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Revista Isla Negra
Casa de Poesía y literaturas
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20 de Agosto, 2014 · General

Andrés Eloy, el poeta que supo pintar angelitos negros





** El pueblo venezolano sabe de la obra del escritor cumanés porque anda siempre prendido a los caminos más hondos de esta tierra de ternuras y solidaridades.



Daniela Saidman

En estos días nos sorprendió la muerte. Lo que pensábamos lejos nos tocó próximos y prójimos. Y convocados todos a la ternura nos conmueven los cientos de niños asesinados en Gaza. De ese dolor hondo vinieron los versos de Andrés Eloy Blanco, porque “Cuando se tienen dos hijos / se tiene todo el miedo del planeta, / todo el miedo a los hombres luminosos / que quieren asesinar la luz y arriar las velas / y ensangrentar las pelotas de goma / y zambullir en llanto ferrocarriles de cuerda”. Es el mismo poeta venezolano que nos cantó el Coloquio bajo la palma, animándonos a ser mejores, a “dar más sin decir lo que se ha dado” porque “lo que hay que dar es un modo de no tener demasiado y un modo de que otros tengan su modo de tener algo”.
Este poeta nuestro fue un escritor, dramaturgo, humorista, abogado y político, que nació en Cumaná el 06 de agosto de 1896 y falleció en Ciudad de México, el 21 de mayo de 1955.
El supo conjugar la vocación de quijote con la de poeta, para ser un político capaz de sumarse a las causas más justas y un escritor convencido de la magia y la palabra que tiene sabor a pueblo. En él todo fue canto y entrega. Y tal vez por esta razón, sea uno de los poetas venezolanos más queridos y más recordados. ¿O es que hay alguien que no sepa recitar “píntame angelitos negros”? ¿Y que no ponga alguna emisora AM, el 31 de diciembre, un ratito antes de las doce, para esperar el año nuevo con las Uvas del tiempo?
El poeta cumanés estudió derecho en la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la agitada vida estudiantil de aquellos años lo envolvieron pronto en el encendido ejercicio de la libertad. Aunque ya desde antes, cuando apenas contaba ochos años, partió con sus padres a Margarita por desavenencias con el gobierno de Cipriano Castro.
Se incorporó al Círculo de Bellas Artes en 1913 y apenas cinco años después recibió su primer galardón por el poema “Canto a la Espiga y al Arado”, mientras publicó El huerto de la epopeya, su primera obra dramática. Ese mismo año (1918), siendo estudiante de derecho, fue encarcelado por participar en manifestaciones contra el régimen de Juan Vicente Gómez.
Luego de recibir el título de abogado, Andrés Eloy Blanco comenzó a ejercer pero sin abandonar jamás su vocación por la palabra. En 1923 obtuvo el primer premio en los Juegos Florales de Santander, en España, por su poema “Canto a España”. Durante su viaje a recibir el galardón decidió quedarse durante un año en la península ibérica y tuvo la oportunidad de relacionarse con los poetas españoles de esos tiempos. Nombrado miembro de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, en 1924, se trasladó a La Habana donde sostuvo encuentros con intelectuales y escritores cubanos, y venezolanos que se encontraban en el exilio.

El imparcial
Porque el ser humano siempre tiene cosas que contar y sueños por cumplir, empezó a editar en la clandestinidad, en 1928, el periódico disidente “El Imparcial”, que pronto se convirtió en el órgano de difusión de la Unión Social Constructiva Americana y el Frente de Acción Revolucionaria.
Tras el golpe de Estado del 7 de abril fue confinado en Puerto Cabello hasta 1932, cuando lo liberaron por motivos de salud. Encerrado escribió Barco de Piedra, dicen que son sus poemas más tristes. Cuando finalmente le devolvieron la libertad, se la dieron a medias, tenía prohibido realizar cualquier tipo de manifestación pública, por lo que se volcó nuevamente a las letras, publicando Poda en 1934, libro donde se encuentran Las uvas del tiempo y La renuncia, poemas entrañables del pueblo venezolano.
Fue nombrado jefe del Servicio de Gabinete en el Ministerio de Obras Públicas por Eleazar López Contreras. Aunque su posición siempre crítica y libertaria lo alejaron del gobierno después de la represión de las manifestaciones del 14 de febrero de 1936 y su militancia en la Organización Revolucionaria Venezolana.
Como diputado del Partido Democrático Nacional llegó al Congreso, pero jamás abandonó los versos. Y comenzando 1940 integró su partido en la recién fundada Acción Democrática, desde donde trabajó para la candidatura de Rómulo Gallegos.
Fue electo presidente de la Asamblea Nacional Constituyente en 1946. Y dos años después fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores por el presidente Gallegos. Tras su derrocamiento por Carlos Delgado Chalbaud, se exilió en México, donde dedicó el resto de su vida la poesía.
Andrés Eloy es una de las voces imprescindibles de la poesía venezolana, porque en él habitaron la belleza y la justicia. Supo darse entero a la construcción de un país que hoy sigue germinando en sus versos. Jamás se alejó de sus convicciones, por eso tal vez, su obra sigue sonando en los radios cada diciembre y en las calles las madres venezolanas se alegran cuando ven pintados angelitos negros que le dan la bienvenida al futuro.



Píntame angelitos negros (fragmento)
Por Andrés Eloy Blanco

“No hay un pintor que pintara
angelitos de mi pueblo.
Yo quiero angelitos blancos
con angelitos morenos.
Ángel de buena familia
no basta para mi cielo.
Si queda un pintor de santos,
si queda un pintor de cielos,
que haga el cielo de mi tierra,
con los tonos de mi pueblo,
con su ángel de perla fina,
con su ángel de medio pelo,
con sus ángeles catires,
con sus ángeles morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios,
con sus angelitos negros,
que vayan comiendo mangos
por las barriadas del cielo”.

  
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11 de Diciembre, 2013 · General

Elena, escritora y periodista de Nuestra América

  

 Premio Cervantes de Literatura 2013

 

 ** Poniatowska es la primera mujer en México en recibir el premio Cervantes. La quinta mexicana después de Octavio Paz (1981), y sus entrañables amigos Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005) y José Emilio Pacheco (2009).

 

Daniela Saidman

 

 “No me queda mucho tiempo. Me tengo que apurar y no perderlo pendejeando”, dijo la periodista y escritora mexicana Elena Poniatowska en una rueda de prensa luego de haber sido designada con el premio más importante que se entrega a escritores hispanoamericanos. Ella, que ha sabido contar la realidad de su tierra y sus gentes, ella que ha sabido narrar la vida que siempre es más fantástica que la ficción, tiene la fuerza de una voz que sabe poner en palabras los dolores y las esperanzas de ese México profundo, tan americano, tan como nosotros.

