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12 de Julio, 2012 · General

León Felipe desde lo alto de su voz

por Daniela Saidman

** Todo en su poesía tiene de viaje, de exilio, de llanto y también de descubrimiento. Del dolor de encontrarse solo frente a los vaivenes del mar, del darse cuenta que el mundo gira a pesar de las muertes injustas y de los amores sin destino ni retorno.

Parece que gritara, pero no. Es que su voz aún resuena entre los tiempos idos y las vidas vividas. Es como si el eco llevara su nombre inscrito en los versos que siguen prendidos al fuego y a la memoria, a la ternura, a la pasión, a las luchas...
“¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra / al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? / Los mismos hombres, las mismas guerras, / los mismos tiranos, las mismas cadenas, / los mismos farsantes, las mismas sectas  / ¡y los mismos poetas! / ¡Qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!”. Eso decía León Felipe, el poeta español.
Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe nació en Tábara, Zamora, el 11 de abril de 1884 y falleció en Ciudad de México, el 18 de septiembre de 1968. Se licenció en Farmacia y de joven cuentan que tuvo una vida colmada de peripecias, que empezó cuando regentaba varias farmacias en algunos pueblos de España y recorriendo su país en una compañía de teatro en la que participaba como comediante.
Cuando inició su obra poética en Madrid, hacia 1919, llevaba en sus alforjas un matrimonio fracasado, tres años de cárcel y una vida bohemia con apremios económicos.
Trabajó durante tres años en la Guinea Ecuatorial como administrador de hospitales. Y viajó luego a México en 1922. En Veracruz fue bibliotecario y en Estados Unidos, profesor de literatura española en la Universidad Cornell.
Antes de empezar la Guerra Civil volvió a España y fue un militante de las ternuras necesarias al lado de los republicanos. Tuvo que exiliarse en 1938, en México, donde fue agregado cultural de la embajada de la República española en el exilio, única reconocida entonces por el gobierno mexicano. Y de esa época recuerda aún “Llegué a México / montado en la cola de la Revolución. / Corría el año 23... / aquí planté mi choza, / aquí he vivido muchos años, / aquí he vivido, / he llorado, / he gritado, / he protestado / y me he llenado de asombro. / He presenciado monstruosidades y milagros: / aquí estaba cuando mataron a Trotsky / y cuando asesinaron a Villa, / cuando fusilaron a 40 generales juntos... / y aquí he visto a un indito, / a todo México / arrodillado llorando ante una flor”.

Entre libros
 
León Felipe fue traductor de la obra de Walt Whitman y con él compartió los matices de su tono poético, enérgico en la proclama y en la arenga, así como en el canto con que siempre acarició la libertad.
Entre otros libros de poesía publicó Versos y oraciones de caminante (1920 y 1929), La insignia (1936), Español del éxodo y del llanto (1939), Ganarás la luz (1943), El ciervo (1954), Rocinante (1967). Además escribió las piezas teatrales La Manzana (1951), El Juglarón (1961) y Oh, este viejo y roto violín (1966).
El poeta español  tradujo también piezas de  Shakespeare como Macbeth o el asesino del sueño (1954) y Otelo o El pañuelo encantado. Narran sus biógrafos que las traducciones de León Felipe fueron abundantes, sobre todo las enmarcadas en el teatro renacentista inglés, lamentablemente se desconocen a la fecha varias de ellas.

Entre versos
 
Todo en la poesía de León Felipe tiene de viaje, de exilio, de llanto y sí, también de descubrimiento. Del dolor de encontrarse solo frente a los vaivenes del mar, del darse cuenta que el mundo gira a pesar de las muertes injustas y de los amores sin destino ni retorno. Por eso a lo mejor escribió pidiendo “Que no me tejan pañuelos / sino velas. / Que no me consuele nadie, / que no me enjuguen el llanto, / que no me sequen el río. / Lloro para que no se muera el mar, / mi padre el mar, el mar / que rompe en las dos playas, / en las dos puertas sin bisagras del mundo,  / con el mismo sabor viejo y amargo /
de mi llanto. Yo soy el mar. / Soy el navegante y el camino, / el barco y el agua... / y el último puerto de la ruta”.
A distancia de las posturas oficiales y cerca de su propia voz, buscándola y buscándonos con ella, León Felipe sigue presente, mirando y mirándonos con palabras que alumbran y con versos que encienden. De España le debe haber quedado la herida de guerra y de esta América Nuestra el color de la vida, las banderas libertarias y la esperanza, aunque fue siempre un desgarrado grito que pronunció sus ausencias.
“Yo no sé muchas cosas, es verdad. / Digo tan sólo lo que he visto. / Y he visto: / que la cuna del hombre la mecen con cuentos, / que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos, / que el llanto del hombre lo taponan con cuentos, / que los huesos del hombre los entierran con cuentos, / y que el miedo del hombre... / ha inventado todos / los cuentos. / Yo no sé muchas cosas, es verdad, / pero me han dormido con todos los cuentos... / y sé todos los cuentos”.
León Felipe es su tiempo y es el nuestro. Sus versos son nuestros versos, son el canto doloroso y apremiante de quien anda soñando mañanas y creciendo futuros. León Felipe es el poeta que supo hacer nacer los vientos que empujan la tierra hacia el mar.


