 

el reflejo plateado sobre el agua turquesa

tragos, sorbetes de colores

y sombrillitas simpáticas

 

los lugares comunes suelen ser

los que contienen más verdad

con vos quiero caer en todos

 

les dejo la originalidad a quienes deben

inventarse un amor para escribir.

 

 


Las grandes aguas

 

Y a quién vas a llamar cuando acabe el día

y al volver del trabajo pienses en estar con alguien

a quién vas a llamar para que te acompañe

cuando camines por las calles tristes de siempre.

 

Verás que todos están con alguien menos tú

que deseas cosas que no volverán

y dejas pasar aquellas que te harían feliz

si estuvieras preparado para verlas.

 

Hacia el fin de jornada cierro los ojos.

Escucho el roce de las alas de la polilla

embriagada de oscuridad.

 

En la noche del viernes por calles tristes

enviarás mensajes a teléfonos apagados

desde cuartos de paredes sucias

con pequeños roperos atestados

en camas marineras sin equilibrio

ardiendo de deseo por el cuerpo de una mujer

rezándole al Señor de los Milagros

por el cuerpo de una mujer

rezándole a Chacalón que es Dios

por el cuerpo de una mujer.

 

A quién vas a culpar por no haber hecho lo correcto

a quién vas a llamar cuando acabe el día

y volviendo por calles tristes sepas que te espera

el catre pequeño, más pequeño sin mujer

sin cuerpo que fatigue la innúmera cama.

 

Vas a decir que me extrañas cuando ya sea tarde

vas a pedirme que hable cuando no tenga fuerzas.

Hubiera hecho falta tanto más juntos

para convertirme en el árbol

que baña con su savia

el hacha del leñador que lo ha herido.

 

No soy tan buena, lo siento.

Las monjas hablarían de perdonar

de dar la otra mejilla.

Qué saben ellas de amar si se han casado

con un mudo, un ausente, un muerto.

 

 

¿Dónde estabas, que no te vi?

 

Tenía que ser ahora, no antes

antes no hubieras podido verme, éramos otros

tenía que ser ahora.

 

Y ahora aquí estoy, aquí estamos

estar contigo es bailar dentro de un huracán

una máquina voltaica años luz al borde del sol

un agujero negro empujando el centro del abismo

tu piel y tu pelo, chocolate y manjar blanco

rompiendo en mi paladar de sibarita.

 

Mi piel todavía sabe a ti, salobre y dulce.

Hombre. Ser de ensueño y luz

agua mansa y cascada en caída libre.

Nada va a lavar tu olor en mí

como una casa musical voy a conservar tu voz

tu forma de cantar las palabras.

 

Y quién va a navegar tus aguas, nadador

quién se atreverá a enfrentar las grandes aguas

el amor es un laberinto del que se sale volando

o se perece buscando la salida.

 

Qué bueno no haber escuchado a las amigas:

Tranquila, tómate tu tiempo...

tranquila estuve toda mi vida

tranquila estaré en la tumba.

 

Olvidé que no eras río sino océano y

me bebí de un trago tus aguas, nadador

y las encontré amargas y me ardieron

como una insolación de eclipse.

 

Que tus ojos se hagan de agua y pueda beberlos

fue mi profecía y me ahogué:

llega un momento en que las palabras

tienen valor de acto.

 

No voy a naufragar en tus aguas, nadador.

No voy a inmolarme en el laberinto del amor.

 

Vuelvo a mi vida habitual

a la calma monótona que necesito

para transformar la mierda en oro.

 

Vuelvo a mi centro que se parece mucho

al ojo del huracán, el lugar de mayor quietud.

 

En el ojo del huracán hay calma.

En el ojo del huracán está

todo lo que hemos perdido.

Lo perdido es nuestro para siempre.

 

Mientras escucho a la polilla

que se quema las alas contra la lámpara

pienso que es duro el destino

de los que buscan la luz.

 

 

Lo que nos dejó la poesía de los 90 (Pablo Neruda recargado)

 

Puedo escribir los versos más sórdidos esta noche.

Escribir: se me nota el peronismo a la legua,

en la calle sólo me gritan obreros o mecánicos.

 

Un hotel en Constitución

con botellas rotas y bichos en las paredes

adonde él me lleva después de salir de la obra.

De la obra, de la obra en construcción

donde se gana el pan con el sudor

de su lomo de negrazo divino.

 

No me denuncies al INADI, por favor,

todo bien con vos morocho andino,

voy por la hermandad latinoamericana.

Nunca podré pedir leche de tigre

en un restaurante sin sonreír.

Es de familia: mamá, Guadis y yo

tres camioneras, una grosería tras otra,

chistes de mal gusto, recuerdos del almacén,

de cuando esparcimos a papá en el río de Alpa Corral.

 

Puedo escribir los versos más sórdidos esta noche.

Escribir: a través del denso vapor de la ducha

el morocho tensa los músculos aceitados.

Se acerca, siempre que un hombre se acerca da miedo,

tanta masculinidad acechante inquieta,

es como si se te acercara el Aconcagua.

 

Hundo los dedos en la espesura de su pelo mojado

y cuando inclina la cabeza en un grito de ardor,

la mujer de la limpieza no sabe ni quiere saber

qué le ha ocurrido al pasajero de la habitación 23.

 


                                                 En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, agosto 2013.

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22 de Junio, 2013 · General

Ricardo Rubio: sus respuestas y textos literarios

 

Entre-vista en tramos-e, realizada por Rolando Revagliatti

 

 

Ricardo Rubio nació el 11 de mayo de 1951 en el barrio de Mataderos, ciudad de Buenos Aires, la Argentina, y tiene su estudio a pocas cuadras de dicha ciudad, en Lomas del Mirador, provincia de Buenos Aires. Adoptó la nacionalidad española. Concluyó en 1967 el  profesorado de idioma inglés, así como en 1972 sus estudios en filosofía oriental, en 1973 los de analista programador, en 1974 los de sofrología y parapsicología. Realizó cursos de idioma italiano, tecnicatura en electrónica, narrativa fílmica, dirección teatral, etc. En innumerables medios gráficos nacionales y del exterior se han publicado textos de su autoría, algunos en italiano, alemán, francés, catalán, gallego, inglés y ruso. De sus poemarios,  mencionamos “Clave de mí” (1980), “Pueblos repentinos” (1986), “Historias de la flor” (1988), “Árbol con pájaros” (1996), “Simulación de la rosa” (1998), “El color con que atardece” (2002), “Entre líneas de agua” (2007), “Tercinas” (2011). En narrativa se editaron los volúmenes “Calumex”, novela, 1984, “Crónicas de un legado hermético”, novela, 2011, “Minicuentos grises” (2009), entre otros. En ensayo elegimos citar “Elvio Romero, la fuerza de la realidad” (Ediciones Servilibro, Asunción, Paraguay, 2003) y “Elvio Romero – De la tierra intensa” (2007). Y en dramaturgia “Los remolinos” (1997), “La trama del silencio” (1998), “El escriba nocturno” (2002). Integró, por ejemplo, las siguientes antologías: “17 Poetas entre la utopía y el compromiso” (compiladores: Antonio Aliberti y Amadeo Gravino, 1997), “Esquina sin ochava” (compilador: Omar Cao, 2000), “El verbo de los tiempos” (antología de poesía universal, en ruso; compilador: Andrei Rodossky, Universidad de San Petersburgo, Rusia, 2004), “Dársena sur” (Asunción, Paraguay, 2004), “MeloPoeFant Internacional” (bilingüe: castellano-alemán; compilador: José Pablo Quevedo; edición conjunta de sellos de Berlín, Alemania y  Lima, Perú), “Breve polifonía hispanoamericana” (compilador: Alfonso Larrahona Kasten, México, 2005), “Eufonía” (2009). En carácter de antologador tuvo a su cargo los tomos I, II y IV de “Poesía para el nuevo milenio” (1999, 2000, 2001), “Emilse Anzoátegui, Antología poética (1956-1999)” y otros volúmenes de poesía argentina contemporánea. A través de Editorial Sagital se publicó en 2004: “La palabra revelatoria: el recorrido poético de Ricardo Rubio” por Graciela Maturo. Once piezas teatrales suyas fueron estrenadas, una de ellas en Madrid, España, con la dirección de Juan Ruiz de Torres. Desde 1980 dirige el Grupo Literario “La Luna Que”, que integraba desde 1978, y también la editorial del mismo nombre. Entre otros cargos, ha sido secretario general de la Asociación Americana de Poesía, miembro del comité de organización de la Fundación Argentina para la Poesía, secretario de cultura primero, y luego presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (Oeste Bonaerense), co-director, con Carlos Kuraiem, de la “Muestra Itinerante de Revistas Culturales y Literarias”. Además de coordinar talleres de escritura desde 1980, es el responsable de http://minicuentos.blogia.com, http://epanadiplosis.wordpress.com, http://lalunaque.wordpress.com. Entre 1980 y 2005 dirigió la revista literaria “La Luna Que” (33 números) y entre 1997 a 2000 el boletín de literatura contemporánea “Tuxmil” (21 números). Con Antonio Aliberti fundó “Universo Sur”, revista bilingüe (castellano-italiano) que difundió a poetas argentinos en Italia (4 números). Ha sido integrante de jurados en más de veinte certámenes. Desde 1986 ha obtenido diversos premios y reconocimientos por su quehacer. Innumerables son también sus participaciones públicas en presentaciones de libros, festivales de poesía, mesas de lectura, eventos culturales.

 

 

 -“Adoptó la nacionalidad española.” Y tu apellido “viene de España”. ¿Abuelos, padres...?, ¿quiénes, antes de tu nacimiento, vinieron de España? (Y quiénes de otros países...) ¿Cómo se conformaba tu familia nuclear? Sé que conociste España hace pocos años. Y que tu hija reside, o ha residido, allí.

 

Soy hijo de campesinos gallegos, lucenses (Provincia de Lugo, a terra dos nabos). Mi madre es de Alence, una aldea de nueve casas (“Casa de Rubio”), y mi padre, de Forcas, de once casas (“Casa de Valdolago”). Soy nieto, bisnieto y tataranieto de gallegos, y no sé más allá, pero nací en Buenos Aires, dos años después de que mis padres llegaran de España y se casaran aquí.

 

Hasta cuarto grado mi pronunciación fue española: el cantito, la “c” sin sesear, la sibilancia de la “s” y las tablas de multiplicar cantadas, por lo cual recibía correcciones de los maestros y mofes de mis compañeros.

 

Al tiempo de estas palabras, mi madre tiene 92 años, toda su rama ha sido longeva. Casi toda mi familia gallega -lo que queda de ella- reside en España (Lugo, Madrid, Barcelona, Málaga) y dos primas hermanas que están en La Habana, Cuba -donde nacieron-; ellas tienen una numerosa descendencia, a diferencia de los que quedaron en Galicia. Sé que uno de mis primos fue escritor, casi con el mismo “éxito” que yo, y otro, cura.

