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Revista Isla Negra
Casa de Poesía y literaturas
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Mostrando 11 a 18, de 18 entrada/s en total:
07 de Marzo, 2012 · General

Iliana Godoy

México - 1952

Tragafuegos

 

 

Vulva al rojo vivo

abierta al límite pariendo lumbre.

 

Erupción que fulmina al aire corrompido

escupe en pleno rostro del crepúsculo,

vomita sobre el asno de oro

que campea sus falsos estandartes.

 

Tu grito incandescente

hará brotar las heces que la ciudad esconde,

cuerpo que día a día acumulas veneno,

panal donde se forja la redención del alba.

 

Una gota en cada uno de tus poros

tendrá que ser la chispa

que propague el incendio.

 

          “La poesía del encuentro” / Cultura independiente en el segundo centenario. Edición: Floricanto / Ateneo Las Hespérides- 2011-

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24 de Febrero, 2012 · General

México: homenaje a Thelma Nava

La poeta Thelma Nava, cuya lírica ha sido incluida en cerca de 30 antologías nacionales e internacionales, entre ellas Poesía en Movimiento, de Octavio Paz, recibirá un homenaje nacional en el marco de la XXXIII Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
El sábado 25 de febrero a las 13:00 horas en el Salón de la Academia participarán en una mesa redonda en torno a su obra los poetas Sergio Mondragón, Eduardo Langagne, Lucía Rivadeneyra y Ana Franco. El domingo 26 a las 14:00 horas, en la Galería de Rectores, la poeta conversará con Lucía Rivadeneyra acerca de su vocación latinoamericanista.
 
Asimismo el público asistente a la feria del libro podrá escuchar su poesía, el sábado 25 a las 16:00 horas en el Salón de la Academia y el domingo 26 a las 16:00 horas en el Salón de Rectores. 
 
Thelma Nava fue cofundadora, con otras escritoras, de la revista El Rehilete. Luego, con el reconocido crítico y escritor Luis Mario Schneider, fundó la revista Pájaro Cascabel y la editorial del mismo nombre. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués y búlgaro. Además, en 1962, obtuvo el Premio de Poesía Ramón López Velarde y la presea Rosario Castellanos, de Chiapas en 1993.Entre sus libros publicados se encuentran Colibrí 50, El primer animal, El libro de los territorios, El verano y las islas, Paisajes interiores y El primer animal, entre muchos otros.
 
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17 de Octubre, 2011 · General

Charles Boudelaire

 

Las flores del mal

 

                                          Por: Marisa Trejo Sirvent

 

Las Flores del mal es la obra más representativa de Charles Baudelaire, poemario que fue prácticamente hecho con el vigor de la juventud de un  autor  de gran talento poético y que llegó a conocer con intensidad los conocimientos de los misterios del alma humana. Esta obra fue producto de una personalidad singular, de una estética, profundidad espiritual y sabiduría sintetizadas magistralmente en los poemas que lo conforman.

 

     El texto más antiguo de este poemario es sin duda, "A une dame créole"  (A una dama criolla) escrito durante su estancia en la Isla de Bourbon (Isla de Reunión) en 1841 cuando contaba apenas con 20 años de edad. Los últimos poemas fueron los de su estancia en Bélgica. Parte de la obra poética que contiene esta obra era ya conocida por los amigos de Baudelaire, en su mayoría, poetas y artistas. La mayor parte de su obra fue escrita, de acuerdo a  testimonios de sus amigos, entre 1843 y 1844. Ya en 1845, Baudelaire había pensado publicar Las Flores del ma; sin embargo, su publicación se retrasaría hasta 1857, cuando cumplió 36 años.

