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Revista Isla Negra
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09 de Enero, 2012 · General

La poesía de Puerto Rico

 

En las letras, desde Puerto Rico

 

Un verso creando lo creado:

La poesía necesaria de Magaly Quiñones (Primera parte)

 

por Carlos Esteban Cana

 

 

Puedo dar fe

 

No he guardado memoria de ese viaje.

Cuando pienso quién fui, de dónde vine,

se me confunde el pelo con las uñas,

el vino con el verso y con el vaso.

que vine a vivir porque mi madre,

al mirarme tan breve,

tan menuda en mi piel, tan indefensa,

se olvidó del dolor de su cintura,

borró toda tristeza y mirando el reloj

nos llamó a todos para dar la noticia.

Nadie me dijo que venía a contar

pero al nacer sobre un pubis mojado

en la lámpara tibia de la Isla

me abrí cual flor en un jardín de pobres

y comencé a nombrar

dándole a cada cosa, a cada nombre

un silencio y un cuerpo en el espacio.

Nadie me dijo, pero no me quejo,

la horma de mi oficio

encontró en este mundo un buen zapato.

Y además, aprendí,

merodeando en diversas direcciones

sobre el ancho misterio del planeta,

que sobraban palabras y razones

para tensar mis arcos y mis flechas.

Yo no quería llegar, alguien me trajo.

Yo no quería contar, me sedujeron.

Un gran misterio me espinó la mano

y volé tras el grano, seca de labios

hacia la nueva vida de la lluvia y la nube.

No he guardado memorias...

De lo poco que tengo o lo que tuve

puedo dar fe, nombrando.

 

Quienes hemos leído la obra de la poeta Marta Magaly Quiñones podemos dar fe, como se titula esta poesía extraída de su libro Sueños de papel, de que su misión principal ha sido  nombrar. Nombrar con belleza los altos valores del espíritu. Recientemente la poeta fue una de las elegidas para el corte de cinta del nuevo café, en The Poet’s Passage del Viejo San Juan; ese inmenso proyecto de Lady Lee Andrews. También Quiñones resultó finalista, con el poema Colores y versos, en el Certamen de la Casa del Poeta, en el que Ana María Fuster y Yolanda Arroyo también resultaron ganadoras. Esos acontecimientos, con su nimiedad o su grandeza, ejemplifican el reconocimiento que ha ganado con los años esta escritora. Manuel de la Puebla, director de las ya legendarias revistas Mairena y Julia, escribió sobre Quiñones: “Es una poeta muy fiel al mundo que conoce, que lo siente hasta las punzadas de dolor; mundo que sacude y lo incita tanto como lo ama.” Y es que la poesía de esta autora, que se define a sí misma como poeta boricua, antillana y caribeña, transita por dos vías: la amorosa y la social.

 

En esta edición especial, en dos partes, de En las letras, desde Puerto Rico, converso con Magaly Quiñones acerca de su trayectoria. Pasamos revista por cada uno de sus libros, y cuando digo eso me refiero además a que era inevitable que su obra no incluyera la vida como tema central; una poética propia que hace simbiosis del arte y la compasión, de la búsqueda estricta de la forma y la belleza con el compromiso.

 

En esta primera parte, estimado lector, escuchará a Magaly reflexionar sobre los siguientes libros: Entre mi voz y el tiempo (1969), Era que el mundo era (1974), Zumbayllu (1976), Cosas de poetas (1977), Cantándole a la noche misma (1978), En la pequeña antilla (1982) y Nombrar (1985). El poema que inicia cada parte es una pieza seleccionada del título al que estamos haciendo referencia. La segunda parte se ocupará de los últimos veinte años de su producción creativa.

 

Con Magaly Quiñones, autora que también canta en sus poemas a los niños, hay mucho de que hablar. Quienes dirigen las diversas instituciones culturales del País conocen el valor de su obra. Solo falta que den honor a quien honor merece. Yo, por mi parte, aquí les presento su obra, aquí les presento su voz. Un verso creando lo creado: la poesía necesaria de Magaly Quiñones.  

 

Todo vuelve a traerlo mi memoria,

vago dulzor de luna y madrugada.

Entre mi voz y el tiempo la vida perentoria,

la vida descarnada.

                                    (fragmento de Entre mi voz y el tiempo)

 

Entre mi voz y el tiempo (1969)

 

Yo empecé a escribir desde bien pequeña. A los ocho años tenía mi libretita de poemas escondidita en las gavetas. Cuando ya estaba en escuela superior conocí a una poeta arecibeña que se llamó Carmen Alicia Cadilla. Carmen Alicia me dio la confianza de que lo que había escrito tenía valor. La conocí a través de su hermano y cuando leyó mis poemas me dijo: “Magaly, esto es un libro estupendo y no lo dejes porque se te pone viejo en las manos. Tienes que publicarlo”. Y yo, imagínate, estando en escuela superior, dije: “Dios mío y cómo… ¿Qué es eso de publicar un libro?” Para mí, eso sonó grandísimo.

 

Cuando Carmen Alicia me escuchó en esas me dijo: “No te preocupes, que yo te voy a ayudar”. Entonces habló con don Pepe Romeo, que en esa época era un periodista reconocido de El Imparcial y El Mundo, y le llevó el poemario. Cuando Romeo leyó el poemario le dijo que él quería hacer el prólogo. Carmen luego se comunicó con un amigo español que tenía imprenta en Madrid, de apellido García Nieto, y le mencionó: “Mira, tengo un libro que me parece que va a ser bien aceptado. Yo quiero que tú ayudes a esta muchacha que está empezando”. Para ese entonces yo entraba a la transición de pasar de Escuela Superior a la Universidad, y un amigo me dijo: ‘Vamos a donde un amigo que tiene un taller que se llama El Tajo del Alacrán.” Ese amigo era Antonio Martorell, y entonces fui y lo conocí. Hablamos, le di los poemas, él los leyó y me dijo: “Yo los quiero ilustrar”.

Para pagar el libro, que salía en mil dólares y que el impresor lo estaba dando al costo, hice mucho ‘serrucho’, entre la familia y los amigos. También hice rifas y miles de cosas hasta que aparecieron los mil dólares. Eventualmente Entre mi voz y el tiempo se fue a España. Y recuerdo como si fuera hoy cuando fui con mis padres a buscarlo. Las cajas. El montón de cajas de libros. Todo aquello me llenaba de emoción.

 

El apoyo de mi familia fue fundamental porque a mí siempre me gustaba la poesía, y ese gusto lo adquirí de mis padres. A los dos también les gustaba la poesía. Mi familia no era rica y cada vez que cumplía años pedía de regalo un libro de poemas y siempre me lo compraban. Recuerdo que después mi mamá fue a la Carnegie y se hizo socia de la biblioteca. Una vez al mes me llevaba y seleccionaba el libro que yo quería. Mi mamá lo cogía prestado a su nombre. Así empecé a leer a Juan Ramón, a Amado Nervo, a José Asunción Silva, a Juan de Dios Peza. Yo los leía, me aprendía sus poemas y luego los recitaba en la escuela.

 

Lo de recitar poemas comenzó en primer grado. Sucedió que a mi maestra de primer grado le gustaba mucho el arte dramático. Ella parece que se dio cuenta de que yo tenía esa inclinación a dramatizar gestos, y me dijo: “Yo quiero que tú digas la poesía de la clase. Yo te la voy a enseñar”. Y así fue que ella me la enseñó. Tuve una preparación profesional ya que la maestra sabía lo que tenía entre manos. Ella me enseñó bien la dicción, la expresión facial, el movimiento de las manos, cómo pararme. Todos esos detallitos; o sea, que tengo tabla desde los cinco años.

Yo tenía una vida bastante literaria, en el sentido en que estaba muy inmersa en la literatura. Leía mucho. Leía una barbaridad. Ese mundo interior estaba saturado de la literatura universal, sobre todo de la hispanoamericana. A medida que fue pasando el tiempo me fui asentando más sobre mi caribeñismo, sobre mi antillanía. Todo fue un proceso. Una maduración de conciencia.

 

En mi poesía, en mis ensayos, siempre he tenido esa dirección. Yo me siento bien puertorriqueña, y después descubrí que además de puertorriqueña era caribeña. Este mundo es chiquito, y estar metido dentro de ese otro me daba la sensación de que tenía la misma conformación. Y seguí por ahí hasta el sol de hoy. El reino de los pocos es una de esas poesías que traza mi trayectoria.

Me nutrí de otros horizontes, de aquí fui a Francia… después a México a estudiar. Pude mirar al país desde afuera. Carmen Alicia me nombraba como la poeta viajera. Me decía: “Tú tienes unos zapatos muy grandes y unas tijeras muy grandes porque recortas mucho.” Ella decía que mi poesía salía pulidita, pulidita, pulidita; que todo lo que no servía lo sacaba, y que siempre andaregueaba por esos mundos. Carmen y yo nos escribíamos y le contaba acerca de los viajes.

 

La poesía de Entre mi voz y el tiempo tiene mucho ritmo y mucha musicalidad. Es poesía para ser declamada. Hay muy poca poesía que sea meditativa en el sentido de leerla para uno mismo. Quizás las principales influencias que tenía para la época eran José María Arguedas, Juana (Ibarbourou), Alfonsina (Storni).

 

*

 

Y en cuanto supe…

 

Y era que el mundo era

un globo de papel,

una chiringa cualquiera,

un cometa gomoso dando vueltas y vueltas.

Y era que yo era pequeñita

y amante del papel,

adhesiva y absorbente por mis apetencias.

Y era que en cuanto supe que sabía

del nacimiento de la historia

y en cuanto hubo hombres

cuyas cuñas habrían

de señalar exactos, calculados,

los odiosos ingresos de los dioses,

y en cuanto quedaron las cifras y las piedras

y murieron los hombres, me dije:

Y era que los hombres mueren,

y era que mi Dios era de papel,

y era que el papel se trueca en piedra con los años,

y era que le oraba a una chiringa cualquiera,

de esas que dan vueltas… y vueltas.

Y era que yo era pequeñita

y absorbente

y adhesiva

y apetente,

y era…

Era que el mundo era (1974) 

 

Entre mi primer y segundo libro pasaron cinco años. En ese periodo, todas esas experiencias vividas me dieron un poco más de madurez. Para hacer Era que el mundo era me senté tranquila a mirar el entorno y comentar lo que veía. Hay también alguna queja, alguna protesta pero encuentro que es un libro bastante filosófico.

 

Tengo que reconocer que en todos los libros sale la crítica social. Tengo una amiga que era profesora, y fue decana en la Universidad de Wisconsin. Ella me decía: “Magaly, nunca había conocido a nadie que pudiera mezclar la protesta social con el tema amoroso, y tú lo logras.” Cuando escribo un poema de amor entra la protesta social con la mayor tranquilidad y no choca. No choca porque esos dos mundos están totalmente fusionados en mí.

Yo quería estudiar Estudios Hispánicos y cuando entré en la universidad me la pasaba metida en el teatro porque me encantaba también la cuestión del teatro. Pero mis padres, que eran pobres, preferían que yo estudiara una carrera que fuera bien remunerada, y el teatro no lo era; creo que no lo es todavía.

 

Siempre, de joven, era una mujer muy solitaria. No estaba en ningún cenáculo ni me reunía con ningún escritor de mi época. Yo era muy tímida. Excesivamente tímida. Recuerdo que siendo estudiante de la universidad iba al centro y al teatro. Mis amigos eran teatreros, más que escritores. Pero cuando iba al centro yo veía por allí a Angelamaría Dávila, a Nietzche, a Silén. Todos ellos se reunían en el centro. Yo los miraba desde lejos. A Marina Arzola que siempre fue un personaje que me llamó la atención y me encantaba su poesía. Yo los leía, pero los leía aparte. Yo no era del grupo de ellos. Años después, cuando estaba haciendo la maestría, me reunía con mis amigos que no eran poetas. Bueno, algunos eran aprendices de poeta. Entonces íbamos a la marginal del Condado y nos amanecíamos leyendo y discutiendo poesías, cuentos, o lo que fuera. Pero no se trataba de un cenáculo de los que hoy son poetas puertorriqueños. Eran simplemente mis amigos; uno que tocaba guitarra, otro que le gustaba cantar, y a mí, desde bien jovencita, siempre me ha gustado cantar. Y nos reuníamos a eso, a leer poesía y a discutirla. Nos leíamos, por ejemplo, la biografía de Clara Lair, y todas esas experiencias fueron bien ricas pero no se dieron como parte de un cenáculo. Siempre fui, como dicen, casa sola y rancho aparte. Yo los leía a todos pero no escribía con ellos.

 

Tomé algunos cursos en Estudios Hispánicos pero, desgraciadamente, los profesores que me tocaron en esa época no eran los mejores, como que no me ganaron. Y como yo sabía que en lengua inglesa habían grandes clásicos me dije: “Yo quiero estudiar inglés para conocer mejor otra literatura que no sea la mía.” Al principio se me hizo muy difícil pero luego me gustó, sobretodo la literatura de Estados Unidos. Luego entré en maestría a Literatura Comparada. Y yo siempre quise hacer una tesis sobre Proust, que era mi novelista, mi héroe, pero una maestra chilena, Carla Torretti me dijo: “Magaly, de Proust ha escrito todo el mundo, de Kafka casi nadie. ¿Por qué no trata con Kafka.”  Y por eso terminé comparando a Kafka con Joyce. El tema giraba en torno al arte y la figura del artista en esos dos colosos, en esos dos novelistas maravillosos. El concepto del arte siempre ha estado como preocupación en mi vida y en mi obra.