Detento el apellido Rubio por parte de padre y madre -nacidos de familias diferentes-, razón por la que mi nombre español es Ricardo Alfonso Rubio Rubio. Este apellido proviene del apelativo “rubeo”, que era la menta que los romanos hacían de los pobladores cercanos a Finisterre, dados su color de piel y de cabellos. La significación de “rubeo” es “rojo”, y, por ende, el apellido que más atañe a Galicia. Mi madre, hasta encanecer, fue “roja”. Valga aclarar que hay un distingo entre rojos y pelirrojos, que también los hay, o los había; el “rubeo” se dio por el color rubio tostado y no precisamente por el pelirrojo.

 

Me casé en 1984 con Graciela Ferrer, abogada y Licenciada en Historia, quien es una eterna estudiante de las ciencias sociales. Tenemos dos hijos, Lucas y Laura. Lucas es Técnico Vial pero trabaja conmigo como imprentero (estudia la carrera de Edición en la UBA) y empezó a escribir creativamente desde muy chico, pero lo hace por épocas. Mi hija reside en Madrid desde hace siete años, hacia donde partió por primera vez a los diecinueve. Es Bachiller Pedagógico y estudia Ciencias Políticas en la UNEAD de Madrid. Debo agradecer los progresos técnico-cibernéticos que permiten, a mí y a mi esposa, hablar casi todos los días con ella. Viene de visita dos veces por año; y sí, en una oportunidad he sido yo quien fue a visitarla. Tiene hoy veintisiete. No le gusta escribir creativamente, pero es una buena lectora.

 

-Trasladémonos, Ricardo, a tus sensaciones tras cada texto tuyo difundido en medios gráficos bien al principio de que comenzara a sucederte; y a qué te pasaba antes, durante y después de tus primeras lecturas públicas; y cómo fue cuando accediste al objeto constituido por tu primera obra autónoma. Y si querés ligar mi inquietud a otras primeras apariciones tuyas en el ámbito literario o teatral -tu primera pieza estrenada, tu primer reconocimiento, tu primera inclusión en algo que te haya dado en el centro de tu deseo-, dale, danos a conocer cómo creés que te impregnaron, qué promovieron, qué deslizaron, qué descubrieron.

 

Por problemas, no sé si políticos o de aberraciones castrenses, me volví taciturno y me acostumbré al bajo perfil; publiqué un poco tarde, porque hacía más de una década que había escrito los libros que vieron la luz en 1979 y en la década del ochenta. 

En 1978 aparece, de la mano de Omar Cao, un díptico con trece poemas de trinchera, y en 1979 el primer libro de poemas que recogía textos no comprometidos, escritos entre 1969 y 1978, que eran los únicos que tenía fuera del tema social. No fue emocionante, quizás porque soy de emociones moderadas o tal vez porque el proceso militar había mellado mi alegría.

El golpe de estado de 1976 me declaró prescindible por el famoso inciso 11 (Ley 21274) y me envió a la penumbra de los escondrijos y a los trabajos eventuales, en los cuales no se requería ni mi nombre ni mi documento. Me vi obligado a no volver a la universidad (cursaba la carrera de Antropología) ni a frecuentar los ambientes céntricos. Mi vida cambió por completo y mi poesía empezó a escurrirse por los terrenos antropológicos y metafísicos, previa quema de libros y papeles supuestamente comprometedores.

 

Durante el proceso militar elaboré los poemarios “Pueblos repentinos” e “Historias de la flor”, que publiqué en 1986 y 1988, posteriores a la novela “Calumex”, en 1984. “Pueblos repentinos” refleja mi anterior forma de encarar el canto, tiene aún vestigios sociales, por entonces creía que estaban bien disimulados. “Historias de la flor” es mi primer trabajo metafísico en poesía, pese a que “Clave de mí” (1980) lo anunciaba.

Durante la mala época es cuando me acerco a los ambientes vernáculos. Mis sensaciones estaban trastocadas y me incomodaba la presencia de personas desconocidas, me resultaban sospechosas de ocultar uniformes, de modo que no tenía más que la permanente atención por ver las probables salidas de escape. Siempre me acompañaba la misma pregunta: “¿Qué hago acá?”

A redimirme, llega el grupo La Luna Que Se Cortó Con La Botella, dirigida por Omar Cao y Hugo Enrique Salerno, dos años después del golpe de estado. Hacían recitales y me compelían a editar, a dar conferencias (el lema de mis conferencias era “Magia Negra y Magia Blanca”, un pastiche acerca de las prácticas de sectas y religiones; también pude participar con mis libretos en las obras que dirigía José Luis Lamela, y mi primera emoción fuerte se dio precisamente con la obra para niños “La reina dorada”, que escribí en verso formal, y que fue representada en teatro de títeres de la Biblioteca Popular José Enrique Rodó, un año antes de que el “ejército argentino” -así se presentaron- la quemara.

 

Pocas veces la poesía me dio satisfacciones en vivo. Lo críptico que me caracteriza y que ocupa gran parte de lo que he escrito, no es apto para una fugaz oralidad; pero sí me la dio el teatro. Venía yo de escribir y dirigir cortometrajes en S8 y el paso al escenario me pareció natural. Mi mayor satisfacción eran los ensayos, los pequeños logros que creía ver en los actores, la formación de una obra, los retoques de texto, las señas gestuales, las locuras escenográficas... Solían decirme que tenía una estética cinematográfica, cómo no tenerla si de allí había partido; pese a la solapada crítica que encierra la frase “estética cinematográfica” referida al teatro, agradecía que dijeran que tenía una. Fueron veinte años de maravilla.

La única presentación de libro propio que me conmovió profundamente fue la del poemario “Simulación de la rosa” (1998), en la Librería Hernández, a la que concurrieron resonantes nombres de las letras, la sala se desbordó largamente y vendí una cincuentena de libros. Ese día creo que sentí que estaba logrando alguna cosa, que nunca sabré qué es.

El intercambio de cartas tuvo sus alegrías. Por entonces me emocionaba recibir cartas de quienes consideraba (y considero en muchos casos) maestros: Aliberti, Ponzo, Petit de Murat, Aguirre, Denevi, Bajarlía, Jaramillo Ángel, Alonso, Peltzer, Izaguirre, Larrahona Kasten, Susana Sumer (esposa de Romilio Ribero), Lahitte y muchos otros; y también me emocionaba recibir revistas de todas partes, me publicasen o no, y que ocasionalmente lo hacían. Nadie como vos, Rolando, conoce tanto estas circunstancias.

 

Te cuento una anécdota: en un número de la revista “Repertorio Americano”, una de sus notas aludía al poeta sueco Harry Martinson; como era un bardo de mi interés, la leí con cierta fruición, pero al llegar a la última línea vi que estaba firmada con mi nombre. Sorpresa, era una apostilla que había escrito y publicado en la revista La Luna Que algunos años antes. El caso es que pude leerme desde “otro”, advirtiendo tono, vocabulario, estructura, opinión, sin que pesasen lo subjetivo y el prejuicio de la autocorrección. Como pensaba, y pienso, que soy mejor lector que escritor, desde ese momento comencé a tener un poco de fe en lo que hago y a largarme con el ensayo.

Los premios y reconocimientos, que no son muchos, no mellaron mi carácter, apenas lo acariciaron. “El color con que atardece”, que considero largamente mi mejor poemario, fue reconocido en más de una oportunidad, por lo que infiero que el camino previo mereció la pena; pero en la vorágine no he tenido tiempo de sentarme a ser feliz. 

 

-Tantos libros y revistas y boletines y plaquetas -miles y miles los cientos de cada edición- han pasado por tus manos -y hasta podría aseverar que literalmente ha pasado por tus manos cada ejemplar, ¿no?- en tu condición de diseñador, impresor, editor. Tantas cartulinas habrás sugerido para las tapas, tanto habrás aconsejado a autores que publicaban libro propio por primera vez. ¿Nos trasladarías algunas anécdotas, algún cruce inefable, sorprendente, inopinado? (Asocio con el poeta y librero argentino ya fallecido, Héctor Yánover (ex-director de la Biblioteca Nacional), quien socializó un ameno volumen en el que vuelca su larga experiencia como librero.)

 

Infinitas anécdotas, Rolando, como la de un libro que tuvo un título y un nombre de autor en la portada y otros muy distintos en el lomo; o el interior de un libro con la tapa de otro; o tapas a la mitad del tamaño del interior; que cuando la imprenta con la que trabajaba suspendió las impresiones de un día para otro porque no daban abasto con sus propios trabajos, debí recurrir a impresoras de chorro de tinta que fulminaba cada semana, a mi pequeño taller vinieron a morir treinta y dos impresoras de escritorio, hasta que pude acceder a una máquina de imprenta propia.

 

El tenor de las anécdotas no pasa de las dramáticas, ya que lo editorial es en mi caso un trabajo solitario que no da para el humor. Lo único gracioso es que soy Profesor de Inglés y Analista Programador, materias que dicté como docente por largos períodos, pero hoy uso la PC sólo para diseño y edición de libros. 

Y sí, es cierto, cada página de 476 títulos pasó por mis manos o por las manos de mis compañeros de grupo, mis hijos o mi esposa, sin contar miles de plaquetas, salvo aquellas que hiciera el Gobierno de la Ciudad en los 90’. 

 

-¿Qué preguntarle a alguien que como Ricardo Rubio ha prologado y redactado comentarios críticos a modo de epílogos a más de setenta volúmenes?: ¿Tenés –tendrás, probablemente, más de un modo –inquiere alguien que jamás se animó a pergeñar introducciones o epílogos o breves textos para contratapa, ni siquiera para libros de su autoría- de involucrarte en estas tareas? ¿A qué prologuistas admirás (además de Borges, me imagino)? ¿Recordás prólogos o epílogos que te hayan impactado (acaso hasta de esos en los que podés llegar a estimar que son superiores al corpus del libro)? ¿Lo considerás un género, un sub-género, un ensayo o estudio de la obra (interrogo olvidándome de los meros textos laudatorios, machacones, remanidos, “cariñosos” con la persona del autor, o de los que, en ediciones colectivas, elogian la promisoria juventud o lo que sea que los reúna a los autores)?

 

Prologar, comentar, hacer la crítica de una obra de amigos o de un poeta o narrador lejano en tiempo y espacio no me resulta sencillo hasta encontrar las primeras palabras que sean fieles a lo que siento frente a los textos. De cualquiera de ellos, me interesan, por sobre todo, el concepto y el hilo emocional que lo provoca y justifica, luego me tomo la atribución de creer en lo que percibo y paso al intento de objetividad. Una vez dado ese paso, unas primeras palabras, y de atisbar la intención creativa de la obra, el trámite se facilita. Es entonces cuando rebusco entre las estéticas, estilos, concordancias -me gusta nombrarlas-, sea por forma o semántica. Y siempre las hay.

 

Creo que no tengo modos -al menos conscientemente- de encarar un comentario, pero debo reconocer que no me provoca lo mismo analizar textos de Reinaldo Arenas o Romilio Ribero que la obra de un amigo, para la cual, infiero, tengo una “colocación” distinta por cercanía o amistad y por ende un discurso diferente, que creo más cálido y menos preceptivo.

Me agradan mucho los prólogos, pero mucho más los análisis preliminares; extraño aquellas ediciones económicas de Kapelusz. Me divierten los esfuerzos que se hacen para ensalzar la obra que procede o precede al comentario y que muchas veces, como mentás, son superiores a la obra en sí; también me divierten las observaciones equívocas de algún prologuista o analista. Para el caso cito el extenso análisis que hizo Rama Prasad del texto anónimo “Zivagama” (“Las fuerzas sutiles de la naturaleza”), en donde se desatina en un vano esfuerzo por traducir una idea oriental milenaria al mundo occidental actual.

