el prólogo de Raquel
"Un día cualquiera del vendedor de gafas" (Accesit del Premio Internacional de Poesia "Tomás Morales" 2010, que ganó el poeta Manuel Moya), saldrá a la luz en los próximos meses en las Islas Canarias. El prólogo es de Raquel Lanseros.
QUIERO VIVIR MÁS DE 45 AÑOS
Con esta contundente declaración real –raro verso de trece sílabas, como lo describe el poeta- de un adolescente recién rescatado del mar cuando se le pregunta por qué quiere ir a Europa, intitula Alexis Díaz-Pimienta uno de los poemas que conforman su espléndido libro Un día cualquiera del vendedor de gafas.
Merecedor de un accésit del Premio de Poesía Tomás Morales, en cuya colección se integra, se trata de un libro único, personal, de una inusual fuerza expresiva, en el que con sugestiva maestría Alexis enfoca la mirada del lector hacia una realidad que a veces nos negamos a ver: la vida diaria de los inmigrantes en Europa, especialmente los inmigrantes africanos, seres “de ojos redondos y ahuecados”, cuyo valor sólo es parangonable al tamaño de su esperanza, que ni siquiera la cruda realidad logra derruir. La cuidadísima dicción poética de Díaz-Pimienta dibuja con certera riqueza de matices la sordidez e indiferencia a la que tiene que enfrentarse día a día el inmigrante negro que “salió de África un lunes de peces ciegos” y vende gafas de sol, cinturones y tallas, aunque muy pocos se dignen a comprar sus mercancías. Consigue Alexis a través de sus versos algo reservado tan sólo a la alta poesía: unir la contundencia del mensaje con una extraordinaria sensibilidad lírica y una precisión asombrosa a la hora de trazar imágenes que golpean con fuerza lo más profundo de nuestra conciencia. Con extrema valentía y lucidez, el poeta nos pasea en volandas por las polvorientas calles de Argel en agosto, por el Carrefour de cualquier ciudad del sur de España tomado por “un grupo de cadáveres” que “no tienen ojos, sino peces nerviosos en las cuencas vacías”, por el demasiadas veces doloroso amanecer de Lanzarote o por la última excursión que los pequeños Yusuf y Fátima hacen “a través de un largo túnel que los lleva hasta Ceuta”. En esta postrera ocasión, ellos son interceptados, mientras que las ratas marroquíes que comparten túnel con ellos “pasan sin problemas entre las piernas de los guardias y los periodistas”. Alexis sabe hablar de la vida como sólo lo hacen las personas que han vivido verdaderamente, sabe mirar desde los ojos ajenos como sólo lo logran aquellos cuya empatía y comprensión abarca todo el amplio espectro de la experiencia humana. Y es además capaz de compartir sus sensaciones con un lenguaje vívido, directo y a la vez empapado de la belleza formal más honda. Especialmente emocionante es el monólogo interior que le dirige a su hijo: “Hijo mío, nacido en Almería, con tíos almerienses y cubanos, ¿tendrás la misma piel que tus hermanos? ¿importará tu piel, llegado el día? No te voy a engañar, la vida es corta. Y más corto es el tiempo de la infancia (la parte que más fácil se soporta).” Con inteligentísima ironía, la diestra pluma de Díaz-Pimienta es capaz de sonsacarnos una agridulce sonrisa cuando enumera las “suculentas ventajas” de las que disfruta el vendedor de gafas. Al fin y al cabo, “en los años sesenta hubo andaluces cargados de cemento por las calles de Zürich”. “Las gafas no pesan, (…), no afectan a la higiene. (…) No, no puedo quejarme. No se puede ser negro, pobre, inmigrante y al mismo tiempo, malagradecido.” Vibrante, hermoso, auténtico, lleno de coraje este poemario, toda una lección de arte poético y dignidad humana. Gracias, Alexis, por compartir tu luminosa capacidad de observar y sentir. La del vendedor de gafas, como la nuestra en cualquier momento, no lo olvidemos, bien lo sabía Benedetti: “es una soledad tan desolada.”
Raquel Lanseros
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