 

  El primer título en el que pensó Baudelaire para su poemario fue el de Les Lesbiennes. Posteriormente, pensó en Spleen. En 1848, se anunció en la publicación L'Echo des marchands de vin al poemario Limbos de Charles Baudelaire. En 1950, se publicaron dos poemas suyos en una revista llamada Le Magasin des familles, con la advertencia de que esos dos poemas ("Châtiment de l'orgueil" y "L'Ame du vin") aparecerían en fecha próxima en Les Limbes (El Limbo), otra revista. También había publicado once sonetos en Le  Messager  de l'Assamblée (El Mensajero de la Asamblea, el 9 de abril de 1851 ). Es hasta 1855, cuando en La revue des deux mondes reúne dieciocho poemas que llevaban el título de Las Flores del Mal, título sugerido por un amigo de Baudelaire, el crítico Hippolyte Babou. De todas formas, la palabra flor se repite curiosamente treinta y seis veces en el poemario. No es extraña esta palabra surgida de los labios de un ser sensual y sensible a los olores y sobre todo al perfume como Baudelaire. El título completo encierra en sí un enigma, una metáfora plena de insinuantes conclusiones. Esta obra original preocupó por otra parte, a sus editores quienes retardaban su edición. Es hasta 1857, cuando Baudelaire conoce a un editor valiente y enamorado de su poesía y con el que compartió de forma entusiasta los sueños de que al publicarla, este libro sería un éxito para ambos. Baudelaire demostró profesionalismo y disciplina al corregir pruebas y textos. Dedicó el libro a Gautier con un tono de humildad no acostumbrado en él, que hace pensar que quizá lo que está queriendo expresar ahí es precisamente lo contrario, tal como La Rochefoucauld había expresado en su máxima: "Alabar a los príncipes de las virtudes que no tienen, es injuriarlos".

  Su publicación causa escándalo. El y su editor son citados a juicio. Las Flores del mal son acusadas de ultrajar la moral, de sacrilegio, de lascivia... Todo París presenció el proceso. El Juez Pinard se ensañó citando los poemas de "Las Joyas", "El Leteo", "La Negación de San Petro", "Abel y Caín", "Las Letanías de Satán". Su defensor, Gustave Chaix-d'Est-Ange, intentó por todos los medios convencer al juez de que precisamente Baudelaire había querido retratar partes aborrecibles de la realidad y de la naturaleza humana con el afán de inspirar odio al vicio y a los lugares malsanos, etcétera. En vano, citó a Dante y El Infierno, el prefacio del Tartufo de Molière, a críticos como M. Barbery d' Aurevilly, a Lamartine, Musset, Béranger, Gautier, Rabalais, Voltaire, Rousseau, La Fontaine. Todo fue inútil, Charles Baudelaire perdió el juicio. Pagó 300 francos de multa, suprimió los poemas censurados y sufragó los gastos del juicio. Su editor, también fue multado. El público protestó, muchos estaban de acuero con él. Victor Hugo le escribió al otro día, criticando la injusticia que había vivido, tendiéndole una mano amiga. La prensa que días antes, le había atacado, (en El Fígaro el 4 de noviembre de 1855, en el artículo de Louis Goudall), ahora lo alaba y lo defiende, pero Baudelaire no olvidará este momento de indignación y rabia jamás. Los poemas contenidos en este libro son el resultado de un profundo conocimiento del arte poético y de un talento que ha elevado justamente a Charles Baudelaire a los niveles superiores de la poesía universal y eterna, con los que algún día soñó.

 

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13 de Agosto, 2011 · General

Efraín Bartolomé

 

Cicatriz de aire

 

Descorro las cortinas de la noche
y entra el rumor de Tuxtla hasta el cuarto de hotel
donde
como una cicatriz del aire
arde el recuerdo de tu cuerpo

La limpieza perfecta del espejo
me devuelve una imagen incompleta
borrosa
Estás de viaje en este instante que se alarga
y sé que tienes sueño
y sé que tú también miras la oscuridad
Tu mirada penetra los ojos de la noche
y viaja hasta encontrar
como al fondo de un pozo
otra mirada ardiendo

Soy quien te ve desde la noche abierta más allá del cristal

Es la noche de Tuxtla
El rumor desleído en la distancia
El vaho del miedo como un muro de imágenes

Y el aletear lentísimo del sueño.

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13 de Agosto, 2011 · General

¿De verdad estamos tan solos?

 

Efraín Bartolomé

 

Son las 4:43 de la mañana del día 11 de agosto de 2011.

