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09 de Agosto, 2011 · General

La LIBERTÁ

yván Silén:     

 

        NO NOS DERROTARÁN

       o la muerte de los intelectuales[1]

 

¿Y para qué ser poeta en tiempos de penuria?

 

Friedrich Hölderlin

 

Estamos como en un infierno, donde sólo podemos soñar.

 

        Ludwig Wittgenstein

 

                La LIBERTÁ es una forma de ser inevitable. Pero ha llegado la hora de contestar la pregunta de Hölderlin: “¿para qué ser poeta en tiempos de penuria?

 

---¿Para declarar la guerra?

 

Podrían llenar nuevamente de policías todos los portones de la Universidad de Puerto Rico, podrán amenazar a todos los trabajadores no-docentes, podrán expulsar a todos los profesores de contrato y podrán acobardar a los profesores de tiempo completo, pero no podrán derrotarnos. Los estudiantes volverán, los trabajadores regresarán y los profesores se atreverán a desembocar a la desobediencia civil del gandhismo para derrotar un poder que es la penuria misma.

 

Estamos, pues, diciendo NO al paternalismo de los “profesores anexionistas” y estamos diciendo NO a los “profesores muñocistas” y a todos los que pretenden pantomimizarse en los simulacros de los plebiscitos colonialistas. Estamos diciendo NO al colaboracionismo y a esa demokracia neofascista que el gobierno trafica como droga y como teca contra la conciencia radical de los que resistimos. Estamos diciendo NO al miedo de nuestros intelectuales hipotecados, porque las calles de Puerto Rico huelen a guerra (huelen a crimen, hieden a inmoralidad y hieden a corrupción).

 

El poeta es el ente que marca la experiencia política con el Zen. Es el ente que ha decidido zenserse y que ha decidido senzerse. La poesía es quien dialoga política y radicalmente con el pensamiento. Los dioses han decidido retornar al encuentro inevitable con los héroes. Los que venían a morir han muerto.

 

Treinta personas fueron asesinadas el fin de semana en una guerra despolitizada que realiza el gobierno racistamente contra las comunidades populares (contra los caseríos--La Perla, Martín Peña, Villa Sin Miedo, etc.). Cada fin de semana se convierte en un pequeño genocidio en donde viven bien los jueces, los abogados, los decanos, los rectores, el FBI, la DEA, la farándula de las televisoras y de la radio antipuertorriqueñas como WKAQ, Univisión, WAPA y de periódicos como El Nuevo Día, etc., que sirven  a los mercenarios anexionistas de la propaganda. Cada semana que pasa las noticias se convierten en un negocio mugroso de la demokracia mohosa.

 

Nunca antes la educación libertaria había estado tan cerca de la república. Nunca antes los estudiantes de la nación puertorriqueña habían estado tan cerca de la república. Nunca antes el español, albizuista y rubendariano, se había convertido en la experiencia radical de nuestra propia carne. Nuestra voz tiene que levantarse contra la muerte de la historia de la oficialidad, porque nunca antes los partidos del país habían sido tan letrinosos, tan pitiyanquis y tan antipuertorriqueños. (Los héroes están amenazados en la evidencia del pensamiento y la poesía.) Nosotros no tenemos que votar por esos partidos extranjerizantes, sino que tenemos que votar ya, ahora, actualmente, por el presidente de la república que somos. Ni los anexionistas (Ferré, Rosselló, Romero Barceló, Fortuño), ni los populares (Acevedo, Hernández Colón, Calderón), ni los pipiolos (Concepción de Gracia,[2] Berríos) han sabido defender la nación que somos. La nación desangrada, vendida y mercenaria. Nosotros, para bien o para mal, somos el escándalo en español de la nación norteamericana que nos invadió militarmente en 1898 y nos ha continuado invadiendo demokráticamente en 2011. Hoy Estados Unidos nos continúa colonizando a través de la policía y la Guardia Nacional puertorriqueña, pero si tuviera que bombardearnos (Cuba, El Salvador, Nicaragua, Granada, Irak, Afganistán, Libia), no lo pensarían dos veces. Como dijo o como insinuó George W. Bush: “hay que imponerle la demokracia a los países del mundo”.

 

El Ser es el tiempo de la poesía. Pero los héroes han retornado, porque la patria se halla en peligro de muerte y en peligro de desaparición.

 

Por tal motivo le pedimos a la juventud puertorriqueña que se ponga nuevamente de pie y decida no votar en las elecciones polichinelas del 2012 que se aproximan sidistamente contra la salud del espíritu. Y le decimos a este gobierno de fantoches, a estos intelectuales del estigmatismo del confort, a estos despolitizados de las dichas importadas de la envidia, del odio y de la escoria, les decimos que el amor a la patria es el amor a nosotros mismos. Que el amor a la patria, armados o desarmados, es el serzen de la oscuridad-del-inconsciente-subversivo y el zenser de la libertá arrolladora.