No considero los prólogos como subgénero, me parecen simples alusiones sobre la verdadera obra artística, creo que un prólogo es a un libro como un sombrero a la cabeza, cuando es de noche y no llueve (dejo abierta la posibilidad al frío). Claro que a todos nos gusta elegir un nombre que nos haga quedar bien, que nos ayude a ser mejor “mirados” a la hora de ser leídos. Yo he recurrido a ese embeleco varias veces y no lo menosprecio. Desde hace unos años, hago mis propios preliminares.

 

Son muchos los prólogos que me han impactado y enseñado, pero los de Borges, sin duda, resultan insuperables por síntesis y profundidad, y siento la rara felicidad de su relectura, sus torsiones sintácticas, con muy pocas y precisas palabras, lo dicen todo de un modo inesperado, tal como lo hizo en sus conferencias de Siete noches, que son prólogos para libros que no existen. Quizás en el caso de Borges pueda hablarse de subgénero literario, acaso del mismo orden que los ensayos de Maeterlinck.

Un prólogo que me impactó particularmente fue el del libro “Antes que anochezca”, de Reinaldo Arenas, escrito por Mario Vargas Llosa -escritor con el que nada comparto-. No puedo negar que la presentación es de excelencia, aun considerando que esta obra de Arenas fue tomada, en ese caso, como baluarte anticastrista.

Entre los nuestros, y desde el punto de vista analítico de fondo y forma, no puedo soslayar a Anderson Imbert ni a Manuel Gálvez, tampoco a Graciela Maturo, que “ve” las obras filosóficamente, ni a Antonio Aliberti, que hizo tantos, y “veía” las entrelíneas como si estuvieran escritas.

 

No me gustan los prologuistas que simplemente tienen facilidad de palabra (más vanidad que carne, y son muchos nombres resonantes que no citaré aquí), que suben las ramas de un árbol ilusorio; quienes, subliminalmente, nos dicen “miren lo que soy capaz de pensar y decir”; tampoco me agradan los academicistas que dividen palabras (de-canta, re-clama, re-viste, etcétera) y establecen paralelismos incomprensibles con asuntos de la mítica profunda o que encuentran torres de cristal donde sólo hay un amor frustrado (siempre hay un amor frustrado, y mencionar en algunos casos una torre de cristal es como decir que es mejor pasarla bien que pasarla mal). Creo que cuando aparece una verdadera cosmogonía, recién entonces se puede hablar de una torre de cristal.

 

-Es de lo más probable que te hayas referido aquí o allá, muchas veces, al grupo literario “La Luna Que”. Te propongo que a nuestros lectores en la Red -a los más alejados de nosotros, a los cercanos pero que no lo conocen, a los que lo conocen hasta por ahí nomás- les trasmitas qué ha sido el grupo en su instancia fundacional, cómo se ha ido transformando, cómo subsiste? Y, claro, ¿qué cosas te han ido sucediendo a lo largo de esos lustros de pertenencia? Podés abundar. Y más allá de la “importancia” de uno o más actos literarios del Grupo, ¿cuál ha sido el que te produjo mayor emoción?...

 

El Grupo Literario La Luna Que Se Cortó Con La Botella (LLQSCCLB) fue creado por los poetas Omar Cao y Hugo Enrique Salerno a la salida de la presentación del poemario “Uno de dos”, que era de ambos, en febrero de 1975. Al poco tiempo se le unió la que era por entonces esposa de Salerno, Isabel Corina Ortiz. En 1976 editan el primer número de LLQSCCLB, una revista-libro de 72 páginas.

 

Llegué al grupo en 1978, cuando se ideaban unos dípticos de gran tamaño que podían contener varios poemas. El número uno fue de Isabel Corina Ortiz y el segundo, el mío.

El revés que sufrió el grupo, por entonces numeroso, al ser incendiada la Biblioteca Popular José Enrique Rodó, nos dispersó a todos: tiempo de miedo, de preguntas sin respuestas, de pequeñas reuniones celebradas aquí o allá y sin periodicidad. En 1980, Cao me dijo que dejaba el grupo, Salerno ya no nos frecuentaba. Decidí seguir con aquellos compinches que quedaban y, poco a poco, se fueron sumando otros. En esa década (80’) hicimos varias presentaciones de libros y recitales en el CCGSM, en Oliverio Mate Bar, en La bodega del Café Tortoni, en Bibliotecas Populares, etcétera.

El grupo siguió creciendo y ampliándose más y más. Pero es a mediados de los noventas cuando cobra el mayor espectro, la continuidad se nos hizo costumbre: recitales, encuentros, cenas literarias, el café literario “Tinta Buenos Aires”, presentaciones y numerosas ediciones de libros, en las que participaste. Según creo, el único libro de tu autoría que presentaste alguna vez, tuvo lugar en una cena literaria del grupo.  En 1996 se redujo LLQSCCLB  a La Luna Que.

 

Salimos a la caza de otros horizontes por distintos barrios de la ciudad y de las provincias; centros culturales, clubes, salones para leer, exponer y difundir nuestras obras, acompañados por libros, revistas y plaquetas hechas con nuestras manos en ediciones económicas, que luego extendimos a Paraguay y a Uruguay; logramos presencia de integrantes en congresos internacionales, exposiciones de poesía ilustrada y revistas literarias (la exposición itinerante de revistas que dirigí luego con Carlos Kuraiem); apariciones de nuevas revistas que se sumaban a la ya existente “La Luna Que”: “Universo Sur”, bilingüe italiano-castellano, codirigida por Antonio Aliberti; el cuaderno “Tuxmil”, el boletín informativo; “Pormenores”; los cuadernos de poesía “Squeo - Sacronte cisandino”. La revista “La Luna Que”, luego de sus 33 números, reapareció en tabloide como suplemento del diario “Ego” en solo dos números. Pasaron otros intentos de continuidad: “Crisol”, “Considerando en frío”, de críticas; “Tinta Buenos Aires”; participaciones en “Emergiendo”, “Cultura con todos” y “El mirador de la cultura”.

Hubo, sí, en los actos del grupo, momentos de emotividad y felicidad. En primer lugar, la concurrencia, que contó varias veces con autores que no era común encontrar en otros actos, tales como Nira Etchenique, Juan-Jacobo Bajarlía, Rodolfo Modern, que apenas circulaban por los ambientes vernáculos; en segundo lugar, las frases: un diálogo con Antonio Aliberti, en una reunión en la que no podría estar presente por otra cita a la que se debía y luego desestimó, dijo: “Siempre voy a estar donde esté La Luna”; y tercero, las palabras de Elvio Romero, cuando expresó desde el micrófono: “La Luna Que es lo mejor que me ha pasado en los últimos años”.

 

De la camada que nos precedía, creo que son muy pocos los que no han estado alguna vez entre nosotros. En cierta oportunidad, pedí disculpas a Atilio Jorge Castelpoggi porque, mientras él leía, desde el fondo se escuchaban los susurros de quienes nunca faltan, y el poeta me dijo: “No les des bola, son parte de la fiesta”. También han concurrido, leído y presentado libros poetas de generaciones más nuevas.

El año pasado (2012) nos reunimos con cierta regularidad, pero este año estamos más remolones. Ya no organizamos ni encuentros ni lecturas, salvo las presentaciones de libros, en las que cada uno se ocupa del propio y los demás invitan, concurren y acaso intervienen en la mesa de lectura.

 

Actualmente participo en un nuevo grupo, “Arte con todos”. Trabajamos sobre todo en escuelas secundarias con charlas y presentaciones de orden literario y de artes visuales.

 

-¿Me equivoco o habrá sido hacia el 2005 que te “aventuraste” hacia ese campo que delata, en 2007, la socialización de tu “Aliteraciones, Sonsonetes y otros juegos”? Sea en 2005 o antes o después: ¿Cómo percibiste que necesitabas probarte en esos formatos, en los minicuentos? ¿Súbita fascinación ante la obra de uno o más expertos en esas búsquedas? ¿Una transición o reacomodamiento de tu ser íntimo?

 

Los minicuentos llegaron para darme solaz en una etapa en que la novela que estaba escribiendo empezó a darme dudas. Escribir novela produce un agotamiento que no conozco en los otros géneros, más aún cuando no es lineal y su estructura se escalona en varios estadios temporales. Los minicuentos, en cambio, son rápidos, y en ellos no hay que cuidarse de caer en invasiones poéticas; por lo general es de una sola dirección y permite llegar a fin de un plumazo; se corrige un poco y ya. El primero de los nuevos surgió de las nefastas noticias judeo-palestinas, y traspuse el problema a dos tribus vecinas que jugaban con misiles. Como la idea escritural se basó en el absurdo, comencé a jugar también con aliteraciones, antítesis, paradojas, sinestesias, etcétera. Me gustó mucho cómo había quedado y decidí escribir algunos más. Sucedió que, en poco tiempo, había logrado un buen número de relatos que me agradaba leer a ocasionales escuchas. Si bien algunos decían que se trataba de una “literatura menor”, no era para mí nada desdeñable, ya que les cobré enorme afecto, habida cuenta de que, además, mi gusto por construirlos me había devuelto algunas sensaciones antiguas de la escritura, es decir, volví a los primeros sentimientos de placer al escribir; de pronto, empezaba de nuevo. Tu pregunta lleva mi respuesta.

 

Mis primeros escritos no fueron de poesía sino de cuentos. Nunca he dejado la narrativa a pesar de tantos poemarios editados. “Minicuentos grises” recoge uno solo de los viejos trabajos de microficción que escribí (“La fiera y el cazador inexperto”), publicado en la revista La Luna Que en los ochentas, los demás son todos de 2004/2005.

Si bien el formato ya me había impresionado en “Los relámpagos lentos” y “Chinchina busca el tiempo”, de Manuel del Cabral; “Falsificaciones”, de Marco Denevi; en “La letra e”, de Augusto Monterroso; y en sueltos de otros muchos autores, ignoro cómo, repentinamente, escribí un seguidilla, fascinado por el juego que me permitía decir cuanta cosa oscura sucede en las personas, apuntando a lo individual, cuando en los otros géneros mis objetivos siempre buscan el panorama antropológico, salvo pocas excepciones, donde prima el intimismo. No sentí estar probándome, sentí que jugaba con las palabras y los sucesos del periódico, la síntesis y las figuras del lenguaje, cada nueva línea me da satisfacción y me provoca la sonrisa. Pese a los temas, claro.

 

El libro y el blog que lo repite me brindaron muchas sonrisas y aprobaciones. Un grupo de México se impresionó con ellos y un especialista guatemalteco me invitó a una antología que ignoro si se editó alguna vez, además de una buena cantidad de sitios de Internet que me pidieron participar.  

El libro que publiqué en 2009 se iba a llamar Minicuentos grises – Aliteraciones, sonsonetes y otros juegos con la lengua, pero me pareció demasiado. Estoy preparando el que por ahora se llama “Minicuentos cromáticos”, aunque la esdrújula no me agrada demasiado.