Hace aproximadamente dos horas un grupo de hombres armados irrumpieron en mi casa ubicada en la colonia Torres de Padierna del Distrio Federal.

Comenzamos a escuchar golpes violentos como contra una puerta metálica y me extrañó porque se escuchaba demasiado cerca y no hay ninguna puerta así en la casa.

Prendí la luz.

Los golpes arreciaban ahora como contra nuestras puertas de madera.

Quité la tranca que protege la puerta de nuestra recámara y me asomé al pasillo: hacia el comedor veía luces (¿verdosas? ¿azulosas? ¿intermitentes?) acompañando los golpes violentos contra el cristal que da al sur.

Mi mujer me gritó que me metiera.

Así lo hice apresuradamente y alcancé a poner la tranca de nuevo.

Oí cristales rompiéndose y pasos violentos hacia nuestra recámara: rápidos y fuertes.

“¡Abran la puerta!” era el grito que se repetía antes de que empezaran a golpear con violencia mayor nuestra puerta con tranca.

Nos encerramos en el baño y busqué a tientas un silbato que cuelga de un muro sin repellar: comencé a soplarlo con desesperación, unas diez veces, quizá.

Mi mujer está llamando a la policía.

Les dice que están entrando a la casa, que vengan pronto por favor, que nos auxilien.

Yo sigo soplando el silbato con desesperación.

En la oscuridad, mi mujer se ubicó tras de mí mientras oíamos que la tranca de la puerta se quebraba y los hombres entraban.

¿Tres, cuatro, cinco?

Quise cerrar la puerta del baño pero ya no alcancé a hacerlo.

Empujé unas cajas hacia dicha puerta y en algo estorbó los empujones.

“¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta, hijos de la chingada...!” gritaban mientras empujaban y metían sus rifles negros hacia el interior.

Quise detener la puerta con mis manos pero no tenía sentido: vencieron mi mínima resistencia y entraron.

Policías vestidos de negro, con pasamontañas y lo que supongo que serían “rifles de alto poder”.

“¡Al suelo! ¡Al suelo! ¡Al suelo, hijos de la chingada! ¡Al suelo y no se muevan!”

Uno de los hombres me da un manazo en la cabeza y me tira los lentes.

Alcanzo a pescarlos antes de que toquen el suelo.

Me quita el silbato.

−¡No golpee a mi esposo! –grita mi mujer.

−¡El teléfono! ¡Déme el teléfono! –le responde y pregunta si no tenemos otro teléfono o un celular.

Ella y yo nos arrodillamos primero y después nos medio sentamos en el suelo de cemento de este baño sin terminar.

Policías jorobados y nocturnos, como en el romance de García Lorca.

Quién lo diría: aquí, en nuestra amada casa donde cultivamos y enseñamos la armonía.

Aquí...

Justo aquí estos hombres de negro, con pasamontañas, con guantes, con rifles de asalto, con chalecos o chamaras que tienen inscritas las siglas blancas PFP, nos apuntan con sus armas a la cabeza.

Uno de ellos, siempre amenazante, nos interroga.

Dos más permanecen en la puerta.

− ¡Las armas! ¡Dónde están las armas!

− Aquí no hay armas, señor, somos gente de trabajo.

− ¡A qué se dedica!”

−Soy psicoterapeuta y escribo libros.

−¿Desde cuándo vive aquí?

− Desde hace treinta años...

−Cómo se llama.

−Efraín Bartolomé.

−Cuántos años tiene.

−60.

−A qué se dedica.

−Ya se lo dije, señor, soy psicólogo y escribo libros.

−Usted cómo se llama... –se dirige a mi mujer.

−Guadalupe Belmontes de Bartolomé.

−A qué se dedica.

−Soy arqueóloga y ama de casa.

−Cuántos años tiene.

−54.

−Tranquilos. Respiren profundo... Voy a verificar los datos.

El hombre sale.

Oigo ruidos en toda la casa.

Están vaciando cajones, abriendo puertas, pisando fuerte sobre la duela de madera.

Oigo ruidos afuera, en el cuarto de huéspedes, en la torre, en el estudio de abajo.

