entre el río de aguas claras y la isla de las salamandras
azules.
León Arled Flórez
La palabra más
linda del castellano pudo haber sido Aracataca, la cual al descomponerse en
« Ara », significa río en chimila, y « cataca » agua clara.
La vida literaria de Gabriel García Márquez fué un Aracataca, un río de aguas
claras. No en vano nació en ese pueblo costeño, pueblo que inspiró en él el
universo imaginario llamado Macondo. Él ahora se fué para allá, no para
dejarnos, sino para encontrarse con los personajes de sus relatos, acabando así
con los cien años de soledad. Esos años no fueron más que una metafora del
abandono, ese que padeció siendo pequeñito, cuando sus padres, Luisa Santiaga y
Gabriel Eligio, a los pocos meses de nacido, lo abandonaron en casa de sus
abuelos. Gabo, como lo apodaron desde niño, fué criado por ellos, por el
coronel Nicolas Márquez y su esposa Tranquilina Iguaran, y en compañía de su
hermana Margarita, que se le unió cuando tenía tres años y medio. Sus padres
volvieron por él définitivamente, cuando tenía siete años. No obstante, sería
el abuelo quien dejaría los recuerdos más indelebles de su vida. En sus obras
más destacadas : Los funerales de la Mamá grande, El coronel no tiene
quien le escriba, Cien años de soledad, El otoño del patriarca, El amor en los
tiempos del cólera, etc., está la impronta de sus años de infancia. Su gran
mérito, creo yo, fue utilizar el realismo fantástico de la infancia, como
recurso explicativo de la realidad. De esta forma, Gabo descubrió en la
tragedia en que se debatía su entorno humano, magia. Una magia asociada a la
perseverancia y arraigada al debate de la existencia humana; de ahí construyó ese
mundo llamado Macondo. Este último, no es sino una metáfora ordenada y
maravillosa de nuestro país; una república endémicamente descuadernada y políticamente
espantosa.
En mi opinión, es
el recurso a la visión precoz del mundo como instrumento explicativo de la
debacle humana, su verdadero aporte y su novedosa invención. Es eso mismo que
los especialistas en literatura y en la obra de García Márquez llaman, realismo
mágico, sin explicar a cabalidad sus orígenes.
No resulta raro,
que esa pluma de magia y subversión
generara las suspicacias de unas élités acostumbradas a sus propios relatos hegemónicos.
La rebelíon semántica de éste costeño de agua dulce, pronto se vio amenazada
por el estado alterno e invisible, que en la Colombia de Macondo denominan
« fuerzas oscuras ». Desde entonces, México se convirtió en refugio y
morada de Gabo, y ahora, en su destino final. Hace un par de años, sin que la
coincidencia quepa en el relato, se escogió la palabra más linda del castellano;
fué una palabra mejicana: Querétaro, que significa: « isla de las salamandras
azules ». La vida de Gabo, parece haberse desarrollado entonces, en
espacios que no parecen de este mundo, sino del mundo simbólico de las
connotaciones semánticas. Su existencia marca una constante de ires y venires, entre
el viejo y el nuevo continente, entre los Andes y el Caribe, entre los ríos de
aguas claras y las islas de las salamandras azules. Esos ires y venires parecen
la constante de los hombres grandes, así como Bolivar, que un día se fué, para
quedarse siempre!
Los datos biográficos, así como la definición de Aracataca, son tomados de: Gerald Martin
(2009). Gabriel García Márquez. Una vida. Traduccion de Eugenia Vásquez
Nacarino, Buenos Aires : Debate