 

*

 

Yo no le he preguntado a nadie

 

Yo no le he preguntado a nadie,

en mi corazón nace la canción.

No tengo tiempo para llorar,

hay que mirar…

El sol cayendo,

la luna levantando,

batiendo el mar…

Por eso,

por todo eso,

por los dulces insectos,

por el viento,

 

¡ven y mírame llorando,

ven y escúchame cantando!

 

 

Zumbayllu (1976) Trompo Zumbador

 

Zumbayllu significa trompo zumbador y es un libro muy breve, de doce poemas. Son poemas con una frescura particular, porque se acerca a la literatura indígena, que es una literatura que tiene una sencillez y profundidad cósmica porque habla de la creación del mundo y de las cosas que son bien elementales y que también son universales. Las imágenes de ese libro tienen mucha transparencia. Nace inspirado por la semilla que dejó el educador chileno José María Bulnes en esta pequeña antilla. Por eso le dediqué los poemas a Chile, al pueblo quechua, y al Perú por José María Arguedas.

 

La naturaleza es un tema recurrente en mis libros. Soy una gran enamorada de la naturaleza. He hecho poesía ecológica de los pájaros, en defensa de los árboles, de los ríos. La cuestión de la naturaleza no es algo sencillamente contemplativo pues he levantado mi voz para defenderla de los que abusan de ella y la atacan.

 

Para publicar Zumbayllu nos reunimos alrededor de 7 amigos, y lo hicimos en maquinilla. Entre todos lo pegamos y le hice un dibujito para la portada. Hicimos 200 libros. En la biblioteca Lázaro está bajo la sección de libros raros.

 

*

 

21 de agosto de 1976

 

… Y, en realidad, como Tolstoy, comienzo a creer que todo se inicia, se elabora y se complica en el fondo. Además de desarrollarse en gran parte en la mente del hombre. Comienzo a ver la Vida como un proceso de interiorización como lo es la apreciación artística. Y si la apreciación de la obra se cristaliza en el fondo, de igual modo presumo que la Vida se cristaliza en el fondo.

fragmento Carta IV

 

Cosas de poetas, cosas nuestras (1977)

 

A mí me encanta escribir. Escribirle a gente. A amigos que viven aquí y que viven afuera. Ahora es más fácil porque existe el correo electrónico, pero en mi época escribíamos cartas. Y entonces una vez, le escribí una carta de agradecimiento a una española que me había invitado a una lectura, y como a los dos días me llamó por teléfono y me dijo: “Magaly, te digo que nunca había leído una carta como esa, que mientras más la leo más me gusta. ¿Tú siempre le escribes así a todo el mundo?” Y yo le contesté: “Pues sí, yo le escribo así a todo el mundo. Esa es mi forma de escribir.” Y me sugirió que compilara las cartas, porque le había dicho que nada salía de mis manos sin que yo no tuviera copias.

 

Entonces fui a mi archivo de cartas, que eran muchas, y empecé a buscar todas las que tenía para escritores y pintores. Ya había entrado al mundo de la pintura. En el 73 había tomado unos cursos de grabado con Susana Herrero y ella me entusiasmó con ese mundo. Para entonces ya tenía amigos queridos que eran pintores.

 

Y entonces escogí entre todas esas cartas y las edité. Hice una colección de 25, y saqué el libro. Te puedo decir que en Cosas de poetas está mi concepción del arte, mis reflexiones acerca de cómo se desarrollaba el proceso creativo en mí; qué era lo que hacía para escribir. Es una especie de guía para escritores. Yo era muy joven y atrevida. Dije cosas que mis amigos me señalaron que no debí haber dicho. Pero no me arrepiento. Mi inmadurez no llegó a la insolencia. Dije cosas como que mi padre era nacionalista. Los amigos se preocupaban de que eso me perjudicara en el futuro, en el trabajo. Sin embargo, yo no tenía miedo. Desde chiquita estaba curada de espanto. Mi padre fue muy perseguido. Recuerdo como entraban a la casa a registrar. Experiencias como esas las viví desde pequeña, y como dice el jíbaro, me curaron de espanto. Nunca he tenido miedo. Al principio mis padres intentaban no enterarnos, pero por más que los padres quieran tapar el cielo con la mano, los niños se dan cuenta. Después mi padre hablaba libremente de sus experiencias como cadete de la república. El era un hombre muy valiente.

 

El valor que tiene Cosas de poetas es que en sus páginas está mi poética. En esas cartas son evidentes mis intereses, lo social, mi compromiso con los oprimidos. También hay confesiones, anécdotas de vivencias. Mi poesía también está empapada de eso; lo único que esas preocupaciones en ese libro están dichas de otra forma, están escritas en prosa.

 

Y como la mayor parte de los poetas de Puerto Rico somos pobres, yo he tenido que esperar cuatro o cinco años, entre libro y libro, para publicarlos con lo que puedo ahorrar. El primer libro que me publicó una editorial establecida fue Sueños de papel, y lo hizo la Editorial de la Universidad. Patio de fondo lo publicó el ICP, pero todos los otros los he publicado con mis ahorros.

 

*

 

El reino de los pocos

 

Yo soy de los desangrados,

traigo a un hombre de la mano,

traigo a una mujer de la mano,

un niño sobre mi corazón.

Soy de los que se rebelan,

nací en todas las casas pobres,

caminé sobre todas las carencias,

ahogada en la garra de un hambre

que no me dejó leer versos.

Me desnutrí en la Perla de la Vieja San Juan,

agonicé en el barrio de la Nueva York,

me descompuse en las Cloacas de la eterna París,

me hice mujer en Chile,

envejecí en las ruinas del Perú…

Sigo siendo de ellos

de los simples,

de los irreverentes iletrados.

Huyo en cada hombre que huye

tras un golpe brutal de la derecha,

en cada mercenario que deserta,

defiendo cada espacio, quiero consolar cada lágrima.

Porque yo soy de ellos, de los más, de los muchos

y celebro la Vida n cuando me ha angustiado

que no me consultaran para traerme al mundo,

Al reino de los pocos…

 

Cantándole a la noche misma (1978)

 

Cantándole a la noche misma es el único libro que Carmen Alicia prologa. El prólogo se titula “Acompañando a Magaly”. Yo lo escribí después que regresé de Rusia. Estuve como un mes y leí mucho a Maiakovski y a la gente de allá. Vine como saturada. En el libro no hablo para nada de Rusia. En sus páginas lo que está presente es la naturaleza de mi País. También la protesta social. Vine con unos deseos de decir las cosas. Con ganas de pararme en la esquina y decirlo todo sin ningún tapujo. Eso fue lo que me dio ese viaje. No me quería callar nada.

 

*

 

De un sólo golpe

 

Ante mi voluntad de hacerme el ciego,

el amor se cansó de ser el lázaro.

Surqué los montes con mi enorme oreja,

con mi bastón

la pena flagelaba…

Y ya no supe hacer,

de un sólo golpe

se me juntó la tierra con el agua…

 

En la pequeña antilla (1982)

 

Lo que hay es una síntesis mayor en mi libro En la pequeña antilla. En sus páginas voy como apretando más y más y más. Eso se adquiere con la práctica y el conocimiento del idioma. Con eso a mi favor pude darme el lujo de lanzar una serie de imágenes que algunos han catalogado como muy originales. Y esto es resultado de la máxima aspiración que debe tener un poeta, que es el dominio del idioma.

 

En muchos de estos poemas es evidente que estoy mirando al mundo y comentando la situación de la época. La época de Nixon, la guerra de Vietnam y después. Pude mirar la isla desde afuera porque estuve viviendo en tres estados distintos de los Estados Unidos: Washington, Massachusetts y Nueva York.

 

También En la pequeña antilla se ve que estoy hablando con voz propia porque en el poema final me atrevo a mencionar mi nombre. En ese poemario yo estaba plantando mi propia voz en la poesía.

 

*

 

El fuerte san Cristóbal

 

Hoy trabajo la vida,

la dureza vital de la palabra,

sobre muros, museos, solares empedrados,

calabozos

Por no enfrentar la entrada a la ciudad

he dado un gran rodeo.

No quise ver el barco repleto de turistas

enfilando sus coces junto al Morro.

Nombré, con la ilusión

de no añadir un solo renglón más

a este universo de modorra y humo.

 

Ya en el Fuerte

abrazaba las ventanas para después decirle

-perteneces al viento-.

Ya en el Fuerte

volví sobre mis pasos

para alcanzar la sombra de mi sombra

que bronceaba su tedio bajo el sol…

 

Nombrar (1985)

 

Con Nombrar gané el certamen Mairena en el 1982. Luego lo revisé y lo aumenté. El libro creció más. Era más pequeño cuando lo sometí a Mairena. Y cuando por fin lo pude publicar ganó el Premio Nacional de Poesía del PEN CLUB en el 1986.

En ese libro la escritora se sentó a mirar el mundo con ojos nuevos. Era como si el mundo estuviera empezando y yo, como poeta, tenía la pretensión de querer nombrar cada cosa para darle existencia. Y por eso, pues, empiezo a nombrar. Por eso se titula así. Empiezo a nombrar las cosas para apropiármelas, para hacerlas parte de mí.

 

Nombrar fue un libro muy exitoso; gustó muchísimo. Poemas de ese libro fueron publicados en diferentes países. Claro, el premio del PEN CLUB fue importante y ayudó en la difusión. En sus páginas cultivé los temas que nunca se agotan: la naturaleza y el amor están ahí. Sin embargo, iba dirigida a nombrar cada cosa como si nunca las hubiera visto. De forma consciente me planté a nombrar; quería delinear una nueva realidad.

 

Me atrevo a decir que Nombrar es el colmo de la sencillez y de la síntesis. Tenía que andar ese camino. Sentía que tenía que hacerlo. Para poder nombrar las cosas hay que hacerlo de forma sencilla, porque de no hacerlo se continuaría echando oscuridad sobre las cosas. Y lo que hay que hacer, en cambio, es aclarar. Sería como sacar la maleza hasta que encuentras la esencia y ahí está. Lo que dije en ese libro lo dije con las palabras más sencillas y de la forma más sintética que pude.

 

En Nombrar está el diario vivir. Siempre me acuerdo que un amigo que leyó ese libro me dijo: “Magaly, cada vez que voy a la Isla y veo un camión en la carretera, el camión que veo es el tuyo.” A la persona se le quedó esa forma de ver al camión como grabada.

 

Y para mí, ese es el logro de la poesía; integrar las cosas del diario vivir. Lo cotidiano: el camión, el sol, la araña… Recuerdo que Enrique Laguerre me envió una carta en la que me decía que el poema La araña era la síntesis más sintética que él había leído en su vida. Concluía don Enrique diciendo: “¡Qué gran acierto de síntesis!” Porque el poema tiene como seis o siete versos nada más, y en ellos se describe perfectamente la araña saltando y atrapando la mosca en la red para comérsela.

 

Y

 

Y cuando caminaba sola

machacando mis huesos contra mis huesos,

¿de qué tenía miedo en la Noche

sino de tu presencia?

 

Y cuando levantaba al sol en una sola flecha

con una decisión irrevocable,

con un impulso puro como el aire,

¿a quién buscaba sino a ti?

 

Y toda mi canción,

todo mi gran deseo, mi confianza,

qué eran sino la doble voluntad que sorprende

al hombre frente al vértigo.

Qué eran sino la piedra que se lanza

buscando nuevas formas de vacío

y en nombre del Amor

va intentando llegar

a las Estrellas.

 
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publicado por islanegra a las 15:49 · 1 Comentario  ·  Recomendar
 
02 de Noviembre, 2011 · General

El Vuelo del Dragón y la obra de Manuel Martínez Maldonado

 

En las letras, desde Puerto Rico

por Carlos Esteban Cana

 

Ahora que recién publico la edición de En las letras, desde Puerto Rico dedicada a Olga Nolla recuerdo que la última vez que la escuché fue en el Ateneo Puertorriqueño. En esa ocasión la poeta compartía auditorio con Angela López Borrero (a quien conocí en el grupo Puertas) y con Manuel Martínez Maldonado. Si no me equivoco, Martínez Maldonado conversó esa noche acerca de su novela Isla Verde.

 

Después supe de Manuel cuando se le nombró Presidente de la Junta de Directores del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Y con el tiempo jamás imaginé que trabajaríamos juntos en la directiva del Pen Club de Puerto Rico, una integrada por Juan Antonio Rodríguez Pagán (QEPD), Mario Antonio Rosa, Ana María Fuster, Carlos Roberto Gómez, Martínez Maldonado y este servidor. Indudablemente, con uno u otro de los miembros de esa junta, antes y después, he tenido una relación estrecha. Pero en lo que se refiere a ese año y a ese grupo rector del Pen Club, fue Martínez Maldonado quien demostró más solidaridad y respeto hacia mi persona y mis iniciativas.

Fue Manuel Martínez Maldonado el principal arquitecto de la visita de dos personalidades de la cultura contemporánea española. Hablo de Luis Antonio de Villena, poeta de referencia generacional en la Península Ibérica, y que ha marcado toda una época dentro la poesía española de las últimas décadas del siglo XX, y Francisco Brines, poeta con una vasta obra de corte ontológico que gravita en torno al misterio de la muerte. Publicado por prestigiosas editoriales como Ediciones Cátedra, Brines recientemente fue galardonado con el Premio Reina de Sofía de Poesía Iberoamericana. Los eventos que se realizaron en torno a la visita de estos escritores, eventos que se efectuaron en diferentes partes de Puerto Rico -actividades en las que participaron algunos de los poetas nacionales más importantes- fueron los acontecimientos que mejor representan esa época del Pen Club de Puerto Rico (el otro podría ser el premio por toda una obra que se le otorgó en vida a la poeta Laura Gallego). Y como dije al inicio de este párrafo, fue Manuel Martínez Maldonado el responsable principal de la visita de Villena y de Brines a suelo boricua.