Preceptiva poética de León Felipe (fragmento)

“Más bajo, poetas, más bajo...
hablad más bajo
no gritéis tanto
no lloréis tan alto
si para quejaros
acercáis la bocina a vuestros labios,
parecerá vuestro llanto
como el de plañideras, mercenario.

Y si el verso
poetas cortesanos
si el verso como el hombre
no fuese de cristal
sino de barro.

Poeta
ni de tu corazón,
ni de tu pensamiento,
ni del horno divino de Vulcano
han salido tus alas.
Entre todos los hombres las labraron
y entre todos los hombres en los huesos
de tus costillas las hincaron.
La mano más humilde
te ha clavado
un ensueño...
una pluma de amor en el costado”.
Palabras claves , , , , ,
publicado por islanegra a las 14:39 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
02 de Julio, 2012 · General

Nuestra América en los versos de Neruda

 

Poeta imprescindible de Nuestra América

 

 

** La tierra latinoamericana se dibuja en los versos del poeta chileno como un incendiado abrazo que es capaz de iluminar el futuro.

 

Daniela Saidman

 

En un espiral de humo, como ecos del fuego, tocaban el cielo las incendiadas palabras del hombre que acababa de morir. La casa que había bautizado como La Chascona, que en quechua significa despeinada, como el poeta llamaba a su Matilde, fue víctima de la violencia que tantas veces demostraron los militares chilenos durante la dictadura, que a lo largo de diecisiete años destrozó a su pueblo. Los libros ardían, como si con ellos hubieran podido quemar la esperanza.

Pablo Neruda (Parral, 12 de julio de 1904 - Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1973) dejó su residencia en la tierra apenas doce días después del Golpe de Estado contra Salvador Allende, pero su palabra amorosamente militante sigue pronunciando la vida.

Por televisión, Neruda había visto las llamas destruyendo La Moneda, los tanques disparando por las calles de Santiago, y por emisoras radiales argentinas escuchó las narraciones que describían cómo los cadáveres se deslizaban rumbo a la desmemoria, por el río Mapocho. Se inauguraba en Chile el terrorismo de Estado, el impuesto silencio de la muerte a destiempo y del olvido obligatorio.

Pero no consiguieron acallar su voz, porque Neruda vibra, desde siempre y para siempre, en la valentía con que los pueblos de Nuestra América construyen el imprescindible futuro que viene, el que nace de las entrañas de la tierra adolorida y sembrada de amores.

En 1945 recibió el Premio Nacional de Literatura de Chile, y ese mismo año fue electo Senador de la República por las provincias de Tarapacá y Antofagasta, meses después el poeta se integró al Partido Comunista chileno.

Neruda exiliado (1949), Neruda vivo, combativo, militante de los sueños y las solidaridades. Llegó a París y se quedó unos años en Italia. Regresó a Chile en 1952,  publicó Los versos del capitán y en 1954, Las uvas y el viento, así como Odas elementales. Luego del triunfo de Allende fue designado embajador de Chile en Francia. El 21 de octubre de 1971 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura.

 

EN LA TIERRA

En febrero de 1973 y por razones de salud, renunció a su cargo de embajador en Francia. El poeta que ya se encontraba enfermo y aunque reposaba en su casa de Isla Negra, seguía escribiendo y trabajando.

Pese a que el Cementerio General donde se realizó el acto fúnebre, se encontraba  rodeado de soldados con ametralladoras, entre la multitud se escucharon desafiantes gritos en homenaje al poeta. La Internacional era entonada por los asistentes, quienes dieron así una masiva muestra de repudio al golpe militar.