Nos cambiamos de posición.

Mi mujer pone algo sobre el frío piso de cemento.

Cinco o siete minutos después regresa el hombre y repite su interrogatorio.

Si recibimos gente en la casa, con qué frecuencia, cada cuánto salimos de viaje, quién cuida entonces.

Respondemos a todo brevemente.

Dice nuevamente que va a verificar los datos y que volverá a decirnos porqué están aquí.

El tiempo pasa.

Oímos que abren nuestro carro en el garage.

Voces ininteligibles en el patio del norte.

Más tiempo.

Varios minutos después se oyen motores que se prenden y carros que arrancan.

Mi mujer y yo seguimos en la oscuridad.

Comenzamos a movernos.

Sólo silencio.

Nos incorporamos con cierto temor.

Salimos del baño hacia la recámara iluminada.

Desorden.

Cajones abiertos.

Cosas volcadas en el buró.

La chapa de la puerta en el suelo.

Restos de la tranca destrozada.

La puerta de tambor machacada y rota, pandeada en su parte media.

Salimos al pasillo: un cuadro en el suelo y abiertas las puertas de lo que fueron las recámaras de mis hijos.

Desorden en el interior: maletas y cajas abiertas, cajones vaciados.

Vamos hacia el comedor: uno de los vidrios roto en su ángulo inferior izquierdo, muchos cristales en el piso.

La puerta de la sala está rota de la misma forma en que rompieron la de nuestra recámara: la chapa en el suelo y fragmentos de duela en el piso.

Está abierta la puerta de la torre y prendidas las luces del cuarto de huéspedes.

Salimos por la puerta de la sala y nos asomamos con cierto temor.

Nada.

Mi mujer llama por segunda vez a la policía.

Es en vano: piden los datos una vez más.

Dicen que ya enviaron una unidad.

Llego a la barda y me asomo: no hay carros.

El portón del garage está intacto.

Bajamos las escaleras hasta la puerta de acceso: rota igual que las de adentro.

El estudio de abajo está con las luces prendidas.

De por sí desordenado, ahora lo está más.

Vamos hacia la torre y entramos al cuarto de huéspedes: cajones volcados, revistas en el suelo, cosas sobre la mesa, puertas del clóset colgando, zafadas de su riel inferior.

Subo al tercer piso: una esculturita de alambre volcada pero no se nota demasiado desorden.

Subo a los pisos superiores: no hay daño en la salita de arte.

En el último piso dejaron abierta la puerta a la terraza.

Volvemos al interior: queremos tomar fotos pero no está la cámara de mi mujer que estaba sobre el buró.

“¡Tampoco está la memoria de mi computadora!”, grita.

También se la llevaron

Quiero ver la hora y voy al buró por mi reloj: ha desaparecido mi querido Omega Speedmaster Professional que me acompañó por casi cuarenta años.

Tiene mi nombre grabado en la parte posterior: Efraín Bartolomé.

Oímos que un auto se estaciona y nos asomamos.

Mi mujer llama una vez más a la policía: lo mismo.

Ya tienen los datos pero nunca enviaron apoyo.

Indefensión.

Del auto blanco baja un joven y avanza hacia la esquina.

Se asoma y regresa.

Lo saludo y responde.

Le preguntamos qué pasa y responde que viene en atención a una llamada de su amiga que vive a la vuelta y a cuya casa también se metieron.

Mi mujer pregunta de qué familia se trata, cómo se apellida.

Magaña, responde el joven.

¡Es Paty!, dice mi mujer.

Salimos a la calle y voy hacia allá.

Encontramos a Patricia Magaña, bióloga, investigadora universitaria, acompañada de su papá, en la calle.

Entraron a ambas casas la de ella y la de sus padres, con la misma violencia que a la nuestra.

Patricia y su hija estaban solas.

Sus padres octogenarios también estaban solos.

Volvemos a nuestra casa vejada y con la puerta rota.

Atranco la destruida puerta de la calle.

Con todo, mantenemos una sorprendente calma.

“Pudieron habernos matado”, dice mi mujer.

