Luis Britto García
¿Cómo impone España su dominación en más de la mitad
del Nuevo Mundo durante trescientos años?
Con monopolios que terminan haciendo inviable su autoridad.
-El monopolio de lo político
La Corona
nombra prácticamente todas las autoridades del Nuevo Mundo, entre ellos
virreyes, capitanes generales y gobernadores. Los cargos recaen sólo sobre
blancos peninsulares, nacidos en España. Los nombramientos terminan siendo
vendidos. Apenas los cabildos representan a los americanos, precariamente.
-El monopolio del poblamiento
Durante el genocidio que extingue a unos sesenta
millones de aborígenes, España sólo permite pasar a América a los españoles, y
no a todos. En 1596, Felipe II ordena que sean considerados
"extranjeros" con respecto a las Indias, "para no poder estar ni
residir en ellas" quienes no fueren naturales de los reinos de Castilla,
León, Aragón, Valencia, Cataluña, Navarra y las islas de Mallorca y
Menorca". Sólo se pasa con licencia real.
-El monopolio de la sangre y de la ideología
América es cerrada incluso a los nuevos cristianos.
La Ley XV de Indias dispone que "ningún nuevamente convertido a nuestra santa
fe católica, de moro o judío, ni sus hijos, puedan pasar a las Indias sin
expresa licencia del rey". Según otra ley, "mandamos que ningún reconciliado,
ni hijo ni nieto del que públicamente hubiere traído sambenito, ni hijo ni
nieto de quemado o condenado, por herética gravedad ni apostasía, puedan pasar
ni pasen a nuestras Indias".
Durante la Colonia, el promedio anual de inmigrantes a América alcanza a unos 15.000:
magra cifra para continente tan extenso y despoblado por la violencia y las
pestes traídas desde Europa. Los viajeros pueden elegir su destino: prefieren
las costas, y dejan desierto el interior. Así, no se repuebla el continente
devastado por el genocidio de la Conquista.
-El monopolio del comercio
Felipe II prohibe también a los extranjeros el
comercio en las Indias sin la debida licencia. Monarcas posteriores confirman
estas normas. Pero España no tiene capacidad productiva para abastecer al
enorme mrecado americano. Las enormes cantidades de metales preciosos que le
envía el Nuevo Mundo deprimen sus cultivos e industrias y la obligan a su vez a
ser importadora. España deviene, según reseña Ferdinand Braudel, “las Indias de
Europa”.
-El monopolio del trabajo forzado
El exterminio
de los indígenas hace necesaria la importación de esclavos africanos, con
licencia de la Corona.
Es un productivo negocio que entre 1541 y 1870
significará la introducción en América en condición de mercancía de cerca de
diez millones de seres humanos.
El trabajo del aborigen se explota a través de
contribuciones en trabajo forzado gratuito o remunerado en forma
insignificante, a través de los repartimientos, encomiendas y mitas, que serán prohibidas por Bolívar. Todo
valor es tiempo de trabajo humano: durante tres centurias el trabajo alienado
de americanos y africanos será el motor fundamental de la hegemonía de Europa.
-El monopolio sobre la implantación de la flora y de la fauna
No eran propicias las tierras o el clima de Venezuela
para cultivos masivos del trigo, de la vid o del olivo. Para subsistir los
colonos dependieron desde el principio del cultivo del maíz y de la yuca, que
habían sustentado a los aborígenes. Pero la economía colonial no estaba
dirigida hacia la autonomía ni el desarrollo interno, sino hacia las
exportaciones para la metrópoli.
Tras efímeros auges de las explotaciones de perlas, plata y oro, la economía
venezolana dependió durante largo tiempo de las exportaciones del tabaco aborigen
y del contrabando de éste, para luego depender de las del también autóctono
cacao.
Sólo en las últimas décadas antes de la independencia se posicionó el
arábigo café como un rubro de exportación importante. El comercio entre las
regiones americanas era limitado o inexistente. Todo se exportaba para unos
pocos puertos españoles. Durante trescientos años se cimentaron así las bases
de nuestra dependencia económica, que habría de sobrevivir a la política.