Con sus 81 años y más de 40 libros publicados, la narradora y periodista comparte la lista del Cervantes con escritores como Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Juan Carlos Onetti, Rafael Alberti y Adolfo Bioy Casares, entre otros tantos imprescindibles.

Ha escrito cuentos, novelas, teatro y poesía. La presencia de la mujer y su visión del mundo, la Ciudad de México, las luchas sociales y el andar cotidiano de los hombres, son los puntos cardinales de su obra, sus pilares vitales. Para narrar utiliza la entrevista y la investigación periodística e histórica, tal vez por eso sus decires son testimonios del tiempo.

Bajita de estatura y enorme en la voz con que pronuncia el presente, Elena es de esos seres humanos que uno quisiera tener entre sus amigos, pero que basten sus libros para entretejer con ella una relación de amorosa profundidad, porque a lo mejor ni se entera que perdidos por todas partes sus lectores nos entregamos sin una pizca de inocencia a las historias que nos regala. Y es que ella, la escritora de los astros que documentó como periodista la matanza estudiantil de 1968, en Tlatelolco, es la cuarta mujer en la historia en ganar el premio Cervantes.

En el veredicto del premio, el jurado dice de Elena Poniatowska, que valoró “su brillante trayectoria literaria en diversos géneros, de manera particular en la narrativa y en su dedicación ejemplar al periodismo”. Y también destacó de su obra “el firme compromiso con la historia contemporánea”, definiéndola como “autora de obras emblemáticas que describen el siglo XX desde una proyección internacional e integradora. Elena Poniatowska constituye una de las voces más poderosas de la literatura en español de estos días”.

Y tan es así que declaró, Elena no el jurado, que con el importe del premio que asciende a los 125 mil euros, creará una fundación que trabaje desde México con mujeres y niños, que tenga talleres y albergue su biblioteca y su archivo personal que prefiere que se quede en su país, pese a las ofertas de dos universidades estadounidenses. “El dinero del premio creo que irá para la fundación, porque es lo más lógico para hacer algo que valga la pena”, afirmó la galardonada.

 

De la realeza al periodismo

El también escritor y periodista venezolano Luis Britto García, comentó sobre el premio a Elena Poniatowska, que sin duda los progresistas estarán muy contentos con que una mujer de esa talla, que es además referente en las luchas por la emancipación del ser humano, sea distinguida con el que es considerado el Nobel de las letras hispanoamericanas, pero la derecha también debería sentirse congraciada porque finalmente una de las suyas entra a la historia del Cervantes, y es que Elena viene de la realeza.

Poniatowska al nacer (19 de mayo de 1932) recibió el título de princesa Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, hija del príncipe Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski —descendiente de un general que formó parte de la armada que acompañó a Napoleón hasta Moscú- y de María de los Dolores (Paula) Amor de Yturbe. Su familia emigró de Francia a México a consecuencia de la segunda guerra mundial. Elena llegó a Ciudad de México a los diez años de edad con su madre —nacida en 1913 en París en una familia porfiriana exiliada en Francia tras la revolución mexicana-. Pronto fue enviada a estudiar a Estados Unidos.

De vuelta en México comenzó en 1954 su carrera periodística. Trabajó en el periódico Excélsior, y al año siguiente inició su colaboración en Novedades. Actualmente escribe para La Jornada. Sus entrevistas a autores mexicanos y extranjeros tuvieron una enorme acogida entre los lectores, por lo que más tarde algunas de ellas se reunieron en Palabras cruzadas (1961) y en Todo México (1990).

Lilus Kikus, una colección de cuentos, fue su primer libro de ficción publicado en 1954. Seguido en 1963 por Todo empezó el domingo. Pero tal vez el reconocimiento internacional llegó con sus libros testimoniales, Hasta no verte, Jesús mío (1969) y especialmente con La noche de Tlatelolco (1971). Precisamente, el año de aquella tragedia nacional (1968) Poniatowska se casó con el astrofísico mexicano Guillermo Haro (1913-1988).

Poniatowska ha sido y es una mujer comprometida con las luchas más justas de los hombres. Por eso apoyó la candidatura de izquierda en su país de Manuel López Obrador para las presidenciales. En todo caso, su postura ante la vida la define como una mujer progresista y una escritora como pocas. Que de ella sigan hablando su obra y su vida.

Entre otros libros de cuentos, ensayos, crónicas periodísticas, biografías y otros géneros literarios, aprovechamos a recomendar la lectura de sus novelas Hasta no verte, Jesús mío (México, 1969), Querido Diego, te abraza Quiela (México, 1978), La piel del cielo (Madrid, 2001. Premio Alfaguara de Novela 2001), El tren pasa primero (Madrid, 2005. Premio Rómulo Gallegos 2007) y Leonora (Barcelona, 2011. Premio Biblioteca Breve).

 

 

El premio a Poniatowska contenta a progresistas y conservadores (fragmento)

Por Luis Britto García

 

A continuación se reproducen unos párrafos de una entrevista que la agencia internacional de noticias EFE, le hizo al escritor venezolano Luis Britto García y que se encuentra en su blog: http://luisbrittogarcia.blogspot.com/, donde opina sobre el Premio Cervantes otorgado a la escritora mexicana Elena Poniatowska, quien además en 2007 recibió el Premio Rómulo Gallegos en nuestro país y entre cuyo jurado se encontraba el propio Britto García.

 

“Esto debe satisfacer tanto a progresistas como a conservadores, porque resulta que Elena, ni más ni menos, es heredera al trono de Polonia; ella es la sangre azul más azul que tenemos en toda América Latina, y a la vez una mujer apasionada por las luchas populares”, dijo a Efe García, quien se enorgullece de contarse entre sus amigos.

Sobre estos premios literarios, el venezolano dijo que parecen regidos por “una especie de Ley del Péndulo”, norma que “en el Nobel era célebre, ya que si en un año se premiaba a un reaccionario, aunque nunca a (al argentino Jorge Luis) Borges, quien lo merecía, al año siguiente, y debido a protestas mundiales, se premiaba a un izquierdista”.

En el caso de Elena Poniatowska, también ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2001, Britto García sentenció que “tiene para complacer a todas las audiencias” y añadió que “vaya a saber alguien a quién habrán premiado antes que ahora lo hacen con Elena, aunque en este caso enteramente merecido”.

“Eso, porque por un lado en ella brilla su espíritu de lucha y su maravillosa literatura, y por el otro lado, porque tiene el más rancio abolengo de todo el hemisferio”, insistió.

(Texto tomado del blog de Luis Britto García www.luisbrittogarcia.blogspot.com)

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29 de Mayo, 2013 · General

Víctor Valera Mora vivió con la plenitud de los quijotes

 

  

** La obra poética de este escritor trujillano da testimonio de la coherencia ideológica y vital de un hombre que supo del compromiso y la entrega con lo más libre y justo que habita a los hombres.