Yo imagino por unos segundos nuestros cuerpos ensangrentados en el baño en desorden.

¿Sabe el presidente Calderón esto que pasa en las casas de la ciudad?

¿Lo sabe Marcelo Ebrard?

¿Lo sabe el procurador Mancera?

¿Ordenan Maricela Morales o Genaro García Luna estos operativos?

¿Sabrán quién fue el encargado de este acto en contra de inocentes?

Antenoche volvimos a casa levitando, en la felicidad más plena, tras la amorosa y conmovedora recepción del público ante nuestro libro presentado en Bellas Artes.

Un día después, en la atroz madrugada, la PFP irrumpe violentamente en nuestra casa, quiebra nuestras puertas, destruye los cristales, hurga sin respeto en nuestra más íntima propiedad, nos amenaza con armas poderosas a mi bella mujer y a mí, a la edad que tenemos...

Y pensar que también son humanos los que hacen esto contra su prójimo.

Subo al estudio a escribir esto.

Allá, abajo, la ciudad parece embellecida por la calma.

Arriba la impasible Luna de agosto, casi llena.

Son ya las 6:35 de la mañana.

La luz de oriente comienza a colorear y a inflamar el horizonte.

La policía nunca llegó.

¿De verdad estamos tan solos?
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29 de Julio, 2011 · General

La poesía del encuentro

De los editores en “La poesía del encuentro” / Cultura independiente en el segundo centenario. Edición: Floricanto / Ateneo Las Hespérides- 2011- de próxima aparición en México.

 

Asamblea de lenguas en el bicentenario

 

¿Dónde, si no en la palabra, la renovación humana en sentido espiritual, sensible y político? ¿Dónde, si no en la palabra poética, la que dice más que nunca nuestra más alta voluntad de vida e imaginación realizada en eso que llamamos poema? Porque en la palabra poética, así como en todo artista y todo arte, palpitan modos de hacer política, de convocar al otro, a los otros, y estar mejor que nunca con la propia estirpe puesto que hubo un desbordamiento de sí, un rompimiento de las exclusas de los egos en que, codo con codo, las palabras enlazadas dan nuevo sentido al mundo. Y es grandioso que a todo esto podamos llamarlo pasión vital-estética; orbe de lo sensorial en acomodos de la palabra transfiguradora capaz de convocar, en síntesis máxima, a la naturaleza y a lo humano, que se oponen interpenetrándose. Así ¿en qué sitio queda una memoria que por un lado podría verse como una mera obra de circunstancia, pues brotó de una convocatoria general en tiempos de conmemoraciones de gestas históricas de proyección universal, y sin embargo posee todo el potencial de muchas fuerzas de expresión reunidas en escalas de diversas lenguas, regionales y hegemónicas, así como formas de escribir que desbordan toda circunstancia quedando en su propia deriva de significación pluralísima? Es el caso de La poesía del encuentro. Cultura independiente en el segundo centenario, reunida en la ciudad de México a dos siglos de la gesta independentista latinoamericana y caribeña. Por su gama de formas poéticas y su energía expresiva, tal compendio se desprende felizmente de toda situación político-histórico-estatal y lanza más allá de lo geográfico y circunstancial su apogeo poético, compuesto de variadísimas voces que conllevan el trabajo de las grandes acciones humanas, recicladas a lo largo de la vida individual y social en tiempo y espacio: sentir, amar, besar, admirar, odiar, liberar, tener, poseer, abandonar, presionar, indiferenciar, maravillar, asesinar, nulificar, respetar, adorar, confundir, compenetrar, discernir, despojar, resarcir, salvar… morir, ¡vivir! y otros, muchos otros infinitivos de sonoridad contundente y estrago y construcción de vidas al infinito. El lector hallará aquí a poetas muy construidos, reconocidos, y a otros igualmente firmes en su oficio y arte, aunque no registrados en el “cuadro de honor de la poesía”, al que es impropio reprochar no estar al día pues siempre es rebasado por la vida. Desfilan también voces de grandes  humanistas cuyo oficio no es la poesía, aunque sí una sensibilidad magnífica frente a las culturas  regionales y su amorosa defensa, así como ante las raíces y dimensiones filosóficas del lenguaje. Este libro invita a incursionar, cada quien con su vida, con su potencial, en un ámbito de poesía varia y de inacabable misterio, porque dice mucho, y mucho más allá de cualquier situación. Una mirada superficial podría interrogarse con cierta perplejidad sobre el nexo entre lo señalado y el segundo centenario, sin embargo tan esencial que se hace invisible. Lo cierto, lo mágico, lo poético, es que dos siglos después la gesta independentista surcontinental (algo que, paradójicamente, en un sentido profundo, podría verse también como tarea pendiente) resulta motivo de festejo a ambos lados del océano. Lo que fue guerra se vuelve por momentos reflexión sobre luchas y proyectos compartidos.