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     -Se me hace que no abundan los testimonios de escritores que hayan tenido la responsabilidad de ser jurados en certámenes literarios. Y acaso no te hayas referido públicamente a esas experiencias. Dejo picando la pelota de goma -¿por qué no de cuero o de trapo o de alambre o de plástico, por qué irrumpió de una en mí el vocablo goma?- cerca de tus pies -por decir de tus pies, ya que pienso en el fútbol-?

 

Ser jurado no es agradable, salvo el aparente crédito implícito en la solicitud y el eventual subsidio. Conozco muchos entuertos, prebendas, “devoluciones”; inclusive los dictaminados antes de que el jurado se reúna. Tenemos numerosos casos non sanctos en nuestra historia reciente. Razón por la que soy poco afecto a los concursos. Envío mis libros editados al premio de la ciudad por si se equivocan, como solía decir Antonio Aliberti.

 

Como miembro de jurados he pasado algunas penurias. Creo que para ser un buen juez no hace falta ser un buen escritor sino un buen lector, aunque muy avisado de estéticas. Creo que un miembro de selección no debe dejarse llevar por la comunión particular con un estilo, porque desechará todo lo que no camine por allí; debe tener un copioso bagaje de lectura, que no se acote a una sola forma ni a un solo tema; un buen conocimiento del idioma en tanto ortografía y sintaxis (suelo apartar trabajos mal escritos ya que es imperdonable que se ignoren las herramientas de un oficio, nadie iría a quitarse el apéndice con un jardinero); estar al tanto de las distintas corrientes poéticas o narrativas y abierto a novedades; y, lo más difícil, debe sustraerse de los afectos. Para mi fortuna, pocas veces he tenido que reñir con ese punto. En cierto concurso reconocí un cuento de Daniel Battilana -era con seudónimo-, bien sabemos cómo escribe y la novedad de su formato, y en mi nómina lo ubiqué segundo o tercero o cuarto, no recuerdo, dado que el primero estaba muy por encima del resto en todos los órdenes; mis dos compañeros de mesa, que eran un matrimonio de docentes, ni tomaron al primero ni a Battilana, sino un texto que tenía errores sintácticos, de tema adocenado y remate impreciso; ninguno de los que propuse figuró dentro de los seis primeros puestos. No pude defender mi postura ante ellos porque había dejado la resolución por escrito (debí viajar a la ciudad de Azul), nunca los vi, e hicieron lo que quisieron. He lamentado los odiosos desniveles de miembros en varias oportunidades; se supone que deben tener experiencia literaria de todo orden y advertir que no basta con ser profesores de lengua devenidos a incipientes escritores o poetas.    

 

La pelota está picando y sé muy bien que lo que estoy diciendo pica de otra manera. Habrás notado, Rolando, que ningún jurado habla de su mesa o, si lo hace, dice en voz baja: “No es así... Se lo merecía.” Jamás dirá “se lo dimos a él, o ella, porque le tocaba”, o “necesita la plata porque tiene que operarse”, y aun: “y bueno, pero me voy al hotel con ella”, “a ésta/éste no se lo vamos a dar porque es peronista/comunista/radical...”; o: “repartió muchos subsidios, se lo merece”. Después nos preguntamos porqué los niños pierden la inocencia.

La pelota duerme en el punto del penal: están los concursos comerciales que obtienen un rédito en metálico, los concursos editoriales usados para la publicidad de un libro ya designado a primer premio, los certámenes mediocres que ignoran por completo la calidad de un texto, y los inocentes: uno que otro que reparten, equivocadamente o no, un poco de justicia. En su mayoría, fuera del país.

 

     -Además de ser, entre 2004 y 2007,  en la zona Oeste Bonaerense, Secretario de Cultura de la S. A. D. E. (Sociedad Argentina de Escritores),  fuiste el Presidente en el lapso 2007-2010. ¿Te sentís conforme con tu actuación, lograste consumar o impulsar iniciativas, prevaleció la decepción a la hora de sopesar? ¿Qué S. A. D. E. es posible, esperable?  

 

Creo que hice lo que pude hacer. La cuota era muy baja para grandes emprendimientos (la aumenté de 3 a 5 pesos) y es una entidad a la que no se acercan los jóvenes; pese a ello, tuvimos un alza de inscriptos, llegamos a los cien. Implementé una revista, “Laberintos”, una colección de plaquetas, una serie de actos con presencias de autores experimentados, dos antologías de miembros, “Oeste” (como Secretario de Cultura) y “Eufonía” (como Presidente) que incluye a quienes nos visitaron como disertantes, una exposición de revistas, una obra de teatro en “La panadería” y lecturas varias. También planificamos pasar la sede desde “El Club de la Raza” a las instalaciones de la “Universidad de Morón”, pero nos agobiaron los trámites burocráticos durante un año y medio. Se cumplió mi mandato y el trámite no estaba terminado. No tuve voluntad para seguir en el cargo por otro período; además el estatuto social indica que no se pueden sobrepasar dos períodos correlativos como miembro de la comisión.

De la experiencia, recogí una gran cantidad de amigos, el exiguo conocimiento acerca del manejo de una entidad como tal, sus obligaciones y derechos, las normas estatutarias y todas aquellas cosas que como simple afiliado ignoraba. Al cese de mis funciones, como todo presidente de SADE OB, fui nombrado Socio Honorario.

 

Dos veces fui candidato al cargo de secretario de SADE central. Fue en la peor de las épocas de la entidad: desapariciones de cuadros, de libros, de picaportes de bronce; reuniones de fiestas particulares; estafas editoriales, solicitud de préstamos a Argentores que no se devolvían y cuyo destino era incierto; el teléfono había sido cortado y muchos empleados de la casa fueron despedidos después de añares. Ni siquiera Víctor Redondo pudo con ellos; se fue de SADE y fundó la SEA. Las elecciones que celebraron provocarían la envidia de los caudillos de antaño, el propio Guzmán (no recuerdo el nombre de pila, por entonces presidente de la entidad) se hizo acompañar por un grupo de matones cuando la Junta Electoral -presidida por un actor (¿?) al que le habían prometido junto a su esposa un puesto de no sé qué- lo declaró triunfante en los comicios, cuando en realidad ocupaba un cómodo y último tercer puesto. La Inspección de Justicia... bien, gracias.

 

Por todas estas cosas, precedidas por Carlos Paz -no el escritor, sino el político ya fallecido-, la entidad tocó fondo con una deuda que hizo peligrar las propiedades de la calle Uruguay y la de calle México. No sé de qué modo se resolvió, ni si se ha resuelto aún. Qué se puede esperar entonces de SADE es un misterio; mientras no lleguen autoridades honorables, fuertes, limpias, vocacionales, que no jueguen al señor presidente o al señor secretario, o al “¿me nombran en la Comisión a la Feria del Libro?”, creo que poco.

 

-No sé si he visto a Elvio Romero, ese insoslayable poeta paraguayo,  más de una vez. Fue en un evento organizado por La Luna Que. Nos atrajo a mi esposa y a mí el modo de recitar. Y nos presentamos, lo saludamos, nos quedamos con él comentando. Y pocos años después lo llamé por teléfono, invitándolo a participar en uno de los Ciclos de Poesía que he coordinado. No se consumó mi cometido porque no andaba bien de salud. Si a mí, con mínimo contacto con Romero, me reconforta recordarlo, nada me cuesta inferir que a vos, que lo has tratado, y que te has ocupado a fondo de su obra, te habrá dejado una huella significativa. Me agradaría que nos trasmitas cómo era, qué trasuntaba y si sabés que haya dejado obra aún inédita.

 

Ha dejado, seguramente, muchos comentarios sobre obras de poetas españoles que lo conmovían, Antonio Machado, Miguel Hernández, Federico García Lorca, Rafael Alberti y León Felipe. De sus poemas, el libro inédito que me había dado a leer, “Cantar de caminante”, fue editado en 2007 póstumamente. No le conocí otros trabajos.

Era un hombre de buen humor, cabal, honorable, respetuoso de todas las ideas, comportamientos y tendencias de los demás, pero estaba muy seguro de sus preferencias. También su esposa, Élida Vallejo, irradia bonhomía y generosidad, proyectadas en sus hijos Ariel y Zulma en gran espectro.

 

La palabra de Elvio siempre era de aliento e intentaba encontrar explicaciones para justificar las cosas que no resultaban como era esperado. No era vehemente ni con sus ideas políticas ni con la literatura, aunque las tenía fuertemente arraigadas. Todo en él era moderado, comprensivo pero firme. Era un hombre de  temperamento seguro, afable, y solo se me ocurren ponderaciones ya que, en los casi diez años en que fuimos amigos, nunca fue necesaria una porfía. Que yo me manejase con tacto ante una figura de las letras como él resulta casi lógico, pero que él respondiera del mismo modo, no hace más que hablar bien de su conducta. Lo preocupaba la situación del mundo y de él tomé la frase “la dispersión de la coherencia” que mencionó alguna vez para calificar estos tiempos.

 

En 2000 empezó con las mayores molestias físicas y debía salir a caminar por las inmediaciones de Once, donde vivía y aún vive su familia; lo acompañé en varias de esas caminatas que recalaban en uno de los bares de Yrigoyen y Urquiza, en la esquina de su casa. En esas travesías conocí más profundamente a Elvio Romero, al hombre cotidiano, no ya si este o aquel autor sino sus pensamientos de vida, y me siento orgulloso de que compartiera conmigo sus confidencias.

 

     -He advertido en tu casa, en todo ese primer piso de tu casa, donde hay metros y metros de estanterías con miles de libros y revistas y varias computadoras y máquinas de impresión y un televisor, también cientos de videos (en otra época), y ahora, devedés. Este lector, escritor, editor que tengo como amigo -aunque no de los que se encuentran con frecuencia en ámbitos puramente festivos- es un cinéfilo que inclusive mientras realiza determinadas tareas de su quehacer remunerado, ve, oye, pispea largometrajes. Vos, Ricardo, ¿de qué películas hubieras querido ser el director? Estrictísimo: ¿de qué películas te sentirías orgulloso de haber sido el autor?

 

Supongo que la pregunta alude a qué películas me agradaron y agradan. Las películas que no me gustan es porque no me atrae nada de ellas y las que me gustan derivan por todas las líneas, a casi todas les encuentro algo ponderable. Como en cualquier orden de la vida, el gusto es muy subjetivo, depende de intereses particulares. Creo que sé reconocer una buena película aunque no vaya conmigo, y también lo contrario. Los ingredientes del cocido son muchos: libro, dirección, fotografía, narrativa fílmica, elenco, actuación, producción, utilería y toda la larga lista técnica que aparece en los créditos, pero como suma de arte vario, hay productos realmente buenos. Me interesa la ciencia ficción, la fantasía, el policial negro, las que llamo obras de teatro filmadas -sobre todo las que suelen hacer los ingleses-, las de historia y mitos clásicos; el realismo español, el neorrealismo social italiano. No me gustan las películas psicológicas de los franceses, ni las violentas por la violencia misma, ni el terror, ni las comedias norteamericanas -salvo muy pocas excepciones-; tampoco me agradan la inocencia hindú ni las imitaciones de Hollywood que suelen hacerse en Japón, ni las románticas de cualquier parte del mundo, ni las de estudiantes, ni las musicales, ni las deportivas, ni las absurdas, ni el poco cuidado que tiene gran parte del cine argentino en la conformación de elencos y en el descuidado tratamiento de los diálogos, donde omite lo que debe decir y dice lo que no debe. El elenco puede depender de las capacidades de producción, pero el descuido del libro es imperdonable. Hoy, creo que tenemos buenos directores jóvenes que cuidan un poco más la palabra y manejan bien los tiempos; un par de décadas atrás se arruinaron historias que hubieran sido buenas películas por el fluir discontinuo de la narrativa; pese a ello obtuvimos algunos premios, cosa que nunca entendí. Leonardo Favio también sufría de este síntoma. “El secreto de tus ojos” me gustó sobremanera, pero por fondo y por las amplias alternativas de la historia hubiera dado para una superproducción. ¿Cómo hacerlo en Argentina? 