 

Daniela Saidman

 

Aún debe andar preguntándose cómo camina una mujer después de haber hecho el amor. Y con esa interrogante todos deben amanecer de bala, como él, pero también de nubes y de sueños. Víctor Valera Mora, el “Chino”, nació en Trujillo el 25 de septiembre de 1935. De su infancia se sabe poco. Pero no es difícil imaginarlo contemplando el cielo y volando papagayos, corriendo libre a través del verdor, conmoviéndose con el color y el tacto de las flores, tal vez de allí le vienen el sentir de las gentes y sus llantos, sus risas y esperanzas.

Estudió el bachillerato en San Juan de los Morros, en el estado Guárico, y cuentan que precisamente en esos años empezó a delinear sus versos mientras leía poetas de los llanos venezolanos, escuchaba galerones y conocía poetas allende el mar.

En Caracas estudió sociología en la Universidad Central de Venezuela. Trabajó en la Universidad de Los Andes, en el antiguo Conac, y en la biblioteca ambulante de los Ovalles, la cual era conocida como La gran papelería del mundo.

 

De la poesía que sabe decirnos

 

Fue miembro del Partido Comunista cuando aún no cumplía veinte años y por irredento rebelde fue encarcelado a finales de 1957, durante las manifestaciones contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Durante esos años el Chino fue un desenfrenado lector. En los años siguientes Venezuela vivió tiempos turbulentos, signados por la violencia ejercida desde el Estado. Levantamientos militares e insurrecciones estudiantiles y políticas, marcadas en la memoria por el Carupanazo y el Porteñazo.

La poesía del Chino siempre llevó en sus alforjas el sabor y el canto del Pueblo, por eso supo hacer nacer los versos que cantando y diciendo nos encuentran.

Acompañado de los escritores Luis Camilo Guevara, Mario Abreu, Pepe Barroeta y Caupolicán Ovalles, entre otros, Valera Mora fue miembro destacado de la Pandilla de Lautréamont, un grupo que proclamaba la necesidad de la poesía para todos.

En 1961 publicó La canción del soldado justo, un trabajo poético que enarboló las esperanzas y sueños revolucionarios de esa década. Luego, vinieron Amanecí de bala (1971) y Con un pie en el estribo (1972). Precisamente por su segundo libro fue catalogado de subversivo por un general de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM). Era buscado entonces para ser nuevamente encarcelado. El Chino no esperó la condena, ni la desaparición forzosa. Partió rumbo a Roma gracias a una beca. En la capital italiana escribió sus 70 poemas estalinistas, el último de sus libros publicado en vida, que le valió un premio en 1980.

El Chino Valera falleció el 30 de abril de 1984. Dicen que fue un mediodía acostado en su cama cuando le falló el corazón. Lo enterraron un 1 de mayo, como celebrando un oficio que con versos supo edificar la vida. Luego de su muerte fue editado el libro Del ridículo arte de componer poesía, donde se recoge su producción poética entre 1979 y 1984.

 

El Chino en

 

Probablemente no haya un poeta tan coherente entre sus versos y pensares. Vivió con la plenitud de los quijotes, sabiendo cómo se conquista el viento. El Chino fue de la generación de los 60, de esa que encontró al país entre los que se animaron a conquistar el cielo y los que se doblegaron. Él siempre supo estar del lado de la orilla en la que viven los que sueñan el mundo y se juegan la vida y como él, también la palabra.

Todo en su poesía tiene de amor, de tacto, de lucha y entrega. Aunque quisieron siempre silenciarlo sus versos siguen incendiando la calma, son llama viva que ilumina el futuro que aún está por venir.

Earle Herrera, ese otro poeta y periodista, dice en el prólogo de la edición de Obras completas de Víctor Valera Mora, publicado por el Fondo Editorial Fundarte, en tercera edición en 2012, que “No hay artificio, no hay postura, no hay acomodo a una época o a una moda. El lector sabe y siente que lo que escribe el poeta, le sale de adentro, de lo más hondo”. Y esa profundidad hermosa de la palabra del Chino Valera Mora, esa hechura humana capaz de trascender el papel, esa poética del compromiso que también sabe reír, es la que nos convoca siempre a ser mejores.

 

 

Tiempo de perros

VII

de Víctor Valera Mora

 

“Os doy mi voz erguida

mi sangre de regreso hacia tu edad primera.

Juventud siempre antigua, recomenzada toda,

agonía, irreductible fusil de barricada.

El tiempo pide corazones enarbolados.

¡Uníos! ¡Uníos, fuertes picapedreros!

Implacable tormenta de puños

y metálicas lunas sea la marcha,

porque esta tierra es un río de rodillas,

hay que levantarlo.

Y yo, os aseguro,

la muerte de los lobos será de madrugada”.

 

(Del libro Canción del Soldado Justo. 1961)

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28 de Enero, 2013 · General

Poeta libertario

 

José Martí vive en el presente de Nuestra América


** El cubano infinito, el poeta de los versos sencillos, el periodista hondo y crítico, es una de las voces más necesarias, de esas a las que hay que volver siempre para no olvidar nunca.


Daniela Saidman

Está más vivo que nunca. Tiene en los ojos el mirar de las palmas y en la voz un poema. Sus manos saben de la siembra que germina en los andares del mundo, en los pasos de los pueblos que cabalgan la historia a lomo de esperanzas y sueños. Y es que José Martí (La Habana, Cuba, 28 de enero de 1853 – Dos Ríos, Cuba, 19 de mayo de 1895) vive prendido en cada arcoiris y en cada voz que enarbola una bandera libre y latinoamericana en esta tierra que florece de mañanas.

Le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real” sigue diciendo hoy el prócer cubano, en un texto que a pesar de haber sido escrito en 1891, tiene la vigencia de los tiempos presentes. Se trata, de Nuestra América, páginas donde Martí dibujó la América en Mayúsculas como una utopía necesariamente realizable. Voz comprometida de la gesta de Independencia de Cuba y de la América toda, José Martí, dibujó con palabras la geografía en la que los cantos originarios se entrelazan con la sangre de las heroínas y héroes sembrados en las luchas libertarias de los países de Latinoamérica y el Caribe.

El cubano infinito, el poeta de los versos sencillos, el periodista hondo y crítico, es una de las voces más necesarias, de esas a las que hay que volver siempre para no olvidar nunca.

Luego de una juventud marcada por las artes y las rejas, José Julián Martí Pérez fue deportado a España, en 1871. En las universidades de Madrid y Zaragoza cursó estudios para licenciarse tiempo después en Derecho Civil y en Filosofía y Letras. De España a París y Nueva York, José Martí llegó finalmente a Veracruz el 8 de febrero de 1875. Precisamente en México entabló relaciones con Manuel Mercado y conoció a Carmen Zayas Bazán, la cubana de Camagüey que sería su esposa.

