Por:
Willy Gómez Migliaro
Quisiera
comenzar esta presentación de la Poesía
Reunida (1966-2013) de Rosina Valcárcel haciendo un breve repaso de nuestro
encuentro. Yo era un joven de 19 años irreverente & endemoniado como todos
cuando la conocí por primera vez en el Centro de Lima, yo había leído casi toda
la poesía peruana, digamos hasta el 70, y claro, también Sendas del bosque, ediciones de La Rama Florida que dirigía el
poeta de la llamada Generación del 50, Javier Sologuren, y que fue publicado
hacia el año 1966; así como Navíos,
Ediciones de la Biblioteca Universitaria, Lima 1975. Ambos poemarios los compré
con las propinas que solía darme mi padre y que yo iba juntando de a pocos para
después arribar con alegría y desesperación al Jr. Azángaro donde me hacía de
los más preciados libros de nuestros poetas, para luego buscar alguna banca del
Jr. Lampa y leer y leer, y subrayar y subrayar, mientras fumaba los agradables
cigarros premier que hasta hoy fumo
con placer.
Así fue que una
tarde (vuelvo a repetir) cuando yo tenía 19 años y vagabundeaba por las calles
del Centro de Lima, exactamente una noche en el Queirolo conocí a Rosina
Valcárcel; no sé si fueron los poetas Juan Ramírez Ruiz, Armando Arteaga, RogerSantiváñezo
Dalmacia Ruiz Rosas quienes me la presentaron, pero yo que era un irreverente y
un endemoniado caí en la paz de sus conversaciones, visiones de la vida, luchas
interminables & compromisos; callé como suelo callarme en mi tristeza, y
desde ese encuentro somos amigos, colegas, camaradas.
Ahora bien, más
allá de la anécdota, desearía avanzar sobre sus libros. En Sendas del bosque, su primer libro de poemas, una retórica de las
grandes utopías prendía su propia pradera, quiero decir, es el principio de un
sueño que la poeta intentaba dar forma desde sus inquietudes;su escritura
respondía al sacrificio de una época que vio el despertar de una vida cuyo
logro fue creer que empezábamos a ser libres, y mientras esas canciones
funcionaban, su propia voz era la de “una mujer canta [ando] en medio de sus
muertos”
Luego vendría Navíos, Lima 1975, la atmósfera en el
Perú era la de un poder represor: poetas perseguidos y violentados, dirigentes
en las cárceles, opositores expulsados, pero también la estúpida esperanza de
un militarismo creando los poderes sobre la creencia de la libertad. Navíosera para la poeta, ferocidad de
vida, encuentros de amistad como virtud, pero fue a la vez (y vaya que me sitúo
en el pasado) revueltas de una “mujer en medio del caos”
He hecho
referencia a estos dos primeros libros de Rosina Valcárcel porque a partir de
ellos, y espero no equivocarme, toda su escritura representa lacelebración o
ritual de una vida inmisericorde en la que persistentemente la voz poética busca
las reconstrucciones para interiorizar los significantes de un país que se
re-vuelve en su negación y/o contradicción y en donde el que canta sigue
herido. Rosina es una herida también cuyo lenguaje lírico vuelve del dolor a la
necesidad del amor.
Ya hacia 1991,
aparece su libro Una mujer canta en medio
del caos (Amarilis, 1975-1990) libro en donde estructura de creación son
los grandes temas como el amor, la amistad, la solidaridad, los viajes, la
otredad etc. y cuyo lirismo no hará sino re-afirmar una esencialidad de su
propia escritura; sin embargo, quince años después nuestra poeta no hace sino iniciar
los movimientos de otro gran trabajo, la antropología, el pensamiento popular y
las raigambres de los movimientos de masas desde el interior de nuestro país,
aportando con sus trabajos de investigación rupturas y entroncamientos de nuestra lucha de clases, vista desde las
nuevas migraciones, y cuyo rastro no está sino en las poéticas de José María
Arguedas. Una mujer canta en medio del
caos es el proceso de una escritura, también, del desagravio, pero también
del re-descubrimiento de otra poesis.
Y vendrá Loca como las aves (arteidea editores, 1995)
poemario de escritura ávido en la desesperación del amor y la vida, cuyas
simbologías de la pertenencia como nuevos rituales albergarán una escritura
transparente, pero siempre de la apuesta y la subordinación del poema en sí,
porque en Loca como las aves, Rosina
sabe permanecer leve y eterna para
descubrir los actos transcendentes de una escritura en movimiento.
La conversiónde
la realidad hacia la contemplación de los espacios y detalles, y más precisamente,
de ese mundo que limpia la mirada y vuelve a poblarlo de encantamientos es en, Paseo de sonámbula (Editorial Colmillo
Blanco 2001) la historia de un amor (porque de amor está dada la creación en la
escritura de Rosina) cuyos materiales o deshechos conque trabaja, funcionan a
grandes velocidades y alcanzan, con sus multiplicidades, estratos, territorios,
lugares secretos, en otras palabras, cada retazo de un sueño es una agencia del
reconocimiento de nuestras emociones y de otra forma de cartografiar el amor
como creación.
Ya hacia el 2011
viene su libro Naturaleza Viva
(Hipocampos Editores) el paisaje del amor
no tenía precio ni horario nos dice la voz poética, y claro, arremete, de
nuevo, una velocidad que horada un
paisaje demencial o lo que quedó de
nuestro país después de la guerra política interna, de la cual la poeta hace de
su extravío un amor desaparecido que volverá en el instante de la creación, de
nuevo ritual, porque los anteriores fueron inconclusos o llenos de
insatisfacción. Rosina canta la insatisfacción, su poética, también, esel cántico de otra vida, esa que no
hacemos sino calcar sobre nuestro cuerpo y que por variación y expansión crea
sus líneas de escape.
Toda la obra de
Rosina Valcárcel, entonces, no es sino memoria corta, captura, una inyección
letal de emociones, un mapa modificable, pero sin lugar a dudas, un campo de
interacción cuyas dimensiones podemos alcanzar por su claridad y extensa
similitud con nuestra voz de esperanzas.
Julio de 2014