 

Los héroes, suicidas o no, están presentes políticamente en el Zen. Toda presencia es presencia política. Toda angustia es angustia de ser. La libertá es la presencia misma de la epifanía. Los héroes anulan zenmente el dualismo de ser. La nada es una experiencia política-metafísica. Y todo está por acontecer, acontece. ¿Quiénes somos nosotros? ¡Nosotros somos los que queremos ser! Somos los afectados (los agraviados, los damnificados, los lúgubres, los perjudicados). Nosotros somos los que arriesgamos el lenguaje que somos (lo esquizo y la irracionalidad que somos). La poesía, el ser poetas en tiempo de penuria, es más arriesgada que el ser. Nosotros somos los que hemos arriesgado la razón. Y los que hemos asumido la paradoja políticamente. El poeta es el que desprecia a los burócratas (a los mesocráticos). La experiencia política del Zen es, entonces, la experiencia política de todas las cosas. El poeta se hace también professor para poder traicionar el lenguaje del poder (de la ideología-de la infamia-). La penuria del poder, el odio mismo del poder, se haya en crisis (krise). Lo más arriesgado y lo más extraño hölderlinmente es la poesía de ser el Zen. Lo existente se ha despertado. Los poetas radicales nos hallamos políticamente en medio de lo sagrado.

 

Los poetas estamos cargando el destino de la patria.

 

Este nuevo manifiesto que se levanta contra el silencio (de ustedes) es el anuncio de una guerra política y de una guerra cultural que no se ha de entregar a los salarios miserables, a las posiciones del lujo, a las cuentas bancarias de los bonistas, ni a esos artículos del 5 & 10 de lo “light” que los periódicos-cicutas y los tabloides de la muerte trafican como saber. Estamos, pues, ante todas las cosas y ante todas las canalladas de la cultura de la casa vacía. (La cultura ha sido saqueada anexionistamente.) Estamos de pie ante todas las telenovelas de los “poetas-gays” del no-ser y de los-“poetas-machos”-de-los-comics-de-Flash-Gordon. Estamos de pie ante la televisión decadente de la Comay. Morir será un pequeño accidente de la nada. Los idiotas cruzarán adiaforia e indolentemente delante de los héroes. Las “leyes” anexionistas-demokráticas son inmorales y ante ésta inmoralidad los hombres de la nación que somos, los hombres de la república que somos, tenemos que levantarnos contra la cretinidad, contra la imbecilidad y contra la mediocridad de los intelectuales endebles.

 

¡Los intelectuales son estiércol!

 

No importa lo que hagan ellos hoy, o lo que hagan ustedes mañana, la LIBERTÁ seguirá siendo nuestra forma de ser inevitables. Nuestra LIBERTÁ seguirá siendo nuestra forma de ser ineludibles.

 

 

                                                         

6 de agosto del 2011

Puerto Rico



[1] Desde 1972, cuando publiqué el “Pequeño manifiesto” en El pájaro loco, hasta este “manifiesto” de “La muerte de los intelectuales”, han transcurrido treinta y nueve años de esclavitud demokrática y todavía no hemos podido resolver el Hades colonial que nos consume. Esto ha sido así, porque los intelectuales se han empeñado (penepé, muñocista y pipiolamente) en sostener la colonia cultural y política de la misería de sus salarios del confort, de sus “festivales”, de sus “congresos”, de sus “simposios”, de sus “conferencias” y de la “dicha”.

[2] Véase “La revolución de 1950”.

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publicado por islanegra a las 11:30 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
22 de Julio, 2011 · General

Cantar y contar la historia

 
Palabras de Víctor Casaus en la presentación del libro La historia me absolverá. Decimario, del poeta boricua Juan Camacho
 
Su autor, Juan Camacho, y la Brigada Juan Rius Rivera nos traen un regalo solidario y amoroso: este libro que recrea, desde la poesía popular, desde la décima, uno de los textos fundamentales de la Revolución Cubana: el alegato de defensa y acusación del joven abogado Fidel Castro, en el juicio por el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes el 26 de julio de l953.
 
Esta breve presentación quiere recorrer los caminos  inmediatos que antecedieron a este momento de hoy y evocar algunas de las múltiples relaciones de fraternidad, compromiso y solidaridad que han unido a los pueblos de Puerto Rico y Cuba, de la que es ejemplo hermoso y sistemático esta  Brigada que nos ha acompañado durante los últimos veinte años trayéndonos su mensaje y su presencia de hermandad revolucionaria.
 