 

Después de esa época Manuel Martínez Maldonado viajó a los Estados Unidos para desempeñarse en labores ejecutivas en el campo de la investigación médica en la Universidad de Louisville. Reconocimiento que se le otorga a personalidades con una brillante trayectoria. Yo desconocía que Manuel Martínez Maldonado era un prestigioso nefrólogo con valiosos descubrimientos en su especialidad y colaborador consecuente en importantes publicaciones periódicas de la medicina. Tampoco sabía que fue crítico cinematográfico aunque alguna vez, cuando yo trabajaba en el Canal 6, pude verle en el estudio televisivo cuando se grababa un episodio del programa En cinta que conducía Rubén Ríos Ávila. 

 

He recibido siempre de Martínez Maldonado una cordial y genuina solidaridad. Recuerdo que entre los pocos comentarios que merecieron las primeras ediciones de este boletín cibernético (que ya hoy se reproduce en diferentes partes del planeta) siempre destacaron las palabras amables y entusiastas de Manuel. Hoy, por todo lo anterior, y con motivo de la publicación de su nueva novela, El Vuelo del Dragón, bajo el sello de Terranova Editores, En las letras, desde  Puerto Rico conversa con el amigo y escritor Manuel Martínez Maldonado. ¡Mucha salud para ti, Manuel! Mis respetos, siempre.


CEC: ¿Por qué un poeta como Tú se lanza nuevamente a la narrativa?

 

MMM: Mis poemas han sido en su mayoría experienciales, anécdotas de mi vida disfrazadas con la ficción que se elabora para hacer literatura. Aunque sobran los antecedentes en la poesía de todos los tiempos y de muchas lenguas, el poema épico se practica poco hoy día, y las historias que quería contar en El Vuelo del Dragón no son amenas a ninguna otra forma que no sea la novela. El amor se presta mejor para un poemario como lo es Novela de Mediodía (Cultural 2003, Verbum 2004), que cuenta una historia sin que se pierda la individualidad de cada poema. Por supuesto, escribí Isla Verde o el Chevy Azul (Verbum 1998), otro libro que, como esta nueva novela, fue de larga gestación. Aquella experiencia, me preparó para escribir este libro. Mi educación como científico e investigador médico me brindó los métodos  investigativos para el estudio del trasfondo histórico y político de la época en que se desarrolla la trama de El Vuelo. También influyó, para que ahora cuente historias largas, el querer que mi poesía esté más cerca de la “poesía pura” de Juan Ramón y dejar la “protesta” (toda novela es “una protesta”) para lo novelístico.    

 

CEC: ¿Cómo contrastas el proceso de redacción de la novela con la creación de tus libros de poemas?

 

MMM: Yo escribió los esqueletos de mis poemas a mano en libretas; en las libretitas promocionales que me dan en reuniones científicas, si la discusión de las conferencias me aburre; en la página en blanco de un libro que me ha dado una idea; en servilletas; en el plano de un museo; en el programa de una obra de teatro o de un concierto o una ópera; en mi Moleskin; hoy día, a veces en mi iPhone; etc. Me aseguro de guardarlos, pero los abandono por un tiempo y regreso a ellos a ponerles sangre y músculo, y, mucho más tarde, y más importante, a ponerles piel. Me refiero a ese proceso no siempre exitoso de buscar la palabra precisa y tratar de eliminar las superfluas.

La escritura de mis novelas ha sido más premeditada. La generación de notas ha sido más formal y estructurada. He construido bosquejos de la trama, he escrito guías y descripciones de los personajes, he construido árboles genealógicos y trascendencias familiares, y eso lo he ido enmarcando en la época, en la historia, con la intención de que el lector llegue al punto que comience a cuestionarse qué es verídico y qué es ficción. Además, por el hecho de que hay un trasfondo político importante en El Vuelo del Dragón, que presenta tanto las pasiones ideológicas que permearon con su combustible la llamarada de la guerra civil española, como las que incendiaron al Puerto Rico de la época de Winship, la persecución de los nacionalistas, y la creación del Partido Popular, he tratado de permanecer lo menos abanderizado posible. He querido dejar que sean los personajes los que armonicen con sus acciones y sus pensamientos sus creencias ideológicas y que le den ellos cuerpo a la trama.

Como te imaginas, ha habido mil correcciones y revisiones; muchos amigos han hecho sugerencias, lectores profesionales (correctores de prueba) y lectores apiadados han probado el guiso y han sugerido condimentos o encontrado ratas husmeando en algunas esquinas. Es un texto extenso e intenso, y, difícil. No por el lenguaje en sí, que me parece muy asequible, sino por sus complejidades narrativas y la ambigüedad ideológica que afecta a algunos de los personajes. Ha sido un proceso arduo, pero apasionante.     

      

CEC: Para beneficio de los lectores de este boletín ¿de qué se trata El Vuelo del Dragón?

 

MMM: Tal vez sepas que el modelo de avión que llevó a Franco desde las Canarias a Marruecos para comenzar la guerra civil española se le conocía como Dragon Rapide. De ahí el título de la novela y que el avión sea un leitmotiv en ella. Dos hombres que son cuñados, uno de izquierdas otro de derecha, están involucrados en las intrigas que se han suscitado en Madrid. Uno participa en el asesinato de Calvo Sotelo, el otro –desde el clandestinaje y la quinta columna- es responsable del sabotaje del polvorín de Lista, en el que mueren numerosos inocentes. Dado por muerto en el asalto al Cuartel de la Montaña por su familia, el derechista, conocido por su alias “Banderilla”, es perseguido por la policía militar. La pesquisa la encabeza su cuñado sin saber la identidad del saboteador. Por razones imperiosas, los principales huyen a Puerto Rico donde se involucran en la política de la isla antes y durante la militarización que en ella ocurrió en los años precedentes a la segunda guerra mundial. Aquí se codean con los gobernadores Winship y Leahy; y las masacres de Río Piedras y Ponce. Las acciones de Hitler y Franco, influyen en sus acciones. Una vorágine de intrigas, espionaje y muertes los sigue por el Caribe y los lleva a Cuba y a la Francia de Vichy durante la ocupación alemana, mientras sus vidas van uniéndose cada vez más con consecuencias sorprendentes

 

CEC: ¿Cuáles son tus influencias como escritor? ¿Desde cuando comenzaste a escribir?

 

MMM: Siempre he sido un lector empedernido. Comencé a leer cuando tenía cuatro años y lo primero que recuerdo haber leído es una serie de libros de cuentos de hadas (creo que venían de España) y el Billiken (una extraordinaria revista Argentina para niños, que aún circula). Los cuentos de hadas (letra grande; oraciones simples) eran orientales, nórdicos y germanos, y estaban ilustrados. Por motivo de esas lecturas y porque en diciembre de 1941 comenzó la guerra mundial contra Alemania y los japoneses, a los cinco años escribí un cuento de cuatro o cinco oraciones (que desafortunadamente se me ha perdido en una de mis mudanzas) sobre un vecino de Yauco en su primera misión como piloto. Era muy escueto y decía (según recuerdo) exactamente lo que había sucedido. Algo así como: Fulano, que vive a tantas casas de la mía y es el hermano de mi amiguita fulana, se fue de piloto, y los alemanes (pueden haber sido los japoneses, ya no recuerdo) tumbaron su P-39 (me aprendí los modelos de los aviones de la guerra y los podía dibujar; hoy recuerdo sólo algunos) y murió. Recuerdo que a sister María Caridad, mi maestra de primer grado, le pareció muy lúgubre.

Pero pasaron muchos años antes de que volviera a escribir algo que no fuera para la escuela. Leía las asignaciones y aprendía poemas de memoria (Rubén Darío, Llorens, Espronceda, Núñez de Arce) y cuando llegué a sexto grado descubrí las Leyendas de Coll y Toste y otras cosas que me daban a leer mi madre y mi abuela. Pero mi primera influencia, algo que hizo decirme “voy a escribir algo así” fue la Llamarada. Ya estaba en octavo grado y leía una lista ecléctica de material variado: La Sombra, Doc Savage, Perry Mason, Ellery Queen, Agatha Christie, comics, novelas “pornográficas”, que eran traídas de contrabando al vecindario por los chicos mayores de diecisiete, tales como La Piel de Curzio Malaparte y La Coquito de Joaquín Belda. Éstas las leía de prisa para llegar rápido a los pasajes salaces. Pero no tardó mucho para que cayeran en mis manos Azorín, Pérez Galdós, Hemingway, Fitzgerald, John O’Hara, que considero uno de los grandes cuentistas del pasado siglo, y, especialmente, J.D. Salinger, que me condujo a comenzar a escribir Isla Verde  (El Chevy Azul), que al principio se llamaba Anoche en San Juan, en 1961, y cuya influencia asoma en el libro de cuando en cuando. Cada uno de estos autores influyó en mí de forma distinta: Azorín por la belleza de sus descripciones, Galdós porque fue mi primer encuentro con la mezcla de historia y ficción en la literatura (no leí hasta después a Walter Scott y a Dumas), Hemingway por su precisión y la ausencia de sentimentalismo en su escritura; Fitzgerald por su estilo y su prosa conmovedora; y Salinger por su comicidad tan triste y real, y su conocimiento de las perturbaciones emocionales de un adolescente. Después, Cervantes, quien me alegro haber leído después de haber cumplido los treinta, Borges, Graham Green, Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes, DeLillo, William Kennedy, y, recientemente, Aira, Piglia y Bolaño.             


CEC: ¿Por qué escribir? ¿Tienes alguna poética?
¿Un ars poético?

 

MMM: No creo en tendencias del momento ni en “movimientos”. Creo en el deber del artista con su entorno y la sociedad, pero también creo que, a menos que no tenga grandes talentos y sea muy valiente, se debe de concentrar en expresar sus ideas a través de su arte. Mi “ars poética”, si así se puede llamar, es que puedo ser tierno o devastador, y que digo lo que tengo que decir y no me amedrento ante la opinión de muchos o de pocos. He decidido que escribir es una catarsis emocionante y cautivante. Entiende, por favor, que hago estos comentarios desde la perspectiva de un novelista que comienza su carrera, que es cómo me veo. Pero escribir es lo que haré ahora hasta que me muera.

 

CEC: Manuel, tú eres un escritor que se ha codeado con diversos escritores, algunos de la talla de Francisco Brines y Luis Antonio de Villena, quienes visitaron el País gracias a ti… Puedes hablarnos de eso…

 

MMM: Mis viajes como conferencista médico y presentador de mis investigaciones me han traído en contacto con mucha gente en muchos sitios. Pero le debo parte de mis amistades literarias a mi buen amigo Carlos Prieto (hay varios Carlos Prieto, todos familia y famosos, que incluyen un chelista, y un director de orquesta, que estuvo aquí en el Festival Casals, de 2006, si recuerdo bien) un nefrólogo español dedicado a los trasplantes renales, que no sólo es un gran aficionado a la música clásica (como sus primos), sino que es primo carnal de Carlos Bousoño. Con Prieto y su mujer fuimos mi mujer y yo a conocer a Vicente Aleixandre, en Madrid. Allí estaba Bousoño que durante treinta o más años visitó al Nobel casi todos los días. Don Vicente, que hacía poco había recibido el Nobel, fue un anfitrión generoso y de una dulzura indescriptible. Ambos leyeron mis poemas y me alentaron a que publicara; muchos están en La Voz Sostenida 1984. Don Vincente me regaló unos libros autografiados que siempre me acompañan. Mi amistad con Juan Ramón Jiménez fue motivo de conversación porque éste me había sugerido que me fuera a estudiar literatura a Madrid y que me daría una carta de presentación para Aleixandre. ¿Qué hubiera sucedido de haber pasado eso? Nunca se sabrá y, en realidad, nunca lo consideré.

 

De todos modos, la próxima vez que fui a Madrid Carlos Prieto me dijo que estábamos invitados a comer (almorzar) a casa de Bousoño, en las afueras de Madrid, y allí conocí a Paco Brines y a Luis Antonio de Villena. Nos hicimos amigos rápidamente y he seguido viéndolos cuando vistamos Madrid. En otra tarde memorable en casa de Bousoño, también conocimos al gran Claudio Rodríguez, un hombre de una sencillez asombrosa y un poeta del parnaso de la poesía moderna en español. Bousoño, Brines y de Villena vinieron a Puerto Rico dos veces, incluyendo, en el caso de los dos últimos, la vez que mencionas. El estupendo poeta Ángel González había sido compañero de escuela (en el mismo grado, según recuerdo) de Bousoño, y con esa introducción me carteé con González, a quien invité a San Juan y pasamos una semana deliciosa leyendo poesía y tomando Don Q y Barrilito. De paso, Bousoño, González y Rodríguez, han sido galardonados con el Asturias de Letras.  

 

Gracias a mi especialidad, también conocí a Jorge Guillen, quien al final de su vida sufría del riñón, pues fui a verlo con su nefrólogo (amigo mío) en su casa en Málaga. También he conocido a Antonio Colinas en Salamanca y, poco, a Luis García Montero, en Madrid.

 

Lo más importante de esas relaciones ha sido que todos (excepto García Montero; no tenía ningún poema conmigo en lo que fue un encuentro fortuito) leyeron mis poemas con entusiasmo. Me hicieron algunas críticas, pero también hicieron elogios de mi poesía. Los poetas tienen pocos lectores. Saber que uno cuenta entre ellos a poetas como estos es un gran premio para un chico de Yauco, Puerto Rico, que envejece.


