Teresa Leonardi
Desde su primer libro “Nuestros días
mortales” del 58 hasta su último poemario publicado en el 2003 “¿Hay alguien ahí?”Giannuzzi fue fiel a la
estirpe leopardiana atravesada por la obsesión de la muerte y el fracaso . Sin
embargo como dice el retrato que le hiciera el poeta Madariaga “detrás del viento de humor negro que él maneja como
podría manejar una cimitarra un guerrero ,se esconde un Joaquín muy suave y la
cimitarra es el poema que brota de su corazón, como el agua de un manantial
aparentemente negro “. El se definía como un “pesimista jovial” pero esto hay
que considerarlo como una humorada más de las que gustaba practicar. Leer su
vasta obra es sumergirse en “el friso demencial del accidente humano”, en el
horror de la historia, en el triunfo final de la ley de la entropía: “ Estar en la tierra es caer”. En una
entrevista Ivonne Bordelois le señala “Tu poesía nos remite centralmente,
continuamente a la muerte”. El asiente y agrega:” Lo que más me interesa como
temática no es la muerte personal sino la muerte de un mundo, el estado de
disgregación en que nos encontramos, el
deterioro a causa del tiempo, el sentimiento de la pérdida”
Hijo de Leopardi y de Baudelaire, lo es en mayor medida de ese
Kafka que él amó hasta el delirio y del que siempre recordaba la anécdota
citada por Brod. Kafka interrogado por
un amigo si había esperanza le contesta: “Sí, hay muchísima esperanza pero no
para nosotros”. La cosmovisión de Giannuzzi es antagónica a la del beato optimismo de Whitman o la del solar
Cendrars. Lo dice expresamente en uno de sus poemas “Posible adiós a Walt
Whitman”:
“El viento mueve una fresca guerra
enorme / No hay evasión posible en la celebración/ y es bueno que este lenguaje
dure/ pues de todo el ancho movimiento / nacerán nuevas cosas naturalmente
amadas. /Hablo del viento de Walt Whitman/ ahora acurrucado como un perro detrás
de la puerta/ herido por una bala perdida en el siglo veinte/ Gimiendo por
aquella remota noción/ de que todo lo que sucede es adorable/ en el seno de una
especie de redención/ “
Nunca dejó de admirar al norteamericano
aunque se demarca de su poética porque él es del palo de ese Nerval que se
autorretrataba así “Yo soy el tenebroso, el viudo, el inconsolable, el príncipe
de Aquitania de la torre abolida y en mi
laúd constelado brilla el sol negro de la melancolía”
En la obra de este “individuo seco, tabacoso y
argentino” señalo la frecuencia de
ciertas palabras: catástrofe, derrumbe, accidente, desastre, disolución, fracaso,
naufragio, pérdida”. Es coherente en
tanto él se asume como un demoledor radical,” un roedor apresurando el
deterioro de la fiesta” ya que “el mundo como un alambre de púas lo había
estado esperando”
Es posible leer esta summa poética desde
la lógica dialéctica y afirmar que
Giannuzzi encarna desde la poesía el momento de la negatividad. Necesario
momento este “pesimismo de la inteligencia” al
que no continúa el “optimismo de la voluntad” del esperanzado Gramsci.