En 1877 y luego de un breve paso por su Habana natal, en la que estuvo de incógnito, se estableció en Guatemala, donde impartió clases de literatura e historia de la filosofía, en la Escuela Normal Central. Ese mismo año volvió a México para contraer matrimonio con Carmen el 20 de diciembre de 1877. Pero regresó a Guatemala a inicios de 1878.

Al concluir la llamada Guerra del 68, Martí retornó a Cuba el 31 de agosto de 1878, para fijar su residencia en La Habana. El 22 de noviembre de ese mismo año nació José Francisco, su único hijo a quien le dedicó buena parte de su obra literaria. Comenzó sus labores conspirativas figurando entre los fundadores del Club Central Revolucionario Cubano, del cual fue elegido vicepresidente en marzo de 1879.

Debido a un levantamiento que se produjo en las proximidades de Santiago de Cuba, entre el 24 y el 26 de agosto de ese año, Martí fue detenido y deportado nuevamente a España.


EL MARTÍ DE LA PRENSA

Fue precisamente entre los años 1880 y 1890 cuando Martí alcanzó renombre en la América, debido a su palabra incendiaria y comprometida que plasmaba en artículos y crónicas, que desde Nueva York se publicaban en periódicos como La Opinión Nacional, de Caracas; La Nación, de Buenos Aires y El Partido Liberal, de México. Por estos años llegó a Venezuela (20 de enero de 1881) donde fundó la Revista Venezolana, de la que pudo editar sólo dos números.

Su tarea de revolucionario y militante de la ternura fue siempre una premisa. El fue un poeta de hojas sabias y acciones valientes. Trabajó por la organización popular y revolucionaria que hiciera posible la liberación cubana de la España colonial.

Colaboró activamente con Maceo y Gómez Báez en el diseño de un plan insurreccional contra la corona española, redactó las bases y los estatutos del Partido Revolucionario Cubano (1892) y creó el periódico Patria, órgano oficial del Partido.


VIDA Y PALABRA

Como poeta y ensayista este cubano trascendental escribió entre otros libros de poemas Ismaelillo (1882), Versos sencillos (1891), Versos libres y Flores del destierro. Algunos de sus ensayos más leídos son El presidio político en Cuba (1871) y Nuestra América (1891), aunque es importante resaltar que su obra epistolar, por lo general bien apreciada literaria y conceptualmente, fue extensa y aún hoy da luces de su pensamiento emancipador.

Martí fue precursor del modernismo en América junto a escritores como Manuel González Prada (Perú), Rubén Darío (Nicaragua), Julián del Casal (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera (México), Manuel de Jesús Galván (República Dominicana), Enrique Gómez Carrillo (Guatemala) y José Asunción Silva (Colombia), entre otros.

Su vida toda, sus sueños, sus ganas, la mirada del mundo y sus pasos, todo en él está presente y estará siempre. Por eso Silvio, ese otro cubano infinito, lo canta como un ángel y lo dibuja en las cuerdas de una guitarra que sonríe cuando su nombre vibra, porque él es llama encendida, fuego fundamental de la historia de Nuestra América. “Se lanza un ángel de la altura, caída libre que da frío. La orden de su jefatura es descender hasta Dos Ríos. Es diecinueve y también mayo, monte de espuma y madre sierra, cuando otro ángel a caballo cae 'con los pobres de la tierra'".


Nuestra América (fragmento)

Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes. (…)

El buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”.

José Martí (publicado en La Revista Ilustrada de Nueva York, 10 de enero de 1891. Y en El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891).

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02 de Noviembre, 2012 · General

Alí está sembrado en los sueños de la patria latinoamericana

 

 

Padre cantor

** Fue un febrero de 1985 cuando el cantor del pueblo quedó sembrado en la memoria de estas tierras que llevan entre sus voces los cantos libertarios.

 

por Daniela Saidman

 

La voz de Alí Primera (Coro, 31 de octubre de 1941 - Caracas, 16 de febrero de 1985) es para nuestra geografía siempre verde y mineral una bandera enarbolada a todos los cantos y luchas. Su canción es palabra libertaria, eco de los sueños colectivos, que abrigan otro mundo, ya no sólo posible sino imprescindible. Pero no sólo es la voz de la protesta y la valentía del pueblo, sino que también es verso, caricia nacida del tacto y la utopía realizable.

Alí fue entre muchas otras cosas un hombre comprometido con las mujeres y hombres de su tierra, por eso será siempre voz de los sin voz. Cantor del pueblo, de todos los pueblos.

La canción de Alí Primera, voz urgente y libre, nombra lo más y mejor de nuestro suelo. Alí vive, como viven siempre los valientes, los héroes nacidos de los ríos y los vientos, vive en las manos, los ojos, los labios y la piel ardiendo. Vive en fin, en su canto, cantándole al pueblo.

Y por su canción necesaria, imprescindible en estos tiempos, el Gobierno Bolivariano declaró en 2005 su música como Patrimonio Nacional, como un acto de justicia, como una llamarada de conciencia y de memoria.

Durante una entrevista, la última que le hizo Mariam Nuñez, el 24 de enero de 1985, Alí refiriéndose a la canta imprescindible, dice que “nosotros hablamos de canción, no de recital, de concierto. Nosotros montamos una canción por la victoria, la canción por la unidad del pueblo, la canción por la patria buena. Hemos fundado canciones que ya se convierten en instituciones culturales de los diferentes pueblos de nuestro país, toda canción de un hombre de pueblo es válida y es necesaria”.


Breve semblanza

Este Alí que ha trascendido los tiempos y que de niño fue limpiabotas y hasta boxeador, supo navegar libre y conmoverse por las ajenas hambres y los dolores todos. Su voz se alzó como un estandarte en los patios de la Universidad Central de Venezuela en los inicios de 1960. Humanidad y No basta rezar fueron sus primeras composiciones.

Con el cuatro y la guitarra a cuestas Alí partió rumbo a Europa, donde estuvo entre 1969 y 1973, gracias a una beca que le otorgó el Partido Comunista de Venezuela (PCV) para continuar sus estudios en Rumanía. Allí grabó Gente de mi tierra, su primer disco.

De regreso a Venezuela, Alí Primera estuvo vetado en las empresas informativas. Sus denuncias que nacían de lo más hondo de la rabia y la ternura, eran reflejo de los rostros de quienes pasaban hambre, de los niños descalzos y sin escuela, por eso terminó fundando Cigarrón, su sello discográfico, a través del cual grabó Canción para los valientes, La Patria es el hombre, Canción mansa para un pueblo bravo, Cuando nombro la poesía, Abrebrecha, Al pueblo lo que es de César y Con el sol a medio cielo, entre otros discos.