CEC: ¿Tienes algún ritual en particular a la hora de acercarte a la página en blanco?

 

MMM: Trato de escribir todos los días, aunque sea una oración. Si no me sale lo que de primera intención era mi meta, me mudo de la novela a un poema, o viceversa. O me voy a algo ya escrito, y lo corrijo.

 

CEC: ¿Qué libros son importantes en tu biblioteca?

 

MMM: Tengo los libros dedicados por excelentes escritores que he conocido personalmente sobre mi escritorio. Además, vuelvo a ellos constantemente, particularmente en el caso de la poesía. No pasan muchos días en que no lea por lo menos una línea de Juan Ramón. Claro, están mis diccionarios y las gramáticas, que me desesperan.  


CEC: ¿Te ocupa en estos momentos alguna nueva creación?

 

MMM: Tengo 73 años y soy paciente de cáncer: voy de prisa, pero con cautela. Me retiré hace año y medio y completé otra novela y he escrito otras dos, además de El Vuelo. Sólo te quiero dar noticias sobre una de ellas que me ha tomado más de 15 años escribir y que trata del caso infame del Dr. Cornelius Rhoads, médico que declaró haber asesinado 8 pacientes y de haberles inyectado células cancerosas a otros 8 pacientes, cuando practicó en el hospital Presbiterano del Condado en 1931. Estoy en proceso de revisarla y trataré de publicarla lo antes posible. Trataré de que no compita con El Vuelo. Por ahora lleva el título La Muerte se Viste de Blanco y es un “thriller” que también incursiona en el tema del mal uso de sujetos humanos para la experimentación médica. También necesitó una gran investigación histórica y la dedicación de muchas, muchas horas de lectura y estudio. Pienso que junto al Chevy Azul, El Vuelo y La Muerte, forman una especie de trilogía puertorriqueña que cubre desde los años 30 hasta los 60. Las otras dos novelas, que están básicamente terminadas, son de mi total invención. Ya hablaremos de ellas a su debido tiempo.

  

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31 de Octubre, 2011 · General

En las letras, desde Puerto Rico:

                                                 Por la ruta creativa de Madeline Millán

 

por Carlos Esteban Cana

 

 

Hay momentos singulares en tu vida que la memoria registra de manera permanente entre las neuronas… y en aquella época sobrevivías como cartero por las calles de Santurce durante aquella semana de bipolaridad climática con vientos traviesos, nubarrones oscuros cargados de lluvia y el incisivo calor inmediato del sol. Había que sobrevivir a toda costa pero era complejo terminar el turno para redactar páginas interminables de tesis y estudiar trasnochada para el examen de grado, con la inminente presencia de síntomas agudos de una pulmonía que transparentaba en lágrimas todo tu dolor acumulado…

 

Yo he tenido periodos que aunque hubiera querido escribir no podía, te repites… Algunos escritores tienen que ganarse el pan duramente, continúas… Escribir es siempre una lucha contra todo. Todo sirve, rezas como mantra… Haber trabajado en el correo, los chistes que hacía mi familia. Todo está integrado, porque no hay vivencias más importantes que otras.

 

Quien va en contra de su propia naturaleza impone cargas intolerables al cuerpo, que espera pacientemente su momento para pasar factura y fractura del proceso. Recordar que una vez transitaste la muerte en vida, que fuiste zombi y te sentías drogada permanentemente porque intentaste dejar de escribir, te despierta del letargo. Amputada como estabas por el tren desbocado de la existencia. Cargada y cansada de interminables deberes, casi llegas a la locura. Pero detuviste aquel asesinato del alma a tiempo y aunque el dolor era inmenso lograste, lentamente, iniciar movimientos en los dedos…

***

Conocí a Madeline Millán en la azotea de un edificio de El Viejo San Juan. Ya había presentado su libro De toros y estrellas, publicado bajo el sello Terranova Editores, en la librería Borders, y era precisamente ese libro lo que me había llevado hacia ella. Con un techo tachonado de estrellas, cerca del mismo lugar donde Pedro Salinas contempló su contemplado, que por nosotros tener la noche encima no podíamos contemplar, Madeline y yo comenzamos a conversar por primera vez.

 

MM: “De toros y estrellas tiene partes de un libro que yo escribí, que se llamaba originalmente Nanas por la ciudad letrada. Sucede que mi hija nació en Alphabeth City, en Manhattan, que es un barrio muy bohemio, muy boricua, porque todavía hay casitas de madera y en el verano se juega dominó. Y Paola nació en la Avenida B, y yo escribí unos poemas desde un punto de vista de la maternidad no tradicional. Otro libro que está entre los poemas incluidos en De toros y estrellas es Ciudades con puertos, que recoge una época de mi vida en relación a Chile. Yo iba los veranos a Chile porque aunque estaba haciendo investigación en Argentina mi ex era de Chile. Entonces me mantuve mucho por Valparaíso, amé mucho Valparaíso porque tiene unos cementerios divinos. Yo me la pasaba paseando por los cementerios. Ciudades sin puertos lo escribí entre finales de los 80’s y principios de los 90’s. Y de esa experiencia nace también un cuento titulado El día que me quieras. Volviendo a la antología, porque De toros y estrellas es una colección de cuatro o cinco libros muy diferentes, y quizás no se nota esa diferencia entre ellos porque tuve cuidado en confeccionar la selección, aspirando a que funcionara como una unidad. Hay poemas de un libro que se llama La maestra de York que surge cuando sucede lo del 11 de septiembre y enfrenté un periodo de desgarramiento personal en el que mi deseo de mantener control provocó que me encerrara. En ese tiempo lo que quería encontrar eran mis emociones y, sin embargo, lo que  salió fue una serie de poemas fríos porque estaba como amputada, ¿entiendes? Después de todo ese proceso fue que me di cuenta de la magnitud del desgarramiento. Y también hay poemas del primer libro que publiqué que se llama Para no morir por segunda vez. Ese título sale del Libro tibetano de los muertos, porque la idea principal que ocupa las páginas es que uno tiene que entrenarse con los ojos cerrados, en la oscuridad, para poder transitar el camino de la muerte. Ese libro, que salió en los 90’s, lo reseñó Belia Segarra en su momento. De ese libro son los poemas Largo metraje y Michael Jackson.”

 

“Cuando fui a presentar De toros y estrellas en Borders juraba que el evento iba a estar vacío. Yo iba preparada para leer para dos o tres gatos, y esa noche me llevé la sorpresa que asistió gente con la que tuve afectos y contacto hacía 20 años. Me asombró ver que Mario Cancel, a quien yo no conocía, tenía un trabajo escrito como de 8 ó 10 páginas acerca del libro. Entre las sorpresas que esa noche me dio estuvo la de encontrarme a Luis López Nieves, porque  curiosamente yo me acuerdo que cuando conocí a Luis él decía que detestaba la poesía. Y yo le dediqué el libro haciendo referencia a eso, ¿pero tú no me decías que odiabas la poesía? Y fue con su esposa muy solidario a felicitarme. Y aquello estaba lleno. La gente me demostró que este país, dentro de todas las cosas que podamos encontrar, es un país que todavía lee, porque de las personas que estaban habían algunos que se encontraban allí porque leyeron el libro, no porque me conocieran. Ese libro se abrió camino a sí mismo, como lectura, sin conexiones. Recuerdo que estuvo también Yolanda Arroyo. Ella fue allí, me tomaba fotos, estaba bien llena de alegría, pero yo no sabía quién era Yolanda Arroyo. Yo sé que ella me dio un abrazo y me felicitó. Debo mencionar que también fue Etnairis Rivera, a quien en ese momento no conocía. Momento que sirvió para que me invitara a leer en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe junto a ella, que era de la generación del 70 y con una muchacha joven de la generación del 90 llamada Kattia Chico. Fue la primera invitación de peso que recibí para participar con escritores de aquí.”

 

Madeline también me habla de que tuvo que subvencionar ese libro. Que le salió en un billetal, eco de palabras que me remiten a una conversación que tuve con Magaly Quiñones, nuestra Poeta Nacional, en la que me decía que de sus 10 libros publicados en aquel momento, ocho los había pagado ella de propio su bolsillo. Madeline no estaba sola en esa situación, muchos escritores son inquebrantables en cuanto a la fe que tienen a su vocación y obra. Madeline finalizó el párrafo anterior haciendo alusión a esa primera invitación de peso. Sin embargo, silenciosamente, difiero de ella. Ella olvida, momentáneamente, que fue una de las participantes del V Encuentro Internacional de Escritoras que se dio en San Juan, organizado por Mairym Cruz Bernal en el 2003, evento que abrió puertas a otras oportunidades. Pero en el curso de otra de nuestras conversaciones recuerda.

 

MM: “El primer libro Para no morir por segunda vez se presentó aquí en El Encuentro de Mujeres Escritoras que organizó Mairym en El Viejo San Juan. Para la ocasión Belia Segarra escribió una reseña impresionante, y mi libro se da a conocer gracias al tiempo que Belia me dedicó. Y ese evento fue importante porque me volví a encontrar con una serie de mujeres poetas que nos habíamos conocido en los 80’s, como Maribel Sánchez, la propia Belia Segarra, y de ahí fue que salió Poetas sin tregua: compilación de poetas puertorriqueñas de la generación del 80. Tengo que reconocer que esa antología tiene un pequeño desperfecto y es que el libro no tiene número de serie. Faltaría sacar una nueva edición subsanando eso porque es importante el número de serie para la circulación adecuada del mismo. Además Maribel tiene la inquietud de continuar el proyecto porque siempre pregunta acerca de la cantidad de escritoras de la generación del 80 que están regadas por el mundo. Sin lugar a dudas esa antología necesita tener continuidad.”

 

Le digo a Madeline que me hable de gente importante en su trayectoria. Y sin pensarlo menciona el nombre de una escritora que dirigió el Pen Club de Puerto Rico durante los años de 1989 a 1991. Poeta y narradora que reside parte del año en Puerto Rico, parte del año en Nueva York.

 

MM: “Hay otra persona importante que me ha acompañado casi 30 años de mi vida que es María Arrillaga. Ella hizo un taller en los 80’s y luego me la encuentro cuando yo estaba embarazada en una de las calles de Manhattan. Ella me invitó al Pen Club de Nueva York, allá estaba Carmen Valle, Anita Vélez Mitchell, una señora que fue bailarina y que escribe en ambos idiomas. Es curioso porque a veces éramos la única presencia hispana en el Pen de  Nueva York. Y pues María también me metió en ese mundo. En Puerto Rico ella había sido mi profesora de taller en 1981, taller del cual salió una antología. Para ese tiempo ella era profesora de la universidad. En esa antología está Daniel Torres y Edgardo Nieves Mieles. Se sabe que existe y hay que mencionarla como trabajo de reseña histórica.”

 

“Estaba hablando con Vanessa Droz, que en los actos de generosidad más grande que yo he visto en mi vida no ha habido un solo hombre, con muy pocas excepciones y entre ellas tengo que mencionar a Ángel Matos. Ángel Matos fue la persona que durante los 90’s, después que naciera mi hija en el 95, dedicó unas líneas a mi obra en un artículo. En cierta forma yo había sentido, por otro lado, que la generación del 80 me había borrado del mapa. Aún cuando muchos de sus integrantes estudiaron en Stony Brook University, donde yo hacía el doctorado. Incluso, allí hubo publicaciones en las que publiqué con ellos. Había publicado también en Puerto Rico con ellos. Por lo que no me explicaba tanta amnesia. Por eso tengo que señalar que la generosidad siempre me la he encontrado de parte de mujeres, y de hombres muy afeminados en su forma de amar y de querer y de ver el mundo. Ángel Matos me abrió las puertas y me invitó a leer. Me buscó a mi casa y con él caminé y leí en diferentes lugares. Cuando nadie me conocía la generosidad de Ángel me abrió puertas.”

 

“Quisiera recordar quien me dijo que tenía mucha fe en la gente joven que se fue desarrollado durante los 90’s, me dijo que sentía que a diferencia de las antiguas generaciones literarias en Puerto Rico, que se caracterizaban por ser una claque cerrada, elitista, incluso mezquina en cuanto a ciertas dinámicas de exclusión, ésta, por el contrario, no parece padecer del síndrome de mi generación ni de las anteriores. O sea la generación que vino después de mí, a la que pertenece Ángel Matos, Kattia Chico y otra gente se ha caracterizado por ser más generosa, más libre y más abiertas. No estoy diciendo que no tienen defecto de otro tipo, pero sí que se han caracterizado por romper una tradición de falta de generosidad cuando por ejemplo leen la obra de otros y comentan cualquier aspecto de tu trabajo, aunque el comentario se trate de una sugerencia crítica. Tuvimos que esperar casi medio siglo, medio siglo en el que apenas hubo apertura, para que llegara gente así de linda. Es como el open mic que se da en el Puertorrican Poets Café. Es una forma de democratización que rescata posibilidades y aperturas que antes no existían.”

 

En otra de las ocasiones que converso con Madeline, reincidimos en el Viejo San Juan, pero esta vez estamos sentados en una zona aledaña y amurallada al Fuerte San Cristóbal. A nuestra derecha hay una especie de sesión fotográfica con una pareja de recién casados. Al fondo está La Perla, el cementerio Santa María Magdalena Pazzis y El Morro. La noche anterior había saludado a Madeline durante la entrega de premios del Pen Club de Puerto Rico. Ella viajó desde Nueva York para recibir el Premio Nacional de Poesía por su libro Leche. Sí, se trataba del mismo libro que había mencionado anteriormente y del cual había extraído algunas piezas para incluirlas en De toros y estrellas. Mientras agradecía el premio ella lucía satisfecha pero, a la vez, algo cansada. Creo que había llegado al evento directamente del aeropuerto, si no me equivoco.  Y venía con muchos planes de los que me quería hablar, pero en esa tarde siguiente, en cambio, me concentré en formularle preguntas acerca del libro premiado, Leche.