 

AMÉRICA EN SU VOZ

Neruda sigue clamando en los versos que nos dejó por las voces juntas, por los pasos haciendo el mismo camino, por las miradas que tiemblen ante la miseria impuesta, para liberar y liberarnos del hambre de centurias y podamos hacer del poema un estandarte de sueños.

Con Neruda nombre de mujer lleva la tierra sembrada de soles. Esta América nacida en las alturas de México, que besa los mares y acaricia La Patagonia, sabe de los cantos paridos del dolor y del hambre y también de la esperanza y de las manos hacedoras de futuros. Esa es la América que narra Pablo Neruda en el Canto General, publicado por primera vez en México, en 1950.

En este libro que cuenta la historia nuestra, se relatan las glorias y los impuestos silencios de una tierra bañada con los colores, sabores, olores y sonidos que toda la realidad puede contener en su seno. América, mujer de pasos largos y largos tiempos, de una desnudez vestida con el verde de la selva y las montañas, la blancura de los salitres y las nieves, el azul de los mares y de todas las aguas que la surcan, bendecida por las diosas y dioses con las flores y las voces, maldecida con los desgarrados gritos de la muerte venida desde lejos y desde adentro.

“Sube conmigo, amor americano. / Besa conmigo las piedras secretas. / La plata torrencial del Urubamba / hace volar el polen a su copa amarilla. (…) Ven minúscula vida, entre las alas / de la tierra, mientras –cristal y frío, aire golpeado- / apartando esmeraldas combatidas, / oh agua salvaje, bajas de la nieve”.

Así se dibuja ésta, Nuestra América, en los versos de Neruda. Poeta comprometido con su tiempo y con sus gentes, hacedor de la palabra divinamente humana, profunda e irreverente, como los saltos de agua, como el cantar de todos los pueblos.

Nombre de mujer lleva esta tierra. América en mayúsculas. Germinará de su vientre el tiempo de los posibles y brotará a raudales toda la risa contenida, la alegría de encontrarse y encontrarnos, diversos y reconocidos. Eso seremos, un océano de encuentros y de puentes tendidos. Y allí estará el poeta jugando con las olas del viento, y será la sangre derramada durante siglos la que hará posible hacer nacer ésta otra América, que se vestirá de fuegos.

 

 

SUBE a nacer conmigo, hermano, del Canto General

Pablo Neruda

 

A través de la tierra juntad todos

los silenciosos labios derramados

y desde el fondo habladme toda esta larga noche

como si yo estuviera con vosotros anclado,

contadme todo, cadena a cadena,

eslabón a eslabón, y paso a paso,

afilad los cuchillos que guardasteis,

ponedlos en mi pecho y en mi mano,

como un río de rayos amarillos,

como un río de tigres enterrados,

y dejadme llorar, horas, días, años,

edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.

Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.

Apegadme los cuerpos como imanes.

Acudid a mis venas y a mi boca.

Hablad por mis palabras y mi sangre.

Palabras claves , , , ,
publicado por islanegra a las 08:24 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
16 de Marzo, 2012 · General

La palabra acaricia a Nuestramérica en la voz de Viglietti

 

Letras y cantos del Uruguay

** Junto a Benedetti, el cantautor sureño es referente de la palabra comprometida.

 Daniela Saidman

 

Uruguay es el país invitado de honor a la octava Feria Internacional del Libro en Venezuela. En esta edición estará presente para cantar y cantarnos la memoria Daniel Viglietti, su voz cuenta las heridas y esperanzas de la América Nuestra y tiene en el recuerdo los versos siempre presentes de ese otro uruguayo infinito, Mario Benedetti (Paso de los Toros, 1920 - Montevideo, 2009).

Juntos cantaron a dos voces, uno guitarra en mano y el otro verso adentro. Ambos recorrieron la geografía contrahecha de heridas de nuestros pueblos para recordarnos que juntos podemos, que juntos abriremos las anchas alamedas por donde transite el hombre nuevo, como dijo también un latinoamericano sembrado para siempre en nuestras querencias, Salvador Allende.

Y es que la cita anual del libro en este país se ha convertido en un encuentro con y por la vida. Es un espacio que deja de manifiesto la ternura militante de las palabras que diciendo nos dicen el futuro que habremos de hacer nacer.

Viglietti está Todos Adentro, porque su canto es necesario y es llama encendida y es conciencia libertaria.