Trece discos de larga duración legó Alí a las generaciones por venir. Su canto necesario estuvo presente en numerosos festivales en toda la América Nuestra. Y tal vez entre las canciones que son banderas que agitan cientos, miles de voces en esta patria latinoamericana se encuentran Paraguaná, paraguanera; José Leonardo; Techos de cartón; Cruz Salmerón Acosta; Reverón; Flora y Ceferino; Canción mansa para un pueblo bravo, Sombrero azul, Ahora que el petróleo es nuestro, y tantas otras. Pero además el padre cantor de Venezuela llenó con su ofrenda cada espacio disponible, cada fábrica, cada calle, cada escuela, cada sueño.

La Autopista Valle-Coche de Caracas lo vio por última vez. Su muerte se produjo el 16 de febrero de 1985 en un accidente automovilístico. Pero ni la muerte pudo silenciarlo. Alí está sembrado en estas tierras y en los pueblos que empuñan su canto como un fusil, como un anhelo.


La visión amorosa de Alí

Pero la canción necesaria de Alí supo ser también canto amoroso, enamorado de la vida y sus santos, santas y señas. Y es que las manos del hombre que construyen sueños, aman también el espeso ramaje de pieles y roces que se tejen en el recuerdo. La mujer amada encontró en la voz de Alí Primera el tibio amanecer del tiempo. Y estará siempre allí, para los que necesiten cantar amores y libertades.

El amor en todas sus dimensiones se hace presente. Sus labios cantan los deseos, las ganas de otros presentes, más dulces, más tiernos, más justos... Se le quedó la vida en sus luchas y sus gentes. Venezuela tiene tanto de Alí, que lo anunciamos cuando andamos arando la tierra libre y los amores buenos.

Que su canto no se pierda, que viva siempre entre los que han desesperado de tanto esperar, que florezca bueno y sabio. Que su canto sea siempre presente, para alumbrar los días que habrán de venir, cuando sus versos nazcan verdad.



Con el sol a medio cielo (fragmento)

“Con el sol a medio cielo

me di cuenta que la vida

le daba la bienvenida

y un abrazo al compromiso


Con el sol a medio cielo

y teniendo el cuerpo preso

sentí cabalgar el canto

profundo en el sentimiento


Y he seguido en la pelea

aligerado de peso

siempre volará la idea

aunque se pudran mis huesos


Velero, será siempre el hombre

y el mar es la vida intensa

y el hombre, navegando en ella

naufraga y se pierde

si no tiene impulso”

Alí Primera



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30 de Septiembre, 2012 · General

Elegimos nacer al futuro de la mano de la revolución Bolivariana

 

 

Daniela Saidman

 

Elegimos nacer al futuro. Encontrarnos de ojos abiertos ante la alegría de lo nuevo que brota día a día de la palabra honda, inmensa, de Gustavo Pereira cuando nos regaló lo que desde antes nos pertenecía, su poesía enarbolando la Constitución que nos dimos como dignos hijos de Bolívar, del mañana luminoso que viene también de las manos que han sabido sembrarnos de versos como los del Chino Valera Mora. Con él, amanecimos de bala, para fundar la Patria de la esperanza y con Alí nos fuimos cantando voz adentro, campo adentro, ciudad arriba, para reconocernos vivos a pesar de tanta muerte que nos dieron a fuego y hambre.

Con las voces de Amaranta y Solimar nacimos nuevos en los tiempos de la cosecha, asegurando la profecía del compañero presidente Salvador Allende. Nos animamos por fin a transitar las anchas alamedas para contarnos los sueños, para hacerlos realidad y dejarles a nuestros hijos e hijas un país que nos reconoce en todos los colores y cadencias de nuestros idiomas originarios, de nuestras tierras más sabias, de nuestra memoria más ardiente.

Elegimos edificar el futuro, levantarlo bloque a bloque, frisarlo de alegrías, revestirlo de cuerdas y tambores, para bailarlo y sentirlo como a un cuerpo amado. Elegimos, sí, darnos enteros al mañana que germina en cada risa niña con escuela y en cada estrella que nombra nuestra historia.

Y ese futuro está como no, en los versos de Luis Camilo y en la voz clara de Mimina… está también, en las tablas que tienen el tacto de Rengifo y en los trazos de Calzadilla y Reverón. Son tantas y tantas las miradas que nos hacen quienes somos, son tantas y tantas las caricias que nos animan a seguir, que estamos seguros que el futuro es presente, que se anuncia con su canto más nuevo, con su beso más tierno.

Cómo no estar si están a nuestro lado Luis Alberto y Luis Britto, Carmen Bohórquez y Yolanda Delgado, Roberto Hernández y Roberto Malaver, entre tantos nombres infinitos que nos dicen y nos cuentan, nos nombran y nos regalan lo más alto y lo más hondo de los haceres humanos. Ellos, con su arte, nos han demostrado que la poesía no se compra ni se vende, porque no se puede mercantilizar el amor ni los pensares, ni los sueños, ni la vida… ellos nos alumbran el camino y desde antes tantos otros nombres imprescindibles. Sabemos cuál es el futuro que nos llama, cuál es el mañana necesario y no es otro que seguir haciendo nacer la Patria de la mano de la Revolución Bolivariana

 

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14 de Agosto, 2012 · General

Waldo Leyva desanduvo versos para regalarnos la poesía


Imagen tomada de Círculo de Poesía

por Daniela Saidman

Algunos de sus poemas son canciones que en la voz del trovador cubano Augusto Blanca son versos para la esperanza y el amor en todas sus dimensiones.


“Estoy atado al mástil / porque necesito, para salvar al mundo, / que canten las sirenas”, declara en tono mayor el cubano Waldo Leyva, poeta sobre el que recayó la cuarta edición del Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora.
El jurado, compuesto por los escritores, Josu Landa Goyogana de México, Raúl Betancourt de Cuba y Gustavo Pereira de Venezuela afirmaron en el veredicto que la obra, Cuando el Cristal no reproduce el rostro, es una celebración a la vida, un continuo donde la palabra hecha verso, recorre las humanas pasiones.
Entre otros libros ha publicado De la ciudad y sus héroes (Premio de poesía, Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1976); Desde el este de Angola (Angola, 1976); Con mucha piel de gente (Ediciones Unión, Cuba, 1982); El rasguño en la piedra (Ediciones Unión, 1995); Otro día del mundo (Ediciones Ávila, Cuba, 2004); Ocultas claves para la memoria (Ediciones Fósforo, México, 2005); Agradezco la noche (Ediciones Cálamus, México, 2005); Remoto adagio (Ediciones Unión, La Habana, 2008); Asonancia del tiempo (Ediciones Vandalia, España, 2009) y Los signos del comienzo (Monte Ávila Editores, Venezuela, 2009), entre otros libros de poesía, teatro y ensayo.
Waldo Leyva (16 de mayo de 1943, Remates de Ariosa, Remedios, Cuba) se graduó en actuación y dirección teatral. Fue director y fundador del teatro universitario de la Universidad de Oriente de Cuba y ejerció como actor en el cine y en diversas puestas en escena. Además se dedicó a la docencia universitaria como profesor de Estética y de Literatura Cubana e Hispanoamericana, y ejerció el periodismo como fundador y director de revistas culturales, como Del Caribe y Letras Cubanas.