Lo sabemos: no somos realmente libres; nadie lo es en este mundo sumido en guerras de rapiña, acosado por la amenaza ecológica y dividido entre la sobreabundancia de minorías privilegiadas y la miseria de mayorías excluidas. Bien conocemos la dramática realidad, el trágico hecho de la injusticia social, el escándalo de sistemas basados en estamentos minoritarios de ricos y multitud de desheredados e indigentes, con sus tristes secuelas, la precariedad de las formalidades democráticas en la mayoría de los países, el desempleo, la pobreza, el analfabetismo, la desnutrición y la ignorancia, la insalubridad, la mortalidad infantil, la violencia que somete a vastas masas populares. Pero aún sobre este telón de fondo, que incluye crisis catastróficas, caos institucional, guerras de pillaje, matanzas impunes, golpes de estado, crueles dictaduras, ocupación de pequeños países, presiones destituyentes a gobiernos electos por el voto popular, falsas “democracias” sustentadas en escandalosos fraudes, ocupaciones imperiales disfrazadas de misiones humanitarias, leyes de excepción para legalizar poderes autoritarios, bases militares foráneas y otros fenómenos aberrantes, la conmemoración de nuestra independencia política tiene sentido.

El nexo de poesía y cultura con la gesta soberana es congénito. Las fuerzas libertadoras latinoamericanas y caribeñas eran pueblo en armas, provenían de todas las clases, de variadas filiaciones políticas, religiosas, étnicas y regionales, en un vasto movimiento emancipador. Revolución e independencia eran y son un solo sueño eterno, llama que no se extingue. Personalidades de las letras, artistas y figuras de todos los ámbitos de la intelectualidad tuvieron un rol protagónico en la lucha independentista, a veces combatiendo en el campo de batalla. Ahora, a dos siglos de la Patria Grande, el pensamiento filosófico, junto a figuras dedicadas a la ciencia, la poesía y el arte de ambos mundos, se dieron cita en la ciudad de México para confirmar que están en el centro de estas luchas. El legado de independencia recibido compromete a construir un futuro plenamente libre. Son dos siglos que desafían y sugieren, invitan, cuestionan.

Todo aniversario alberga un interrogante. La mirada hacia el pasado dice del presente, enseña virtudes, peligros, potencialidades y encrucijadas del devenir, así como alternativas para interpretar la historia. En las visiones del futuro late una función crítica selectora de la memoria. Estos dos siglos son una forma del tiempo presente bajo apariencia de una promesa que nos inquieta, porque nada garantiza, pero a la vez nos inspira porque es umbral de nuevas identidades.

El encuentro de 2008 y este libro ponen en acción tales potencialidades. Aquellas inolvidables jornadas, que tuvieron el apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Nacional de Bellas Artes, se ven reflejadas en estas páginas. El Grupo Cultural Floricanto de México y la editorial murciana entonces denominada Ambos Mundos (hoy conocida como Ateneo de las Hespérides) reunieron, en torno al despliegue de la poesía en el bicentenario y sobre los principales foros del Distrito Federal, a cientos de personalidades de las letras, la dramaturgia, el performance, la música, las artes plásticas y la intelectualidad. Allí la poesía se expresó en sus múltiples elaboraciones y acercamientos a las más variadas realidades de la vida y de nuestro momento histórico, desde el cultivo de las formas y los temas clásicos hasta la audacia reveladora de la trasgresión creativa, desde el canto a la belleza del mundo natural hasta la denuncia de los crímenes que siguen agobiando a la humanidad, desde la celebración de la existencia hasta la angustia y la incertidumbre de la nada, desde la plenitud de la felicidad contemplativa hasta el dolor y la rebeldía ante la injusticia, desde el cuadro de costumbres hasta la minuciosa descripción de un crepúsculo, desde la elocuencia del sentido hasta el desafiante y sobrecogedor vacío del absurdo, porque todo eso abarca la poesía.