   

Soy simple público de cine y me apoyo mucho en los actores: Ugo Tognazzi, Marcello Mastroianni, Giancarlo Giannini, Marlon Brando, Natalie Portman, Dustin Hoffman, Al Pacino, Johnny Depp, Collin Farrell, Peter O’Toole, Ray Winstone, Ralph Fiennes, Michel Serrault, Lambert Wilson, Jean Reno, Ben Kingsley, Madeleine Stowe, Robin Williams, Uma Thurman, Christina Ricci, Dakota Fanning, José Sacristán, y muchos etcéteras. De los nuestros, destaco a Julio Chávez, Germán Palacios, Arturo Bonín, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia, por no ir más atrás. También busco a ciertos directores, por citar a algunos: Tim Burton, Ridley Scott, Sam Peckinpah, Peter Jackson, Martín Scorsese, los hermanos Cohen, Luis Buñuel, Zack Snyder, Alex de la Iglesia, los hermanos Bertolucci, Federico Fellini, Francis Ford Coppola, Luchino Visconti, Jean-Pierre Melville, Costa Gavras, Win Wenders... La lista, me doy cuenta ahora, sería enorme.

 

Sí me gustaría dirigir una película de mi última novela, “Crónicas de un legado hermético”, donde Collin Farrell fuera el protagonista, acompañado por Ray Winstone, Michael Nyqvist,  Brendan Gleeson, Stellan Skarsgard, Max von Sydow, John Turturro, Paul Bettany, Jean Reno, Peter Stormare y los argentinos Ricardo Darín y Héctor Alterio, este último para el papel de Yabo Numac. Es un chiste, claro, pero si Mercedes Sosa viviera, haría el papel de Carmen Tulián.

 

 

***

 

Ricardo Rubio selecciona en 2013 textos de sus libros publicados:

 

Poesía:

 

LA RUECA

 

Hay un reclamo de lógica perdida en la espalda del viento.

Un reclamo de espacios y de ciencias

     en la infinita sabiduría de las rocas.

Como nave cristalina

el tiempo reviste la desnudez de la tierra

y los profanos hijos del ancestro se pintan de colores

y se visten de espejos nunca vistos.

 

Y hay otras tantas formas de huir

 

Hay un llanto esmeralda

     acariciando la mansedad de la montaña

donde yace el mineral con su verdad dormida.

Alguien descompuso esas semillas

y creyéndose sabio les dio una cifra,

y cifra y letra formaron extraños parásitos de papel

que no sacian nuestra honda sed de invitados sin regalo.

La claridad brota de viejas filosofías no escritas aún,

los astros nada saben de palomas ni de credos,

pero el suelo ha dado flores e insectos

y sin contarnos nos envuelve en silencio y a él volvemos.

 

Hay otras tantas formas de huir.

 

Objeto de insignes pensadores

     con grandes cerebros y fortunas

y profetas, magos, monjes e ingenieros;

objeto de inútiles pisadas, de invasiones, de colonización

de intrépidos periplos alrededor de qué o de quién,

de formas y dibujos, de forzados cambios

y de lluvias atómicas que nada saben de núcleo ni de átomo.

Por eso el suelo aguantando no es sed y es amparo,

sin embargo el gemido asoma en el desierto

y el grito en el volcán.

¿Quién me dará una almeja y un balde de arena?

¿Quién me enseñará a no saber nada?

 

Y otras tantas formas de huir.

 

                                                                                          de “Pueblos repentinos” (1986)

 

 

El color con que atardece

(frag.)

 

—Sobra tiempo para dejar de rechinar,

para olvidar los temores, para dejarse vivir.

 

—A pesar de las arenas que caen de las manos,

no hay entre los dedos más que fantasmas.

Si late el corazón

    los días que restan se ahogan de alegría.

 

—Ignorar el proyecto

    es formar parte del espanto,

es deseo de ausencia, rechazo de ya.

 

...

 

Cuando los bosques en tierras aún indecibles

    no imaginaban su follaje,

cuando el sol era un punto

    con todos los puntos encendidos,

cuando los astros eran fragmentos

    de un único astro incomprensible y loco,

y la molécula vibraba en la insistencia,

    el escriba ya era parte de un recuerdo

    en la materia,

y aunque sus ojos no atinaban ni el espíritu

    ni el hueso, ni el calor, ni la intemperie,

en su inercia la vida planeaba la risa de la pasión

    y el cuarto oscuro de la ciencia.

 

Luego un hombre entrevió el roce, la fisura,

    el músculo partido

    por la simple disolución de la franqueza.

 

Y gimió.

 

 

                                                                                  de “El color con que atardece” (2002)

 

**

 

 

LA LLEGADA

 

Del mes de mayo, del ámbar,

bajo la sombra de avellanos ungidos al amanecer,

a once pasos del pasmo que la noche extiende detrás

   de gravísimas voces en pregunta,

urdido entre sueños por la fiera del instinto

   cuando rebate páginas en la fronda de sal,

nací al sol de una diosa blanca

y de tres mujeres de mi estirpe

   coronadas por los signos,

donde tres veces tres es el pan de la armonía.

 

Dejé en el umbral los collares húmedos,

la costumbre del silencio y mi condición de pez.

Eduqué la mirada en los ojos de mi madre

y crecí con las friegas del roble entre los vivos.

 

Repetí los versos que agitan el fuego

y bebí la miel de las bellotas con jarabe de muérdago

   entre paños blancos.

La Dama Encantada disipó la bruma

y entre aromas de moras silvestres,

palán palán y azafranes intensos,

las olas de purificación ordenaron las esferas.

 

No fui un ángel entonces sino un simio desnudo

   a orillas del mar.

 

 

                                                                                      de “Entre líneas de agua” (2007)

 

 

 

Minicuentos (de “Minicuentos Grises”, 2009):

 

LA OTRA TIERRA

 

Sentía rechazo por las ideas de los adultos de las que no quería saber nada. Sus diecisiete lo vestían de huesos largos, buena nariz y barba rala. Pensaba o creía que pensaba en la estafa de sus mayores y en la de los mayores de sus mayores, y esa mañana decidió cambiar para seguir siendo el mismo.

 

Dejó una carta a su madre, con la que intentó superar el miedo a necesitarla; pensó que a su padre no le importarían dos manos menos, después de todo, también se llevaría la boca. Para sus hermanos, no tuvo ni el destello del desgano.

 

Partió hacia las aventuras del ruido y la melancolía; durmió en lechos de silencio y extrañó las tibias manos con tisana y las madrugadas con labios y sonrisas. Supo entonces que sólo el acto destina, pero ya tenía treinta y no sabía aún si las voces de los hombres concordaban con sus manos.

 

Capituló la dicha, capituló la pena; y la pena y la dicha se fueron con él, tiempo después, cuando lo crucificaron.

 

 

 

LA VISITA

 

En 2050 entré a la casa y la presencia de las moscas no podía más que predecir una desgracia. La puerta estaba abierta, pero el residuo de antiguas alegrías se había diluido como el sopor de la sopa lejana que era ahora el recuerdo de un vaho húmedo y musgoso. Sólo había cáscaras olvidadas por la Parca, que siempre recuerda.

 

La que fuera una mano yacía despojada de sus nervios, de sus poros, de sus líneas premonitorias que acaso presagiaran mi presencia, la extinción del viejo y las moscas que sobrevolaban los huesos, tal vez hasta el anillo que jugaba en la falange, oscurecido a pura sombra. Las cerdas grises, largas y ralas, vueltas sobre sí, se escurrían sobre las baldosas también grises. Un libro de Anohuil hundía las costillas; recuerdo ese libro que aún no leí. Las moscas no tenían un pretexto salvo el cuchicheo, ningún propósito más que la curiosidad múltiple de sus múltiples ojos.

 

La podredumbre había terminado años atrás, cuando la soledad del anciano empezó a disimularse en una masa quieta, primero esponjosa, brillante después y finalmente cenicienta y seca.

 

Ni rastros de los sueños de aquel hombre ni trazas de sus trazos ni visos de sus vicios; ninguna pista de la dicha de los posteriores gusanos, sólo la presunción de algunas bacterias inertes entre olores muertos.

 

Y las moscas siguieron riendo mientras me iba, ignorando la futilidad del futuro, diluido, sí, pero tejiéndose sin fin.

 

Salí de mi casa y volví a 2010.

 

 

BIENES GANANCIALES

 

El fotógrafo congeló los ángulos de la escena; la casera gorda gimoteaba ya cansada de gritar. Mi superior era un cretino que repetía las palabras de un folleto, como creyéndolo. Me miró, yo miré a los agentes, y estos a la gente amontonada del otro lado del cordón.

 

El muerto interrumpía el paso por la vereda y lo que fuera su vida se secaba lentamente sobre las baldosas amarillas. El forense se calzó los guantes, alzó los anteojos y revisó el cadáver mientras sorbía un resto de café. En el tajo del extinto se leía cierto rigor, una hendidura tranquila, una profundidad económica y precisa. Pusieron una cinta alrededor del tugurio, una línea en torno al cuerpo y un título al expediente.

 

El finado tenía tres garitos en Belgrano, un sauna en Flores y una venta de fatay en La Salada; todos sabíamos que dejaba sin trabajo a una docena de matones y un lugar vacío en la cama de una rubia de edad imprecisa que años atrás expusiera sus cuartos en publicaciones baratas.

 

El esbirro principal del fiambre, su espalda, su “sí señor” y su probable asesino, estaba entre los curiosos. Era un punto conocido que me debía una; lo miré a los ojos y me devolvió el gesto con el vago vacío de los gatos tranquilos. Supe inmediatamente que él supo lo que había hecho. Giró sobre sí y a paso apacible se alejó por la avenida girando en la bocacalle.

 

Salí sobre su espalda ignorando los gritos del oficial. Al llegar al cruce, ya no estaba, o quizá sólo dije que no estaba. Si encontraran el potrero y lo desenterrasen, verían que su garganta tiene un tajo en el que se lee cierto rigor, una hendidura tranquila, una profundidad económica y precisa. Yo, en cambio, ahora tengo tres garitos, un sauna, una rubia sin prejuicios y una venta de fatay. Ah, y conservo un rango al que se le hace la venia.