De sus versos
No es difícil reconocer a ciertos poetas. Al leerlos, aunque sea por primera vez, sus versos estallan ante los ojos y los hombros, las manos y la vida, como pronósticos y urgencias. Así, el poeta se convierte en compañero de viaje, en camarada de los amores buenos y las soledades más solas. “El camino se agota si no parto. / Al fondo, / donde no empieza nada, donde nada termina, / sigo de pie esperando”.
El hombre aguarda. Está solo, con todo el silencio del mundo contenido en sus pasos. Solo. Como cuando se enciende la tarde y apenas se escucha el viejo rumor del día que muere. Solo. Con la certeza del adiós entre los labios.
“Cuando todo resulte, sólo quiero / que alguien recuerde que al fuego puse / mi corazón,el único que tuve, / que yo también fui “hombre de mi tiempo”, / que dudé, que confié, que tuve miedo / y defendí mi sueño cuanto pude”, dice Waldo Leyva en Asonancia del tiempo.
El amor aparece entre los desnudos, entre las horas de ahora y siempre y todavía. Todo en su poesía lo nombra, como estandarte, como cuerpo, como naufragio y como vuelo. El amor en todas sus dimensiones, en todo lo humano que nos habita. “Las calles serán las mismas para entonces, / los flamboyanes de efe y trece seguirán floreciendo, / muchos amigos no estarán / y el tiempo habrá pasado por la historia de la casa, / de la ciudad, de mi país, del mundo. / Quiero que el veintiuno de agosto, al despertar, / prepares la piel / el corazón / las ganas de vivir”.
Ese es Waldo Leyva, el poeta cubano, el que desanduvo versos para regalarnos la poesía.

Sobre el premio

La obra del cubano Waldo Leyva, Cuando el Cristal no reproduce el rostro, fue escogida como ganadora entre 156 obras provenientes de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, México, Panamá, Perú, República Dominicana y Venezuela. En esta edición destaca la participación de poetas mujeres, más de 30 escritoras ofrecieron sus versos.
Es importante señalar, que el Premio tiene como propósito reconocer la creación poética actual, fortalecer vínculos culturales en el escenario internacional y rendir homenaje a la memoria del poeta venezolano Víctor Valera Mora. Y será entregado al ganador en un acto que se realizará en Caracas, el 21 de octubre de 2012, fecha conmemorativa del nacimiento del poeta.
 
Nadie de Waldo Leyva

He oído a las sirenas cantándose una a otra.
No creo que canten por mí.
                                               T.S. Eliot

Navego atado al mástil,
no porque haya islas esperándome,
ni magas,
ni monstruos solitarios.
Estoy atado al mástil
porque necesito, para salvar al mundo,
         que canten las sirenas.


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24 de Julio, 2012 · General

El Bolívar de América

 

Entre discursos, proclamas y versos

** El prócer de la Independencia, el amoroso Quijote de los sueños todos, el que hizo del pasado el futuro necesario, fue también un poeta.

 

Daniela Saidman

De lejos parecía que la pluma dibujaba garabatos. Vistos de cerca los trazos eran letras y éstas formaban palabras, oraciones, párrafos, textos enteros. La visión de América emergía de esas manos que trastocaban el tintero en sangre, en pulso y pensamiento, en amorosa razón liberadora. Allí estaba él, apenas alumbrado por una vela, que todo a su alrededor convertía en fantasmas y en sombras. En cambio su palabra iluminaba el futuro. Manuela era una presencia que lo acompañaba de lejos y le soplaba al oído las caricias que a distancia lo hacían levantar por un instante los ojos del papel y tal vez, tal vez un suspiro se colaba entre sus labios.

Banderas de sueños

Simón Bolívar (Caracas, 24 de julio de 1783 - Santa Marta, República de Colombia, 17 de diciembre de 1830), el prócer de la Independencia, el amoroso Quijote de los sueños todos, el que supo darse a la vida por la vida misma, el que hizo del pasado el futuro necesario, el que se sembró entero en la memoria de esta América, que con largas piernas y hondo aliento, nos cobija y nos nombra, fue también poeta.

Cada uno de sus textos son piezas que nos hablan de su pensamiento emancipador, de su hechura de ser humano trascendente y divinamente humano.

En sus palabras está él y estamos nosotros, las mujeres y hombres que tomamos sus banderas de sueños para izar utopías y vivirlas hechas realidad en este siglo XXI signado por esperanzas y pueblos.

Discursos como versos

Como canta nuestro padre cantor, Alí Primera, Bolívar es el amigo que vibra en el presente nuestroamericano, porque “Bolívar, bolivariano, no es un pensamiento muerto, ni mucho menos un santo para prenderle una vela”.

Sus discursos, cartas y proclamas están colmadas de su vida. Y leyéndolas tanto tiempo después es imposible no imaginar a ese Simón que se sienta a escribir como soñando los mañanas que laten en las ganas y en los ojos del niño que juega pelota en cualquier barrio de Caracas o de Quito, en la madre que amamanta a su hija cantándole el Gloria al Bravo Pueblo o a la maestra que enseña historia y se sigue conmoviendo después de años de ejercicio docente por el Discurso de Angostura. Ese es nuestro Bolívar el que compra la leche y el pan, el que celebramos en cada fiesta patria, el que sirve de consuelo a las palomas en las plazas, el que ondea en la octava estrella de nuestra bandera y el que nos dice presente en el proyecto de país que respaldamos la mayoría de las mujeres y hombres de esta Venezuela que también lleva su nombre.

“Yo he sido el soldado de la beldad, porque he combatido por la Libertad, que es bella, hechicera y lleva la dicha al seno de la hermosura donde se abrigan las flores de la vida”, le dijo el joven Simón a una señoras peruanas, un 13 de agosto de 1826.

Y es que todo lo humano vive aún en ese hombre que se regó fecundo sobre la tierra, que germinó hecho millones, hecho viento, canto, fuego, himno. Bolívar es la palabra libertaria, el pensamiento convertido en acción, la trinchera armada de pensamientos y flores que sigue siendo, que seguirá siendo siempre, lumbre y estandarte.