 

MM: “Fue un libro que empecé a escribir cuando estaba embarazada, en 1994. Imagínate la emoción ahora que mi hija tiene 15 años. Leche es como una re-escritura de los significados que otorga una nueva vida, escribí algo que hacía referencia al proceso de maternidad, con cierta poesía mística y una visión de eroticidad. Y mandé ese libro a muchas editoriales de Latinoamérica. La negativa que dio la única editorial que contestó hizo que cambiara el título. Porque sentí que la mayoría de los hombres que dirigen esas casas editoriales vieron la palabra “nanas” y se espantaron, recuerda que el título original era Nanas por la ciudad letrada. Estoy segura que no se dignaron tan siquiera a abrirlo porque el título decía “nanas”. Y decir, además, Alphabet City en inglés, que era el lugar real al que yo me refería, ya por traer una frase al inglés en el mundo hispanófilo, que padece de fobias con cualquier combinación bilingüe, es riesgoso. Entonces me planteé los peligros de una escritura de mujeres sobre mujeres, y acerca de discursos que tienen que ver con la maternidad. Y siendo la poesía el patito feo de la literatura, y cuando es además escrito por mujeres (por lo que comentaba de la visión masculina de los editores) aquello se convierte en un embudo dentro de otro embudo y si finalmente digo “nanas”, me pregunté ¿qué posibilidades tiene este libro? Entonces consideré más seriamente ciertos tipos de estrategias para la escritura. Y lo que se me ocurrió fue ponerle como título la palabra Leche, que causaba en el lector toda esa ambigüedad, por que de antemano no podían saber de qué leche se hablaba en el libro y de esa manera, por lo menos, tenían que abrirlo. Y es hasta gracioso porque hasta el día de hoy me preguntan: “¿Y qué usted quiere decir con eso?” “¿Y de qué se trata su libro?”, y yo digo: “Pues, de leches”. Por eso este libro se llama Leche, y en sus páginas hay poemas que yo amo y que están dedicados a mi hija. Leche lo patrocinó un mecenas a cambio de que hiciera una traducción para la Colección Bilingüa en Argentina. Esperemos que cuando yo le diga al editor de Leche que el libro fue galardonado con un Premio Nacional del Pen Club se compadezca en contestar correos.”

 

Y añadió acerca de la dinámica de los editores. Con cierto coraje contenido en su expresión, tono que comprendo pues con los años he aprendido que cada uno de los integrantes de la industria del libro, comenzando por los propios escritores y pasando por editores, libreros distribuidores y los que se desempeñan como agentes literarios, todos y cada uno de ellos tienen sus vicios y malas mañas.

 

MM: “Es difícil bregar con el mundo de los editores, con el mundo de la invisibilidad, porque da la impresión que hay tanto chauvinismo y tantas conquistas, tantos molinos de vientos que son gigantes, que uno no sabe ni de que están hecho. Pero están ahí y no se tiene nada, nada garantizado con un libro publicado. Es un acto de fe. Es bien difícil bregar con editores porque aunque ellos te publiquen es raro que asuman una responsabilidad real contigo. No pasa eso. Es como que ellos cumplieron sacando el libro y tú te encargas y defiendes como puedas.”

 

En la selección que suelo realizar al final de cada año, acerca de mis recomendaciones sobre aquellos libros producidos por escritores boricuas, que cumplen criterios de excelencia y creatividad en sus propuestas, incluí a Noches de Cornelia en la categoría de antologías publicadas. Madeline me habló con lujo de detalles acerca de esta experiencia como editora de una antología bilingüe.

 

MM: “Un día una de mis estudiantes, periodista como tú, que es además escritora, me llama y me dice que conoce al poeta Ángelo Verga, curador de lecturas en el Cornelia Street Café, que estaba interesado en hacer algo con grupos alternativos para la población de ese café tan maravilloso, tan bohemio, que tiene una tradición de casi 30 años de eventos en los que siempre han participado músicos y poetas. Es un sótano de un restaurante, iluminado un poquito, algo oscuro, con velas, vinitos, muy íntimo. No es el mainstream, se mantiene como un ambiente muy mágico, con poesía y después música. Entonces esta estudiante me contactó con Verga que me habló de su propuesta y dije que sí, que me interesaba. Ángelo me había dado el visto bueno para salirme del formato original y de esta manera pude traer poetas de variadas nacionalidades y lenguas. Cornelia Street Café se llenó de tantos poetas maravillosos que comenzaron a pasar por ahí. Han estado Etnairis Rivera, Daniel Tevini, Mairym Cruz Bernal, ha estado Emile Struchki, han estado tantos poetas importantes. Y después trabajé en esa edición bilingüe que incluyó algunos de los poetas que participaron en Noches de Cornelia. El trabajo fue de meses, 8 horas cada día, trabajando con una meticulosidad, codo a codo. Debo reconocer algo del editor, estuvimos mandándonos correos electrónicos durante meses, trabajando a capacidad completa, y él no me protestaba por las correcciones. Y todos los días había correcciones y correcciones, porque eso no saldría hasta que no estuviera al nivel que yo quería. Todo estaba claro: él no sacaría el libro hasta que yo le dijera que estaba listo para imprimirse, y él no nunca me protestó. Quizás debía protestar allá y a lo mejor me quería comer viva pero nunca me dijo ‘ya está bueno’, y reconozco que mis estándares eran altos porque el trabajo de hacer una edición bilingüe es un trabajo brutal. Errores como que de repente se corrió el título a una página que no era. Errores como que se cortó un verso donde no era. Yo le mandaba el texto al poeta para que hiciera una revisión nueva y siempre salían defectos y defectos y defectos. Que el título no debía ir de esta forma. Y lo entiendo porque todo poeta hace una arquitectura de un poema y cuando se edita en libros que son de cierta anchura limitada hay problemas. Si la línea es larga o lo que sea, todo eso se trabajaba hasta que cada uno de ellos me dijeron: OK, OK. Esperar el OK y corregir todos los defectos que ellos empezaban a ver, incluso cuando alguna poeta quiso hacer cambios de contenido, yo no lo protesté ni el editor me protestó a mí. Hasta ese tipo de cosas pudimos hacer. Yo puse el dinero para que la edición de Noches de Cornelia fuera posible.”

 

Para realizar este boletín dedicado a Madeline Millán repasé toda la obra que tenía disponible en mi biblioteca bajo su nombre. Por eso quiero incluir una muestra antológica en una edición futura de este boletín. Y su libro 365 esquinas tiene la liviandad y complejidad suficiente, totalmente adecuada para mi gusto. Con cierto aire de nostalgia en las primeras páginas y una poética silenciosa y sutil que va develando su perfil mediante una prosa repleta en intertextualidades, 365 esquinas no cansa, no agota, es preciso, es raro. Es un libro del cual apenas se comentó algo, pero es un libro que hay que leer. Escuchemos lo que la propia Madeline tiene que decir acerca del más reciente título que le publicó Terranova Editores.

 

MM: “El libro se llama 365 esquinas. Mezcla poesía con narración. Como dice Elidio, algunos relatos son poemas y algunos poemas son como relatos. Es un libro muy híbrido. Y nace porque Mairym me dijo una vez, estando en mi casa en Nueva York: “Madeline, tienes que empezar a contar todas esas cosas que me cuentas acerca de tu vida.” Y gracias a que ella me animó dije: “Coño, voy a empezar.” Precisamente uno de los primeros relatos es con la palabra coño, acerca de un accidente que tuve con una carretilla, y en el que me sacaron todos los dientes de leche y me partí la lengua. En esa época yo tenía cuatro años y no hablaba. Yo me crié con mi abuela y mi abuela decía que yo no decía nada. Y la primera palabra que dije fue coño.”

“Entonces lo que me ha gustado, que le comentaba hoy a Vanessa (Droz), es que para sorpresa mía, puedo recordar mi vida cuando era pequeña sin llorar, porque fue una vida que no fue un jardín de rosas. Sin embargo estoy feliz porque puedo recordar y me puedo reír, o lo transformo en un acto de risa o de sonrisa. Y digo: ‘Que chévere, como me estoy sintiendo.’ Lo he transformado todo casi como lo hizo Edith Piaf. No me arrepiento de nada y, de alguna forma, estoy contenta. Sale algún tipo de alegría. Hay algo que aun siendo triste, de alguna forma, en el texto tiene una sonrisa. Y estoy escribiendo así. No te puedo decir que todos los textos van en esa dirección, pero me estaba riendo cuando los hacía y entre los recuerdos estaba saliendo mucho humor.”

 

“Este libro tiene un relato que yo adoro que es el de 365 puestas de sol, un relato que termina como una película y tiene al final la palabra ‘fin’, y todo lo que oímos y vemos del cuento termina en que es una película. Incluso los personajes se mandan a callar unos a otros al final: ‘Pero oye, no me has dejado ver la película.’ ‘No te has callado en toda la historia.’ ‘Ah, pero ya pronto se está acabando.’ Y al final todo el mundo recoge las sillas como cuando se veía el cine al aire libre, y se acaba la película porque llega la puesta del sol 365, 365 puestas del sol que es lo mismo que una salida del sol. Todo el mundo está confundido. Nadie sabe cuando sale o se pone el sol. Y de ahí sale. Yo siento que 365 esquinas no es un libro amargo. Me río, lloro, se mezclan todos los sentimientos. Todas las máscaras se mezclan.”

 

“Presenté 365 esquinas en España. Ese fue el libro que presenté en Huelva, y en facebook aparece cuando estoy con Uberto Stabile durante la presentación oficial. Leí algunas de las piezas a niños de escuela superior, y pasó algo bien cómico porque antes de contar el cuento les digo: ‘Yo quiero que ustedes juzguen si es ficción o es realidad.’  Hago el cuento y al final pregunto. Ellos me dicen ficción. No, les contesto, fue realidad. Y ahí todo el mundo muerto de la risa porque es la historia de una niña que come hormigas y ellos no se lo pueden creer.”

 

Ese aroma a nostalgia que destila algunas de las 365 esquinas, sublima la tristeza con el lúdico juego de memoria y, contrario a lo esperado, una sonrisa acude a los labios… La conjura del arte con la belleza hace alquimia. Por eso también la liviandad del texto. La sonrisa por la lágrima. La escritora recuerda su infancia…

 

MM: “Yo no conocí a mi papá. Mi madre tampoco conoció a su papá, ni mi abuela tampoco. Tres generaciones, un estilo de vida en el Caribe, donde es tan natural que las mujeres cojan a un hombre y después a otro. A mí nunca me hizo falta un papá, no me hizo falta pero después me doy cuenta que me faltan referencias para poder codificar la intríngulis mental y psicológica de los hombres. Yo no tenía referencias porque no tuve abuelo, no tuve tíos, no tuve primos. Y no tener esas referencias me puso en una situación de desventaja para jugar un juego de seducción, digamos. Porque crecí en una familia en la que éramos nosotras las que mandábamos, nosotras, todas mujeres, las que decidíamos. Y por eso me sentía que yo estaba más perdida que un juey bizco. No sabía como eran las dinámicas de dar y tomar, de tomar y dar…” 

 

En el 2010, yo mismo fui partícipe del evento que Madeline Millán coordinó en diferentes partes de Puerto Rico, que intentaba llevar literatura y creación a niños de escasos recursos. En Piñones impartí un mini taller de cuento e imagen a los niños del sector, y la pasé de maravilla. Entre la risa y el interés general de los pequeños participantes y sus familias, fui asistido en algún momento por la propia Madeline y el amigo Alejandro Román. Sé que otros escritores como el poeta John Torres y la narradora Yolanda Arroyo se sumaron al proyecto y ofrecieron de forma entusiasta y desprendida sus talleres en otros lugares. Eventos como este han tenido dignos precedentes con los esfuerzos de Awilda Castro durante la pasada década y los eventos en torno al Festival Internacional de Poesía, teniendo como organizadores a Vicente Rodríguez Nietzche y los escritores vinculados con el grupo Guajana. Esfuerzos que son genuinos y no pretenden lucrarse, a diferencia de ciertas excepciones que siempre circulan por ahí. Y aunque no hemos hablado de los libros inéditos de Madeline quiero dejar esta exploración por su ruta creativa en suspenso. No deseo agotar los temas, porque Madeline Millán es una de las pocas creadoras que conozco que en cada propuesta se renueva y no se repite. Por eso, y por ahora, prefiero dejar abierta la posibilidad de otras conversaciones acerca de su obra y quedarme con los ecos de las palabras que cristalizaban sus motivos para iniciar aquel proyecto en el que participé…

 

MM: “Quiero venir a mi barrio a trabajar, sola o acompañada. Por lo menos a mi barrio y a la Cacique Agüeybana que fue donde estudié. Recuerdo que la misma matrícula de estudiantes decidimos el nombre de esa escuela. Mi clase fue la primera clase graduanda de una escuela que no tenía biblioteca. Y yo quiero volver allí porque la Cacique Agüeybana es la escuela típica de un barrio como los que hay en muchos lugares de Puerto Rico. Quiero volver para dejar algo al lugar de donde yo salí.”
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17 de Octubre, 2011 · General

Olga Nolla en sus propias palabras

 

En las letras, desde Puerto Rico: (Serie En sus propias palabras)

 

por Carlos Esteban Cana

 

El 30 de julio de 2001, Olga Nolla se despedía de este plano, dejando una obra valiosa y variada en diferentes géneros literarios. Tanto en la poesía, como en la novela, así como en el cuento, Nolla fue premiada con diversos galardones nacionales. Fundadora con su prima, la escritora Rosario Ferré, de la emblemática revista de la década del 70, Zona de carga y descarga, esta poeta también se desempeñó como directora de la revista Cupey. Ganadora del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en el año 2000 y transcurridos diez años desde su partida su nombre no ha caído en el olvido.