Desalambrado

El poeta Mario Benedetti decía en su libro Desalambrado, que tal vez dos de los versos que mejor definen la intención del quehacer de Daniel Viglietti son “Yo quiero romper la vida / como cambiarla quisiera”. Palabra y canto conjugan la ruptura y lo que viene después, el cambio, la transformación. Y añade que “vida es aquí mucho más que dimensión privada, aunque, por supuesto, también la incluya. Vida es aquí el hombre y su contorno, el recinto doméstico y el país, el texto y el contexto”.

Viglietti nació el 24 de julio de 1939. Criado en una familia de músicos, desde niño estuvo en contacto con la música clásica. Pronto adquirió una sólida formación como concertista, que luego convertiría en una dedicación casi exclusiva a la música popular y al canto de la tierra.

Durante la década de 1960 se desarrolló en todas las aristas del canto y la composición, además trabajó como docente y locutor en radio. Durante esos años participó en el semanario Marcha. Vino “Impresiones para canto y guitarra y canciones folclóricas”, disco editado en 1963, y su obra se tiñó definitivamente de contenido y protesta, con letras asociadas a las luchas populares en Uruguay y en Latinoamérica.

Luego de la cárcel y el exilio, Viglietti se encontró con ese otro uruguayo que nostalgiaba su tierra. De allí surgió el “a dos voces” en el que Benedetti y Viglietti consiguieron, tejiendo versos y cantos, cuerdas e imágenes, alzar la voz, enarbolar las voces. Y es que ambos fueron y serán siempre dos referentes de la palabra comprometida.

Por eso no es casual que hayan decidido reunirse. Juntos consiguieron abrir un espacio que se renovó a sí mismo una y otra vez a lo largo de casi tres décadas.

Durante veintisiete años el concierto A dos voces de Benedetti y Viglietti no sólo estuvo en cada rincón de nuestra geografía latinoamericana, sino que supo además ser homenaje a tantas mujeres y hombres silenciados por la historia y la opresión. Con ellos supimos cantar y recordar a Roque Dalton y Salvador Allende, entra tantas y tantos.

Benedetti escribió dos libros sobre el cantautor, Desalambrado, el último de ellos que hace referencia a una de sus canciones más conocidas, y Daniel Viglietti (Júcar, 1974). Precisamente en éste dice que “La voz de Daniel Viglietti no es la de un profeta ni la de un líder, pero tampoco la de un automarginado o la de un pusilánime; su voz es la de alguien que, con modestia y sinceridad, con dolor y con alegría, con esperanza y con trabajo, con pasión y con riesgo, participa (como puede y debe) en el proceso. Esa actitud es la que, más allá o más acá de su canto libre, los jóvenes rescatan. Por eso no lo escuchan sólo como una voz, sino también como a su portavoz”.

Por su parte, Viglietti ha dicho de Benedetti, después de su partida definitiva, que “nos hace falta su persona luminosa, su pluma tierna y fuerte a la vez, su conciencia crítica, su compromiso con la verdad y su ejemplar humildad”, pero “a Mario no le gustaría que el único modo de recordarlo sea nostalgiarlo”.

En todo caso, Viglietti es la guitarra de este sur memorioso que nace y crece. Y no podemos nombrarlo sin recordar la palabra y el verso necesario de Benedetti. Ellos son todo lo que somos, todo lo que nos habita y nos nutre.



Otra voz canta” (fragmento)

Música de Daniel Viglietti

 

Por detrás de mi voz

escucha, escucha –

otra voz canta.

Viene de atrás, de lejos;

viene de sepultadas

bocas, y canta.

Dicen que no están muertos

escúchalos, escucha

mientras se alza la voz

que los recuerda y canta.

Escucha, escucha;

otra voz canta.


Desaparecidos” (fragmento)

Poema de Mario Benedetti

 

Dicen que ahora viven

en tu mirada.

Sostenlos con tus ojos,

con tus palabras;

sostenlos con tu vida

que no se pierdan,

que no se caigan.

Escucha, escucha;

otra voz canta.

cuando empezaron a desaparecer

hace tres cinco siete ceremonias

a desaparecer como sin sangre

como sin rostro y sin motivo

vieron por la ventana de su ausencia

lo que quedaba atrás / ese andamiaje

de abrazos cielo y humo


* Imagen tomada de internet. Página http://www.bicentenario.gub.uy.

 

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publicado por islanegra a las 15:30 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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