El tiempo

“Venga usted al Chimborazo; profane usted con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto, tenderá usted la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podía decir: dos eternidades me contemplan: la pasada y la que viene; y este trono de la Naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo”, le escribió Bolívar a su maestro Don Simón Rodríguez, el 19 de enero de 1824. Precisamente esa visión de la tierra, su conmoción ante lo inmenso de la naturaleza y el ser humano, dan muestras de su sensibilidad, de la magia con que pudo ver el mundo y el paso de los hombres por el.

Y es que hay un Bolívar más grande y hermoso, más humano, más próximo, más prójimo, que el brillante estadista y militar. Porque Bolívar fue eso, pero sobre todo fue y seguirá siendo un hombre, inmenso en lo pequeño, frágil, leve, enamorado, libre, tierno, un hombre pues, en el que vivieron y viven todas las humanas pasiones y todos los sueños. Tal vez por eso pudo entregarse íntegro, valiente y eterno, a la vida que vive hoy, a la vida que seguimos nosotros edificando juntos y juntas, para las hijas e hijos que vendrán.

Canto a Bolívar (fragmento)

Pablo Neruda

“Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra,

el laurel y la luz de tu ejército rojo

a través de la noche de América con tu mirada mira.

Tus ojos que vigilan más allá de los mares,

más allá de los pueblos oprimidos y heridos,

más allá de las negras ciudades incendiadas,

tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace:

tu ejército defiende las banderas sagradas:

la Libertad sacude las campanas sangrientas,

y un sonido terrible de dolores precede

la aurora enrojecida por la sangre del hombre.

Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.

La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron,

de nuestra joven sangre venida de tu sangre

saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos.

Yo conocí a Bolívar una mañana larga,

en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,

Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?

Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:

Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo”.

 

Carta al Dr. Unanúe, Presidente del Perú. 25 de noviembre de 1825

Simón Bolívar 

“Nuestras repúblicas se ligarán de tal modo, que no parezcan en calidad de naciones sino de hermanas, unidas por todos los vínculos que nos han estrechado en los siglos pasados, con la diferencia de que entonces obedecían a una sola tiranía, y ahora vamos a abrazar una misma libertad con leyes diferentes y aun Gobiernos diversos; pues cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de su soberanía según la voluntad de su conciencia”.

 

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12 de Julio, 2012 · General

León Felipe desde lo alto de su voz

por Daniela Saidman

** Todo en su poesía tiene de viaje, de exilio, de llanto y también de descubrimiento. Del dolor de encontrarse solo frente a los vaivenes del mar, del darse cuenta que el mundo gira a pesar de las muertes injustas y de los amores sin destino ni retorno.

Parece que gritara, pero no. Es que su voz aún resuena entre los tiempos idos y las vidas vividas. Es como si el eco llevara su nombre inscrito en los versos que siguen prendidos al fuego y a la memoria, a la ternura, a la pasión, a las luchas...
“¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra / al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? / Los mismos hombres, las mismas guerras, / los mismos tiranos, las mismas cadenas, / los mismos farsantes, las mismas sectas  / ¡y los mismos poetas! / ¡Qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!”. Eso decía León Felipe, el poeta español.
Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe nació en Tábara, Zamora, el 11 de abril de 1884 y falleció en Ciudad de México, el 18 de septiembre de 1968. Se licenció en Farmacia y de joven cuentan que tuvo una vida colmada de peripecias, que empezó cuando regentaba varias farmacias en algunos pueblos de España y recorriendo su país en una compañía de teatro en la que participaba como comediante.
Cuando inició su obra poética en Madrid, hacia 1919, llevaba en sus alforjas un matrimonio fracasado, tres años de cárcel y una vida bohemia con apremios económicos.
Trabajó durante tres años en la Guinea Ecuatorial como administrador de hospitales. Y viajó luego a México en 1922. En Veracruz fue bibliotecario y en Estados Unidos, profesor de literatura española en la Universidad Cornell.
Antes de empezar la Guerra Civil volvió a España y fue un militante de las ternuras necesarias al lado de los republicanos. Tuvo que exiliarse en 1938, en México, donde fue agregado cultural de la embajada de la República española en el exilio, única reconocida entonces por el gobierno mexicano. Y de esa época recuerda aún “Llegué a México / montado en la cola de la Revolución. / Corría el año 23... / aquí planté mi choza, / aquí he vivido muchos años, / aquí he vivido, / he llorado, / he gritado, / he protestado / y me he llenado de asombro. / He presenciado monstruosidades y milagros: / aquí estaba cuando mataron a Trotsky / y cuando asesinaron a Villa, / cuando fusilaron a 40 generales juntos... / y aquí he visto a un indito, / a todo México / arrodillado llorando ante una flor”.

Entre libros
 
León Felipe fue traductor de la obra de Walt Whitman y con él compartió los matices de su tono poético, enérgico en la proclama y en la arenga, así como en el canto con que siempre acarició la libertad.
Entre otros libros de poesía publicó Versos y oraciones de caminante (1920 y 1929), La insignia (1936), Español del éxodo y del llanto (1939), Ganarás la luz (1943), El ciervo (1954), Rocinante (1967). Además escribió las piezas teatrales La Manzana (1951), El Juglarón (1961) y Oh, este viejo y roto violín (1966).
El poeta español  tradujo también piezas de  Shakespeare como Macbeth o el asesino del sueño (1954) y Otelo o El pañuelo encantado. Narran sus biógrafos que las traducciones de León Felipe fueron abundantes, sobre todo las enmarcadas en el teatro renacentista inglés, lamentablemente se desconocen a la fecha varias de ellas.

Entre versos
 
Todo en la poesía de León Felipe tiene de viaje, de exilio, de llanto y sí, también de descubrimiento. Del dolor de encontrarse solo frente a los vaivenes del mar, del darse cuenta que el mundo gira a pesar de las muertes injustas y de los amores sin destino ni retorno. Por eso a lo mejor escribió pidiendo “Que no me tejan pañuelos / sino velas. / Que no me consuele nadie, / que no me enjuguen el llanto, / que no me sequen el río. / Lloro para que no se muera el mar, / mi padre el mar, el mar / que rompe en las dos playas, / en las dos puertas sin bisagras del mundo,  / con el mismo sabor viejo y amargo /
de mi llanto. Yo soy el mar. / Soy el navegante y el camino, / el barco y el agua... / y el último puerto de la ruta”.
A distancia de las posturas oficiales y cerca de su propia voz, buscándola y buscándonos con ella, León Felipe sigue presente, mirando y mirándonos con palabras que alumbran y con versos que encienden. De España le debe haber quedado la herida de guerra y de esta América Nuestra el color de la vida, las banderas libertarias y la esperanza, aunque fue siempre un desgarrado grito que pronunció sus ausencias.
“Yo no sé muchas cosas, es verdad. / Digo tan sólo lo que he visto. / Y he visto: / que la cuna del hombre la mecen con cuentos, / que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, / que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, / que los huesos del hombre los entierran con cuentos, / y que el miedo del hombre... / ha inventado todos / los cuentos. / Yo no sé muchas cosas, es verdad, / pero me han dormido con todos los cuentos... / y sé todos los cuentos”.
León Felipe es su tiempo y es el nuestro. Sus versos son nuestros versos, son el canto doloroso y apremiante de quien anda soñando mañanas y creciendo futuros. León Felipe es el poeta que supo hacer nacer los vientos que empujan la tierra hacia el mar.