Como en el Beckett de” Rumbo a peor”, en el Neruda de
“Residencia en la tierra” o en en la lirica amarga de Almafuerte , hay en sus textos un
discurso sobre el sinsentido de la vida
y una furiosa condena del orden existente. De allí su nausea ante el mal cuyas figuras
triunfantes son la tecnología, el dinero, los automóviles, el shopping, los
mass-media, el consumismo .Por eso su desesperado llamado a Rimbaud para que
regrese y ayude a los muchachos a la expulsión de los mercaderes del templo. “
Pero qué ocurre/ con tu esqueleto sin intervenir:/ aquí está occidente
cocinándose/ en su agonía sucia, pero indemne todavía/ a la espina iluminada/
que le clavaste en su costado./ Qué tal entonces una instantánea resurrección/
regresado a tus ojos azules/ y a tu pierna perdida/ y venirte a bailar un rock
con los muchachos./ Sería bueno que trajeras
algo/ del sol desesperado que devoraste en Africa/ y la cólera de tu
chispa de oro/ para alumbrar la danza de
la nueva vida/ Venite a darles respiración sublevada/ contra el viejo
desierto,/ ayudalos a robar el fuego, a reventar el Super Shopping/ y expulsar
del planeta a sus altos funcionarios/
con exactas escupidas / en la plena mentira de sus ojos/ “ . Giannuzzi no alcanzó a conocer la poesía
del coreano Choi Seung-Ho de quien
hubiera dicho “es mi primo”, porque con él comparte una propuesta de ecologismo
extremo y una acusación a las buenas
conciencias, a las almas panglossianas confiadas en el progreso y en la ciencia.
Hay en Giannuzzi un neoluddita, un
misoneísta que no ahorra sarcasmos y diatribas sangrientas contra los
adoradores del presente histórico. Esta pasión por lo real, esta ferocidad para
saber ver y nombrar las alimañas que se esconden en los azules y bellos lagos no solapa al personaje que evoca su
amigo Madariaga:” Cruza frente a mí una sombra fresca y áspera a la vez,
secretamente tierna”.
Frente a la desesperación que nace de la
conciencia de la finitud los seres humanos responden creando belleza. En
Giannuzzi el arte es concebido como
función soteriológica al igual que en Proust. “ El mundo que por él se salvará”
afirma refiriéndose al artista.Y en otro texto leemos: “ Un acorde de Schumann
nos da conocimiento de que hay
resurrección y tejido organizado/ y otra vez rosas blancas y contemplación”. Lo
paradójico es la insignificancia social del sujeto que produce arte El poeta, “ el apartado, el extranjero de
rostro desviado” sólo representa “ para una veintena de butacas”. En el mundo
actual todo “ mensaje frío” que requiera
del receptor una participación activa, está descalificado. El poeta
es aquel de quien “ no hay
verdugo que ofrezca recompensa alguna por su captura. Está allí: un
desconocido”. Personalmente pienso que
cuando Borges hizo el inventario de los seres extraños se olvido de
poner junto a la anfisbena y el catoblepas al poeta del siglo XX.
Su corazón sismógrafo supo medir en su real dimensión el dolor y la
injusticia que reinan en el planeta donde no solo habita el sollozo humano sin también el gemido de los
seres ínfimos que comparten este Titanic a punto de naufragar. De allí esa compasión zen que lo habitaba y se trasluce
en su bestiario. Cuando editamos en 1984 una plaqueta homenaje que reunía poemas
de Giannuzzi dedicados a los animales prologué esa publicación con estas
palabras : “Cuanta humana piedad/ en esta Arca de Noé donde por vos
salvados/prosiguen con sus dulces tareas instantáneas/ las mínimas criaturas de
este reino/donde nosotros, ciegos, solo vimos/ una imbécil gallina, un banal
sapo/ un cotidiano, irresponsable gato/, una atrevida chuña, extintos
dinosaurios/ vos descubriste a nuestro semejante y hermano/ Tu órfico ojo
cavando en la viva materia/ volvió claras, patéticas, visibles/ las figuras que
nos eran opacas/ Joaquín, ya que tu lira de abundante belleza/ protegió del olvido
y de la muerte/perros, tortugas,bisontes, caracoles / dinos ahora qué canta que
redime en el abierto espacio/ tu boca nombradora/ Dame noticias de esa azul
provincia/ de la que todavía ando exiliada/ y sea siempre en nosotros/ la
gracia dse tu vida y tu poesía”
El legado de Giannuzzi es ético-estético, lirismo y lúcida
conciencia,denuncia de las lacras del
mundo al que lo demaquilla hasta el hueso, perfección formal y el secreto anhelo “de la chispa
de oro que alumbrará la danza de la nueva vida”. Hoy a diez años de su
muerte su “realismo pensativo que progresa en implacable belleza” (Aduriz) continua más vigente que nunca.