 

 

 

 

Lomas del Mirador y ciudad de Buenos Aires, Ricardo Rubio y R. R., junio de 2013.
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03 de Agosto, 2012 · General

Silvio Rodríguez

 

La necedad de vivir sin tener precio

Por Ana Carolina Savino

 

 De conversación con  Silvio Rodríguez, uno los artistas más influyentes de las últimas décadas. Por su poesía, por su música, por su opción clara y firme de involucrarse críticamente con los tiempos y  el lugar en que nació y elige para vivir. Como dijo en la canción “El necio”: “yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui. Allá Dios, que será divino. Yo me muero como viví”.

 

Viviendo y haciendo

 

Silvio Rodríguez  viene llevando a cabo uno de los proyectos que más me han emocionado en los últimos tiempos: por su sencillez, por la profesionalidad con la que trabaja y, sobre todo, porque demuestra una vez más que es tan importante lo que dice como lo que  hace.

 

Desde hace un par de años, junto a los compañeros que integran los estudios Ojalá, visita los barrios más populares de La Habana realizando conciertos, en los que involucra a otros artistas y a través de los cuales también se dejan materiales de lecturas del sello Ojalá, el Instituto Cubano del Libro, la UNEAC y el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.

 

Sencillamente lleva el arte a las calles y casas de mucha gente que nunca pudo verlo en vivo pero que corea sus canciones, esas con las que crecieron, aunque muchas veces no suenen en sus hogares a diario ni Silvio esté entre sus músicos preferidos.

 

En una de esas maravillosas tardes en el barrio Mambí-Loma del Indio de Guanabacoa vi como una abuela se acercó con su paso lento por la artritis y le dijo suavemente: “Silvio de Cuba. Silvio del mundo, permítame estrechar esas manos que tan hermosas canciones han escrito”. 

 

En otra jornada inolvidable, de camino hacia Ojalá para encontrarnos con Silvio, junto a los músicos argentinos Leonel Capitano y Joel Tortul, y al  poeta Víctor Casaus, director del Centro Pablo,  pensaba en cómo sería la charla, el lugar, el tiempo y en la ansiedad por compartir este encuentro sucedido en una calurosísima siesta en la bulliciosa Habana que de pronto se silenció cuando Silvio comenzó a hablar: sereno, inteligente, de palabras justas y acertadas.  Atributo, quizás, del paso de los años, de su propia sabiduría o de ser un aprendiz de brujo. O de todo eso junto.

 

Sobre la canción

 

“La canción es parte de la cultura humana y juega un papel de diversión, de indagación. En muchos sentidos  se relaciona y acompaña la vida de la gente. La canción no siempre es igual. Hay veces que evoluciona y otras en que también involuciona, pero siempre está presente de una forma o de otra. Hay momentos de la historia en que la canción, si hay predominio de lo comercial, es un poco más oscura o menos reveladora. Más cómplice del establishment.

 

Pero hay momentos de la historia en que la canción se rebela contra todo; depende de quién haga la canción y de para qué lo haga. Siempre es muy importante saber quién hace la canción, y para qué la hace. Hay gente que ni se pregunta, que agarra la canción por puro disfrute estético, cosa que yo no crítico ni mucho menos, porque también ese disfrute es necesario.

 

A mí me tocó hacer canción en medio de un proceso revolucionario, en medio de un cambio fundamental que se estaba realizando en aquellos años 60 en Cuba y eso me marcó, me concientizó, me hizo participar de todo aquel proceso de cambio muy activamente y lógicamente me tocó vivir una vida muy interesante en ese sentido. Una vida que cuando empecé a cantarla se transformó en las canciones que yo canto”.

 

Sobre la juventud cubana de hoy

 

“La juventud cubana de hoy es diversa, es una juventud que creció en un país donde todo era del estado y el estado tenía la responsabilidad de dárselo todo. Poco a poco hemos ido descubriendo que esa forma de ser no garantiza, como se creyó al principio, que todos los aspectos de la sociedad funcionen como debieran funcionar. Y ahora estamos reconsiderando ese fenómeno a nivel social, lo que implica un cambio de mentalidad y de realidad bastante grande.

 

Tenemos una juventud que por una parte tiene la conciencia de estar en un país con muchas dificultades y que tiene influencia de cómo es la vida en otros lugares del mundo, porque hoy en día la información viaja con mucha velocidad de un lugar a otro.  Es una zona de la juventud que sabe, que más preguntas se hace y que trata de profundizar en el origen de los problemas que tiene. Y hay otra parte de la juventud, como las juventudes de todos los lugares, que se hace menos preguntas o que es menos profunda y entonces asume la vida con más superficialidad”.

 

Sobre el afuera

 

“Es probable que haya muchachos que se den cuenta que afuera también hay carencias, pero yo pienso que los que deciden irse, que por cierto son muchos más de lo que a mí me gustaría que fueran, realmente no piensan en esa segunda parte. O piensan que van a ser los afortunados, porque eso también es una lotería. Y todos piensan que se la van a  sacar.  Pero después llegan las multitudes allá y solo hay dos o tres que se sacan esa lotería. Y ahí empiezan las angustias y los problemas: adaptarse a aquella otra realidad que no es ni siquiera la propia,  querer regresar a Cuba. Por eso hay la necesidad de revisar nuestra política migratoria porque hay mucha gente que se ha ido equivocada y que si tuvieran la posibilidad de regresar con facilidad lo harían. Son muchos los que quieren regresar”.

 

Sobre el arte y el pago

 

“La postura ahí es de acuerdo a lo que cada cual tiene y a la situación de cada uno. Yo me acuerdo que cuando yo empecé a tocar y a hacer canciones, para mí era mucho más importante que se escucharan mis canciones a que me pagaran. Entonces, en cuanto te oyen un poquito empiezas a modificar esa forma: uno quiere que se escuchen las canciones pero también que las paguen. Y llega un momento, en que quizás sea el colmo de lo negativo, en que te atrincheras en una absurda posición de que si no me pagan, mejor que no escuchen mis canciones. Ahí está un poco todo el espectro de ese drama, ¿no?

 

Cuando yo tenía unos 15 años, iba a visitar a un viejo, espiritista por cierto, que se llamaba Tomás Mendoza. Él no cobraba por la consulta, él te arreglaba la vida o hacía el que te la arreglaba, pero no cobraba ni un centavo.  Y decía que si la naturaleza le había dado un don gratis a una persona, entonces esta no tenía derecho a cobrar por ello. Vaya principio. Es extraordinario. Quizás porque yo aprendí eso tan temprano fue que comprendí la lógica extraordinaria que tiene esa manera de razonar y no he tenido conflictos grandes con eso. Aparte de que he sido una persona muy afortunada porque empecé a cantar sencillamente con ganas de que escucharan mis canciones y un buen día me di cuenta de que encima de escuchar mis canciones, me pagaban.

 

Por supuesto no todo el mundo es tan afortunado, ni todo el mundo se convierte en alguien que tiene la suerte de que le paguen por hacer lo que le gusta.

 

Aquí hubo un evento de cultura en el año 67 en el que yo planteé que por qué se cobraban los derechos de autor si en definitiva el Estado se estaba haciendo cargo de todo y además con un sueldo todos podíamos vivir. Yo tenía en ese momento 20 años y acababa de salir del ejército. Me había pasado los últimos tres años viviendo con 7 pesos. Y yo pensaba que con eso se podía sobrevivir: el ejército me daba techo,  me daba comida, me daba ropa,  y encima me daba 7 pesos para que  me lo gastara en helados, que era lo que mí me gustaba comer en aquella época.

 

Era un razonamiento algo simplista porque la vida no es así exactamente. Luego la gente se casa, tiene hijos y empieza a tener necesidades que cuando uno era joven no tenía. Sobre todo en países donde tienes que pagarlo todo, donde no eres dueño de tu techo como aquí, en donde la escuela no es gratis, donde el uniforme no te lo regalan y donde los libros los tienes que comprar, y en donde la luz y el agua son carísimos y donde todo es mucho más complicado. Entonces es una persona que vive en una sociedad donde todo hay que pagarlo, pues tiene derecho a pensar de otra forma.

Este es un asunto que hay que verlo donde está el hombre, en su entorno, su realidad, por qué piensa como piensa. Entonces no es tan sencillo, hay gente que le representa la supervivencia el hecho que le paguen cuando se escuchan sus canciones.

Yo conozco autores que eran pobres, que no eran grandes compositores sino que hacían melodías y les hacían  letras y luego alguien se las armonizaba. Pero de pronto tenían una canción que era la que pegaba, se la cantaba un gran cantante y entonces era Fulano: “el autor” de tal cosa. Y más nunca había hecho otra canción a la que le hubieran hecho caso, pero esa única es la que los mantuvo a él y a su familia durante toda la vida.

Entonces todo eso hay que verlo a la hora de juzgar este problema, no creo que se pueda juzgar con sencillez porque es un problema complejo.

 

Sobre sus creaciones

 

“Yo he compuesto más primero a partir de la música que de las letras. Creo que las mejores cosas que me han salido fue cuando he compuesto música y letra al mismo tiempo. Cuando la música me ha salido con palabras. Y eso es porque he tenido tiempo para dedicarle a eso que estoy haciendo. Casi siempre que he tratado de musicar textos no me quedan muy bien. No tengo mucho talento para eso, me parece. Es muy difícil, luego me tengo que partir la cabeza porque es peliagudo a veces ponerle letra a una música. A veces te pasa que tienes una música que tiene un aire tal y un ambiente melodioso en modo menor, por ejemplo, y a eso difícilmente puedes ponerle una letra que sea muy alegre, ¿no?  Tienes que buscar unas palabras que se adecuen, que se junten con la música y que tengan cierta armonía, cierta correspondencia. De ahí que yo a veces haya tenido que escribirle a una  melodía varias letras”.

 

Sobre el tango y la chacarera

 

“Estoy oyendo tango desde que nací. Cuba es un país de una gran tradición tanguera. También fue muy fuerte la incidencia del tango en el cine argentino  de los años 40 y 50, que se puso mucho aquí en Cuba y eso fue parte de la formación del Silvio niño. La gente de mi edad creció viendo y oyendo a Hugo del Carril, a Carlos Gardel, a Libertad Lamarque, a Mirtha Legrand, que habrá tomado el camino que habrá tomado pero que es una referencia de mi infancia y de gran parte del pueblo cubano, por eso cuando vino aquí multitudes la fueron a ver. También los Cinco Latinos  que ya aparecieron en un momento en que estaba influyendo el rock, el slow rock, el calipso y todo ese mundo de los años 50.

 

Me parece muy bueno que haya un rescate del tango. Hubo un segundo gran momento que tuvo el tango, con el Polaco Goyeneche, con Susana Rinaldi, con Piazzola, e inmediatamente después de eso vino la dictadura y empezó a aparecer y a tomar fuerza el rock como expresión de los jóvenes,  más contestataria. Y también la canción tradicional argentina, la milonga, la zamba y al rescate del folclor se le vio incluso como una actitud política, el rescate de lo autóctono, de lo profundo.

 

Lo que sí me parece importante es que estén rescatando el tango, porque dentro de todo ese movimiento contestatario, que retomó tanto lo folclórico como lo foráneo, nunca sentí que estuviese el tango, porque el tango siempre fue como una cosa excluida, separada. Hubo como un repliegue ahí.