Las primeras noticias sobre la presentación de este libro llegaron por las eficientes vías ya habituales de las nuevas tecnologías. Después de conocer la propuesta de nuestra hermana Milagros Rivera y los compañeros y las compañeras del ICAP para realizar este lanzamiento aquí en la Casa del Alba, Juan Camacho me envió este mensaje:
 
Víctor, saludos. Por fin te puedo enviar el texto del Libro. Los problemas para hacerlo antes fueron muchos, no obstante, ya están casi-resueltos... Tan pronto lo recibas me informas si lo pudiste recibir y/o abrir para entonces hacer otras gestiones. El texto que te envío va sin portada y contraportada, pero tan pronto el artista se le pare de encima y la termine, te la hago llegar. 

Tal y como hemos acordado, el Libro va con nosotros. Si eso no es así, en lugar de una Presentación, tendrás que presentar un velorio, porque Milagros me matará....

El texto adjunto es el elemento objetivo para analizar y comentar, pero más allá de eso, está el amor y la solidaridad con que lo trabajamos, tanto en homenaje a Fidel como a todas y todos ustedes que tanto nos motivan y nos esperanzan.

Juan 
 
El libro ya está aquí en nuestras manos y sus dos dedicatorias expresan cabalmente la profunda significación de este momento:
 
A Fidel en su cumpleaños 85, con los mejores pensamientos de los boricuas que amamos la libertad.
 
A la Brigada Juan Rius Rivera, en su viaje número veinte a la hermana República de Cuba, en solidario desafío al embargo imperialista.
 
La Comisión de Dirección de esta vigésima brigada de solidaridad y amor ha expresado también, en mensaje reciente, que “este libro representa el agradecimiento de nuestro pueblo por toda la solidaridad que el Comandante Fidel y el pueblo cubano nos ha brindado en la lucha por alcanzar nuestra libertad”.
 
Señores, ese acusado
que ahora ejerce el derecho
dará versión de los hechos
de todo lo que ha pasado.
 
Les dirá como abogado
lo que haya que decir
cómo se quiso impedir
su libertad y defensa
como vil y cruel ofensa
al pueblo y a su sentir.
 
Así evoca Juan Camacho, en una de las primeras décimas que conforman este libro, la voluntad de aquel joven acusado que, ante la imposibilidad de contar con las garantías legales imprescindibles, asumió su propia defensa frente al tribunal que lo juzgaba en una pequeña sala del Hospital Civil en Santiago de Cuba, sólo con la presencia de dos magistrados, seis periodistas (sujetos por otra parte a la censura imperante) y un centenar de soldados armados hasta los dientes. La temperatura de aquel momento, expresada en el discurso de Fidel, pasa a las estrofas de este libro para transmitirnos las dificilísimas  condiciones en que se libraba aquella batalla por la verdad y la justicia.
 
El libro incluye, en sus inicios, como material documental, “las notas que la periodista Marta Rojas tomó de las escenas finales de aquel día histórico, viernes 16 de octubre de 1953, en que Fidel Castro Ruz pronunció su famoso alegato --convertido en obra imperecedera-- ante el Tribunal de Santiago de Cuba”. Comparto con ustedes un breve fragmento de esas notas que nos brindan hoy referencias presenciales de aquel momento:

El acusado doctor Fidel Castro no ha hecho ni un alto en su informe, a veces alza la
voz, y él mismo se contiene, en instantes se inclina sobre la mesita (que tiene de frente) y casi habla en secreto, a medida que habla, improvisando siempre, hay más silencio en el recinto, no se escucha ningún otro sonido más que su voz pausada, como si conversara con todos, mira fijo al tribunal que lo atiende con gusto. El Ministerio Público (Fiscal) a veces parece querer incorporarse para sacarle las palabras de la boca; los soldados están apiñados en la puerta y no disimulan su atención. A veces posa su vista en el retrato de Florence Nightingale que preside el saloncito de las enfermeras y parece que conversa con ella. No tiene un papel, ni un libro con él.
 
Efectivamente, los apuntes y notas habían quedado en la celda del acusado/acusador: desde las citas del autor intelectual de aquellos hechos, José Martí, hasta
 
(d)etalles facilitados
por la población penal
que a pesar de la brutal
amenazas y castigo
contribuyeron conmigo
filtrándome el material
 
como nos relata Juan Camacho en sus décimas, para resumir su versión de la situación del que habla (en el discurso y en las estrofas):
 
Y como vil resultado
de estas maquinaciones
estoy en estos rincones
donde aquí seré juzgado.
 
Es un cuartico cerrado
donde no se podrá oír
lo que tengo que decir
porque habrá una redoblada
de bayonetas caladas
para mi voz impedir
 
La presentación de este libro aquí, en La Habana, en homenaje al próximo 85 cumpleaños del que pronunció esas palabras, es también un eco de aquellas verdades denunciadoras de los crímenes de entonces y anunciadoras de las luchas por venir.
 
