En el nombre del padre, de los hijos y los espíritus santos
Jorge Nájar
Rosina Valcárcel ha vuelto a cometer poesía. Se me ocurre que comete poesía cotidianamente pues cuanto más comete más vive. Contradanza se llama su más reciente entrega. Y está poblada de tangos, la danza, para mis gustos, más cargada de restricciones y códigos. Y, sin embargo, hay aquí ese Tango 2 que es de antología precisamente por darle la contra a los modelos.
Contradanza es el libro más libre y descodificado de todos los poemarios que ha publicado hasta ahora. Se abre con ese poema sublime dedicado al padre En busca de sus viejos ojos. Musicalmente tiene todas las sonoridades de un yaraví por la intensidad lírica, por el desgarramiento de la voz, por la forma, por todo, por los efectos sinestésicos: “Papá, ¿adónde vas? / —A buscar mis viejos ojos. / Y se va papá, / Vuelve en la noche, / Vuelve al día siguiente, / Y se vuelve a ir / Tras sus viejos ojos…”
A lo largo del libro, pasando de un poema a otro, la palabra de la hablante lírica emerge en el nombre del padre, de los hijos y de los “santos” espíritus. A la búsqueda de un universo que esos ojos -los del padre y los de ella- quisieron ver. Por eso, a lo largo de su palabra, brota todo un mundo difuso en las honduras del pasado. Más adelante y más atrás siempre estará presente la imagen del padre buscándose en el naufragio ideológico. Pero sobre todo está el valor de describirlo en su hundimiento, en la “metamorfosis de su propia memoria”, en ese poema ejemplar de ejercicio de limpieza que es Mi padre en un círculo rojo. El padre y la hija bebiendo aguardiente por la mañana cada quien sumido en sus singulares preocupaciones, cada quien encasquetado dentro de sus armaduras, cada quien esgrimiendo dardos y escudos: “Naciste desierto, eres espejismo y te alejas bajo el sol”, dice la hablante lírica. “Se está acabando el pisco y aún no llegas al meollo”, responde el interlocutor. ¿Quién puede llegar al meollo en situaciones similares? Solo el tiempo sabe develarlo: “Al caer el Muro de Berlín registra: / —“Qué dolor, y ni un solo disparo”.
La carga ideológica para cuestionar los paradigmas del pasado, para evocarlos y ensalzarlos en otros, se va dando de varias maneras: ya sea por la selección de las personas aludidas, o bien por las referencias: Casona San Marcos, dioses andinos, hierbas, etc. En el nombre del padre, de la santa familia y de los “santos” esta voz se levanta y, en contradanza, da testimonio de la lucha por la existencia. Ahí están los vencidos por la evolución de la historia.
Una alianza de memoria, melancolía y ciertos procedimientos del surrealismo, permiten que todo eso vuelva a emerger en un espacio difuso entre México, París y los jardines de Lima. “Yo soy la llovizna que calma tu dolor”, le dice a Odette. Y hasta ahí todo es normal. E incluso previsible: el amor al padre -tan presente a lo largo no sólo de esta poesía sino también de su obra analítica y periodística-, el amor a la madre, el amor a las hijas, el amor a quienes se identificaron con una causa justa y lucharon contra los molinos.
Sin embargo cuando se habla de contradanza yo siempre he visto a los campesinos burlándose de los bailes cortesanos, como una forma de dar la contra a lo que vino a alterar el runrún de épocas precedentes. Entendido así se puede pensar que el poemario de Rosina Valcárcel sea, tal vez, una forma de revelación y, al mismo tiempo, de dar la contra al desconsuelo provocado por las ilusiones engendradas en la búsqueda del destino feliz.
Se podría incluso pensar que su escritura se corresponde con la idea de que la poesía corrige los errores de la historia tanto personales como sociales en medio de tantas tribulaciones.
Dentro del espacio que la voz ha creado en este libro, Carta surealista tal vez sea el poema más cimero del conjunto. La confesión de un amor imposible. Un tejido textual en el que aparecen y desaparecen los rasgos propios del surrealismo: El hombre en el corazón de la acción. Los sueños como motor de la historia, en contradicción con la Revolución y los bolcheviques.
Por eso mismo presiento el entendimiento de la poesía como una muralla. La poesía como una exaltación dentro de esa muralla, como una hoguera interna nutrida con ilusiones, esperanzas, recuerdos, risas y lágrimas, fantasmas de la historia que se van diluyendo en el humo de la hoguera en la que nacieron.
Contradanza, en esta versión, sería como una forma de dar la contra a la danza de las ideas convenidas, a las formas convenidas, a las imágenes convenidas.
Poesía de la memoria. Poesía de las formas. Poesía de la existencia.
Poesía que al mismo tiempo es vibrante condensación de Diario de Talismanes y de Aprendiz de maga, esos libros bomba publicados hace siete años, me parece.
Han cambiado las fórmulas. Ha cambiado los procedimientos. Ha permanecido la esencia: la agitación neuronal preocupada por el destino del país. En esa agitación el lector de poesía ahora también cohabita con los protagonistas: poetas, narradores, artistas plásticos, científicos y luchadores sociales, médicos, psicólogos, en el día a día, en la ebullición permanente, en la interrogación perpetua sobre el destino de la sociedad en la que llegaron y se hicieron al mundo.
En ese círculo ahora están más presente que nunca las hijas, la familia. Y, la verdad, en ese desfile de personajes y de voces, visto desde una distancia prudente, poco importa quiénes estén dentro o fuera del canon de la autora. Lo realmente importante es la marca ideológica y la combinatoria con la que ha conseguido plasmarlos.
París, mayo del 2013.
(Versión original, completa, inédita)