 

Hay elementos de las chacareras que, con unos pocos acentos diferentes, están en la rumba cubana o en el folclor cubano. Ese 6 x 8 de la chacarera también tú lo puedes transformar en otra cosa, si acentúas en otro puntico. Sucede lo mismo en un toque de batá. Entonces, a veces lo que diferencia un ritmo de otro es la agógica, o es apenas en dónde pones el acento. A veces son sutilezas las que determinan si se parece más a un ritmo o a otro.

 

Por ejemplo, nosotros  “La maza” y “Ojalá” no las hacemos como chacareras, porque está la cosa negra”.

 

Sobre las características propias de un género y la predisposición del mensaje literario

 

“Esto es una cosa tan amplia que dar recetas es muy riesgoso. Cada cual lo asume de acuerdo a sus características. A mí me funcionan más los modos, las tonalidades y, sobre todo, cuando establezco ciertas combinaciones, ciertas secuencias armónicas, aunque trato de no seguir patrones para que las canciones no se parezcan entre sí. Pero es inevitable que haya relaciones entre un aporte y otro, porque siempre las hay. Y, a veces, esa relación primigenia que hay entre un acorde y otro a mí me puede sugerir, por lo menos, por dónde van los sentimientos. Después vamos a ver por dónde van los pensamientos”.

 

Sobre las esperanzas, el mundo, los sueños y las pesadillas

 

“Mientras haya mundo y vida hay esperanzas. Y espero que no sea necesaria una invasión extraterrestre para mejorarlo.

 

Para hacer de este mundo un lugar mejor, habría que pensar en un lugar con y para todo el mundo. En un sitio diverso. Acaso como lo es el mundo en que vivimos, lo que con más comprensión del otro y con más solidaridad. Quizá pudiéramos empezar por dejar de engañarnos con muchas cosas inútiles que nos preocupan y nos ocupan, buscar mejores contenidos a la existencia.

 

Ver sonreír a un hijo es lindo. Que otro cante lo que uno inventó, también.

 

Soñar con vampiros da miedo”.

 

Fuente: Boletín Memoria No 152 / Centro Pablo

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27 de Mayo, 2012 · General

En las letras, desde Puerto Rico (Serie Escritoras Internacionales)

 

 

El universo creativo de Lina Zerón  

-segunda parte-

por Carlos Esteban Cana

En esta segunda parte develamos detalles importantes en la trayectoria de esta autora mexicana. Ligada de diversas formas a Puerto Rico, ya sea a través de varios poemas o con la amistad que le une a escritoras y escritores boricuas, Zerón pasa revista sobre diferentes etapas en su vida. Por lo anterior, conocemos cuáles fueron los primeros libros en sus manos, cómo se acerca a la poesía, por qué su nombre inicial como autora cambió en París. Nos detenemos brevemente en cada uno de los títulos que conforman su obra, rememoramos algunos acontecimientos que gestó durante tres lustros de intensa presencia cultural, y también hablamos del presente, ciclo creativo caracterizado por una rica actividad interna de mayor sosiego.

Pasión, vivencia y conocimiento: El universo creativo de Lina Zerón   -segunda parte-

CEC: Háblame ahora de ti… de tu vida… de las tardes cuando eras niña… de los primeros libros… del proceso de secundaria

Lina Zerón: Soy la tercera de cuatro hermanos. Mi padre consanguíneo murió cuando yo tenía 6 años. Mi infancia fue muy difícil ya que de un jalón perdimos padre y madre porque el trabajo copaba todo su tiempo. La pobre abuela de casi 70 años tuvo que hacerse cargo de cuatro diablillos.

Tanto la primaria como la secundaria fui la niña de los dieces, amaba la escuela, bueno, siempre. Hacer tareas. Todos mis apuntes los pasaba en limpio y era súper traviesa. Si no fuera por mis calificaciones, me hubieran corrido de la secundaria.

En tercer año descubrí que era bonita y dejé de ser un tanto “machorra” para ser más femenina. Estaba acostumbrada a jugar con mis hermanos hombres, futbol, beisbol, lucha en patines, todo lo que fuera de hombre, incluso usaba el cabello tan corto como ellos. Mi hermanita, a la que adoro, era tan femenina que me caía mal y como castigo mi abuelita me ponía a jugar a las muñecas con ella. Un día le formé todas sus muñecas en la jardinera de la casa y las maté con una basuka, de juguete, claro. Me tocó una de tantas palizas.

A los 8 años mi madre me dio el primer libro para leer: Fábulas de Esopo, luego, Mujercitas, La edad de la inocencia y creó un hábito de lectura. Ella escribía poesía y yo comencé a hacer mis pininos a los 11 años pero desde los 8 concursaba declamando y casi siempre ganaba. En la Secundaria vendía cartitas de amor o poemas a un peso y me compraba una soda y un chocolate.

CEC: Y después, que tan fácil o tan difícil fue esa época…

LZ: La prepa fue un trago amargo ya que mi mamá se volvió a casar, cuando yo tenía 15 años, con un militar que nos trató de controlar como soldados y chocamos muchísimo con él. Ahora lo amo como a un padre pero tuvimos que adaptarnos todos a la nueva situación. Mis calificaciones bajaron de 10 a 8.9. Sufrí mucho por los celos de las compañeras y el acoso de los chicos. Todo esto me descontroló, no quería ir a la escuela.  

CEC: Hablemos ahora de tu etapa universitaria…

LZ: La universidad fue la etapa más maravillosa de mi vida en cuestión de escuelas. Retomé mis ganas de estudiar, con todo. Los tres primeros semestres los pasé en el área de arquitectura e ingeniería. Mis calificaciones volvieron a ser muy buenas. Estudié Relaciones Internacionales. Yo quería ser Médica pero no había cupo en esa carrera así que el novio que tenía en turno, me inscribió en Relaciones, ya que yo estaba trabajando mientras llegaban mis documentos.

Comencé a trabajar en la mañana, de 8 a 5 y de ahí salía corriendo a la universidad que era de 17 a 22 hrs. Un cambio total porque en el turno vespertino los compañeros eran mucho más maduros que los de la mañana.

Cuando salí de la universidad me contrataron en la Dirección de Posgrado como asistente A, B y luego como jefa de servicios escolares y ahí conocí al que hasta la fecha es mi esposo. Fue a pedir informes para un amigo y nos gustamos. A los 15 días ya estábamos viviendo juntos y luego nos casamos. Tuvimos 3 hijitos, ja ja. El oficio más difícil de la humanidad, ser padres.

CEC: Háblame ahora del oficio… cómo te acercas al poema…

LZ: El poema se acerca a mí, no yo al poema. Es algo muy lindo y extraño, puedo no escribir un poema durante 15 días o un mes y de pronto, todas las vivencias que he tenido, visto, he sido testigo, se agolpan en mi interior y comienzan a salir de un jalón y escribo y escribo hasta que me agoto. Luego los dejo descansar y los voy abriendo de a poco. Los reviso, los corrijo, los leo en voz alta y cuando ya estoy segura, en ese momento, los doy para publicación.

CEC: Me puedes hablar de lo que es poesía… para qué sirve…  cumple algún rol…

LZ: La poesía para mí, es pasión, vivencia y conocimiento. Y siempre parto de estas premisas para escribir. La poesía es para los ciudadanos de a pie. Nunca derrocará un gobierno ni detendrá una guerra pero sí denuncia, presta sus palabras a otros para que se expresen, mueve corazones.

CEC: ¿Qué te apasiona leer? ¿Cuáles fueron esas lecturas que te marcaron?

LZ: Me gusta mucho la poesía contemporánea, la que se gesta en este momento. Los clásicos ya los leí hace mucho y me sirvieron en su momento. Pero lo que me apasiona es leer todos los libros que me regalan cuando voy a los Encuentros de poesía, esa es la más fresca, lo verdaderamente actual.

Oliverio Girondo es uno de mis poetas preferidos. Lao Tse, Kavafis, Sabines, son muchos los poetas que he leído. Desde niña los románticos hasta los completamente desconocidos para otros. No me siento influenciada especialmente por alguno. Tal vez a los 15 años por Neruda, Sor Juana, pero a medida que he ido encontrando mi estilo, mis lecturas van cambiando.

En cuestión de narrativa, ya que me gusta escribir novela y cuento, leo sólo lo que me atrae. Si un libro no me atrapa en las primeras 50 páginas, lo cierro y comienzo otro. Me gusta mucho la literatura policiaca, la de suspenso. Las historias de amor, prefiero vivirlas.

CEC: Cómo se describe una mujer escritora como tú con respecto al ambiente literario

LZ: Soy una mujer muy apartada de los grupos, las camarillas literarias, no me gusta que me cataloguen en ninguna corriente ni como parte de nada. Soy un ser libre en todos los aspectos. Yo tomo mis decisiones, no siempre son las mejores pero son mías. Soy bastante ermitaña. No me gusta ir a las presentaciones de libros. No me gusta presentar mis libros. Prefiero que me inviten a leer mi obra en colegios o asistir a los Festivales.

CEC: En qué etapa te encuentras ahora

LZ: Antes tenía apuro por publicar, por ser reconocida. Ahora quiero descansar del torbellino en el que he vivido los últimos 15 años. Necesito paz y silencio, incluso he cambiado mis números de teléfono para que nadie me llame y pueda disfrutar el estar sola, sin visitas. Sola con mis pensamientos, mis libros. Disfruto mucho la naturaleza, el mar, amo el mar.

CEC: Dime, cuando escribes, hay alguna sensación que motive la creación

LZ: Sólo escribo cuando tengo deseos, o cuando sufro. Normalmente si estoy feliz y disfrutando de la vida, prefiero centrarme en ello y no distraerme en otras cosas. Cuando comienzo a escribir es difícil parar, como cuando un libro me atrapa. Soy capaz de no dormir con tal de terminarlo.

CEC: Tu poesía también tiene ese hálito de conmoverse ante el dolor ajeno, situación que también coloca, en ocasiones  al poeta en una encrucijada propia; manejar el dolor no es fácil 

LZ: Hace como un año dejé de estar informada de lo que pasa en el mundo. Sufro tanto con las noticias que ya no veo televisión, no leo periódicos y trato de no enterarme. Era tanto lo que sufría viendo a los niños acribillados, o abusados en cualquier forma que tuve una depresión fuerte. Ya lo condené en el papel, pero por salud mental y emocional, no quiero enterarme de nada. Tal vez es una estupidez pero no soporto el sufrimiento ajeno.  

CEC: Hablemos ahora de tu obra, libro por libro. Comencemos con tu primer poemario publicado en 1996, titulado Luna en abril, poemas

LZ: Luna en abril, poemas, es el primer libro que me editan en el que se recupera poesía de mis inicios en la adolescencia, mi primera juventud, mis deseos íntimos. Y ya se nota mi espíritu, mi compromiso en la defensa de los derechos de la mujer y con mi país. No hay un hilo conductor ya que son poemas de diferentes edades.

CEC: En 1997 publicas Luna en abril, sueños

LZ: Luna en abril, sueños, es prosa poética. Son pequeños relatos de todo tipo, sobre todo amorosos y donde comienzo a desarrollar el erotismo en mis escritos. También de varias edades. Tenía mucho escrito desde jovencita y la editorial del Centro de Investigación y Estudios Nacionales me contactó para iniciar su colección de Literatura, con lo mío.