Preceptiva poética de León Felipe (fragmento)

“Más bajo, poetas, más bajo...
hablad más bajo
no gritéis tanto
no lloréis tan alto
si para quejaros
acercáis la bocina a vuestros labios,
parecerá vuestro llanto
como el de plañideras, mercenario.

Y si el verso
poetas cortesanos
si el verso como el hombre
no fuese de cristal
sino de barro.

Poeta
ni de tu corazón,
ni de tu pensamiento,
ni del horno divino de Vulcano
han salido tus alas.
Entre todos los hombres las labraron
y entre todos los hombres en los huesos
de tus costillas las hincaron.
La mano más humilde
te ha clavado
un ensueño...
una pluma de amor en el costado”.
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02 de Julio, 2012 · General

Nuestra América en los versos de Neruda

 

Poeta imprescindible de Nuestra América

 

 

** La tierra latinoamericana se dibuja en los versos del poeta chileno como un incendiado abrazo que es capaz de iluminar el futuro.

 

Daniela Saidman

 

En un espiral de humo, como ecos del fuego, tocaban el cielo las incendiadas palabras del hombre que acababa de morir. La casa que había bautizado como La Chascona, que en quechua significa despeinada, como el poeta llamaba a su Matilde, fue víctima de la violencia que tantas veces demostraron los militares chilenos durante la dictadura, que a lo largo de diecisiete años destrozó a su pueblo. Los libros ardían, como si con ellos hubieran podido quemar la esperanza.

Pablo Neruda (Parral, 12 de julio de 1904 - Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1973) dejó su residencia en la tierra apenas doce días después del Golpe de Estado contra Salvador Allende, pero su palabra amorosamente militante sigue pronunciando la vida.

Por televisión, Neruda había visto las llamas destruyendo La Moneda, los tanques disparando por las calles de Santiago, y por emisoras radiales argentinas escuchó las narraciones que describían cómo los cadáveres se deslizaban rumbo a la desmemoria, por el río Mapocho. Se inauguraba en Chile el terrorismo de Estado, el impuesto silencio de la muerte a destiempo y del olvido obligatorio.

Pero no consiguieron acallar su voz, porque Neruda vibra, desde siempre y para siempre, en la valentía con que los pueblos de Nuestra América construyen el imprescindible futuro que viene, el que nace de las entrañas de la tierra adolorida y sembrada de amores.

En 1945 recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile, y ese mismo año fue electo Senador de la República por las provincias de Tarapacá y Antofagasta, meses después el poeta se integró al Partido Comunista chileno.

Neruda exiliado (1949), Neruda vivo, combativo, militante de los sueños y las solidaridades. Llegó a París y se quedó unos años en Italia. Regresó a Chile en 1952,  publicó Los versos del capitán y en 1954, Las uvas y el viento, así como Odas elementales. Luego del triunfo de Allende fue designado embajador de Chile en Francia. El 21 de octubre de 1971 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura.

 

EN LA TIERRA

En febrero de 1973 y por razones de salud, renunció a su cargo de embajador en Francia. El poeta que ya se encontraba enfermo y aunque reposaba en su casa de Isla Negra, seguía escribiendo y trabajando.

Pese a que el Cementerio General donde se realizó el acto fúnebre, se encontraba  rodeado de soldados con ametralladoras, entre la multitud se escucharon desafiantes gritos en homenaje al poeta. La Internacional era entonada por los asistentes, quienes dieron así una masiva muestra de repudio al golpe militar.

 

AMÉRICA EN SU VOZ

Neruda sigue clamando en los versos que nos dejó por las voces juntas, por los pasos haciendo el mismo camino, por las miradas que tiemblen ante la miseria impuesta, para liberar y liberarnos del hambre de centurias y podamos hacer del poema un estandarte de sueños.

Con Neruda nombre de mujer lleva la tierra sembrada de soles. Esta América nacida en las alturas de México, que besa los mares y acaricia La Patagonia, sabe de los cantos paridos del dolor y del hambre y también de la esperanza y de las manos hacedoras de futuros. Esa es la América que narra Pablo Neruda en el Canto General, publicado por primera vez en México, en 1950.

En este libro que cuenta la historia nuestra, se relatan las glorias y los impuestos silencios de una tierra bañada con los colores, sabores, olores y sonidos que toda la realidad puede contener en su seno. América, mujer de pasos largos y largos tiempos, de una desnudez vestida con el verde de la selva y las montañas, la blancura de los salitres y las nieves, el azul de los mares y de todas las aguas que la surcan, bendecida por las diosas y dioses con las flores y las voces, maldecida con los desgarrados gritos de la muerte venida desde lejos y desde adentro.

“Sube conmigo, amor americano. / Besa conmigo las piedras secretas. / La plata torrencial del Urubamba / hace volar el polen a su copa amarilla. (…) Ven minúscula vida, entre las alas / de la tierra, mientras –cristal y frío, aire golpeado- / apartando esmeraldas combatidas, / oh agua salvaje, bajas de la nieve”.

Así se dibuja ésta, Nuestra América, en los versos de Neruda. Poeta comprometido con su tiempo y con sus gentes, hacedor de la palabra divinamente humana, profunda e irreverente, como los saltos de agua, como el cantar de todos los pueblos.

Nombre de mujer lleva esta tierra. América en mayúsculas. Germinará de su vientre el tiempo de los posibles y brotará a raudales toda la risa contenida, la alegría de encontrarse y encontrarnos, diversos y reconocidos. Eso seremos, un océano de encuentros y de puentes tendidos. Y allí estará el poeta jugando con las olas del viento, y será la sangre derramada durante siglos la que hará posible hacer nacer ésta otra América, que se vestirá de fuegos.

 

 

SUBE a nacer conmigo, hermano, del Canto General

Pablo Neruda

 

A través de la tierra juntad todos

los silenciosos labios derramados

y desde el fondo habladme toda esta larga noche

como si yo estuviera con vosotros anclado,

contadme todo, cadena a cadena,

eslabón a eslabón, y paso a paso,

afilad los cuchillos que guardasteis,

ponedlos en mi pecho y en mi mano,

como un río de rayos amarillos,

como un río de tigres enterrados,

y dejadme llorar, horas, días, años,

edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.

Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.

Apegadme los cuerpos como imanes.

Acudid a mis venas y a mi boca.

Hablad por mis palabras y mi sangre.

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