 

Hace unos años la Universidad Metropolitana abrió una sala dedicada a su obra, donde está disponible lo que fue su biblioteca personal, además de otra memorabilia vinculada a su carrera literaria. Por otro lado, el periódico El Nuevo Día le rindió tributo al designar su certamen anual de poesía con su nombre, durante su primera temporada.

 

Yo la conocí en los linderos universitarios donde había enseñado humanidades. Con su sonrisa a flor de piel, conversamos esa primera ocasión acerca de las revistas literarias en Puerto Rico. En otra oportunidad pude formularle preguntas sobre el género cuentístico y su libro Porque nos queremos tanto. En otros eventos la escuché disertando en conferencias y seminarios.

 

Con el paso de los años la obra de Olga Nolla no envejece, no se agota. Por lo anterior y a una década de su muerte En las letras, desde Puerto Rico quiere rendir un sencillo homenaje a esta inolvidable autora. En esta edición llevamos a la mesa del lector reflexiones de la propia Olga Nolla acerca de su obra poética y del género novelístico que tanto disfrutó cultivar en las postrimerías de su vida.

 

Olga Nolla: En sus propias palabras

 

Para empezar yo no quería escribir. Nunca pensé en escribir. Tenía rabia, horror, tener que escribir. Escribir para mí era horrible y lo pensaba porque mi madre era escritora y yo quería, ante todo, no ser igual que ella. No quería ser como mi madre, más nunca. Si mi madre era un ama de casa, era una mujer de su casa. ¡Era religiosa! qué espanto total. Entonces yo no quería ser escritora, y traté y estudié química, quería ser científica. Luego me casé, traté de ser ama de casa: un fracaso total. Pero sí, tuve dos hijos. Algo logré. Finalmente, no fue porque lo buscara ni tratara ni nada, me puse a escribir, no me quedó otro remedio, y lo que escribí fue poesía. Escribí poesía cuando estaba la generación del 70. Y de alguna manera, es extraño porque quienes escribían poesía en esa generación eran mujeres. Rosario escribía poesía muy diferente a la mía, quien más… Edwin Reyes, que en paz descanse, escribía poesía muy buena. Angelamaría Dávila escribía poesía, me gustaba mucho pero era muy diferente. Y yo en ese momento escribía este tipo de poesía:

 

Manifiesto

 

Me encanta ser mujer

Tener cuarenta años

Ser dueña de mi vida

Enamorarme de los hombres

Olvidarme fácilmente de los hombres

Escribir mis poemas

Cocinar platos aromáticos

Elucubrar comidas criollas exquisitas

Hablar de comida con mis hombres

Vestirme sensualmente con encajes y sedas

Desvestirme sensualmente

Usar zapatos rojos

Llevar el pelo larguísimos

Pintarme las uñas de los pies

Soñar con las novelas que pienso escribir

Ver películas hechas por mujeres

Oír la lluvia azotar el aire

Oír los truenos

Desatar los truenos

Correr las olas con el auto en llamas

Y darte la manzana, Adán;

cómela, cómela

 

Manifiesto es uno de esos primeros poemas que escribía. Cuando yo escribo poesía, es, ante todo, no para desahogarme sino porque tengo algo que decir. Y lo primero que yo quería decir era que las mujeres teníamos que dejar de quejarnos, eso lo dije en un principio y sigo diciéndolo. Por eso mis poemas nunca lloran. Nunca lloran. Me acaba de dejar el último novio ¡qué horror! Tengo que llorar muchísimo pero no voy a escribir eso en un poema. ¡No señor! Porque entonces me estoy desahogando y esa nunca ha sido mi intención. Yo no escribo poesía para desahogarme, escribo poesía para decir otra cosa y para dar una nota, un tono desafiante, ¿verdad?; para comunicar eso, para ponerlo en un lenguaje de comunicación entre los hombres y las mujeres. Escribo poesía porque tengo el propósito de explorar la sexualidad como una manera, como una forma de comunicación entre los hombres y las mujeres.

 

En un hotel de Arecibo

 

En la plaza de Arecibo hay un hotel

al que se sube por un estrecho ascensor

ubicado entre dos tiendas por departamento.

Zapatos y carteras y ropa de caballero, creo

y en la otra vitrina

collares y cinturones de neón.

En la plaza de Arecibo hay un hotel.

 

Subiendo al tercer piso de un edificio de tres pisos

se encuentra un gran salón de altos techos

iluminado por pequeñas bombillas General Electric.

Un hombre muy cansado come arroz y habichuelas

en un “conteiner” de margarina Parkay.

Un hombre cincuentón de manos grasosas y profundas ojeras

comiendo

detrás del mostrador de la oficina de un hotel.

 

En medio del salón hay unos pocos muebles

de telas desteñidas y ratán verde

y un pequeño televisor.

Unos ancianos llenos de silencio

observan la pantalla producir rascacielos

sirenas de policía

y automóviles computadorizados.

Desde el largo balcón se contempla la plaza

nocturna y vacía

la iglesia esbelta y blanca

y árboles negros.

 

A lo lejos se esparce

el susurro del mar del norte.

 

En la plaza de Arecibo hay un hotel

al que se sube por un estrecho ascensor.

En él se paga por adelantado

$21.50 por un doble.

Las ventanas de los cuartos están clausuradas

y un olor a desinfectante barato

satura el aire.

 

En este hotel de la plaza de Arecibo

colchas polvorientas y desgarradas

altos techos enormes y vacíos

paredes agrietadas y pequeñas bombillas

amé desesperadamente a un hombre

que ya olvidé.

 

A través de los años he escrito libros de poesía y narrativa conjuntamente. La narrativa no llegó como parte de un desarrollo tardío, no, puesto que siempre he escrito prosa también. Y todos los críticos decían que mi poesía era narrativa. O sea, que el aspecto narrativo siempre estuvo presente. Era, vamos a decir en términos poéticos, un recurso que yo utilizaba. El año pasado publiqué El caballero del yip colorado que contiene poemas que son de la década de los noventa, también fue premiado Únicamente míos en México con el Premio Jaime Sabines y de este libro inédito voy a leer un poema. Se titula Amor de lejos.

 

Amor de lejos

 

Hicimos el amor a través de la mesa de recepción

de un hotel europeo.

Tu sonrisa me penetraba por los ojos y se instalaba

en la boca de mi estómago.

Tu voz me acariciaba los tímpanos,

mordía mis orejas, los lóbulos, la nuca,

me chupaba

las puntitas de los pezones.

Hicimos el amor desde lejos

Rodeados de gente que entraba y salía a la calle;

Tu mirada

besaba mis entrañas, me recorría

de punta a punta

como una boca sedienta,

como una lengua ansiosa.

Yo te pensaba un sexo erecto y duro, durísimo

debajo de unos pantalones de hilo gris.

Ni siquiera nos tomamos las manos

ni siquiera

besaste mi mejilla al saludarnos.

Hicimos el amor con las palabras,

con los tonos y los matices que alcanza el lenguaje,

únicamente con los gestos del cuerpo y los cabellos,

únicamente con las sonrisas entrelazadas

como enredaderas de flores trasparentes.

Fue como hacer música.

Pudo ser en París y pudo ser en Roma,

en Londres, en Nueva York o en Frankfurt.

Hicimos el amor a través de la mesa de recepción

de un hotel…

Sin tocarnos.

Tan sólo nos mirábamos y nos movíamos

al contarnos historias de amor y muerte

¿Quién dijo que el cerebro humano es un órgano sexual?

Pero eso no explica lo suficiente.

Es mucho más que eso; qué alegría…

 

En el caso de la novela es diferente. Yo comencé a escribir novelas porque es un género que me permite explorar una región de lo humano, el espacio que duerme entre la conciencia y las pasiones que la poesía no me permite. Un poema es una canción. Una novela un viaje a la aventura. Un poema es una canción. Escribo una novela para descubrir algo. En el Manuscrito de Miramar acompaño a la narradora en el viaje que emprende al leer el manuscrito de su madre. ¿Puede ella soportar el conocer una verdad sobre su madre? Escribo esta historia para averiguarlo. En El castillo de la memoria utilizo la historia y el mito para virarlo al revés. Juan Ponce de León encuentra la fuente de la juventud, pero ¿puede soportar la inmortalidad? Viajamos con él a través de 400 años de historia de Puerto Rico para averiguarlo. Al explorar la historia a través de la escritura de ficción también intento conocerme.

 

En la última novela que escribo, que aún no he terminado, vuelvo a utilizar la historia. Entre otras cosas que no voy a contar, recreo una visita que Franklin Delano Roosevelt hizo a Puerto Rico en 1934. Está perfectamente documentada, y me documenté perfectamente. Fui a los archivos de Puerto Rico y a la biblioteca puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico, y reconstruyo esa visita de Franklin Delano Roosevelt que ni siquiera está en el libro de Historia de Puerto Rico de Scarano. Ni siquiera. La reconstruyo utilizando la imaginación.

 

Pienso que la escritura de ficción nos permite no sólo reconstruir la historia y recuperarla, sino que nos permite conocer la historia más a fondo al inventarnos sus detalles. Intento percolar la realidad. No sé. En eso trabajo en la actualidad y tengo la extraña impresión de que sólo comienzo arañar la piel de todo lo que quiero conocer.

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30 de Septiembre, 2011 · General

Periodismo y literatura

 

en voz de Rosa Montero, Laura Restrepo y Elena Poniatowska

 

por Carlos Esteban Cana

 

Comentaba recientemente Javier Darío Restrepo, Director del Consultorio Ético de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, ante un auditorio de comunicadores en Puerto Rico, que el periodista continúa siendo irremplazable, particularmente, por la calidad de su trabajo. En tiempos en los que los medios se sirven de avances tecnológicos, incluso para transformar roles tradicionales en la cadena de información, aquel periodista que haga entender lo que pasa, que ofrezca antecedentes y ponga en contexto los hechos, es siempre necesario, apuntaba el veterano periodista, experto en ética. Y es que el buen periodista, ese que renueva constantemente su compromiso de hacer pensar, explicar lo que sucede e interpretar la voz de las comunidades, se diferencia de inmediato con respecto a otros seudo-comunicadores que habitan los medios. Quizás ese perfil que destaca al verdadero periodista se debe a una ética personal y propia que desemboca en eso de ser persona. Bien lo ejemplificó Kapuscinski cuando título Los cínicos no sirven para este oficio al libro que se ocupaba sobre el buen uso del periodismo.  

 

A lo largo de mi experiencia como escritor y periodista cultural he reflexionado sobre los puntos de contacto entre la literatura y el periodismo. También he consultado las valiosas reflexiones del Dr. Eugenio García Cuevas (Periodismo crítico, cultura y literatura),  Jorge B. Rivera (El periodismo cultural), y Susana Rotker (La invención de la crónica). Por lo anterior, no tengo dudas acerca de los beneficios que esa relación simbiótica deja en quien aspira a crear mediante la  palabra. Hablo, por supuesto, de los que asumen su vocación literaria como un modo de vida. No de aquellos que pretenden hacer del oficio del escritor algo cercano a la farándula, con todo lo que eso implica. Pero dejemos que otras voces compartan algunas impresiones sobre los contactos entre literatura y periodismo. En este espacio escucharán las voces -porque leer es una forma de escuchar- de Rosa Montero, Laura Restrepo y Elena Poniatowska, tres reconocidas escritoras del orbe iberoamericano que se han desempeñado como periodistas. Estas impresiones se desprenden de diversos conversatorios en los que estas autoras han compartido con el público lector boricua.

 

Rosa Montero:

 

                              Para mí el periodismo es un género literario. Aunque en mi caso yo lo asumo como una profesión pero, sin duda, el periodismo escrito es un género literario. Si eres un director de periódico no, pero ser lo que yo soy que es reportera, hacer entrevistas, hacer crónicas, hacer reportajes, hacer artículos, pues eso es un género literario. Y puede ser tan grande literariamente como cualquiera de los otros: como la poesía, como el drama, como el ensayo y como la ficción. ¿No? Por ejemplo, A sangre fría de Truman Capote que es un pedazo de libro enorme, pues es un reportaje, puro y duro es un reportaje.  O sea, que desde ese punto de vista la cuestión es hacer bien el género. Claro, hay periodistas espléndidos y periodistas malísimos, como hay novelistas espléndidos y novelistas malísimos, y luego medianos, más medianos, menos… de todo. Incluso yo creo que hay periodistas que no son novelistas y que hacen periodismo literario, o sea, que eso es un género en sí. Es muy raro, además, el escritor que cultiva un solo género. Normalmente pues son, yo que sé, ensayistas y poetas, como Octavio Paz. Yo me considero una escritora que cultiva el ensayo, la ficción y el periodismo. Lo que pasa es que luego, dentro de lo que cultivas, cada uno tiene puesto el corazón en un lado. Y realmente donde está mi pasión es en la ficción, y el periodismo es mi trabajo y pertenece a mi ser social. Pero me estoy acordando ahora, por citar solamente un ejemplo clásico, de Larra que es nuestro escritor romántico español más importante y sólo hizo periodismo. No hizo nada más que periodismo. Un escritor que realmente lo sigues leyendo 150 años después y es delicioso y maravilloso.