Este libro rescata la magia del encuentro al reunir algunas de sus expresiones literarias culminantes, a las que se sumaron luego nuevos aportes de poetas vinculados a los grupos culturales participantes. Conviven aquí junto al castellano textos en catalán, vascuence, murciano, leonés, occitano, portugués, italiano, siciliano, alemán, inglés, francés, quebecquense, polaco y ruso. Y dialogan —en el fermento de las traducciones— con textos en el inglés de las Bahamas, zapoteco, quechua, náhuatl, guaraní, purépecha, tsotsil, otomí, el maleku de Costa Rica y el tamazight, la lengua de los bereberes norafricanos. Son sesenta y tres textos originales de otros tantos autores junto a un revelador anónimo siciliano de transmisión oral y sus respectivas traducciones, hasta desplegar un total de veintiséis idiomas, que se dan cita en esta polifónica asamblea de lenguas. Es un libro con algo de locura e irreverencia, como otros emprendimientos que valen la pena, una obra que, dada su poliglosia, nadie leerá completa. Pero tiene sentido. Un sentido que trasciende su uso convencional, donde convergen afluentes del caudaloso torrente universal de la creación poética, sonidos, ritmos y cadencias, variadas inflexiones y texturas de los lenguajes humanos desplegadas sobre un amplio abanico temático. Un conjunto que termina reflejando la policromía de América Latina y el Caribe junto a la belleza de sus lenguas autóctonas y el idioma de los bereberes norafricanos, el inglés de las Bahamas, así como la riqueza de diversas lenguas nacionales y regionales europeas, tanto en su aspecto expresivo como en el social y cultural. Laten aquí la riquísima savia que nos constituye y los sedimentos de tenaces luchas contra la incomunicación, los aislamientos, la mediocridad de la mayoría de los aparatos institucionales dominantes, los racismos, las discriminaciones, las desigualdades, las violencias que nos agobian y no nos doblegarán. Con motivo, pero más allá, del bicentenario de la independencia latinoamericana y caribeña.

 

Comisión Editora: Elia Espinosa, Tere Guarneros, Francisco Martínez Torres,

Eduardo Lucio Molina y Vedia y  Antonio Sánchez Verdú                                             

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28 de Julio, 2011 · General

Jaime Sabines

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México – 1926 - 1999

No es nada de tu cuerpo,

ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,

ni ese lugar secreto que los dos conocemos,

fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.

No es tu boca -tu boca

que es igual que tu sexo-,

ni la reunión exacta de tus pechos,

ni tu espalda dulcísima y suave,

ni tu ombligo, en que bebo.

No son tus muslos duros como el día,

ni tus rodillas de marfil al fuego,

ni tus pies diminutos y sangrantes,

ni tu olor, ni tu pelo.

No es tu mirada -¿qué es una mirada?-

triste luz descarriada, paz sin dueño,

ni el álbum de tu oído, ni tus voces,

ni las ojeras que te deja el sueño.

Ni es tu lengua de víbora tampoco,

flecha de avispas en el aire ciego,

ni la humedad caliente de tu asfixia

que sostiene tu beso.

No es nada de tu cuerpo,

ni una brizna, ni un pétalo,

ni una gota, ni un gramo, ni un momento:

 

Es sólo este lugar donde estuviste,

estos mis brazos tercos.

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21 de Julio, 2011 · General

Leticia Herrera

Michoacán, México

Mesa cuatro

 

Comía

como quien vuelca

                       paladas de tierra

en una

         tumba

                                         De: Ver al volar, México, 1988

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