Se me abrieron los ojos, sólo Agueda Castañeda tenía ese don no apacible. Ana María se sumó a esas
muchachas "raras", que hacían lo que les diera la gana. Aprendieron a ver la verdad sin los ojos.
Ana María fue una hilandera invisible. Sus amigos primigenios, los poetas jóvenes Óscar Málaga, Tulio Mora, Alfredo Pita, José Rosas Ribeyro. A veces nos encontrábamos en el café-bar Melville de Quilca, cerca a María Emilia Cornejo, Elqui Burgos, Cecilia Tello, Marta Lobato, y los citados poetas de Estación Reunida.
Luego apareció en escena la figura carismática del pintor Panchito Izquierdo. Se enamoraron a primera vista, como en las novelas. Solía ir a Bellas Artes con Pancho Izquierdo...Pero, principalmente, tuvieron un amor de película, se amaron como pocos. Anita fue la gran musa de Pancho. Evocamos las tertulias en su casa de La Perla. Tuvieron hijos maravillosos; un tiempo pudieron sobrevivir al amor loco de los artistas genuinos. El pintor escapó a ratos y se involucró con una nisei...Nuestra amiga Ana María sufrió mucho. Felizmente, estuvo cerca el camarada poeta Julio Carmona, quien le brindó solidaridad singular hasta hace pocos meses.
Ana María esbozaba versos sobre las hojas del otoño. Leía en voz alta poemas de sus paradigmas. Algunas revistas estudiantiles registran su vocación literaria. Pasó por el reconocido Taller de Poesía de nuestra Alma Mater. Le interesaba aprender, dialogar, leer, caminar, escuchar música, brindar por la vida. Se les veía en el Palermo, en el Café -bar Wony, en El Merville, adonde confluían María Emilia Cornejo, Cecilia Tello, Marta Lobato, Laura Bracamonte Del Solar, Lucila Walqui, Ana María Mur, esta peregrina y diversos artistas como Lorenzo Osores, y poetas jóvenes: Óscar Málaga, Elqui Burgos, José Rosas Ribeyro, Alfredo Pita, entre otros. Más se le veía en los refugios de nuestra universidad de San Marcos y entre las calles irritadas de Lima.
Sus bellos hijos crecieron. Panchito fue perseguido por sus ideales, su simpatía política con la izquierda "subversiva". No pudo cuidar del hogar, como tantos luchadores sociales. Anita sabía torear la adversidad sin perder su fulgor.
Colmados por la desolación una tarde Pancho y Anita se desconocieron. Entraron en una vorágine sin salida. Como si arrastrasen un karma remoto. Ambos enfermaron. La familia se fue desintegrando, como tantas familias de nuestra capital, de nuestro país condenado, enajenado. El círculo se repitió y se fue cerrando. Panchito entró en crisis una y varias veces. Fue internado. Anita vivía fuera de Lima. El sueño del harakiri rondaba por esas cabecitas soñadoras. El arte comprometido que abrazó Panchito, le daba valor, en medio del caos. Anita, iconoclasta, irreverente, siguió su destino: la soledad frente a la naturaleza viva, la soledad frente a la alienación de la sociedad dominante, la incomunicación con sus descendientes amados y amadas. El viernes ingirió más pastillas de las debidas, el sábado la agonía la abrazo. El domingo, "Día de la Madre" (como estilan nuestras sociedades consumistas), la hallaron sin vida. Bella, pálida, aún tenía el resplandor de nuestros años juveniles.
Enrique Polanco no ha podido dejar el recuerdo de noches en La Perla cuando la familia Izquierdo-Mur era muy sólida, Pancho y Anita unidos fuertemente. Rodolfo Ybarra le dice adiós a Ana María: "Siempre nos acordaremos de tu sonrisa amable y de tus historias de nunca acabar. Seguro Pancho estará pintando tus trenzas a lo lejos; o quizás sigas molesta porque Francisco --tu hijo, mi viejo amigo-- dijo que no quería ser artista porque había visto el sufrimiento "en vivo y en directo" y no quería repetirlo, aunque para él siga siendo fácil tocar la guitarra clásica o flamenca, como la última vez en que pudimos levantar las copas y decir ¡Por los buenos tiempos! La memoria sigue despierta. Un abrazo para todos"".
¿Sabrán ellos, Panchito y Ana María, que sus amigos éramos (somos) muchos y cómo aguantaremos con tristeza sus partidas? Fanny Palacios Izquierdo, Bruno Portuguez quedaron en llevarme a visitar a Ana María, pero la lucha por la sobrevivencia lo impidó. Asimismo Ivette Taboada, Alfredo Alcalde, entre pocos, tuvieron la voluntad, tampoco se pudo cristalizar el paseo hasta la casita de Ana María. Ellos pudieron darle la mano en diversos momentos, felizmente.
Julio Carmona, me ofreció llevarme en fiestas patrias próximas, pero Anita jugó su propia partida. Sin embargo me quedo con la sonrisa misteriosa de Ana María, y con la carcajada sincera de Panchito.
JULIO CARMONA A ANA MARÍA MUR
"A ANA María Mur que conoce a la que amo
y me ayudó a crear y creer en estos sonetos"
Supiste hacer de ti una sola idea
sin cambiarle una letra a la pelea
llamaste al mar amar y a sus mareas
las hiciste correr entre tus venas
Muchos ignorarán tu voz huida
con sus tonos de sombra amanecida
con sus timbres de risa adolorida
y ahora nadie dirá que eras divina
porque eres material como el silencio
que acompaña a tus últimos recuerdos
con mezcla de alegría y sufrimiento
porque no has muerto aunque ya eres sueño
en este corazón que siempre habitas
amiga de mi amor por siempre Anita
Lima, 15 de mayo de 2013.