 

Laura Restrepo:

 

                                  Hoy en día pues ya llevo diez años escribiendo novelas de ficción pero en ese momento, cuando escribí La isla de la pasión, mi único oficio era el de periodista (un oficio además interrumpido porque yo había tenido que salir al exilio, estaba en México) y tenía que basarme en reportajes, tal como mi oficio me lo indicaba y por eso la novela está basada en hechos reales. Es una novela, si se quiere, histórica. Ahora, ¿dónde termina la realidad y donde empieza la ficción? Y viceversa. Como periodista, cuando tú investigas, la realidad te da una serie de pautas, te da una serie de datos, pero tú te vas haciendo una composición del lugar que no necesariamente te la verifica o te la corrobora la propia investigación. Comienzas a buscar la pieza que te falta del rompecabezas y, sin embargo, tú tienes la certeza (trastornada, asunto de lógica) la idea de cómo debió ser. Como quien dice hay una pieza que falta pero el contorno de las piezas vecinas te dicen cómo es esa pieza. En el periodismo es contra la ética poner esa pieza ahí. Porque tú no tienes como respaldarla con los datos de la investigación. La ficción, en cambio, te permite hacer eso. Imaginar cómo pudo ser. Te da la licencia para completar.

 

Elena Poniatowska:

                                          Yo he escrito a lo largo de la vida libros de testimonios, que no son precisamente novelas. La noche de Tlatelolco es un libro de testimonio. Son las voces entretejidas de toda la gente que vivió o que fue testigo de la masacre de 300 personas en una plaza que se llama la Plaza de las Tres Culturas porque están ahí la cultura pre-hispánica, los restos de pirámides, la iglesia de Santiago Tlatelolco, colonial y los edificios muy modernos. Entonces es un libro de voces entretejidas, de gritos, de dolor, de gente que incluso huía de la plaza (que fue como una ratonera) y fueron balaceados por detrás. Porque llegaron a los anfiteatros y también a los hospitales gente que tenía heridas de balas en la espalda, en los glúteos, en las piernas, y que fue herida mientras iban corriendo, es decir, a mansalva, a traición, por detrás. Eso fue en el 68 y en ese año se celebraron las olimpiadas en mi país, entonces recuerdo mucho a una edecán, una niña de 23 años, preciosa, con apellidos alemanes, se llamaba Regina. Y esa niña, que la fue a recoger su padre en el anfiteatro, a la morgue, tenía a lo largo de toda la columna vertebral seis balazos, quiere decir que le dispararon seis veces, y tenía todo el pecho destrozado por balas expansivas que nunca se debieron utilizar. Entonces este crimen no es una novela, es un verdadero crimen sobre el cual quise hacer un testimonio. Pero los otros libros son de historia oral, como el del terremoto de 1985 que fue atroz pero que también da mucha esperanza por la fortaleza de la gente. Y otros como Fuerte es el silencio, también sobre como los paracaidistas toman las tierras en mi país, los desaparecidos políticos, los ángeles de la ciudad, aquellos que vienen a la cuidad durante una época y son pordioseros. Y, por otro lado, están estas novelas que ya son novelas más de ficción, como podrían ser Paseo de la reforma, Tínisima, aunque Tínisima está basada en la vida de una fotógrafa mexicana, y los cuentos del libro De noche vienes. Pero siempre, como soy periodista, hay una base de realidad, hay una base de verdad, porque yo creo que ningún escritor escribe en ficción pura. Siempre hay un personaje que lo marca a uno, que recuerda a uno lo que dice. Yo creo que uno siempre escribe ficción a partir de la realidad

 

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14 de Septiembre, 2011 · General

En las letras, desde Puerto Rico:

 

 

                                                  invitación a la nueva temporada

 

por Carlos Esteban Cana

 

Hay personas y medios que no le dan verdadero valor al periodismo que se ocupa del panorama creativo de un país. Sin embargo, estoy seguro que ejercer el oficio de periodista cultural, por mi parte, ha sido la mejor inversión que he realizado en mi vida. De una u otra forma el creador, el narrador, el poeta, el lector que intento ser ha sido fortalecido con las múltiples conversaciones que he tenido a lo largo de los años con cuentistas y novelistas, con poetas o ensayistas, humanistas o académicos, editores o libreros. Ya fuera desde las sencillas ediciones de Senderos en 1988 (¡Gracias por la oportunidad, Ángelo!) en Cataño, en Taller Literario durante los 90’s, en la Oficina de Revistas del Instituto de Cultura Puertorriqueña después, como invitado a El Sótano 00931, en las páginas de Diálogo y otras publicaciones, impresas y cibernéticas, que esporádicamente reproducen mis colaboraciones, he sentido el placer de colaborar con la crónica cotidiana que ilustra el universo amplio y diverso de las letras dentro y fuera de Puerto Rico.

 

Asalariado o no, agradecido de la remuneración cuando la hubo o desde esta vocación que no se mueve por el lucro. Incluso cuando fui parte del proyecto San Juan en Comunidad, precedente de lo que hoy es ese valioso medio que conocemos como Prensa Comunitaria. Tampoco puedo pasar por alto los años que pasé detrás de los controles de canales televisivos especializados en oferta cultural. Por lo antes mencionado puedo asegurar que nada era ripio, nada era pérdida de tiempo o conformismo ante las circunstancias imperantes. En algún lugar leí, creo que de Roger Chartier, que la inversión que hace un sujeto cuando se acerca e interesa en la cultura es difícil de ver y de palpar, pero está ahí, más allá de lo que a simple vista se observa.

 

El radio de acción del periodista cultural es amplio y vasto, por eso las entrevistas, por eso las reseñas, por eso el análisis, por eso el deseo de darle voz a los que aún teniendo una propuesta de valía se les excluye con pretextos cargados de prejuicios o por otros accidentes ajenos a la obra. Afortunadamente, desde la periferia y la distancia, incluso desde el margen, uno ve mejor. Por otro lado (y esto le ocurre a muchos y muchas colegas de cuyos nombres no quiero acordarme) es difícil servir cuando uno se cree el centro permanente alrededor de cual giran todos los demás. Creo, eso sí, en la mesa redonda, amplia, en la polifonía de voces que devela el perfil macro con cada uno de sus matices. El periodismo cultural que intento hacer aspira a esos horizontes.

 

Puntualizado lo anterior, les doy la bienvenida a un nuevo ciclo de En las letras, desde Puerto Rico. En esta nueva etapa desarrollaremos diferentes series, unas que abarcan acontecimientos importantes en la cultura puertorriqueña, otras que se ocupan de escritores y escritoras internacionales, o en la trayectoria de algún autor particular. Algunos escritores conversarán sobre sus libros, otros sobre su vida, unos lo harán con discreción, otros con un susurro cercano al silencio. Pero todos, de una forma u otra, dialogarán, ya sea mediante entrevista, a través de un fragmento de conferencia o desde una reseña lírica de lo que se transcribió de las ondas mediáticas. Aquí los invitados, los que invito a formar parte de nuestra crónica cultural no integran un club homogéneo. La diversidad creativa es la energía que mueve la aguja de la brújula.

 

A continuación una muestra de lo que viene. No están todos los que son, ni son todos los que están, pero este inventario puede darle idea a usted de la infinidad de personalidades que conversarán con nosotros desde este boletín. Póngase cómodo en su butaca que viajaremos por el amplio universo de la creación literaria.

****

En el 2011 se cumple una década del fallecimiento de la escritora Olga Nolla, y nosotros hemos querido rendirle homenaje recordándola en su propia voz, con su sonrisa a flor de piel, escuchándole hablar de su obra, en sus propias palabras.

 

Olga Nolla: Ramón Luis Acevedo ha dicho que utilizo la narrativa como recurso poético. Digo, ésa es mi intención. Mi intención es utilizar en poesía la narrativa como un recurso adicional, de la misma manera en que utilizo la historia en la narrativa como un recurso literario. Porque cuando yo me acerco al mito de la fuente de la juventud en El Castillo de la Memoria y tomo a Juan Ponce de León, con su propio nombre (no cambio nombres ni nada, es el mismo personaje histórico), pero asumo que encuentra la fuente de la juventud, estoy violando la historia porque sabemos que nunca la encontró. Se murió como se murieron todos, pero yo asumo que la encuentra. Mi propósito es asumir el mito y violarlo como una excusa para hacer un recorrido por la historia de Puerto Rico por 400 años. El lector me sigue con ese personaje que no muere y regresa a Puerto Rico donde vivió por 400 años. Así puedo entonces unir un poco, a manera de atar cabos sueltos, la historia e intrahistoria y nuestro proceso como pueblo, nuestra formación nacional. Estoy usando la historia literariamente para construir literatura.

 

Che Melendes, por su parte, ha conversado con este servidor en varias oportunidades. Recuerdo muy bien la primera ocasión cuando los humanistas Eugenio García Cuevas y Rubén Soto organizaron un magno homenaje a su obra. Este fragmento, sin embargo, fue fruto de una entrevista que le cursé en la Librería Isla. En la misma hacía comentarios acerca de su libro Senotafio.

 

Che Melendes: Senotafio es un sepulcro para la ausencia de algo, es algo, un homenaje a una ausencia, y estos poemas que se han acumulado son un canto a los poetas hacedores de eso que es la poesía, que para nosotros es impactante.

 

Néstor Barreto, quien acaba de inaugurar una nueva editorial que lleva el nombre de Colección Maravilla con un flamante catálogo de nuevas y veteranas voces como lo son Carlos López Dzur, Neysa Jordán y Bruno Soreno, hizo lo propio cuando nos habló de su libro :

 

Néstor Barreto: La metáfora dominante en es la espesura, el matorral. Yo le llamo la asimetría atrópica o también le digo anatropía, y su animal emblemático, totémico, es el ruiseñor.

 

Magaly Quiñones es una de las principales poetas del País. Cuarenta y dos años han pasado desde la publicación de su primer poemario Entre mi voz y el tiempo. Con una producción activa y consistente, creyendo cabalmente en su oficio, Quiñones se ha colocado como un referente obligatorio cuando de la poesía contemporánea se trata. En este fragmento seleccionado nos habla de sus inicios.

 

Magaly Quiñones: Yo empecé a escribir desde bien pequeña. Ya a los ocho años  tenía mi libretita de poemas escondidita en las gavetas. Cuando estaba ya en escuela superior conocí a una poeta arecibeña que se llamó Carmen Alicia Cadilla. Carmen Alicia me dio la confianza de que lo que había escrito tenía valor.

 

A través de los años, infinidad de escritores internacionales han visitado las costas boricuas por diferentes motivos, unos para promocionar sus libros, otros para ofrecer seminarios y talleres. A continuación adelantamos algunos comentarios de varias de esas personalidades.

 

Nunca se me olvida una frase lapidaria de Laura Restrepo acerca de que no hace a la tarea del escritor acercarse al poder. Decía la autora colombiana: “Hay que mantenerse lo más alejado posible”. Cuando promocionaba su novela La isla de la pasión, reflexionaba sobre el arte de escribir y apuntó lo siguiente:

 

Laura Restrepo: Tú escribes para las tripas, con toda la pasión y le dedicas horas. Yo me tardo tres años de investigación, de cuántas horas de trabajo que da hasta pena confesar. Yo escribo y escribo. Yo no le quiero poner adjetivo a su propia cosa. La literatura es escribir.

 

La española Rosa Montero visitó la Escuela de Comunicación Pública de la Universidad de Puerto Rico (de donde soy egresado) y conversó sobre el arte de la novela.

 

Rosa Montero: Las novelas son como los sueños de la humanidad y la relación del escritor con la novela es como la del durmiente con el sueño. Tú cuando sueñas por la noche, de repente puedes soñar que te salen unas alas rojas en la espalda y que vuelas por encima de Pekín. ¿No? Bueno, eso no tiene nada que ver con tu vida. Ahora bien, durante ese sueño, tú sientes unas emociones poderosísimas. Puedes tener ese sueño y estar llorando a lágrima viva con una angustia enorme o puedes estar felicísimo, muerto de risa o puedes estar con miedo. ¿Por qué son esas emociones tan fuertes? Porque verdaderamente ese sueño significa algo muy profundo tuyo. Es una parte de tu psiquis más profunda que está saliendo a la luz bajo esa forma metafórica. Pues con las novelas pasa igual. O sea, que lo que yo cuento tú lo lees, y, desde luego, harás muy mal si adjudicas eso que cuento a mi vida, en la superficie, en el detalle, en la anécdota. Ahora en el significado profundo metafórico, simbólico, nos desnudamos todos, muchísimo. Escribir una novela para todo escritor es como sacarte un pedazo de hígado. Absolutamente. Es algo que viene de la parte más profunda tuya.

 

La mexicana Elena Poniatowska es una de esas escritoras que siempre son necesarias para todo un pueblo, para toda una nación. En varias ocasiones, en la última década, a visitado el país, y en todos esos eventos ha dejado una huella inolvidable entre quienes la escucharon. Aquí, cuando resumía parte del asunto de su novela La piel del cielo y reflexionaba acerca de la situación de la mujer.  

 

Elena Poniatowska: Las mujeres se completan a sí mismas ¿no? No necesitan a nadie más para ser, y eso yo creo que es una de las grandes victorias, no del feminismo, pero sí de la grandes victorias de la evolución de las mujeres, ¿no?, que la mujer vale por sí sola, se completa sola y le da un sentido a su vida que no es de dependencia, es de libertad. Y eso es importante, porque un ser libre, realmente, es un ser que merece el respeto de todos.