El prologuista de este libro, el abogado y poeta boricua Luis Raúl Albaladejo, comenta el desafío que ha supuesto para el autor llevar a la estructura poética “un texto de denuncia y de combate, un texto político cuya prosa, en cierto sentido, es todo lo opuesto de la siempre más o menos fantasiosa literatura. Para dar este salto, Juan se lanzó a un reto de fondo, convirtiendo en décimas espinelas (…) el histórico discurso de Fidel Castro Ruz que en 1953, invirtiendo los papeles del drama judicial, sentó a los golpistas acusadores en el banquillo de los acusados”.
 
El autor de este libro, “poeta, maestro, dirigente sindical y comunitario, luchador incansable por la independencia de su patria, repite una proeza: convertir en décimas puertorriqueñas un texto en prosa de otro autor”. La experiencia anterior, nos continúa diciendo el prologuista, partió de la obra de un boricua, el escritor Abelardo Díaz Alfaro, cuya colección de cuentos Terrazo, “un clásico de la literatura puertorriqueña”, fue convertida, mediante un “ejercicio de destreza y maestría”, en una narración realizada a través de la poesía popular. 
 
La estructura del presente Decimario moncadista sigue, paso a paso, el desarrollo cronológico del discurso que le da origen. No ha tratado el autor de resumir o reinterpretar el contenido de aquella pieza oratoria, convertida en documento cenital de esta etapa de la Revolución Cubana, sino de contribuir a su difusión –en un acto de homenaje que hoy le agradecemos– utilizando las herramientas de un lenguaje comunicacional distinto, el de la décima: otro de los territorios culturales compartidos por nuestras dos islas hermanas. Por ello en la segunda parte de este encuentro en el que también estamos homenajeando la presencia fraterna de la Brigada Juan Rius Rivera en su vigésimo aniversario, compartirán este espacio artistas de la música campesina cubana e integrantes de la propia Brigada que también se expresan a través de ese lenguaje fértil y común, que también nos une.
 
“Nadie mejor que un puertorriqueño para haber realizado el trabajo que ha hecho Juan con el discurso de Fidel”, nos dice en su prólogo Luis Raúl Albaladejo, “La ya más que centenaria hermandad entre Cuba y Puerto Rico encuentra aquí otra de sus múltiples expresiones. Porque este trabajo no es sólo fruto del esfuerzo, el talento y la maestría de Juan, sino, y sobre todo, fruto del afecto y la solidaridad que él, como miles de puertorriqueños, guardamos para la hermana Antilla”.
 
Como se ha visto, los propósitos y los resultados de este empeño cultural tienen raíces firmes y compartidas en las historias de nuestras islas y de nuestros pueblos, que han vivido experiencias disímiles y a la vez comunes. Ahora que presentamos este libro, no puedo dejar de recordar a un puertorriqueño-cubano, escritor e internacionalista, periodista y luchador revolucionario de su tiempo (y del nuestro), Pablo de la Torriente Brau, quien ofreció en una de sus crónicas memorables este dato revelador: "detrás de un indomable caguairán un hombre, con su rifle, puede hacerle frente a diez, sin miedo a las balas; y al paso por las cañadas una sola ametralladora puede acabar con mil hombres!"
 
Años después de que Pablo incluyera esa frase en su formidable reportaje sobre el Realengo 18, aquel joven abogado, cuyas palabras viven en este Decimario, la tomó como una enseñanza útil y aplicable para la táctica y la estrategia de la lucha revolucionaria que daría continuidad victoriosa al asalto de los cuarteles de 1953.
 
Las enseñanzas múltiples y recíprocas entre Puerto Rico y Cuba han conformado, a lo largo de los años, la hermandad que ahora festejamos.
 
A la independencia puertorriqueña ha ofrecido ayuda Cuba de muy diversas formas, entre ellas, muy tempranamente, brindando espacio fraterno y posibilidad de expresión en la Asamblea General de las Naciones Unidas junto a la representación de nuestra isla.
 
A la lucha cubana contra el bloqueo imperialista que se ha extendido por casi cinco décadas han ofrecido su respaldo sistemático y firme las hermanas y los hermanos boricuas.
 
Hoy agradecemos infinitamente el apoyo que recibimos, también desde Puerto Rico, para exigir la libertad de los cinco hermanos injustamente encarcelados en Estados Unidos. “Es hora de traerlos a casa”: así recordamos y ratificamos aquella consigna que exigía el regreso de los independentistas puertorriqueños desde las cárceles norteamericanas donde cumplieron largas condenas por haber luchado para liberar a la isla hermana.
 
Gracias, Juan, por traernos este regalo de cumpleaños, de solidaridad compartida, desde la otra ala del pájaro.
 
Víctor Casaus

Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau
Calle de la Muralla No. 63, entre Oficios e Inquisidor, La Habana Vieja,
Ciudad de la Habana, Cuba

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publicado por islanegra a las 14:16 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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