CEC: En 1998 culminas esa trilogía con Luna en abril, cartas

LZ: Luna en abril, cartas, es el complemento de la trilogía de mis escritos a partir de los 15 años y que el CIEN divide en tres. Así surgen: poemas, sueños y cartas. En este libro hay prosa más directa y contiene misivas de todo tipo: amorosas, a mi padre muerto, a mi segundo padre, a un maestro, un(a) amigo(a). Desarrollo más mi buen sentido del humor en este libro.

No pensé que fuera a suceder mucho con estos tres libros y no tuve la precaución de guardar ni un solo ejemplar y resultó que Luna en abril, poemas, el primario o más primitivo, como lo llamaron en aquella época, logró vender 3mil ejemplares en 9 meses en los exhibidores de unos restaurantes de México.

CEC: A finales de esa década, la última del siglo XX, en 1999, circula tu libro La spirale du feu, Espiral de Fuego.

LZ: Siento que con este libro di el salto ya que alguien que compró mi libro de Luna en abril, poemas, lo llevó a París. Se lo muestra al que en ese entonces era el Director del Instituto hispanoamericano de cultura, a quien le gusta la frescura de los poemas y hace contacto conmigo. Me hace la proposición de que el próximo libro, que todavía no tenía nombre, me lo traduzcan al francés y aparezca en París.

Hago maletas, viajo a París -1998- a conocer al traductor, al contacto, a mi anfitriona y a los de la editorial. Acepto su proposición de mudarme unos meses a París, cosa que exigió el traductor, para poder llevar a cabo el libro bilingüe. Yo, casada, con tres hijos pequeños, tuve que enfrentarme a la situación de combinar mis tareas de mamá, esposa y administradora de mi casa, mis clases, para perseguir mi sueño. Consigo una buena negociación con mi familia y me mudo 7 meses a París.

Ahí fue donde mi nombre inicial como escritora cambió de Lina De Mendoza en los primeros libros a Lina Zerón, ya que las compañeras latinas me hacían burla por el “de”. Todas ellas libres y feministas, sembraron la semilla de la liberación de espíritu y fue que adopté mi nombre de soltera para escribir: Lina Zerón.

El libro se termina de traducir en 1999, se edita en L’Harmattan y se sigue vendiendo por internet. En París conocí gente muy valiosa de quien aprendí mucho. Tuve una especie de “tutor”, Jorge Tafur, que me daba lecturas y lecturas. Me preguntaba como si estuviera en el colegio, revisaba mis poemas. Los que no le gustaban los arrugaba y los tiraba al suelo. Y yo, perceptiva de que era el camino correcto, acepté el reto de trabajar con un hombre tan enérgico y disciplinado para la literatura y reescribía las metáforas, pensaba en los adjetivos, los recursos literarios. En fin, todo lo que él me enseñó lo aproveché y mi vida cambió de la mamá de los güeritos, la esposa del Ing. Mendoza, la hijita del Mayor Zerón a la poeta mexicana, Lina Zerón.

Al salir publicada en París y comenzar la promoción del libro, fui incluida en antologías como: “Latinas en Paris” y muchas más. Así que el resto de mi producción se realizó en Europa ya que en varias lecturas había alguien de otro país al que le gustaba mi poesía y me invitaba a traducirme o a un Festival. Y me traducían 15 o 20 poemas para que pudiera asistir, como fue el caso de Alemania, Suecia, Francia, Yugoslavia, Italia.

Luego me tocó Suramérica. Comencé con una invitación a un Encuentro en Brasil y de ahí me invitan a La Habana al Festival de poesía, donde me escuchan poetas del mundo ex socialista y comienzo a viajar invitada a otros países como Rumania, Hungría, Checoslovaquia. Me convertí en la poeta errante, así me llamó el poeta Oscar Wong en un ensayo que hizo sobre mi poesía cuando me descubren en México en 2001. Y me invitan al Primer Encuentro de Mujeres Poetas en el país de las nubes y me piden contactar a poetas de otros países. Todo un cuento de hadas.

CEC: En el 2000 publicas Rosas negras para un ataúd sin cuerpo

LZ: Este poemario surgió de una forma simpática. En aquel entonces, 1999, yo dirigía una página web que se llamaba ENTRE AMIGOS, y me fui conectando con otros portales, incipientes, como el mío, pero que nos unía el amor a la literatura y quedamos de conocernos en 2000 en Barcelona, donde vivía el Director de Mizar, una publicación muy grande. Yo me encontraba en París cuando me llegó el momento de ir ya con el nuevo libro. Poesía más que nada de desamor y compromiso social y “Stel Blau” me lo publica.

CEC: En el 2002, sale tu poemario Moradas Mariposas, quizás uno de tus libros más conocidos…

LZ: Moradas Mariposas, es uno de los poemarios que más se ha traducido y vendido ya que en este viene por primera vez mis poemas: UN GRAN PAÍS y CORTESANAS, por el que fui conocida en Cuba y de ahí, recomendada al Festival de Suecia y otros más. Es un libro que amo porque comienza a marcar un estilo en mi escritura y a partir de éste, es que mis libros tienen mucho contenido feminista y de compromiso social, amén de lo amoroso y erótico. Ha sido como mi otro libro amuleto después de Spirale du Feu.

CEC: Con un sugerente titulo etílico publicas en el 2003  Vino rojo

LZ: Vino rojo es el primer libro solamente con el tema del amor, desamor, erótico. No meto poesía feminista ni de compromiso. Fue el segundo lugar del Premio Mellia de España. Se tradujeron varios poemas a otros idiomas y se musicalizaron 3 en Montevideo, Uruguay, junto con otros 3 de Moradas Mariposas.

CEC: Qué me dices de Un cielo crece en el fondo de tus ojos, del 2004

LZ: Sólo tengo un ejemplar de Un cielo crece en el fondo de tus ojos. Me lo pidió una editorial de Lyon, Francia, “La Barbacane”. Era un poemario de amor. Me invitaron a la Feria del Libro de la ciudad y no volví a saber de ellos.

CEC: En el 2005 publicas no uno, sino dos poemarios Nostalgia de vida y Ciudades donde te nombre

LZ: Nostalgia de Vida, son poemas de amor y también familiares. Es el primer libro donde le dedico un poema a cada uno de mis hijos, mi abuela, mi madre, padre, mi esposo. Digamos que es más vivencial que los otros.

Ciudades donde te nombre, fue todo un reto para mí porque es el único libro temático que tengo. Voy recorriendo con poesía, algunas de las ciudades del mundo donde he estado, los mezclo con el amor, la corrupción, el tráfico. Este libro me gusta en especial porque me costó mucho trabajo desdoblarme y escribir algo que significaba un reto para mí.

CEC: Dos años después, en Consagración de la piel, empiezas a experimentar con poemas más largos.

LZ: Consagración de la piel, salió publicado primero en Barcelona, “Atenas”, y luego en Cuba. Considero que en este libro alcanzo ya mi madurez como autora. Mi estilo se define bien y consigo escribir poemas de largo aliento. Poesía amorosa, con imágenes completamente renovadas y distintas a las que había escrito en los otros libros. Amo este libro porque me atreví a escribir poemas de 3 o 4 páginas, sin perder el hilo, conservando la emoción y la trama.

CEC: La primera década del siglo XXI la culminaste con dos antologías: Música de alas al viento en el 2008 y, un año después, Mágicos designios

LZ: Música de alas al viento y Mágicos designios, son dos compilaciones de poesía amorosa que me editaron, la primera en la FES Zaragoza y la Segunda en Morelia. La particularidad es que ambas selecciones tienen poemas que tenía inéditos y son distintos en cada libro.

CEC: El primer poemario que publicas en esta década, Las entrañas del viento, del 2011 transitas nuevamente por la poesía amorosa pero también incorporas otro tipo de poesía

LZ: Las entrañas del viento es un libro que me tocó escribir para exorcizar el dolor físico. Me habían operado y no podía moverme. Al mismo tiempo mi padre ha estado luchando contra el cáncer. Cumplí 50 años y de pronto sentí que me quedaba poco tiempo, que no es lo mismo pensar en 40 años que en 20. Así que la poesía, un tanto torturada, habla de eso, del dolor, la aceptación; hablo mucho de la muerte, y también tiene dos capítulos de poesía amorosa.

CEC: Y ahora andas de fiesta con tu nuevo título, Liberen a los delfines

LZ: Liberen a los Delfines. Salió este 2012 en La Habana, en el Festival de poesía. Es una selección de mi poesía erótica pero también trae varios poemas inéditos que sólo están en este libro y se presentará en Mayo en el Festival.

CEC: Hablemos ahora brevemente de tu obra en prosa. Aunque tus dos primeras novelas, Posdata para Ana publicada en el 2003 y Detrás de la luz, en el 2007, se llevan cuatro años de diferencia, en realidad fueron gestadas de forma simultánea

LZ: Ambas novelas las fui escribiendo al mismo tiempo, incluso en Detrás de la luz se hace referencia a un capítulo de Posdata para Ana. La primera abordó el tema del enamoramiento por internet, que cuando la comencé en 1999, aún estaba en auge esta modalidad. Y Detrás de la luz es una novela bastante política. Contiene siete historias distintas que confluyen en el final.

CEC: Con el género del cuento te ha ido excelente, llevas cuatro ediciones de Minicrónicas de Listón y otros cuentos, un libro que publicas en el 2007

LZ: Minicrónicas de Listón y otros cuentos es un libro que escribí cuando me operaron de las rodillas. Tuve que estar en cama dos semanas completas, así que se me ocurrió aprovechar el tiempo y escribir mini cuentos e incluí otros que ya había comenzado y terminé igual, en la cama. En total me llevó tres meses escribir este libro que ha tenido una recibida tan buena que, en la presentación del libro en la Universidad de Puebla, una Académica rusa me lo pidió para traducirlo. Ya se presentó en la Universidad de Puebla y en Ukrania. Lleva 4 ediciones. La primera en “Nido de Cuervos” en Perú, 2 en México y la rusa.

CEC: En el 2010, con Memorias de Claude Couffon te lanzaste a la aventura de publicar lo que se conoce como una novela biográfica. De qué se trata ese experimento híbrido y creativo.

LZ: Memorias de Claude Couffon es una biografía novelada acerca del gran traductor Claude Couffon, quien me invitó en el 2002 a ser la poeta de honor de Bretaña, Francia, en los talleres de traducción que él dirigía. Durante dos años convivimos mucho para realizar las traducciones con los alumnos de los colegios y así surgió el libro.

CEC: Y el año pasado le regalaste a los lectores Mamá Lolita, una novela que tiene cierto carácter histórico

LZ: Mamá Lolita, mi más reciente novela, es una historia de sobrevivencia de la Abuela Lolita y la gente que vivió los embates del Indio Inés Chávez en Cotija de la Paz, Michoacán. Tiene gusto a novela histórica sin llegar a serlo, ya que es la historia de un pueblo y sus habitantes desde el cambio del siglo XIX al XX.

CEC: A nombre de los lectores de En las letras, desde Puerto Rico te agradezco, Lina, por el tiempo que has dedicado a revisitar tu obra con este servidor; por reflexionar acercar de lo que implica el oficio poético y la creación.

 

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