 

Pero volvamos a los escritores nacionales, aquellos que nutren las arterias de este boletín. Sin lugar a dudas Marta Aponte Alsina va construyendo una obra que sobrevivirá el paso del tiempo (aseguro que no necesita de agentes literarios). Sexto Sueño es una prueba de lo anterior. Una novela en la que los personajes se apoderan de los espacios y hablan por sí mismos. Sexto Sueño, su penúltima entrega editorial, es la historia de un criminal que trata de domesticar la violencia que le habita. Fue precisamente en una sesión del Taller de Apreciación Literaria que ofreció la poeta y narradora Marithelma Costa, donde Aponte Alsina conversó sobre esta novela. En este pequeño fragmento escuchamos a la autora referirse al proceso de documentación:     

 

Marta Aponte Alsina: En la documentación todo sirve, la experiencia de una compañera de trabajo, algo que se ve en la calle. Todo de alguna manera sirve, es como algo aleatorio. Tú encuentras objetos y lo vas integrando ahí, después que tengas como el río, como la trama, como algo que está encaminado en la narración. Y son etapas que pueden ser o sucesivas o simultáneas porque uno realmente nunca termina de investigar hasta que dice: ‘¡Ya! ¡Ya tengo esto y ya no me importa lo que haya pasado! No me importa que sea cierto o falso. Yo voy a escribir las cosas como las ve el narrador o la narradora que inventé.’

 

Durante ese mismo evento, auspiciado por el Proyecto para el Fomento del Quehacer Literario, los talleristas escucharon además a la escritora de literatura infantil Rocío Costa, quien habló de las particularidades del género.

 

Rocío Costa: Lo que pasa por lo regular es que a los niños se les ve como menores, toda esa cuestión de la palabra pueril. Mucha literatura trata a los niños como que no saben. Y, sin embargo, son maravillosas las cosas que nos dicen. A veces hay gente que plantea que a los niños se les debe tener como protegidos de los problemas, pero los niños se dan cuenta de todo, absolutamente de todo. Y una de las cosas que yo creo que debía hacer la literatura es hablar de los problemas que tienen los niños.

 

Lo refrescante y curioso de muchas de estas conversaciones es que no pierden vigencia. Las complejidades inherentes a nuestro ambiente editorial provocan que los escritores intenten trascender lo inmediato en sus propuestas porque, en ocasiones, se puede morir en el intento de publicar el libro de turno. Sucede entonces que algunos autores desarrollan una capacidad inmensa para esperar, esperar y esperar a que el editor le atienda. Hace varios años cuando Ángel Matos, poeta y gestor cultural, concertaba el junte de los amurallados en la sede de la Fundación Nacional para la Cultura Popular en el Viejo San Juan, conversó conmigo acerca de lo que con el tiempo sería Barcos de papel, libro que actualmente circula en las librerías del patio. Con su forma característica de comunicarse, apuntó cuando le preguntamos qué le ocupaba en esos momentos:

 

Ángel Matos: Me ocupa el mar, me ocupan mis crisis existenciales que están a flor de piel. Todo para mí es una excusa para crear. Así que ahora yo estoy gozando con mis crisis existenciales.

 

Me une una estrecha amistad con la escritora Iris Mónica Vargas. Ella me dio el privilegio de formar parte de la publicación cibernética El viaje del poeta. Una complicidad creativa que, sin duda, me ha permitido crecer en el oficio. El fragmento de entrevista que comparto a continuación me trae su nombre a la memoria. Quien hablará no será ella, sino el escritor Juan Carlos Rodríguez, autor del excelente poemario Rehén de otro reino, de la Editorial Tiempo Nuevo. En esa ocasión él ofrecía un recital junto a Noel Luna y Javier Ávila en la librería Cronopios. En ese evento, con grabadora en mano, fue que conocí a la poeta. Aquí un extracto de lo que me comentó Juan Carlos en aquel recital.   

 

Juan Carlos Rodríguez: Hay poetas en el pasado de los que nos hemos estado nutriendo, algo evidente en las conversaciones con los compañeros Noel (Luna) y Javier (Ávila); estamos hablando quizás de Aurea María (Sotomayor) que había llegado a esa síntesis, a poetas como Hjalmar Flax, ciertamente.

 

Por su parte, Noel Luna, autor de poemarios como Teoría del olvido y Música de cámara se ha ganado el respeto de la crítica especializada por el cuidadoso cultivo de las formas clásicas. En esa misma velada, que fue auspiciada por los organizadores del Certamen de Poesía del periódico El Nuevo Día, Luna nos comentó:

 

Noel Luna: Por lo regular se piensa en las formas clásicas justamente como formas agotadas, en la medida en que han sido trabajadas largamente. Sin embargo, las formas, más allá de ser límites estrechos, aunque lo son, son más que nada máquinas de hacer literatura.

 

El catálogo editorial de Isla Negra Editores representa parte de lo más granado de las últimas dos décadas de cultura literaria en Puerto Rico. El editor y también poeta Carlos Roberto Gómez ha realizado en sus páginas una especie de confederación donde convergen escritores de las tres Antillas Mayores. Dentro de ese catalogo resalta Cada vez te despides mejor, de José Pepe Liboy, como uno de los libros más importantes de la pasada década, título que demandó lo mejor de la capacidad de Gómez como editor.

 

Carlos Roberto Gómez: Un comentario que voy a hacer sobre lo que es la edición de una obra dispersa. Recolectar a duras penas la obra dispersa de Pepe Liboy nos tomó dos años. Y todavía hay cosas por ahí que me imagino que él ni sabe donde las puso.

 

Al igual que Liboy, otro autor que goza de un prestigio destilado a través de los años es Antonio Aguado Charneco. Sin prisa pero sin pausa este escritor arecibeño es creador de la primera trilogía tainista del Caribe. La triada Bajarí Baracutey, Anacahuita, y Guarocuya ha sido premiada en diversos certámenes por su excelencia. A partir de este mes de agosto, y comenzando con LuzAzul, novela que tiene como telón de fondo una huelga universitaria, varios títulos de Aguado Charneco circularán en las librerías. En una de nuestras múltiples conversaciones, a las que por tácito acuerdo nunca ponemos punto final (una especia de conjura contra el destino), Tony, como se le conoce, nos habló de la confección de los personajes.

 

Antonio Aguado Charneco: Cuando uno construye un personaje, como escritor uno aspira y procura que de las páginas salga esa mano que agarre el corazón del lector.

 

Antes de Casquillos existió un libro más discreto titulado Comunión antropoética. Poesías como Panes y peces, Pequeños bodigos, Corbatas y Si te digo niña, entre otras, se han desprendido con facilidad de sus páginas y han quedado impregnadas en la memoria del lector. Este libro fue la excusa que nos permitió conversar con David Capiello Ortiz acerca del proceso que define a un escritor. Con una muestra basta.

 

David Capiello Ortiz: No hay escritores si primero no son lectores, y los espacios se leen, las personas se leen, las situaciones se leen. Como parte de mi trabajo como lector yo tengo que ir a esos espacios y leer esos espacios. Algo tan sencillo como vivirlo, leerlo, es parte de mi proceso y mi responsabilidad como escritor.

 

Si existe un poeta capaz de hacer belleza del ejercicio de la lectura lo es Mario Antonio Rosa. Hace tiempo que este autor nos debe una recopilación de las reseñas y prólogos que ha realizado a lo largo de los años. Ya sea en la prensa escrita, en el internet, o en las páginas de un libro, la reflexión sagaz de este escritor ha focalizado su mirada en la obra de los escritores que emergen durante los últimos 20 años. Dejemos que el propio Mario nos hable del placer que le provoca la lectura.

 

Mario Antonio Rosa: Es como cuando tú lees el poema que le escribe Federico a Ignacio Sánchez Mejía, La sangre derramada. Tú cierras los ojos y lo puedes sentir, y puedes ver toda esa situación cuando el toro, prácticamente, masacra a Ignacio, lo mata en la cornada. Entonces tú ves todas esas imágenes como en una película. Siempre se da una situación de que tocas el libro y sientes lo que te puede decir. Si no te dice nada no lo abandonas, lo pospones hasta que llega el momento que ese autor, ese libro, te puede decir algo.

 

Otro escritor que destiló con entusiasmo su pasión por la lectura lo fue Salvador Villanueva. Radicado en Nueva York este poeta boricua ha impactado la Gran Manzana desde 1985 con títulos de contundencia como lo son El imperio de la papa frita, Pato salvaje o Mala leche.

 

Salvador Villanueva: Siempre he dicho, nadie se acuerda de un poema completo pero se acuerda de un fragmento de un poema. Y ese fragmento del poema le estalla una y otra vez. Tú puedes estar 20 años después de haber leído lo que llamo un poema cursi Este domingo triste pienso en ti y de repente llega un domingo que estás triste, piensas dulcemente en alguien, y ese poema te vuelve a salir, y tú te quedas como ¡Auch! te duele. Porque la poesía que es buena duele, duele por que es como un cuchillazo que le dan a uno, porque la memoria hace que uno recupere. Yo vivo obsesionado por fragmentos de poemas. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. La noche está estrellada y ya no está conmigo. No tiene que ver con el idioma, es cualquier poema que tú hayas podido leer en el original. Tú te quedas con una de esas líneas y la llevas toda la vida contigo. Cuando menos tú lo esperas salta de nuevo y vuelve a ser vigente.

 

Si de críticos académicos hablamos, Luis Felipe Díaz tiene un lugar destacado en nuestro panorama cultural. Sus libros Modernidad literaria puertorriqueña y La na(rra)ción en la literatura puertorriqueña , entre otros, son referencia obligada para quienes quieren profundizar en el conocimiento de la literatura puertorriqueña. Podríamos hablar largo y tendido sobre su obra, pero hagamos pausa para escucharle.

 

Luis Felipe Díaz: El texto crítico también es un texto poético. No deja de ser poético. Ahora, ¿hay más poesía y menos poesía? ¿hay más conciencia de metáfora y menos conciencia de metáfora? Mientras menos conciencia de metáfora hay en cuanto a contenido e ideología, más poético se es. La poética, creo yo, es bien subliminal.

 

Es inevitable no ser consecuente, insistir con las mismas preguntas, debido a que las respuestas que dan los escritores son diversas y múltiples, incluso sobre un mismo tópico. La poeta Mayda Colón publicó en el 2008 un texto ambicioso en lo que a propuesta estructural se refiere. Dosis es el título del libro que provocó nuestra conversación. Y en esa oportunidad le pregunté sobre aquello que le definía.

 

Mayda Colón: Tú me das a escribir un poema de amor y a mí se me cuelan las calles en él. Yo no tengo opción. Yo no tengo alternativa. Yo creo que si algo me puede definir a mí misma sería la escritura social.

 

No importa lo que el sujeto, ese que siente pasión por la creación apalabrada ejecute como oficio para sobrevivir, siempre esa vocación de escritor se rebela y revela como algo central y no subordinado en su propia vida. Acerca de eso comenta el poeta y fundador del Sótano 00931, Julio César Pol.

 

Julio César Pol: La vocación mía de escritor es igual de importante como la mía de economista. Una vez, en una entrevista de radio, me lo preguntaron y contesté que me parecen dos partes indispensables de lo que yo soy, de lo que me constituye.

 

En esa misma dirección escuchamos al novelista Antonio Skármeta reflexionar acerca de su rol como intelectual. Apreciado en Puerto Rico, este narrador chileno es recordado por su participación en diversos programas de la serie En la punta de la lengua, que producen de manera encomiable Caridad Sorondo y Gil Raldiris. En una de sus visitas, Skármeta presentó en la Universidad de Puerto Rico el libro Vía crucis y redención del calvo del poeta Eric Landrón, en otra ocasión fue el invitado especial en el relanzamiento de un disco compacto de Silvia Rexach, en el que la compositora interpretaba sus propias creaciones. En esa ocasión nos dijo:

 

Antonio Skármeta: Soy un intelectual que le gusta la gente, que le gusta acercarse a los lectores. Y mi tarea como intelectual, como hombre latinoamericano, como una persona chilena política, es justamente ampliar los horizontes. Ampliar los horizontes de imágenes que se le ofrecen a la gente para mantener alerta su sensibilidad, despierta su imaginación, y eso la literatura lo puede lograr de maravillas.

 

Y para quien piensa que hacer periodismo cultural no conlleva riesgos, comparto con ustedes parte de una amena conversación que sostuve con la conocida narradora argentina Angélica Gorosdicher.

 

Angélica Gorosdicher: Todos mis libros son distintos. Lo que pasa es que la marca de la ciencia ficción es muy fuerte. Yo no escribo literatura realista. No puedo. No me sale. Siempre pasa algo. Siempre empieza todo muy suavemente y, de repente, le doy con el fierro al lector en la cabeza. Y bueno, lo jodo. ¿Qué quieres que le haga? Porque hay algo que interviene allí que no tiene nada que ver. Y Dios me libre y me guarde, no me vayas a hablar de realismo mágico porque te pego.

 

Son muchas las experiencias que atesoro de esas y otras conversaciones. Y repito, no son todos los que son ni son todos los que están. En las próximas semanas los lectores del boletín En las letras, desde Puerto Rico, si lo permite el Universo, podrán disfrutar de forma íntegra lo que hemos presentado a modo de muestra, y escucharán, sorpresivamente, otras voces que por razón de espacio no hemos incluido. Nos vemos pronto y salud para todos.

 

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publicado por islanegra a las 12:39 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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